[Radiador] No.35

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Xibalbá [Fotografía]: Jaime Culebro Fría Ciudad en Llamas: Tito Manfred

Textos: Martín Rangel Daniel Malpaso Mónica Hernández Mendoza Luis Eduardo García Martín García López Julio E. Ruiz Monroy Martha Rodríguez Mega Melissa Nungaray Rosamaría Bolom

Magazine Digital de Literatura

Astrolabio: Raquel Castro


CrĂŠditos y Copyright: JAlain Riazuelo


Explicación: ¿Qué es lo que probablemente verías si estuvieras frente a un agujero negro? Esta imagen fue generada por un computador y destaca cómo podrían ser vistos objetos extraños en el cosmos. Los agujeros negros tienen una fuerza gravitacional tan grande que incluso la luz se dobla notablemente hacia ellos, causando inusuales distorisiones visuales. Se piensa que los agujeros son materia en su estado más denso y sólo se tiene evidencia indirecta de su presencia en sistemas solares binarios, en el centro de galaxias, quasares, entre otros...


www.radiadormagazine.com Martín Rangel Daniel Malpaso Mónica Hernández Mendoza

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Nueva Pestaña: iai-Tv

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Xibalbá [Fotografía]: Jaime Culebro

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Luis Eduardo García Martín García López Julio E. Ruiz Monroy Martha Rodríguez Mega Melissa Nungaray

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Fría Ciudad en Llamas: Tito Manfred Astrolabio: Raquel Castro

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Rosamaría Bolom

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Esta revista es producida gracias al Programa “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes 2013, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”

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Editor en Jefe y Diseñador Daniel Malpica Curaduría Poética Emmanuel Vizcaya


[Radiador] Libre

E

n este número de [Radiador] Magazine, agradecemos a nuestros lectores y colaboradores por estos tres años de trabajo conjunto ininterrumpido y por nutrir con nuevas propuestas cada una de las ediciones de la revista. El esfuerzo siempre es mútuo. [Radiador] Magazine está en constante evolución y con el paso del tiempo ha alcanzado un espectro que fluye entre plataformas y horizontes impredecibles para el arte y la literatura. Tenemos el reto de ofrecer contenidos de calidad, pensamiento y confrontación a todos aquellos que mes con mes pasan las páginas virtuales como un mapeo de la realidad cultural latinoamericana y universal. [Radiador] Magazine, Proyector Pangeico de Transpoética Antigua, presenta ahora una edición de temática libre como punto de inicio para una nueva época. [Radiador] Magazine, tres años de navegación. La bitácora no deja de extenderse. Gracias por leer y cuestionar

Emmanuel Vizcaya


Les Fleurs Sont des Bonnes Auditrices

Himmeli Kutsuu Minua Painovoimaa, valoa

Iso L채채kelaiva


por Andrés González

SUOMI Track Avalanche

Lokki

Jazz Jazz


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Mi sistema nervioso central Martín Rangel (Pachuca, 1994)

mi novia se maquilla en el baño justo ahora yo mientras escribo un poema sobre el alprazolam escucho una canción de Micah P. Hinson (you will find me) y trago un tafil o al revés escribo: en estos momentos te encuentro hermosa como potenciar el efecto de ciertos sedantes google: cómo potenciar el efecto de ciertos sedantes me miras y dejas un cráter sobre mi sistema nervioso central me besas y se hunde la tierra se deprime la superficie de mi sistema nervioso central mientras luces tan hermosa ella mira cómo sus pestañas se ondulan frente al espejo traza el contorno de sus ojos con un lápiz negro traza la silueta del mundo sobre mi corazón sobre sus ojos en el espejo y cae la noche sobre mi sistema nervioso central

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Cuatro cenizas Daniel Malpaso (Aguascalientes, 1994)

Mirarme en el espejo es como leer algo sin saber qué significa no sé si son mis ojos o las cosas las que no me dejan verme a mí mismo pero eso que miro no es el cielo sino alguna orilla de mi mirada y si nada me reflejara estaría menos separado de las cosas a mi alrededor. Confundirme con el mundo no es mirarme más claramente y yo estoy tan vacío que lo que escucho, siento y miro me borra más de lo que me dibuja y el silencio que me rodea es lo que todavía se ve de todas las palabras borradas. No sé cuán lejos estaría de mí si diera un paso fuera de mi soledad y a veces me parecen mis sentidos y mi memoria un altavoz amplificando todo hasta que ya no puedo escuchar mi voz y hasta que ya no necesito hablar para oírme a mí mismo.

