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REPORTAJE / Nodrizas pasiegas

Nodrizas pasiegas

una autoridad retratada

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El término nodriza o ama de cría nos aparece citado desde tiempos remotos, concretamente desde el reinado de Hammurabi (1792-1750 A.C.), erudito gobernante célebre por sus códigos legales y en los que abordaban temas tan variados como los precios de los productos agrícolas, los castigos a los condenados o las disposiciones de las nodrizas que habrían de amamantar a los hijos de su reino. Estas amas de cría también son citadas en la Biblia judeocristiana y en el Antiguo Testamento y jugaron un papel destacado en la Grecia clásica e incluso en el Imperio Romano, donde era usual recurrir a las nodrizas para dar pecho a sus vástagos, pese a que era mejor considerada dentro de la sociedad aquella madre que amamantaba a sus propios hijos. Es a partir del siglo XIII cuando encontramos referencias más concretas para España en las Partidas de Alfonso X El Sabio (1221-1284) donde se anotan las condiciones que debían reunir las nodrizas reales y la manera en que debían ser criados los hijos de los reyes: “...e los que primeramente deven facer esta guarda ha de ser el Rey e la Reyna...deven aver tales amas que ayan leche asaz, e sean bien acostumbradas e sanas, e fermosas, e de buen linaje, e de buenas costrumbres, e señaladamente que non sean muy sañudas... Ca si ovieren abonanza de leche e fueren bien complidas e sanas, crian los niños sanos e rezios. E si fueren fermosas e apuestas, amarlas han más los criados e avran mayor placer cuantos la vieren... E si non fueren sañudas criarlos han más amorosamente e con masedumbre que es cosa que han mucho menester los niños para crecer...”

Sabidos por todos es que no hay leche como la de la teta materna, dicho por los galenos desde la antigüedad, aunque muchas madres, por opulencia o comodidad y rara vez por obligación, no daban de mamar a sus hijos y preferían tener a su disposición el servicio de una nodriza, proliferando esta moda a partir del siglo XVI, donde para tal menester se edita en 1541 un libro escrito por Damián Carbón y titulado “Libro del arte de las Comadres y del Regimiento de las

Nodriza romana en un fresco de la ciudad de Pompeya.

premiadas y paridas y de los niños”, que en realidad fue el primer tratado de obstetricia y ginecología que se publicó en nuestra península y donde se dan las recomendaciones pertinentes para elegir una buena ama de cría: “La nodriza requiere ser hábil, capaz y tener el sueño ligero para levantarse cada vez necesite ser atendido y reconfortado. Lo ideal es que reúna todas o la mayoría de las siguientes cualidades: Edad media para contar con un carácter templado y leche de buena calidad. Figura proporcionada, tez blanca y rosada, senos anchos y carnes duras. Ha de tener buenas costumbres (alegre, cuidadosa, limpia, sensata, discreta y casta) pues la criatura adopta los hábitos de quien la amamanta. Sus senos deben estar sólidos para guardar el calor que haga digerible la leche y ser de un tamaño adecuado para que la criatura los pueda tomar sin cansarse. Antes de amamantar al niño la mujer debe sacar al aire su teta, comer bien y tomar un lectuario con vino malvático para rectificar su leche...”

Centrándonos en las nodrizas pasiegas y contrariamente a lo que se pueda pensar, como acertadamente nos señala el etnógrafo Gustavo Cotera, no solo adquirieron fama en el siglo XIX, sino que existe una prueba irrefutable de su presencia mucho antes: “Erróneamente se ha creído que fue durante el siglo XIX que las pasiegas se dedicaron a criar hijos ajenos, cuando existen pruebas de que ya en la centuria anterior pululaban por la Corte amas con el pecao (cuévano) a la espalda. Y el primer testimonio iconográfico -desconocido hasta ahora- no puede ser más maravilloso: nada menos que Tiépolo retrata a una carirredonda pasiega, cargada con el niño y un cuévano magistralmente pintado; llena de encanto y vigorosa naturalidad, vuelve el plácido rostro hacia el espectador, sin hacer mucho caso de los requiebros de sus cortejadores de uniforme; el cartón se titula “La nodriza y los soldados”, corroborando que de antiguo venía tal “asedio” militar a las amas de cría. Del rústico vestir de nuestra paisana se aprecia la camisa fruncida al cabezón, y una suerte de casaca, o corta anguarina femenil, con los puños revestidos de bayeta roja; será el tocado y las joyas lo más llamativo, estas formadas por siete hilos de troncos de coral, canutillos de plata y cuentas de vidrio...” (Gustavo Cotera, El traje en Cantabria. Santander 1999.)

