Argentinos Juniors. Una pasión hecha cuento

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Federico Pogoriles

Definir la pasión, a priori, parece simple. Amor, locura, padecimiento. Se trata de una serie de sensaciones que a veces nos pesan como una mochila quizá demasiado grande para nuestras espaldas. Federico Pogoriles colocó en esa mochila sus cuentos, nacidos de la pasión y de los recuerdos que evoca su amado y, a veces, padecido Argentinos. No necesariamente tenemos que conocer o amar el fútbol, porque si bien recorre sus historias, podemos encontrarnos en cada una de ellas. Infancia, vínculos, recuerdos. La mochila de Federico tiene olor a fútbol, pero esencia humana, de todos, simple y universal.

Tricao

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Argentinos JunIORS Una pasión hecha cuento Federico Pogoriles nació en Capital Federal en 1980 y es socio de Argentinos desde los 10 años. Es abogado, periodista y trabaja como asesor en la Auditoría General de la Nación. Sus hobbies son el fútbol y la literatura deportiva. “Argentinos Juniors, una pasión hecha cuento”, es su primer libro.

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Argentinos JunIORS Una pasión

Federico Pogoriles



Argentinos Juniors una pasiรณn hecha cuento

Federico Pogoriles

Tricao

Laboratorio Editorial


Pogoriles, Federico Argentinos Juniors, una pasión hecha cuento / Federico Pogoriles. - 1a ed.Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Tricao Laboratorio Editorial, 2016. 70 p. ; 20 x 13 cm. ISBN 978-987-45837-3-4 1. Fútbol. I. Título. CDD A863 Fecha de catalogación: 11/07/2016

Diseño y armado: Tricao Laboratorio editorial, tricaolab@gmail.com © de los Textos: Federico Pogoriles fpogoriles@hotmail.com © de la edición: TricaoLab Arte de tapa: © Martín Arrua- Juan Pablo Di Noia

Impreso en Argentina Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723. Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total y/o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.


A Vicky, la enana mayor, por ser el motor de mi vida. A Martu, la enana menor, por ayudarme a recordar cada día la importancia de jugar sin perder la inocencia. A Benja, el enano nuevo, a quien no le va a quedar otra que seguir con el legado. A mi abuelo Raúl que me sigue guiando desde el cielo, y a la eterna abuela Elsa. A mi papá por enseñarme el valor de la lealtad. A mi mamá por todas las canchas, plazas y clubes de barrio a los que me acompañó cuando era chico. A mi hermano Emi por su audacia. A todos mis amigos. A la familia Di Noia por su ayuda con este libro y por todos estos años de amistad. A todos los hinchas de Argentinos. A todas aquellas personas con las que alguna vez compartí un partido de fútbol. A Darío, Kevin y Diego por estar siempre que se los necesita y a Tatiana Rayman, por la hermosa foto de las copas. A mis propios recuerdos de estos 36 años siguiendo a Argentinos.



PRÓLOGO POR MIGUEL ANGEL VICENTE

E

ste libro es como una mesa generosamente servida. Regada con el principal alimento de nuestras vidas: la emoción. En cada uno de sus cuentos, Federico toca esa cuerda emocional que va enlazando las distintas generaciones, y hasta revuelve nuestros sueños de la niñez: ¿Qué hincha de Argentinos no se sintió alguna vez un exitoso jugador de Primera y le explotó el corazón de orgullo cuando se puso por primera vez la camiseta? Esas historias de momentos inolvidables nos pertenecen y tenemos la fortuna de revivirlas en este libro. Una de ellas tiene que ver con el drama y la emoción de aquel triunfo frente a Independiente en La Paternal que fue el anticipo del último título conquistado de la mano del Bichi Borghi. Ese episodio quedó encapsulado en un cuento con un desenlace trágico que fue el disparador de emociones encontradas. Cada personaje que pinta Federico de cuerpo y alma puede ser uno de nosotros. O mejor dicho, es uno de nosotros, o de nuestros amigos o parientes a los que los guía el mismo sentimiento por Argentinos Juniors. De algunas de esas “locuras” que se cuentan en el libro fuimos protagonistas o percibimos que están tan cerca nuestro que conmueve leerlas. Nos sentimos identificados porque tienen la marca en el orillo de una pasión compartida. Argentinos Juniors. Una pasión hecha cuento | 7


Estas sabrosas historias con los reflejos de nuestra identidad, harán un recorrido con vibraciones por toda la geografía de nuestro cuerpo, pero no tengan dudas que quedarán prendidas para siempre en nuestro corazón.

