RÍO VERDE DE LOS MONTES: tierras de hermandad, alegría y trabajo

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Tejiendo Bioculturalidad

RĂ­o Verde de los Montes: tierras de hermandad, alegrĂ­a y trabajo


2019 Autores Yulieth Hillón Vega Comunidades campesinas de montaña, veredas San Jerónimo, La Soledad, Guayaquil, Caunzal, La Ciénaga, La Montañita, La Capilla y Murringo, corregimiento Río Verde de los Montes (Sonsón, Antioquia, Colombia) Aportes Juliana Gaviria Springer Andrés Felipe Jiménez Gómez Valentina Mejía Calderón Santiago Osorio Moreno Fotografías Yulieth Hillón Vega Andrés Felipe Jiménez Gómez Diseño y diagramación Natalia Andrea Gil Flórez Yulieth Hillón Vega Ilustraciones Natalia Andrea Gil Flórez Impresión MT Colombia S.A.S. ISBN 978-958-8719-95-5

Universidad EAFIT Vigilada Mineducación

-Distribuir libremente -No lucro -Reconocimiento de autoría



En homenaje y en memoria de todos los abuelos y abuelas que han habitado nuestras veredas. De aquellos que dejaron su huella hace mucho tiempo en los parajes de nuestro territorio y en nuestros corazones. De los que murieron mientras se escribían estas líneas. Y de los que aún pisan esta tierra con su andar lleno de sabiduría, o viven en ella por medio de los recuerdos.


CONTENIDO

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Presentación

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¿Dónde estamos?

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Nosotros: campesinos, montañas y aguas


4 5 6

Otros habitantes de nuestro territorio 4.1 Otros seres: la Madremonte, los espantos, las brujas y los santos

Haciendo memoria: creaciรณn de nuestros paisajes bioculturales

Nuestro habitar el territorio: modos de vida


Nuestra común unidad, nuestros acuerdos y nuestras costumbres con montañas y aguas

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7.1 Nuestras montañas y aguas

Nuestros desafíos 8.1 Identidad y modos de vida campesinos 8.2 Montañas y aguas

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En la tierra de la esperanza

Vocabulario campesino




1 PRESENTACIÓN

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Ante

partes de este documento. Somos comunidades campesinas de montaña que conectan el pasado y el presente, y se reinventan constantemente (como lo mostramos en el capítulo 2. ¿Dónde estamos?). Nuestras pieles curtidas por el sol, los colores de las montañas, nuestra idiosincrasia o la limpieza del aire y las aguas muestran que coexistimos con este territorio y que nos transformamos mutuamente (capítulo 3. Nosotros: campesinos, montañas y aguas). Compartimos nuestro hogar con otros seres humanos y no humanos a quienes debemos respetar (capítulo 4. Otros habitantes del territorio), y somos fruto de una historia de siglos en esta tierra que honra a nuestros ancestros y que nos define. (capítulo 5. Haciendo memoria: creación de nuestros paisajes bioculturales).

un mundo que no valora el campo o que subordina lo rural al beneficio económico que de él pueda obtener, los habitantes de nuestra vereda hemos tenido que buscar vías para proteger lo que somos y el vínculo que tenemos con nuestro territorio y con la naturaleza. Uno de esos caminos es el (re)conocimiento por parte de propios y extraños de ese rostro campesino que hace parte de las altas montañas sonsoneñas. Por eso, nos reunimos para contar el ser, el pensar, el sentir, el actuar, la historia y las preocupaciones de este territorio, incluyendo a todos sus pobladores humanos Moramos estas montañas mediany no humanos. De eso se trata este te modos de vida y costumbres que pequeño libro. queremos mantener (capítulo 6. Nuestro habitar el territorio: modos Es un esfuerzo para recordar y de vida). Nuestra casa común, los afirmar quiénes somos, qué nos compañeros de hogar con los que une y cuál es nuestro lugar en el convivimos, la historia colectiva que mundo. Es allí donde está el es- compartimos y las formas de vida píritu que anima cada una de las

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que nos caracterizan nos enseñan y piden acuerdos comunes de convivencia para cuidar la tierra, los lares, las aguas, los animales, las plantas, las costumbres y la memoria (capítulo 7. Nuestra común unidad, nuestros acuerdos y nuestras costumbres con montañas y aguas). Afrontamos grandes desafíos que ponen en peligro nuestra pervivencia como campesinos de montaña y, a su vez, la existencia de toda la

sociedad colombiana (capítulo 8. Nuestros desafíos). Y, sobre todo, nos guía y nos mueve nuestro corazón, porque soñamos un futuro bueno para las generaciones de seres por venir (capítulo 9. En la tierra de la esperanza).

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2 ¿DÓNDE ESTAMOS?

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Nuestras

veredas hacen parte del corregimiento de Río Verde de los Montes. El corregimiento lleva esa denominación porque sus fundadores, unos señores de apellido Montes, vieron el color verdecito del río que lo surcaba y decidieron llamar la región así. Las razones de los nombres de nuestras veredas se han borrado con el tiempo. Desde que tenemos conocimiento ya se llamaban de esa forma. Los antiguos cogían o compraban un pedazo de tierra, hacían una finca o se convertía en vereda, y ya la bautizaban; no obstante, la historia del porqué no quedó. Si acaso nos acordamos de que el primer nombre de La Capilla fue Villa María, pero se le cambió por el que tiene ahora por la construcción del templo en su territorio. Por su parte, Murringo era un territorio muy amurrado, es decir, muy nublado, por eso lo llamaron así.

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Nuestro corregimiento está localizado en el municipio de Sonsón, al suroriente del departamento de Antioquia. Aquí todos somos una gran comunidad de vida. Muchos de nosotros hemos vivido en varias veredas del corregimiento, nuestros caminos son comunes y las problemáticas que afrontamos son parecidas; ello hace que seamos una familia extensa. Por tanto, aunque aquí estemos representados los habitantes de las veredas de San Jerónimo, La Soledad, Guayaquil, Caunzal, La Ciénaga, La Montañita, La Capilla y Murringo, nos sentimos ante todo rioverdeños y, por eso, nuestros verdaderos límites son los corregimientos o municipios aledaños. Al norte, el municipio de Cocorná; al occidente, el municipio de San Francisco; al sur, el municipio de Argelia, y al oriente, los corregimientos de Manzanares y Río Verde de los Henaos, pertenecientes al municipio de Sonsón. Para llegar o salir, hay dos vías: por Sonsón o por Argelia. Para decidir cuál tomar, tiene que tener en cuenta la vereda y el pueblo en los que se encuentre o a los que se dirija. Si está en Murringo


o en los límites de La Capilla con esa vereda y va hacia Sonsón, la ruta que conecta con ese pueblo es la mejor. Si son todos los demás –incluso yendo hacia Sonsón–, es preferible la vía que comunica con Argelia. Si está en Sonsón, debe coger un carro que lo lleve hasta la bodega de la vereda Manzanares Arriba. Desde ahí atraviesa el páramo y llega a un sitio que llaman el Mirador del Páramo o El Arrequintadero. Una vez allí, debe bajar la montaña por el camino empedrado que construyeron nuestros antepasados. Ese camino inicia en el páramo, lo que pasa es que tiene diferentes formas de construcción: la mayor parte es empedrado, pero también hay pedazos en tierra y empalados (cuchillas atravesadas por troncos de madera). La primera vereda que encontrará es Murringo. Caminando 2 horas más está la vereda La Capilla y, a una hora más, La Soledad. Si viene por Argelia –que es lo que la mayoría de nosotros hacemos porque nos queda más cerca–, tome un carro o una moto que lo lleve a la Cuchilla de Argelia. Allá verá un sendero de herradura que

baja hacia Río Verde; en 2 horas y media estará en la vereda San Jerónimo. Si quiere ir a la vereda Guayaquil, siga en la moto o en el carro por la carretera; más o menos en 30 minutos estará en su escuela. De Guayaquil, a la derecha, baja el camino que conduce a la vereda Caunzal. De ese lugar salen las trochas que se dirigen a otras veredas de Río Verde de los Montes: Palestina, Campamento y Santa Marta. Claro que para llegar a ellas existen otros caminos, por ejemplo por la vereda El Tesoro (municipio de Argelia). En Guayaquil, en lugar de ir a la derecha, puede tomar a la izquierda y bajar a la vereda La Soledad. Ese es el camino que ensancharon para hacer la carretera. Es que ese punto de La Soledad es muy importante porque de allí se desprenden varios senderos que comunican con otras veredas. Están los que ya nombramos para La Capilla y Murringo. A 30 minutos de La Soledad se separa un ramal que conduce a San Jerónimo; si sigue andando 20 minutos más, encuentra una bifurcación que lo lleva a La Montañita. En La Soledad encuentra también

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un camino para ir a La CiĂŠnaga y de caminos internos hechos por otro que, yendo para Argelia, se di- nosotros. rige a Caunzal. Como puede ver, lo que tenemos es toda una red

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(ElaboraciĂłn nuestra)

Mapa 1. Rio verde de los Montes N

Caminos Bosques LĂ­mites

Lugares comunitarios Aguas


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N

(ElaboraciĂłn nuestra)

Mapa 2. Rio Verde de los Montes

Caminos Bosques LĂ­mites

Lugares comunitarios Aguas




3 NOSOTROS: CAMPESINOS, MONTAÑAS Y AGUAS

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Los habitantes

de Río Verde de los Montes somos comunidades emprendedoras que trabajan unidas con la naturaleza. Aquí vive gente sana, amable, sociable, honrada, servicial, sencilla, humilde y solidaria. Todo esto nos vuelve vulnerables a lo externo. Somos alrededor de 400 o 500 familias de campesinos y arrieros, ¡a mucho honor! Como le decimos a usted o a cualquiera, sin los campesinos usted no vive, porque usted plata no come. ¿Quién come plata? Si el campesino no cultiva la yuca, el plátano, el arroz, el café, la caña o lo que sea, se sabe que no se va a comer. A pesar de ese gran servicio que le prestamos a toda la sociedad, nos tienen olvi-

dados, discriminados y desprotegidos. En el campo se sufre mucho por el poco valor que los de afuera le dan a lo que hacemos, el desconocimiento de quiénes somos, la ausencia de vías de acceso o la falta de oportunidades. Sin embargo, aquí continuamos, felices y echando para adelante, porque la vida tiene de especial que, si usted la ve con gusto, con buena voluntad, no la siente en cualquier parte que sea, por eso vivimos tan bueno por aquí. Además, tenemos riquezas muy difíciles de encontrar. El campesino sabe que sin las montañas, las aguas y la naturaleza no puede existir; ellas nos llenan de alegría y son lo principal. Por eso les damos gracias a Dios y a la creación por tenerlas, aunque a veces no sepamos cómo usarlas. Uno se maravilla de mirar lo que tenemos y se queda sin palabras para explicarlo. Es que las montañas son la vida de uno y nos dan todo para vivir. Agua pura, oxí-


geno, buen clima, salud, comida, animales, leña, diversión, sustento y trabajo. Hasta terminan modelando nuestra personalidad: como ellas, somos tranquilos, aguerridos y libres. A nosotros no nos gusta vivir en el pueblo porque se vive muy maluco; usted no tiene de qué ni de quién echar mano. Allá todo es comprado, en cambio aquí tiene todo a favor. No es sino sembrar –yuca, maíz, fríjol– y ahí los tiene. De las montañas viene el agüita, la fuente de vida de todo ser viviente. Usted puede tener mucha comida, pero sin agua no es nada ni hace nada, se muere. Para calmar la sed, para que los animales y las plantas existan, para bañarse, para refrescarse, para limpiar la casa, para cocinar los alimentos, para tener buena salud, para divertirse o para la energía, ¿qué se necesita? Agua. Incluso, ella misma es un alimento. Nosotros tenemos aguas propias y limpias.

