Nota kodama la tercera 1

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Sociedad

María Kodama

Susana Parejas / Buenos Aires

Viuda de Jorge Luis Borges:

A través del vidrio se adivina su figura. Está sentada en la primera mesa, de espalda a la calle. Su inconfundible cabellera la delata. El cielo de Buenos Aires está tanto o más gris que el tono plata de su pelo. Hace frío. Bastante. María Kodama cuenta que está saliendo de una situación de mala praxis, un diagnóstico erróneo que la tuvo a mal traer desde hace unos meses. Pero ya está mejor, encarando un viaje a Ginebra, donde se realizará un gran homenaje a su marido: Borges, como lo llamó toda su vida. Viste un tapado, un chaleco, un suéter. En ese orden. No es exageración, se abre el primero de los abrigos y las prendas asoman una detrás de otra. Se ríe de su triple capa antifrío aun en la tibieza del local. Un café está servido. El 14 de junio se cumplen 30 años de la muerte del escritor argentino, pero ella, su viuda y heredera universal, nunca pronuncia esa palabra. Siempre habla de la “partida”. Y, alguna vez, corrige un verbo dicho en

“Borges es como una presencia dentro de mí misma” R El 14 de junio se cumplen 30 años de la

muerte del escritor argentino. Aquí su heredera universal habla de la relación entre ambos y de la defensa de su obra.

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presente. Es. Fue. Somos. Fuimos. Borges partió a los 87 años. “Como decían los florentinos en la antigüedad: ‘entró al gran mar’. No sé cuándo lo leí, ni en qué libro, pero me gustó muchísimo”, dice. Y asegura no extrañarlo porque siente que está todo el tiempo con ella. No necesita recordar: “Porque como yo me muevo por todos lados dando conferencias sobre la obra de Borges, hablando de él, no hay ningún recuerdo. Es como una presencia dentro de mí misma, es una cosa muy, muy interesante y maravillosa”. El café sigue sin tomarse. Pero no importa. “Me gusta tomarlo frío”, revela. Y ahí queda sin tocarlo por largo rato.

Mantener el legado María Kodama estudió desde los 16 años con Borges, y al final de los días de este, en 1986, contrajo matrimonio con él. Era casi cuarenta años menor. Dice que “no imaginó” lo que vendría después de la muerte del escritor. “Pero sucedió, lo enfrenté, y ya está”. Varias fueron las batallas

legales que entabló en estos 30 años. Demandó por derechos de diálogos, por calumnias, injurias, por textos apócrifos a escritores, editores, periodistas. Dice que no pudo hacer el duelo por Borges, que -aunque lo sienta presente- es necesario hacerlo. “La infamia no me permitió, la infamia de toda esa gente y cierta parte del periodismo argentino”. No se refiere con nombre y apellido a sus detractores. Son “ellos”. Los que están detrás de un blindex en su imaginación, son “los monstruos”, dentro de ese “manual de zoología terrible”, otras veces (varias) los llama “subespecie humana”. Pero no los odia, porque el odio es la contracara del amor. Kodamistas y antikodamistas, simpatías y enemigos. Kodama no ha pasado inadvertida en estas últimas tres décadas. ¿Mantener el legado de la obra de Borges resultó alguna vez un esfuerzo? No es un esfuerzo, es una responsa-

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