Radiador en el iPod: José Emilio Pacheco
Luis Eduardo García Horacio Lozano Warpola Tonatihu Mercado Georgina Mexía-Amador Génesis Guerrero Gutiérrez Julio E. Ruiz Monroy Roberto Malpica Ceballos Serguei Vassallo Beatriz P. Vázquez Eliana Hernández Pachón Sergio Loo Aurelio Mexa Roxana Crisólogo Davo Valdés de la Campa
Magazine Digital de Literatura
Visuales: Mar - Yuko Shimizu Efluvios Acuáticos Armando Gómez
“Thaumoctopus mimicus es una especie de molusco cefalópodo del orden Octopoda. Vive en los mares tropicales del sudeste de Asia, y no fue oficialmente descubierto sino hasta 1998, frente a la costa de Sulawesi, Indonesia.1 Este pulpo es capaz de imitar la apariencia física y los movimientos de más de quince especies diferentes, entre los que cabe destacar la serpiente marina, el pez león, el pez plano, la estrella de mar, el cangrejo gigante, la concha marina, la raya, la platija, la medusa, la anémona, la anguila y el camarón mantis.”
www.radiadormagazine.com
Serguei Vassallo
Esta revista es producida gracias al Programa “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes 2013, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes”
Editor en Jefe y Diseñador Daniel Malpica Curaduría Poética Emmanuel Vizcaya
Mare Ignotum
L
a realidad del mar es una ilusión del agua: la negrura abisal donde crecen montañas y volcanes que hierven cuerpos submarinos, el cielo reflejado en la Tierra, los planetas sumergidos entre peces satelitales, las constelaciones de algas y las estrellas de súbitos reflejos como ha sido siempre, desde la creación del mundo. El mar ignoto, abriéndose y cerrándose como un ojo de lágrimas minerales, asediado por el también ignoto destino terrestre. El mar: precipicio que no nos deja caer tan fácil, al que hay que acceder con múltiples y fuertes brazadas, luchando para conocer un poco más de su fondo nebuloso. Nuestros ojos no reflejan al mar, es él el que se llena de ojos para devolvernos la mirada inagotable. Esa lágrima, esa gota de agua, es la que representa al mar en toda la profundidad del infinito
Emmanuel Vizcaya
Mad Season
del muro de: Andes Godzila
del muro de: Roberto Banda
Long Gone Day
The Inner Space
Amalia Rod
Coracao Independe
Apokalypse
track Mar stalker...
dente del muro de: Yana Tzaneva
drigues
del muro de: Noemi Moreno
del muro de: Antonio Calera-Grobet
del muro de: Rogelio Villarreal
The Residents Don’t Be Cruel
R.E.M.
It’s The End Of The World
Moondog
Sandalwood
Lagunas de Chacahua (Emanaciones) Aurelio Mexa
(Ciudad de México, 1985)
De Región méxico, (H)onda Nómada Ediciones, 2013
[I / 2005] De noche suena el estruendo de miles de animales e insectos en el agua, en el aire, en el lodo, en el mar, revolviéndose y llamándose de un lado a otro de la laguna, donde Chacahua sigue pero ya no es el mismo, incluso el nombre del pueblo se transforma extrañamente en “La grúa Chacahua”. De día también se refleja la vida en el agua pero brota más silenciosa como si temiera molestar a quien la lastima. No sé cómo es que llegué a la conclusión de que escapar es el gesto más valiente, pero sé que fue aquí donde en realidad empecé mi poema para ti. [II / 2007-2008] Esto es seguramente lo más cerca que estaremos de volar: te estoy cargando en la laguna y te protejo del sol con mi propio cuerpo mientras avanzamos el agua nos recorre y nos acerca… *** No teníamos relojes siquiera, según mis cálculos el año nuevo había pasado hace algunos minutos, pero la gente igual seguía bailando alrededor de la fogata, luego de un rato los djemberos aumentaron la velocidad, nos envolvía una trama de sonido y fuego, alguien se puso a contar y los demás lo siguieron, ¡9, 8, 7…0! Y nos dimos un beso que duró el año entero, hasta parecía que por fin habíamos vencido a la distancia y comprobábamos que era apenas una abstracción, un punto de vista. [III / 2009-2010] En el mar cada ola se desplaza sinuosa, pasa desapercibida en mar abierto, cambia a medida que se acerca a la costa, fluctúa a merced de su propia fuerza, del viento, la luna e incluso otras olas que llegaron antes, y al chocar se doblan aún más sus anatomías, sus autonomías.
