PRESENTE Desde sus comienzos, el Proyecto de Creación Literaria Salud a la Esponja, se ha propuesto como un espacio abierto para el encuentro y el diálogo de obras y autores que confluyen y enriquecen esta heredad lírica-visual, que ha ido creciendo, desde su primer intento (una plaquette de 60 ejemplares, fotocopiadas y auto-anilladas por un puñado de estudiantes universitarios) hasta ésta, su séptima edición (número seis desde que empezamos el conteo) en la cual, como verá el lector, podemos encontrar autores de diferentes latitudes del país que responden, así mismo, a etapas generacionales dispersas, por llamarlas así. El Proyecto, que nació como nacen las ideas que nunca se realizan: entre copas y la euforia de la amistad; ha encontrado a pulso un espacio que un nuevo caudal de voces han ido sosteniendo en cada versión. Y es esa su intención: sostener dicho espacio, crecerse en él, propagarse hasta que el fuego que lo anime lo auto-consuma y, entonces, dejar como testigo las cenizas de cuanta palabra haya alimentado el intento… porque la palabra prevalece el Presente, única realidad posible, poblando las nubes del futuro siempre ausente, hogar y sombra del verbo que Vibra y embriaga el cauce… Un ejercicio que nació, decía, hace ya más de una década y, en el cual, la incalculable obra y voluntad de autores como María de los Ángeles Martínez, María Paula Martínez, Juan Antonio Serrano, Luis Felipe Aguilar, Carlos Vascones y Sebastián Lazo, más los “visitantes” que han acompañado las distintas ediciones del proyecto, ha podido crear el espacio del cual hablamos como una posibilidad expuesta para la expresión independiente de esta nueva literatura, esta auténtica manera de leer el mundo y sus procesos. En esta década, codo a codo o, mejor, palabra a palabra, el Proyecto-revista ha conseguido hermanar –en silencio- quizá, a las voces que nos confían su palabra, a los artistas de la imagen que acompañan con su obra, al documento lanzado para futuros lectores de lo que este hoy depara para los buscadores del pasado en aquel mañana que siempre tiembla, y no por eso deja de ser. Nuestra infinita gratitud entonces a todos quienes han compartido el espacio, enriqueciendo cada edición; a la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay, que ha sabido acoger y auspiciar la impresión de las cuatro últimas ediciones; a Bernardo Zamora que las ha diseñado desde entonces y a la suerte de caminar y sortear este intervalo de silencio, palabra, silencio e imagen… a los amigos de siempre por, simplemente, el gusto de recordarnos cada cierto tiempo el continuar este ejercicio nuestro… Juan Carlos Astudillo S.
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Ernesto Carriøn LA MÁSCARA DEL EMPALADOR
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AQUÍ ME TIENES ENTONCES ANTE TI CON LOS MUÑONES COMPLETOS/ CON LA SONRISA AVANZANDO VERGONZOSAMENTE COMO UNA TORTUGA/ CON ESTOS MIEMBROS DESHECHOS COLGANDO INÚTILMENTE HACIA NINGÚN HORIZONTE HACIA NINGÚN MISTERIO SIN BRÚJULA SIN ROSA DE LOS VIENTOS pero hay que levantar la careta ponerse una cabeza por debajo y salir a la calle Prepararse como el poema desde la indecencia o el incendio a la formalidad A la estructura hay que levantar la careta rellenarla de besos por la mañana Abrazar a la esposa: esta mujer que escogí para sentirme vivo para saber que sigo tibio Echando espuma hay que levantar la careta reconocer los modales traficar con la fantasía Resignarse: vivir ese suicidio cotidiano repetirse: EL AMOR EXISTE EL AMOR EXISTE EL AMOR EXISTE EL AMOR EXISTE morderse el dedo índice con ganas cuando pretende rasgar a ratos el panel de la duda Preguntarse acaso si somos tan humanos Si ha valido la pena este viaje hacia nosotros mismos: esa mujer o madre degollada con un espejo de bronce sobre sus rodillas mientras se pinta el labio ahora el espectro de mi verdad acecha como un jaguar en cualquier desnudez roncando tras un cerebro
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ahora el espectro de mi verdad escapa de los armarios de los cencerros y dura a la intemperie de la luz y de la sombra ahora el espectro de mi verdad agita compulsa quiebra cada pequeña mariposa cada pequeña escalera donde mi corazón pueda dormirse donde mi corazón pretenda clavarse como un mapa ahora el espectro de mi verdad grieta las risas audaces tumba todas las casas y pone en trono al Señor más castigado: ese niño que soñando otro destino ha probado todos los venenos de los cuerpos Ha roído todas las palomas en un rincón de aire Ha masticado porque el azul sólo es azul cuando llovizna y se derrama la materia y entonces sí podemos vernos Como un cuadro de Munch podemos vernos Hasta los árboles entonces prefieren incendiarse a cobijarnos mi madre me había dicho: el mundo es bello Mi padre me había dicho: la tierra se trabaja el fruto es bello Mi hijo me había dicho: yo seré bello Pura irrealidad pero hay que levantar la careta ponerse una cabeza por debajo colgarse un cuello Salir a sacudir la longitud del cuerpo por todas las esquinas de este mundo Leer bien los letreros Abrir bien las carteras los corazones Pegarse un Sí sobre la frente como un Jesús de ceniza Desvelado evitar la caída o explicarla: a) yo soy un hombre que no es un hombre buscando la verdad en sus cajones de infancia En los primeros dibujos de horizontes En sus primeros juegos de baseball con los niños que cuidaban una araña en la mano como si fuese un sol
