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DANIEL Y PIPI PIAZZOLLA
“ASTOR GANÓ LA BATALLA” EN
JULIO SE CUMPLEN
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AÑOS DE LA MUERTE DEL GRAN REVOLUCIONARIO DEL TANGO DEL SIGLO
PERO, CON EL PASO DEL TIEMPO, RESIGNIFICÓ LAS ARISTAS DE UN VÍNCULO INCONDICIONAL.
PARA
XX. PARA
SU HIJO, SER HEREDERO DEL GENIAL COMPOSITOR NO FUE FÁCIL
SU NIETO, UNO DE LOS MEJORES BATERISTAS DE JAZZ DEL PAÍS, EL PESO DEL
APELLIDO SÓLO PUDO SER HONRADO CON ALTAS DOSIS DE ESTUDIO Y TRABAJO, HOY PLASMADO EN UN DISCO NOMINADO A MEJOR ÁLBUM DEL AÑO EN LOS
EN
EXCLUSIVA, DOS GENERACIONES DE UNA DINASTÍA DE MÚSICOS REFLEXIONAN SOBRE LA PATERNIDAD COMO LEGADO DE VIDA.
PREMIOS GARDEL.
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Si soy puntual, es gracias a mi abuelo y a mi papá. Si soy exigente, si soy estudioso, si miro para adelante y tengo ganas de hacer cosas nuevas, mucho se los debo a ellos”,
No tiene que pensarlo. Lo tiene muy claro cuando se habla de legado. Daniel (Pipi) es la tercera generación de una familia de músicos que lleva un apellido que no pasa desapercibido: Piazzolla. “¿Sos algo del músico?”. Es la pregunta típica que le hacen cuando dice su nombre. Y la respuesta provoca muchas reacciones, esté donde esté: ya sea en un avión rumbo a Rusia o en la sala de conciertos de una universidad en los Estados Unidos. Sí, es el nieto de Astor Piazzolla. Sí, es músico. Pero no hace tango, sino jazz. Y no toca el bandoneón, sino la batería. Una elección que lo salvó de las comparaciones con su abuelo Astor. El maestro. El genio. El innovador del tango. El mejor músico argentino del siglo XX. Mientras espera que se acomode la cámara que filmará su charla con Clase Ejecutiva en el living de su casa, sus dedos tamborilean sobre las piernas. Casi sin pensarlo. No hay batería a la vista. Sí un piano. Tan grande, que sorprende. “Lo uso para componer, nada más. Era de mi papá y me lo regaló hace unos años”, aclara. Hay que subir dos pisos para llegar a su estudio, donde aparece el instrumento al que se lo asocia. En realidad, son tres las baterías. Sus tesoros. Aunque falta la primera, aquella que le regaló su abuelo y ahora la tiene, en préstamo, un amigo que vive en el Sur, “porque a los instrumentos hay que hacerlos sonar”. Y tampoco está la última, cedida por su espónsor Yamaha, la Maple Custom Absolute que lleva de gira. El 10 de mayo fue su cumpleaños, el número 45. Y el lugar que eligió para festejarlo fue el Monumental. “Mi mujer me quería hacer una fiesta, pero le dije que, si jugaba River, prefería ir a verlo”. Las jornadas previas y posteriores a su onomástico también fueron una celebración para Pipi. El día
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anterior, se conoció la nominación de su más reciente producción discográfica, 3001 Proyecto Piazzolla, como mejor álbum del año en los Premios Gardel. Ya lo ganó con Piazzolla plays Piazzolla, en 2012, también con Escalandrum, el sexteto del cual es líder desde 1999. Formado por tres saxos, batería, piano y contrabajo, el grupo incorporó, para su nueva placa, a la cantante Elena Roger. Y, en un abierto homenaje, recorre títulos emblemáticos de la obra de Astor, como Balada para un loco, Los pájaros perdidos, Balada para mi muerte y Chiquilín de Bachín. La otra gran alegría fue el resultado del súperclásico: River 3, Boca 1. Fanático millonario, Pipi utilizó sus redes sociales para compartir, con sus seguidores, La Gallardeta, que