Tinta Tres Edición 11

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Año 2 edición 11 / Julio - Agosto de 2012 Un año haciendo periodismo comunitario

Abiertas las inscripciones del Presupuesto Participativo 2012

Mujeres al volante

Un año sin Fabricia

Escalera al cielo. Crónica

Jóvenes del dicho al hecho

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Desde el interior de la comuna. Reportaje gráfico

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Biblioperiodismo Carta abierta a los niños en acción de La Cruz, víctimas de la violencia estatal

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“De los 17 mil habitantes que conforman los barrios La Cruz, La Honda y Bello Oriente, nueve mil son niños, niñas y adolescentes”*

*Diagnóstico de la situación de infancia y adolescencia en los barrios La Cruz, La Honda y Bello Oriente, 2011. Visión Mundial.


Editorial

Un ano haciendo periodismo comunitario

Portada Los niños y las niñas sueñan y pintan la periferia Ilustración: Franco Con pinturas, murales, jornadas lúdicas y encuestas, los niños que habitan en la ladera, le contaron a la ciudad su situación en colores y rostros: que no hay agua potable ni alcantarillado, que no siempre son tres comidas al día, que el abuso, que la escuela… El diagnóstico incluye una cartilla con fotografías de los rostros de los niños y las niñas de los barrios.

Y un año viendo como pasa la impunidad por encima de todos y no hay quien haga algo. También un año viendo como la Salud de los Colombianos -es decir, de nosotros- se ponía a jugar en carruseles mientras nos moríamos en la entrada del hospital, o en la fila para reclamar los medicamentos, o a veces esperando la respuesta de la tutela. Un año y hemos visto pasar el tiempo, con la injusticia por bandera, con la corrupción por escudo, con el desplazamiento forzado de nuestros campesinos, haciendo la de las mulas que arrastran el equipaje de allí para acá, de acá para allá, en una eterna errancia que los políticos -muchos de ellos- quisieran borrar como un tachón en la historia de Colombia, y que las multinacionales quisieran aprovechar para tomar el lapicero -no el lápiz para que no se borre- y de una vez por todas firmar las escrituras con tinta roja para que dure más, de la tierra que a partir de entonces será suya.

Un año y hemos asistido a la vergüenza del congreso que quería una justicia titiritera, que les cupiera en el bolsillo, y que estuviera en las nubes para el pueblo. Pero la vergüenza no acaba ni empieza ahí, se mantiene por ejemplo en el desalojo que la misma Administración ha hecho a los habitantes de La Cruz los pasados meses de abril y mayo. Otro tachón que borrar. No va a alcanzar el borrador, es probable que las provisiones se empiecen a agotar en el Cauca, pero no importa, pa´ eso está el TLC y el “alzhéimer”, junto al “tremendal del olvido” que nos ha caracterizado. Un año haciendo periodismo comunitario y ahí vamos, caminando y haciendo el camino, recuperando los pasos que otros han estado borrando, volviendo a escribir la historia que otros han dejado de contar, para que no se olvide, o para que quede ahí, fija, por lo menos en el papel. Ese es nuestro papel.

Director: Leider Restrepo. Editor: Francisco Monsalve. Coordinación Editorial: Anamaría Bedoya Builes. Comité Editorial: Bibiana Ramírez, Olga Patricia Acevedo, Guillermo León Ospina, Milena Parra, José Arnulfo Uribe, Elkin Galvis, Erika Montoya, Carlos Andrés Orlas. Consejo de Redacción: Ana Cristina Ayala, Elkin Galvis, Reina Cecilia Misas, Jhon Edison Garzón, Fernando Marín, Joni Alexander Restrepo, Alejandro Ospina, Yadi Mejía, Jorge Iván Pineda Colaboradores: Carlos Andres Orlas, Sergio Andrés Pulgarín, Mónica García, Fredy Mejía Cadavid. Ilustrador: Andrés Fernando Sánchez. Jefe de Distribución: Olga Patricia Acevedo. Interventoría Alcaldía de Medellín: Diana María Ortega Puerta, Dirección General de Comunicaciones - Secretaría Privada. Corrección de Estilo: Paula Camila Osorio. Diseño y diagramación: Leider Restrepo. Año 2 número 12, Julio-Agosto de 2012. Distribución gratuita. 20.000 ejemplares. Impreso en: Rotativa El Colombiano.

Contacto: tintatresperiodico@gmail.com Siguenos en:

Tinta Tres es una publicación realizada por Corpomedios, corporación para la comunicación social y comunitaria. Sitio web: www.tintatres.com

»» Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura. (Artículo 20. Constitución Política de Colombia) »» La actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independiencia profesional. (Artículo 73. Constitución Política de Colombia) »» Las opiniones y afirmaciones expresadas en los artículos son responsabilidad exclusiva de los autores y no son representativos, necesariamente, de la línea de pensamiento del periódico, ni responden forzosamente a opinión de quién lo dirige.


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Lo local como reto Columnista invitado - Carlos Uribe de los Ríos Profesor de la Universidad de Antioquia y fundador de la Editorial OjoxojO

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nce mil periodistas han perdido sus trabajos en España desde que comenzó la crisis económica en el 2008. Cifra escandalosa. Debe haber muchos vendiendo frutas, manejando taxis, vendiendo por teléfono, dando clases. Pero con seguridad pocos han pensado y ensayado caminos alternativos, diferentes al de ser empleados de un medio masivo que garantiza los ingresos. El ejercicio del periodismo hoy pasa por una situación peor que la debacle económica de medio mundo. Se trata de la obligatoriedad de replantear la profesión ante los cambios dramáticos de la tecnología. Los periodistas parecen inútiles en muchas circunstancias. Incluso algunas empresas –de las que piensan ante todo en la rentabilidad– prefieren contratar aficionados a las tecnologías de punta, que les resultan más baratos y menos críticos. Cada vez queda más claro que los periodistas tienen que hacerse valer por su preparación, por sus criterios, por su capacidad para hacer reportería, por su finura en la selección de los temas, por la calidad de su edición y la solidez de sus análisis. La gente necesita información precisa, valiosa, oportuna, clara. Lo demás es montonera. La ventaja es que hoy en día esas condiciones aún pueden tener lugar fuera de los medios masivos. Las páginas periodísticas en Internet –incluyendo los blogs de análisis y opinión, personales y en equipo–y muchos espacios en las redes sociales tienen cada vez mayor acogida y penetración. Ya está claro para la mayoría de los expertos que el periodismo migrará sin excepción a Internet y que allí se multiplicarán aún más sus propuestas y oportunidades. El New York Times ha logrado ya, a manera de anuncio premonitorio para el resto del mundo, recibir más dinero por anuncios en su sitio punto/com que en su edición impresa. Sin embargo, en Colombia pueden parecer lejanos estos horizontes. Los grandes medios escritos andan en crisis de identidad –que pagan sus periodistas y lectores– y nada que encuentran la manera de hacer menos estruendosa y costosa su migración a los formatos digitales. Las pequeñas radios padecen quiebras y las cadenas dominantes se apegan a sus aciertos históricos para no tener que cambiar tan rápido, bajo la presión de la radio digital y las nuevas tendencias temáticas obligadas por los cambios radicales en el comercio y difusión de la música. Quizás los dos ejemplos visibles

más recientes sean, por un lado, la creación de la revista Portafolio, de la Casa Editorial El Tiempo, que circula en papel para competir con otras de su género y trata de morder un espacio a las pocas revistas serias del país, pero pierde la oportunidad de proponer un medio digital nuevo, exclusivo para Internet, que se lance a conquistar un espacio antes de la migración obligada y la competencia desesperada que viene sin remedio. Y el otro es que el Grupo Santo Domingo, extrañando sus viejas épocas en Caracol Radio y la posibilidad de lograr alianzas comerciales con sus medios impresos, compra la cadena Melodía para transformarla en una radio vieja, del mismo estilo de la competencia. Entre nosotros, y mientras crece el acceso a internet y aumenta el uso de computadores en todas las capas de la sociedad, los periódicos y revistas dirigidos a sectores específicos de la población–estudiantes, profesionales por áreas, iniciados en temáticas específicas–, aún tienen un espacio casi sin límites,como lo tienen las radios pequeñas –mientras tanto– y las emisoras locales de televisión. Pero los cambios en las temáticas, en los tratamientos, en los diseños y en la circulación/difusión han de ser igualmente drásticos. Las comunidades definidas por alguna razón o característica esperan de los medios tradicionales propuestas distintas. No tanto novedosas como mejores, oportunas, comprensibles y confiables. Contenidos ligados al análisis, a la comprensión de los fenómenos de interés común, pensados para la información y el mejoramiento de los elementos de juicio. Entender mejor la realidad circundante–lo local, sobre todo– se ha vuelto el objetivo y espacio predilectos, pero además más novedoso, oportuno y fértil para las propuestas periodísticas que se piensan en función de los lectores/receptores –primeramente–, y no desde el bolsillo y los rendimientos económicos como motivación fundamental. Obviamente tiene que lograrse –por algún canal– un equilibrio costos/ingresos que permita la subsistencia y, por qué no, que paso a paso consolide el trabajo, la comunidad/audiencia y las ganancias. Porque los medios no son un apostolado. Han de responder a un ejercicio profesional serio, consistente, ético, que vele por los intereses de los ciudadanos y ejerza una auditoría permanente de las actividades públicas, ante todo las del Estado y sus socios. Lo local es el espacio del periodis-

mo de hoy, el puente que garantizará la migración exitosa de lo analógico a lo digital, la opción para que la comunidad entienda mejor sus vínculos y los consolide. Lo local es, al tiempo, el reto para los periodistas que buscan espacios precisos, en cierta forma

nuevos entre nosotros, dentro de los cuales el ejercicio de la profesión sea, por fin,una apuesta por un presente mejor y un mañana claro, y, sobre todo, un compromiso.

¿Quée tal la movilidad en San Blas?

Por Isabel Rodríguez - isabel.rodriguezm@hotmail.com

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ustavo gestor

Henao, de la

comunidad,habla sobre las dificultades que tienen los sectores de San Blas y El Jardín en lo que a transporte se refiere. Algunos puntos, como el cruce de El Jardín y la calle que comunica con la iglesia, son los más críticos en las horas que llamamos pico, cuando los estudiantes van hacia sus colegios o casas. “En la segunda etapa del Montecarlo, el programa de adecuación de las vías,el plan es la construcción de un puente peatonal y la ampliación de la vía desde el comando de Policía hasta el cruce con la calle principal, donde va a quedar una glorieta para facilitar el transporte”, comenta Gustavo. También hay solicitud de andenes con pasamanos o vallas de seguridad que conserven las entradas de los negocios.

¿Qué tal el trancón?

Por no esperar unos segundos a que el señor del carro particular terminará de recibir a su familia, un vehículo de servicio público chocó contra él, a pesar de estar bien estacionado;

como de costumbre, las autoridades competentes se demoraron en llegar a solucionar el accidente, y se formó tan tremenda congestión que ni los peatones podían circular bien. Este es uno de los puntos críticos de la vía. El señor Efrén Escobar, habitante del sector y propietario de un carro de arepas de queso que sitúa en un costado de la acera,dice: “en el tiempo que llevo aquí con mi negocio he visto mucho accidente y trancón.Sería bueno un puente peatonal para que los estudiantes y la gente que a diario utiliza este cruce se sientan más seguros”. Con la ayuda de Gustavo y algunas instituciones como la Acción Comunal y Obras Públicas se puede lograr esta adecuación.


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Abiertas las inscripciones del Presupuesto Participativo 2012

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esde el pasado 16 de Julio se habilitaron las inscripciones para los delegados comunales y corregimentales ante el Presupuesto Participativo 2012, quienes se pueden inscribir para el proceso de elección por asamblea barrial o por organización. El 7 de octubre próximo será la fecha para las asambleas barriales y veredales, y el plazo máximo para las inscripciones en los puntos definidos por la Alcaldía es hasta el 31 de agosto. Para poder participar como dele-

gado solo debes tener más de 14 años e inscribirte en cualquiera de los puntos indicados. En la comuna 3, las inscripciones serán en el CEDEZO, Carrera 43 No. 66E-41, todos los jueves de 1:00 p.m a 5:00 p.m. Documentos requeridos para la inscripción de delegados: 
copia del documento de identidad y
foto tamaño documento.
En los puntos de registro se diligencian tres documentos que serán suministrados ahí mismo por los dinamizadores. PLyPP: Formulario de registro, Hoja de vida y Acuerdo de

compromiso frente al proceso.
 Los delegados por organizaciones deben anexar: Acta de elección del delegado, debidamente diligenciada por todos los miembros de la organización o mínimo diez. Soporte jurídico o carta de aval. Listado de mínimo diez afiliados con sus datos personales (formato: nombre, cédula, dirección, correo, teléfonos). Formulario debidamente diligenciado. Soporte de trabajo de comunitario.

No olvide:

En el Cedezo de la comuna 3 Manrique, las inscripciones serán a partir del 2 de agosto. Si desea inscribirse antes, se pueden acercar a la Secretaría de Desarrollo Social, Piso 4. Oficina 404, en el Centro Administrativo de Medellín, la Alpujarra, de Lunes a Viernes de 8 de la mañana a 12 del día y de 2 a 5 de la tarde. Cualquier inquietud puede comunicarse con la Sede Territorial del Programa de PL y PP en la Calle 59 # 50 c 22 Prado Centro, o a los teléfonos 385 75 09 o 385 75 10.

¿Un simple desalojo... o el inicio de la renovacion urbana? Fundación Sumapaz - En www.sumapaz.org

Las laderas de nuestra ciudad han sido pobladas históricamente por hombres, mujeres, abuelos, abuelas, jóvenes, niños y niñas, población campesina, mestiza, indígena y afro, expulsados de sus territorios, desplazados, desterrados, desarraigados..., quienes al llegar, después de ser desterrados de su lugar natal, se encuentran con que la ciudad no les brinda más lugar para habitar que empinadas laderas, en las que se encuentran los barrios más empobrecidos de Medellín. De esta manera se han poblado, en gran parte, los barrios La Cruz, Bello Oriente, María Cano, Carambolas, entre otros, ubicados en la Comuna 3(Manrique). El 26 de abril de 2012, alrededor de las seis de la mañana, cuando mujeres con niños y niñas se encontraban solas, irrumpieron en los humildes ranchos funcionarios de la Secretaría de Gobierno de Medellín y de Espacio Público, y miembros de la Policía acompañados con sujetos de civil; no fue posible establecer si hacían parte o no de la fuerza pública, y estuvieron presentes durante toda la acción de destierro, lo que fue interpretado como un gesto de intimidación que generó temor entre la población, a pesar de que con anterioridad se habían realizando varias reuniones con la administración municipal.

