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CULTURA. Fernando Martínez

Cena en el Lhardy con Manolete

Intelectuales y taurinos rindieron homenaje al ‘monstruo’ cordobés en Madrid

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Lhardy es un restaurante ubicado en pleno centro de Madrid, en la Carrera de San Jerónimo número 8. Fue fundado en 1839 por el francés Emilio Huguenin Lhardy, y por ello es considerado uno de los primeros y más antiguos restaurantes de Madrid. El local abrió como pastelería y, poco a poco, fue ofreciendo comidas a sus clientes. En la actualidad funciona, por una parte, como tienda -ubicada en la planta baja- que ofrece además de dulces, fiambres, quesos y platos preparados para llevar, y, por otra parte, como restaurante con varios salones. Desde los inicios es famoso el consomé servido en el samovar, una especie de autoservicio, que está situado en el interior de la tienda. El restaurante también ofrecía servicios de cáterin de alto nivel desde sus inicios a los hoteles de la capital y para las celebraciones de la alta sociedad. Qué mejor lugar para homenajear al diestro del momento, el número uno en los ruedos: Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete en los carteles. De ahí que en la noche del lunes 11 de diciembre de 1944 se celebrara una cena que tuvo como protagonista al diestro cordobés. El homenaje fue organizado por José María Alfaro, que entonces presidía la Asociación de la Prensa de Madrid. En el menú -denominado en la carta minuta- se puede leer: petite marmite (también conocida como sopa de Francia, una suerte de caldo con tropezones lustrosos), langosta a la americana (guisada con verduras), arroz blanco, tournedós financiére (carne, de buey en este caso) y legumbres variadas. A los postres: bizcocho helado, tejas y angelinas (con crema pastelera), fruta y café. Carta de vinos: gran reserva de Marqués de Riscal de 1933, Codorniú y licores variados. Un compendio gastronómico en uno de los años más duros de la posguerra, donde las cartillas de racionamiento o el estraperlo formaban parte del paisaje español posterior a la Guerra Civil. Después de la copiosa cena -habanos incluidos- se leyeron poemas de vates como el pro- Fernando Martínez @MhdezFdo Anverso y reverso de la carta del menú del restaurante Lhardy.

pio José María Alfaro, Alfredo Marqueríe, Adriano del Valle o Agustín de Foxá como panegíricos taurinos al diestro cordobés. Poco ha trascendido de los pormenores del ágape, lo habitual en este tipo de celebraciones, comentarios acertados alguna que otra confidencia… pero sabemos que uno de los invitados guardó la carta con el menú impreso y se propuso inmortalizarla con la firma de algunos de los invitados. Pero veamos ahora a los aficionados y curiosos presentes en la cena, y ya al final volvamos a ese invitado anónimo. Había más personalidades, unas veinte, que poetas o periodistas. Citemos algunos nombres: el marques de Valdavia, Samuel Ros, Francisco Casones, Raimundo Fernández Cuesta, Edgar Neville, amigos como Álvaro Domecq, el restaurador Perico Chicote, el fotógrafo taurino Ricardo, el apoderado de Manolete, Manuel Flores Camará, y José Vicente Puente, invitado que no pudo asistir. Se cuenta que Manolete lo recordó en su discurso: “Me ha fallado José Vicente. Ya me las pagarás. Si alguna vez se ve en un apuro, que no espere que yo le eche un capote... él ya lo sabe”. Y José María de Cossío fue invitado también, pero declinó la invitación porque no era partidario de su toreo: sobre los gustos, la paleta de color está en blanco. Además se podía sumar un buen número de políticos del régimen, médicos, abogados de prestigio, así como pintores y músicos. Es decir, la pléyade intelectual de la década de los cuarenta en nuestro país. Por ahí anda una fotografía donde se puede ver a muchos de ellos rodeando al torero. Y llegaron los refinados postres, donde se leyeron poemas dedicados al torero, de los también invitados esa noche poetas y escritores, de los ya citados anteriormente. La cena homenaje se celebró en la segunda planta, en uno de los tres salones que la componen, en concreto, en el salón japonés. Con los licores se dio por terminada la cena. Le tocó el turno al agasajado. Manolete, emocionado y con los ojos húmedos -se limpió con la manga de la camisa, según cuentan las crónicas en la única vez que se conoce que lloró en público-, agradeciendo con este pequeño discurso el homenaje de cuantos estaban allí congregados: “Menuda faena, este es el toro más difícil Manolete lució traje corto negro ribeteado en seda, camisa blanca con pechera o chorreras, sombrero cordobés, botas negras y capa española. Manolete, emocionado y con los ojos húmedos, agredeció el homenaje de todos cuantos estaban allí

Manolete le firma a Pedro Chicote, que aparece incorporado, una de las cartas del menú.

de mi vida. Solo puedo decir una cosa… gracias, gracias, gracias”. Volvamos al invitado anónimo. Después del discurso de Manolete y con un ambiente más distendido, buscó la forma de acercarse a tan famoso auditorio. El primer autógrafo es del poeta José María Pemán (1897-1981). Cultivó todos los géneros literarios, destacando como periodista, dramaturgo y poeta, además de notable orador. Adscrito ideológicamente al monarquismo tradicional, fue uno de los principales apologistas de la dictadura de Primo de Rivera y un ídolo intelectual de las derechas durante los años de la Segunda República. Entre otros reconocimientos, recibió el de caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro. Apasionado del torero de Córdoba, le debemos versos como los siguientes: “Hay que llorarlo, Córdoba, como pasa tu río/ bajo los arcos altos de tu puente, en silencio”. A continuación tenemos una firma irreconocible, desde estas líneas estamos dispuestos a recibir cualquier tipo de aclaración. Y, antes del la rúbrica inconfundible del torero, aparece la de Agustín de Foxá (1906-59), poeta, novelista, periodista y diplomático español. Ostentó los títulos nobiliarios de III conde de Foxá y IV marqués de Armendáriz. El reconocimiento del gran público le llegó con su novela sobre la Guerra Civil española ‘Madrid, de Corte a checa’ escrita al calor de lo vivido en su mayor parte sobre las mesas del café Novelty de Salamanca, entre 1936 y 1937. Al mismo nivel que las anteriores aparece la firma del diestro universal, de El monstruo, como lo llamaron algunos. La cena concluyó, los invitados así como el homenajeado cogieron carretera y manta. Pasaron los años, el torero acabó su vida haciendo lo que más le gustaba: torear. Pero hasta nosotros ha llegado la carta con el menú y el recuerdo emocionado de un admirador, el retazo inolvidable de aquella noche.

* Las fotografías de este artículo, así como el menú reproducido (además de la información suministrada), son originales que pertenecen a la colección particular de José Antonio Bejarano, aficionado y experto en la figura deldiestroManuel Rodríguez Manolete.

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