compuso en honor al DT Marcelo Gallardo, un solo de batería en el que volcó sus dos grandes pasiones. Y, por si fuera poco, el pasado 25 de mayo fue uno de los músicos invitados a animar los festejos del 116º aniversario del club de Núñez. Cuenta que recién en el ‘84 empezó a ir a la cancha por cuenta propia: “Iba a la popular, con plata que no sé de dónde sacaba”. Y allí fue donde, por primera vez, vio un grupo de tambores, todos juntos, tocando. “En esa época, estaban prohibidos los carnavales. No es como ahora, que un nene va a la plaza y ve a las bandas de percusión practicando. Yo eso lo descubrí en la cancha. Y me volví loco”. A partir de ese día, el ritmo se le metió en el alma. Casi como gritando un gol festejaste la nominación de 3001 Proyecto Piazzolla como mejor álbum del año en los Premios Gardel. Es la segunda vez que tu banda, Escalandrum, va por el Gardel de Oro. ¿Lo esperabas? Me tomó por sorpresa. Pensé que esas cosas –que
te nominen como álbum del año, al Gardel de Oro, y con un grupo que hace jazz– pasaban una sola vez en la vida. Claro que ahora tenemos la incorporación de Elena Roger, que hace un trabajo estupendo sobre la obra de mi abuelo. Pero, igualmente, había 1.500 discos postulados y entramos en la terna. Todavía no termino de caer. Y, además, tocamos en la entrega de premios, algo que le viene muy bien al grupo y al proyecto. Astor decía que componía para el 2020 o el 3000. ¿De allí viene el nombre del disco? Hay un tema suyo que se titula Preludio para el año 3001, así que básicamente viene de ahí. Y también está inspirado en las palabras de mi abuelo acerca de que él escribía música para el futuro. Encaramos este homenaje con instrumentos del sexteto Escalandrum, sin bandoneón ni violín y con Elena (Roger), una cantante joven que la está rompiendo por el mundo... Por eso decidimos utilizar ese número como visión de futuro. ¿Pensás que la música de tu abuelo se agigantó con los años, que necesitó el futuro para ser comprendida? Sí, se agigantó y cada vez pega más fuerte. Es muy popular dentro del jazz, de la música clásica y del tango. Creo que se universalizó, por sus cualidades, entre la generación de ahora y la de mi papá, donde todos bancamos a Piazzolla. Tal vez la generación anterior a mi viejo, no. Pero creo que, finalmente, Astor ganó la batalla. ¿Te apena que no fuera reivindicado en vida? Es que lo vio en el extranjero. Tal vez no acá, donde tenía a muchos de su generación en contra: le tenían bronca y celos porque él era muy bueno y avanzaba, avanzaba, avanzaba. Y la pegaba afuera. Pero creo que, a la larga, le convino: sus enemigos terminaron siendo sus impulsores.
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ESCENAS DE LA VIDA FAMILIAR. En esta página: Astor y Daniel con Asunta Mainetti, Nonina (arriba); padre e hijo tocando con el Octeto Electrónico en los ‘70 (izq. centro); Danielito circa 1972, cuando era
tour manager de Astor (izq. abajo); padre e hijo en el Coliseo Romano (abajo). En la otra página: Astor y su esposa Dedé con Daniel y Diana en Mar del Plata (arriba); Daniel con sus hijos Daniel (Pipi) y Daniela (centro, izq.); Astor y Daniel en el Olympia de París, en 1977, donde se realizó el último concierto del Octeto Electrónico que compartían (centro, der.); Pipi con los integrantes de su agrupación Escalandrum: Nicolás Guerschberg, Mariano Sívori, Damián Fogiel, Gustavo Musso, Martín Pantyrer, más la cantante Elena Roger, que se sumó al disco 3001 Proyecto Piazzolla.
