Nota de tapa // LEYENDAS URBANAS

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NOTA DE TAPA

ES PROBABLE QUE EL PROMEDIO DE ESTRES QUE SUPONE VIVIR EN UNA CIUDAD CONTRIBUYA A LA FORMACION DE LOS MITOS. ES QUE LOS TEMORES DEL HABITANTE MUCHAS VECES PRECISAN FORMAS CONCRETAS PARA MATERIALIZARSE. EN ESOS HUECOS QUE DEJA LA CERTEZA CRECEN LAS LEYENDAS. DESDE FANTASMAS HASTA CASAS EMBRUJADAS, PASANDO POR PACTOS DIABOLICOS, ROBO DE ORGANOS Y LA PRESENCIA DE EXTRATERRESTRES, TODOS LOS TEMORES SE DIBUJAN EN ALGUNA PARED, EN ALGUN BARRIO, EN DETERMINADA CALLE. Y AUNQUE CAMBIEN LOS TIEMPOS, LA TECNOLOGIA Y LAS CREENCIAS, ALGO SIGUE IGUAL DESDE LAS PRIMERAS CAVERNAS: EL MIEDO.

TEXTO NATALIA MORET FOTOS ALEJANDRA LOPEZ Y ARCHIVO INFOMEDIA PRODUCCION ANDY BENEGAS

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espués de meses de patético llanto y depresión, encerrado en su departamento sintiendo pena de sí mismo, Juan decide salir. Los amigos le dijeron que si no la corta de inmediato con la victimización van a dejarlo solo, pudriéndose entre colillas, hormigas y platos sucios. Ninguna mujer justifica tanto sufrimiento, mucho menos una ex. Lo llevan a un bar muy cool que siempre está lleno de “minitas relajadas, cero histéricas”. Así que esta noche la ponés, Juancito. Algo aturdido por la falta de práctica, se acerca a la barra y pide tequila. El primer trago es una caricia que pasa silenciosa; el segundo y el tercero le devuelven algo de la autoestima perdida y sin darse cuenta ni cómo ni cuándo se descubre conversando con una chica que parece una porrista de Dios. Tiene los ojos espigados, la piel trigueña, y uno de esos cuerpos que prometen ser aún mejores desnudos. Cada vez que se ríe la cabellera morocha y tupida le cubre una parte de los ojos, como a Jessica Rabbit. Es una chica increíble, y también es increíble, piensa Juan, que se haya fijado en él. Recuerda las noches que pasó en su living llorando con temas de Elliott Smith y de Spinetta, planificando el soundtrack de su suicidio mientras le preguntaba a la vida por qué se había ensañado con él, y se siente un perfecto idiota. De la nada, la chica le acaricia el pelo. En menos de cero segundos están a los besos y ella le dice: vamos a un lugar más tranquilo. Eufemismo universal conocido por todos. Juan, que a esta altura va por su cuarto tequila,

acepta sin dudarlo; aceptaría irse con ella incluso convaleciente. Propone su casa, pero enseguida recuerda el lamentable espectáculo que dejó en el comedor: todas las fotos de las últimas vacaciones con su ex desparramadas por el piso. “Ah, no”, dice entonces, “cuando me fui no había luz”, haciendo como que recuerda un hecho que no existe. Ella, que además de talento físico tiene actitud (¿lo tendrá todo?), le dice que conoce un telo por un barrio al que Juan nunca fue y al que, en principio, nunca iría. Tengo un 40% de descuento del Club La Nación, agrega. Así que allí van, en el auto de él, toqueteándose hacia la aventura. Al final, tanto que rompieron las bolas, los boludos de sus amigos tenían razón. Ella es perfecta, la noche es perfecta y la mejor forma de vengarse de la hija de puta de su ex es esta: tener una vida buena, sin ella. Llegan al albergue. Nada espectacular, pero a nadie le importa. La parejita entra a los tumbos a la habitación y cae contra el colchón plastificado. Ella saca de la cartera una botellita de champagne para brindar y la abre. Se la da a él, que da el primer trago y dice unas palabras que después no recuerda. Ríen. Cuando empiezan a sacarse la ropa Juan comienza a sentirse mareado, y de pronto todo funde a negro. Tres horas después abre los ojos. Tiene frío, un dolor fuerte en la espalda, y tarda unos segundos en entender que está desnudo en un jacuzzi repleto de hielo. Ve su celular apoyado cerca y una nota que dice: “Llamá urgente a una ambulancia”. Se pone de pie como puede, con dolor, y

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Agronomía en uno de los miles de espejos del baño se descubre una gran cicatriz en la espalda. La chica perfecta le robó los riñones, y Juan va a pasar el resto de su vida enchufado a una máquina de diálisis.