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Mi club

O

ficialmente, mi club nació el quince de agosto de mil novecientos cuatro. Para mí, sin embargo, fue hace treinta y tres años, cuando me atraganté con un caramelo Media Hora que me había regalado un amiguito de la platea en un partido contra Huracán por el Metropolitano ochenta y cuatro. Este es mi primer recuerdo del club. Y cuando hablo del nacimiento de mi club, obviamente que no me refiero a la fecha en que los primeros fundadores se juntaron a firmar el acta inaugural, a comienzos del siglo pasado, ni cuando construyeron con esfuerzo la primera cancha y la cercaron con una lona. Argentinos, para mí, siempre fue un compilado de todos esos instantes que, por alguna razón que nunca lograré entender del todo, luego se fueron transformando en recuerdos. Algunos más tenues, otros más fuertes, pero todos relámpagos de conciencia dentro de un proceso vital. Con el paso del tiempo existen, naturalmente, otros recuerdos que se han ido diluyendo, pero no extinguiendo del todo. Tengo la certeza de que nunca podré librarme de mi club como mundo, como identidad, como universo, y que este siempre va a permanecer en mí. Porque cuando me atraganté con ese caramelo en la platea, vomité y vi a mi papá preocupado y enojado por primera vez. Aunque también, gracias a mi club, conocí otros sabores mucho más agradables. Por ejemplo, si me concentro bien, todavía puedo sentir el olor profundo a la vainilla de la torta que me hacía mi abuela para mis primeros cumpleaños, y que mi mamá siempre adornaba con jugadores de plástico pintados de rojo.

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Esos jugadores luego me servían para reproducir los partidos de mi club en una cancha de alfombra que improvisaba en la habitación donde dormía con mi hermano menor. En aquellos partidos silenciosos, donde Goyén, el arquero de ese entonces, era siempre la figura del partido y en los que Carlitos Ereros siempre hacía goles agónicos faltando un segundo para el horario de la cena, fue donde aprendí a editar la realidad, mi propia realidad. De alguna manera, ahora que lo pienso, aquella alfombra fue el primer lugar donde aprendí a mentirme a mí mismo y a protegerme de los demás. Allí, sobre esa alfombra, no había espacio para la sorpresa: Argentinos ganaba siempre. Por mi club descubrí en aquellos primeros años de vida mi gran pasión por atajar, por el arco. En el parque Rivadavia, los chicos que jugaban conmigo al fútbol nunca me conocieron como Federico, para ellos yo siempre fui “Goyén”. Por mi club, conocí el valor de la sorpresa en el cosquilleo agitado que sentía cada vez que había un gol y mi viejo me levantaba a upa para gritarlo sobre sus piernas (porque yo, en general a los cuatro o cinco años, siempre estaba distraído en la platea, recogiendo papeles del piso). Gracias a mi club conocí el miedo en carne propia a los diez años, cuando unos hinchas de Platense nos apedrearon el auto en el que íbamos a la cancha con mi tío. Al año siguiente, descubrí que no solo los nenes como yo teníamos miedo, sino que este era un sentimiento más común, expansible inclusive entre la gente grande. En la cancha de Boca se armó un revuelo en la popular visitante (en aquel entonces no íbamos a una bandeja separada de los locales) y los muchachos de la “Doce” comenzaron a cruzar la cancha por la tercera bandeja para venirse encima de nuestra gente. Allí descubrí la importancia que para los más grandes de la hinchada tenía custodiar la bandera de la mano ajena, y también descubrí cómo duele un piedrazo en la oreja. 12 | Federico Pogoriles


Seis años más tarde, en el secundario, conocí la impotencia que te produce irte al descenso, saberte descendido, tener que tolerar la cargada de todos mis compañeros del colegio, y fue en aquel entonces cuando empecé a pensar en el descenso como metáfora. En el ascenso del noventa y siete, cuando ya viajaba solo a todos lados, me hice muchos amigos gracias a mi club y me convertí en un cabulero empedernido, sobre todo en materia textil, vicio del que no pude curarme nunca y que he extendido a casi todos los órdenes de la vida. Gracias a mi club hice turismo aventura y conocí de la mano de mi viejo las calles de Lanús y Lomas de Zamora; como de la mano de mi tío, las playas de Copacabana y hasta los bares de Ipanema. Antes, a los siete años, había conocido el sabor de mi propia sangre una noche en cancha de Ferro en la que un defensor nuestro despejó con tanta violencia una pelota que pasó por arriba del alambrado de la platea y me dio de lleno en la cara. Gracias a mi club, también, conocí a primera novia un día de lluvia en la popular visitante de Velez. Y la provincia de Mendoza y su estadio Mundialista, donde obligados por las circunstancias económicas nos tuvimos que ir a jugar de local a comienzos de los noventa. En la popular de mi club, cuando tenía ocho, vi por primera vez a un hombre literalmente desnudo cuando uno de la hinchada se bajó los pantalones para mostrarle sus partes íntimas al público visitante. Y también vi por primera vez a un pibe aspirar cocaína sobre una tarjeta de plástico. Yendo a ver a mi club, un martes a la noche en Avellaneda, mi tío me dio sus primeros consejos en materia de seguridad. Me dijo que nunca dejara que dos hombres caminaran detrás de mí por más de veinte segundos. Desde ese consejo