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Cuando el frío aún se rebela contra el vapor de la tierra escucho en el mar de mañana una canción interminable que se estira y se enrolla. Cuando no estás conmigo me da por hablar solo. *** El mar es ese amante encabritado que te quita el aliento si te sorprende con la guardia baja. Amar es un mar ajeno en que nos sumergimos como a una nueva atmósfera. Paradizaje, dijo un amigo. Muchas veces la primera ola no es la que te mata sino la segunda. *** Aquí todos dicen disfrutar lo autóctono, les gusta caminar alrededor de sus alojamientos y asumir su extranjería. Quieren salir del huevo pero no se alejan demasiado del nido. Se acercan a los costeños como quien conoce a un aborigen por las monografías de la secundaria: Oiga, ¿y usted sabe vudú? Ellos corresponden a sus prejuicios: es el inicio del simulacro. Cada palapa está llena de historias, lazos, dobleces que vamos desenrollando, deshojando como una cebolla en cada visita, porque el que conoce una vez el paraíso hará lo imposible por regresar. Los turistas vienen a inventar historias sobre su contacto con la costa, sus habitantes y su paisaje. Cada anécdota, cada personaje de la playa es una parte del hilo de esta inmensa historia que nunca conoceremos por completo, pues en cada parte del hilo hay nudos que sólo se van desatando con el tiempo. No sé si a los costeños les interese conocer la “esencia” de los chilangos, pero seguramente les intrigan esos tipos que se ponen un montón de crema o spray en la piel y en el cabello, que vienen a la playa a embriagarse y fumar mota a lo pendejo, que son como niños pequeños o como connoiseurs del mundo y sólo son unos turistas. (A nadie le gusta que un chilango le diga qué hay que hacer mucho menos a otro chilango.) Pero habrá en cada playa, en cada pueblo, un niño solitario que mira demasiado hacia el mar en la costa, o hacia las estrellas tierra adentro. Escuchará las historias de pueblos lejanos y también de su propio pueblo, contada como una historia extraordinaria, será el eslabón que unirá distancias. Es el surgimiento del viajero, el nómada, el otrado, como le quieran llamar. Él no es el héroe que conquista nuevos reinos o los recupera al trono de su elección su vida no es el origen de una estirpe sino el desierto, río o mar que atraviesa y la carretera que evade como astro de sus propias penas ¿Y la gente que le importa? La extraña, pero sólo le queda eso, desear verla pronto
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El Pacífico Roxana Crisólogo (Lima, Perú, 1966)
El nubarrón de cables ladrillos de lo inacabado columnas de sal de lo derruido océano pacífico o no la aparición dejó una cicatriz incurable en la mirada del niño que por primera vez miró el mar olas que no aguantarán la resistencia de nuestras manos Corro a mecerme en las sábanas tibias de mis sueños mientras tanto los bañistas extienden toldos y con ellos toda una casa se sienta a tomar el sol Abro una ventana una migración más Mi madre insiste en sembrar limones en el patio donde todo lo sembrado se hace raquítico
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Las olas son grietas costados por donde se fuga el alma Esta es la casa en medio de la nada al mediodía los gallinazos se arrancan los restos de basura una cisterna nos traerá agua un milagro luz Busco algo más que residuos en las partes íntimas de mi cuerpo busco el puerto y su verano de inundaciones los pescados aún vivos batiéndose en nuestras orillas las olas y su confusión de aves guaneras picoteando mis sueños
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Vía (Fragmentos del libro Ignoto) Davo Valdés de la Campa (Cuernavaca, 1988)