HISTORIAS INOXIDABLES Con variaciones en algunos detalles y nombres propios, muchos habrán escuchado alguna vez esta historia macabra, bastante inverosímil y ultra moralista sobre el tráfico de órganos. En los ochenta, la misma historia se contaba con final distinto y sin celulares: no había robo de órganos pero en el espejo del baño quedaba escrita una frase terrible, “Bienvenido al mundo del SIDA”. En los 90, los miedos cambiaron y llegó el robo de órganos. La historia, como toda buena historia, perduró inoxidable. Todos tenían un amigo que tenía a su vez un amigo que le había contado que esta anécdota le había pasado a un amigo suyo. La historia de los ladrones de órganos logró sembrar el terror y construir su popularidad mediante el subliminal cuasi victoriano, aplicable a ambas décadas y a ambos finales: “el alcohol te lleva al sexo con desconocidos y el sexo con desconocidos a perder los riñones o a contraer una enfermedad. ¡Guarda!”. A pesar de no existir ninguna prueba que demuestre que alguna vez haya pasado, el rumor de los traficantes

[ HOMBRES GATO]

circuló de boca en boca como si fuera una verdad revelada. Hoy se ha vuelto una leyenda urbana por excelencia, a esta altura tan conocida que ya casi nadie la cuenta, o si lo hace no cree verdaderamente en ella. Además, la anécdota está llena de baches. ¿Cómo escapó la chica sin ser vista? ¿Quién la ayudó? ¿Cómo hicieron la operación tan velozmente? ¿Dónde tenía el instrumental? Y la más importante: ¡¿De dónde sacó tanto hielo?! De todas formas, si un chico que conoce la historia es abordado una noche cualquiera en un bar por una top model que le ofrece ir a un lugar más tranquilo, tal vez lo piense dos veces. Porque así como las leyendas urbanas no tienen pruebas que las certifiquen, nadie puede confirmar su falsedad a ciencia cierta. Y si uno o dos detalles no cierran, no importa. De hecho, mejor. Ese será el componente que le dé la particularidad, rareza y misterio. Por ejemplo, vean este caso: “A Walt Disney lo congelaron justo unos minutos antes de morir, así

Una secta llegada desde Brasil Se decía que dormían en los jardines de Agronomía. Y que eran una especie de súper héroes malvados.

cuando encuentren la cura al cáncer de pulmón lo descongelan y lo salvan”. Aún asumiendo que sea posible descongelar a una persona como a una salsa bolognesa del freezer, en esta leyenda urbana también hay un detalle que no cierra: Walt murió en 1966, a los 65 años, y dos días después de su muerte lo cremaron en el Forest Lawn Cemetery de Glendale, California, donde desde hace 47 años descansan sus cenizas. Sí, un pequeño detalle. Sin embargo, la leyenda de la criogenización sigue viva, y hay mucha gente que todavía espera que revivan a Walt. ¿Cómo se gestó esta leyenda urbana? Nadie lo sabe, pero a diferencia de otros casos de este puede saberse con total certeza que no es cierta.

LAS LEYENDAS URBANAS TIENEN CIERTA PREDILECCION POR, DIGAMOS, LOS MARATONES DE CINE DE TERROR.

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NOCHES DE TERROR Además del tráfico de órganos, las enfermedades, los criminales y la muerte, las leyendas urbanas tienen cierta predilección por, digamos, los maratones de cine de terror. Es casi sencillo: cada monstruo tiene su correlato en cada ciudad; una suerte de versión adaptada a los estándares de la región. Por caso, la leyenda de los cocodrilos albinos que reinan en las cloacas de Nueva York se corresponde con la de los dragones o animales mutantes que tienen como territorio el entubado, y siempre desbordado durante los días de lluvia, arroyo Maldonado. Y la lista es notable en su composición y -también- en su adaptación. Las leyendas urbanas sobre vampiros, hombres lobos, casas embrujadas, extraterrestres, pactos diabólicos son -valga- legión. En su trilogía Buenos Aires es leyenda (ver recuadro Cazadores de leyendas), sus autores Guillermo Barrantes y Víctor Coviello se calzan la ropa de Indiana Jones y van en busca de las arcas perdidas. Y, por supuesto, las encuentran. Así desfilan el enano vampiro del Bajo Flores, el Golem de Plaza Once, El Reservito -una especie de animal mutante- que vive en la Reserva Ecológica de Costanera Sur, los hombres gato de Agronomía, el mimo zombi de Almagro, el lobisón de Versalles. Así los extraterrestres y los intraterrestres se instalan en determinados barrios -como Los ígneos de Parque Chacabuco- o en determinado hospital neuropsiquiátrico, como el Borda. Así, un edificio histórico como el Palacio Baralo