Siendo legal, limpios como en este Río Verde (o en Río Verde de los Henaos) no consigue ríos en ninguna parte… La riqueza familiar y comunitaria más grande de Río Verde son sus aguas y sus bosques; de ahí que haya que ponerles fundamento y cuidarlos. Además de la naturaleza, lo que caracteriza estas veredas es que somos comunidad. Aquí compartimos tradiciones, valores y modos de vida que nos han unido como familias, veredas y rioverdeños desde nuestros abuelos. Son cosas tan simples como la comida y los caminos que nos comunican entre nosotros o con los pueblos. En casa que se respete hay fríjoles y, si es sancocho, va con carne; si no, no hay comida –claro que si por alguna razón nos falta, nos reunimos a comer lo que tengamos–. En los senderos nos encontramos todos los días; eso hace que nos conozcamos tanto que, desde lejos y


con solo ver el caminar del cristia- ya sea a La Capilla o a La Soledad. no o el animal con que viene, ya Trabajamos hombro a hombro en sepamos quién es. los convites que hacemos para solventar nuestras necesidades; por También nos conectan principios ejemplo, en el arreglo de los camitan profundos como la solidaridad. nos o cuando se trajo la luz a las Cuando pasa algo en las veredas, veredas. En nuestro tiempo libre, todos estamos listos para correr nos vamos a jugar fútbol o a baadonde el otro y socorrerlo. Si es ñarnos en el río, sobre todo los jóun enfermo, lo sacamos, así sea venes… Quizá por eso apostamos a medianoche; hacemos de todo por las JAC, porque nos permiten menos dejarlo morir. Igual pasa dialogar y buscar entre todos el con lo que realizamos para sub- bienestar de nuestra comunidad. sistir y con las labores del hogar. Para los oficios de la agricultura y la ganadería (que es de lo que vivimos), salimos en familia a trabajar, y si un vecino tiene mucho que hacer, los otros le ayudan. En la casa, las mujeres mantienen la armonía familiar, pero sabemos que todos debemos colaborar. La misma regla rige en lo comunitario. Los rioverdeños somos muy unidos; nos gusta compartir entre nosotros y organizarnos. En estas veredas nos agrada asistir y colaborar en las fiestas y festivales que hacen las familias, las escuelas, las Juntas de Acción Comunal (JAC) o el municipio (las Fiestas del Campesino). Hacemos romería cuando viene el padre cada mes,

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4 OTROS HABITANTES DE NUESTRO TERRITORIO 31


enumerar los principales con el fin de concientizar a propios y extraños de su existencia y buscar estrategias para protegerlos y convivir con ellos. De ahí salen las siguientes tablas con los animales y las plantas más conocidos en nuestro los úni- territorio (tabla 1 y tabla 2). cos que habitamos este territorio! De hecho, nosotros, los huma- Igualmente, en estas tierras moran nos, somos minoría. Compartimos seres de otro tipo que, en algunas nuestra vereda con un sinnúmero ocasiones, hemos visto o sentido, de animales, plantas y otros seres y cuya existencia se corrobora graque, igual que nuestra gente, hi- cias a las historias de nuestros cieron de estos valles, montañas mayores. La Madremonte, la May ríos su hogar. Tenga plena segu- dreagua, la Llorona, Los duendes, ridad de que va a toparse, sentir- encantos, ánimas y brujas rondan se acompañado o asustarse por tanto la memoria de los viejos, y alguno de ellos, cualquiera sea la también de ciertos adultos, como actividad que esté haciendo: cami- algunos parajes de estas veredas, nar por el monte, recorrer nuestros a veces sin que nos demos cuencaminos, ir al río, laborar en nues- ta. Puede que su presencia sea tros trabajaderos, hacer los oficios menos evidente y que, incluso, del hogar, arreglar la huerta o sim- pensemos que no existen o que plemente disfrutar el paisaje des- han desaparecido; sin embargo, ahí de el balcón de la casa. Con solo están, como custodios de este territorio y su cultura, cerca o lejos abrir los ojos los encontrará. de nosotros. Es por esta razón que Nuestras veredas son supremamen- nuestros abuelos relataron sus exte biodiversas y tiene un número periencias con algunos de estos significativo de especies de flora y otros seres…, para que nunca los fauna. Nombrar a todos y cada uno olvidemos. de estos habitantes es difícil. Sin embargo, nos dimos a la tarea de

¡No somos

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Tabla 1. Animales de nuestras veredas Mamíferos Ardilla

Caballo

Cerdo

Chucha

Comadreja

Conejo

Cusumbo

Mocoso Salino

Erizo

Gato

Guagua

Gurre

Marteja

Mico maicero

Mico marroña

Mico tití

Mono

Murciélago

Nutria

Oso hormiguero

Oso perezoso

Perico

Perro

Perro de monte

Perruno

Rata

Ratón

Ratón de espina

Tatabra

Ternero

Tigre

Tigrillo

Tistí

Vaca

Zorrillo

Zorro

Pájaros Aflechero

Águila

Azulejo

Búho

Canario

Carpintero

Chamón

Cucarachero

Gallina

Gallinazo

Gallineta

Gavilán

Guacharaca

Guaico

Guridez

Loro

Palomo

Pato

Pava

Pechiblanco

Perico

Picaflor

Pisco

Queque

Sinsonte

Sirirí

Toche

Tórtola

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Peces Cachama

Cangrejo

Corroncho (Capitán)

Dorada

Pataló

Picuda

Raro

Sabaleta

Sardina

Trucha

Arcoíris Roja

Anguila

Insectos, anfibios y reptiles Culebras

Hormigas

Bejuca

Ciega

Coral

Cucarachera

Falsa coral

Granadilla

Juetiadora

La po

Mapaná

Rabo de ají

Arriera

Cachona

Rabo de chucha Calentona

Guateja

Ronda

Abeja

Avispa

Tierrero Cabello Corta Española

Castañeta

Abejorro

Araña

Cucaracha

Cucarrón

Grillo

Iguana

Grano oro Quitacalzón

Otros

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Angelita

Verrugosa

Grajo

Grano de pólvora

Lagartija

Lagartijo

Palomilla

Rana

Tarántula

Zancudo

Lombriz de páramo Macho negro Saltamontes

Sapo


Tabla 2. Plantas de nuestras veredas Árboles Aguacate

Cadillo

Cándelo

Canelo

Capacho

Carate

Cariaño

Chaquiro

Colifierro

Comino

Cuchillero

Danto

Dormilón

Gallinazo

Guacamayo

Guamo

Guanábano

Guayabo

Guayacán

Laurel

Laurel arenillo

Laurel baboso

Laurel boñigo

Laurel comino

Laurel otobo

Laurel tuno

Limón

Mandarino

Matarratón

Naranjo

Pera

Pisquín

Plátano

Quiebrabarriga

Roble

Sande

Sietecueros

Yarumo

Plantas Artemisa

Chilca

Estrada

Higuerillo

Maruchenga

Mora

Morera

Mortiño

Pringamosa

Rascadera

Salvia

Yerbamora

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Plantas medicinales Acedera

Acederita

Alacema

Anamú

Angelita

Apio

Aroma

Artemisa

Berrito

Caléndula

Cañabrava

Caraña

Cidrón

Clemor

Cola de caballo

Copachí

Cordoncillo

Culantrillo

Culantrón

Diente de león

Limón

Limoncillo

Llantén

Manzanilla

Mejorana

Otoba

Paico

Perejil

Romero

Sábila

Sande

Santamaría

Sauco

Toronjil

Valeriana

Vendiaguja

Venturosa

Yerbabuena

4.1 Otros seres: : la

Madremonte, los espantos, las brujas y los santos

4.1.1 La Madremonte Yo tengo mucha familia en Río Verde y, gracias a mi Dios, eso nunca se vio en ella. Pero por allá sí resultaba mucha gente embolatada, sobre todo, niños.

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Por ejemplo, una sobrina de mi esposo. La mamá se fue para mi casa en La Capilla y la niña se vino a buscarla. Para llegar a donde nosotros había que pasar una quebrada siempre grandecita, que a una niña pequeña, de 4 años, le quedaba muy duro. Entonces, cuando la mamá se fue, se la encontró. ¡Ya había pasado la quebrada! Ella le preguntó a


la niña que con quién iba. Ella le dijo: “Con la mamá”, pero la mamá estaba en mi casa. La niña estaba embolatada, pero como tenía una reliquia, la Madremonte no fue capaz de quitársela. Dicen que si viene una cosa mala y la persona tiene una reliquia, no se la lleva. Igual le pasó a un muchachito que ya murió por el lado de San Jerónimo. Se perdió y lo encontraron en una cueva. El niño sabía contar que algo con una vara bregaba a quitarle el escapulario, pero que no era capaz porque esa reliquia no le cabía por la cabeza, la tenía amarradita al cuello. Mi mamá, Ana Tilde Montes, también contaba de un caso de un embolatado que había ocurrido en tiempo pasado en La Capilla. A un señor que se llamaba Toñito Carmona se lo llevó algo. Él se fue a cortar hojas para tamales, se perdió y no volvió. Cuando se fueron a buscarlo, lo encontraron lejos, secando la ropa encima de un árbol. El señor decía que alguien lo había embolatado y no podía encontrar la casa. Mi abuelita, Carlota Alarcón, nos explicaba que esas cosas hacen ver que

la mamá o el hijo van adelante y lo que hacen ellos es seguirlos; no se dan cuenta de que el camino está mal, lo ven lo mismo. Ya cuando se quieren devolver, no encuentran el sendero porque están dentro del monte. Además, algo les pasa en la ida, porque los embolatados no quedan muy normales. Por ejemplo, el muchacho de San Jerónimo, primero, era como nosotros aquí. Cuando volvió, había perdido como las nociones del sentido; ya no entendía bien las cosas, se le deterioraron las habilidades para conversar, jugar o salir y hasta le daba miedo la gente. Comentaban que algo lo había embobado, ese era el tema que conversaba la vereda… La mamá sufría mucho. Le hicieron bastantes remedios, incluso se lo llevaron al sacerdote para que lo pudiera organizar y que quedara mejor. Dicen que lo primero que hay que hacer es llevar a la persona a donde un cura para que le haga oración y le quite todo eso malo que tiene. La profesora que enseñaba en la escuela de Murringo cuando

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yo era chiquita, doña Ester Julia Marulanda, contaba que la Madremonte era una mujer muy bonita, pero cuando la mataban ya no era una persona, sino un árbol forrado en pura corteza de musgo. A ella le tocó un caso de esos en Perrillo. En el momento en que le dispararon era una señora hermosa; al caer, rodaba y rodaba, eso no más se sentía que quebraba árboles. Cuando bajaron a verla, era un ser de musgo, completamente de musgo; quién sabe qué harían con ella, eso ya no nos lo contó. Mi abuelita decía que era muy difícil coger un espanto de esos, que quizá con una bala cruzada. Una bala cruzada es una munición a la que en la punta le hacen una cruz, y ahí sí se la echan al aparato que sea –revólver, escopeta, pistola o cualquier otro–; las cosas malas respetan esa cruz. Y es verdad, porque la profesora comentaba que en Perrillo la habían cogido con una bala de esas. Razón tenían mi abuelita, mi mamá y la profesora cuando nos decían: “Vea, usted se va para la escuela o para la casa por una trocha, y usted no se puede des-

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viar para acá ni desviar para allá. Si usted ve un pajarito que brinca o algo atractivo, no se vaya detrás porque eso puede ser algo que la está embolatando. Eso se va yendo, yendo, y si usted lo persigue, eso se la lleva”. Y eso le enseñaban a uno, siempre, siempre. Entonces, yo digo que sí han

4.1.2 Brujas ¡Uy!, antes había muchas brujas. Esas son personas que se alejan de las manos de Dios, entonces, cogen alas y se vuelan como un animal de plumas, como un pájaro. A nosotros nos tocó ver eso porque a mi esposo, Manuel Orozco, lo asustaba una bruja. Quesque se encaramaba en un árbol y, mientras él arriaba mulas, brincaba de palo en palo; era como una paloma de blanca. A veces, a mi marido le tocaba hacerse el bobo, porque entre más uno le demuestre, más se aprovecha. Pero otras veces no se aguantaba: le sacaba el machete y la braveaba, que se fuera a hacer bulla lejos porque él no había venido a mariquiar en la vida.


Eso del machete funciona. Una vez una bruja perseguía a un señor; era una bruja de pelo trenzado en 2. El viejo cuenta que una noche le mochó una trenza con el machete. Al otro día amaneció con una mera trenza y así la gente la pudo reconocer. Otra cosa. Para coger a una bruja quisque hay que ponerle una coca con sal o linaza por donde ella pasa. Como ella viene a hacer estragos pero no puede dejar cosas regadas, entonces, cuando se le cae la sal o la linaza, tiene que recogerlas granito por granito. Como no hay forma de que lo pueda hacer, las personas la pillan en el intento.

4.1.3 Espantos y santos Mi abuelo, que se llamaba Camilo Ocampo, me contaba que había unas partes en los caminos en las que asustaban, ¡como él fue arriero! En una ocasión se vino con carga de la vereda El Coco, llegó a un sitio donde las mulas pasaban una quebrada y, aunque él las arriaba, las bestias no le quisieron andar. Entonces, se hizo forma para adelantarlas a ver qué pasaba, qué les obstruía el paso. Era un perro negro muy grande en toda la quebrada. Ape-

nas ese animal lo vio a él, pegó unos ladridos; mi abuelo contaba que, al paso que ladraba, expulsaba candela por la boca. Como sintió demasiado miedo, ahí mismo retrocedió rapidito y se devolvió; en ese momento, ese perro pasó por la quebrada abajo y se fue. Él dizque se sentó un rato, por ahí una media hora, a esperar que le pasara el susto de lo que vio y sintió. A los 40 minutos, se echó la bendición, les gritó a las mulas y siguieron. Yo también tuve un susto cuando vivíamos en San Jerónimo. Yo tenía la costumbre de andar de noche o irme a las parrandas que hacían. Una vez iba de La Soledad a San Jerónimo y entré a una parte muy estrecha del camino, lo que llamamos un canelón. Eso era más o menos de unos 30 metros, por lo que si uno entraba y venían mulas, no podía pasar. Entonces, cuando ingresé al canelón, sentí que entraron mulas por la otra parte. Me quedé esperando que llegaran, y no llegaron pero se escuchaban los animales. Ya me entré al camino y no había nada; solo me hicieron detener un ratico.

