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Vientre: Sobre la maternidad trans por fei hernandez

VIENTRE: Sobre la maternidad trans

POR FÉI HERNANDEZ IMAGEN DE TARYN ELLIOTT

Mi identidad trans siempre ha tenido que ver con mi cuerpo, pero sobre todo con mi vientre, mi deseo de tener une hije y ser madre.

Como persona trans femenina asignada al sexo masculino al nacer (AMAB, por sus siglas en inglés), me sentía incómode al nombrar mi experiencia con mi útero. Podría contar todas las veces que lo sentí palpitar y sentí su sed de contener algo, pero me costaba articularlo.

Me gustaría poder encontrar consuelo en una celebración de todo lo que he podido dar a luz. Poemas. Obras de arte. Escritos. Canciones. Una escuela espiritual para el desarrollo de practicantes espirituales. Sin embargo, mi vientre, mi deseo de dar a luz en mi cuerpo, es lo que me llevó a mi transexualidad, a mi práctica espiritual y a la comunidad que necesitaba para llevarme por este viaje trascendental.

Con el paso de los años, sentí que la maternidad se había vuelto más intangible, más alejada de mí. Me sentía vulnerable a los cambios de mi cuerpo a los 28 años. Estaba entrando en el modo cuerpo de papá, mi vello facial crecía más grueso, mi cuerpo estaba poniéndose cuadrado y mi peso me estaba creando mucha dismorfia corporal sin tener une hije en mi vientre. Quería ver qué podía ayudarme a sentirme más conectade con mi expresión de género y mi feminidad.

Recientemente, me puse en contacto con une especialista en salud de FOLX para preguntar sobre la terapia de sustitución hormonal. Hablamos de muchas cosas en la consulta de 30 minutos por la que pagué 59 dólares pero hubo un momento en particular que se sintió de completitud. Aunque sabía el efecto que el estrógeno tendría en mi producción de testosterona y la fertilidad, no esperaba que esto surgiera en la conversación. Pensar en el futuro y considerar la posibilidad de un banco de esperma me llevó a dar un paseo. Frené y toda mi vida pasó por mis ojos. El punto de entrada a mi condición de trans (dar a luz, tener hijes y fertilidad) parecía encontrarme incluso cuando intentaba ignorarlo para disminuir el dolor.

También me preocupaba el hecho de envejecer. Mi cuerpo había cambiado drásticamente en un corto período de tiempo. Había ganado peso después de sobrevivir al Covid-19 y a un accidente de auto que me dejó con una lesión cerebral traumática (TBI, por sus siglas en inglés). Me vi afectade económicamente ya que no podía trabajar. Lidiaba con el TEPT, la muerte de mi hermano pequeño, una nueva discapacidad, todo ello sin tener una pareja, une hije, o construir una familia como muches otres a mi alrededor. Las presiones heteronormativas cis de todos los tipos de colonización empezaron a introducirse en mi cuerpo trans. Salí de la consulta de zoom, revisé todas las notas que tomé y empecé a procesar. Inmediatamente empecé a calcular cuándo todas las personas que habían dado a luz en mi familia tenían hijes. Me di cuenta de que ya había pasado la edad que tenía mi madre cuando me dio a luz a mí. La ansiedad me impulsó a las matemáticas como nunca antes. Me sentí incompetente, como si hubiera fracasado en ser y hacer lo que se suponía que debía hacer en esta tierra... dar a luz desde mi cuerpo, algo fundamental e importante dentro de mí. Estaba soltere y no tenía ningún

interés amoroso en mente, así que cuestioné cuándo podría experimentar la maternidad. Evidentemente, también asociaba la maternidad con estar en pareja y enamorade como si fueran mutuamente excluyentes.

Me lamenté. Lloré. Tal vez podría hacerlo por mi cuenta. ¿Pero quería recorrer la misma experiencia traumática, difícil, y el mismo camino que tuvo mi madre como madre soltera? ¿Tenía yo dinero para pasar por largos procedimientos que involucraban a un sistema médico en el que no confiaba? ¿Y si la persona que sostenía a mi bebé se escapaba con elle? ¿Cómo me enfrento a los trámites legales que conlleva tener un vientre de alquiler? ¡Todo es tan insoportablemente confuso! Me tumbaba en la cama pensando en todos los hombres a los que podría haber convencido para que me fecundaran. Escribí la primera noche con rabia, y cada noche después, hasta que se hizo más claro.