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[ F A N T A S M A S I L U STRES]

En el Salón de los Pasos Perdidos Se habla de un diputado o de un empleado. Las probabilidades, a favor del empleado. Los diputados no pasan tanto tiempo en el Congreso.

puede convertirse en el portal al Paraíso y contener en su interior ni más ni menos que las cenizas de Dante Alighieri. Sin embargo, las megastar de las leyendas urbanas tienen un podio imaginario formado por las historias de fantasmas, las casas embrujadas y los pactos o relaciones más o menos carnales con el infierno. El más allá es un must a la hora de comenzar a pensar este tipo de relatos. En muchas ciudades de nuestro país todavía hoy circula una historia con algunas variantes menores, pero que siempre tiene como protagonista a un chico bastante joven que sale de fiesta un sábado a la noche. Puede que en lugar de una fiesta sea una discoteca, o un bar, y que en lugar de un sábado sea otro día de la semana. Pero siempre será un lugar nocturno, lleno de ruido y gente. En este lugar, el joven, pongamos Martín, conoce a una chica muy linda que está íntegramente vestida de blanco, pongamos Cecilia. Después de dudarlo un poco, Martín se anima y la invita a bailar. Cecilia acepta, pasan una noche genial, y Martín siente que está enamorado. Al salir del lugar ya casi amanece. A pesar de que es verano o primavera, pongamos, la temperatu-

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Congreso ra ha bajado tanto que Cecilia se abraza a sí misma para no temblar de frío. Martín se quita su campera y la apoya sobre los hombros de la chica. Ella sonríe, y lo besa para agradecerle. Martín la acompaña hasta la casa, y se despide después de verla entrar a salvo. No le dice que le devuelva la campera porque, dejársela, será la excusa perfecta que tendrá para volver a ir a su casa. Así que eso hace. A la tarde

que conoció la noche anterior, y los padres reconocen que la descripción coincide con la de su hija, pero que es imposible que la haya visto. Entonces Martín describe la ropa que Cecilia llevaba puesta y sus padres no pueden, aunque quieren, quedar indiferentes: la descripción que Martín ha hecho coincide punto por punto con la mortaja de su querida hija. Vale decir aquí que los padres pueden ser más o menos amigables según

lápida de Cecilia está la campera de Martín, la misma que le prestó la noche anterior.

NADIE NADA NUNCA En la leyenda de la chica de blanco el valor mentira/verdad es indefinible, porque no lidia con lo real sino con lo fantasmagórico. ¿Es cierto? ¿Es falso? No es ninguna de [ CRIATURA S N O C T U R N A S]

El enano chupasangre del Bajo Flores El integrante de un circo ruso nacido en Rumania que fue abandonado en Buenos Aires por sus gustos alimentarios.

Vampiros del día siguiente va hasta la casa de Cecilia, con la excusa de buscar la campera, a verla. En la casa lo atienden los padres de ella, quienes le informan con mucha sorpresa que Cecilia no está. ¿A qué hora vuelve?, pregunta Martín. Y los padres, atónitos, deben explicarle que no volverá porque Cecilia ha muerto algunos años atrás. Martín no entiende qué pasa. Describe a la chica

la historia o bien uno puede ser amigable y el otro escéptico y así. Lo cierto es que después de algunos minutos deciden que lo mejor es llevar al joven hasta el cementerio, para quedarse ellos más tranquilos y también para que él confirme con sus propios ojos que Cecilia está enterrada. Van los tres en silencio hasta el cementerio. Al llegar a la tumba se quedan estupefactos: apoyada sobre la

las dos cosas. Parafraseando algo que supuestamente dijo Cortázar, si juntáramos todo lo que “es” con lo que “es”, y todo lo que “no es” con lo que “no es”, seguiríamos sin saber qué hacer con los mitos y las leyendas. Como sucede, por ejemplo, con la historia que involucra a la armada de los Estados Unidos, el Caribe y un número de vuelo, el 19. Es que será el Vuelo 19 quien