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Y eso no me pasó solo a mí, esa historia les ocurrió a muchos en el mismo punto y en el mismo río. Como era una parte siempre pedregosa, se sentía el ruido de los cascos de las mulas cuando van caminando. Es que ahora años esos seres aparecían mucho. Incluso cuando los niños se manejaban mal o les contestaban feo a los papás, se los llevaban o los castigaban. A una niña se la llevó algo entre La Capilla y Murringo. La familia tenía una ramada por esa zona y la muchachita estaba allá con la mamá. Quién sabe por qué la madre la regañó y la niña se fue para la casa de mal genio; en el camino desapareció y nunca la encontraron. La gente cuenta que la vieron volar por los aires y que algo se la iba llevando. Lo que sí es cierto es que encontraron los pedazos del vestido de ella enredados en unos palos de café y en las copas de unos árboles bien altos. También decían que cuando una mamá le iba a pegar una pela a un niño por algo y este se volaba, se encontraba una culebra que se le enrollaba

en los pies y lo hacía devolverse para que le dieran su castigo. Mi mamá comentaba que eso sí era verdad, que no era inventado. Ella contaba que había un niño que huyó de la pela de su mamá; corrió y corrió y se escondió. Regresó llorando al rato porque un viejito le había pegado: “Mirá qué cardenales tengo en los piecitos”. Al ver eso, la mamá se preguntaba: “¿Quién se aprovechó del niño? ¡Esa pela que le dieron! No le pegué yo para que le pegara un viejito”. A los días, la mamá lo puso a limpiar los cuadros de la casa. En esa época se veían mucho los cuadros de imágenes de Cristo, la virgen y los santos; son cuadros con fotos como la que uno tiene de la mamá. Y, entonces, el niño le dijo: “Vea, mamá. ¿Por qué tiene usted aquí un cuadro con la foto de este viejito que me dio tan duro? Este es el mismo viejito que me pegó la pela en el camino”. Era San José de la Montaña. Decía mi mamá que eso era una cosa muy positiva, que no eran inventos ni nada, que no creyéramos que eran inventos de ella.

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4.1.4 Seres en el conflicto La primera vez que yo fui a Río Verde fue en el 2002; nos tocaba hacer unas caminatas por ahí de 8 a 10 horas. En una ocasión, yendo de San Juan a Santa Marta, nos perdimos. Los campesinos no nos pudieron llevar y el camino no se veía porque para ese entonces el conflicto armado por allá estaba muy fuerte y la gente no lo transitaba. Entre ires y venires terminamos en un valle que se llama el valle de Piponcho. Es muy grande –haga de cuenta 3 o 4 estadios juntos– y muy lindo, está rodeado de montañas y al pie de una montaña hay un río que le da casi toda la vuelta. En el centro se encuentra una choza y, alrededor de esa choza, muchos árboles petrificados. La gente nos contó que la guerrilla andaba por ese valle y que, una vez, salieron 6 guerrilleros y se encontraron con un hombre grande y peludo. Comenzaron a dispararle, pero todas las balas le rebotaban. Uno de ellos se logró volar y cuando volvió con el grupo a ver qué había pasado, encontraron las botas de los compañeros en el piso. Al intentar alzar las bo-

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tas, se encontraron con que los hombres estaban clavados en la tierra. Los metieron y los enterraron de cabeza, lo único que quedó por fuera fueron las botas… Un hombre grande y peludo. José Fernando Botero, don Jesús María Ocampo, don Reinaldo Loaiza, doña Rosa Martínez, doña Olivia Loaiza y doña Sara Rozo, mayores de Río Verde de los Montes.




5 HACIENDO MEMORIA: CREACIÓN DE NUESTROS PAISAJES BIOCULTURALES 45


Nuestros recuerdos nos

hablan de una historia en este territorio. A través de ella, es decir, de cómo hemos poblado esta tierra, de la manera en que les hemos dado forma a sus pliegues, de las huellas dejadas por nuestros ancestros, de la construcción de nuestras casas y trabajaderos, del organizarnos colectivamente…, en fin, de lo que hemos vivido sobre estas tierras, podemos evidenciar nuestra presencia viva en todos los rincones de la vereda, la relación que tenemos con la naturaleza y la identidad biocultural que existe en nosotros. Estas tierras estuvieron habitadas por indígenas. No recordamos mucho de ellos, pero sus rastros están ahí, en tiestos de barro, dibujos en rocas (petroglifos) y piedras labradas en forma de batea que hemos encontrado al recorrer nuestro territorio o al ir construyendo

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nuestra infraestructura familiar y comunitaria. También los vemos en los senderos que transitamos para ir al pueblo de Sonsón. Creemos que el camino indígena iba por todas las cuchillas; salía de La Cristalina, subía por una montaña que queda cerquita al morro de La Vieja y volteaba por unas peñas muy difíciles de caminar. Por esos canalones, por los que no pasan las bestias de lo empinados que son, iban y venían cargando todo al hombro. Los historiadores de la región consideran que provenían de la nación de los pantágoras, tribu con un gran territorio bañado por ríos como el Samaná Sur, La Miel, San Carlos, Samaná Norte y Nare. Nuestros antepasados eran gente valerosa y guerrera que gustaba de vivir en la espesura y la inaccesibilidad de selvas y altas montañas y que, por tanto, sabía habitar y proveerse de estos lugares –desde los picos más altos hasta los valles más calientes–. Seres para quienes el parentesco, la mujer, el trabajo colectivo y las fiestas rituales eran parte fundamental de su cultura. Hombres y mujeres de


maíz, yuca, ahuyama, chicha, cacería y pesca. Su resistencia a la conquista española fue feroz y empleó muchas estrategias: desde el abandono de pueblos, la quema de comida, los ataques intempestivos o las trampas envenenadas en los caminos, hasta los suicidios colectivos y la construcción de fuertes defensivos. Sin embargo, a pesar de su lucha incansable, este pueblo fue exterminado en menos de un siglo debido a la guerra, las enfermedades y la explotación en las labores mineras y agrícolas. Después de un tiempo de olvido de estos territorios, 36 colonos pobres y sin tierra de Rionegro y Marinilla, liderados por José Antonio Alzate, decidieron pedírselos al gobernador de la Provincia de Antioquia, Francisco Baraya y La Campa. Tras 12 años de pleitos legales, 86 personas migraron hacia áreas cercanas de lo que hoy es Sonsón, y en 1800 fundaron el pueblo que lleva ese nombre. De los descendientes de esa gente, de otros que vendrían más tarde y de los pobladores de lo que posteriormente se llamaría Argelia resultarían las familias que habitaríamos Río Verde.

Nuestros abuelos contaban que los fundadores de nuestras veredas llegaron entre 1885 y 1900 por un paraje que llamamos El Páramo. Eran los Montes. Primero, 3 hermanos tan aguerridos (don Ismael, don Manuel y don Zacarías) que, en su primer intento por poblar este territorio, empezaron a trillar selva hasta llegar a lo que hoy es La Capilla. Detrás de ellos llegarían más familiares –el padre (sacerdote) Montes, don Agustín (que era abogado) y don Pedro José–, sus esposas y sus hijos. Otros llegarían huyendo de la Guerra de los Mil Días, como don Jesús Antonio Carmona (que era de Palmira, Valle), su señora Juana Rendón y sus hijos, quienes sabían colocar piedra y ayudaron mucho a colonizar esta tierra. También arribaron los Loaiza, los Henao y otros Carmona –seguramente, emparentados con don Jesús Antonio–. Ellos fueron organizando este territorio más o menos así. El patriarca de los Loaiza, que era arriero y tenía muchos hijos, hablaba con uno de los abuelos de los actuales Carmona, igualmente con mucha descendencia, y conversando llegaban a

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un acuerdo: “Vea, usted que tiene tantos hijos agarre este lote, desde esta quebrada hasta el páramo; y yo, que también tengo muchos, cojo este frente de allí, con todo lo que se ve hasta arriba, hasta la cuchilla”. Luego, llegaba el señor Henao y ocupaba La Cristalina y otros 2 lotes por allá atrás que nadie reclamaba. Entonces, por ejemplo, si uno mira Murringo, eran 4 quintas de unas pocas familias muy abundantes. Hacia 1920, esos habitantes iniciales empezaron a vender terrenos a los nuevos que iban llegando y que querían empezar a cultivar y a criar animales por aquí. Algunos de los primeros compradores fueron don Elías Salazar y su hijo don Bernardo, don Elogio Durán, don Antonio Zacarías Montes, don Joaquín Pareja, don Juan Henao, don Lorenzo Tobón, el doctor Hoyos y el doctor Ramos. En ese tiempo no se hacían las cosas a través de escrituras. Los negocios se cerraban por medio de la palabra. Se decía: “Esto va a ser mío, desde este morro hasta el páramo y desde aquella quebrada hasta tal parte”, y ya estaba hecho. Lo del registro de estas tierras vino mucho

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después. A sus descendientes fue a los que les tocó comparecer y decir por dónde iban los predios. Al lado de estas personas más o menos pudientes llegaron muchas otras, gente pobre que buscaba un lugar para vivir y un trabajo para sacar adelante a su familia. Y lo consiguieron. Lo que mantuvo por mucho tiempo esta tierra (hasta que llegó el café) fueron la siembra de maíz y fríjol y los cultivos de pan coger, como el plátano, la yuca, entre otros. Se rozaba y se aprovechaba toda la ceniza para sembrar esos 2 productos. En una sola finca de familia se podían sembrar 15 almudes de maíz. Cada familia tenía de 10 a 14 muchachos ayudando en el campo, más los jornaleros que se contrataban para sacar adelante los trabajaderos. Es que en esa época la tierra daba mucho y había mucho personal con quien trabajar. Sin embargo, había temporadas que eran muy duras para la agricultura, lo que llamábamos los julios ( junio, julio y agosto). Por eso, muchas familias en ese tiempo difícil y aquellas que normalmente tenían pocos recursos


sacaban bejuco de chagualo, paja de San Juan o de Chumbimba, egnea del monte y paja de basto. Con el primero hacían artesanías (canastos); con la segunda, escobas; con la tercera, esteras; y con la cuarta, enjalmas y colchones. Todo eso, ya fuera en materia prima o en producto, lo llevaban a Sonsón o lo vendían en los alrededores. Igualmente, por mucho tiempo vivimos de la caña. Don Elías Salazar, el que decíamos que compró tierras, entre ellas casi toda La Soledad y San Jerónimo, trajo colinos de caña de varias partes. Los arrimaba hasta Sonsón en carro y, de ahí, en mula hasta Río Verde. La primera ramada la puso en La Soledad, en Canta Ranas, su finca. Ahí tenía un tubo de madera largo (por donde tiraba la caña desde los trabajaderos), una máquina para la producción de panela y unos muy buenos fondos. ¡Eso era enorme! La panela salía por un lado y por el otro… y mucha peonada. Don Elías era buen patrón, pagaba bien y daba la comida. En las únicas partes donde se conseguía trabajo era en sus fincas, porque los otros eran pobres o apenas estaban abriendo.

La segunda ramada la tuvo en Playa Rica (que se llamaba Matambal) y la tercera, en San Jerónimo. De esa última también sacaban cabuya. Aunque los centros donde se asentaba más personal eran La Soledad, La Capilla, Murringo y San Jerónimo, los patriarcas y la gentecita que llegaba agarraban, compraban, limpiaban y trabajaban muchas tierras de todo Río Verde…; ese río es muy grande. De La Soledad para abajo, en tierra caliente, había fincas muy potentonas y

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grandes, o modestas y pequeñas, pero solas; el dueño, la familia o los peones iban, sembraban fríjol y maíz o llevaban animales y se devolvían. Así se formaron las veredas de Palestina y Campamento o los puntos que llamaban La Quiebra y Tres Mundos. Eso es lejísimos, a una o 2 jornadas de La Soledad. Uno todavía se pregunta cómo hacía esa gente para hacer esos trabajos. Hubo vivientes que también montaron sus fincas por donde se fundaron las veredas El Coco y Plancitos, en el límite con el corregimiento de Río Verde de los Henaos; de hecho, ese río pasa por ahí. A lo mejor esas tierras pudieron ser de ese corregimiento, pero como quienes las colonizaron fueron personas de por aquí, son de Río Verde de los Montes. Los primeros habitantes del Coco de los que nos acordamos son doña Carlota Otálvaro, su esposo y don Rafael Otálvaro. Los dos primeros eran unos viejitos solos que tenían una finca que se llamaba El Limón. Esa era una hacienda de pan coger, muladas, ganado, marranos y gallinas. Esos abuelitos mantenían tanto quesito y leche… y no

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había quién comprara; allá no eran sino ellos y un vecino a una distancia grande. Tenían un zapote grandote en el patio. Y esa señora se sentaba a comer sin pereza ese viajado de zapotes. Ellos pasaban en la casa solos… Esa tierra del Coco se empezó a poblar en los años 60 del siglo pasado; la gente pasaba el río en un cable, colgados en un cajón. Don Elías tenía tierras tan grandes que, cuando él se fue, los hijos tuvieron que venderlas por pedacitos. Las primeras fincas que se vendieron fueron la de San Jerónimo, a los Jaramillo de Sonsón (don Tulio, don Rafael y don Jesús), y la de La Soledad, primero a un señor de Río Verde y después a los Pérez. Estos últimos eran de Barbosa, muchos y muy hermanados. Ellos se repartieron la tierra, hicieron sus casas y trabajaron por mucho tiempo el establecimiento. Esa gente se murió de vieja y de enferma, pero varios de sus descendientes son los que forman actualmente La Soledad. Con el pasar de los años, todas esas haciendas continuaron loteándose. Incluso, muchos de los que jorna-


leaban también lograron conseguir su pedacito de tierra. Además, aunque se terminaron las industrias que tenía el señor Salazar y la gente estaba asustada porque ya no iba a haber quién pagara jornales, eso formó una de las características más importantes de los rioverdeños: el tener tierra propia y trabajar por cuenta de uno.