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Morir me muestra que ni siquiera mi cuerpo es completamente mĂ­o y mi tristeza es acercarme a cualquier cosa como a mi propio cadĂĄver y sentir a mi cuerpo como las orillas de mi tumba

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*** Mónica Hernández Mendoza (Guadalajara)

Frurgasm A fuerza de acordes desgarra los millones de metros que tarda tu boca en llegar a mi cuarto. Enróllalos, envuélvete en ellos y no te suicides. ¿Cómo estás John Frusciante? Te escucho sobrio y tus dientes no dejan entrar un soplo de aire más del debido. Eres una monería que guarda una sonrisa postiza y un thank you temprano por cada milímetro cuadrado del área que ocupas. Siempre que te escucho, dejas en mí el sentimiento Bauhaus de un poeta cuarentón contemporáneo que no desea ser el próximo Gutiérrez Vega. Y te diré, sin ofender, que mi goce estético es equivalente a la cantidad de segundos frurgásmicos que perdura tu masturbación sonora. Si Jesús resucitó a la eternidad, tú lo harás en la nada: entre sintetizadores y pensamientos derivados. Al pinche puto depravado pendejo que me dedeó en la calle, chingueasumadre Ojalá que estés casado, Hijodelachingada. Y que tu esposa sea virgen. Una virgen de vitrina, de esas que uno acompaña con sudor a casa, nada más para terminar hablando sin compañía. Ojalá que esa vitrina esté hecha de nudillos, baba y falos fracturados. Permíteme el placer de perforarle un círculo, justo a la medida de tu pito, para que del otro lado lo reciba una navaja que refleje la cara de tu madre. Pendejo chinga madres. Y tu virgen estará detrás de ti, esperando a que la follen cien plegarias penetrantes, cual monja de santuario

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Fósil (un relato) Luis Eduardo García (Guadalajara, 1984)

Vivía en un cuartito húmedo y sucio. Un vertedero. Cada mañana besaba a las ratas y salía a trabajar. Por las noches fumábamos yerba en su pocilga o rompíamos ventanas. Era un hombre puro. Su mente infantil conquistó a una chica. Fue lagarto y luego ciervo. Se amaban. Al casarme dejé de frecuentar a mis amigos. Los años taladraron. Él se fue de la colonia. Supe que había cambiado la yerba por las anfetaminas. Las anfetaminas por el thinner. Que su débil cerebro fue comida de pirañas. Su familia lo internó una y otra vez. Su novia se cansó. Luego vino la indigencia. En la calle le prendieron fuego.

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Lo cortaron. Su carne desapareció. Hace meses vino a visitarme. Herido. Olía a solvente y a mierda. La gente lo miró con asco. Yo lo hice también. Habló de las noches de droga y vidrios rotos. De los viejos amigos. De su antigua novia a la que siempre amará. Cayó congelado en algún lugar que ya no existe. El fósil de un tiempo más bello. Me dijo hermano mientras yo contenía las náuseas. Era un tumor en mi vida. En el mundo. Luego me sentí culpable. Le di un par de consejos y algunas monedas. Ahora viene cada mes. Su cabeza de nutria vacía excepto por algunos recuerdos. Una estopa en la mano. Triturado hace años sin saberlo. Seco. Un planeta muerto que sigue su órbita

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¿Por qué chingados necesito una acta nueva? Martín García López (Querétaro, 1991)

Para entrar en la universidad me pidieron el Acta de nacimiento. Una más reciente y no ésta tan jodida. ¿Por qué chingados quieren un acta nueva? ¿Qué tienen de malo las actas viejas, arrugadas, amarillas, rotas? Además, no tiene más de 18 años que nací. Tuve que pararme a las 7 de la mañana. Y entre despertar y cabecear apenas pude ir a tomarme un jugo de naranja y un café. Pero aún así sentía la cruda. No terminaba de curármela. Chance un agua mineral y ya´stuvo, no hay pedo, en un Oxxo me detengo y la compro. Formado ya en la fila del Registro civil sostenía el agua mineral en la mano. Sólo unos chorritos y le doy cuello. Pinche cruda. Me lleva la chingada. Delante de mí hay 15 siglos. Me mordí los labios. Ya no cabeceaba. Sentía cómo mi vientre se inflaba y, para terminar de chingarla, la señora de negro en la ventanilla no se apuraba. ¿Por qué chingados necesito un acta de nacimiento nueva? Apenas tengo 18 años.

