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Relajación
“Todo aquello que te hacía feliz cuando eras niño, es justamente lo que podrá aliviar tu estrés en la etapa adulta.”
Pareciera que el estrés es un factor que se empeña en seguirnos a donde quiera que vamos. Trabajo, evaluaciones, compromisos inesperados, fechas de entrega, pagos y un largo etcétera. Resulta ser un problema ya que éste tiene un impacto en nuestra salud integral. Afecta nuestros pensamientos, sentimientos e incluso nuestro comportamiento. De hecho, al estrés se le atribuye sintomatología que podrías estar confundiendo con una enfermedad.
A veces suponemos que los malestares corporales se deben simplemente a una enfermedad venidera. Si nos duele la garganta, lo atribuimos a una gripa; si nos duele la cabeza, pensamos que es por no haber comido suficiente; si nos duele el estómago, seguro que es por algo que comimos en mal estado. Y así sucesivamente.
A veces pasamos por alto el estrés que sentimos, pero esto solamente nos deja estancados en un ciclo poco saludable. Debido al estrés constante podemos experimentar dolores de cabeza, tensión muscular, fatiga, ansiedad o depresión. En nuestro comportamiento, podemos tener arrebatos de ira, mala alimentación o aislamiento social. Y aunque suene como un problema catastrófico, basta con tomarnos un respiro para sentirnos mejor.
Tomarnos el tiempo de respirar y de recargar las pilas, será siempre una de las mejores decisiones que tomemos en nuestro día a día. Darnos este tiempo para restaurar nuestra paz mental y corporal nos traerá beneficios de todo tipo. Relajarnos nos aclara las ideas, nos inspira y nos da ese empujón que necesitábamos para terminar nuestro trabajo.
Existen diversas estrategias de manejo del estrés, tales como practicar algún deporte o hacer ejercicio con regularidad. La actividad física libera endorfinas, conocidas también como las hormonas de la felicidad, lo cual cae como anillo al dedo cuando requerimos de motivación para seguir adelante. Opciones increíbles son yoga y pilates, pues además de ejercitar el cuerpo, estas disciplinas incluyen técnicas de relajación, meditación y respiración aplicadas.
Pareciera obvio, pero organizar nuestras jornadas es de gran ayuda para evitar el estrés en exceso. Planear nuestro flujo de trabajo y atenernos a él puede incrementar altamente nuestra productividad. No olvides siempre guardar espacio en tu agenda para ti mismo, para tus seres queridos y para -simplemente- hacer nada.
Una dieta saludable también es de gran ayuda. Somos lo que comemos. Desde el momento en que probamos bocado, nuestro cuerpo inicia el proceso metabólico, consumiendo energía. Algunos alimentos, por más deliciosos que sean, pueden caerle pesado a nuestro organismo y hacer más dificultoso este proceso. Así, comidas altas en grasa saturada, azúcares o ácidos pueden representar un desafío más grande para nuestro cuerpo.
Ahora, más allá de comer equilibradamente, es una increíble idea comer lentamente. Hoy en día, comer se ha vuelto solamente algo más de lo que ocuparnos, una responsabilidad más en nuestra larga lista de quehaceres. Desecha ese hábito. Saborea tu comida, tómate el tiempo de disfrutar ese momento. Es la comida la que nutre a nuestro cuerpo, no es una carrera. Una vez que hayas creado el hábito de comer lentamente, te darás cuenta que la hora de comer es un momento placentero, no una actividad automática para sobrevivir.
El entorno en que nos desenvolvemos juega también un papel importante en nuestro estado de ánimo y la cantidad de estrés que generamos. Ruido, música de ritmo acelerado o de temática agresiva, gritos, discusiones y pesimismo son ingredientes perfectos para causar estrés.
Lo sabemos, no siempre está en nuestras manos la posibilidad de escoger dónde y con quién desempeñar nuestras labores diarias; pero basta con sumergirnos en un ambiente calmo justo después de salir de la cama para enfrentar la jornada sintiéndonos más liberados. Reproducir música tranquila mientras nos alistamos para el trabajo, desayunar algo rico y saludable, o incluso ver videos que nos hagan reír; todo es válido y funcional para recargar las pilas.
Por la noche, lo mismo. Llega a casa a relajarte, no lleves los problemas del trabajo a tu hogar. Respira y relájate. Música, películas, una buena cena, juegos de mesa o largas charlas con tus seres queridos; todo es bienvenido para hacernos sentir aliviados.
Y si ya estamos en casa, ¡pongámonos a jugar! La vida de adulto no tiene por qué ser aburrida ni monótona. A pesar de lo que nuestra sociedad perfeccionista nos ha enseñado, dejarnos llevar por un buen juego siempre será reconfortante hasta la médula. Incluso las grandes compañías lo saben, ya que han incluido salas de juegos en sus empresas para sus empleados. Legos, rompecabezas, las escondidas, rayuela, avioncito o brincar la cuerda. Todo aquello que te hacía feliz cuando eras niño, es justamente lo que podrá aliviar tu estrés en la etapa adulta.