De esta manera se dio otra reprochable jornada de destierro, realizada por la Alcaldía de Medellín en contra de familias que así son revictimizadas, pues este se convierte en su segundo, tercer o cuarto destierro; la misma Alcaldía que habla de garantizar derechos, de participación, de concertar, de crear cien mil soluciones habitacionales, pero que en la práctica impone sus políticas sin importar que docenas de seres humanos queden a la intemperie, y vulnera los derechos al hábitat, a la educación, a la participación. Como manera de “mitigar” este vil hecho, ofrece “ayudas”, asistencialismo puro, paños de agua tibia. ¿Esta acción sí se corresponde con una Alcaldía que dice que su mayor propósito es el de respetar la vida y garantizar los derechos? Para nosotros es totalmente lo contrario. Alertamos a las y los habitantes de las laderas de Medellín, y a todos aquellos que han sido afectados por la renovación urbana, a estar alerta y manifestar de manera pública y decidida su inconformidad con este tipo de actos que atentan contra la dignidad y los derechos humanos. Convocamos a las organizaciones sociales, comunitarias y defensoras de derechos humanos para que denuncien este acto y acompañen a las víctimas de este destierro. Exigimos solución para las familias desterradas y el cumplimiento de los acuerdos que la Alcaldía construye con las comunidades. Así mismo, exigimos al ministerio público investigar y sancionar a los funcionarios y miembros de la fuerza pública que participaron en las arbitrariedades cometidas. ¡Acompañemos a los asentamientos urbanos en peligro de ser víctimas de este tipo de actos!

Mujeres al volante

Por Isabel Rodríguez - isabel.rodriguezm@hotmail.com - Foto: Autora

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u día de trabajo empieza a las tres de la mañana, cuando deben levantarse para organizarse y salir a coger su primer turno, a las 4:00 a.m. Su tiempo de descanso a veces es el fin de semana, y en otras ocasiones es en semana, como días compensatorios. En este momento trabajan solo medio tiempo, y están entregando turno a eso de la una o dos de la tarde. Yaneth vive en San Blas, es casada y tiene dos hijas, una de doce años y otra de veinte meses. Vive con su esposo, quien también trabaja en esta empresa, que es muy organizada y una de las mejores en las que ha trabajado; le gusta mucho su oficio y recomienda que más mujeres hagan lo mismo, aunque ha sido víctima de atracos y balaceras. Lleva quince años de experiencia, y ha sido compañera de Marlly en las distintas empresas donde han trabajado. Marlly es madre soltera de tres hijos de dieciocho, catorce y ocho años; actualmente vive con dos de ellos en San Blas. Como su compañera de trabajo, tiene quince años de experiencia al volante. “El trabajo es un poco estresante y de mucha responsabilidad, pero bien remunerado”, dice Marlly. Todos los días cambian de ruta. Las mejores en cuanto a mover pasajeros son la de El Jardín 069 y la 065 la 41, pues son los recorridos más cortos; cuando hacen la ruta 060 de Carpinelo se demoran una hora y 45 minutos en hacer el ciclo completo, que consiste en salir de la terminal, para llegar al centro y regresar a la terminal. La vía en general es estrecha, pero no ha habido accidentes que lamentar. Ellas son respetadas y tratadas como niñas consentidas por sus compañeros, los conductores. Marlly Zapata

Para ocultar su acción inhumana, la fuerza pública y los funcionarios de la Alcaldía intentaron impedir que los medios de comunicación cubrieran tan lamentable acontecimiento, pero la prensa logró registrar el hecho gracias a la presión de las y los pobladores.

Yaneth Vargas y Marlly Zapata

Yaneth Vargas

Con la presencia de estos personajes de civil, se inició la destrucción de los cambuches. No solo arrasaron con las tablas y telas que le sirven a la gente para resguardarse del frío y la lluvia, sino también con parte de la historia de estos humildes habitantes, lo que les trajo el triste recuerdo de cuando, por causa del conflicto armado que vive el país, fueron expulsados de sus propiedades. Esta vez fue la Alcaldía de Medellín, esa misma que habla de “Medellín un hogar para la vida”. Nos preguntamos: ¿Un hogar para la vida de quiénes? Fue un acto inhumano en el que la fuerza pública golpeó a tres personas, entre ellas un menor que sufrió lesiones en sus dedos. De igual forma, se prohibió a la comunidad realizar una “olla comunitaria”, negando a niños y niñas el consumo de algún alimento.


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¡Ninos, a participar! Semilleros Infantiles de Participacion Ciudadana

Por Olga Patricia Acevedo H. - olguita.ah@hotmai.com - Foto: Diana Pino Inició un nuevo ciclo para este proyecto liderado por la Secretaría de Desarrollo Social de la Alcaldía de Medellín. Más de mil niños, entre los siete y los trece años, participan de estos semilleros infantiles, que están en catorce comunas y cuatro corregimientos de Medellín. Se conformaron desde el año 2009 con el objetivo de establecer procesos de formación ciudadana, para que los niños tengan una participación social y comunitaria y hagan parte de la renovación de liderazgos en las organizaciones comunales y sociales. En estas reuniones, a cargo de un profesional

La Tangov a Por Ana Cristina Ayala

¿Te acuerdas de la primer Tangovía a la que fuiste? ¿Cuando escuchaste por primera vez la melodía de un bandoneón y las canciones de Gardel que les gustaban a tus abuelos? ¿Se te eriza la piel cuando ves bailar un tango, una milonga?

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a Tangovía nació en gran parte gracias al Club Juvenil La Comuna y a quien fue uno de sus integrantes: Henry Horacio Chaves, expresentador de Noticias Telemedellín. Henry nació en Bogotá, llegó al barrio Castilla de Medellín a los trece años de edad, y al poco tiempo él y su familia se mudaron a Manrique, desde donde empezó a descubrir el resto de la ciudad. En 1984 se vinculó al Club Juvenil la Comuna y, ese mismo año, él y sus compañeros crearon la Vía Recreativa, realizada en la carrera 45, desde Los Teatros hasta la calle 85; en esta actividad, recuerda Henry, se animaba el recorrido solo con un equipo de sonido. Al poco tiempo el Club Juvenil creó la Tangovía, que empezaba en Palos Verdes y terminaba en Los Teatros, también sobre la 45. En el recorrido había tres tarimas con animadores, y en una de ellas Henry era el animador; fue allí donde descubrió su pasión por el periodismo. Los creadores de La Tangovía crearon también un grupo de teatro llamado Los fogoneros, del que Henry fue actor y director, que sobrevivió por varios años y presentó varias temporadas en la Casa Gardeliana; también fue actor en el Teatro Matacandelas y en el Pequeño Teatro.

que lidera las actividades del proyecto, los niños se acercan a distintos temas como la comunidad, los valores, la diversidad, la cultura, la comunicación y la participación. Natalia Espinosa, dinamizadora del programa en la comuna 4, cuenta que en estas reuniones los niños expresan sus destrezas y, a través del compañerismo, desarrollan la confianza y la capacidad para el trabajo en equipo, “es un proceso que genera muchos cambios en ellos; se vuelven menos agresivos, más comunitarios y manifiestan sus deseos de ser líderes”, dice.

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En cada semillero hay un Consejo Infantil, un espacio donde los niños manifiestan sus ideas acerca de lo que les gustaría mejorar en el barrio y en la comuna. Para esto elijen, por medio de una votación, un niño Consejero, que tiene como responsabilidad liderar las sesiones y escuchar a los demás compañeritos. Andrés Felipe Parra, consejerito del Semillero Goticas de Amor, del Barrio el Raizal, cuenta: “Yo he aprendido y quiero aprender mucho más de mis compañeros y de mi profesora, que quiero mucho”. En la Comuna 3 existen diez de los 132 semilleros consolidados en la ciudad, cada uno está conformado por un grupo de 15 niños. Se reúnen semanalmente en las diferentes sedes de las Juntas de Acción Comunal, quienes además de aportar el espacio, acompañan cada ciclo de este proyecto. “Uno de los objetivos principales es generar esa semilla para formar líderes honestos y dispuestos a vincularse con el barrio, su ciudad y su país” dice Karol Vallejo, profesional social de Colombo Suiza, entidad ejecutora del proyecto. De esta forma, cuando los niños cumplen 14 años, entran a formar parte de las JAC como afiliados y empiezan a incidir en las decisiones de su territorio.


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El nacimiento de las noches largas Carlos Andrés Aguirre González - carandre77@hotmail.com - Foto: Tomada de Internet

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n el quinto piso de un edificio residencial en Boston, barrio ubicado al oriente de Medellín, está Tatiana acostada en una cama, envuelta en unas delgadas sábanas blancas. Por sus muslos bajan hilos de sangre procedentes de su entrepierna, que no cesan y que a medida que corren van dejando su rastro en aquellas pálidas mantas. Su mirada está perdida en el reloj, que marca las 9:20 de la noche del 17 de marzo de 2008. Por su cabeza pasa la imagen de Juan Ignacio; había visto una parte de él por primera y última vez hacía solo unos cuantos minutos, en el baño del apartamento. Tatiana es la menor de sus hermanos, seis hombres y tres mujeres; es la consentida de su padre y la reprochada por su madre. Vive en un municipio al Norte del Valle de Aburrá, donde años antes conoció a Fernando, una figura pública en el lugar; en ese momento la joven contaba con quince años de edad y él con treinta y nueve. El hombre vive con su familia, conformada por sus tres hijos y su esposa. Tatiana empezó a ser una aventura de Fernando sin medir las consecuencias, como una joven que apenas conocía el amor. Dos semanas antes Tatiana se encontraba en su trabajo, un casino en el Parque Lleras de El Poblado donde hacía las veces de dealer. Allí, sobre una mesa, vio en un periódico de la ciudad un aviso clasificado que llamó su atención: “¿Embarazo inesperado? ¿Tiene problemas por este motivo? No te desesperes… Llámanos…”. Pensó en la angustia que sentía por estar embarazada, en la preocupación de contarle a su padre, que la cuidaba como su gran tesoro, y en la presión de Fernando para que no tuviera ese hijo. Tatiana llamó desde un teléfono público ubicado afuera del casino. –Buenas tardes, para lo del embarazo–dijo ella en voz baja y nerviosa. –Sí, ¿cuál es su nombre? –respondió una mujer de nombre Esperanza. –Tatiana, pero eso no importa. ¿Me pueden hacer el aborto, y cuánto me vale? –dijo con voz algo ansiosa. –Esa información no la damos por

teléfono… ¿Quiere que hagamos una cita? –Sí, de inmediato, pero… ¿el aborto es gratis o cuánto me vale? –No se preocupe, de eso hablamos cuando esté acá. El 4 de febrero, Tatiana, de diecinueve años, camina por el corazón del barrio Belén Fátima directo a su cita para abortar a la criatura, que tiene trece semanas de gestación, tiempo en que el feto ya tiene forma humana. Según el decreto 44-44 de 2006 de la Corte Constitucional, hay tres excepciones en las que es permitido abortar: malformación del feto, cuando está en peligro la vida de la madre y por violación o acto sexual sin consentimiento; son casos que Tatiana desconoce. El lugar es clandestino, el primer piso de una edificación de tres plantas con una reja en la entrada. Una barrera de madera pintada de grisno deja ver lo que hay después de la pequeña sala donde esperan las personas que están en el lugar. Tatiana pasa a una oficina donde está Esperanza; allí le preguntan por el tiempo de embarazo, la convivencia con su pareja y los abortos practicados. Tatiana solo piensa en abortar, pues no es la primera vez que lo hace: seis meses antes, cuando tenía dieciocho años, lo había hecho. Fernando la llevó donde una mujer que le rompió la fuente para que el bebé muriera; luego ella se dirigió sola al hospital de

un municipio aledaño, y allí le encontraron muerto el feto de 19 semanas, sin evidencias de haberlo provocado. Tatiana no fue una de las ocho mil 384 madres de entre diez y diecinueve años que abortaron en Medellín en el 2008, según la cifra manejada por la Alcaldía. En el clandestino lugar Tatiana entiende por primera vez las consecuencias del aborto, y por la actitud de Esperanza empieza a darse cuenta de que el lugar no es una clínica abortista, como ella cree, sino un lugar de concienciación para la mujer. Allí toma la decisión de tener a su hijo, al que llamará Juan Ignacio, el segundo nombre por la admiración que guarda hacia su padre. En la tarde del 17 de marzo, en los alrededores del municipio de Envigado, Tatiana se encuentra con Juan, un amigo de Fernando, con el que habla y se toma unos cuantos tragos. De un momento a otro, como cuando termina la noche y empieza el día, decide ir con Juan a una casa de aspecto arcaico. Allí hay una mujer que aparenta los cuarenta y tantos años, de baja estatura, cabello rubio y con algunas vendas en el rostro, quizá por alguna cirugía plástica. Tatiana ve cuando la mujer de cabello rubio se le acerca y con una jeringa le aplica en el brazo una solución salina; con unas breves palabras en el oído, le dice: “tranquila nena que

esto va a ser cuestión de minutos, ya tienes tu bebé muy abajo, ve y camina un rato…”. Los pasillos de la casa huelen a humedad y a nicotina. La solución no hace efecto y la mujer llama a su hija para que acueste a Tatiana en una cama sin sábanas y le apriete el estómago hacia abajo tan fuerte como pueda. Luego un par de pinzas entran por su vagina hasta llegar al útero y sacan parte por parte, de una manera apresurada y sin precauciones, el cuerpo de quince semanas de Juan Ignacio. El 26 de marzo Tatiana le da un pitazo a un cigarrillo de marihuana, para aletargar la mente y alejar los malos recuerdos. Fuma apresuradamente, y por sus ojos de mirada perdida asoman lágrimas que resbalan por sus mejillas. En su cabeza resuena la voz de Esperanza, aquella mujer que había visitado en la Fundación. Al día siguiente la llama. Cuando Esperanza va por Tatiana, la encuentra deprimida pero consciente de que necesita ayuda. La noche del 17 de marzo fue la primera de muchas noches largas y llenas de pesadillas que tuvo Tatiana; una noche llena de voces, imágenes y sangre. Un mes después comenzó un proceso de perdón y sanación espiritual en el Centro de Ayuda a la Mujer (CAM), donde había ido ese 4 de febrero con la idea de abortar. De estos centros hay en diferentes ciudades de Latinoamérica, y allí van mujeres de diferentes clases sociales. No manejan cifras por su tendencia laica, que da a entender que en este tema los humanos no son material de estadísticas. En este momento Tatiana es una joven de veinticuatro años. Su primer y último hombre sigue siendo Fernando, a quien perdonó personalmente. Se ríe más de lo normal, aunque se distrae fácilmente. Dedica gran parte de su tiempo a la fundación, donde es una de las asesoras pro-vida. Para ella “el aborto nunca se sana del todo: las secuelas que deja son imposibles de borrar, aunque se siga con una vida aparentemente normal”.


