[Radiador] No.19

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Reportaje Reportaje Gráfico Gráfico LaLaurbe urbesobre sobresísí misma: misma: M-City M-City Reportaje Reportaje Gráfico Gráfico La LaCaverna Caverna de: Juan JuanO’Gorman O’Gorman

Textos: Textos: Luis Luis Puris Yeudiel Yeudiel Infante Infante Pablo Pablo Flores Flores Verónica VerónicaG. G.Arredondo Arredondo Bruno Bruno Ríos Kreit Kreit Vargas Vargas José JoséManuel Manuel Vacah Vacah Aleqs Aleqs Garrigóz Garrigóz Karen Karen Márquez Márquez Adelaida Adelaida Jaramillo Jaramillo Sandino Sandino Bucio Bucio Rodolfo Rodolfo Suensqui Suensqui Rosario Rosario Eduardo Eduardo Espósito Espósito

Magazine Digital de Literatura

El El Fiord: Fiord: Osvaldo OsvaldoLamborghini Lamborghini


El Kalevala, obra cumbre de la mitología y folclore Finlandés, es un poema épico que fue compilado en el s.XIX por Elias Lönnrot. El libro tiene una extensión de 23,000 versos y 50 poemas. Acopia versos provenientes de diferentes fuentes, tanto subjetivas como territoriales, para los cuales recurrió a trovadores, narradores y al examen de la tradición oral en diversas regiones de Finlandia, especialmente en la de Carelia:

EL MARAVILLOSO NACIMIENTO DE WAINAMOINEN He aquí que en mi alma se despierta un deseo, que en mi cerebro surge un pensamiento: quiero cantar, quiero modular mis palabras entonando un canto nacional, un canto familiar. Las frases se derriten en mi boca, los discursos se atropellan; desbordan mi lengua, se expanden alrededor de mis dientes. Antaño, mi padre me ha cantado esas mismas palabras tallando el mango de su hacha; mi madre me las enseñó haciendo girar el huso. Yo entonces no era más que un niño, una pobre criatura inútil que se arrastraba por el suelo a los pies de la nodriza, con la barbilla goteante de leche. Pero hay otras palabras además: palabras que yo he recogido en las fuentes de la ciencia, encontrado a lo largo de los caminos, arrancado entre las malezas, desgajado de los árboles en las altas ramas y amontonado al borde de los senderos, cuando en mi infancia iba a guardar los rebaños entre los pastizales con arroyos de miel y las colinas de oro. También el frío me ha cantado versos y la lluvia me trajo sus runas; los vientos del ciclo y las olas del mar me han hecho oír su poema; los pájaros me enseñaron su trino, y los árboles desmelenados me han invitado a sus conciertos. ¡Sí! Yo cantaré un canto magnífico, un canto espléndido, cuando haya comido el pan de centeno y haya bebido la áspera cerveza. Y si la cerveza me falta, mi lengua seca invocará al rocío; y cantaré para alegrar la noche, para celebrar el esplendor del día. ¡Cantaré hasta la aurora para brizar la salida del sol!

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Radiador Magazine No.19 贸 de las COSMOVISIONES


No. 19

°Editor en Jefe y Diseñador Daniel Malpica

°Curaduría Poética

Emmanuel Vizcaya

°Tracklist

El Radiador

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DIRECTORIO

Abril de 2013

ÍNDICE Rodolfo Suensqui Rosario Eduardo Espósito Nueva Pestaña: Land Share La urbe sobre sí misma: M-City Kreit Vargas José Manuel Vacah Aleqs Garrigóz Karen Márquez Adelaida Jaramillo Sandino Bucio El Fiord: Osvaldo Lamborghini Pablo Flores Verónica G. Arredondo Bruno Ríos El Mundo Según Monsanto Examined Life Nueva Pestaña: Vida de escritores Luis Puris Yeudiel Infante La Caverna de: Juan O’Gorman

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o de las Cosmovisiones

EDITORIAL

P

oesía para reconstruir. Poesía para destruir. La poesía se genera a sí misma, es un motor de rituales. El ritual de la escritura responde al mito de la creación del mundo. Escritura: una construcción que ahora está y antes no estaba: Poiesis. Aquello que se erige frente a los sentidos tiene un fundamento, una experiencia al aire para ser interceptada. El espacio es un espacio en blanco, idéntico a una página. La historia universal es tres puntos suspensivos, un cursor parpadeante. ¿Qué nos dice la poesía de nuestro propio universo? ¿Con la poesía creamos o hacemos evidente lo invisible? ¿Qué reflejos pueden verse a través del cristal del poema, de la pintura, de la música? Esto resulta en un vitral de realidades. [Radiador] o de las Cosmovisiones ofrece una breve y contundente muestra de esta reinterpretación. Disfruten y difundan

Emmanuel Vizcaya

n ó i s i v o m s o C Mutante r

diado a R l e por

Raôul Duguay La bitt à Tibi: http://www.youtube.com/watch?v=zuOScxcmqNo


http://www.youtube.com/watch?v=H-W13WyPYIE

Nuts & Co Semite:

Brad Laner Little Death:

http://www.youtube.com/watch?v=KzzjIDZvIuQ

Philippe Cauvin Automne: http://www.youtube.com/watch?v=NAkxdXkXhZw

Heldon y Gilles Deleuze Le Voyageur (O andarilho): http://www.youtube.com/watch?v=HI9_a5bvvV4

Keuhkot Aikakauden loppu: http://www.youtube.com/watch?v=4VR0lnjRsa0

Quick Culture Quick Culture I: http://www.youtube.com/watch?v=Bdz78-9CJLA


El punto que no se podía mover Rodolfo Suensqui (Monterrey, 1993)

El punto que no se podía mover fue oficialmente descubierto por humanos en 1980, en los límites de la región del Desierto de Sonora dentro de territorio mexicano. Esta fecha fue la utilizada en los libros de historia y de investigación, sin embargo es bien sabido que ojos humanos se posaron en la esfera por lo menos desde los años 50, y es muy probable que desde mucho antes. El punto fue encontrado completamente separado de la tierra y levitando un metro y medio sobre el suelo sin que nada lo sostuviera, en lo que científicos asumieron fuera un intento de construcción de una presa que fue detenido por el descubrimiento inicial del punto. El “punto” en realidad era una esfera de cinco centímetros de diámetro, hecho de una sustancia completamente desconocida que era lisa a un nivel subatómico y que se negaba a mostrar rastros en su composición de materiales encontrados en el resto del planeta o indicios de que tan viejo era. En si no mostraba ningún color propio, pero tenía un cierto reflejo translucido en su superficie que se dice enloqueció a varios científicos, al llegar a la conclusión neurótica de que reflejaba la cara de los que lo estudiaba para burlarse de ellos. Nunca se supo que existía –si algo existía –dentro de la esfera. Ningún método conocido por los humanos permitió que los hombres que estudiaban al punto pudieran moverlo, desplazarlo, rotarlo, marcarlo, fragmentarlo, o afectarlo en cualquier forma o medida. Se mantenía siempre en el mismo lugar exacto sobre la tierra y el nivel del mar, indiferente a la gravedad como era indiferente a los intentos humanos de hacerle el más mínimo efecto con fuerza bruta, instrumentos de metal, poleas, cuerdas, vehículos de todos los caballos de fuerza jalándolo, explosivos, maquinaria profesional de minería, taladros con punta de diamante, rayos laser, nano maquinas, bio-estructuras de carbón e instrumentos de energía atómica aplicada. Lo único que pudo hacer la comunidad científica al respecto del punto fue reconocer que era necesario cambiar la nomenclatura de “punto que no podía mover”; ya que no solo evidentemente era una esfera –no un punto –sino que además estaba claro que se movía junto con la tierra en una rotación y revolución sincronizadas a un punto de perfección tal que computadoras explotaban tratando de explicarlo. Se llegó a la denominación de “Esfera Post-Gravitatoria de Material Desconocido”. La Esfera Post-Gravitatoria de Material Desconocido (EPMD) fue descubierta inicialmente por un matrimonio de antropólogos que estudiaba a los descendientes de tribus indígenas de la región en el ejido cercano. Mitos sobre una “piedra de brujas” los llevaron hasta la presa a medio construir y el enigmático objeto. Al no tener explicación para el flotamiento de la esfera contactaron amistades que fungieran en el campo de la física, la biología y la botánica, que a su vez contactaron a autoridades cada vez mayores al ser completamente incapaces de explicar la naturaleza de la esfera. Finalmente su descubrimiento se encontró en los diarios científicos

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más respetados, después en páginas de aficionados, secciones culturales de periódicos y noticieros mañaneros. Poco a poco el número de científicos que rodeaban al punto creció hasta instalarse un centro de investigaciones a largo plazo alrededor del punto, que lamentablemente terminó desplazando a la comunidad local. Intentos del gobierno mexicano de convertir a EPMD en un una atracción turística causaron polémica y debate que escalaron en movimientos diplomáticos hasta que el punto que no se podía mover fue declarado patrimonio de la humanidad. Con esto mismo se le declaraba perteneciente a toda la raza humana y no solo al gobierno mexicano. La mera existencia y naturaleza misteriosa de la EPMD rápidamente cautivó la imaginación de las masas no-especializadas, inspirando sin número de películas populares de ciencia ficción, debates sobre la naturaleza dudosa de la ciencia pura en la sociedad actual; y varias sectas new age que convirtieron a la esfera post-gravitatoria en objeto de culto y meditación. Asimismo la esfera post-gravitatoria se alzó como un nuevo símbolo en la cultura popular, con los pueblos lindantes por un tiempo sobreviviendo mediante la venta de mercancía promocional (hasta que una empresa americana adjudicó la marca registrada mediante una disputa legal y una demanda a varios vendedores de camisas y ropa interior clandestinos). Debido al influjo constante de turistas pero sobre todo de peregrinos espirituales en búsqueda de la iluminación cósmica de la esfera postgravitatoria se tuvo que permitir la entrada (por estatutos sobre la defensa del culto y la religión) al área previamente reservada para científicos para permitir la toma de fotos y los rituales de meditación alrededor de la EPMD. Esto significó la creación de una dependencia gubernamental mexicana encargada de organizar los procesos de culto y las investigaciones científicas alrededor del punto (que sería objeto de numerosos reclamos de incompetencia, corrupción, desorganización general y nepotismo para conseguir entradas). Esto permitió al gobierno mexicano saltar las diplomacias y abrir el deseado centro turístico de la EPMD. Alrededor se abrieron varios museos dedicados a los misterios de las ciencias, moteles y centros turísticos diversos. Se creó una caminadora automática alrededor de la esfera post-gravitatoria para que turistas pudieran tomar fotos y creyentes pudieran meditar sin afectar la logística del lugar. Asentamientos permanentes del staff, lamentablemente, terminaron desplazando del todo a la población local. Con el pasar de los años los asentamientos del lugar fueron creciendo hasta convertirse en una ciudad grande con una economía estable y la mejor infraestructura de investigación científica de la región. Varias universidades fueron abiertas en esta ciudad, todas orgullosamente sosteniendo a la esfera post-gravitatoria (descubierta por sus abuelos y abuelas) como emblema de unidad universitaria y pasión por el conocimiento. La ciudad fue destruida una cantidad de tiempo imposible de especificar después de su fundación, eventualmente la raza humana se extinguió y siglos después el planeta tierra fue destruido por la expansión del sol, que forma parte del ciclo de vida normal en una estrella. Nada de esto le provocó el más mínimo interés al punto que no sé podía mover. Ningún humano pudo jamás entender su verdadera naturaleza, ni tampoco le importaba al punto que alguno lo hiciera. Se mantuvo en la misma orbita que había mantenido desde antes de la creación del planeta tierra. A la fecha no tiene planes de dejar de hacerlo [06]