CAZADORES DE LEYENDAS LA BASE DEL TRIANGULO E l 5 de diciembre de 1945, a las 14, cinco bombarderos TBM Avengers de la Armada de Estados Unidos partieron de Fort Lauderdale para realizar unos ejercicios de entrenamiento, con 14 hombres a bordo, en lo que se conoció como Vuelo 19. Al momento de despegue, el tiempo en la base era inmejorable. Los aviones tenían que sobrevolar unos islotes cerca de unas instalaciones militares. Algo de rutina que no implicaba mayores riesgos. Pero cerca de dos horas después de abandonar Fort Lauderdale el teniente Taylor, a cargo del ejercicio, se comunicó desesperado con la base. “Mayday, Mayday, nos hemos extraviado. Las brújulas no funcionan, ni siquiera el Océano tiene un aspecto normal. Debemos habernos perdido cuando hicimos aquel último giro… Respondan. ¡Respondan!”. Menos de una hora más tarde se perdió contacto con la toda la escuadra. El equipo de rescate que se envió a buscarlos fue un verdadero batallón: más de 300 aviones, 20 navíos de la Guardia Costera, un portaaviones, 4 destructores, algunos submarinos y varios yates y embarcaciones privadas... Todo para nada.

El triángulo no da para dibujarlo en un pizarrón. Se trata de un área extensa, de aproximadamente 1.700 km cada lado, y nadie sabe con exactitud dónde se encontraría el vórtice. Dice la leyenda que en esta área no tienen lugar las leyes de la física y que las brújulas no indican el verdadero norte magnético. Que, si no es absolutamente necesario, lo mejor es no acercarse ni por agua ni por aire porque no se sabe si se vivirá para contarlo. A pesar de que las estadísticas de la Guardia Costera de Estados Unidos indiquen que no hay en el Triángulo de las Bermudas más desapariciones de barcos y aviones que en otras áreas similares, la leyenda sigue en pie. Al fin y al cabo, desde 1945 se han realizado por lo menos veinte misiones de búsqueda de restos del Vuelo 19 y todas han fracasado. En 1974 el periodista Arti Ford, quien dijo tener información del hecho, declaró que las últimas frases del teniente Taylor fueron censuradas por el gobierno. Su contenido, dijo, era este: “¡No vengan a buscarnos! ¡No vengan a buscarnos! Nos están llevando…exterior…”. Quién sabe. Así como tampoco nadie o, bueno, casi nadie sabrá nunca a ciencia cierta si el

SUENA COMO UNA SUPERSTICION, PERO A NO CONFUNDIRLAS. UNA LEYENDA URBANA ES UNA HISTORIA QUE SE CUENTA COMO SI FUERA VERDAD. Al día de hoy, nunca fueron encontrados los restos ni de los aviones ni de la tripulación ni siquiera un rastro de algún bote salvavidas. ¿Qué pasó? La desaparición del Vuelo 19 todavía es un misterio. En este hecho se origina la leyenda del Triángulo de las Bermudas, el área del océano Atlántico comprendida entre Bermudas, Puerto Rico y Fort Lauderdale que tendría poderes “oscuros”, del tipo de un punto de abducción o agujero negro capaz de absorberlo todo y escupirlo vaya uno a saber dónde, en algún lugar remoto de alguna dimensión desconocida habitada por seres extraterrestres.

hombre pisó la luna o si es otra leyenda sólo que, en este caso, avalada por el gobierno de Estados Unidos. O, por el contrario, si lo que es leyenda son los argumentos que intentan demostrar que la expedición de Neil Amstrong fue grabada en un estudio de televisión. Más preguntas que quedan sin responder. En todo caso, en el rubro extraterrestres, agujeros negros y demás barrabravas del mismo equipo, las respuestas, como diría, el bueno de Fox Mulder, están ahí afuera. Ahí afuera, justo en ese lugar donde los restos del Vuelo 19 siguen sin aparecer.

