Abriendo El Zóhar Capítulo 10 – Los Mundos Superiores
Contemplad, que antes de que las emanaciones fueran emanadas y las creaturas creadas, la simple Luz superior había llenado la existencia entera. Y no había espacio libre, semejante a una atmósfera vacía, un hueco o una fosa, sino que todo estaba ocupado con esa simple, ilimitada Luz. ... Y cuando por Su simple voluntad, vino el deseo de crear los mundos y emanar las emanaciones, traer a la Luz la perfección de Sus obras, Sus nombres, Sus apelativos, lo cual fue la causa de la creación de los mundos, entonces Ein Sof se restringió a Sí mismo, en medio, precisamente en el centro… se formó un lugar, donde las Emanaciones, Creaciones, Formaciones, y Acciones pudieran residir. El Ari, El Árbol de la Vida
En este capítulo, lidiamos con la estructura de la realidad y de los mundos superiores. Esta información nos permitirá entender mejor la vida y ayudarnos a a ver lo que se esconde detrás de las palabras del Libro del Zóhar. Existimos en una realidad que incluye al Creador, las creaturas, y el sistema a través del cual el Creador se conecta con las creaturas. A través de ese sistema, el Creador nos guía hacia el propósito de la Creación –hacer el bien a nosotros, es decir permitirnos ser como Él.
Como un amoroso padre, el creador desea compartir con nosotros todo lo que tiene. Pero el Creador tiene que hacernos evolucionar para volvernos independientes; por ende, tiene que activar Su influencia en nosotros desde ambos lados, con misericordia y juicio. Aunque ambos son aspectos Suyos, parecieran fuerzas contradictorias y las percibimos como efectos de bueno o malo, misericordia o juicio, luz u obscuridad. Cuando experimentamos los eventos de la vida tenemos que tener en mente que aún lo que parece ser la situación más perjudicial, Él desea solamente hacernos el bien. Si recordamos conectar todo con Él, y recordamos que Él es benevolente, entonces reconectamos esas dos líneas –misericordia y juicio- a la misma fuente. Y puesto que somos nosotros los que las conectamos en nuestros corazones y mentes, somos nosotros los que alcanzamos Dvekut [adhesión] con el Creador, es decir volvernos como el Creador.
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