Calendario lunar Rosario

Calendario lunar. Día uno: menguando. Cae y desconcierta. Es demasiado. No supe donde poner el cuerpo. Sufrí del espiral hasta que tus manos sostuvieron mi cabeza. esta forma de tocar mundo: tu espalda, columpios sobre el abismo. Me estiro. Rompen los espacios. Calendario lunar. Día dos: menguando. Me padezco, el amanecer es corto, siempre dura más la noche. Ha cesado el arrebato. es crónico. pestañeo y desaparece el mundo cerraremos los oídos. Mira, ahí esta el agua. Calendario lunar. Día tres: menguando. Tensados por el cuello, ángel de leche la respiración rasga. pedazos de oscuridad. Quiebre. lo digo como acto consumado antes de decirse, irreversible aprieto los ojos pensamiento invisible oculto ciego el gesto a ti, amor, te corresponde Calendario lunar. Día cuatro: menguando. manos aves en lo oscuro ríen te dibujo ad pupilam con el dedo [07]


(esa frase se repite como mantra) curva al mundo mi ojo me abrigo de lo rojo y abro la mano que tensa la distancia de verte (puro aire) tenaza desnuda te toca es un engaño, no estoy cerca esfera rota el rayo Calendario lunar. Día cinco: último cuarto. la luz se barre y canto canturreo adolece. de la garganta “algo” “algo” me parece hueco de la caja torácica todo resueno como si no sueno a nada ¿lo has notado? murmullos se acumulan como plaga plaga amarillenta vuela como polen cae sobre de todos se respira y el murmullo propio sabe a gloria como los olores propios que se pudren (lo digo bajito, susurrando) ojalá los oídos parpadearan Calendario lunar. Día siete: último cuarto. no es vértigo ni vitíligo ni el lumbago sólo azota no es de la cabeza ni del cuerpo ni del espacio físico que ocupa mi (cuerpo) no es de lo oscuro ni de lo que ciega ni de lo que crece cuando nadie mira a nadie no es de lo de arriba ni de los subsuelos ni del más allá ni demasiado cerca

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parece de adentro parece congénito parece un contagio parece de herencia pero no es nada de eso ¿es de los sentidos? no sé si eso lo dije o pensé que lo dije tampoco sé si me dijeron que lo que dije era un error o pensé que me dijeron que lo que dije era un error no es de otro ni del otro que tengo adentro como propio ni de ese que dicen es el yo que pertenece a mi. No. Es no es es una falla del lenguaje probablemente no sea nada se anula pero si lo digo pero no deja de serlo si lo digo aunque no lo diga no es y lo digo y lo que digo no pero ¿si lo oyes? Calendario lunar. Día diez: creciendo. mano izquierda en sien derecha a modo de compresa una mariposa transparenta sus intenciones antebrazo derecho sobre seno derecho censurando él, adoptó un jilguero mudo (nunca supe si le cortó la lengua) pierna derecha torciendo izquierda y el derrame pies cruzados en un aspa mi barca carga tu respiración seca estómago anudado azotado—contra

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las costillas: una jaula labios desterrados del resto de la cara no habrá heladas ni sal sobre la mesa no habrá pronombres ni causas minerales el párpado izquierdo abajo el párpado derecho abajo dedos diestros y siniestros lazados tras la nuca jilguero, quítame la trampa Calendario lunar. Día doce: creciendo. Digo siento rabia que soy imagen o semejanza peor para mi de estar tan y luego aquí (escribiendo) mientras ellos se retuercen como si se pudiera hacer mundo como si jugar a la casita y crear sin creer un armatoste que ni monstruo porque se dota de lo que uno a pesar de uno que no sabe descreer porque es muy dura

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la desnudez la tierra seca el desamparo me apego (Âża mi?) Digo siento dicha infinita posibilidad saberme limitada conocer tan despacio como pueda acelerar el paso retorciendo caer en mis maneras huella marca imborrable voz emitida que no se sostiene en visible no hay definitivo vacĂ­o hay para llenar y fatigarme y hastiarme de lo etĂŠreo no dura entre las manos soy la pasajera me abandono (en mĂ­) me suelto

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Calidoscopio

Eduardo Espósito (Buenos Aires, 1956)

Me voy cayendo al sol Todos parecen darse cuenta La hierba es fina Mis manos transpiran soledad ingravidez La grave-edad desacelera para mí con su manojo de arrugas No hay cremas paliativas para el cansancio de los materiales Mi cuerpo es un satélite en desuso Me voy cayendo al sol como ellos que encremados de espanto reparten Pancután y botiquines Ayer fuimos más que Dios hoy somos pasto Mis manos queman cromo La hierba es inasible Y el destino amarillo A Ray Bradbury

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http://www.landshare.net/

Cosmovisiones


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La urbe sobre sĂ­ misma




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El imperio de Nube Kreit Vargas (Perú, 1984)

davá mi corazón se ha detenido y ahora es un planeta deshabitado la lluvia que cae es la de tu mujer embarazada ha echado a perder la siembra y los animales flotan ahogados davá su canto ha atravesado el continente en todas las lenguas se habla del ave de mil nombres pero aun así eres real para mi mano transparente que nada retiene mi hermano cuervo ha viajado hasta aquí para llevarse mis ojos pero le he dicho que mis piernas echaron raíces hace siglos para convertir mi corazón en un preciado cofre de semillas davá mi estrella ha dejado de brillar todos los hombres que se amparaban en ella se han perdido en el desierto han tomado distintas direcciones entre delirios y alucinaciones yo también quiero un reino que flote como una flor de loto sobre el estanque de mi alma pilares que sostengan el peso de los elefantes que vinieron a morir aquí deja que los colmillos brillantes de los dioses se hundan en mi cuello para cuando no quede nada y tu sonrisa sea un cataclismo hermoso davá abre mi cabeza como una flor para que pueda escapar el aire de los ferrocarriles que no han dejado de partir todas las noches arderé en alegría en la cima hasta ser un sol fugaz para tus ojos davá esta es mi nación de innumerables jardines flores de todos los países beben el agua que brota de tus pies Nube es el nombre del niño que pronunció tu nombre Nube repite un canto que hace crecer las semillas en mi pecho suyo serás entre los árboles que se alargan anhelando tu aire

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davá mío no es el secreto de las cuevas submarinas lo que se del mundo lo he visto en tus ojos cuando distintos animales saltaban a los míos grande era el sol de tu civilización y opaca mi luz la fortaleza que construí en tu nombre es humilde davá qué hermoso reino se ha levantado sobre la fatalidad durante el vaivén de los días me he internado en el bosque transmutado en serpiente para cuando el aire me sabía a tierra davá una semilla era lo que habías guardado para la eucaristía de los muertos Nube ha cantado toda la madrugada hasta perder la voz

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Chiflar en la loma José Manuel Vacah (Estado de México, 1990)

Dijo Efraín que encenderá la tele en el canal 2 porque la semana que viene comenzaremos a contar los ladridos de los perros uno por uno hasta que cualquiera de los dos probablemente olvide su juventud en alguna esquina de la pantalla en el momento en que la cuenta llegué a determinar ciertas soledades y así lo hizo mamá desde luego nos miraba desde el otro lado del comedor y cantaba esta canción que trato de recordar ahora con la misma sonoridad de una trompeta tocando para Pérez Prado oyes como una piedra cae en el fondo de mi garganta casi puedo sentir mi lengua rota y seca como mi garganta un pozo la piedra que lancé también era una promesa y un automóvil similar a un pozo no hay por qué recordar entonces la carretera donde chocamos el auto la vez que tú te apresurabas a cantar una huída que no dejó más que cristales rotos y una fractura de cadera el ruido de una tortuga cruzando el corazón que puse en tus manos crujió una rama a veces es más débil que ciertas palabras la tortuga simboliza la corriente responsabilidad de amar una carga y si digo amar Efraín estará del otro lado de la sala observando el teléfono por supuesto yo soy el primero en hacer esa llamada importante suena ocupado a veces uno se pone triste con cierta humildad y luego uno se pone triste con cierta esperanza en su tristeza encontrar algún indicio de que mis palabras ocupan el otro lado de la bocina cuando la verdadera felicidad involucra una espera más larga una serpiente hecha con pedacitos de papel de china es decir una serpiente fabricada con el material más sencillo y eso es todas las veces en que la risa cruza un aire espontáneo y fresco y luego aprender a tomar la esperanza y arrojarla al aire por muy difícil que sea aprender a volar pero nunca volar volar verdaderamente