I Ahora el mar es tan sólo una evocación lejana Lo escucho atrapado en los montes En el llano mortecino veo hombres con redes de pescar vacías a sus espaldas Caminan en círculos como planetas errantes Intentan hacer brotar el agua del suelo con golpes desesperados Sospechan que bajo las grietas existía una marea Recuerdan haber olido el océano en sueños Los recuerdos son pájaros muertos en la arena Pájaros muertos en la aurora cayendo en espiral Las aves condenadas a volar hacia dónde va el sol se convierten en el monumento de sí mismas Volar es ir deprisa hacia la muerte Frente a la luz la vida se desploma ciegamente en las estepas Como una flor que se abre se expande el instinto de volar Y cuando el sol atraviesa el meridiano pliega sus pétalos Me pregunto qué pasaría si el cielo y el mar se tocaran en el abismo Me pregunto si todas las barcas encontrarán su rumbo i todos los amantes cansados de amar la noche volverán a sentir su propia piel Calla María alada y escucha crujir el cielo una vez más como un hueso roído Ahora lo sabes el mar está oculto en el desierto V Este cuerpo contiene todos los mares del mundo y aun así sigue seco He navegado tanto tiempo durante tanto tiempo que el tiempo ya no es nada Nunca he necesitado nada más que tus labios para decir algo Y no importa que los muros tengan ojos y el cauce de las llagas nunca seque Necesito nadar sobre los vértices de tu recuerdo El recuerdo único de tu piel sobre la mía como una ola inmutable He despertado convertido en árbol El océano me recorre Mis raíces se pierden en los pueblos fantasmas de las profundidades Tiento las sombras y un agua turbia me alimenta Riego semillas en las grietas Soy un árbol Llevo el mar en mis entrañas
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https://www.youtube.com/watch?v=sjNRDS4GkX0&list=PLEC1DC7054781FB02
U
n maravilloso filme [1992], situado en un futuro alterno y de caos climático, que narra la historia del joven Martín quien, en busca de su padre, emprende un viaje desde la austral ciudad de Ushuaia (capital de Tierra del Fuego) hasta el estado de Oaxaca en México. Dicho viaje lo llevará a descubrir la realidad futurible de un continente agredido por la deuda, la corrupción política, la destrucción ecológica y el hambre. El cómic, la ciencia ficción y una crítica al Estado se harán presentes en las aventúras del muchacho que carga con sigo una incertidumbre inicial: “No sé qué es lo que quiero hacer de mi vida.”
Dirección: Fernando Solanas Guión: Pino Solanas Música: Egberto Gismonti & Astor Piazzolla
Mare Ignotum
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I
♥ KRAKENS Luis Eduardo García (Guadalajara, 1984)
El kraken se disfrazó de algo parecido al amor me ofreció su variedad de mucosas y una soda helada en el momento más bello quebró mi tibia y peroné (no pude evitarlo era un kraken) me dejó el corazón hinchado como un dinosaurio de juguete y ya no puedo vivir sin sus ventosas ni su rádula, oh mi ardiente y hermoso kraken
De Instrucciones para destruir mantarrayas (filodecaballos, 2013)
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Cadáveres de mar y tierra Horacio Lozano Warpola (Querétaro ,1982)
Mi suerte con las medusas comienza una mañana en una playa mexicana del Pacífico Sur. Anabella tomaba el sol bajo unos lentes oscuros que le cubrían casi todo el rostro. Sus labios brillaban vaporizándose en un espejismo de aceites eléctricos y energía solar. No llevaba sujetador, sus senos resplandecían lanzando micropuntos de contraluz provocados por los granos de arena que se habían pegado con saña a su magnífica piel. Anabella era una apasionada del mar. Se aspiraba la brisa marina como si fuera un talismán de sustancias amorosas. Lograba inhalar hasta el último vapor que el océano levantaba desde las olas más salvajes. Siempre supe que sus pulmones eran salados. Que se conservarían por cientos de años. Encurtidos. Bloqueando a la magia negra. Me gustaba atisbarla desde lejos. Me hipnotizaba su bronceado parejo y diabólico. Caminé por el borde de la corriente. La espuma blanca burbujeaba sobre mis pies. Iba recolectando algunas piedras blancas y ahí estaba. La medusa. Idéntica a como las había visto en la televisión. Sabía que eran violentas. Tomé un vaso de plástico y la guardé allí. Corrí y se la mostré entusiasmado a Anabella. Me dijo con seriedad que ahora era responsable de aquella criatura, que tendría que cuidarla, amarla, respetarla, y en dado caso de que muriera, darle un funeral digno. Tienes que tratarla con la delicadeza de una amante, dijo bajándose las enormes gafas para mirarme fijamente. Definitivamente