Catรกlogo 2016
N OV E DA D
Este nuevo libro Tragaluz habla de un viaje, que bien puede ser físico o espiritual. Narra el movimiento y las transformaciones, la aventura de ir en búsqueda de sí mismo. Me han atado los pies mientras dormía. Un lazo rodea mis tobillos, es terso, no intento desatarlo, sonrío… 13.5 x 21 cm. / 24 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-63-0 / P.V.P. $30.000
DA D OV E N
El cuarto del tragaluz O. Henry
Diego Garc铆a Sierra - Traducci贸n Sara Quijano Sierra - Ilustraci贸n
— El cuarto del tragaluz / O. Henry —
Después uno ascendía un tramo de las escaleras, desde donde podía apreciar la parte posterior del segundo piso, que se arrienda por ocho dólares. Convencido, por la fina actitud de su dueña, de que realmente cuesta los 12 dólares que el señor Toosenberry siempre pagó hasta que se marchó para administrar la plantación de naranjas de su hermano en Florida, cerca a Palm Beach –donde la señora McIntyre solía veranear en un amplio cuarto con vista y un baño privado–, uno lograba balbucear que buscaba algo todavía más barato. Si uno sobrevivía al desdén de la señora Parker, era llevado a dar un vistazo a la espaciosa habitación del tercer piso, ocupada por el señor Skidder (quien se dedicaba a escribir obras de teatro mientras fumaba cigarrillos todo el día). Su cuarto no estaba disponible, pero todos los solicitantes ·
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— El cuarto del tragaluz / O. Henry —
late el más fiel corazón ubicado sobre una cintura que mide más de un metro. ¡Olvídalo, Hoover! Un Hoover de cuarenta y cinco años, colorado y soso, hubiese conquistado a la mismísima Helena; pero un Hoover de cuarenta y cinco años, colorado, soso y además gordo, está condenado a la perdición. Nunca hubo posibilidades para ti, Hoover. Una noche de verano, mientras los inquilinos del edificio se hallaban así sentados, la señorita Leeson alzó su mirada al cielo y exclamó con su alegre sonrisa: “¡Miren, allí está Billy Jackson! Desde aquí también puedo verlo”. Todos miraron a lo alto, algunos hacia las ventanas de los rascacielos, y otros buscando alguna aeronave piloteada por el tal Jackson. –Es esa estrella –explicó la jovencita, señalando con su ·
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Este relato tiene como escenario una residencia llena de personajes extravagantes, empezando por la casera, quien envía a los inquilinos más pobres a un cuarto diminuto coronado por un tragaluz. Todo comienza cuando una joven mecanógrafa accede a alquilar la ínfima habitación.
15 x 15 cm. / 44 pp. / Tapa dura / ISBN 978-958-8845-67-8 / P.V.P. $35.000
N OV E DA D
Valter Hugo Mãe
La deshumanización
casi la habían perdido. Habría sido esa su manera de dejarme partir. De perderme. Me avergoncé de malquererla. De imaginar que ella pudiera morir, matarla, querer que no estuviera más allí. Por otro lado, Einar me dijo que no debíamos amar mucho a Steindór. Que era importante no olvidar que él le había hecho daño. No recordaba nada nuevo. Sentía solamente que la llegada de mi tía sería terrible para nosotros. Confesé que agradecía sus intenciones. Einar afirmó: no. No debemos agrade-
Me dijeron que la plantaban. Habría de nacer de nuevo, cual una se-
cerle nada a Steindór. Vamos a odiarlo cuando nos enteremos de cada
milla arrojada en aquel terruño escondido. La muerte de los niños es
cosa. Después vamos a desear que muera. Yo respondí: no digas burra-
así, dijo mi madre. Mi padre, enfadado, pensaba que habría sido mejor
das, Einar. Nunca más desearé la muerte de nadie.
haberla arrojado a la boca de dios. Cuando comenzó a llover, la gente
Dejé de apretar la moneda para dormir. Había comprado con ella la
de la aldea se apartó hacia los lados y vi cómo él permanecía allí, solo.
vida. Limpia o sucia, toda yo me pertenecía. Tal vez por eso el odio ha-
Pensé que excavaría todo nuevamente con sus propias manos y subiría
bía dejado de tener sentido. Porque lo que llegaría a ser dependía de
la montaña hasta el horrible foso cargando el cuerpo inanimado de mi
lo que decidiera. Los sentimientos educados, recordé, los sentimien-
hermana.
tos educados hacen caber en otras clasificaciones lo que nos frustra o
Éramos gemelas. Niñas espejo. Con la muerte, todo a mi alrededor se dividió por la mitad.
irrita, lo que nos agrede e incluso lo que nos puede combatir hasta la muerte.
Aquella noche, al acostarme, sentí lentamente el hormigueo de la
SEGUNDA PARTE
tierra sobre la piel y la humedad cubriéndolo todo. Comencé a oír el ruido asordinado de las pisadas de las ovejas. Me lo expliqué así, asustada. Me dijeron que tal vez la niña muerta permanecía aún en mi cuerpo. De algún modo continuaba viva. Y yo, inocente, creí verdaderamente que la habían plantado para que germinara de nuevo. Podría ser que de allí brotara un árbol extraño para nuestro abandonado rincón de los fiordos. Podría ser que floreciera. Que diera fruto. Mi madre, cansada y siempre enferma, me aferró la mano y dijo: tienes dos almas para salvar al cielo. Me asusté tanto como me enternecí. Mi madre no me perdonaría falla alguna. Pensé que mi hermana podría brotar como un árbol de músculos, con ramas de huesos soltando flores de uñas. Millares de uñas que tal vez buscaran el poco sol. Tal vez crecieran como garras afiladas. Pensé que la muerte sería igual a la imaginación, entre lo hechizado y lo terrible, plena de brillos y de pasmo, dotada de ser por azar. Pensé que la muerte era hecha al azar. Me acostaba en la cama, imaginaba la tierra en el cuerpo, el agua, las pisadas de las ovejas, ninguna luz. Mucho frío. Hacía mucho frío.
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Valter Hugo Mãe
Las luces del norte hacían de la noche una bóveda de crestas, gallos gigantes pasando fugaces y en abanico sobre nuestras cabezas. Las impresionantes cortinas fantasmagóricas resplandecían rápidas, espasmódicas, como si viéramos al sol bajo el agua. La refracción de los rayos en bandas secuenciadas, una especie de teclado alargado, casi insinuaba sonido. La vieja Thurid había venido a tocar la puerta de la iglesia porque pensaba que, aquella noche, el órgano había resucitado por sí mismo. Pensaba que las luces del norte eran una escala cromática y que los más geniales intérpretes estaban fertilizados por aquel descubrimiento. Fue la primera vez que Thurid tuvo un ataque de sonambulismo. Los ojos fijos, vacíos, el habla arrastrada, la noche absoluta como si el mundo entrara dentro de la mano cerrada. La puerta de la iglesia se abrió y yo desperté, asustadiza, pensando en osos polares perdidos, en gente escondida, en obligaciones espirituales que se anunciaran de un modo tenebroso. Me levanté y la mujer ya estaba pellizcando las teclas marchitas del órgano. Encendí una luz tenue. Me aproximé y ella estaba firmemente convencida de que había sonido, las variaciones, esplendorosamente tocadas, mejor que Gould, perfectas. Toda ella demostraba placer. Einar decía que era peligroso despertar a un sonámbulo. El susto podía hacerles estallar el corazón, las venas más importantes, provocar ceguera, mudez, incontinencia para siempre. Si la despertáramos se ensuciaría toda con el susto de verse allí. Thurid decía pequeñas cosas y, por estar prolongando los vocablos, parecía tan siniestra como divertida. Quería que le avisáramos a toda la población de Islandia para la función. Después, golpeteaba las teclas mientras espiaba por la ventana alta los colores que el cielo encendía intensamente aquella noche. Se regocijaba. Se imaginaba ante una
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La voz original de Valter Hugo Mãe se hace niña en la rocosa Islandia, tan gema como volcán. Allí, la alquimia de cada frase obrará el misterio, divino o humano, de confesar el enigma del mundo y de sentir lo insondable de los secretos familiares más recelosamente guardados. Una novela poética que nos llama desde el abismo y desde el cielo con la misma fuerza. Un libro espléndido que no pararás de leer hasta el final, aunque te acaricie y te duela. Un texto conmovedor entre la sutil belleza y el horror.
15.5 x 22.5 cm. / 176 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-68-5 / P.V.P. $35.000
DA D OV E N
ElEl El tiempo tiempo tiempo dede de mimi mi casa casa casa
Texto eTexto ilustraciones: Texto e ilustraciones: e ilustraciones:
Samuel Samuel Samuel Casta単o Casta単o Casta単o MesaMesa Mesa
En mi casa había un reloj de cuerda que sonaba varias veces al día.
El tiempo de la casa parecía detenido.
Mi abuelo nunca se olvidaba de darle cuerda; para hacerlo usaba una pequeña llave.
El tiempo de mi casa es el relato de un universo familiar cuyas actividades orbitan alrededor de un reloj de pared, que con su tictac incansable mantiene los ritmos de la vida cotidiana: la sopa hierve en el fogón, las plantas crecen con el riego, la ropa se seca al vaivén del viento. Pero sabemos que la frecuencia del péndulo, generada por un sistema de pequeños engranajes, no valdría nada si no fuera por el impulso del abuelo. Él es el encargado de darle cuerda al reloj y de no olvidarlo nunca. La falta de alguno de los dos resultaría en una catástrofe para ese pequeño cosmos que funciona con sus propias reglas. La narración la hace un niño, el nieto. Desde su posición, logra ver las fuerzas que se mueven alrededor del reloj, el abuelo y los demás miembros de la casa. 16 x 21 cm. / 44 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-60-9 / P.V.P. $28.000
Nº 10
En los días tristes no se habla de aves Filipa Leal
Nos dias tristes não se fala de aves
Edición bilingüe y traducción / Edição bilingue e tradução
P EDRO R APOULA , J ERÓNIMO P IZARRO
Nos
dias tristes Não se fala de aves ∙
En
filipa leal
l o s d í a s t r i s t E s n o s E h a b l a d E av E s ∙
Filipa lEal
Nos
dias tristes Não se fala de aves ∙
filipa leal
En
l o s d í a s t r i s t E s n o s E h a b l a d E av E s ∙
Filipa lEal
[De A Cidade Líquida e Outras Texturas, 2006]
Nos dias tristes não se fala de aves Os poetas não servem para nada.
Los poetas no sirven para nada
Os poetas gostam de dormir até tarde. Os poetas não têm horários para escrever. Os poetas amam e fumam demais. Os poetas morrem mais cedo do que os romancistas. Os poetas repetem-se muito. Os poetas olham para uma árvore e dizem: olha que linda árvore. Ou então, olham para um cinzeiro e dizem: olha que lindo cinzeiro. Também pode acontecer com cidades. E com panelas. Os poetas são uns palermas. Apaixonam-se dia sim, dia não. Às vezes pela mesma pessoa. Chamam, ao eu obsessivo dos poemas, sujeito poético. É mentira. Os poetas estão sempre a falar de si mesmos. Se falam de deuses Gregos ou de heróis da Bíblia, é só para disfarçar.
A los poetas les gusta dormir hasta tarde. Los poetas no tienen horarios para escribir. Los poetas aman y fuman demasiado. Los poetas mueren más jóvenes que los novelistas. Los poetas se repiten mucho. Los poetas miran un árbol y dicen: mira qué lindo árbol. O miran un cenicero y dicen: mira qué cenicero tan lindo. También pueden decirlo de ciudades. Y de ollas. Los poetas son unos tontos. Un día se enamoran; otro, no. A veces lo hacen de la misma persona. Al yo obsesivo de los poemas lo denominan sujeto poético. Es una mentira. Los poetas siempre están hablando de sí mismos. Cuando hablan de dioses griegos o de héroes de la Biblia, es solo para disimular.
Os poetas não têm jeito para nada.