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¿cuánto esfuerzo conlleva ser libres? luego uno se tarda años en abandonar las puertas ¿para qué tantos años de buscar la libertad si al final los hombres nunca dejamos de mirar el suelo? por esto es importante dejarse vencer dejar de cantar dejar de reír dejar de bailar o de tomar una cerveza dejar de hacer el amor dejar de amar o evitar estrechar la mano del que te saluda cordialmente cuando sales de la arena o dejar simplemente dejar de mirar el cielo o las nubes en una mañana cualquiera puedes tener la dicha de mirar a un hombre bañándose en la azotea de su casa o ver a una muchacha llamada Lupita cruzar la calle llamada simplemente con el nombre que sea ¿cuánto esfuerzo para aprender a mirar la trayectoria de un mosquito una vez que éste ha decidido evitar la resolana que habita tras los cristales de una casa con un balcón lleno de orugas en las flores? o simplemente ver cómo el polvo es capturado por una fotografía hecha de oro y de ámbar o simplemente chiflar en la loma como un puerco arrodillado ante la inmensa nostalgia de un amanecer tomado de una pintura hecha por Cristo todos somos hijos de este amanecer aquí debo agregar alguna cita del evangelio pero en todo caso no tengo nada mas insignificante que mis propias palabras sin embargo mi hermano se llama Juan y es poeta mi hermano se llama Miguel y es poeta mi felicidad se llama Efraín y es poeta mi perro se llama Luis y es poeta (de cualquiera de ellos podré tomar una cita más apropiada) sin embargo no puedo pensar en otro instante en que una voz con una alegría semejante a la mía lea un poema en un acto de comunidad tanto como el cielo nos permite presenciar a un mago sacar un conejo de su cabeza

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da lo mismo subir a la loma y presenciar el tiempo y silbar una canción que aprendimos a la fuerza Efraín enciende la televisión y lo primero que aparece en pantalla es un cadáver con la cara sucia y después una promesa con la cara sucia en este momento yo mismo veo a la gente que orina miedo yo también pero aún así estoy dispuesto a seguir estrechando la mano de cualquier desconocido que me la ofrece imagino detrás de una ceiba una lagartija de cartón donde pintaba una casa y un árbol una niña una oración reposa en la telaraña que se tejió una tarde como ésta en la esquina del techo que no resiste otra telaraña en una casa pintada por un niño esta vez que se llama como tú en todo caso yo soy una niña con el cáñamo enredado entre las manos mirando a la muerte levanto el control y enciendo la televisión estoy seguro de que un arma infalible entre mis manos y mi lengua chasqueó un pedacito de baba tanto como era preciso para esperar el principio de todo deseo y el final de toda angustia me dejé vencer por una sensación de seguridad que sólo adquieren lo borrachos y los locos y las niñas que no han dado su primer beso y los niños que juegan a tocarse mi pulgar es el principio de todo deseo y el final de toda angustia nada de muertos ni nada mis ojos un cuadrito de aluminio que brillaba como un pedazo de plata para el canario el tiempo se me fue de las manos y ya nada pude hacer para recuperar mi juventud ni un pensamiento una almohada a veces es mas dura que una piedra alguien grita y la preocupación crece en mí como el sonido de una aguja que cae desde un helicóptero de madera pero no me importa es la televisión que grita por qué tanto dicho si la jaula mencionada no es sino una broma de carrizos una simple broma que me costó más de lo que puedo pagar

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más que un espectáculo de elefantes que atacan ancianitas más que un espectáculo de perros que atacan ancianas allá cantando como una guacamaya herida yo amor no vuelvas a tocarme las campanas tal vez estoy sordo porque no estoy ciego perder el justo y mediado instante del tiempo agotado chiflar en la loma para no dejarse a merced del olvido escribir poemas oh amor no vuelvas a soñar con otro instante como este Efraín vuelve a interrumpirme cuando veo la televisión y no busco a nadie ni quiero que me busquen ni quiero saber nada ni enterarme de nada Efraín molesto se lleva una mano a la cabeza y comienza a chiflar a veces creo que Efraín es mi mejor amigo

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Viaje astral

Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, 1986)

Salgo de mí, abandono la estatua de mi cuerpo; y soy entonces, no humano: ente universal. Huelo el sonido, su consistencia penetra mi visión, su forma es mi placer, dentro de él hay almendras de oro. Palpo el paisaje, me desbordo en estrellas de humo, se me licuan los sentidos en dones amorosos y regreso por la misma frontera transparente para incorporarme al tiempo y ser su misma esencia. No es peligroso el juego, no hay limitaciones ni zonas prohibidas. Saboreo el color, cada miligramo de piel, de nube. Todo es luminoso: hasta la oscuridad brilla. Hay fosforescencias, imágenes plateadas en cambio perpetuo, hebras de luz diamantina, ilusiones del porvenir; y hoy, mañana, ayer no tienen jamás sentido: completa confusión de dimensiones, de prisas: concierto indecible, caos en perfección, mundo donde el reloj está loco, donde nada es todo, menos es más y la materia no ocupa ningún lugar en el espacio. Puertas al más allá, ángeles de agua, bolas de sensualidad, sombras chocarreras, viento líquido, ondas de carmín, música lunar en estado de suspensión, tactos incendiarios, coloides ingrávidos: todo es posible. Mira con atención: encuentra el taller de la infancia, el zaguán del patinaje, el ansia de la adolescencia sexual, agujas con hilo, papel incendiándose, gritos de un primer orgasmo, caras, efigies, dedos, espumas, voces de fuego, flores de polvo, icosaedros de llanto, murmullos de sal, piedras de aroma, burbujas de carbón, climas de ternura, mandalas cruzando en bandadas frente a tu tercer ojo abierto ahora como la luz al final un túnel:

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sueño que se crea a sí mismo, pensamiento que se ve, capricho que toma forma, temor oscuro manifestado en forma de holograma, abolición de las fronteras de la percepción; puentes a la orilla del eco, glorias de arena fugaz, resbaladillas de yeso impalpable, roces magnéticos, y más y sobre y hasta como en un cinescopio que gira y gira, encendido por siempre. Mundo donde las leyes son cosa de niños, coordinadas absurdas de un mapa sin término. Pero la magia implota absorbiendo el futuro y debes regresar al menos entre, ante, desde, siempre, contra, luego, ahora a tu lugar de tu origen, a tu cuerpo en viva descomposición y seguir muriendo hasta tu vida después de la vida. Hasta que tu memoria eterna, bebida en el liquido amniótico del cosmos, se libere de su caja de hueso que la presiona y la hace olvidar. Y al fin no habrá ligaduras, no más cordones de plata para flotar: alcanzarás las esferas simplísimas del infinito, la plenitud del todo absoluto. Hablarás el idioma de Dios

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Mis alas de fuego Karen Márquez (Tijuana, 1986)

En las noches cuando las lechuzas se trepan en el silencio Cantan sobre los secretos de lo imaginario Los cenzontles me acarician el oído desde los sueños que me sacuden despierta Me han nacido dos alas de fuego cósmico para reconocer a mis ángeles Han brotado desde mis vértebras para danzar en la mutación de la libertad La transición deberá ser continua para evocar la infinita posibilidad de existir Comienzo a beber las lágrimas que no se reconocen ya dentro Descubren que con un grito pueden romper la oscuridad de la luz para abrir un puente infinito Se me escurre le certeza de que he tocado tus manos de hielo Partículas de polvo interestelar Van desquebrajándose hasta llegar a la impureza que desea volarse la memoria Salpicar de nuevos recuerdos mi conciencia Yo también he sembrado a mi padre en el vientre de la tierra Voy a esparcir por el mundo la brisa de las palabras que inventaré Arrojándolas al viento como burbujas Florecerá su sangre como una cascada de pétalos rojos Así nacerán mis árboles de sonrisas Su sombra será del tamaño de todas la aves del mundo Yo estaré danzando y mutando mi plumaje transparente Yo comeré mi carne y cada que extirpe una parte de mi cuerpo nacerá un ojo Yo comeré mis ojos y descubriré una onda sensorial como jamás haya imaginado No será ya necesario invocarte a mis sueños porque nuestro lenguaje será telepatía Cuando uno de los dos esté dormido vendrá el cenzontle y me dirá Soatzin queman ticonitastonatiuicamoyoloxiopaqui Cantaré en lo más profundo de mi sueño Cantaré junto a los alebrijes que te cuidan y pensaré Si hemos de reconocer la materialidad también hemos de nombrar la muerte La muerte existe porque matamos no porque morimos El polen de mis flores se incendia en las olas del tiempo Escurre en las raíces del tiempo hacia la luz de un sol eléctrico Para trazar nuevas calaveras de cristal que emergen de los mares El magnetismo es la música que suena en mi cabeza Caen cientos de pedacitos como cenizas de ángel en la radiación más luminiscente En la lluvia de nieve los peces negros vienen desde el norte Nadan hacia el oriente y cambian de color respirando el rayo rojo más intenso Es el lado de la luz donde detonan las galaxias Donde naciste por primera vez

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Metamorfosis

Adelaida Jaramillo (Ecuador)

Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Mateo 24:6

Después de aquel día nos dieron una segunda oportunidad. De la Tierra yerma volvió a salir vegetación donde sólo habían quedado cenizas y piedra. Del Mar surgieron animales de proporciones y formas no antes vistas. El Cielo gris y blanco se abrió, y el Sol bajó a la Tierra y tocó a Héctor y a Marina despertándolos de su sueño. Antes del final, ellos eran distintos. Ahora son iguales y creen en lo mismo. Héctor es libre pero debe velar por Marina y Marina es libre pero debe velar por Héctor y ninguno nos puede hacer daño. Marina escribió todo lo que veía, sentía, oía. Nos gustaba verla transformarse en flor los días cuatro y en mariposa los veintiocho. Nos escondíamos los once y los diecisiete, cuando poco le faltaba por romper su promesa. Héctor era Héctor. Siempre Héctor, los cuatro, los once, los diecisiete y los veintiocho. Callado, trabajador y hermoso. Si hubiésemos apostado quién nos vendería: hubiésemos perdido aún más. Ayer vimos un Dragón en el Cielo. No tardó en encontrarlos. Marina lo acarició como si se tratara de un gato, el Dragón abría y cerraba los ojos y acercaba su cabeza hacia la mujer pidiéndole más. La mujer estaba cansada de estar sola. Héctor guardó distancia y de lejos le ordenó a Marina que soltara a la criatura desconocida y quizás maligna. El Dragón agitó sus alas con furia, tomó a Marina del torso y mientras la levantaba en el aire, miró a Héctor con sus ojos de fuego confirmándole que hacía bien en temer. Los que estábamos atentos nos preparamos para el desenlace. Al fin y al cabo, la otra se tardó menos tiempo en acabar con nosotros. Pero Héctor. Fue Héctor quien caminó dándole la espalda al Dragón y metió su brazo hasta el fondo de la Tierra y agarró al primero que encontró y se lo entregó como ofrenda. Héctor no pensó que juntos éramos más fuertes que aquel ser. Hicimos temblar la Tierra tan fuerte que el Dragón soltó a su presa y se perdió en el Cielo. Seguimos golpeando hasta que la Tierra se agrietó tanto que pudimos salir todos: los buenos y los malos. Héctor trató de huir, pero cayó en una zanja cerca del centro de la Tierra de la que nunca pudo escapar. Y a Marina convertida en flor, la vimos marchitarse el séptimo día

