Revista Oficial Semana Santa Mérida 2010

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“Quiero animaros a que osintáis honrosísimos de ser cristianos y cofrades, a que reviséis aquello que en vuestros criterios, actitudes y comportamientos discrepe del Evangelio y de la necesaria vinculación con la iglesia; a que os decidáis a formaros en lo que cada uno necesite, de forma que podáis defender la fe que profesáis allá donde se ponga en entredicho o se la confunda con realidades y formas de vida impropias de la verdad del Evangelio y de la Iglesia. Monseñor Santiago García Aracil,

Arzobispo de Mérida - Badajoz


Semana Santa 2010

INDICE INDICE

Página

Mis queridos cofrades, por monseñor Santiago García-Aracil ............................................... 4 Un acontecimiento de una sensibilidad y espiritualidad..., por J. Ángel Calle Gragera ........... 5 Buscar el verdadero sentido a la Semana Santa, por Agustín Velázquez Jiménez ................... 6 Los estatutos, por Pedro María Rogríguez Gallego ............................................................... 7

Pregón 2010 Francisco Javier Moreno Soltero, pregonero de la Semana Santa 2010.................................. 8

Artículos

Foto portada: Cartel de la Semana Santa Mérida 2010. (Diego Blanco Cortés). Coordinación: Agustín Velázquez Jiménez. Mario Hernández Maquirriaín. Fotografías: J. M. Romero. Archivo Junta de Cofradías. Diseño e impresión: Gráficas Gaspar, S.L. Edición: Junta de Cofradías. Marzo 2010. Nº de ejemplares: 500.

Del camino y su meta, por Manuel Grillo ........................................................................... 9 Emérita, ¿Pimera Sede Episcopal de las Hipanias?, por Antonio Mateos Martín ................... 10 Por el dolor hacia Dios. Los Flagelantes, por Carmelo Arribas Pérez ................................... 12 ¿Hay muchos mercaderes en nuestros templos por Semana Santa?, por Juan J. Enríquez ..... 14 La Semana Santa de Mérida es respeto a una “visión cristiana”..., por Pablo I. Aunión ........ 16 Fuentes árabes para el conocmiento de las reliquias de Jereusalén..., por Rogelio Segovia .... 18 Judíos en Mérida (siglos II al XV), por Jose Antonio Ballesteros Diez ................................ 22 Una imaginería de primera, por Mario Hernández Maquirriaín............................................ 25 Christus Resurrexit!, por José Arenas Sabán ...................................................................... 26 Los tres pilares de la espiritualidad emeritense durante... , por Rafael Sabio González.......... 27 La domus de la Puerta de la Villa y la arqueología..., por Francisco Javier Heras Mora ........ 30 Morir para dar vida, por Antonio Paniagua Ruiz ................................................................. 33 Jesús en el Cólgota -I-, por Puri Contreras López ............................................................ 34 Raíces de la piedad popular, por Teodoro A. López López .................................................. 37 El Nazareno de Santa Eulalia, obra del círculo de Luis Salvador, por Agustín Velázquez ....... 39 La iglesia en la que creo, por Antonio Bellido Almeida ....................................................... 40 ¿Somos conscientes de lo que verdaderamente..., por Victor Manuel Guerrero-Bote ............ 44 Costaleros del Santísimo Cristo de los Remedios ............................................................... 46 Yo espero que..., por Antonio Becerra Cordero .................................................................. 47 Recuerdos de un cofrade. Los preparativos de la procesión, por José María Álvarez ............. 48

Cofradías Nuevos cambios, nuevas ilusiones; Cofradía del Calvario ................................................... 50 Vuelta a la austeridad; Cofradía del Nazareno.................................................................... 52 Haciendo un esfuerzo; Cofradía Ferroviaria....................................................................... 54 Desde dentro; Cofradía Infantil ........................................................................................ 56 La Virgen de la Paz; Cofradía del Prendimiento ................................................................. 58 La ilusión de ser cofrade; Cofradía de la Vera Cruz............................................................ 60 Haciendo realidad los sueños; Cofradía de las Tres Caídas................................................. 62 Las bandas extremeñas con Jesús de la Humildad; Hermandad de Las Lágrimas ................. 64 Mirando hacia arriba; Hermandad de la Sagrada Cena ....................................................... 66 La Junta de Cofradías de Mérida agradece a las firmas colaboradoras su aportación, imprescindible para la realización de esta revista.

Pregones Pregón 2009, por José Arenas Saban................................................................................ 68 Pregón del Costalero, Diego Alonso Picarzo Jiménez. ........................................................ 75

Firmas colaboradoras ...................................................................................... 82

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Mis queridos cofrades

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Por Monseñor Santiago García-Aracil Arzobispo de Mérida - Badajoz Testigos de la fe en la vida pública y sin miedo

orren tiempos en que no es fácil acertar en los criterios que deben regir las actitudes y comportamientos auténticamente cristianos.

Abundan las personas que exhiben el título de cristianos, y con esa etiqueta presentan como acordes con el Evangelio, ideas y decisiones que distan mucho de coincidir con las enseñanzas de la Iglesia, única depositaria y maestra del Evangelio de Jesucristo. No escasean las personas que, ostentando responsabilidades académicas, culturales o políticas, aprovechan cualquier ocasión para desfigurar la imagen de la Iglesia, negándole, con cualquier motivo u ocasión, la fidelidad en la transmisión de la enseñanza de Jesucristo. Se ha convertido en clima social muy estudiado estratégicamente extendiendo entre jóvenes y adultos, el sentimiento antirreligioso y, sobre todo, anticristiano. Esto lleva, en algunas ocasiones, a posturas adversas de corte radical, a ironías irrespetuosas con lo sagrado, y a críticas y escenificaciones más próximas a la burla tendenciosa que a la educación y al respeto. Todo ello puede ir creando un ambiente en el que se considere prudencia al silencio habitual ante semejantes desmanes, ante esas incultas e ineducadas formas de manifestar las personales discrepancias, aunque se habla tanto de tolerancia y de pluralismo. Junto a este desorden social que indica más incultura que razón, y más fanatismo sectario que respeto a las libertades personales, los cristianos, conscientes del inmenso regalo que son el Evangelio y la fe, debemos tomar postura sin excusas ni subterfugios. Es nuestra responsabilidad contribuir al desarrollo de una sociedad civilizada, respetuosa, tolerante y justa, en la que nadie se crea con títulos suficientes para abolir derechos humanos, para establecer como tales ciertos comportamientos que conculcan los derechos fundamentales y anteriores a toda legislación o consenso social. Entre ellos cuentan el derecho a la vida desde el primer instante de su concepción, hasta la muerte natural; asunto tan importante que será siempre objeto de nuestra enseñanza y defensa desde la atención a la ley natural y la doctrina de la Iglesia. Otro derecho es el de la libertad de enseñanza todavía raquítico en nuestro país. Y otro, importantísimo, es el de la libertad religiosa que incluye la posibilidad de toda manifestación creyente, y la expresión pública de la fe propia, en la que se fundamenta la conducta familiar, profesional, política y ciudadana.

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Ya veis, queridos cofrades, que estas libertades van siendo cercenadas progresivamente y de forma que semejante forma de absolutismo vaya siendo asumido como una forma de apertura progresista legítimamente contraria al conservadurismo anacrónico que se atribuye a la enseñanza de la Iglesia y a posturas cristianas que se derivan del Evangelio. La enumeración de las circunstancias adversas y desviadas expuestas, no puede sumirnos en un sentimiento pesimista respecto de las personas y de toda la realidad social. Hay muchísimas personas y realidades presentes y operantes en nuestra sociedad. De ello debemos alegrarnos y sentirnos defensores y difusores. Al mismo tiempo, la defensa y la legítima difusión o manifestación de nuestra fe y de nuestras convicciones cristianas, han de llevarnos a procurar una formación cada vez más profunda y amplia. Sólo de este modo podremos discernir lo que hay de verdad y de error en todo aquello que se difunde en nuestra sociedad, aprovechando los más diversos púlpitos y las más hábiles formas de manipulación interesada. Vosotros, los cofrades, tenéis una especial responsabilidad en el deber a que me estoy refiriendo. No sería coherente presentarse en la calle acompañando imágenes y portando signos claramente cristianos, al mismo tiempo que los criterios y las formas de vida personal prescindieron o se alejaron de la verdad evangélica y de la participación en los sacramentos y del respeto al Domingo como día del Señor, como día de la Iglesia, y como día del cristiano. Desde estas líneas, quiero animaros a que os sintáis honrosísimos de ser cristianos y cofrades, a que reviséis aquello que en vuestros criterios, actitudes y comportamientos discrepe del Evangelio y de la necesaria vinculación con la iglesia; a que os decidáis a formaros en lo que cada uno necesite, de forma que podáis defender la fe que profesáis allá donde se ponga en entredicho o se la confunda con realidades y formas de vida impropias de la verdad del Evangelio y de la Iglesia. Confío en vuestra buena disposición y en la ayuda mútua que constituye la esencia de toda Hermandad y Cofradía. Con mi bendición pastoral.

Santiago. Arzobispo de Mérida-Badajoz


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Un acontecimiento de una sensibilidad y espiritualidad especiales

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na de las Semana Santa más antiguas y especiales de España es la que se celebra en Mérida. Pocas ciudades en España son las que pueden aprovechar unos restos arqueológicos como los de la capital autonómica y antigua capital de la Lusitania, y propiciar un marco más idóneo de atracción para unos visitantes que buscan no sólo religiosidad sino también tradición y monumentalidad, y a quienes se unen los emeritenses, que esos días llenan las calles de la ciudad y muestran su implicación con la celebración. Es difícil encontrar momentos de mayor belleza que la noche del Miércoles Santo en el Anfiteatro Romano, durante el Vía Crucis. Independientemente de las creencias religiosas que uno tenga, es un acontecimiento de una sensibilidad y espiritualidad especiales, que se celebra en un monumento con más de 2000 años de historia y es difícil encontrar una conjunción de este tipo en otro lugar. Algo que la Junta de Cofradías ha sabido incorporar a la celebración, convertida hoy en una Fiesta de Interés Turístico Regional, y a la espera de que ese interés se convierta en nacional cuanto antes.

Por J. Ángel Calle Gragera Alcalde de Mérida

Tras su aprobación por el Pleno municipal, el expediente lo ha enviado ya el Ayuntamiento a la Junta, que seguro dará su visto bueno y lo remitirá al Ministerio de Economía y Turismo para su aprobación final. La Semana Santa es un empujón más a la imagen exterior de la ciudad; por eso en todas las ofertas turísticas que presenta el Ayuntamiento siempre se destaca el Vía Crucis, y este año correremos con los gastos de iluminación, megafonía y seguridad de su celebración. Además, como un compromiso que adquirí con la Junta de Cofradías, todos los años se financiará la restauración de una imagen de la Semana Santa, siendo ya una realidad la del Cristo de las Injurias. Quiero agradecer el trabajo de los miembros de las cofradías, que es mucho y del que sólo se ve una pequeña parte en esta Semana; y la inversión que realizan en unas imágenes que son un patrimonio más de la ciudad, un bien de interés cultural. El trabajo ya está hecho y ahora sólo falta que el tiempo responda y podamos ver en las calles el esfuerzo de organización de la Junta de Cofradías. Un afectuoso saludo

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Buscar el verdadero sentido de la Semana Santa Por Agustín Velázquez Jiménez Presidente Junta Local de Cofradias “La Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia” Benedicto XV

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Avanzamos a pasos agigantados, pero firmes, hacia el final de la Cuaresma. Tiempo de reflexión y penitencia en el que los Cristianos caminamos hacia la Pascua. Nosotros, Cristianos y Cofrades vivimos intensamente este tiempo por un doble motivo, primero porque este Tiempo es el más importante para los cristianos y, segundo, porque los cofrades nos disponemos a conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Desde la Junta Local de Hermandades y Cofradías trabajamos porque esa conmemoración, plasmada en la realización de cada una de las Estaciones de Penitencia, no quede vacía, no resulte un simple desfile procesional en el que acompañamos a las imágenes de nuestra devoción, sin más, tras el que nos quedemos sólo en lo superficial. El mensaje que nos lanza cada imagen, cada paso procesional, debe hacernos reflexionar sobre los motivos por los que lo acompañamos, lo observamos... Los cofrades que participan en la Estación de Penitencia deberíamos dedicar más tiempo al recogimiento, a la oración, a la conversión interior, a vivir el auténtico amor fraterno, y a la búsqueda del verdadero sentido de la Semana Santa, alejado plenamente de otro tipo de interés turístico, cultural o festivo, quedándonos con la esencia cristiana del mismo. Por otro lado, la Junta Local de Hermandades intenta que, como cada año, nuestras celebraciones gocen de ese sentido religioso sin olvidarnos del aspecto organizativo y de la difusión (Cartel, Revista, Programa de Mano, Pregón, Via Crucis, publicaciones, restauraciones…etc). Por ello, la tarea de coordinación, difusión y preparación de cada uno de los actos supone un esfuerzo añadido a la tarea que cada uno ya desempeña en sus hermandades. Vivimos tiempos difíciles. Aún así, afrontamos una nueva Semana Santa con las ilusiones renovadas en el día a día. Renovadas por la contemplación del esfuerzo que se realiza desde cada Hermandad en los tiempos que

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corren. Cierto es que la crisis económica estará presente y deberemos amoldarnos a ella. Lo que tenemos que evitar, y contra eso sí podemos las hermandades, es la crisis espiritual, ahí es donde está nuestro compromiso.


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Los Estatutos Por Pedro María Rodríguez Gallego Delegado Episcopal para Hermandades y Cofradías

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n este año mi artículo para esa Revista quiero centrarlo en algo que es imprescindible para cualquier Hermandad o Cofradía: Los Estatutos. No podemos contentarnos con que estos sean aprobados por el Sr. Arzobispo como Escrito que contiene unas normas recogidas en capítulos que describen el ser y pertenecer a una cofradía. Debemos llevarlos a la práctica. El cofrade o hermano es un cristiano que por el Bautismo participa de la misión de Cristo encomendada a la Iglesia. Según el Código de Derecho Canónico el cristiano “tiene derecho de fundar y dirigir libremente asociaciones para fines de caridad o piedad…” (c.215), en comunión con la misma Iglesia (Cfr c. 209.1) Cada cofradía o hermandad se constituye como “asociación pública de la Iglesia” mediante el decreto de erección canónica firmado por el Arzobispo de la Diócesis. Toda cofradía o hermandad tiene un carácter religioso y eclesial por lo que está integrada en su diócesis. Ninguna cofradía o hermandad puede existir prescindiendo del obispo o del capellán o consiliario, que es el delegado del obispo en cada cofradía. Si prescindimos del obispo, dejamos de ser Iglesia, dejamos de pertenecer a Cristo. Los obispos son los sucesores legítimos de los Apóstoles a quienes Jesucristo les confió el cuidado o pastoreo de su Iglesia. En razón de los Acuerdos establecidos entre España y la Santa Sede, la cofradía o hermandad tendrá personalidad jurídica reconocida civilmente con sujeción a lo dispuesto en el ordenamiento del Estado, mediante la inscripción en el correspondiente Registro de Entidades religiosas del Ministerio de Justicia (Cfr. Acuerdo España-Santa Sede, sobre asuntos jurídicos, de 3. 1. 79, art. 1, 4 y R D. 142/81 de 9. 1. 81 y legislación complementaria) Cada hermandad o cofradía está erigida dentro de una comunidad parroquial. De un modo especial sus miembros directivos deben ser fiel reflejo del verdadero Pueblo de Dios, procurando la purificación de las creencias, prácticas y devociones populares de todo aquello que no sea verdaderamente cristiano y evangélico.

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En el artículo 7 del Estatuto Marco nos recuerda algo muy importante y obvio, pero que no podemos olvidar nunca: para ser cofrade es necesario: a) Estar bautizado. b) Ser católico practicante. c) No estar incurso en ninguno de los casos previstos en el canon 316, 1 del Código de Derecho Canónico. No puede ser cofrade quien esté en algunas de las situaciones irregulares que enumera Juan Pablo II en su encíclica “Familiares consortio” 79-84: matrimonio a prueba, uniones libres de hecho, católicos unidos por mero matrimonio civil o divorciados por propia iniciativa. d) Ser propuesto por dos cofrades de antigüedad superior a cinco años, solicitándolo el interesado personalmente por escrito a la Junta de Gobierno. e) Tener cumplido los 18 años. Los menores de esta edad se consideran aspirantes. Si Dios quiere, el próximo año continuaremos hablando de los estatutos. Deseo que nos ayuden a vivir coherentemente nuestra condición de cofrades enmarcados en nuestra vocación cristiana.


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Francisco Javier Moreno Soltero pregonará la Semana Santa 2010

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ace el 12 de Agosto de 1969, en La Garrovilla. Comienza sus estudios en el colegio de esa localidad Ntra Sra de la Caridad.

A la edad de 11 años ingresa en el Seminario de San Atón de Badajoz, donde descubre su vocación, al servicio a los demás. Ordenado Diácono en la Parroquia San Juan Macías de Badajoz, por el Arzobispo D. Antonio Montero a la temprana edad de 23 años, ejerciendo su Diaconado en la Parroquia Ntra Sra de Gracia, de Talavera La Real, Siendo también durante ese periodo capellán de la base aerea que tiene esa localidad. Ordenado Sacerdote un año después en la Basílica de Santa Eulalia de Mérida, también por el mismo Arzobispo a la edad de 24 años, siendo su primer destino la Concatedral de Santa María ejerciendo como Vicario Parroquial durante 10 años. En este período de tiempo compaginó también su trabajo en la Concatedral con un segundo nombramiento, ejerciendo de Párroco en la Iglesia de Santa María Magdalena, en D. Álvaro. Su actual destino se encuentra en Fuente del Maestre donde es Párroco de la Iglesia de Ntra Sra de la Candelaria. Durante el tiempo que estuvo en Mérida, fue querido y admirado ejerciendo su Ministerio ayudando a sus compañeros y a todo el mundo que lo necesitaba en todos los aspectos de su vida. Nunca tenía un mal gesto ni una mala palabra, sabiendo estar en todo momento, y dando siempre un ejemplo evangelizador.

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Del camino y su meta Por Manuel Grillo Párroco emérito de Santa María

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oda vida es un camino. También la vida de Jesús, el Nazareno, tuvo su comienzo, su andadura y su meta.

Esta es la Meta, esto lo que justifica todo el camino anterior, esto es lo que habría que celebrar “ a bombo y platillo”

La meta es lo que define todo camino, incluso lo que lo justifica y le da sentido.

El pueblo creyente se reúne en los templos para la gran celebración de la Vigilia Pascual. Celebración en la que cada año participa un mayor número de fieles.

Llagar a la meta significa el culmen de la tarea impuesta al salir. Significa el éxito, si supimos elegir el camino certero y la dirección adecuada. La Semana Santa es recuerdo y celebración del camino y de la meta a las que llegó Jesús. Recuerdo del camino: los últimos días de Jesús de Nazaret, y celebración de su llegada a Meta, como campeón, triunfador sobre la muerte y todos sus servidores, y elevación a los cielos: “sentado a la derecha del Padre” La rica litúrgia de la Iglesia, pulida con el rodaje de más de veinte siglos, nos prepara con la cuaresma, nos convoca a las celebraciones de la Semana Santa, en los templos o en otros lugares, donde se reúnen los bautizados y creyentes en Cristo Jesús. De este modo el cristiano aprende a enderezar sus pasos, siguiendo al Maestro, que un día se definió a sí mismo como “camino, verdad y vida”. Las Cofradías de Penitencia (que en su mayoría nacieron cono “fraternidades=hermandades” con una función caritativa o social entre sus miembros) ahora tienen la finalidad de representar los principales Pasos del Camino de Jesús, como una catequesis visual sobre los últimos días de su Vida, que se ofrece a todos, pero en especial a aquellos que sólo participan de estas celebraciones mirando el pasar de “los Pasos”: La entrada triunfal en Jerusalén; la última cena; el prendimiento; el juicio y la condena a muerte de Cruz; los azotes y las burlas; el camino del calvario; la crucifixión; la sepultura y... (a esto voy) la RESURRECCIÓN .

Pero ¿cómo lo anunciamos hacia el exterior, para los que sólo miran los desfiles procesionales y para los niños, que luego preguntan sobre el significado de lo que ven? Tenemos que preguntarnos si la hora de la procesión del Resucitado, la madrugada del Domingo de Resurrección, es la más apropiada para los niños, para los mayores, para los que no acuden a la celebración en el templo, y para que resuene en medio del pueblo la “gran Noticia” de Cristo Resucitado, que es el corazón de todo el Evangelio. En la mayoría de los lugares que conozco esta procesión se celebra el domingo por la mañana. Es cierto que en algunas autonomías lo tienen más fácil, porque el lunes es festivo, como creo que pasa en Cataluña. Me pregunto qué imagen del cristianismo les queda a los que nos miran pasar, y no tienen más idea de nuestra fe que la que les transmitimos con los Pasos de la Semana santa. ¿No estaremos acentuando con exceso el dolor, la muerte, las lágrimas; mientras se escamotea la Alegría de la Resurrección, fuente de nuestra esperanza? Es admirable el sacrificio de los costaleros y de los numerosísimos penitentes, también el de los directivos de las cofradías. ¿Es mucho pedir un último esfuerzo, un “broche de Oro”, aunque suponga renunciar al día de campo?

Dejo en el aire la pregunta.

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Emérita, ¿Primera Sede Episcopal de las Hispanias? Por Antonio Mateos Martín de Rodrigo Secretario de la Asociación de la Virgen y Mártir Santa Eulalia

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finales del año pasado el autor ponía en la calle un nuevo libro dedicado a la patrona emeritense bajo el título Las Pasiones de Santa Eulalia de Mérida o África e Hispania; pero en realidad lo que comenzó siendo un estudio de su Pasión o, mejor, de sus Pasiones, y de sus personajes se transformó en el comienzo de una nueva visión de la Historia del Cristianismo Hispano bajo la guía emeritense y eulaliense: así como de los intentos exitosos de la ciudad de Toledo por arrebatarle la Primacía tanto espiritual como jerárquica y martirial. Y todo porque tal como sucedió en Roma el puerto de desembarco del Cristianismo, es decir su formalización tanto espiritual como jerárquica, no sucedería en otro lugar sino en Emerita por ser la principal ciudad económica y militar de la Península Ibérica -y eran los comerciantes y los soldados quienes viajaban y transmitían los nuevos credos religiosos a través de las ciudades más importantes-; al tiempo inmediato este episcopado, de origen norteafricano y fundación de san Cipriano de Cartago por los años del 350, conformó el principal foco, a través de la mártir Eulalia, para la evangelización de la Península. Sabemos que el primer documento escrito del cristianismo hispano -la Carta LXVII de San Ciprianohace referencia a episcopados emeritense y leonés y que de esta época también es el primer documento epigráfico cristiano -una lápida funeraria de un orante confundida con una escena mitraica o noética-. También los primeros testimonios cristianos de la época constantiniana son emeritenses: los símbolos del Algibe de la Puerta de la Villa y la primera Basílica de santa Eulalia, erróneamente interpretada como “martiryum” ( tal como si los “martyrium” sólo fuesen tumbas y no “dominicum” o basílicas o iglesias martiriales al disponer de altar o como si alguna iglesia, las no martiriales de origen, no fueran per se un “martyrium” también al poseer altar). Ahora bien de estos testimonios no se deduce prueba alguna de la primacía temporal episcopal emeritense. En realidad este asunto no ha sido nunca planteado; lo que se siempre se planteó es el sistema de preeminencia jerárquica de los obispos y metropolitanos una vez consolidada la Hispania cristiana. Y esta preeminencia, antes de la consolidación católica visigoda, se basaba, al parecer, en la antigüedad del obispo y no de su institución diocesana -por ello, se dice, nuestro san Masona presidió el III Concilio de Toledo-; sin embargo siguiendo a Eustaquio

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Sánchez Salor, y basándonos en el Concilio de Antioquía que él toma como referencia, tendríamos que los obispos emeritenses estaban considerados, al menos, como una cierta suerte de primados de las Hispanias al ser Emerita la capital de la Provincia romana de las Hispanias. No obstante siempre me pareció muy extraña la alusión del Libro de las Vidas de los Obispos Santos Emeritenses a su iglesia “senior”. ¿Una catedral intramuros era la iglesia más antigua de Mérida? Sin duda un caso muy especial dentro de las primeras ubicaciones catedralicias y del urbanismo cristiano cuyas primeras catedrales se situaban fuera del recinto amurallado hasta que las invasiones de los bárbaros obligaron a su disposición intramuros; pero el carácter preconstantiniano del episcopado emeritense podría haberlo hecho posible; de hecho sabemos que la catedral y el baptisterio estaban bajo el mismo techo separados por un mero tabique, todo ello posible causa de una readaptación; por contra el palacio episcopal se encontraba lejos y era de antigua, y ruinosa, construcción. Veamos pues qué nos dice el Libro de las Vidas de los Obispos Santos Emeritenses Siempre se creyó que el Libro de las Vidas de los Obispos Santos Emeritenses era una obra escrita por un solo autor: Paulo, diácono emeritense; pero Antonio Maya descubrió que en realidad era una obra escrita en dos momentos diferentes por un diácono desconocido (año 650) y rescrita con añadidos en un segundo momento (años 671-680), eso sí, por un tal Paulo también diácono emeritense. Y si la primera obra, escrita en el pontificado de Esteban I, quiso instituir por escrito los méritos trinitarios de santa Eulalia, de sus obispos y de Mérida la segunda obra, es decir su revisión, tuvo como fin el de acentuarlos al introducir un título con la mártir Eulalia como protagonista y mediadora entre Dios y los hombres a través del Espíritu Santo “que hablaba a través de los obispos emeritenses” -obsérvese, con qué delicadeza pero con qué rotundidad, los autores del Libro convierten a los obispos emeritense en otra suerte de “Eulalia” como “bien hablados”-. Pero al asociar la última fecha, el nombre del obispo emeritense bajo cuyo pontificado se escribió -Festo- y el entramado político-religioso hispano del momento podremos deducir que esta revisión venía a ser una reivindicación de la preeminencia de los obispos emeritenses en tanto que obispos eulalienses y primeros obispos hispanos frente a los mártires y obispos toledanos.

Emérita, ¿Primera Sede Episcopal de las Hispanias?


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A R T I C U L O S Según he interpretado recientemente esta obra emeritense es una reacción a la última versión de la Pasión de santa Eulalia, redactada no en Mérida sino en Toledo, y cuyo fin era proclamar la dependencia de la mártir emeritense respecto del mártir pseudo toledano San Tirso; por referencia de esta dependencia Toledo, que contaba ya con una mártir hecha a imagen y semejanza de nuestra mártir, aspiraba también a eliminar el último escollo para ser también la capital religiosa de Hispania.

virtual de santa Eulalia; y para definitiva marginación hicieron toledano a un mártir oriental al que transformaron directamente en maestro de nuestra mártir; de aquí la reacción propagandística de la excelencia de los obispos emeritenses por medio del Libro de las Vidas de los Obispos Santos Emeritenses -. No se tiene aún clara la primicia temporal de la iglesia emeritense y de sus obispos respecto de los obispos hispanos acaso por una mala lectura de los documentos antiguos; pero llama la atención de que el Tercer Concilio de Toledo sea presidido por un obispo emeritense del mayor prestigio o que sea obispo emeritense el que entienda del caso de los pricilianistas a petición del obispo de Córdoba; pero aún más llama la atención el hecho de que el diácono Paulo, a su vez, llame la atención de la antigüedad de la iglesia catedral emeritense ¿respecto de la basílica de santa Eulalia? -eso sí sin osar menospreciar, antes al contrario, la importancia de la basílica como lugar teofánico y teofónico para sus obispos quienes a través de santa Eulalia, nada más y menos según interpretaban ellos, recibían la inspiración divina para resolver todo tipo de cuestiones-. Y así cuando Paulo referencia la iglesia catedral intramuros utiliza el término “senior”; pero como si quisiera decir que no sólo es la iglesia más antigua de Mérida, también de Hispania, como templo y como institución, y que sólo ha cambiado la denominación recientemente -Santa María de Jerusalén- pero que aún conserva en ella la anterior -Santa Jerusalén-. A hora bien sabemos por Pierre Cubizolles1 que todos los edificios de una sede episcopal -baptisterio, catedral y basílica- en la época merovingia formaban unidad denominada Ecclesia Mater, Domus Major, Ecclesia senior... Basándome en las investigaciones de Cubizolles sobre la ciudad francesa de Brioude, la Catedral de Santa María, la Basílica de santa Eulalia y el Baptisterio de San Juan formaban un solo y único elemento denominado Ecclesia Senior...

Y es que Mérida, desde la victoria del cristianismo trinitario sobre el arrianismo, sus obispos y santa Eulalia, tenidos como sus campeones únicos, comenzaron a ser marginados y suplantados -repárase en la controversia entre San Masona y el Rey Leovigildo; éste quería basar su reinado bajo Santa Eulalia a través de una reliquia eulaliense; por contra su hijo Recaredo se olvidó de Santa Eulalia y a partir de su reinado se creó de la nada una mártir toledana, claro que a imagen y semejanza

¿Existió una catedral o iglesia episcopal preconstantiniana en el interior de los muros de la ciudad augustanoemeritense y ésta siguió utilizándose tras el Edicto de Milán – aunque no era determinante la continuidad física-? Parece ser que sí; por ello creo que la reivindicación de El Libro de la Vida de los Obispos santos emeritenses se dirige a la reivindicación de la institución eclesial emeritense como primera sede episcopal –dotada, lógicamente de templo catedralicio o episcopal-.

1 CUBIZOLLES, Pierre « Brioude des origines a la révolution » en http://www.brioude-almanach.com/archives/Almanach_2000.html, IV. Époque mérovingienne ou Haut Moyen AgeEglise-Mère brivadoise ou groupe paroissial. Selon l’habitude de l’époque, la nouvelle Eglise brivadoise va s’or-ganiser sur le modèle de l’Eglise épiscopale, véritable Eglise-Mère au sens propre (Ecclesia Mater, Ecclesia senior, Domus major), les autres ne l’étant que par analogie. Or, l’Eglise épiscopale comporte au moins trois édifices religieux: le baptistère toujours dédié à saint Jean-Bap-tiste, où les âmes sont engendrées à la vie divine; la cathédrale où l’é-vêque préside les cérémonies liturgiques, assis sur son siège (cathedra), la basilique ou reliquaire monumental, renfermant les restes d’un mar-tyr ou d’un saint ou encore des linges (brandea) ayant touché un corps saint.Ainsi, au Puy-en-Velay, l’Eglise-Mère proprement dite ou groupe épiscopal comportait au VIe s. : le baptistère Saint-Jean-Baptiste près de la cathédrale, la cathédrale elle-même, déjà dédiée (ou qui le sera) à Notre-Dame; la basilique Saint-Pierre abritant des linges ayant touché le corps de l’Apôtre, sanctuaire appelé de nos jours ‘Saint-Pierre-le-Vieux’ à cause de son ancienneté; la basilique Saint-Vosy, aujourd’hui détruite, conservant les restes du premier évêque du diocèse; la basi-lique Saint-Georges et, tout près, celle de Saint-Agrève, sanctuaires où reposaient le corps de deux saints évêque du Velay. A Brioude, l’Eglise-Mère brivadoise comprenait: le baptistère Saint-Jean-Baptiste dont la place Saint-Jean et la statue du Précurseur du Christ rappellent encore l’emplacement, l’église Notre-Dame dont on a découvert récemment le chevet de l’édifice du XIIe, et la basilique Saint-Julien, reliquaire monumental conservant les restes de l’apôtre du Brivadois. Très tôt, d’autres basiliques vont s’édifier autour de ce noyau chrétien primitif, et en tout premier lieu, l’église Saint-Pierre, abritant des reliques (brandea) du chef des Apôtres.