minando no se sentía nada. Hay abuelos del corregimiento que recuerdan haber usado zapatos por primera vez alrededor de 1945. La falta de animales también duró su tiempo en algunas familias; había gentecita que no tenía para comprar y mantener una bestia. Hasta 1980 todavía había vivientes que entraban el mercado y sacaban para la venta fríjol, maíz o lulo en Por otra parte, en las haciendas del la espalda por un lugar al que llaseñor Salazar había muchas bes- man Las Palmas. tias. Le encantaba tener yeguas, muletos y caballos. Él montaba Los animales y la llevada y la traída un macho blanco muy bonito. Al- de la carga desarrollaron un oficio gunos de esos animales los usaba muy importante en Río Verde: la para sacar la panela y la cabuya arriería. Para ser arriero, hay que para Sonsón. Otros los vendía por manejar mulas todos los días –no aquí mismo en otros corregimien- importa el número– y aprender a tos o a personas de fuera que ve- conocer bien su comportamiento. nían a comprarlos. Después, los Ellas son muy inteligentes, solo les demás habitantes de este territo- falta hablar y tienen más sentidos rio comenzaron a tener sus ani- que una persona. Una bestia sienmalitos. Es que al principio todo te el peligro –un pantano donde se era a pata limpia y con la carga puede quedar estancada o una cuencima de uno. Imagínese, en ese lebra– y, por eso, busca camino por tiempo no se usaban zapatos, otra parte. En esta tierra ha habido ni siquiera en Sonsón; allá había arrieros de esos que ya no existen: quienes usaban alpargatas, pero don Octavio Osorio (que le arrió las contaditos. El callo de las perso- mulas a don Marco Valencia), el arrienas debajo del pie era tan grueso ro Loaiza, el arriero Henao de Murrinque en él no era capaz de entrar go o el arriero Henao de La Soledad. el chuzo de un tuno, por eso ca-

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Todavía en los años 60 del siglo pasado, esa gente alzaba maíz y fríjol en Santa Rosa, se iba hasta Sonsón y cogía hacia Manizales por Encimadas. En esa ciudad recogía mercancía y volteaba para acá nuevamente. Había mucho personal que surtir.

cluso mataban animales: ganado, marranos, gallinas…; era común ver a la gentecita comiendo gallina con bollos de chócolo. Además, en 1970 instalaron la inspección de policía allí. El primer inspector se llamó Rafael Leonidas Osorio Giraldo. No duró mucho, ese mismo año nombraron a don Alfonso En 1950 todas nuestras veredas Vásquez Hincapié. ya estaban formadas y, hasta el año 2000, eran muy habitadas. Las ¿Que cómo se formaron las vereque tenían más vivientes eran La das? Ya más o menos lo dijimos. Capilla y La Soledad. Cuando no La fundación de una finca granhabía camino para Argelia, gente de destinada a la siembra y a la de todo el corregimiento llega- cría de animales por un patriarca ba a mercar a esas veredas. Había con mucha descendencia, la venimuchas tiendecitas en el contor- da de otros vivientes a trabajar no de la plaza con todo lo que se en ella (con familias también innecesitaba por aquí. Eso sí tenía mensas) y, al final, la división de Río Verde de los Montes, que ha- esas grandes propiedades en finbía tiendas buenas; la gente no cas más chiquitas fueron creando tenía que estar yendo a Sonsón pequeños caseríos alrededor de continuamente, sino que se surtía los cuales la gente compartía la por acá derecho. Una de las más vida. En ese estar juntos buscaban famosas era la del ya nombrado nuevas condiciones para crecer y arriero don Roberto Henao, un vie- solventar sus necesidades. Ponjito muy nativo de La Soledad. Él gamos como ejemplos la educallegaba el sábado de Sonsón con ción, la religión, los caminos y el todo el surtido; de ahí que muchos tejido asociativo. Don Elías Salade los vivientes de por aquí –des- zar fundó la primera escuela de de la misma Soledad hasta Santa La Soledad porque había muchos Rosa– arrimaran los sábados y los muchachitos, hijos de trabajadodomingos a comprar y pagar. In-

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res, que no tenían dónde estudiar. Esa escuela se acabó en una época –no sabemos la causa– y la gente de esa vereda sufrió por muchos años al no tenerla. Con el tiempo volvieron a abrirla en una casa chiquita y con una profesora que no era pública.

en su casa un par de horas, 2 o 3 veces por semana, para enseñarles lo que daban en la radio. Sin embargo, una vez había personal, se fundaban las escuelitas. En la actualidad casi todas las veredas tienen su escuelita, ya sea construida por ellos o con la ayuda del Estado y la Federación Nacional Esa misma necesidad de educa- de Cafeteros. ción hizo que aparecieran las escuelas de las veredas La Capilla La misma historia tiene la iglesia del y Murringo entre 1930 y 1940; a corregimiento. Aunque se pensó las 3 acudieron nuestros mayores, construirla en La Soledad, los de quienes bajaban o subían desde Murringo y La Capilla argumenmuchos lugares de Río Verde para taron que tenían más habitantes, aprender a leer, escribir, matemá- razón que pesó para levantarla donticas e historia. En algunas vere- de hoy se encuentra. En 1926, el das, como en La Capilla, un día padre Salazar trajo la piedra de iban los niños, otro día asistían las aras para colocarla en el sitio donniñas; en ninguna daban certifica- de iba a quedar el altar. La bendo. Por ellas pasaron profesoras dijeron con padrinos y todo –don que aún están en la memoria de Francisco y don Faustino Otálvaro los abuelos: doña Isabelita Buitra- Cardona, 2 hermanos solteros y de go, doña Ana Carmona, doña Sara buen comportamiento– y duraron Dávila, doña Ana Jesús García o construyéndola hasta 1930. Por ahí doña Ester Julia Marulanda, entre pasaron oficiales como don Heotras. Lo mismo pasó en otras ve- liodoro Sánchez y su familia, don redas. Mientras no hubo escue- Ventura Cardona, don Marco Tulio las, uno de los vecinos más instruidos se ponía de acuerdo con 1Radio Sutatenza fue una emisora de radio los padres y reunían a los niños colombiana que emitió programas de edupara dictarles clase con la ayuda cación para el campo entre 1947 y 1990. de Radio Sutatenza1. Los citaban

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Gómez y don Cristo Valencia. A finales de 1930, el padre Obdulio Duque, quien apoyaba la construcción, bajó y celebró la primera eucaristía. Como en toda labor comunitaria en este corregimiento, el trabajo conjunto de los vecinos no se hizo esperar. Parecía que estuviéramos en épocas religiosas: la procesión y romería de convites y gente era el pan de cada día. Había desfiles de grandes y pequeños consiguiendo, cortando y cargando madera para los cimientos, las soleras y las paredes. A la hora de construir, la comunidad también colaboró en lo que estuvo a su alcance. Las bases, columnas y paredes de la iglesia y de la casa cural tuvieron el sudor y el esfuerzo de todos los habitantes de estos lugares. Así mismo, don Elías Salazar se metió la mano al bolsillo y ayudó hasta más no poder. Incluso su esposa se iba por todos los caminos del corregimiento recogiendo, de finca en finca, maíz y fríjol que transportaba en mulas a Sonsón para vender y obtener fondos para los materiales y los oficiales.

Argelia) bajaba una vez al año y se quedaba hasta 8 días; ¡tenía mucho que hacer! Además de dar misa todos los días, atendía las preocupaciones de toda la gente. Igualmente, daba todos los sacramentos, desde bautizos hasta matrimonios, y hacía ejercicios espirituales para hombres y mujeres solteros. Gente de todo Río Verde de los Montes llegaba esa semana a La Capilla para ver al cura; es más, los que venían de más lejos se quedaban en casas de familiares o amigos. Eso le traían gallinas, le hacían remates de cosas…, era una semana muy buena. En Semana Santa también se aprovechaba mucho el espacio. Se hacían desfiles y el viacrucis en un sector aledaño a la escuela y a la capilla en el camino que conduce a Murringo. Río Verde ha sido siempre muy católico.

Estas historias de cultivos, arriería y empuje de nuestra gente no están completas si no se relata la construcción de nuestros caminos. El primero que se creó es el que va desde San Francisco, pasa por todas estas tierras y se dirige a Cuando estuvo hecha, el padre (pri- Sonsón. Imagínese, de no tener mero de Sonsón y después de

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nada, hemos creado un camino principal, un desembotelladero, con ramales que conectan a todas las veredas. Desde La Soledad hasta San Francisco es muy bueno porque, al ser tierra caliente, no es piedrudo ni lleno de charcos, sino de cascajito con cal. De La Soledad a San Pacho hay como 12 horas; hoy en día existe una carretera para carro hasta muy adentro. Había gente, con mulada y carga, que entraba por La Piñuela y agarraba ese sendero para llegar a Sonsón porque era el más derecho. Claro, tocaba; en ese tiempo no existía la autopista Medellín-Bogotá. Esa vía es igual de firme desde La Soledad hasta el filo del páramo porque está hecha en piedra. Si estuviera vivo el arriero Roberto Henao –el que tenía la fonda en La Soledad–, eso sería lo que diría. En un principio, él iba con muladas y se echaba 2 jornadas. El jueves salía con las mulas cargadas de maíz, fríjol y panela, llegaba a una parte que llaman la boca del monte y ahí dormía. El viernes arribaba a Sonsón, vendía y compraba y volvía a la boca del monte. Ahí dormía y se madrugaba para llegar el sábado a mediodía a La

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Soledad. Al estar el camino, iba derecho a Sonsón en 8 horas con mulas cargadas y sin parar. Ese es un sendero bien empedrado, con paisajes hermosos, rodeado de naturaleza… Esa es la razón de que se ganara un premio en el concurso de caminos de herradura de Antioquia. Aunque no podemos negar que sigue sufriendo dificultades por falta, sobre todo, de puentes. El camino lo empezaron a construir los señores Montes. Ellos lo demarcaron, rompieron la tierra e hicieron la trocha. Después, los miembros de la familia Carmona pusieron sus conocimientos de empedradores en él: desde el que sería el bisabuelo hasta los integrantes actuales. Don Jesús Antonio (bisabuelo) empezó a empedrarlo desde La Soledad y le enseñó lo que sabía a sus hijos. Así, los hermanos Ramón, Rafael, Ezequiel y Tomás (abuelos) empedraron La Falda. Los ricos de esta tierra (don Elías Salazar, sobre todo, pero también los señores Tobón, Hoyos y Ramos, entre otros) ayudaron con muchos recursos para que eso saliera adelante. Cuando


los abuelos faltaron, siguió la descendencia trabajando el camino: Francisco, Juan Bautista, Lisímaco, Benjamín, Tomás y Alejandro (padres). Y los Carmona siguen siendo sus empedradores, junto con nosotros; entre todos, a través de convites y con un camino sectorizado por veredas, arreglamos el piso, trochamos y hacemos canaletas por donde corre mucha agua.

bien caminadas. Sin embargo, el camino principal y el más bonito ha sido este. Además, hubo una época en que era muy seguro. Si a uno lo cogía la tarde, hacía un limpiecito y descargaba. Después, amontonaba la carguita, la tapaba con una hojarasca grande que se da por allá y se iba a dormir. Al otro día ahí estaba todo conforme lo había dejado uno.