Quiero nombrar la cultura de arreglo inmediato: curar superficialmente las heridas intelectualizando la experiencia en lugar de sentir y estudiar las emociones que surgen naturalmente. Está claro que queremos evitar el inevitable sufrimiento que conlleva mantener dichas emociones, incluso las buenas. Cuando comparto mi dolorosa verdad respecto a mi vientre, mi deseo de tener hijes como persona trans, se me ha pedido que cambie de rumbo y que mire todo lo que he podido dar a luz, simbólicamente, pero encontrar satisfacción en el nacimiento simbólico no me ayudaba a superar esto. La gente busca soluciones cuando no quieren verme sufrir porque me quieren pero creo que es esencial para nosotres sostener este dolor por más tiempo, ser testigues de esta revelación por más tiempo, y dejar que nos cambie. Nuestro instinto es huir de la incomodidad de las preguntas de mi relación con mi vientre, la maternidad, y mi experiencia trans puede hacerlo surgir en todes nosotres. Sin importar si mi experiencia es demasiado espiritual, demasiado poco científica o incuantificable, o demasiado sensible, es real. Esto puede parecer nuevo para la gente que no está familiarizada con el anhelo de una función fisiológica, un órgano, o una experiencia definitoria que no puede vivir su finalización debido a sus impedimentos físicos. Así que quiero retarnos a considerar que tal vez lo que estoy revelando es en realidad una antigua realidad indígena para muches humanes en este planeta que no tienen el lenguaje o la seguridad para poder vivir en su verdad.

Me acordé de un funeral, un aborto espiritual que experimenté hace muchos años en el lote de tierra de mi primera casa. Mi madre me preparó un baño con romero, lavanda, rosas secas y sal marina después de que mi inundación llegó. La inundación se sentía como algo visceral que se derramaba de mí, seguida de una sensación de hundimiento en la que, sin consentimiento y sin control, había sido separada de algo dentro de mí. Había estado en una ceremonia conmigo misme los días previos a ese momento en torno a la maternidad, identificando mi vientre, dándole un nombre y cuestionando por qué me habían metido en un cuerpo sin la función que sabía que era parte de mí. Las semi-respuestas empezaron a surgir en la ceremonia, y después del baño, me sentí más curade. Fui capaz de entrar en un vientre de mi propia necesidad. El romero protegió mi vientre espiritualmente abierto de cualquier otra transgresión. La lavanda me hizo descansar. Las rosas secas ayudaron a aliviar mi dolor, me sostuvieron en un dulce aroma y ternura. La sal marina absorbió la pesadez y ayudó a crear un espacio para ser vulnerable y afirmarme. Mi madre fue testigo de mi sufrimiento y me envolvió en una toalla blanca. Sabía que era una herida desde tiempos inmemoriales. ¿Una vida pasada? O tal vez fue todo el estrés que tenía en ese momento. Una cosa era cierta, estaba sufriendo la pérdida de une hije que nunca tuve, un aborto involuntario

de múltiples maneras. Acababa de empezar mi formación para convertirme en une doule posparto a través de Birthworkers of Color. La experiencia activó algo en mí que temía saber que existía. Tengo un útero. Aunque sea uno que no puede existir de la forma en que lo necesito, o dar a luz les niñes que deseo tener en casa. Es invisible pero vive dentro de mí. No hay ciencia ni manera de conjurar a mis ancestres, guías espirituales, o TransGod para demostrar lo contrario. Sin embargo, mi madre me abrazó después de sacarme de la bañera, y juntes velamos a une niñe espiritual dentro de mí que no podía meterse de lleno. Me ahogué en lágrimas y mi madre lloró conmigo. Lloramos por les niñes que hemos perdido, encendimos velas y atamos un cordón rojo alrededor de mi cintura para mantener lo que quedaba de mí. Han pasado años desde ese incidente, y nunca me he dado espacio para permitir mi anhelo de ser una persona que da a luz. La forma en que mi madre me dio espacio en nuestro patio esa noche no es la forma en que el mundo en general me sostiene. Temo revivir el dolor de que me digan que soy inaceptable, extrañe, enferme o que estoy ocupando espacio que no es mío. Esto me ha impedido articular mi verdad de la forma en que lo estoy haciendo ahora.

