FANZINE ALTER | NATIVO PUBLICACIÓN INDEPENDIENTE AÑO CERO | 003| ABRIL 2018 | ALEMANIA
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Equipo
Editor: Marco Hernández Valdés Edición: Stefany Serrano Rubio Corrección y selección de Textos: Andrea Obando Portada: Stefany Serrano Rubio Difusión: Yaosca Padilla Raul Páramo Marco Hernández Valdés Adalberto Cuba Calderón Ernesto Sánchez Castillo
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Colaboradores: Maya Lima 6,16,26 Mei Morán 12 Van Wiemer 18,24,28 Efraín Retana 8,11 Yaosca Padilla 14,28 Irene Grimaldi 23 Stefany Serrano 4,8,11,13,14,16,22,32,36,42 Zashchary Zequera 6 Miguel Mejías Segura 4,24,30,34-43 Fidel Gómez Sánchez 44 Marco Hernández Valdés 10, 20 Adalberto Cuba Calderón 44
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Mis dos mundos Miguel Mejías Segura
Pensar que ando traducido por estos mundos… me hace sentir que me vigilan remolinos de miradas torvas. Que mis pasos los dan pies equinos. más fino a veces, más grueso otras, ¿Quién traduce a quién, si cuando al tañer mis cuerdas vocales, con mi jaculatoria; Amor oder Liebe, intento abrigar al aire? No escapo centrado de esta catapulta. Entro en mi tabernáculo, para leer mis libros: nuevos poemas traídos desde la vieja Isbilya; de cantes jondos, de lugares sagrados, de mis recuerdos. De mi patria. Y encuentro el lugar donde las micorrizas simbiontes se unen con mis raíces, que enderezan mis piés centran mi alma, y mis cuerdas vocales cantan su hiporástica; sur, te quiero sin más... traducciones que valga. 4
Stefany Serrano 5
NICTOFOBIA Maya Lima
El diablo tiene el mal hábito de no ocultarse. Perdida en la niebla me lengüetea la oreja, estrangula de apoco mi cuello, juguetea en mi ombligo con su larga uña. Él, espectro palpable. Con la consigna de obstaculizar la luz. Estoy al filo y mi corazón fragmentado entropía. Mi corazón, cero absoluto. Reflejo de nada. Mi corazón está solo y tiene frío y no puede ver más allá de lo que sale de alguna de mis bocas. El diablo tiene el mal hábito de no ocultarse. Me toma de la mano. Susurra en mi oído que por fin termina el sufrimiento. Porque me gusta sentir miedo, sentir un hueco profundo en el pecho, las piernas paralizadas, el ánimo ulcerado. Es por eso que me enfrento a la noche con un lucero roto que no aluza más allá del vaho. Me detengo frente a esta maldita oscuridad, me toca con partículas que recubren mi frente. Pistilos que envenenan, que secan cualquier soplo de vida. Someten mis cejas, mis ojos, las pestañas. Soporto su peso, el frío en mis pómulos, el ardor que comienza a quebrantar la piel del rostro. Mis labios están sellados, la negritud me sofoca lentamente. 6
Soporto su peso, el frío en mis pómulos, el ardor que comienza a quebrantar la piel del rostro. Mis labios están sellados, la negritud me sofoca lentamente. Un hilillo acuoso cae, sala el vértigo, el nudo en la garganta, la oquedad del orgullo. Laringe, bronquios y pulmones se revisten de una fina película. No puedo respirar. Todo dentro y fuera es salar continuo, un desierto halófilo. Confinada a la noche, a la prisión de no saber con certeza lo que me asecha o quién me mira del otro lado. Segura de que estos son los últimos momentos de mi vida, mis recuerdos se vuelven putrefactas suplicas. Parada aquí al filo, vestida de frío soy el fondo de un pozo. Una cantimplora sin sediento. Alarido de madre. Soy el rechinar de los dientes, bomba de fragmentación en el jardín de infantes. Soy yo y tú, y la gente que aguarda a la orilla del pantano. Soy virginidad reciclada, y la muerte y el fuego que emana de mi vulva. Soy el semen atesorado, la sangre que chorrea mis muslos, soy lujuria, larva, olor a sexo, raíz. Foto:Zashchary Zequera. Tlaloc, acuarela en amate 60x40cm 7
Hambruna
Efraín Retana
quién le cuenta las pecas a esta luna escarchada y marchita en el hoyo de mis manos este querer y no hacer nada, esta hambruna ese vacío absurdo que me enferma con los años aprendí a no ser nadie en esta tierra, a pasar entre las cosas como sombra, cual las hojas otoñales que me alfombran, y en invierno mueren, y al amanecer se aferran.