El pintor y grabador italiano Lorenzo Baldissera Tiépolo, hijo del célebre artista Giovanni Battista Tiépolo, se vio tristemente eclipsado por la fama de su padre, aunque será a partir del siglo XX cuando se le empiece a valorar en su justa medida, especialmente como retratista al pastel y alejándose de los retratos idealizados que su progenitor solía pintar. Lo más notable de su creación serán una serie de retratos de tipos populares, con ojos vivaces y en apre-

La nodriza requiere ser hábil, capaz y tener el sueño ligero para levantarse cada vez necesite ser atendido y reconfortado. Lo ideal es que reúna todas o la mayoría de las siguientes cualidades: Edad media para contar con un carácter templado y leche de buena calidad.

La nodriza y los soldados, de Giovanni Battista Tiépolo . Siglo XVIII. Colección Grabados Pasiegos.

tados espacios, de lo que es un claro ejemplo este cartón pintado en 1772, uno de los primeros de esta serie y titulado “La nodriza y los soldados”. La obra, perteneciente a Patrimonio Nacional y custodiada en el Palacio Real de Madrid junto a otros retratos de tipos que esconden agudas reseñas al cortejo y otros aspectos de la vida misma, es efectivamente el primer testimonio iconográfico sobre las nodrizas pasiegas.

Muy próximo a estas fechas del último cuarto del siglo XVIII, el también pintor y grabador Juan Cruz Cano y Olmedilla (1734-1790) alcanzó el éxito con su obra “Colección de trajes de España tanto antiguos como modernos” en 1777, pues hasta esa fecha no existían precedentes de este tipo de estampas en España, aunque en el grabado de esta pasiega salta a la vista el error en la indumentaria y elementos que porta y que no se corresponde con la realidad, pues Erróneamente se ha creído que fue durante el siglo XIX que las pasiegas se dedicaron a criar hijos ajenos, cuando existen pruebas de que ya en la centuria anterior pululaban por la Corte amas con el pecao (cuévano) a la espalda

ni el arco del cuévano, ni el traje, y mucho menos el calzado, han sido utilizados por las pasiegas de antaño en los Montes de Pas. El especialista en trajes antiguos Gustavo Cotera ha sido también el primero en hacernos reflexionar a este respecto: “Sirva de

Pasiega. Paysanne des mountagnes de Burgos,Cano y Olmedilla,año 1777. Colección Grabados Pasiegos.

ejemplo el galimatías que el artista se armó al pretender dibujar de memoria lo que deberían ser unos escarpines y chátaras muy bajas, aquí embrolladas en unas imposibles sandalias seudo clásicas.” (El traje en Cantabria, editorial Cantabria S.A.1999.) El mismo investigador sospecha que el dibujante tergiversó el arco del cuévano (arquío) en semejante respaldo por trabajar el dibujo de oídas, al igual que el resto de la indumentaria. En el siglo XIX, con el desarrollo de las grandes ciudades, es cuando más demanda hay para requerir

el servicio de un ama de cría, quizá alimentado por la moda entre la realeza y las clases pudientes de poseer entre el personal de palacio y de las casas nobles una nodriza, que en sus orígenes se buscaron entre su propia casta. Es en 1830 cuando Fernando VII solicita a sus médicos el buscar en Santander y su provincia “... ama de cría para lo que dé a luz mi amada esposa...” y desde entonces hasta casi mediados del siglo XX más del cincuenta por ciento de las nodrizas de la familia real española efectivamente han sido de La Montaña, no solo pasiegas, sino muchas también de La Montaña, bien torancesas, trasmeranas o carredanas, quién sabe si por tener unas condiciones de vida muy saludables. Las elegidas para amamantar a la futura reina Isabel II de España en ese año de 1830 fueron Francisca Ramón, de Peñacastillo, inmortalizada por el pintor Vicente López en un cuadro del Palacio Real de Madrid y Josefa Falcones, de Torrelavega.