esto no es un buen presagio, pensé, la voy a regresar al Océano Pacífico. Anabella me sonrió, dientes blancos, mi reflejo triste en sus gafas. No estaba seguro. Mientras caminaba por la arena caliente hacia el mar, observé a la medusa revolcándose en el fondo del vaso, parecía gelatina de anís, plástico para cuadernos. Me armé de valor y la bebí. Sentí cómo pasó por mi lengua, luego la intenté tragar y se adhirió a mis anginas y a mi tráquea; el agua salada salió brotando por mi nariz. Caí asfixiándome a la arena caliente, con mis manos apretando mi cuello, y justo antes de perder el conocimiento, supe que acababa de beberme a mi amante. El sol ennegreció. Anabella, su piel mapeada de refracciones, esnifando del mar, presenciando la muerte marina
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Un hombre que dijo ser el mar Dirección y poema Arte Fotografía Música
Tonatihu Mercado Osiris Puerto Mariana Reyes Eros Lobo Ortís
(Una coproducción UAM-Xochimilco & EnsamBLA2PoetaR)
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MÁR/MARA Georgina Mexía-Amador (Ciudad de México, 1985)
El muecín ha comenzado el rezo de la tarde desde el minarete más cercano a la terraza en la que estoy. Cuento desde aquí cada barco suspendido en el Mármara y cada gaviota que grazna sobrevolando los callejones. Estoy lista para enfrentar tu aliento bajo los pliegues de mi piel de anfibio. No olvides que el mar me arrastró hasta esta orilla, casi náufraga, en un intento desafortunado de convertirme en Ofelia: en una hermosa ahogada. El mar se rehusó a ser mi tumba y me escupió para que pudiera volver a ti. Cuando abrí los ojos me supe tendida en la arena, y escuché el canto del muecín multiplicado en mosaicos de voces por todos los minaretes de la ciudad. Supe entonces que me habías invocado. Sólo pudiste ser tú quien me salvara y así me recobré, me puse de pie y anduve por las calles polvorientas y serpenteantes. Me atrajo el olor a pescado del muelle, a orillas del Mármara, y vi cómo gaviotas y hombres se arrebataban los pescados hasta convertirlos en esquirlas de carne blanquecina y escamas. Me dio asco y sentí magullada mi piel de anfibio, lisa, siempre húmeda a pesar del calor y del polvo. El mar me había rechazado una primera vez, y parecía estar recordándomelo. Mi olfato me guió hasta ti, pero preferí evadirte y subir a esta terraza para ver el Mármara por última vez, como si quisiera guardarlo en el bolsillo y burlarme de que no logró sepultarme entre sus aguas. Los barcos están inmóviles, como en formación para una batalla. Ahora tengo que bajar y encontrarte. Desde las colinas, al otro lado de la ciudad, los muecines responden cada uno por turnos al que canta desde el minarete que tengo casi frente a mí. Es hora. Salgo al fin a la calle: los tapetes cuelgan de los tendederos y los gatos maúllan debajo de los autos, escondidos. Llego a tu calle bajando la colina y pareciera como si, a esta altura, el mar estuviera por encima de la ciudad, pero no se atreviera a derramarse para ahogarnos. No aún: no será el piélago mi tumba. Puedo olfatear tu esquina. Me acerco. Adivino tu sombra en el interior y al fin te veo como te imaginé todo este tiempo: pones las mesas; acomodas las sillas, los cubiertos; alisas los manteles, como si te urgiera tener todo listo para un banquete. Me detengo en el umbral de la puerta, pero sigues absorto. Huele a mar, a sal. Hay una pecera en el fondo y al verla, extrañamente me siento en casa. No me ves. Intento hablarte pero mi boca arroja algas y trozos masticados de corales agrios. Camino hacia ti para decirte que aquí estoy, que supe que me habías llamado, que he estado escuchando a los muecines que no han dejado de llamar a oración. No oyes mis pasos. Estoy por estirar
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mi mano hacia la tuya, que coloca un tenedor junto a una cuchara, y es entonces cuando volteas hacia mí. Tu mirada me atraviesa. Bajas los ojos, niegas con la cabeza y dices: Me ha pasado otra vez. El Mármara pocas veces devuelve a los muertos. Te alejas de mí y al intentar seguirte descubro que no me reflejo en el vidrio de la pecera. Lo había olvidado. De vez en cuando el Mármara me deja volver a tierra, sólo para recordarme que ya no pertenezco aquí. Mi piel de anfibio se agrieta, se reseca: es hora de volver. El piélago ha sido mi tumba