¿Cómo sabemos que estamos ante una leyenda urbana? De alguna forma, este tipo de leyendas cambian de contenido pero mantienen el significado, representando los miedos de la sociedad moderna, entretejiendo distintos elementos de su identidad. Pertenecen al folklore popular contemporáneo, y aunque puedan tener elementos inverosímiles se presentan como reales y actuales. Circulan de boca en boca, por correo electrónico, por internet. En su trilogía Buenos Aires es leyenda, Guillermo Barrantes y Victor Coviello exploran cientos de leyendas que circulan por las calles y los barrios de la ciudad, desde algunas muy famosas, como las del restaurante chino en el que te dan de comer pedazos de carne humana como si fuera un guiso, hasta otras menos conocidas, como la del taxista que te encuentra al salir del cementerio de la Chacarita y te lleva directo al Infierno, o la del falso médico que se pasea por los pasillos del Hospital de Clínicas operando víctimas indefensas. En todas ellas hay algunos elementos en común. El primero y más evidente es que los hechos que relata la leyenda siempre “le pasaron a un amigo de un amigo”, nunca a quien los cuenta. Otro elemento es que existen variaciones: muchas veces, al escuchar la historia, sentimos que ya la hemos escuchado antes, no exactamente así pero muy parecida. Un tercer elemento a tener en cuenta es que los temas de las leyendas urbanas casi siempre coinciden con aquellos que generan más morbo en la prensa o en el chismerío de la gente común: muerte, sexo, crimen, hechos paranormales. El cuarto elemento: todas las leyendas urbanas contienen una advertencia fuerte, una lección moral o “moraleja”, y la trama de la historia está desarrollada de acuerdo con la lección moral que se da hacia el final de la historia, igual a como pasa en las fábulas o los cuentos de hadas. Y el último elemento es su dudoso verosímil: siempre se tata de historias más extrañas que la ficción. En muchos casos esto puede deberse a que no sean reales, pero en la mayoría de los casos no hay forma posible de negar su existencia con total seguridad. La realidad muchas veces supera a la ficción, y si hay algo que la historia nos enseña es que increíble no siempre es sinónimo de falso.

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[ F A N T A S M A S I L U S TRES 2 ]

La bailarina muerta que está triste Artistas y trabajadores del Colón aseguran que Sofía es un fantasma que angustia a quienes lo ven.

bautice un mito que recorre el mundo -como el fantasma del que hablaba el poema- aún hoy: el Triángulo de las Bermudas. La leyenda después se materializa en base a extraterrestres, testimonios discutibles y una larga lista de etcéteras (Ver recuadro La base del triángulo). Pero, como sea, prevalece. Y muta. Y se vuelve película, libro y sábado de súper acción. En todo caso, ya saben: si van al Triángulo de las Bermudas pueden desaparecer. Suena casi como una superstición, pero no hay que confundirlas. Una leyenda urbana es una historia ficcional que se cuenta como si fuera verdad. Esto es: como si hubiera ocurrido. Una historia que llega a ser bas-

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Teatro Colón tante popular, y que pasa de boca en boca. Muchas veces tiene una carga moral al estilo de los cuentos para niños, en forma de “moraleja”. Y nunca es contada de primera mano, como pasa con el triángulo más famoso después del de Isóceles. Si ya leyeron el recuadro, entenderán por qué el periodista Arti Ford dice que tiene las últimas frases del teniente Taylor pero no deja en claro de dónde las ha obtenido. Algo más: por lo general, cuando no se trata del amigo del amigo, la fuente del saber es el viejo de la tribu, como ocurría en la antigüedad con el saber transmitido oralmente. En esos casos, el viejo de la tribu suele ser un vecino con unas cuantas décadas en su documento de identidad, un ex mozo también entrado en canas y así. Es que en los casos donde la voz no es lejana, es antigua. Lo importante es la imposibilidad de fuente original. En una superstición no pasa nada de esto. Los gatos negros dan mala suerte, pisar mierda da buena

suerte, y si tomás el último mate de la pava es que te vas a casar. No hay personajes, no hay trama, no hay moraleja. Las supersticiones son, en todo caso, leyendas urbanas que los siglos vaciaron de contenido y en las que sólo queda la amenaza, la conclusión. Porque tanto las supersticiones como las leyendas tienen, en general, un origen incierto. Muchas veces nacen a partir de algo que ocurrió realmente, aunque es casi imposible rastrearlas hasta su origen. Nadie sabe cómo era la versión primera del rumor; al pasar de una persona a otra la historia muta como en un teléfono descompuesto. Mientras siga viva, la leyenda urbana no dejará de mutar. Porque seguir viva significa seguir circulando en el habla de las personas, que en el mismo proceso de comunicarla la distorsionan, adaptan y deforman.