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arrebátenme pues, años malditos llévenme consigo entre vientos, buscando las mareas fúndanse conmigo, corales como un siglo ¿he de navegar entonces, los mares oscuros de mi mismo? ¿sembrarme, volver a las delicias de algún vientre? ¿verterme como sangre o acaso amanecer de nuevo, vestido como un soplo? como un reflejo ligero entre unos ojos infinitos.
Stefany Serrano 9
¡Enlútense, mis flores!
Marco Antonio Hernández Valdés
¡Enlútense, mis flores! ¡Enlútense, mujeres de rostro pálido! Mujeres vestidas de negro caminando hacia una noche sin velo. Abandonen la sala de estar rayos de luna. Ya no habrá más invitados a mi rincón funesto. ¡Enlútense, mis flores! Ha llegado la hora de retirarme de esta vida. Es hora de retirarme a mi lugar de origen. Del libro “dormido en mi sensación”
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Stefany Serrano
Caballo de delirio Efraín Retana
Han vuelto a embarcar en mis navíos, los oscuros espíritus del vino. ¡Desaten, pues, en mí, duendes caprichosos! eufóricos caballos de delirio. Y derramen luego, en el himen roto de esta noche sombras hacia todos los rincones de la casa. solo quedará un lugar seco, intacto. Solo un lugar sin sangre... en el hueco frutal de mi guitarra.
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Aguada
Mei Morán
Al principio cayeron unas pintitas. Sin dilación, empezaron a caer unos goterones que golpeaban con ahínco las plantas, ya de por sí debilitadas por la falta de humedad. Sacamos a la puerta cubos, ollas, aguamaniles, cualquier cacharro para recoger lo que cayera y ahuyentar la sequía. Se llenaron rápidamente. Tantas semanas áridas nos habían agriado el carácter. Pero aquella noche nos fuimos a dormir con la tranquilidad del complacido. La mañana siguiente me pareció gris, a juzgar por la luz meliflua detrás de los visillos de la ventana del cuarto. Aún con las legañas en los ojos me acerqué al cristal. No me resultó extraño ver a las vacas retozando panza arriba en una laguna, que lo había anegado todo, los niños subidos en unas piraguas improvisadas, chapoteando con los rastrillos a modo de remo y zarandeando el badajo de la campana de la iglesia, que había quedado a ras de la superficie de las aguas, y a los labradores subidos a caballo a los tejados de las casas, arreglando las cestas de mimbre y las labriegas sentadas en los agujeros de las chimeneas enristrando los ajos. Como si nunca hubieran hecho otra cosa. Encharcados en una insólita felicidad.
