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Tania Daniela tobar cermeño 6to magisterio infantil intercultural
Para niños de preprimaria
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Nombre: Tania Daniela Tobar Cermeño. Catedrática: Karla azucena castillo pineda. 6to magisterio infantil intercultural. Examen: didáctica del idioma español.
Fecha de entrega: 27.09.2021
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Reframes………………………………………………………pag. 4, 5, 6. Adivinanzas…………………………………………………. pag. 8, 9, 10. Rimas………………………………………………….. …..pag. 11 a la 14. Retahílas……………………………………………………pag. 15 a la 18. Trabalenguas………………………………………………….pag. 19, 20. Poesía ………………………………………....................pag. 21 a la 26. El cuento………………………………………………......pag. 27 a la 44. Fabula………………………………………………………pag. 45 a la 51. Mitos………………………………………………………...pag. 52 a la 62. Leyendas…………………………………………………..pag. 63 a la 75. Enseñanza personal………………………………………………pag. 76.
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Los refranes son dichos o expresiones populares que forman parte del folclore y de la cultura de un país. Normalmente suelen venir acompañados de alguna rima y todos tienen un significado a modo de consejo para tener en cuenta en la vida.
Al que madruga Dios le Ayuda.
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Quien espera desespera.
A darle, que es mole de olla.
A bodas y bautizos, no ir sin ser llamados.
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La curiosidad mató al gato.
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Es una pregunta ingeniosa que se presenta como un juego de palabras en un enunciado, por lo general en forma de rima y plantea un componente educativo. Muchas adivinanzas infantiles cortas tienen el objetivo de transmitir un concepto como pueden ser las de animales o las de frutas y otros objetos.
Choco entre dos paredes late mi corazón. Quien no sepa mi nombre es un cabezón. Respuesta: El chocolate 8
Blanca por dentro, verde por fuera. Si no sabes, espera. Respuesta: La pera
Un señor gordito, muy coloradito, no toma café, siempre toma té Respuesta: El tomate 9
Oro parece, plata no es. Abran las cortinas, y verán lo que es. Respuesta: El plátano
Lo come Pancracio, está en el champán; si piensas despacio sabrás que es el... Repuesta: El pan 10
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Es la repetición de los sonidos finales de dos o más versos en un poema. a) cuando se repiten todos los sonidos (vocales y consonantes) a partir de la última vocal acentuada
En la marcha hay un soldadito Con armadura de papel Y camina rapidito En el sendero al cuartel. 12
Muchos patitos en la laguna Cada uno entre las ramas Nadan tranquilos sin prisa alguna En el agua con sus mamás
Entre el sol y el membrillo Los niños juegan en medio del paisaje Cada uno vestido de amarillo Improvisando en el baraje.
La ballena levanta su hermosa cola Llena de orgullo y majestuosidad Debajo de la gran ola Con brío y voluptuosidad.
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En medio de la oscuridad se enciende una vela Para mejorar la visión al ojo Pero cuídate de quemarte con la candela Que deja a quien la toca flojo.
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Es un juego de palabras, típicamente infantil y normalmente corto, en el que se cuenta una historia con versos que riman y se entonan como si fueran una cancioncilla o un poema, pero con más ritmo.
Zapatito Zapatito blanco, zapatito azul, dime cuantos años tienes tú.
En la casa de Renato En la casa de Renato todos cuentan hasta cuatro: uno, dos, tres y cuatro. Todos cuentan hasta cinco en la casa de Francisco: uno, dos, tres, cuatro y cinco.
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Sana, sana Sana, sana, colita de rana Si no sana hoy sanará mañana. 17
Me cepillo los dientes ¡Me cepillo los dientes! Con pasta y cepillo quedan relucientes de limpios mis dientes lo debes de hacer después de comer después de cenar o desayunar fíjate si… ¡mola! Que ya me los cepillo De… ¡carambola!
Tengo, tengo Tengo, tengo, tengo tú no tienes nada. Tengo tres ovejas en una cabaña. Una me da leche, otra me da lana, y otra mantequilla para la semana.
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Es una frase o un término cuya pronunciación es muy complicada (y, por lo tanto, “traba“ la lengua de aquel que intente expresarla). Suele utilizarse a modo de juego o como ejercicio para lograr una expresión o manera de hablar que resulte clara.
Paco guarda las pocas copas que poco a poco Pepe sacó. 20
Un podador podaba la parra y otro podador que por allí pasaba le preguntó: Podador que podas la parra. ¿Qué parra podas? ¿Podas mi parra o tu parra podas? Ni podo tu parra, ni mi parra podo, que podo la parra de mi tío Bartolo. ¡Qué triste estás, Tristán, tras tan tétrica trama teatral! Cómo quieres que te quiera, si el que quiero que no me quiera, no me quiere como quiero que me quiera. Tres tristes tigres tragaban trigo en tres tristes trastos en un trigal, en un trigal tres tristes tigres tragaban trigo en tres tristes trastos.
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Es un género literario que se caracteriza por ser la más depurada manifestación, por medio de la palabra, de los sentimientos, emociones y reflexiones que puede expresar el ser humano en torno a la belleza, el amor, la vida o la muerte. Como tal, puede estar compuesta tanto en verso como en prosa.
El grillo y la luna Un grillo cantaba cri cri muy contento, mirando a la luna en el firmamento. Cri cri le cantaba «eres la más bella» y la luna reía junto a las estrellas. Cri cri le cantaba «eres tan hermosa» y la luna brillaba creyéndose diosa
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Triste mariposa linda Volando de flor en flor la vieron en primavera, envidiaron su hermosura y no vieron su ceguera. Sus grandes ojos oscuros dejaban ver su tristeza, aun siendo una mariposa de extraordinaria belleza. Triste mariposa linda entre todas la más bella, aunque sus ojos no vean todos la miran a ella.
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Abril El chamariz en el chopo. - ¿Y qué más? El chopo en el cielo azul. - ¿Y qué más? El cielo azul en el agua. - ¿Y qué más? El agua en la hojita nueva. - ¿Y qué más? La hojita nueva en la rosa. - ¿Y qué más? La rosa en mi corazón. - ¿Y qué más? ¡Mi corazón en el tuyo!
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Agua, ¿dónde vas? Agua, ¿dónde vas? Riendo voy por el río a las orillas del mar. Mar, ¿adónde vas? Río arriba voy buscando fuente donde descansar. Chopo, y tú ¿qué harás? No quiero decirte nada. Yo..., ¡temblar! ¿Qué deseo, qué no deseo, por el río y por la mar? Cuatro pájaros sin rumbo en el alto chopo están.
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Mi abuela es un hada Mi abuela Mariana, tiene una cana, cana canariera. Mi abuela Mariana, me cuenta los cuentos siempre a su manera. Yo la quiero mucho, yo la quiero tanto ... Me ducha, me peina y me lleva al campo. Me enseña canciones, me ayuda a estudiar, dice poesías, solemos jugar. Luego por la noche mi abuela me vela, un cuento me cuenta y cuando me duermo, me apaga la vela, Mariana mi abuela. Mi abuela Mariana, de paja el sombrero, el traje de pana, mi abuela Mariana no parece abuela, me parece un hada.