Ese sendero hacia Sonsón sí que fue trajinado. Como Argelia casi ni existía –los mayores se acuerdan de haber bajado a la fiesta que hicieron cuando se volvió municipio en 1960–, todas las mulas de Río Verde salieron por ahí; por ello ha tenido tiempos en que ha estado muy malo. En las épocas buenas de estas veredas y hasta que se abrió el camino para Argelia, transitaban entre 200 y 300 mulas de los miércoles en adelante, para sacar productos y surtir las tiendas que existían. Como dijimos, 8 horas desde La Capilla, pero hasta 3 jornadas desde Santa Rosa con animales. También había gente, sobre todo la que andaba a pie, que llegaba a la cuchilla y agarraba travesía para salir a la vereda Río Arriba; 2 horas muy

A finales de los años 50, algunos vecinos valientes –como somos todos por acá– comenzaron a abrir trocha para el pueblo de Argelia. Había un salidero por la vereda Caunzal, pero estaba demasiado lejos y malo, todo un pantanero. Entonces, viendo que Sonsón era más lejano, que Argelia era tan cerquita y la necesidad que teníamos de sacar nuestros productos, entre todos escogimos la

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mejor ruta y empezamos a romper el camino. Eso fue en los años 60 del siglo pasado. Además, en esa época aparecieron las JAC en las diferentes veredas, las cuales colaboraron bastante en la coordinación de esa construcción y en otras más. La verdad es que siempre hemos sido muy organizados para la labor comunitaria. Antes de las JAC estaban las acciones veredales y, previamente y hasta ahora, el trabajo colectivo. Cada domingo había convite para ese camino hacia Argelia. El trabajo era mucho porque, al ser monte, tocaba socavarlo y, luego, derribarlo. Como no se encontraba piedra por ninguna parte, había que cortar madera y empalar toda la ruta. El vecindario ayudó en todas las actividades; las bestias también, haciendo y asentando la trocha. Además, el padre Ríos, que trabajaba en Argelia, le dio un buen empuje a la obra. A él le llegaba mucho niño de Río Verde para bautizar, entonces, un día cualquiera se antojó de venir y convidó a unos compañeros. Los de La Capilla se asustaron mucho cuando los vieron llegar, ¡sin saber quiénes eran! Después de eso,

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venía todos los fines de semana a bolear machete, recatón, barra o azadón por la mañana y a dar misa por la tarde. Con ese camino la vida nos cambió. Aunque nos consideramos de Sonsón, la mayor parte de nuestras veredas sale del corregimiento por el lado de Argelia. ¡Se llega más ligero! Si bien todos los trámites civiles los debemos hacer en Sonsón, allá vendemos nuestro cafecito, sacamos los otros productos que sembramos y hacemos mercado. Sí, el cafecito. Su llegada cambió estas tierras. Si uno se pone a mirar, Río Verde ya era cafetero para la década de los 80. En los 40 y 50 llegaron los primeros granitos; eran del que llamaban pajarito. Había poquito y se sembraba con el maíz y el fríjol. Hace unos 40 años empezamos a sembrar café caturro; ese se extendió por todas partes y fue acabando con los otros dos productos y la panela. Lo que sucedió fue que la gente se dio cuenta de que el café era más rentable; entonces, empezó a sustituir lo que cultivaba para que le llegara más platica. La desventaja es que algunos tuvieron que em-


pezar a cambiar el café por maíz y la leche para los niños, ahorrar y fríjol para poder comer. hacer negocios. Claro que las bestias, el ganado y los potreros son Pero unas por otras. Gracias al café, viejos en Río Verde de los Monla gente mejoró su calidad de vida tes. Don Elías tenía; en La Coca y comenzó a tener más animali- –por los lados de Murringo– había tos. Es que el café y el ganado son 5 familias grandes con potreros muy compañeros. Al que traba- abundantes… Les daba bien por ja el café juicioso le va quedan- lo frío, allí se mantenían 25 buedo platica; de ahí que empiece a yes y 25 mulas. comprar vaquitas y hasta finca para ganado. Eso le permite tener Conocimiento tradicional: la medicina de nuestros abuelos y abuelas Había mucha gente que sabía de medicina en Río Verde de los Montes. Don Esmeraglio Valencia Montes –todo el mundo le decía don Esmeraldo– fue uno de los últimos yerbateros y ermitaños de estas tierras. Ese señor tenía mucho conocimiento. Usted conseguía toda cantidad de plantas medicinales con él, porque se recorría ese monte recolectando leche de sande, caraña, copachí…; en fin, todas esas cuestiones. No tenía punto fijo. Él se perdía 3 o 4 días en la montaña, aparecía en una casa, luego en otra, y después para la montaña. Iba solo, únicamente mantenía un morral con ollas, plásticos y comida para hacer. Si había una casa sola, allá iba a dormir; si no tenía un techo dónde dormir, don Esmeraldo armaba una tolda de plástico y ahí amanecía en cualesquier parte. De pronto se perdía un tiempo y, cuando uno menos pensaba, volvía a la vereda. Ese señor vivió su etapa normal hasta que murió. Había otro abuelo que sabía mucho de plantas: don Luisito Ramírez. Él murió hace mucho tiempo. Les recetaba a las personas ramas, raíces o cortezas, así o en bebidas, y las curaba. Todo el que se enfermaba

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acudía a él porque ese señor era muy bueno; con decirle que la gente casi ni tenía que ir a Sonsón o a Argelia ya que él los sanaba acá. Una hija de él, doña Andrea, nos contaba de muchas ramitas que servían. Ella andaba toda esbelta y alentada por las calles de Sonsón. Cuando uno le preguntaba cómo hacía para estar tan bien, respondía que tomaba ramitas que el papá le había enseñado para que no estuviera enferma de ninguna parte. Otro saber muy extendido en Río Verde de los Montes era la partería. Había baquianas y baquianos que entendían de esos trabajos y ayudaban a las señoras. Incluso podía ser el esposo mismo. Pero también existían parteras y parteros en todas las veredas. Los nombres se nos escapan y solo nos han quedado los de los más famosos. Entre las señoras estaban doña Rosario Alarcón, doña Luz Dary Alarcón y doña Tulia Valencia. Esas mujeres eran de mucha confianza y tenían bastante fama en todas las veredas, por eso las llamaban mucho. Entre los hombres, había un señor que se llamaba Luis Ángel Ciro que vivía en la vereda El Coco. A él también lo buscaban harto. Mucho de ese conocimiento de las medicinas de esta tierra lo llevamos en la sangre los rioverdeños y lo hemos usado para curarnos en esos territorios tan alejados. Varios de los remedios que más se conocen son los que se usan para las picaduras de culebra. La contra más efectiva para esa picadura se llama aceite de caparrapí; lo extraen de la corteza de un árbol que crece en lugares muy calientes. Para saber si está en buena condición, es legítimo y no tiene mezcla de otros aceites, se lo untan en medio de los dedos de los pies o de las manos y ahí mismo deben percibir el sabor amargo en la boca. ¡Traspasa el cuerpo! Incluso contaban que le cortaban un poquito de callo a una persona con un machete, le echaban una gotica al callo cortado y esa persona sentía en la boca el amargor del aceite. Hay otras contras. Por ejemplo, el bejuco que llaman guaco y otra planta que denominan guayaquil. Cuando hay un picado de culebra,

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esas son opciones preventivas mientras lo pueden llevar al médico; aunque dicen que curan también. El guaco lo machacan, lo hierven y hacen emplastos para ponerle en la parte donde está la picadura. Además, beben una cantidad. Al guayaquil también le extraen el zumo y lo aplican en la mordedura. Igualmente, la caña de azúcar puede servir. La cogen niñita y la ponen en brasas. Luego, exprimen ese zumo de la caña en la herida y lo untan alrededor. Por otro lado, hay personas que comentan que han tomado petróleo y se han aliviado. El petróleo también es bueno para matar el hormiguillo en los cascos de los animales. Es que los abuelos conocían muchos remedios y se los enseñaban a los niños desde pequeñitos. Cuando nos enfermábamos de fiebre, la mamá de uno mandaba a los más grandes a traer ramas para curarnos –diga usted berrito, angelita, valeriana, clavo de pantano o vendiaguja–. Si teníamos tos, no nos daban valeriana, porque es muy fresca y uno se ataca. En ese caso era mejor el citrón o la santamaría. La vendiaguja también la usaban para curar a las personas que sufrían de buenamoza –según los mayores es la misma hepatitis–. Si el paciente lo que tenía era dolor de estómago, le daban bebidas de copachí, carimbola, caraña, paico, manzanilla o canela. El copachí es un árbol grande, maderable, que produce la tierra por acá. Raspaban la corteza, hervían el polvito y hacían bebida. Es bastante amargosa, pero es muy buena para los cólicos, la diabetes…, para mucha enfermedad. La carimbola es un huevito delgadito que se da dentro de la tierra; una raíz muy buena para la barriga. La caraña también sale de la raíz de un árbol. Por lo regular, la raíz va echando una especie de miel y, al paso que el palo la va expulsando, se va cuajando. Entonces, los señores la cogían y la envasaban en tarros de guadua; es una cosa que dura mucho si se sabe empacar. El uso más común era aplicarla en emplasto cuando había una herida o un nacido en animales y en personas. Pero hay que tener cuidado, porque en mucha cantidad rompe la piel. También la utilizaban para

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curar los cólicos de estómago. Esa pasta dura la metían en un trapito blanco y la ponían a hervir en agua; con eso ya tenían la bebida. En cuanto al paico, había personas de mucho conocimiento que hacían purgantes con esa planta, pero tenían que saber mucho porque, si se excedían, podía ser malo. Si lo que había era una picadura de gusano o de avispa, quebraban unos copitos niñitos de caña y los ponían en la oreja del picado. Según los abuelos, el veneno que el animal había dejado se concentraba en esos palitos y paraba de obrar. En caso de dolor de muela, le untaban en el diente malo algo que tuviera mentol –como Mentolín o Vick Vaporub– o le ponían –o daban a mascar– una ramita que se llama yuyo quemado. Es un botoncito amarillo que calma el dolor por un buen tiempo. Para una torcedura de lo que fuera había gente que sabía componer. Componer significa ubicar los tendones en su puesto cuando alguien se tuerce un pie o algo. Cuando el sobandero se daba cuenta de que no era una descompostura sino una fractura, echaban mano de una planta que se denomina suelda –también usaban para eso la leche de sande–. Esa rama sirve para soldar los huesos; la machacaban, hacían emplastos, vendaban y algunas veces entablillaban. Sí, había mucho remedio… Lo que pasa es que uno a veces se acuerda y a veces no. Hasta la década de los 90, vivir en Río Verde de los Montes era muy bueno. Estas eran veredas pobladas, de gente muy trabajadora y echada pa’lante, con una cultura y una identidad muy propias. Las familias comían de lo que cultivaban (maíz, fríjol y revuelto) y de los animales que criaban (como gallinas y marranos), salían a ven-

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der y a mercar al pueblo y se devolvían otra vez para su tierra. En Sonsón, de lejos, usted a ojo sabía quién era rioverdeño. Era conocidísimo: estaba en la cantina con el mismo traje con el que había salido de por aquí y con sus botas pantaneras… incluso, era posible distinguirlo de los habitantes


de las demás veredas. La verdad, los campesinos de algunos de los corregimientos de Sonsón siempre habían sido todos así, como muy ellos y, por tanto, se les diferenciaba fácilmente. Además, les gustaba colonizar zonas del pueblo para irse a beber trago. Los de Río Verde de los Montes estábamos por las cantinas de La Cañada y el Centro Comercial. Los de los Henaos, por las galerías. Los que salían de Las Cruces y Perrillo se mantenían por El Antioqueño. Los de Naranjal, que también salían a Sonsón con bestias y pasaban la noche por ahí bebiendo, estaban en Tapete, por el hospital viejo. Los de tierra caliente (por el Robladal abajo), por Puerto Machote. ¡Y se respetaba la zona! Si el rioverdeño se metía por el lado de El Antioqueño, lo aporreaban; ligero, ligero, le tocaba irse. Era por las copas y por el área, porque cada uno tenía su zona. Sin embargo, la situación empezó a cambiar por el conflicto armado a finales de los años 90. A principios de los 80 llegó el Movimiento 19 de abril (M-19), aunque también estuvieron algunos señores de las

Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Entraron por Santa Rosa y fueron hasta Murringo. Si bien hubo algunas personas de las veredas que se metieron de milicianos y extorsionaron y hasta mataron a alguno que otro cristiano, la cosa estaba calmada. En los últimos años de esa década y en los inicios de los 90, apareció y tuvo cierta influencia el Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en las veredas Palestina y Santa Marta. Todo empezó a complicarse cuando llegaron las FARC (Frente 47) y decidieron apoderarse del territorio y entrar en disputa con el ELN. Eso fue entre 1997 y 2000. La violencia dura empezó en 2002 cuando subió Álvaro Uribe Vélez a la presidencia. Como quería derrotar a la guerrilla, llegaron al corregimiento otros actores para luchar contra ella: los militares y los paramilitares. Y ahí sí todo se calentó, aunque la situación fue distinta dependiendo del sector. Para abajo de La Soledad, es decir, por esa vereda y las veredas de Palestina, Santa Marta, Campamento, La Ciénaga o Santa Rosa,

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eso fue miedoso, miedoso. Hubo bastantes muertos y esos territorios quedaron solos totalmente. En La Soledad permanecieron solamente 6 familias, e incluso, hoy en día, en Campamento, Palestina y Santa Marta no hay nadie. Por aquí arriba –La Capilla, San Jerónimo, La Montañita, Guayaquil Caunzal o Murringo– fue diferente. No hubo tanto desplazamiento ni muertos porque la gente fue muy neutral. Ellos nos criticaban mucho: “Ustedes deben dejar de ser neutrales; ustedes van a tener que escoger un lado”, pero la cosa no era así. Las complicaciones venían de otro lado: los bombardeos, la siembra de minas quiebrapatas, los problemas para entrar la comida, los enfrentamientos, el robo de animales y cultivos, los unos y los otros pidiendo comida o durmiendo en la finca… En fin, la gente se asustaba y se iba, a los jóvenes les daba miedo que se los llevaran y se marchaban para las ciudades, ya no se podía trabajar igual y daba miedo hasta caminar.

llegó ese año gracias a nuestra gestión y al trabajo colectivo. ¡La mayoría de los rioverdeños nos criamos con velitas y lámparas de petróleo! No obstante, las condiciones para vivir por aquí han ido cambiando. Nuestra población ha disminuido y cada vez es más difícil encontrar con quién sembrar el campo. Son muchas las razones por las que eso está pasando. La familia se ha mermado; ya no es la época de tener 14 o 15 hijos, máximo son 1 o 2. Hay personas muy trabajadoras, pero son ancianos que están colgando los guayos (muchos han muerto) o que ya no son capaces de trabajar. Además, muchos de nuestros mayores tuvieron que irse para el pueblo, ya fuera por el conflicto armado o por cuestiones de salud, y no pudieron volver. Allá, al igual que sus tierras, viven situaciones de abandono, pobreza y soledad.