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Tristeza por allá, alivio por aquí Yaosca Padilla
Mis ojos se sienten pesados, a lo lejos se escuchan gritos y carcajadas, que salen con fuerza desde lo profundo del estómago de unas niñas, junto con el ruido de una secadora. Es una tarde cualquiera de diciembre, estoy en la casa de mi tío en un barrio de Managua o quizás de Ciudad Guatemala, creo que es mi tío, estoy en la casa de este hombre que hasta ahora conozco y que me dice que el 28 de diciembre siempre pasa algo malo. Mis hijas están con él, riendo y jugando en el porche. De repente escucho ruidos: ¡cerrá la puerta!, ¡escondéte!, ¿qué se hizo tu mamá?.. ¡cállense!... Yo corro, me asomo rápido al porche y veo que viene una banda de chavalos sin camisa con palos de metal y entran a la casa, llevan armas, a lo lejos escucho: “¿Dónde está la Lord?” y yo dijo en voz baja, casi susurrando “acá estoy”, luego el silencio. Voy a esconderme debajo de una de las dos camas que hay en el cuarto. El ruido de mi respiración se escucha demasiado, no la puedo controlar; empieza como un viento leve que va y viene y se transforma de pronto en vendaval. Veo luces de focos y pasos que buscan, pero ¿dónde está mi corazón?, no lo escucho palpitar y ¿por qué decidí esconderme debajo de la cama si hasta en los juegos de niños es donde uno se esconde primero? De repente percibo que alguien se agacha y me apunta en la cara con la luz ametrallante de una lámpara. Mi mente intenta concentrarse en los ruidos de fondo, las risas de esas niñas y el sonido de aquella secadora… cierro los ojos con la certeza de que me van a matar. Los abro. Ya no me encuentro debajo de la cama, sino cubierta con un gordo edredón de plumas. Me lo quito de encima y siento el frío del invierno europeo en un día cualquiera de diciembre. Busco las carcajadas fuertes que ahora percibo más intensas, las persigo con los pies descalzos. Al abrir la puerta del cuarto vecino, veo una cantidad incontable de peluches empapados de agua y esparcidos por el suelo y veo a mi hija mayor con su amiga secando al quinto peluche con la secadora. Son la cinco de la mañana y es “día de baño”. Yo respiro profundo y regreso a la cama… tristeza por allá, alivio por aquí.
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HECHIZO DE AGUA Maya Lima
Con serpientes en el rostro y agua del cielo me encuentras para extirparme el ánima. Mis huesos quebrados, pero aun con luz; vítreos, descienden más allá del horizonte. No tengo piernas que corran tras el canto del ave, ya no existen los dedos de mis manos que prueben las mieles de los colorines.
N s n l q d t
La morada de los muertos yace entre mis senos, ellos pagan su cuota con la moneda que guardaban bajo la lengua, sus ojos brillan al derramar la espesura del deseo. Mis tumbas permanecen cerradas, son una casa pintada de rojo que despelleja el esófago de cualquier lactante.
N t x f m d
Prisionera, rodeada por un río de fuego; el infierno ahora humedece mis pupilas y la de mi alma castigada por tu pasión. Más valía haberte castrado, cortar el paraíso de tajo. Que tus muchas cabezas y brazos no se extendieran a lo ancho de mi cadera para no recordarte como el lugar de los tormentos.
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Nunca más serás el señor de las noches, no. Serás un lagarto de las entrañas de la tierra, al que las masas de agua adentren en el territorio de las tinieblas. No podrás advertir mis movimientos, acuática me deslizaré para asfixiar tu presencia. Adornaré mi cuello y falda con corazones, usaré colorete en las mejillas, descarnaré los rasgos de tu recuerdo, me colgaré cascabeles en la sonrisa.
