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Apuntes sobre Matilde, Cergio Prudencio

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Desde el cielo

Desde el cielo

Apuntes sobre Matilde

Cergio Prudencio 1

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aún no conocía yo personalmente a Matilde Casazola cuando supe que estaba seriamente enferma y había regresado a Sucre para una recuperación previsiblemente larga e incierta. Me resultaba paradójica esta situación estando yo al fin de vuelta en La Paz... Con esa imagen en ausencia y al borde del abismo, Matilde se hizo mítica entre nosotros, los pasajeros del mismo vagón, y sus canciones fueron cobrando un sentido más y más trascendental. Yo no renuncié a conocerla; y en los años finalmente se dio.

Apareció un día con aura flotante y enigmática (como su trova) auscultándolo todo, o casi; desconfiada tal vez de los golpes sorpresivos de la vida. Al menos esa impresión tuve (¿o sería mi construcción más que su realidad?). A poco de nuestro primer encuentro me escribió de su puño y letra:

Aquí en Sucre mi vida es extraña, medio mística. Tengo un grupo de muchachos (cuatro) con los que hago música en la misa de los domingos de la Iglesia de Santo Domingo. Son jóvenes, con talento. Hace un año que trabajo con ellos. Les enseño la guitarra y un poco de formación musical. Creo que esto me ha ayudado, luego del vacío enorme con que me encontré dentro de mi propio ser, a la salida de aquella enfermedad grave que descompaginó mi vida anterior.

No hay duda de que ese episodio marcó su vida como un parteaguas.

Después de estar alejada muchos años de la religión, volví al seno de la Iglesia, creo que fue el año 87, el de mi enfermedad. Me gusta la religión católica porque es más humana. Tiene además de Dios, una figura femenina que la identifica con la deidad de la Pacha Mama: María. 2

1 2 Director de orquesta y compositor boliviano. Correspondencia personal 1990.

Paréntesis

¿Y el Titiritero? Ni bien entrabamos amistad con Matilde, el Titiritero (así, con mayúscula inicial de nombre propio) fue protagonista de las historias más acabadas que yo haya escuchado en boca de alguien. Y en cada encuentro habrá siempre una nueva. Me asombra mucho el episodio en Buenos Aires del atacante que golpeó con culata de arma, primero al Titiritero y luego a Matilde por “entrometida”, acarreándole a ella graves consecuencias para la vida en uno de sus ojos. ¿Fue un loco?, ¿una advertencia de la dictadura?, ¿un llamado terminante de la “dulce tierra boliviana”? 3 Ese día empezó para ella el regreso –según me dijo– y seguramente también empezaron las pulsiones de la ausencia que tanto hacen presencia en su vasto cancionero. Así me lo imagino, en todo caso; pero no se me tenga por biógrafo.

Matilde Casazola Mendoza trae en la sangre la estirpe de Jaime Mendoza 4 y de Gunnar Mendoza 5 , ancestros fundamentales de una intelectualidad comprometida en carne propia y profundamente con Bolivia. Y no es sólo la consanguineidad sino –lo más importante– la identificación personal y los afectos cultivados, donde ella nutrió su propio compromiso. Aquí me esperaba mi tío Gunnar. Tuve suerte al partir y al llegar, pues el último rostro que vi al irme y el primero al llegar, fue el suyo, tan hermoso 6 , me escribió dejando expresado su apego a esta figura estelar a quien debemos nada menos que la formación del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia en Sucre, y a quien ella tributa siempre en referencia paradigmática.

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6 Matilde Casazola; verso de la cueca De regreso. Jaime Mendoza (Bolivia 1874-1939), médico, poeta, filántropo, escritor y geógrafo boliviano. Realizó una gran cantidad de publicaciones, tanto literarias como científicas (por ejemplo, En las tierras del Potosí, El macizo boliviano y Páginas bárbaras para el primer caso y Apuntes de un médico para el segundo). Fuente: wikipedia.org Gunnar Mendoza (Bolivia 1914-1994). Ilustre archivista, historiógrafo y bibliógrafo. Director del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (abnb) durante medio siglo. Correspondencia personal 1990.