–Avancen –dijo la señora de negro.

¡Qué bien, sólo faltan 14 siglos y será mi turno! Y aunque estoy tan pinché ojerosos y cansado se que lo estaré más a los 24 años cuando no encuentre trabajo y este chambeando de taxista y tenga que venir por un acta nueva y diga: ¿Por qué chingados necesito un acta de nacimiento nueva? Apenas tengo 24 años. Me están entrando ganas de mear. No quiero dar más pasos. Así falten 13 siglos para llegar no me voy a mover de aquí. Pinche jugo mezclado con café y agua mineral. Apuesto a que están cogiendo los 3, dándose sus arrimones en mi vejiga, violándose al six de anoche que me tomé. Me pica el vientre y se me inflama, las piernas me tiemblan, me suda la cara. Me estoy meando y pensaré lo mismo cuando tenga 32 años y sea panzón y esté formado en la misma fila sin avanzar y diga: ¿Por qué chingados necesito un acta de nacimiento nueva? Apenas tengo 32 años. Estoy a 7 siglos de llegar. Ya no aguanto el sudor, ya debería de rendirme y salir de la fila para ir a mear. ¡Eso es! Le pediré al señor de enfrente que me aparte mi lugar en lo que voy al baño. –Disculpe señor –toqué su hombro y dio la vuelta un hombre calvo que se relamía los labios– podría apartarme mi lugar en lo que…

–No –contestó de inmediato dándose la vuelta.

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–Pero es que debo de…

–No. ¡Mierda! Pinche calvo. Púdrase en el infierno del cuero cabelludo. Cuando yo tenga 45 años y esté así de calvo, formado en esta fila, y un chico me pida que le aparte el lugar lo haré, pues mi mayor prioridad será pensar: ¿Por qué un acta de nacimiento nueva? Apenas tengo 45 años. Estoy a sólo 3 siglos de que me toque. Las piernas ya ni se mueven, ya ni quiero moverlas, ya debería de usar andadera y moverme como un viejito. No aguanto las ganas de mear. Si me salgo no podré regresar a la fila y estoy aquí desde hace casi 20 siglos. Cuando tenga 68 años y esté formado en esta fila, el piso se moverá solo, muy la onda de los Supersónicos. Así no sufriré por mear y caminar y pensaré: ¿Por qué chingados necesito un acta de nacimiento nueva? Apenas tengo 68 años. ¡A huevo! ¡A huevo! ¡A huevo! Estoy a sólo un siglo de pasar. Sólo debo de apretar los dientes, hacerlos chillar; sólo debo de jalarme los pelos y no respirar. ¡Sólo un puto siglo más y podré mear! Estoy muy ansioso. Escucho al calvo hablar con la recepcionista:

–CURP, por favor –dice la señora de negro.

–Ah, KALM78… no me acuerdo –contesta el calvo acariciándose la cabeza grasosa, calva y sudorosa; sudorosa y llena de gotas, muchas gotas. ¡Chinga tu…, pinche madre calvo! ¡Ya apúrate! ¡Quiero mear! No aguanto. Por favor, ya acuérdate, sí, ya sé que cuando tenga 82 años mi cabeza estará conectada a una laptop y hablaré por un respirador a la Dark Vader, con el pene flácido, arrugado, con partes de robot en el cuerpo y, entonces, apuesto a que pensaré: ¿Por qué chingados necesito un acta de nacimiento nueva? Apenas tengo 82 años ¡Al fin me toca! ¡Yaaa! ¡Al fin! No puedo más. Le diré mi CURP a la señora de negro y esperaré unos segundos, imprimirá mi nueva Acta de nacimiento y me iré a mear.

–CURP, por favor.