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Por el dolor hacia Dios. Los flagelantes Por Carmelo Arribas Pérez

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orque en vista de la gran multitud de cadáveres que cada día y casi cada hora era llevada a todas las iglesias sin que bastase la tierra sacra para sepultarlos… “Hízose manifiesto que lo que el curso natural no había podido mostrar a los doctos… pudo tornarse patente a los más simples, volviéndolos, con la magnitud de los males sufridos, ocurrentes y despreocupados”. Con estas palabras describe Bocaccio en su Decamerón una de las actitudes ante la Peste que asoló Europa, la del “Carpe Diem,” “aprovecha el momento” y disfruta de la vida mientras dure; la otra sería la del ascetismo, y la mortificación del cuerpo como camino para conseguir el perdón de Dios, a veces tan extremo que acabaría en herejía. Pero sus palabras no dejan de ser un reflejo descriptivo, de aquel terrible desastre que fue la Peste Negra que en el S. XIV, arrasó y redujo la población europea, en un tercio, pues se cree que en pocos años pudo acabar con más de 25 millones de personas. Pero además a la enfermedad como compañeras inseparables, se le unieron; la miseria de la población, en todos los campos, físico e intelectual; y por falta de mano de obra, el hambre, ya que los campos no podían cultivarse; las ciudades abandonadas, y sobre todo, un miedo a lo desconocido, que marcaría psicológicamente y durante siglos, el subconsciente de varias generaciones, angustiadas de que volviera de nuevo aquella epidemia que les conducía fatalmente a la muerte, y ante la que se sentían impotentes. Precisamente ante esta imposibilidad humana de hacer frente a tantos males, los ojos se vuelven hacia Dios a la espera de que Él les libre: “A fame, peste, et bello libera nos, Domine.” “Del hambre, peste y guerra, líbranos Señor”. Por otra parte muchos

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moralistas creyeron que la Peste Negra no era sino una maldición divina, la manifestación de la ira de Dios, como lo fue el Diluvio Universal bíblico, debida a los pecados de los hombres, y predicaron la necesidad de una renovación espiritual. Ante todo esto el arte refleja este espíritu en las imágenes de Cristo, que pasan del “Cristo Rey” del románico, que reina con Majestad, sin rasgo de dolor alguno, desde la Cruz, al “Varón de Dolores” lleno de sufrimientos y llagas, como reflejo del que estaban sufriendo los hombres en ese momento, con el que el gótico representa la imagen de Jesús. Tras el llamado “Edicto de Milán” en el 313, el Edicto de Tolerancia, como se le conoce, el emperador romano Constantino permite las manifestaciones públicas cristianas, en las que el pueblo camina en procesión, y cuyo objetivo es implorar el auxilio divino y dar gracias por los beneficios concedidos, a semejanza, y reemplazando, en cierta manera, a las procesiones paganas. La necesidad de un contacto con Dios, y el ascetismo que la desesperación producida por la impotencia ante los estragos que estaba produciendo la Peste Negra, incentivó las manifestaciones religiosas principalmente la procesión de la imagen de Cristo en la Cruz, tras ella marchaban los flagelantes. Estos habían sido creados en 1260 por un monje dominico italiano llamado Rainieri, formando una secta que sería condenada por la Iglesia por su radicalidad y sus excesos. Dos siglos antes, en el s.XI los flagelantes castigaban su cuerpo para que mediante el sufrimiento del mismo, Dios les perdonara sus pecados, les liberara de los males de este mundo y de los castigos por ellos en la


A R T I C U L O S vida eterna. Esta filosofía la aplicarían los flagelantes, para que mediante el castigo de su cuerpo, Dios les liberara del castigo presente y futuro por sus pecados, ya que los males del mundo se debían al castigo de las de los ofensas hechas a Dios por los hombres. De esta manera consideraban que al fustigar su cuerpo, con su dolor, imitaban a Cristo que sufrió en la Cruz martirios por los pecados de toda la Humanidad. Esta secta tenía a mitad del s.XIV, más de un millón de miembros, de una población europea que rondaba los setenta millones, que peregrinaban en grupos de un pueblo a otro y de ciudad en ciudad, dirigiéndose a la iglesia en una procesión de antorchas, mientras desnudos de cintura para arriba se golpeaban con látigos entre cánticos religiosos y gritos de dolor. Para muchos pueblos, acoger a los flagelantes era una obra de piedad y estos eran bienvenidos, ya que con su sufrimiento evitaban la ira de Dios por los pecados cometidos y expiaban los de los habitantes de aquellos lugares a los que llegaban. El azote de la Peste hacía revivir, a los lugares donde llegaban, la esperanza de que con su sacrificio Dios se apiadaría de ellos, y las penalidades de todo tipo y la enfermedad pasarían de largo. Pero esta actitud les llevaría a los flagelantes a considerarse ungidos con el carisma divino, así es que al llegar a los pueblos, acudían las gentes a ellos a llevarles enfermos para que los curaran y hasta creían, en aquella época de muerte, que podrían resucitar a los muertos. El papa Clemente VI, creyó oportuno poner freno a los excesos de estas sectas que habían surgido en Hungría y que se habían extendido como una mancha de aceite por toda Europa continental e incluso Inglaterra, en cuya nación pese a sufrir también los estragos de la Peste, pasaron desapercibidos y no contaron con el apoyo de los ciudadanos, al contrario que pasaba en las naciones continentales como los Países Bajos, Francia, Alemania o Italia.

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Sin embargo S. Bernardino de Sena en el S.XV, pese a ese rechazo expresado por la Bula Papal, volvería a reiniciar las procesiones con flagelantes, que querían, con su sacrificio pedir el arrepentimiento de sus pecados a sus contemporáneos. En España S. Vicente Ferrer, en el mismo siglo, creó una Cofradía de disciplinantes que superaría los diez mil hermanos, y que al azotarse públicamente detrás de las procesiones, cantaban: “Esto se hace en memoria de la Pasión de Cristo y por el perdón de los pecados”. ¿Qué ocurría con las heridas que se inferían los flagelantes a sí mismos? En el 1700, Jacobo Boileau, escribió en París una: “Historia flagellantium” (“Historia de los flagelantes”) en la que narra las lesiones que se producían y los remedios que aplicaban para curar sus heridas. Una vez finalizada la procesión, se preparaban jofainas con vino caliente en el que se habían cocido varias hierbas, como el romero, el laúdano, (vino blanco, azafrán, clavo, canela y opio) y la valeriana. Empapaban una tela blanca en esta solución y la colocaban sobre las llagas. Con frecuencia se aplicaba también aceite virgen sobre las heridas. Sin embargo, algunos, aún reconociendo que “habían sido pecadores” y que deseaban penitenciar, pensaban que si alguien lo hacía por ellos, mucho mejor, lo importante era que alguien penitenciara sus pecados y de esa manera el resultado ante Dios sería el mismo, así pues surgieron los llamados penitentes de pago, habitualmente gentes necesitadas de dinero, a los que se pagaba para que se flagelaran por los pecados del pagador, al hacerlo cubiertos por un antifaz nadie sabían quienes eran, aunque me imagino que como los pecados no eran suyos, se podría saber por la poca afición que tendrían en castigarse la espalda, al fin y al cabo, con su pobreza, ya tenían bastante castigo durante todos los días de sus vida, aunque no tuvieran pecados por redimir.

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¿Hay muchos mercaderes en nuestros templos por Semana Santa? Por Juan Javier Enríquez Navascués

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l llegar el domingo de Ramos llevan cincuenta días de severo ayuno de carne, huevos y queso. Son casi dos meses en los que de una manera simbólica, pero también material, limpian su cuerpo para las celebraciones del misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Ese domingo comienza una prolongada serie de rituales casi ancestrales con motivo de la Semana de Pasión, cuyo primer desarrollo es una multitudinaria procesión popular tras una enorme y vetusta cruz que lleva el “papas”. El “papas” es la gran autoridad de la comunidad, aunque claro está que no es quien de hecho ejerce el poder en términos políticos. Pero esto no importa mucho allí y menos en esa semana tan especial, no en balde es el obispo de una ciudad santa: Lalibela, cuyo río se llama Jordán y en uno de sus cercanos templos está ni más ni menos que la tumba de Adán. Más lejos, en la ciudad de Axum, antigua capital del reino de Abisinia, dicen que está –sin ningún género de dudas- el Arca de la Alianza. Para los habitantes de Lalibela esa posesión no es motivo de envidia. Tampoco les importa nada que sus procesiones y festejos no tengan la declaración de “Interés Turístico” regional, nacional o planetario. Tampoco que sus iglesias rupestres sí sean Patrimonio de la Humanidad aunque no haya turistas y en absoluto que sus inmemoriales rituales preparatorios a la Pascua carezcan de la consideración de “Interés Cultural” para organismo mundial alguno. Igual da, porque lo suyo es simple, aunque recargado y milenario, no hay ambigüedades en los comportamientos que implica ni están dotados de más ambición que la de celebrar un misterio de fe en comunidad. Tras el bullicio de la procesión del domingo, en la que no faltan los cánticos, el incienso y los paraguas sobre la cabeza de los principales del clero, el lunes es el día dedicado a las lecturas que de continuo se suceden del Libro de la Pasión. Recitaciones, lecturas, recitaciones, más recitaciones en cualquier lugar, en cualquier punto. Continúan así los días siguientes pero el momento álgido de las complejas, añejas y particulares ceremonias llega la noche del jueves al viernes. Entonces, después del oficio del lavatorio de los pies, al caer la tarde, se inicia otra multitudinaria procesión llena de ruidos de percusión, de polvo que levantan los pies de los fieles y de cánticos fúnebres. La comitiva tiene como destino la iglesia que denominan Gólgota. En ella y también en otras de los alrededores hay que prepararse para lo que nosotros denominamos vigilia pascual. Cánticos acompasados de bailes para el oficio de tinieblas, danzas sin reglas,

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movimientos de cuerpos y vocerío sostenido para aguantar el velatorio. Pisotones al suelo para arrojar de sus vidas el mal y un muñeco tosco de trapo, casi obsceno, para representar a Cristo. Reiteración de cánticos y bailes ante la exhibición de viejas cruces, desvencijadas reliquias y algún que otro abrir de la cortina que en tantas liturgias sirve para guardar o separar el tabernáculo. Como sea, pero velar, aguantar en pie o a lo sumo sentado cantando salmodias, recitando advocaciones, danzando al son de la fonética común. Un poco antes de las doce se hace escuchar con fuerza el sonido de los cuernos. La hora nunca es exacta pero debiera ser media noche en punto. Todo el que puede enciende una vela: la luz, el despertar, la resurrección. De nuevo cánticos y mucha algarabía, ahora toca el alborozo y el “papas” se dedica a bendecir, bendecir, bendecir, bendecir a todos y cada uno con el renacimiento pascual. Mucho ruido, ya es Pascua, a los largo de la mañana, pero si prisas, regresarán a sus casas y allí podrán comer carne. Algo de sana envidia sí que me dan estos etíopes de Lalibela pero no solo ellos, sino también muchos otros cristianos de los cinco continentes cuyas celebraciones de Semana Santa se desarrollan ajenas a muchas de nuestras aspiraciones y/o objetivos semanasanteros. En muchos lugares todavía no les preocupa esa exaltación que se hace de la semana santa de aquí y de allá como un destacable y reiterativo potencial o recurso turístico. En muchos lugares se continúa con celebraciones a cerca de las cuales ni siquiera se plantean si tienen potencial para acceder a esa especie de categoría social elevada que, se supone, otorgan las por muchos ansiadas declaraciones del tipo de sean. Del mismo modo, en muchos lugares huyen del exhibicionismo ajeno a su tradición procesional, tan tiñoso a veces en ciertos sitios bien cercanos a esta localidad, cuando no excesivos como algunas escenificaciones que ponen los pelos de punta. Aludo así a ritos con base canóniga pero desarrollados también a base de expresiones populares que no tienen, ni en muchos casos quieren, nuestros aparatos de propaganda oficial o semioficial, esa misma a cerca de la cual podríamos decir que está como envenenada de inflación porque su alcance y efecto real es tan restringido que mientras la propaganda de otros nos da hasta risa, a los otros la risa se la provoca la nuestra. Enfín autobombo e ignorancia del ajeno, que es lo que se lleva ahora y se ha llevado casi siempre, con la promesa de que potencialmente es más rentable supuestamente en réditos

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económicos. Algo así como una especie de mercadeo, o mejor dicho solo de presunto mercadeo tan al uso, en los templos o sus aledaños. Los etíopes conservan algunos de los más antiguos ritos y cánticos cristianos que se conocen materialmente, han sido y son aún los protagonistas de una curiosa y sorprendente Historia que hace de ellos una verdadera reliquia cultural y religiosa. Poco conocidos son a nivel popular y tal vez por ello, y por carecer su suelo de riquezas, pocas veces han sido protagonistas de la solidaridad de los países más desarrollados, pese a que Etiopía es uno de los países más pobres, convulsos y hambrientos de África y de la tierra. Su “Semana Santa”, cronológicamente tiene lugar una semana después de la nuestra, y obviamente es solo una de las muchas “Semanas Santas” que existen. Como antes apuntaba hay cientos de formas o maneras de manifestarse en la cristiandad actual para celebrar la Semana Santa y la Pascua, miles tal vez si tenemos en cuenta que son más de quinientas las confesiones cristianas reconocidas como tales a lo largo y ancho del planeta. Unas antiquísimas, como esa de los cristianos etíopes de Lalibela que he querido esbozar en unos pocos párrafos en las líneas precedentes, otras también antiguas y bien acrisoladas por el tiempo y la tradición, sin que por supuesto falten las nuevas y las más recientes que no por ello son menos dignas de respeto y consideración religiosa y profana. Independientemente de los contextos espaciotemporales, supongo que todas tienen en común el hecho de ser expresiones mixturadas y siempre complejas de no muy diferentes emociones y sentimientos. Respuestas podríamos decir, que en términos neurológicos se han generado en el sistema límbico de nuestro cerebro, lugar

donde surgen las emociones, sentimientos e identidades. Emociones que en cualquier caso buscan puntos de encuentro y de cohesión en torno a una fe. Por ello sin fe no debiera haber semana santa, pero la contradicción no solo tiene también cabida en ella, sino que se abre camino con fuerza en estas fechas porque lo festivo impera, se lleva, mola y se articula sobre cualquier excusa. A mi no me gusta la Semana Santa, prefiero la Pascua y por eso la primera vez que escribí en esta revista de Semana Santa emeritense traté de ella y su reivindicación como fiesta. Pero aquello que menos me gusta de nuestra semana santa en los inicios del siglo XXI es la aludida dimensión turístico-festivalera y mercantilista que desde hace tiempo viene potenciándose desde cualquier estamento, o casi. Dimensión que se pretende cultural, para lo cual lo pintoresco es excelso y si no se tiene se inventa ya que conviene atesorar titulitis y así poder optar a subvenciones con las que al final hasta el horario de las celebraciones más populares, como las procesiones callejeras, llegarán a imponerlo las televisiones locales, regionales o berlusconianas, como contrapunto al Gran Hermano Cofrade, de gran éxito sin duda cuando se estrene. Estas cuestiones y otras más temperamentales constituyen la razón por la que he querido recordar que existen otras celebraciones, como las que llevan a cabo esos míseros, porque pobres son y mucho, cristianos etíopes tan ajenos a cualquier plan de revitalización de la semana santa popular española o el observatorio con el que seguir el fenómeno. Como antes decía, no son únicos en vivir otra semana santa distinta a la nuestra, hay otros muchos a los que todavía no amenazan los mercaderes con ocuparles los soportales del templo.

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La Semana Santa de Mérida es respeto a una “visión cristiana” de la historia Por Pablo Iglesias Aunión Profesor de Religión Católica de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz

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uve la grata oportunidad de participar desde el aprecio al rico sabor que Mérida guarda y proporciona en su historia desde los primeros siglos del cristianismo hasta el momento en que este dejó de ser perseguido y martirizado por un paganismo cruel y sin sentido a través del estudio historiográfico basado en profesores y doctores de amplia y seria calidad que trabajaron en muchos de los yacimientos arqueológicos de nuestra Comarca, la comarca de emeritense y que nos haría imposible la lista en una cita. Desde aquella primera Sede Metropolitana que tantos recuerdos literarios y epigráficos se siguen redactando desde que san Cipriano como obispo de Cartago en el año 256 escribiera a las comunidades cristianas existentes hasta ahora (bien pudiera el joven Amenábar darse un repasito literario por ellos y nos “agoraríamos” algunos errores sobre Hipatia), con simposios como los que organiza la Sociedad de Cultural Clásica y que el pasado noviembre del 2009 me permitió a caballo entre Cáceres y Mérida tratar de reflexionar en todas esas publicaciones nacidas de las anteriores investigaciones jamás usurpadas y siempre respetadas, la invitación por cuarto año consecutivo a escribir en vuestra Revista de Semana Santa. Es indudablemente otro de esos momentos de grato placer para con la ciudad de Mérida y ya van muchos desde que en el año 2008 pregoné en la Santa Iglesia Concatedral de Santa María a la Semana de Pasión emeritense que además de reencontrarme con inseparables amigos como don Emilio Sánchez Saavedra, vuestro Arcipreste, también me ha hecho ganar a otros desde entonces que (quizás de ellos no digno uno), como es el caso de don Antonio Becerra, vuestro Vicario.

LA ORIGINALIDAD EN LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS PASA POR EL SABER COMPORTARSE ANTE EL RESPETO AL CRISTIANISMO Dos libros pueden marcar muy bien esta Semana Santa 2010 desde el punto de vista cofrade y por tal, siempre desde el cristiano –no reiteramos ser lo primero gracias a los segundo- y estar por ellos llamados a ser centro aludir a su conocimiento como invitación a la lectura, reflexión

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y acercamiento a la Iglesia y a este Cristo que “apasiona” dejándose la Vida por la bondad en la construcción del Reino: reclamados hoy a seguir siendo testigos del Evangelio como lo fue indudablemente la mártir Eulalia. El primero de ellos nace de la pluma de un periodista licenciado por la Complutense de Madrid Pedro Luis Gómez y que ha escrito una bella obra sobre el barroco Cristo de la Buena Muerte (que nos ilustra nuestra primera imagen), del escultor granadino afincado posteriormente en la andaluza ciudad de Málaga, Pedro de Mena y Medrano (1628-1688) y que se titula “Las cenizas de Cristo” (editorial Arguval, Málaga, 2009) y que todo amante del mundo cofrade debería de tener en su librería particular en un sentir genial de la obra sobre el mundo cofrade de la antedicha ciudad. La segunda, que me para en la reflexión de esta humilde aportación a tan digna publicación, nace del

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A R T I C U L O S estudio realizado por Antonio Mateos Martín de Rodrigo y que lleva por título nada más y nada menos que “Las Pasiones de Santa Eulalia de Mérida o África e Hispania” (Cuadernos Emeritenses-33. Museo Nacional de Arte Romano-Asociación de Amigos del Museo, fundación de estudios romanos. Mérida, 2009), donde como en ella misma se dice: “En esta obra se amplían detalles de la figura real y de la magnitud histórica y religiosa de Santa Eulalia y del contexto y personajes de su martirio a través de la recuperación de su Pasión como elemento histórico-geográfico” (pág. 23 de la citada obra) y que además reconozco en entre sus dedicatorias a un buen amigo y maestro Cofrade, Agustín Velázquez Jiménez y el reconocimiento que hago ahora también a otro buen amigo y no menos maestro cofrade, Pablo Burgos Guillén, que me regaló el mencionado libro.

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a Mérida desde el Domingo de Ramos al matinal Domingo de Resurrección, como “un Alguien” que es complejo encontrar en otro lugar porque se desmenuza un sentimiento evangélico en cada “levantada”, en cada “milímetro de cera quemada” y “grano de incienso humeante” que como oración se eleva y hace que el peregrino, pasajero, turista o natural de la noble ciudad, respire Evangelio por los cuatro costados. He conocido la Semana Santa emeritense de cerca y sigo cada año descubriendo en ella ese sabor de lo popular unido a lo religioso que da entonces la llamada religiosidad y piedad del “pueblo-popular” postrado en una esquina silenciosa viendo pasar cualquier momento de la Pasión en la imaginaría emeritense; escuchando la voz de los capataces estremecido por el dolor del sufrimiento de quien carga como costalero (otro buen amigo, “Lolino” al que añoro en las tareas docentes y que siempre se pone descompuesto al llegar estas fechas, como lo estará ya a buen seguro); de la mirada serena una veces y sin color a esperanza con tragedias de terremotos que nos recuerda que Cristo sigue muriendo pero que en la caridad cristiana demostrada tantas veces por la Iglesia nos alivia en la Resurrección. No podemos, no debemos y no os dejaréis ir a buen seguro, una de vuestras señas de identidad en la Semana Santa de Mérida: el respeto con sus siglos antes de Cristo a la misma historia, la única Historia: amar a Dios en su hijo hecho Hombre y entregado desde el Calvario por nosotros. Feliz Pascua de Resurrección a todos los emeritenses.

De ambas pero esencialmente de esta última, evoco al reconocimiento de una Extremadura que tiene en Mérida (marco histórico inmejorable para tal acontecimiento al igual que otras bellas ciudades pues nadan desmerecen Badajoz, Plasencia, Cáceres o Jerez de los Caballeros por citar como ejemplos un todo en nuestros bellos rincones regionales), el que no hay posibilidad para un cristiano de ver la impronta de nuestra Iglesia latente en cada poro de la piel de los siglos. Puede y es buen medio éste, vuestra Revista insisto, para reclamar como publicidad adecuada, acercarse a los estudios históricos mirando por el prisma de ese cristianismo que para nada sirve a modo de “colador histórico” o “subjetividad metodológica” sino que reproduce lo que es justo en nuestra propia idiosincrasia del ser cristiano. Plasma la Semana de Pasión en Mérida un ejemplo en el estudio de sus cofradías y hermandades para unirla a la de la misma ciudad y entonces surge fulminante la chispa que dispara el sentimiento de amor hacia Cristo que muere y da sentido así a nuestra vida en su Resurrección. La actual Agrupación Arciprestal antaño Junta de Cofradías, sigue alimentando en el creyente la felicidad de querer ver

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Fuentes árabes para el conocimiento de las reliquias de Jerusalén depositadas en Mérida Por Rogelio Segovia Sopo Profesor de Historia. Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Extremeña de Historia.

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a celebración de la Semana Santa implica rememorar acontecimientos políticos y religiosos ocurridos en el Oriente Próximo en la primera mitad del s. I d.C. Aunque las distintas Cofradías y Pasos Procesionales reviven lugares, personas y hechos históricos y religiosos de la antigua ciudad de Jerusalén, para muchos emeritenses son desconocidas algunas noticias que unen la historia de Jerusalén y Mérida a partir de una serie de objetos de especial relevancia iconográfica. Antes de iniciar la descripción de los mencionados objetos, debemos aclarar que el paradero de los mismos es hoy desconocido. Es probable que, en realidad, nunca llegasen a Mérida, y es muy posible que incluso nunca existieran. No obstante, sí podemos constatar a través de la literatura medieval la estrecha conexión entre la capital de Lusitania y la capital de Judea. Lo más sorprendente de estos escritos medievales reside en que no son escritos cristianos, sino árabes, pues los hemos localizado entre algunas descripciones realizadas por historiadores andalusíes acerca de la ciudad de Mérida.

La cita documental sobre la que gira este escrito pertenece al geógrafo árabe Abú Bakú Ahmad ibn Muhammad ibn Musa al Razi. Asentado en al-Andalus a principios del s. X d.C., desempeñó funciones de geógrafo, poeta, y literato1. Su obra más famosa, “Ajbar muluk alAndalus”2, no ha llegado hasta nosotros, pero tenemos constancia de sus trabajos por una traducción realizada por el clérigo portugués Gil Péres que, en 1316 y con la ayuda de un hispano-andalusí llamado Muhammad que le proporcionó la trascripción, permitió que este texto perdurara en portugués, pues los originales en árabe han desaparecido en su totalidad3. Ahondando en los datos que escribió este autor andalusí. Los párrafos que se ocupan de la ciudad de Mérida nos deja ver su admiración por la misma, en la que se deleita narrando historias de su pasado romano, se

preocupa por recuperar sus leyendas y las entreteje, a modo de urdimbre, con la propia historia de al-Andalus. Para ello utiliza personajes contemporáneos a él que rememoran otros tiempos o aclaran la existencia de algunos objetos preciosos que se encontraban en la Mérida islámica. Como buen geógrafo, al-Razi sitúa el espacio emeritense frente a otros entes administrativos y políticos circundantes, en un intento de delimitar sus fronteras: “Parte el término de Allaris con el término de Mérida. Et Mérida yaze contre poniente et septentrión de Cordoua4”. Nada tiene de extraño que la descripción que realiza de Mérida realce su antigüedad a partir de sus restos romanos, adjetivándola de hermosa y digna de residencia de césares y reyes: “Et Mérida fue una de las camaras que los Cesares et los Reyes Cristianos avian (…) todos os reyes que Della fueron fiçcieron en ella facer muchas buenas obras, et mui hermosas, et cada uno dellos metió gran demencia en la mandar labrar en piedras mármoles mui maravillosas (…) Por esso la fiçieron mui noble et mui grande et mui buena a maravilla et ay fundamentos que durararn por siempre (…) Et digo vos que non ha omen que complidamente pudiesse contar las maravillas de Mérida”. La sorpresa de los nuevos gobernantes y habitantes árabes y beréberes ante los restos romanos emeritenses fue una constante, como deducimos de sus escritos, pues aunque muchos de los edificios antiguos ya tuviesen signos de ruina o abandono, por una reducción de su número de habitantes en época visigoda, seguían llamando la atención los mármoles y piedras labradas situadas en algunos de sus edificios o en sus murallas. En este sentido añadimos a continuación un fragmento interesante aportado por el escritor árabe al-Razi: “Seyendo y ysme Ixim5, un día en su corte, rretrahente de las ciubdades de Espanya6, dixo Omar su Fijo:

1

Otos autores árabes y andalusíes se ocuparon de transmitir noticias sobre este autor, conociéndose actualmente datos biográficos de al-Razi gracias a Istajri, Ibn Hawqal y al-Muqaddasi.

2

En realidad la obra tiene un título más extenso, exactamente “Ajbar muluk al.-Andalus wa jidmati-him wa na-kabati-him wa gaza wati-him”, que podemos traducir por “Noticias sobre los reyes de al-Andalus; sus gestas, sus desgracias y sus guerras”.

3

Aunque al-Razi fue estudiado en profundidad por el investigador E. Lévi-Provençal en su obra “Enciclopedia del Islam,”, Tomo III, pp. 215-216. Hoy sabemos que la trascripción portuguesa fue copiada al castellano en la obra “Crónica General de Espanha” en 1344, siendo este texto sobre el que trabajo en el s. XIX el historiador español D. Pascual de Gayangos. 4

PACHECO PANIAGUA, J.A. (1991): Extremadura en los geógrafos árabes, Badajoz, p. 31.

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Este nombre es una trascripción errónea del nombre Hisam I, Emir cordobés que gobernó al-Andalus entre los años 172 y 180 H (788-796 d.C.)

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Esta frase ha de entender como: “Estando Hisam I en su palacio, hablando acerca de las ciudades de España”.

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Fuentes árabes para el conocimiento de las reliquias de Jerusalén depositadas en Mérida


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A R T I C U L O S Yo oy decir al alcalde Gablolle, fijo de Audalla7, cuando fablaba de las cosas que su padre viera et oyera et passaran en Espanya, et fablando de las bondades de MÉRIDA dixo: Yo aviendo grant sabor8 de piedras mármoles para afeitar con ellas mis obras que fasia fazer nuevamente, aquaescio assi que yo entre en MÉRIDA después que ella fue destroida9 et falle atan buenas obras de piedras mármoles et de otras naturas que me maravilló mucho et fize tomar et levar todas aquellas que entendía que mi padre se pagaría dellas, et anduve un dia por la cibdat et vi en el muro de una tabla de piedra marmor atan llana et atan luciente que non semejaua sinon aljófar10, atanto era clara et mandela arrancar del muro” Desde el punto de vista de la arqueología urbana de Mérida, los arqueólogos del Consorcio de la Ciudad y los conservadores del Museo Nacional de Arte Romano conocen bien los caracteres propios de los paramentos constructivos romanos en sus distintos periodos, no siendo nada extraño que muchos edificios bajoimperiales, desde murallas a viviendas, construyesen sus muros con materiales anteriores, reutilizando lápidas funerarias, sillares o cupae. En este proceso de reutilización es factible encontrar restos epigráficos en algunos de estos soportes pétreos, como parece ser que sucedió con la piedra de mármol brillante que se extrajo de un muro en tiempo del Emir Hisam I. “Et desque la ovieron arrancado por mui grant fuerça, pusieronmela delante et auia en ella letras de christianos et escritas que eran y entretalladas et fize ayntar christianos que avia en MÉRIDA que viessen lo que era escrito en ella et que me lo dicsesen et non fallé que me lo supiese decir en lenguaje ninguna cosa de lo que en ella dezia, tanto estava escrito en oscuro latin”. Debemos pensar que la inscripción poseía labradas letras pequeñas que no podían verse a la altura en la que estaba la lápida incrustada, pues la leyenda pudo observarse una vez que se depositó en el suelo. Sorprende que ningún cristiano emeritense, civil o clérigo, pudiera leer esta inscripción supuestamente latina, y este acontecimiento de la narración comienza a dar un aspecto de misterio a la piedra tan brillante y al contenido de su inscripción. No obstante no quedó sin traducir el “oscuro latín” de la lápida, pues se llamó a un experto en lenguas antiguas

que se encontraba en la ciudad de Coimbra. Hasta allí se fue a buscar a un clérigo de avanzada edad y desde allí se trasladó hasta Mérida para observar la misteriosa leyenda. “Et dixeronme que non sabian omen que la leer sopiesse sinon un clerigo que avia en Coimbra. Et yo envie por él et vino ante mi et era mui viejo a maravilla”. Efectivamente, este personaje de nombre desconocido era sabedor del idioma en que estaba escrita la lápida, pero antes de proceder a informar de lo que en ella pudo entender, la leyenda cuenta cómo comenzó a expresarse en voz alta recriminando a Dios el dejar que Mérida hubiese sido conquistada por los árabes. “Et quando le pusieron aquella tabla delante, comenzó a llorar et fazer muy grant duelo fieramente, en manera que lo entendían los mas de los que estaban et dixo ¡Sennor Jesu Christo, de piedat lleno!, ¿do estauas tu aquel dia que la cibdat de MÉRIDA salio de la santa fe? et, ¡sennor, tu que todo lo sabes, tanto quiero que de mi sepas, que sinon fuesse lo que vi et veo verdaderamente, verdaderas sennales que lo que yo creo es verdat, non ha cossa en el mundo porque io orasse tanto que por grant estranneza lo que vi sobre los cristianos de Espanya venir en tan poco tiempo. Non lo devieres sofrir por quanto buenos clerigos se y perdieron que nunca quedaron de loar el tu nombre! Et, ¡sennor puesque todo lo vees!, ¿porque no catas los altares de Mérida en que tantas vezes era el tu cuerpo representado, et en que tantas et tan santas oraciones se dezian en el tu nombre et á la tu honra, et á la tu loor11?; et agora son tantos cansados12 contra tu voluntat et a la honra de Mahomat et de sus creyentes”. Tras su queja a modo de jaculatoria, procedió a la interpretación del escrito tallado en la roca. “Et despues que lloró et fiço, su duelo, dixo: yo vos dire lo que dize esta piedra: «que los de MÉRIDA mandaron a los de Ilia que fiçieren el su muro de veinte et cinco cobdos en alto13»”. Esta inscripción romana no sería en principio excepcionalmente importante, pues son conocidas las inscripciones romanas que detallan los partícipes en la construcción de una obra de ingeniería. El caso más cercano lo posemos en la lápida del puente de Alcántara, en el que se enumeran los pueblos lusitanos que participaron en su puesta en pie14. En esta inscripción parece que se especificaba de igual modo la procedencia de los obreros e ingenieros que actuaron sobre esta construcción, es

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Parece ser que este personaje es el alcaide Galib ben Tammah ben al-Qama, aunque otras citas árabes que recogen la anécdota expuesta indican que el personaje que contó la historia era el general Talaba ben Ubayd Allah. Teniendo en cuenta que estamos ante una leyenda que se extendió de boca en boca y fue escrita por diversos autores en distintos momentos, es razonable pensar que los nombres degeneraron de un tratado a otro o se cruzaran diversas versiones que dieron lugar a otras versiones que daban protagonismo a personajes con nombres difícil de adscribir. 8

“Sabor” ha de entenderse como “deseo” o “necesidad”.

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La destrucción de Mérida a que hace referencia este escrito muy posiblemente se pueda fechar en el 173 H (789 d.C.), pues distintas fuentes árabes medievales nos hablan de los enfrentamientos del Emir Hisam I con su hermano Sulayman en esta ciudad lusitana, lugar donde se había refugiado Sulayman y desde donde pretendía atacar a su hermano. Para profundizar en estos acontecimientos consúltese SEGOVIA SOPO, R. (2004): “Focos de rebelión al poder Omeya en la raya extremeño-portuguesa desde la llegada del Islam al gobierno de Abd al-Rahman II”, Liberdade. Anais Científicos da Universidade Independente, nº 7, Lisboa, pp. 73-89, especialmente, p. 82. 10

Alfojar” ha de entenderse como perla pequeña y brillante. En el texto utiliza este nombre para resaltar el brillo que reflejaba una lápida de mármol inserta en un muro, creyendo que estaba realizada sobre una piedra preciosa. El considerar que estaba realizada la lápida sobre una inmensa piedra preciosa es importante para la historia que a continuación se narra en este escrito.