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Un cuento es un relato o narración breve de carácter ficticio o real, con un argumento fácil de entender y cuyo objetivo es formativo o lúdico.
Caperucita Roja
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Érase una vez una niñita que lucía una hermosa capa de color rojo. Como la niña la usaba muy a menudo, todos la llamaban Caperucita Roja. Un día, la mamá de Caperucita Roja la llamó y le dijo: —Abuelita no se siente muy bien, he horneado unas galleticas y quiero que tú se las lleves. —Claro que sí —respondió Caperucita Roja, poniéndose su capa y llenando su canasta de galleticas recién horneadas. Antes de salir, su mamá le dijo: — Escúchame muy bien, quédate en el camino y nunca hables con extraños. —Yo sé mamá —respondió Caperucita inmediatamente hacia la casa de la abuelita.
Roja
y
salió
Para llegar a casa de la abuelita, Caperucita debía atravesar un camino a lo largo del espeso bosque. En el camino, se encontró con el lobo. —Hola niñita, ¿hacia dónde te diriges en este maravilloso día? — preguntó el lobo.
Caperucita Roja recordó que su mamá le había advertido no hablar con extraños, pero el lobo lucía muy elegante, además era muy amigable y educado. —Voy a la casa de abuelita, señor lobo —respondió la niña—. Ella se encuentra enferma y voy a llevarle estas galleticas para animarla un poco. —¡Qué buena niña eres! —exclamó el lobo. —¿Qué tan lejos tienes que ir? —¡Oh! Debo llegar hasta el final del camino, ahí vive abuelita— dijo Caperucita con una sonrisa. —Te deseo un muy feliz día mi niña —respondió el lobo. El lobo se adentró en el bosque. Él tenía un enorme apetito y en realidad no era de confiar. Así que corrió hasta la casa de la abuela antes de que Caperucita pudiera alcanzarlo. Su plan era comerse a la abuela, a Caperucita Roja y a todas las galleticas recién horneadas. El lobo tocó la puerta de la abuela. Al verlo, la abuelita corrió despavorida dejando atrás su chal. El lobo tomó el chal de la viejecita y luego se puso sus lentes y su gorrito de noche. Rápidamente, se trepó en la cama de la abuelita, cubriéndose hasta la nariz con la manta. Pronto escuchó que tocaban la puerta: —Abuelita, soy yo, Caperucita Roja. Con vos disimulada, tratando de sonar como la abuelita, el lobo dijo: —Pasa mi niña, estoy en camita. Caperucita Roja pensó que su abuelita se encontraba muy enferma porque se veía muy pálida y sonaba terrible. —¡Abuelita, abuelita, qué ojos más grandes tienes!
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—Son para verte mejor —respondió el lobo. —¡Abuelita, abuelita, qué orejas más grandes tienes! —Son para oírte mejor —susurró el lobo. —¡Abuelita, abuelita, que dientes más grandes tienes! —¡Son para comerte mejor! Con estas palabras, el malvado lobo tiró su manta y saltó de la cama. Asustada, Caperucita salió corriendo hacia la puerta. Justo en ese momento, un leñador se acercó a la puerta, la cual se encontraba entreabierta. La abuelita estaba escondida detrás de él. Al ver al leñador, el lobo saltó por la ventana y huyó espantado para nunca ser visto. La abuelita y Caperucita Roja agradecieron al leñador por salvarlas del malvado lobo y todos comieron galleticas con leche. Ese día Caperucita Roja aprendió una importante lección: “Nunca debes hablar con extraños”.
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Recitos de oro
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Érase una vez una familia de osos que vivían en una linda casita en el bosque. Papá Oso era muy grande, Mamá Osa era de tamaño mediano y Osito era pequeño. Una mañana, Mamá Osa sirvió la más deliciosa avena para el desayuno, pero como estaba demasiado caliente para comer, los tres osos decidieron ir de paseo por el bosque mientras se enfriaba. Al cabo de unos minutos, una niña llamada Ricitos de Oro llegó a la casa de los osos y tocó la puerta. Al no encontrar respuesta, abrió la puerta y entró en la casa sin permiso. En la cocina había una mesa con tres tazas de avena: una grande, una mediana y una pequeña. Ricitos de Oro tenía un gran apetito y la avena se veía deliciosa. Primero, probó la avena de la taza grande, pero la avena estaba muy fría y no le gustó. Luego, probó la avena de la taza mediana, pero la avena estaba muy caliente y tampoco le gustó. Por último, probó la avena de la taza pequeña y esta vez la avena no estaba ni fría ni caliente, ¡estaba perfecta! La avena estaba tan deliciosa que se la comió toda sin dejar ni un poquito. Después de comer el desayuno de los osos, Ricitos de Oro fue a la sala. En la sala había tres sillas: una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se sentó en la silla grande, pero la silla era muy alta y no le gustó. Luego, se sentó en la silla mediana, pero la silla
era muy ancha y tampoco le gustó. Fue entonces que encontró la silla pequeña y se sentó en ella, pero la silla era frágil y se rompió bajo su peso. Buscando un lugar para descansar, Ricitos de Oro subió las escaleras, al final del pasillo había un cuarto con tres camas: una grande, una mediana y una pequeña. Primero, se subió a la cama grande, pero estaba demasiado dura y no le gustó. Después, se subió a la cama mediana, pero estaba demasiado blanda y tampoco le gustó. Entonces, se acostó en la cama pequeña, la cama no estaba ni demasiado dura ni demasiado blanda. De hecho, ¡se sentía perfecta! Ricitos de Oro se quedó profundamente dormida. Al poco tiempo, los tres osos regresaron del paseo por el bosque. Papá Oso notó inmediatamente que la puerta se encontraba abierta: —Alguien ha entrado a nuestra casa sin permiso, se sentó en mi silla y probó mi avena —dijo Papá Oso con una gran voz de enfado. —Alguien se ha sentado en mi silla y probó mi avena —dijo Mamá Osa con una voz medio enojada. Entonces, dijo Osito con su pequeña voz: —Alguien se comió toda mi avena y rompió mi silla. Los tres osos subieron la escalera. Al entrar en la habitación, Papá Oso dijo: —¡Alguien se ha acostado en mi cama! Y Mamá Osa exclamó: —¡Alguien se ha acostado en mi cama también!
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Y Osito dijo: —¡Alguien está durmiendo en mi cama! —y se puso a llorar desconsoladamente. El llanto de Osito despertó a Ricitos de Oro, que muy asustada saltó de la cama y corrió escaleras abajo hasta llegar al bosque para jamás regresar a la casa de los osos.