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QUEREME ASÍ, PIANTAO, PIANTAO, PIANTAO
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El último Día del Padre que Daniel Piazzolla pasó con Astor fue el tercer domingo de junio de 1992. Unos 15 días antes de que muriera. “Con mi hermana Diana le llevamos un pijama. ¿Qué le podés dar a un tipo que está todo el día en la cama? Nos pusimos en la cabecera y le dijimos: ‘Le trajimos un regalo al mejor papá del mundo’. Él nos miró. Nos volvió a mirar. Hizo con la mano el gesto del no y se puso a llorar. Ese día fue terrible... Diana y yo quedamos aniquilados”, recuerda. Y, como cada vez que lo evoca, se emociona. El 5 de agosto de 1990, Astor sufrió una trombosis cerebral en París, ciudad en la que residía. “Lesiones irreversibles” era el diagnóstico que le habían dado los médicos del hospital Ambroise Pare. Nueve días después, en coma, fue trasladado a la Argentina. Si bien salió de ese estado, su delicada condición lo llevó a estar internado 23 meses. Hacia el final, había recuperado el movimiento de una mano y una pierna, pero nunca volvió a hablar. Fueron meses terribles, dramáticos. Pero fueron los que, a su vez, le dieron la oportunidad a Danielito, como siempre lo llamó Astor, de sanar la gran herida de haber pasado los últimos 10 años distanciados. “Lo importante es que tuvimos ese tiempo en que ‘abusé’ de él, en el sentido de que lo abrazaba y lo besaba, mientras que él tenía medio cuerpo paralizado y no sabía bien quién era yo. A veces me metía en su cama, él me miraba y sonreía. No sé si sabía que era su hijo... Pero me saqué las ganas por todos esos años que no estuvimos juntos”, confiesa, con la perspectiva del paso del tiempo. Astor Piazzolla conoció a Dedé Wolff en septiembre de 1940, se casaron dos años más tarde y, de ese matrimonio, nacieron Diana, en 1943, y Daniel, en 1944. “Son mis tres D”, solía decir el músico. Siguiendo esa especie de tradición familiar, Daniel quiso que su primogénito se llamara igual que él –aunque todos hoy lo conozcan como Pipi– y, para su segunda hija, eligió Daniela. Desde hace más de 18 años, el hijo de Astor reparte su vida entre Buenos Aires y Villa La Angostura, desde donde conversa, vía telefónica, con Clase Ejecutiva. “Estoy acá por mis nietos, los hijos de Daniela. Los voy a buscar al colegio, los llevo a almorzar, estoy pendiente de ellos, vienen a mi casa cuando se les da la gana porque viven a 100 metros. Estoy al pie del cerro Belvedere: acá podés correr desnudo por la calle que nadie te ve”, comparte. Y arremete con una frase contundente: “Lo mejor que hice en la vida fue ser papá y ser abuelo”. E incluye, orgulloso, a los descendientes de Pipi: Lorenzo (7), Mora (11) y Violeta (20). Hace dos décadas que Daniel está totalmente retirado de la música. De chico estudió piano y tocó con el Octeto Electrónico, en los ‘70, junto con Astor. Cuando murió su padre, formó una agrupa-
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ABUELAZO Daniel Pipi Piazzolla en brazos de Astor.
ASTOR 1921 Nace el 11 de marzo en Mar del Plata 1925 Sus padres, Vicente Piazzolla y Asunta Mainetti, se radican en Nueva York 1929 Su padre le regala su primer bandoneón, que compra en una casa de empeños por u$s 19 1936 Regresa a la Argentina con su familia 1939 Ingresa como bandoneonista en la orquesta de Aníbal Troilo 1946 Forma su primera orquesta, con la cual graba 30 obras 1949 Disuelve su orquesta, se aparta del bandoneón, escucha jazz y estudia dirección orquestal 1953 Su obra Buenos Aires-Tres Movimientos Sinfónicos es tan premiada como criticada por la incorporación de bandoneones a una orquesta sinfónica 1954 Gana una beca para estudiar en París con Nadia Boulanger, la mejor pedagoga musical del momento 1955 Vuelve al país y forma el Octeto Buenos Aires, con el que nace el tango contemporáneo 1959 Muere su padre y escribe Adiós, Nonino 1960 Crea el Quintento Nuevo Tango, una de sus formaciones más emblemáticas 1968 Comienza su alianza compositiva con Horacio Ferrer, con quien firmó Balada para un loco 1970 Se instala en París y forma el conjunto Cámara 9, con el que produjo su obra más compleja 1972 Actúa por primera vez en el Teatro Colón de Buenos Aires 1975 Arma el Octeto Electrónico, donde participa su hijo Daniel 1978 Nace la segunda etapa del Quinteto: durante los siguientes 10 años, realiza giras y grabaciones por todo el mundo 1989 Forma Sexteto Nuevo Tango: dos bandoneones, piano, guitarra eléctrica, contrabajo y violoncello 1992 Muere en Buenos Aires el 4 de julio, a los 71 años