Los poetas no son aptos para nada.
Os poetas só sabem ler e escrever.
Los poetas solo saben leer y escribir.
Os poetas odeiam trabalhar em escritórios. Vestem-se mal e acreditam em tudo o que lhes dizem. Puxa-lhes o pé para a metáfora. Se os poetas fossem controladores aéreos, haveria tráfego de andorinhas. O ideal para um poeta é estar desempregado. Em nome da segurança pública. Os poetas gastam muito papel. Por causa deles, acabam florestas. Ao menos que enchessem as páginas. Pagar dez euros por um livro quase em branco é demais. Os poetas não gostam de dar entrevistas. Deviam estar proibidos de dar entrevistas. Porque os poetas só dizem asneiras. Os poetas gostam de jogar matrecos e de inventar slogans. Os poetas preferem que falem com eles normalmente, como se eles não fossem poetas.
Los poetas odian trabajar en oficinas. Se visten mal y creen en todo lo que les dicen. Se hunden a fondo en la metáfora. Si los poetas fueran controladores aéreos, existiría tráfico de golondrinas. Lo ideal para un poeta es vivir desempleado. En nombre de la seguridad pública. Los poetas gastan mucho papel. Gracias a ellos, se acaban los bosques. Lo mínimo sería que llenaran bien las páginas. Pagar diez euros por un libro casi en blanco es inadmisible. A los poetas no les gusta dar entrevistas. Se les debería prohibir que den entrevistas. Porque los poetas solo dicen tonterías. A los poetas les gusta jugar futbolín e inventar slogans. Los poetas prefieren que hablen normalmente con ellos, como si no fueran poetas.
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En los días tristes no se habla de aves
Nos dias tristes não se fala de aves. Liga-se aos amigos e eles não estão e depois pede-se lume na rua como quem pede um coração novinho em folha.
En los días tristes no se habla de aves. Uno llama a los amigos y no están y luego pide fuego en la calle como quien pide un corazón aún intacto.
Nos dias tristes é Inverno e anda-se ao frio de cigarro na mão a queimar o vento e diz-se – bom dia! às pessoas que passam depois de já terem passado e de não termos reparado nisso.
En los días tristes es invierno caminamos helados con el cigarrillo en la mano quemamos el viento y decimos –¡Buenos días! a las personas que pasan pero cuando ya han pasado sin que lo notáramos.
Nos dias tristes fala-se sozinho e há sempre uma ave que pousa no cimo das coisas em vez de nos pousar no coração e não fala connosco.
En los días tristes uno habla solo y un ave siempre se posa sobre las cosas en lugar de posarse en nuestro corazón y sin hablar con nosotros.
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[De Vale Formoso, 2012]
Apareceu para jantar no Vale Formoso um pianista. O pianista trazia a mulher pianista, o filho que preferia jogar às cartas, e um grande saco de maçãs. À refeição, servida no alpendre, contou que vivia no campo e que procurava em Lisboa uma casa onde coubesse com a sua mulher, o filho de ambos, e três pianos. Fiquei preocupada com a família do pianista – eram três – e com a família de pianos – eram três – e pareceu-me melhor avisá-los de que seria difícil encontrar uma casa onde coubesse tudo aquilo e a macieira.
Al Valle Hermoso llegó un pianista para cenar. El pianista traía a la esposa pianista, al hijo que prefería jugar a las cartas, y una bolsa llena de manzanas. Durante la comida, que se sirvió en el zaguán, dijo que vivía en el campo y que buscaba una casa en Lisboa donde cupiera con su esposa, el hijo de ambos, y tres pianos. Me preocupé por la familia del pianista –eran tres– y por la familia de pianos –eran tres– y me pareció mejor advertirles que sería difícil encontrar una casa en donde cupiera todo aquello y ese manzanal.
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Filipa Leal, una de las escritoras portuguesas más importantes del momento, intenta convencernos de que los poetas no sirven para nada. Sin embargo, nos regala una poesía imprescindible. Sus palabras logran conectarse con el sentido casi siempre esquivo de lo cotidiano y sacar a la luz las esperas y los deseos sobre los que se cifra nuestra suerte. Así nos lleva a sentir la necesidad de tener poetas que nos hablen al oído. En esta edición bilingüe los lectores de poesía encontrarán una antología personal conformada por poemas escritos desde 2004 hasta la actualidad. 15.5 x 22.5 cm. / 88 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-58-6 / P.V.P. $35.000
El 9 fue testigo y sobreviviente de las calles de Medellín. Su personalidad punk lo llevó a recorrer las esquinas prohibidas y documentar la vida resistiéndose a desaparecer. En la década de los años 90 pasó de ser mensajero a convertirse en reportero gráfico del periódico local El Mundo y luego corresponsal de la agencia internacional Reuters. Gracias a su trabajo registró las grandes tragedias colombianas de la década pasada, al mismo tiempo que se dedicaba a hacerles seguimiento a escenas cotidianas que mostraban la otra cara del drama humano, el humor y la belleza.
14 x 23.5 cm. / 126 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-50-0 / P.V.P. $30.000
Cada año, en el pequeño pueblo de Piedecolina, se celebraba el no muy renombrado Campeonato Mundial de No Pestañeadores. En la última edición, Artemio Cebollino, natural del mismo lugar, se había declarado campeón por séptima vez consecutiva, rompiendo el récord ostentado por Clodomiro Ciruela, quien, con gracia y honor, cedió su trono y se retiró para ser voluntario en un estudio sobre los efectos de la ausencia de gravedad en las pestañas de los astronautas. El deporte de No Pestañear suena totalmente inocuo, pero es en realidad una actividad de alto riesgo que consiste en quedarse durante el mayor número de minutos (u horas, si uno es lo suficientemente bueno) mirando a los ojos del oponente sin pestañear. Algunas reglas adicionales sazonan el juego, como no pellizcar al contrario, no echarle piropos y no saludarlo en alemán, lo que es un gran problema cuando hay participantes de este país europeo, pero básicamente todo se reduce a mirar fijamente a los ojos hasta que alguno de los dos contrincantes por fin baja al menos un párpado por la picazón. Artemio vendía empanadas en su propio tenderete desde que era un adolescente, pero su gran afición por este deporte lo había llevado, ya entrado en años, a entusiasmarse con la competencia a nivel profesional. Primero conquistó la corona por equipos, pero la revelación vino cuando se apuntó a los torneos individuales, donde realmente brilló como lámpara fluorescente a pilas en una 14
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Años de intensa búsqueda, nos dieron acceso a la primera y única edición de El magazín de famosos aún no conocidos, que nadie leyó. En sus manos tienen el resultado de tan seria e importante investigación que sin duda sacudirá los cimientos de áreas como la sociología y la cría de polillas de la harina. En definitiva, historias de gente como usted o como yo, desconocida más allá de la cuadra en la que vive y de las que nos importan un rábano sus vidas.
13.5 x 19 cm. / 84 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-49-4 / P.V.P. $38.000
Un caza ideas transita por los terrenos de la imaginación en busca de una idea para dibujar. ¡Si al menos supiera dónde conseguir una! ¿Te imaginas cómo logrará atraparla? Un libro ilustrado para el desarrollo de la creatividad y la resolución de problemas.
21 x 14 cm. / 48 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-37-1 / P.V.P. $18.000
El retorno
Dulce Maria Cardoso
El retorno
como los vaqueros se dirigen hacia una puesta del sol al final de las pe-
embetunaba los zapatos los domingos por la mañana alertó a mi her-
ustedes, nunca abusé de sus mujeres ni de sus hijas, les di dinero para
mana una de las últimas veces que lo vimos, cuidado, niña, que puede
los medicamentos de sus hijos, hagan lo que les dé la gana.
Dulce Maria Cardoso
lículas. El papá de Lee tenía una bandera en el balcón, una bandera del Gallo Negro, Savimbi siempre, Angola siempre, kwacha Angola, kwacha
que te hagan lo mismo que los blancos les hicieron a nuestras mujeres.
Papá pone nuevamente su brazo sobre mis hombros, vamos, mu-
UNITA. El papá de Gegé aseguraba que la revolución iba a traer amar-
Los ocupantes de la casa de Lee rompieron y quemaron la bandera del
chacho, no le da miedo darles la espalda pero a mí sí, no soy capaz de
gura, y mucha, que habían confundido la libertad con el libertinaje, el
Gallo Negro mientras gritaban, la victoria es segura, muerte a los co-
darles la espalda a las armas de los soldados, Pirata salta contenta a
papá de Gegé no sabía explicar bien los peligros de confundir las dos
lonialistas, el Gallo Negro es amigo de los blancos colonizadores escla-
nuestro alrededor, no logro caminar, papá me empuja, los soldados van
cosas, pero aun así, para Gegé era difícil aceptar que el golpe de estado
vistas y lo apoyan los fuerzas imperialistas, un lacayo del gran capital.
a disparar, las paredes blancas de la casa me dejan aún más aturdido,
de la metrópoli tuviera algún beneficio, y esto a pesar de que le gusta-
A veces, Gegé y Lee se burlaban del tío Zé. Lee pensaba que había que
ahora entiendo por qué se matan los pájaros contra las paredes de ca-
El aeropuerto tan distinto al aeropuerto de las tardes de domingo en
ba Emmanuelle tanto o más que a nosotros, especialmente esa parte en
ser muy de malas para tener un tío así, porque el que no me conociera
sa en las mañanas de cacimbo, papá me empuja otra vez, no logro ca-
que papá nos traía a ver los aviones, hay cientos de personas a nuestro
que Emmanuelle hacía aquello con Marie-Ange.
podía pensar que era una cosa de familia. Le pedí muchas veces a dios
minar, no soy cobarde, no logro caminar pero no soy cobarde, ellos van
alrededor, cientos o miles, no lo sé, nunca vi tantas personas en un solo
que hirieran al tío Zé para que regresara a la metrópoli, pero a excep-
a disparar si empezamos a caminar, no quiero hacerle pasar a papá la
lugar, nunca vi un caos tan grande, tantas maletas y tantas cajas, tan-
Papá nunca habla de la revolución, es natural que el libro de la vida no tenga nada sobre revoluciones porque son raras las vidas que asis-
ción de la paliza que le dieron los otros soldados, nunca le pasó nada
vergüenza de tener un hijo cobarde, estoy mareado, me voy a desma-
ta basura, basura, basura y más basura, esos domingos el aeropuerto
ten a una revolución. El profesor de Portugués decía que teníamos mu-
malo. Cuando terminó el servicio militar, el tío Zé se hizo un tatuaje de
yar como cuando tuve paludismo, tengo que caminar, vamos, mucha-
era silencioso, el suelo tan limpio que hasta daba lástima pisarlo, era
cha suerte, estábamos haciendo la revolución, la gloriosa mañana de
Amor de Hermana debajo de Angola 1971, y mamá lo quiso aún más.
cho, no soy capaz de mirar a papá, los rosales de mamá, las armas de
bueno venir al aeropuerto, incluso era bueno oír el ruido de los aviones,
Abril había sido solo el comienzo, los cuarenta y ocho años de la noche
En vez de regresar a la metrópoli, el tío Zé consiguió trabajo en un bar
los soldados que apuntan a nuestras espaldas, tengo que comportar-
pero no había esta cantidad de gente, esta bulla que no para, siento
más infame habían llegado a su fin y ahora hacía falta cumplir Abril.
de la Isla y fue allá que conoció a Nhé Nhé, el amigo negro que cuando
me como un hombre, Pirata nos espera en las escaleras, perdón, papá,
que mi cabeza va a explotar. El jeep deja de verse después de la casa de
Cumplir Abril era descolonizar, democratizar y desarrollar. El profesor
fuma hace circulitos de humo como las muchachas, una boquita deli-
las paredes de la casa se borran, anda, muchacho, de repente todo os-
Edithcita.