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De linfa Génesis Guerrero Gutiérrez (Guadalajara, 1993)
El líquido amniótico envuelve la cápsula, mece el pedazo de carne y lo mantiene caliente durante todo el proceso de gestación, finalizando cuando las aguas de la madre cumplen su cometido y el desarrollo del embrión termina. Al expulsar el feto sano, se piensa que éste se encuentra preparado para conservar en el mejor estado posible su propio mar interno, nace con un nivel perfecto de hidratación, por lo que sus órganos funcionan excelentemente, su piel brilla y envuelve músculos jugosos, blandos. Así comienza una vida fresca en un cuerpo nuevo al que se le tendrá que enseñar a controlar lo mejor posible la entrada y salida de los fluidos, la conservación de humedad hasta el día de la muerte. Los litros de agua pura y mezclada que se encuentran dentro del cuerpo no sólo conceden la satisfacción de las necesidades básicas humanas sino que incluso responden a cualquier estímulo emocional o corporal, y al mismo tiempo se requieren para experimentar adecuadamente tanto las sensaciones anímicas como las físicas. En el caso del placer gastronómico, por ejemplo, todo tiene origen en la emanación del mar baboso, producto del antojo y cuyo goce no existiría sin esta humedad de garganta, paladar y lengua, que impregna en la boca los sabores del bocado y permite tragar las mascadas sin sentir dolor. Pero cuando la ingesta de sólidos resulta dañina en la estuación, los manjares son rechazados y se combinan con porquería aguada en remolinos de lodo, terminan siendo lanzados lacerantemente por estrechos orificios o en su defecto, devueltos por la misma abertura que antes les sirvió de ingreso. Esto es llamado enfermedad y también ocurre luego de la aparición de malignos virus y bacterias gripales, quienes espesan los salados zumos corporales para volverlos viscosidades aceitunadas. De igual modo sucede con los excesos de cualquier sensiblería: el mismo fenómeno náutico es provocado aunque las aguas adopten distintos hedores, sabores y tonos dependiendo de la causa. Por ello, la conmoción afectiva en cualquiera de sus formas impacta al cuerpo ocasionando maremotos, haciéndolos escapar por los lagrimales. El agua salina llega al rosto y lo moja; la alegría, el enojo y la tristeza levantan insólitamente el oleaje hasta que éste se vuelve incontenible. Todos estos caldos íntimos son secretos y generalmente se debe fingir que no los hay en su totalidad. La orina, el sudor, la saliva y los fluidos genitales no son compartidos
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con otra persona mientras que entre ellos no halla la suficiente confianza como para admitir que los misteriosos aderezos son reales. Cuando dos humanos deciden que están preparados para reconocer sus mares y compartirlos, se da el paso hacia lo grotesco, lo seductor. La cópula es el derramamiento de líquidos necesarios para la agradable fricción que acometen los bordes de la carne, los muelles; es el intercambio de chorros amargos que si bien puede resultar mortal cuando se trata de aguas contaminadas o putrefactas, también es posible que desencadenen un espectáculo monumental. Por cuestión de segundos, ambos mares se transforman en un gran océano y lúgubremente acaban siendo tres piélagos completamente inalienables. Así es como se vuelve al principio, como acontece la preservación: de la falta de pudor aflora el germen de la vida. El final es simplemente la deshidratación total, la interrupción del ir y venir de la sangre. Se muere cuando la marea muestra empeño en quedarse quieta, cuando el mar deja de producir olas y el reposo de las aguas extingue todo lo que en ellas habitaba, las seca, termina por evaporarse la última gota de energía y se suspende la palpitación de las entrañas. La muerte convierte al líquido en polvo, aquellos fructíferos epitelios se modifican y adquieren la pinta de corteza agrietada. Los mares del cuerpo, inevitablemente, terminan siendo comida para la tierra