Las elegidas para amamantar a la futura reina Isabel II de España en ese año de 1830 fueron Francisca Ramón, de Peñacastillo y Josefa Falcones

En este retrato de la nodriza Francisca Ramón González, igualmente vestida con el traje de pasiega, destaca la extraordinaria maestría en la reproducción de las calidades de los tejidos y la suntuosidad de las joyas y oropeles que hizo que su autor fuese uno de los pintores más solicitados por la aristocracia y burguesía madrileña y que el rey Fernando VII lo reclamara a la corte, nombrándole su primer pintor de cámara. La Casa del Rey Fernando VII fue la que solicitó a una nodriza de la Montaña para amamantar a su hija, la Princesa de Asturias y que reinaría en España desde 1833 a 1868 con el nombre de Isabel II. Francisca Ramón contaba con 21 años cuando entró en el servicio del Palacio Real como nodriza de la futura reina. El autor de este cuadro, Vicente López Portaña (1772-1850), inició sus estudios de pintura en la Academia de San Carlos, donde fue premiado con una beca de estudios en Madrid. En 1790 obtiene el primer pre-

La nodriza de la reina Isabel II doña Francisca Ramón González, óleo de Vicente López Portaña, 1830. Pinacoteca del Palacio Real de Madrid.

mio en el concurso de la Academia de San Fernando y su sentido realista hace que el rey Fernando VII lo nombre Primer Pintor de Cámara en 1815. Desde entonces vivirá en Madrid, donde se convierte en el pintor de moda de la aristocracia. Falleció en 1850 cuando ya ocupaba el mismo cargo en la Corte de la reina Isabel II. Las realmente primeras pasiegas que entraron en palacio para amamantar a los hijos de los reyes de España fueron María Gómez Martínez, de quien se conserva un cuadro en el Alcázar de Sevilla pintado por Bernardo López Piquer, y Josefa Ruiz Oria, ambas de la villa de

Vega de Pas, como nodrizas de retén primera y segunda respectivamente y con la responsabilidad de hacerlo con el hijo de la reina Isabel II, el infante que años más tarde reinaría con el nombre de Alfonso XII, las dos fueron elegidas en la Fonda del Comercio por el médico cirujano de la Familia Real don Francisco Alonso Rubio. Como

nodriza real había resultado elegida la asturiana María Dolores Marina, pero pronto enfermó y se vieron en la necesidad de nombrar nodriza de Su Majestad el Príncipe de Asturias a María Gómez. La preocupación por la salud de la nodriza de Cámara doña María Dolores Marina se había iniciado ya tras la excursión en barco que la familia real había hecho desde Alicante a Valencia, justo veinte días antes del citado viaje estatal. En la clara noche del 29 de mayo de 1858 la costa levantina acogió a la regia familia en una travesía donde fue “... una grata circunstancia para S. M. la reina que ni ella, ni su esposo, ni el príncipe de Asturias, ni la infantita Isabel hayan sufrido el mareo, permitiéndoles gozar así de los encantos de un viaje en una noche de luna y de verano por el lago del Mediterráneo. Únicamente la nodriza del príncipe fue la sensible a la influencia del mar.” (Diario La Época de 1 de junio de 1858, BNE) Aquel anecdótico mareo, que fue recogido en diferentes periódicos de la época, sería el primero de los que padecería Dolores Marina y que pondría en alerta a los médicos de la corte, que de primera mano conocían la heredada y débil salud del príncipe Borbón y Borbón y Borbón... así hasta ocho veces. Hacía algunos días que los médicos de cámara habían observado una cierta apatía en el pequeño príncipe y, atentos a indagar la causa, observaron que la nodriza Dolores Marina tenía escasez de leche. No fueron necesarias grandes explicaciones por parte de los facultativos porque la propia reina Isabel II “... había hecho ya igual observación que los médicos y los interrumpió diciéndoles que estaba persuadida de que era preciso encargar a otra persona la lactancia del Príncipe” (El Clamor público, 19 de agosto de 1858 BNE).

Tras este preámbulo, el 14 de agosto de ese mismo año de 1858, la reina recibió en audiencia a dos canónigos de Covadonga, a una comisión del cabildo de Oviedo y a otra de Santander, que rogaba a la soberana se dignase a visitar su puerto. Ese mismo día se firmó en Gijón el cese de doña María Dolores Marina

La nodriza doña María Dolores Marina con el príncipe de Asturias y futuro rey Alfonso XII en sus brazos. Grabado de 1858. Biblioteca Nacional de España.

en la lactancia del Príncipe “por resolución de S. M. la Reina N.ª S.ª y de conformidad con los facultativos de la Cámara” y comentando la reina a los cronistas de la época “... que no podía ocultar la pena que le causaba separar a su hijo de los brazos del Ama Dolores, pero que sus deberes de madre y de reina no le permitían vacilar después de oído el dictamen de la ciencia y que ella misma tendría el valor de dar la triste noticia” (El Clamor público, 19 de agosto de 1858, BNE) gratificándola con 240.000 reales, cantidad del todo Las realmente primeras pasiegas que entraron en palacio para amamantar a los hijos de los reyes de España fueron María Gómez Martínez, de quien se conserva un cuadro en el Alcázar de Sevilla pintado por Bernardo López Piquer, y Josefa Ruiz Oria, ambas de la villa de Vega de Pas.