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Van Wiemer
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Cédeme las sobras de tu parto Marco Antonio Hernández Valdés
cédeme las sobras de tu parto sombra petrificada maya enredadera de mariposas la mañana viaja en tuberías y en drenajes de solsticio terrenos y santuarios baldíos dentro del relicario reposa tu enredadera y en los cables de liquidámbar el mosaico de luces pardas está presente
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ahora palpita el cencerro: toros en redada santuarios baldíos como recuerdos y símbolos mayas vuelca la luz su penetrante brío donde diminutas sombras petrificadas en el ámbar confabulan su incierta imagen y desertan de mi corazón hoy vengo a formar parte del espectáculo hoy vengo a enlistarme
en el fondo de botella
lustraré mis pies dejaré crecer mi cabello para que tu estado de soledad nos prevenga de cualquier cataclismo
Del libro “danzas paganas”
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S
Los días
Irene Grimaldi
Los días que se quedan en el aire, los relojes sin cuerda que no detienen el tiempo, el café rápido de las mañanas o la mañana sin prisa de los jubilados. El periódico que nunca se lee, las maneras de crear las horas a los antojos de cada cual. Las visitas inesperadas y las esperadas vacaciones, planes en el aire, en las cabezas y en las diferentes formas de vivir. El dinero como motor del mundo, el abuso de banderas, los desastres antinaturales, la esperanza abandonada y la materia prima no exprimida. Las mujeres y su difícil papel sin reloj, sin título y sin himno, que gritan en silencio. Las llamadas que se detienen y las sorpresas que llegan. Una vez más y millones de veces que se sumaran al ilimitado orgullo que se siente de tenerte. Irene Grimaldi – La joyita de Cádiz
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H2O
Miguel Mejías Segura
Heraldo de la diosa vida dos o más de tres son tus propiedades, ocultas bajo tu transparente prisma. Hechizos de Poseidón, dosis salinas para tus Nereidas obelisco impulsor de Ofión. Hedonismo de mis sexuales juegos, dosel primero de la química, ¡oh! para Tales, fuiste su elemento. Habitas arriba en el cielo; dosificando tu cadencia en la tierra operas cual bisturí el subsuelo. Hacen de ti a veces la guerra, dos mundos,- norte y sur-, optan por no compartir tu molécula. Hielas, fluyes y vuelas, dos veces por miles de ellas, ondina Ninfa, mis labios te besan. 24
Van Wiemer
Homogénea e incolora, dos cabezas, insípidas, ofuscadas narices; inodora. Hirsuta de fiesta en compañía, dos personalidades, dipolar, oferente de zumo a la tierra mía. Si Cavendish levantara la cabeza, no me entendería; es así como te veo, agua fresca que me alegras el día. 25
MANJAR NOCTURNO Maya Lima
El corazón se oscurece a eso de las diez, o parece que el silencio lo pinta, no lo sé, no logro distinguirlo. Los poetas no sabemos discernir entre la claridad de un sueño o el fulgor de una pesadilla. El final del día es para nosotros solsticio, elongación del deseo y esfera celeste de malos hábitos. La hambruna vida es motivo suficiente para dejar caer los párpados. Y casi obligados nos entregamos a la oscuridad. Aunque el miedo sonría coqueto, despreciándonos. La nostalgia, la búsqueda, los rostros son nada. Pero yo siempre eclíptica, zodiaco, ecuador que exprime sangre. Porque esta noche los frutos se pudren, las moscas beben, el vino se fermenta y el cuerpo tiembla cuando los párpados lentos atisban la ascensión de mi figura entre las sombras de los poetas. Del insomnio la realidad, el precio la compañía. Sin luz, este cuerpo ya no habla por mí, sino por la necedad de encontrarme en aquellos, los que sí duermen. Los que entregan su cansancio a ocho horas de nutación. Los que entregan su anhelo al sueño donde se permiten volar, emborracharse con desconocidos o asesinar de una buena vez al más inútil de sus amantes.
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Mientras tanto el cigarro sobre el cenicero perfuma mis propios anhelos virando el deseo, y la arruga de la esperanza se agudiza en un forzado gesto risueño, carcajada. Saber que nadie escucha la tos que me revienta, la agraz flema. El pecho me duele; fumo otra vez lento, lento el camino donde descansaré como nodriza negra, pues soy bardo de mi historia, poeta que deambula por la mazmorra del recuerdo, novilunio, conjugación. Muchos nacerán esta noche plantados en mi tierra, alimentados con la nada de mi seno, formados a la puerta de un rezo indemnizando mi espera. Yo, ellos, yo… Ahí estaré irreal como ahora, por fin descansando para ser arena al inicio de algo que refrescará mi sorpresa con lúcidos seres, radiantes, verdaderos.
