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I Asistencia en adicciones

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I Discapacidad

I Discapacidad

Una batalla cuerpo a cuerpo

Por iniciativa del papa Francisco y sostenidos por los curas villeros, casi 200 paradores en barrios populares reciben y asisten a personas con consumos problemáticos de sustancias.

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TEXTO SILVINA ORANGES

Recibir la vida como viene. Rota, desesperanzada, sin ganas de seguir, desfallecida. Acompañar cuerpo a cuerpo, trabajando al lado de cada realidad concreta de quienes se acercan a pedir ayuda. Ese es el ideario de los Hogares de Cristo, una iniciativa pastoral de los sacerdotes que trabajan en las villas de emergencia y barrios populares. Ya son 190 los centros barriales que funcionan en 19 provincias argentinas y por los que ya pasaron más de 20 mil personas, en su mayoría jóvenes con problemas de adicciones.

“Tuve una pérdida y me tiré al abandono. Acá me recibieron con un abrazo, no me preguntaron nada. Te hace sentir que estás en una familia”, cuenta Maxi, un joven del parador San José de Puerta de Hierro, el barrio popular de La Matanza arrasado por el paco.

“Fui con mucha incertidumbre, no quería estar encerrada, tenía miedo. Pero cuando estuve ahí, me di cuenta de que era un lugar acogedor: un hogar”, dice Brenda, de 26 años, que gracias al centro San Alberto Hurtado, en la villa 21-24, logró cambiar su vida.

“Una vida muy sufrida me trajo a este lugar. Hoy me siento orgulloso de esta comunidad que me cambió la vida por completo.Hay una esperanza, se puede”, afirma Juan Emmanuel de 39 años, con 26 años de adicciones a cuestas y que entró a uno de los hogares del Conurbano bonaerense en plena pandemia en setiembre del año pasado.

Son sólo algunos de los testimonios de quienes pasaron por los centros barriales, creados hace ya 11 años, y hoy ven transformadas sus vidas.

Génesis

El momento fundacional de los hogares fue en la Semana Santa de 2008, cuando el entonces arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio, –hoy papa Francisco– protagonizó un gesto que marcó la historia de los centros: un Jueves Santo lavó los pies de 12 jóvenes que comenzaban su recorrido para dejar las adicciones.

A partir de ese momento, de la mano de los curas villeros de la ciudad de Buenos Aires y con el impulso de Bergoglio se creó el primer centro: San Alberto Hurtado, en la villa 21-24, en el barrio de Villa Lugano. El padre José María ‘Pepe’ Di Paola inició el proyecto y comenzó a vislumbrar la necesidad de una solución integral a los chicos que consumían en esos barrios.

Los Hogares ofrecen comida, baños, duchas, un espa-

“Tuve una pérdida y me tiré al abandono.Acá,me recibieron con un abrazo,no me preguntaron nada.Te hace sentir que estás en una familia”.Maxi,del parador San José de Puerta de Hierro.

Fotos:Federación Familia Grande del Hogar de Cristo

cio para descansar y charlar con compañeros. Además, proponen grupos terapéuticos, actividades deportivas y espacios artísticos y de recreación, como distintos tipos de talleres.

Medir los cambios

A principios de año se presentó un informe que midió el impacto de estos centros, que trabajan en forma articulada con Caritas Argentina, y demostró su éxito para la reducción del consumo de sustancias y la inclusión social de los jóvenes más vulnerables y marginados de la sociedad.

Según el estudio, presentado porAnn Elizabeth Mitchell, directora del proyecto, doctora en Economía de la Universidad de Maryland, Estados Unidos, y profesora de la Universidad Católica Argentina (UCA), y por Ana Clara Camarotti, doctora en Ciencias Sociales y docente universitaria, los denominados Hogares de Cristo producen “cambios positivos en múltiples dimensiones de la vida” de quienes concurren a algunos de los 190 centros barriales que ya funcionan en todo el país.

El mencionado estudio es el resultado de un trabajo de investigación realizado en el marco de un convenio entre el Departamento de Investigación Francisco Valsecchi, de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA, y la Federación Familia Grande Hogar de Cristo.

“El Hogar de Cristo es una consecuencia de pensar una parroquia popular, donde nadie podía quedar afuera. En ese itinerario, nos preocupamos por la salud, la educación y otros aspectos de la vida cotidiana. Es una iniciativa nacida de una iglesia popular y que ahora está en toda la Argentina”, dice Di Paola, uno de los coordinadores del Equipo de Sacerdotes de Villas de la ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires, y de la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones del Episcopado.

Reducción del consumo de sustancias, avances en la satisfacción de las necesidades básicas en alimentación y vivienda, mejoras en el cuidado personal y en la atención médica recibida, aumento de la autoestima y el fortalecimiento de los vínculos en el entorno y con la familia son algunos de los cambios positivos que advirtió la investigación entre las personas que concurren a los centros.

Construir lazos

Los impulsores de la iniciativa destacan que las personas que llegan a sus centros lo hacen en una situación de vulnerabilidad extrema y precisan que, al momento de iniciar su vínculo con el centro, “una de cada cuatro personas vivía en situación de calle, 8 de cada 10 vivía en una villa o un asentamiento, 9 de cada 10, no había completado el nivel secundario, y la mitad consumía más de una droga”. Otro elemento clave que se destaca en el estudio es la inserción de los centros en las comunidades barriales. “Los participantes entrevistados indicaron que valoraban mucho esta inserción en los barrios y la libertad de movimiento que ofrecen”, señala el informe.

Finalmente, otro aspecto central es lo relativo a las relaciones, ya que “los centros priorizan la construcción de lazos afectivos y de confianza, crean un entorno en el cual, las personas pueden hablar sobre las experiencias vividas, lo que suele ser un paso importante en su recuperación”. Además, la reducción del consumo actúa como “motor de cambio” en la reconstrucción de vínculos con la familia y con sus vecinos.

CÓMO CONECTARSE Hogar de Cristo:

info@hogardecristo.org.ar https://hogardecristo.org.ar/

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