Mi boca no se puede mover, mis ojos se ponen en blanco, en rojo y al final en amarillo. ¡El estómago se me desinfla! ¡Se está soltando! El calor me baja por las piernas. Escucho el sonidito de gota por gota cayendo de mis pantalones al mosaico. Taca. Taca. Taca. Un sonidito que me relaja y me arrulla. ¿Por qué chingados necesito un acta de nacimiento nueva? Apenas tengo 18 años. ¡Ah ya sé por qué! Porque ya estoy viejo

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Mujer que se mira en los versos del mar Julio E. Ruiz Monroy (Guadalajara, 1987)

Hay una mujer sobre un espejo de agua que es más cielo que mujer cuando hay nubes esta mujer duerme en los reflejos del mar se acaricia el mentón consigo misma y con su mano azul dibuja sus pechos ligerísimos toca su cuerpo como si fuera otra en otro cielo y desciende, siempre desciende baja hasta lo más hondo de sí misma y huye, huye con esa otra mujer y de la mano van hallándose los últimos brotes así es la vastedad de esa mujer, así también la poesía que es como un tirón, como una fístula gangrenada como un cielo doble de médula también y en el poema hay un espejo que habla y en él, las palabras estallan como aves musicales, y estas dos mujeres, que no es más que una, se disuelve en cada fonema, en cada sílaba su otredad se mira infinita

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Vergüenza de la belleza Martha Rodríguez Mega (Ciudad de México, 1991)

lo nuestro si es será breve todo lo bello es breve no nuestros cuerpos inabarcables inacabables corruptibles pero los dos juntos seríamos una cosa breve una criatura diminuta bella de puro terror un ramito de plumas frescas un amasijo-regocijo de pétalos lo nuestro si es será breve casi mejor que no sea lo bello me enfebrece me encabrita y juego a matar el camino de hormigas

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de mi pecho y a arrancar las alas de una en una a todas las palabras dulces

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*** Melissa Nungaray (Guadalajara, 1998)

Me piden que hable, no puedo decir, no me lo permiten. No entiendo mi lenguaje donde las aves intercambian sus picos, corrompen sus alas y muerden sus ojos, sigo pero siempre caigo en plumas volátiles de sangre estampadas en la piel, se unen en las venas. No puedo alejar lo que me hizo nacer en este siglo, no sé como volver a este cuerpo hay luces que me impiden entrar. Desecho las palabras de este organismo siguiendo el ciclo ancestral de la poesía, que es la vida advirtiéndome de las horas que cantan el arte de las sombras. Tan apegada a la cueva que separa mis trozos de brazos que aún me quedan en la tierra. No puedo saber el principio de mis palabras, cansada y a la vez satisfecha de mis pasos alzo mi negra y oculta voz y entierro mi cuerpo

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00001//El libro inicia con la imagen de un hombre echado sobre una cama en una pieza devastada. La escena es más o menos así: el hueón duerme en pelotas, se rasca el culo, suda como un cerdo. Suponemos es verano. Calzoncillos sucios, sábanas tiesas, calcetines huachos, rollos de papel confort, una bacinica, huesos de pollo en un plato, latas de Dorada, muebles hechos pico, una tele prendida en mute en Falabella TV. Una mosca sobrevuela el lugar. De fondo, un tocadiscos reproduce un tema de los Magnetic Fields. Sin embargo, no hay ruido, nada hiede, y lo que creemos ver, en realidad, no está allí. El personaje en cuestión no existe, es una ficción: me lo inventé. Antes de que apareciera, esta página estaba impoluta y había que llenarla con lo que hubiera a mano: ripio, escombros, basura industrial y sangre coagulada uniendo las piezas. No obstante, para continuar es necesario que creamos en su existencia, como si se tratara del mismísimo Ganesh. Rezamos uno, dos, tres padre nuestro, por la vida de aquel hombre hecho de nada. Le asignamos un nombre: Judex, y nos hacemos a la idea de que su transpiración de cerdo, tarde o temprano, olerá mal. *** 00758//Al individuo este se le ha metido la voz de una mujer en el sueño. Un trinar de cuervos se presenta. Dice: Hola, mi nombre es..., y luego pronuncia un nombre de pila que correspondería a ella y que permanece desconocido para nosotros. Jamás había escuchado de ti, le responde Judex mientras tantea en la oscuridad en busca de un torso. La falta de iluminación deja ver bajo su cabeza [una típica cabeza femenina] lo que parece ser el cuerpo de un insecto con un número indeterminado de extremidades en los bordes. Aquí, al lector automáticamente le ha surgido desde la memoria la figura de Gregorio Samsa, bicharraco checoslovaco en lengua alemana. Rogamos formatear esa clase de imágenes [no se ponga cómodo, Sr. Lector]. Entonces, Judex enciende la luz y la extraña criatura se le introduce en la boca adhiriéndose a la glotis. Empieza a articular palabras de otra lengua que transcribe en un cuaderno de caligrafía. No se entiende una mierda. A partir de aquí improvisamos.

