Apuntes sobre Matilde Cergio Prudencio1
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ún no conocía yo personalmente a Matilde Casazola cuando supe que estaba seriamente enferma y había regresado a Sucre para una recuperación previsiblemente larga e incierta. Me resultaba paradójica esta situación estando yo al fin de vuelta en La Paz... Con esa imagen en ausencia y al borde del abismo, Matilde se hizo mítica entre nosotros, los pasajeros del mismo vagón, y sus canciones fueron cobrando un sentido más y más trascendental. Yo no renuncié a conocerla; y en los años finalmente se dio. Apareció un día con aura flotante y enigmática (como su trova) auscultándolo todo, o casi; desconfiada tal vez de los golpes sorpresivos de la vida. Al menos esa impresión tuve (¿o sería mi construcción más que su realidad?). A poco de nuestro primer encuentro me escribió de su puño y letra: Aquí en Sucre mi vida es extraña, medio mística. Tengo un grupo de muchachos (cuatro) con los que hago música en la misa de los domingos de la Iglesia de Santo Domingo. Son jóvenes, con talento. Hace un año que trabajo con ellos. Les enseño la guitarra y un poco de formación musical. Creo que esto me ha ayudado, luego del vacío enorme con que me encontré dentro de mi propio ser, a la salida de aquella enfermedad grave que descompaginó mi vida anterior.
No hay duda de que ese episodio marcó su vida como un parteaguas. Después de estar alejada muchos años de la religión, volví al seno de la Iglesia, creo que fue el año 87, el de mi enfermedad. Me gusta la religión católica porque es más humana. Tiene además de Dios, una figura femenina que la identifica con la deidad de la Pacha Mama: María.2
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Director de orquesta y compositor boliviano. Correspondencia personal 1990. Versiones de Casazola |
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