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b) yo soy un hombre que no es un hombre suelto bajo las prendas como un cuchillo Dispuesto a herir a los otros que se que mienten Dispuesto a asesinar para tranquilizar el ritmo tan limpio tan inhumano de nuestras cenizas que se mueven en círculos hasta palidecer la página Hasta escaparse PERO LA MATANZA ES MÁS HUMANA EN MI CABEZA repito: TODA MATANZA ES MÁS HUMANA EN LA CABEZA cuando hay fornicación hay casa limpia y plato servido en la más completa oscuridad Cuando hay fornicación hay amistad rencorosa y mis niños se pegan a mí se pegan a mí y no saben comportarse Cuando hay fornicación huyen de mí reflejadas en el semen todas las mujeres que amé festivamente hasta la caverna misma de la esencia Huye de mí la humildad sus tetas estrujadas sus tetas moreteadas como ciruelas Cuando hay fornicación huye de mí la desnudez de mi cuerpo y se posa un cadáver valiente un cadáver sublime que se ríe de tanta boca apresurada (entre un bosque de lápices y botellas vacías donde mi generación vuelve a orientarse Vuelve a rastrear su nervio) entonces ella gimiendo contra ella misma Muriendo contra ella misma Muriendo por su costado logra dormirse Y yo torno a esta guarida a este recinto cuarteado como una vaca enferma donde la lluvia se filtra y hay poca luz de luna y poca tinta regreso a la escritura A ese útero empeñado en disminuirse Regreso a casa pero a esta casa donde mi padre soy yo y mi madre yo Y nos parece insuficiente el presentimiento Regreso como una vaca enferma a los establos más blancos que el hospital más negro Regreso y no soy yo el que vuelve Al mismo tiempo que nunca he sido yo el que se marcha
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UN CABALLO INCOMPLETO QUE ACABA DE SALIR DEL TÚNEL DE LOS RETRATOS
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déjame mostrarte la mañana: el alambrado: una hilera de libros derribados y anclados por debajo de la almohada sin intención de viaje Los gallos dorándose las zarpas Puliéndose los falos contra el poniente Telas sacudiendo los pliegues de sus llamaradas sobre el sudor de las mangas Techos atornillados por millares de gusanos dispuestos en círculos Máquinas veloces Máquinas preparadas para la suspensión Flores aguardando como gallinazos entre hilachas de lluvia Fango Árboles cubriéndose el cutis con la obesidad de un rayo Cementerios de trapos Colores arruinados en la solemnidad del páramo Templos inyectados de ratas fregando la piedra Cartones tatuados -como todos los papeles- hacia esta herida Frutas estropeadas donde los mendigos soban la muerte hasta dejarla reposando en el vertedero Portátiles jardines Portátiles habitantes Portátiles comedores donde las señoras se acomodan el nylon Horas entregadas a chuparse los huesos a blanquear los relatos inútilmente Hijos rodando por las cordilleras como aguas fecales Como bayonetas croando llenas de moho Voluntades en venta Ríos y quemaduras definitivas Mar travestido y pintarrajeado trepando hacia la fundación de la tierra Llorando Plazas y plazas donde recordamos -por las tardes- la grapa del amor que hizo posible el espejo Hambrienta vigilancia Bienes garabateados Sólidos balcones donde el despojo se asoma y comparte el vértigo Miles de edificios forzando los patios Equipajes de arena Identidades a plazo El alambrado
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LOS DIARIOS SUMERGIDOS DE CALIBÁN (LIBRO II)
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Sobre una tabla se escribe el cuadro de pensar y allí se mueve un río. El río que se mueve sobre este cuadro de pensar arrastra rocas dudosamente agujereadas como pensamientos. Los pensamientos además dentro del cuadro de pensar se clavan a una tabla como estirando un río. Siempre en la noche es una tabla un río donde el horizonte dibuja un cuadro de pensar donde posar sus instrumentos. Los instrumentos, tales como reconocimiento, adivinación y glotonería, son ubicados en fila de cocuyos bajo el disfraz de la luna y su rímel barreteando este cielo sobre una estrella fugaz. Un cuadro de pensar también sería este hombre allí donde su vida es un río interminable e inconcluso golpeándose en la tabla amarilla de otra mañana de viento. Aquí hay una tabla de pensar y un hombre con todos los dientes afilados como una serie de semillas escondidas hacia el final de Bagdad en su cartera de vuelo. Su río de pensar desea derrochar todos los órganos cubiertos con las manos de nuestra sangre, clavado sobre el firmamento, aullando letras. Un hombre y una mujer se pudren en su columna vertebral como un amor pirata. Un cuadro de pensar desde hoy será colgado como una oración sobre el cielo y su monasterio de estrofas de humo negro. Allí se mueve un río: un habla como una tabla de salvación es lo que tengo.