de Portugués era joven, tenía el pelo largo y olía a marihuana, llevaba
cada y una sonrisita, lo logré, lo logré. Después del golpe de estado en la
curo, las piernas se me doblan sin que lo pueda evitar, ellos probable-
Estoy cansado, nunca he estado así de cansado, no me quiero sen-
la guitarra al salón de clases y se ponía a cantar el Monangambé de mo-
metrópoli, el tío Zé empezó a ayudar al pueblo oprimido a liberarse del
mente dispararon, quizá cuando le disparan a uno, uno ni se da por en-
tar, no me puedo sentar, o sea, si yo quisiera, podría, puedo sentarme
do tan sentido como si fuera un negro, en ese gran cultivo no hay llu-
yugo de los colonialistas, tiene carné y todo. Se sabe los cantos revolu-
terado, quizá morimos y no nos damos por enterados, vamos a casa,
en el suelo, a mamá no le molestaría, no esta vez, esta vez mamá no
muchacho, vamos a casa.
diría, esos no son buenos modales, ya no eres un niño, no diría, te es-
via, es el sudor de mi rostro que riega las plantaciones, en ese gran cul-
cionarios de memoria y aprende quimbundo con Nhé Nhé mientras lo
tivo hay café maduro, y ese rojo-cereza son gotas de mi sangre hechas
pasea en el Chevrolet Camaro que le confiscaron a uno de los explota-
tás ensuciando los pantalones, no creas que soy capaz de quitar esas
savia, no cantaba bien pero era mejor oírlo desafinando el Monangambé
dores colonialistas que se marcharon.
manchas, mamá no se molestaría, tantas personas sentadas en el sue-
o el Mon’etu ua Kassule akutumissa ku San Tomé que estudiar los cantos de
Tocan el timbre. Nos quedamos esperando el código, un toque rápi-
lo a nuestro alrededor, no están preocupadas por manchas en los pan-
Los lusiadas. El profesor de Portugués del salón B quemó Los lusiadas. El
do dos veces y un tercer toque espaciado y más demorado. No timbran
talones, les da igual llegar a la metrópoli con manchas. Las manos de
imperio no debía haber existido y Los lusiadas que lo aclaman tampoco.
más. Mamá dice que al tío Zé se le puede haber olvidado el código pe-
papá amarradas a la espalda.
Alcancé a ver a Lee dos o tres veces más después de que Gegé se fue,
ro Pirata ladra, fue un desconocido quien timbró. Mamá y mi herma-
Mamá ni siquiera se da cuenta de que mi hermana, con el vestido
pero ya no era lo mismo, hasta las mentiras de Gegé nos hacían falta,
na se encierran en el cuarto dando dos vueltas a la llave y arrastran la
azul clarito que trajo, qué mala idea haber traído un vestido azul cla-
todo estaba arruinado, las partidas de futbolín en el club, los días gran-
silla contra la puerta. Papá saca el arma del cajón más pequeño de la
rito, mamá ni siquiera se da cuenta de que mi hermana, con ese vesti-
des en la escuela, las vecinas chismosas en los balcones, las tiendas
cristalera y la esconde en la pretina del pantalón. Los blancos no pue-
do, está sentada en el suelo, recostada a la pared, los rizos rubios des-
donde solíamos ir. Lee no tardaría en partir también. Llegamos incluso
den andar armados pero la guayabera es lo suficientemente larga co-
aliñados contra el muro, una muchacha debe tener aún más cuidados
a dar una vuelta en bicicleta a pesar del peligro que era que dos blan-
mo para que nadie se dé cuenta de que papá esconde un arma. Cuando
que un muchacho, debe comportarse de otra forma, si una muchacha
cos anduvieran por ahí montando en bicicleta. Las muchachas ya no se
papá abre la puerta, Pirata corre para el portón. Es un soldado negro y
está en boca de todos, nadie la quiere. Te vámoa matá contuarmi con-
atrevían a salir de casa, las pocas que todavía quedaban nunca se mos-
Pirata no para de ladrar. Detrás del soldado hay un jeep con más solda-
traban. Si un blanco es una provocación, una muchacha blanca es una
dos negros. El soldado que está de pie junto al portón le apunta el ar-
provocación aún mayor. Hasta el negro que durante cinco años nos
ma a Pirata. Papá los saluda y le grita a Pirata, callada, Pirata se sienta
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El retorno
tu bala. Estamos aquí hace casi un día, mamá se la pasa mirando la puerta del aeropuerto pero papá no llega, no hay nada más qué hacer a no ser
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Dulce Maria Cardoso
Mientras no nos marchemos a América, hay que aceptar este cuarto y este balcón desde donde se ve el mar como si fueran nuestra casa. Es la única manera de seguir adelante. Papá decía, el sol te puede cegar, pero no le des importancia, si le das la espalda, tu sombra esconderá lo que buscas. O entonces fui yo el que inventó que papá dijo esto en una de las tardes que pasé en la terraza. Me gusta escabullirme en la terraza, pasar allá las tardes. Descubrí una manera de forzar la puerta que está al final de las escaleras de servicio y me escondo arriba mucho tiempo, pero no se lo he dicho a nadie para no perder el único lugar en el que puedo estar solo. Ahora con la bicicleta que el portero Queine me dio va a ser diferente. Me puse tan contento cuando él me habló de la bicicleta que el vecino iba a botar a la basura. Es realmente buena persona, el portero Queine. Y la mujer de él también. Ya la había visto aquí en el hotel, Morita hasta se metió con ella. Yo ni sabía que el portero Queine estaba casado. Ahora con la bicicleta ya puedo ir lejos. Aquí en el hotel hay siempre personas a mi alrededor. Es difícil pensar con tantas personas rodeándonos. Incluso si estoy callado es como si estuviera hablando con los demás o como si los demás vigilaran mis pensamientos. Cuando estoy solo, pienso de otra forma. Eso es muy bueno, si bien llega a asustarme. Pero tampoco puedo quedarme mucho tiempo en la calle a causa del frío. No logro aguantar el frío mucho tiempo. Ni el frío ni las cosas que pienso. No me gusta el frío de la metrópoli, pero me gusta el cambio de las estaciones, allá solo existía el cacimbo y las lluvias e incluso así casi siempre era igual. Aquí no, todo vive cambiando. El mar del otoño intimida más que las calemas57, las olas se doblan oscuras y pesadas sobre sí mismas, arrastran porciones de lodo, conchas partidas, pedazos de madera, la espuma sucia se escurre por la arena, sube la escollera y llega hasta el asfalto. El mar fuera de su lugar común intimida. Además, el sol del otoño es más dorado. Bajo este sol me gusta todavía más la bicicleta, solo me falta arreglar el asiento, me dio mucho trabajo pero ya casi tengo una bicicleta que parece nueva. 57
Corrientes que llegan a la costa africana y hacen reventar las olas con inusitada fuerza (N. del T.).
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Leer El retorno es oír a Rui, un adolescente que no para de contar, que casi ni respira, que narra el drama de su familia al partir de Angola, días antes de que este país dejara de ser colonia portuguesa y obtuviera su independencia, en 1975. Ese dolor de abandonar la vida, de repatriarse y volver a una metrópoli que solo se conoce por historias y fotos, se convierte en una novela llena de memorias recreadas a partir de los más mínimos detalles. La voz de Rui, que se sostiene de principio a fin, que a pesar del momento que vive nunca deja de ser un adolescente con sus preguntas y ansiedades, podría ser también la voz de tantos exiliados, de tantos desplazados, de todos aquellos que, por desgracia, han tenido que dejar su tierra para empezar de nuevo. 15.5 x 22.5 cm. / 212 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-47-0 / P.V.P. $35.000
Enciclo ped ia d e Histo ria Univ ersal
A f o ns o Cr uz
Una cosa “Hasta que la muerte nos lleve, solo hay una cosa que jamás perderemos después de haberla conquistado (no, no es el amor, mi querido Lukasz): es la vejez”. (Malgorzata Zajac)
~ Update “La duda es el update de la certeza”. (Malgorzata Zajac)
~ Update para tecnología sin hilos “Gracias a la tecnología dejamos de ser meras marionetas en manos del destino para pasar a ser meras marionetas sin hilos en manos del destino”. (Ari Caldeira)
V Valorización de lo efímero: solo lo que pasa tiene valor “La muerte fue la estrategia que el Creador del Universo dispuso para que una persona buena y justa fuera extrañada y, a la vez, impedir que mi vecino del séptimo viva para siempre”. (Marian Bibin)
~ Velocidad doméstica y filosófica “Imagínese la casa donde vive el sr. Abbott Abbott. Imagínese su cama, donde él duerme durante unas ocho horas, e imagínese un ser que lo observa, pero cuya acción y percepción es muy lenta, mucho más lenta que la nuestra. En realidad, a pesar de que el observador, un criado del sr. Abbott, se mueve, parece estar detenido. Como las
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Afonso Cruz
que se la mostrara. Este lo llevó hasta un campo de cereales labrado poco antes e hizo un gesto amplio con la mano. –¿Enterraste aquella obra digna de asombro debajo de la tierra, oh, rústico? ¿Hiciste de ella un cadáver? –le preguntó Muqatil al-Rashid. –No. Está ahí escrita y viva como Adonai –respondió el otro con sus modos cabalistas. –Escribo con la azada, oh, Jeque, pero solo las consonantes. Luego dejo caer las semillas encima. Son las vocales, son puntitos, niqud, como en el alfabeto hebreo. –Mientes, oh, villano –alegó Muqatil al-Rashid subrayando sus palabras con la amenaza de la cimitarra–. Miro la tierra y no veo sino terrones desorganizados, barro sin forma como el hombre antes de ser moldeado. Nada que se parezca a un tratado de agricultura, ni siquiera, oye bien, a una frase. –Lo que te parece caótico, oh, Rey, es tan solo un alfabeto que se desconoce. Como sucede con todo a nuestro alrededor. Para unos, el vuelo de los pájaros no es sino eso mismo, pero otros, que leen los pliegues que ellos surcan en el cielo, transforman eso en un oráculo, leen en las entrelíneas de la bóveda cerúlea. Baraja todas las letras de un libro y este continuará siendo el mismo, contando la misma historia. Solo que de súbito está escrito en una lengua desconocida, con unas reglas que nos resultan extrañas. Descubre la fórmula, oh, Rey, y tendrás a la misma Xerazade contando esas historias. –Me agrada tu libro, oh, rústico. De las palabras que escribes nace el trigo. De aquí a unos meses mandaré cortar sus páginas y con estos granos haré pan. Lo que escribiste con el color de la azada será servido en mi mesa, y tú comerás conmigo estas palabras que solo tú sabes leer. Y por cada trozo de pan me contarás el cuento que se esconde en la harina. Cuando el campesino murió, Muqatil al-Rashid negó el suceso en público y lo enterró él mismo con la azada del otro: “Lo que mi siervo componía está ahí esparcido por la tierra, como letras de un libro esparcidas al viento. Dios, oh, Misericordioso, sabrá leer esas letras que dicen su nombre y cuentan su historia. Yo, no soy sino un analfabeta”.
Zaqat Umit Arslan era un creyente humilde, pero no cumplía con el zaqat, las cinco oraciones diarias. Se postraba como un buen musulmán, pero, como era muy alto, cuando se ponía de pie ya era otro día.
(Las mil y una noches, noche 354)
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Af ons o Cr u z
Fosa social El científico brasileño Ari Caldeira está en desacuerdo con la frase de Trismegisto que Umit Arslan repitió: “No es cierto que lo que está arriba es como lo que está abajo”, afirmó Caldeira. Y añadió: “El que está arriba siempre es el rico y el que está abajo siempre es el pobre”.