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ilustraci贸n Niki Jodorowsky

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Nébula

Sandino Bucio I Todo el universo pasa por el prisma de mis ojos mi estómago es un estallido de pájaros una parvada de soles amaneciendo y los poros de mi piel son los agujeros negros de una flauta. II Sinfonías que delinean la materia los sueños son un arpegio nebular la octava prístina del grito único el movimiento invisible de las piedras y las flores son la espuma última del oleaje de un bigbang. III Cantos astrales, mitocondriales, caudales de sonido dibujando los códices de la existencia fonemas de agua y tierra arremolinándose en galaxias todos los colores como canciones todas las melodías como un pictograma de estrellas y mis oídos son la vorágine del Todo que al refractar la luz infinita surge la sombra de mi ser

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Y por qué, si a fin de cuentas la criatura resultó tan miserable ó en lo que hace al tamaño, entendámonosó, ella profería semejantes alaridos, arrancándose los pelos a manotazos y abalanzando ferozmente las nalgas contra el atigrado colchón? Arremetía, descansaba; abría las piernas y la raya vaginal se le dilataba en círculo permitiendo ver la afloración de un huevo bastante puntiagudo, que era la cabeza del chico. Después de cada pujo parecía que la cabeza iba a salir: amenazaba, pero no salía; volvíase en rápido retroceso de fusil, lo cual para la parturienta significaba la renovación centuplicada de todo su dolor. Entonces, El Loco Rodríguez, desnudo, con el látigo que daba pavor arrollado a la cintura óEl Loco Rodríguez, padre del engendro remolón, aclaremosó, plantaba sus codos en el vientre de la mujer y hacía fuerza y más fuerza. Sin embargo, Carla Greta Terón no paría. Y era evidente que cada vez que el en-gendro practicaba su ágil retroceso, laceraba óen finó la dulce entraña maternal, la dulce tripa que lo contenía, que no lo podía vomitar. Se producía una nueva laceración en su baúl ventral e instantáneamente Carla Greta Terón dejaba escapar un grito horrible que hacía rechinar los flejes de la cama. El Loco Rodríguez aprovechaba la oportunidad para machacarle la boca con un puño de hierro. Así, reventábale los labios, quebrábale los dientes; éstos, perlados de sangre, yacían en gran número alrededor de la cabecera del lecho. Preso de la ira, al Loco se le combaban los bíceps, y sus ya de por sí enormes testículos agigantábanse aun más. Las venas del cuello, también, se le hinchaban y retorcían: parecían raíces de añosos árboles; un sudor espeso le bañaba las espaldas; las uñas de los pies le sangraban de tanto querer hincarse en las baldosas del piso. Todo su cuerpo magnífico brillaba, empapado. Un brillo de fraude y neón. Hizo restallar el látigo, El Loco en varias ocasiones; empero, los gritos de Carla Greta Terón no cesaban; peor aún: tornábanse desafiantes, cobraban un no sé qué provocador. La pastosa sangre continuábale manándole de la boca y de la raya vaginal; defecaba, además, sin cesar todo el tiempo. Tratábase óconfesémosloó de una caca demasiado aguachenta, que llegaba, incluso, a amarronarle los cabellos. El Loco, en virtud de ser él quien la había preñado, cumplía la labor humanitaria de desagotar la catrera: manejaba la pala como hábil fogonero y a la mierda la tiraba al fuego.


Vino otro pujo. El Loco le bordó el cuerpo a trallazos (y dale dale dale). Le pegó también latigazos en los ojos como se estila con los caballos malleros. El huevo bastante puntiagudo, entonces, afloró un poco más, estuvo a punto de pasar a la emergencia definitiva y total. Pero no. Retrocedió, ágil, lacerante, antihigiénico. Desesperadamente El Loco se le subió encima a la Carla Greta Terón. Vimos cómo él se sobaba el pito sin disimulo, asumiendo su acto ante los otros. El pito se fue irguiendo con lentitud; su parte inferior se puso tensa, dura, maciza, hasta cobrar la exacta forma del asta de un buey. Y arrasando entró en la sangrante vagina. Carla Greta Terón relinchó una vez más: quizás pretendía desgarrarnos. Empero, ya no tenía escapatoria, ni la más mínima posibilidad de escapatoria: El Loco ya la cojía a su manera, corcoveando encima de ella, clavándole las espuelas y sin perderse la ocasión de estrellarle el cráneo contra el acerado respaldar. “Pronto, ya, ¡quiero!”, musitó Alcira Fafó, a mi lado. Yo me cubrí con las sábanas hasta la cabeza y me fui retirando, reptando, hacia los pies de nuestro camastro. Una vez allí aspiré hondamente el olor de nuestros cuerpos, que nunca lavamos. “Las fuerzas de la naturaleza se han desencadenado”, dije, y me zambulií de cabeza en la concheta cascajienta de Alcira Fafó. Sebastián ódigámosloó, mi aliado y compañero, el entrañable Sebas, apareció en escena: “¡Viva el Plan de Lucha!”, cacarcó, desde su rincón. Yo iba a contestarle, estimulándolo, mas no pude: El Loco Rodríguez, que ya había concluido su faena con la Carla Greta Terón, comenzó a hacerme objeto óy no ojete, como dice Sebasó de una aguda penetración anal, de un rotundo vejamen sexual. Con todo, peor suerte tuvo mi pobre amigo, cuyos ojos agónicos brillaban, intermitentes, en el solitario rincón que le habíamos asignado, rincón donde yacía ótodo [45]


el tiempoó entre trapos viejos y combativos periódicos que en su oportunidad abogaron por el Terror. (Como nunca le dábamos de comer parecía, el entrañable Sebas, un enfermo de anemia perniciosa, una geografía del hambre, un judío de campo de concentraciónósi es que alguna vez existieron los campos de concentraciónó, un miserable y ventrudo infante tucumano, famélico pero barrigón). Y así, cuando advirtió que la fiestonga se iniciaba, la fiestonga de garchar, se entiende, empezó a arrastrarse con la jeta contraída hacia el camastro donde Alcira y yo nos refocilábamos, con el agregado, a mis espaldas, del abusivo Loco, nuestro Patrón: nunca le dábamos de cojer al entrañable Sebas, casto a la fuerza, recontracalentón, que ahora débilmente se arrastraba hacia el camastro, barriendo con la cara casi las baldosas, deteniéndose numerosas veces para recuperar el aliento vital, y murmurando a cada paso

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“CGT, CGT, CGT...”, como para despistar, o, en una de esas, a modo de oración. Él se apoyaba en sus brazos ómenos gruesos que palos de escobaó y con los pies se impulsaba hacia adelante, no sin cierto fervor. O mejor dicho todo fervor. Para siempre lo tengo retratado en mi memoria al extraordinario Sebastián. Juntos militamos en la Guardia Restauradora, años, años atrás. Y yo lo miraba acercarse a pesar de que los rempujones del Loco no me dejaban mucho tiempo ni muchas ganas para la ecuánime, objetiva observación ¡Dogmático Sebastián! Su mirada era poesía, la revolución. Cada uno de sus movimientos trasuntaba un agradecimiento infinito hacia nosotros, que le íbamos a permitir ó él creíaó sacudirse la soledad de su carne y de su espíritu así como un perro se sacude el agua de la mar. Y si se lo permitíamos óen esa dirección su privilegiado cerebro


empezó a funcionaró ¡qué importaba que nunca le diéramos de comer ni de cojer! ¡Qué importaba que su estómago siempre vacío segregara esa baba verde cuya fetidez tornaba irrespirable el aire de nuestro agusanado cuarto! ¡Qué importaba que viviera entre vómitos de sangre, molestando incluso nuestro sueño porque cada una de sus arcadas era una especie de alarido sin fe! ¡Qué importaba qué! Adelante camarada Sebastián, entrañable amigo, perro inmundo. Casi llegó a tocarnos con sus transparentes manos. Yo estaba preso en la cárcel formada por los brazos del Loco y con la cabeza sumergida en el bajo vientre de mi cajetoidea Alcira. Mi gran amor se desbordaba. Sentí en el centro en el cero de mi ser las vibraciones eyaculatorias del pijón del Loco, mientras el clítoris de Alcira Fafó, enhiesto y rugoso, me hacía sonar la campanilla, a rebato; pero vi, vi sin embargo de reojo cómo el temible, purulento Sebastián, intentaba acariciar las bien plantadas nalgas que sobre las mías galopaban, el culo de nuestro abusivo Dueño y Señor. Entonces, malévolo y dulce a la vez, con el talón le pegué al Loco desesperadas pataditas avisativas en sus fuertes pantorrillas, pataditas objetivamente alcahueteantes, caro Sebastián. Tal como yo lo esperaba (¿y era acaso para menos?) el Patrón reaccionó de inmediato. Después de echarme su guascón en mis adánicos adentros, se irguió y le aplicó un fabuloso patadón en la garganta a mi pobre amigo: de boca abajo que estaba lo puso boca arriba. Todo un espectáculo, el musculoso pie, magníficamente posado en el suelo después del golpe, recortándose nítido contra el cuello del derrotado: yo lo vi con mis propios ojos, y qué lejos aquellos tiempos, Sebastián, cuando un suboficial dado de baja por la libertadora pacientemente nos enseñaba el marxismo. Y un hilito de baba se le escapó al entrañable Sebas por la comisura óizquierdaó de los labios. Sus intermitentes ojos rodaron varias veces en una y otra dirección. Intentó limpiarse la boca con la mano, pero su extrema debilidad hizo que el gesto abortara: a la mitad de camino la mano no resistió más y sobre la panza enorme se le derrumbó. Los cuervos planearon sobre su figura, y yo, adolorido por la reciente penetración, lié con el elástico de las bombachas de Alcira Fafó una bolsa de hielo al área de mi desfloración. Y también intercedí en un arranque de pietismo para que El Loco espantara a los pajarracos rapiñosos, aunque uno de ellos igual tuvo tiempo para arrancarle el dedo índice derecho al pobre Sebas, de un picotazo y tirón. Y eso era el dolor, todo el dolor,