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y ya más de grande me he vuelto un poco paranoico cuando camino solo por la calle a la noche. En dos mil diez, para devolverle al club todos estos recuerdos y enseñanzas, le prometí que si salíamos campeones me iba a convivir con quien desde ese momento se convirtió oficialmente en mi señora y con quien tengo dos hijos hermosos. Por mi club conocí el placer de vencer el pudor con un viejo amigo con el que estábamos medio enemistados por una chica, pero con el que terminamos abrazándonos eufóricos en el medio de una avalancha luego de un gol agónico a Platense en cancha de Atlanta. Por mi club conocí la sensación de injusticia y el odio que genera la discriminación una noche en la que el dueño de una pizzería de Flores me echó por gritarles en soledad un gol contra River. También descubrí, gracias a mi club, la importancia de decir siempre la verdad una tarde de noviembre del noventa y cinco en la que, “rateado” del colegio, las cámaras de TyC Sports me enfocaron en el medio de la popular durante un entretiempo con el que ocasionalmente se encontró mi mamá mientras hacía zapping con la televisión. Creo no equivocarme si digo que hoy, más de treinta años después del nacimiento de Argentinos, hubo en ese regalo desconsiderado de aquel niño algo parecido a la inocencia, al desinterés y a la bondad. Ese gesto terminó dándole un significado a todos esos recuerdos que vinieron después, los que en definitiva le otorgaron un sentido al partido más importante de todos: el de mi propia vida.

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(...) Extracto del libro Argentinos Jrs. Una pasión hecha cuento

Para conseguir el libro completo:

fpogoriles@hotmail.com Diseño de tapas, interiores e impresión:

Tricao Laboratorio Editorial tricaolab@gmail.com


Este libro se terminรณ de imprimir el 18 de julio de 2016 en los talleres de la Cooperativa de Trabajo Tricao Ltda. Laboratorio Editorial


Federico Pogoriles

Definir la pasión, a priori, parece simple. Amor, locura, padecimiento. Se trata de una serie de sensaciones que a veces nos pesan como una mochila quizá demasiado grande para nuestras espaldas. Federico Pogoriles colocó en esa mochila sus cuentos, nacidos de la pasión y de los recuerdos que evoca su amado y, a veces, padecido Argentinos. No necesariamente tenemos que conocer o amar el fútbol, porque si bien recorre sus historias, podemos encontrarnos en cada una de ellas. Infancia, vínculos, recuerdos. La mochila de Federico tiene olor a fútbol, pero esencia humana, de todos, simple y universal.

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Argentinos JunIORS Una pasión hecha cuento Federico Pogoriles nació en Capital Federal en 1980 y es socio de Argentinos desde los 10 años. Es abogado, periodista y trabaja como asesor en la Auditoría General de la Nación. Sus hobbies son el fútbol y la literatura deportiva. “Argentinos Juniors, una pasión hecha cuento”, es su primer libro.

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Definir la pasión, a priori, parece simple. Amor, locura, padecimiento. Se trata de una serie de sensaciones que a veces nos pesan como una mochila quizá demasiado grande para nuestras espaldas. Federico Pogoriles colocó en esa mochila sus cuentos, nacidos de la pasión y de los recuerdos que evoca su amado y, a veces, padecido Argentinos. No necesariamente tenemos que conocer o amar el fútbol, porque si bien recorre sus historias, podemos encontrarnos en cada una de ellas. Infancia, vínculos, recuerdos. La mochila de Federico tiene olor a fútbol, pero esencia humana, de todos, simple y universal.

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Argentinos JunIORS Una pasión hecha cuento Federico Pogoriles nació en Capital Federal en 1980 y es socio de Argentinos desde los 10 años. Es abogado, periodista y trabaja como asesor en la Auditoría General de la Nación. Sus hobbies son el fútbol y la literatura deportiva. “Argentinos Juniors, una pasión hecha cuento”, es su primer libro.

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