VADE RETRO Como suele ocurrir con las historias donde se ve comprometido

el diablo. Durante décadas el hit sobre los pactos diabólicos estuvo más o menos emparentado con el Fausto de Goethe. Y los objetivos de ambas partes no variaban demasiado: el hombre quería mujeres, dinero y fama y el diablo, al cabo de un número de años, se quedaba con el alma. Lo que se dice un acuerdo sin letra chica. Pero el Mefistófeles que se le presentaba al doctor Fausto fue variando, con los adelantos tecnológicos, su manera de comunicarse. Así aparecieron las grabaciones de canciones -sobre todo en la música rock- donde, si se corría la cinta hacia atrás, se podía escuchar una invocación al averno. Antes, la leyenda -también emparentada con la música- de uno de los mejores guitarristas de blues de la historia, Robert Johnson. Ahí, el lugar de encuentro era específico: un cruce de caminos. Allí Johnson obtuvo sus dotes de guitarrista a cambio de su alma. Ocho años le duró la fiesta, después se murió. Nadie sabe si está en el infierno,


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Dicen que tomar un taxi a la salida del Cementerio de Chacarita es una apuesta demasiado alta.

lo único que se puede decir es que las grabaciones que quedan del guitarrista son geniales, que Keith Richards -esa otra leyenda urbana- dicen que preguntó, al escucharlo por primera vez, cuántos guitarristas estaban tocando y que por los años 80 se hizo una buena peli con el pibe de Karate Kid que se llamó Crossroads. Pero la leyenda de Richards haciendo esa pregunta -suena extraño que el guitarrista de los Rolling Stones no supiera que en esa cinta estaba sólo Johnson tocando- y la peli de los ochenta ya hablan de otra manera de encarar los pactos diabólicos. Tal vez, la última leyenda de los tiempos analógicos y el diablo tenga que ver con la película maldita que trastorna a quienes la ven. Supuestamente, hubo un corto de este estilo -El camino a Benerice o similar era su título- que se vio en los cines de la calle Lavalle antes de que los cines de la calle Lavalle se convirtieran ellos mismos en leyenda. Quienes vieron ese corto -que aparentemente tenía mensajes subliminales insertados entre los fotogramas de la historia- la pasaron muy pero muy mal. Y la maldición del corto fue la que sepultó la época dorada de la calle de los

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cines porteños. Quien vea en esta leyenda la semilla de la película japonesa El grito, tiene razón. El problema de la decadencia de los cines de Lavalle, entonces, estaría dada por una maldición diabólica y no por, digamos, la cercanía de la era digital. Es que ni bien la tecnología de la cinta analógica mutó -las tecnologías, como la leyendas, mutanen era digital, el modo de comunicación -como no podía ser de otro modo- también cambió: surgieron los chats donde directamente se podía hablar con los demonios. Barrantes y Coviello reseñan un cyber desde donde se podía entablar diálogo con el infierno y que estuvo ubicado en Colegiales. Mismo camino que recorre el tatuaje maldito: cierto dibujo específico que, una vez tatuado, abre la visión del hombre a una realidad donde habitan los demonios. En ambos casos, una comunicación mucho más cool y siglo XXI. Pronto -y esto es un anticipo- llegará el smartphone diabólico que -basado en una alteración que nadie sabe quién hizo del Android- tendrá línea directa con Lucifer. Cuando escuchen esta nueva leyenda, recuerden: fuimos nosotros quienes la anunciamos.

HOME SWEET HOME Tal vez sean las leyendas sobre casas embrujadas las que menos han variado: siempre hay fantasmas y siempre se escuchan ruidos. Lo llamativo es que no hay un solo fantasma bueno, tipo Casper. Todos suelen ser de una maldad de escalofrío. Desde el Castillo de Villa del Parque -una mansión donde nadie se anima a pasar la noche- hasta el Teatro Colón, donde el fantasma de la bailarina Sofía se aparece de tanto en tanto, las casas embrujadas son comunes en todos los pueblos y ciudades del país. Hay algunos más importantes, como el del Salón de los Pasos Perdidos del Congreso o la niña que llora en el último piso del viejo edificio que fue de Obras Sanitarias. O los fantasmas de la casona de la calle Marcelo T. de Alvear que volvieron una mansión de Barrio Norte la peor inversión posible a menos que uno planee convertirse en ghostbuster. Bram Stocker, en su novela Drácula, escribió: “El poder del vampiro reside en que nadie cree en él”. La sentencia bien le sienta a las leyendas urbanas. Puede no creerse en ellas pero, quién sabe, tal vez sea justamente eso lo que las vuelve poderosas.

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