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Un ano sin Fabricia Por Leider Restrepo - leiderrestrepo@tintatres.com - Foto: Autor

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i un minuto de silencio, toda una vida de combate”, proclamaron familiares y amigos el pasado diez de junio, cuando se conmemoró en La Cruz el primer año del asesinato de Ana Fabricia Córdoba. En compañía de la Mesa Permanente por los Derechos de las Víctimas de la Comuna 3, líderes, lideresas y compañeros de lucha le organizaron un altar con objetos que eran de su agrado, fotografías de distintos momentos de lucha, liderazgo y movilización social, y las páginas del Q´hubo donde se publicó la noticia de su asesinato en un bus del barrio Santa Cruz, el 7 de junio de 2011. Todo esto, más algunas pancartas, fue lo que ambientó el espacio de la Junta de Acción Comunal de La Cruz, donde se cantó en su nombre y en su memoria. El acto de conmemoración inició a las once de la mañana con la asistencia de más de cincuenta personas y organizaciones comunitarias de la ciudad y, por supuesto, la presencia viva de Ana Fabricia Córdoba en los corazones y la memoria de todos. El grupo Mujeres Aventureras, al que perteneció Ana Fabricia, cantó su himno para homenajearla: “Vamos mujeres, vamos / díganme que esto es un hecho / recorramos a Colombia / defendiendo los derechos”. Entre sus amigas, Luz Elena Ibarra habló de las cosas que más le gustaba hacer a Fabricia; Chava (Elizabeth Moreno) construyó un acróstico con el nombre en el que exaltó su fuerza, su valentía, su liderazgo y su grandeza. También estuvo allí La Ruta Pacífica de las mujeres, que presentó una obra de teatro con su grupo “Colectiva Teatral de mujeres”. En el merecido homenaje también hubo espacio para que algunos de los asistentes compartieran sus mejores recuerdos y su historia con Ana Fabricia.

365 días de impunidad, y siguen

Un año ha pasado, y ha ganado la impunidad. Ni el asesinato de Fabricia ni el de su hijo han sido resueltos. Según el informe de la Comisión Intere-

Ana Fabricia Córdoba fue asesinada el 7 de junio de 2011 en una buseta del barrio Santa Cruz, en la Comuna 2 de Medellín. Antes de su asesinato había realizado graves denuncias públicas que comprometieron a miembros de la Policía Nacional, de la estación de Policía del barrio La Cruz y la Estación Central de San Blas en la Comuna 3. Las denuncias tenían que ver con el asesinato de su hijo Jonathan Arley Ospina, de 19 años, el 7 de julio de 2010.

clesial de Justicia y Paz [http:// justiciaypazcolombia.com/Ana-Fabricia-Cordoba-Cabrera], la indagación preliminar por su homicidio fue asignada a la Fiscalía 37 de la Unidad de Derechos Humanos de Medellín, pero las investigaciones han avanzado muy poco, aún no hay ningún capturado por el crimen, y la fiscal del caso ha impedido a los representantes de las víctimas conocer y examinar el expediente para hacer seguimiento a la actuación de la Fiscalía, hecho que condenan las organizaciones sociales y los familiares de Ana Fabricia. Es por eso que todos gritaron varias veces, en su honor y en el de todas las muertes que siguen impunes: “Por nuestros muertos, ni un minuto de silencio, toda una vida de combate”.

El se por el si, una vocal mal puesta

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n la pasada edición publicamos un artículo titulado “División en la JAL, La Comisión de educación y los vacíos en la norma”, en el cual se dijo que el abogado de Planeación Local y Presupuesto

Participativo, Leonardo Ospina, había dicho en la reunión del 28 de febrero, sobre la situación de la JAL, que: “Se evidencia que hubo actuaciones que crearon suspicacias por la escogencia porque la resolución la

Escanea el código Qr y visita la galería fotográfica de Ana Fabricia Córdoba en Documental Amarillo

firman seis de siete ediles”. Debido a un error de lectura en la letra imprenta del acta de esa fecha, de donde se tomó tal afirmación, se confundió el “si” con el “se”. Lo que realmente dijo el abogado fue que: “Si evidencia (Armando Hernández) que hubo actuaciones que crearon

suspicacias, porque la resolución la firman seis de siete ediles [...]”. Este pequeño cambio en la vocal había cambiado las palabras pronunciadas por Leonardo Ospina. Esta rectificación se hace a petición del abogado y la sede territorial de Planeación Local y Presupuesto Participativo.



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Escalera al cielo Por Anamaría Bedoya- Ilustración: Tobías - Fotos de la autora

Desde el Cerro del Volador, donde arqueólogos hallaron restos fúnebres de nuestros ancestros aburráes, se aprecia la montaña que se extiende al nororiente de la ciudad. Tiene pliegues hondos por los que corren riachuelos; nacen en Santa Elena y desembocan en un río canalizado y turbio. Su piel verde ha sido reemplazada por el ladrillo anaranjado, refugio de cientos de migrantes campesinos: Manrique y sus diecinueve barrios. Los más jóvenes limitan con un bosque de pinos y eucaliptos. En esa línea donde la ciudad y el campo se encuentran, está el tajo de tierra recién arrancado. Una cicatriz en medio del camino que une a Bello Oriente y La Cruz, barrios en los que se repite, como en el resto de la ladera, la historia del desarraigo. “Muchos de nosotros, satisfechos con la bondad de Dios, nos convertimos en los mayores canallas”. Elias Canetti

El cansancio no vence a la esperanza.

paz de tumbar ni una casa –cuenta Luz Mery–. Ese hombre apenas vio todos esos ranchos dijo que él no tumbaba ni uno, que prefería que lo echaran, y se fue pa’ esa casita de allá arriba. Otros muchachos lo siguieron y tampoco tumbaron nada. Yo misma vi cómo a ese señor le salían y le salían lágrimas.

–D

ijeron que iban a venir a quemar y nos hicieron llevar todos esos palos y esas carpas para allá arriba, es que la gente es muy bullosa. El sol del mediodía se hace inclemente; están tan cerca sus rayos –acá el cielo está a un paso– que la piel no demora en tibiarse. Cuatro palos sostienen una lona verde que da sombra y delimita el terreno donde Deisy y su marido construyeron dos veces la casa. La primera, construida con madera, plástico y latas, fue destruida. La segunda, construida con madera plástico y latas, también. La tercera, resguardo de las últimas noches, está sobre la misma tierra; las paredes son el viento y el techo el cielo. El resto: dos camas, una parrilla sobre unos adobes –el fogón de leña–, dos mesas pequeñas donde están las ollas de aluminio boca abajo, los platos y los vasos de plástico, y tres frascos con ají, sal y azúcar. A sus 26 años, Deisy se siente vieja. Sentada en la cama, busca en la planta de su pie derecho un chuzo que se le enterró. Viste sudadera verde y camisa roja del Deportivo Independiente Medellín, ajadas de tanto lavarlas. Es trigueña, su cabello es negro y lacio, su rostro anguloso, de ojos profundos, oscuros, rasgados. En la otra cama, sobre un colchón sin sábana, duerme Leison, “alias ‘Mi Negro’”, un bebé de diez meses, cachetón, la misma estampa de la mamá. A su lado está Daniel, de seis años, hijo de su segundo marido, abstraído en unas tarjetas con dibujos de carros. Y, amarrado con una cabuya a una pata de la cama, un perro de pelo castaño y áspero. –A mí cada que vienen a desalojar me dicen lo mismo, y yo digo: “es que yo no tengo pa’ donde llevarme mis cosas”, y las dejo ahí y ellos no se las llevan; si yo tuviera donde guardarlas no estaría acá, pues eso es una lógica, ¿cierto? Ellos siguen ahí, uno sabe que los tombos lo están observando. –¿Mami, qué es esto? – pregunta Daniel, y señala un círculo amarillo en una de las tarjetas. –El Sol –dice la mamá, y

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31 de mayo. Segundo desalojo.

continúa–. Esta gente debería ser más perseverante, yo no sé por qué no arman así sea cuatro palos. ¿Por qué no persisten por lograr un ideal acá? Se sabe que los tombos van a venir a tumbar. Yo le digo al marido mío: “¿Pa’ dónde más nos vamos a ir?”. Aquí nos tenemos que quedar, truene, llueva, relampaguee, haga sol. Le faltaban tres meses para graduarse del colegio cuando se fue de su casa, dice que por rebeldía. Quedó en embarazo, y cuando nació la niña se la llevó a su madre y regresó a la calle. Cuando nació su segundo hijo intentó dejar la calle, pero no pudo. Luego Deisy conoció un muchacho que tejía manillas, collares y aretes. Se enamoraron. Planearon la vida una noche de viernes; él le propuso que se fueran para Santa Bárbara, le dijo que allí podrían “salir adelante”. Esa noche se acostaron en un andén a dormir y a anhelar el lunes, día para viajar a Santa

Bárbara. Pero el sueño lo interrumpió un gemido hondo y agudo. En los ojos de su novio se extinguía la vida. Fue apuñalado mientras dormía. Deisy lo abrigó, gritó, lloró, putió y lo vio morir. –La muerte de ese man me aplacó. Me traumó muy feo eso y no volví a pisar calle, le cogí miedo. Una ventisca forma un remolino de polvo amarillo, pedazos de madera, plásticos, medias nonas, trapos, una bandera de Colombia. Levanta la lona verde. El bebé se despierta con lágrimas. El perro ladra. Deisy sujeta la lona de nuevo y acurruca a Leison. El silbido del viento se mezcla con los gritos de un grupo de personas que unos metros más arriba conversan bajo una carpa improvisada. *** Yeison asegura el plástico: una valla publicitaria que anuncia los últimos aparta-

mentos disponibles de una urbanización en “Zona de vista privilegiada”. Todos se acomodan y, sentados en la tierra, conversan. Vienen todos los días al terreno, y cada uno cuida el lote donde estaban sus casas, dos veces destruidas. Matan la espera conversando. Luz Mery pela un mango biche y reparte gajos. –Vea, esta Gloria le vació una bacinilla llena de miaos en la cabeza calva al de Espacio Público –dice María Irma, y todos se ríen. –Él me estaba tumbando la casa con las niñas dentro. Y esa bacinilla que tenía miaos de toda la noche –responde Gloria, sonrojada. –Ese mismo fue el que le aporrió la manito a la niña de Victoria en el primer desalojo. Esa gente parece que no tuviera corazón –dice María. –Pero vea, ese día uno de Espacio Público no fue ca-

Los despertaron las malas nuevas. Las mujeres, la mayoría madres solteras o viudas, alistaban a sus hijos para ir al colegio. Hacía frío pero la mañana era clara, sin niebla. Los hombres aguardaban el desayuno que las esposas preparaban. Llegaron sin avisar a las siete de la mañana de ese jueves. Lo temían, sabían que volvería a suceder, pero creyeron estar listos para resistir; esa vez, a diferencia de aquel 26 de abril, día del primer desalojo, ellos eran más. –Dicen que no hay barrio de invasión que no hayan desalojado dos o tres veces. Nosotros estamos preparados –había dicho antes el líder. En la terminal de buses de La Cruz estaban parqueadas seis volquetas, que al final de la tarde transportarían los restos de los ranchos. Quienes iban a destruirlos tomaban tinto en las tiendas del barrio mientras esperaban instrucciones. Eran decenas: unos tenían overoles del Municipio de Medellín, otros chalecos de Secretaría de Gobierno, otros camisas y cachuchas de Espacio Público. Además, había más de cien policías y hombres del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad); estaban ubicados en los caminos que comunican a Bello Oriente con La Cruz, no dejaban entrar ni salir a nadie. Los funcionarios alistaron machetes, almádanas, martillos. Las mujeres también agarraron sus machetes y palos, y les ordenaron a los niños que no salieran de los ranchos. Los policías estaban apostados en el primer rancho, que la comunidad rodeó para que no lo tumbaran. –¡Pa’ abajo manada de malparidos! –gritó un policía. Perdigones estallaron contra los ranchos. La gente salió asustada a buscar refugio. Bolas de goma impactaron en la espalda y el pecho de quienes corrían. El humo azul,