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y no todo el dolor. Tenaces gotas de sangre brotaron de la frente de Sebastián. Yo me largué a llorar con desesperación. Como en la infancia: arrodillado en un rincón de la pieza, escondiendo la cara bajo el sobaco y aspirando el chivo olor. Las cucarachas me subían por la parte posterior de los muslos y, salvando el breve obstáculo de la bolsa de hielo, sometían mis lomos a una exhaustiva exploración. Entretanto, El Loco Rodríguez óHijo de Puta Amo y Señoró espantaba, en efecto, a los cuervos, mas tratándolos como si fueran viejos amigos que se han puesto un poco pesados con el alcohol y los recuerdos del tiempo que se fue (y que fue mejor) cuando no era necesaria la insurrección. Y razón ócomo a nadieó en parte al Loco no le faltó: la atmósfera repentinamente se sobrecargó: “¡A usted lo conocí en una reunión del COR!”. Valiéndose de una enorme regla T, El Loco abrió el grisáceo ventanal del techo para que los cuervos evacuaran la deformada y deformante habitación. De uno en uno salieron, chorreando lágrimas, invocando los sagrados nombres de los caídos en la lucha, en el fragor. Y hasta con un dedo menos firmó en manifiesto el monolítico Sebas. Y El Loco del Látigo, preñador de Carla Greta Terón, desnudo como estaba salvo el orión, medio tórax afuera sacó para despedir a los oscuramente pájaros, sin rencor. En su envión: “Adiós”. Tuvo un ataque de histeria en medio de un pujo la Carla Greta Terón. Todos a una miramos hacia su lecho de parto porque ella yacente empezó a gritar: “Que se viene. Que ya está. Que se que se. Que ya estuvo. ¡Hip, Ra! ¡Hip, Ra! ¡Hip, Ra!”. Explicaba en su media lengua que era inminente óy no inmierdente, como dice Sebasó, que ya paría. Y a pesar de nuestras escépticas conjeturas su cuerpo de golondrina empezó a hincharse. Mientras dilataba ella se estrujaba con las manos, de las sienes hacia abajo, para que la criatura bajara. “¡No vaya a ser que se me atranque entre los parietales!”, jodió, y El Loco, ni lerdo. Ni perezoso. Le ató a las piernas una bolsa de arpillera con la boca bien abierta para que el chico de mierda cayera en su interior. Había puesto un poco de aserrín en el fondo, además, por si la cabeza se separaba del tronco. Alcira le midió la dilatación de la concha con un centímetro de modista, y luego se repajeó con una enorme vela, ella.

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Yo, yo me le fui al humo en seguida, al humo regodeante de Alcira, y eyaculé frotando con unción la cabeza del porongo contra la parte áspera-rajada de su talón. Y todos nos perecíamos por minetear o garchar o franelear o rompernos los culos los unos a los otros: con los porongos. Hasta el exangüe Sebastián intentó un esbozo de sonrisa lúbrica, que era una verdadera elegía a los terremotos carnales, al ejercicio o no de la procreación. Entonces apareció. Tras hacer trizas la carne rosada de la cajeta de su madre Carla Greta Terón. La cabeza raquítica. Con una boquita no mayor que el punto de un lápiz. Pero con los ojos inmensos. Inmensos de espléndidos, de tristes, de grandes: Atilio Tancredo Vacán, su cabeza emergió. “¡Loado sea!”, regurgitó El Loco cayendo de rodillas sobre un montón de turro maíz. Alcira, con los brazos abiertos, recibió un baño de luz ventanal en su cuerpo desnudo, y su vagina sonrió. Sebastián besaba mis pies enfundados en unas sucias medias negras, largas hasta las ingles, ósucias medias negras de sucio seminaristaó que, junto con el escapulario, constituían toda mi vestimenta. Y previendo lo que iba a ocurrir me erguí, sin restarle un solo centímetro a mi estatura. Era un deber hacerlo, aunque la humildad taimada que me caracteriza procurara estrangularme con mis propias manos. La baba pegajosa que fluía de mi boca me mojaba el cuerpo. Rasgué, sin embargo, todos los tapices a mi alcance. A traición, claro que a traición. Mutilé las bordadas escenas del bien y del mal, deformé su sentido, mordí algunas con mis dientes mellados. A traición. Salía un juguito dulzón, asqueroso y de rechupete y con sabor dulzón. A traición. Y todos estábamos modificados por la presencia del inmodificante Atilio Tancredo Vacán. Salté en todas las direcciones: ¡una nueva relación! Y ¡en! relación. Hombre con hombre hombre con hombres hombres hombres. Atravesé incluso aros de madera llameantes, y porque El Loco quiso fornicarme al vuelo, se me resbaló óy no relajó, como dice el intraducible Sebasó la bolsa de hielo: y no, a mí no me importó: ¡no eran momentos de andar cuidando el carajo del estilo! Me puse un frac de sirviente y un collar de perro: me los saqué rapidito, ¿no es cierto? ¡Guasca en el ojo! Con los restos de los tapices por mí rasgados me llegué hasta Carla Greta Terón, que ya tenía medio monstruo afuera, y se los di. Di. Y le dije: “¡Tomá, va, Larrecontraputamadrequeterrecontraparió Hijaderremilputas!” ¡Ya! ¡Y no! Me florié luego (y no) en unos pasos canyengues, pero no pude coronar mi baile: entre prematuros estertores, Atilio Taneredo Vaeán, ya definitivamente nacido parido escupido, cayó atroden de la sabol con los brazos y las piernas aplastados contra el cuerpo, al estilo de las momias aztecas. ¡Y no estaba muerto! “Huija”, grité, “hurra, hermanos, respira y mueve la cola”. Sebastián batió palmas y se arrastró hasta el lavatorio, dejando como siempre limaduras de saliva en el piso; y se prendió a la goteante canilla, lamiéndola, para engañar

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el estómago. El Loco, que no cabía de gozo en su rayada piel, le hizo un chiste de festejación: corrió tras él, lo tomó de las casi invisibles piernas, y lo metió de cabeza en el inodoro. Y tiró la cadena varias veces como broche de oro. Me reí a más no poder, retorciéndome, a la vez me arrastraba óyo tambiénó hacia nuestro descojonado baño. “¡Uy uy uy, qué bueno!”, dije, “hacéselo otra vez; yo te ayudo, Loco”. El Patrón me miró con el asco en los ojos, y provisto de súbita jeringa me aplicó una inyección de brillantina sólida: endovenosa. A los tumbos, desesperado, a punto de desmayarme vomitar o cagar hasta las tripas, fui a remodelarme a un rincón, esperando que Sebastián se permitiera algún comentario para arrancarle la piel a dentelladas, convertirlo en una pura llaga. Alcira dijo: “Yo quiero acunarlo a Atilio Taneredo Vacán; a ese chico ya se le para”. “Mierda: tomá tomá y tomá: ¡es pa mí nomás!”, se opuso la Carla Greta Terón. Alcira Fafó se le abalanzó para degollarla con una navaja, y como se lo impedimos le gritó, a la otra que ya se revolcaba garchando con su hijo: “ojalá que un gato rabioso se te meta en la concha y te arañe arañe arañe, la puta que te parió!” Estallaron todos los vidrios de la casa, se hicieron añicos. La primer bola de fuego incendió la cabellera de Alcira. Esta vez, en serio, fue necesario recurrir al chiste que se le hiciera a Sebastián, que semiahogado hipaba sobre unos titulares revolucionarios. La segunda bola de fuego calcinó la mano izquierda de Carla Greta Terón. Entonces apareció mi mujer. Con nuestra hija entre los brazos, recubierta por ese aire tan suyo de engañosa juventud, emergía, lumínica y casi pura, contra el fondo del fiord. Los buques navegaban lentamente, mugiendo, desde el río hacia el mar. La niebla esfumaba las siluetas de los estibadores; pero hasta nosotros llegaba, desde el pequeño puerto, el bordoneo de innumerables guitarras, el fino cantar de las rubias lavanderas. Una galería de retratos de poetas ingleses de fines del siglo XVIII brilló, intensamente, durante un segundo, en la oscuridad. Pero no se acabó lo que se daba. Continuó bajo otras formas, encadenándose eslabón por eslabón. No perdonando ningún vacío, convirtiendo cada eventual vacío en el punto nodal de todas las fuerzas contrarias en tensión. Por algo los vidrios se habían roto y eran bolas de fuego los ojos del lúcido, del crítico Sebastián. Tampoco era casual que mis manos rompieran el invisible aire de su contorno y, algo lastimadas, se extendieran hacia la figura de mi mujer, aunque luego


se detuvieran a mitad de camino, crispadas, convertidas en dos puños increpantes, incapaces incluso de la salutación. Ella me mostró sus tobillos: dos muñones sangrantes. Ella transportaba en la mano derecha sus pies aserrados. Y me los ofrendaba a mí, a mí, que sólo me atrevía a mirarlos de reojo. Que no podía aceptarlos ni escupir sobre ellos. Que ahora miraba nuevamente hacia el fiord y veía, allá, sobre las tranquilas aguas, tranquilas y oscuras, estallar pequeños soles crepusculares entre nubes de gases, unos tras otros. Y hoces, además, desligadas eterna o momentáneamente de sus respectivos martillos, y fragmentos de burdas svásticas de alquitrán: Dios Patria Hogar; y una sonora muchedumbre óen ella yo podía distinguir con absoluto rigor el rostro de cada uno de nosotrosó penetrando con banderas en la ortopédica sonrisa del Viejo Perón. No sabemos bien qué ocurrió después de Huerta Grande. Ocurrió. Vacío y punto nodal de todas las fuerzas contrarias en tensión. Ocurrió. La acción óromperó debe continuar. Y sólo engendrará acción. Mi mujer me ofrece sus pies, que manan sangre, y yo los miro. Me pregunto si yo figuro en el gran libro de los verdugos y ella en el de las víctimas. O si es al revés. O si los dos estamos inscriptos en ambos libros. Verdugos y verdugueados. No importa en definitiva: éstos son problemas para el lúcido, para el crítico Sebastián: él sabrá prenderse con su hocico de comadreja a cualquier agujero que destile humanidad. No le damos ni le daremos de comer. Ni de cojer. Jamás. Atilio Tancredo Vacán ya gatea. Chupa de la teta de su madre una telaraña que no lo nutre, seca ideología. El Loco me mira mirándome degradándome a víctima suya: entonces, ya lo estoy jodiendo. Paso a ser su verdugo. Pero no se acabó ni se acabará lo que se daba. El Loco Rodríguez forzó con el cabo del látigo la puerta del comedor Chippendale. Tomó a Atilio Tancredo Vacán en sus brazos y se sentó a la cabecera de la mesa, acunándolo. Yo engrillé al entrañable Sebas para conducirlo al comedor; allí lo encadené a una argolla de hierro fijada en la pared especialmente para [51]