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los tres cerditos
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En un pueblito no muy lejano, vivía una mamá cerdita junto con sus tres cerditos. Todos eran muy felices hasta que un día la mamá cerdita les dijo: —Hijitos, ustedes ya han crecido, es tiempo de que sean cerditos adultos y vivan por sí mismos. Antes de dejarlos ir, les dijo: —En el mundo nada llega fácil, por lo tanto, deben aprender a trabajar para lograr sus sueños. Mamá cerdita se despidió con un besito en la mejilla y los tres cerditos se fueron a vivir en el mundo. El cerdito menor, que era muy, pero muy perezoso, no prestó atención a las palabras de mamá cerdita y decidió construir una casita de paja para terminar temprano y acostarse a descansar. El cerdito del medio, que era medio perezoso, medio prestó atención a las palabras de mamá cerdita y construyó una casita de palos. La casita le quedó chueca porque como era medio perezoso no quiso leer las instrucciones para construirla. La cerdita mayor, que era la más aplicada de todos, prestó mucha atención a las palabras de mamá cerdita y quiso construir una casita de ladrillos. La construcción de su casita le tomaría
mucho más tiempo. Pero esto no le importó; su nuevo hogar la albergaría del frío y también del temible lobo feroz... Y hablando del temible lobo feroz, este se encontraba merodeando por el bosque cuando vio al cerdito menor durmiendo tranquilamente a través de su ventana. Al lobo le entró un enorme apetito y pensó que el cerdito sería un muy delicioso bocadillo, así que tocó a la puerta y dijo: —Cerdito, cerdito, déjame entrar. El cerdito menor se despertó asustado y respondió: —¡No, no y no!, nunca te dejaré entrar. El lobo feroz se enfureció y dijo: Soplaré y resoplaré y tu casa derribaré. El lobo sopló y resopló con todas sus fuerzas y la casita de paja se vino al piso. Afortunadamente, el cerdito menor había escapado hacia la casa del cerdito del medio mientras el lobo seguía soplando. El lobo feroz sintiéndose engañado, se dirigió a la casa del cerdito del medio y al tocar la puerta dijo: —Cerdito, cerdito, déjame entrar. El cerdito del medio respondió: — ¡No, no y no!, nunca te dejaré entrar. El lobo hambriento se enfureció y dijo: —Soplaré y resoplaré y tu casa derribaré. El lobo sopló y resopló con todas sus fuerzas y la casita de palo se vino abajo. Por suerte, los dos cerditos habían corrido hacia la casa de la cerdita mayor mientras que el lobo feroz seguía soplando y resoplando. Los dos hermanos, casi sin respiración le contaron toda la historia.
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—Hermanitos, hace mucho frío y ustedes la han pasado muy mal, así que disfrutemos la noche al calor de la fogata —dijo la cerdita mayor y encendió la chimenea. Justo en ese momento, los tres cerditos escucharon que tocaban la puerta. —Cerdita, cerdita, déjame entrar —dijo el lobo feroz. La cerdita respondió: — ¡No, no y no!, nunca te dejaré entrar. El lobo hambriento se enfureció y dijo: —Soplaré y soplaré y tu casa derribaré. El lobo sopló y resopló con todas sus fuerzas, pero la casita de ladrillos resistía sus soplidos y resoplidos. Más enfurecido y hambriento que nunca decidió trepar el techo para meterse por la chimenea. Al bajar la chimenea, el lobo se quemó la cola con la fogata. —¡AY! —gritó el lobo. Y salió corriendo por el bosque para nunca más ser visto. Un día cualquiera, mamá cerdita fue a visitar a sus queridos cerditos y descubrió que todos tres habían construido casitas de ladrillos. Los tres cerditos habían aprendido la lección: “En el mundo nada llega fácil, por lo tanto, debemos trabajar para lograr nuestros sueños”.
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Blanca nieves y los siete enanitos
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Érase una vez una joven y bella princesa llamada Blanca nieves que vivía en un reino muy lejano con su padre y madrastra. Su madrastra, la reina, era también muy hermosa, pero arrogante y orgullosa. Se pasaba todo el día contemplándose frente al espejo. El espejo era mágico y cuando se paraba frente a él, le preguntaba: —Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa del reino? Entonces el espejo respondía: — Tú eres la más hermosa de todas las mujeres. La reina quedaba satisfecha, pues sabía que su espejo siempre decía la verdad. Sin embargo, con el pasar de los años, la belleza y bondad de Blanca nieves se hacían más evidentes. Por todas sus buenas cualidades, superaba mucho la belleza física de la reina. Y llegó al fin un día en que la reina preguntó de nuevo: —Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa del reino? El espejo contestó: —Blanca nieves, a quien su bondad la hace ser aún más bella que tú. La reina se llenó de ira y ordenó la presencia del cazador y le dijo:
—Llévate a la joven princesa al bosque y asegúrate de que las bestias salvajes se encarguen de ella. Con engaños, el cazador llevó a Blanca nieves al bosque, pero cuando estaba a punto de cumplir las órdenes de la reina, se apiadó de la bella joven y dijo: —Corre, vete lejos, pobre muchacha. Busca un lugar seguro donde vivir. Encontrándose sola en el gran bosque, Blanca nieves corrió tan lejos como pudo hasta la llegada del anochecer. Entonces divisó una pequeña cabaña y entró en ella para dormir. Todo lo que había en la cabaña era pequeño. Había una mesa con un mantel blanco y siete platos pequeños, y con cada plato una cucharita. También, había siete pequeños cuchillos y tenedores, y siete jarritas llenas de agua. Contra la pared se hallaban siete pequeñas camas, una junto a la otra, cubiertas con colchas tan blancas como la nieve. Blanca nieves estaba tan hambrienta y sedienta que comió un poquito de vegetales y pan de cada platito y bebió una gota de cada jarrita. Luego, quiso acostarse en una de las camas, pero ninguna era de su medida, hasta que finalmente pudo acomodarse en la séptima. Cuando ya había oscurecido, regresaron los dueños de la cabaña. Eran siete enanos que cavaban y extraían oro y piedras preciosas en las montañas. Ellos encendieron sus siete linternas, y observaron que alguien había estado en la cabaña, pues las cosas no se encontraban en el mismo lugar. El primero dijo: —¿Quién se ha sentado en mi silla? El segundo dijo: —¿Quién comió de mi plato? El tercero dijo: —¿Quién mordió parte de mi pan? El cuarto dijo: —¿Quién tomó parte de mis vegetales?
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El quinto dijo: —¿Quién usó mi tenedor? El sexto dijo: —¿Quién usó mi cuchillo? El séptimo dijo: —¿Quién bebió de mi jarra? Entonces el primero observó una arruga en su cama y dijo: — Alguien se ha metido en mi cama. Y los demás fueron a revisar sus camas, diciendo: —Alguien ha estado en nuestras camas también. Pero cuando el séptimo miró su cama, encontró a Blanca nieves durmiendo plácidamente y llamó a los demás: —¡Oh, cielos! —susurraron—. Qué encantadora muchacha Cuando llegó el amanecer, Blanca nieves se despertó muy asustada al ver a los siete enanos parados frente a ella. Pero los enanos eran muy amistosos y le preguntaron su nombre. —Mi nombre es Blanca nieves —respondió—, y les contó todo acerca de su malvada madrastra. Los enanos dijeron: —Si puedes limpiar nuestra casa, cocinar, tender las camas, lavar, coser y tejer, puedes quedarte todo el tiempo que quieras—. Blanca nieves aceptó feliz y se quedó con ellos. Pasó el tiempo y un día, la reina decidió consultar a su espejo y descubrió que la princesa vivía en el bosque. Furiosa, envenenó una manzana y tomó la apariencia de una anciana. — Un bocado de esta manzana hará que Blanca nieves duerma para siempre — dijo la malvada reina. Al día siguiente, los enanos se marcharon a trabajar y Blanca nieves se quedó sola. Poco después, la reina disfrazada de anciana se acercó a la ventana de la cocina. La princesa le ofreció un vaso de agua.