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Qué asco
Yaosca Padilla
<<¡Qué asco!>> exclama Leandro en la mesa. Sorprendido se da cuenta de que hay un bicho en su vaso de champaña. En la mesa todos observan a ese pequeño misterio nadando en el agua espesa y dulce-amarga. Alfredo se levanta de la mesa y dice: << ¡No te preocupes!, yo te traigo un vaso nuevo >>.
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Como buen anfitrión regresa con un vaso limpio lleno de champaña fresca. Finalmente, sigue la conversación y Leandro puede comerse su filete de res “saignant” como a él le gusta. En ese momento nadie ve al animal.
Van Wiemer
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Al-wādi al-kabīr, «el río grande» Miguel Mejías Segura
Naces, sin saber todavía de dónde, Quevedo te cantó que de fuente pura, Machado te versó que de Cazorla. A mí me gusta pensar que de la sed de una tierra sureña que te acuna en su cuenca con mucho arte y dulzura. Al norte de aquellas Sierras Béticas y al sur de mi guapa Sierra Morena. Olivares te bailan en Úbeda, los cerezos nievan sobre tu piel, y el Guadiana –el menor- te añade su furia. El Puente del Obispo con sus bóvedas que se arquean para darte el paso mientras que Baeza te dice adiós y Mengíbar te saluda a dos manos. Entras ya triunfante por Almodovar, donde un día escuché pasar las Grullas. El fortín de su atalaya te vigía, y el Califato te abre las puertas, enseñándote un arte, el Mudéjar; a mí, que tu sabia abreva nuestras tierras, -tus alcornoques y encinas se alegran-. 30
Aparece en escena el Retortillo, por mis Navas paternas y Hornachuelos, para entregarte de su misma mano, las llaves, un ventajoso testigo, “pá” que a Sevilla la abras en dos partes, -veintitrés puentes te ofrecen abrigo brincando el sol desde Triana al postigoYa te vas buscando tu anhelado morir, el Guadiana te da últimos alientos, Lebrija te canta por toná y debla te guía un navegante, el tal Solís, Baco, copa en mano, brinda por ti. Tu estuarina copiosidad, es para las Marismas su rico maná. Cigüeñelas, Cigüeñas blancas, Negras, Somormujos, Patitos, Cormoranes, Flamencos rosas, Avocetas, Ánsares…; al saber de tu tapete de lino acuden a tu mensa; el banquete, empieza sin orden pero sin líos. Tú, antes de morir y ser marino, tienes que dar siempre lo mejor de ti. Doñana te hace una reverencia, dándote la venia para ir tranquilo directo y sin más rodeo a tu sino. Ya te mueres a chorros, Guadalquivir; río de mi vida; tú mi gran río. 31
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Azul mediterrรกneo: tu sonrisa frente al mar. Stefany Serrano
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El Cuentagotas Miguel Mejías Segura
-¡Hola! ¿Qué tal?-
-¿Cómo? ¿Qué? ¿Una gota de agua que habla?-Bueno, no sé de qué te extrañas. Tú también eres una gota de agua y también hablas. ¿Cómo te llamas? - Me llamo Fresca-. Perdona pero no suelen haber muchas gotas de agua que hablan y al escucharte me ha resultado extrañado. ¿Y tú, cómo te llamas?–Me llamo H2O. Encantado de conocerte, se te ve muy refrescante en un día como el de hoy en el que brilla este sol primaveral.-Igualmente H2O. Tu nombre me recuerda al de un protagonista de una película de ciencia ficción. No recuerdo ahora el título. Es igual, no tiene importancia. ¿Y qué haces por aquí? ¿Qué te ha traído a la punta de esta hoja?-Uff…. si te contara, Fresca. He tenido unos días de lo más entretenido. Resulta que estaba intentando conocer nuevas gotas de agua en una congregación de gotas de agua. Éstas hablaban también y eran muy salás…Si las conocieras. Te reirías mucho con ellas. De repente alguien o algo con mucha fuerza hizo que me descompusiera en miles de miniyoes y flotando al cielo nos elevó. No veas el susto que pasé. Y te puedo decir que duele mucho separarse de las demás partes de uno mismo.Después de estar bien alto, quiero decir yo y mis miniyoes, e intentando no mirar hacia abajo porque tenemos vértigo, el viento nos llevó hasta lo alto de aquellas montañas. ¡No veas qué frío!.