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Hay imágenes velocísimas de océanos dando en la sien del poeta Julio E. Ruiz Monroy (Guadalajara, 1987)
hay un estruendo falso en la imagen negada a la escritura de la mujer que mira un espejo donde cae el agua y llueve me dices que te hablo de aquel lugar del mar y tomas fotos del trasfondo de dos recuerdos y también de la luna que caminamos en trazos para pintar seguramente la lluvia del Mediterráneo que por una cornisa me dices es una sobrevaluada imagen que al parecer de nuevo olvidé el cielo irrespirable y que olvidamos también el mundo y el mar cuando olvidé tu pecho y el tiempo jadeando en mi libreta como un pez outside y la escritura es eso pausas amarillas y árboles y luego colibríes haciendo de nuevo pausas larguísimas días tras días hacen un subir y bajar escaleras hasta un templo antiguo donde hay un arco shinto rojizo plantado en el mar hay un Gólgota también en mi cabeza que se disuelve que vuelve y luego se va por el camino más largo donde nos tropezamos con nosotros y nos extraviamos velocísimos como el cuchillo hundido en el mar del ayer para no perdernos los pájaros que cantan simulando el río musitando el agua porque la poesía es eso una larga espera una larga imagen como el verano que dijo mi madre ayer olvide decirte que te quiero con ciertas señales y/o pequeños dibujos ulteriores porque hay algo de pérdida en tenerte y no tenerte / es como la marea en la playa en que ya no estás / ¿me prestas el recuerdo de tu mano?
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https://www.youtube.com/watch?v=6PXShFi2Uow
Mare Ignotum
Carl Sagan
y el origen del Cangrejo Heike
[Excelente video que muestra una relaci贸n entre mito y selecci贸n artificial]
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E
n México y Latinoamérica, “Radiador” canceló su acepción normal para adquirir, no se sabe cuándo, las características de un epíteto derogatorio que sorprende por su omnipresencia y durabilidad.
El más amplio elogio de la acepción lo consigna el excelente Radiador y los incomprensibles corchetes de Carlos Monsiváis publicado en el primer especial de aniversario de la revista en 2009. Monsiváis advierte que se trata de “reuniones juramentadas y sacramentales”: Radiador 1. Que se aturden de alegría mentándole la madre a los sistemas económicos. 2. Que las artes como himnos certifican la continuidad de la misma especie por encima de las balas. “Radiador” puede ser un empleado, el hábito de fumar, la suerte, un policía, una camisa, un perro, una casa, una persona, un radiador mismo (de pared o de auto), el mundo entero, una comida, un regalo, un sueldo o bien lo que a usted se le ocurra. Se trata, pues, de un epíteto que resignifica todo lo que toca. Desestabiliza y vuelve aceptable una furia sin límites contra algo que nos ofende y humilla pero
no podemos fácilmente cambiar. Admite grados y amplificaciones: “Radiador imprescindible” dice una chica desnuda en su número porno. “Sieg [Heizkörper] hiel” proclama un Adolph japonés en la edición de las máximas supremas. A veces puede ser un sustantivo inapelable: “No compres hierva: el narco es de lo más pinche.” Incluso puede adquirir el rango de injuria máxima: “Radiador, no me vuelvas a difamar, hijo de tu pinche madre.” No sé cuándo realmente comenzó este proyecto y nunca he leído nada sobre su origen, aunque deduzco algún linaje de estridencia. Ya que “Radiador” en español común es ambivalente “el que enfría, el que calienta”, sin ninguna autoridad pero con mucha pretensión, se me ocurre que el término se originó en tiempos de la aceleración industrial. Nació entre los peones desempleados para beneficio de los amos y que veían con explicable resentimiento a quienes laboraban con ocupaciones técnicas en el manejo de súpermaquinarias. Si bien el uso no está restringido a México, resulta algo anecdótico e insignificante frente al hecho de que, a diferencia de tantos otros idiomas, quinientos millones de personas podamos sobreentenderlo en nuestra lengua materna. Es una desgracia que pocas veces tengamos conciencia de este prodigio.