Por su parte, los jóvenes también se han ido yendo por falta de oportunidades educativas y económicas o porque ya son de otro ambiente. Ellos prefieren irse a trabajar en los cultivos de aguacate de En 2010 el conflicto disminuyó y las veredas de Tasajo o Llanadas, algunos de los que se habían ido porque los vinculan y les dan un volvieron. La electricidad también

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sueldo. También les gusta mucho irse a laborar a los invernaderos de flores de Rionegro y Carmen de Viboral. Al darse cuenta de que trabajar en eso da, llevan gente: que al hermano, al sobrino y hasta el berraco… Quién lo creyera, la mayoría de rioverdeños está por allá. En una casa finca grande puede haber de 20 a 30 mayordomos de Río Verde. Además, la mayoría de los muchachos cambia su cultura. Por ejemplo, se compran una moto que utilizan para ir al trabajadero y para conseguir novia, por lo que ya no quieren volver.

te que uno escucha por ahí que retrata muy bien este problema. Como la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare) molesta por lo del monte, cuando los amigos ya no trabajan sus tierras, uno les dice: “¿Qué? ¿Usted le va a dejar la finca a Cornare?”. Pero, a pesar de todo esto, el rioverdeño es un luchador y ama su tierra…; por eso, no la abandonamos y seguimos adelante.

Por si fuera poco, debido al conflicto armado y la disminución de la población, las tierras que trabajábamos han disminuido. Antes había mucho trabajadero con café, caña, animales y otros cultivos. Hoy, parte de eso se ha perdido en el monte, es puro rastrojerío. Hay áreas donde no hay ni la mitad de destapado de lo que se veía abierto hace 15 años. Y si a eso se suma que no hay con quién sembrar, recoger o moler, hay personas a las que les toca dejar perder la finca. En la actualidad, es lo que uno alcance a hacer solo. Hay un chis-

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6 NUESTRO HABITAR EL TERRITORIO: MODOS DE VIDA

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A los ríoverdeños nos gusta

trabajar por cuenta propia, de esa forma estamos enseñados. Casi todos, así sean pobres, tienen una parcela para tener su vivienda y su trabajadero. El pensamiento aquí es que si uno trabaja su tierra, es para sí mismo y su familia, así puede aspirar a tener alguna cosa en la vida. En cambio, si se pone a jornalear, solo tiene para mercar y vestirse, y no puede anhelar sino vivir pobremente. Como desde hace un tiempo se ha vuelto difícil conseguir trabajadores, la mano cambiada es muy común. Eso significa que yo le ayudo hoy y usted me ayuda mañana. Es una manera de trabajar acompañadito y colaborarnos si tenemos una urgencia en nuestros trabajaderos. Por ejemplo, si a usted se le está cayendo el café porque lo tiene muy maduro, yo le ayudo; cuando el mío esté listo mañana o pasado mañana, sé que usted me devolverá el tiempo.

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Igualmente, somos cafeteros; el café es el que está manteniendo esta región. En todas nuestras veredas, finca que se respete tiene sus cafeteras. Hace como unos 50 años, unas poquitas parcelas tenían café pajarito, pero el que empezó a trabajarse aquí para vender fue el caturro. Ese lo tuvimos hasta hace unos 7 años, pero la roya lo acabó; entonces, iniciamos con las variedades Rosario, Castilla y Costa Rica. Sin embargo, todavía hay personas que tienen caturro y pajarito. Un palo se disfruta alrededor de 6 años; después de ese tiempo se mocha y vuelve a dar


fruto unos 6 años más. Cuando hay cosecha, uno recoge los granos, los lava y los seca al sol en el suelo. No obstante, algunos de nosotros tenemos marquesinas, así la señora no tiene que estar arrastrando el plástico cuando viene el aguacero.

ta o al frente, el potrero…; todo está unido. Claro que también hay algunos que poseen trabajaderos más alejados y allí tienen cultivo o ganado. Sin embargo, entre más nos hemos centrado en el café, menos sembramos otros cultivos. La huerta se ha ido reduciendo.

Pero no es lo único que tenemos. En este Río Verde se usa mucho mantener una finca con todo lo que se necesita para vivir y sostenerse. Expliquémoslo mejor. La gente en su lote, en una parte, tiene la casa; al lado, un pedazo de tierra con caña, fríjol, maíz, yuca, mafafa, arracacha, zanahoria, huasquila (cidra), cacao, cebolla o plátano –puede ser guineo, banano, bocadillo, dominico o africano–; más arriba, las cafeteras, y cerqui-

El maíz y el fríjol se han ido perdiendo porque no se venden a buen precio y el café acosa mucho. Lo sembramos por cosecha (es decir, por épocas) y pocas familias. Si bien hay algunos que tienen para el gasto de la casa, a la mayoría ya nos toca comprarlo. La caña todavía se mantiene en todas las casas, aunque en menor cantidad. Ya no se cultiva tanto para hacer panela, transportarla y

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venderla en los pueblos, sino para criar a los animales de la casa que no pueden faltar: las bestias las gallinas y los cerdos. Igualmente, todas las fincas tienen yuca y plátano, esenciales en nuestra dieta alimenticia y que, por ello, no pueden faltar en nuestras ollas. Por otra parte, en nuestros paisajes siempre ha habido potreros. Algunos se utilizan para mantener las bestias que nos ayudan en nuestro diario vivir, y otros para eso y para el ganadito doble propósito que ha existido toda la vida en ciertas partes de la región. Muchas familias han complementado su alimentación y la economía familiar con la cría de ganado desde la entrada del café. Por esta razón, cada vez existen más vacas en nuestras veredas: nos sostenemos con el café y ahorramos con la utilidad del ganado. Así mismo, algunos trabajamos la construcción o le hemos apostado a la apicultura para ayudarnos. Nuestras comunidades también realizan usos forestales en las montañas que nos rodean. De ellas sacamos madera y paja para hacer nuestras casas, pesebreras y

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marraneras. También, la leña para cocinar y algunos animales que complementan nuestra alimentación –como gurres, conejos, tatabras, guaguas o peces–. De esos montes, como ya dijimos, provienen varias medicinas que ayudan a la salud de la gente de la comunidad y, en menor medida, del pueblo. En nuestras montañas se encuentra la otoba –muy buena para las alergias, como dicen en la ciudad, o para el carranchín, como lo llamamos por aquí–, la caraña, el aceite de higuerilla –para la piel o los dolores musculares–, la cáscara de copachí o la leche de sande –para la gastritis o la diarrea–. Igualmente, todavía hay algunas familias que complementan sus ingresos con artesanías sacadas del bejuco, la paja o la egnea, pero ya son muy pocas. Antes de trabajar el bejuco, hay que secarlo –para que no se oxide–, meterlo en un tanque con agua para que vuelva a desgonzarse y dejarlo secar al sol unos 2 días. Los canastos los compran los mismos vecinos para recoger fríjol y maíz o botar basura. El bejuco sin trabajarlo aún lo compran por rollos en Argelia. La


paja hay que echarla al sol y hay que torcer la cabuya para sacar las escobas. Algunas se venden por aquí o se llevan también a Argelia. En cuanto a la egnea, hay que cortar la penca verde, deshilar las hojas y ponerlas al sol. Cuando ya están listas, con ellas, 5 cabuyas y en una especie de baranda, ama-

rran la estera, redondeándola según la dimensión de la cama. Las ofrecemos en las mismas veredas de Río Verde.

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7 NUESTRA COMÚN UNIDAD, NUESTROS ACUERDOS Y NUESTRAS COSTUMBRES CON MONTAÑAS Y AGUAS

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7.1

Como

colectivos de vida, el elemento esencial que nos caracteriza es la común unidad que tenemos con lo humano y lo no humano que nos rodea, es decir, a lo que estamos unidos o lo que nos une: la montaña, el agua o los vecinos. Ella se ha expresado en la descripción de quiénes somos y en el vínculo con nuestras tierras, sus montañas, sus aguas o los otros seres que las habitan. Así mismo, esa común unidad se puede ver en lo que hacemos, es decir, en los modos de vida que tenemos. Otra forma de manifestarse tiene que ver con la manera en que nombramos nuestros territorios y las reglas que hemos creado alrededor de algunos de sus elementos y en nuestras relaciones cotidianas. A continuación, describiremos nuestras montañas, nuestras aguas y nuestra relación y regulación con ellas.

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Nuestras montañas y aguas

Nuestro territorio es tierra de montañas. En nuestras veredas, por donde quiera que se camine, se ven morritos de diferentes tamaños cuyas cuchillas nos protegen y cuyas faldas nos proveen todo para vivir. Sus partes altas nos dan oxígeno, agua y plantas medicinales; sus laderas, trabajo, cultivos, alimentos, pastos, madera, leña o materiales para artesanías. Para los turistas las montañas son lugar de diversión o aventura; para nosotros son la casa, es decir, donde habitamos y desde donde subsistimos. Tradicionalmente, las montañas de aquí llevan el nombre de las fincas que quedan en ellas; como somos dueños de predios que van hasta la cuchilla, esa es la forma en que las llamamos. Sin embargo, existen algunas que han sido bautizadas por los antiguos o por el Estado y así las conocemos. En Murringo tenemos El Páramo, la cuchilla La Cristalina, la loma La


Coca y las lomas que hacen parte de la cuchilla de Río Verde y que nos separan de la vereda de Rancho Largo (Argelia): El Cedro, El Popal y La Toscana. Por La Capilla se divisa El Páramo, en particular el cerro de La Vieja. También está toda la cordillera Central con la loma El Roble y la cuchilla de San Joaquín, que nos separan de Río Verde de los Henaos. La cuchilla Mocorongo, la cuchilla Mata de Guadua (o El Coco) y La Divisa quedan en La Soledad; la loma El Mesón está en La Ciénaga. En La Montañita se hallan Hoyo Frío y el morro La Selva; y en San Jerónimo, el morro El Pelado y la cuchilla de San Jerónimo. Guayaquil tiene el alto que lleva su mismo nombre y en Caunzal se encuentran la cuchilla El Palmar y el Alto del Chamuscado.

cados que nos alimentan. El río más importante es el Río Verde de los Montes, que nace en el medio de Morro Sapo y La Paloma, pero tenemos un sinnúmero de quebradas grandes y pequeñas, y nacimientos familiares propios. Al igual que las montañas, muchas de estas últimas llevan el nombre de la finca a la que alimentan, otras han sido nombradas por los antiguos y otras más no han sido bautizadas (sobre todo las que son muy pequeñas o alimentan a otras más grandes). En el siguiente cuadro encontramos los nombres de las más importantes.

Somos ricos en agua. Venas de agua surcan nuestro territorio. Ellas nos proveen del líquido vital para el consumo familiar, para el de los animales, para las labores que nos permiten subsistir –beneficio del café, bañar las plantas, energía para los trapiches de caña, marraneras…–, para hacer actividades de tiempo libre o para tener pes-

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Nuestros ríos y quebradas Q. Chorro Hondo

Q. La Arenosa

Q. La Cristalina

Q. Naranjo

Q. San José

Río Verde de los Montes

Q. Chagualo

Q. Corazón

Q. La Mula

La Capilla

Murringo

Q. El Diablo o La Virgen

Q. La Arenosa Q. La Vivianita Q. Las Palmas

Q. El Peñol Q. Vitalino

Río Verde de los Montes La Ciénaga

La Soledad

Q. Chorro el Burro

Q. Los Farallones

Q. Seca

Q. California

Q. Candilejas

Q. Curubital

Q. de Castaño

Q. El Cafetal

Q. El Cedro

Q. El Palmar

Q. Guayaquil

Q. La Araña

Q. La Coca

Q. La Soledad

Q. Los Naranjos

Río Caunzal

Q. Negra

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Alto de Guayaquil

Q. Candilejas

Caunzal

Q. El Tesoro

Q. Las Cuevas


Q. La Confusa Q. La Hundida San Jerónimo

La Montañita

Q. San Miguel

Q. Santa Bárbara

Q. Cañada Honda

Q. El Cedro

Nuestras aguas son propias. Cada familia tiene un nacimiento de donde toma agua para sus necesidades cotidianas. Para ello, tenemos 2 posibilidades. Ciertos hogares tienen su nacimiento propio; ellos son independientes, por lo que ponen una manguera desde dicho nacimiento y la transportan hasta sus casas. Así mismo, contamos con algunos nacimientos que proveen el agua a varias familias. Allí tenemos bocatomas; cada hogar conecta una manguera a una de las bocatomas, la cual lleva el agua hasta su vivienda.

7.2

Costumbres comunitarias

Somos conscientes de la importancia de nuestras montañas y aguas en nuestras formas de vida.

Q. Peñoles

Q. El Coco

Q. San Jerónimo

Río Verde de los Montes

Sabemos que donde esas 2 existen, puede haber gente. Por eso, tenemos unos acuerdos comunitarios relacionados con su propiedad, su uso y su cuidado.