Mi verdad es que si pudiera, tendría un útero introducido quirúrgicamente en mi cuerpo. Estaría complete si lo hiciera. Tener un útero me permitiría respirar más plenamente. Mi vocación es ser madre, una madre de cosas hermosas, pero estar limitade por una contraparte fisiológica es angustiante. Es una condena silenciosa encontrar esperanza en todos los otros nacimientos. Tener la capacidad de parir vida de esta manera me haría sentir que no estoy rote, difícil de amar, incapaz. Quiero creer que antes de entrar en esta vida en la tierra elegí mi experiencia: mi cuerpo, su diáspora, mi color de ojos, mi familia, mi risa, mi comunidad, mi pelo etc. Al menos en mi elección podía culparme por no tener lo que necesitaba. Podía culparme por mi ruptura. Con esta perspectiva es más fácil resolver el misterio, encontrar respuestas y consuelo en medio del dolor: yo hice esto, yo tengo la culpa. Es una «lección» de mi propia creación. ¿Tal vez fui llevade a sufrir de esta manera para poder escribir sobre ello con la esperanza de ayudar a alguien más que esté pasando por algo similar? ¿Tal vez estoy aquí para revelar al mundo más sobre su humanidad a través de mi sufrimiento? Es difícil crear esta narrativa para disminuir el daño de mi realidad, aunque bien podría ser cierto. En días horribles condeno a la naturaleza y a TransGod por quitarme lo que necesito para estar complete: un útero que funcione en el cuerpo en el que estoy. Pero, por desgracia, solo existe este Féi capaz de hacer el trabajo de parto para ayudar a redefinir y ampliar las nociones de madre/padre y de familias no nucleares.

Mi esperanza es que con este ensayo podamos ir más allá de un proceso lineal de sanación (p. ej.: de dolor a felicidad), ampliar el espacio para identidades complejas, y mantener nuestras emociones más tiempo. Con este ensayo ofrezco mi proceso como un proceso de revelación con muchas olas de euforia, descubrimiento, dolor, alegría y paz que se mueven a su propio ritmo. Incluso en mi anhelo, estoy dando a luz un nuevo mundo. No hay consuelo para el tipo de parto del que desearía ser capaz, pero te regalo, a ti lectore, esto: mi verdad.

En la actualidad, muches de nosotres, TGNC (Trans de género no conformes) BIPOC (negres, indígenas, personas de color) ya estamos bajo ataque constante. Nos enfrentamos regularmente a violencia por parte del Estado, la familia, la comunidad, o de nosotres mismes (por toda la estigmatización). Así que hoy en día buscamos resoluciones dulces, respuestas para nosotres por nosotres, resoluciones con finales felices, y esperanza decolonial.