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*** 01868//Una muchacha se introduce en el poema, o probablemente sería más preciso enunciar: una muchacha es introducida en el poema por fuerzas desconocidas. Ignoramos su nombre, su domicilio, y si creció en un hogar cristiano donde le infundieran un miedo razonable a Las Palabras. Sin embargo, para nadie es un enigma su paradero: estos eriazos que aquí ves. Y en efecto, allí la vemos: con ataque de histeria, presa de un terror innominado, como intuyendo un destino de muerte; y mientras antes sepa que está en lo cierto, que de aquí nadie sale vivo, mejor para todos. Una muchacha se introduce en el poema como se introduce en la noche: para no volver. *** 02146//Figurémonos a una mujer: 23 años, estudiante de arte o literatura, sexualmente activa, bonita, nada del otro mundo, pero feliz. Luego, a un hombre loco de amor por esa mujer [aquí no necesitamos descripción]. Ahora, figurémonos que la joven [la llamaremos Xaviera] sabe que Judex [nombre de fantasía] muere por ella. No hay necesidad de declaraciones en Youtube, serenatas con narcomariachis o whatsappeos a la manera del Werther: cada vez que la mira, sus ojos miopes son dos bocas desafinando canciones de Leonardo Favio, ponte tú. Xaviera no es particularmente cruel, sólo una chica linda en conocimiento de que un pobre infeliz daría su vida por ella. Quizás le dé una oportunidad y vayan un día al cine o a los juegos Diana. ¿Habrá besos? Tal vez. ¿Sexo? Quiénes somos nosotros para descartarlo. ¿Dejará algún día su cepillo en el depa de Judex? Ese desgraciado lo va a pasar mal. Qué digo mal: como el forro. ***

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02304//El héroe de la saga continúa en su siesta nortina non-stop; ignora que será el protagonista de las especulaciones de un episodio anterior. De saberlo, de siquiera sospecharlo, con seguridad se haría el dormido y no estaría próximo a abrir las pepas. Sueña que una chica se le metió en el sueño y que de allí no salió nunca más a tomar el aire. Claramente todo es obra de su subconsciente: las muchachas entrarán y saldrán de la vida de Judex como si su corazón fuera una puerta giratoria, un cautiverio feliz que dura lo que dura una canción. Ahora lo vemos en un estado lamentable: hediondo, con las carnes flácidas, hirviendo en destilados de lo peor; pero alguna vez este fracaso de hombre tuvo potencial para el baile y el discurso amoroso. Pero tranquilas las hienas: una ducha al día y ejercicios tres veces por semanas, y este cabro tendrá todo lo necesario para que le vuelvan a romper el corazón, o para que de una buena vez tome por asalto la ciudad con un rifle cargado con balas de plata. Acá en la oficina nos gusta imaginarnos que abre de una patada la facultad de letras y grita a los cuatro vientos: ¡¡¡Abajo los calzones, chuchas de su madre!!! *** 03546//Hete aquí un buey reflexionando sobre la escritura [insertar aquí las onomatopeyas de este animal haciendo metapoesía] y luego embistiendo en una lengua curiosamente extraña a estas criaturas, y cuyos guturales podríamos traducir de la siguiente manera: “A ver, culiao, muéstrate el paisaje prometido en la tapa del libro. Acuérdate que el título de la obra que mi socio acá sostiene en sus manos dice en letras mayúsculas: Fría ciudad en llamas. Así que, ¿dónde están el frío, la ciudad, el fuego? Uno esperaría que lo nombrado en el título apareciera de alguna u otra manera en los poemas. Yo ni sé el absurdo papel que juego acá, engordado a puras lecturas para el sacrificio, pero me pongo en el lugar del lector que pagó por este libro en el país Chile, me cruzo de piernas, y espero con no mucha paciencia que una voz dislocada de la escena haga alquimia y convierta en oro estas cosas sin brillo: y se haga la ciudad, y se haga el frío, y se haga el fuego. A falta de instancia más plausible, yo que soy el bufido [ahora te hablo a ti, jetón] que resuena en tu cabeza mientras lees estas líneas, aquí me tienes, entero y legible, para patrocinar una querella contra el autor, la editorial, el distribuidor y el babas que te vendió este libro sin advertirte que aquí no hallarías una fría ciudad en llamas, sino conjuntos de palabras como: a) una pieza y un hombre dentro de ella; b) una ventana con persianas por las que la luz del sol no pasa; c) la imagen sorda de una urbe, y d) un cerco de palabras que ni rozan lo que nombran”. Esto ya se ha dicho demasiado. Nadie lo ha dicho. *** 07061//Sólo piensa en las posibilidades, Judex. Pudiendo ser tantos otros, pudiendo vestirte con la carne de los mejores hombres o las mejores mujeres, venir a elegir ese disfraz de payaso triste... De qué ropa americana has sacado ese cuerpo maltrecho, esa personalidad de segunda mano. Hazme caso, Judex, cámbiate al amarillo amanecer de una vida a la altura de estas ficciones. Ponte pilas, hueón, esta hoja está en blanco y la estás llenando tú; yo sólo transcribo. Usa la imaginación, conchetumadre. No hagas tal de quedarte en esa piel tan mediocre y responder al nombre de Judex, cuando podrías llamarte Judit, y tener una concha solo para ti todas las noches, y hacer como que tocas una cítara de carne y fibra. Nadie te está pidiendo que prestes