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SI EL ESCRITOR PIERDE LA ÉTICA TODO QUEDA EN RABIETA Uno se da por vencido hasta volverse humano. Aplasta a un elefante: toca el poema. Blanquea la metafísica de un pulmón parqueado en un hollín de letras. Así he debido calentarme todo este entierro. Como las garras de una roja cebolla envuelta en los pañuelos de mi gran abuela. Así se cierra esta cadena de favores: un libro escrito por un gusano camina a ser carcomido, como una balsa de párpados disfrazados de rosas capilares, por centenares de gusanos forzados a respirar bajo una tierra asfixiante. Esto es Geometría, Circularidad peligrosa, y una Canción de amor soleada como la cabellera de un viejo rompeolas. Este es mi sitio: entre la vida privada y la vida privada de mi vida. Los años iban y venían, aún vienen y van los años, y fue imposible desaparecer nuestro nacimiento simulando un asalto sexual forjado por el polvo como una obra maestra. Yo enamorado de mi polvo, polvo me iba haciendo entre un escombro exótico de tráqueas saboreadas. Apenas me conocí tenía tantas ganas de escribir un libro sobre la vida, tantas ganas de narrar la vida artificial de mi inteligencia, que terminé escribiendo un libro sobre la muerte. Dios es transversal y transexual y el horror de mi escritura es la circularidad de su palabra que ya no puede mentirme, porque a mí me han descargado su leche los cientos de hombres que me habitan, y llevo la cara cortada como un piano floreciendo hacia la hoguera. Yo fui una canícula partida como una margarita sudando su tabaco y besando pronto. Madre, ¿no te dio pena habernos partido cuando apenas teníamos lengua para defendernos? Madre, ¿no te dio pena habernos partido cuando apenas teníamos lengua para defendernos? Uno se da por vencido hasta volverse humano. Aplasta a un elefante: toca el poema. Disculpa al Cromañón que lo arrincona. Envuelve con adornos su palabra. Escribe desde el cerco. (de los Duelos de una Cabeza sin Mundo)
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Carlos Vásconez
Como a Caronte, una moneda
Es sábado o domingo. Época de sequía, pero que a los niños nos gusta muchísimo, ya que las aguas no interrumpen nuestro gozo veraniego. Mamá está preparando la comida mientras papá trabaja de labriego en un sembrío que no germina ni una sola espiga buena. Me siento junto a ella y, embelesado, la miro hacer. Sus manos agrietadas, el pañuelo que rodea su cráneo, el delantal manchado, como un capirote de médico luego de una operación exitosa, su media sonrisa que me la dirige de rato en rato en procura de mi paz. Yo me restriego los ojos y los despojo de las hadas de la noche que son las legañas que no quieren desprenderse de nuestros sueños, y entonces recuerdo lo soñado. Una moneda, le digo, soñé que encontré una moneda en mi comida, mientras masticaba, y que con ella me compraba un helado. Ella está tan absorta en la preparación de nuestros alimentos que no sé bien si me escucha o no. Luego de unas horas, junto a mis hermanos, nos sentamos a la mesa, y, como no puede ser de otra manera, a la primera cucharada, emerge espléndida la moneda de bronce de entre las aguas sagradas del ensopado. Mi padre sonríe a mi madre y ella se limita a asentir con la cabeza.
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Lichtenberg a la décima potencia 1. Comerciaba con tinieblas en pequeña escala. Era un asesino más que un poeta. Y se sabe que los asesinos saben más de amor y de tinieblas que los poetas. Pero nuestros poetas tienen una enorme vocación de asesinos. 2. Un aforismo es una novela de una línea (Sukhorukov). 3. De su mujer tuvo un hijo que algunos querían considerar apócrifo. 4. Un tornillo sin principio. Eso es las llaves de San Pedro perdidas en algún lugar del suburbio del Imperio Romano. También, echarle abono a las plantas de los pies de alguien que no da pie con bola. 5. A Lichtenberg en Gotinga –de donde no se movió en 25 años– la idea de la muerte le obsesionó hasta tal punto que empezó a contar los entierros que veía desde su ventana. 6. Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar (Kafka). 7. La tendencia humana de interesarse en minucias ha conducido a grandes cosas. 8. Lo que siempre me ha gustado en el hombre es que, siendo capaz de construir Louvres, pirámides eternas y basílicas de San Pedro, pueda contemplar fascinado la celdilla de un panel de abejas, la concha de un caracol… 9. ¿Ha pescado usted algo? Nada más que un río. Acaso en ese diáfano río, cuyas aguas confluyen en la Estigia, esté ese manojo de llaves. Si alguien pesca tal llavero, se le suplica lo restituya al Papa reinante. 10. Quien tenga dos pares de pantalones, que venda uno y se compre un libro. O, mejor, un juego de pirotecnia, de esos ingeniosos, un juego de amor o de moral pirotécnica, de esos que siempre se quedan a medio arder, y quémelo antes que se encuentren esas llaves que San Pedro extravió, no vaya a ser que antes del amor o de la moral, se incluyan en la vida trances sobrenaturales que incluyan recorridos turísticos a través del cielo y del infierno.