él. Quiso rehuir la cena pretextando su cáncer Alcira Fafó; a mí con esas; le hinqué, sin más, mi estilográfica en un seno, que allí quedó colgando, apenas prendida de la piel, y la obligué óy no ogarché, como dice Sebasó a sentarse a la siniestra del Loco. Quedaba por ubicar Carla Greta Terón, menester incluido en mi pliego de obligaciones porque yo era el maître. Me cuadré, sin embargo, frente al Trompa Capanga, Amo y Señor, esperando órdenes, que no tardaron en llegar. “Traigalá, nomás, rodando en su cama; la rociaremos con unas salsas para evitar que la carne la afecte”, dijo, y repitió “ecte”, con despectivo gesto, tras lo cual me aplicó (desprecio tras desprecio) un papirotazo en la cabeza de la garcha. Pero no hay amargura que a mí me derrote: hasta el dormitorio fui al trote, golpeándome la boca con la mano, dando alaridos, como hacen los indios. Pegué un resbalón de órdago con el apuro y la payasada, apuro plenamente justificado porque llegué justo a tiempo: Carla Greta Terón ya había llenado de agua su enorme vaso azul de material plástico, y se disponía a abrir la caja de útiles donde guardaba mortales dosis de barbitúricos. “Oh no, no”, le dije, “con barbitúricos no, batracia”, y la conduje hasta el ventanal del techo y le mostré el fiord grávido de luna. La tomé dulcemente de la mano y le miré el culo con fijeza obsesiva. Tragué saliva. “¿Ves?”, le dije, mientras apartaba el humo con la mano para mostrarle una estremecedora asamblea de mecánicos de pie con la soga al cuello. “¿Ves?”, insistí, al mismo tiempo que dejaba caer mi sinuoso perfil sobre sus redondas tetas. Un asambleísta caminaba sobre las acolchadas cabezas de los otros, profetizando: “Jamás seremos vandoristas, jamás seremos vandoristas”. En seguida quedó inmóvil y empezó a cuartearse. Carla Greta Terón se desperezó como un gato y arrojó las letales pastillas al orinal. Aferré con mis dós manos la caja de útiles (era en forma de barca) y la estrujé contra mi pecho desnudo. “Si yo pudiera poseer esta caja de útiles no me importaría perder el resto”, mentí. Y ella, la dulce, la incomparable Carla Greta Terón, asintió con el ondular de su hermosa cabellera. Yo me postré a sus pies y le besé las mantecosas rodillas. Empuñé mi miembro y le aparté con los dedos los pelos vaginales. Copulamos. Fue un polvacho rápido y frenético. Antes de echarnos el segundo ella me convenció de que me sacara las medias y el escapulario, mi única vestimenta. Y medias y escapulario también fueron a morir al orinal. Murieron, y ella y yo nos echamos el segundo. Perfecto. Qué lindos pechos los de Carla Greta Terón. Se los remamé hasta de leche materna empacharme. Cojer fue una gran alegría para ambos, cojer y acabar juntos, moción aprobada por unanimidad. Y cuando entré al comedor empujando la cama, yo, yo era otro. [52]


Simultáneamente Sebastián y yo intercambiamos imperceptibles guiños con nuestros respectivos ojos (izquierdos) de la cara. Vi con alegría sonreír al entrañable Sebas, por primera vez desde que nos expulsaron de MARU: flotaba en el aire que estábamos en vísperas de grandes cambios. Tomé asiento frente al Loco y me anudé al cuello una servilleta a cuadros para no mancharme las tetillas de grasa. El Loco oprimió el botón; se escucho el previsible chasquido y del baúl tabla surgió una fuente de dos metros de diámetro. Veíase en el centro de la misma un gigantesco pavo real asado al spiedo, pero sin recurrir al vulgar expediente de quitarle sus hermosas plumas. También aparecieron docenas de botellas del tintillo de la costa que a mí me hace mover las orejas de alegría. Pero no sé por qué óo lo sé de sobraó se me cerró el estómago. Peor aún. Mis intestinos empezaron a planificar una inminente colitis. Al primer retortijón me doblé en dos y el Trompa Amo y Señor ya me miró con mala cara. “Date”, me dijo, “date”, repitió, “date tiempo para llegar hasta la chata: una sola vez te lo prevengo”. Oh, sí: en la guerra revolucionaria uno tiene que ser ladino: “Si no es nada, si ya se me va a pasar, paisano”, contesté, poniendo mi mejor cara de boludo. E ipso facto me cagué con alma y vida. Estruendosamente, para colmo. Una mueca de incontenible ira ensombreció el rostro del Loco, quien con esa habilidad que sólo puede dar la costumbre, sacó de su canana una puntera de acero y la añadió al extremo del Látigo. Pero el asombro lo detuvo, porque yo, mirándolo a los ojos y con una sonrisa de oreja a oreja, me recontracagué nuevamente. Alcira Fafó se mordió una mano para contener el grito, mientras Carla Greta Terón liberaba su angustia macheteándose con un mayúsculo consolador. Fue tremenda mi tercera deposición: salpiqué hasta el cielo raso, el cual quedó como hollado por patas de fieras, aunque era sólo mierda. Y entonces El Loco se resignó; vino hasta mí, me arrastró de los pelos por mi propia porquería, y levantó, dispuesto al castigo, el temible-hermoso LATIGO. El deseo de asegurarse una victoria aplastante, sin embargo, conspiró contra él: antes de empezar a pacificarme giró la vista para vigilar a Sebastián: lo sorprendió [53]


en cuatro patas, mostrándole airado sus verdinegros colmillos. Entonces El Loco cifró todas sus posibilidades en su rapidez de tigre. De una patada de taquito lo descuajeringó al estratégico Sebas, y luego se dedicó exclusivamente a mí. El primer LATIGAZO me arrepolló la oreja izquierda. Perdí toda mi tibieza centrista y grité, grité como un poseso: “¡Arriba los Pobres del Mundo!”, y “¡Atrás, Atrás, Chancho Burgués¡”. El segundo me incrustó el esternón en la pared del estómago, toda cubierta de musgo. El tercero me arrancó un testículo y vi mi sangre. Con ella regando las baldosas del piso, inicié un desaforado recule en dirección al guerriloto Sebas, quien cuando estuve a su alcance me recibió con una tocadita de upite a modo de aliento y de saludo. El Señor Amo Capanga Loco levantó su látigo para estrechar vínculos conmigo por cuarta vez, y como de costumbre yo estuve en un tris de salir cagando aceite. Se me ocurrió llamar a la Sociedad Protectora del Prototraidor, pero un trallazo se me introdujo en la boca cuando la abrí para gritar: “Auxilio, socorro al cagón”, a través del teléfono. Sebastián gesticuló, muequeó, supuró, parió. Rápidamente yo tenía que definir la situación. La cantidad se transforma en calidad. O los fabulosos latigazos del Loco terminarían gustándome, era de cajón. Uno más y a la mierda la rebelión. Entonces, el lúcido, insurrecto Sebastián, volvería a pasarlas muy mal acusado de ideólogo: nuevamente para él, ayunos, lecturas censuradas, pizcas de picana, castidad, prohibidas incluso la homosexualidad a solas y la solidaria masturbación. Y tuvimos suerte, sin embargo: El Loco volvió a desviar su atención hacia Sebas, que pretendía refregarle por el rostro un panfleto recién redactado. El Patrón Rodríguez lo pateó un poco al livianito Bástian,


hizo jueguito con él para obligarlo a planear por el aire; cuando Sebastián planeó, ensartóle El Loco el mango del látigo en el raquítico culo; Sebas describió su parábola profiriendo un “ah” melodioso, y postróse en un rincón luego del inevitable estrellamiento de su cráneo contra el muro: evidentemente, nuestra anterior militancia en el MRP no nos estaba sirviendo de mucho. Patria o Muerte: reaccioné con todo. Me le prendí con los dientes del carnudo hombro al restallante Loco. Parando los ojos como un santito vi el agrandamiento de los poros de su cara, el extrañamiento de cada fibra de su piel. Como dándole un vuelco al mundo, contemplé toda su gama de fisuras. Descubrí que tenía dientes postizos, nariz de cartón, una oreja ortopédica (de sarga). Sebastián comprendió lo que estaba ocurriendo y carcajeó por mí, allá en su rincón. Atilio Tancredo Vacán fue amorosamente depositado sobre el intacto pavo y las mujeres iniciaron un baile esgrimiendo cuchillos y tenedores: ellas estaban desnudas. La sangre del Mordido en olas se me colaba entre los dientes y me inundaba la boca. La Carla Greta Terón convertida ya en una S, en una Z, en una K o en una M rabiosa señalaba desesperada los huevos de nuestro ex amo y señor. Les pegué un rodillazo y se hicieron añicos: construidos estaban de frágil cristal. El Sebas se las ingenió como pudo para traerme la morsa. Apreté con ella la pierna derecha del Capado y comprobé con placer que la misma se encogía y enflaquecía tremendamente, hasta parecer la piernezuela despreciable de un bebé de pocos meses, algo que daba asco. El abrileño Bastián sometió su cuerpo quebrantado por el exilio a otro esfuerzo encomiable: arrastró hasta mí el descomunal revólver del Lejano Oeste que el Apretado guardaba celosamente en un cajón de ciruelas. Al entregármelo él reía como un bendito, y de puro gaucho corajudo y montonero nomás se encaprichó en montar el gatillo. Desde diez centímetros de distancia. apunté: la mira del revólver enfocaba la rodilla izquierda de Rodríguez. Oprimí el gatillo. ¡Qué infantil alegría cuando sonó el disparo! La bala se incrustó entre los quebradizos huesos sin orificio de salida. Hubo un derrame interno y óadvertíó la pierna se puso negra. Repetí la operación ahora con el oído derecho del Baleado. Apreté el gatillo. Sonó el disparo. La cara, el cráneo entero del Iguez se [55]