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ción que recuperó aquel nombre. Pero confiesa que el día después de dar su último concierto, en 1996, se sintió otra persona. Para él, no fue fácil ser el hijo del gran revolucionario de la música contemporánea. “Un mochilón”, define el peso del apellido y la responsabilidad del legado. Sin embargo, hubo un tiempo en que Daniel se sintió feliz tocando con Astor. Fue en 1975, cuando empezaron con el Octeto Electrónico, una formación que duró cuatro años. “A mí me gustó mucho esa época en que toqué con él, la disfruté tanto...”, enfatiza. Pero todo comenzó con un dramático llamado desde Roma. “Venite que estoy loco. Me voy a matar”, le soltó Astor. “Él era mucho de decir esas cosas. Se había separado de Amelita Baltar y andaba mal”, aclara. Por entonces, Daniel tenía su propia familia en Buenos Aires, pero Astor lo convenció: “Venite y te quedás unos días”. Llegó a Italia con un sintetizador debajo del brazo. Y, a pesar de las primeras reticencias – “¿Esta porquería qué es?”–, terminó interesando a su padre en esos sonidos electrónicos. Así, los pocos días se transformaron en dos meses... “Mirá, Danielito, vos no te podés equivocar porque sos mi hijo. Imaginate el papelón que puedo pasar... Además, vas a ganar la mitad de lo que ganan los otros músicos, porque estos tipos tienen más de 40 años de profesión y vos recién arrancás”, con-
¿Lo sorprendió que Pipi se inclinara por el jazz y la batería, siendo hijo y nieto de tangueros? Me pareció maravilloso porque no se dedicó a lo mismo que el abuelo ni a lo que me dediqué yo. Eligió una música que ni mi viejo ni yo habíamos tocado nunca. Me parece fantástico que haya agarrado por ese camino y que vaya libre por el mundo, que no le pese el apellido.
QUE ENLOQUECÍ TU CORAZÓN DE LIBERTAD, YA VAS A VER... Astor recaló dos veces en Nueva York, ambas en calidad de residente. En 1925 lo llevaron sus padres, Vicente Piazzolla y Asunta Mainetti. Nonino y Nonina para la posteridad. Tenía 4 años. La segunda vez fue en 1958. A los 37, ya casado y con dos hijos, emprendió la aventura de afirmar su profesión. No eran tiempos pródigos para trabajar únicamente como arreglador por encargo, así que consiguió un puesto de traductor en un banco, ya que hablaba fluidamente inglés, francés e italiano. El primer día de trabajo salió de su casa muy temprano, llegó a la esquina de su futuro empleo, se sentó en un banco... Y nunca se presentó. “Miró el banco desde el banco”, bromea su nieto. Seguramente, Pipi escuchó más de una vez esta historia contada, por el propio Astor, acerca de aquellos tiempos en que “se
PIPI “EL MEJOR LEGADO DE MI VIEJO ES HABER SIDO UN PADRE PRESENTE Y CARIÑOSO. MI ABUELO Y ÉL ERAN MUY DISTINTOS, PERO DOS BUENOS TIPOS”. tó, más de una vez, que le planteó Astor. “Y yo decía a todo que sí. Tenía ganas de decirle: ‘Si supieras que yo pagaría por tocar con vos...’. Sí, cuando me lo dijo fue un mochilón. Pero me sirvió, porque no me equivoqué nunca. Por lo menos con él”, reconoce hoy. ¿A qué edad se dio cuenta de que Astor, su padre, era un genio? Ya de chico, cuando no se podía hacer una fiesta de cumpleaños porque en mi casa se respetaba el silencio. Mi mamá, nos decía: “Chicos, nos tocó esto. Es un genio. Tratemos de hacer el menor ruido posible”. Caminábamos prácticamente en puntas de pie cuando mi viejo estaba componiendo. Entonces, me acostumbré a no invitar amigos a mi casa. Pero no lo hacía con fastidio, aunque todo giraba alrededor de él. Una vez dije, en un reportaje: “Lo único que espero es que, si hay otra vida, mi viejo sea el carnicero del barrio”. O sea, que al tipo lo tenga almorzando en casa todos los domingos. Porque esas cosas para mí no existieron nunca. Nací escuchando el piano, porque él se pasaba 14 horas por día componiendo. Sí, a mí me pesó. Me pesó mucho... Pero, siento un gran respeto y un gran orgullo, tanto por él, como por Pipi, que es el más lógico de toda la familia Piazzolla. Y también estoy recontra orgulloso de mi hija Daniela, que es una de las más grosas profesoras de yoga y labura en la India y San Francisco.