~ (Del) frente hacia atrás “La Historia debe ser comprendida del frente hacia atrás, al contrario del tiempo. Cronos anda hacia delante, devorando los siglos, pero el hombre entiende hacia atrás. Imagina, hijo mío, a un hombre que nunca ha visto un árbol. Este hombre encuentra un ciruelo, pequeño, incipiente. –Un ciruelo –dirá ese hombre– es un vástago inútil. Ese hombre no sabe qué es un ciruelo, ni que adentro tiene un hueso. El derviche girador, Mevlana, decía que si no diera frutos, el árbol no habría sido plantado. Al mirar el fruto el hombre comprende la razón del árbol, por qué florece, por qué bebe luz, por qué se recuesta contra el viento, por qué le corre la savia. Mejor dicho, el árbol solo crece porque tiene un hueso hecho de sueño, el árbol sueña con una cereza entrado el invierno. El futuro que carga es la causa del pasado y no al revés. Eso fue lo que me dijo mi padre cuando me mostró el cerezo que creció del cadáver de Tal Azizi, cerca de Isfahán. Y me contó la historia de Burak, el caballo del Profeta”. (Wilhelm Möller, El camino casi imperfecto)
~ (El) fruto se pudre y el hueso permanece Girijashankar, el asceta que pavoneaba sus trajes elegantes y exhibía riquezas, mandó a construir un palacete, uno de los más exuberantes que jamás se vio en las Indias. Dentro de este palacete construyó una cabaña, lejos de los ojos de todos, en un espacio vedado hasta para los criados. Era una cabaña modesta, de madera, y era allí donde Girijashankar se sentía en casa y pasaba la mayor parte de su tiempo. Era un hombre al que no le gustaba ostentar su humildad.
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Se trata de un proyecto improbable, organizado por orden alfabético, una recopilación de verdades ficticias que responden las grandes preguntas de la humanidad. El lector encuentra respuestas tanto a problemas trascendentales como banales, e incluso historias tan inverosímiles que parecen ciertas. Este esfuerzo por sistematizar la falacia es un reconocimiento a la inventiva humana.
15.5 x 22.5 cm. / 96 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-46-3 / P.V.P. $35.000
Nuestro gordo | Sara Bertrand y Francisco Montaña
por los libros que recomendaba el profesor en clases e incluso los que nombraba en medio de sus arrebatos, cuando nos sacaba en cara que no hubiésemos leído a Bradbury, a Quiroga, a Tolkien, a Bulgákov, a Verne. Nosotros apuntábamos sus nombres a toda velocidad para después, durante el recreo, correr a sacarlos de la biblioteca. Los escondíamos en los morrales para que nuestros compañeros no se burlaran de nosotros. Pero apenas subíamos al bus de regreso a casa, leíamos. Nos sentábamos uno frente al otro, nos cubríamos la cabeza con los sacos y ensayábamos leer como el profesor, entonando la voz, llevándonos una mano al pecho mientras con la otra sosteníamos la capota de nuestro refugio sin dejar de poner la misma expresión de seriedad. Nunca alcanzábamos su tono, su
sobriedad. Pero sí conseguíamos leer esos cuarenta y cinco minutos que nos separaban de casa sin que nadie de la ruta se diera cuenta de lo que hacíamos. Una vez llegábamos, teníamos la precaución de esconder los libros en el fondo de nuestras mochilas. Tomábamos leche, masticábamos el pan con mantequilla que estaba sobre la mesa, frío y algo duro, y hacíamos nuestros deberes lo más rápido que podíamos. Después, ayudábamos a nuestros padres con los quehaceres de la casa: barrer, limpiar, ordenar, cuidar a los animales, ¡bah!, lo mismo de siempre. El invierno pasó de esta manera: leyendo a escondidas, aprovechando la ausencia de nuestros padres. Mientras uno barría, el otro sostenía el libro; cuando uno preparaba la cena, el otro se instalaba a su lado, lee que lee. Así fue como leímos más de cincuenta libros. ¡Cincuenta!
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Los autores
Francisco Montaña (Colombia). Poeta, novelista y profesor de la Universidad Nacional de Colombia. Licenciado en filología e idiomas, cursó estudios de guión de cine en Moscú. Su novela No comas renacuajos, recibió la nominación White Ravens 2010 y La muda fue seleccionada como uno de los mejores libros juveniles de 2012 por el Banco del Libro. Ha publicado en Colombia, México, Venezuela, Ecuador y Argentina.
Nos gustan los cerros, la lluvia, el cielo. Nos gusta pensar la ciudad como una posibilidad de largas caminatas, nos gustan las conversaciones que arreglan el mundo. Nos gusta imaginar que las palabras no son solo su significado sino su sonido: la música que componen al reunirse. Y que la poesía es esa conversación que no termina. Por eso escribimos. Porque amamos la literatura que llaman clásica, también la que dicen infantil. Nos conocimos en Bogotá en 2009. Escribimos Nuestro Gordo de forma virtual; uno desde Santiago de Chile y el otro desde Paris.
La ilustradora Nerina Canzi (Argentina). Me gradué como profesora de dibujo y pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y estudié letras en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Durante 17 años viví en Italia y España, pintando murales y haciendo todo lo relacionado con pintura decorativa. En 2006 regresé a Argentina y continué trabajando con la pintura. Comencé a incursionar en la ilustración en 2013. Cuando ilustro parto de la palabra, la palabra me sugiere imágenes que comienzan a transformarse con los colores, conduciéndome a un territorio inesperado y desconocido.
Sara Bertrand (Chile). Periodista y escritora. Ganó la beca de creación literaria del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes con Cuentos Inoxidables y de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano con Los acordes del mandinga. Ha publicado en Chile, Colombia, Francia, Ecuador, Bolivia y México. Su novela juvenil, Ejercicio de supervivencia, fue traducida al francés. Debuta en Seix Barral con una novela para todo público, Álbum familiar.
Nuestro gordo | Sara Bertrand y Francisco Montaña
uestro
papá tenía razón: las cosas no vienen solas. Y se aprende a porrazos, eso lo entendimos después. Pero antes, tuvimos que lidiar con el mismísimo Gordo Álvarez, pues para cuando logramos salir de la casa y estábamos escurriéndonos hacia el jardín, hizo su aparición con la nueva torta de fresas y las mejillas secas de lágrimas. Fue cuando nos vio. Nos apuntó directo a los ojos con una mirada asesina que recordamos hasta hoy. Sentimos terror. Pánico. Quedamos paralizados junto a la reja, esperando el final, nuestro final. El Gordo Álvarez iba a ser implacable. Nunca supimos lo que pasó por su cabeza o por qué no cayó sobre nosotros con una lluvia de puños o por qué su madre sonrió como lo hizo cuando nos miró. El Gordo Álvarez, mirando a su madre, dijo amable y sospechosamente: 26
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“Mi papá nos contó alguna vez que en la vida de toda persona hay un gordo. Ese ser humano medio torpe que se atraviesa para regarnos el chaleco con el último sorbo de chocolate o que nos hace tropezar con su corpachón cuando se agacha a amarrarse los zapatos… y nos persigue haciéndonos la vida imposible”. Es justamente un gordo –“Bartolomé Álvarez, para servirle”– el que se interpone entre los dos protagonistas de esta historia y el premio del Concurso de cuentos del Estado. La carrera por el primer lugar está llena de sorpresas y secretos que dejará una lección sobre la escritura, que nunca van a olvidar. 13.5 x 19 cm. / 48 pp. / Tapa dura / ISBN 978-958-8845-44-9 / P.V.P. $38.000
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P rólogo
434 frontispicio Marinheiro
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em anos após ter sido publicado pela primeira vez, nas páginas da revista Orpheu, no início do século XX em Portugal, O Marinheiro ressurge nesta nova edição, que pretende reunir o material mais essencial e pertinente referente a esta obra, para que, deste modo, se possa proporcionar-lhe o lugar que merece na literatura portuguesa moderna. Mais do que a reivindicação de um texto que –embora tenha sido amplamente estudado– não tem recebido a mesma atenção no momento de ser editado e traduzido, aspiramos a que o leitor logre conceber esta peça como um dos pilares do universo pessoano e uma pedra angular do teatro e da literatura do século passado. Antes de morrer, Fernando Pessoa (1888-1935) identificou-se, acima de tudo, como dramaturgo, não de um drama em actos, mas de um drama “em gente”1. Isto é precisamente o que faz de O Marinheiro uma pérola que se destaca no vasto legado do autor, pois apesar da importância que, em retrospectiva, Pessoa conferiu ao drama, esta obra constitui o único drama teatral completo que escreveu e publicou. Os demais textos que catalogou dentro deste género quedaram-se apenas como projectos, inéditos ou inconclusos, e apenas nomeados em listas, dispersos no seu baú de manuscritos. Deste modo, resulta surpreendente que, numa carta de 11 de Dezembro de 1931, Pessoa escreva ao seu amigo e futuro editor João Gaspar Simões:
ien años después de que se publicara por primera vez en las páginas de la revista Orpheu, a comienzos del siglo XX en Portugal, El marinero resurge en esta nueva edición que pretende reunir el material más esencial y pertinente referente a esta obra, para así proporcionarle el lugar que se merece dentro de la literatura portuguesa moderna. Más que la reivindicación de un texto que –aunque ha sido ampliamente estudiado– no ha recibido la misma atención a la hora de ser editado y traducido, aspiramos a que el lector logre concebir esta pieza como uno de los pilares del universo pessoano y una piedra angular del teatro y la literatura del siglo pasado. Antes de morir, Fernando Pessoa (1888-1935) se identificaría a sí mismo, por encima de todo, como dramaturgo, no de un drama en actos sino uno “en gente”1. Esto es precisamente lo que hace de El marinero una joya que se destaca entre el vasto legado del autor, pues a pesar de la importancia que, en retrospectiva, Pessoa le confirió al drama, esta obra constituye el único drama teatral completo que escribió y publicó. Los demás textos que él mismo había catalogado dentro de este género se quedaron solo como proyectos inéditos o inconclusos, y apenas nombrados en listas, dispersos en su baúl de manuscritos. Por eso resulta sorprendente que, en una carta del 11 de diciembre de 1931, Pessoa le escribiera a su amigo y futuro editor João Gaspar Simões:
O ponto central da minha personalidade como artista é que sou um poeta dramático; tenho continuamente, em tudo quanto escrevo, a exaltação íntima do poeta e a despersonalização do dramaturgo.
El punto central de mi personalidad como artista es que soy un poeta dramático; tengo, continuamente, en todo lo que escribo, la exaltación íntima del poeta y la despersonalización del
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Assim o escreveu o próprio Pessoa em um texto intitulado "Tábua Bibliográfica", publicado na revista Presença, n.º 17, em Dezembro de 1928.
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Así lo escribió el propio Pessoa en un texto titulado "Tabla bibliográfica", publicado en la revista Presença, n.º 17, en diciembre de 1928.
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Une chambre qui est sans doute dans un vieux château. <De la chambre on voit qu’elle est circulaire.> (On voit que la chambre est circulaire). Au centre [↑ milieu] □
Aucune heure n’a encore sonné. On ne pourrait [↑ saurait] pas l’entendre. Il n’y a pas de pendule près d’ici. Dans peu □ Non : l’horizon est noir. – Ne voulez-vous pas, ma sœur, que <l’on s’> [↑ nous nous] amusions en nous racontant ce que nous avons [↑ fumes] été. C’est beau et c’est toujours faux. 2.ª – Non, n’en parlons pas. Du reste, est-ce que nous avons [↑ fumes] été quelque chose? 1.ª – Peut-être. Je ne sais pas. Mais, tout de même, c’est toujours beau que de parler du passé. Des heures ont tombé et nous avons gardé le silence. Moi, je me suis mise à regarder la flamme de cette bougie-là. <Parfois> [↑ Quelques fois] elle tremble, d’autres elle devient plus jaune, d’autres encore elle pâlit. Je ne sais pas pourquoi cela arrive. Mais est-ce que nous savons, mes sœurs, pourquoi n’importe quoi arrive? PREMIèRE VEILLEUSE: DEUxIèME:
TROISIèME: 1.ª
(Un
silence)
– Parler du passé – cela doit être beau, car c’est inutile et fait tant de peine. – Parlons, si vous le voulez, d’un passé que nous n’ayons pas eu. – Non; peut-être <n>/l\’aurions-nous eu.