[Enero de 2014]
para surefear sin lĂmites
Acu谩ticos
Armando G贸mez
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https://www.youtube.com/watch?v=DhS9J-XfscI
Mare Ignotum
与那国島海底地形
Las tierras perdidas de Japón
[El yacimiento se encuentra a escasos kilómetros de la isla Yonaguni y en ellos puede verse una ciudad sumergida, que según calculan los científicos, tiene unos 10.000 años de antigüedad, lo que supondría una de las ciudades mas antiguas del planeta y que podrían ser ni mas ni menos que los restos de una civilización avanzada bastante anterior a la edad de piedra.]
Aquella noche de luna llena en Tangolunda (Huatulco) Roberto Malpica Ceballos (Cosamaloapan, 1949)
Evocan la mente suspiros lejanos de luna y silueta dos cuerpos unidos que sorbo a sorbo de beso embebidos se empapan se impregnan paisaje de manos La arena se sombra: tus huellas las mías y el faro reflejo refleja destellos las sales sudores el nácar ¡son ellos! -tu y yoy el eco en la lejanía. Nostalgia rehace la noche aquella de mar tangolunda tangola estrellas Siluetas dos una que inventan amarse Las horas se han ido y parece reciente que aquellos tu y yo entonces ardientes los mismos de entonces aún buscan hallarse
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Sed Beatriz P. Vázquez (Tijuana, 1990)
La gota marca su camino de fácil paso, corre, acaricia, abandona el vaso con apuro inconmensurable para caer redonda y aumentar su tamaño al choque con la mesa. La segunda gota encuentra su ruta y cae para fundirse con la otra en un charco redondo. Una mano se acerca, toma el vaso y extrae algo del contenido: el agua se desborda como cascada hacia el infinito. Hay un anillo de mar que de a poco se evapora sobre la madera, está el vaso mirando fijo, crea más anillos, dos, cien, quinientos, una constelación de aros acuosos que tocan la mesa y se evaporan para dejar su rastro: el agua nunca termina. La mano juega con los astros empapados, apenas los roza con delicadeza para formar figuras contra la madera: hace mar de estrellas, mar de flores, mar de figuras inimaginables que se desvanecen en segundos; el agua sólo mira al cielo. El hombre bebe otro sorbo. El vaso, cada vez más ligero, se tambalea y sobre la mesa cae más agua, se estira en libertad para chocar con las constelaciones. Se beben las gotas unas con otras y se absorben en una danza que se excita con el candor de besos atenazados y el deseo de cuerpos sujetos desnudos, casi encarnados. El sujeto bebe el sorbo restante, apaga su sed furiosa y deja el vaso sobre la mesa. Las gotas permanecen una hora, después tres y, al final, se desvanecen para dejar la marca de un mar ya seco que prevalece, ahora, después de apagar un incendio
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Seamos marea Serguei Vassallo (Hermosillo, 1985)
Seamos marea, fue el susurro de las olas. Entonces comencé a flotar en las aguas. Ella era un océano y abarcaba todos los países, las selvas arrasadas por los maremotos. Pensé durante meses en las rutas de evacuación sin saber que, tras tocar tierra, escaparía tomándola en mis manos. Le dije que quería ser una marea que creciera mar adentro y le entregué la confianza de mi vida. Y aunque me advirtió que ya no desearíamos volver, me dejé llevar por la intuición de que el mar nunca muere
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el marino y el equilibrista Eliana Hernández Pachón (Bogotá, 1989)
I mientras el puerto se descongestiona espero sentado en el andén con una caja en el regazo un barco lleva palabras es decir pruebas materiales cuando a las palabras no se les pide nada se transforman en cosas con masa y consistencia: pueden caber en una caja al llegar a su destino son algo más que un soplo: deslumbran la sal en el aire las ha fortalecido el mar siempre trae noticias pero los barcos que llevan palabras vienen todos los martes los lunes y cuando el viento enrojece las mejillas lo cual puede ser tres veces al mes dentro de la caja hay un equilibrista una medusa que perdió el rumbo agrego además [48]