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—Eres muy bondadosa —dijo la anciana—. Toma esta manzana como gesto de agradecimiento. En el momento en que Blanca nieves mordió la manzana, cayó desplomada. Los enanos, alertados por los animales del bosque, llegaron a la cabaña mientras la reina huía. Con gran tristeza, colocaron a Blanca nieves en una urna de cristal. Todos tenían la esperanza de que la hermosa joven despertase un día Y el día llegó cuando un apuesto príncipe que cruzaba el bosque en su caballo, vio a la hermosa joven en la urna de cristal y maravillado por su belleza, le dio un beso en la mejilla, la joven despertó al haberse roto el hechizo. Blanca nieves y el príncipe se casaron y vivieron felices para siempre.
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El gato con botas
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Érase una vez un molinero muy pobre que dejó a sus tres hijos por herencia un molino, un asno y un gato. En el reparto, el molino fue para el hijo mayor, el asno para el segundo y el gato para el más joven. Éste último se lamentó de su suerte en cuanto supo cuál era su parte. —¿Qué será de mí? Mis hermanos trabajarán juntos y harán fortuna, pero yo sólo tengo un gato. El gato escuchó las palabras de su joven amo y decidido a ayudarlo, dijo: —No se preocupe mi señor, yo puedo ser más útil y valioso de lo que piensa. Le pido que por favor me regale un saco y un par de botas para andar entre los matorrales. Aunque el joven amo no creyó en las palabras del gato, le dio lo que pedía pues sabía que él era un animal muy astuto. Poniendo su plan en marcha, el gato reunió algunas zanahorias y se fue al bosque a cazar conejos. Con el saco lleno de conejos y sus botas nuevas, se dirigió hacia el palacio real y consiguió ser recibido por el rey. —Su majestad, soy el gato con botas, leal servidor del marqués de Carabas —este fue el primer nombre que se le ocurrió al gato—. El marqués quiere ofrecerle estos regalos.
Los conejos agradaron mucho al rey. Al día siguiente, el gato con botas volvió al bosque y atrapó un jabalí. Una vez más, lo presentó al rey, como un regalo del marqués de Carabas. Durante varias semanas, el gato con botas atrapó más animales para presentarlos como regalos al rey. El rey estaba muy complacido con el marqués de Carabas. Un día, el gato se enteró que el rey iba de visita al río en compañía de su hija, la princesa, y le dijo a su amo: —Haga lo que le pido mi señor, vaya al río y báñese en el lugar indicado. Yo me encargaré del resto. El joven amo le hizo caso al gato. Cuando la carroza del rey pasó junto al río, el gato se puso a gritar con todas sus fuerzas: —¡Socorro, socorro! ¡El señor marqués de Carabas se está ahogando! Recordando todos los regalos que el marqués le había dado, el rey ordenó a su guarda a ayudar al joven. Como el supuesto marqués de Carabas se encontraba empapado y su ropa se había perdido en la corriente del río, el rey también ordenó que lo vistieran con el traje más elegante y lo invitó a pasar al carruaje. En el interior del carruaje se encontraba la princesa quien se enamoró inmediatamente del apuesto y elegante marqués de Carabas. El gato, encantado de ver que su plan empezaba a dar resultado, se fue delante de ellos. Al encontrar unos campesinos que cortaban el prado en un enorme terreno, dijo: —Señores campesinos, si el rey llegara a preguntarles a quién pertenecen estas tierras, deben contestarle que pertenecen al marqués de Carabas. Háganlo y recibirán una gran recompensa.
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Cuando el rey se detuvo a preguntar, los campesinos contestaron al unísono: —Su majestad, estas tierras son de mi señor, el marqués de Carabas. El gato, caminando adelante de la carroza, iba diciendo lo mismo a todos los campesinos que se encontraba. El rey preguntaba lo mismo y con cada respuesta de los campesinos, se asombraba más de la riqueza del señor marqués de Carabas Finalmente, el ingenioso gato llegó hasta el más majestuoso castillo que tenía por dueño y señor a un horripilante y malvado ogro. De hecho, todas las tierras por las que había pasado el rey pertenecían a este castillo. El gato sabía muy bien quién era el ogro y pidió hablar con él. Para no ser rechazado, le dijo al ogro que le resultaba imposible pasar por su castillo y no tener el honor de darle sus respetos. El ogro sintiéndose adulado le permitió pasar. —Señor, he escuchado que usted tiene el envidiable don de convertirse en cualquier animal que desee —dijo el gato. — Es cierto —respondió el ogro—, y para demostrarlo me convertiré en león. El gato se asustó de tener a un león tan cerca. Sin embargo, estaba decidido a seguir con su elaborado plan. Cuando el ogro volvió a su horripilante forma, el gato dijo: —¡Sus habilidades son extraordinarias! Pero me parecería más extraordinario que usted pudiera convertirse en algo tan pequeño como un ratón. —Claro que sí puedo—respondió el ogro un tanto molesto. Cuando el ogro se convirtió en ratón, el gato lo atrapó de un solo zarpazo y se lo comió.
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Al escuchar que se acercaba el carruaje, el gato corrió hacia las puertas del castillo para darle la bienvenida al rey: —Bienvenido al castillo del señor marqués de Carabas. —¿Cómo, señor marqués de Carabas? —exclamó el rey—. ¿También este castillo le pertenece? El rey deslumbrado por la enorme fortuna del marqués de Carabas, dio su consentimiento para que se casara con la princesa. Aquel joven que antes fue pobre se había convertido en un príncipe gracias a la astucia de un gato. El joven nunca olvidó los favores del gato con botas y lo recompensó con una capa, un sombrero y un par de botas nuevas.
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Es un tipo de relato breve de ficción que tiene una intención didáctica y moralizante. Por eso, suele estar acompañado de una moraleja, es decir, una enseñanza explícita sobre la interpretación del relato.
El perro y su reflejo
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Un perro muy hambriento caminaba de aquí para allá buscando algo para comer, hasta que un carnicero le tiró un hueso. Llevando el hueso en el hocico, tuvo que cruzar un río. Al mirar su reflejo en el agua creyó ver a otro perro con un hueso más grande que el suyo, así que intentó arrebatárselo de un solo mordisco. Pero cuando abrió el hocico, el hueso que llevaba cayó al río y se lo llevó la corriente. Muy triste quedó aquel perro al darse cuenta de que había soltado algo que era real por perseguir lo que solo era un reflejo.
Moraleja: Valora lo que tienes y no lo pierdas por envidiar a los demás.