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“Loor” ha de entenderse como “nombre”.

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“Tantos cansados” ha de entenderse como “se dicen muchas blasfemias”.

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El codo es una medida antigua de referencia que equivalía a 42 cm. Veinticinco codos suponía construir una muralla de 10,50 m. de altura.

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MÉLIDA, J.R. (1924): Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres, Madrid, Tomo I, pp. 118 y sig., y CIL II, pp. 89 y sig

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decir de “Ilia”. Considerando que en realidad esta palabra transcrita del árabe desvirtuaba el posible topónimo “Iulia”, el pueblo partícipe en este recrecimiento de la muralla emeritense debió proceder de “Pax Iulia”, es decir de la lusitana, y hoy portuguesa, ciudad de Beja. Por desgracia el anciano y sabio clérigo conimbricense interpretó mal la lectura, o tal vez fueron los trasmisores orales de esta historia en árabe, pues identificó “Ilia” con “Jerusalén”. ¿Por qué? Los árabes llamaron a Jerusalén “Ilia”, desviación fonética del topónimo geográfico “Aelia”; nombre con el que se conoció a la Colonia Aelia Capitolina, ciudad construida por el emperador Adriano en el año 131 d.C. sobre la antigua Jerusalén, la cual estaba en ruinas desde que fue destruida por las tropas del emperador Flavio Tito en el 70 d.C15. Esta confusión en la interpretación explica que el clérigo cristiano comenzase a hilvanar distintas ideas que confirmaban que las murallas de Mérida fueron construidas por cristianos llegados desde Jerusalén, y ello daba sentido a la presencia en Mérida de algunas reliquias que procedían del templo del rey Salomón, como veremos después. El clérigo citado se explicaba del siguiente modo, relacionando la inscripción pétrea con otra inscripción que él ya conocía pero que estaba realizada sobre una plancha de metal: “Et dixo que fallaran en MÉRIDA una tabla de alaton16 escrita que gentes de muchas partes vinieron a fazer la cibdat de Ilia con miedo de los de MÉRIDA et que non la fiçieron mucho ayna et mucho sotilmente17”. Como la muralla realizada por las gentes de Jerusalén, o más posiblemente de Pax Iulia, no fue construida con fortaleza, el clérigo daba explicación a la fácil conquista de Mérida por los musulmanes al poco de llegar a la Península Ibérica. A continuación comienza a relatar una noticia de época más reciente al Emir Hisam I, pues el protagonista era su padre Abd al-Rahman I. Este primer Emir Omeya andalusí viajó hasta Mérida, donde pudo admirar las grandes maravillas arquitectónicas que poseía por herencia romana. “et dixo que el viera en los fondamentos viejos que fallara que un ambre entraba en MÉRIDA quando

Abderrahame el fijo de Moabia18 en España entró. Et que viera las marauillas et las fermosuras que avia en MÉRIDA” Y de nuevo el clérigo aúna la llegada del Emir independiente con la lápida inscrita con la palabra “Ilia”, supuestamente Jerusalén, pues cuenta una historia que acrecienta la religiosidad cristiana emeritense y la une a lo largo de los siglos con ciertos clérigos custodios de una de las reliquias más importantes de Jerusalén: “et dixo que entrara en una iglesia que avia y et que fallara un ermitanno el qual ermitanno anduviera con el enderredor de la iglesia. Et quando fue en un logar do solia estar un crucifixo en lugar de Jesu Christo dixo: en este logar ffalé19 yo otro hermitano que avia ciento et veinte annos que y estaua et dixome que antes que el estoviera y estovo otro hermitanno que le dixera que sobre aquel crucifixo estaua una piedra20 que la cual nunca oyó omen fablar21 et que por la noche mucho escura dezia las oras en la iglesia a la claridat della22, atanto era grande su lucencia que daua que non avia menester candelas synon quisiera”. El clérigo anciano unía de esta manera las referencias antiguas de la lápida de mármol brillante inscrita con epígrafes que informaban de las construcción de parte de la muralla de Emérita por gentes de “Ilia”, con una mesa o su tapa superior de brillo tan especial que fosforecía en la noche23. ¿Permanecía esta preciosa mesa en Mérida? Según sigue el relato no es así, porque marchó de nuevo al Próximo Oriente. “Et dixo otrosí que el dixera que la tomaran dende los alarabes quando entraron en MÉRIDA etque con ella levaron el cantaro del ajefar et dizen que aquel cantaro estovo después en la meschita de Damasco et que lo puso y Zuleman fijo de Abdelmeleco”. Por lo tanto, junto a la mesa realizada sobre metal precioso también se hallaba depositado un vaso o cántaro realizado todo sobre una única piedra preciosa, posiblemente alabastro aunque el texto no lo especifique. El jarro fue sustraído por las tropas de Sulayman, hijo de Abd al-Malik, personaje éste último hijo del gobernador Musa ben Nusayr, conquistador de la Hispania visigoda, y llevada a la mezquita aljama de Damasco. Su envío a este enclave oriental se ajusta en cuanto que esta ciudad era la capital en ese momento del Imperio islámico Omeya, y

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Las tropas de la Legio VI Ferrata se establecieron en la antigua provincia Judea para mantener el orden entre los judíos, y el emperador Adriano consideró imprescindible situar una cabecera administrativa romana construyendo una nueva ciudad en el mismo solar donde se levantaba el templo de Salomón, comenzando los trabajos en el año 131 bajo la dirección del Gobernador de Judea, Turnus Rufus. Un as broncíneo con la inscripción Aelia Capitolina, acuñada en el año 132 d.C., muestra que la ciudad estaba operativa al año siguiente a su fundación.

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Ha de entenderse como bronce, aunque determinase que el metal de la plancha fuese “latón”.

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“Mucho ayna et mucho sotilmente” ha de entenderse como “con mucha habilidad y esmero”.

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“Abderrahame el fijo de Moabia” es una trascripción de “Abd al-Rahman ben Muawiya”, nombre y filiación de Abderramán I Omeya, personaje que convirtió al-Andalus en un Emirato Independiente de Bagdad, al independizarse políticamente de la dinastía Abbasí, sustituta de la dinastía Omeya que gobernó el Imperio islámico desde Damasco hasta que un nuevo Califa asesinó a la familia Omeya en Bagdad en el 750 d.C.

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“Ffalé” ha de entenderse por “Hallé”, “Encontré”.

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“Piedra” ha de entenderse en este contexto como parte superior de una mesa.

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“Cual nunca oyó omen hablar” ha de entenderse como “no hubo otra igual”.

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“Dezía las oras en la iglesia a la claridat della” ha de entenderse como “se veía como a pleno día y podía leerse las oraciones dentro de la iglesia”

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Las fuentes árabes citan en numerosas ocasiones la existencia de una mesa realizada sobre una enorme piedra de esmeralda. Así el libro “Ajbar Machmua”, una crónica beréber del siglo XI, la describe como una mesa «cuyos bordes y pies, en número de 365, e3ran de esmeralda verde».

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sede del Califa. ¿De dónde procedía este jarro o cántaro de especial belleza? Posiblemente fuese un objeto de factura romana conservada en la iglesia, pero el clérigo tenía noticias antiguas diferentes que unía este objeto emeritense con el Mediterráneo oriental. “et dizen que este cántaro fué tomado de la casa santa de Hierusalen quando la entró Nabucodonosor et fue en la entrada un rrey de Espanya que avia nombre conven et ese cantaro, et la mesa de esmeralda que fue del rrey Salomon fijo del rrey David”. Por todo ello, el clérigo concluía que el jarro procedía del Templo de Salomón en Jerusalén, y que llegó hasta Mérida porque formaba parte del botín obtenido por un rey de España, rey que lo recibió como compensación en su ayuda al rey babilónico Nabucodonosor cuando conquistó la ciudad de Jerusalén en el 597 a.C. Por último, no sólo se trajo el cántaro indicado, sino que también portó hasta aquí la famosa “mesa de esmeralda del rey Salomón”, la misma que brillaba en la noche dentro de la iglesia emeritense24. Jerusalén, Mérida…, ambas ciudades religiosas unidas por los restos arqueológicos y las reliquias. Es posible que sean escasos los visos de verdad en toda esta historia, sobre todo porque formó parte de la literatura oral árabe hasta que pasó a la literatura escrita andalusí y después a la portuguesa y por último castellana, sufriendo en este devenir modificaciones sustanciales; pero lo cierto es que en todos los tiempos y en todas las culturas Mérida ha brillado con luz propia por sus monumentos, sus objetos y su religiosidad.

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La “Mesa del rey Salomón”, también conocida como “Tabla” o “Espejo de Salomón”, forma parte de de la leyenda que explica cómo el rey de Jerusalén, hijo de David, escribió sobre ella todas las respuestas al origen de Dios y el Universo. A lo largo de la historia, el paradero, traslados, forma y poderes de esta mesa ha dado lugar a una amplia literatura, e incluso se han realizado películas utilizando como eje temático esta reliquia.

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Judios en Mérida (siglos II al XV) Por Jose Antonio Ballesteros Diez

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n la Península Ibérica de judíos se vincula causalmente a la Diáspora del pueblo hebreo al final de sus guerras contra los romanos y que, como hecho más significativo, había ocasionado la destrucción del Segundo Templo de Jerusalem en el año 70 d.C. Como consecuencia de esa dispersión la Hispania Romana fue destino, como otros muchos territorios del Imperio, de la población hebrea que había abandonado Palestina; y dentro de nuestra Península es en Mérida

dónde aparece el documento más antiguo que atestigua el asentamiento en la Colonia Augusta Emérita de poblaciones judías. En concreto, esta fuente documental es una lápida que Sabina y sus hijos dedican a la memoria de su marido y padre, respectivamente, y cuyo texto es el siguiente: “Iustinus, hijo de Menandro, natural de Flavia Neápolis, de 46 años, yace aquí. Que la tierra le sea leve. Su esposa Sabina y sus hijos Mendander, Recepta y Salvina le dedican este epitafio”. La importancia para la Historia de esta inscripción se deriva del hecho allí afirmado de que Iustinus había nacido en Flavia Neápolis, a la sazón en Palestina, en una ciudad que ahora se llama Nablús, y testimonia de modo fehaciente que este judío se había trasladado desde su tierra natal para asentarse en Mérida. Es decir, ésta inscripción nos dice que a principios del s.II d.C. ya había judíos de origen palestino residiendo en Mérida, y este dato es el que más tempranamente señala esa presencia en la Península Ibérica. Tiempo después, ya en el s.IV, la población judía emeritense debía tener un gran peso en la ciudad, porque en otra lápida recientemente depositada en el Museo, y de la que Alicia M. Canto ha dado noticia en EPIGRAFÏA (septiembre de 2009), lleva una inscripción también funeraria, dedicada a Aniano Peregrino, cuyo texto, aun en estudio, hace mención a la existencia de, al menos, dos sinagogas, lo que evidencia la importancia numérica y social de la comunidad judía. En esta inscripción, al contrario que en la de Iustinus, que con la expresión “que la tierra te sea leve” se inserta dentro del paganismo, la de Aniano, además de informar de las sinagogas tiene como detalles iconográficos la representación de dos menorá, símbolo característico del judaísmo, como se puede ver en la foto del fragmento de lápida que insertamos a continuación.

Foto de la lápida en el MNAR

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Judios en Mérida (siglos II al XV)

Foto de la lucerna. MNAR


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También de ese mismo siglo IV es una lucerna con la representación de la menorá

Es de señalar que en este siglo IV es cuando Mérida será la sede del Vicario romano para la Península Ibérica y los territorios del Norte de África. Es decir, cuando en la ciudad era más patente la presencia de Roma, es también cuando la comunidad judía muestra su existir con la mayor evidencia. A lo largo de los siglos aparecen otras citas relativas a los judíos de Mérida, pero para no alargar el texto nos limitaremos a citar y glosar la figura de un judío emeritense: Ibn Negrella. Samuel ha-Levi ben Josef Ibn Negrella ha-Nagid (en algunos textos solamente se le llama como Nagrela, o Negrela), fue un judío que nació a finales del siglo X, en Mérida, en su juventud se trasladó a Córdoba para realizar estudio de las enseñanzas talmúdicas, pero a causa de la desintegración del califato, las guerras con los berberiscos y la implantación de los reinos de taifas, huyó a Valencia junto con su maestro de Talmud; desde allí pasó a Málaga donde vivió dedicándose al comercio de droguería, siendo cada día más conocido por su sabiduría, especialmente por el dominio de las lenguas, de las que se dice conocía siete, entre ellas el latín y el berberisco, de modo que era lector de las cartas que se recibían escritas en otras lenguas y escritor de las respuestas; parece ser que ésta fue la razón inicial para introducirse en la corte del visir Ibn al-Arif, del que llegó a llamar su atención y quién lo recomendó al rey taifa de Granada, Habbus. Uno de los problemas de los bereberes y de los reyes taifas era que no podían confiar en la población

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musulmana en Al-Andalus que ellos había sometido, y menos aun en los mozárabes existentes en el territorio, por lo que en los judíos encontraron la cantera para surtir a sus gobiernos de personas en diversos ramos de la administración, y en lo que Ibn Negrella fue un ejemplo precursor, y estuvo considerado como el más importante hombre de Estado en los reinos musulmanes de aquella época. Junto al rey de Granada, Ibn Negrella ascendió rápidamente en la corte desempeñando los más altos cargos de gobierno, como visir y jefe del ejercito, llegando a ser el más importante ministro del rey y, durante treinta años, en medio de unas guerras crónicas, condujo con el mayor acierto la administración, la política interior y la exterior del reino de Granada, e incluso tuvo el mando militar, aunque no se le conoce su participación en la guerra. A la muerte del rey Habbus, siguió gozando de la confianza del sucesor, Badis, hasta su muerte en 1056. Ibn Negrella sufría la enemistad de los notables musulmanes, que no admitían de buen grado que un judío les gobernase, pues Ibn Negrella fue un judío ferviente, que luchó por la defensa de su propio pueblo y de su fe, y así, en 1027 fue elegido Príncipe de los judíos, a pesar de que por su vestimenta y manera de vivir aparecía como un árabe. Con ser muy notable su participación en la vida pública granadina, lo más importante de su vida fue su obra intelectual, pues se le conocen 1.742 poemas, y fue un erudito rabínico, notable gramático y talmudista,

José A. BALLESTEROS DÍEZ: “Mérida en el siglo XV”. Rev. PROSERPINA, Num. 7, UED. Mérida,, 1988, pgs.33 a 50.

Judios en Mérida Ante el(siglos CristoIIdeal laXV) O

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cosas muy ligadas pues para interpretar y traducir el Talmud se requería un conocimiento exacto y preciso de las lenguas. En su obra poética, en la que es considerado como uno de los grandes autores hebreos españoles, toca temas muy diversos, tanto profanos, mayoritariamente, como religiosos, destacando el amor humano, el amor a la naturaleza y el horror a la guerra. Es precisamente en su obra poética donde se atestiguan las más importantes señales de haber recibido y asimilado aspectos capitales del la cultura y mentalidad musulmana, como era la idea de que hay una compensación ultraterrena para los sufrimientos del hombre justo durante su vida en la tierra, idea que no es propia de los judíos y si de los musulmanes, y cuya asimilación podemos ver en estos versos: Si en este mundo afliges al hombre bueno Le multiplicarás luego tus bondades pías Si en este mundo le obligas a llorar Se reirá muy mucho en la otra vida De la presencia de los judíos en los tiempos medievales en Mérida tenemos otro dato afirmativo1, que es el de su contribución como tal comunidad judía a la Hacienda Real de Castilla, y así, de 1466, conocemos que la aportación que hacían, conocida como “pedido de los judíos”, era la segunda en importancia dentro de la Provincia de León, después de Jerez de los Caballeros y mayor que Llerena, Fuente de Cantos y Fuente del Maestre. De este tiempo sabemos que el cementerio de esta comunidad era el llamado Cortinal del Osario, o también el Osario de los judíos, sito en las cercanías del molino de Pancaliente. Finalmente tenemos otra importante documento sobre los judíos en Mérida, es el acta de la visita de la Orden de Santiago a la Encomienda de Mérida en el año 1498, cuyo texto se inicia así: LA CIBDAT DE MÉRIDA Este miércoles siete dias del mes de noviembre año de noventa y ocho los dichos visitadores llegaron a la dicha cibdat de MÉRIDA y luego jueves siguiente se fueron a la yglesia desta dicha cibdat que es de la vocacion de nuestra señora donde fizieron llamar y juntar al corregidor y regidores y alguacil y otros caballeros e buenos ombres a los quales fueron leydos los poderes que de Rey e Reyna nuestros señores trayan por los quales oficiales fueron recibidos y obedecidos y puestos encima de sus cabezas y dixeron que estaban prestos para quanto de parte de sus altezas les fuere mandado. Luego los dichos visitadores dixeron a los susodichos que les diesen seys personas de buena fama de que se informasen de las cosas de su cargo tocantes a las cosas espirituales e temporales los quales les señalaron y nombraron a los siguientes Francisco Hurtado

Luis Torre

Alonso Vendea

Juan Bezerro

Fernando de Cayada

Lorenzo Sánchez

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Judios en Mérida (siglos II al XV)

A R T I C U L O S Y prosigue detallando los asuntos que le competían a la orden, wue al tratar de la Ermita de Santa Catalina, dicen lo siguiente Otra hermita de Santa Catalina Visitose otra hermita de la vocacion de santa catalina que es dentro desta dicha cibdat en el altar de la qual esta su ymagen de bulto de madera labrada y pintada vestida un vestidura blanca y una cruz e con un crucifixo pequeño y un retablo pequeño de madera con un guardapolvo pintada en ella nuestra señora de Belhen y unos manteles y un frontal de lienço con una frontalera labrada de seda y encima en la pared pintada la salutación e otro altar despojado con unas ystorias pintadas en la pared e otro altar asimismo una lampara de laton con sus madinas y cadenas delante del altar mayor e la dicha hermita es de piedra mampuesta y tapieria fecha de tres naves sobre dos danças --------------------------CCXXXII------------------------------darcos de canteria e de albañilería tejada de madera de pyno acepillada y tejada con teja y tiene un portal colgadizo por de dentro de la hermita Dentro de la dicha iglesia un campanario con una esquila y otra pequeña para decir misa esta dicha hermita fue sinagoga de los judios y esta en ella una cofradía de honrada gente que la provee de lo necesario y le compro una casilla junto a la hermita en que esta una santera que la limpia la dicha hermita e atiende la lampara dicese en ella algunos dias misa por que la bendixo el obispo de Fez e esta dentro en la dicha yglesia una tribuna de madera que hera donde los judios fazian su oracion e tiene de censo en una viña cien maravedíes que dio Francisco Nyeto e tiene asimismo un solar dentro en la dicha cibdat que le dio Juan Hurtado no renta cosa alguna diose licencia para acensuallo e que rente al hermita mandose al mayordomo que de algund dinero que tiene llegado de una bucheta que es poco adosase la entrada de las puertas Ese texto, (AHN. Lib. de visita O.S. Visita a la encomienda de Mérida en 1498, Signatura 1.103), escrito apenas seis años después de la expulsión de los judíos, sigue citando la sinagoga, situada en un lugar preeminente de la ciudad, frente al templo romano de Diana, y asevera cómo en Mérida hubo una comunidad hebrea hasta el último momento de su permanencia en el reino castellano. La arqueología emeritense aporta así a la Historia de España el dato más antiguo referentes a la presencia de judíos en la Península Ibérica, final del s. I. o principios del II d.C.; y también el de su existencia al final del s. XV, hasta el cumplimiento del decreto de expulsión, lo que supone que el lugar donde más tiempo han vivido los judíos en España ha sido Mérida, y , por otra lado, que en Mérida ninguna otra comunidad (romana, visigoda, árabe o castellano-leonesa) ha mantenido su presencia e identidad durante tanto tiempo. JABD. Enero, 2010


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A R T I C U L O S

Una imaginería de primera Por Mario Hernández Maquirriaín

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uchas veces, sin saber con qué intención, más de uno critica que la Semana Santa de Mérida es ejemplo de desorganización, impuntualidad, receptora de corrientes externas y otros calificativos que, a buen seguro, en caso de que existieran, son subsanables desde el propio trabajo de las hermandades y cofradías. Otras veces, con cierta ligereza, se dice que no contamos con una imaginería de calidad y es ahí donde uno descubre realmente que, por encima de lo religioso, obviamos el carácter y la valía artísticas de las imágenes de nuestras hermandades. Quizá sea porque las hermandades, como debe ser, no procesionan sus imágenes como un museo expositivo de arte, sino como imágenes de veneración pública. Así las cosas, un breve repaso no estaría mal. Mérida cuenta, de entrada, con una imaginería de gran calidad. Comenzando por la talla impresionante del Cristo de la O, anónimo del siglo XIV y una de las pocas muestras de la imaginería gótica en Extremadura; el de los Remedios, protobarroco anónimo de finales del XVI; el Santísimo Cristo del Calvario, talla anónima de la que se tienen los primeros datos en 1659 o la Santísima Virgen de los Dolores, también anónima, cuyos datos se remontan a 1892. Otro de los referentes en la imaginería y devociones emeritenses, Nuestro Padre Jesús Nazareno, como nos cuenta Agustín Velázquez en esta revista, apunta al círculo de Luis Salvador Carmona, fechándose aproximadamente entre 1755 y 1760. En el siglo XVIII datamos al Santísimo Cristo de las Injurias, de Blas Molner, cuya escultura supone un punto de inflexión entre los modelos barrocos y la nueva plástica neoclásica. Ya dando un salto de siglos, nos encontramos a importantes imagineros como Manuel Pineda Calderón, autor de muchas de las imágenes del Calvario como Jesús Nazareno o la Oración en el Huerto. El fecundo catálogo del alcalareño ocupa en año 1967, en cuanto a número de obras, el segundo lugar, después del imaginero Castillo Lastrucci; llegando a igualar en 1973, un año antes de su muerte, al también imaginero hispalense Sebastián Santos Rojas Precisamente, un discípulo de Castillo Lastrucci, Juan Blanco Pajares, realizó toda la imaginería de la Cofradía Ferroviaria, destacando los impresionantes Cristos, tanto el de El Descendimiento, como el de la Virgen de las Angustias.

Sacados de la nómina de escultores de reconocido prestigio nacional, y además hijos de Mérida, nos encontramos el impresionante paso del Prendimiento, de un Juan de Ávalos cuya trayectoria es conocida por todos, y a Jesús Resucitado y el Cristo de la Vera Cruz ambos de Eduardo Zancada, y ambos destacados por un realismo que roza la perfección. Luis Álvarez Duarte es el imaginero por excelencia del siglo XX. De su gubia han salido imágenes marianas consideradas como la “quinta esencia” en la representación de la belleza del dolor de María. Su consagración definitiva se produjo en abril de 1973, cuando entregó la nueva talla de la Virgen del Patrocinio a la Hermandad de El Cachorro (Sevilla), en sustitución de una imagen anterior que resultó totalmente destruida en un incendio el 26 de febrero de 1973. Doce años después de esa consagración realizó para la Semana Santa de Mérida las imágenes de María Santísima de Nazaret y Nuestra Señora de la Paz cuya belleza destacan, cada año, los miles de visitantes que llegan a nuestra ciudad. Asimismo, tenemos la suerte de que, este imaginero haya restaurado la práctica totalidad de dolorosas emeritenses y a las que imprimió su particular visión de la Madre de Dios. Asimismo, en la actualidad, la impronta de Francisco Berlanga de Ávila queda marcada en el impresionante Cristo de las Tres Caídas o la de Juan Antonio Blanco en las imágenes de la Cofradía de la Cena nombres aparecidos en el último cuarto del siglo XX y que ya alumbran en el panorama nacional. En definitiva, una gran imaginería salida de la gubia de los grandes imagineros cofrades de nuestro país y de los cuales tenemos una gran representación en la Semana Santa de Mérida.

Una imaginería Ante el Cristo de primera de la O

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A R T I C U L O S

Christus Resurrexit! Por Jose Arenas Sabán Superior del convento San Francisco de Asís de Mérida Párroco de los Santos Servando y Germán

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ueridos cofrades emeritenses: PAZ Y BIEN

¡Cristo ha resucitado! Estas palabras son pronunciadas en todo el mundo con particular emoción. Las celebraciones de la Semana Santa nos hacen revivir el acontecimiento decisivo y siempre actual de la Resurrección, misterio central de la fe cristiana. En las iglesias de todo el mundo la liturgia de la luz en la Vigilia Pascual ha recordado la Luz de Cristo que alumbra a la humanidad, venciendo para siempre las tinieblas del mal y de la muerte. La alegría de la Pascua atraviesa la historia. Los Evangelios nos recuerdan el asombro de las mujeres que habían ido al sepulcro donde habían puesto el cuerpo de Cristo, bajado apresuradamente de la cruz. Tristes y desconsoladas por la pérdida de su Maestro, encontraron apartada la gran piedra y, al entrar, no hallaron su cuerpo. Mientras estaban allí, perplejas y confusas, dos hombres con vestidos resplandecientes les sorprendieron, diciendo: « ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc. 24, 5-6). Desde aquella mañana, estas palabras siguen resonando a través de la historia como anuncio perenne, siempre nuevo y capaz de transformar la vida y el mundo en el que vivimos. La Resurrección de Cristo ha transformado la historia de la humanidad. Sin ella cada uno de nosotros habría sido distinto en su pensamiento y en su comprensión. Cada uno de nosotros pensaría, juzgaría y sentiría con más estrechez, con menos libertad, con menos justicia, si no le hubiese precedido el Espíritu del Evangelio, sin aquel poderoso impulso que surge de la resurrección de Cristo. Sin RESURRECCIÓN no tendría sentido (o tendría menos) el sacrificio de la cruz, sin RESURRECCIÓN vana y sin sentido sería nuestra fe. Por eso todas las cofradías deben comprometerse por la vida. No entenderemos bien las COFRADÍAS, ni la cuaresma, ni la Semana Santa, si no acertamos a mirarla desde la ALELUYA de ese gran Díael Día del Señor-. Cristo resucitado es fuente de paz y de entendimiento entre las culturas. Rechaza la violencia y promueve el verdadero progreso y la libertad de los pueblos. Es el manantial del que brota el conocimiento verdadero, la sabiduría que descubre el Universo.

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Christus Resurrexit!

Estas afirmaciones brillan en la oscuridad de nuestro tiempo: un tiempo, a veces, frívolo y olvidadizo. Frívolo porque en demasiados ambientes, hoy día, se difunde una cultura que pretende prescindir de Dios, considerando que la razón no puede ocuparse de su conocimiento. Las ideologías pretenden un mundo sin Dios, un mundo sometido solo al poder político, al poder económico y al poder mediático. Olvidadizo porque no se toma conciencia de las lecciones de la historia: cuando el mundo se encierra en sí mismo, cuando no se cultiva la bondad de corazón y se pierden las propias raíces, el futuro se estrecha y la violencia se adueña del horizonte humano. Queridos hermanos cofrades: Os invito a vosotros y a todos los cristianos y hombres de buena voluntad de Mérida, permanecer unidos al mensaje del Evangelio, sin miedo. De él recibimos una sabiduría pura, transparente. Aprendemos la tolerancia frente a la intolerancia; la libertad frente a la sumisión; el humanismo frente al fanatismo; la conciencia frente a la violencia; la victoria del bien sobre el mal; de la vida sobre la muerte. Hoy más que nunca necesitamos hombres y mujeres que siguiendo el mensaje del Evangelio apostemos por la vida desde el no nacido hasta la vejez, apostemos por la familia y por unas buenas y gratificantes relaciones interpersonales, por unas COFRADÍAS fraternas, proféticas y comprometidas por la vida y la paz. «No está aquí... ha resucitado». Que el Señor Resucitado haga sentir por toda MÉRIDA y por todas las COFRADÍAS su fuerza de vida, de paz y de libertad. Que la humanidad del tercer milenio no tenga miedo de abrirle el corazón. Su Evangelio sacia plenamente el anhelo de paz y de felicidad que habita en todo corazón humano. Cristo ahora está vivo y camina con nosotros. ¡Inmenso misterio de amor! ¡Aleluya!

Que el Señor os bendiga y os de la VIDA NUEVA DE LA PASCUA.

Con Afecto y oraciones. P. Arenas.


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Los tres pilares de la espiritualidad emeritense durante el periodo tardoantiguo Por Rafael Sabio González Conservador del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida

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lo largo de las siguientes páginas nos gustaría ofrecer al lector interesado en el tema lo que podría calificarse casi como una impresión personal, fruto del tan cercano contacto que en los últimos dos años hemos experimentado en relación a esa realidad tan singular como lo fue la Mérida tardoantigua. Trabajando en el proyecto de la futura Sección Visigoda del MNAR nos hemos familiarizado con la atenta lectura de las fuentes textuales del periodo (en especial las Vidas de los Santos Padres de Mérida), pero también con el conocimiento de la realidad arqueológica de la ciudad entre los siglos IV y VIII, así como, más específicamente, con las ricas y sorprendentes colecciones del Museo en lo que a dicho periodo se refiere. Y es que, pese a que Mérida responde, sí, al contexto general en el que se halla inmersa (el occidente europeo, la realidad hispánica…) no deja por ello de mostrar ciertos rasgos específicos que singularizan su caso, llegando en algunas ocasiones a mostrárnosla casi como un unicum.

condiciona desde la indumentaria del día a día hasta la apariencia de las residencias domésticas pasando por monumentos y ajuares funerarios; suntuosidad de lo divino que halla su eco en grandiosos edificios recubiertos de mármoles ricamente esculpidos, mas igualmente dotados de un mobiliario acorde con esta riqueza, del que apenas nos dan testimonio algunas representaciones de su escultura decorativa; y finalmente, más estrechamente ligado con la escultura decorativa a la que acabamos de aludir, el aniconismo, casi una pauta general en el occidente europeo que sólo abandonará el solar del mismo cuando, a partir del siglo VII y por algún tiempo, pase a alojarse en el corazón mismo de Bizancio. Obligados por tan reducido espacio como el que disponemos en este momento, hemos de presentar nuestras consideraciones a lo largo de tres entregas que se corresponderían a cada uno de los pilares reseñados. De este modo y en nuestra primera “entrega”, procederemos a hablar únicamente del primero de los pilares: la austeridad de lo humano. A la hora de afrontar el registro arqueológico de una ciudad, quizá se tiende en exceso a analizar las presencias, obviando las ausencias. Y si algo creemos que puede sorprender dentro de la dimensión humana de dicho registro, cuando analizamos el caso emeritense con algo de detenimiento, es más una ausencia que una presencia. O digamos muchas ausencias.

