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Costa Rica, pura vida

En la cintura de las Américas, un país tan pequeño como grande a la hora de desplegar su excepcional naturaleza. Turismo sustentable, cultivos ancestrales y bajo impacto en el ambiente son sus banderas a la par del café, el chocolate y los volcanes.

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POR PIERRE DUMAS

La verde silueta de un quetzal inmóvil sobre una rama, apenas iluminado por el amanecer. El cráter gris del volcán Irazú, que se eleva por encima de un manto de nubes que ocultan los techos de Cartago, la antigua capital. Un productor de cacao que exhibe con orgullo los frutos cultivados con técnicas ancestrales. La curva de las playas del Pacífico y las palmeras que sombrean las arenas del Caribe. Son todas postales de Costa Rica, ese pequeño gran país de Centroamérica que está decidido a impulsar el ecoturismo, el turismo sustentable y el agroturismo gracias a iniciativas que se adaptan al cambio climático y reaccionan al gran desafío del siglo XXI aplicando sistemas de producción bajo en carbono. Pasen y vean, vengan y descubran uno de los secretos mejor guardados de la naturaleza latinoamericana.

De costa a costa

Aunque desde la Argentina no hay vuelos directos, llegar es fácil y rápido gracias a las conexiones que hacen escala en Bogotá, Panamá o Lima. Una vez aterrizados en San José, bastan tres horas (la geografía montañosa impone tiempos más lentos al tránsito y conviene más hablar en horas de viaje que en distancia) para desembarcar en el Caribe, o apenas una hora y media para llegar al Pacífico. ¿Cara o ceca? Empezamos este viaje por el Caribe, donde un nuevo proyecto está poniendo en valor uno de los más refinados productos costarricenses: el cacao. Andreas Cordero es la coordinadora y vocera de la iniciativa, que reúne un total de 18 instancias para conocer todos los pasos desde el cultivo hasta la comercialización de este particular oro negro. La Costa del Chocolate -entre las bellas playas de Cahuita, Puerto y Manzanillo- es a la vez un paseo turístico y una inmersión en las técni

Arriba: Andreas, productora de cacao en Cahuita.

En la otra página, desde arriba: Playa de Puerto Viejo; Cráter del Volcán Irazu.

cas ancestrales de producción y tostado de la semilla; un descubrimiento de los aportes de la población indígena y negra al cultivo del cacao; una invitación a elaborar el propio chocolate en un taller personalizado; y un pasaje para descubrir nuevos y explosivos sabores gracias a uno de los más puros y aromáticos productos del planeta. Con un entusiasmo arrollador, desde la finca de una hectárea donde produce su propio cacao, y donde plácidos perezosos observan desde lo alto de los árboles, Andreas nos lleva a visitar la finca de Roberto Salinas Pérez: allí se derraman los sabores de los frutos tropicales y podemos descubrir el misterio del chocolate antes de ser chocolate. Una fiesta para los sentidos que toma forma en las tabletas -de 45 a 100% cacao- de Caribeans, y en las tentadoras vitrinas de Choco, el local donde dos jóvenes oriundos de Québec, Martin Latreille y Nelson Rouleau, exhiben lo mejor de los productores locales: y lo hacen con nombre y apellido, poniendo la foto de cada uno de ellos para que el cacao recobre aquello que lo hace único, su identidad.

Otro mar y otras producciones esperan al viajero que desde San José emprenda el viaje en la dirección opuesta: los costarricenses llaman Costa Seca a su litoral a lo largo del Pacífico. El bosque es distinto y la vegetación puede esperar varios meses sin agua para luego reverdecer durante el “invierno”, en realidad una temporada de densas lluvias tropicales. Aquí no nos esperan los perezosos, pero sí las lapas: son vistosos (y ruidosos) loros de largas plumas rojas, amarillas y azules, tan llamativos como los que se ven en las películas de animación infantiles. Esta región a orillas del Pacífico cuenta con la mayor llanura del país, donde prosperan numerosas fincas y emprendimientos rurales

que abren sus puertas al turismo y sobre todo realizan en enorme esfuerzo por adaptar sus métodos productivos al cambio climático. Es el caso de los Lácteos Tulín, cerca del balneario Playa Hermosa, y de la Hacienda Sur, en la misma región de la provincia de Puntarenas.