El lobo y la grulla
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Un día como cualquier otro, un joven y fornido lobo sintió cómo su garganta se atoraba con el pequeño hueso de una de sus presas. Viéndose en la más precaria situación, comenzó a aullar con lo poco que le quedaba de aliento: —¡Socorro, auxilio! Ayúdame y serás recompensado. Los animales del bosque ignoraron las palabras del lobo ya que todos sabían que él no era de fiar. Sin embargo, una grulla incauta que caminaba por ahí escuchó sus lamentos y decidió ayudarlo. Con su largo y delgado pico, entró en la garganta del lobo y luego de haber extraído el hueso, exigió el pago prometido. Sin embargo, el lobo sonriendo y rechinando sus dientes, exclamó: —¿Qué es lo que me pides? Te aseguro que ya tienes la recompensa que te mereces al haber metido tu cabeza en la boca de un lobo y haber seguido con vida.
Moraleja: Cuando sirves a los malos de corazón, no esperes recompensa. Agradece si escapas las consecuencias de tus acciones.
La mosca y la polilla
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Una noche cualquiera, una mosca se posó sobre un frasco rebosante de miel y comenzó a comerla alrededor del borde. Poco a poco, se alejó del borde y entró desprevenida en el frasco, hasta quedar atrapada en el fondo. Sus patas y alas se habían pegado con la miel y no podía moverse. Justo en ese momento, una polilla pasó volando y, al ver la mosca forcejear para liberarse, dijo: —¡Oh, mosca insensata! ¿Era tanto tu apetito que terminaste así? Si no fueras tan glotona estarías en mejores condiciones. La pobre mosca no tenía cómo defenderse de las certeras palabras de la polilla y siguió luchando. Al cabo de unas horas, vio a la Polilla volando alrededor de una fogata, atraída por las llamas; la polilla volaba cada vez más cerca de estas, hasta que se quemó las alas y no pudo volver a volar. —¿Qué? —dijo la mosca—. ¿Eres insensata también? Me criticaste por comer miel; sin embargo, toda tu sabiduría no te impidió jugar con fuego.
Moraleja: Piensa en tus propios errores antes de criticar a los demás.
El león y el ratón
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En un día muy soleado, dormía plácidamente un león cuando un pequeño ratón pasó por su lado y lo despertó. Iracundo, el león tomó al ratón con sus enormes garras y cuando estaba a punto de aplastarlo, escuchó al ratoncito decirle: —Déjame ir, puede que algún día llegues a necesitarme. Fue tanta la risa que estas palabras le causaron, que el león decidió soltarlo. Al cabo de unas pocas horas, el león quedó atrapado en las redes de unos cazadores. El ratón, fiel a su promesa, acudió en su ayuda. Sin tiempo que perder, comenzó a morder la red hasta dejar al león en libertad. El león agradeció al ratón por haberlo salvado y desde ese día comprendió que todos los seres son importantes.
Moraleja: No menosprecies a los demás, todos tenemos las cualidades que nos hacen muy especiales.
La cigarra y la hormiga
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Durante todo un verano, una cigarra se dedicó a cantar y a jugar sin preocuparse por nada. Un día, vio pasar a una hormiga con un enorme grano de trigo para almacenarlo en su hormiguero. La cigarra, no contenta con cantar y jugar, decidió burlarse de la hormiga y le dijo: —¡Qué aburrida eres!, deja de trabajar y dedícate a disfrutar. La hormiga, que siempre veía a la cigarra descansando, respondió: —Estoy guardando provisiones para cuando llegue el invierno, te aconsejo que hagas lo mismo. —Pues yo no voy a preocuparme por nada —dijo la cigarra—, por ahora tengo todo lo que necesito. Y continuó cantando y jugando. El invierno no tardó en llegar y la cigarra no encontraba comida por ningún lado. Desesperada, fue a tocar la puerta de la hormiga y le pidió algo de comer: —¿Qué hiciste tú en el verano mientras yo trabajaba? —preguntó la hormiga.
—Andaba cantando y jugando —contestó la cigarra. —Pues si cantabas y jugabas en verano —repuso la hormiga—, sigue cantando y jugando en el invierno. Dicho esto, cerró la puerta. La cigarra aprendió a no burlarse de los demás y a trabajar con disciplina.
Moraleja: Para disfrutar, primero tienes que trabajar.
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Un mito es una narración maravillosa protagonizada por dioses, héroes o personajes fantásticos, ubicada fuera del tiempo histórico, que explica o da sentido a determinados hechos o fenómenos. En este sentido, forman parte del sistema de creencias de un pueblo o cultura. Considerados en conjunto, los mitos conforman una mitología
Frida y el juguete
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Hace mucho tiempo, los gigantes vivían entre las montañas solitarias de Alsacia. En la cima de la montaña más alta, había un castillo llamado Burg Niedeck y era ahí donde el más poderoso de los gigantes vivía con su esposa y su hija llamada Frida. Frida, que era tan alta como el campanario de una iglesia recorría las montañas con toda libertad, pero sabía que nunca debía acercase al valle donde vivían las personas pequeñas. Estas personas eran campesinos que labraban la tierra y plantaban maíz, trigo y cebada. También podaban sus viñas y cavaban zanjas, cosas que los gigantes no podían hacer. Por esta razón, los gigantes tomaban parte de lo que las pequeñas personas cosechaban. Y lo hacían a escondidas, sin dejar rastro, pues según el hechizo, el día en que un campesino llegara hasta Burg Niedeck sería el fin de todos los gigantes. Sin embargo, Burg Niedeck era muy difícil de alcanzar y a ningún campesino se le había ocurrido llegar hasta allá. Un día, Frida jugaba en las afueras del castillo bajo el calor abrasador del sol. Pero el valle verde se veía tan fresco y sombreado, que la niña no pudo resistirse y decidió bajar por la ladera de la montaña hasta llegar al valle prohibido. Al cabo de un corto tiempo, se encontró con un campesino arando la tierra.
Con un grito de alegría, Frida se arrodilló. —¡Qué juguete tan pequeño y encantador! —dijo—. Me lo llevaré a casa para jugar. Extendiendo su pañuelo en el suelo, levantó cuidadosamente al pobre campesino y lo puso en el centro. Luego, tomó el pañuelo por las cuatro esquinas y subió por la ladera de la montaña saltando y corriendo alegremente. Sus pisadas eran tan fuertes como la llegada de un terremoto. En la puerta del palacio encontró a su padre —Hola, pequeña —dijo el gigante—. ¿Qué traes en ese pañuelo? —¡Mira! — respondió Frida—. He encontrado un juguete maravilloso. El gigante frunció el ceño, y sacudió la cabeza. —¿Qué has hecho? —dijo enojado—. Este no es un juguete. ¿Acaso no sabes que el día en que un campesino llegara hasta Burg Niedeck sería el fin de todos los gigantes? Llévalo al valle de inmediato, quizás no se rompa el hechizo. Frida tomó nuevamente al campesino y lo llevó al campo, pero era demasiado tarde. Esa misma noche todos los gigantes desaparecieron. En la mañana, Burg Niedeck quedó en ruinas. Y hasta el día de hoy, no se sabe de la existencia de los gigantes.