En Matilde encontramos el principio y el destino; es decir, los orígenes de una identidad y los caminos abiertos hacia donde llevarla.

Paréntesis

Un día de 2003 yo debía componer dos canciones para la película boliviana El atraco. Una, con el fin de revelar el ánimo desgarrado de Érika, un personaje femenino muy intenso; otra para caracterizar a un “gaucho” impostor, cantor arrabalero: Omar. En mi entraña se movían ya las pulsiones compositivas, pero me faltaban las letras. De pronto, me levanté de la mesa de trabajo y fui a los estantes directamente a tomar la Obra poética de Matilde, un tomo voluminoso, por cierto. Abrí, sin pensar, una página donde figuraba un poema como dictado por el alma de Érika: en la punta de una espina / yo siempre habitaré… 7 ; y se me agitó la respiración. En pocos minutos cobró aire de dolida ranchera mexicana, la de ella y su fatídico destino. Por si fuera poco, páginas al azar, no sólo en el mismo libro sino en el mismo poemario, encontré cantar en el camino / al compás del andar / soñando viejos sueños / que quedaron atrás 8 , con su cadencia binaria que no tardó en hacerse tango; el que Omar canta con su voz oscura y rasgada en la memorable escena del bar. Gracias Matilde, por escribir tan a tiempo los versos necesarios, le dije; y le seguiré diciendo. ¿Qué habrá pensado?

Recién ahora empiezo a entender a través de mi propio sistema sensorial aquello de… pero es cierto / que hay un invierno, en su inmensidad metafórica; porque habla de mí, quiero confesarlo: del invierno donde cierra un ciclo para engendrar otro; de lo efímero de todos los engendros humanos y sobrehumanos; de la idea circunstancial de la conciencia; de la trascendencia nominal del presente y de la ilusión del pasado: una sombra / sólo ha quedado. 9

Mucho antes, cuando la convicción y el hado me devolvieron a Bolivia, había sentido en la voz de Matilde mi propia voz en este espléndido enunciado:

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9 Matilde Casazola; del poema #18, Tierra de estatuas desteñidas; obra poética, Asociación de Bancos de Bolivia; Sucre, Bolivia 1996. Matilde Casazola; del poema #2, Tierra de estatuas desteñidas; obra poética, Asociación de Bancos de Bolivia; Sucre, Bolivia 1996. Matilde Casazola; ambos versos tomados de la canción Viento pasajero.

traigo nombres de otras patrias” ¿Cómo podía alguien saber tan bien lo que mi alma quería decir? Traía entonces yo efectivamente el nombre de Venezuela en el costado izquierdo, con su caudal de apegos y progresiones anímicas, cuando los ojos se me enjugaron en el sobrevuelo de la cordillera circundante, y miré mis montañas recortadas 10 (que no recordadas, como el imaginario popular ha convertido). Recortadas en trazos rasgados y caprichosos, desafiantes y bellamente estéticos. Matilde y la montaña siempre se entendieron:

Hemos tenido poco tiempo de conversar. Creo que La Paz es así, y creo que en esta época es así. Y como la vida se va, a manera de los días, y las hojas de los árboles, antes de que el destello cegador de esos días que pasé en La Paz, cercados por la belleza del Illimani, desaparezca, y parezca un sueño, te escribo. 11

A manera de despedida de una estadía en La Paz, Matilde dejó sobre mi escritorio del Teatro Municipal (del que yo era director) un papel doblado en dos con una desafiante copla suya: Esto de verte / es como beber un trago fuerte / que su veneno vierte / dando la vida mientras da la muerte… Mi agradecimiento y sorpresa fueron por carta hasta Sucre. No siempre los regalos de los poetas se comprenden; pero tu corazón de artista sensibilísimo la comprendió, y me alegra el haberte hecho el mío, pues llegó en momento clave 12 , me escribió a vuelta de correo. Y ninguna copla necesita traducción. Ahí queda el testimonio interpelándome, como me interpelan todavía los dibujos obsequiados, sin retórica previa, por esa misma época. Dibujar me hace mucho bien, dibujar y pintar 13 , decía en otra misiva.