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No me preguntes por qué, pero todos mis miniyoes y yo nos volvimos a unir y empecé a sentirme muy pero que muy pesado y volví a sentir que alguien o algo me arrastraba o empujaba hacia abajo y volví a caer al suelo. Menuda montaña rusa, qué velocidad. Y sin cinturón de seguridad ni paracaídas ni nada de nada. Esta vez caí con otras amigas pero éstas eran muy frías y no hablaban nada. De la caída me quedé blanco, y me empecé a endurecer. Apenas me podía mover. A los pocos días, empecé a sentirme más flexible y relajado y seguí a mis compañeras que en manifestación y en carabana se iban cada vez más rápido a través de las montañas cuesta abajo. Yo tuve suerte y me quedé atrapado entre las piedrecitas del suelo. Y como me gusta mucho la expedición me fui moldeando poco a poco para colarme cada vez más y más profundo. En ese tránsito yo también me sazoné un poco y salado me volví. Seguí bajando hasta que me encontré con una galería que era como un museo de espadas azuladas. Después me desplacé por una de esas espadas, que me volvió a desalar, y caí junto a otros amigos, familias y clanes. Todos se dirigían al unísono hacía aquella luz potente y atractiva. Llegué un momento en el que pensé que pertenecíamos a una secta peligrosa. La velocidad aumentaba cada vez más. Al ver el exterior y justo antes de que nuestra velocidad fuera muy alta pero todavía no máxima, todas gritamos de tal forma que se nos podía escuchar a kilómetros de distancia, menuda caída al vacío… ahora ya abajo y más sosegado me dirigí al borde, a la ribera, pues quería descansar. Una vez allí alguien nos raptó a mí y a unos cuantos como yo.
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Y no veas lo feo que eran. Tenía ojos, pelo en la cabeza, orejas a los lados, una nariz, una boca, brazos, manos, piernas largas, y pies. ¡Vamos…! un ser horrible. Nos resultó imposible escapar, iiiimposible. Algunos de nosotros fueron cocinados, un drama. Mejor ni te lo cuento. Sólo te puedo decir que no he vuelto a verlos. Yo corrí, creo, que mejor suerte y me metieron en uno de sus cuerpos. Pasé de todo ahí a dentro y al poco tiempo me expulsaron como si una escoria fuera. ¿Te lo puedes creer? Luego, otra vez velocidad y recorrí todo ese poblado por los subterráneos. Abajo viven seres muy raros y huele fatal. Llegué a una zona donde nos lo quitaron todo. Nos dejaron tal y como vinimos al mundo, limpios y claros. ¡Ay, que a gustito se estaba! Luego, no te lo vas a creer, pero sentí otra vez esa sensación.