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Rayo de Fuego
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Cuenta la leyenda, que hace muchos, muchos siglos, en un lejano país del norte, el rey Erico el Viejo, enfermo y cansado de gobernar, anunció a todos sus súbditos que elegiría a un sucesor basándose únicamente en la fortaleza que este demostrara. Pronto, se presentaron ante el rey los hombres más valientes de la región y narraron sus heroicas hazañas El primero en participar fue Trim, un hombre fornido y de barba roja que dijo: —Una noche se desató una tormenta mientras navegaba y gracias a mi increíble fuerza, tomé mi embarcación con una mano y nadé con la otra hasta alcanzar la orilla. Después de Trim, era el turno de Trom, un hombre moreno de barba negra, tan alto y musculoso que parecía un gigante: —Mi señor rey —dijo Trom—, mi encuentro con el mar fue más heroico que el de Trim. Una noche de tormenta, el viento estaba tan iracundo que debí tomar mi embarcación con ambas manos y nadar solo con mis piernas. El último en hablar fue Trum, un hombre fortachón de barba rubia que por violento y presuntuoso no era del agrado del público.
Erico el Viejo, Trim, Trum y todo el reino lo escucharon con toda atención. —Su majestad, si lo que busca es el mayor acto de fortaleza, soy entonces su único aspirante al trono. Las historias de Trim y Trom palidecen ante la mía —dijo Trim, convencido de ser el mejor de todos tres y añadió—: a mí también me sorprendió la tormenta mientras comandaba una flota de 52 barcos. Entonces, llamé a mi caballo, Rayo de Fuego, que puede desplazarse sobre la tierra y el mar, até la costa a su cola con una soga de hierro y remolqué al reino entero hasta los barcos. Como no me era posible llevar los barcos a tierra, llevé la tierra hasta los barcos. —¡Increíble, fantástico! —dijo Erico el Viejo, muy sorprendido. Sin embargo, el rey sabía que elegir a Trum como su sucesor causaría un enorme descontento entre su pueblo y exclamó: —Tu hazaña es en realidad heroica, pero Rayo de Fuego, tu caballo, demostró ser más fuerte que tú. Él salvó a toda una flota y merece ser el rey. El pueblo celebró la decisión del sabio rey, pues preferían ser gobernados por un caballo que por un tirano.
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La caja de Pandora
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Al principio de los tiempos, un titán llamado Prometeo entregó a los hombres el regalo del fuego. El dios Zeus estaba furioso con el titán por no haber pedido su permiso primero y con los humanos por aceptar el regalo, por lo que ideó un plan para castigar a todos. Le ordenó a Hefesto que creara una mujer hermosa a quien llamó Pandora. Afrodita le imprimió el don de la belleza, Hermes le dio astucia, Atenea le enseñó diversas artes y Hera le hizo el regalo que cambiaría la historia de los hombres por siempre: la curiosidad. Luego, Zeus ordenó a Hermes llevar a la hermosa mujer a la Tierra. Antes de emprender su camino a la Tierra, Zeus obsequió a Pandora una caja de oro con incrustaciones de piedras preciosas atada con cuerdas doradas y le advirtió que bajo ninguna circunstancia debía abrirla. Hermes guio a Pandora desde el Monte Olimpo y se la presentó al hermano de Prometeo, Epimeteo. Los dos se casaron y vivieron felices, pero Pandora no podía olvidar la caja prohibida. Todo el día pensaba en lo que podía haber adentro. Anhelaba abrir la caja, pero siempre volvía a atar los cordones dorados y devolvía la caja a su estante. Sin embargo, la curiosidad de Pandora se apoderó de ella; tomó la caja y tiró de los cordones desatando los nudos. Para su
sorpresa, cuando levantó la pesada tapa, un enjambre de adversidades estalló desde la caja: la enfermedad, la envidia, la vanidad, el engaño y otros males volaron fuera de la caja en forma de polillas. Pero entre todos ellos, voló una hermosa libélula trazando estelas de color ante los ojos sorprendidos de Pandora. A pesar de que Pandora había liberado el dolor y sufrimiento en el mundo, también había permitido que la esperanza los siguiera. Y es la esperanza lo que permite a la humanidad seguir adelante a pesar de las adversidades.
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El rey con orejas de Burro
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Hace muchos, muchos siglos, el rey Midas fue elegido para juzgar una competencia musical. Pero esta no era cualquier competencia, pues los contendientes eran Apolo, dios de la música y Pan, un semidiós. El orgulloso Pan, presumía de ser mejor músico que el mismo dios de la música. Apolo, por supuesto, no estuvo de acuerdo. Entonces, decidieron organizar un concurso para resolver la disputa de una vez por todas y a cada uno de ellos se le permitió elegir a una persona para servir como juez. Apolo eligió a Tmolo, un dios menor de las montañas. Y Pan, siendo muy amigo de Midas, eligió al rey mortal. Apolo entonó una hermosa canción con su lira, un instrumento de cuerda parecido al arpa, mientras que Pan tocó la siringa, un instrumento de viento similar a la flauta. Tmolo votó por Apolo, quien había demostrado una clara superioridad. Pero Midas, porque era su amigo y no quería decepcionarlo, votó por Pan. Apolo estaba furioso: —¿Cómo se atreve este mortal a decir que un semidiós le ganó al dios de la música en su propio arte?, Midas, no tienes gusto — exclamó Apolo—. ¡Debes tener orejas de burro si crees que Pan es mejor que yo!
Y Apolo convirtió las orejas de Midas en las largas y peludas orejas de un burro. El rey Midas estaba terriblemente avergonzado. ¿Cómo podría aparecer ante su gente con esas enormes orejas de burro? ¿Qué dirían los reyes de otras tierras cuando lo descubrieran? Nadie lo tomaría en serio otra vez. Llegada la noche, logró regresar al palacio sin que nadie lo viera. De ahí en adelante fue visto llevando un turbante grande y pesado todo el tiempo. Sus súbditos y los reyes de otras tierras a menudo comentaban: —¿De dónde sacó el Rey Midas ese extraño turbante y por qué insiste en usarlo todo el tiempo? Durante un año, el Rey Midas pudo mantener su secreto hasta que se llegó el día de necesitar un corte de cabello. El barbero vio las orejas del rey y prometió guardar el secreto. Pero el peso de ese secreto se le hacía insoportable, Desesperado, salió a las orillas del río y cavó un agujero en la tierra. Luego, gritó su secreto en el agujero: “El rey Midas tiene orejas de burro”. Sintiéndose mucho mejor, el barbero tapó el agujero y regresó a casa. Pero a la siguiente primavera, crecieron juncos en el lugar donde el barbero había enterrado el vergonzoso secreto. Cuando soplaba el viento, los juncos susurraban a los cuatro vientos las palabras del barbero. Grande fue la sorpresa del rey Midas cuando se enteró de que los juncos habían esparcido su secreto por todo el reino: “¡El rey Midas tiene orejas de burro! ¡El rey Midas tiene orejas de burro! ...”