Es llegado a este punto cuando creemos oportuno reparar en tres aspectos muy concretos que, según estimamos, pueden marcar las pautas de ese carácter tan especial: la austeridad de lo humano, la suntuosidad de lo divino y el aniconismo. Austeridad de lo humano que

Durante el periodo romano, hemos podido presenciar durante varios siglos cierta propensión a la magnificación de lo humano, que se manifestaba desde en su indumentaria, hasta en sus hogares (tapizados de exquisitos mosaicos y pinturas) o incluso en el mundo de la muerte (piénsese en los imponentes monumentos funerarios o las delicadas maravillas que ocultaban en su interior bajo la forma de ajuares personales, digno testimonio de las profesiones o los más preciados objetos en vida de los difuntos). Nada de ello nos encontramos apenas transcurrido un siglo desde los inicios del Cristianismo. Las causas han podido achacarse al turbulento interludio del siglo V, a la caída de las rutas comerciales o a la extinción del artesanado especializado. Pero ello se contradice abiertamente con la suntuosidad de lo divino y sus manifestaciones materiales. Además, en otros puntos de la Península Ibérica podemos

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hallar en estos momentos una serie de objetos que nos hablan de una verdadera opulencia en la indumentaria: bajo la forma de broches de cinturón y fíbulas, en bronce como en oro, jalonados de vistosos esmaltes en unos casos, o laminados de plata en otros, constituyen ese típico corpus de ejemplares asociado al ajuar personal de una nueva jerarquía. Cerca de Mérida, en la Tierra de Barros, fue hallada una sorprendente pareja de fíbulas en forma de águila, actualmente conservadas en la colección Walthers de Baltimore. Y a ésta podría añadirse otra fíbula aquiliforme más recientemente hallada en la villa romana de Torre Águila, sólo por no ampliar demasiado el espectro. Pero todo ello, por poco que observemos con atención, procede del ámbito rural. Y una ciudad como Mérida, con tan elevado número de tumbas excavado, apenas ha podido ofrecer después del siglo V una escasa decena de broches de cinturón, por lo demás bastante austeros: la enorme área funeraria concentrada en torno a Santa Eulalia, no ha sacado a la luz un solo material que se pueda considerar como suntuario. Y como influenciadas por el radio de acción de este vacío propio de la capital, ninguna de las cerca de sesenta tumbas excavadas en la basílica de Casa Herrera (a escasos 5 kilómetros al Norte de Mérida), nos brinda otra cosa que no sean media docena de anillos, dos ungüentarios de vidrio y, eso sí, una centena de recipientes cerámicos, por lo demás muy toscos y llenos de impurezas. Una excepción podría ser la constituida por el conjunto de joyería hallado en el solar de Blanes. Su singularidad radica no sólo en la materia empleada en la elaboración de las piezas (oro y piedras preciosas), sino también en sus aspectos formales, pareciendo apuntar todo ello, según su excavador, a la vinculación del conjunto con la presencia de contingentes bárbaros en la ciudad durante la segunda mitad del siglo V. No olvidemos que por estas fechas Mérida fue ocupada sucesivamente por alanos y suevos, y que sólo en el 469 los visigodos procederían a restituírsela al poder imperial, aunque gobernándola ellos de facto. El conjunto no parece ser visigodo, y sí mas bien alano o suevo, pero en cualquier caso su presencia en el solar emeritense parece mostrarse tan puntual como la de estos dos últimos pueblos. La tónica general en el ámbito funerario parece ser pues la austeridad. Y si bien ésta podría ser producto de una distorsionada imagen del mundo de los vivos a través de su reflejo en el de los muertos, otro tanto parecen decirnos las excavaciones practicadas en otros contextos: ni hogares ni vertederos proporcionan otra cosa que no sean restos cerámicos, por lo general ejecutados con una técnica rudimentaria y, a lo que parece ser, por sus propios usuarios en la mayoría de los casos. No hallamos una vajilla fina, o apliques de metal para los muebles, ni mucho menos una decoración escultórica en las mismas edificaciones. Incluso la cerámica parece no constatar algunas formas básicas, tales como platos o cuencos, que muy bien pudieron haber sido elaborados mayoritariamente en madera. Tampoco se

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A R T I C U L O S logran localizar grandes complejos civiles, y pese a lo que supuso Amador de los Ríos, todos los restos procedentes del palacio del Duque de la Roca, más que pertenecientes a la supuesta residencia del dux Claudio, parecen pertenecer al conjunto arzobispal al que se superpone la actual concatedral de Santa María y las edificaciones del entorno. Tendremos que esperar más bien al siglo VIII para, bajo los auspicios del dominio islámico, hallarnos con un cierto resurgimiento de la edilicia privada.

A tenor de lo dicho podemos citar una nueva excepción. Se trata en este caso de la pila cuadrangular, profusamente decorada, custodiada en las colecciones del MNAR (nº inv. 499). Hasta ahora se ha considerado como una pila bautismal, pero tanto su altura como su fisionomía parecen desmarcarse de lo que hasta ahora podemos identificar ciertamente como tal dentro del periodo tardoantiguo. Además, presenta un curioso desagüe en su fondo, y ello, unido a sus restantes características formales o el contexto de su hallazgo (el corralón de Pacheco, próximo al solar de Morería), parecen apuntar a su pertenencia a un contexto privado, y más específicamente al patio de un palacio. Sabemos por las fuentes que el palacio del duque Claudio se hallaba ubicado contiguo al recinto arzobispal, y grosso modo, el lugar en el que fue hallado el ejemplar citado no desmentiría su pertenencia al mismo. Sin embargo, también cabe pensar que nos hallamos ante una pieza de transición, y que su verdadero contexto es un palacio emiral como el que fue excavado en el solar de Morería, datado entre la toma de Mérida por Muza y las acciones de castigo emprendidas contra la ciudad por los emires de Córdoba a lo largo de la primera mitad del siglo IX. Por todo lo dicho, parece que, más allá de una incapacidad técnica, el mundo de lo humano en la Mérida tardoantigua se veía regido por ciertas pautas de austeridad. Ello es algo que remitiría al mundo de lo intangible, y al habernos basado en todo momento en un registro arqueológico, de carácter material, sería muy difícil de probar. Lo habitual para estas fechas es no contar con otras fuentes de conocimiento, por lo que todo lo dicho habríamos de contentarnos con las vagas suposiciones hasta aquí expuestas. Sin embargo, el caso de Mérida cuenta con un testimonio literario de gran interés para el conocimiento del periodo comprendido entre el siglo VI y

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A R T I C U L O S comienzos del VII, casi único por su carácter, inmediatez y frescura dentro del contexto peninsular. Se trata de las sobradamente conocidas Vidas de los Santos Padres de Mérida. Y creemos que en ellas podría hallarse un respaldo a nuestra tesis de austeridad. “Omitiendo el adorno de las palabras engalanadas y pasando por alto las parleras espumas de la elocuencia, ahora también narramos con sencillez y veracidad hechos que son ciertos en todos sus detalles.” Con estas palabras (según traducción de Isabel Velázquez) da comienzo el capítulo IV de las Vidas, aquel dedicado a los episcopados de Paulo y Fidel. Se trata de toda una declaración de intenciones acerca de la voluntad del autor en materia literaria, aludiendo explícitamente al carácter barroco y obscuro de textos tan amanerados como los procedentes de la administración imperial precedente. Pero también creemos que es algo más: el reflejo de una manera de ver las cosas en la Mérida de los siglos VI y VII, donde ante un hipotético lector se quieren hacer primar la claridad y la sencillez sobre la pompa y el artificio. Tras este prolegómeno, un primer episodio a destacar es aquel que, a mitad del relato de la vida del obispo Fidel, narra el hundimiento del atrio de la catedral y la milagrosa salvación de quienes momentos antes lo ocuparon (IV.6). Al inicio del pasaje, se describe cómo, con anterioridad al derrumbamiento del atrio y según acostumbraban, se presentan ante el arzobispo: “el archidiácono con todo el clero vestido de blanco”. Tras la conclusión de este relato se da paso a la narración de la visión del propio Fidel caminando con los santos (IV.7), y en esta ocasión es el mismo arzobispo quien viste una túnica blanca. Esta imagen contrasta con la descripción que, en el episodio de la muerte del joven Augusto, éste último hace de la corte celestial (I.7-21). En ella, aunque también vestidos de blanco, los personajes que concurren ante el Rey del Cielo estaban “adornados con oro y piedras preciosas, y ceñidos por coronas brillantes”. Parece como si lo celestial pudiera en efecto admitir el lujo, mientras que para el mundo de los hombres, y aún incluso para el de sus representantes en

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la tierra, apenas estuviera bien vista la severa simpleza de unos ropajes blancos. Como contrapunto a todo lo dicho, cuando se castiga a Vagrila por su conjura contra Masona, se le censura su anterior “afán de prestigio y pompa”, obligándosele a ir en adelante a pie ante el arzobispo contra cuya vida atentó (V.11.19). E igual censura parece recibir el engreído archidiácono Eleuterio, quien al creerse seguro sucesor de Masona se “inflamó de alegría por el poder transitorio”, paseándose “con gran acompañamiento de siervos”, “soberbio a caballo de aquí para allá” (V.13.3). Fallecido repentinamente, Eleuterio tuvo que contentarse finalmente con recibir sepultura junto a otras dos personas más. Y aún puede considerarse excesiva la ornamentación que rodea su epitafio de tenerse en cuenta la apariencia externa de lo que se nos conserva de la lápida arzobispo Fidel: apenas el considerable grosor de la losa que cubría sus restos (sin duda destinados a preservar su sepultura de posibles violaciones), podrían señalar, junto a la indiscutible alusión de la inscripción, que nos hallamos ante la sepultura de quien fue cabeza de una sede que constituyó en sí el principal exponente de la Iglesia Católica en la Península Ibérica durante su siglo de mayor esplendor. Habría que cotejar el panorama emeritense con el de otras ciudades hispanas del momento. Pero casi se puede aseverar que, aun de no ser su caso el único, existiría como pauta una cierta oposición entre el campo y la ciudad en lo que al boato y el lujo se refiere: en el medio rural, fíbulas y adornos personales pueblan las necrópolis de las antiguas villas (piénsese en Carpio del Tajo o en Castiltierra, en las provincias de Toledo y Segovia respectivamente); por contraste, a medida que nos aproximamos a una gran urbe como Mérida dicho esplendor desaparece en la esfera de lo terrenal, siendo trasladado a los grandes edificios de culto que, como dignos trasuntos del reino de Dios en la tierra, hacen una concesión al lujo para así intentar abrir una ventana en el mundo de los hombres a través de la cual poder vislumbrar la grandeza de lo divino.

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La domus de la Puerta de la Villa y la arqueología de los primeros cristianos de Mérida Por Francisco Javier Heras Mora

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uede resultar paradójico, que uno de los espacios más desconocidos de la arqueología emeritense pasa por ser uno de los puntos más transitados de la ciudad. Quienes formamos parte de la marea de gentes que suben y bajan por la céntrica Calle Santa Eulalia o que simplemente nos convocamos los unos a los otros en la misma Plaza de la Puerta de la Villa, recordamos que bajo un edificio de oficinas al pie de esa plaza aflora la primitiva calle romana. Pocos conocíamos exactamente qué tipo de restos habían aparecido en las excavaciones que se realizaron hace ya más de veinte años y que se conservaban en los sótanos de ese edificio.

mayor o menor medida el proyecto. A finales de los años 80, se excavó el solar sobre el que se iría a alzar el nuevo edificio, lo que no sucedió hasta comienzos de la década siguiente. Los hallazgos más antiguos correspondieron a los restos de una gran casa romana, al pie de la muralla, junto a una de sus grandes puertas y abierta hacia el decumanus maximus, la principal vía urbana. Esta ubicación debió merecerle una ventaja estratégica en lo comercial, puesto que, como en la actualidad, ese importante eje tendría un asiduo tránsito de compradores, y los propietarios construyeron su vivienda integrando en ella un grupo de pequeñas tiendas mirando hacia la calle porticada.

Es norma en Mérida que cuando se proyecta una nueva construcción, a ésta ha de antecederle un estudio arqueológico y en virtud de sus resultados se adapte en

No conocemos la planta completa de la casa, pues ésta se extiende bajo de los edificios contiguos, sin embargo fue posible recomponer de ella los espacios propios del

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A R T I C U L O S modelo doméstico de la Mérida romana. Entre aquellas tiendas o tabernae, un amplio pasillo de acceso -faucesdan paso hacia el patio central rodeado de columnas -el peristylum- y su galería perimetral; de ésta parten las habitaciones privadas y, quizás, la estancia principal, el triclinium o gran sala de recepción del dominus. Suelen completar el esquema interno de las grandes casas romanas otras dependencias de servicio, a veces también unas pequeñas termas privadas, y sistemas de captación de aguas para alimentar las necesidades de la vivienda. Como venía diciendo, en la planta de la “Casa de la Puerta de la Villa” encontramos representados casi todos estos elementos, incluido un excepcionalmente bien conservado depósito de agua de lluvia. Al fondo de la casa, más allá incluso del patio y demás estancias públicas y privadas, se habían construido un pozo, una pequeña piscina y dos cisternas subterráneas. Una de ellas, originalmente albergó las aguas de lluvia recogidas por las vertientes de un pequeño patio que confluyen hacia su centro; aquí mismo, bajo su superficie se construyó una gran cisterna abovedada, de planta cuadrada de más de cuatro metros de lado y tres y medio de altura máxima. Una vez se almacenara el agua, a ella se accedía mediante un pequeño orificio abierto en la parte superior de la bóveda.

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formado por las primeras letras superpuestas de la palabra CRISTOS (“Cristo” en griego) flanqueadas por las A y w -el comienzo y el final, la vida y la muerte, dentro de su conjunto, la Resurrección en definitiva- y rodeado por una laurea o corona de laurel, trasunto alegórico de la Victoria clásica. Acostumbramos a ver crismones en nuestros espacios religiosos, siempre presentes en iglesias y capillas, signo imprescindible de las liturgias cristianas y que evoca el nombre mismo del hijo de Dios. Conocemos su significado, en cambio su origen nos es más incierto. Parece remontarse a la época de Constantino o, al menos, es por entonces cuando se comienza a tener noticias de aquel símbolo con el que soñó el emperador y que hizo consignar en sus enseñas (Eusebio de Cesarea, Vita Constantini, I, 32; Lactancio, De mortibus, 44, 5-9). A partir de la “legalización” del Cristianismo tras el edicto de tolerancia a comienzos del siglo IV, la representación del crismón se hace paulatinamente más frecuente, alcanzando a una amplia variedad de soportes: pinturas al fresco en los arcosolios de las catacumbas romanas o napolitanas, lápidas e inscripciones funerarias, algunos elementos “votivos”, lucernas, fuentes y platos cerámicos de uso comunitario e incluso en ladrillos decorados en relieve.

En un momento impreciso del periodo romano entre los siglos III y IV, se produjeron en la vivienda algunas reformas significativas, que afectaron muy particularmente a la parte posterior de su planta. Se modificó la apariencia de uno de los espacios más significativos, construyéndose un muro curvo en lo que pudo ser el triclinium o sala más pública de la casa. Esta obra afectó de forma determinante en el compluvium, aquel pequeño patio que servía para la captación de agua de lluvia, puesto que para su construcción se anuló definitivamente ese sistema: se cegaron la entrada de agua hacia la cisterna y el orificio para su captación. Esta reforma significó algo más que unas obras en la planta baja de la vivienda. Clausurados los accesos de agua, la cisterna se convertía en una oscura habitación subterránea, a la cual, para facilitar su nueva entrada hacia el interior, se le excavó una estrecha escalera de descenso que finalizaba a ras de su antiguo suelo. Se trataba de un pasillo “en codo” con bóveda de medio punto, que partía de un impreciso espacio entre la parte trasera de la casa y el paño interior de la muralla romana.

El crismón de nuestra improvisada “cripta” emeritense, parece haberse dibujado con un fin muy concreto: presidir ese espacio y servir de referente visual para las personas que acudan a su interior. El común denominador de todas ellas debió ser su fe y quizás su pertenencia a un grupo cristiano. Uno de los documentos literarios más importantes sobre el primitivo Cristianismo hispano es la conocida Carta 67 de San Cipriano, obispo de Cartago. En ella se ponen de manifiesto las dificultades por las que atravesaba la comunidad cristiana de Mérida en tiempos de las persecuciones de mediados del siglo III. Este documento, fechado hacia el año 254, nos habla de la existencia de un grupo jerarquizado de cristianos en la ciudad, desde al menos fechas anteriores a ese año, a cuyo frente había un obispo, y de que la política anticristiana de Roma estaba siendo muy rigurosa en Emerita, una de las ciudades más influyentes de Hispania. Esta política represiva, con sus tiempos de paz, perduró hasta comienzos del siglo siguiente y quizás con mayor crudeza en estos últimos años; recordemos el capítulo del martirio de la niña Eulalia, cantado por el poeta calagurritano Prudencio.

Con la reforma en la cisterna, quedaba drásticamente transformada su morfología y su función. El revestimiento interior original, un enlucido de mortero impermeable, era el más adecuado para el antiguo cometido de depósito de agua, sin embargo su superficie fue repicada con el objetivo de aplicar sobre ella una fina capa de cal. La clave de toda esa transformación reside en un gran dibujo pintado en el centro del muro noreste de la nueva estancia: un crismón cristiano elevado a lo más alto de esa pared interior. De sobra es conocido el significado de este complejo símbolo

Analizados en su conjunto, todos estos argumentos arquitectónicos y literarios cobran sentido y nos ponen ante la respuesta de una comunidad cristiana organizada, que es perseguida pero que necesita celebrar sus actos litúrgicos a salvo de las miradas de sus propios vecinos profanos y de las armas represoras del poder romano. En este tiempo, como en los siglos anteriores, la nueva religión surgida con la era no había necesitado de templos o aras para difundir su doctrina u oficiar sus rituales, más al contrario, de alguna forma se vanagloriaban sus fieles de no tenerlos (“delubra

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non habemus, aras non habemus”, Minucio Felix, Octavius, XXXII). Las reuniones se realizaban en casas particulares, quizás adaptadas puntualmente para solventar algunas necesidades relacionadas con el proselitismo religioso o el bautismo. A pesar de que sabemos por los textos de estas domus ecclesiae o “casas de cristianos”, lo cierto es que la Arqueología apenas ha detectado rastros fidedignos y manifiestos de ellas en el mundo romano. Seguramente el caso más seguro sea el de la domus ecclesia de la ciudad siria de Dura Europos, aunque no han faltado hipótesis más o menos afortunadas que identifican este tipo de casas entre los restos arqueológicos bajo las basílicas de Roma. El caso de Mérida, ante toda la argumentación anterior, se convierte en un caso excepcional y probablemente de los más inequívocos, sobre todo por la prueba ineludible del crismón, de una casa cristiana. Su arquitectura, lejos de cumplir con los cánones propios del modelo basilical que comienza a extenderse a lo largo del siglo IV, responde perfectamente al esquema de vivienda romana, y el emplazamiento, buscado con seguramente por su calidad de sitio recóndito y oculto a las personas ajenas a la casa, nos sugiere un tempo de represión y miedo. El contexto que se nos ocurre más apropiado para entender la excepcionalidad de la cripta cristiana y, por extensión, de la domus emeritense es el del periodo de persecuciones que sufrió Mérida durante la segunda mitad del siglo III y que en la parte occidental del Imperio Romano perduró hasta

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A R T I C U L O S los primeros años de la centuria siguiente. En cualquier caso, tras esas fechas, la casa bien pudo haber continuado acogiendo las actividades de la comunidad religiosa después del fin de la represión y hasta la construcción de la primera basílica cristiana de Emérita. No debo ni puedo concluir esta pequeña disertación sin agradecer a los arqueólogos que me precedieron en los trabajos y que hoy posibilitan sus conclusiones, Manuel de Alvarado, José Luis de la Barrera y José Luis Mosquera, o la ayuda inestimable de otros amigos como Agustín Velázquez, Miguel Alba, Enrique Cerrillo, Pedro Mateos, Antonio González, Pedro Dámaso, Antonio Barroso, Fabián Lavado, Ana Bejarano, Félix Palma, Ignacio Bustamante o Albert Ribera. Nunca debemos dejar de recordar en estos agradecimientos a los ilusionados trabajadores del Consorcio de Mérida, compañeros y amigos que dan de ellos lo mejor en las labores, siempre duras, de la excavación arqueológica, en particular a José Corchero, Julián Sánchez, Paco Isidoro, Berta Marín, Mari Paz, Javier Pacheco, Moisés Bedate y a todo el equipo de mantenimiento. Una atención especial merecen los socios del Programa Mecenas, aficionados curiosos y, sobre todo, muy preocupados por el patrimonio emeritense, permiten cada año recuperar un poco más de ciudad con respeto a nuestro formidable legado arqueológico; de ellos partió el proyecto que posibilitó la última intervención.

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Morir para dar vida Por Antonio Paniagua Ruiz

A los ojos de sus contemporáneos, Jesús es el gran fracasado. “Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (Hch. 10, 38).

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ablar o escribir como en este caso, accediendo gustosos a la invitación del Presidente de la Junta de Cofradías D. Agustín velázquez y dirigentes, me resulta doloroso por la seguridad absoluta de que uno va a empequeñecer el Misterio, porque estoy convencido que lo más obvio en estos momentos en que nos disponemos a celebrar la MUERTE Y RESURRECIÓN de Cristo, es escuchar, CALLAR y CONTEMPLAR. Estamos ante una historia asombrosa de fé. Cuando los seguidores contemporáneos de Jesús le reciben y aclaman triunfalmente, lo hacen viendo en Él a un futuro libertador de la opresión social en que vivían. Hoy nos libera nó con poderosos medios temporales, sino con la fuerza de su AMOR, con su entrega total, aunque ello conlleva riesgo de su vida y la pierda. Jesús no tenía nada de ingenuo. Cuando comienza su aventura lo hace con plena conciencia de que emprendía un camino material. El lo sabe y lo advierte a sus amigos. Es “imprudente” metiéndose en la boca del lobo. Sus amigos le aconsejarían, mira “si fueras un poco más de paciencia y no quisiera arreglar el mundo en cuatro días… Si no fueras tan radical… Si pudieras negociar con tus enemigos…”. Pero nó, nada que hacer, Jesús ha apostado por el proyecto del Reino, por la dignificación y liberación de sus hermanos y no hay quien lo detenga. Jesús sabe perfectamente que está sentenciado a muerte por sus enemigos de la sinagoga, los fariseos y escribas. Tenía varias salidas para evitarla: 1ª. Matizando sus afirmaciones más conflictivas, como suelen hacer los políticos, cuando sus declaraciones provocan conflictos, pero Jesús no se desdice ni un ápice. 2ª. Retirándose a Nazaret, renunciando a su ministerio profético, pero Jesús no entiende de huidas y repliegues, cuando se trata de la causa del Padre, que es la causa del hombre y sobre todo de los pobres. 3ª. Recurriendo a la fuerza de sus simpatizantes, pero él no entiende de violencia, él dijo: “Bienaventurados los pacíficos…”. Jesús renuncia a todas las escapatorias.

Llega el momento de preguntas: ¿Dónde están a la hora de la verdad los liberados, los rehabilitados, los agraciados por su bondad, los reconciliados?. Sus discípulos le abandonan y le traicionan miserablemente. Solo le acompañan al Calvario y velan su agonía seis incondicionales, entre ellos su madre. Hasta el Padre parece abandonarle, hasta el punto que sale de Él un grito desgarrador: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” El fracaso parecía total y absoluto. Es la hora de la muerte total a sí mismo y de la entrega del grano de trigo que se “pudre” bajo la tierra. Es la hora de la noche, del sepulcro. Que bien dice Pablo: “Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo…obedeciendo hasta la muerte y una muerte de cruz”. Todo ello por mí y por ti querido cofrade. Cuando la persona es grano de trigo que “muere” en el olvido de sí mismo y en la entrega a los demás, produce sin duda la ESPIGA. A la vida por la muerte, es el mensaje que grita Jesús por la boca de sus heridas. Es “muriendo como Jesús muere ejecutado por su valentía profética, porque sus enemigos no fueron capaces de amordazar su palabra revolucionaria, ni atar sus manos y sus pies que actúan para humanizar la vida de sus hermanos los hombres”. La Muerte y la Resurrección de Jesús dice a gritos algo que debería enloquecernos de alegría: EL AMOR NUNCA FRACASA, EL AMOR SIEMPRE ES FECUNDO. Todo lo demás pasará, hay que abandonarlo en la ribera de acá a la hora de partir a la otra vida, el AMOR ES LO ÚNICO QUE NOS ACOMPAÑARÁ. El testimonio sobrecogedor sobre el martirio de Jesús como camino a la vida plena nos invita a reafirmarnos en nuestra actitud de muerte pascual. ¿Nos sentimos cansados de tanto luchar, la mayor parte del tiempo y muchas veces sin fruto ninguno?. ¿Qué más podemos hacer, además de los compromisos que llevamos adelante? ¿Hacia que actitudes y compromisos concretos nos empuja la contemplación y escucha del relato estremecedor de la Pasión y Muerte de Jesús?. La muerte y resurrección de Jesús es garantía de fecundidad, por lo tanto, como dice S. Pablo en la Carta a los Gálatas: “mientras tenemos tiempo, trabajamos sin desfallecer, sin desmayar, hagamos el bien sabiendo que según lo que el hombre sembrare, así cosechará” (Gál. 6,10).

Ante Morir el Cristo para dar de la vida O

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A R T I C U L O S

Jesús en el Cólgota -IPor Puri Contreras López Catequista

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na Cuaresma más, llega la habitual cita con los prolegómenos indicativos de que la celebración de los misterios esenciales de nuestra fe, está cerca: antes de darnos cuenta, viviremos intensamente –si Dios quiere-, una nueva Semana Santa. Y uno de esos prolegómenos habituales, a los que me refería, es la petición por parte de los responsables de la Revista de Semana Santa de Mérida, de la realización de un nuevo artículo para la misma, petición que agradezco profundamente y asumo cada año –y son 7 ya-, en la certeza de no poder expresar con pobres letras, todo el contenido salvífico y amoroso de Dios nuestro Señor a favor nuestro, pobres criaturas.

En los artículos precedentes he procurado exponer meditativa y reflexivamente el itinerario de la Pasión de Cristo en los hechos acaecidos en la tarde-noche del Jueves Santo e inicio de la madrugada y primeras horas del Viernes Santo, siguiendo fundamentalmente el evangelio de san Juan. El año pasado nos quedamos en el juicio de Pilato donde Jesús es condenado a muerte una vez se ha consumado la apostasía del pueblo judío que prefieren como rey al César y, rechaza a Jesús, el Hijo de Dios. En este momento, después de una tensión insoportable, Pilato, aún creyéndole inocente, cede y entrega a Jesús para que sea sacrificado. Continuemos, pues, al hilo del evangelio de Juan, contemplando y meditando en lo sucedido en el Gólgota.

La crucifixión de Jesús: Jn. 19, 16b-22.

Los que no lo habían acogido como Palabra de Vida lo acogen ahora para matarlo: “Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota” (19, 17). Al igual que libremente salió para entregarse en el huerto, ahora carga con su cruz y sale hacia el lugar de la ejecución. En este evangelio tampoco ha habido cirineo ni puede haberlo. Jesús sigue tomando la iniciativa, es el Señor quien va a la cruz, con plena autoridad y señorío, no puede ser descrito, con la extrema debilidad de necesitar ayuda. Al contrario, actúa como si tuviese prisa por manifestar el amor de Dios al hombre. Curiosamente, no se especifica quienes lo crucificaron: “Allí lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (19. 18). Son todos culpables de su muerte; o, mejor dicho, somos todos culpables de su muerte. En la cruz Jesús no va a estar solo. A diferencia de los sinópticos, Juan no identifica ni califica de ningún modo a los dos compañeros de suplicio. Por otra parte, es muy importante que nos detengamos el tiempo necesario en aclarar el tema de la responsabilidad del pueblo judío en la muerte de Jesús. Realmente, el pueblo, como tal, no tuvo arte ni parte en el proceso de Jesús. Podríamos decir, con muchos exégetas, que los judíos, como pueblo, fueron mucho menos culpables de la muerte de Jesús que los griegos, como pueblo, de la de Sócrates. La Iglesia, ciertamente con bastante retraso así lo ha reconocido.

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A R T I C U L O S Han tenido que pasar casi veinte siglos desde entonces, para que el Concilio Vaticano II pusiera el tema en su justo lugar. En concreto, en la Declaración Nostra Aetate, Relaciones de la Iglesia con las Religiones no Cristianas, hacia la mitad de su número 4, se nos dice: “Aunque las autoridades judías con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su pasión se hizo no puede ser imputado indistintamente ni a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras... Además, la Iglesia, que reprueba toda persecución contra cualesquiera hombres, consciente de poseer un patrimonio común con los judíos e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos. Por lo demás, la Iglesia siempre ha sostenido y sostiene que fue por los pecados de todos los hombres por los que Cristo, movido de inmensa caridad, se entregó voluntariamente a su Pasión y Muerte, para que todos consigan la salvación. Corresponde, pues, a la Iglesia en su predicación anunciar la Cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia”. Nunca es tarde, si la dicha es buena.

Y, siguiendo con el relato evangélico, llegamos al momento de una práctica ejemplarizante, habitual de la época. Nos referimos a la colocación de un letrero en el lugar del suplicio, en el que se escribía la causa de la condena a muerte del reo, para que sirviera de disuasión y escarmiento a quienes pretendieran actuar contra el poder constituido: “Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: ‘Jesús el Nazareno, el rey de los judíos’” (19,19). Sin proponérselo, Pilato contradice la opción hecha por los sumos sacerdotes: el rey de los judíos no es el César, sino Jesús. Los judíos, que lo han rechazado como rey, leen ahora el letrero y experimentan la humillación y acusación que éste supone para ellos. El título proclamaba al mismo tiempo la realeza de Jesús y la vergüenza del pueblo. El letrero estaba escrito en tres lenguas, las conocidas en la época, dándole un sentido universalista, destinando su contenido a la humanidad entera: “Los sumos sacerdote de los judíos dijeron a Pilato: ‘No escribas: El rey de los judíos, sino: Este ha dicho: Yo soy rey de los judíos’. Pilato respondió: ‘Lo escrito, escrito está’” (19, 21). Las autoridades no pueden tolerar que el mismo gobernador les eche en cara su traición, acusándolos de infidelidad. Por eso hacen un último intento ante Pilato, para que, rectificando el letrero, aparezca Jesús como un impostor y ellos salven así su imagen.

La respuesta de Pilato tiene tono de oráculo: “Pilato respondió: ‘Lo escrito, escrito está’” (19, 22). Es decir, es definitivo, queda fijado y no se puede cambiar. Este carácter indeleble, “No puede fallar la Escritura” (10, 35), asimila la proclamación de la realeza de Jesús a la antigua Escritura. Jesús, crucificado por amor al hombre y así proclamado en todas las lenguas, es el cumplimiento de las promesas mesiánicas y la Escritura definitiva e inalterable. La Escritura da testimonio de él. Ahora se cumple lo que contiene y cesa su papel. Para el futuro no hay más libro que éste. Jesús es el nuevo código de la alianza, no es un enunciado, sino una persona que revela una presencia: la del Padre. Por eso en la cruz nos enseña lo que es Dios y, al mismo tiempo, lo que es el hombre.

Reparto de las vestiduras: Jn. 19, 23-24.

Era costumbre que los ejecutores de la sentencia se repartiesen las ropas del reo. Son cuatro soldados paganos los que reciben la herencia de Jesús y nos son mostrados en un doble aspecto. Por una parte, son los agentes de su muerte, por otra, sus herederos. La división del manto en cuatro partes alude a los cuatro puntos cardinales y significa la tierra entera. La salvación sale del territorio estrictamente judío, para extenderse por todo el universo. Jesús no será ya el rey de los judíos, sino el de toda la humanidad. Por otra parte, la universalidad del reino no puede significar división: aunque el manto ha sido partido, la túnica quedará intacta, como símbolo de unidad. El manto repartido se convierte en distintivo, en uniforme, por el que serán reconocidas las comunidades cristianas. Todos los suyos habrán de llevar este vestido, el de la entrega hasta el límite. Esta es su herencia, que los asemejará a él: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos, en que os tenéis amor entre vosotros” (13, 35). Ahí ha de estar la semejanza, en la actividad del amor. La descripción posterior de la túnica, prenda interior, contrasta con la exterior: el manto. Éste fue dividido. Aquella no se dividirá. La unidad no ha de tener fisuras y, además, por estar tejida de una pieza, es indivisible. Por eso los soldados renuncian a dividirla. Y constatamos un nuevo cumplimiento de la escritura: “Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica” (Sal. 22, 19). Los soldados cumplen con este gesto hostil, sin proponérselo, el plan salvador de Dios.

Jesús, su madre y el discípulo amado. Jn. 19, 25-27.

Y llegamos a una escena importantísima de los episodios, en torno a los cuales gira la muerte de Jesús, en este evangelio. La protagonista es la madre de Jesús, que es mencionada seis veces; junto a ella está el discípulo amado, al que se nombra tres. Lo primero que se nos plantea en esta perícopa es determinar cuantos personajes femeninos se hallaban junto a la cruz. Se descarta la posibilidad de cuatro, porque no existe la partícula conjuntiva kai (y), entre la segunda y la

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tercera denominación. En cuanto a que el número fuese de tres, tendríamos un personaje nuevo: María la de Cleofás, como hermana de la madre de Jesús, que aparecería solamente en esta escena, sin desempeñar papel alguno ni en ella ni en el resto del evangelio. Esto sería contrario a la cuidadosa composición de este evangelio, donde cada personaje desempeña un papel significativo, en el orden teológico de la obra. Muchos exégetas optan por la mención de dos mujeres, indicadas primero por vínculos de parentescos: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre” (19, 25), y, a continuación, se las identifica por sus nombres: “María la de Cleofás y María Magdalena” (19, 25b). Su designación: la de Cleofás, sería su patronímico. Podría objetarse contra esta hipótesis el que dos hermanas tengan el mismo nombre; pero lo cierto es que en este evangelio el nombre María es propio de las mujeres que representan una figura de esposa fiel: la madre de Jesús, la esposa fiel de la Antigua Alianza (el resto de Israel). María de Betania anticipa la figura de María Magdalena. María Magdalena es en este evangelio, sobre todo a partir del capítulo 20, la esposa fiel de la Nueva Alianza. En cualquier caso, esta presencia de la Magdalena significa fidelidad y, en el caso de la madre, nos retrotrae a la primera mención que de ella se hace en la boda de Caná, donde reconoció a su hijo como el Mesías y donde al decir a los sirvientes que hicieran todo lo que él les mandara, mostraba aceptar desde el principio todo el programa de Jesús, que lo ha llevado a ser condenado a muerte. María es coherente y por eso ahora está aquí. En cuanto a María Magdalena, la tarea importantísima que llevará a cabo en este evangelio comienza a desarrollarse a partir de ahora. El adjetivo significa natural de Magdala, localidad situada junto al lago Tiberíades, en Galilea.

