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LA FICCIÓN ESCÉNICA Y UNA TAZA DE CAFÉ

Por Carmen Zavaleta

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El último fin de semana de marzo estábamos por terminar la temporada de un proyecto entrañable que mis compañeras de escena y yo trabajamos durante un año; esas últimas funciones se cancelaron debido a la emergencia sanitaria que iniciaba en la CDMX. Al igual que nuestras compañeras y compañeros de profesión (quienes también se encontraban trabajando, lo que en sí mismo es un logro), el hueco de la ausencia forzada se nos instaló en el estómago, la carne y los huesos, fue profundo y ahí sigue.

La incertidumbre se instaló ¿cuándo volveremos?,¿en qué condiciones?, ¿en qué teatros?, ¿cómo?, ¿cuándo?, más de tres meses han pasado y aunque estas preguntas siguen sin respuesta, las opciones no se hicieron esperar: el teatro, fiel a su papel de reinterpretar la realidad se instaló en los medios electrónicos para Ser. La incipiente virtualidad se ha convertido en una herramienta obligada para mantener nuestro encuentro, estableciendo sobre la marcha sus propias reglas, características, riesgos y lenguaje.

De una semana a otra y, a mi parecer, en un desesperado intento por permanecer pasamos de la escena a la pantalla. Y como en todas las buenas crisis, la desesperación se convirtió en acción para solucionar. Intérpretes, creadores, creadoras, pensadores, pensadoras y espectadores asumimos esta ventana al nuevo mundo, uno que no conocemos en su totalidad y que abre posibilidades de expresión, creación e investigación. Intérpretes, creadores, creadoras, pensadores, pensadoras y espectadores asumimos esta ventana al nuevo mundo, uno que no conocemos en su totalidad y que abre posibilidades de expresión, creación e investigación.

Jorge Dubatti lo planteó de manera precisa en la charla “Experiencia teatral convivial y experiencia artística convivial: Ni identidad, ni campeonato, ni evolucionismo”, realizada a través de la Compañía Nacional de Teatro, el convivio que caracteriza al teatro pasó al ámbito de lo tecnovivial.

Estoy de acuerdo, ahora no nos encontramos cuerpo a cuerpo como en los foros, sino cara a pantalla y cara; en un escenario en el que la tecnología, los recursos y el internet acotan la representación de la que somos testigos y parte. Del teatro en nuestros días se desprenden varias reflexiones, por ejemplo como creadores, las herramientas y recursos que hay que adoptar y dominar; como público si antes era necesario contar con los recursos para adquirir una localidad y desplazarse al foro, ahora necesitamos contar con una buena conexión, un dispositivo y estar dispuestos a los imprevistos de la tecnología.

Entre las ventajas de esta modalidad se encuentran por ejemplo, el expandir los territorios, compartir los trabajos en el extranjero, compartir una representación en la comodidad de la casa con una taza de café, en grupo y hasta sin bañarse, presenciar trabajos de manera gratuita en plataformas institucionales o con opciones en el costo de las localidades (que en promedio van de los $50 a los $200) recursos con los que se apoya a los espacios independientes. Pero también hay desventajas: el reto de aprender a dominar y adaptar en tiempo récord los medios para la creación; y no olvidar que así como se puede llegar a diferentes públicos hay sectores de la población que obligadamente se pierde de la experiencia por la falta de recursos tecnológicos o económicos.

Después de ver varios trabajos en línea, pienso que más que teatro, estos encuentros son creaciones de ficción en los que se exploran las herramientas de comunicación y sus posibilidades para sustentar un lenguaje derivado de la escena y donde se resignifican el lugar de la acción y los objetos que la conforman, se explora el trabajo actoral y sus matices y se reorganizan las tareas de producción. Este mundo tiene una paradoja: se transmite por un medio masivo como la red y al mismo tiempo (en los mejores casos), establece la intimidad con el espectador, porque, una vez aceptada su convención se convierte en una experiencia individual con un sólo foco de atención que deriva en el diálogo directo.

Hoy no estamos viviendo la ficción escénica como la conocemos, tampoco hay que pensarla en esos términos, es necesario aprender del aquí y ahora, ya habrá tiempo para volver a esperar las llamadas, el oscuro total y entonces con otro café conversaremos sobre lo que aprendimos.

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