puso negro. Ennegreciósele hasta el blanco de los ojos. Sólo la dentadura apretada-encastrada hasta crujirle de dolor permaneció blanca y luciente. “Ae ae”, lo remedaron Alcira Fafó y Carla Greta Terón; y “no lo despenes pronto”, me rogaron. “Y dale dale dale” mumuró haciéndose el chiquito el burguecida Bastiansebas, quien ya despojado de innecesarias reglas de seguridad, me preguntó: “¿Cómo te llamas?”. “Rondibaras, Asangüi, Mihirlys”, repuse, y él me tranquilizó con un rotundo “ta bien” mientras se apretaba el ombligo para que el pus saliera. Atilio Tancredo Vacán guardaba un terco silencio, pero se hacía la paja. Y no todo era mentira, cosa prefabricada, representación dolosa en la estructura de Rodríguez, jaspeada por hermosas vetas de carne humana. Apunté a una de ellas; hice fuego con cierta tristeza; la sangre avanzó hacia mí como pidiéndome amparo. ¿Y si se lo daba? El rojo chorro en espiral se me anudó al cuello igual que una bufanda. La dogmática, lúcida Alcira, me increpó: “Rajáte ya mismo de ese repugnante--pugñoso oropel ! “. Desgarrándome, cabalgando sobre ciertas inquietudes del pasado óque al fin y al cabo existióó me rajé del oropel. Cerré los ojos e intenté continuar mi obra, en el último minuto. ¿Y si al Agonizante le propusiera un Frente, un Pacto Programático sobre la base de. Por qué no? Temblé. Ahora las riendas de la situación estaban en las manos de la implacable Alcira Fafó, Amena Forbes, Aba Fihur. Que me apartó de un empujón y clavó en la nuca del Sangrante un esterilizado punzón de cincuenta centímetros de largo. Rez murió en el acto. El revólver colgaba flojamente de mi brazo. Basti me miró a mí y yo a él: habíamos vivido para ese momento. La habilidad de Arafó nos marginaba. Ella se movía como un pez en el agua. Con impecable y despersonalizada técnica organizó el descuartizamiento del hombre que acababa de morir; luego, hizo un rápido movimiento, imperceptible casi, para agarrar el látigo, pero, astuta se contuvo. Primero seccionó el pito, que fue a parar, dando vueltas por el aire, a las manos de Cali Griselda Tirembón; de ellas, a una sartén con aceite hirviendo. Lo que quedó de la hermosa veta de carne humana encontró su destino final en nuestro pútrido inodoro: Aicyrfó tuvo el especial cuidado de dividir la veta en pequeños trozos con su ALFILER De Marras, para luego hacerlos desaparecer sin pérdida de tiempo. Cortó también la pierna achicada y se la dio a despellejar a Alejo Varilio Basán, fanático de la masturbación. Ella se comió los ojos. Cagreta la cabeza entera. Yo, una mano crispada. El Basti lamió en su rincón trozos irreconocibles, y unas hormigas invasoras liquidaron el resto. [56]


Sonó el gong. Era La Loca del Alfiler haciéndolo sonar. Sonó el gong. Era ella, levantando la tapa de la sartén y aspirando el aroma con fruición. Probaba con una bolita de miga de pan el ahora vitaminizado aceite y nos miraba a todos con ojos chispeantes. Golpeó otra vez el gong y luego batió palmas con el Alfiler entre los dientes. Todos nos sentamos a la mesa sin chistar. Nos sirvió a cada uno un pedazo de porongo frito, que cada uno devoró a su manera, murmurando apenas aquello de “con tu pan te lo comas”. Recuerdo que me soné los mocos con los dedos y me los colgué de las pestañas, como si fueran lágrimas. Tenía perfecta conciencia. El desesperado rumor venía de la sala. Mi mujer sometía la cerradura del ventanal del techo al trabajo de sus dientes. Sin pies, era difícil que pudiera afirmarse, abrir, luego de romper la cerradura con los dientes. Cedió la cerradura con un clanc de lo más austero. El barco partió, zarpó una vez más, luego de dejar a su única pasajera. Ella apareció en la puerta del comedor con la boca destrozada pero sin nuestra hija, que ahora seguramente aguardaba en algún lugar del puerto, otro barco, que tampoco tardaría en zarpar. Mi mujer apretó los labios. Sus ojos azules a todos nos abarcaron, en silencio. Vino hasta mí y me enseñó sus muñecas: dos muñones sangrantes. Apretaba entre las encías sus manos aserradas. Sin rabia, las escupió sobre la mesa. Hice un esfuerzo y me aproximé para verlas, verlas con los ojos bien abiertos. La izquierda se posó sobre la derecha; luego, la derecha sobre la izquierda. Tomaron una flor artificial del centro de mesa y la estrujaron. Los pétalos me golpearon en plena cara. Ella se fue, caminando de rodillas. Las inscripciones luminosas arrojaban esporádica luz sobre nuestros rostros. “No Seremos Nunca Carne Bolchevique Dios Patria Hogar”. “Dos, Tres Vietnam”. “Perón Es Revolución”. “Solidaridad Activa Con Las

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Guerrillas”. “Por Un Ampliofrente Propaz”. Alcira Fafó fumaba el clásico cigarrillo de sobremesa y disfrutaba. Hacía coincidir sus bocanadas de humo con los huecos de las letras, que eran de mil colores. Me lo agarró al entrañable Sebas de una oreja y lo derrumbó bajo el peso de la bandera. Yo la ayudé a incrustarle el mástil en el escuálido hombro: para él era un honor, después de todo. Así, salimos en manifestación


SUMIDERO [speculumveritatis] Pablo Flores (Ecuador, 1988)

-ISabemos cómo la redención es palpable por el titubeo de otros en la avanzada tan grande llamada cuerpo, por más leve sea el herrumbre que su vientre conjura, olvidamos un templo sin dios y su insignia tatuada en sus paredes: desmadejar de la noche ajusticiada por el embate de dos cauces su desvelo. Escapamos de nuestras predicaciones y las formas de luz que aglutinan una ruptura tediosa en el andarivel que ahora toman todos los súbditos en su camino de retorno al enrojecido embate de dos cráneos aguardando la piedra que los desgaje de una vez por todas. Nuestro mecimiento ante la espera es el deseo que desvanece entre las vidas de personas que jamás conoceremos. Un florecer de bruma seca atisba el origen de la corriente congelada de los ríos aumentando su sed de caballos salvajes. Vida la gran puta has de prevalecer en la algarabía de un mundo falleciente a su lustrado de página artificial abierta como desplome de todos los cielos de ofidios enredados en más ofidios hasta que la muerte nos separe de la negación infame de todos los procederes del tacto. Dame el perdón tras derramar mirra sobre el pellejo deshuesado con su fuerza eréctil. Nadie nos atraviesa como la cáscara del bilioso sexo cegando su cántaro. Di algo para caer en cuenta de que existimos y lo que ahora escribo es moscón de la labia más grande escrita. Que los dos si somos uno vapuleando la querella de las estrellas temblando su rostro entre las ramas. -IIIN PARTIBUS INFIDELIUM. Nuestro trazado de nervios retumba sobre el objeto sagrado ennegreciéndose de tal forma que la explanada de procesiones nutre el espíritu, se diría que sombra y abandono son lo mismo en este momento, pero el atravesar la carne fresca siempre se es reclamado para llegar hasta aquí, a esta pobre ensoñación que traen las ciudades lejanas y su mutilado cortejo de cenizas: DIOS LOS CRIÓ, Y CAYERON TODOS LOS PÁJAROS DEL MUNDO. DEMASIADOS INTERSTICIOS EN LA CONGREGACIÓN DEL MAR POR SALIR FUERA DE SUS AFLUENTES SECOS, AQUÍ NO HAY RASTROS DE VOCES FILMADAS, NO HAY RASTRO DE SEMEN ESPARCIDO POR EL PALADAR BLANDO DE LA MUJER QUE NOS AGUARDA. [59]


-IIIHay que recordar Madre que los tirones de piedra poco recubrían el amuleto de todos escondidos en sus casas masturbándose a cábalas de ser nadie. Muebles como putas rodantes cargadas de joyas y dientes agujerados en fulgente satería de ladrones pegados a sus lápidas que son tesoros. La paciencia recordó el vuelo de la mosca y su descanso posterior sobre la lengua. Con el tiempo tendremos que contar como llegamos hasta acá. Pero por ahora ignóralos, que no saben lo que hacen sobre la pulimentada cadena de ríos que empiezan de nuevo su retorno a la erección fálica de la corona de Cristo. El ritmo liendre sobre las costas esculpidas en su meollo de zarza por eso nos hace decir su nombre en voz alta hasta hastiarnos con el mal que no calla el beso del hijo. Y el riesgo era matarnos y no había retorno certero sobre la enormidad del muñón mostrando su interno temblor de hojarasca divina. De lo eterno y lo divino los montones de escombros apilados sobre una cadena humana dignifican el haberlo sabido todo, haberlo hecho todo, inclusive la relatividad del espacio entre dos líneas que jamás se unirán, el tropiezo en tropel que brutamente decae en las bestias de laberinto y Heráclito como salvador de la tragedia sosteniendo su celo pasivo hacia la fanfarria de todos los mal paridos del universo que no ven las estrellas como nombres y los nombres como estrellas. Divinidad y suplico reivindicándose como el estupor culiado de la raza humana. -IVSobre el esperma ascendiendo de su abrojo comenzamos a respirar tranquilas nuevamente Madre. Pueden no sentirnos bajo estas tierras Madre. Calostro de sed tenían los hombres y mujeres viajantes ante el cortejo de los ojos de buey que se acercaban y se alejaban como una raíz cortada de su ceguera ardiente. El paisaje era agreste y atravesado por alfombras voladoras. ¿Recuerdas? Algo así como que yo también he soñado ser tu madre, tu puta madre. EL CALOR ERA INSOPORTABLE EN LAS SEÑAS QUE NOS HABÍAN TATUADO DEBAJO DE LA LENGUA. LO POCO QUE SOMOS SE LO DEBEMOS A NADIE

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Nemiltia

Verónica G. Arredondo (Guanajuato, 1984)

Animar, hacer vivir, dar vida a alguien. Diccionario de la lengua Náhuatl o mexicana

un soplo la ha d e s p l a z a d o su estela energía fragmentada deform-a-morfa sigue trazando un camino mas no hay rastro ha olvidado cuándo empezó a moverse y sigue moviéndose por influjo del ipalnemoani (aquél que nos dio la vida) esfera blanca billar aéreo va golpeando otras esferas determina su caída en agujeros negros sigue una línea recta ¿sabe a dónde se dirige? ¿sigue transformándose en espejo de otras? galopando crea figuras Ometéotl la dualidad primera : Ometecuhtli (dos veces señor presidía el nacimiento de los varones) Omecíhuatl (dos veces mujer presidía el nacimiento de la niñas) dieron luz a cuatro hijos [los cuatro puntos cardinales]