En recurrentes diálogos cargados de coincidencias y reciprocidades, platicamos muchas veces con Matilde sobre los misterios de la creación. ¿De dónde vie

10 Matilde Casazola; ambos versos tomados de la cueca De regreso. 11 Correspondencia personal 1990. 12 Correspondencia personal 1990. 13 Correspondencia personal 1990.

Foto Archivo Cergio Pruedencio

nen las ideas, los impulsos? ¿Creamos realmente o somos meros instrumentos de una fuerza exógena determinante? En Matilde la obra es la vida misma, tal como Jaime Sáenz reclamaba para la validación de la poesía entendida como el hecho trascendental de toda creación, más allá del lenguaje mismo. Ya que como artista me ha tocado heredar la soledad, trato de cultivarla y hacerle brotar plantas de flores perdurables. Ya sean terrenales o celestiales, más perdurables. 14 Y en coherencia con su opción apostólica, Matilde asume con entereza la incertidumbre propia:

14 Correspondencia personal 1990.

Foto Archivo Cergio Pruedencio

[…] estoy en un momento difícil de mi vida artística. Eso de crear es algo que agota. A veces crees que todo está dicho. Otras veces piensas que de lo que has hecho, muy poco es lo rescatable. 15 La duda y el vértigo afloran claramente en estos manifiestos en prueba de rigor y honestidad.

La individuación de Matilde es una conquista de su determinación, del querer ser propiamente, partiendo de fuentes que ella reconoce abiertamente:

[…] me atrajo un compositor argentino que es Atahualpa Yupanqui, […] por su riqueza poética, de tal hondura, y su sencillez dentro de la canción. […] me ha influido durante los primeros años que compuse. Me costó mucho desprenderme. Me di cuenta un día que yo tocaba igualito a él. Dije, pero si es igualito, bello, pero de qué me sirve, ya está ahí… qué voy a hacer con esto. Y entonces empecé a luchar contra este mi maestro invisible. 16

Para alcanzar identidad, Matilde se mira en otros y también recoge herencias acumuladas: […] en ese sentido, tal vez es verdad que estoy un poco sola, porque quizás yo me he arraigado a estas fuentes y a estas raíces telúricas, para no perderme en esta confusión. 17 Lo dijo así, lúcidamente, a propósito de las arremetidas de la globalización y los espejitos de colores que deslumbraron a muchos de nuestros creadores de todas las disciplinas en los albores de los años noventa. Pero además optó en conciencia por transitar caminos interiores:

Para ser sencillo, yo creo incluso que hay que haber vivido mucho, o ser un niño simplemente, o una persona que después va como haciendo un cedazo, así, por donde van pasando las cosas que molestan y solamente se emplea el material bueno. 18

15 Correspondencia personal 1990. 16 Cergio Prudencio; Diálogo con Matilde Casazola, en Hay que caminar sonando; Fundación

Otro Arte, La Paz, Bolivia 2010. 17 Ibíd. 18 Ibíd.

Esas cualidades matildeanas me llevaron a reflexionar sobre su obra ya en 2003:

La sencillez de una canción puede de pronto revelarnos un universo de música: el silencio que clama, por ejemplo; la pausa instantánea y eterna al mismo tiempo; el justo acento en la guitarra para el preciso énfasis semántico de la palabra; las fluctuaciones del tiempo que vuela y se desplaza, o flota y se sujeta, como un alazán gobernado por fabuloso jinete. 19

Es evidente que Matilde se construye a sí misma en un proceso no exento de discordias, angustias y luchas denodadas contra fuerzas internas y externas, sin conceder tregua hasta configurar imagen propia y cualidad específica en un lugar deshabitado.

