Capítulo
5
Mascarón de Proa
El mascarón de proa, tradicionalmente es el símbolo de los grandes veleros. En la antigüedad los veleros mercantes representaban en su mascarón las ideas del armador o empresa para quienes realizaban su actividad comercial. En los buques de guerra que frecuentemente embarcaban carga, dependiendo de las funciones asignadas, el mascarón de proa representaba un símbolo del país del cual portaban su bandera, y generalmente estaba relacionado con el nombre del buque. La idea del mascarón del Buque Escuela Simón Bolívar, nació de la relación del nombre asignado con los principios fundamentales de nuestro Libertador. Las razones son obvias, con un criterio claro el autor conversó con el tradicional pintor y retratista de la Armada, Manuel Felipe Rincón. Con el intercambio de ideas, tomando en cuenta el heroico nombre propuesto, la misión asignada al buque y los fundamentos Bolivarianos, acordamos que el mascarón debería representar a la Patria, a la cual se le anexarían las virtudes y los principios fundamentales, así como la Libertad. Con porte audaz y en avanzada, portando el principal símbolo en la mano izquierda: la Bandera, y en la defensa de la libertad, el mayor de los valores de los derechos del hombre; la representación de la lucha por la defensa de esta máxima, la mejor arma, el tradicional y clásico sable de combate en la mano derecha. Reunidos estos elementos y después de varias sesiones de trabajo, se acordó tomar como modelo o referencia el tradicional símbolo de la Patria, tal y como aparece en nuestros libros didácticos y sobre esta imagen comenzar a crear la simbología. Se realizaron varios diseños, el artista se esmeró hasta llegar al que hoy porta con orgullo y nobleza la representación de nuestro gentilicio, nuestros valores, nuestra buena voluntad y sobre todo de nuestro cariño y deseos de paz duradera. Como estandarte de nuestras relaciones internacionales, para así complementar como Embajador Itinerante, la formación integral de nuestros oficiales navales que navegan por los mares de este planeta mal llamado Tierra, con un mensaje de buena voluntad y acercamiento entre pueblos y pobladores, llevando por delante el eslogan Dios y Patria de nuestra Alma Mater, la Escuela Naval de Venezuela. Así nace el diseño del mascarón de proa del Buque Escuela Simón Bolívar, del pincel maravilloso del artista dedicado y patriota, para después ser recibido por el escultor, quien lo realiza en madera resistente.
La heráldica del mascarón de proa del Buque Escuela Simón Bolívar, se describe de la siguiente manera: “Imagen simbólica de la libertad, representada en actitud de avanzada presidiendo la derrota del buque, coronada con el gorro frigio de la República, en la diestra la espada que rompe las cadenas de todos los pueblos oprimidos, en la siniestra el Pabellón Glorioso que Simón Bolívar portara triunfante de norte a sur librando a todas las víctimas de la opresión, el cual sigue para cubrir su desnudez. La figura tiene por escabel un trono de acantos de donde nacen hacia los lados dos ramos de laureles, símbolos de la gloria”. El escultor del mascarón de proa del Buque Escuela Simón Bolívar, fue José Borlaf, de origen ruso y residenciado en Bilbao, España.
Frente del Mascarón de Proa.
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Escudo
El escudo del Buque Escuela Simón Bolívar, fue una creación de los oficiales de su primera tripulación, resaltando la iniciativa del entonces Teniente de Fragata Arturo Sandoval Beaujon, su heráldica lo describe: “Escudo hispaniforme: sobre un paisaje marino al natural se destaca el Buque Escuela Simón Bolívar navegando con todo su aparejo, cortando un mar de azur y aproando una cuarta a diestra del Jefe, bajo arco de siete estrellas de oro y en palo lleva una rueda de timón acompañada de la proyección mercatoriana de nuestro planeta, sobresaliendo en oro VENEZUELA. En la parte superior del Jefe tiene colocada, sirviéndole de cimera, una corona naval rostral con la inscripción SIMÓN BOLÍVAR cargado por un águila azorante que porta en su pico una cinta o listel de sinople, conteniendo esta leyenda de oro: DIOS Y PATRIA y en faja a diestra y siniestra, dos velas cuadras envergadas a sendos mástiles también en oro, llevando en su perilla gallardetes de comando con los colores patrios. En los flancos, bordura de sínople, que en letras de oro exhibe las inscripciones BUQUE ESCUELA y ARMADA DE VENEZUELA. Como soporte dicho escudo tiene dos anclas de cepo en oro, en cuyos arganeos se afirma un calabrote. La corona naval rostral que le sirve de cimera y el águila azorante son las mismas que forman parte del escudo de nuestra Armada, simbolizan respectivamente: altitud de miras, pensamiento y acción. El águila, emblema de vigilancia. Las anclas de cepo representan a la profesión a la que el marino dedica su existencia, y los calabrotes que las abrazan hechos firmes en sus arganeos, significan que todas sus palpitaciones y pensamientos le están subordinados. El paisaje marino que ocupa su campo, representa al timón de la nave que nos guía por los siete mares, resaltando en oro nuestra Patria, y sobre un mar de azur el Simón Bolívar con sus velas henchidas surcando la inmensidad de nuestras aguas. La cinta de sinople con la inscripción en oro: DIOS Y PATRIA en el pico del águila simboliza la meta de los ideales del Alma Mater, la Escuela Naval de Venezuela.
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DULCE JACINTA El puerto, el verdadero puerto está allá arriba, fuertemente amarrado a las faldas empinadas del cerro por enredado laberinto de sus callejuelas que se retuercen sobre si mismas y se entrelazan las unas con las otras, dándose mutuo apoyo. Proveen con su urdimbre un buen sostén para las casas empinadas peligrosamente sobre las heridas hondas y rojas que la erosión ha abierto a la tierra. Aquí, hombres, mujeres y paisajes son la misma cosa; ninguno desentona del otro, están en armonía sus formas y colores. Lo de abajo, lo que está a la orilla del mar, es la rada, un simple conjunto de muelles y embarcaderos. Ningún marinero piensa en eso de allá abajo cuando, en medio de la quieta languidez de una calma, se olvida el viento de su cita con la embarcación, dejándola plantada en medio del azul. Cuando acostado en la celda estrecha de su cucheta, las manos a la nuca, arde el marino en ansias de encontrarse en el puerto, sueña con ese puerto que se encuentra aquí arriba, con sus pobres mujeres de la noche, a quienes pinta la abismal distancia con colores brillantes y blandos tonos de ternura; con sus bares baratos y sus fondas cálidas y malolientes. Sueña, en fin, con la aventura de vivir brevemente de ron con algún compañero de anterior travesía, embriagarse de olvido y de alegría y discurrir, interminablemente, sobre la vida en el mar. Y hay tantas cosas que decir sobre el mar…
Héctor Santaella (1920)