Tezcatlipoca universal e invisible con su espejo humeante

Quetzalcóatl envuelto en plumas de quetzal dios viento

Huitzilopochtli dios sol colibrí guerrero azul

Tezcatlipoca el guerrero rojo [61]


o Xipe Topec les fue encargada la tarea de crear (Nitla-tlacaltia) dar figura y rostro a otros dioses al mundo y a los hombres en el principio creación o destrucción silencio : serpiente mordiéndose la cola luego el rumor hecho viento deslizándose sobre el mar moja sus piecitos descalzos al fondo el horizonte un sacrificio hombre arrebatado de entrañas se vierte en una olla de barro la sangre para pintar el cielo aquel desollado entre lengüetazos enardecidos así se [re]crea el fuego para que el hombre no fuera presa de sombras y bestias [o de sí mismo] al ocaso seguimos todos el rumbo del dios Tezcatlipoca vamos a encontrarnos los huecos del rostro en su espejo vamos con palma abierta en llamas guardando en el corazón una ofrenda (y el corazón está contento noyolo paqui) otros la llevan en los ojos sellados por el cálido baso del óxido allá vamos todos a navegar entre islas luciérnagas (y sólo desde ahí podremos ver donde habitan las aves nocturnas) si te has preguntado ¿por qué las parvadas siguen al dios Tonatiuh? ¿por qué los antiguos descifraron el futuro en ellas? cual girasol seguirán hasta el fin de los tiempos rumbo al oriente van por el sendero mictlampa (a la mansión silencio dijo Nezahualcóyotl) parvada incendia tus alas trazando figuras

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sé escala de un acorde triángulo incompleto flecha sin arco romboide serpentina en fuga cuando nace la noche por el umbral desciende al inframundo Huitzilopochtli lanza al cielo la cabeza de Coyolxauhqui la mujer desmembrada (diosa lunar metztli / de la noche youalli ) devorado vuelve al amanecer con la luz triunfal ¿cuando en el sueño abrimos los ojos nos invade acaso la mirada el dios sol muerto?

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Adentro, la isla Bruno Ríos (Texas, 1988)

A Juan Carlos de Sancho

Adentro de mí hay una isla que soy. La vi cuando tenía las manos llenas de arena, el ardor de pezones niños con el vaivén, olas pesadas que Cortés nunca conoció en su mar. La isla la pueblan muebles, negros, abruptos en manos sostenidas por el filo de un picadientes, o también la sola imagen del inundarme sobre los jabones, guardados bajo llave. Tiene una montaña de sal, y la cubren las sábanas de mi cuerpo, para que no la encuentren; una isla imaginaria, una isla de Alcatraz, hecha con el jade callado de mis recuerdos. Adentro, la isla es el último refugio, mi último desierto, las naranjas que se hicieron dulces, que corté de los árboles prohibidos. Es mi naranja de Adán, las pasiones, los brazos de una cubana imposible, o el espumarajo cabalgante de la orilla. [64]


No hay fronteras en mi isla, tampoco herrumbre, sino peces sedientos, eternamente buscando. La isla imaginada, espacio en que me pierdo para poder volver

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E

n el ciclo de documentales cosmogónicos de Radiador, los invitamos a darse una vuelta por la empresa que ha producido, de manera consciente, daños irreparables sobre la población mundial y el entorno. ¿Vivimos en un mundo donde el dinero avala cualquier cosa? ¿Patentar la base alimenticia es una excelente manera de dominar las naciones? Esta y otras preguntas se irán revelenado a lo largo de las historia de la multinacional


E

xcelente documental para pensar el mundo. La filosofĂ­a como la base para idear mejores preguntas.

Radiador Magazine te invita a ver, y cuestionar, este largometraje acompaĂąado de una serie de ilustres pensadores


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http://vidadeescritores.tumblr.com/

Cosmovisiones


Fragmentario sobre el existir Luis Puris (Perú, 1987)

SIN TÍTULO 1 De esos polvos desérticos / cuando no tuvo tiempo de pensarse / había crecido sin saberse efecto / o quizá en supremo causa / como si su espacio hubiese querido mostrarse ante su insignificancia / y desde esa insignificancia hubiese podido nombrarse a sí mismo. / De la luz que quiso ser vista había apartado para siempre su oscuridad / hallándose eternamente desnudo / mientras participaba de ese gran viaje en el vacío. SIN TÍTULO 2 Su albura no fue más que el silencio que lo vistió de oscuridad / no pensándose innumerable se echó al andar / desde su principio que no fue en su hogar / le sucedió el miedo de quedarse en aquello / como si finalmente el hogar fuese quien primero se hastiase. / Supo amar e idolatrar a aquello que le engendró desde el momento en que le despertó el alba / y ahora bien, como si hubiese de pronto llegado el ocaso a su memoria / no ha parado de quedarse en el mismo hoyo / haciéndolo más enorme que su entendimiento. SIN TÍTULO 3 Es de sí / de quien vino el todo. Es / él, entonces que vino de la nada para sumergirse en todo / y ese todo no fue guardado sino en su absoluto ser / que no es el mismo que lo mantiene dejando huellas. / Es esa memoria absoluta / y no él, quien apenas es un instante en aquello que no fue y no será / antes ni después de que él llegue o se marche. / Es aquel eterno moverse que suscita el principio / y el final de la cualidad más magnífica de lo que ocupa un lugar en el vacío. SIN TÍTULO 4 Lo que se va no estuvo aquí / sino para horadar el instante de lo que avanza / antes de que lo inusitado empiece a multiplicarse y a moverse por sí mismo /y, sea ‘él’ / al fin, quien defina sus pasos entre los límites de su espacio / mientras lo que no tiene prisa pase a través de él / en su indefinido avance. / Y, es él y los varios que vinieron de la misma hondura del desorden / que con tenacidad transitan lo que no se detiene / ordenando el caos. SIN TÍTULO 5 Dejándose llevar en el tiempo / procura una distancia de sí mismo / cual fuese que no pudiese –tan solo –consigo existir / y se ha adaptado a su suelo / como si este fuese su principio y su final. / Corre en círculos a fin de dar más pisadas en su inexplicable andar / como si las huellas que dejó permaneciesen en comparación suyo / cual el avance de ese

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andar lo llevase a terminar con su eterna ansiedad. / Y sigue aquí / aunque hace mucho se ha marchado al encuentro consigo mismo / cuando ya sea apenas un rayo invisible. SIN TÍTULO 6 Avanza sin dudar de la distancia que lo separa de su propio límite / como si nunca fuese a acabársele el camino o ‘él’ / sino apenas su suelo y su cuerpo. / Muere de vez en vez / y, sin embargo / aún se mueve sobre la superficie de su hogar / cambia de color y de forma / está aquí y (pronto estará) allí. / Cual sin él o sin ellos como él / esto que fue forjándose desde la explosión / no pudiese existir. / Está en él o en ellos / que volverán a ser uno / al desprenderse de su color y su forma / vagando en su eternidad, hasta repetir el ciclo

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Ojos Cuprum Yeudiel Infante

(Estado de México, 1989)

I. Ojos cuprum. Otra vez te vi brillando. Niegas a ratos que sabes mi silencio. Pero lo sabes. Me extiendes tus manos. Gritas algo que hacemos. Y hoy estabas más bella. ¡San Marcos Shangó! Saber que sabes. ¿Qué sabes? Decir lo que evito. Haces algo que gritamos. ¿Qué sé? Yo sacudo mis brazos. Y suenan brazaletes. Sabes a todo el tiempo. ¿A qué sabes? A un beso dicho. Sólo dicho. II. Sabes que yo sé. Pídeme un silencio, astro. Dime un beso, noche.

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Caridad del cobre. Y el beso sólo dicho. Sonríes con la mirada. Todo tiene sentido. Tu ‘sí’ rompe mi ‘no’ Suspiro un tranquilo adiós. Me extingues en tus manos. Y ese beso... Sólo dicho. Pensarnos pensando. Pides bajito reinventar tanto. Hoy toqué tu mano y conocí a Ossaín. La vida como un tema. Nuestro tema. (Escribo lento la palabra ‘nuestro’) Bailamos nuestro tema al ritmo de la canción que inventamos. La que aceleras. Y un beso sólo dicho. III. Mirar la sonrisa, evitar lo que decimos, te silencio un ‘sí’ Nos evitamos. Sed de conocernos,

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sincretismo. Parece que me sabes tanto. Y yo te sé tan poco. Cada día menos. Ahora siempre es sábado. Y yo me vuelvo loco. Ojos cuprum. Otra vez te ví llorando. ¡San Cayetano Esú! Tú remas en tu bote

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La caverna de

arquitectura integral regional


A finales de 1940, el artista visual y arquitecto mexicano considerado como el precursor del funcionalismo en Latinoaméric que siguió los preceptos del padre de la “Arquitectura Orgánica” siendo una de las obras maestras de O’Gorman, estuvo ubicada e autor vivió en ella hasta 1969, cuando fue vendida y posteriorm de 1982 O’Gorman se quitó la vida en una casa funcionalista.


Juan O’Gorman, quien fuera ca, dió origen a la primera casa Frank Lloyd Wright. Dicha casa, en Av. San Jerónimo No.162 y el mente demolida. El 18 de Enero

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Empotrada en la roca [la casa] de tal manera que la de formación natural en la lava, todos los muros se con el doble propósito de ahorrar cimientos y obtener f rocoso formado por la erupción volcánica. Para obtener que calentaba e iluminaba a la pied


estancia queda cubierta en parte por una media burbuja e construyeron siguiendo en planta la forma de la lava, formas sugeridas por la conformación natural del terreno calor por medio de los rayos solares, se dejó un tragaluz dra interior y a las plantas naturales�


si va a renovarse la arquitectura, si ha de reinterpretarse su auténtica función tras años de descuido, el retorno al estado “preconsciente” de la edificación o alternativamente, al alborear de la conciencia, pondrá de manifiesto aquellas ideas primarias de las que surge una genuina comprensión de las formas arquitectónicas”



M

e he sentado a esperar la vejez. No pienso ni hago nada hasta que llegue otra generación a desempolvar el brío, los libros dorados, las matemáticas, el cuerpo, el alma, el universo, todo ese conocimiento sepultado por el rencor, la gnosis que demuestra que lo infinito está en lo finito donde está, realmente, el universo. Florecí más que nadie pero perfidia cayó sobre mí, doblándome como una flor, herrumbrándome, y fui silenciado. Maitreya pasó desapercibido como una sombra por la vida, ¿no dan ganas de llorar? Enrique Verástegui de Teoría de los Cambios


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