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Problema de esperanto Ego estaba seguro que sabía todo. De haber cambiado su nombre al de Eco, quizá habría tenido razón.
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En el éter el anhelo
Mucho verbo por encargo, suavidades empalagosas, útiles para ablandar supermanes; encierro, desvestirse deprisa: la peladez de dos que empiezan a manosearse con ansiedad. Siluetismo en cueros. Se turnan el papel del mandamás y el del esclavo complaciente. Lengüetean aquí y allá y acullá, con calma y ahora sí las bajadas y las subidas con una muy precisa velocidad. Un besote en la boca sucia de tanta palabra abridora. Matiz perenne de burbujeo en todo el cuerpo que es dos. Indicaciones mímicas de que no es dolor sino placer. Buen ritmo y continúa el juego sublime del beso en la boca. Un “estire inconsecuente” para no echarse a perder; ningún aumento de gozo, sino pura duración. Él cierra los ojos. Ella embrujadora y toda cadenciosa. Él ni de chiste abre los ojos. Besar pecaminoso por doble: beso que abre la boca del ex adinerado, mano de uñas repintadas que hurga la encuerada billetera del pantalón estratégicamente apostado por ella al pie de la cama. Magma de entrecruzamiento salvaje, extasiado. Deviene el alud casi como un mundo ajeno que aplasta a éste. El pecador queda exangüe y la odalisca se viste cuanto antes. Él todavía tembloroso, extiende un quedo “gracias”; ella se escabulle, en tanto alisa su pelo, hasta él con la mano cóncava cual mendigo. Al acceder al severo ámbito oscuro de su billetera, no da con billete alguno. El cliente anonadado busca incansable. No sabe qué hechicero ha desaparecido su dinero. Ella lo mira, socarrona. “Traía en la cartera más de mil”, jura en vano. “Es una maldición diabólica: ¡ni un quinto!” Candor de mojarra que cae en una red si no amable sí sutil. “¿Y ahora, grandullón?”, pregunta la mujer. “Tendrás que pagarme de alguna manera”. El gozo inefable trasminado lo allana. Con hervor sexual, la concubina cobra la deuda: se desviste nuevamente ante el abatido que por saber qué hacer no sabe cómo hacerlo de nuevo. “Hete aquí, capricho”, se dice, sintiéndose celosa, la doblemente ladrona.
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Pan No había pan en casa. El niño lloraba desesperado al pensar que su madre a la vez desesperada no hallaba forma de conseguir pan. El hermoso rostro de la madre brillaba aún con la juventud aquella noche en que lo cogía de las manos con tanto cariño e intentaba hacer que cesaran sus lágrimas. El niño habría preferido saborear su calmante deleite y no molestar a su madre. Su cólera habría sido menos triste para él que aquella triste dulzura. Con una mano impía acababa de trazar en el alma de su madre una primera arruga y pintarle un primer cabello blanco. Esa idea intensificó el sollozo desesperado del niño, en tanto su madre intentaba contener las lágrimas y volverse pan.
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Delaura Paz 404 Error. The file trying to be accesed does not exist. Que no quede huella que no que no que no quede huella Lágrimas: la expresión mojada de que me amas Dead end En el lado izquierdo de los nacimientos no hay luz Delete No hay nacimiento sin sacrificios La verdad deja de jugar a las muñecas Las muñecas lloran en el estante donde las abraza el polvo Y los niños que no expanden sus pulmones se van al cielo En unos minutos en una sala de espera todo habrá acabado Delete
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TSUNAMI CON CANDADO
Sonaron las campanadas y desapareció el vestido, había calzado zapatos de cristal que se rompieron y cortaron mis dedos. Quise acariciarte todos los sentidos y sangraste. Olvido cosas todo el tiempo contigo, incluso el instinto de conservación. Nos fuimos a beber dagas a la habitación y Satanás nos observaba desde el corredor. Se paró mi corazón tres veces y casi pierdo en un hoyo negro mi última bola de golf. Iba a ganar un campeonato y me lesioné. A la banca, al llanto, a la tos y a la densa niebla en la carretera. Te llenaste de terror. Esto puede acabar en muerte. Auxilio. Podríamos jugar a esto dejando en claro que es un juego con un animal, pregunto?
LE FREAK
Tenía 8 brazos, 3 cabezas y la energía de un huracán cuando nací. Pasando el desierto, el bosque de los espejos y el pueblo de los egogramas encontré una puerta rodeada de flores carnívoras. Me quedaron: 2 brazos, 1 cabeza y casi sin aliento y aterrorizada llegué a la puerta que tenía una inscripción en el ojo de la cerradura: ENTRA.
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COPAS Y ROPAS
Desaprender a vivir. Dejar las costumbres/los lamentos que nos hicieron y las pieles que nos pusimos para escondernos. Sin dinero para pagar por la muerte enterrar los cuchillos y sacar el espejo. Dónde te escondes niño? es hora del baño, es hora de comer, es hora de beber sin burbujas que te hagan creer. A la hora de dormir no hay trofeos para los perros.