corría la coneja”. Lo curioso es que hay un paralelismo entre ese lejano día en Manhattan y otro más cercano, aquí, en Buenos Aires. Momentos bisagra que todo lo cambian... Danielito tenía un restaurante en el cruce de Maure y Avenida del Libertador. Lo Más Pancho, le había puesto. Allí estaban él y Astor cuando llegó Pipi, después de su primer día en la facultad. Se había anotado para estudiar Marketing. “Fui a una clase, nada más. Cuando me mandaron a leer unos diarios económicos, dije: ‘Esto no es para mí’. Llegué al restaurante, donde también trabajaba, y se lo conté a mi viejo. Él agarró los apuntes, los partió en mil pedazos, los tiró por el aire y dijo: ‘¡Qué bueno! Vamos con todo’. Y mi abuelo se me acercó y me dijo: ‘Grande, pibe. Sé músico. Sé pobre, pero feliz’”. Así, a los 18 años, Pipi eligió ser feliz. Había estudiado piano, como su abuelo y su padre, pero lo abandonó en la adolescencia. Cuando descubrió la batería, se adueñó del ritmo y fue tras él. O el ritmo se adueñó de Pipi y no lo soltó jamás. Un día, en 1992, le hizo un planteo a Daniel. “El pibe me dice: ‘Quiero ir a estudiar a Los Ángeles un año’. Y a mí, que se me fuera, era como si me sacaras un pulmón o el corazón. Aparte, el curso salía u$s 7.200 y, encima, tenía que vivir allá. Me puse a pensar qué decirle para que cambiara de idea. ‘Pipi, si yo te compro un jeep Niva –que en esa época es-
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taba de moda y a él le encantaba– y te meto adentro una batería Yamaha Maple –que era la más cara que había–, ¿te quedás?’ Se paró, me dió un abrazo y me dijo: ‘Me convenciste: me voy’. Ese año, aprendió a ser profesional”, rememora Daniel. Con indisimulado orgullo, cuenta que su hijo se levantaba todos los días a las 4 de la mañana, bebía un mate cocido y se iba en bicicleta desde el departamento, derechito por Hollywood Boulevard, hasta el instituto. “Se estudió todo. Y tuvo 99,75 de promedio. Había meses que sacaba 100, 100, 100. Ganó todos los premios como baterista de todos los ritmos. Y se volvía a su casa a las 10 de la noche”, celebra el padre de quien hoy es considerado uno de los bateristas de jazz más importantes de la Argentina. Pipi, ¿hubo presión familiar para ser el mejor? Mi papá hipotecó su departamento para que me fuera a estudiar a Los Ángeles, así que era consciente de que tenía que hacer las cosas bien por la familia, más que nada. Y, además, tenía una pasión increíble por el instrumento. Estoy orgulloso porque no falté ni un día. Además, había que hacer 300 horas de práctica por trimestre y yo metía 800. ¿Es cierto que, cuando un profesor descubrió que sos nieto de Astor, hizo que la clase se pusiera de pie? Sí, fue así. Éramos 70 y todos tocaban mejor que yo. Pero el profesor les pidió que se parasen y me saludaran con una reverencia... Fue una presión. Me puse a practicar más que nunca para poder emparejar con el resto, que me miraba como diciendo: “Viejo, ¿a ver cómo tocás?”. Practicaba todo el tiempo. En un año, fui a la playa sólo un día. Llegué siendo el peor de los 70 bateristas y terminé ternado como el mejor de la escuela. Fue increíble. Pasaron más de 20 años y nunca volví. Pero tengo muchas ganas de hacer un viaje el año que viene o el otro, con mi familia. Dictás clases y clínicas. ¿Sabés que tenés fama de exigente, como tu abuelo? No soy duro, simplemente les cuento a mis alumnos todo lo que hice para lograr lo que soy, todo lo que estudié, todo lo que practiqué. También el tema de la puntualidad, el profesionalismo, la buena onda, no tener envidia, dejar el ego de lado. Y esto de entregar la vida por el instrumento, si es lo que más te gusta hacer. Trato de meterles esa filosofía, que es infinita: la música nunca se termina. Alguna vez dijiste que “con el jazz podés hacer un montón de cosas y no te van a crucificar”. Que es lo opuesto a lo que le pasó a tu abuelo cuando quiso innovar en el tango. ¿Te sentís a salvo de las críticas feroces al elegir un género donde el cambio es la constante? Esto de ir cambiando todo el tiempo no es a conciencia, sino como un mandato familiar, que lo hacés automáticamente porque, si no, te aburrís. Respecto a lo estilístico, elegí un instrumento que nació con el jazz y es ahí donde más se pueden desarrollar sus habilidades. Con la batería empecé tocando rock, pero llegó un momento en que necesitaba más, y por eso