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Stefany Serrano
Alguién o algo tiró de mí hacia arriba, me descompuse en miles de miniyoes, volví a pasar frío, mis miniyoes y yo nos volvimos a unir y volví a caer y ahora, no me preguntes por qué, me encuentro en la punta de los pétalos rojos de esta bailarina y que no deja de bailar y te encontré. Por cierto, Fresca, me gusta mucho ese brillo que tienes cuando la luz del sol roza tu superficie. Estás…muy…-Ahhhhhh….me caigoooooooo!!!-
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La historia de Lampirídito el “pocasluces” Miguel Mejías Segura
En un mundo muy alejado del nuestro, de cuyo nombre sí que me acuerdo y en el que no había luna, habitaban seres de muy diversos tamaños y formas y plantas nunca vistas por nuestros ojos; en nuestro mundo. Hablamos de Lampirilandia. En Lampirilandia todos estos seres de aspectos extraños vivían en armonía y felicidad. Pero sólo de día. Cuando la noche acechaba sobre las casas de los habitantes de Lampirilandia, todos estos seres se adueñaban de todo tipo de malos sentimientos gobernados por los siete pecados capitales. Avaricia, envidia, gula, pereza, lujuria, soberbia, e ira. Entre estos seres habitaba una enorme familia, los Lucídicos. Los Lucídicos eran unos animalitos muy pequeñitos que podían volar y que eran capaces de producir pequeños destellos de luz durante la noche. Eran los dueños de la noche ya que a ellos no les afectaban estos malos sentimientos por la luz que producían. A esta familia pertenecía Lampirídito el pocasluces. Lampirídito nunca conseguía estar alegre. Incluso de día cuando la paz y la armonía reinaba es Lampirilandia. Él, a pesar de ser un miembro de la familia de los Lúcidicos no podía producir luz. ¡Hola Lampiríto! -le saludó Calífero-. ¡Hola! –Le respondió Lampirídito con voz tenue, apagada; como si alguien le hubiera extraído toda gota de energía, como si no tuviera ya más energía en el mundo.
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-Ey! ¿Qué pasa? ¿No vienes a jugar con nosotros al “suma y sigue”?-No, lo siento. No tengo ganas. Además no sé cómo se juega. Será mejor que me dejes en paz. -¡Pero si tú nunca tienes Paz! De esta forma es imposible que te deje con ella. Mira es muy sencillo jugar al “suma y sigue”. ¿Te acuerdas de Dactilipito? –No,- respondió quedamente Lampirídito. -No te preocupes por esto, después te lo presento. Pues te sigo contando. Dactilipito es capáz de enrollarse a sí mismo, formando una pelota. Después reclutamos a nuestros amigos, vecinos, familiares hasta un máximo de 50 jugadores. Luego formamos dos equipos de 25. Cada integrante de cada equipo sólo puede tocar la pelota, osea a Dactipito, dos veces, y se la tiene que pasar a un compañero. Para obtener puntos hay que llevar la pelota a la cima de la colina del barrio de Tierra Alta. El juego continua entre los dos equipos y quien más puntos consiga antes de caer la noche es el equipo ganador. Por eso el juego se llama suma y sigue. ¿Y..? ¿qué te parece?A lo que Lampirídito respondió. -No, lo siento. No me interesaMe siento triste, quiero que me dejes en paz. -Bueno, tú te lo pierdes. Tienes dos opciones. O quedarte sólo aquí a esperar la noche o disfrutar del día antes de que esta llegue. Tú decides. Adiós.-
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Lampirídito voló y se quedó en la orilla del lago Diiten y esperó a que la noche llegara. Mientras escuchaba como Calífero y Dactilípito se lo pasaban en grande. Y Cómo los integrantes de su Familia hablaban con otras familias y otros seres, y como todo el mundo reía, se lo pasaba bien y disfrutaban haciendo barbacoas, todos tipo de deportes y juegos. Pero él no podía; no podía disfrutar, ni siquiera reír. Nunca lo hizo. En ese momento se le acercó con su gracioso y típico vuelo Lepidoctica. Una bella alada y de vuelo sutil, de la aldea próxima de donde vivía Lampirídico. Todo los seres de Lampirilandia la conocían por el nombre de Ninjin. Ésta se posó en la misma piedrecita dónde estaba sentado Lampirídico y se quedó a contemplar el lago. -¿Bonito día verdad?-dijo ella. -Ni lo sé ni me importa. –dijo él. Con voz como si se le hubieran subido los gases del estómago a la cabeza. -Pero bueno chico… ¿y a ti qué te pasa? El día está precioso y podrías disfrutar toda esta felicidad y armonía antes de que llegue la noche. Ya sabes lo que pasa en este planeta cuando lo noche llega. Y es mejor estar al menos la mitad del día feliz que infeliz todo el día-Es precisamente eso es lo que me pasa. Qué no entiendo como todos vosotros podéis estar felices durante el día sabiendo lo que nos pasa por la noche. No se puede estar siempre y cada día cambiando de un estado de felicidad a que por la noche nos convirtamos en seres odiosos. ¿Cómo lo consigues tú?-