No es fácil aprender a estar sola, pero uno busca también estar sola, domesticar la soledad, porque mientras no la domesticas ha de ser tu enemiga, ¿no? La soledad trae muchísimas cosas positivas y hermosas, porque aprendes a conocerte a ti misma. Para mí es absolutamente necesaria la soledad. 20

Pero paradójicamente es el amor la vertiente dominante en su canción, con todas sus connotaciones, claro. Ese lucero / nada más quiero / Después que importa la muerte / ya tuve el cielo. 21 Y al hablar de sí misma Matilde habla por la gente, por los seres humanos en el paso cotidiano por el mundo. Es cuestión de seguir escuchándola: Tanto te amé, tanto soñé tu ternura / y aquí me ves, sola con mi pena obscura. 22

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21 22 Cergio Prudencio; La Matilde, en Hay que caminar sonando; Fundación Otro Arte, La Paz, Bolivia 2010 Cergio Prudencio; Diálogo con Matilde Casazola, en Hay que caminar sonando; Fundación Otro Arte, La Paz, Bolivia 2010 Matilde Casazola, verso del bailecito El lucero de tu pecho Matilde Casazola, verso del aire de bailecito Tanto te amé.

Uno de los árboles de la huerta familiar de la familia Mendoza.

Ahora, cuando debo dar una impresión sobre los cantares de Matilde, descubro haberlo hecho ya en 1990 en un texto cuya vigencia me permite recuperarlo para completar estos apuntes:

Paréntesis

En nuestra música popular, Matilde Casazola es única. Nadie como ella ha hecho credo tan hondo en la tradición y se ha reconocido en sus formas, sus gestos y sus climas, para recrearlos en un lenguaje cargado de alusiones e invención.

La canción de Matilde no sólo alude al espíritu de las cuecas, bailecitos, huayños y otras músicas, expresión cierta del sentimiento nacional de la traumática primera mitad del siglo xx, sino que inventa un decir auténtico de palabras y diseños sonoros, opción propia y honesta para descubrirnos su mundo, sin conceder nada a los lugares comunes.

Nadie como Matilde ha hecho un todo indivisible de la creación y la interpretación. Sus canciones no son apenas los supuestos del canto y el acompañamiento, sino la forma inefable de Matilde al cantar y acompañarse. En sus canciones se funde la palabra-imagen con el giro melódico fluyente; éstos con el golpe o la sensación de movimiento en la guitarra y con el registro de la voz trabajado siempre expresivamente. Nadie como Matilde, ha demostrado que las renovaciones de la estética son verdaderas sólo cuando nacen de la observación del individuo, de la sociedad y de la Historia. 23

Matilde es una voz que atraviesa nuestro tiempo. Lo hilvana en sus partes, sujetándolas para formar una continuidad. Sus canciones congregan años y décadas,

23 Cergio Prudencio; presentación del disco LP Matilde Casazola; Discolandia sello Lyra (slpl13691); La Paz, Bolivia 1990.

Foto Archivo Matilde Casazola

y no sólo las de su protagonismo; porque aunque ella se arraiga en vertientes populares de cepa centenaria, a la vez empuja el lenguaje poético-musical hacia avistamientos de provocadora innovación; ella en medio, dándole nombre a los dolores y las esperanzas de una generación, sacudiéndola y recordándole, signándola y dándole cobijo. Porque en Matilde encontramos el principio y el destino; es decir, los orígenes de una identidad y los caminos abiertos hacia donde llevarla.

Gracias a la tecnología no tenemos más comunicación escrita con Matilde. Sus preciosas cartas manuscritas ya no llegan al correo, selladas con fecha de emisión, estampilla alegórica y contenidos asombrosos. Sin embargo su sensibilidad infinita sigue atenta y llama al teléfono cuando intuye mis derrumbes y ando procurando aliento. Con sabiduría asoma preguntas discretas y venturosos vaticinios, expresando llanamente afectos acarreados desde otras existencias, quizás. Y entonces su voz me devuelve a la esperanza, me recupera en la fe y me pone nuevamente en el camino.

Matilde es un ejemplo de ser y de estar, aquí y ahora; en integridad. Por los siglos de los siglos. G

casazolIANOS

Si hay un poema que parece reflejarse en la obra de Matilde Casazola es “Alma de la cosas”, de su abuelo, el afamado escritor y poeta Jaime Mendoza. Ricardo Jaimes Freyre con el poema Siempre, no el que repetía Borges incansablemente; sino otro poema de igual título, del libro País de Sombras, que parece referirse a la muerte. Primo Castrillo, modernista boliviano, y su poema La partida, que nos llena de nostalgia por lo que ya no regresa. Estas son las señales que como centellas en el mar nocturno nos muestran la geografía de sus preferencias.

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