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el culo a la verga más gorda del barrio; hay otros escribiendo desde ese lugar, y nos aburren. Por el amor de Dios, yo sólo quiero pensarte con vagina y un hambre terrible. Con tu permiso o sin él, para mí serás durante este recodo del sueño Judit y te imaginaré viuda hebrea, hija de Merari, superheroína de las sagas bíblicas; esposa de Ludovico Pío o Edgar el Pacífico, noble funda de picos reales; hija del almacenero, la colegiala de la mirada pornográfica, la de tus sueños más húmedos y salados que el mar Muerto. Imagina que tu nombre es Judit y tienes al alcance de tu mano todas esas hembras que responden al nombre de Judit. Métete mano, hueón, luego despertarás del sueño de la escritura, y no volverás a ver mina alguna en cien kilómetros a la redonda, porque estás líneas probablemente las escribes en un lugar llamado Siberia o en el descampado de tu mente. *** 17651//Es inminente que Judex se dejará de huevadas oníricas, nadie puede ser tan pajero; así que más vale situar a nuestro protagonista en una ciudad antes de que la ciudad emerja por sí sola, y sabemos que no lo hará; y si lo hiciera, crecería llena de tumores, y Dios nos libre del cuerpo malformado del niño Urbe. Entendamos, entonces, esta situación como una emergencia: este hueón empezará a deambular por estos poemas como quien da tumbos por baldíos creyendo andar en un bosque de araucarias con gorilas culiando con manatíes colgados de las ramas. Urge que este orden de cosas persista; nadie quiere ver a Judex con la cara deformada, perplejo, al descubrir que el balcón de su departamento limita con un frontón para grafitear, jugar paleta o romperse la cabeza. Hagámosla corta: la sede de las aventuras de Judex será Santiago de Chile, pero añadiremos arbitrariamente una serie de guiños a la ciudad de origen para jugar con su percepción de la realidad, sólo por diversión. Por ejemplo, fuera del encuadre hemos ubicado un piño de patos yecos revoloteando en círculos el lugar donde algún día caerá el cuerpo sin vida del prócer ariqueño. Judex no logra verlos, pero escucha a lo lejos su graznido de cerdo y suda frío como si avanzara por la milla verde. *** 47821//Soñar a Xaviera como quien asesina a Xaviera; soñar a Xaviera y saber que capacito se muera; soñarla en conocimiento de esta información, de que se va a morir de puro que la sueñas, de puro que sabes que soñar a Xaviera es la misma cosa que asfixiarla con una almohada de plumas de ganso y no sentir el estremecimiento, las piernas sacudiéndose, los dedos de los pies abiertos como los de un chimpancé, el cuerpo convulso pleno de vida, el signo de la muerte obliterado por ese montón de plumas. Yo te digo, nada de esto es literatura, te juro que una porción del objeto del sueño se muere al atravesar la fase REM o la vigilia aturdida. Es cuestión de abrir los ojos, o escuchar el timbre de la micro, para que algo que nada tiene que ver con la nostalgia o la melancolía o los paseos en bote en el Parque Quinta Normal, nos golpee maleteramente en la guata; y no es un resonar de tripas, sino la señal de que la mujer o el hombre que soñaste ya no existe más. O al menos así lo cree Judex. Según él, que nunca se ha considerado a sí mismo un supersticioso, el sueño funciona como ciertas tribus aborígenes entienden la fotografía: dibuja a alguien en tu cabeza mientras duermes [y mejor si hay cuentas pendientes, deudas impagas, cuchilladas a traición], y ya verás como empieza a desmoronarse y echar de menos un alma. No