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Segundo desalojo. 31 de mayo. Manos cruzadas lacrimógeno, asustó a los niños. Las mujeres gritaban “las pipetas de gas”, “esa muchacha está embarazada”, “en esa casa vive un viejito”, pero no valió. Los trabajadores de la Alcaldía empezaron a destruir las casas: rasgaron los plásticos con cuchillos, rompieron los muros de madera, tumbaron los techos de latas, rajaron los costales llenos de arena que sirven de soporte a las casas –que ellos llaman vallados–. A la intemperie quedaron las camas, las cocinas con los fogones prendidos, los escaparates. –Mami, tengo miedo –le gritó una niña a su mamá embarazada, y su abuela, sin poder contenerse, la abrazó y lloró con ella. Con la ayuda de sus siete hijos, María Irma tumbó la casa y guardó la madera y los plásticos en algún lugar. Luego, sentenció: “el día que usted se muera pueda ser que todo se lo echen en el cajón, ¿oyó? El dueño de esta tierra se llama ¿quién? Dios, que es el que está arriba, que fue el que la hizo para que nosotros viviéramos en ella. Pero nadie de aquí de la tierra tiene nada, porque igual a usted se lo van a comer los gusanos como igual me van a comer a mí. ¿Será que la tierra con quién va a quedar? ¿Con ustedes que están peliando? Dios la hizo, Dios la destruye”. A los pocos periodistas que llegaron no los dejaron entrar. “¿Pero por qué no viene RCN o Caracol?”, preguntaba Bella, el segundo líder de la invasión; su nombre es Eduardo, pero en el asentamiento lo apodaron con el título de esa telenovela porque no se pierde ningún capítulo. A los defensores de derechos humanos –Corporación Jurídica Libertad, Movice, Sumapaz, Cedesis– también les negaron la entrada al territorio. Un policía les dijo que el único veedor de derechos humanos autorizado era la Personería de Medellín. Alejandro, del Movice, rechazó la orden y entró al terreno por otro camino; mientras exigía paz y respeto, un agente del Esmad lo empujó desde un montículo de dos metros de altura. Solo un grupo de seis personas de la Pastoral Social defendió a la comunidad y se negó a retirarse. Tres hombres de civil recorrían el terreno sin ser hostigados. Tomaban fotografías con sus celulares. Que eran periodistas, dijeron. Que eran defensores de derechos humanos, dijeron. Que eran agentes infiltrados de la Interpol, confesaron cuando los interrogó la Pastoral Social. Los delegados de la Personería caminaban entre los ranchos destruidos, y uno de ellos anotó en una libreta los datos de ocho familias que recibirían ayuda humanitaria. –Pero acá hay treinta familias –le

dijeron. –Es que tiene que ser con discreción, no hay para todas o esto se alborota y se me llena de gente –respondió el hombre, llamado Gustavo Gómez. El subsecretario de gobierno, Sergio Zuluaga, observó todo desde un peñasco, los ojos ocultos por unas gafas negras, el traje de ejecutivo, las zapatillas de cuero. Luego de cinco minutos fue hasta los periodistas y les dijo que la operación era por el bien de las personas, que esa era una zona de alto riesgo. Y se fue.

los ranchos estaban destruidos. Los trabajadores de la Alcaldía se enfilaron por el camino que llegaba hasta las volquetas, y mano a mano transportaron la madera, los plásticos, los techos de zinc y la manguera que la comunidad había fiado para hacer un tanque de agua. La gente les pidió que no se la llevaran, pero ellos no solo se la llevaron: la picaron. Solo se detuvieron para comer el refrigerio: un jugo y un pastel. Trabajaron hasta las tres de la tarde, hasta que no quedó con qué levantar un rancho. Rabia. Las mujeres querían golpear a quien destruía su casa. Gritos. Miedo. “¿Dónde pasaré la noche? ¿Y mis hijos?”. Más rabia. “Salite, piroba”, dijo un policía. Las mujeres querían acabarlos, destrozarlos, como ellos habían hecho con sus casas. Una de ellas golpeó a un agente de Espacio Público, el agente le devolvió el golpe. El marido defendió. El líder defendió. El cura defendió: “eso no lo permito en mi presencia”. Los grilletes apretaron las manos del líder y las de Yeison, el marido. Un estrujón alejó al cura. –¡Por Dios! ¿Esta es su forma de construir ciudad?” –le dijo Alexander Aristizábal, padre de la Pastoral Social, al comandante del Esmad. –Padre, yo también soy católico y le recuerdo la palabra de Dios que dice: “si te golpean en una mejilla…”.

Nos mojaron el piso y entonces nos tocó paraítos ahí –dice Yeison. Tiene 22 años. Llegó a Medellín el seis de diciembre pasado con su papá, su mamá y sus seis hermanos, desplazados de San Juan de Urabá. Yeison casi no recuerda la primera vez que desplazaron a su familia: tenía siete años. Vivían en Turbo. El papá administraba una finca platanera desde donde se escuchaban los combates de los grupos armados. Por miedo a ser víctimas de esa guerra, se fueron para Barranquilla y allá vivieron doce años. –Cuando se montó el presidente Uribe –cuenta María Irma, su madre– él quería que todos los desplazados volviéramos al campo. Nosotros volvimos a una vereda de San Juan de Urabá pero no recibimos ayuda del gobierno. Queríamos volver al campo porque en una ciudad uno sufre mucho con ese poco de hijos. Allá vivimos tres años pero la violencia nos volvió a sacar. A Medellín llegamos donde un hermano. Me avisaron de esta invasión. Hicimos una casa grande y después nos metimos todos. La verdad es que vinimos buscando un apoyo del gobierno y lo que hemos recibido es maltrato. Todos los días viene acá y se encuentra con otros compañeros del asentamiento. Llegan desde temprano y esperan hasta que llega la noche.

Refugio de Deysi después del segundo desalojo. “Yo no te puedo generar oficialmente mis impresiones como persona y como ser social, digamos, frente a eso. Yo te digo como funcionario público que estuvo en el terreno… Hum… No tuve la percepción específica de que estuviera violentándose un derecho fundamental, y si lo hubiera observado y estaba al frente creo que hubiera sido el primero en protestar, porque finalmente una de mis obligaciones es la de ser garantista frente al respeto de los derechos humanos de las personas”, dijo Zuluaga una semana después del desalojo. A nadie de la comunidad le llegó la resolución con la orden de desalojo. La única vez que recibieron algo parecido fue el 25 de enero: una orden policial en la que los señalaban de invasores y les exigían que se retiraran en un plazo de 24 horas, porque ese terreno, según el documento, le pertenece al Estado. Esta única orden cumplió su ultimátum dos meses después, en el primer desalojo. Para mediodía más de la mitad de

La Personería se retiró, a pesar de que el desalojo no había terminado: “Encontramos una respuesta negativa por parte de las autoridades. La determinación que tomamos fue retirarnos del terreno, porque vimos que nuestra presencia y posición no estaba siendo garante de derechos humanos sino todo lo contrario, legitimadora de la actuaciones arbitrarias que estaban llevando a cabo algunos funcionarios de la municipalidad. Lo que procedemos es a instaurar una queja para iniciar unas investigaciones disciplinarias que contienen los abusos de autoridad, los comportamientos arbitrarios y atípicos de los funcionarios”, dijo tres semanas después Jesús Sánchez, personero delegado. *** –Nunca había estado en un calabozo. Pa’ mi eso fue muy horrible. Yo pensaba un poco’e cosas. Imagínese: yo acá, mi familia allá. Como dijeron que esto lo iban a quemar, me la pasé ahí sentadito, con frío y sin dormir.

Una señora de Bello Oriente le ofreció una pieza donde se ha quedado con su familia, pero apenas amanece salen a la calle. Yeison pasó 24 horas en un calabozo, y cuando lo soltaron le advirtieron que lo iban a investigar; le dijeron que andaban buscando a los líderes de la invasión, que tenían orden de captura. –Hasta me trataron de guerrillero –dice. *** Deisy quiere ponerse a lavar la ropa pero el riachuelo está seco. Quiere dibujar las cosas que ve y le gustan, quiere ser abogada pero dice que ya no hay tiempo. “Si al menos aprendiera a manejar una máquina de coser”, dice. Quiere hacer tanto que hasta le duele la cabeza de pensarlo. Para cumplir siquiera uno de sus sueños, dice, necesita una casa. –A veces agacho la cabeza y digo que voy a renunciar a esta lucha, pero al momentico vuelvo y me levanto. Me dan ganas de coger todo y botarlo y ya


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no tener nada. Uno no puede apegarse a lo material porque pierde la cabeza. Uno sufriendo porque se me van a llevar un palo, se me van a llevar la ropa… No, eso no son cosas importantes. *** En el primer desalojo, EL 26 de abril, ochenta casas fueron destruidas. Casi 250 personas vivían en este lugar. La Alcaldía no les dio albergue temporal. Esa noche muchos durmieron en el piso de la pequeña casa donde está la Defensa Civil. Al día siguiente, la Junta de Acción Comunal de La Honda ofreció su sede y allí pasaron tres noches. La única ayuda alimentaria que recibieron la donó la Pastoral Social. Esperaron a que llegara el gobierno con ayuda humanitaria, pero no llegó. Cansados de dormir apiñados, decidieron regresar al lote a reconstruir sus ranchos. “Son 200 mil viviendas gratis lo que vamos a poder entregarles a los más pobres de los pobres”, prometió el presidente Santos al inicio de su gobierno. Pocos entienden cómo será la entrega, pero muchos desean ser beneficiados. Dicen los funcionarios públicos que el sector donde está la invasión es una zona de alto riesgo y que por eso no pueden estar allí. Pero a dos cuadras de ese lugar se construyó un Centro de Atención Inmediata –CAI– de la Policía, un edificio de cuatro pisos que fue entregado el año pasado, en el que se invirtieron 977 millones de pesos. Y una cuadra más allá está, lista para estrenar, la urbanización de La Cruz: “son 155 viviendas, un complejo para reubicar a la gente del sector que esté en zona de alto riesgo no recuperable. Ya están seleccionados los beneficiados, personas que llevan cinco años en el lugar. Los apartamentos son de 47 metros cuadrados. Son muy chéveres, a la gente le van a encantar”, dice Diego Restrepo, director del Instituto Social de Vivienda y Hábitat de Medellín, que según el Plan de Desarrollo tiene como reto entregar quince mil soluciones de viviendas. –Mira te entrego el ABC del subsidio de vivienda –dice el director del Isvimed–. Ahí te explican cómo acceder al subsidio de vivienda. Es una cartilla de 16 páginas. La carátula es el dibujo de una familia: papá, mamá e hijo; arrastran un carrito de supermercado sobre el mundo, en el carrito llevan una casa blanca. –Nosotros como instituto no somos preventivos sino reactivos. Tenemos un censo, sabemos que fueron desalojadas 244 personas. Pero tenemos que cruzar toda información porque hay personas de ahí que aparecen con vivienda en otra parte. Además, en el subsidio tiene prioridad los afectados por el invierno o por obras públicas o desplazamiento. Nos comprometimos con estas familias a buscarles una solución, estamos en ese proceso. Pero nosotros no tenemos un banco de inmuebles para decir “usted va para tal lado ya”. Las personas que viven en lo más alto de las laderas, en los barrios que la administración municipal delimita como el borde de lo urbano, se preguntan cómo cambiarán sus territorios con El Cinturón Verde. Aunque en el caso del asentamiento se ha insistido en que los motivos son la inestabilidad de terreno, según el Proyecto Urbano para la Legalización y Regularización Urbanística del barrio La Cruz y La Honda (implementado desde la administración pasada), este lugar, que en los planos aparece como Ramírez Jhons, está destinado para una conexión con Bello Oriente, pero aún no está claro si será un vía peatonal o vehicular. –Nosotros le estamos planteando a la población: no seamos irresponsables con el Valle de Aburrá, no sigamos expandiendo. Si es población desplazada, para eso está el Plan Retorno; de ahí nacen proyectos como El Cinturón Verde. Del Cinturón Verde se sabe que hace parte del Plan de Desarrollo “Medellín un hogar para la vida”, y que es una medida para regular la expansión y ocupación de las laderas de la ciudad. Pero esta ciudad

crece al ritmo del conflicto armado; según la Personería, en los últimos cinco años han llegado a Medellín 86.461 desplazados.

Primero fue una verde ladera

“El hombre es un animal cazador y seguirá siéndolo hasta el fin de los siglos, el objeto de su caza es el hombre mismo”, Manuel Mejía Vallejo. Hoy, la mañana del primer viernes de mayo, un coro de martillos repica: los hombres clavan tablas que serán los muros de los nuevos ranchos. En la parte alta del lote, en el lavadero comunitario, algunas mujeres friegan la ropa, mientras otras pelan plátanos verdes para los fríjoles que serán el almuerzo de todos. Hay veinte casas en pie, pero todavía faltan más. –Todo esto empezó como una venganza contra el Estado, porque sabemos que este terreno le pertenece a ellos. Ramírez Johns, que es este proyecto que tú ves acá, lo tienen destinado para una carretera panamericana. Decidimos frenarle ese proyecto al Estado para que acoja estas familias y puedan acceder a los beneficios con los que la ley ampara a los desplazados –dice Luis Castellanos. Pocos saben que ‘El Flaco’ se llama Luis Castellanos. No vive aquí ni viene todos los días; por eso delegó a otros dos líderes de la comunidad. Viste camisilla blanca, pantalón deportivo negro y tenis. Usa unas gafas oscuras y tiene el pelo engominado. El 15 de enero de este año reunió a varias familias y les dijo que todo estaba listo para tomarse ese lote baldío donde solo moraban los pinos, los eucaliptos, las vacas y un chivo. Ese mismo día, con la promesa de un rancho propio, la gente cogió machete y empezó

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bio de nombre de asentamiento a invasión es porque invasión suena desagradable, asqueroso, como a ladrón. Decidí implementar eso, que esto no fuera una invasión sino su barrio, sus casas; El progreso, como se llama. Pocos saben que este no es el primer asentamiento que lidera, que viene poco porque está amenazado, que está siempre pendiente de su celular, que cuando viene le avisa a todas las justicias que conoce. Pocos saben que tiene una historia que no puede contar. –El decir de los políticos es que hay que esperar y esperar, y la verdad es que la necesidad no tiene espera. ¿Qué tenemos que esperar? ¿A que ellos se llenen los bolsillos de plata? Mami, es que usted nunca va a pensar por mí; por más amistad que vos y yo tengamos, tú siempre vas por tu propio interés. Es muy poquita la persona que dice “yo me hago matar por la gente” sin recibir nada a cambio. Estamos jugando es a Jesús. Yo no soy de las personas que me conformo con cualquier lagaña de perro –dice el Flaco. El Flaco se despide. Su figura larga recorre el camino de tierra que conduce a La Cruz. A su alrededor hay cirirís que vuelan y se posan en las estacas de los ranchos a cantar. Hay perros acostados que reciben el sol y se rascan el pelaje. Hay muchachos que lo único que hacen es fumar. Hay un viejo de 76 años llamado José Garcés, que todos los días se sienta en la misma banca a contemplar las nubes, a pensar en las hijas que hace 16 años no ve, y en la promesa que le hicieron de llevarlo a un ancianato; “seguro están esperando que se muera un viejito”, dice. ***