generosa en aquellos años, además de la correspondiente pensión vitalicia que cobraría Dolores Marina hasta su fallecimiento el 26 de septiembre de 1875. Por su parte, dado el cariño y generosidad de la reina, el marido de la cesada nodriza don Celestino Meana Valdés sería ascendido a administrador principal de Correos en la Coruña en 1861 y ella sería inmortalizada en un majestuoso cuadro por el pintor Bernardo López Piquer, quien la retrató ricamente vestida y sentada en un sillón de columnas salomónicas con el príncipe de Asturias en sus brazos, conservado hoy en el Palacio Real de Aranjuez. De esta forma el palatino lactante cambió de teta y su madre, la augusta señora, se tranquilizó cuando vio “... al tierno infante agarrar el pecho de la nueva nodriza con la avidez natural de un niño que está necesitado de alimento. La verdad es que el Príncipe de Asturias tenía hambre. La nueva nodriza es la que fue elegida en las montañas de Santander. Tiene hermosa presencia, es joven, de leche abundante y se hallaba aquí como ama de repuesto” (Diario La Esperanza, 18 de agosto de 1858, BNE).

Sin vacilación en la idoneidad de la criandera por parte del equipo médico de Palacio, el estreno en sociedad de María Gómez Martínez como primera nodriza del príncipe de Asturias tuvo lugar el 15 de agosto de 1858, en la gran fiesta de la Asunción que se celebró en la pequeña ermita de la virgen de Begoña, en Gijón. Los reyes acudieron a oír la misa mayor que oficiaba el arzobispo de Cuba padre Claret, recibiendo a continuación del almuerzo a la comisión del propio ayuntamiento de la villa gijonense que, en referencia a su paisana Dolores Marina, manifestó a la reina Isabel II “... lo mucho que sentía que no pudiese terminar la lactancia del príncipe de Asturias una hija del principado y de Gijón, para mayor honra de este pueblo” (La Época 18 de agosto de 1858, BNE). Ni que decir tiene que el giro que experimentó María Gómez en su hasta entonces aldeana vida fue como para echarse a temblar. Comenzando porque el lactante a quien debía prestar su solícito oficio no era un bebé cualquiera, era el príncipe de Asturias, que además de hijo de los reyes de España era ahijado del Papa y estaba llamado a ser el portador de la Corona en la Jefatura del Estado. Nos encontramos en un espacio cultural que, aparte de muy católico, reflejaba un contexto también patriarcal, con lo que a buen seguro la figura de aquel regio churumbel

La nodriza María Dolores Marina con el príncipe de Asturias don Alfonso de Borbón. Óleo de Bernardo López Piquer, año de 1858. Pinacoteca del Palacio Real de Aranjuez.

representaba una auténtica divinidad para los ciudadanos en general y para nuestra humilde pasiega en particular. Su Alteza Real el Príncipe de Asturias tiene su Cuarto Civil y su Cuarto Militar, que precisamente no eran dormitorios decorados con títeres y sonajeros. Acostumbrada a salir de su cabaña y ver montes, prados y vacas, María se encuentra ahora con un montón de generales, varios ayudantes de campo y un equipo de refinadas doncellas que visten al pequeño y se lo entregan para su crianza, sin olvidar que cuando vivía en Vega de Pas tenía la villa de Espinosa de los Monteros al lado y ahora lo que tiene junto a su habitación es a los Monteros de Espinosa, la guardia Real que velará por su seguridad y la del bebé. El niño tiene un médico exclusivo para cuidar por su salud, una institutriz que ostenta el noble título de marquesa de Malpica y varias personas para su servidumbre, sin

dejar de lado los veinte millones de súbditos que le aguardan fuera de Palacio. Su nodriza, según la costumbre española, duerme junto al lecho de la real criatura y si se despierta durante la noche, “... el ama se levanta y lo cuida...”, pues así lo ordena el protocolo de Palacio.