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te imaginas la pila de muertas que guarda Judex en su memoria: un patio trasero con cuerpos desmembrados a medio enterrar, cuerpos a los que vuelve cada tanto para culiárselos como no se los culió en la vida de a de veras. Ya viene siendo hora de que alguien sueñe a este cabrón. *** 56937//A veces me temo que Judex es un VHS en blanco reproduciéndose en repeat mode en un salón de exhibiciones, y que mi trabajo es producto de un programa del gobierno, que me tienen aquí construyendo una muralla china sólo para mantenerme ocupado. ¿Quién era yo antes de que me redujeran a esto, la voz de un hombre que no existe, o la voz de una voz? Y si alguna vez fui ese hombre, ¿quién habló por mí? *** 97246//Un rayo de luz se filtra a través de las persianas: semen escurriendo entre las piernas blancas de una niña. Luego otro. Y otro más. Numerosos los filamentos perforando la oscuridad de una habitación donde hasta hace unos segundos lo único que brillaba era la idea de un sol erecto sobre un baldío sodomita: boca sedienta presta a mamar de la leche de un sol caballo. Picor de ojos en el muchacho que rumia un sueño de meses sumido en la profunda inconciencia [una ampolleta de 20 watts] de haber caminado entre los despiertos y haber sido derrotado. Puro hablamiento, gastadero de lengua, saliva chorreando por las puras, para decir que los rayos solares se cuelan por la ventana de una pieza a oscuras y que el hueoncito que yace en la cama comienza a despertar. *** 99999//Judex amanece en perfecta sincronía con la muerte que se esparce en las playas de este lado del mundo, aguas como cementerio de mascotas para el dios Ra. El último fulgor de un sol listo para la foto que se reencarnará mañana en uno distinto y peor, le da de lleno en el entrecejo y no tiene más remedio que despertar. Abre los ojos y no entiende nada. Ponemos palabras en su boca: ¿Dónde estoy? Mira a su alrededor y comprende. Luego insiste: ¿Pero qué día es? Lo dice siempre en voz alta, como esos personajes de teleserie mexicana que exhiben cierta incapacidad para retener sus pensamientos en la cabeza, o simplemente creen que sin alocución nada es real. Nosotros también lo creemos: si no hacemos hablar a este compadre, ya sea con discurso directo/indirecto o con sus acciones, se nos muere aquí la idea de libro que soñamos y hacemos como que escribimos. Judex se yergue, se aproxima a la ventana, abre las persianas, mira la noche caer, y piensa —porque esto no lo ha dicho, sino que ha sido extraído de su mente con una técnica que reiteraremos en aquí en más—: Ya incendié todos mis sueños; es hora de hacer lo mismo con la ciudad. Chillarán los culiaos como chillan las hormigas bajo una lupa. He aquí mi corazón, instrumento óptico para quemar hombres, mujeres y niños [42]


Astrolabio

Por: Raquel Castro


en memoria de Jean Ray

H

ay que tener el barco listo para partir: marineros en cubierta, velas a punto, varios mocetones listos a levantar el ancla. A veces pasan días y días de estar así, alertas; a veces, la tripulación se desespera y se emborracha o se distrae o se duerme o mata al capitán, con lo que se pierde para siempre la oportunidad del viaje. Por eso es tan importante elegir bien a cada marinero y llevar el alcohol bien escondido, para sacarlo únicamente cuando realmente haga falta. Por eso, además, es necesario haber entendido a la perfección cada una de las instrucciones, y haber hecho con minuciosidad cada uno de los cálculos: de otro modo, se puede equivocar uno por horas o por semanas -¡o años!con las obvias consecuencias. Yo estudié incontables libros antiguos, cartas de navegación y bitácoras de capitanes retirados o fallecidos antes de estar bien seguro. Mis investigaciones me hacían pensar que nunca en esta vida podría emprender el viaje: hacía falta un instrumento de medición que no cualquiera conseguiría. Sin revelar mis intenciones hablé de ello con los ancianos del puerto, pero ninguno había visto lo que les describí. Mientras, la angustia comenzaba a desbaratarme por dentro: según mis cálculos quedaban sólo un par de semanas para tenerlo todo listo. Estaba a punto de darme por vencido cuando recibí la visita de una mujer que tenía rastros de haber sido bella: me recordó una flor seca, de esas que dejan los enamorados entre las páginas de un libro. Antes de que pudiera reaccionar, la tenía sentada frente a mí, en la taberna. Antes de que pudiera decirle nada, puso en la mesa una caja de madera, a todas luces antigua. —Supe que buscas esto. Yo creo que podemos encontrar un arreglo —me dijo. Me sorprendió que su voz fuera mucho más joven que ella. Era como si la flor prensada del libro aún tuviera aroma. —No te distraigas, no tenemos tanto tiempo —insistió con esa voz a la vez cortante y dulce. Quizá me sonrojé: no estoy acostumbrado a que

