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Norte chileno
EL DESIERTO DE ATACAMA EN CUATRO ETAPAS
Semblanzas de un viaje por el norte de Chile, entre La Serena y San Pedro de Atacama, bordeando la costa del Pacífico y llegando hasta el pie de los Andes. En camino se exploran varios rincones del desierto más árido del planeta.
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Por Pierre Dumas
La ruta nacional 5 es para Chile el equivalente a la 40 en la Argentina: una invitación al viaje que atraviesa buena parte del país trasandino. Uno de sus extremos está en el sur de la isla de Chiloé y el otro en la frontera con Perú al norte de Arica, a más de 3.300 kilómetros de distancia. Algunos viajeros logran recorrerla de un tirón y otros la conocen por tramo... todo depende del tiempo que le puedan dedicar. Pero una estadía común de siete a diez días alcanza para lanzarse a la aventura en dirección al norte de Santiago. Esta porción de la ruta es mucho menos visitada y transitada en verano que la del del sur, en dirección a la Patagonia. Al norte de La Serena y Coquimbo, atraviesa una de las tierras más áridas del planeta hasta San Pedro de Atacama, el mayor centro turístico del norte de Chile.
Primera parada en Coquimbo y La Serena
La extensa costa chilena suma muchas caletas y pequeños golfos. Es donde los españoles, y luego los criollos, fundaron los principales puertos. Coquimbo es uno de ellos, más de 450 kilómetros al norte de Santiago. Es un buen punto de partida para recorrer la zona tropical del país vecino porque es de fácil acceso desde la Argentina por el paso de Aguas Negras, en el norte de la Provincia de San Juan.
Coquimbo forma una sola aglomeración con el balneario de La Serena. A la imagen de Valparaíso y Viña del Mar, cada una de estas dos ciudades vecinas tiene una identidad marcada: construida en altura sobre una colina y junto al puerto, Coquimbo es más popular e industrial, mientras La Serena se extiende a lo largo de una playa y la costanera luce elegantes edificios.
Este balneario fundado en 1549 es una de las ciudades más antiguas de Chile. Conserva varios edificios coloniales en el centro y su circuito turístico abarca el mercado artesanal (donde se venden fragmentos o trabajos de piedras semipreciosas extraídas de las minas chilenas y sobre todo lapislázuli), su playa y su faro.
Ese edificio precisamente es el emblema de La Serena, de la misma manera que un Cristo Redentor es el de Coquimbo. Se trata de una colosal construcción que domina la colina costera donde los obreros del puerto instalaron sus pequeñas casas. Está abierta al público y es posible subir hasta dentro de su estructura hasta un vertiginoso punto panorámico sobre toda la bahía, el apostadero ideal para ver cómo las dos ciudades se funden en una sola. También para ver cómo nace el valle del río Elqui, mirando en dirección a las montañas, y mucho más cerca las murallas del fuerte Lambert.
Antes de dejar la región de Coquimbo, vale la pena recorrer un poco la comarca hasta la casa natal de la poetisa Gabriela Mistral y parar en el camino en observatorios astronómicos y en bodegas que producen la versión chilena del pisco.
Segunda parada en Taltal
De vuelta sobre la Ruta 5, en dirección al norte y a Antofagasta , el camino invitará a hacer varias etapas y visitas muy diversas, para ir descubriendo el sur del desierto de Atacama. Así se llega a Copiapó, una ciudadoasis rodeada de complejos mineros. Tuvo su
Arriba: el faro en la ciudad costera La Serena.
En la otra página: el Observatorio Paranal, operado por la European Southern Observatory, ubicado en la comuna de Taltal.
atención mediática en 2010 cuando se logró el rescate de 33 mineros atrapados una galería subterránea. Un monumento recuerda este episodio en el centro. Es una alegoría de la paz, donada por China. La ciudad tiene también el mayor museo de minerales de Chile y una de las primeras locomotoras en uso en América Latina. Se la conoce como La Copiapó y circuló entre 1851 y 1858. Llegaba hasta Caldera, sobre la costa del Pacífico, nuestra próxima parada sobre la Ruta 5, y hoy se la exhibe en el predio de la Universidad local.
A esta altura del viaje, el paisaje es esencialmente mineral y no se ve ni la sombra de una plana. Ni siquiera la proximidad del Pacífico aporta algo de humedad. A duras penas los vecinos de Barquito y Chañaral (al norte de Caldera) logran hacer crecer alguna palmera al costado de los bulevares costeros. En el Parque Nacional Pan de Azúcar crecen nada más que cactus. Algunos de ellos son endémicos, como las copiapoas. Como no llueve nunca sobre la región, las plantas aprendieron a sustentarse con el escaso rocío de las brumas marítimas. De la misma manera logran sobrevivir algunos zorros, rebaños de guanacos, serpientes y varias especies de roedores. Sobre la costa, se pueden ver colonias de pelícanos y pingüinos de Humbolt, una especie en peligro de extinción.
Saliendo de Chañaral tenemos dos opciones de camino: uno de ripio que atraviesa el parque (más lento pero más lindo) y la Ruta 5 -que a esta altura está indicada como la Ruta del Desierto- que lo rodea. Ambas se reúnen más al norte.