Las responsabilidades de María Gómez, aparte de lactar al príncipe, son las de pasearle en carroza junto al cochero y un caballerizo que, al galope y junto a la portezuela, vela y no se separa de ellos. Cuando hace buen tiempo pasean por la Casa de Campo, el camino de El Pardo y la Moncloa, para volver a Palacio a las cinco en invierno y a las seis en verano. Debido a las obligaciones de la reina la mayor parte del día lo pasa

“Su traje popular le sirvió de palenque para que la aristocracia cortesana y otras burguesías enriquecidas y embriagadas de sublimidades ostentosas y abigarradas, lo impusieran como uniforme a las nodrizas de su prole”

el príncipe con su nodriza, que tan sólo por las mañanas lo pasa el ama a las dependencias de la soberana, impaciente por darle los buenos días. María disfrutó siempre de un lugar privilegiado en las ceremonias públicas y oficiales, acicalada con los característicos pendientes y collares de oro y coral y vestida con su elegante traje de pasiega de gala, condición indispensable para el digno oficio que sería plasmado en multitud de pinturas, grabados y fotografías de la época: “Su traje popular le sirvió de palenque para que la aristocracia cortesana y otras burguesías enriquecidas y embriagadas de sublimidades ostentosas y abigarradas, lo impusieran como uniforme a las nodrizas de su prole” (García Lomas. Los Pasiegos pag.159)

El repentino cambio de nodriza en Gijón trajo como consecuencia el que otra vez el médico de Cámara don Dionisio Villanueva hubiera de salir en bus-

María Gómez Martínez, nodriza del rey Alfonso XII con vestido de pasiega de gala. Cortesía Gustavo Cotera.

ca de una ama de retén, cuya elección recayó de nuevo en otra pasiega de Vega de Pas, Josefa Ruiz Oria, de veintiséis años, segundo parto y esposa del labrador leonés, aunque afincado desde su infancia en la villa pasiega, don Antonio Ruiz Navedas. Como anécdota cabe decir que aquel viaje no estuvo exento de contratiempos, pues cuando en la diligencia trasladaban a la nueva ama de retén pasiega con su propio hijo, en el páramo de Masa de Burgos, chocó el carruaje con una enorme piedra y salió despedido el Mayoral muerto en un santiamén.

La vida en Palacio de María Gómez debió ser de todo menos aburrida. La reina, de carácter fogoso y apasionado, era por otra parte una mujer compasiva

Los reyes con sus hijos, la reina Amelia de Francia y la nodriza María Gómez Martínez, que sostiene en sus brazos a la infanta.

y de vital ánimo que siempre seducía con su presencia. Por razones políticas, de alianzas y de equilibrios monárquicos en España y Europa, Isabel II fue obligada a casarse con su primo hermano Francisco de Asís Borbón y Borbón, a quien apodaban en la Corte como don Paquita por sus amaneradas maneras y conocido es el comentario que la soberana confesó al diplomático León y Castillo en su estreno matrimonial: “...que voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba más refajos y encajes que yo...” La presencia de Francisco de Asís en Palacio levantó maliciosos comentarios populares y groseras coplas como: “Isabelona tan frescachona y don Paquita tan mariquita” o “Gran problema hay en la Corte, averiguar si el consorte cuando acude al excusado mea de pie o mea sentado” así que, ante tan obligada cruz de malicia social por el bien de la Corona, no debe extrañarnos la tan parafraseada promiscuidad sexual de la reina. Seguramente esta bonachona majestad encontraría entre sus amantes el cariño que no le pudo dar su consignado e impuesto marido, quien por cierto también dejó una generosa prole de hijos con diferentes doncellas de Palacio, el solapado don Paquita. A buen seguro en María Gómez tendría la reina una discreta amiga y compinche, como lo demuestra la cantidad de veces que, incluso después de haber cumplido con la labor de lactancia del príncipe, fue llamada a Palacio por la reina o invitada a

María Gómez Martínez con la Familia Real Española. Foto de Jean Laurent. Museo Nacional del Romanticismo.

actos públicos de la propia familia real. El cariño que Isabel II sentía por María Gómez nos queda también reflejado en la prensa de la época, cuando en el segundo cumpleaños del príncipe de Asturias colmó de regalos a ambos: “Con motivo de la solemnidad del día de ayer, Su Majestad la reina hizo magníficos regalos al príncipe de Asturias y a la nodriza de Su Alteza Real.” (La Época 29 de noviembre de 1858 BNE). Las nodrizas pasiegas fueron en sí mismo un producto social y cultural inevitablemente acompañado diversas prebendas, casi podría decirse que hasta derechos y obligaciones y que beneficiaron a su propia sociedad, la comunidad pasiega. Además de la suculenta remuneración económica, elevada para la época y que invertían en sus propios Montes de Pas con la adquisición de prados y vacas, contaban con la merced de poder trabajar en las ciudades, espléndidas pensiones para los denominados hermanos de leche, posibilidad de excluir a familiares del servicio militar obligatorio, cartas de recomendación para los propios parientes y un largo etcétera de dispensas. Por esto al marido pasiego de nuestra protagonista, don Juan Mantecón y Oria, se le empleó en la delegación del servicio de estafeta de la ciudad de León, como nos da fe de ello la lista de Administradores de correos de tercera clase publicada en la Guía de forasteros de Madrid en 1861 y en la que, en la página 507, se incluye al consorte pasiego en la citada ciudad de León. Conocida igualmente esta poderosa influencia de las nodrizas por la ciudadanía pasiega y sus instituciones, la corporación del Ayuntamiento de Vega de Pas no tendrá reparo en servirse de tan Real cauce para la consecución de la ansiada carretera que los sacase de su aislacionismo. Cansados por las continuas promesas