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una mujer me hable, menos a que me dé órdenes. Así que, con un esfuerzo, me recompuse y tomé la caja entre mis manos. La tapa tenía un grabado del que se cuenta en muchos libros secretos: un barco navegando en un océano, una sola estrella sobre el barco y, en el horizonte, la silueta de lo que podría ser un palacio. Nadie había visto ese emblema en mil años. —¿Es de Nastulus? —pregunté. Ella asintió con la cabeza. —Pero… ¿cómo? —Mi marido lo usó para encontrar lo que tú buscas. —¿Se lo robaste a tu marido? —le pregunté, de súbito nervioso y desconfiado. —Mi marido, bendita sea su memoria, regresó con un tesoro y en el viaje de vuelta fue traicionado. Lo tiraron por la borda y su contramaestre se quedó con lo que no era suyo. Ahora él ha muerto también, y es tiempo de que el tesoro vuelva a la Verdadera


Casa de la Sabiduría de al-Mamun. —¿Me vas a dar un tesoro para que me lo lleve? ¿Vas a confiar así en mí, sin conocerme? —Sí y no. Mi precio es éste: voy a ir contigo. Evité hablar de inmediato. Es el mejor modo de no decir algo de lo que se puede uno arrepentir más tarde. En lugar de eso, abrí el estuche y me maravillé ante la perfección del astrolabio. Más de mil años posados en mis manos. Sentí ganas de llorar. —Además tengo sus cálculos y sus mapas. Te puedo ser de mucha utilidad —insistió, casi en un ruego. Asentí: el deseo hablaba por mí. Pasamos los siguientes días afinando detalles. Lo más difícil no es conseguir las provisiones ni alistar hombres más o menos leales. Lo que puede enloquecer a cualquiera es sentarse en la quilla a esperar, mirando el cielo, el instante justo en que aparecerá la estrella esquiva, esa que sólo cruza la bóveda celeste una vez cada setenta o más años y nunca en un ciclo regular. —En cuanto veas la estrella debes usar el astrolabio y, al mismo tiempo, ordenar la partida. Si nos tardamos más de unos minutos, todo será en vano —me repetía ella. Ocurrió de repente: más brillante que cualquier otro astro, estaba ahí, en medio del cielo, como si ese siempre hubiera sido su lugar. Di la orden de partir a la vez que sostenía en mis manos el astrolabio y comenzaba mis cálculos. Entonces, de reojo, vi a la mujer, de pie en cubierta. Me obligué a hablar, tan sólo por hacer conversación: —¿Cuál es el tesoro? —fue lo único que pude preguntar. —Yo —me respondió con una sonrisa. Aparté la mirada del astrolabio y la miré de frente: alumbrada por los rayos de la estrella, movida por el viento, ya era joven otra vez, más hermosa que cualquier cosa que hubiera visto nunca en tierra o en el mar. Me pregunté cómo sería al terminar el viaje. Y partimos en medio de las olas


Recuerdos motorizados Rosamaría Bolom (México, 1977)

Viajar en tren remontarse sobre rieles hacia una ayer lleno de imágenes de montañas, valles y desiertos contemplando desde la ventana un largo sendero de río de vida fluyendo entre los límites de Montenegro y Belgrado Viajar en tren expreso nocturno cargado de rumores metálicos con reflejos de luna y oscuridad una noche cualquiera luego del solsticio de verano Viajar en tren para volver a encontrar los rostros del ayer

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Ars Poética 1974 Poesía Perdóname por ayudarte a comprender que no estás hecha sólo de palabras. Roque Dalton Poemas Clandestinos

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