PMS TO THE FUTURE
Creo que percibo el olor de la sangre subiendo hasta mi nariz, susurrando una promesa milagrosa de un no nacido. El amor no crea, abraza. Mi mamá me mima. Mima, algún día entendiste el impar de mis lágrimas? No hubo amor que llenara mis preguntas. Me sentía sordomuda. Lo siento. No eras mi madre. Eras el amor que me trajo al mundo. Eras. Soy ahora el parto de mis caderas. Siento que voy a morirme de dolor, siento que voy a salir por un túnel - y a ver - y a oír - a mi madre por primera vez. Yo.
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YA NADA ES IGUAL
Tus palabras - el filo - el papel - hicieron sangrar las flores tapiz – pared - se despega de. Una habitación vacía. Nadie – real - Tú y Yo - respiramos.
La Moda vs. La Moda se desactualiza dentro del invernadero y te veo a través del cristal sin poderte tocar. No recuerdo quién era cuando comía caramelos y me ruborizaba las mejillas para el panal que me daba empacho y me hacía llorar.
Extraño tus brazos apretándome para que no vaya a desaparecer, extraño la timidez de tu cuello y el nacimiento de tu pelo, extraño tu voz juntándose con la mía, los besos que me doy cuando te beso, las noches de furor. Extraño.
El limbo se tragó las sombras. 1na a 1na x 3lunas. Estaba escrito: esperar que amanezca despejado cuando el vacío salte de lugar.
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FLASH MEMORY
(BEFORE THE JOURNEY: EAGLES en el palomar) On a dark desert highway, cool wind in my hair Soy claustrofóbica Claustrofóbica Soy claustrofóbica Claustrofóbica Soy claustrofóbica Claustrofóbica Soy claustrofóbica Claustrofóbica Soy claustrofóbica Claustrofóbica La vida al ritmo del corazón corre y se detiene con un entremés de vértigo. Dios/Dios. Somos seres contradictorios todo el tiempo. Al mismo ritmo a ratos y con el mismo vértigo todo el tiempo. Todo esta en nuestra mente escribiendo cuentos. Vi paredes de mariposas puedo jurarlo. No hay nada atrás y nadie se queda contigo. Nos encontramos otra vez? Do you want to go to heaven? Breaking up making up Breaking up making up Breaking up making up Breaking up making up Breaking up making up Más corre el Diablo por miedo que por Diablo-jurado por Diosito Santo. Revisé mis plantas al llegar a casa y anoche respiré el aire de mi cuarto y en mi cuarto me metí dentro de mi caracol@ Ayúdame Big Bang voy a volar el Empire State junto con King Kong y su rubia tonta – va de retro con los líos conyugales. Demos un paseo por los días soleados y guardemos la furia para la pasión. Sex -not Lies- and Videotape: Please Record. No FastForward No Rewind. Play-boy. Dios te salve Maria Dios te salve Maria Dios te salve Maria Dios te salve Maria Dios te salve Maria
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Tengo una muñeca vestida de azul zapatitos blancos delantal de tul>la saqué a paseo se me constipó>la llevé a la cama con mucho dolor. Palabras sucias sobre algodón de azúcar Monsieur/Madame DINNER is served. Lávate los dientes y el ombligo o te crecerán algodones haz lo que dijo el doctor y no le eches la culpa a la mala leche del vecino. Cásate conmigo- DIN DON- Ese cuento ya lo he oído y termina con un calvario entre frutas confitadas y pan de dulce. COF COF! La fantasía imita a la realidad o viceversa. Sólo puedo moverme sin vallas, lo siento, voy, no me detengo y a ratos me pierdo mirando la lluvia de meteoritos del universo. Será por eso que se pone tan negro o tan blanco (o son explosiones?) MI AMOR TE AMO. Explosión! En tu vientre. JESÚS! Dios te salve María. Si llena eres de gracia, qué hacemos? Dios nos libre de rogar por más. Dios nos libre de rogar por más. Dios nos libre de rogar por más. Dios nos libre de rogar por más. Dios nos libre de rogar por más. MAS MAS MAS MAS MAS Me has visto llorar me has visto llorar como el coro de una canción de SALSA iluminado en la TV un concierto en Roma ardiendo con MADONNA > Papa Don’t Preach en el origen del Fashion PUNK< Kissing> a MATERIAL GIRL backstage. Iba echando rosas al piso y agudizando el olfato para descifrar la combinación de ese atractivo olor > Voy a hacer miles cuando lo convierta en perfume. HAWAI 5-0 Pónte 11 Varón. Aprende a jugar 40. Casualmente traigo un set de cartas. Juegas? Apuestas? No hay manera de perder estamos coordinad@s para ganar al mismo tiempo. Aguanta. Sostén el As. El mío es de brillo. En sus marcas. MEAMAS MeAMASmeAmasmeamasMeamasMEMEMEMEMEMEMEMEMEMEMEMEMMEMMEMEMEME MEMEMEEMEMEMEMEMEMEMEMEMEMEMEM. Se rayó el disco pequeño demonio.Se rayó. ME ME ME ME MEMEMEMEMEMEMEMEMEMEMEMEME. Quedé sorda un poco muda un poco tonta un poco más tonta. Dios te salve Maria Dios te salve Maria