Hacienda Sur cría ganado vacuno con bajas emisiones de carbono y recibe a quienes quieran acercarse para conocer ese método, muy novedoso en el mundo pero que se está imponiendo en Costa Rica. Los rebaños de vacas cruzadas entre cebúes, wagyu japonesas y razas europeas pastan en praderas delimita

Desde arriba: Frutas tropicales sobre la costa caribeña; pelícano en el mar Caribe.

das por cercas vivas y debajo de árboles nativos que capturan con más eficiencia el CO2 de la atmósfera. Sus cortes ponen en valor la calidad de la carne obtenida de manera totalmente natural, sin aportes ni complementos alimenticios artificiales: allí los animales viven una vida sin estrés en un ámbito libre de agroquímicos. La misma preocupación ambientalista guía las acciones de la fábrica de quesos y lácteos Tulín, cuyas visitas concluyen con una sabrosa degustación de innovadores productos todos los días del año. Los propios dueños de este establecimiento modelo explican cómo trabajan su finca y la fábrica neutras en emisiones de carbono. Y lo más llamativo de todo es que lograron al mismo tiempo productos de excelencia y quesos entre los más sabrosos de América Central.

Olas y lapas

Conociendo estos proyectos llegamos muy cerca de Playa Hermosa, un balneario que fue noticia hace algunos meses tras ser incorporado al grupo de las seis playas más inclusivas del mundo, en el marco del programa Booking Cares Fund (una ONG que promueve un modelo de turismo accesible para todos). La pequeña localidad costera y su litoral bohemio siguen en esto los pasos de su gran hermano: Jacó, el mayor balneario de esta porción de la costa central del Pacífico en Costa Rica.

Jacó fue declarada primera playa de accesibilidad universal en América Central el año pasado. Los costarricenses consideran este balneario como uno de los más desarrollados del país y les gusta recorrer la calle principal,

Arriba: Playa de Jacó.

Arriba: Colibries en el resort Savegre.

En la otra página: Quetzal.

si esperan un poquito su paciencia será recompensada con la visita de bandadas de loros, atraídos por almendros salvajes que producen una de sus comidas favoritas. También es muy común avistar lapas en las afueras de la ciudad o en las cercanías de las grandes plantaciones de palmas aceiteras que ocupan buena parte de la llanura costera.

El valle de los quetzales

Entre ambos litorales, el centro de Costa Rica está ocupado por una cordillera volcánica dominada por el cerro Chiripó Grande, el punto más alto del país. No muy lejos se levanta el Cerro de la Muerte, que separa el valle de la capital, San José, del valle del General, donde San Isidro es una de las principales ciudades. Sobre las faldas de esta última montaña crecen cafetales que producen algunos de los cafés más valiosos del mundo. Las bolsas se venden exclusivamente en Japón a precios que llegan a ser diez veces superiores al curso promedio mundial. Esta producción de alta gama -que también se enorgullece de buenas prácticas ambientales y es carbono-neutral- se puede descubrir y degustar en la flamante cafetería de la Cooperativa Dota en el pueblo de Santa María de Dota. Es el primer establecimiento de este tipo calificado como “cero emisiones”.

Coopedota produce y comercializa los cafés Quetzal, muy populares en el país, pero en su tienda se vende también la línea de granos de alta gama de la marca Reserva Especial, elaborada con el mejor arábica del mundo.

Desde Santa María, a poca distancia (pero luego de más de una hora manejando por una espectacular ruta de cornisa) se llega al valle de San Gerardo de Dota, estrecho y profundo

bordeada por sucursales de cadenas internacionales y restaurantes de moda veraniega. Ese ámbito contrasta con el aspecto agreste que conservó la costa caribeña, del otro lado de la Cordillera Central.