LA MêME 2ª 3ª
Facsímile del manuscrito de El marinero en francés. [BNP/E3, 1111Mar-1r] » Fac-símile do manuscrito de O Marinheiro em francês. [BNP/E3, 1111Mar-1r]
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minúsculas hablando. La espuma solo le parece fresca a quien la considera una... Todo es mucho, y no sabemos nada... ¿Queréis que os cuente lo que soñaba a la orilla del mar? PRIMERA: Puedes contarlo, hermana mía; pero no sentimos la necesidad de que lo hagas... Si es hermoso, desde ya lamento haberlo llegado a oír. Y si no es hermoso, espera..., cuéntalo solo después de haberlo alterado... SEGUNDA: Os lo voy a contar. No es del todo falso, pues sin duda nada es del todo falso. Debe haber sido así... Un día me encontraba recostada en la cima fría de un peñasco y había olvidado que tenía padre y madre y que en mí había transcurrido una infancia y otros días. Ese día vi a lo lejos, como algo que solo había pensado ver, el paso indefinido de una vela... Luego cesó... Me fijé en mí otra vez y vi que ya poseía ese sueño mío... No sé en dónde comenzó... Y nunca volví a ver otra vela... Ninguna vela de los navíos que aquí zarpan de un puerto se parece a esa, ni siquiera cuando en una noche de luna los navíos pasan despacio a lo lejos... PRIMERA: Por la ventana veo un navío a lo lejos. Quizás es el que viste... SEGUNDA: No, hermana mía; el que ves sin duda busca cualquier puerto... No podía ser que el que vi buscara cualquier puerto... PRIMERA: ¿Por qué me respondiste?... Puede ser... Nunca he visto ningún navío por la ventana... Quería ver uno y te hablé de él para no sentir dolor... Ahora cuéntanos lo que soñaste a la orilla del mar... SEGUNDA: Soñé con un marinero que se había perdido en una isla lejana. En la isla había palmeras rígidas, escasas, y las aves merodeaban entre ellas... No vi si alguna vez se posaban en ellas... Allí vivía el marinero tras haberse salvado del naufragio... Como no tenía medios de volver a su patria, y cada vez que la recordaba sufría, se dispuso a soñar una patria que nunca hubiera tenido; se dispuso a imaginar que otra patria era la suya, otro tipo de país con otros tipos de paisajes, y otra gente, y otra forma de cruzar las calles y de asomarse por las ventanas... Todo el tiempo construía en sueños esta falsa patria y nunca dejaba de soñar: de día bajo la sombra insignificante de las grandes
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En El marinero somos lo que leemos como en ningún otro lugar. Las líneas que seguimos son las letras de nuestro propio misterio. Mar, saudade, gesto, patria, horror. Somos entre las voces que velan a un mismo tiempo la belleza y el pavor.
15.5 x 22.5 cm. / 148 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-45-6 / P.V.P. $40.000
YO DIJE reúne los artículos escritos y publicados por Félix Ángel en la gacetilla YO DIGO, entre el 7 de septiembre de 1975 (a su regreso a Medellín del segundo viaje a Estados Unidos) y el 7 de enero de 1978, cuando ya vivía en Washington, DC. Esta publicación celebra el 40 aniversario de su aparición. Muchos de los artículos de YO DIGO conservan una vigencia sorprendente y otros confirman su carácter premonitorio, quedando para la historia del arte colombiano como la única publicación que en Medellín se atrevió a encapsular no toda, pero sí una buena parte del acaecer local y nacional con una actitud crítica e irreverente, en un momento en el que se iniciaba una transformación social cuyos procesos y consecuencias aún no ha terminado. 16.5 x 23.5 cm. / 200 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-42-5 / P.V.P. $70.000
Juan Carlos Restrepo Rivas Ilustraci贸n: Manuela Correa Upegui
El viento corre. Abajo reniega Serafín, el agrio perroespín.
Ella no se quiere parecer a nadie ni a su reflejo en el agua. Y canta:
Soy la que soy pero no estoy a gusto con la que soy.
Arriba se baña Liza, la rana.
Muchos dicen que su especie está en peligro de extinción.
La rana Liza y el perroespín Serafín tienen una cosa en común: algo les rasca y no los deja en paz. Después de darse cuenta de que en eso son igualitos, deciden enfrentar esa realidad que los incomoda. Una historia sobre el alivio de mirarse a sí mismo y reconocerse en la propia piel.
16 x 21 cm. / 44 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-33-3 / P.V.P. $28.000
Sara Bertrand Ilustraciones: Francisco Javier Olea
Sara Bertrand Ilustraciones: Francisco Javier Olea
Una familia sufre una serie de pérdidas que terminan por abrir de golpe una puerta que da acceso a una habitación oscura. Allí está la ausencia, desde la mirada de un niño. Con este relato poético Sara Bertrand recorre la contundencia de lo irreversible. El ilustrador Francisco Javier Olea acompaña sus palabras con imágenes que a través del color le aportan al lector formas nuevas de sentir la historia.
16 x 21 cm. / 24 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-31-9 / P.V.P. $25.000
GRASSA TORO & ISIDRO FERRER
CUADERNO DE VACACIONES
Dibuja el submarino que acaba de atrapar el pulpo.
Desordena esta imagen para que se vuelva muy aburrida.
Este cuaderno de vacaciones no es un cuaderno para hacer durante las vacaciones, es un cuaderno para que sea vacaciones cuando quieras que sea vacaciones. Cualquier ser humano puede hacer estas actividades, incluso un adulto con gafas y mal genio. Algunas actividades se hacen con las manos, algunas se hacen con los pies, otras se hacen con el cerebro, las manos están en las manos, los pies están en los pies y el cerebro es lo que hay dentro de la cabeza. Algunas actividades solo pueden hacerse una vez, otras pueden hacerse dos mil cuatrocientas veinticuatro veces o más. Por favor, cuando llegues al final, dinos adiós, somos nosotros los que vamos en el barco. Isidro Misombrero y Carlos Tubarrio
Este libro es un estimulante para la creatividad de los niños. Se reinventa en cada página, y se abre como una puerta a la diversión. Las ilustraciones de Isidro Ferrer son reconocidas en todo el mundo por su poética lúcida y alegre, y Carlos Grassa Toro invita a interactuar con ellas de una manera ingeniosa.
16 x 21 cm. / 48 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-06-7 / P.V.P. $28.000
La ni帽a calva
Relato
Jorge Franco Ilustraci贸n
Daniel G贸mez Henao
–¿Por qué no te asomas? –le dije. –No puedo, no me dejan. –¿Por qué está rota la foto? –Ahí estaba mi abuelo –dijo la niña–, él vivió en esta casa. –¿Quién la rompió?
En la mañana fui a merodear. La luz del
Era la voz de un niño. Yo seguí de espaldas,
día me dio valor para acercarme aunque el
temblando, dudoso de si era a mí a quien
reflejo en los vidrios me impidió mirar hacia
llamaba:
adentro. Todavía no me atrevía a pegar la
–Sí, tú –dijo otra vez. Me di vuelta y no vi a
nariz en las ventanas ni la oreja a la puerta.
nadie, no sabía desde dónde me hablaban.
Cuando di la vuelta para retirarme, me llamó
–Ella. ¡Mírala, está en la esquina! La mujer venía mirando al piso con una bolsa
una voz desde adentro: –¡Oye tú!
en cada mano. En tres saltos llegué a mi casa y desde la puerta la vi entrar.
Como nosotros éramos los vecinos de enfrente, me sentí con la autoridad de convertirme en el vigía, en el informante oficial de toda novedad. Desde mi ventana miraba la casa hasta que se me convirtió en hábito. De tanto mirar hasta llegué a olvidar qué era lo que buscaba.
Desde la ventana de su habitación, Benjamín ve por primera vez encenderse las luces de una casa de su barrio que tiene un pasado misterioso. Los nuevos inquilinos no hablan con los vecinos, y ruidos extraños se escuchan por las noches. ¿Quiénes son y qué secretos esconden? ¿Qué ocurre detrás de esa puerta que nadie puede cruzar? La curiosidad de Benjamín arrastrará a los lectores a descubrir una realidad escabrosa.
14 x 19 cm. / 60 pp. / Tapa dura / ISBN 978-958-8845-28-9 / P.V.P. $38.000
Texto: Pilar Guti茅rrez Llano 路 Ilustraci贸n: Samuel Casta帽o Mesa
He querido explicar que
tengo mil orejas diminutas regadas por todo el cuerpo,
que una mirada dulce
me canta la mejor de las canciones
“He querido explicar que tengo mil orejas diminutas regadas por todo el cuerpo”, dice la narradora de este relato poético, una mujer que perdió el oído a los siete años y que aprendió a escuchar el mundo desde el silencio. Las ilustraciones de Samuel Castaño y los versos de Pilar Gutiérrez hacen de este libro un viaje por la sensibilidad de los sordos, y una invitación a descubrir nuevas formas de sentir lo cotidiano.
15 x 15 cm. / 28 pp. / Tapa dura / ISBN 978-958-8845-14-2 / P.V.P. $30.000
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Johnny y el mar | Melba Escobar
Johnny y el mar | Melba Escobar
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En el colegio les contó a todos que iba a ir a una isla en el Caribe donde había piratas y los peces de todos los mares del mundo. “Además es un mar de siete colores”, añadía en voz baja, como si fuera un secreto. Ulloa no se demoró en contestar: —No invente, Flórez. Yo ya estuve en esa islita, el mar es igual y no hay piratas. Para no empeorar las cosas, Pedro callaba. Los otros niños se reían y le palmeaban la cabeza, como harían con un perrito chihuahua. Una semana después, Pedro miraba por la ventana del avión y confirmaba que Ulloa estaba equivocado sobre el color del mar. Cuando lo había visto en televisión, en las películas y en los libros, siempre era todo azul, pero este mar era un poquito verde, un poquito azul oscuro, azul claro y así. Sobre lo otro, prefirió preguntarle a su mamá:
ahora se iba haciendo plateado a medida que oscurecía. Los ojos se le llenaron de lágrimas. El mar se fue volviendo borroso y lejano. Estaba asustado, pero el cansancio fue más fuerte. Quiso acomodarse a mirar las estrellas como hacía en Bogotá cuando estaba en su cama y no podía dormir. El sonido de ese monstruo salado lo iba meciendo poco a poco, su soplido era dulce, su murmullo le traía paz al corazón acelerado. Pensó que el mar le daba miedo pero a la vez
le gustaba. Y mientras su mamá había salido a preguntar por él en todas las casas verdes y amarillas y rosas y azules y curuba que había en los alrededores del hotel, Pedro había caído en un sueño profundo. Así pasaron un par de horas. Soñó con un pirata de pelo largo, botas, pata de palo, garfio, parche y que hablaba un inglés costeño, como el de Howard. En el sueño, el pirata lo llevaba a su barco, donde compartía con él todos sus tesoros.
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Pedro no cabía en la ropa de la felicidad. Por eso Manuela, su mamá, tuvo que comprarle un pantalón más grande, otra pantaloneta y unos tenis talla 32 antes de viajar. Había cumplido diez años la semana pasada y ella lo había sorprendido con la noticia: —Por fin vas a conocer el mar. Esa noche, Pedro se acostó y aunque no pegó el ojo, sí creció poco más de medio centímetro. Pero él no se veía crecer. Solamente sentía un intenso dolor de barriga que le dejó la doble ración de lomo con alcaparras. Eso tampoco le importó. Como no le importó el calambre en la pierna izquierda, ni se preguntó, por primera vez en una semana, si 5
El sueño de Pedro es conocer el mar. Cuando cumple diez años, su madre lo lleva a una pequeña isla en el Caribe. En ese lugar, fascinante y desconocido, Pedro se pierde y encuentra a Johnny, un hombre que no solo le enseña a pescar sino que le cambia la vida. En esta novela, la escritora colombiana Melba Escobar mezcla, con un lenguaje simple, el dolor y la aventura. Al mismo tiempo acción y reflexión, una novela tan clásica como contemporánea, y sin duda, un gran aporte a la literatura infantil y juvenil. 14 x 20 cm. / 116 pp. / Tapa dura / ISBN 978-958-8845-07-4 / P.V.P. $38.000
En la correspondencia que le envía Clara a su prima queda registrado el hallazgo de un perro de arena. Por fortuna, en su cumpleaños, recibe de regalo una cámara fotográfica que le permite documentar los comportamientos de este ser extraño, cuya presencia la obliga a volver a la playa todos los días. Así que, además de los mensajes, Clara suma a sus descripciones las fotos del animal que amenaza con desaparecer entre las olas y las dunas y con cambiar para siempre la imagen que esta tiene del mar. La idea original del relato es de la ilustradora Alejandra Estrada, quien convocó a la escritora Claudia Aguirre para darle forma a las cartas que atestiguan el paso fugaz del perro de arena. Alejandra también es la creadora de los dibujos del cuento.