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PIPI 1972 Nace el 10 de mayo en Buenos Aires 1992 Estudia en el Musicians Institute de Los Ángeles, donde se gradúa con honores. Integra el Octeto Piazzolla creado por su padre 1999 Crea el grupo de jazz Escalandrum 2012 Escalandrum gana el Gardel de Oro, siendo el primer grupo de jazz en alzarse con esa distinción. También es premiado como mejor álbum de jazz la placa Piazzolla plays Piazzolla. Toca con su padre en el Luna Park 2015 Escalandrum recibe el Konex de Platino como mejor grupo de jazz de la década 2016 Escalandrum es nonimado por su disco 3001 Proyecto Piazzolla como mejor álbum del año y mejor disco de jazz en los premios Gardel (al cierre de esta edición, todavía no se habían anunciado los ganadores)
Que escuche mucho jazz, que elija a los mejores maestros y que me mate estudiando. Él siempre decía que no entendía que los músicos profesionales no estudiaran... Y yo tampoco lo entiendo. Toco todo el día, cuando se puede: si estoy dando clases, en los shows, en las pruebas de sonido, siempre toco. La realidad es que no me quedo mirando la tele: en el tiempo libre, practico. Piazzolla plays Piazzolla fue tu primer acercamiento, en 2011, a la obra de tu abuelo. Ya Escalandrum llevaba 12 años. ¿Necesitabas tomarte tiempo para enfrentar el desafío? Obviamente, después de 12 años juntos, el grupo sonaba muy afiatado. Pero, a su vez, no quería hacer Piazzolla igual que mi abuelo. Porque siempre fui consciente de que, mejor que mi abuelo, no lo va a hacer nadie. Entonces, con el tiempo fue surgiendo la idea de tocar su música para sonar más urbanos como banda de jazz. Para tocar un estilo, es muy importante aprender la raíz; y si querés sonar urbano, tenés que conocer la música de Piazzolla. Empezamos a hacerlo en la sala de ensayo y me pareció muy bueno que hubiera un poco de improvisación y que no estuvieran los instrumentos tradicionales, por lo menos para encararlo yo, como familiar. ¿Creés que te hubiera dicho, otra vez, ‘¡Bien hecho, pibe!’? No sé lo que me hubiera dicho mi abuelo... Sí sé que a él le gustaba que lo versionaran de manera distinta: lo que más le enojaba era que lo tocasen igual que él. Se ponía muy contento cuando los rockeros lo interpretaban, por ejemplo. Calculo que le habría gustado... ¿No llegaste a tocar con él? No, nunca tocamos juntos. Yo estaba haciendo mis primeras armas y lo veía una o dos veces por año, en
me fui para el jazz. En el tango, todavía la miran de costado: ahí hay muchos instrumentos que son delicados; entonces, para que en una orquesta no te miren mal, tenés que tocar la batería muy bien y a bajo volumen. Eso lo pude lograr con mucho trabajo a conciencia. Lo aprendí solo, tocando arriba de los discos de mi abuelo: me los ponía bien bajito, en el medio de la sala, para emular que estaba tocando con la orquesta. De vez en cuando me convocan para tocar tango y son experiencias hermosas. Debes estar cansado de que te pregunten por la presión de tu apellido. Ya debe pesar más la pregunta que la presión en sí, ¿no? A mí no me molesta que me pregunten por mi abuelo, contesto todo. Ahora, con el tema del ‘peso del apellido’... Tengo 45 años ¡y me lo preguntan desde los 14! Pesó, obviamente, en las épocas de estudio, cuando los profesores pretendían que me sacara 10. Y también cuando empecé a tocar: nadie me conocía pero había cierta expectativa. A los 25 empecé con Lito Vitale, que es un monstruo: viajamos por todo el país, por América latina, por el mundo. Después me llamaron Guillermo Klein, Daniel Massa, Juan Cruz de Urquiza, Paquito D’Rivera... Todos mis ídolos. Y bueno, ya está. Creo que si uno se prepara, supera la presión. ¿El consejo de Astor cuando elegiste ser batero?