En lugar de ir directamente hasta Antofagasta, que está todavía a más de cuatro horas de ruta, se puede hacer una parada en Taltal, un diminuto puerto sobre la costa. Hay que cuidarse de las indicaciones del GPS, porque dos pueblos comparten este mismo nombre: uno sobre la costa y otro en el desierto a más de 100 kilómetros de distancia. No hay mayores atractivos en ese pequeño puerto fundado por los ingleses a mediados del siglo XIX para cargar los nitratos extraídos en el desierto, pero es un buen lugar para arrancar temprano al día siguiente y hacer una parada en el Cerro Paranal, para conocer uno de los mayores complejos astronómicos del mundo. Es donde la Unión Europea instaló el ESO, el European Southern Observatory. El mayor instrumento del conjunto es el VLT, Very Large Telescope, que perderá pronto su estatus de mayor ojo del planeta, cuando los europeos instalen otro más potente sobre el Cerro Armazones, a 20 kiló
metros de distancia. Las visitas (gratuitas) son posibles únicamente los fines de semana, por la mañana el sábado y al mediodía los domingos. Se recomienda reservar los turnos con una prudente anticipación por medio del sitio web de la ESO (eso.org).
Tercera parada en Antofagasta
Para llegar hasta el puerto de Taltal hubo que dejar la RN 5 y seguir otra, la 1, que bordea un tiempo la costa del Pacífico. Así se llega a Paposo, un pequeño pueblo muy poco conocido donde el mayor atractivo es el mojón que marcaba la antigua frontera entre Chile y Bolivia, antes de la Guerra del Pacífico.
Si el calendario lo permite, la parada siguiente es el Cerro Paranal para visitar el observatorio. Y cuando finalmente se regresa a la RN 5, en lugar de seguirla hacia el norte para ir a Antofagasta, vale la pena desviarse hacia el sur, unos 10 a 15 minutos para conocer la Mano del Desierto
Es uno de los emblemas de Chile y el símbolo del Desierto de Atacama. Esta obra de 11 metros de altura fue creada e instalada por Mario Irarrázabal, el mismo artista de hizo la mano de Punta del Este. Todos los que circulan por el desierto del norte chileno hacen una parada para verla antes de seguir camino hacia Antofagasta al norte o hacia Copiapó hacia el sur.
Una de las rutas de ese empalme lleva hasta el paso de Socompa y la provincia de Salta, bordeando las ruinas de varias oficinas. Así se llamaban las construcciones donde estaban los dormitorios y las oficinas de las minas salitreras que hicieron la riqueza de la región hace más de 120 años y provocaron la guerra entre Chile, Perú y Bolivia. Los mineros vivían y trabajaban en condiciones extremas, como las describió el novelista Hernán Rivera Letelier.
La Mano del Desierto es el símbolo del desierto de Atacama.
Finalmente se llega a Antofagasta, una de las mayores ciudades de Chile. Es a la vez un centro industrial y de servicios y un destino turístico, con playas y varios atractivos. Son esencialmente museos y sitios históricos como las ruinas de Huanchaca, una fundición de plata del siglo XIX dentro de un edificio que lució como un palacio fortificado prehispánico. Al norte de la ciudad está el monumento que marca el emplazamiento del Trópico de Capricornio. La visita se suele hacer al mediodía, cuando las sombras están perfectamente en vertical y desaparecen bajo las construcciones, las plantas o las personas.
Antes de llegar al aeropuerto está el sitio natural de La Portada. Frente a la costa, una roca hueca forma un arco sobre el mar, con la ciudad en segundo plano. La vista se disfruta más particularmente al atardecer. Un poco más lejos están los pueblos de Hornitos y Mejillones. El primero es un balneario rústico muy apreciado por los chilenos en verano. El segundo es más grande, con un puerto comercial y militar. Su avenida principal se caracteriza por las estatuas de todos los personajes de la tira infantil Condorito.
Cuarta parada San Pedro de Atacama
Luego de bordear el desierto de Atacama a lo largo del Pacífico, llegó el momento de cruzarlo en dirección a los Andes. Y para esto hay que abandonar la RN 5 para seguir viaje rumbo a Calama. Es otra ciudad que prospera en medio de la nada gracias a la industria minera. El principal símbolo de esta actividad es visible en el techo del campanario de la principal iglesia de su centro: está cubierto por placas de cobre.
Finalmente se llega a San Pedro de Ata
Las lagunas escondidas de Baltinache permanecen como uno de los secretos mejor guardados de San Pedro de Atacama.
Cordillera de la Sal, en San Pedro de Atacama.
cama por una ruta que sigue luego hasta San Antonio de los Cobres, en la Argentina. El pueblito andino conservó una fisionomía típica de la Puna, con sus calles estrechas bordeadas por casas de adobe de una sola planta. Muchas fueron reconvertidas en alojamientos de lujo y en tiendas de marcas globalizadas o agencias de viajes para el turismo internacional. En el medio subsisten algunas despensas y un par de mercaditos.
El pueblo suele verse vacío durante el día, cuando todos salen para excursiones y se llena al atardecer. Es mejor tener movilidad propia y no depender de los prestadores locales, para abaratar costos. Todos los predios turísticos de la región están en manos de grupos indígenas y cada uno cobra elevados derechos de entrada. Por suerte las rutas, aunque sean de ripio, no presentan mayores dificultades. El principal desafío en realidad es la altura: todo está por encima de los 2.500 metros y el punto máximo es el valle del Tatio a casi 4.300 metros.
Las visitas imperdibles desde San Pedro son las de la laguna Chaxa (un salar con colonias de flamencos), las ruinas de Tulor (un pueblo prehispánico), el pucará de Quitor (la fortaleza incaica local), la Cordillera de la Sal (para explorar desfiladeros y cuevas), las lagunas de Baltinache (tan saladas que uno flota sin esfuerzo) y por supuesto los géiseres del valle del Tatio. Es una excursión que se hace al amanecer, saliendo del pueblo cuando aún es de noche. Luego de varias horas de manejo se llega a una planicie desde la cual brotan chorros de humo y de agua. La diferencia térmica a primeras horas del día estimula a los géiseres, que van perdiendo su potencia a medida que las temperaturas suben durante el resto del día.