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Dédalo e Ícaro
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Hace mucho, muchísimo tiempo, en la remota isla de Creta, apareció una monstruo mitad toro y mitad hombre, conocido como el minotauro. Él era extraordinariamente fuerte, feroz y tenía un apetito enorme. Como puedes imaginarlo, la gente de Crea le tenía mucho miedo. Fue de esta manera que todos se reunieron ante el Consejo Real para rogarle al rey Minos encontrar una manera de desterrar la horripilante criatura. Pero los planes del rey eran diferentes; al enterarse de la existencia del minotauro se dijo a sí mismo: “Si capturo al minotauro todos me temerán. Ninguno de mis súbditos se atreverá a traicionarme y mis enemigos lo pensarán dos veces antes de atacarme”. Y así, el rey convocó a Dédalo, el más brillante inventor de su reino y a su joven hijo, Ícaro. —Dédalo, construye una prisión para el minotauro — dijo el rey— . Esta deberá ser tan impenetrable que nada ni nadie pueda escapar ni siquiera con la ayuda de los dioses. Dédalo era un hombre común, pero sus creaciones eran extraordinarias. Entonces, construyó un laberinto tan enredado y retorcido, que una vez adentro, era imposible encontrar una salida.
El rey encerró al minotauro en el laberinto, pero el monstruo no fue el único que corrió con esta suerte. También hizo prisioneros a Dédalo e Ícaro; alguien con el talento del inventor le resultaría muy útil en tiempos de guerra. Durante muchos años, padre e hijo vivieron en la torre más alta del palacio, trabajando en una infinidad de invenciones ante la mirada vigilante de la guardia real. Un día, mientras miraba por la ventana a las gaviotas volar, Dédalo tuvo una idea: construir unas alas, igual que las alas de las gaviotas, solo que más grandes y fuertes. Con estas alas él y su hijo volarían lejos, de regreso a Atenas. Entonces, pidió al rey Minos plumas y cera con la excusa de que eran para uno de sus tantos inventos de guerra. El anhelado día llegó, Dédalo había terminado las alas: —Con estas alas volaremos como las gaviotas —le dijo a Ícaro— , pero ten cuidado de volar muy alto. El sol derretirá la cera que une a todas las plumas. Juntos, se lanzaron al viento desde la ventana de la torre. Volaron sobre la isla de Creta hacia el mar, la gente los miraba desde abajo confundiéndolos con los dioses. Todo iba según lo planeado, hasta que Ícaro pensó: “Puedo volar más alto que las gaviotas”. Olvidando el consejo de su padre, voló muy alto en la inmensidad del cielo De repente, el aire se hizo más y más cálido y las plumas de sus alas se desprendieron una a una. Era demasiado tarde, el sol había derretido la cera que unía las plumas. Dédalo escuchó los gritos de su hijo y voló en su dirección, pero lo único que encontró fue miles de plumas flotando en el mar.
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Una leyenda es un relato que se transmite por tradición oral, el cual combina elementos reales con elementos imaginarios o maravillosos, enmarcados en un contexto geográfico e histórico concreto, de hechos sobrenaturales, naturales o una mezcla de ambos que se transmite de generación en generación.
La llorona
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Hace muchos años en la Ciudad de México, cerca de Xochimilco, se escuchaban los tristes lamentos de una mujer. - ¡Ay mis hijos! Qué será de ellos - decía una voz perturbadora. Mientras se escuchaba a la mujer misteriosa, los temerosos habitantes de la ciudad se encerraban en sus casas a base de lodo y piedra. Tampoco los antiguos conquistadores se atrevían a salir a la calle, pues los gritos de aquella mujer eran realmente espeluznantes. Los rumores decían que se trataba de la llorona, una mujer vestida de blanco con cabellos largos y aspecto fantasmagórico, que flotaba en el aire con un velo para cubrir su horripilante rostro. Lentamente vagaba por la ciudad entre calles y plazas, y quien llegó a ser testigo de su presencia dice que, al gritar, ¡ay mis hijos!, agitaba sus largos brazos de manera angustiosa, para después desaparecer en el aire y seguir aterrorizando en otras partes de la ciudad con sus quejidos y gritos. Mientras la llorona recorría las plazas, lloraba desesperada, después de un tiempo se dirigía al río hasta perderse poco a poco en la oscuridad de la noche, y así terminar disolviéndose entre las aguas. Esto pasaba todas las noches en la ciudad de México y tenía verdaderamente inquietos a sus habitantes, pues nadie sabía la causa de aquellos lamentos.
Algunas personas decían que la mujer tenía un enamorado, con el cual nunca había podido casarse gracias a que la muerte la había sorprendido inesperadamente. Al morir el hombre se quedó solo y triste, y descuidó a tal punto a sus 3 hijos, que los pobrecitos se quedaron huérfanos sin que nadie les ayudara. A causa de esto la mujer regresaba del más allá para cuidar de sus hijos, y los buscaba desesperadamente a través de gritos y lamentos. Otra versión cuenta que hace mucho, vivía una madre junto con sus tres hijos. El padre de los niños los había abandonado hace mucho tiempo, hasta que un día, aquel hombre regresó. El hombre volvió cuando los pequeños se encontraban solos en casa y cuando la madre regresó a su hogar buscó a sus niños, pero no los encontró, ni a ellos ni al hombre. Salió y buscó por el pueblo llorando y gritando los nombres de sus niños sin poder encontrarlos. Con el pasar de los años, su búsqueda continuó, pero sin éxito alguno y tras tanto esfuerzo, la mujer falleció de la tristeza. Desde entonces su espíritu errante vaga todas las noches buscando a sus hijos, llorando y lamentando por los alrededores de los pueblos.
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El conejo plasmado en la luna
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Cuenta la leyenda azteca, que el dios Quetzalcóatl dejó su aspecto de serpiente emplumada para transformarse en un hombre común y así poder explorar la Tierra. El dios se encontraba tan maravillado con los hermosos paisajes que siguió caminando hasta que el cielo se oscureció y se llenó de estrellas. Cansado y hambriento, se detuvo al lado del camino. Un conejo pasó por su lado y le preguntó: —¿Estás bien? —No, me siento muy cansado y hambriento —respondió el dios. Sin saber que estaba hablando con una deidad, el conejo rápidamente se ofreció a compartir su comida con Quetzalcóatl. —Gracias, pero no como plantas — le dijo el dios al conejo. El pequeño animal sintió mucha pena por el viajero: —No tengo nada más que ofrecerte, soy una criatura insignificante y tú necesitas recuperar tus fuerzas, por favor cómeme y reanuda tu viaje. El dios conmovido por el noble gesto de la pequeña criatura, regresó a su forma de serpiente emplumada y sostuvo al conejo tan alto que su reflejo quedó plasmado para siempre en la luna.
Luego, regresó al conejo a la Tierra y dijo: —No eres una insignificante criatura, tu retrato pintado en la luz de la luna contará a todos los hombres la historia de tu bondad. 67
Las manchas del sapo
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Al comienzo del tiempo, cuando la Tierra era aún muy joven, el sapo tenía una piel suave. En aquellos días el sapo era tan fiestero que era casi imposible encontrarlo en su propia casa. Si alguien tenía una fiesta él se presentaba, sin importar lo lejos que estuviera de su casa o el tiempo que le tomara en llegar. Un día, el sapo se enteró de que había una fiesta en el cielo y decidió ir. —¿Cómo vas a llegar al cielo sin poder volar? —dijo su amigo, el armadillo—. Con tu peso, ningún ave te llevará a cuestas. —Ya verás cómo me las arreglo para ir a la fiesta — respondió el sapo. No lejos de la casa del sapo, vivía un buitre violinista que era muy impopular entre todas las aves y las bestias. El sapo fue a visitarlo. —Buenos días, amigo —dijo el sapo—. ¿Vas a asistir a la fiesta en el cielo?