Hay fríjoles, pero hacen falta más plátanos verdes, cebollas, tomates, zanahoria. Le van a desmenuzar una cidra y Victoria mandó por quinientos de garra. En una olla se cuece el arroz y en la otra se calientan los fríjoles. El fogón es de leña. Bajo la sombra de un plástico negro, Victoria mete la cuchara y revuelve aquí, la saca, la mete de nuevo y revuelve allá. –Qué horror, ¡garra! –dice Bella, y se niega a ir a la carnicería. –Mijo, eso le da sustancia. Bien picadita. –Qué horror. Bella no quiere hacer nada. Camina hasta la carpa donde las mujeres pican el Segundo desalojo 31 de mayo. Mujer ve destruir su casa revuelto. Se extiende en la manga y cierra los ojos. Está cansado de rebuscarse el alimento de el banqueo del lote. Las familias se multiplicaron, de todos, de llamar a Magali, la de la Pastoral Social, a veinte que iniciaron pasaron a ochenta. decirle que ya se le acabó todo. Los fríjoles del al–Vení te muestro este lugar. muerzo eran lo último del mercado que les donaron Cruzamos el pequeño riachuelo que baja de Santa hace tres días. A su lado está Lucía*, quien desmenuElena y que está en el camino hacia Bello Oriente. El za un plátano verde con una cuchara. –Yo no conocía Medellín. ¡Uno que parece un monagua está fría. Una mujer golpea los trapos enjabonatañero! Veía un carro y ahí mismo salía a las carreras. dos contra las rocas, mientras sus cuatro hijos, todos Una hermanita mía decía: “¡Ay, mami! Mire todos esos menores de seis años, se bañan; llena de agua cocas bombillos”, porque uno se asomaba y veía a Medellín de plástico. todo iluminado –dice Lucía. Llegó a Medellín de once –Señor, estoy lavando acá porque en el lavadero años, con siete hermanos y su mamá, desplazados de comunitario hay mucha gente –le dice al Flaco. Dabeiba. –Tranquila mi amor –le dice, y continúa su relaEn la finca de Dabeiba abundaban el plátano, el to–. El cinco de enero empecé a elegir el sector. Vi la café y la yuca. Los días eran todos iguales, olían a problemática de este camino, de que acá violaban las zapote y a mango. Al mediodía, ella y su hermana niñas, acá tiraban los muertos, era un terreno que se llevaban el almuerzo a los trabajadores de la finca. prestaba para muchas cosas. Seleccioné familias que Su papá era el mayordomo. Hasta que una noche, a la estaban llevadas del verraco. A cada persona se le diez, alguien deslizó una boleta bajo la puerta. dio un lote de cinco por siete, y de ahí les dije: “vamos –Que nos fuéramos o que si no iban a matar a a ir escalonando así la tierra, de casita en casita por papá. Mamá salió con todos nosotros con lo que temedio de tambos para que el terreno no ceda”. Yo níamos puesto. estuve conviviendo mucho tiempo con los Emberá de –Nosotros también sembrábamos yuca y plátano, Mutatá, y veía cómo ellos construían sus chozas en y ordeñábamos vacas –dice Luz Mery–. Cuando se medio de las lomas –dice el Flaco. metió toda esa gente y estaban matando y acabando Nos sentamos sobre unos costales. Unos chicos con todo, salimos de allá y dejamos cuatro hectáreas fuman cigarrillo y escuchan reggaeton en unos par- y media de tierra. lantes portátiles. Luz Mery y su esposo se desplazaron con sus seis –¿Por qué haces énfasis en que esto es un asen- hijos hacia Cocorná, un pueblo donde también abuntamiento y no una invasión? dan las frutas y los ríos. Sigfredo, el mayor, tenía ocho –La verdad, viene siendo lo mismo, pero el cam- años. Sembraron y comieron de la cosecha. Nacieron


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le pidió al conductor que la sacara de su tierra. –Yo sí quisiera volver al Chocó. ¡Ay!, a mí me hace falta mucho mi tierra, mi plátano. Acá hace mucho frío, ayer me echaba la nariz agua del frío, ese frío lo acaba a uno acá. Allá tiene uno la tierra caliente y uno todo el día relajado en su agua bañándose –dice Juana–. ¿Muchacha, usted oyó que están diciendo que van a venir a quemar? ¿Será que son tan brutos pa’ hacernos eso? Segundo desalojo. Mujer furiosa. dos hijos más. La casa era bonita, con cestos de flores en el corredor. Pasaron seis años y Sigfredo empezó a trabajar de obrero para la Alcaldía. Pero un día los paramilitares llegaron a Cocorná y empezaron a matar a los muchachos. A Sigfredo lo confundieron con otro al que buscaban. Luz Mery estaba en la cocina cuando le avisaron, pero uno de los asesinos advirtió que no era el que buscaban; lo dejaron libre. –Ahí fue que dije: ¡No! Yo no por acá no me quedo. Y ahí fue que me vine pa’cá. Llegamos con las meras cositas. Arrimamos al Popular y una muchacha nos ayudó a conseguir una pieza y ahí nos metimos todos. El gobierno me dio una ayuda, me pagaron tres meses de arriendo y me dieron un mercado. Y ya de ahí nos conseguimos un lotecito por acá. Pero yo ya no quiero estar con mi marido. Se cree el dueño de la casa, y por eso estoy por acá. Las mujeres echan el plátano, la zanahoria y los aliños en un perol pequeño. Victoria lo agarra y va hasta donde está la olla grande con los fríjoles. El agua hierve. Apenas destapa la olla, el humo tapa su rostro. A dos metros seis niños juegan con canicas. Ven la cámara fotográfica y piden que les tomen fotos; se abrazan, se ponen cachos en la cabeza, ríen. –Eso es muy triste, yo chillé. A uno le duele muchacha, ¡que le tumben la casa! Seis mil pesos me valió cada palo. Yo he sufrido mucho, que pague arriendo aquí que pague arriendo allá. Yo quiero algo que sea de mis hijas, ¿sí me entiende? Porque no nos digamos mentiras: hoy o mañana uno para los tarros, mija, y que no queden ellas rodando como uno lo ha hecho. Quiero tener una casa propia pa’ ellas, que nadie tenga que decir: “vea, se me va de aquí” –dice Lucía. –A esta invasión llegué hace cuatro meses –dice Luz Mery–. Mi lote quedaba allá abajo. Yo venía y cocinaba, allá tenía mis ollas. El día del desalojo me senté a llorar y a ver cómo destruían mi casa que yo solita construí y boté mis fuerzas ahí; me demoré como una semana construyéndola. –Mi esposo me dice: “negra, no moleste más por allá”. Dicen que como pobre sigue uno adelante, pero es que si uno a diario se queda que como pobre sigue adelante, entonces nunca va a tener nada –dice Lucía. El viento sopla y levanta el aroma de los pinos y los eucaliptos. El arroz ya está pero a los fríjoles les hace falta más candela. El hambre no espera. Victoria reparte platos con arroz y huevo frito que pasan de mano en mano. Una, dos cucharadas y se emboba el hambre. Los niños hacen corrillo, sus ojos ávidos se clavan en las yemas blandas y amarillas. –Yo soy Juana Palacio de Palacio, porque uno cuando se casaba se tenía que poner el apellido del hombre. Yo soy del Chocó, del Baudó. Allá nací y crecí. Desde hace catorce años estoy en Medellín, pero cuando la cosa se calma me voy pa’ mi tierra porque esto acá es muy aburridor. Uno allá tiene su plátano, todo lo consigue, a veces sin plata. Hoy se puso sus ropas más nuevas: camisa negra, falda y sandalias blancas. Viene del Centro. Le ofrecen arroz pero ella tiene sed. Viene de hacer filas largas, a la espera de la ayuda que el gobierno le da por ser desplazada. Dejó su casa de madera sobre el río Amparrayá. Allá nacieron sus hijos: cinco hombres y cinco mujeres. Vivía del cultivo de plátano. Pero llegaron la guerrilla, los paramilitares y el ejército. A la casa de Juana se metían como si fueran sus dueños, la obligan a que les cocinara. Una noche le pidieron que les preparara una gallina o la mataban. La única luz que tenía era la del fogón de petróleo, tembló por cada pluma que arrancó. Al otro día, Juana salió a buscar la carretera, paró el primer camión que vio y

De cenizas no se hacen casas.

“Por cortesía de Tol-Kanola, su refresco que sí refresca, y de la gran Compañía Aseguradora, hemos presentado el incendio de hoy en boletines exclusivos. Más de veinte ranchos del barrio Montonera han quedado en cenizas. Radio Espacial, la emisora que hace noticias, detalló a ustedes el suceso más destacado en los suburbios. Nuestra ciudad progresa, el mundo marcha, gracias por su sintonía. ¿Aló, estudios? ¡Cambio!”. Manuel

Mejía Vallejo.

qué llevársela”. Yo fui a quitarle las palas al policía, y me cogió de las manos y de la nuca, me agachó contra el suelo y me aporrió. Se me paró con una bota en un pie. Me sacó un chibolo. Entonces llegó doña María y le dijo: “si le da un golpe más al pelao, le doy con el tizón en la cara”. Solo un grupo de chicos, estudiantes de Trabajo Social en la Universidad de Antioquia, los han acompañado día y noche. Se han turnado para estar en el campamento y no abandonarlos; les ayudan a rebuscarse la comida y a buscar contactos en la Personería, en la Alcaldía, para que alguien los escuche. Erika, una chica de veinte años, tiene las ojeras hondas y la ropa sucia. No ha dormido nada desde anoche. Los anima, les habla de derechos, les propone volver a la Unidad Permanente de Justicia; dice “reclamar”, “exigir”, “protestar”. Tras una olla llena de gelatina roja hay una larga fila de niños. Cada uno lleva su vaso y su cuchara. Una mujer vigila cada porción y los saca de la fila después de que dos o tres cucharadas caen al vaso. En la calle algunos se encargan de detener las busetas de La Cruz y le piden a los choferes una contribución para el almuerzo. Doscientos, quinientos, mil pesos. Al Flaco no lo han visto más por aquí. Bella renunció a su liderazgo. Emilsen, la otra líder, les dice que al que no venga a dormir a la cancha lo saca; que el que no tal cosa, tal otra; que el que no está con ella, está contra ella. Se reúnen bajo uno de los arcos de la cancha y discuten sobre volver a la Personería. Deciden, se ponen sacos, empacan cobijas y se marchan. –Nosotros no vamos a ir porque nos vamos a quedar cuidando las cosas –dice César, el marido de Deisy. –Pa’ que después no vengan a decir que no quisimos bajar, y no vengan a sacarnos de acá también –dice Deisy. A menos de medio kilómetro de la cancha está lo que quedó del asentamiento: una tierra desolada en la que empieza a borrarse el rastro de los ranchos. Sus senderos están sembrados de yerbas aromáticas: limoncillo, yerbabuena, diente de león, altamisa, salvia; crecen entre la maraña, al lado de arbustos de sauco. Son bálsamo para las llagas. En la tierra amarilla hay varios círculos negros: cenizas que de a poco se lleva el viento. Cae la tarde. En el cielo diáfano se difumina un azul intenso. En el centro del panorama se ve el Cerro del Volador, donde los vestigios de los Aburráes fueron, en su mayoría, saqueados. En Medellín se encienden las primeras luces del alumbrado público: parece un gran circuito eléctrico. Desde este lugar por el que corre el viento frío, y en el que se cree alcanzar el firmamento ante la primera estrella que asoma, la ciudad parece un espectro lejano y ajeno.

Treinta familias viven en doce carpas. Están en la cancha de cemento del barrio La Cruz. Allá los dejó la Personería de Medellín la madrugada del 27 de junio, después de que la comunidad marchara a pie hasta la Unidad Permanente de Justicia. El día anterior había regresado el ejército de funcionarios de la Alcaldía; esa vez, en lugar de almádana y machete, usaron candela. En cenizas quedaron los únicos cinco ranchos que quedaban en pie y toda la madera que encontraron los funcionarios. Las familias que a esa hora dormían, en casas de familiares o vecinos que les dieron albergue mientras conseguían con qué volver a construir, oyeron los gritos, olieron el humo, vieron la candela y corrieron. –Ese día llegaron a desalojar y yo pensé que iban a hacer lo de siempre: tumbar los ranchos. Pero hicieron un montón de bulticos de madera y plástico y empezaron a quemarlos. Yo pensé que no me iban a quemar nada. Cuando nos dimos cuenta de que era en serio que iban a quemar todo, yo le dije al marido mío: “César, llévese la madera y el techo”. Los tombos se encarrilaron por todo el sector de la invasión a no dejar que uno sacara las cosas. Después nos dijeron que teníamos que recoger todas las pertenencias personales. Les dijimos que no íbamos a recoger porque las pertenencias de nosotros estaban hechas en madera. Yo tenía al niño ahí, y me dijo un policía: “le voy a echar a Bienestar y a Secretaría de Infancia pa’ que se le lleven al niño”. Y nos quemaron todo –cuenta Deisy. Sentada sobre la cobija que salvó del fuego, alimenta a Leison de su seno derecho. A su lado están los otros dos hijos: la niña dibuja en una libreta una casa con una puerta y dos ventanas, Daniel llora, llora, llora. Anoche llovió. Gotas gordísimas y duras amenazaban con aplastarlo todo. En las gradas hay varias colchas y cobijas extendidas. Todavía están mojadas, a pesar del calor, que es igual dentro y fuera de las carpas que prestó la Cruz Roja; carpas para cuatro personas en las que duermen hasta dos familias. La Personería de Medellín vino, tomó datos, preguntó: ¿Desplazado de dónde? ¿Cuántos hijos? ¿Recibe ayuda del gobierno? Y se fueron con la promesa de ayudarlos. Ahora, mientras las mujeres deciden qué hacer de comer, los niños corren por la cancha y juegan a perseguirse. –Me quemaron hasta la cama. Yo le dije al policía: “déjeme el fogón ahí quieto que voy a calentarle el desayuno a los niños porque no han comido”; no me paró bolas, y llegó y ¡tin!, me tumbó todo el fogón al suelo. A mí se me fue subiendo la rabia. Yo le decía al policía: “es que nosotros no tenemos para donde irnos”. Se llenó de ira y lo que hizo fue agredir a César: lo cogió de la nuca y lo tiró al suelo, lo estaba ahorcando; todo porque César le dijo: “no se me lleve los machetes y las palas, Después del primer desalojo. La esperanza renace. eso es herramienta mía y usted no tiene por