19 x 16.5 cm. / 48 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-12-8 / P.V.P. $25.000
Las hermanas Eufrasia y Teodolinda, vigesimoterceras en el linaje de los Archiduques de Maxwell y Repollo, decidieron emprender un negocio con resultados inesperados, por no decir desastrosos. De los inventos estrafalarios que ofrecían en su catálogo repartido por correspondencia, conocemos el destino de los propietarios de al menos dos de ellos: “La máquina de hacer billetes” y “La caja de transformaciones”. Los periplos posteriores a la compra de los desafortunados mecanismos son una sucesión de sorpresas que solo son posibles gracias a la creatividad “práctica” de las Maxwell para crear objetos curiosos, nunca inútiles, aunque sus beneficios sean impredecibles. 14 x 21 cm. / 78 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-09-8 / P.V.P. $25.000
El niño Jesús no se escapaba de la escuela. Los otros niños judíos se reunían para hacer maldades, pero el niño Jesús siempre se quedaba por fuera. Los niños sentían pena por él,
Sara tenía un pececito rojo dentro de una vasija.
pero así tenía que ser: él era Dios y un Dios no puede hacer determinadas cosas.
El pececito rojo se llamaba Noé y estaba nadando dentro de la vasija.
Un hizo
el pajarito llamado Fausto?
día
Pues bien, ¿de qué debía acordarse
sus etas mal y se a fue el cer cono do. mun
Hasta después fue que pensó que los pasteles no se ponen tristes y dejó de estar triste. Y después también pensó que los pasteles –incluso aquellos cubiertos de azúcar– no piensan,
El niño Jesús quedó muy asustado y luego se olvidó del pastel. Se fue a casa pensando todo el camino en los 7 pecados capitales, y en la noche, lleno de miedo, no fue capaz de dormirse.
así que no pensó más en el asunto. Mientras tanto, el niño Jesús le dijo a san José: –Padre, dame todo ese pastel cubierto de azúcar para comérmelo. Pero san José le dijo: –No, porque tú eres Dios y la gula es un pecado muy feo.
–Porque esa es la única manera de caminar –le dijo la persona. –¿Por qué es que todos ustedes caminan patas arriba? El pajarito Fausto quedó sorprendido con todo aquello. Así que le preguntó a una persona: también manejaban con los pies. que los carros avanzaran, y los conductores de ese país, en vez de manejar con las manos, En medio de una calle, un policía de tránsito de ese país hacía señas con los pies para
Este libro provocó un giro en la literatura infantil y juvenil durante la década de los 70. Su autor hace uso del humor y el sinsentido, propone a los niños mirar lo cotidiano desde otras perspectivas, y en cuatro divertidas historias ilustradas convierte la experiencia de lectura en un juego y un viaje difícil de olvidar.
20.5 x 22.5 cm. / 36 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-92-6 / P.V.P. $35.000
Textos:
Ilustraciones:
Ricardo Silva Romero
Daniel G贸mez Henao
Para contar la historia, que empieza en 1810 y termina en nuestros días, Ricardo Silva Romero hace uso de formas poéticas clásicas –sonetos, romances, haikús, coplas, etc.– y así retrata a cada personaje mientras hace un recorrido lúcido y sutil por la historia reciente de España y Colombia. Los Cruz, una familia de oculistas, han buscado por doscientos años la fórmula de los lentes para verse en el espejo sin sentir miedo. Las ilustraciones de Daniel Gómez Henao dialogan genialmente con las anécdotas del libro, componen un álbum de fotografías, y acompañan al lector a descubrir los rasgos íntimos de esta familia. 23.5 x 16.5 cm. / 56 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-89-6 / P.V.P. $45.000
en el Nuevo Mundo
Grassa Toro - Pep Carri贸
La selva era tan espesa que Pedro Sarmiento pudo caminar por las copas de los árboles. Sin saberlo, Juan Lorenzo construyó un puente sobre un río de caimanes. Buscando oro, Antonio Sepúlveda casi logra vaciar una laguna. Gonzalo Guerrero se tatuó la cara, se hizo agujeros en las orejas, y prefirió vivir con los indios a regresar con los españoles… Este libro es una selección de anécdotas que retrata las insólitas experiencias de los conquistadores en el Nuevo Mundo. El escritor, Grassa Toro, exploró textos olvidados, miles y miles de páginas antiguas, para retomar sus historias. Y con trozos de madera que el mar regresó a las costas de España, el artista Pep Carrió construyó los rostros de aquellos hombres que hace más de 500 años zarparon de su país y llegaron a lo desconocido.
15.5 x 33 cm. / 56 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-88-9 / P.V.P. $35.000
Con un tono festivo Vaivén narra la historia de una familia circense en la que cada miembro, desde los ancestros hasta los descendientes, cumple un oficio distinto. Es un libro completo, armónico, una forma excelente de hacer que los niños se enamoren de los libros, que entiendan la lectura como un juego, como un recreo.
14.5 x 19 cm. / 24 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-90-2 / P.V.P. $28.000
Que no me miren
Relato
Ricardo Silva Romero Ilustraciones
Daniel G贸mez Henao Clara G贸mez Vieira
F es de Feliz primer día, niños, dice la pro__esora, no lloren más porque sus chillidos me convierten en un bicho con alas de cuervo. No será este día el último que se sientan lejos de sus casas. Solo nos __altan tus nombres, tú, allá en la esquina de los más llorones, para comenzar a aprender el al__abeto, pero seguro que llegas tarde porque te lo sabes de memoria.
L es de Lunes: por fin entiendo por qué los viejos del edificio se quejan en el ascensor, allá arriba con sus gafas y sus corbatas, de todos los lunes; creo que acabo de ser grande.
N es de Nadie, sólo alguien, en alguna parte, lejos de mí, sabe qué se siente volverse nadie: un poquito de miedo, un poquito de felicidad, un poquito de nada.
Con el tono de un niño de cinco años, con su imaginación, con sus temores, Ricardo Silva Romero y los ilustradores, nos cuentan la experiencia de Gregorio en su primer día de colegio. Que no me miren reúne sensaciones a través de párrafos que nos pasean por el abecedario, de la A a la Z. Es un libro infantil que también leerán y sentirán los adultos. ¿Acaso es fácil de olvidar ese primer día de colegio?
19.5 x 13.5 cm. / 56 pp. / Tapa dura / ISBN 978-958-8562-80-3 / P.V.P. $45.000
Jumma de
MAQROLL el Gaviero Una l e ctura e tí l i c a
Antonio García Á ngel Ilustraciones
S amue l Castaño Mes a
Ensayo literario
( Blanc cassis )
( Negroni )
Maqroll tiene un gusto especial por los cocteles. En Ilona llega con la lluvia sentencia con toda gravedad: «Hay un momento en que la falta de un buen blanc cassis o de un auténtico negroni puede llegar a perturbar el ánimo». Según la International Bartender’s Asociation (IBA), entidad fundada el 24 de febrero de 1951 en el Reino Unido y que pretende ser la Fifa de la coctelería, el blanc cassis debe servirse en copa de champaña –la clásica flute–, a la que se le pone una medida de crema de cassis y luego se llena hasta el tope con vino blanco, generalmente borgoña. La proporción aproximada es de 1 a 9. Pero es difícil encontrarlo, tanto en los manuales como en internet, bajo el nombre de blanc cassis, pues se le conoce popularmente como kir en honor de Félix Kir (1876-1958),
sacerdote católico francés que durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial fue parte importante de la Resistencia y se considera el pionero del movimiento de hermandad de ciudades. A las delegaciones extranjeras que visitaban Dijón, cuando Felix Kir era alcalde, siempre les daba la bienvenida con un blanc cassis. Desde entonces este coctel se conoce mundialmente como kir. El negroni, un coctel que no me gusta por su sabor amargo, consta de Campari, vermut y ginebra en cantidades iguales, servidas en un vaso de old fashioned, con hielo y una rodaja de naranja como decoración; es una variación del americano, que era el mismo coctel pero sin ginebra y sucumbió a la popularidad de este sucesor. Roberto Rubiano Vargas, en un ensayo titulado Con una mano escribo y con
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Antonio García Ángel hace un recorrido por la erudición etílica de Álvaro Mutis. Y lo hace de la mano de Maqroll, personaje que aparece en diferentes novelas del escritor bogotano, y que se mueve siempre entre tabernas, cervecerías, tascas y bares. García Ángel analiza los gustos del marinero que bebe según su estado de ánimo y le hace una completa arqueología a los licores y cocteles que aparecen en los relatos. También reseña los modales de catador experto y las propias recetas de Mutis. A esta recuperación histórica y literaria, se une el artista Samuel Castaño, que ilustra los símbolos que acompañan la vida de un hombre de mar dedicado a naufragar en aguas poco profundas.
14 x 23,5 cm. / 84 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-32-6 / P.V.P. $35.000
Hombre muy fuerte
Hombre final
Un hombre da largos paseos por el cementerio. Obliga a su hija a acompañarlo. Su hija es virgen y hasta su virginidad desciende la dorada cabellera que le nace del cráneo. Durante las largas caminatas entre las sepulturas, el hombre siempre saca a relucir los mismos temas de conversación: la honestidad, los espejos. La hija, para no escucharlo, lleva dos cuentas al mismo tiempo: en el lado izquierdo de la cabeza suma difuntos machos; en el derecho, hembras muertas. Deja de sumar cuando se hace de noche.
Un hombre tiene la mano extendida; en la palma, un pájaro construye un nido. El hombre hiere de muerte a un toro y lo asa mientras el animal agoniza. El pájaro prosigue paciente la construcción de su nido sobre la mano. El hombre detiene la lluvia antes de que toque el suelo, lo hace con la derecha. El pájaro se acomoda en el nido acabado. El hombre echa a volar. El pájaro pone dos huevos.
Era una pieza conocida, siempre la misma, la música anunciaba el inminente cierre del recinto, duraba catorce minutos. La administración del camposanto había calculado que ese era el tiempo que separaba la única puerta de salida del extremo opuesto. El tiempo que le costaría a un cojo recorrer la distancia. El propio administrador hizo de cojo el día de la prueba.
Desde donde estaba apostado solo vi al pájaro. En marzo y abril está permitido cazar. Hay una ley que lo permite. No la he escrito yo.
XI
XXXI
Hombre con pasado
Un hombre besa el pie de una mujer. Sopla el viento. La mujer es virgen. El hombre cuida las flores de un campo hasta donde no alcanza la vista. Levanta del suelo unas tijeras delicadas y corta los cabellos de la mujer. Tiembla. Recuerda cuando el cirujano le anunció que no volvería a distinguir los colores.
Me tumbé desnuda entre las flores y esperé a que se cansara de cortarme el pelo.
XIV
Este libro es una galería de personajes extraordinarios. Treinta y dos retratos de hombres que rompen las convenciones y habitan un mundo donde la excepción es lo común.
15.5 x 24 cm. / 72 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-29-6 / P.V.P. $35.000
Un libro muy original Alexander Search Autor ficcional de / Fictional author of
Fernando Pessoa
A diferencia de la obra de otros autores ficcionales creados por Fernando Pessoa, la obra de Alexander Search ha sido poco difundida fuera de Portugal, e incluso en este país solo se han publicado algunos de sus textos. Poemas, ensayos, traducciones y manuscritos son algunos de los elementos que componen esta antología y muestran a Search como autor de una obra prolífica y muy original.