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Jesús en el Cólgota -I-

A R T I C U L O S El papel de la madre, pues, termina en la cruz; el de María de Magdala comienza en ella. Con este juego de personajes y de nombres el evangelista afirma que la nueva comunidad es hermana de la antigua. Existe, pues, una relación de parentesco, de fraternidad, entre el pueblo antiguo y fiel y la nueva comunidad, que es la esposa de Jesús. Israel (la madre) entra en pie de igualdad y sin privilegios en la nueva comunidad, que, a partir de la cruz, formará el pueblo de la Nueva Alianza. Ahora cambia el juego de personajes y entra en la narración el discípulo a “quien quería Jesús”, que desarrolla, en masculino, el mismo papel que, en femenino, representa María de Magdala: la nueva comunidad. Este compañero y amigo fiel ha de estar presente junto a la cruz, porque ha de ser testigo de la gloria que en ella va a manifestarse. El encargo que Jesús hace a la madre y al discípulo amado se realiza en el sentido de un imprescindible reconocimiento mutuo: “Mujer, mira a tu hijo. Luego dijo al discípulo: ‘Mira a tu madre’” (19, 26-27). La antigua comunidad judía debe reconocer como su descendiente a la nueva. El discípulo acoge a María en su casa, aceptando a la madre de Jesús como madre propia A partir de ahora y en él, va a ser la madre de todos los discípulos: la madre de la Iglesia. Algo irrenunciable y propio para todo creyente. De ahí nuestro tributo de cariño, respeto, veneración y admiración hacia ella, la primera creyente. Y aquí ponemos fin a este artículo. Si Dios quiere, el próximo año concluiremos la narración de lo acontecido en el Gólgota. Si intentáramos hacerlo ahora, duplicaríamos y más, lo que hemos escrito, y sobrepasaría indebidamente los límites adecuados que este tipo de reflexiones han de contener.


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Raíces de la piedad popular Por Teodoro A. López López Catedrático emérito de Instituto

FUNDAMENTO ANTROPOLÓGICO DE LA RELIGIOSIDAD

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l Misterio y el hombre son los dos polos de la relación religiosa. El polo principal está constituido por el Misterio de Dios, es una realidad invisible, inefable, sumamente trascendente, que afecta al hombre íntima e incondicionalmente. El segundo es todo hombre, ya que todo él se ve afectado por la presencia del Misterio en la vida. Pero este hombre es constitutivamente mundano, corporal, comunitario. Su forma de existir es “ser –en- el- mundo”, -Dasein como diría Heidegger-, ser exteriorizándose en la corporeidad, distendiéndose en la duración y relacionándose a otros sujetos. ¿Cómo puede el Misterio hacerse término de la relación efectiva para un hombre así? Condición indispensable para ello será que de Misterio o Dios, sin dejar de serlo, se haga presente en el mundo espacio temporal, en la historia del hombre.

También Aristóteles en su obra “Filosofía Primera”2 continúa con el Primer Motor en la línea de su Maestro Platón, pero añade una aportación sobre el origen y destino del hombre, que ha dado ocasión a océanos de tinta en sus interpretaciones, ya que nos ilumina racionalmente sobre el otro miembro del binomio que nos ocupa: el hombre. En cuanto al origen del alma nos dice que el entendimiento no surge por generación, sino que procede de fuera (zírazen). Pero es el destino del alma en la interpretación de Alejandro de Afrodisia, seguida por Temistio y Zabarella: naturalmente que no habla de una inmortalidad personal, capaz de recibir, por tanto, recompensa y castigo en una ulterior existencia, pero se atisba una inmortalidad del entendimiento agente (Metafísica). Pensamiento utilizado por Santo Tomás de Aquino y su escuela tomista hasta hoy.

FUNDAMENTO FILOSÓFICO DE LA TRASCENDENCIA

Los grandes pensadores clásicos por la vía de la razón atisban tanto la existencia de un Primer Ser, como la inmortalidad el hombre. Para Platón existe un mundo, al que llama mundo inteligible (cosmos noetós) que está constituido por una pluralidad de IDEAS (Seres), es decir, arquetipos inteligibles de las cosas materiales que integran la naturaleza sensible y material, que forman el universo en que viven los hombres. Tales Ideas (Seres) son eternas, inmutables, simples, indivisibles, perfectas e inmateriales. Estas Ideas constituyen para el verdadero ser, la verdadera realidad, y no sólo su conocimiento nos proporciona la episteme, el conocimiento verdadero, la verdad. De aquí, que en la cúspide está la Idea de Bien, que ilumina a todas las demás ideas1. Pensamiento utilizado por la corriente agustiniana y franciscana en el Medioevo hasta nuestros días.

1

República. Libro VII. 114 a -520 d.

2

Metafísica Libro XII y XIV

3

M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Guadarrama, Madrid 1973, pp. 52-53.

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Este breve “excursus” filosófico nos sirve para enmarcar los dos polos que forman la religiosidad popular y fueron objeto de reflexión en estos dos grandes filósofos, que sin conocer la Revelación Divina, sus ideas tanto influyeron siempre en nuestra cultura occidental. La fenomenología de la Religión con las mediaciones “objetivas” o hierofanías explica las manifestaciones del Misterio y remiten al hombre. De aquí surgen las expresiones que prestan densidad histórica a esa actitud interior de reconocimiento de la Trascendencia tanto en la dimensión espacial del hombre, surgiendo una necesidad por unos lugares sagrados en los que concentra espacialmente el sujeto su interior y se siente afecto por lo divino, como la necesidad de distenderse en la duración temporal que le lleva a distinguir unos tiempos sagrados: la fiesta, como medio para vivir su relación religiosa. La fiesta, dice Mircea Eliade3, es el tiempo (o la existencia) lo que la hierofanta es a la naturaleza. Pero hay un paralelismo con el lugar sagrado. El ámbito espacio- temporal de la religiosidad y sus celebraciones forma una unidad. Consecuentemente la religiosidad popular busca siempre celebrar sus fiestas en tiempos y lugares privilegiados, conjugando la doble dimensión espacio- temporal. Es decir, armoniza la expresividad, el significado de unos días muy particulares por la ubicación que tiene en los diversos ciclos temporales con unos sitios

4

C. Lison, “Aragón festivo. La fiesta como estrategia simbólica” en Antropología social y hermeneútica, Akal, Madrid 1983,

pp- 43-83.

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Raíces de la piedad popular

A R T I C U L O S determinados por su emplazamiento dentro de un contexto geográfico. Carmelo Lisón escribe: “ Los españoles transformaron la geografía... sus valles, llanuras y montañas, en una topografía simbólica de espacios y tiempos elevados a categoría de trascendencia… La salud corporal, el logro de deseos, el esparcimiento y la solidaridad local se buscan, expresan y consolidan en puntos geográficos que dibujan el mapa de santuarios y romerías y en momentos cíclicos de especial densidad temporal que atraen a la Virgen y a los santos a sus iglesias y ermitas”4. Quizá se podría decir que la fiesta es la síntesis, la conjugación de un tiempo sagrado y un lugar sagrado: es decir, la unidad de un espacio-temporalidad cualificada, singular, extraordinaria. Sin embargo, el término “fiesta” se suele emplear, con un significado más específico, para designar los tiempos sagrados, así Eliade, como otros reservan “hierofanía” para referirse a los lugares sagrados. A modo de conclusión podemos decir que la dimensión trascendente del hombre se pone de manifiesto en los días de Semana Santa al tener los cofrades y el pueblo sencillo una cita puntual en un tiempo sagrado, coincidiendo con la Pascua y unos espacios sagrados al convertir las calles y plazas en expresión pública de sus más profundos sentimientos religiosos.


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El Nazareno de Santa Eulalia, obra del círculo de Luis Salvador Carmona Por Agustín Velázquez Jiménez

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i una obra artística ha logrado conciliar su alto valor estético con la acendrada devoción popular, ese es el caso del Nazareno de Santa Eulalia, “nuestro” Nazareno. Pocas tallas como ella, han conseguido atraer desde siglos la devoción popular y la atención de los investigadores, aunque sus atribuciones han sido dispares. Obviando la rumorología popular, que no dudaron en atribuir la obra a Martínez Montañés, o acaso a la gubia de María Luisa Roldán, “La Roldana”, el erudito local Maximiliano Macías lo incluía, en 1913, en su obra “Mérida Monumental y Artística”, acercándolo a la escuela Granadina del siglo XVIII. Su alter ego José Ramón Mélida, al publicar su Catálogo Monumental, en 1926, queda impresionado por la obra, pero no afina tanto, y lo atribuye a la Escuela Andaluza, sin más. El arqueólogo francés Pierre París, después de despotricar contra el estado de conservación del patrimonio monumental emeritense, que extasiado ante el Nazareno, cuya talla no duda en parangonar con los mejores mármoles clásicos. Martín Almagro, en su Guía Arqueológica de Mérida, no duda en atribuirlo a la escuela granadina del siglo XVII. Ya en fecha más reciente, el catedrático de la Universidad de Sevilla, D. Antonio de la Banda y Vargas, lo sitúa como salido como del círculo de José de Mora, si no de su propia mano. Nosotros por nuestra parte, cuando realizábamos el estudio de la talla para la Historia de la cofradía, anotábamos una serie de circunstancias (su compromiso entre las viejas formas barrocas y el refinamiento del siglo naciente, su estrecha relación de trabajo para los Patronatos Reales, su refinamiento formal, su intensa relación con la Orden franciscana…etc) que acercaban la talla al círculo del prolífico y excepcional escultor Luis Salvador Carmona,

que incluso tuvo su estudio durante más de treinta años en la madrileña calle de Jesús Nazareno. Mirando la cabeza de San Francisco que se conserva en el Museo Arqueológico de León, no nos cupo la menor duda, pero… había que profundizar en el tema. El pasado año, recibimos una separata del Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, firmada por D. José Fernández López, decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Hispalense. Su título no admitía dudas: “El Nazareno de la Basílica de Santa Eulalia de Mérida. Una talla vinculable con la obra de Luis Salvador Carmona” (Temas de Estética y Arte nº XXI, 2007). Totalmente identificados con el autor, reproducimos aquí la descripción que realiza de su venerado semblante: “La forma en la que está concebido el rostro, especialmente en el tratamiento marcado de las mejillas y de las órbitas oculares, la manera de entreabrir la boca, dejando ver los dientes superiores y la lengua, y la forma de la nariz, so características del maestro vallisoletano. El modo en que frunce el entrecejo, suavemente, con os ojos abiertos y mirada baja, ofrecen una sensación de dolor y fatiga muy humana y profundamente conmovedora. La nariz y las orejas presentan una tipología análoga a las otras imágenes cristíferas y de santos de Salvador Carmona. El tratamiento de la barba es también un referente singular que aproxima la imagen de Mérida a este autor…” Después de un estudio comparativo y concienzudo de la talla, no duda en vincular al Nazareno, “nuestro” Nazareno, con Luis Salvador Carmona, fechándola aproximadamente entre 1755 y 1760, en espera, como bien dice el autor, a que algún hallazgo documental convierta en definitiva la intuición del estudioso.

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La Iglesia en la que creo “…y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18)

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ivo en la Iglesia, amo a la Iglesia, soy Iglesia, predico la Iglesia, sirvo a la Iglesia y quiero morir en el seno y en la fe de la Iglesia. Sueño en una Iglesia más misionera, más viva, más arriesgada. Creo en la Iglesia, OBRA de Jesús, MISIÓN del Espíritu, que grita a Dios como ABBA. Creo en la Iglesia, sueño, empeño, pasión de Jesús que la coloca en manos humanas, no arcangélicas.

Creo en la IGLESIA: · UNA: Porque tiene una misma FE y un solo BAUTISMO y un PADRE de todos y para todos en cuyo seno caben todas las razas, naciones y culturas. · SANTA: Porque, aunque en su seno estamos los pecadores, SANTO es el Padre, SANTO es el Hijo y SANTO es el Espíritu Santo, y porque contiene la PALABRA, los SACRAMENTOS, la GRACIA, la santidad de todo los mártires y santos y de todos los millones de santos anónimos. · CATÓLICA: Porque no es “gheto”, ni secta, ni capilla; es abierta, plural, universal, con ansias de llegar a todos sin imponerse. · APOSTÓLICA: Porque no es fruto de iluminados, o flor de un día, sino que se sustenta en las columnas de los Apóstoles, elegidos por Jesús el HOMBRE-DIOS, el DIOS-HOMBRE, la LUZ del mundo, el PASTOR universal, el que no mata sino que se deja matar por el hombre y en beneficio del hombre. · CARISMÁTICA: Porque sus riquezas son los CARISMAS, dones y gracias, que el Espíritu suscita en el Pueblo de Dios, vc: Carisma de la POBREZA y del desprendimiento, un Pedro de Alcántara. Carisma de la FRATERNIDAD, también de la pobreza, como un Francisco de Asís. Carisma de la FORMACIÓN cristiana, como san Juan Bosco. Carisma de los POBRES, COMO san Vicente de Paúl, entre muchos. Carisma del MAGISTERIO, como san Agustín o Tomás de Aquino.

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La Iglesia en la que creo

Por Antonio Bellido Almeida

Carisma de la SOLEDAD MONÁSTICA, como san Benito y miles más. Carisma de la ENTREGA en nuestros días: Teresa de Calcuta. Carisma del SERVICIO a la Iglesia, Ignacio de Loyola y sus seguidores los jesuitas. Carisma de la HUMILDAD, Carlos de Foucaul y sus Hermanitas de Jesús. Carisma de los ANCIANOS, Teresa de Journet y tantas. · SAMARITANA: La Iglesia es BUENA SAMARITANA, como el del evangelio: Samaritana desde el principio, los apóstoles socorrían pobres. Samaritana de los pobres y creó la primera OENG, los siete DIACONOS para servir a los pobre. Samaritana con los gremios marginales: extranjeros, viudas y huérfanos. Samaritana desde los Cenobios: casas abiertas a la HOSPITALIDAD. Samaritana con los ANCIANOS sin pensión, y esto hasta ayer. Sólo la Iglesia sostuvo durante siglos los “ASILOS”.


A R T I C U L O S Samaritana con los NIÑOS, los “Expósitos”. Hasta ayer sólo ella los recogió en los “HOSPICIOS”, madre general de millones de niños. Samaritana con los pueblos bárbaros a los que educó y enseñó hasta el cultivo de la tierra. Samaritana con los “LOCOS”, hasta que el loco de Dios, Juan de Dios creó los MANICOMIOS. Los Psiquiátricos son de hace un rato. Samaritana con los EXILADOS y presos políticos, único refugio. Samaritana con los PRESOS, los Mercedarios se cambiaban por ellos y quedaban encarcelados. Samaritana con las MADRES solteras creciendo las Casas-Cuna, acogidas, mientras los gobernantes propugnan el aborto libre bajo el sofisma del amparo a las madres, en el desamparo de los hijos. . Samaritana de la VIDA. Defendiendo la vida del “nasciturus”, que es persona y no adherencia inútiles. Y grita en todos los foros a favor de la vida auque la tachen de retrógrada. No, ella avanza hacía la vida y en especial la de los sin voz. Samaritana con los POBRES de misión. Amor, pan y Palabra, millones de hombres y mujeres lo dieron todo, y la vida, para ayudar y evangelizar, sin imponer. Y a veces defendiendo con uñas y dientes los atropellos, como Bartolomé de las Casas.

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“Cajas de Ahorros” en manos de los políticos. Samaritanacon los MUERTOS, ahí estaban los Hermanos Fosores.

· Culta y cultivadora de la Cultura - La Iglesia salvó la civilización y la cultura de Occidente ante la invasión de los pueblos bárbaros. Los Monasterios salvaron los libros, los copiaron. Enseñaron toda la cultura antigua. - Alrededor de las Catedrales nacieron y bajo su protección las ESCUELAS. De ahí quizá el título canonical de “Maestres-cuela”. - De las Catedrales y de los Obispados nacieron las UNIVERSIDADES. Y esto, que es innegable, que indica el amor de la Iglesia por la cultura, es negado gratuitamente por muchos ignorantes que además sientan cátedra. - La Iglesia posee un patrimonio de ARTE, MÚSICA, POESÍA, HISTORIA, MONUMENTOS, FILOSOFÍA, TE O LOGIA, CIENCIAS, que nadie puede ofrecer. - Las RAÍCES de Europa son cristianas, y la Cultura y la Historia. Y la verdad es una. Se pretende reescribir la historia de Europa, no al margen ni siquiera del cristianismo, sino, negando la evidencia, contra el cristianismo.

Samaritana con los ENFERMOS. Siempre y sola la Iglesia a lo largo de los siglos. Los hospitales fueron creados y sostenidos por los cristianos. Samaritana con los SIDOSOS y antes con los LEPROSOS, como el Padre Damián de Molokai. Los que nadie ha querido los ha amado la Iglesia, sólo la Iglesia. Samaritana con ENFERMOS sin retorno. Acepta la muerte digna, no el encarnizamiento terapéutico, pero no a la “EUTANASIA”, no a la eliminación de la vida, como el nazismo, como muchos que salvan al lagarto y no salvan al “nasciturus” o al viejo insoportable. Samaritana con los POBRES: POBRES de siempre, que siempre cuidó. POBRES modernos que el paro aporta. COMEDORES por toda España, mientras ciertos políticos malversan los fondos en sus despachos. Samaritana con los DISMINUIDOS, ahí tenemos Cotolengo, Alcuéscar. Samaritana con los poco pudientes y ahí tenemos los “MONTEPIOS”, “Cajas de ahorros y Montes de Piedad”, fundados por la Iglesia y hoy suculentas

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A R T I C U L O S

Creo en la IGLESIA:

Creo en la IGLESIA:

· MISTERIO: No misteriosa, umbrosa, sino como MISTERIO de amor, MISTERIO salvífico, MISTERIO de comunión.

· LIBRE: Porque predica la Palabra pese al riesgo y la amenaza.

· REDIL: Redil del Pastor Cristo, desde las connotaciones bíblicas de la Palabra. No con el despectivo de “borregos”. · PUEBLO: Pueblo de Dios, Nuevo Israel, Pueblo de la Alianza (Dios-pueblo; Dios-persona). · CUERPO de Cristo: Gloria y honor de los miembros, nosotros, que tenemos a Cristo por Cabeza. · MADRE: Madre, en cuyas aguas lustrales nacimos, de cuyos pechos ubérrimos nos alimentamos. Madre, no nodriza. Madre, no madrastra. MADRE. · VIÑA: Viña del Señor. Nosotros trabajadores y a la vez sarmientos.

Creo en la IGLESIA: · KERIGMATICA: Anunciadora, misionera, evangelizadora. No imponiendo , sino ofreciendo. Dentro de la “libertad de los hijos de Dios”. · MÍSTICA: Mística, desde el Misterio de Dios, que ahonda en la intimidad de Dios. No misteriosa, opaca. Mística. · JERÁRQUICA: No somos francotiradores, la Jerarquía es querida por Jesús: “El que a vosotros escucha a mí me escucha…” (Lc 10,16). · SERVICIAL: La propia Jerarquía debe ser un SERVICIO, como Jesús: “Yo no he venido a ser servido sino a servir”

Servicial: el servicio de la fe.

Servicial: el servicio de la Palabra.

Servicial: , no “Poder fáctico”.

· POBRE: “Los pobres serán mi Señor”, Vicente de Paúl. “Estas son mis riquezas, los pobres”, San Lorenzo. Pobres y al servicio de los más pobres, aunque a veces algunos no hayan dado ejemplo. · GRATUITA: No cayó en la “simonía” sino que la condenó. (cf. He 8,18). Aunque dentro de fallos, sigue a Jesús: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mt 10,8). Gratis es: La palabra, El Perdón, El Cuerpo de Cristo, La dedicación de los ministros.

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La Iglesia en la que creo

Porque denuncia, como Juan Bautista, el poder corrompido. · LIBERADORA: De las ataduras del pecado, gratis et amore. De la ignorancia a través de la Formación. Del error a través de la Predicación y el Consejo. Del miedo ofreciendo el mensaje de Jesús. · MARTIRIAL: Jesús fue el primer MÁRTIR, TESTIGO Mayor. Lo mataron poderes romanos y los religiosos. - San Esteban, Protomártir, a pedradas, primer Diácono. - Todos los Apóstoles, después de persecuciones, acosos, cárceles, prohibiciones de hablar de Jesús, palizas… - Los tres primeros siglos. Por todo el Imperio romano. Y aquí, en Mérida gran persecución, sobresale Eulalia pero son muchos. Delito: SER CRISTIANOS. - Todos los siglos de la Iglesia han estado cuajados de mártires. Esos son los que en lugar de matar se dejan matar. Los que en lugar de imponerse por la fuerza, se imponen por el amor a los verdugos. - En el siglo XX, millones de mártires. En España miles y miles de MÁRTIRES: Obispos, Presbíteros, seminaristas, religiosos/as, más de seis mil. Miles y miles de laicos cristianos, por ser cristianos. MEMORIA MARTIRIAL, MEMORIA AGRADECIDA, MEMORIA en justicia, MEMORIA celestial. Nuestra MEMORIA no política, pero real, verdadera. · LAICAL: Creo en una Iglesia LAICAL, el 98 por ciento de los cristianos son LAICOS, FIELES, SEGLARES, son iguales esencialmente por el Bautismo. Laical, no laicista. Han adulterado la palabra. De laico que viene de “laos” = Pueblo y Pueblo de Dios, han retorcido la palabra hasta convertirla en la contraria. · SACERDOTAL: Creo en una Iglesia sacerdotal. El sacerdocio común de Cristo afecta a todos los bautizados: “Raza elegida, SACERDOCIO REAL, pueblo de su posesión, nación consagrada…” (1 Pe 2,9) SACERDOTAL: Que bendice, no maldice; que levanta, no sumerge; que unge, no ensucia; que consagra, no denigra; que salva, no hunde; que besa, no escupe; que acompaña, no margina; que sana, no infesta. · PROFÉTICA: Por el Bautismo y Confirmación somos “profetas”, hablamos en nombre de Dios. Anunciamos Evangelios. Y denunciamos a los poderes corrompidos


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A R T I C U L O S y coruptores; a los demagogos que engañan al pueblo; a los que cometen injusticias contra los indefensos; a los que escandalizan a los niños; a los que pervierten a los jóvenes; a los que falsean la historia; a los que manipulan la verdad; a los que coartan la libertad, a los que engañan con promesas, a los que conculcan los derechos de los hombres y de Dios, a los que proscriben los Crucifijos.

Creo en la IGLESIA:

Iglesia con salario de profeta: Calumnia, Persecución, Muerte.

· Esposa de Cristo.

Iglesia con paga evangélica: la vida eterna.

· Proyecto amoroso del Padre Bueno. · Obra del Hijo amado. · Misión del Espíritu Santo santificador. · Reflejo de la Santísima Trinidad.

· Morada del Espíritu. · Campo que Dios cultiva (cf 1 Cor 3,9). · Columna y fundamento de la verdad (cf 1 Tim 3,15). · Peregrina “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”. (San Agustín). · Pueblo, germen de unidad. (cf LG 9). · Sacramento universal de salvación (cf LG 1). · Memoria de las “miriabilia Dei”. · Espacio para los encuentros. · Raíz de la Utopía posible. · Santa y necesitada de purificación (cf Ef. 5,26). · Signo de la Presencia. · Memorial de la entrega. · Voz de los “sin-voz” para los “con-voz”. · Ojos no para “mirar”, sino para “ver”. · Iglesia, vientre materno, “rahamín”. · Puerta del cielo. · Maestra y discípula. · “Hermana nuestra” (M. Descalzo). · Sanadora de heridas morales. · Llave para el misterio. · Aceite del consuelo (cf Lc 10,34). · Óleo de alegría (cf Is 61,3). · Amén al “Dios del amén” (cf Is 65,16). · Diaconía sin descanso. · Bandera discutible como su Señor (cf Lc 2,35). · Con-vivium, diálogo. · Crucífera, Cristófora. · Llama y llamada. · Amiga. · SI. Amén

LaAnte Iglesia el en Cristo la que de la creo O

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A R T I C U L O S

¿Somos conscientes de lo que verdaderamente significa una hermandad? Por Víctor Manuel Guerrero-Bote “A Eloisa Bote Monge, mi madre”.

Miembro de la Junta de Gobierno de la Real Hermandad y Cofradía Infantil de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, Santísimo Cristo de las Injurias y Nuestra Señora del Rosario de Mérida.

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ací un Viernes Santo. Mi madre me inculcó, al igual que a mis hermanos, su fe cristiana y su pasión por la tradición cofrade desde pequeño. A los 4 años nos hizo hermanos de la Real Hermandad y Cofradía Infantil para que viviéramos el compromiso cristiano y participásemos en sus celebraciones. Crecí, junto a mis compañeros de colegio, en aquel tiempo llamado “Calvario”, en los salones de la Parroquia de Cristo Rey. Por aquel entonces era un niño muy inquieto y algo travieso que algunas veces traía de cabeza a D. Guillermo Díaz, un gran sacerdote y una bellísima persona, y al que ayudábamos a repartir la hoja parroquial. Para nosotros aquello era una distracción, un entretenimiento o simplemente un juego. Años más tarde me di cuenta que gracias a esta labor, que para nosotros significaba una simple distracción, en realidad correspondía a un pequeño granito de arena que estábamos poniendo, sin ser conscientes, en la tarea de crecer como cristianos. Un quehacer que con el tiempo y desarrollándome como hermano, primero como nazareno y desde hace unos años como miembro de la Junta de Gobierno de la Cofradía Infantil, voy madurando, año tras año, junto con otros compañeros con los que pretendo vivir la fe, para después saber evangelizar en y desde el seno de la Cofradía. Y al terminar cada Estación de Penitencia me planteo muchas cuestiones sobre lo vivido, tanto dentro de la Cofradía como en la calle. Pero siempre me pregunto, ¿somos conscientes de lo que verdaderamente significa una Hermandad y el pertenecer a la misma? · Pertenecer a una Hermandad no es salir una vez al año en los desfiles procesionales, ya sea de nazareno, de penitente, de mantilla, de costalero o portador. · Una buena Hermandad no es aquella que mejor desfila por las calles de su ciudad, ni tampoco la que tiene el mejor patrimonio. La Semana Santa no es una competición. Con frecuencia caemos en el error de centrarnos y trabajar, durante todo el año, para que cuando llegue la Semana Santa mostremos el valor material de nuestros pasos, faroles y estandartes, entre otros enseres. · Ser Hermandad es alegrarse cuando un miembro tiene alegrías y sufrir cuando algún hermano sufre.

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¿Somos conscientes de lo que verdaderamente significa una hermandad?


A R T I C U L O S · Una buena Hermandad es aquella en la que caben todas las personas sin distinción alguna y en donde todas las opiniones, que busquen el bien común, sean escuchadas y acogidas. · Hermandad es trabajar en comunidad. · Hermandad es EVANGELIZAR a todos los cofrades para tener una gran comunidad, unida y participativa, y donde gracias a esto consigamos dar sentido a nuestra verdadera labor como Hermandad. Para poder llevar a cabo todo lo anterior, es muy importante abrirles las puertas a todos nuestros cofrades. Ofrecerles una buena experiencia fraterna y formarlos para que aprendan a ser cofrades. Invitarles a que participen por y para su Hermandad, desde el interior al exterior. Todos en permanente contacto y en continuo acompañamiento “persona a persona”. Esta debe ser nuestra labor durante todo el año: integrar plenamente a la Hermandad y hacer causa común con todos los hermanos, hacer Hermandad entre Hermandades y Hermandad entre miembros de Juntas de Gobierno y sus respectivos hermanos. Y para esto, mejor son dos que uno, y no solo por lo que recibimos sino también por lo que podemos dar. Hay que crear nuevas formas de fomentar la vida fraterna entre los cofrades. Trabajar todos juntos desde la humildad, la armonía, la unión de voluntades y la solidaridad. Tener una mayor implicación con los problemas sociales de nuestro mundo y también en el ámbito social en el que

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nos desenvolvemos diariamente como miembros de una Hermandad. Sólo de esta forma pondríamos en práctica lo que nos dice San Pablo en la carta a los Romanos “Con los alegres alegraos, con los que lloran llorad. Vivid en mutua concordia. No aspiréis a grandezas, antes allanaos con los humildes. No os tengáis por sabios” (Rom 12, 15-16) Por lo tanto, de todo lo anterior se desprende que la verdadera misión de las Hermandades debe ser la de trabajar, durante todo el año, desde dentro y hacia afuera. Evangelizar con nuestro testimonio personal y de grupo cofrade a los más alejados. A los que sólo se acercan a través de las manifestaciones culturales. A los que quieren participar de la Hermandad pero a veces no les atendemos, ni les cuidamos, ni les dejamos tener el necesario y sano protagonismo dentro de la Hermandad. Debemos estimular el espíritu cristiano del Cofrade, su interés y su participación. La Hermandad debe ser un elemento fundamental de evangelización con todos, tanto con los que se acercan a nosotros como con los que nos ven cuando salimos a la calle para procesionar en la Estación de Penitencia. Por este motivo os invito a todos a que reflexionemos y recapacitemos sobre si realmente somos conscientes de lo que significa Hermandad. Vivamos el Misterio Pascual y desde esta perspectiva tratemos de ser consecuentes de que la Semana Santa no termina el Domingo de Resurrección sino que nuestra labor debe durar todo el año.

¿Somos conscientes de lo que verdaderamente significa Ante una el Cristo hermandad? de la O

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Costaleros del Santísimo Cristo de los Remedios Por Norberto Gª-Camarero Hernández. Mayordomo del Santísimo Cristo de los Remedios..

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s el componente personal de una cuadrilla de costaleros el que dota al Paso de humanidad y le hace parecer cercano, vivo, desdeñándose así toda idea de objeto o trono. Lo mecánico e impersonal es algo definitivamente alejado de las cofradías emeritenses. El fantasma de las ruedas no se verá –es mi deseo-, nuevamente bajo las parihuelas.

Interesante es resaltar el carácter marcadamente humano de un Paso en las calles, como el del Cristo de los Remedios. Por ello, todo Paso tiene en sus movimientos reminiscencias de humanidad y, hay momentos en los que se le nota cansado o por el contrario, se le ve alegre, andarín ó ligero y, decimos, con razón, por increíble que parezca, que este Paso anda bien y que aquel otro lo hace mal. Vosotros, costaleros del Santísimo Cristo de los Remedios, imprimís al Señor de Mérida, un paso racheado

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de abierto compás pero de ritmo sosegado, marcado, de amplias cadencias. Con ese paso, las andas más que andar, reptan, con acusados movimientos, lentos y parsimoniosos, casi sin tiempo. Ver acercarse a la sagrada imagen desde lejos, con esas zancadas tan majestuosas es, sencillamente, proverbial. El ademán decidido y poderoso que presenta el Cristo de los Remedios, representado justo en el instante de la muerte, adquiere una impronta vital con vuestro andar electrizante. Es justamente el mejor paso que le va a ese Paso, al del Cristo de los Remedios. Y que decir de ese denominado “paso largo”, más cómodo y largo, andando con naturalidad y avanzando más; cuando las “chicotás” son más meritorias. Lo lográis abriendo más el compás de las piernas, con un pendular espaciado y un tanto más rítmico que el paso racheado. Por ende, cuando levantáis el paso y comenzáis a andar, suelo deciros: “Más, un poco más, vámonos p´alante”. Entonces se agranda la zancada y se arrastran menos las alpargatas por el suelo a

Costaleros del Santísmo Cristo de los Remedios


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A R T I C U L O S consecuencia de la velocidad que se le quiere imprimir. Es, desde luego, el paso más cómodo para vosotros, ya que no sólo se avanza más terreno que con ningún otro, sino también es el que menos esfuerzo requiere. Prueba de ello fue el anterior Jueves Santo en la bajada de la Rambla: “Habéis tenido suficiente con cuatro larguísimas chicotás, con un paso largo y a la vez, no por menos, racheado y perfectamente acompasado, que no hacía vibrar, en absoluto, al crucificado “. Al poco de comenzar la Cuaresma, de improviso, cada año, por las calles del barrio de San Juan, se ven los primeros ensayos de los costaleros. El Lunes Santo el traslado del Paso al atrio de la basílica de Santa Eulalia. Es el trabajo al que se le dedican muchas horas y que pertenece al mundo oculto de nuestra cofradía. La tarea de montar la imagen en el paso, que no por repetido, año tras año, resulta en modo alguno un proceso mecánico, seriado: colocar los faldones, preparar hachones y monte, flores y tantas menudencias, precisan, aún más, obligan a un paciente aprendizaje. Y todo esto para un día, mejor dicho, para las pocas horas que estamos en la calle. Entre los costaleros y muchas otras personas se monta el Paso. Hasta aquí el trabajo mecánico, manual, artesanal si se quiere. Pero no radica todo en lo antes dicho. Hay que tener en cuenta que el Paso no es un ostensorio que muestra la imagen del Cristo de los Remedios a la devoción popular, sin más; no es piedra de adoración, estática y fría. Este Paso, el del Cristo de los Remedios, en la mañana de Jueves Santo, terminado su montaje, ya perfilados los detalles mínimos, no adquiere su última significación hasta que no está en la calle. Porque es la calle la que dicta sentencia y, en Semana Santa, anualmente, establece juicios de valor y, dá a cada Paso su justo sitio. Por eso, además de ser un Paso completo, donde madera, faldones, hachones y flores armonizan en tono y gala, se dice: “Al Paso se le exige que sepa andar “. Y por saber andar se entiende el garbo y la donosura que tiene que llevar –que lleva -, el paso sobre vuestra cerviz, la de los costaleros del Santísimo Cristo de los Remedios. El Paso se ve venir de lejos, a los sones de las marchas, con el rachear de alpargatas. En este saber andar se resume, por tanto, todo aquello que se ha venido desglosando, paso a paso durante años: Vuestros ritmos al rachear los pies; el trabajar por derecho las justas mecidas; el alternar “chicotás” lentas sobre los pies con otras más aliviadas, hacen que el Paso se pasee, sepa andar, se luzca en la calle. Andar, que no discurrir; transitar, devenir ó marchar. Porque cuando un paso se lleva como va el del Cristo de los Remedios por las calles de Mérida, no marcha, anda. Y todo ello…, gracias a vosotros: Costaleros del Paso de Santísimo Cristo de los Remedios. Mérida, Cuaresma del 2010.