de los políticos para hacer el vial que los comunicase con la nacional de Burgos a Santander y haciendo valer el conocido y ordinario refrán que dice “pueden más dos tetas que dos carretas”, el cabildo pasiego recurrirá con una inusual plegaria al influjo de la nodriza María Gómez Martínez para con el Reino de España: “En esta villa de Vega de Pas a diez y siete de marzo de mil ochocientos sesenta, reunidos en su sala consistorial los señores de Ayuntamiento que suscriben bajo la presidencia del Señor Alcalde, por ante mí el secretario acordaron que el municipio eleve a Su Majestad la Reina Nuestra Señora una reverente exposición por conducto de la nodriza del Príncipe de Asturias, con el objeto de que se abra desde esta plaza el camino que conduce a Entrambasmestas, costeándose su construcción del presupuesto general o provincial. Así lo acordaron y firmaron dichos señores de que certifico” (Acta del Ayuntamiento de 17 de marzo de 1860. Archivo histórico de Vega de Pas). Sobra decir que los trámites para tal objetivo se iniciaron de inmediato, carretera que significó para los pasiegos, especialmente para los de las villas de San Pedro del Romeral y Vega de Pas, una vía que diera salida al mercado del ganado que seleccionaban y a los quesos y mantecas que tanto prestigio les daban en los mercadillos.

Aunque si algún defecto tuvo la reina Isabel II de España fue que era fácilmente manipulable por los miembros de sus diferentes gobiernos y por la caterva de correligionarios que tenía en Palacio, entre ellos la conocida como sor Patrocinio que, además de manifestársele llagas y aparecérsele santos, ejerció una gran influencia religiosa sobre los reyes Isabel II y Francisco de Asís. La otra gran autoridad acreditada fue el arzobispo de Cuba y confesor de la reina, reverendo padre Antonio María Claret, a quien la iglesia católica venera hoy como santo en los altares. Con ellos tuvo inevitablemente relación la nodriza María Gómez, pues eran ambos asiduos en Palacio, como vínculo tuvo también con doña Petra Nolasca Monrobel, dotada igualmente de cierta aureola de santidad y que mantenía una estrecha relación con el

María Gómez Martínez, Bernardo López Piquer. Cortesía Gustavo Cotera.

padre Claret. Doña Petra Nolasca recurriría igualmente a la influencia y estrecha relación de la nodriza con la reina para conseguir fondos y sufragar la capilla de la Madre del Amor Hermoso de la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol, en su municipio cacereño de Torrejoncillo. María Gómez, que en numerosas ocasiones visitó este bello pueblo de Cáceres donde por su condición de nodriza se la conocía por el cariñoso apelativo de María la Novilla, le sacaría con su noble desparpajo a la bondadosa reina una buena ayuda: “María Gómez la Novilla, según cuenta la historia popular, era nodriza de Alfonso XII y por tanto existe una relación directa... () ... María Gómez, La Novilla, le pediría ayuda económica a la reina Isabel II, con la cual entablaba cierta amistad. La reina aportó 20.000 reales, una cuarta parte de la construcción, que alcanzó la cifra de

84.207 reales” (Ángel López Bernal “Torrejoncillo, materiales para reconstruir su historia” Institución Cultural El Brocense, Cáceres 1998). Posteriormente solicitaría otro donativo para rematar el propósito al ya nombrado rey Alfonso XII, su pequeño, que de inmediato aportaría otra generosa cantidad. No hace muchos años la Comunidad Autónoma de Extremadura hacía público el decreto de 4 de febrero de 2014 por el que se declaraba la citada iglesia parroquial como bien de interés cultural con categoría de monumento, en cuyo informe histórico se recordaba también la figura de la pasiega María Gómez Martínez: “Con posterioridad, a finales del siglo XIX, se realizó la capilla de cruz griega, de amplias dimensiones, promovida por María “La Novilla”, quien fuera una de las nodrizas de Alfonso XII, por lo que el propio rey ayudó a sufragar la construcción” (Boletín Oficial del Estado, numero 73, de 25 de marzo de 2014, SEC. III página 26483, aunque erróneamente se ha anotado como Alfonso XIII).