7.2.1 Propiedad de montañas y aguas Las montañas son nuestra casa y, al ser parte de nuestras fincas, cada una le pertenece a una familia. Lo mismo pasa con el agua. Los nacimientos de agua son propios, es decir, de la familia en donde se encuentran, y en muy pocos casos, de los vecinos que necesiten el agua, con previo permiso del propietario del lugar donde nace. Por tanto, respetamos los linderos y la propiedad de las aguas de cada uno.

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Sin embargo, la solidaridad es una regla en nuestra propiedad de las montañas y las aguas. Compartimos la leña y el agua con el que no tiene, pero siempre pidiendo permiso al dueño y teniendo en cuenta las necesidades de las 2 partes. Entonces, se colabora a otro con la leña, pero tiene que ser poca, no un tajo grande; así mismo, se pide permiso a la familia que tiene el nacimiento para partir las aguas desde ese mismo nacimiento o más abajo y, de esta forma, surtir las 2 viviendas. Por otra parte, en algunas comunidades (como La Soledad) tenemos acueductos familiares comunitarios de los que se surten algunas familias.

7.2.2 Uso y cuidado de las montañas Respetamos la forma de hacer las cosas de cada integrante de la comunidad y confiamos en el real saber y entender de cada uno; por tanto, cada familia toma sus propias decisiones sobre el uso y el cuidado de sus montañas y sus aguas. De esta forma, talamos la montaña según lo que necesitamos sem-

brar o los animales que tenemos, pero no nos subimos hasta el morro porque sabemos que tenemos que conservar. Igualmente, cada casa se suministra su agua; en otras palabras, cada uno construye su infraestructura, arregla y usa el agua libremente (sin pago) siguiendo las normas de su propia unidad familiar. Si somos varios, la parte común se construye entre todos, y el desvío para la casa lo construye cada familia. La solidaridad también es una regla importante. Cuando hay daños graves o se comparte el agua, se recurre al vecino o los vecinos para arreglar la avería conjuntamente; esto se hace de forma voluntaria. En ese mismo sentido, las idas del agua se solucionan como cuando se comparte un hogar: el primero que se da cuenta o necesita el agua es el que arregla el daño. Además de los acuerdos anteriores, tenemos normas que protegen las montañas y las aguas y que nos permiten seguir viviendo en y con ellas. Enumeramos algunas:

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Tumbar madera solo por necesidad, ya sea de nuestra casa o de nuestros cultivos. Salvar los árboles maderables: si en el tajo que abrimos se encuentra un árbol maderable, lo respetamos. Evitar derrochar madera. No talar las partes altas de las montañas, en especial donde se encuentran los nacimientos de agua. Conservar y proteger los nacimientos de agua o por donde esta corre. Tener limpios los ríos y quebradas, por ejemplo no echándoles basuras.

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Dividir las basuras –no todos lo hacemos–: lo orgánico para la huerta y lo demás se entierra o se quema. Evitar echar las aguas sucias al vecino y, en lo posible, a las quebradas.




8 NUESTROS DESAFÍOS

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modelos de desarrollo que no tienen en cuenta lo campesino han convertido en un reto quedarnos en nuestras tierras. Así, afrontamos:

Somos comunidades conec-

tadas con la naturaleza, con nosotros mismos y con múltiples espacios, tiempos y actores que se encuentran fuera de nuestra cotidianidad. Creamos vida en pueblos y ciudades a través de lo que somos y hacemos. El aire puro, las aguas y la comida no existirían sin nosotros. Sin embargo, existen situaciones que están poniendo en peligro nuestra identidad, nuestras formas de vida, nuestro territorio y la posibilidad de un buen vivir. Nombramos algunos desafíos que deben ser analizados en lo local, lo regional y lo nacional. De cómo se asuman dependerán nuestra existencia como comunidades, nuestra bioculturalidad y la supervivencia de todos.

8.1 Identidad y modos de

Poca valoración de las personas del pueblo y de la ciudad, y de las instituciones estatales frente a nuestro ser y nuestra identidad campesina. Las personas externas nos discriminan o actúan como si no existiéramos. Bajos precios de nuestros productos que hacen que se pierda dinero en las actividades agropecuarias, se cultive solo para el autoabastecimiento, se pase de lo agrícola a lo pecuario o, a mediano plazo, se termine dependiendo de lo externo. Empresas con monocultivos, ganadería industrial y semillas transgénicas, que producen no orgánicamente y de manera más barata, poniendo en riesgo nuestra soberanía alimentaria y la compra de nuestros cultivos.

Falta de posibilidades de estudio y de trabajo para los jóvenes, La desatención estatal, la desvalo- lo que los desarraiga del campo. rización rural y la llegada de otros vida campesinos

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Las alternativas que se presenten salud o por el conflicto armado para ellos deben abarcar tanto las los ha desprovisto de sus modos que permiten un trabajo rural dig- de vida y su tejido social. no y valorado como las que son Ausencia de protección estadiferentes a la vida en el campo. tal a lo campesino. Las institucioMigración a la ciudad o a fincas nes estatales pocas veces tienen industriales por falta de oportuni- en cuenta las necesidades de los dades. Nuestras veredas se están campesinos. Más que protegernos, quedando solas, lo que atenta con- parece que quisieran expulsarnos tra nuestra supervivencia física, la de nuestras tierras. Así mismo, la existencia de la pequeña propie- participación que tenemos en las dad campesina, nuestros medios decisiones estatales es mínima, lo de vida y la posibilidad de tener que pone en peligro nuestros degeneraciones futuras campesinas. rechos como ciudadanos. Aislamiento debido a las vías de comunicación con las que contamos. ¡Un enfermo se demora 8 horas para llegar a un hospital! Además de la dificultad en el acceso a nuestro territorio, hacen falta puentes sobre las quebradas y necesitamos arreglos de caminos. Graves problemas en el acceso a la salud. No contamos con un centro de salud ni con una enfermera que preste los servicios básicos en el corregimiento. Abandono de nuestros ancianos en ciudades y pueblos. Su salida del territorio por razones de

8.2

Montañas y aguas

Muchas de nuestras fincas están cada vez más cubiertas de monte. En este momento, por ejemplo, hay la mitad de lo que había abierto hace años en Murringo. La razón de este fenómeno es la disminución de la población en el corregimiento que hace que no haya gente con que trabajar –por el conflicto armado, la falta de oportunidades, la lejanía o la conformación de familias más pequeñas–. Si bien valoramos que haya más bosque, este hecho hace que tengamos menos área donde

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trabajar, más dificultad para proveernos de nuestros medios de vida, y que estén desapareciendo nuestros usos tradicionales de la montaña. Igualmente, nos preocupa que las autoridades consideren que hay un cambio en el uso del suelo (de agropecuario a forestal) y les pongan restricciones a nuestras actividades.

munidad, intentando proveerse de medios de subsistencia, talan monte. Esto se debe, en parte, a que esa ha sido una de nuestras formas tradicionales de subsistir. Las decisiones del Gobierno declarando áreas protegidas (sin nuestra participación) implican requisitos y permisos para realizar dicha actividad que no conocemos o que no tienen en cuenta nuesLa realización de delimita- tros modos de vida, y nos llevan a ciones y declaraciones de áreas cometer delitos. protegidas –páramos, bosque alto andino– y los planes de maneLas restricciones de Cornare a jo que se elaboran para dichas los usos domésticos que hacemos áreas tienen efectos importantes de la montaña dificultan nuestras en nuestras formas de vida. No formas de vida. Nuestras comunihemos tenido información clara dades no sacan madera de la monde dichas decisiones, es decir, no taña para comercializarla –aunque se sabe bien qué se ha hecho ni algunas veces pasa–, nosotros trabase entiende de qué se trata o qué jamos la tierra para sembrar café, consecuencias generan para noso- caña, yuca o plátano, y para el gatros. Tampoco se ha realizado un nado. tipo de participación comunitaria para la toma de esas determinaLos animales con los que haciones buscando el consentimien- bitamos el territorio son valorados to libre, previo e informado, como y respetados por nosotros. Sin emlas leyes colombianas exigen para bargo, algunos hacen parte de nuesestas situaciones. tra dieta alimenticia y otros pueden atentar contra la vida de los seres Nuestras veredas no sufren de humanos o afectar nuestros cultivos. problemas de deforestación. Sin embargo, algunas personas de la co-

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l D e sva D isc r i m

ón aci gr

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al tat es n B c e oportu n e Desat ia d da c des sen Au Meg s ap royecto no er Compra de t x predios por e s e a n o i a c ci ó n c tric ipa Res o p a r ti nales ad io e s t ra d i c Ag rial ust ricu d n a n a g d e ría i ltura y De li Necesidades bás i Dis cas in O satisfechas

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Debemos llegar a acuerdos concertados con el Estado que permitan tener una caza controlada y evitar los peligros que generan los animales dañinos o salvajes y, al mismo tiempo, protegerlos. Las entidades estatales sueltan animales salvajes sin avisar a los campesinos, atentando contra la vida de la fauna y los habitantes del corregimiento. Como no hay capacitación y a veces tampoco un control sobre ellos, algunos animales salvajes pueden agredir a la gente o a nuestros animales domésticos, por lo que, en ciertas ocasiones, debemos cazarlos para defendernos.

empresa, su cobro y su registro–, el desconocimiento de nuestros acuerdos al respecto y la falta de información clara y precisa sobre esas otras regulaciones. Así mismo, necesitamos herramientas que nos permitan proteger y hacer respetar nuestra manera de entender el agua, ya que esta fue, ha sido y será esencial para las formas de vida de nuestros antepasados, las nuestras, las de nuestros hijos y las de los hijos de nuestros hijos.

Nuestras aguas han sufrido una disminución en algunas ocasiones, sobre todo en los veranos fuertes. Ello hace que tengamos que buscar nacimientos más lejanos. Aunque puede haber pequeEl cambio climático nos está ños problemas de deforestación, perjudicando, está causando cam- desconocemos la razón de esta bios en la naturaleza que afectan merma en el flujo. nuestras formas de vida. Las aguas negras no cuentan Nuestras aguas son propias con mecanismos de tratamiento en –es decir, de las familias y de la nuestras veredas. Si bien esto no comunidad–, son tomadas libre- afecta las aguas que consumimos mente (sin pago) y se regulan co- (las de nuestros nacimientos), sí gemunitariamente. Nos preocupan nera contaminación aguas abajo. la entrada y la imposición de otras La compra de grandes terreformas de entender el agua –por ejemplo, el agua como no propia nos por parte de externos sin prode las comunidades sino de una

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pósitos claros es una amenaza que se está viendo en nuestras tierras. Esto afecta las formas de vida campesina y permite la llegada de proyectos de desarrollo de todo tipo no concertados y el acaparamiento de predios por parte de unos pocos.

Los emprendimientos minero-energéticos pueden haber afectado la calidad de nuestras aguas –aunque muchos de nosotros tomamos agua de nacimiento–. Necesitamos diagnósticos de cómo están estas.

La posible llegada de proyectos mineros y energéticos (hidroeléctricas) al municipio de Sonsón y, posiblemente, a nuestros territorios nos preocupa. El Estado no nos provee de información clara y no hay participación comunitaria en las decisiones que se piensan tomar al respecto buscando el consentimiento libre, previo e informado que se necesitaría en estos casos. El agua que alimenta muchos de estos emprendimientos viene de nuestras tierras; por tanto, lo que se decida con ellas aguas abajo nos afecta.

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9 EN LA TIERRA DE LA ESPERANZA 91


trabajo en lo que conocemos. Así, tendremos tierras productivas, un buen ganado, cultivos con métodos orgánicos, semillas propias campesinas y buenos precios para nuestros productos.

Queremos cerrar este

Queremos que nuestra gente tenga una muy buena calidad de vida. Por ello, los niños tendrán oportunidades para ser felices y crear un futuro en estas veredas. Nuestros jóvenes podrán hacer sus sueños realidad. Ambos dispondrán de posibilidades de educación, con escuelas en buen estado y profesores que quieran enseñarles porque aman su profesión y este territorio. Los adultos mayores contarán con facilidades para tener una vejez tranquila, sin necesidad de irse para el pueblo.

recordar y reconocernos juntos caminando nuestros sueños. Hablar de ellos no significa soñar despiertos, inventar o hacer globos sin razón. Quiere decir concebir, crear y criar desde el trabajar unidos, siguiendo la sabiduría de los mayores y con la alegría del pensar-sentir-actuar compartido. Reafirmando nuestro poder de soñar, convocamos, creamos soñando (disoñamos) y damos propósito a otros mundos posibles donde todos los seres de nuestro territorio puedan vivir en armonía. Es nuestra imaginación/memoria Todos tendremos acceso a la salud creadora, que despierta y realiza el cerca a nuestros hogares: habrá puestos de salud bien equipados, presente. con promotores permanentes por Soñamos un Río Verde de los Mon- todo el corregimiento. Además, tes con árboles numerosos y agua nuestras viviendas poseerán toabundante y limpia. En él seguirá dos los servicios básicos y la inla misma gente y vendrán muchos fraestructura necesaria para ser más con ganas de vivir o trabajar dignas. Tendremos vías de acceso en esta tierra. Este será un terri- en buen estado por todo Río Vertorio sano con posibilidades de

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de de los Montes; ellas nos permitirĂĄn comunicarnos entre nosotros y con el exterior, tener gente que venga a trabajar en nuestros trabajaderos, sacar nuestros productos con facilidad y traer aquello que necesitemos de afuera.