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Jovenes del dicho al hecho La Plataforma Zonal de Juventud lucha por la reivindicación social de la juventud y sus libertades individuales y colectivas, expresiones que se hacen visibles en la quinta versión del Festival Zonal de la Juventud 2012. Por Leider Restrepo - Foto: Autor

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stos jóvenes disfrazados, montados en zancos, en bicicleta, que hacen malabares, tiran fuego por la boca, cantan hip hop, bailan break dance, entre otras cosas propias de la energía juvenil, son los mismos que conforman la Plataforma Zonal de Juventud de la Zona Nororiental de Medellín. Para ellos no existen fronteras entre las cuatro comunas de la zona: Popular, Santa Cruz, Manrique y Aranjuez, y por eso hablan de una plataforma zonal que pretende articular

procesos juveniles con una apuesta política por las libertades individuales y colectivas, como un acto de reivindicación social de la juventud, estigmatizada y relacionada con la violencia y el crimen. La apuesta es demostrar, desde el arte y las acciones conjuntas, que los jóvenes no están para la guerra y que su apuesta es otra, con el arte, la participación, el respeto y garantía de los derechos humanos y la incidencia en políticas públicas. Como plataforma llevan un año y medio, aunque desde 2008 realizan el Festival Zonal de Juventud, que comprende actividades como foros temáticos, acciones colectivas, música, campamentos y, sobre todo, mucha diversión. Dura toda una semana, y se propone como un espacio alternativo a la Semana de la Juventud que realiza la Alcaldía de Medellín, pues es un festival que está por fuera de la institucionalidad, organizado y gestionado por los jóvenes de las cuatro comunas. Cada año gira en torno a una temática central, que en esta ocasión fue “Movimientos sociales de jóvenes líderes, del dicho al hecho”, tema del foro que realizaron en la Casa de la Cultura de Manrique el 27 de junio pasado. Dos días después el encuentro fue en la “Lunada de resistencia”, que inició con un recorrido carnaval, al ritmo de la chirimía y los malabares, desde la cancha del barrio El Jardín hasta el Teatro al Aire Libre Talita Cumi en San José de la Cima número 2, Manrique. La jornada se extendió hasta la media noche, al son del hip hop, el break dance y el pop, con la participación de agrupaciones juveniles de toda la zona, como Movimiento Clan, Rap del Vientre, NN Underground, Jasentes, Alexia, Funking Powers, entre otros. Santiago Olaya, uno de los jóvenes que se vinculó al proceso este año, está comprometido con la Plataforma y opina que “este Festival es mejor que la Semana de la Juventud, porque se hace en pro de los jóvenes y tiene una postura más crítica”. Para él, este evento es gratificante porque “aleja a las personas de la calle, de las drogas, y así nos sentimos incluidos, en cambio con lo de la Alcaldía uno no se siente identificado. Acá es mejor, es algo hecho por jóvenes y para jóvenes, no por otros. Si queremos eventos para jóvenes, los tenemos que hacer nosotros. No es hacer por hacer, sino traer un mensaje, y el de este año es el de jóvenes líderes”. ¿Cómo surge la idea de la plataforma? Omar Alonso Gallo es uno de los jóvenes que está desde el principio, y cuenta que “surgió de un proceso de fortalecimiento a organizaciones juveniles realizado por la Alianza Zonal de Juventud, que dinamizan la Fundación Sumapaz, la Corporación Convivamos, la Corporación Nuestra Gente y la Corporación Talentos. Allí los jóvenes pensaron en crear un espacio para articular los procesos juveniles.

Hasta el momento hay 16 organizaciones, pero el reto es que cada vez se sumen más. Según explica Omar, la importancia de articularse como plataforma radica en que “cada proceso, grupo y organización tienen sus dinámicas y aportan a la agenda conjunta, lo cual les permite movilizarse desde la diferencia”. P a r a

Omar lo más significativo del foro fue “que todos se comprometieran a generar estrategias para invitar a los grupos juveniles de las comunas, pues la meta es fortalecerse más, romper las barreras por comuna y,

más bien, hablar de zona nororiental; la propuesta es unirnos. Con este Festival estamos reivindicando la posición del joven como actor de transformación desde lo artístico y lo cultural, y así le demostramos a la ciudad que la zona no es violencia, que el joven en la esquina no es violento, sino que es vida. Si nos están matando es porque tienen miedo de que transformemos y les robemos jóvenes de la violencia”. Para resaltar: Estos jóvenes no reciben recursos de ninguna entidad estatal, gestionan ellos mismos, con las Juntas de Acción Comunal, en las tiendas y del bolsillo propio.

“Pablo Escobar no es nuestro ídolo”

La apuesta política no solamente es el arte, sino también la participación. Yerson Gonzáles, del grupo Simplemente a Blanco y Negro de la Comuna 1, afir-

“Todos y todas, unidos en una sola voz, en un solo canto, proponiendo, accionando y realizando resistencias”.

ma que el objetivo es tener incidencia en el territorio; para él, “la movilización es un escenario legítimo de poder popular, necesario para mejorar las condiciones de miseria de los sectores de la periferia”. Por eso el grupo al que pertenece Yerson se encarga de crear escenarios donde los jóvenes de procesos organizados y del común puedan pensarse para construir su propia forma de vida. Además, señala que el proceso en su grupo y en la Plataforma no está cooptado por la institucionalidad, y por eso son autónomos. Según Yerson, festivales como estos, con iniciativas propias, les posibilitan habitar y recrear espacios donde se construye desde la diversidad. Su sueño es “que los jóvenes cuenten en la ciudad, pero no en las estadísticas de criminalidad sino en procesos de jóvenes para jóvenes; por eso no asumimos prácticas estatales, pues le apostamos a un mundo posible, sin armas ni violencia, y a que se entienda que los jóvenes no somos sinónimos de delincuencia y que Pablo Escobar no es nuestro ídolo”. Fernando Zapata, representante de la Fundación Sumapaz en la Alianza Zonal de juventud, dice que la idea es que el Festival se mantenga en el tiempo. Una de sus ventajas es que la planeación se hace de la mano con los jóvenes, y ahí radica la clave del éxito, en la participación. Una de las apuestas de la alianza es la “formación y la reivindicación de los valores juveniles y comunitarios, el convite, la solidaridad. Un NO a la violencia y un SÍ al arte”. Fernando pertenece a procesos similares desde la adolescencia, y por eso le parece muy gratificante poder fortalecer estas iniciativas. Señala que lo más “bacano” es esa energía de los jóvenes, su necesidad de explotar y transformar, así sea un poquito. “Uno cree que están desesperanzados, pero cuando se comparte con ellos surgen todas estas cosas. Ahora cantan no solo de la violencia, sino también de la revolución, y cuando participan en espacios institucionales sus aportes son con criterio, con propuestas”, dice. Un asunto que ha sido clave en el fortalecimiento del proceso juvenil es que las cuatro organizaciones apoyan cosas puntuales desde lo formativo, pero ellos mismos se encargan de la autogestión y de asumir retos de ese tipo; por eso se entienden como organizaciones aliadas y no como entidades padrinas o paternalistas del proceso, y priman la independencia y la autonomía. Lo que se viene en el futuro, según Fernando, es una gran cantidad de “retos, esperanzas, ilusiones; es la posibilidad de generar transformaciones, tal vez pequeñas o simples, pero no importa”.


Desde el interior de la Comuna

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a Comuna es observada por sus habitantes, que desde abril iniciaron el aprendizaje de la fotografía. Ellos retratan la cotidianidad de Manrique. Lo que es una práctica de clase se ha convertido en material histórico con mucho valor. La fotografía es la expresión artística más inmediata, y la tecnología ha facilitado el acceso a

Manrique pintando el cielo. Foto: Diana Soledad Pino

ella. A Manrique han venido cientos de fotógrafos a capturar ese instante que ven, pero que no viven, y los mismos habitantes han olvidado detenerse a observar sus propias vivencias. En Tinta Tres hemos querido recuperar la memoria fotográfica entregando talleres a la comunidad. Desde abril un grupo amplio ha estado participando en dichos talleres, donde damos elementos básicos de composición

y, sobre todo, algunas pautas para entender la fotografía como un arte complejo y hermoso. Lo que sigue es recorrer a Manrique y contar la historia con imágenes, para aprender a ver fotográficamente. A Omar Jaramillo, participante del taller, la fotografía lo motiva a “utilizarla como medio de comunicación para difundir sentimientos, para unirse más a la naturaleza, al medio ambiente, a las personas, y a ser más

Buscando la luz que a veces no encontramos en los demás. Foto: Yuliana Yepes

receptivo y más sensible al entorno”. Fray Ocampo, otro participante, dice que “la foto es una vida y la vida es una foto”. Lo más importante de los talleres es despertar ese amor por el detalle, la sensibilidad frente a una escena, el ejercicio de ver una fotografía como un poema; por eso nos inspiramos en los maestros, vemos sus fotos y las analizamos.

Tierra-Aire-Agua.Tesoros invisibles que descansan bajo el agua. Foto: Cristian Danilo García (Danilo Garca)


¡Ahora tengo tiempo para hacer mis cuentas! Parque Gaitán. Foto: Omar Jaramillo.

Caminos en la ladera que bordean el peligro. Foto: Fray Ocampo

Pensar y descansar… ¿Qué más falta por hacer? Parque Gaitán. Foto: Omar Jaramillo.

Miradas unidas a una sola mirada permanente. Foto: Cristian Danilo García (Danilo Garca)

Cuando eres niño tienes una sonrisa al amanecer... Barrio La Cruz. Foto: Yuliana Yepes

Niño alegre con figuras geométricas. Bello Oriente. Foto: Milena Yepes


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Biblioperiodismo en Accion Los ratones de biblioteca van a la prensa

Somos un equipo de niños lectores que asisten a procesos de formación literaria en el Centro de Lectura Villa de Guadalupe de la Fundación Ratón de Biblioteca. Nos gusta leer, nos gusta escribir y también nos gusta vivir en sociedad, indagar, investigar y descubrir lo que somos cuando logramos encontrarnos con el otro y con el universo de los libros. Somos biblioperiodistas, y día a día vamos descubriendo nuestra realidad para luego informar a todas las personas en nuestro sitio web: <http://biblioperiodismoenaccion.wordpress.com/>

Cielo

Ana María Botero (11 años) Biblioperiodismo en acción

Los niños de mi barrio

Daniela Bedoya Acevedo (11 años) dani-110826@hotmail.com Biblioperiodismo en acción

A veces la gente dice ¿en dónde estarán las estrellas? Quizás se las llevaron… ¡O se perdieron! Si viajo al espacio ¿Será que allí están? A veces me pregunto, una y otra vez… ¿Para qué me asomo a la ventana si en este cielo tan hermoso no hay ni una estrella? O me pregunto de nuevo… ¿Existirá alguna? Mmm...

Basado en el libro La niña enlunada. Texto de Carlos Murciano e ilustraciones de Asun Balzola, Editorial SM, 1988.

Mi llegada a Guadalupe Los soldados también tenían que agacharse para que el viento no se los llevara Anderson Estiven Jaramillo Posada. (10 años) Biblioperiodismo en acción

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uando yo llegué al barrio Villa de Guadalupe, sentí mucho apuro de conocerlo y pensé que iba a pasarla muy bien, y así ha sido siempre. Empecé a ir a un lugar en donde había muchos libros, y en ese lugar fue donde conocí la literatura. Allí pude conocer personas, participar en los talleres, conocer amigos y hacer muchas cosas creativas y de lectura. Este lugar se llama Ratón de Biblioteca, y allá es donde aprendo muchas cosas que me enseñan los profes. Yo vengo de un pueblo, y allá no había biblioteca, pero en la escuela cogía libros y me sentaba a leer. También había computadores, pero tenía que pagar, y ese día vino las Farc y nos dijo que nos teníamos que ir. Para mí ha sido el día más triste, y eso que

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odo lo que he visto hasta este momento, y lo que puedo observar, es que los niños son un poco obedientes, muy juguetones y gritones acá en el barrio Manrique. En otros barrios, sin embargo, los niños me parecen muy amargados y no salen a jugar a la calle. Algunos se quedan en la casa ayudándole a la mama con los oficios, son muy bonitos y cultos cuando salen a la calle; pero otros son muy gritones, como mis vecinos que juegan todo el día a las escondidas, chucha cogida y seguida, tintín corre corre, y aunque no me crean, mi calle es una loma empinada y allí juegan fútbol. ¡Increíble! Juegan todo el día y por las noches no dejan dormir. Es gracioso, pero hay muchos chismosos de mi edad que se dan cuenta de todo lo que pasa por mi casa, y los padres de los niños son el triple de chismosos; parece que les enseñaron mal. En este momento quiero que todo cambie para mí y para todos los niños que hay en mi barrio, y que cambie la pe-

reza de los niños que no obedecen a la mamá. Sobre todo, lo que me da más tristeza es que algunos niños se están enseñando a las drogas, y eso es tan malo para el organismo que apenas estamos desarrollando que no sabemos qué les podrá ocurrir cuando sean grandes. Muchos están empezando con el cigarrito y van avanzando hasta llegar a las drogas. Yo soy de las niñas que le hacen caso a la mamá para no caer en el camino de las drogas. Ojalá todos, y en especial mis amigos, sigan juiciosos.