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Un día mi abuela me comentó que debería hacer siempre lo máximo posible, que debía usar impecablemente mis palabras, que no debía tomarme las cosas personalmente, y que no debía hacer suposiciones. Pero sobre todo que debía sonreír siempre. Así es como conseguí permanecer como una niña siempre y ser yo misma al menos de día, incluso a veces lo consigo de noche. Y además siempre se puede hacer algo positivo, algo bonito, por los demás y sobre todo por uno mismo. Y eso aporta mucha felicidad. Él se quedó pensando en estas palabras. -Ya pero…, tiene que haber una forma para no sólo de día sino de noche también podamos ser felices. Yo nunca he reído; no sé hacerlo. Todos los miembros de mi familia pueden brillar por la noche. Pero yo… A mí… A mí nunca me ha salido ni un poco de luz. Me llaman el “pocasluces” a modo de burla. No sé qué hacer. A lo que ella le respondió. -Simplemente tienes que observar bien. Entendiendo sus palabras, Lampirídico la miró y armándose de valor le dijo… -¿sabes que tienes unas antenas preciosas?Ella sonrío y se fue volando. Él se quedó pensando en sus antenas y logró sonreír. De repente, justo cuando el sol se ponía, se le encendió un pequeño destello de luz al final de su abdomen.
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¿Cómo? ¿qué? Incluso se asustó de forma feliz. Y mientras más sonreía la luz era cada vez menos titilante, más continua. Más fuerte. Más intensa. Cerró los ojos y respiró profundamente, mientras recordaba las palabras de la bella antenada Ninjin. Ummm…hacer lo máximo posible, ser implacable con las palabras, no tomarse las cosas personalmente, no hacer suposiciones, hacer cosas positivas por uno mismo y por los demás…y en sus antenas…y su abdomen se hinchó y brilló como nunca….y el sonreía….y cuando abrió los ojos y miró al cielo se le ocurrió una idea. Habló con sus primos y primas y los amigos de sus primos y de sus primas y les contó el plan, mientras estos se alegraban por ver brillar a Lampirídito.
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Allí en el cielo, antes de que el sol se termine de poner. Tú y tú tenéis que volar rápido y con vuestros destellos de las luces de vuestros cuerpos tenéis que formar una cruz justo encima del lago Diiten. Unos cuantos de nosotros hacemos un círculo alrededor de la cruz uniendo sus extremos y el resto se coloca dentro del círculo completando una esfera llena de luz. Así lo hicieron. Todos los seres vivos de Lampirilandia se alegraron de poder de tener luz de noche. Y consiguieron por primera vez en sus vidas ser felices y poder tener armonía y paz también de noche. Y… así es… como en Lampirilandia al final de cada puesta de sol de cada día aparece la luna que ahuyenta los malos sentimientos. Y que da felicidad y armonía. Sonríe siempre!!
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Fanzine alter nativo agradece a la Tertulia Freiburg al programa radial Raíces Nomades por su colaboración y difusión y a todos los artistas que participaron en este Fanzine No. 3. Este fanzine está inspirado en el tema del agua como apoyo a los pueblos indígenas en Latinoamérica, que continuán la lucha contra los gobiernos corruptos que buscan la privatización de la misma. https://elpais.com/elpais/2015/07/13/planeta_futuro/1436796771_984802.html
Titulo: Die Rüstung des Seepferdchens Autor: Adalberto Francisco Cuba Calderón (Árbol) Técnica: Mixta (Acrílico, cartón, algodón, cordón) 50x70 cm Foto blanco y negro: Fidel Gómez Sánchez 45
Todo el material incluido en este fanzine es original y pertenece a cada uno de los autores de esta edición.
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