DANIEL 1944 Nace en Buenos Aires el 28 de febrero, hijo de Astor y Dedé Wolff 1969 Empieza a trabajar con su padre en Michelangelo, tocando el órgano en los temas cantados. Y como tour manager de los grupos de Astor 1975 Participa del Octeto Electrónico, junto a su padre, tocando el sintetizador. Graba la Suite Troileana, compuesta por su padre en homenaje a Pichuco 1977 Integra una nueva formación del Octeto, con músicos de rock y jazz. La función en el Olympia de París sería la última de la agrupación 1992 Arma el Octeto Piazzolla, en tributo a su padre. Allí debuta profesionalmente su hijo Daniel (Pipi) 1996 Se retira de la música 2012 Vuelve a tocar con su hijo en el Luna Park, en el marco del Festival de Tango Ph: Javier Castillo
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un clima distendido, en una reunión familiar o acompañándolo a un concierto. ¿Qué es lo que distingue a un músico excelente de un genio, como fue tu abuelo? La universalidad y la cantidad de su obra. Mi abuelo escribió más de 2 mil. Todas con un mensaje muy profundo, porque son melodías que te llegan a las entrañas, y utilizando técnicas de composición y armonías increíbles. Compuso para todo tipo de grupos: dúo de guitarra, flauta, chelo; cuarteto de cuerdas, orquesta sinfónica, concierto para bandoneón y orquesta, sinfónico; también, música cantada, de película. Inagotable. Pensá que debutó con Carlos Gardel en Nueva York y, a los 19, cuando tocó con la orquesta de Pichuco Troilo, que era la más importante del país, se sabía de memoria todos los instrumentos. Era impresionante. ¿Creés que se viene una cuarta generación de músicos en la familia? No lo sé... Puede ser, porque todos tienen mucha facilidad para la música. Pero ya veremos: a veces, tener mucha facilidad en algo hace que no te interese. Yo tenía facilidad para el piano, pero la batería me costaba bastante, y eso fue lo que me dio las ganas para encarar el desafío. ¿En qué momento te gusta escuchar la música de tu abuelo? Me encanta cuando me voy a dormir. Me gusta mu-
queda es esperar la muerte’. No hablo por Dianita, sino por mí, cuando digo que tomé aquella decisión por egoísmo: quería tener a mi papá conmigo, pero lo conveniente hubiera sido acortarle ese sufrimiento espantoso que tuvo después”, se sincera. Es que los últimos 10 años de la vida de Astor, padre e hijo los habían pasado “muy embroncados”. Se habían hablado muy poco. Y se habían visto prácticamente nunca. Un día, Daniel lo llamó... -Papá, ¿tenés las carpetas del Octeto Electrónico? -Creo que las tengo, no sé si en Punta del Este o en Buenos Aires. ¿Para qué las querés? -Porque me gustaría volver a armar el Octeto. -¿Y a quién vas a poner en el bandoneón? -Ah, qué linda pregunta... ¡Qué sé yo! Por esos años, Daniel ya se había separado y vivía en un departamento muy pequeño en la calle Arce, del barrio Las Cañitas, donde tenía su enorme piano de cola. “Era tan grande que tenía que pasar por debajo para ir buscar las remeras”, recuerda, entre risas. Pasó una semana del llamado y Astor se apareció con la partituras. “No me voy a olvidar nunca: viene mi viejo y, debajo del brazo, tenía las 8 carpetas de los músicos. Para mí, fue como si me hubiera regalado un cero kilómetro. Es que ni siquiera sabía si seguían estando porque a él, en una época, se le ocurrió
¿Qué le diría a su padre hoy? ¡Qué boludos que fuimos de habernos peleado durante 10 años! Porque estábamos los dos peleados: él conmigo y yo con él. Y los dos nos amábamos... Los músicos que tocaban con él me contaron que estaba muy triste con la situación, que me extrañaba mucho y que tenía ganas de volver a Buenos Aires para verme. Extraño a mi viejo cada minuto de mi vida. Y lo tengo siempre presente. Por eso, mi trabajo es mantener viva su obra.
ABRITE A LOS AMORES QUE VAMOS A INTENTAR... Pipi también mantiene vigente el legado de su abuelo. El intenso cronograma de conciertos de Escalandrum –con Elena Roger y su 3001 Proyecto Piazzolla– por toda la Argentina y el mundo podrían oficiar de perfecto homenaje por los 25 años de la partida de Astor. Pero él revela que fue algo casual: “Prefiero hacerle un homenaje por los 100 años de su nacimiento, el 11 de marzo de 2021”. Tu abuelo y tu papá estuvieron 10 años enojados. ¿Qué pensás hoy? Que no se puede repetir más. Uno no puede estar sin hablarse con un familiar, no me parece bien, no me parece sano. La gente tiene que tener la posibilidad de dialogar, aunque tenga un punto de vista diferente. A veces, los tanos no tienen esa data... Pero
DANIEL “MI HIJO ELIGIÓ UNA MÚSICA, EL JAZZ, QUE NI MI VIEJO NI YO HABÍAMOS TOCADO NUNCA. ME PARECE FANTÁSTICO QUE VAYA LIBRE POR EL MUNDO Y QUE NO LE PESE EL APELLIDO”. cho Camorra, y también Soledad, una milonga hermosa. Cuando quiero escuchar música de verdad, escucho la de mi abuelo.