15.5 x 22,5 cm. / 244 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-18-0 / P.V.P. $40.000
“El arte sirve para ver el interior de las cosas”, dice Josef Sors, el protagonista de este libro, un pintor que se dedicó tanto a su arte que casi se olvida de vivir. La historia que narra la novela está inspirada en un hecho real. Un pintor eslovaco, huyendo de los nazis, vivió bajo el lavaplatos del abuelo del autor. Inspirado en ese hecho, Afonso Cruz creó una ficción que conmueve al lector de principio a fin, un libro que gira alrededor de la vocación, del amor, la guerra y el deseo auténtico de ser artista sin importar las circunstancias. 15.5 x 22,5 cm. / 138 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-93-3 / P.V.P. $35.000
José eduardo agualusa
La increíble aunque verdadera historia de don Nicolau Água-Rosada De Ambriz nos llega la noticia de que el joven príncipe del Congo, don Nicolau Água-Rosada, habría sido bárbaramente asesinado por una multitud enfurecida Nos cuentan que los nativos de la región atacaron una factoría inglesa en Quissembo, donde don Nicolau se había refugiado, y raptaron al desdichado muchacho, al que mataron luego con golpes de machete (cuchillo de la jungla), le amputaron los miembros y lo llevaron, en señal de triunfo, agarrado a un palo que sostenía su cabeza Se espera la confirmación de esta noticia Boletín Oficial, 25 de marzo de 1857
El folleto era color granate, estaba escrito en un estilo de vibrante y artificiosa retórica, y anunciaba un extraordinario espectáculo de física recreativa que se iba a realizar aquel domingo en el Teatro Providencia En letra más pequeña se podía leer una advertencia a las damas y a los caballeros de Luanda, según la cual ese mismo espectáculo se volvería a realizar una semana más tarde, pero esta vez en la amplia y acogedora residencia de la firma Carnegie & Co Don Nicolau Água-Rosada y Sardónia leyó el anuncio sin sentir que ninguna emoción en particular lo hiciera vibrar; así de lejos estaba de saber que ese prospecto lo habría de llevar a la muerte Aquel domingo
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Catálogo
José eduardo agualusa
de luCes
–Tengo miedo de ella –murmuró– No es como nosotros Por primera vez el hombre la miró a los ojos: –Este país también dejó de ser nuestro –dijo bajando la voz– Es el país de ellos Dios nos abandonó y el mundo se olvidó de nosotros Puso la bolsa sobre la mesa: –¿Tienes joyas? Doña Filipinha fue al cuarto a buscar la caja donde guardaba las joyas, la abrió y echó todo dentro de la bolsa La voz le tembló un poco: –No tengo nada más El hombre señaló el anillo de oro que ella traía en el dedo meñique de la mano izquierda –¡Falta ese! La señora respiro hondo y lo enfrentó: –Imposible Fue un regalo de mi abuela, que por su parte lo heredó de la madre Está en la familia desde hace cuatro generaciones Este me lo quedo El hombre le agarró la mano y le quitó el anillo Luego se echó la bolsa al hombro, salió de la cocina, abrió la puerta que daba a la calle y se fue Doña Filipinha esperó hasta que él bajó las escaleras Después volvió a mirar la cocina y llenó un vaso con leche En ese instante se oyó afuera un tumulto de voces, personas corriendo, una ráfaga veloz y muchas risas Carolina, desnuda, estaba asomaba en la ventana del cuarto: –¡Malas noticias! –gritó hacia adentro– ¡Dejaron limpio a tu amigo! Doña Filipinha puso el vaso de leche en la mesa de noche y se sentó en la cama Se sentía agotada: –No era mi amigo –dijo– Y de cualquier forma, ya estaba muerto
Por qué es tan importante mirar las estrellas Para Malé
Esta es la historia verdadera de mi amigo Fortunato, quien una mañana sin mucha suerte se despertó desnudo en el corredor de un gran hotel de Londres Fortunato, alto funcionario de la administración del Estado, en Luanda, había ido a Londres a participar en un encuentro internacional de burócratas Técnico competente, hombre culto y con buen gusto, incorruptible por naturaleza y educación, mi amigo sufría amargamente con la situación del país y la imagen de Angola en el extranjero Él creía, con alguna ingenuidad, que todos los técnicos honestos tenían la misión de mejorar esa imagen En los países de Europa occidental es fácil que cualquier funcionario mantenga intacta su integridad moral Lo difícil, de hecho, es que sea corrupto Eso exige, al menos, alguna valentía e imaginación En un país fundamentalmente corrupto sucede lo contrario: a un funcionario incorruptible se lo suele mirar con desconfianza y algo de rabia; con desconfianza, porque nadie cree en su condición incorruptible (“algo nos debe estar escondiendo”); con rabia, porque perturba las lucrativas actividades de los demás Así, al burócrata incorruptible de un país
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José eduardo agualusa
Catálogo de sombras
Para Kelly Cristina
Al principio me reí con lo que había sucedido, me reí sin ganas, como se ríen los infelices que son atrapados en situaciones ridículas por las cámaras de la televisión Me parecía uno de esos juegos literarios tan del agrado de Jorge Luis Borges, un repetido truco de espejos con objetos imposibles y libros antiguos que surgían de la nada para volver inquietante la realidad Pedro Rosa Mendes descubrió el libro en una librería de viejo en Alcántara, Marañón, escondido entre títulos de poesía brasileña de los años cuarenta Mis amigos saben que atesoro, hace largos años, una pequeña biblioteca monstruosa En ella incluyo todo género de errores, aberraciones y atrocidades, pero también reúno milagros y prodigios, desde obras con títulos insensatos o indignantes, hasta plagios descarados, volúmenes con cubiertas invertidas, otros con graves errores de ortografía en el propio título, y enrevesadas utopías que nunca nadie leyó Guardo, por ejemplo, el trabajo de un oscuro escritor angoleño, Marcial Faustino, que está compuesto de una dedicatoria y tres breves textos Una nota, en la contracubierta, asegura que se trata de una novela En realidad, el grueso de la obra, ciento ochenta
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En estos veinte cuentos José Eduardo Agualusa logra deslumbrar al lector en dosis de pocas páginas. Hasta ahora inédita al español, la obra cuentística de Agualusa resultará familiar para el lector latinoamericano, dadas las afinidades del escritor angoleño con la literatura y las atmósferas de Suramérica. Catálogo de luces es una antología seleccionada por él mismo para presentarse a los lectores en castellano.
15.5 x 22,5 cm. / 132 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-91-9 / P.V.P. $35.000
Este libro ilustrado narra, de modo poético, los sentimientos de rechazo y abandono. Se emplea la metáfora de los paraguas que se usan en una gran ciudad, para darle un hilo conductor a la narración visual y a la textual. Imágenes y palabras que hablan y preguntan. Un libro profundo, conmovedor y humano. 23.5 x 13.5 cm. / 32 pp. / Tapa dura / ISBN 978-958-8562-69-8 / P.V.P. $38.000
Cada capítulo de este libro se inicia con reglas de oro que contienen orientaciones relacionadas con los diferentes tipos de recetas. Se incluyen claves y trucos derivados de años de práctica Este libro contiene recetas de platos deliciosos, también incluye historias interesantes de la familia y de la mujer que las creó. (Nueva edición en tapa rústica.) 16.5 x 31 cm. / 192 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8845-65-4 / P.V.P. $45.000
bola que tengo entre el corazón Esta bola que tengo entre elyEsta corazón el estómago no es un tumor, no sale radiografías ni se deja palpar. y el estómago no es un tumor,enno sale A María Sólo hay una forma de verla: en radiografías ni se deja palpar. me deben mirar a los ojos fija y profundamente.
Sólo hay una forma de verla: me deben mirar a los ojos fija Esta bola que tengo entre el corazón y el estómago no es un tumor, no sale y profundamente. en radiografías ni se deja palpar. Sólo hay una forma de verla: me deben mirar a los ojos fija y profundamente.
Casi nadie sabe hacerlo. Ante las miradas me protejo parpadeando con insistencia. Hace poco visité un médico y dijo: veo algo en tus ojos.
Casi nadie sabe hacerlo. Ante las miradas me protejo parpadeando con insistencia.
Me sentí feliz, quise hablarle de mi bola pero algo me detuvo; no puedo describirla ni hablar de ella con cualquiera; el que me oiga tiene que entender, de otra manera la bola puede seguir creciendo.
Casi nadie sabe hacerlo. Ante las miradas me protejo parpadeando con insistencia.
Hace poco visité un médico y dijo: veo algo en tus ojos.
Me sentí feliz, quise hablarle Esta bola de agua, como el mar, a veces es de mi bola pero algo me detuvo; tranquila y otras veces se mueve violentamente. Texto e imagen a través de un acordeón de sensaciones. Tal vez no puedo describirla nidanzan hablar de ella con cualquiera; Cuando lloro, disminuye literatura infantil, tal vez literatura para ese niño que enla bola todos habita, eso el que me oiga tiene y siento alivio. lo dirá el lector. Un libro tan esmerado en sus textos, en sus ilustraciones, que entender, de otra como enmanera su diseño; un deleite para los sentidos. (Nueva edición tapa dura, la bola puede forrada en papel.) seguir creciendo.
Hace poco visité un médico y dijo: veo algo en tus ojos.
Autora: Pilar Gutiérrez Llano · Ilustrador: José Antonio Suárez Londoño Esta bola de agua, como el mar, a veces es tranquila y otras veces se mueve violentamente.
Me sentí feliz, quise hablarle
Mis lágrimas vienen de la bola, pasan por la garganta y salen por los ojos.
15.5 x 11.5Cuando cm. lloro, / 28lapp. / Tapa dura / ISBN 978-958-8862-74-2 / P.V.P. $40.000 bola disminuye
Fernando Pessoa (1888-1935) y Porfirio Barba-Jacob (1883-1942) son escritores que recurren a la pseudonimia desde sus primeros poemas, poetas melancólicos con una vertiente dionisíaca que expresan en baladas y en odas; autores de sonetos, elegías y canciones que habrían integrado una o más colecciones de poemas que ellos imaginaron pero nunca llegaron a concretar.
15.5 x 22,5 cm. / 308 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-72-8 / P.V.P. $40.000
El lector que reciba estas cartas tendrá el privilegio de conocer el espíritu de dos grandes poetas a través de lo más íntimo de sus voces. No es necesario conocer ni a Jaime Jaramillo ni a Geraldino Brasil para adentrarse en este intercambio epistolar. En sus páginas hay anécdotas, confesiones, preguntas, descripciones de paisajes, lamentos, meditaciones, consejos al amigo, voces que se acompañan y conocen en el tiempo de la distancia. Es difícil comprender cómo dos hombres que nunca se conocieron en persona y que vivieron a miles de kilómetros de distancia forjaron una amistad tan entrañable a través de la palabra. Este libro, estas cartas, son un homenaje a la poesía y a la amistad. 17 x 22 cm. / 124 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-62-9 / P.V.P. $35.000
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s ó l o u n a lu z d e ag ua
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en el ascenso del crepúsculo, con dedos femeniles, toca el laúd y al cantar adquiere atisbos de bufón. Todos permanecen prosternados bajo la mirada de Francisco. Sus testas están rapadas al modo de una vieja usanza militar. La caspa y el piojo forcejean en los cabellos incipientes. Usan hábitos desteñidos para cubrir sus cuerpos de pértiga. Calzan un cuero proscrito de Damasco. Y sus pieles, endurecidas por el repudio al almidón, huelen a rancia sequedad. Sobre ellos los arcos están vestidos de islámicas geometrías. La bendición del pontífice se traza en el aire. En su movimiento paralizado hay un deje de repetido acto de fe. La cruz sobresale entre las estolas blanquísimas. Y el púrpura es el matiz propicio para recordar un antiguo crimen.
