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Augusto Céspedes
from elANSIA
by Sergio Vega
Augusto Cespedes
Introducción al libro “Evocación de Augusto Céspedes”, 2000.
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fueron legión en vida de Augusto Céspedes sus enemigos, algunos francos y otros embozados pero también contó con muchos admiradores y amigos, entre los cuales figuré, pese a que mediaban entre él y yo décadas de diferencia.
Este libro surgió de un largo artículo de homenaje que escribí en “Ultima Hora” a pocos días de su muerte. Con el paso del tiempo recordé muchos episodios que no mencioné entonces, y decidí ampliar el texto original para que adversarios que lo detestaron y adláteres que lo encumbraron tuviesen un retrato cercano a la realidad de lo que fue su vida, pensamiento y obra. Unos y otros en todo caso convendrán en que su legado literario figurará entre los más preciados de la literatura boliviana del siglo XX, particularmente algunos cuentos de Sangre de mestizosy varias páginas de Metal del diablo.
Me imagino que alguien tomará a su cargo una biografía de Céspedes. En tanto ello ocurra las personas que no lo han conocido, sobre todo los jóvenes, encontrarán en estas páginas algunas claves de su existencia, su relación con la gente que lo combatió o lo secundó, sus reflexiones sobre diversos hechos de nuestra historia y las ideas políticas que sostuvo obstinadamente hasta el final de sus días.
Céspedes emergió de los arenales del Chaco a donde acudió primero como corresponsal de prensa y luego como soldado, con su alucinante libro de relatos, Sangre de mestizos. Su cuento El pozo, como señala Eduardo Galeano, es uno de los mejores de la narrativa universal de este siglo y no en vano Germán Arciniegas lo incluyó en su antología El continente verde entre los veinte mejores de América Latina.
En la narrativa social de Bolivia, 1946 marca un hecho capital. Céspedes, luego de visitar los distritos mineros, escribió su libro más famoso, Metal del diablo, precursor del boom novelístico, latinoamericano de los años sesenta, donde aparece la semblanza de Simón I. Patiño.
El narrador impar que hay en Augusto Céspedes se dejó llevar luego por el combatiente político, y de su pluma salieron, en años posteriores. El dictador suicida, El presidente colgado y Salamanca, El metafísico del fracaso. Como los personajes de Tolstoi que
conocieron la guerra y la paz, los de Céspedes –no ficticios sino de carne y hueso– intentan llegar a la revolución y caen en el camino, atravesado el corazón de un balazo o con una cuerda en la garganta. Lo enrevesado de la trama, la espesa capa de sombras en la que se esconde la felonía, la inconsecuencia y la deslealtad, los pocos atisbos en los que el pueblo asoma la cabeza a un escenario en el que muchos hablan a su nombre y obran en su contra, la muchedumbre de almas y de hechos, cambiantes y tornadizos como un paisaje de varios celajes sobre el que al cabo caerá la noche, pero también despuntará el día, han sido los ingredientes que Céspedes maneja con cautivadora amenidad.
Metal del diablo es naturalmente, más que la biografía novelada de Patiño, el retrato de un país convertido en gigantesco campamento minero. Como Juan Montalvo, quien exclamó al saber el deceso del sátrapa García Moreno: “mi pluma lo mató”, bien pudo Céspedes decir, 23 años después de publicada su novela, cuando el país tomó dominio sobre las minas de estaño, que su libro había contribuido, como ningún otro documento, a sepultar el patiñismo en Bolivia. Esa novela y Nacionalismo y coloniajede Carlos Montenegro, ensayo de interpretación de las influencias del periodismo en la historia del país, pero más que eso, intento original de explicar el decurso republicano en los términos de la antinomia entre la minoría dominante y el pueblo sumergido, ansioso de ser nación, fueron los libros que mayor influencia tuvieron en la formación del Movimiento Nacionalista Revolucionario y en la revolución de 1952 y en la mentalidad boliviana del siglo xx. No en vano en una encuesta que hice en el periódico “Ultima Hora” en 1974, entre 40 personalidades, sobre los 10 personajes que para bien o para mal habían influido más en la historia boliviana del siglo figuraba Augusto junto a Tamayo, Montes, Saavedra, Salamanca, Arguedas, Patino, Busch, Villarroel y Paz Estenssoro.
“¡Las palabras! son lo más inútil y lo más cierto de la creación –dice el personaje de una de sus narraciones–, por eso yo quiero escribir. Yo sé que los hombres nacemos con un destino de palabras y mientras no lo hayamos vaciado no podremos morir porque aún no hemos vivido... lo que se hizo y no se dijo, no ha existido”.
Estas páginas buscan rescatar para las nuevas generaciones ese “destino de palabras” con el que Céspedes seguirá viviendo en la memoria colectiva. R