era Semana Santa. Ellos nos echaron porque allá decían que yo decía chismes, y las personas tuvieron que echarnos porque sino nos íbamos nos mataban. Cuando nos dijeron eso, de una tuvimos que recoger la ropa. Mi mamita estaba llorando, y yo me preguntaba: ¿Por qué tenemos que irnos? ¡Si no hemos hecho nada! Mientras tanto, Don Ramiro alistaba las mulas con monturas y nosotros esperábamos. Cuando llegamos al río para salir de El Aro (Ituango, Antioquia), mi mamita se subió al “Yonson” y se sintió triste. El “Yonson” es como un barco, y este nos llevó hasta Puerto Escondido (Córdoba), al lado de un río muy oscuro. Recuerdo al padre de mi pueblo porque también era mi padrino. No olvido a mi madrina, ni a mis tíos, ni a mis primas… a Andrea, a Laura, y a muchas personas que quiero. Nos tocaba ir a la cancha cuando tocaba clase de educación física, y estando allí legaban los helicópteros del ejército y yo me sentía protegido. Teníamos muchos amigos… Bueno, la verdad es que solo tenía uno que se llamaba Sebastián. Él compartía sus cosas conmigo, eso es lo que recuerdo. Cuando llegaban los helicópteros teníamos que alejarnos, porque si no nos alejábamos nos llevaba volando, y ellos iban a llevar más soldados y después de unos días les traían el alimento, refuerzos y muchas cosas más. Los soldados también tenían que agacharse para que el viento no se los llevara. Un día a un niño casi se lo lleva el viento, pero logró tenerse de un palo de guayaba. Los guerrilleros de allá no se vestían como los soldados, como muestran en el televisor; ellos usaban ropa normal, y un día nos dieron un papelito a todos los de El Aro para que viéramos cómo eran las nuevas reglas. Luego cogieron a mi mamita y le

dijeron que nos iban a matar. Por eso nos fuimos de allá. El chisme que supuestamente yo había dicho era que yo había ido adonde doña Tulia. Mi padrino me había dicho que iban a matar un marrano, y como no llegaba la hora entonces yo fui a ver si lo estaban matando, y por eso… esa señora se fue a contarles a los de las Farc que yo era un chismoso. Yo ahora estoy acá en Ratón de Biblioteca muy feliz y alegre, con muchos ánimos y muchas sensaciones, porque vivir en la cuidad es como vivir en un castillo y en el campo es como vivir en una casa solitaria muy violenta. Yo no extraño a mi pueblo, ya que allá matan mucho. Si ustedes fueran a ese pueblo llorarían porque los van a sacar de allá.

Abril 12 de 2012

Vademécum Jorge Diego Mejía Cortés jorgediegomejia@gmail.com Insomnia Serotonina + endorfina Cafeína nicotina alcohol Nicotina cocaína tetrahidrocannabinol Adrenalina hidrocortisona placer Presión arterial somnolencia sed Oxitocina subconsciente resaca Exorfina deshidratación y depresión Morfina zucarina Lactosa y cebada Atemporal climático ciclotímico biológico Nicotina nicotina anoxia Atropina, efedrina Remembranzas y emisiones nocturnas Olvidos secreciones psicopatologías Tryptanolrohypnolprozac Anorexia contacto químico amor y chocolate


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Los corazones de dos jóvenes enamorados Por Daniela Bedoya (11 años) - Biblioperiodismo en acción

Porque tú siempre existes dondequiera pero existes mejor donde te quiero Mario Benedetti El corazón de uno de los dos jóvenes enamorados está en peligro. Alguno de los dos tiene que salvarse. El primer día de clases ellos se volvieron muy buenos amigos. Juan Esteban y Andrea algunas veces peleaban, y otras veces jugaban a las escondidas. La pasaban muy bien. Ella aún recuerda los días de su infancia y piensa en Juan Esteban. Andrea me cuenta, con una cara bastante triste,

que fue muy bonito porque eran uno para el otro: se querían por igual. Han pasado quince años y todavía lo recuerda, porque él era muy especial. Andrea suponía que Juan Esteban estaba pensando como ella, que también era especial como él y que se iban a buscar. Y quizás así era. Andrea vivía al lado de la casa de Juan Esteban, y Juan Esteban vivía al lado de la casa de Andrea, pero ninguno de los dos se había dado cuenta. Cuando se dieron cuenta de que eran vecinos, fue muy bonito el reencuentro. Se hablaban por las paredes o se dejaban mensajes de amorpor debajo de las puertas. Pero no todo fue perfecto. Por ahí estaba la Zorrilla, que lo estaba persiguiendo a él para que ellos no se enamoraran. La Zorrilla se llamaba Mariana, y sentía celos al ver que eran dos corazones enamorados y que ninguno tenía lugar para el corazón de ella. Ella no quería que la dejaran sola en ningún mo-

Los ninos de la montana

¿Cómo dos niños comunes y corrientes terminan actuando?

Por Ana Cristina Ayala - anacvelez@hotmail.es - Foto: Autora

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uchos de los que han visto la película colombiana Los Colores de la Montaña del director Carlos Cesar Arbeláez, se habrán preguntado de dónde salen los actores, y se imaginan que son hijos de actores o niños que estudian actuación; pero no, son niños del común, y varios de ellos son nuestros vecinos, entre ellos Elizabeth y Genaro, ambos de Manrique, más exactamente del barrio Las Esmeraldas. El rodaje de la película estaba frenado, pues no tenían un niño albino que hiciera el papel de ‘Poca Luz’, hasta que un día una profesora le dijo a Genaro que se presentara a un casting en el Jardín Botánico; Genaro se presentó y pasó. Elizabeth acompañó a su hermano. Aunque el personaje que interpretó no estaba en el libreto, le hicieron tam-

bién un casting y le crearon un papel como la hermana de ‘Poca Luz’, con su mismo nombre; su personaje sale en algunas escenas como las de la escuela y la de los conejos, grabadas en el municipio de Jardín y en varios lugares de la ciudad de Medellín. Genaro Aristizábal nació el 4 de noviembre de 1999 y cursa séptimo grado en la Institución Educativa Juan de Dios Cock. Cuando sea grande, Genaro quiere ser ingeniero matemático o futbolista, tal como su personaje. La experiencia de participar en la película le pareció “muy grande, porque era la primera vez que hacia algo así”. Sus amigos y la profesora del colegio lo felicitaron, y de vez en cuando le piden en la calle autógrafos y fotos. Elizabeth nació el 21 de enero de 2001 y cursa sexto grado en el mismo colegio en que estudia su hermano. Cuenta que durante el rodaje de la película perdieron dos meses de clase, y para no atrasarse, en los ratos de descanso hacían los talleres que les enviaba la profesora. “Cuando sea grande quiero estudiar actuación y canto”, afirma. A Genaro y a Elizabeth también se les vio en un documental sobre el desplazamiento, transmitido por el canal regional. Éxitos con sus sueños.

mento, por eso se fue a vivir enfrente de ellos dos, para que no hicieran cosas sin que se enterara. Un día los dos se le escaparon a Mariana. Querían que los dejara vivir tranquilos, ya que deseaban mandarse los mensajes de amor y otras cosas personales. Decían que ya había pasado mucho tiempo y que era la hora de estar juntos. Los dos se imaginaban que iban a ser muy felices el resto de sus vidas, y así por siempre, por el resto de sus días. Llegó un momento en que estaban muy viejos y estaban sin casarse. Andrea le dijo a Juan que estaban muy cuchitos y que en cualquier momento se podían morir. Por esta razón se casaron a los tres días. Juan Esteban murió de una enfermedad de los pulmones y Andrea quedó sola en el mundo, pero ella sabía que había una amiga buscándola por todos lados. Andrea estaba destrozada por dentro porque el hombre de su vida se había muerto. Andrea vivió triste para siempre.

Gigantes de la ecolog a Por Elkin Galvis - elkingalvis@hotmail.es - Foto: Diana Pino

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l barrio Carambolas, uno de los más altos de la Comuna 3 y de la zona nororiental, se sube por calles empinadas, pegadas a la montaña, que arañan la tierra para poder seguir allí y permitir al transeúnte o visitante extasiarse con el verdor de las imponentes colinas y montañas, que parecen hacerle cosquillas al cielo y lograr que las nubes se muevan a su antojo. Cuando Lázaro Márquez, habitante del barrio y coordinador del grupo, muestra y presenta con orgullo a los niños y niñas Guardianes de la ecología, vamos bajando por una calle rodeada de casas de diferentes texturas, alturas y colores. De pronto, sorprendiendo a los ojos, aparece al fondo una panorámica dela ciudad, como cuando se quita un velo para dejar ver la luz antes no vista. Entramos a la parcela-escuela, el sol entra por las ramas altas de los árboles y juega con las sombras de los arbustos. Las niñas y niños juegan entre el camino y las plantas, corren a atraparse y ríen desprevenidamente; le huyen a un perro que al ver tanta alegría en el ambiente quiere jugar también, y siguen riendo, algunos trepados en los árboles. “Aquí jugamos y también plantamos, cebolla, cilantro, tomate, café, plátano”, me dice una chica como de diez años de edad, de cara dorada por el sol y ojos alegres; habla como si yo fuera un conocido de años, con mucha confianza y espontaneidad. Algunos siguen jugando con el perro, otros se sientan de cara al sol de

la tarde, que empieza a desvanecerse. “Han venido unos muchachos de la Universidad, a enseñarnos cómo debemos manejar las basuras y cómo reciclar”, dice un chiquilín con los pelos parados en la coronilla. Otra de las chicas salta para decir: “cómo sembrar, echarle agua, ahorrar el agua y cuidar el medio ambiente. También han venido unos señores de Asoprovida a hablarnos de la ecología, y a hacer como unas clases sobre medio ambiente y otras cosas”; se queda como pensativa, tratando de recordar algo, e inmediatamente apunta: “a observar los animales, insectos y flores”. “Desde ese momento los muchachos se volvieron más observadores y ya tienen otra actitud –dice Lázaro–; antes a cualquier animalito que veían le tiraban a estripar”. De nuevo los chicos y chicas se dispersan con el perro, que salta como buscando juego. Con los estudiantes de la Universidad se ha trabajado en tres líneas, anota Lázaro: “la siembra, los saberes y las artesanías, aunque se ha hecho un esfuerzo mayor en la identificación de plantas medicinales o curativas a partir de la forma, la textura y el olor; también han asesorado en la indagación sobre las necesidades más importantes de los pobladores de este barrio, y han colaborado con un diagnóstico realizado entre todos, con el propósito de dar ideas y sugerencias al Plan Local de Desarrollo”; con todo esto, ahora niños y niñas están más comprometidos con el ambiente del barrio.


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Una caricatura ambulante Por ViannyLiezel Correales- ditalinek@yahoo.com.mx

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omingo, ocho de la mañana. Me encontraba en una situación ambivalente: feliz de haberme salido de la universidad, de haber renunciado a mis dos trabajos –en los que no me hallaba–, de sentirme libre, dueña de mi tiempo, de poder explorar diversas formas de sostenimiento independiente, estudiar y aprender fuera de la academia; sin embargo, el reloj de la cuenta del arriendo volvió a marcar un nuevo mes y no tenía el dinero completo. Días atrás, con un viejo amigo, había construido una máquina que bauticé como “La máquina mágica de color”; mi buen amigo la había subido a mi casa, y aquel domingo había decidido salir a la calle para vender las pinturas que producía. Empaqué los tarros de pintura (que suelen llenarse con salsa de tomate, mayonesa o mostaza), las jeringas disparadoras de color, mis parlanticos para amenizar musicalmente los coloresy mi boina para protegerme del sol. Inicié la ruta hacia el parque central de Villa Hermosa cargando la pesada máquina y parando en cada cuadra para descansar mis manos del peso. Al llegar me instauré bajo la buena sombra de un enorme árbol, pegué en el tronco algunas pinturas que había hecho, prendí en mis parlanticos algo de rock and roll, saqué todas las herramientas necesarias para el día de trabajo –o mejor, día de exploración en la calle–,y me senté en el suelo a ver la dinámica del parque a tan temprana hora. Observaba a la gente dirigirse a misa, a la vez que sentía las ráfagas de viento envueltas con hojas secas golpeando mi espalda, mis brazos y rostro. Percibía el olor a etílico de algunos borrachos que aún andaban en el parque, remilgados a entrarse aunque la noche se hubiera escondido y guardado la fiesta en su almohada. Andaba con la cabeza gacha, la mirada perdida y los ojos hundidos en el suelo, mirando quién sabe qué. Su cuerpo flaco, tirado, y su camisa por dentro del pantalón; su rostro menudo y con huellas de trasnocho. Le grité para que me viera y poder saludarlo. Él levantó la mirada, se detuvo y me hizo un gesto como de rastreo para recordar quién era yo. Lo invité a sentarse a mi árbol pintoresco, se sentó y dijo no recordarme, me reí contestándole que perdiera cuidado; tampoco yo recordaba su nombre, pero sí el del billar Turquestán donde él me había atendido meses atrás. Después de pasar por el momento típico de supuesta incomodidad que se siente cuando no se recuerda el nombre de la otra persona, me dijo su nombre: Ramiro. Le recordé el día en que nos habíamos conocido, un

sábado en la noche tomando aguardiente, conversando y oyendo las historias de aventuras del sabio Raúl, su octogenario acompañante fiel de cada noche de trabajo. Después de recordar mis fachas manchadas de pintura, me invitó a un refresco y le mostré las pinturas que hacía con la máquina. Compró una y me contó que él dibujaba caricatura. Me emocioné y le pedí que me enseñara su trabajo, pero andaba de afán así que me invitó a ira su café al terminar mi jornada de exploración, para mostrarme con detenimiento su obra. Quedé pensativa y curiosa al saber que había conocido a un caricaturista en el parque de Villa, evento particularmente mágico; además, él había comprado mi primera pintura del día. Al finalizar la jornada, cerca de las ocho y media de la noche, recogí mis herramientas de exploración. Mi ánimo estaba muy bajo por no haber podido recoger el dinero para el arriendo: solo había vendido tres pinturas; era un sentimiento de tristeza envuelto de satisfacción por todas las historias y personas que había conocido. Me encontraba sin un peso en mis