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Entre ellos hay un humilla-
do de Lombardía. Un antiguo seguidor de Arnaldo de Brescia, el frenético. Otro, que proviene de Lyon, se hace llamar dulce paupérrimo, y dice haber escuchado la voz de Dios proferida contra los obispos más untuosos. Otro, dueño de un temblor en las manos, cuando el vino irradia su cabeza, despotrica contra las jerarquías de la Iglesia y sus misterios. Ese bautismo solemne acompasado por músicas de bronce. Esa penitencia pública deambulando entre los terciopelos. Esa eucaristía de vinos que produce flatulencias en los minutos del descanso. Hay uno más que es diestro en la escritura. Y otro que, en sus sueños, ansía ágapes y tapices majestuosos. Y aquel otro que
La confirmación de la orden
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E
l monte Alvernia ostenta el relieve de un verano impostergable. Sobre las vertientes, y paralizados en sus ramajes de ceniza, pocos árboles se levantan. Nada en el aire está sujeto a la movilidad. Los insectos se han sumido en un sopor como si padecieran una inexplicable condena. El cielo muestra un asombro azul tan insistente que desconoce toda interpretación. Abajo, incrustada en los pliegues del muro, una flor se inclina. Dos recintos, marcados con la cruz, delimitan la extensión del milagro. Sus fachadas son estrechas, y profundos los interiores como corresponde a los sitios propios para albergar los sueños. León, el confidente, está distante del sol que respira como una 66
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Francisco ha muerto.
Su figura, extendida sobre un trozo de madera, es la consumación de un sueño. Besar las heridas de las piernas, rociar con lágrimas su ropaje, orar como si el resuello fuera un hipo sostenido, es velar para que ese sueño se convierta en fuego. Y la llama subsista en medio de la universal devastación. Un hombre sin vida es un cuerpo extraño. Una ausencia perentoria. La corrupción que avanza y se mezcla a la tierra en su resurrección intermitente. Un signo que se recuesta en el polvo para asumir el olvido. Los estigmas, que produjeron estupor, ya son secos territorios. Pedazos de una geografía desdibujada donde temblor no hay. Francisco ha muerto. Y alrededor de su mortaja,
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oliente a paja, a almizcle y a benjuí, las preces son el aliento y el incienso. Hay un murmullo en el que el latín intenta aplastar los giros rústicos de Umbría. Llanto en las monótonas oraciones de la Iglesia. Humo que sale de largos cuelmos. Dios, arriba, es invisible. Pero sus mensajeros tienen un exuberante plumaje de oro. Y sus atuendos se ven rojos. Tan rojos como la sangre que aún es necesario verter. La muerte del santo
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enajenación portentosa sobre la tierra. En sus rezos pondera, una vez más, la razón para acceder a Dios. Francisco, en cambio, recibe de rodillas las huellas del martirio. Y así como acontece en la cotidianidad, algo similar sucede en esta escena. Que mientras alguien golpea el surco de la piedra con la pica, otro, a su lado, acaricia un fruto y derrama su blanca savia sobre él. Acodado en esa revelación fragmentada de las cosas, Francisco dice una palabra. Una exclamación expectante. Una interrogación entusiasta. El dolor que ya empieza a ser gozo. El placer de la carne que de súbito se manifiesta como una felicidad extrema. Un ay. Un solo ay que nombra más que todas las oraciones dichas por León. Un ay que es confuso debido a su hiperbólica luminosidad. Las llagas, en todo caso, ya supuran como pétalos abiertos en la piel de Francisco. Y surge esta flor que se recuesta lánguida sobre una de las grietas. Y que, solitaria en su corto esplendor, adquiere el contorno de una exaltación que decae inevitablemente. La estigmatización 67
A finales del siglo XIII, Giotto, artista precursor del Renacimiento italiano, pintó veintiocho frescos inspirado en la vida de san Francisco de Asís. En este libro, Pablo Montoya contempla la mudez de esas imágenes y la recrea en palabras. Una prosa breve y poética, acompañada con un detalle de cada pintura, cuenta la historia de Francisco, un hombre que encontró la divinidad cruzándose con el dolor, la miseria, el sufrimiento, el gozo y la belleza. Francisco de Asís, el hombre, es el personaje central de este texto; Giotto y sus 28 pinturas del santo, la inspiración; y la Edad Media, su atmósfera.
11.5 x 16 cm. / 108 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-00-1 / P.V.P. $30.000
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REGORIO
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S ANTIAGO L ONDOÑO V ÉLEZ
Cuartas, arquitecto y pintor, se ha dedicado por cincuenta años al arte religioso. Desde 1962 ha trabajado en cinco importantes proyectos que conservan y renuevan la rica tradición de la estética monacal antigua. Este libro contiene fotografías de los trabajos que ha realizado, y reproducciones de sus bocetos, pinturas, planos y diseños. El ensayo del historiador y crítico de arte Santiago Londoño, hace un recorrido anecdótico y lúcido por la obra de Cuartas, un artista silencioso y que merece reconocimiento. 11.5 x 17 cm. / 152 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-16-2 / P.V.P. $55.000
La siempreviva
Miguel Torres
ese aparato que con esa cantaleta me van a dejar sorda. JULIETA � � � (Llegando) Hola, mamá.
JULIETA � � � Mamá, yo ya casi soy una abogada,
Se saludan de beso. LUCÍA � � � � Ya le tengo su sopita caliente. Lucía sale hacia el fondo. Julieta entra al cuarto en medio del alboroto del partido. Participa en los comentarios. Doña Lucía regresa trayendo una taza de sopa. Julieta, al verla, sale del cuarto y se sienta con ella en la mesita del corredor. Comienza a tomarse la sopa. El diálogo de las dos se desarrolla mientras los otros continúan viendo y comentando el partido. LUCÍA � � � � Esta tarde me llamaron. Doña Mer-
LUCÍA � � � � Pero si no va a trabajar de mesera.
JULIETA LUCÍA � JULIETA LUCÍA �
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JULIETA � � � LUCÍA � � � �
La siempreviva
Miguel Torres
JULIETA � � � Estos son otros tiempos, don Carlos. CARLOS � � � Otros tiempos y los mismos proble-
una doctora, ¡y trabajando en una cafetería! Además el sueldo no es malo, y usted sabe que necesitamos la plata.
mas. Qué vaina tan jodida. HUMBERTO � Desde que estén dialogando otra
vez es porque las cosas van por buen camino.
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JULIETA � � � ¿Qué va a pensar la gente? LUCÍA � � � � Nadie tiene por qué enterarse, es
CARLOS � � � Eso es porque los bandoleros están
buscando ganar tiempo. Deje y verá que se van a acordar de mí.
sólo por un mes, y si usted quiere podemos decir que está trabajando en una oficina. En el radio, otra vez a todo volumen, el locutor narra un gol de Millonarios. Humberto y Victoria celebran el gol con brincos y abrazos. Sergio ya está bastante borracho y permanece en actitud de derrota. Carlos llega del fondo, en bata, y empuja la puerta interrumpiendo el festejo. Humberto le baja el volumen al radio.
cedes, la esposa del señor Ramírez, ¿se acuerda? Es un trabajo temporal para reemplazar a una empleada que se va de licencia por un mes. ¿Y dónde queda la oficina? No es una oficina, es una cafetería. ¿Una cafetería? Pero es la cafetería del Palacio de Justicia. Pero mamá... El horario le cuadra perfecto con la universidad.
HUMBERTO � ¿Qué pasa, don Carlos? CARLOS � � � (Furioso) Que ustedes con esa bulla
no me dejan dormir. LUCÍA � � � � ¡Yo les advertí! SERGIO � � � � Estoy de acuerdo con usted, don
Carlos. HUMBERTO � No sea falso, Sergio. Aprenda a
perder.
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La siempreviva
SERGIO � � � � (Llegando de su cuarto. A Victoria) ¿Usted
a qué horas llegó anoche? VICTORIA � � Como a las once. Usted ya estaba
fundido.
Día. Carlos se afeita frente al espejo. Lucía riega las matas. Julieta y Victoria están sentadas en una banca. Victoria toma nota de una clase de gramática que le está dando Julieta. Humberto desayuna en la mesita del corredor. Al terminar la noticia Carlos apaga un pequeño radio transistor que tiene sobre el lavadero.
SERGIO � � � � ¿Y eso por dónde andaba? VICTORIA � � Fui a visitar a mi hermana. SERGIO � � � � ¿A visitar a su hermana? Con per-
miso de quién, si se puede saber. LUCÍA � � � � Qué pena interrumpirlo, Sergio,
pero ahora que lo veo le quiero recordar que hoy se vence el plazo que le di para pagarme los tres meses de arriendo que me debe.
CARLOS � � � Tanto diálogo y tanta pendejada es
SERGIO � � � � Doña Lucía... cómo le dijera... HUMBERTO � Es mejor que no diga nada y pague. SERGIO � � � � Usted no se meta, Humberto, que
lo que tienen a este país fregado. Plomo, bala es lo que hay que darles a esos bandoleros, como lo hizo en su tiempo mi general Rojas. Eso sí era saber para qué es el poder.
la cosa es aquí con su señora madre.
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Victoria retira la mesa a un extremo, le pone una matera encima y organiza la silla y las bancas del patio. VICTORIA � � Oiga, Julieta, y usted de verdad por
qué no le hace caso al doctor Espitia. JULIETA � � � ¿Usted lo haría, Victoria? VICTORIA � � Yo tengo a mi marido.
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Comienza a oírse, bajo, El payaso de Joe Arroyo. JULIETA � � � Victoria, ¿por qué no me lee el cigaVICTORIA JULIETA � VICTORIA JULIETA � VICTORIA
� � � � �
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rrillo? ¿Aquí en el patio? No, en la cocina. Vamos. ¿Usted tiene cigarrillos? Los tengo en la cocina. Como el Sergio no me deja fumar en la pieza me toca fumar allá. Las dos salen conversando hacia el fondo. La música va subiendo mientras el escenario se oscurece. Luz sobre el radio.
Día. Encadenamiento musical. La canción seguirá oyéndose con variaciones de volumen a lo largo de la escena. Lucía barre el corredor. Sergio se asoma a la puerta de su cuarto. SERGIO � � � � ¡Victoria! ¡Victoria! VICTORIA � � (Su voz desde el fondo) ¿Qué quiere? CARLOS � � � (Llegando del fondo) Doña Lucía, ¿us-
ted se acuerda qué día es hoy? SERGIO � � � � (En el cuarto) ¡Carajo, dónde se metió
ese zapato! LUCÍA � � � � Ni me lo recuerde, don Carlos.
Deme un respiro, ¿sí? Esta semana quedaron de conseguirme una pla24
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Una obra emblemática no sólo por el tema: la toma del Palacio de Justicia en 1985, sino por la calidad de su escritura. Texto que conmueve, recuerda y hace reflexionar, sin recurrir a discursos políticos. La historia de una mujer, Julieta, que existió y desapareció ese 6 de noviembre, es el hilo conductor de este texto que muestra de manera magistral la realidad de un país: pobreza, desempleo, terrorismo. Obra presentada por el teatro El Local.
11.5 x 17 cm. / 152 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-16-2 / P.V.P. $15.000
“Pasos” es un libro de poemas en los que su autor, Carlos Vásquez, explora de manera novedosa y lúdica su relación con el mundo. En cada página el lector se encontrará con ideas inesperadas, con nuevas perspectivas para contemplar la realidad. Este libro se destaca en la obra poética de Carlos Vásquez por su transparencia, por la capacidad que tiene para conversar con el otro, por la lucidez de su imaginación. Luego de leer estas páginas se confirma que la poesía es un juego para recrear el mundo en cada verso.
12 x 15.5 cm. / 80 pp. / Tapa rústica / ISBN 978-958-8562-68-1 / P.V.P. $15.000
Contacto: ventas@tragaluzeditores.com www.tragaluzeditores.com MedellĂn, Colombia