Costaleros del Santísmo Cristo de los Remedios

Yo espero que... Por Antonio Becerra Cordero Vicario Episcopal y Párroco de Santa María

1. La Semana Santa de Mérida sea declarada de interés evangelizador. 2. Todos los Hermanos Mayores se preocupen menos de “su cofradía” y más de “nuestras cofradías” y de la única Semana Santa de Mérida. 3. En la Agrupación Arciprestal de Hermandades y Cofradías se trabaje en común en beneficio de todos, y se establezcan las bases y criterios necesarios para: la formación de los cofrades,

la sobriedad y recta

administración de los recursos económicos, y para el desarrollo religioso de las procesiones. Sin olvidar la ejecución de proyectos conjuntos de caridad en favor de los más empobrecidos. 4. Los Cofrades tengan más y mejor formación cristiana, se ayuden mutuamente a vivir en cristiano, y descubran su ser Iglesia y su pertenencia a la comunidad parroquial. 5. En cada Cofradía se haga se sepa hacer diferencia entre el aspirante al que hay que formar previamente como cristino, y el cofrade que es hermano de pleno derecho. 6. Las Cofradías sea un lugar propicio para evangelizar a los alejados de Jesucristo y de su Iglesia, desde el testimonio personal y comunitario. 7. Todos los costaleros sean cofrades, y que se les ayude a purificar la fe para que no sean solo costaleros. 8. Que el fin único de una Cofradía no sea hacer una procesión uno o dos días al año. 9. Las Estaciones de Penitencia sean un ejercicio de oración, orden y religiosidad a lo largo de todo el recorrido. 10. Las Cofradías sean motivo de preocupación y de ocupación de todos los sacerdotes de Mérida.

Ante el Cristo de la O

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Recuerdos de un cofrade. Los preparativos de la procesión Por José María Álvarez Martínez

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ara nadie inmerso en el mundo de las cofradías es un secreto que la preparación de la Semana Santa dura todo el año, pues comienza el Lunes de Pascua, una vez que hemos pasado un buen día de campo el Domingo de Resurrección. Pero es en Enero cuando ya se toman las decisiones para la preparación de los desfiles: revisión de enseres, arreglo de desperfectos, encargo de cera, presupuestos de gastos varios, etc. En mis tiempos era tradición entre los miembros de la Cofradía Infantil acudir el penúltimo domingo de Cuaresma a por las andas de los “pasos” que estaban depositadas en unas dependencias de la ermita del Calvario, lamentablemente desaparecida a principios de la década de los setenta del pasado siglo. Allí nos recibía Felipe Díaz, pues hay que decir que las andas eran prestadas por la Hermandad del Calvario gracias a la generosidad de su hermano mayor y directivos. El gran cofrade departía con nosotros sobre distintos pormenores de lo que íbamos a vivir, sobre novedades que, aunque celosamente se guardaban en el secreto por parte de las hermandades, él, a su vez, nos adelantaba a los que éramos sus amigos y colaboradores. Con las andas y a través de la calle del Calvario, Almendralejo, San Salvador y Plaza de Santa María, llegábamos los portadores a la iglesia, donde iban a

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permanecer hasta el día de su salida. Me acuerdo de aquellos compañeros entrañables que hacían ese pequeño esfuerzo: Rufino Rivas, Juan Félix Garrido, Paco el Madrileño, Juan de Dios Boyero, Tomás Carroza, Pablo Burgos, Isidro Romero, Antonio Moreno, Guillermo Ruiz, Serradilla, Pedro Díez, quienes, algo cansados, tras dejar las andas en los lugares señalados por Don Carlos, nos dirigíamos al bar de “El Pelón” a dar buena cuenta de un magnífico desayuno con churros que adquiríamos en el recordado establecimiento de la calle de San Francisco. En los días siguientes todo era un ir y venir de la iglesia a los distintos comercios y domicilios de personas donde teníamos que adquirir lo necesario o recoger los enseres de las imágenes. Para lo primero contábamos con un colaborador excepcional, Paquito Montañés, el “Gitano de las Procesiones” como yo le bauticé, a quien enviaba a realizar los encargos. Y así era hasta minutos antes del propio día de la salida, pues cuando escuchaba el repique de los tambores de la banda del Regimiento, nervioso, desaparecía para luego desfilar con ellos o situarse junto a los “pasos” con un botijo para, como buen samaritano, aliviar la sed de los costaleros o portadores. Esta acción la repetía generosamente en otras cofradías y la concluyó con la de su barrio, la de La Paz. Pero Paco, nuestro gran amigo, era nuestro y muy nuestro y él lo sabía.

Recuerdos de un cofrade. Los preparativos de la procesión


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A R T I C U L O S Por nuestra parte, acudíamos a la casa de las madrinas de nuestras imágenes a recoger la ropa y enseres que les correspondían y que ellas guardaban celosamente durante el año. Una de ellas era Doña Petronila Pablo, uno de los señeros personajes de la Semana Mayor emeritense, prima de mi suegro, Pepe Nogales, y madre de mi primo José García Pablo, quien nos recibía con alegría, junto a su marido, el conocido farmacéutico D. Luis García Rubio, cabeza visible de una afamada rebotica. Era una delicia, para mí y mis acompañantes, departir con Doña Petro, madrina del “paso” de “la Burrita”, a la hora de la entrega de las vestimentas de las imágenes, que ella había dispuesto, bien arregladas y planchadas, con ayuda de su amiga Julia, la hermana del joyero Santos Ferreira. Un momento especial era el de ir a cortar el brezo para configurar el suelo de las andas de los “pasos” de la Cofradía a “Cornalvo”, donde florecía cada año en estas fechas y algunas anécdotas podríamos contar a este propósito como lo que se sucedió a unos compañeros en la finca “El Huevo”, cuando se daban a la faena de recoger la apreciada planta, momento en el que un pavo que por allí deambulaba los persiguió hasta obligarles a salir de sus dominios. Otro lugar de nuestra predilección era el de la “Las Rozas” que nos proporcionaba en cantidad el cantueso que tanto color prestaba a los pasos y que tan buen maridaje ofrecía con la flor de las mimosas que nos proporcionaba en su finca un cuñado de Isidro Romero. Las flores las adquiríamos en la floristería que la buena de Eulalia, esposa de Janeiro, uno de los más conocidos empleados de Don José Fernández López, nos proporcionaba a un precio muy favorable y en las condiciones que se ajustaran a nuestro poder adquisitivo, dándose la circunstancia de que en ocasiones satisfacíamos su importe en la siguiente Semana Santa. Cuando nuestras posibilidades eran nulas, debíamos hacernos con las flores de mil maneras, a veces de forma poco ortodoxa y es así como en más de una ocasión invadimos el vivero que el referido gran empresario gallego tenía junto a su Matadero Industrial ante la desesperación de su jardinero, el Sr. Heredia, que corría tras nosotros. En otras ocasiones, las flores eran donadas por miembros de la Cofradía o devotos de las imágenes.

vez allí, el buen hombre preguntó a Don Carlos: “¿No hay aquí unos que tienen un olivo?”. Al párroco, imaginando el origen poco ortodoxo del arbolito, no se le ocurrió otra salida que la de señalar al Cristo del “paso” y contestarle: “ Aquí, el único que tiene un olivo es Este”. En el ornato del “paso” de La Burrita otra tradición era la de acudir, bien en la tarde del Sábado de Pasión o en la mañana del Domingo de Ramos, a la casa de Doña. Mariana García de Vinuesa, quien siempre nos recibía con su hermana, la recordada Maruja Vinuesa, muy unida en su amistad a mis tías, y nos acompañaban al espléndido jardín de una de las casas más bonitas de Mérida para cortar las glicinias, una hermosa planta de origen chino que producía racimos de flores perfumadas de color azulado o malva y que iban muy bien con el estilo del “paso” y que llevábamos a la iglesia en grandes cestos que ellas nos proporcionaban. Antes de la disposición de las flores y el ornato del “paso” se colocaban las imágenes que solían estar almacenadas en el desván de la iglesia, por lo que cada año Tomás Carroza, con su natural gracejo, se dirigía al párroco de la siguiente manera: “ Don Carlos, déme Usted las llaves para recoger a los muñecos”. Al sacerdote se lo llevaban los demonios ante la expresión jocosa de nuestro compañero de Junta Directiva. Y con ello comenzaba la preparación del desfile procesional, con la banda ya en la calle.

En el “paso” del Beso de Judas no podía faltar un olivo, como recuerdo del Huerto de Getsemaní. El arbolito era proporcionado gustosamente por alguno de los propietarios de las fincas de los alrededores de Mérida. Pero en una ocasión falló el donativo y hubo necesidad de que varios directivos de la Cofradía, como me refirió Fernando Ordóñez, atravesaran el Puente y se dirigieran a la finca que Don Andrés Valverde Grimaldi tenía junto al merendero y donde había una plantación de olivos, de los que eligieron uno de no grandes dimensiones que venía muy bien para el decorado del “paso”. El problema fue que los estaba observando un guarda jurado, quien siguió a los alborozados directivos hasta la iglesia de Santa María. Una

Recuerdos de un cofrade. Los preparativos Ante elde Cristo la procesión de la O

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JesĂşs Nazareno. Hermandad del Calvario.


Semana Santa 2010

Nuevos cambios

nuevas ilusiones Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo del Calvario, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísima Virgen de los Dolores y María Santísima de la Amargura

E

s mi intención poner un poco de sensatez ante las corrientes de opinión surgidas desde que el pasado día 27 de enero, y atendiendo a criterios estrictamente de legalidad de derecho canónico, nuestro arzobispo D. Santiago, firmara el decreto ordenando el traslado de las imágenes de la Hermandad. Como bien sabéis, la Hermandad, desde 1966, tiene su sede canónica en la Parroquia de Cristo Rey (o como todo el mundo la suele llamar Parroquia del Calvario) Las circunstancias de entonces, hicieron que las imágenes de la Hermandad quedasen repartidas de tal modo que: Ntro. Padre Jesús Nazareno y Stma. Virgen de los Dolores quedan en la Concatedral de Santa María, el Stmo. Cristo del Calvario queda en la Parroquia de Cristo Rey, María Stma. de la Amargura en su capilla en la Ermita del Calvario, la Flagelación de Jesús y la Oración en el Huerto guardadas en la nave de la Hermandad. Pues bien, esta incongruencia llega a su fin, pues el citado decreto ordena el traslado de las imágenes hasta la sede canónica esta Semana Santa. Por tal motivo, el pasado día 19 de Marzo, festividad de San José, tuvo lugar el traslado de Ntro. Padre Jesús Nazareno. Este año Ntro. Padre Jesús Nazareno salió de Sta. María y ya no regresará. Fue trasladado en Vía Crucis hasta la parroquia de Cristo Rey, donde quedará expuesto al culto en la parte izquierda de la parroquia. El Viernes Santo, como siempre, saldrá de la ermita el Santo Entierro. Recorrerá la calle Calvario para dirigir su paso hasta la Concatedral. Allí se encontrará con su Madre, la Stma. Virgen de los Dolores y juntos continuaran con su recorrido por las calles del centro. Después, por la calle San Francisco, regresaran nuevamente a la puerta de la Concatedral donde se despedirá definitivamente del que ha sido su lugar de culto hasta ahora. A continuación seguirá la estación de penitencia por la calle San Salvador hasta la parroquia de Cristo Rey. El barrio recibirá a la Stma. Virgen de los Dolores en la puerta de su nuevo lugar de culto, donde se habilitara, en la parte derecha del altar, junto a la capilla del Sagrario, su nueva ubicación para recibir la veneración de los fieles. Una vez que se recoja la estación de penitencia y realizados los cambios del Palio, saldrá la Stma. Virgen de los Dolores en su Soledad acompañada de todas las mujeres de Mérida por las calles del barrio. Quiero que entendáis esta circunstancia, pues la Virgen de la Soledad solo recorrerá las calles del barrio, pues

entendemos que este año le debemos afecto a las mujeres del barrio. También quiero haceros participes de la un anhelo de la Junta de Gobierno, pues es necesaria la adquisición de los nuevos altares para el culto de las imágenes. Es nuestro deseo que puedan pagarse con los donativos aportados por sus costaleros y los hermanos. Sé que no son tiempos para pedir donativos, pero todo será bien recibido por poco que sea. Por último, aprovecho estas líneas para agradecer públicamente a Don Santiago la decisión tomada. No es sencillo tomar esa decisión. Igualmente quiero expresar mi agradecimiento a Don Antonio Becerra y a Don Francisco Sayago. El primero por haber sabido aceptar de buena fe la decisión ya que después de tantos años estando ubicadas estas dos imágenes tan emblemáticas en la Concatedral de Santa María le produzca un poco de tristeza (incluso habrá quien quiera interpretarlo de otra forma) pero si por él hubiera sido, nuestras imágenes allí hubieran continuado. GRACIAS POR TODO DON ANTONIO. Y a nuestro párroco, solamente tenemos palabra de agradecimiento hacia su saber hacer las cosas con nuestra Hermandad. Aparte de ser nuestro consiliario, es uno más dentro de la Junta de Gobierno. GRACIAS DE TODO CORAZON DON FRANCISCO, seguiremos adelante. Y cuente con nosotros para ese maravilloso proyecto, entre todos lo llevaremos adelante y lo haremos realidad en breve. Por tanto, las imágenes a partir de ahora estarán expuestas a la veneración de los fieles en la Parroquia de Cristo Rey. Y no entenderé que disminuya esa veneración a nuestras imágenes, porque independientemente del lugar que la reciban, el amor a nuestros titulares está por encima del lugar de culto. Entiendo también que puede haber algún hermano se entristezca por estos cambios, pero quiero que entendáis que es el lugar donde deben de estar, ya va siendo hora de que nuestras estaciones de penitencia tengan una iglesia de donde poder salir y no de una nave, por mucho que nos recuerde que allí hubo una ermita de nuestra propiedad. Espero y deseo veros a todos los hermanos, así como a todas las personas que quieran acompañarnos a todos nuestros actos, que para nosotros este año tiene una importantísima relevancia. Juan Ignacio Ávila Quintana Hermano Mayor

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Nuestro Padre JesĂşs Nazareno bajo el Arco de Trajano. CofradĂ­a del Nazareno.


Semana Santa 2010

Vuelta a la

austeridad Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santísimo Cristo de los Remedios y Nuestra Señora del Mayor Dolor

E

l pasado año pudimos al fin estrenar la nueva canasta para el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Años de ahorros y economía de todos los hermanos se vieron por fin recompensados en la noche mágica del Miércoles Santo, y por los años de los años…Todos, hasta el último hermano de fila, han puesto su granito de arena, por lo tanto, todos debemos sentirnos orgullosos del logro, que, como ofrenda del Pueblo de Mérida, legamos a las generaciones futuras. Ahora es tiempo de reflexionar y actuar. La crisis, que ya se intuía en años pasados, ha empezado a golpear con dureza a nuestra ciudad, también a los cofrades. Debemos pues encauzar nuestras energías en ayudarles. Además del culto divino, las cofradías nacieron con un fin asistencial muy claro, ayudar a sus cofrates, a sus hermanos. Si el Estado del Bienestar nos lo había hecho olvidar, esta nueva coyuntura económica nos va a servir de recuerdo amargo, y hay que estar presto para actuar. En la medida de nuestras posibilidades, pero actuar. Poco a poco, se impone una vuelta a la austeridad. No al ahorro por el ahorro, si no al ahorro para destinarlo a otros fines más “rentables”: la caridad y el amor fraterno. El año pasado, gracias a todos los nazarenos, el proyecto Cofrades Solidarios siguió entregando ropas, varios cientos de kilos de alimentos y litros de leche al Centro de Transeúntes, y este año debe ser más. Nuestro compromiso estará apoyando las iniciativas que prepara la parroquia para aliviar las carencias de los más necesitados (comedor social, voluntariado…etc). Tampoco seremos buenos cofrades si nuestra relación con nuestra Parroquia se reduce a una relación cuasi-cuaresmal

intermitente, y si carecemos de la formación necesaria. En este sentido, se está programando para todo el próximo año un nuevo curso de formación, abierto para todos los cofrades, a cargo de nuestro Consiliario, D. Antonio Bellido Almeida, que será impartido en la Casa de la Iglesia de Santa Eulalia. Ya a punto de finalizar el la primera edición del Plan Básico de Formación, programado por el Arzobispado de Mérida-Badajoz, anunciaremos las fechas de realización del segundo, que constituye una auténtica fuente de conocimiento y reafirmación cristiana para poder desenvolvernos en la sociedad actual. Con la aprobación de los nuevos estatutos, de acuerdo con el estatuto marco promovido por la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, la Cofradía inicia una nueva etapa más acorde con los tiempos actuales. En breve, serán editadas estas nuevas normas, que marcan los deberes y derechos de los cofrades, y que regulan la participación de todos los hermanos en los órganos de gobierno y representación de la Cofradía. Una vez restauradas convenientemente las imágenes titulares, intentaremos abordar, en años sucesivos, la de la Virgen de los Dolores y el San Juan que desde antaño acompañaba, y así concluir la restauración de todas las tallas de la Cofradía. Para terminar, la aprobación del proyecto de rehabilitación integral del Convento de las Freylas, adosado a la Basílica de Santa Eulalia, y sus terrenos aledaños, abre muchas posibilidades de futuro, difíciles, pero no imposibles, como se ha demostrado.

Estaremos atentos.

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Descendimiento de Nuestro SeĂąor. CofradĂ­a Ferroviaria.


Semana Santa 2010

Haciendo

un esfuerzo Cofradía Ferroviaria del Descendimiento, de la Santísima Virgen de las Angustias y Nuestra Señora de la Esperanza

Estimados Hermanos en Cristo:

C

omo cada año volvemos a estar ya en puertas de la Semana Mayor, la semana en la que hacemos la catequesis en la calle recordando a nuestro Padre en su sufrimiento por nuestra salvación. Es aquí y por los tiempos tan difíciles que estamos pasando todos, por lo que os animamos a que contribuyáis con vuestra presencia en nuestras procesiones, bien acompañando a nuestras sagradas imágenes con nuestro habito de nazareno o bien viéndolas en la calle con el máximo respeto posible y que se merecen. Por otro lado deciros que desde la Cofradía se esta haciendo un gran esfuerzo por la conservación de nuestros enseres y que como cada año se van restaurando alguno de ellos, y este año le ha tocado a la diadema de la Virgen de las Angustias. A través de este medio, os hacemos llegar que para nuestro paso del Descendimiento necesitamos portadores, pudiéndose dirigir todo aquel o aquella que sea mayor de edad, y que quiera ser portador o portadora, a la nave de la Cofradía los viernes a partir de las 20:30 horas para apuntarse y asistir a los ensayos. Otro recordatorio más para todos los hermanos de la Cofradía y para todo aquel que quiera serlo es que el alquiler de las túnicas, será en la ultima semana antes de la Semana Mayor, del 22 al 26 de marzo de 16,30 a 19 horas en el lugar habitual, Paseo de José Álvarez Saez de Buruaga 16. Con respecto a al climatología esperemos que nos acompañe en la Semana Mayor y podamos tener una buena Semana Santa para todas las Cofradías y Hermandades de la ciudad.

Sin mas os saluda y desea que sigáis con vuestra Fe. La junta de gobierno.

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Santísimo Cristo de las Injurias. Cofradía Infantil.


Semana Santa 2010

Desde

dentro Real Hermandad y Cofradía Infantil de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli y Nuestra Señora del Rosario

I

nmersos en una Cuaresma de los más lluviosa que se recuerda y ya mirando al cielo, esta Junta de Gobierno quiere expresar su gratitud a tantas y tan buenas personas que hacen posible que esta Hermandad no se pare, y siga perdurando en el tiempo con nuevas ideas y proyectos. Una vez alcanzados muchos de los objetivos que nos propusimos no hace demasiado tiempo, nos disponemos a enriquecer nuestra vida interior. Necesitamos a nuestras familias, a nuestros hermanos y por supuesto a nuestro consiliario para que nos ayude en tamaña empresa. Vamos a poner en marcha un calendario bastante ambicioso, con el fin de involucrar a todas las partes que conforman nuestra gran familia cofrade. Aprovechando que tenemos una casa fabulosa, que pertenece a nuestra Concatedral, para ponerla al servicio de todos vosotros, vamos a crear una tertulia cofrade para los más jóvenes, haremos un ciclo de cine para los más pequeñitos, convivencias, y hasta intentaremos darle forma a un nuevo coro joven de la Cofradía que esté al servicio de la Parroquia. Sabéis que para llevar a cabo todas estas ideas, es necesario el apoyo de todos. Nuestro deseo es seguir trabajando aún más si cabe, y llenar de vida la Hermandad todos los días del año. En cuanto a nuestros desfiles seguiremos dotándolos, sobre

todo nuestra estación de Penitencia del Lunes Santo, de la seriedad que nos va caracterizando en estos últimos años. Son tiempos de dificultades para todo el mundo sobre todo económicas, para las familias, para las empresas, y también para las Cofradías, catástrofes naturales, que desembocan en mucho dolor. No podemos dejar de acordarnos de Haití y Chile los dos ejemplos más recientes y desde nuestra Hermandad nos hacemos cargo y colaboramos en todo lo que podemos, y rezamos mucho a nuestros titulares para que no dejen abandonados a toda esa pobre gente, y le den fuerzas para reconstruir sus vidas. Cómo no, un recuerdo para los que no están porque de verdad están en nuestros corazones y nos alientan siempre, y mucho ánimo para todos aquellos que están oprimidos, por alguna enfermedad o problema, para que el Señor, sepa llenar de esperanza su corazón y le acompañe en su dolor. Vivamos como siempre una Semana Santa en común unión, y disfrutemos y aprendamos en la calle de la maravillosa catequesis plástica que supone nuestra Semana Santa. Un abrazo, La Junta de Gobierno.

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Nuestra Señora de la Paz. Cofradía del Prendimiento.


Semana Santa 2010

La Virgen

de la Paz en su 25 cumpleaños

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ada a nuestro alrededor es casual, todo es una sucesión de causas que producen efectos y así ocurre, durante muchos años, la palabra paz la hemos repetido una y otra vez buscando un efecto que no siempre se ha producido en la medida que deseábamos. Andando por nuestras ciudades y pueblos encontramos “Avenida de la Paz”, “Puente de la Paz”, “Barriada de la Paz”, se ha usado en unos momentos determinados como una palabra fetiche buscando que su mágico significado se hiciera realidad. También en Mérida a su U.V.A. se le dio el nombre de la “Barriada de la Paz”, un barrio humilde, simple, con casitas sencillas (más bien albergues), con suelos bastos y tejadillos de uralita, pero que cobijaron familias, hogares, en busca de paz, de armonía, de felicidad. Y en medio de ellas, abrazándolas, SU IGLESIA. Un edificio singular, construido en piedra como si se pretendiera que durara más allá del tiempo y pudiera mantenerse en pie apoyada en las palabras que el Señor le dijo a Pedro en Mt. 16,18 “Sobre esta piedra construiré mi Iglesia…”. Aún se mantiene firme en medio de la nada y debe seguir siendo “La piedra rechazada por vosotros los constructores que ha venido a ser la piedra angular” Act.5,11. La Parroquia se consagró bajo la advocación de San Francisco de Sales, curiosamente el Obispo de la paz, de la amabilidad, del diálogo. El Obispo que, con el diálogo, lucho por conseguir la paz en Ginebra donde los Calvinistas y Católicos estaban enfrentados olvidándose de que “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn.13,34) es el principal mandamiento de los cristianos. En 1985 llega a la parroquia la imagen de Nuestra Señora de la Paz. La bellísima imagen de María lleva con nosotros 25 años y ha sido desde entonces La Virgen de la Paz. La Madre de Cristo fue desde el principio la madre de la barriada, ante Ella, ofrecieron a sus hijos el día del Bautismo, ante la que recibieron el sacramento del Matrimonio, tomaron la Eucaristía, incluso algunos recibieron el último adiós de sus familiares y amigos. Gentes que un día se fueron en busca de una vida mejor o por lo menos diferente, pero que, al marchar volvían su rostro con pena porque dejaban atrás a su Virgen.

Cofradía del Prendimiento de Jesús y Nuestra Señora de la Paz

María se quedó en su Iglesia con su Hijo Jesús, pero como madre lleva en su corazón a todos sus hijos, a esos hijos que, con su cofradía, todos los Jueves Santo salen a la calle a homenajearla, a llamarla ¡Guapa! Y a testimoniar que no se han olvidado de Ella, de su madre. Porque María es Madre ante todo. Y Madre de la Paz. No es casualidad tampoco que el Día Mundial de la Paz se celebre el día de la Iglesia dedicada a honrar de un modo especial a María Madre de Dios Cuando Jesús, su hijo, sube al cielo y la fuerza del Espíritu Santo desciende sobre los Apóstoles y sobre María, de su rostro debió de desaparecer todo rastro de dolor, se transformó, y su espíritu quedó en paz. Desde ese momento fue Nuestra Señora de la Paz, dispuesta a trasmitir la paz. “Ahora os toca a vosotros a ir por el mundo anunciando y realizando el Reino” Mt. 28,1620. A María le tocó ser mensajera de la paz. Acompañar a los discípulos anunciando el Evangelio y extendiendo la Paz. Fue consciente de que, con la Resurrección, había triunfado la vida y a partir de ese momento María dio su SI definitivo al mundo del amor, de la entrega, de la justicia, de la Paz. María llegó a la Barriada de la Paz con el encargo de acompañar a Cristo en la misión de predicar el Reino. Su tarea en la comunidad se presentaba difícil, dura, incluso parece, a través de los años, que ha sido una tarea perdida, pero no abandonemos la esperanza: “Ellos echaron la red, y se llenó con tal cantidad de peces que no podían moverla” Jn. 21,6, Y es que las gente de la Paz se han ido, muchas donde no querían irse, pero todas se han llevado en su corazón y en su mente a su Virgen, y seguro que el próximo Jueves Santo todos saldrán a la calle a felicitarla por su 25 cumpleaños y ella les irá reconociendo a todos y llamando a cada uno por su nombre. La misión integradora de María en el barrio, la tarea que Jesús le encomendó se habrá cumplido. ¿Cuál va a ser el futuro? Recordemos lo que Jesús le respondió a Pedro cuando le preguntó por el futuro del discípulo amado: “¿a ti qué? Tú sígueme” Jn. 21,23

Angelines S. Salesiana Cooperadora

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SantĂ­simo Cristo de la Vera Cruz. Hermandad de la Vera Cruz.


Semana Santa 2010

La ilusión de

ser Cofrade

Franciscana Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y María Santísima de Nazaret

Hermanos en Cristo:

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engo el placer de dirigirme a todos y agradeceros el apoyo prestado con motivo de la celebración del XXV aniversario de la llegada a Mérida de María Santísima de Nazaret. Ha sido un año muy bueno e intenso de preparativos. Mi Junta y yo lo hemos vivido de manera muy viva, salteando dificultades pero la misma Santísima Virgen nos tendió su mano para seguir adelante. Fue impresionante y emocionante verla vestida en su paso de salida toda de blanco, con su fajín de la bandera de España, sin palio, como muestra de Gloria y Reina, por las calles de Mérida, por esa magnífica cuadrilla de costaleros que supieron aguantar las altas temperaturas y que siguieron con sumo respeto las indicaciones de su capataz y contraguía. No podemos pasar por alto dar las Gracias a Señor Arzobispo Don Santiago Gracias por todas las facilidades que nos dio a la hora de celebrar estos actos, también las Gracias al Señor Obispo de Plasencia por Don Amadeo Rodríguez por gratificante conferencia sobre La Virgen María. Al vicario de Mérida Don Antonio Becerra por su amabilidad de acoger a Nuestra Señora, a los Esclavos de María y de los Pobres por acompañarnos en el Triduo de acción de gracias, A Don Florentino Moreno por su colaboración y a los Padres Redentoristas por su siempre ayuda y apoyo en nuestros actos. Entre las Hermandades a todas las de Mérida por su participación en dichos actos, las Hermandades de la Vera Cruz de España con su Presidente Nacional al frente, a las asociaciones religiosas de la ciudad, a la coral Augusta Emérita, los coros y danzas Ntra. Sra. de la Antigua, al coro rociero, a las cuadrillas de Caballos, a las Bandas de la OJE de Mérida y Plasencia, y a la Agrupación Musical Sagradas Vestiduras de Mérida, a la Centuria Romana de la OJE, a la Asociación de damas de María Stma. De Nazaret y a todas las demás mujeres de diferentes cofradías que nos acompañaron con la tradicional mantilla española, a los Caballeros de la Santa Vera Cruz.

En el apartado de Instituciones damos las gracias al Excmo. Ayuntamiento, a la Imprenta municipal, a la Policía local, al Servicio de limpieza, protección civil, Cruz roja, asociación de vecinos de la Antigua y a todas aquellas personas que de una u otra forman nos han ayudado. Después de tanto años, como me iba a imaginar que aquel niño de seis años que jugaba con cajitas de zapatos a la semana santa, llegaría a ser hermano mayor de una cofradía. He vivido y vivo por la Semana Santa, me llaman capillita y me siento muy orgulloso de serlo. Empecé en los ochenta en esta Hermandad de la mano de la Familia Márquez, a la cual tengo que agradecer todo lo que soy en esta Hermandad y les estaré agradecido toda mi vida. Como casi todos empecé en la cofradía infantil, acompañando a Jesús de Medinaceli que posesionaba por las mañas, también me escapaba el viernes a ver mi Esperanza, de allí a Santa María a ver la Amargura y los Dolores y por último bajaba a Santa Eulalia hacer la visita a la Virgen del Mayor Dolor. Hoy formamos una gran hermandad, humilde, pero con ganas de hacer las cosas bien hechas, desde la llegada del Santísimo Cristo de la Vera Cruz. Por eso hoy día ya tenemos creada la Asociación de Caballeros de la Santa Vera Cruz, y el Grupo Joven San Francisco, o la vocalia de Caridad San Alfonso. También queremos agradecer a la Orden de los Hermanos Franciscanos, el reconocimiento de FRANCISCANA Hermandad, por la vinculación de dichas hermandades a la Orden de San Francisco. Ojalá pronto podamos lucir con orgullo el mismo reconocimiento de los Padres Redentoristas. Por último pido una oración por todos los hermanos que este año se han ido a la Casa del Padre y descansa en el Cielo, en especial a Don Luis Gallego Sánchez, que actuó como padrino el día de la Bendición de María Santísima de Nazaret. Con nuestro silencio y aromas de incienso, llevamos por nuestras calles nuestra catequesis popular. A todos un cordial saludo. Fernando González Guillén. Hermano Mayor.

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Nuestra Señora de la Misericordia. Cofradía de las Tres Caídas.