TREPATE A ESTA TERNURA DE LOCO QUE HAY EN MÍ...
El próximo 4 de julio se cumplirán 25 años de la muerte de Astor Piazzolla. Una cifra exacta que, a veces, para Daniel se convierte en elipsis de un momento. “Es increíble: me acuerdo cada minuto de todo. Fue tanto el sufrimiento de los últimos dos años de vida de mi viejo, algo tan terrible que, cuando muere, a las 11 de la noche, en el Sanatorio de La Trinidad, fue como que sentí un alivio: por él, no por mí”. Esa etapa tan triste había arrancado con una llamada de Laura Escalada, la última mujer de Astor, desde Francia. En ese momento, por una casualidad, los hermanos Daniel y Diana estaban juntos. No podían creer lo que había pasado, y menos aún el consejo de los médicos franceses: “Hay que desconectarlo”. No confiaron en el diagnóstico y decidieron traerlo a la Argentina. “Después me arrepentí. Porque lo que habían dicho los médicos era real. Mi viejo tenía comprometido el 75 por ciento del cerebro. De un minuto para otro, se le había hecho bolsa la cabeza. Y los médicos nos aconsejaban, como diciendo: ‘Muchachos, de esta lo único que
quemar todas las partituras que tenía mientras hacía el fuego de un asado. Cuando yo componía, él me decía: ‘Lo que escribiste ayer, tiralo a la mierda. Escribí hoy. Y cuando escribas mañana, tirá lo que escribiste hoy’. Cuando murió, saqué esas carpetas y llamé a los músicos”. La idea de retomar aquella formación que lo había hecho feliz, junto a su padre, tomó fuerza. Pero los integrantes originales no quisieron volver. “Falta Astor”, era la disculpa que todos argumentaban. Decidió que había que buscar nuevos músicos. “Venían a mi restaurante y ahí les tomaba la prueba. Ya con el Octeto armado y tocando, lo único que me criticaban era la falta de mi viejo. Y yo les decía: ‘¡Mi viejo se murió!’”. A 25 años de su muerte, ¿qué siente por Astor? Es mi ídolo número uno, lejos. Para mí, mi viejo le pasa el trapo hasta a Mozart, si te descuidás. Para mí, es lo máximo que existe en la música. Y es lo único que escucho: nada más que Piazzolla. Te digo algo: todos los días descubro algo nuevo. De cada tema suyo me sé el arreglo de memoria, te puedo contar lo que hace cada instrumento en cada tema de todos los que escribió en su vida. Algunos dicen que escribió 800, otros que escribió 3.500... Yo creo que ni él sabía cuántas obras escribió. Tengo los mejores recuerdos. Lo único que lamento es que no hayamos estado juntos los últimos años...
estamos en 2017: hay psicólogos, así que se puede arreglar (sonríe). Hace unos años, volviste a tocar con tu papá en el Luna Park. ¿Cómo lo viviste? Tocar con mi papá fue una experiencia increíble. Fue un sueño haber grabado con él, y que esté en un disco de Escalandrum. También pudimos hacer un show en el Luna Park, muy lindo, en el cierre del Festival de Tango, para 10 mil personas. Eso va a quedar ahí para siempre. ¿Y cuál es el legado de tu viejo? El haber estado todo el día con mi hermana y conmigo cuando éramos chicos. Jugaba muchísimo con nosotros, era un padre muy presente, muy cariñoso. Se sigue preocupando mucho por la familia. Mi abuelo y mi papá eran muy distintos, pero muy buenos tipos. ¿Y qué te gustaría transmitirle a la siguiente generación de la familia Piazzolla? Me gustaría dejarles mi amor por mi profesión, mi buena onda y respeto por la gente. Porque no tengo enemigos, y espero que lo incorporen. Jamás voy a hablar mal de nadie: no tengo por qué meterme, si cada uno es cómo es por las cosas que le han pasado... Creo que es un lindo legado: que no sean envidiosos. No puedo entender que alguien se ponga mal porque a otro le va bien.◆
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