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Dios te salve Maria Dios te salve Maria Llena ERES de GRACIA y Bendito es el fruto de tu vientre) Jesús! Dios te salve MariaConcepción. Fuimos al KARAOKE y pusieron nuestra canción. Bebimos unas copas. Hubo un vacío, no había ratas. Se encendió la alarma, no era del auto. Tenemos prisa, demasiada. Dos copas más. Voy a tomar el número del Bartender. Pisaste el acelerador, has lastimado las ruedas has dejado detrás de ti polvo cubriéndome por completo 2 y DOS son 4 y CUATRO y DOS son 6.9. Marca el dial. Perfecta emisora radial. WTF? Entre las dos iglesias una romana y otra pagana, en fin, centros recreacionales del espíritu de la ficción normada de la la la la la Mejor busco en WIKIPEDIA, seguro digo guevadas. AH OH! CORRECTO. Ahí lo explica. IMPORTA? Claro! Siempre hay que saber. Pregúuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuntame Shrek. No eres un ogro verdad? Lo sabía, te gusta el Halloween. Sal de ahí niño es hora de volver a casa. Te bañé me bañaste compartimos sudor compartimos amor jugamos jugamos lloramos lloramos. Ya no me meto contigo es un Lupita D’Alessio old fashion hagámosle a LA LUPITA COVER EL PRÍNCIPE DE LA CANCIÓN . Marca el dial de la perfecta emisora radial y vamos a dar un paseo. After PARTY Rompí el vaso de la última gota que derramó el vaso. Lo siento. Vaso NUEVO. Lo siento era tu preferido, también me gustaba pero me dio rabia. Me perdí en el medio sin moverme dos segundos y me desconecté. CLOSE SESSION CLOSE ACCOUNT I HATE THIS SERVICE! Ya no creo. Ya no creo. Ya no creo. AMOR no se escribe con letras no hace dieta COME no engorda CORRE. No más pesadilla tengo una resbaladilla por compartir dentro de un auto deportivo para 2. NO CHICKEN. I’m vegetarian.
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Josué Baquero 3 impresiones de un discurso fragmentado (Charles Manson) [1] I’m nobody después de reconocerme en todos mis gestos I’m a hubble después de hacer todas las caminatas posibles I’m all the broken mailboxes. my own cigarettes dropped away in a sink después de recitar una tragedia soy cada voz errática que ronda mi cuarto en Arlés. la carne molida que cae de mi boca when I understand the rhythm of the night in each broken leaf under my boot in each beating above my head antes de que la mañana me cocine los ojos y arruine mi autorretrato. I’m a tramp a bump homeless without eyes an street racer if you get too close to me [2] I’m the king, man. I’m the stockbroker of the underworld, guy. tengo las esquinas de mi habitación y su necesidad de llenarse con mi sombra: es mío cada espacio vacío y su eco el sonido del metal transformándose con cada uno de mis gritos. I don’t break the law, fella. I can’t break it… cause I am the law. y soy lo que se hicieron a ustedes mismos soy el castigo ejemplar su saliva a long speech before shoot them (Ezequiel, 25-17)1 1 Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) presente / salud a la esponja No. 6 / proyecto de creación literaria
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soy la sístole que irriga las calles: la pureza de sus neones el misterio de todas esas luces de tungsteno. money? I don’t need money, bro. I make the money. soy death valley el calor del desierto el sonido de mi cascabel a la sombra de un cactus y sin embargo el poder de no matar cause I don’t need it soy una prostituta de diecisiete años y también su hermana. las secciones más entretenidas de la biblia. mi compañero de celda y ahora su ausencia. you put me in a dark and solitaire cell and to you that’s the end to me is beginning is a universe in there I have a world in that. I’m free. [3] - -
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imagino un lugar donde las mujeres todavía llevan agua en cántaros y no usan maquillaje huelen a mañana. pienso en ese lugar donde las mujeres guardan silencio you know do what suppose to do. no, no tiene nada que ver con dinero. no se trata de que me temas. no tiene que ver con lo que se puede decir en voz baja. olvídate de que esto se relaciona con la oscuridad… esto se escapa de tus manos de las de cualquiera. this is blood for blood and by the gallon. these are the old days the bad days the all-or-nothing days. they’re back! 2 mother?, man, I AM my mother.