Semana Santa 2010

Haciendo realidad

los sueños

Cofradía del Santísimo Cristo de las Tres Caídas y Nuestra Señora de la Misericordia

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l pasado año se hizo realidad un sueño que anhelábamos desde siempre. Un año que pasará a la historia de la Hermandad al salir por primera vez del interior de nuestro Templo, el lugar donde nuestros titulares, el Santísimo. Cristo de las Tres Caídas y Nuestra Señora de la Misericordia están al culto durante todo el año. Acontecimiento que toda la hermandad celebró participando en la apertura de esas puertas en la jornada del Domingo de Ramos con la Procesión Litúrgica de las Palmas, ¡Gracias de Corazón! Son muchas las personas que han colaborado en este proyecto y a las que quiero mostrar públicamente nuestro agradecimiento. Ya personalmente he podido hacerles llegar mi gratitud y la de los 600 hermanos que formamos esta cofradía, pero aprovecho estas páginas para hacerlo público ya que estas personas quieren estar en el anonimato. Siempre han hecho las cosas desde la humildad y sencillez que les caracteriza y que sin querer vanagloriarse no consintieron comunicados de prensa desde los que poder regodearse de lo conseguido. “Esto ya dice mucho.”

Pero ellos entenderán que, al menos, pueda utilizar el nombre de sus empresas, Kantrila, Monteadirem y Dycex para que todo el mundo tenga conocimiento de cómo se hizo posible que este proyecto fuese una realidad. Por otro lado, de siempre se ha dicho aquello de que “es de ser bien nacido ser agradecido”. Así que, me gustaría dar las gracias públicamente a José Manuel Cortés por su amistad. Una amistad que hizo posible que cuando me senté en su despacho para presentarte esta idea, la tomara como tuya y pusiera todo tu empeño en llevarla a cabo. ¡Cuántas noches me has tenido en vela!, pero cuantas alegrías me has dado cuando ponías soluciones a todas las complicaciones que salían a nuestro paso. Asimismo a Antonio Rodríguez Osuna un buen hermano cofrade siempre atento a las demandas de la Cofradía. Por último, y no por ello menos importante, a Luís Grau Linares Desde mi primera llamada para exponerle la idea de hacer esta puerta para la Parroquia que Don Antonio Campos le transmitió supo rápidamente llevarla al plano y hacerla realidad. Son muchos los nombres que tendría que poner, porque son muchas os agradecimientos que tengo que dar. Pero sin que ninguno se ofenda quería poner estos nombres que han sido pilares fundamentales en la elaboración y culminación de este proyecto. Cambiando de asunto, este año, difícil para todos, supone una satisfacción anunciar que la Virgen de la Misericordia estrena manto. Manto que se realiza en el taller de bordados que esta Cofradía tiene en el complejo parroquial. Manto que tras cinco años de elaboración quiere ver la luz reflejada de ese puente Romano. Cinco años en los que, como dirían las Damas que pertenecen a este taller, se han dado millones de puntadas y se han invertido miles de horas para que este manto pueda proteger del relente de la noche del miércoles a nuestra bendita Madre.

Os espero a todos en la Parroquia. Vuestra Parroquia. No sólo el Miércoles Santo, sino todos los días del año.

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Jesús de la Humildad. Cofradía de las Lágrimas.


Semana Santa 2010

Las bandas extremeñas con

Jesús de la humildad Hermandad de Jesús de la Humildad y Nuestra Señora de las Lágrimas

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a Cuaresma en Mérida llegó en 2010 con mucho adelanto tanto que, por poco, las bandas y agrupaciones musicales no se toparon con los Reyes Magos en su camino al Centro Cultural Alcazaba de Milagro. Lo cierto es que, bromas aparte, el primer toque de llamador de la Semana Santa tuvo aires de Triana en los toques de Pasión y Virgen del Pilar y de los Gitanos en las Agrupaciones Musicales Protección civil y Sagradas Vestiduras. Lo cierto es que, a decir verdad, el primer toque de llamador tuvo el sonido propio de la corneta de Juanjo Pereira que, colaborando en la presentación de Mario Hernández, y de manera prácticamente improvisada, supo estremecer al numeroso público asistente al Certamen. La Cofradía de las Lágrimas buscaba recaudar fondos para poder sufragar la imagen de su titular, el Cristo de la Humildad y, a fuer de ser sinceros, con la asistencia de público de la casa y foráneo, consiguió restar algunos ceros al resto de la factura pendiente con el escultor de la imagen. En el escenario, la imagen de María Santísima de Guadalupe, dolorosa cedida para la ocasión por el joven de Montijo Daniel Castaño.

en lo musical. Con marchas como “Consuelo Gitano” o “Cautivo en su soledad” hicieron que los termómetros se dispararan con una sonora ovación al buen hacer de estos jóvenes emeritenses. Finalmente, la Banda de Cornetas y Tambores “Virgen del Pilar”, de Villafranca de los Barros, trasladó de nuevo al público a calle Pureza para deleitarles con marchas como “Reflejos de la Cava” o “El desprecio de Herodes”. Y fue con esta última banda con la que llegó la apoteosis cuando, en el momento de interpretar la Marcha Real, salió a escena la Banda de Cornetas y Tambores “La Pasión” para interpretarlo conjuntamente poniendo a todo el auditorio en pie. Seguidamente, deleitaron ambas formaciones al público con “El Salvador” viniéndose el Centro Cultural abajo. Tras los agradecimientos de rigor, el acto finalizó con una invitación para la celebración de su II edición el próximo año, dejando en los asistentes la sensación de que, de no ser por el frío y los recientes estrenos del Día de Reyes, parecía ya un día cualquiera de Cuaresma, adentrándose en un indescriptible ambiente cofrade.

Las bandas y agrupaciones dieron lo mejor de sí, de manera totalmente altruista, colaborando con una cofradía que, al menos, le echa ganas al hecho de estar “viva” los 365 días del año. La Agrupación Musical de Protección Civil abrió fuego con marchas como Virgen de las Angustias o A los pies de Sor Ángela en una brillante interpretación que fue refrendada por el público con un sonoro aplauso y un público que ya estaba entregado al certamen. Cambiando de ritmo, la Banda de Cornetas y tambores la Pasión desplegó sus “aires trianeros” por el escenario con marchas como “Amor Mío” o “Soleares de Triana”. El ambiente se iba calentando por minutos a los sones de la banda emeritense que levantó al público al abandonar el escenario. La Agrupación Musical “Sagradas Vestiduras” salió al escenario y lo llenó con su impecable y meteórico ascenso

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Nuestra Señora del Patrocinio. Cofradía de la Santa Cena,


Semana Santa 2010

Mirando

hacia arriba

Hermandad y Cofradía de la Sagrada Cena y Nuestra Señora del Patrocinio

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omos, los nazarenos de la Sagrada Cena, una cofradía de barrio y, por ese cariz, esa forma de ser, nuestra idiosincrasia, existimos, gozamos de un fuerte arraigo popular y tenemos el derecho –que nos hemos ganado debajo de las trabajaderas- de sentirnos ¡porqué lo somos!, parte importante de la Semana Santa emeritense.

¡Señor de la Sagrada Cena, por tu amor!Que las afrentas y humillación de tu sangre, pasión y muerte.

Dicen, por ahí, que imitamos a Sevilla, por nuestros andares, modos y forma de vivir la devoción, por ese paso racheado de nuestras imágenes, esa señorial estela de los pequeños nazarenos de la Cena, tan trianera…dicen eso, pero sospecho que quien eso dice ni nos conoce ni conoce la Semana Santa de Sevilla. ¡Decir es tan cómodo!, lo nuestro es llevar, apoyar, hacer estación emeritense. Y, si caemos, levantarnos, porque sólo aquellos que no han caído no saben cómo es posible levantarse. Levantarnos…en silencio. ¿A qué huele el silencio?, pues aquí también, lo siento, a azahar y a incienso.

Fiel reflejo tuyo para amar a Dios.

Me libren del cautiverio de mis pecados y del egoísmo de vivir malamente. Hazme, Señor del pan bendito,

Y entrégame al servicio de mis hermanos los hombres.

El Domingo de Ramos nuestro corazón, nace a la vida y es, ahora, un buen momento para que recapacitemos sobre esto. Desde la Sagrada Cena, paz y bien a todos los cofrades emeritenses y nuestros deseos de una Semana Santa que nos acerque a Jesús y su Santa Madre .

Esta reflexión es necesaria, por lo menos así yo la entiendo, porque las hermandades y cofradías están compuestas por personas, son pequeñas comunidades humanas y los hay a los que nos toca, temporalmente, regirlas. Esa responsabilidad no se limita, no debe limitarse, simple y sencillamente a garantizar los derechos y el cumplimiento fiel de los deberes, ni tampoco a la mera fidelidad a los compromisos. Somos una comunidad cristiana y, los que estamos en sus órganos de gobierno, debemos ejercer esa supuesta autoridad desde una mentalidad de servicio, como quien sigue al Maestro. Sin olvidar que es deber nuestro, como cristianos, el tomar parte en la vida activa de nuestra Parroquia –nuestra Iglesia doméstica- impulsando la labor de testigos del Evangelio y las obligaciones que de ese testimonio se derivan. Este testimonio de la fe, en palabras y obras, es un acto de justicia que establece y da a conocer nuestra verdad. Esos son los parámetros en los que nos movemos en la Sagrada Cena, y esa es mi ilusión como Hermano Mayor de esta entrañable Cofradía, que esa búsqueda nos encamine a nuestro Señor del Pan, que es Amor, para que los hermanos y hermanas del Patrocinio, nos mostremos verdaderos en actos y palabras, evitando la simulación y la hipocresía y, sobretodo, la envidia.

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SEMANA SANTA 2010 - MÉRIDA

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Pregón de la Semana Santa 2009 A cargo de D. José Arenas Sabán O. F. M.

Superior de los Franciscanos y Párroco de los Santos Servando y Germán

“Súbete a lo alto de un monte, heraldo de Sión; alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén;

álzala, no temas; di a las ciudades de Judá: Aquí está vuestro Dios” (Isaías 40,9-10)

Estas palabras tomadas del llamado Segundo Isaías y recibidas por un profeta como mensaje de esperanza que debía hacer llegar al pueblo judío unos seis siglos aproximadamente antes de Jesucristo me vinieron de inmediato a la memoria apenas me pidieron que fuese el pregonero de esta Semana Santa de MÉRIDA del año 2009. También a mí, me dije, se me encomendaba por la Junta de Cofradías de Semana Santa de MÉRIDA, no subir a lo alto de un monte, pero si acercarme a este hermoso y franciscano templo Cofrade de Ntra. Sra. Del Carmen, a un micrófono, como heraldo que va delante para deciros a todos los Emeritenses “aquí está la Semana Santa. Ya está cercana. Y en ella pasa el Señor. D. Antonio Becerra, Vicario Episcopal de Mérida, D. Francisco Sayago, Párroco de esta jurisdicción, D. Emilio Sánchez, Arcipreste, hermanos sacerdotes; Excmo. Sr. Alcalde: D. Ángel Calle, miembros de la Corporación Municipal y autoridades; Sr. Presidente y miembros de la Junta de Cofradías, Hermanos mayores y cofrades de las distintas cofradías de Mérida, feligreses y amigos de mi Parroquia de los Santos Servando y Germán, mis antiguos feligreses y siempre amigos de la Puebla y Villa de Guadalupe, que honráis este acto con vuestra presencia, vuestro cariño, vuestro apoyo y vuestro calor. A todos mi saludo afectuoso, mi saludo fraterno y sobre todo mi deseo franciscano de la Paz y el Bien. Agradezco ante todo las sentidas palabras de D. Juan Ignacio Ávila. Con tus palabras de presentación y de afecto, lo que sí es seguro, es que has adivinado lo que yo hoy aspiro a ser: un humilde predicador del Evangelio en

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Mérida y para Mérida. Una vez más se me confirma que, en bastantes ocasiones de la vida, y ésta es una de ellas, la semblanza que ha hecho el presentador del pregonero, obedece a rasgos de delicadeza y generosidad de quien las dice, más que a mis propios méritos. Gracias, amigo, por “los cristales de aumento” con los que has querido mirarme para presentarme ante los emeritenses, en este acto que tanto nos engancha y motiva. ¡Sinceramente, gracias Juan Ignacio¡

Tengo que empezar diciendo que cuando me comunicaron la voluntad de concederme el honor de ser el pregonero de la Semana Santa de Mérida, no me lo pensé demasiado porque, la verdad, los que me conocen saben que es así: nunca digo que no; así que en esa ocasión tampoco me podía negar. Pero no tardé en darme cuenta de la gran responsabilidad que estaba asumiendo, teniendo en cuenta el poco tiempo que físicamente llevo viviendo en esta querida Ciudad de Mérida Pero ni a la Junta de Cofradías de Mérida, ni a ninguno de vosotros podía yo negarme. Y por eso hoy, en los comienzos de este Pregón le digo a Mérida: Vengo, Mérida, y no sabes cuanto te agradezco el cariño que tus hijos emeritenses me han dado desde que llegué, en el verano del 2007. Espero estar a la altura que te mereces. No soy un gran poeta para ensalzar con mis versos tu grandeza, sólo un sacerdote franciscano y contador de cosas, que dejaré que el corazón guíe a la mente para que mis palabras se viertan pausadamente y con voz clara, para sentirte y admirarte, para cantar a los que no te conocen que, aquí, en MÉRIDA, hay humildad, orgullo, cultura, piedad, devoción, historia, tradición y nobleza. Estoy contigo, MÉRIDA; quiero hablar contigo de tú a tú, como se le habla a los seres queridos. Me has buscado para que hable de ti, de tus costumbres, de tu gente, de tus cosas, de los valores evangélicos, y sobre todo del Mensaje encerrado en las Cofradías de la Semana Santa. Y acudo hoy a tu llamada y aquí me tienes, algo emocionado y


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algo cohibido por la gran responsabilidad de ser pregonero de tus alegrías y de tus bondades; pero contento de que cuentes conmigo para decirlo a los cuatro vientos. Y no es que me preocupe lo que me pidas, tú sabes, MÉRIDA mía, que haré hoy lo imposible por complacerte: me asusta lo que no pueda darte; me asusta no merecer la confianza que en mí pones para hablar de ti. Pero soy raíz tuya, que si no me has parido, y si aquí yo no he nacido, si me has abierto los surcos de tu tierra desde que llegué, y en ellos me has sembrado. Y regándome y abonándome con tus mejores maneras, me estás permitiendo crecer en ti y ser parte de ti.

Tú, MÉRIDA; viejo y noble tronco paternal, me injertaste a ti, y hoy soy esqueje tuyo a fuerza de ser amamantado con tu savia, y en ti me estoy desarrollando, y vivo en ti protegido y sujeto por lazos indisolubles a tu ramaje. Y el día que, como todos los frutos maduros, me desprenda de tus ramas y caiga al suelo para que el viento me arrastre forzosa y definitivamente de ti, alguna semilla mía quedará para siempre arraigada a los surcos bondadosos de tu tierra; que no eres tú de quienes olvidan a aquellos que te han querido. Y de vez en cuando, yo sé que seré recordado por ti, pueblo mío, que desde el día que crucé tus lindes me abriste tus puertas de par en par, tratándome como a otro hijo tuyo, y poniéndome a la misma altura de los paridos por ti. Y desde este día, que soy el pregonero de tu Semana Santa, quedo atado para siempre a tu nombre, quedo voluntariamente obligado a defender y extender la devoción cristiana que te identifica y que yo llevaré como bandera allá por donde vaya. Y como para corresponderte no tengo otra cosa mejor, te ofrezco un amor infinito y un profundo respeto hacia ti y hacia tu gente, hermanos míos emeritenses; porque tú y ellos lo habéis querido. Por eso estoy aquí, pueblo mío, cohibido, pero dispuesto, también como siempre, a darte lo que tengo, que es mucho menos de lo que tú mereces, y de lo que mi voluntad, de poder, te ofrecería. MÉRIDA, pueblo mío, hoy quiero hablarte como lo hiciera un hijo noble y sumiso,

porque pienso que nunca podré pagarte el que me pongas flores por donde piso.

Yo, que abrazo tu nombre como bandera, guardo en mi pecho un grito de desafío:

¡qué importa que en MÉRIDA yo no naciera para que yo te quiera ya como algo mío! En ti tengo el abrigo de mi morada; y defenderé tu tierra con el orgullo

de sentir, como el moro que allá en Granada lloraba por un pueblo que no era el suyo.

SEMANA SANTA 2010 - MÉRIDA

En tus tiernos brazos, muchas noches me sorprende el sueño. Pues sois vosotros, queridos emeritenses, los que me mostráis, llagado y alzado

con su cuerpo abierto, al Crucificado,

que es vida, es paz, esperanza nuestra; y el mejor hermano.

Por todo os quiero, por todo me hago

uno con vosotros y con Cristo, hermano

para daros gracias por tantos consuelos, por tantos halagos, por tanto quererme, por sentirme vuestro siendo extraño, por tenerme cerca siendo lejano,

por ser emeritense, que es lo que ya amo Dicho con un lenguaje más coloquial y menos retórico: Muchas gracias, porque aunque nací en Lucena de Córdoba, y vivir anteriormente en Córdoba, Tenerife, Guadalupe... Ahora me estáis haciendo sentir tan emeritense como cualquiera de los que han visto su primera luz en esta preciosa ciudad. Intuyo y sospecho que mis palabras esta noche, vísperas ya de la Semana Santa, serán bien recibidas por todos vosotros, los que estáis aquí y los que a través de las televisiones locales me escucháis; pero quisiera también que mi voz y mi mensaje llegaran y fuesen recibidos como voz de consuelo por todos aquellos que padecen el gran mal de nuestro tiempo: la soledad. A todos vosotros que os encontráis solos, privados de alguna manera de la comunicación y la convivencia; soledad de los ancianos a quienes los achaques y limitaciones alejan cruelmente de los hijos cuando más lo precisan; soledad de jóvenes encerrados en sí mismos que rechazan el diálogo; soledad del enfermo; soledad de los que padecen otro mal de estos tiempos: la depresión, y subsisten aislados en su tristeza y resignación. A todos os quiero decir: no lo dudéis, escucharéis cercanas las trompetas, los tambores que os anuncian que tenéis cerca a María Santísima, que en su soledad nos dio cobijo a todos.

Pero también deseo que mi voz pueda llegar a todos aquellos Emeritenses que, obligados por las circunstancias, sueñan con esta tierra lejos de ella. A todos los Emeritenses emigrantes, pregoneros permanentes de MÉRIDA, que pedís al Cristo o a la Virgen de vuestra cofradía, yo os digo que Dios Padre sigue esperando vuestro regreso, y que todos los Emeritenses (como no podía ser de otra manera) sienten en el corazón el dolor de los que están mucho tiempo fuera de esta bendita tierra que es MÉRIDA. Gracias a la Junta local de Cofradías por haberme designado para ser pregonero. En mi modesta persona honráis a todos los padres franciscanos de la Provincia

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SEMANA SANTA 2010 - MÉRIDA

Bética, a todos los Párrocos y sacerdotes que han ejercido y ejercen su ministerio pastoral en las parroquias de Mérida, que día a día y año tras año se esfuerzan en consumir sus vidas con ilusión, en unión fraterna con su Obispo, en una entrega pastoral admirable. A mis hermanos franciscanos, a los párrocos y sacerdotes y a tantos hombres y mujeres que luchan por clarificar el mensaje evangélico encerrado en las cofradías y Hermandades de esta tierra, brindo hoy este pregón.

Todo pregón es un rito, un pórtico que nos introduce por la puerta grande a unas celebraciones intensamente vividas por el pueblo. Para decirlo pronto y claro, un pregón es una exigencia del guión que pretende dar a estas celebraciones el realce que merecen: el pregón de la incomparable Semana Santa no está en las torpes palabras mías, ni tampoco en las saetas y poemas con que tantos pregones han exaltado hasta el delirio esa realidad religiosa, artística, social que comportan estas celebraciones. El mejor pregón son ellas mismas, su hechizo y belleza, su profunda y multiforme dimensión, su encanto singular que electriza, convoca y arrastra. Pero no. No nos adelantemos. El pregón es un rito y una exigencia. La Semana Santa es tan compleja, tan amplia, que sería absurdo querer abarcar todas sus facetas. ¿Cómo enfocar, pues, el pregón?

He venido aquí para decir lo que siento. Los que me conocen saben que así es. No he venido para hacer una historia de todas y cada una de sus cofradías y pasos. Esa historia está escrita no una, sino muchas veces en las múltiples revistas y publicaciones que edita la Junta de Cofradías a lo largo de los años. Esa historia está escrita y sigue escribiéndose día tras día en las Actas de las Juntas y en los carteles que la promocionan. Contar aquí y ahora esa historia sería copiar y sería interminable.

Prefiero dejar paso a mis sentimientos, dejar aflorar con libertad y valentía cuanto siento y cómo veo yo este mundo cofrade. Como siempre hago en estos casos y por si alguno no lo saben, quiero dejar caer unas pinceladas históricas, porque sin ellas me parece imposible entender este fenómeno enriquecido en los últimos tiempos, nada más y nada menos, que por el recordado Santo Padre Juan Pablo II; y antes por documentos de los Obispos del Sur, y recientemente por nuestro Arzobispo D. Santiago en su homilía y exhortación pastoral a las hermandades y cofradías, con motivo del XVI encuentro de Juntas de Gobierno, en Jerez de los Caballeros, el pasado día 8 de Febrero, que deberían ser referencias y directrices de todas las Cofradías, libro obligado de estudio para todos los cofrades de MÉRIDA. Muchas cosas de estas que voy a decir posiblemente son bien conocidas, pero no está de más recordarlas en este solemne acto que sirve de pórtico a la Semana Santa.

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LA VUELTA A LAS RAÍCES Creo que nada ayudará tanto a esta renovación que hoy exige la Iglesia como el esfuerzo decidido por conocer a fondo sus orígenes, por beber otra vez en las fuentes vivas de la Tradición y de la historia cofradiera. Más todavía: pienso que las hermandades no estarán a la altura que exige nuestro tiempo mientras no hagan un esfuerzo por traducir al lenguaje y al estilo de nuestra época la letra y sobre todo el espíritu con que nacieron. Y quiero afirmar que el testimonio, la forma de presencia con que expresan su fe, las procesiones, sigue siendo plenamente válida. Una procesión es una catequesis que entra por los ojos. Pero entra más si el cofrade manifiesta en su vida y en su testimonio de fe lo que profesa o dice profesar. Una procesión es hoy un libro abierto donde se puede tener todo el Mensaje salvador de Jesucristo.

Vivimos en la civilización de la imagen. Todo entra por los ojos. Las Cofradías descubrieron hace siglos el valor de esta pedagogía. Porque nadie puede permanecer indiferente ante un Cristo sufriente sin preguntar el porqué de ese martirio, sin buscar la raíz última de un amor sin fronteras y sin medida. La muerte de Alguien cuya Sangre regó e hizo fecunda una tierra sin luz y sin horizonte. Como antes había dicho San Pablo “se humilló tomando forma de esclavo (filipenses 2,7). La pasión de Cristo es un misterio tan enorme que no existen definiciones, no caben palabras. Las procesiones en la calle, las cofradías, son una ventana por donde el alma describe el amor infinito de Dios y la hondura de la ingratitud humana. Os cuento:

Un día, un amigo mío, hijo de cierto señor sindicalista importante de los años de la República, vino a verme: “Mi padre sabe que somos amigos, y quiere verte, se está muriendo”. Su padre líder obrero, luchó cuando joven y soportó las derrotas. Estuvo huido, encarcelado, se hizo indiferente y agnóstico a todo. No pienses que va a pedirte los sacramentos -me dijo- pero quiere hablar contigo. Fui, lo encontré moribundo. Apenas podía hablar, lo acompañé y le apreté la mano. El hizo un esfuerzo y me dijo: “Padre Arenas, coja usted la cartera esa de la mesilla”. Tomé la cartera. “Ábrala por favor”. Abrí, la cartera, sin dineros, ya ni papeles, tenía con el carnet de identidad una estampa del Nazareno, de la Basílica de Santa Eulalia, consumida, sucia, absolutamente gastada; casi no se reconocía la imagen de tan deteriorada como estaba. Yo la besé. El quiso besarla y me dijo: “Padre, yo hace tantos años, muchos años que no piso una iglesia, no quiero ver a los curas, ni cofrades, ni en fotografía, pero yo tengo fe, siempre la tuve, caí en la guerra al otro lado y luche por los míos; he estado siempre al otro lado, en oposición con la Iglesia”. Le apreté la mano, porque yo conocía un poco su historia.


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Pero él siguió jadeante: “desde los años treinta viví alejado de prácticas religiosas,...Pero esa estampita del Nazareno de mi cofradía ha venido siempre conmigo, toda la vida, en mi cartera, en la cárcel, en mi casa; siempre la he puesto a mi lado antes de dormirme. Ahora que me voy a morir, quiero pedirle a usted, P. Arenas, un favor....” A punto de lagrimas, qué podía yo hacer más que apretarle la mano: “lo que usted me pida”. El repitió. “Ahora que me voy a morir. Yo le tenía prometido al Nazareno que cuando fuera a morirme iría a verlo, le haría una visita para rezar un padrenuestro y decirle que me espere, que ya voy para allá.... No puedo ya hacer la visita, a usted le pido, que se lo diga, que le rece mi padrenuestro y dígale al Nazareno que ya voy y que me espere....” Os juro (creo que no hace falta que lo jure) que yo atravesaba las calles de Mérida emocionado con aquella estampita del Nazareno, como irían los antiguos cristianos de Roma llevando desde las catacumbas la Eucaristía a los mártires de la cárcel Mamertina.

Aquella tarde lo comprendí todo: comprendí el sentido de las imágenes de nuestras Cofradías. Hay viajeros y turistas que lo verán como piezas de la imaginería. Para nosotros, en ese rostro del Nazareno va un dolor infinito, el dolor suyo y el dolor nuestro. El puede con los maderos de nuestras cruces. Y yo me preguntaba:

¿Por qué Señor ocurren los misterios de dolor: dramas de inocentes que sufren, niños tullidos, guerras, hambres, abortos, eutanasias, inmigración, desolación....? Y le dije: “Tu amigo está moribundo, Jesús Nazareno, tu viejo amigo se está muriendo. No puede venir a verte y te traigo un encargo: Que ya va, que salgas a recibirle, que le acojas, que es muy buena gente.”

Por eso digo y mantengo que las Sagradas imágenes de nuestras procesiones son eso: Teología hecha imagen, dogmas y Evangelio hechos transparencia pura, invitación a la autenticidad y a la hondura. Continúan siendo no sólo válidas y legítimas: las procesiones son formas a través de las cuales un pueblo expresa su fe y la alimenta.

Creo mi deber romper aquí y ahora una lanza por las Cofradías de penitencia. Por el inmenso servicio que prestan a la fe del pueblo sencillo y a cuantos se acercan a ver un desfile procesional, unos desde la fe, otros desde la curiosidad o desde la pasión por el arte y la belleza, que hay de todo. Las Cofradías tienen fallos, defectos y a veces deforman el espíritu con que nacieron, pero son medios absolutamente válidos para realizar una catequesis que se mete por los ojos. Creo mi deber y mi obligación jurídica y moral rendir un tributo de admiración y de gratitud hacia tantos hombres y mujeres que en todas partes dejan

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muchas horas de su tiempo, ponen su dinero en otros casos o quitan horas al sueño y a la familia para engrandecer los pasos o enriquecer sus imágenes titulares. Detrás y antes de cada procesión hay infinitas horas de sudor y de fatiga, de entrega y de servicio desinteresado, desde el hermano mayor hasta el costalero que hace de Cireneo de Cristo o de la Virgen.

Yo se que muchos dicen que todo ello no es más que folklore, que todo se va en fuegos artificiales, en derroche de lujo inadmisible en estos tiempo de crisis que corren. Pero yo les digo que quienes tanto y tanto se sacrifican por la Semana Santa no lo hacen para que los vean, ni buscan el aplauso de los turistas: buscan demostrar una devoción que la llevan en el fondo del alma y la expresan a su modo. En toda obra humana existen errores; también en las obras de la Iglesia. Pero digo más: muchos no tienen otro hilo que los una a la Iglesia y a la Fe que las Cofradías, o el paso que procesionan en la Semana Santa. Y digo más aún: la Iglesia tiene una inmensa deuda de gratitud para con esos miles de hombres y mujeres que viven y se desviven cada año en pro de sus hermandades y cofradías. Cierto que urge purificar el polvo de los siglos. Cierto que no basta renovar los Estatutos. Cierto que se imponen entre todas las cofradías un esfuerzo de formación permanente, de puesta al día, de compromiso esencial con las grandes causas del hombre, en la justicia y en el servicio desinteresado a los menos favorecidos. Cierto que es urgente exigir a todos los Cofrades una coherencia de vida con su fe, una defensa radical de los grandes principios donde se fundamente la moral de la Iglesia, sobre todo en temas claves como la defensa de la vida, el destierro del odio y de la violencia, la radical opresión al racismo y a la desintegración de la familia, la adhesión a las verdades centrales del dogma..... Todo eso está en los orígenes de la Cofradías, en su letra y en su espíritu. Pero me parece crucial el servicio que prestan a la fe en esta hora difícil y esperanzada.

Cuántas veces en estos tiempos hemos oído preguntar gentes de muy distintas vivencias ¿y realmente tienen sentido en la actualidad y ya en el siglo XXI las procesiones de Semana Santa? Y yo quisiera, cuando la primavera ya ríe en MÉRIDA, cuando el olor a incienso ya anuncia en esta tierra que la Semana Mayor está a punto de comenzar, que todos afirmemos con rotundidad: ¡SI son necesarias las procesiones¡ sin ninguna duda. Las procesiones de Semana Santa en su genuina expresión, no sólo siguen teniendo vigor y efectividad como celebración eminentemente religiosa, sino que la tiene en mayor grado que nunca. Más aún: hemos de consolidarnos en la firme convicción de que si antes fueron adecuadas y convenientes, hoy son de todo punto muy necesarias. Hoy se abre ante ellas un amplísimo horizonte que les traen una inmensa labor por

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desarrollar, con más constancia y tenacidad que nunca y, por ello mismo, les brinde una enorme esperanza de continuidad. MÉRIDA necesita de su Semana Santa y sus procesiones. Esto es total y absolutamente cierto. ¡Cuánta más negación haya de Dios en la calle, más seria obligación tendremos de manifestar a Dios públicamente por esas mismas calles.

Las Cofradías y las procesiones tienen necesariamente que manifestar que MÉRIDA, al menos una vez al año, se convierta en una Nueva Jerusalén ante el Cristo al que en cada instante se le sigue negando no tres, como hiciera Pedro, sino cientos y miles de veces.

Si hay, pues materialismo y falta de conciencia de hijos de Dios en los hombres y mujeres, los cristianos de MÉRIDA, los Cofrades de MÉRIDA, deben manifestar ante ellos, con el lenguaje de vuestras queridas imágenes, el amor de Cristo que, por todos nosotros, vino a padecer muerte, y muerte de cruz. Esa es la lucha contra corriente del cristianismo y, por tanto, la nuestra. Por eso no sólo son vigentes y actuales las procesiones, sino que son más necesarias que lo fueron jamás. Y ahí está unos de los compromisos que los organizadores y participantes de dichas procesiones deben asumir con mayor satisfacción.

¡Cuánto bien puede hacer el Señor a través de una buena procesión! ¡Cuánto bien a través de tantas imágenes hermosas y evocadoras por cofrades y costaleros que salen a confesar la fe y a anunciar la fe, a expresar su fe y a comprometerse con su fe, la fe de la Iglesia, de la que cada cofradía es, y debe ser una rama viva, frondosa, fecunda! Todo, también las procesiones de Semana Santa, con la adecuada participación de los cofrades, debe hablarnos de Cristo y conducirnos a Cristo, a Cristo que pasa por las calles y plazas de esta bella ciudad romana, buscando quizá a quienes no vienen al templo ni a las celebraciones litúrgicas, pero desean encontrarlo y lo necesitan. Cuantos enfermos han pedido su curación¡ cuantos novios han consagrado su amor,¡ cuantos estudiantes en los momentos más agobiantes han ido al Cristo o a la Virgen de su cofradía¡ ¡Cuantos matrimonios en crisis han encontrado en esa Imagen de su Cofradía “su segunda oportunidad ¡ Soy testigo del trabajo nunca valorado de tantos hombres y mujeres que quitan tiempo a la familia e incluso a sus vacaciones y sus días libres para trabajar por sus cofradías. Mérida tiene religiosidad, inquietudes evangélicas y un gran amor a la Iglesia y a sus ministros.