una puesta y una salida de sol diarias mirando el horizonte yo siempre esperaba volver cuando logro nombrar no el recuerdo sino las formas del humo en el puerto y el olor del mugre solo en ese momento el acróbata retoma su acto el equilibrio (bien se sabe) es un estado en tensión mientras espero un niño toca en una esquina un acordeón azul magenta por mi caja soy un hombre que escribe al anochecer de día avisto el velero II he decidido lanzarme al agua soy un marino con una caja y un equilibrista tres leguas cargo para conocer el mundo cuatro paredes tiene mi caja frente al abuso poético del mar solo queda ser marino es necesario primero sumergirse en las profundidades tocar el mar en su punto cero en su principio común que comparte con la mujer que dejó el pañuelo [49]
en el puerto y la baba que escurre por la boca de la mula cansada de cargar telas es necesario y aún así brilla el mapamundi mi nueva estrella septentrional guía de viaje hago un inventario de mis pérdidas (el agua es un lugar perfecto para las listas) haciendo honor a su magnificencia y profundidad uno: la mujer en el puerto (sus ojos vidriosos pudieron haber sido míos) dos: me atravieso todo en ti tres: el equilibrista ha perdido su tiento cuatro (nota mental): el mar furibundo devora veleros frente a mis ojos III el mar acaba en mí el corazón de los equilibristas no tambalea
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Sus labios brazos en mi boca rodando [fragmento] Sergio Loo
(Ciudad de México, 1982-2014)
A veces sin ojos logro palparte sin final alguno y ahí tu docilidad proyecta la curva
A veces nosotros 2 tiempos que se resguardan uno frente al otro y a veces nosotros 2 la distancia que nos divide el espacio blanco el pasillo donde paralelo parpadeas signos y a veces nosotros la testosterona llena de medio día en la recámara de tu lenguaje corporal que indica palpitante tu atmosférico cariño que me como
A veces mi glande te besa tierno y a veces mi glande te besa adentro en el paladar oscuro y a veces te beso entre tus piernas el beso que abres y entro y a veces entro lleno de besos de glande por el final de tu boca y beso dilatado y a veces adentro de la penetración todas las bocas en el oscuro se frotan como glandes
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A veces un efecto óptico de la piel nos estira nos entrelaza nos enfada nos reconcilia nos hace 2 nos vuelve 3
Nosotros es una tercera línea imaginaria A veces nosotros en un bizarro amorfo tan promiscuo de lados A veces la asimétrica sutura de los siameses (tú y yo y nosotros) que se quieren y no se quieren desprender
A veces la estabilidad construye un plano construye un sólido construye un fondo y en el fondo
Entonces la pesada inercia como plomo en el profundo de sus mandíbulas Pero a veces los nuestros varones cuerpos los llenos de luz o espeso blanco radiante a chorros despierta un porno sin perímetro
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A veces logro tocarte con el ritmo constante de esta lĂnea
de Sus labios brazos en mi boca rodando (Editorial Foc S.L, 2013)
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Paz sobre la constelación cantante de las aguas Entrechocadas como los hombros de la multitud Paz en el mar a las olas de buena voluntad Paz sobre la lápida de los naufragios Paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas tenebrosas Y si yo soy el traductor de las olas Paz también sobre mí. He aquí el molde lleno de trizaduras del destino El molde de la venganza Con sus frases iracundas despegándose de los labios He aquí el molde lleno de gracia Cuando eres dulce y estás allí hipnotizado por las estrellas He aquí la muerte inagotable desde el principio del mundo Porque un día nadie se paseará por el tiempo Nadie a lo largo del tiempo empedrado de planetas difuntos [...] Vicente Huidobro de Monumento al Mar, 1948 (póstumo)