2 Sin City (Robert Rodriguez, 2005)
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reimpresiones de una mujer pop [1] no dices que sea lo mismo sólo que se siente igual al revés o al derecho. y cada mañana cantas la misma canción y yo le pregunto a mis manos si eres la misma si en la madrugada no me olvidé alguna parte de ti en alguna sucia región de mi sueño si no dejé tu encanto bajo algún tapete si olvidé tus ojos colgando del dintel de mi apartamento si no te bebí entre tanta lluvia si no te inventé entre tantos bares -en el fondo de algún vaso flameadosi eres el espejo donde inhalé todo mi sueño si no eres el cigarrillo que fumé después de acostarme contigo si así es como debes oler en mis manos por la mañana si no eres sólo una figura más de otro collage si en realidad no eres tú quien sostiene el chupete POP en lugar de ese hombre monocromático si eres tú esa mujer que escucha la radio1 esa mujer que puede ser igual ella o cualquiera. [2] lamo todo el tono de su cuerpo. para el amanecer es solo una figura gris sentada al borde de mi cama. se repasa las uñas con una lima Revlon y empiezo a leer en ella la ciudad cada una de sus2 vallas. se me antoja una sopa de tomate fumar un cigarrillo que se consuma con el fuego de la tarde llenar las paredes de nuestra habitación con su silueta tapizar los baños de sus bares con nuestro encuentro serigrafiado. le apuesto todo al número 2. apostar al final es la forma más entretenida de comprar. compro porque es más americano que pensar y
1 Just What Is It that Makes Today’s Homes So Different, So Appealing? (Richard Hamilton, 1956). 2 su (en itálicas) es el posesivo de Ciudad; en tanto que su (en tipografía normal) es el posesivo de la Mujer.
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yo soy el colmo de lo americano3. soy -también- su color recorriéndome lo espeso de su saliva por las mañanas lo salino del sudor de sus axilas lo (in)útil de ensoñarse en una ciudad llena de ventanales que reproducen cada calle cada rostro cada rastro de la caminata de esta mujer que ha olvidado sus vestidos floreados. -se siente su tacón de aguja pisando el borde del silencio para evitar toda pausa-. escapo excreto bebo me deshago cada noche en sus regazos.
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<<comprar es mucho más americano que pensar, y yo soy el colmo de lo americano>> (Andy Warhol).
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Juan Antonio Serrano Road Trip I
Son las noches y los silencios los que guían a que la memoria olvide. los pasos ausentes, la niebla en la ciudad. Por otro lado, son los susurros en los sueños los que guían a que la memoria recuerde, un vodka, una caminata solitaria, el amanecer. ...Y vamos todos sin frenos por una carretera inexistente, sorteando piedras, lamentos y euforias, mirando cómo aparecen, de repente, en medio de la niebla, las montañas iluminadas, las gotas de lluvia, perros sin cadenas, niños sonrientes que saludan al pasar. La memoria es un atardecer en un horizonte lejano, los susurros son gritos. La música dura lo que dura fumar un cigarrillo, luego viene el silencio. Así vamos, hambrientos de ausencias, contentos con los pasos inexistentes, sonriendo con las sombras que desaparecen y vuelven a aparecer. ...Un viaje simple, un paso es para llenarnos de ausencia, otro es para vaciarnos de olvido. presente / salud a la esponja No. 6 / proyecto de creación literaria
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Marialuz Albuja Bayas El frío me araña los huesos. Padre, me has desterrado. Voy en busca de un lugar para quedarme y sólo me encuentro con las colinas donde se eleva tu casa en el horizonte. No sabes que ya no soy yo, que hace tiempo me dejé esperando un tren que jamás llegaría, que una tarde me abandoné en un mercado repleto de gente mientras mi boca se perdía en las delicias de la fruta. Ahora tú me echas. Pero no sabes que ya no soy yo que hace tiempo me abalancé bajo las ruedas de un coche que una mañana desperté en otra tierra y sólo volvió mi vacío. A veces me espanta la noción de mi cuerpo llamándome desde ese lugar al que no tengo acceso. Sin embargo pueden ser bellos el destierro y el abandono como lo son las gotas de sangre en el cristal destrozado por un puño. Como lo es mi dolor brillando en la oscuridad. Él será la tierra ambulante que habrá de sacarme a flote cuando todo lo demás comience a hundirse.
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Me has desterrado, padre. Tal vez sea justo. Pero hace tiempo que ya no me importa saberlo. Esta es la casa del padre donde partimos el pan después de su regreso. La casa del padre en la cima de una colina que el viento se come poco a poco. La casa del padre bajo un cielo sin nubes. El padre que abandonó y que hoy alarga sus brazos por encima de los montes que nos separan. El padre que ahora vuelve renovado como quien regresa de otra tierra para convertirse en dios. El padre que no parece padre porque las aguas de cientos de ríos han acariciado sus manos y han sido degustadas por su boca. Aguas doradas dirigidas por el sol en su travesía hacia la muerte. Aguas que de tan claras se olvidaron de su condición para ser cielo o espejismo de la arena.
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Esta es la casa que no tuvimos. La casa de los sueños tardíos donde los nevados acarician la garganta que despierta y las estrellas se reflejan en los ojos del que duerme. La casa donde no hemos cosechado porque no sembramos y donde pese a ello creemos pertenecer. Esta es la casa del padre. Aquí habremos de llamarnos hijos suyos. Aquí habremos de volver cuando podamos mirarla desde la distancia y sobresalga en el perfil de la montaña como el único refugio en esta tierra erosionada. Seremos caminantes de eternas Comalas. Llamaremos en la madrugada con la clave que nos heredó. Responderemos al sonido de su lengua. Esta es la casa del padre donde partimos el pan después de su regreso. Donde lo saboreamos por primera vez y por primera vez queremos que así sea.