El buitre respondió que sí planeaba asistir. —¡Qué bien! —dijo el sapo—. ¿Puedo tener el placer de tu compañía para el viaje? El buitre estaba feliz de que alguien se interesara por su presencia. Para él era una nueva experiencia. —Por supuesto que sí, me encantará ir a la fiesta contigo—respondió el buitre—. ¿A qué hora nos encontramos? —Ve a mi casa a las cuatro, asegúrate de llevar tu violín contigo —dijo el sapo. A las cuatro en punto, el buitre llegó a la casa del sapo trayendo su violín consigo, solo porque el sapo le había pedido que lo trajera. —No estoy del todo listo para ir —gritó el sapo—. Deja tu violín junto a la puerta y entra. Me tomará un minuto arreglarme. El buitre colocó su violín con cuidado junto a la puerta y entró a la casa. El sapo saltó por la ventana y se escondió dentro del violín. El buitre esperó y esperó a que el sapo se arreglara, pero no escuchó una palabra de él. Finalmente se cansó de esperar, cogió su violín y emprendió el vuelo. Entonces, el buitre llegó a la fiesta un poco retrasado, debiendo explicar a todos que había tenido que esperar al sapo. —¡Qué ingenuo eres! —dijeron los asistentes—. ¿Cómo crees que un sapo puede llegar a una fiesta en el cielo?
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Los sapos no pueden volar. Deja tu violín en un rincón y ven al banquete. El buitre dejó su violín. Tan pronto como se encontró solo, el sapo saltó de su escondite. Riendo de oreja a oreja, se dijo: “¡Así que pensaron que no llegaría a la fiesta! ¡Qué sorprendidos estarán de verme aquí! “ No había nadie en la fiesta que estuviera tan alegre como el sapo. Cuando el buitre le preguntó cómo había llegado, le respondió: —Te lo contaré algún otro día. El sapo siguió comiendo y bailando. Sin embargo, el buitre no lo pasó muy bien en la fiesta y decidió irse a casa temprano, sin despedirse de sus anfitriones y sin llevarse el violín. Al terminar la fiesta, el sapo saltó dentro del violín y esperó y esperó a que el buitre lo llevara a casa. Nadie recogió el violín y el sapo comenzó a preocuparse mucho. Casi deseó no haber estado en la fiesta. Al cabo de un rato, el halcón notó el violín: —Este violín pertenece al buitre, se lo llevaré de vuelta. El halcón voló hacia la tierra con el violín, el sapo se sacudió terriblemente dentro de él. Fue entonces que el halcón se sintió muy cansado. No puedo seguir cargando este violín tan pesado ni un minuto más —dijo el halcón—. No debí pensar en devolverlo, el buitre no es amigo mío.
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Entonces, dejó caer el violín. Abajo, abajo hacia la tierra cayó. —¡Oh!, piedras pequeñas, apártense de mi camino —dijo el sapo al caer—. Pero las piedras pequeñas tenían oídos sordos y no se apartaron del camino. Cuando el sapo salió del violín destrozado, estaba tan cubierto de moretones y manchas que casi no pudo saltar de regreso a casa. El buitre nunca supo qué fue de su violín o por qué el sapo había perdido su buena apariencia e interés por las fiestas. Pero esta es la razón por la cual, hasta el día de hoy, todos los sapos están cubiertos de manchas.
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El Sombrerón
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Dicen que, en tierras guatemaltecas, existe un espíritu tan extraño como temible, que, a pesar de su apariencia inofensiva y su dulce voz, es toda una amenaza para las muchachas bonitas. Se trata del Sombrerón, un hombrecito al que nunca se le puede ver el rostro debido al enorme sombrero que lleva en la cabeza y tapa por completo sus facciones. Eso sí, se lo puede reconocer por qué siempre va sobre una mula pequeña y carga una guitarra al hombro. La historia de este ente comienza hace mucho tiempo, cuando habitaba en el barrio de La Antigua Guatemala una niña muy bonita, de largo cabello negro y ojos oscuros y enormes. Tan linda era, que todos los que pasaban junto a su balcón no podían evitar mirarla. Y fue esta pequeña quien atrajo la atención del Sombrerón, a quien le encantaba enamorar a las muchachitas. Noche tras noche, llegaba él montado en su mula y se ponía a tocar en su guitarra una melodía hipnótica, que acompañaba de tristes versos entonados por su voz; una voz tan melodiosa, que la niña se quedaba escuchándola sin poder dormir hasta el amanecer. Enamorada como se quedó de aquella aparición, dejó de comer y solo se la pasaba suspirando por los rincones, llena de tristeza.
Su madre pensó que había enfermado y la llevó con el médico, quien solo le diagnosticó un mal de amores. No había medicina que pudiera curar esa terrible enfermedad. Desesperada, su mamá entonces la llevó a un convento, donde pensó que podría olvidar a aquel amor imposible y salvarse encomendando su alma a Dios. Cuando el Sombrerón acudió la noche siguiente a cantarle a su amada, se llevó una gran impresión al ver que no estaba en su habitación. Y soltó un lamento desgarrador que, juran, se escuchó por todo el barrio. Mientras tanto en el convento, la niña murió de tristeza al no escuchar más aquella canción que amaba.
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El jinete sin cabeza
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Hace mucho tiempo en un pequeño pueblo, un jinete acostumbraba a dar paseos con su caballo. Esto ocurría todas las noches y la gente extrañada, se preguntaba qué hacía un hombre dando paseos tan tarde, no era usual que anduviera cabalgando por ahí a última hora del día. Una noche, empezó a caer una tormenta, y mientras fuertes relámpagos se escuchaban retumbando en el cielo, el jinete de un momento a otro desapareció sin dejar rastro. Con el pasar de los años la gente se olvidó de aquel hombre solitario, hasta que un día en una noche de tormenta similar, se empezó a escuchar de nuevo la misma cabalgata de aquel caballo y su jinete. Las personas esperando saciar su curiosidad se asomaron para ver de quién se trataba, de pronto se dieron cuenta de que era el mismo jinete cabalgando en su caballo, pero lo que no sabían, es que estaban a punto de llevarse ¡toda una sorpresa!
Al caer un fuerte rayo, éste iluminó al jinete demostrando ¡que no tenía cabeza! La gente al asustarse con aquella terrorífica imagen, corrieron a esconderse en sus casas y desde entonces no se explican el origen de aquel jinete sin cabeza. Algunos dicen que era el espíritu de un soldado alemán, que había luchado hace años en tierras norteamericanas contra tropas estadounidenses. Después de ser vencido, cuentan que se le cortó la cabeza y tras fallecer lejos de su país, nunca pudo descansar en paz, al menos no hasta que encontrara de nuevo su cabeza.
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El aprendizaje que este libro me brindo fue bastante grande ya que me di cuenta que existían cuento que yo n conocía y que siempre eran los más comunes, lo mismo con las leyendas, puede obtener un mejor conocimiento sobre estos temas y fue demasiado curioso el hecho de buscar cada uno de ellos y leerlos y aprender un poco más sobre el tema.