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El cinismo como política de Estado
Hay lugares de los que no se regresa jamás, y el Gobierno de Nicolás Maduro ya ha entrado en una fase de cinismo de la cual difícilmente podrá retornar.
Hace un año se decretó un minúsculo aumento salarial que rápidamente fue liquidado no sólo por la crisis, las llamadas «sanciones» y la política monetaria del propio Gobierno, sino también por el infame instructivo de la Oficina Nacional de Presupuesto, cuya existencia ha sido sistemáticamente negada incluso por una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, pero que, como las brujas del proverbio, aunque no exista sí que espanta a las y los trabajadores de la administración pública. Desde entonces, hemos debido soportar una perorata sin ton ni son sobre la imposibilidad, por falta de recursos, de contar con un salario que nos permita vivir con dignidad, pero un giro casi digno de un final de temporada de telenovela nos ha llevado en los últimos días a un nuevo escenario: Petróleos de Venezuela
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(Pdvsa) sí factura a pesar de las medidas coercitivas unilaterales impuestas por el imperialismo, y sí que hay dinero, ¡incluso para «desaparecerlo»!
Entre tweets de media noche y alocuciones desde hoteles cinco estrellas, nos hemos enterado de un secreto a voces: en la cúpula del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y el Gobierno se incuban mafias que saquean el erario público mientras exigen a los más humildes resistencia y lealtad.
Así comienza la nueva cruzada anticorrupción en la estatal petrolera. Resulta que en este capítulo de la telenovela, antiguos «héroes» y «patriotas» pasan a ser villanos; no todos, desde luego, pues ya parece un lugar común de esta historia que los máximos responsables digan adiós sin mayor inconveniente. Primero Rafael Ramírez, luego Manuel Quevedo; ahora llega el turno a Tarek El Aissami de apartarse como si fuera un personaje sin valor para la trama. ¿Acaso la soberanísma Asamblea Nacional so- licitará su interpelación?
El Gobierno ha elevado el cinismo a política de Estado. Para evadir responsabilidades, rápidamente la cúpula del PSUV lanzó un slogan pegajoso: «los honestos somos más». Es cierto, pero el problema es que claramente no son los honestos los que están dirigiendo el país.
Los honestos exigimos el restablecimiento inmediato de los preceptos constitucionales de transparencia, rendición de cuentas y genuino ejercicio de control social sobre la administración pública.
Los honestos exigimos que los trabajadores injustamente judicializados por denunciar corrupción o por luchar sean liberados y que cesen los cada vez más violentos intentos de acallar la crítica y la protesta social.
Los honestos exigimos a las instancias del Estado con competencia en la materia que abran una investigación sobre la responsabilidad del presidente de la República en estos nuevos escándalos de corrupción en Pdvsa. ■