Espero que al explorar el anhelo de tener hijes de las personas trans AMAB, podamos hacer un nuevo mundo de posibilidades para todos los tipos de cuerpos y experiencias. Aunque esta experiencia vivida es dolorosa, me ha dado la oportunidad de reformar mi mundo interior y mi forma de actuar fuera de él. Como resultado de todo esto, consideré más profundamente qué creencias limitadas aún tenía que necesitaba soltar. ¿Qué es la familia? ¿Qué es la «comunidad»? Me di cuenta de lo limitada que era mi imaginación para vislumbrar la vida que quería vivir. No podía ver mi experiencia como una historia de amor porque me decían que no era suficiente, que estaba enferme o que me faltaba algo. Mi imaginación existía dentro de un contexto colonial y necesitaba quemarlo todo. No podía creer el discurso que tenía a diario: ¿Quería que un hombre cis alto y guapo de color fuera el padre de mis hijes? ¿Estaba construyendo, en mi alma, el prototipo que el sueño americano había vendido a tantes inmigrantes? Solo puedo ser madre si ele hije proviene de mi propio cuerpo. En realidad no me creía nada de esto. Mi alma comenzó a romper el alcance limitado de mi comprensión. Una suave y tierna luz brilló y me sacó. Comencé a construir el proyecto de un hogar para padres e hijes TGNC BIPOC. Cuando cierro los ojos veo una casa de cinco pisos de color púrpura, rosa y azul. Diseñada y construida como una comunidad. La casa está en un pradera rodeada de pinos y el olor del océano en el viento. Es un refugio seguro para florecer y construir un mundo donde podamos centrar el amor. Los límites de la conexión son infinitos. Somos posibles en formas inimaginables. Cada une se realiza en el cuerpo que necesita y nuestra comprensión del ser es expansiva. Coparticipamos con suavidad y ferozmente como comunidad, o en unidades de elección consensuada. Este es el mundo en el que quiero que crezcan mis hijes, lo que significa que debo vivir en él ahora. Todavía tengo momentos como la llamada de zoom con la consultora de FOLX que me llevan al inicio de mi viaje como persona trans. Hay algo que se dice: deja que tu experiencia sea una entera. Deja que cada parte de tu cuerpo hable, deja que cada necesidad sea nombrada, deja que todo lo que necesita florecer, y todo lo que necesita cambiar se transforme. Deja que tu metamorfosis te envuelva y que todo el mundo te vea, para que elles puedan verse a sí mismes también. Hay algo que me guía hacia y desde ciertas personas. Quiero creer que es ele niñe que perdí y lloro que me guía hacia su joven ser. Cuanto más cerca me siento de mi hije, más me doy cuenta de que el trabajo está en descolonizar la maternidad, la transexualidad, el cuerpo, el parto, y vivir en un mundo más pleno y seguro. Cuanto más permito que la posibilidad de mi experiencia revele las posibilidades de la vida en la Tierra, fuera del lente del colonialismo occidental, puedo ver que mi hije y yo somos posibles ahora mismo. En este mismo momento estamos juntes y en presencia, aunque un cuerpo físico es lo que nos separa. Si bien esto me trae consuelo en un mal día, está la pena que existe a pesar de todo. Tocarnos va más allá incluso de la más fuerte conexión espiritual. A medida que me permito espacio para llorar y revolcarme, más capaz soy de levantarme y vivir, esperando pacientemente la lenta revelación de para qué fue todo esto. Yo, al igual que mi comunidad, no debería tener que luchar para estar vive, sentirnos plenes ohumanes. Estar vive, sobrevivir o, en un buen día, prosperar en un mundo capitalista y colonizado es algo que celebramos porque estamos obligades a hacerlo; pero quiero saber cómo sería mi experiencia en un mundo donde el destino sea convertirnos en todo lo que necesitamos sin el miedo a la persecución y a la violencia sistémica. Tendré hijes eventualmente, aunque no sea directamente de mi cuerpo. También estoy abierte a reconocer cuánta plenitud

y alegría he experimentado al ser madre de Kosmoh, mi cachorro enviado por TransGod. Estoy abierte a ver que mis creaciones, tanto las privadas como las públicas por igual, sean tenidas en la reverencia que merecen como mis hijes. Especialmente Hood Criatura, mi primer poemario completo publicado por Sundress Publications. Sin embargo, mientras mantengo una sana relación (a veces obsesiva) con el nacimiento de nuevos proyectos, cada vez más grandes, no siempre se siente la plenitud que necesito. También me he abierto a explorar una vida en la que la maternidad es solo una faceta de mi propósito. Me pregunto cuántas experiencias me he perdido o impedido porque el hecho de tener hijes ha sido siempre un elemento central de mi vida. Quiero darme la oportunidad de ser sensual, de encontrar placer, convertir mis actos de servicio en algo interno y seguir rodeándome de una comunidad que me ve en la verdad.

A veces me paro en mi porche con vistas al lote de tierra de mi patio. Todavía no hemos encontrado el tiempo para preparar un jardín para que florezca, pero justo donde enterramos a mi hije espiritual, las flores amarillas siempre florecen. BIOGRAFÍA El autore féi hernandez es trans, criade en Inglewood, ex inmigrante indocumentade creadore de la colección de poesía Hood Criatura, que estuvo entre los mejores libros de 2020 de NPR. Integrante de Define American Fellow para 2021 y actualmente preside la junta directiva de Gender Justice Los Ángeles. Le han publicado en POETRY, Autostraddle, Immigrant Report, The Breakbeat Poets Vol.4: LatiNext, de próxima aparición en Somewhere We are Human, y más. También es fundadore de The House of Ethér, un centro que proporciona curación espiritual. Lanzó Spirit School for the Divinely Gifted, que centra las enseñanzas espirituales para los practicantes TGNC BIPOC.

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