Gracias a su llamativa playa, que se estira a lo largo de una pequeña bahía protegida por dos morros, Jacó es el mayor receptor del turismo nacional e internacional en la provincia de Puntarenas. Atrae tanto a familias de San José que vienen para pasar el fin de semana como a jóvenes de todo el mundo que llegan en busca de las poderosas olas de la región: tanto vaivén de visitantes generó el desarrollo de numerosos parques y recreos, que van desde el avistaje de ranas tropicales hasta canopy y tirolesa en la jungla. Además de un gran abanico de salidas de ecoturismo y agroturismo, como en la vecina localidad de Tarcoles, a orillas del río del mismo nombre. El embarcadero local es el punto de partida de excursiones en lancha por el manglar para ver de muy cerca cocodrilos, aves acuáticas, basiliscos, lapas y monos. Es una visita que se recomienda especialmente temprano por la mañana o antes del atardecer, cuando la fauna tiene mayor actividad y bandadas de pelícanos regresan sobre la playa. Es divertido observarlos mirar de reojo a los pescadores, esperando engullir algunos de los peces demasiado pequeños que son devueltos al agua.

Las aves más llamativas son, sin embargo, las lapas rojas: es el nombre que los lugareños dan a los grandes guacamayos multicolores que viven en los bosques a lo largo de la costa. Saliendo de Jacó, en dirección a Playa Hermosa, hay una colina con un punto panorámico sobre el balneario al costado un cartel multicolor. Los viajeros suelen parar allí para sacarse fotos y los mejor informados saben que

Arriba: Manglar de la costa caribeña.

Paisaje del Cerro La Muerte.

entre montañas cubiertas por la nuboselva tropical. Este valle jalonado de resorts inmersos en la naturaleza bordea el Parque Nacional Los Quetzales, el único lugar de América Central donde se tiene la certeza de tener éxito durante salidas de avistaje de esas hermosas aves. Las plumas de quetzal eran bienes más preciados que el oro para los antiguos mayas: las culturas prehispánicas los veneraban como deidades, pero la degradación de los bosques y la sobrecaza que padecieron (por sus plumas justamente) llevaron la especie al borde de la extinción. Costa Rica es uno de sus últimos refugios, y más especialmente esta región escondida entre valles vertiginosos y montañas abruptas.

Las salidas acompañadas por guías profesionales empiezan muy temprano por la madrugada, un rato antes del amanecer. Los puntos de reunión son los hoteles, como el complejo Savegre, el mayor del valle. Con potentes binoculares en mano, los guías llevan a sus grupos cerca los nidos con actividad que pudieron registrar. Minutos después del alba, la misma magia se repite día tras día: las aves salen y se posan sobre ramas para inspeccionar el bosque en busca de comida. Las hembras son menos llamativas que los machos, que tienen largas colas verdes y pechos de un rojo muy intenso. Pero los fotógrafos y birdwatchers esperan a ambos con igual ansiedad.

Sin inmutarse por esta presencia humana, los quetzales cumplen con sus rutinas y buscan su desayuno matutino. Algunas veces los catalejos no son necesarios porque las aves se posan sobre ramas muy cercanas a su “público”: en todo caso, las fotos resultan ser un verdadero éxito. La salida tiene una yapa, con un segundo recorrido por senderos de la nuboselva en busca de más encuentros con las aves y la fauna local.

Frente a esta naturaleza increíble, viene a la mente uno de los lemas que suelen aparecer en los carteles que promocionan Costa Rica: “Sin ingredientes artificiales”… El pequeño país que se convirtió en uno de los destinos de turismo natural más ecofriendly del mundo entendió todos los beneficios que le puede aportar su prodigiosa riqueza natural y la cuida con un celo que bien podría inspirar a las demás naciones de nuestro planeta.

El resultado está a la vista: sea en la costa caribeña, sea a lo largo de la del Pacífico o bien en las montañas centrales. Y todavía falta descubrir extensas regiones en el norte y el sur del país…

¡PASAJEROS AL TREN!

Está por partir, para los afortunados que visitan Hollywood, un tren que no tiene nada de normal. El maquinista es Goofy -que lo maneja de manera particular- y entre los protagonistas más conocidos están Mickey, Minnie y todos sus amigos y compañeros de aventuras y travesuras.

Por Guido Minerbi

ABIGAIL NILSSON

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