Pero aún tenemos camino que andar: hay sectores (y ustedes saben que lo digo con mucho respeto y cariño) que necesitan una formación catequética más adecuada a los tiempos y purificar algunas manifestaciones supersticiosas

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de Fe. Una cosa es la parasicología o fenómenos sicológicos o fenómenos paranormales o autosugestión y otra es La FE en CRISTO VIVO Y RESUCITADO. La Fe en el Cristo y en el Evangelio tiene que estar por encima de “santeros”, futurólogos, tarot, cartas, aguas medicinales, piedras, hierbas, amuletos, líneas telefónicas, más propio de religiones primitivas y de planteamientos nada cristianos. La mezcla entre magia y religión nos lleva a ser cada vez menos creyentes pero más crédulos, menos religiosos pero más mágicos, menos católicos y más sectarios. El problema no es pasar de la fe al ateismo, el verdadero conflicto surge cuando pasamos de no creer en Dios a creérnoslo todo. La magia, los horóscopos, “los rapeles” no salva, ni redime ni nos libera. EL QUE NOS SALVA ES CRISTO. La doctrina social que aparece en los evangelios, que es la que predicó y practicó Cristo, es tan avanzada o más que cualquiera de las existentes en las modernas sociedades democráticas de nuestro entorno, y en su práctica radica nuestro bienestar social, familiar y cultural. Y en este sentido se ha pronunciado la Iglesia en varias Encíclicas que, por conocidas, no es necesario que a ellas me refiera. Con este Pregón entramos en unos días en que todos, en alguna medida, tenemos que ser mejores personas, mejores cristianos, tenemos que querernos más, olvidar cualquier posible rencilla. Ya lo dice Cristo en el Evangelio de San Mateo, en el Capítulo 5, versículos 23 y 24: “Si tienes una disputa con tu hermano, primero perdónale y luego ven a rezar al Templo”. Los días de la Semana Santa son una oportunidad para unirnos y vivir en concordia, en el respeto mutuo, el amor y la paz. Hemos de ser fraternos. Cualquier paso dado en sentido contrario, en la línea de la división, del enfrentamiento, del olvido, de la difamación o del menosprecio de unos para con otros o de unos grupos hacia otros (como a veces se puede dar) desagrada profundamente a Nuestro Señor y hiere gravemente la convivencia de todos los emeritenses Hay demasiados nervios, crispación, alejamientos e individualismos. Olvidémonos de la frustración de las divisiones, de los colores, de las ideologías. Cristo nos convoca y nos iguala. Ya San Pablo en su carta a los Efesios, Capítulo 4, versículos del 1 al 6 dijo: “Hermanos: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego, que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.” Cristo nos quiere sanos, liberados, alegres y llenos de vida. Cristo es el autor de la vida nunca de la muerte. El quiere que tengamos vida y vida en abundancia. El no quiere ni se complace en el dolor de nadie, ni en el llanto, ni en el luto, ni en el sufrimiento, ni en la desesperación


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de nadie. Dios no manda castigos a nadie, Dios no quiere la muerte de tu padre ni de tus hijos. Dios no nos manda las tragedias ni los males, Dios no quiere que tengas ningún tipo de enfermedad. Decirle a Dios ¿Por qué me mandas esta enfermedad o porque se me muere mi padre o porque se me muere mi hijo?, no tiene sentido. Dios quiere que tengamos vida. Dios no abandona nunca a nadie. El siempre está con nosotros. El Evangelio es Buena Noticia, Alegre Noticia, liberadora Noticia. No podemos usar las cofradías para dividirnos, no podemos usar la religión, la vida cristiana o El Cristo de nuestra fe, para asustar, abochornar, descalificar, ridiculizar, reprimir o aplastar a nadie. Las guerras sin son guerras no pueden ser “santas”.

Mis amigos cofrades de Mérida: cada uno en su cofradía y en su particularidad, deben ser como los brazos del Cristo, unidos, porque los brazos no pueden tirar en distinta dirección. Hay que estar por encima de colores, ideologías, gustos, caprichos, afectos, celos, envidias, infantilismos, simpatías o afinidades. Es y debemos presumir (los cofrades y todos los Cristianos de Mérida) de Católicos, que justamente significa Universal. Sería un atrevimiento y un descaro por mi parte que en esta Iglesia de Ntra. Sra. Del Carmen, donde hay muchos y buenos sacerdotes y muchos y buenos cofrades, pretendiera dar yo lecciones. Pero en mi experiencia pastoral de Párroco y en el ejercicio de mi ministerio puedo decir con toda humildad y discreción que no es mejor sacerdote, ni mejor Párroco, ni mejor cofrade, ni mejor cristiano el que más cotas de poder alcanza, metiéndose en terrenos que no son los suyos. Eso sería “golpismo” espiritual. Ser evangélico y ser cofrade y ser cristiano es aquel que tiene actitudes de servicio y ayuda a todos, sin discriminaciones ni caprichos, y respeta las diferentes posiciones de los demás. El buen cofrade es aquel que sabe y es consciente hasta donde llegan sus límites, aceptando sus propias limitaciones, sin intromisiones, sin pulsos y sin celos. Los que estamos al frente de Parroquias, o de cofradías, o de grupos hemos de ser humildes, cercanos, sencillos, abiertos, universales y generosos. Ya a propósito de esto nos dijo San Mateo en el Capítulo 20, versículos 25 al 28 de su Evangelio: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino el que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” No nos flagelemos como siglos atrás se entendía la penitencia. Nuestras flagelaciones y nuestras penitencias deben ser el sacrificio diario por ser mejores, por sonreír cuando nos cuesta a los que nos rodean, por saber ofrecer nuestro cansancio en la calle a quien nos necesita y nuestro trabajo diario, por vivir la familiaridad, la fraternidad, la

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paz y el bien. Ahí deben estar las Cofradías, las primeras en ese acto voluntario de cariño, comprensión y ayuda con nuestros hermanos por amor a ellos y por amor a CRISTO. Empeñémonos todos en que durante todo el año nuestras calles de MÉRIDA sean lugares vivos y llenos de espíritu cristiano que se contagie a otros y no sólo en este mes de Abril.

Cuando ya está a punto de comenzar la Semana Santa, cuando casi se oyen ya a lo lejos los tambores, sonido típico que anuncian que el Cristo está cerca, yo OS INVITO a levantar vuestros ojos hacia nuestro cielo Emeritense, elevar nuestras almas hacia lo alto y rezar y orar conmigo para que todos los cofrades de Mérida, sean la razón de vuestra esperanza en un futuro lleno de amor y entrega. Quiero invitaros a que convirtamos MÉRIDA en un templo surcándolo con nuestras estaciones de penitencia, manifestaciones públicas de vuestra fe, tesoro que las mujeres y los hombres que participan de la Semana Santa de MÉRIDA tenéis que cuidar. Porque sois luz, sois sal y sois signo; no hay que conformarse con desfilar, hemos de recorrer las calles de MÉRIDA pidiendo perdón a Dios, dando gracias a Cristo que nos redime y cuidando a María Santísima para que no se nos muera de dolor.

MÉRIDA ofrece al que es la luz del mundo, MÉRIDA quiere proclamar que quien es la luz del mundo, viene a esta ciudad y todos tenemos que anunciar que esa luz ya está aquí; que tenemos que ser señal y signo de cuanto anunciamos, porque el Reino de los Cielos hemos de empezar a construirlo aquí entre nosotros. Estamos obligados por el don de la fe a evangelizar. Pero los tiempos actuales exigen que la evangelización se haga desde la propia vida. El mundo ya está hastiado de palabras: precisa de hombres y mujeres que quieran ser como Cristo, que desde su propio sacrificio, desde su propia entrega , anuncien la Palabra de Dios, compartan el dolor y el sufrimiento del hermano que sufre y saquen al hombre de su desesperación. Emeritenses ¡Esta es vuestra Semana Santa con suscostumbres, ritos y tradiciones. Que todo nos sirva para hacer una ciudad próspera y amiga, donde todos se sientan acogidos e integrados plenamente.

Que sea una espléndida y cristiana realidad lo que hace días me dijeron: aquí en MÉRIDA, se podrá ser de izquierdas o de derechas, se podrá ser rico o pobre, se podrá ser culto o analfabeto, se podrá ser más o menos practicante religioso. Pero llegada la Semana Santa todos son Emeritenses. Y ser de MÉRIDA en Semana Santa os hace ser todos iguales y hermanos. Ya San Pablo, en su carta a los Gálatas, capítulo 3, versículo 28 dejó dicho: “Ya no hay judío ni griego, ni esclavo, ni libre, ni hombre, ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” Y esto se ha de vivir aquí.

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MI GRAN SUEÑO Y MI GRAN PESADILLA - El sueño es uno de los derechos fundamentales del hombre.

- Los hombres -según mi parecer- se dividen en dos categorías, los que sueñan y los que se limitan a dormir. Por eso lo interesante es que cada uno de nosotros, tengamos hoy este SUEÑO, con la esperanza de que pueda servir a la realidad.

SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA formadas naturalmente de hermanos y hermanas...Pero en la que el termino “hermano o “ hermana” no esté pegado encima por el reglamento o por la costumbre sino ganado y sudado por todos día tras día. SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA en las que venga reconocida la primacía de la persona. Y todos estén convencidos de que el “bien común” no puede sino coincidir con el bien de cada una de las personas.

SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA construidas en orden a las personas. Unas COFRADÍAS en las que las estructuras y las obras están en función del equilibrio, del desarrollo, del crecimiento de los hermanos. SUEÑO con unas COFRADÍAS en las que no haya tiempo que perder en boberías, chismes, insinuaciones, sospechas, maledicencias y charlatanerías. Porque donde se ama no hay tiempo que perder. SUEÑO con unas COFRADÍAS en las que cada cual tenga el valor de expresar libremente su propio pensamiento. En las que las opiniones manifestadas por los hermanos sean tomadas en consideración por el peso real de las razones que se aducen, y no por otras valoraciones oportunistas o emocionales. SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA en las que cada uno de sus miembros sean considerados por todos los otros, como uno del que se pueden fiar. Y cada cuál naturalmente, se empeñe en ser tal de verdad.

SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA en las cuales todos los que se las dan de maestros sean condenados a vivir su palabra. Todos los que se las dan de jueces sean condenados a sentirse cómplices. SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA en las que sea bruscamente desaprobado todo intento de cualquier parte que venga de hablar mal de un hermano ausente. SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA en las que todos se encuentren “seguros”. Es decir ‘cada cual se sepa seguro en cuanto a dignidad, respeto, y sobre todo responsabilidad personal. SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA en las que la única sospecha válida sea la sospecha de que algún

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hermano no recibe la parte de atención y de amor que le corresponde.

SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA unidas y solidarizadas con el manifiesto, con otras muchas ciudades en defensa de la vida. SUEÑO con unas COFRADÍAS DE MÉRIDA que todos sus miembros sean personas creyentes, participen de la liturgia y de la vida sacramental durante todo el año y de manera especial en los oficios litúrgicos del triduo Pascual del Jueves, Viernes y Sábado Santo con espíritu de oración.

SUEÑO en 25 COFRADÍAS en 50, en 100, en 1000, en 5000 que me demuestren que lo que estoy soñando es ya una realidad.

Termino como empecé, hablándole a MÉRIDA:

MÉRIDA, pueblo mío, empieza tu SEMANA SANTA, los días de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, y así he querido yo reflejarlo. No sé si he sabido interpretarlo a tu gusto y deseo; pero de lo que puedes estar seguro, MÉRIDA mía, es que no he hecho más que escribir lo que el corazón me ha dictado, sin cambiar ni una sola coma que pudiera hacer mi conversación contigo más brillante o más halagadora, y porque es así como yo lo vivo. Gracias pueblo mío, gracias MÉRIDA por escucharme con la atención que lo has hecho. Gracias amigos muy queridos de GUADALUPE por estar aquí hoy conmigo, manifestando una vez más, no sólo vuestra amistad y cariño hacia mí sino uniéndoos a todos los Emeritenses y a todos los extremeños que tienen también como vosotros a la misma Madre y a la misma Patrona: La Virgen de Guadalupe. Y ya para terminar quisiera expresaros un ruego. Vamos por un momento a imaginarnos que MÉRIDA ES UNA COFRADÍA: yo soy el capataz y todos vosotros mis costaleros de nuestro mejor trono y nuestro mejor paso: LA FE DE MÉRIDA. Y todos atentos y unidos. Cuando yo, como capataz diga, dándole al llamador: “costaleros a los hombros” todos digáis con alma, vida y corazón:

¡MÉRIDA, AL CIELO CONTIGO¡ He dicho.

José Arenas Sabán


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Pregón del Costalero 2009 Diego Alonso Picarzo Jiménez

“De vueltas con la esencia de costalero”

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eñor presentador; Señor Vicario; Señores Concejales; Señor Presidente de Junta Local de Cofradías de Mérida; Señores Hermanos Mayores y Presidentes de las distintas Hermandades; Señoras/es cofrades... COSTALEROS, COSTALERAS, PORTADORES, PORTADORAS, demás asistentes... SEÑORAS, SEÑORES: Estimados oyentes: Agradezco con leal cariño, él lo sabe, la invitación que el señor D. Mario Hernández me ha ofrecido para ser la voz de la X Edición del Pregón del Costalero de Mérida. No deja de ser un atrayente compromiso que, si bien de entrada, traté de exonerar, sin embargo, por la amistad y el respeto que le guardo a este gran conocedor de la semana santa de Mérida, me sentí bajo el imperativo de cumplir lo que caballerosamente me pidió. Y heme, como ustedes ven aquí, dispuesto a lidiar, no precisamente en hora taurina, ni sobre dorada arena, esta papeleta que resulta sensiblemente exigente. Sin lugar a dudas cualquier rincón de Mérida resulta emotivo. La historia de nuestra ciudad, así como su natural encanto son parte de nuestra identidad. Dentro de estos rincones se encuentra el “Liceo” que, además de ser un atractivo entorno para la celebración de eventos de este tipo, es testigo de las muchas personas que por él han deambulado a lo largo de su vida, y de las muchas conversaciones y tertulias que sus salas han oído. De modo que agradezco encantado la grata hospitalidad y acogida que, en la persona de su Presidente, el Señor D. Luis Villarino, me han brindado hoy. Pasando, así, a formar parte de la historia efectiva de este singular edificio. Creo que en exceso, se acaba de hacer una presentación del que les habla, que sin humildad, puedo decirles que está sumamente adornada y exaltada. Y es que ya se sabe que la afectividad y la amistad distorsionan la realidad de lo que el alma humana percibe sobre la persona querida. En cualquier caso agradezco tan bonita y entrañable entrada. Desde luego, soy de los que piensan que lo verdaderamente interesante de una historia es el comienzo y el fin. Toda la trama que queda en medio no deja de ser sino el continente de lo que cualesquiera de ustedes, esta

noche, podrían alumbrar con sus experiencias. Con esto quiero decirles que si hoy hay algo significativo aquí es su presencia que llena de contenido esta sala. Bañada, sin duda, por los acordes maestros que los músicos de nuestra Banda Municipal han interpretado e interpretarán al final de mis palabras, siendo corolario definitivo del pregón. Y... con la venia pertinente, me dispongo a comenzar el “Pregón del Costalero” de este año: ubido a hombros de gigantes y con la responsabilidad S del que sabe el significado de tan singular acontecimiento, adelanto mi dedicatoria a los que antaño me precedieron, sembrando con ello el camino para que hoy, con la ilusión de discípulo, les recuerde en voz alta, haciéndoles presente, esta noche, entre nosotros. Me refiero a los señores: D. Ángel Fernández D. Mario Hernández D. Francisco Miranda D. David Vadillo D. Emilio Nova D. Gerardo Durán (póstumo) D. Raúl Calvo D. Norberto García-Camarero D. Ángel de las Heras Citados todos en el orden en el que brillantemente dispusieron los pregones pasados. De igual modo les agradezco a ustedes su presencia, pues créanme que su aliento es estímulo para permanecer aquí, frente a sus ojos, haciéndoles llegar mis reflexiones. Y aunque breve pero intenso, espero no cansarles y aun menos aburrirles. En cualquier caso tendrán siempre la última palabra. Deseo que sean honestos con el hablante a

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la hora de valorar si las ideas que a continuación oirán les han llegado o no y si han sido o no realmente estimulantes. Como en todo, cada acción viene precedida de una decisión que consciente o no realizamos. El hecho de que esta noche ustedes hayan decidido acercarse y compartir estos minutos conmigo no es fruto de la casualidad y desde luego tampoco de ninguna fuerza oculta que les ha arrastrado hasta aquí. La amistad con algunos, la curiosidad de otros, el encuentro, emocionante siempre entre camaradas costaleros… en fin, cada uno sabrá su origen y su pequeño compromiso con el abajo firmante. Cuando fui invitado a pronunciar este pregón, mi primera respuesta, como ya les anuncié anteriormente, fue clara, no. ¡No puedo¡ Ya hace años que dejé el verduguillo, las horquillas de apoyo, los varales… en fin, todo eso que ustedes conocen bastante mejor que yo. Y, aunque he estado ligado hasta el año pasado directamente como contraguía al Stmo. Cristo de las Tres Caídas, bajo las órdenes del que me ha enseñado todo y al que considero uno de los mejores capataces de Mérida. No sólo por su labor en la hermandad, si no por su increíble calidad humana: Me refiero al Señor González Cáceres, “Guille”. Reconozco que el desgaste de los años, poco a poco, ha vuelto roma la sensibilidad que un pregonero requiere y necesita para llegar a sus corazones. Así mismo, les anticipo que no les voy a hablar de la semana santa, en los términos en los que lo han hecho los que me antecedieron, aunque por el tema que nos ocupa será referente claro. No haré esto porque creo que sería una insolencia y una auténtica falta de decoro hacia los que antaño han sabido hablar de ella y muy bien y yo, les aseguro, no añadiría nada nuevo. De hecho, mi falta de conocimientos certeros me llevaría a disparatar y a barruntar ideas confusas y sin el digno significado que una festividad religiosa y popular como ella requiere. Así mismo, obviaré transmitirles mis vivencias como costalero, pues además de muy desgastadas por los años, esta noche, considero que son ustedes y sólo ustedes los verdaderos protagonistas. Y es de ustedes, y con su permiso, de quiénes me gustaría conversar. Y digo conversar, porque al fin y al cabo será una comunión entre sus corazones y el mío. La motivación que a cada uno de ustedes les ha llevado a hacerse costaleros es única, no se repite, es tan personal como el aire que inhalan y exhalan sus pulmones en el momento de levantar sus anhelados “pasos”. Hay tantas maneras de ser costalero como personas. Y eso me lleva a concluir, que no podría hablar de una “esencia de costalero” o de una “naturaleza especial”, si no que, en rigor, debería centrarme en cada uno de ustedes en concreto, si realmente uno quiere ser preciso. Aunque como es previsible, tal ensayo se torna imposible. Ahora bien, la dificultad de definir qué es ser costalero, y ser costalero en Mérida, no retiene a la mente inquieta,

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que una vez aguijoneada, es como un caballo desbocado tratando de conjeturar y trazar círculos que, poco a poco, vayan delimitando y atisbando rasgos comunes en el asunto que nos ocupa esta noche, el “ser costalero”. ¡Fíjense! No muy bien vista por algunos sectores de nuestra tradición, en exceso ortodoxa, ven con escéptico agrado esta manifestación de fe popular, que en esencia, no deja de ser una expresión religiosa de las gentes del pueblo. Me refiero a la semana santa. Manifestación religiosa en la que ustedes son parte integrante e importante. A pesar de esta falta de entusiasmo, la semana santa cuenta, de igual modo, con adeptos que, siendo fieles a los dogmas y creencias, mantienen un exquisito amor a lo que ella en definitiva representa, un auto de fe de la Pasión y Resurrección de Cristo que, año tras año, se revive y recrea en sus hombros y cervicales. De entre los hombres y mujeres que se afanan y laboran para que cada primavera sus hermandades y cofradías tiñan de increíble religiosidad las calles de nuestra vetusta ciudad, surgen algunos héroes, algunos valientes, hombres de fe diría yo, que no impostan personalidades, si no que humildemente son lo que son, sin pretender ser lo que no son. Hombres que, durante todo el año, llevan grabado en el corazón el recuerdo de la última entrada y el deseo de la próxima salida con su imagen sobre sus cuerpos. A estos hombres llamamos COSTALEROS. Presten, por favor, atención a la situación tan paradójica que les muestro ahora: nos encontramos instalados en unos tiempos confusos, no más que otros, desde luego. En nuestra historia reciente, la progresiva pérdida de valores humanos, espirituales y referentes morales y cívicos, ha llevado a muchas personas a abrazar iconos vacíos de significados pero cargados de intensos y hábiles placeres que adormecen y aletargan la visión trascendental, espiritual y reflexiva de la vida, de la vida concreta de cada uno de nosotros. Así mismo, nuevas y seductoras creencias y religiones foráneas han ido permeando, lenta pero de manera continua, el panorama social y religioso de occidente, tradicionalmente judeocristiano. Esta convivencia de creencias ha precipitado un caudal de nuevas corrientes en la que hombres y mujeres como nosotros se encuentran un tanto desorientados. Y no es que la convivencia de religiones tenga que ser un problema, quizás el problema sobreviene cuando uno no tiene claro lo que quiere sobre su crecimiento espiritual, religioso y personal. A esto añadimos el individualismo feroz que, emulando las dentelladas del lobo, muerde el corazón de las personas haciéndonos ciegos y sordos a los problemas y las necesidades de los demás. Otro hecho constatable es que la afluencia humana que acudía en masa a las celebraciones litúrgicas diarias, dominicales o festivas se ha visto mermado con el devenir de los tiempos. Ahora bien, esta tendencia a la pérdida de


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participantes en los actos religiosos no se ha manifestado en el caso de los desfiles procesionales de semana santa. Mitad profana (entiéndase por su parte puramente festiva) mitad religiosa, la semana santa, desde luego, representa un fenómeno curioso. ¿Fenómeno social o fenómeno religioso? Quizás ambas cosas. Es indudable y todos convendrán conmigo que, la “semana de pasión y resurrección”, se eleva como la gran “celebración religiosa popular”, a la que en cierto artículo me referí, allá por los noventa, en una de las revistas que editaba la entonces Junta de Cofradías. El artículo se titulaba: “El misterio del pueblo”. No voy a hablarles de ese artículo ahora. Sin embargo, un ligero esbozo es necesario para el desarrollo lineal del pregón ¿A qué hacía referencia aquello? Pues miren ustedes, aquello del “misterio del pueblo” venía a significar lo que la semana santa representa para muchas personas, incluidas para la gran mayoría de los presentes, especialmente para los costaleros. Creo que las religiones tienen sus vías y sus caminos establecidos para que sus fieles profesen de una manera normalizada sus experiencias religiosas. Pero al mismo tiempo soy de los que postulan que la dimensión religiosa es tan grande que, en muchos momentos, las personas pueden abrir nuevas vías que les conduzcan a vivir su religiosidad por otros derroteros, de manera que la experiencia religiosa se manifieste en un descubrimiento continuo y no en una serie de ritos apolillados. Ser cofrade, ser costalero es una de esas formas que si bien poco ajustada a la liturgia ortodoxa en algunos momentos, no podemos por más que respetarla. Esta experiencia religiosa que significa ser costalero, es una forma de atrapar el sentimiento religioso que muchos llevan dentro pero no saben muy bien cómo canalizar por las vías tradicionales. Y puedo permitirme esta licencia al decir lo que he dicho, porque he vivido, convivido y compartido aliento, risas y lágrimas con costaleros de toda índole y hablado y comentado hasta la saciedad qué les llevó a hacerse costaleros. Quizás muchos no han caído en la cuenta de esto que he dicho, y es que la vivencia religiosa representa una esfera tan grande, que estimo difícil acotarla en unos canales restringidos. Aun así, no son pocos los que ven en la expresión religiosa popular de la semana santa, en las procesiones, una mediocre y poco ajustada vivencia de lo que la religión católica exige a sus devotos. Pero ya ven qué paradoja. Las iglesias, a rebosar antaño de gentes, hoy llena de vacantes, se estremecen cuando, en semana santa y sus preliminares, se ven abarrotadas de hombres y mujeres que, ávidos de una fuerza religiosa, declinan sus horas de ocio o familiares en aras de una entrega apasionada a sus hermandades y “pasos”, en aras, al fin y al cabo de una comunidad de personas que comparte una misma creencia, una misma fe, la fe en

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Cristo. Y la paradoja se vuelve aun más virulenta cuando por una semana, se rompe la cotidianeidad de las calles de esta ciudad y todo lo que es necesariamente profano, se transmuta en una atmósfera que preña las “venas” de asfalto, pavés… por las que ustedes procesionan, en un auténtico “jardín de delicias” de colores, de nazarenos, de perfumado incienso, de cera… un ambiente que descontextualiza el trasiego diario y lo subvierte en pura religiosidad y todo para glorificar popular e intensamente a Cristo. Imagen de un “jardín”, digna de ser recogida por el mismo El Bosco. Fíjense qué tendrá ser costalero, que podrán no frecuentar una iglesia, podrán orar, si a caso, a diario mejor o peor, ser más o menos fervientes, o tener su fe más o menos arraigada, o como yo he llegado a conocer, ni siquiera ser creyente. Pero fíjense, que ustedes costaleros, por unas horas son auténticos discípulos de Cristo, en los que todos nos admiramos. Discípulos del silencio, discípulos anónimos, discípulos en el esfuerzo, en la respiración entrecortada del que sufre, en el suspiro que clama al cielo, en saeta que desgarra el alma de los que nos congregamos para ver la grandiosidad de una fe que sabe manifestarse en la mirada henchida en sangre que el verduguillo nos deja ver en cada uno de ustedes. Son testigos en procesión de una comunidad de fuerzas, un solo espíritu, en el que tal sinergia rompe cualquier conato de individualismo y los convierte en auténtica iglesia en comunidad. Ustedes nos hacen ver la importancia de la unión y del esfuerzo. Ustedes por unos instantes en sus vidas se vuelven un solo cuerpo, un solo espíritu una sola verdad. Pregúntense esta noche por qué son costaleros. Pregúntense qué les ha llevado o qué les llevó un día cualquiera en sus vidas a tomar la decisión de verse voluntariamente sometidos a tan intenso trabajo. Pregúntense, si cuando caminan en procesión creen que caminan solos. Y les puedo asegurar que detrás de cada decisión, hasta para los más incrédulos, hay una llamada, una llamada del Mismo que ustedes llevan sobre sus hombros, una llamada de Aquél que quiere mostrarse al pueblo como Hombre vivo en cada uno de ustedes. Por eso ustedes son testigos y discípulos en esos momentos del mismo Cristo. Si el ser costalero se vive así, se experimenta como verdadero discípulo de Cristo, se elimina cualquier referente profano y su esfuerzo se convierte en una plegaria y una oración que se eleva al cielo. Costaleros, el tesón que demuestran, el anonimato de sus caras, los gestos acompasados de dolor sostenido y mucho más, se convierten para los que desde fuera les vemos en ejemplo y modelo vivo de lo que significa los términos “dolor” y “soportar”. Ustedes son capaces de transmitir al mismo tiempo fortaleza y ternura; miradas frías rasgadas por el dolor de las laceraciones que soportas

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sus cuerpos y simultáneamente brillos ilusionados de los ojos que, con miradas perdidas, buscan a una madre, a un padre, a un hijo, a un amigo… entre la multitud de perplejos espectadores que, en comunión con ustedes, se sienten parte de su esfuerzo. Quizás ustedes sean ¡Ángeles con grandes alas de cadenas! como diría el poeta Blas de Otero. or todo esto, costaleros, cuando al salir de aquí en breve, P se atrevan a mirar dentro de ustedes y atisben las respuestas que les aclare por qué son costaleros y qué es lo que año tras año con todo lo que ello conlleva, este empeño se mantiene impertérrito bajo sus “pasos”, deberán entender algo nuevo. Y es que ser costalero o portador, como quieran llamarlo, no consiste únicamente en procesionar sus “pasos” por las calles de nuestra emérita ciudad, haciendo alarde y gallardía del sobrehumano esfuerzo que soportan sus espaldas. Que no consiste en levantarse el verduguillo para ser reconocido y para que reconozcan en sus facciones el terrible desgaste que llevan aguantado. Que no se dejan ver, buscando la mirada admirada del público conocido… No, eso no es ser costalero. Porque si ese es el impulso que les lleva a hacerlo, es probable que tengan que plantearse echar la mirada atrás para recordar qué les hizo la primera vez abrazar el varal o la trabajadera. Ser costalero significa que cuando tengan sed, quizás no podrán beber; cuando el calor se haga sofocante y el sudor abrase o enfríe sus rostros, no se levantarán el verduguillo; cuando estén agotados de fatiga, marcharán; y cuando ya no puedan consigo mismos, soportarán el peso del compañero exhausto y agotado sin esperar nada a cambio. Todo aquel que no entienda esto y que la única vivencia que obtenga sea la de exhibicionismo y la búsqueda del reconocimiento público a la llegada a su templo, que se plantee qué está haciendo. Porque, desde luego, ser costalero es otra cosa muy distinta. Recuerden que cuando tengan sed, calor, frío, agotamiento… estarán evocando al mismo Cristo, en la medida en que ustedes son discípulos de Él bajo sus imágenes. Y Él pasó sed y calor y frío y cayó sin fuerzas al suelo y como a ustedes a Él también le ayudaron con su carga. Díganme, si esto que les digo no lo han sentido alguna vez en procesión. Y en sus vidas, ¿lo han sentido alguna vez? Esta última cuestión abre el definitivo asalto con el pregón de este año y a dar un paso más, postulando el último círculo del significado que tiene ser costalero. Miren, el alma del costalero y su espiritualidad, en mayor o menor medida trabajada, no se circunscribe exclusivamente a las vísperas y al tranco de un desfile procesional. Y es que no se es costalero exclusivamente en semana santa. Por que ustedes el día que decidieron serlo se comprometieron con ello para todos los momentos de sus vidas. Aunque hayan cumplido ya la promesa de sacar una “imagen” o la motivación que les llevó a serlo ya haya caducado, en su

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interior siempre se sentirán costaleros. Porque uno no nace costalero pero, créanme, uno sí muere siendo costalero. Cuando se asume esta condición y se hace carne en el corazón, es cuando la existencia del costalero, su vida diaria, adquiere una dimensión más importante e intensa. Cuando explicaba que ustedes representan un modelo humano ante el que la gente siente verdadera admiración, no sólo me refería al hecho de la abnegada dulzura con la que portan sus andas. Digamos que esa es la procesión de cara al foro. Pero cuando ustedes vuelven a sus vidas cotidianas la procesión ha cambiado de enclave y ahora, en rigor, podemos decir que “va por dentro”. Y ante sus familias, amigos, trabajos, problemas… el sinfín de giros que la vida nos presenta, ustedes tendrán que seguir permaneciendo impertérritos, firmes, abnegados, como si de un día de procesión se tratara. Señores costaleros, piensen que su calidad les obliga a sentirse portadores siempre. Porque siempre habrá alguien al que ustedes tendrán que ayudar a levantar su “varal”, siempre habrá algún momento en el que tendrán que pasar “sed”, siempre ocurrirá que un “sudor frío” helará su alma, siempre habrá un momento en el que estén agotados y sin fuerzas para seguir… Pero esto es la vida caballeros, un “hacer y deshacerse al mismo tiempo”, una procesión continua, en la que seguro encontrarán un “Puente Romano” desolado de madrugada, una subida al Calvario totalmente reventado, una calle Santa Eulalia vacía de almas, unas Ramblas sacudidas por la gélida brisa de la noche… Pero también recuerden algo. También habrá alguien que les espere en la llegada, habrá una mirada que les siga con cariño, habrá un hombro que comparta su esfuerzo, alguien que les ofrecerá agua… y seguro que habrá algún Jesús o alguna María con cualquier otro nombre que les aliente y les ayude a soportar su carga. Porque no lo olviden, ustedes decidieron serlo, ustedes son COSTALEROS. Para evitar cansarles más, pues ya han aguantado bastante, y siguiendo un poco la tradición de los últimos pregones de concluirlos con algún poema, me van a permitir terminar con unos versos, pocos versos, de un poeta español muy admirado por todos, me refiero a D. Antonio Machado. Son cuatro, sólo cuatro, de la serie Proverbios y cantares, pero para qué queremos más cuando es el corazón el que habla y el sentimiento el que escucha. Reza así: AYER SOÑÉ QUE VEÍA A DIOS, Y QUE A DIOS HABLABA; Y SOÑÉ QUE DIOS ME OÍA… DESPUÉS SOÑÉ QUE SOÑABA. ESTE PREGÓN HA SIDO LEÍDO EN MÉRIDA, EN EL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE DOS MIL NUEVE, EN EL VIGÉSIMO DÍA DEL TERCER MES Y BAJO EL REINADO DE SU MAJESTAD EL REY DON JUAN CARLOS I DE ESPAÑA.


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“Vosotros, los cofrades, tenéis una especial responsabilidad en el deber a que me estoy refiriendo. No sería coherente presentarse en la calle acompañando imágenes y portando signos claramente cristianos, al mismo tiempo que los criterios y las formas de vida personal prescindieron o se alejaron de la verdad evangélica y de la participación en los sacramentos y del respeto al Domingo como día del Señor, como día de la Iglesia, y como día del cristiano” Santiago. Arzobispo de Mérida-Badajoz.



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