bolsillos; sin embargo, no estaban vacíos y, más bien, estaban llenos de nuevas historias y sensaciones. El ‘Señor Oso’, como llaman en el parque a uno de los tantos personajes que conocí, me acompañó todo el día; jugamos como cinco partidas de ajedrez y luego me ayudó a cargar la máquina de color hasta mi casa. Al llegar a la puerta nos despedimos, le agradecí por su amabilidad y compañía. Descargué las herramientas en la sala, tomé un buzo del armario y me dirigí de nuevo al parque a tomarme un café en el Turquestán y ver la obra de Ramiro. Al llegar saludé al sabio Raúl, que estaba sentado en una pequeña mesa a la entrada, y luego me senté en la barra a charlar con Ramiro. Sin tener la menor idea de su obra, me dispuse a verla, a la espera de las sensacionesque me producirían los dibujos de su portafolio. Abrí mis pequeños y achinados ojos y le dije: “¡Wuasss! Severo parce, qué chimba de caricaturas, ¡reásperas!”. La verdad no esperaba que los dibujos de Ramiro me sacudieran y me movieran la fibra, tanto por el concepto que transmitían como por la calidad de su obra. Él se reía por mis palabrotas y mi cara de niña emocionada y sorprendida. En particular hubo una caricatura bastante contundente; me atrevo a definir con este escrito mis sensaciones: “un cerebro consumido e hipnotizado por los medios, o un muerto viviente sentado que observalos vestigios de su mente…”. Ver la obra de Ramiro aquel día un tanto carente de esperanza para mí, me produjo un coctel de sensaciones que oscilaban entre la fuerza, la resistencia y la tristeza y agudizaba mi tonto existencialismo, como algunos lo llaman. Al terminar de apreciar la obra de Ramiro, conmovida por sus dibujos, iniciamos una charla acompañada de cerveza, risas y algunas lágrimas mías, que se me escaparon cuando le hablé sobre mi infortunado dilema económico y de ubicación en este planeta capitalista, donde los sueños y las ideas valen por el dinero que puedan producir y no por lo que puedan transformar. Ese domingo nos emborrachamos, lloramos, reímos y amanecimos; levantamos el díay acostamos la noche entre etílico, risas y lágrimas. Desde aquel día Ramiro y yo nos hemos ido convirtiendo en cómplices delincuentes, como dice él. Nos reunimos a tomar café o etílico, a leer mis escritos, a ver sus dibujos, a escucharnos las locas ideas y proyectos que se nos ocurren para hacer un mundo diferente y resistir la existencia, un poquito menos infelices, un poquito menos arrodillados.

El sistema monetario frente a la supervivencia en la tierra Por Jorge Iván Pineda Taborda - jorgepinta0617@hotmail.com

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En medio de la capacidad para lograr su desarrollo, el ser humano se ha vuelto irracional, y gracias al mercado –o a la avaricia– está haciendo un mal “negocio”, pues por su afán de riqueza está destruyendo la nave-tierra en la cual avanzamos por el vasto universo hacia el futuro, y está acabando de paso con la supervivencia de todas las especies vivas, incluyendo la suya propia.

l progreso material que el hombre ha desarrollado ha sido de tal magnitud, que ya ha conquistado el espacio cósmico para proyectarse al infinito. Estos avances que el Homo sapiens ha logrado, gracias al desarrollo tecnológico para producir bienes materiales a gran escala, también se reflejan de manera tangible en la satisfacción de sus necesidades básicas primarias, secundarias y adquiridas, que ya está, en teoría, al alcance de todos los seres humanos. Sin embargo, la gran mayoría no tiene acceso a esos bienes materiales, debido a la falta de recursos para satisfacer sus necesidades básicas primarias. Estos“bienes”materiales ya no se producen para satisfacer o dar bienestar a la población, sino, principalmente, para el lucro inmediato del productor, puesto que están diseñados para tener un periodo de vida útil relativamente corto, de tal modo que se tornanobsoletos e inservibles al cabo de poco tiempo, convirtiéndose, entonces, en basura tecnológica que

contamina y destruye el medio ambiente. La floreciente prosperidad, los avances modernos y el desarrollo de nuevas tecnologías nos muestran que “la sociedad nunca antes había tenido tantos bienes materiales a su disposición para satisfacer sus necesidades primarias y secundarias, decir lo contrario sería desconocer la realidad de hoy y del pasado”, en palabras del escritor colombiano Efer Arocha. Esta tierra –mal llamada “planeta”– nos proporciona el alimento y el hábitat para nuestra supervivencia, y en ella evolucionamos (o involucionamos) mientras viajamos por el vasto universo hacia el “futuro”, el “progreso” o el “desarrollo”. Durante ese viaje intergaláctico nuestra esférica nave va sufriendo desperfectos… ¡qué digo!: está siendo destruida, no por causa del desarrollo tecnológico, ni por los “desórdenes climáticos” que este desarrollo genera, sino por un factor propio del sistema monetario llamado Obsolescencia Programada,

impuesto por los ideólogos de este ruin y destructor sistemaque carcome nuestras vidas y las de todas las demás especies vivas, sin que importe nada más que el lucro constante y en cantidades astronomicas; a esto se le llama “competitividad” o “crecimiento económico”. La Obsolescencia Programada. es, a mi juicio, una bacteria; más aún, ¡es física y pura basura! Es un factor determinante de acumulación de riqueza, y obedece a la decisión de fabricar de manera premeditada productos que se vuelvan obsoletos, para que quien los use durante un tiempo relativamente corto se vea obligado a adquirir uno nuevo (sale más barato que arreglarlo), y así las industrias puedan producir más mercancías en corto tiempo y en grandes cantidades,y aumentar sus ganancias El desarrollo tecnológico demanda cada día más materias primas, insumos y nuevos materiales, extraídos en su gran mayoría del subsuelo, sin importar que se destruyan

ecosistemas, tierras para cultivos de alimentos, las aguas, el aire, ni que otros seres humanos tengan que ser desplazados de sus tierras o eliminados físicamente si se oponen al avance de ese monstruo llamado “desarrollo”. “Úselo y tírelo” es la orden de su majestad el mercado. Si no tienes con qué comprar otro, no importa, el mercado te lo financia y “lo pagas como quieras”; así, poco a poco te va dejando en la ruina, sin nada, garantizando, de paso, un final física y espiritualmente muy doloroso para tu existencia. No son, pues, la tecnología ni el colosal desarrollo material los verdaderos enemigos del medio ambiente, puesto que desde hace mucho tiempo existen materiales y capacidad humana para desarrollar productos de alta calidad, que podrían durar por generaciones sin contaminar ni destruir nuestro mundo; los verdaderos enemigos de la tierra y del propio ser humano son el Sistema Monetario –el monstruo mayor– y toda su descendencia: los merca-

dos, el sistema financiero, la obsolescencia programada, el “crecimiento económico”, la “competitividad” y sus ideólogos y defensores,a quienes no les importa que se contamine la tierra y se mueran todas las especies que en ella habitan. Si el mercado, con cualquiera de sus apellidos, necesita nuevos espacios (sociales, geográficos, etc.) o nuevas materias primas (que provienen, en su gran mayoría, de la minería), y para su desarrollo o “crecimiento económico” tiene que contaminar las aguas y el aire, acabar con las tierras cultivables, e incluso sacrificar vidas humanas, ¡pues que se haga lo que haya que hacer! Eso es lo que sus majestades el Mercado y el Sistema Monetario ordenan. Quienes se opongan a estos designios será eliminados de inmediato; quienes no se opongan, sean o no observadores pasivos, también serán eliminados, no de manera inmediata, sino poco a poco y lentamente, en la medida en que la tierra se vaya acabando, como hoy lo estamos viendo.


Año 2 edición 11 / Julio-Agosto de 2012 19

Bulevar la 45: bajan las ventas Por Paola Alarcón - Foto: Ana Ayala

Carta abierta a los niños de La Cruz, víctimas de la violencia estatal

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esde la inauguración del Metroplús el 22 de diciembre, se ha presentado inconformismo en diferentes lugares de la ciudad, principalmente en la 45, sector en el cual se han causado grandes pérdidas comerciales. Los comerciantes afectados se han reunido en diferentes ocasiones con delegados de la Alcaldia y hasta ahora no les han dado una solución adecuada para esta problemática, además de no encontrar cómo mejorar su actividad comercial y subsanar sus endeudamientos por falta de recursos o clientes que lleguen a sus locales. El 15 de mayo se realizó una reunión con diferentes comerciantes nocturnos, el concejal Jesús Aníbal Echeverri, y miembros de la fuerza pública, quienes mostraron gran interés en esta problemática. Esta reunión tenía el fin de socializar el derecho de petición realizado por Corpo45 (Corporación de Comerciantes de la 45) para proponer la extensión del horario nocturno hasta las cuatro de la madrugada, a lo que la Secretaria de Gobierno respondió que “ el tema debía ser analizado detalladamente basándose en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) expresado en el decreto 046 de 2006 y que inicialmente debían ser tratados por los Comités Locales de Gobierno de las comunas 3 y 4, quienes debían coordinar una mesa de trabajo liderada por el inspector de policía en el

que se analizará con las autoridades del sector, comerciantes de la 45 y comunidad en general la posibilidad de acoger esta iniciativa”. Pero no es solo la extensión de horario. Por cada petición de los comerciantes se deberá emprender un proceso legal, que quizás tarde mucho tiempo y estas personas no tengan otra opción mas que abandonar sus locales por causas monetarias. La Corpo45 publicó un boletín titulado Bulevar la 45, en el cual expresan sus inconformidades con el metroplús, explican sus razones y plantean posibles soluciones en mecanismos para reactivar la actividad comercial de la avenida Carlos Gardel; en este boletín expresan que “desde que empezaron las obras del metroplús se han producido cambios drásticos en el comportamiento comercial y habitacional de la zona, lo cual ocasionó el desplazamiento de muchas actividades comerciales hacia otros lugares de la ciudad, el cierre de muchos locales, cambios en el uso particular de la propiedad privada y el endeudamiento aun sin lograr subsanar de muchos de los comerciantes para afrontar la novedad de las obras y la entrada del metroplús”. La Corpo45 ha tenido algunos logros referentes a la problemática, como mejorar la iluminación en las estaciones, mejorar la señalización, la promoción del uso adecuado de las vías y la arborización del sector. Pero esto no ha cambiado mucho la situación económica de los habitantes y comerciantes de la 45. Solo se espera que pueda haber una buena comunicación entre el Comité Local y la Secretaria de Gobierno para darle una solución a los comerciantes.

Por Carlos Andrés Orlas - Ilustración: Franco

rimero los desalojaron, abril 26 de 2012; después los volvieron a desalojar, mayo 31; después, ¡qué ignominia!, volvieron los señores de la guerra a enviar a sus vasallos para desplazar y arrasar, quemando los banqueos, los pocos colchones, cuadernos, fogones, lo mínimo con que esta comunidad vivía: junio 15 de 2012. Niños, la memoria para ustedes será como una daga de la justicia. Ni perdón ni olvido para los despojadores, todo el amor para sus familias despojadas. Nada de abrazar al tirano que les quemó el terreno. Sus sonrisas sanarán el desagravio histórico, porque ustedes son fuertes, son guerreros de corazón, son la generación guardiana de la vida, del agua, de la tierra y de las fuerzas elementales. Lo intuyo en sus miradas vidriosas. Aquel 15 de junio estuvieron firmes, atentos, fraternos. Parecían sabios de épocas arcaicas, nacidos otra vez en esta tierra de la ladera para atestiguar desde ya la injusticia de la vida, para comprenderla y revertirla. Me emocioné –no sin asustarme– cuando se les escondieron a los de Bienestar Familiar, que amenazaron con llevárselos, como si no les bastara con arrebatarle a la familia el suelo y quisieran también arrebatarle sus raíces, sus niños. Cuando sucedió el primer desalojo ustedes miraban hacia el cielo como sabiendo que su hogar es el infinito; cuando el segundo, jugaban con tierra lejos de los violentos despojadores, para afirmar su resistencia a la violencia y al miedo. Cuando fueron a quemar lo poco que quedaba en aquel terreno, ustedes miraron la candela –es inevitable mirar al fuego: nos recuerda el origen, la muerte, la transformación– y sintieron la magnitud del desprecio que les tiene esa gente de plata, los que tienen la mesa repleta a costa del hambre de millones, los que mandan a los que mandan a los que mandan a la policía a cometer estos atropellos. El grito de rabia de sus padres tenía en sus miradas una resonancia difícil de olvidar. Me dije, al presenciar la quema: “con este hecho Colombia se está garantizando otros cincuenta años de conflicto”. A sus padres les gritaban: “guerrilleros hijueputas, ustedes tienen casa, invasores…”. Me pareció ver en sus gestos de niños despojados una vivaz respuesta: “guerrilleros no, guerreros sí; déjennos crecer y una fuerza incontenible incomodará sus vidas de

sucios burgueses; tenemos la fuerza telúrica de nuestros territorios agredidos y la magia celeste de los dioses que nos asisten”. Tal vez esté vislumbrando la de Troya en el futuro, pero, niños, eso es inevitable. Ustedes estuvieron sabiamente callados, comprendiendo, observando, sintiendo la rabia de sus padres y el descaro de los enviados del rey. Policías de negro, armados como para una batalla contra otro ejército, se apostaba en lugares estratégicos de su barrio; me pareció que los miraban a ustedes como a los hijos de una gente peligrosa. Ni siquiera dejaban entrar periodistas, ni fotógrafos ni testigos externos, pensando, tal vez, que así acallarían su memoria. Otra vez la “autoridad” se equivocó (el poder es ciego y por eso su fuerza es

desmedida y brutal). Niños, vi sus ojos y sus rostros puros, untaditos de tierra, que atestiguarán ante muchas generaciones el despojo sufrido. Ni siquiera es necesario pensar en un futuro; tal vez la frase “los niños son el futuro”sea una falacia inventada por quienes les niegan el presente. Ustedes son presencia viva, memoria viva, poesía viva, guerreros vivos. Me despido de ustedes esperando que lean mi carta en familia, en combo, parchados con los suyos. Después les escribiré una para leer en silencio, en la intimidad; una que hable de lo abscondito, de los misterios, de la magia y de la tierra. Por ahora les dejo este testimonio de mis impresiones, de mi atenta mirada, de mi observación amorosa de ustedes, mis maestros en vida, fulgor y sensación.



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