Deseamos un territorio planeado por nosotros, en el que el Estado nos escuche y nos colabore para que esto que soĂąamos se haga realidad.



10 VOCABULARIO CAMPESINO 95


Aparejo: conjunto de correas y otros objetos que se colocan sobre los caballos o mulas para montarlos o ponerles carga. Aretas: aretes. Arrancar la yuca: juego de niAgregado: empleado o mayor- Ăąos en el que un jugador se sube a domo de finca. un palo y no se puede dejar tumbar por los demĂĄs. Aguadulce: agua con panela. Astilla: tabla corta sacada de Aguamasa: sobras de comida la madera de ciertos ĂĄrboles. Sirve que se les dan a los marranos. para hacer techos. Aguasal: sopa que contiene Atado: conjunto de verduras agua, huevo, cebolla, cilantro y, amarradas, como el cilantro, la en algunos casos, papa. cebolla, etc. Alforjas: costales que se utilizan de a dos, una a cada lado de la bestia, y permiten repartir el peso.

Atembado: sonso, bobo. Atisbar: ver, mirar.

Algo: alimento que se toma Avenido: conforme, colaboraentre comidas, generalmente en la dor o en armonĂ­a. tarde. Aventado: atrevido, osado. Almud: medida para pesar graAzaroso: que da miedo, terror nos hecha en madera. o impresiona mucho. Angarillas: tabla sostenida por Bacinilla o mica: recipiente que dos barras que sirve para transportar una carga entre 2 mulas o varias personas.

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se pone al lado de la cama para Cabezales: lazo con el que se orinar por la noche. agarra el animal. Bañar o hacer baños (en un cultivo): echarle plaguicida a un cultivo.

Cacharro: situación inesperada.

Calabazo: recipiente o vasija útil para diferentes usos. Se fabriBaritiar: llevarles la comida a ca cortando por la mitad el fruto los trabajadores. del árbol calabazo (o totumo) y sacándole la pulpa y las semillas. Bejuco: liana de material vegetal con la que se amarra algo; Calabozo: herramienta corta paguadua. ra podar y rozar. Está compuesto por una hoja de acero curva (en Berraco: fuerte, guapo. forma de hoz) y un mango de madera largo. Berriondo: hábil, valiente. También puede significar enojado. Canalón: camino o gruta. Bestia: animal de carga. PueCancel: construcción hecha en de ser mula, caballo o yegua. tablas de madera. Bicoca: algo pequeño.

Cantarilla: rifa que se pregona por las calles.

Bogadera: líquido para tomar, por ejemplo, el claro del maíz o Capacho: hojas que cubren o agua con panela y limón. envuelven el maíz. Bogar: beber con rapidez. Bolear: tirar, arrojar. Boleta: pedazo de papel donde van anotadas las cosas a comprar en el pueblo.

Carbonero: persona que se dedica a elaborar carbón de la madera y a venderlo. Carranchín: alergia.

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Cascajito: fragmentos de pie- otros. El jugador que ha sido condras, ladrillos y materiales duros. gelado 3 veces toma el lugar del que persigue a los demás. Casco: uña de los equinos. TamChupado: moretón dejado en el bién se le conoce como pezuña. cuerpo por una mordedura suave. Chamba: zanja que sirve como Chuspa: bolsa de papel. lindero; roto en el camino. Cincha: faja que pasa por debajo de la barriga del caballo o la Chivero: carro pequeño con ca- mula y permite asegurar la silla. pacidad máxima de 10 personas, Claro: residuo que queda de que se usa para el transporte de personas, insumos o cosechas. Es cocinar el maíz. Se consume con el transporte característico de las la mazamorra o solo. veredas habitadas por pocas persoColgar los guayos: morirse. nas, por lo que tiene rutas establecidas en días y horarios específicos. Coca: recipiente o plato hondo. Chocolatiar (ojos): humedeciColino: planta pequeña sin trasmiento de los ojos sin que lleguen plantar. a caer lágrimas. Chapolera: recolectora de café.

Chócolo o chocolito: maíz tierno.

Conchudo: abusivo.

Chocozuela: rótula.

Contemplar: mimar.

Convite: unión de muchas perChucha congelada: juego de niños en el que un jugador persi- sonas para hacer algo. gue a los demás para tocarlos y Cosechero: recolector de frucon su toque dejarlos inmovilizados, congelados. Los jugadores tos de algún cultivo. que no han sido congelados pueden descongelar con su toque a los

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Cristiano: persona.

El putas: el diablo.

Enrastrojarse: llenarse de arCuarta: medida de longitud. Es la distancia que hay entre los de- bustos y maleza un pedazo de dos pulgar y meñique cuando la tierra. Esto sucede cuando un tepalma de la mano se abre mucho. rreno no se trabaja y se cubre de nueva vegetación. Cubierta: estuche donde se Entierros: tesoros indígenas, guarda el machete. dinero o monedas de oro y plata que se encuentran sepultados en Cuchinas: pies la tierra. Cuchuco: sopa de maíz quebrado. Envaradera: palo de madera que los campesinos utilizan para Cuzca: colilla del cigarrillo. tutorar algunos cultivos que neDesecho: camino que sirve de cesitan enredarse para crecer, por ejemplo, el fríjol o la arveja. En la atajo. actualidad algunas organizacioDesmatonear: quitar las ma- nes están produciendo postes de lezas que aparecen en un cultivo. plástico para evitar la deforestación por medio de esta práctica. Destinos: trabajos de cocina, Escalera: bus característico de de arreglo de casa y de la huerta realizados por las mujeres en el las zonas rurales para el transporte de personas, cosechas o insumos. hogar campesino. Algunas veces es un camión adapDevuelta: dinero que sobra de tado al que le quitan la parte trasera y le acondicionan un sistema de una compra. bancas. Tiene un segundo piso al que Dieta: período de 40 días des- se llega a través de una escalera que pués de que una mujer da a luz, du- está ubicada en la parte de atrás. rante el cual tiene que tener ciertos cuidados para que su cuerpo y su salud se restablezcan.

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Espuela: instrumento que se Garabato: vara larga con cuerusa en los pies para chuzar al ma- nos en la punta. Se usa para agacho para que ande rápido. rrar frutos que se encuentran muy alto. Establecimiento (de panela): lugar donde se extrae y evapora Garlar: hablar. el jugo de la caña de azúcar y se elabora la panela. Gota: enfermedad que le da al cultivo de papa y que ocasiona la Falda: terreno muy inclinado. pérdida de la cosecha. Fiambre: alimento que se lleva Goterear: darle gota a un culpara trabajar o para ir de paseo. tivo de papa. Normalmente va envuelto en hojas de alguna planta, por ejemplo, Grajo: mal olor producido en de plátano. las axilas. Fierro: arma de fuego.

Guadaña: herramienta para huinchar u organizar prados.

Foco: bombillo. Guandolo: agua de panela con Fonda: tienda en la que antigua- limón. mente los arrieros paraban a comer o a dormir durante sus largos Guaro: aguardiente. viajes. Guasca (de plátano): material Fondos (de panela): cacerolas vegetal del tronco de la planta de para cocinar la panela. plátano. Frisol: fríjol. Fundamentoso: juicioso. Fundillo: nalgas.

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Guasco: bordón con el que se le pega a la mula o que ayuda a hacer camino. También es llamado zurriago.


Guindar: colgar algo. Hogao: guiso de cebolla, ajo y tomate. Hormiguillo: enfermedad causada por un hongo que se desarrolla en los cascos de los caballos o las mulas.

Macho (comida): sopa de maíz quebrado parecida al cuchuco. Macho: el macho de la mula. Mamita: abuela. Manga: césped.

Mano (del pilón): pedazo de Huinchar: destapar los potreros. madera delgado en el centro y redondeado en los extremos, utiliHuinche: herramienta para lim- zado para golpear el maíz hasta descascararlo. Es la herramienta piar el potrero. compañera del pilón. Jarrete: talón del pie. Mano prestada: sistema de reJornaliar: trabajar el campo para ciprocidad que se utiliza en el trabajo agrícola. En este, una perotro. sona ayuda en las actividades del Joto: paquete o bulto pequeño. campo en la tierra de otra persona, y esta última hará lo mismo Lata: comida que se lleva en cuando la primera lo necesite. recipientes cuando se sale a traMazamorra: maíz pilado y cobajar fuera de casa. cinado. Se le echa leche y panela. Levantar: criar. Mecato: golosinas. Lía: soga o cuerda gruesa. Media mañana: alimentos que se comen después del desayuno, Ligero: rápido. tipo 10:30 a.m. Liguita o liga: dinero o propina.

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Parrandear: ponerse necio, baiMigas o migajotas: comida preparada con pan u otros ingredientes lando, peleando, tomando alcohol, etc. que se remojan. Parva: piezas de panadería de Montañero: persona que vive en el campo. En ocasiones, el tér- diverso tipo. mino es usado de forma despectiva. Pata limpia: a pie. Monte: montaña. Patojo: hijo menor. Morro: cerro. Peinilla: machete. Mote: maíz cocinado con ceniza. Pela: castigo físico cuando alguien se porta mal. Muchacho: niño. Mula: animal que usa el campesino como transporte.

Pelona: la muerte. Personal: personas.

Mulera: ruana pequeña tejida en Pichurria: lo que queda mal healgodón, hilo o poliéster. Se utiliza para arriar las bestias, arropar- cho, lo que se produce mal. se o secarse el sudor, entre otros Pilar: descascarar o quitar la muchos usos. capa superior protectora que tieNacido: grano de pus en la piel. ne el maiz. Para ello, se coloca el cereal en el pilón y con la mano del pilón se va golpeando el grano Papito: abuelo. hasta quitarle la cáscara. Paquete: aquello que sale malo Pilón: tronco redondo de maen algo que está empacado. Por ejemplo, cuando se empaca café dera con un agujero en el centro, y el que está malo se pone en la que sirve como base para descasmitad, se dice que ese bulto está carar el maíz. paqueteado.

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Pinchado: elegante.

Rastrojerío o rastrojo: parte de la montaña con arbustos pePionada: viene de peones, nú- queños y maleza. mero de trabajadores. Reblujo: chécheres, trastos viePisco: pavo. jos o cosas que se guardan en un cuarto destinado para ello. TamPistear: perseguir o seguir a bién puede significar desorden. alguien o algo sin que este sospeche. Recocha: bulla, algarabía, juego. Poceta: lavadero.

Recua (de mulas): conjunto de mulas.

Poncho: prenda similar a la ruana pero de tela más delgada.

Requintar: ajustar o reacomodar la carga cuando se encuentra Ponerle fundamento: realizar encima de la mula. algo con seriedad. Remoliniar: dar vueltas. Portón: acceso hecho de palos y alambre que sirve para dividir finRetranca: correa ancha que sucas y/o entrar a potreros o cultivos. jeta la silla de un caballo o mula. Quemar (agricultura): prender fuego a los potreros antes de iniciar la siembra.

Revirar: protestar.

Revuelto: verduras, cereales o tubérculos que puede contener una Quemar (arma de fuego): ha- sopa o un estofado. Es decir, todo cer un tiro. aquello que contenga dicho plato y no sea carne. Ramada (panela): entable panelero. Romería: personas en peregrinación. Ramada: monte, lugar donde hay árboles y ramas.

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Ruana: prenda de vestir hecha Trabajadero: lugar donde se en lana para protegerse del frío. realizan las labores agrícolas. Tiene forma cuadrada o rectangular y un agujero en el centro para paTragos: la primera bebida que sar la cabeza. se toma el campesino antes de desayunar; por ejemplo, café o Silo: secadora para airear la chocolate. comida. Traído: regalo. Sobrecargas: bultos que se ponen encima de la bestia. Trapera: utensilio para fregar y limpiar el piso. Socolar: limpiar o rozar un terreno de malezas o plantas inútiles. Trapiche: máquina que prensa la caña de azúcar para molerla y Tacizo: calabozo pequeño de extraer su jugo. mango de madera muy corto. Traste: objeto que se utiliza Tajo: pedazo de tierra. para realizar algo. Es una expresión común para referirse a los Tapetusa: especie de aguar- utensilios de cocina. diente que se saca del jugo de la panela. Travesía: camino despejado y plano que se crea gracias al transitar Taquiao: lleno. de hombres y/o animales. También puede ser un atajo en un camino. Tarro: envase donde se carga la bogadera. Trucha: ágil, atento. Tinaja: vasija de barro cocido Vaquiano: conocedor de un de tamaño mediano. terreno; alguien muy experimentado en algo. Topar: encontrarse con alguien.

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Viviente: persona o familia.

Zumba: castigo fĂ­sico que se le da a alguien cuando se porta mal.

Voladero: abismo. Zarco: de ojos claros. VolcĂĄn: derrumbe. Zurriago: bordĂłn con el que se Voltiar: hacer un trabajo o man- le pega a la mula o se abre camino. dado. Yesquero: mechero o encendedor. Zamarro: prenda de vestir que cubre desde la cintura hasta la mitad de la pierna. Se usa para montar a caballo. Zaperoco: problema.

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