La nodriza María Gómez crio al pequeño príncipe de Asturias hasta su destete el 2 de mayo de 1860, cuando contaba con dos años y medio, siéndole otorgada entonces la pensión vitalicia de 4.400 reales, acorde a la Ordenanza vigente, aunque la reina al día siguiente ordenó se le aumentase a 6.000 al año. María Gómez siguió conservando su estatus en Palacio y continuó prestando servicio como preceptora junto al príncipe de Asturias hasta por lo menos el año 1867, además de seguir manteniendo una muy unida y discreta relación con la familia real. Prueba de ello es su aparición en la foto oficial que, con motivo del bautizo de la infanta María de las Mercedes de Orleáns, sobrina de la reina, tuvo lugar en verano de 1860. En ella aparecen la familia real española en compañía de la reina Amelia de Francia y dos de sus hijos, entre los que se encuentra Antonio de Orleans, duque de Montpensier y padre de la neófita. Sentadas aparecen la infanta Luisa Fernanda, madre de la niña, que sos-

Familia Real con nodrizas. La de la derecha es Manuela Cobo, de San Roque de Riomiera con la infanta Paz, la de la izda. Juliana Revilla con la infanta Pilar Berenguela. 1863.

tiene al príncipe de Asturias en su regazo y la nodriza María Gómez con su elegantísimo traje de pasiega de gala y portando en sus brazos a la pequeña recién bautizada y futura reina de España por su matrimonio con Alfonso XII. La reina Isabel II, en uno más de los detalles que tuvo con María Gómez, encargaría en 1862 el retrato de la nodriza que se custodia hoy en día en el Real Alcázar de Sevilla con la inscripción:

María Gómez siguió conservando su estatus en Palacio y continuó prestando servicio como preceptora junto al príncipe de Asturias hasta por lo menos el año 1867, además de seguir manteniendo una muy unida y discreta relación con la familia real.

Nodrizas pasiegas en 1860.

“María Gómez, natural de la Vega de Pas, provincia de Santander, de edad veintiocho años, nodriza de S. A. R. el serenísimo Príncipe de Asturias Don Alfonso” y que, por el prestigio de su autor, fue igualmente noticia de prensa: “El pintor de Cámara don Bernardo López Piquer ha hecho por encargo de S. M. un magnífico retrato de la nodriza del príncipe de Asturias” (La Época, 17 de abril de 1862 BNE)-

Posteriormente en 1862 sería elegida la pasiega Manuela Cobo, natural de San Roque de Riomiera,

que entró en palacio para criar a la infanta María de la Paz de Borbón, también hija de Isabel II e igualmente retratada por el pintor López Piquer en el Alcázar de Sevilla. Las nodrizas eran alojadas en la Casa de las Amas en el Sitio del Buen Retiro de Madrid y conocida popularmente como La Pajarera, cuyas inquilinas en su mayor parte empezaban a ser carredanas, torancesas y pasiegas, siendo estas últimas las más afamadas, hasta tal punto que el término pasiega llegó a ser sinónimo, incluido en los diccionarios de la época, de nodriza y extensible a cualquier ama de cría con independencia de su lugar de nacimiento.

El contagio de las modas y el alardeo social forzó a que las nodrizas reales se convirtieran en modelo imitado por familias de nobles, y en general por las de cualquier “mamoncillo” de cuna afortunada y que estas además fuesen de la provincia de Santander, lo cual era garantía de salubridad para los médicos de la época, pues sabido es que lo que en la leche se mama... en la mortaja se derrama. El médico de cámara de la Casa Real, don Dionisio Villanueva Solís, ya lo hizo constar en su informe de 1858 cuando partió hacia Vega de Pas en busca de ama para el futuro rey Alfonso XII: “...espacioso valle sin aguas retenidas ni enfermedad endémica alguna y cuyos habitantes, con alimentación sana, gozan de robustez y buena constitución...” El porqué de tanta fama debemos buscarlo en su fortaleza física, su honestidad y reputación, sus sanas costumbres y una inmaculada discreción, cualidades todas imprescindibles para el servicio de reyes y nobles. A partir del reinado de Alfonso XIII se establecen condiciones para poder ejercer como ama de cría: “...tener entre 19 y 26 años, complexión robusta y buena conducta moral; estar criando el segundo o tercer hijo; leche de no más de 90 días; no haber criado hijos ajenos; estar vacunada; no haber padecido ni ella ni su marido ni familiares de ambos enfermedades de paludismo y, preferiblemente, que su marido se dedicase a las labores del campo”. Estas jóvenes madres debían venir avaladas por un informe médico y otro moral que redactaba el cura de la localidad.

Lo que impulsó a las mujeres pasiegas a convertirse en nodrizas de los hijos de otras y abandonar a los suyos propios y a sus maridos y familias fue sin duda la necesidad de aportar ayuda

La nodriza María Gómez Martínez con el príncipe de Asturias y futuro rey de España don Alfonso XII en sus brazos y portando la Real y Distinguida Orden de Carlos III. 1858.

a una exigua economía basada en la ganadería. Carencias económicas que obligaron también a los pasiegos y pasiegas a tener que dedicarse al contrabando de telas y tabaco y a la venta ambulante de quesos y mantequillas. No debió resultar nada fácil a estas mujeres tener que hacer las maletas para una larga estancia fuera de los suyos, pues hay que tener en cuenta que en aquellos años la lactancia no era cuestión de meses, como hoy en día, sino que solían estar un promedio de dos a tres años amamantando a las criaturas que les encomendaban, por lo que eran alimentadas con los mejores productos para que los lactantes a su vez fueran también inmejorablemente nutridos. Así, las nodrizas pasiegas, destacaron por su trabajo y con sus vistosos trajes de paño, con anchas cintas de terciopelo, pañuelo de seda rojo a la cabeza, botonadura de monedas de plata y encendidos collares de coral, quizá por la vieja creencia de que los corales eran el más eficaz remedio contra

el mal de ojo en los niños, ejemplo que encontramos también en este precioso grabado del libro Espagne et Portugal, álbum de costumes, publicado en el año 1850 y donde se recogieron 37 láminas en cuarto mayor holandesa que representaban grabados de tipos españoles y portugueses finamente coloreados a mano en acuarela y dibujados por autores tan conocidos como Sharles, Gitton, Blanchard, Valentín, Maurice... El que nos ocupa, titulado Nodriza en Madrid, dibujado por A. Valentín y grabado por A. J. Lallemand, representa a una elegante ama de cría con el atuendo de pasiega, incluido el collar de coral y portando al lactante envuelto en finas mantillas blancas.

Desde las tres villas pasiegas de San Pedro del Romeral, San Roque de Riomiera y Vega de Pas partieron hacia las capitales más importantes de nuestra península gran cantidad de mujeres como nodrizas, quizá no tantas como se dice, pero dejando honda huella de su presencia en plazas como la de Santa Cruz de Madrid o la de Las Pasiegas en Granada, siendo también muchos los poetas y escritores costumbristas que las inmortalizaron en sus escritos, en su mayoría para

Lo que impulsó a las mujeres pasiegas a convertirse en nodrizas de los hijos de otras y abandonar a los suyos propios y a sus maridos y familias fue sin duda la necesidad de aportar ayuda a una exigua economía basada en la ganadería

bien, aunque hubo otros grandes entendidos en literatura, que no en las necesidades obligadas de la vida, que las acusaron de malas madres, como hiciera Pedro Antonio de Alarcón, de groseras aldeanas, por boca de Mesonero Romanos o de humanas vacas, que dijo Pérez Galdós. Acertadamente José Manuel Fraile Gil, en su brillante ensayo “Amas de cría, campesinas en la urbe”, nos da la clave: “Muchos asentaban esta antipatía en la idea de que el ama hacía de su

Nourrice à Madrid, año 1850. Colección Grabados Pasiegos alumbramiento un mero negocio que la sentara desde el duro escaño aldeano al mullido sofá de las ciudades...”; aunque, conocedores de la difícil vida que la historia ha dado a las mujeres pasiegas, preferimos la descripción de una autora con óptica y corazón de mujer, entendida en literatura y conocedora del difícil papel que ejercieron estas nodrizas de Pas: “Nos deslumbra el rojo fuerte de las sartas de coral, nos ciega el azul de las cuentas de vidrio y el relucir de las arracadas de filigrana pendientes de rollizas orejas; nos recrean los tonos gayos de pecheras y justillos, la majeza de las amplias de ruedo galoneadas y del pañuelo de seda que cubre la trenza dura de la pasiega beldad...”( Emilia Pardo Bazán. Por la España pintoresca. 1895).

J. Javier Gómez Arroyo

Historiador

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