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Les temo a las palabras porque no me sirven porque ignoro de sus intenciones lo voraz lo prematuro. Porque me niego a suplicarles y soy, sin embargo, la esclava que les besa las sandalias. Le temo a la llegada del poema porque viene rodeado de ausencia porque sus bordes quebradizos amenazan con desaparecer entre mis manos porque si lo miro a la cara se deshoja. ¿Qué hiciste, madre, para llenarme de palabras? ¿Por qué ya no es posible el silencio? Le temo al cuerpo que no entiende lo que digo a su lenguaje atroz le tengo miedo. A la amenaza persistente de una muerte que no me abandona: pájaro revoloteando alrededor de las naranjas de la carne hermosa golondrina que endulzará su lengua con mi néctar.
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Mi cuerpo se parece al tuyo, madre. Pero siempre seré hija para ti. La hija mayor. Primera en desgarrarte y en dejarte nido abandonado a medianoche descanso en el enorme graderío que no termina que no calla que no escribo. Le temo al final del poema a la súbita desdicha en sus ojos a los vacíos que lo perforan como balas atravesadas en un tronco a punto de caer a las imágenes mudas que aprietan su cuello y pululan en mi entorno que no logra desprenderse de ellas. Le temo, madre, a tu angustia y a las palabras que me enseñaste porque no son las que quiero.
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Pude haber sido Ulises Helena Juan Bautista. O esa mujer que baja despacito abrazada a la canasta de penas. O el payaso trapecista con su caja de sorpresas. O una loca de atar. O un astillero. O la Línea Equinoccial. O algún planeta… Pero me fue dado ser yo y me estoy convirtiendo en serpiente.
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Fantasma que me acaricias la cara y te vas. Esta noche no huyas de mí. No te lleves el cuerpo que ansía la brevedad la ligera noción de tu carne. Déjame lo que me pertenece la desnuda manzana en que habito la piel que perdida en el aire desea arrastrarse y al fin existir.
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Juan Carlos Astudillo S.
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un libro de ensayos de sarduy, una minúscula antología de goytisolo, un manual extenso del temporal de acuario, un pincel lanzado de sancho preso en la venta, un doble disco, extraño, monumental, de merredith monk, una querencia derretida de michaux, una prenda suelta y gris junto al reflejo del polvo, su funda y sorbete derramados sobre un par de lentes bajo el furor helado de la lámpara de hierro y cristal. un teléfono dormido, un mail abortivo, una estela de otros gritos, revistas, zapatillas, comentarios, pensamientos, diluciones y un espacio que crece así de grande para cuanto encuentro poblando el espacio vacío que dejó tu luz de vela de cumpleaños, de luciérnaga errante, de bengala en niebla y bosque quieto, encajonado. el aluminio debería ser tu color, digo, todo reflejo te convence. ¿viste cómo ahora no sabes nada de lo que soy, ni entiendes nada de lo que digo?
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1. te tengo una palabra lograda en paciencia y un cuenco y un aroma y una piedra que es puerta y nos mira desde dentro la montaña. una sonrisa hacia el sur te tengo y duermo en cuanto brillas y luces y lluvias y apagas con un guiño el candil que asiste las distancias… tiempo de verte y deletrearnos la espuma del brazo que llevo a tientas, poncho y ceniza del maíz con punto ciego bajo el ala quebrada del silencio. (mi mujer es un comienzo cadencioso que titila y hace sombra y continúa el ceño al mar. mi mujer camina y se aconseja aunque no escucha sus otredades como quien se pinta el rostro y el pálpito… mi mujer amiga me observa temblarla alguna noche por encima del respiro que tiento por asirla… mi mujer camina, cae, olvida, se va… amiga ausente triste canto y austera libertad.
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casi te pierdo y ciego solo las montañas, frías. casi te vas doblando las hojas sobre su en vez. casi adiós, querido muerto, casi el llanto atado a un cordel alrededor de la infancia. casi espejo, estacionario, casi mudo…
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4. todos los canales del vac铆o se encienden en un mismo estertor anaranjado. una puerta como piedra dibuja su atenci贸n: firmeza de canto rodado y ma帽ana de ruido y camino. una sombra me ahueca el silencio en que transita la urbe cuando la veo trisarse los arcos del destiempo y la memoria.
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la vida es una cuerda que exhala cada paso al extenderse, debilidad que consume su extensión, destello entre mares de destellos impresos sobre mi voz anciana que se desprecia, río múltiple y dirección… (cuando tenga tantos años habré perdido otros más...) similitud de intento mis parias acojinados, regocijo de virtud y distancia asumida, arropada, habidos todos de misterios y cosas que jamás nadie sabrá, aunque todos sepamos bien… (tonalidad nocturna de la ciudad abajo, a penas entre nubes cenicientas abortos febriles de antaño y ancestros parajes…) una olla nos cerca, la he visto… cuando el sol se aleja, dicen, se prende ese candil de voces a tientas sin saberlo. como si fuera diferencia. (otra rugosidad y podría despreciar el aliento que florece musgos, otra niebla…) mi palabra abre silencios en medio del bosque; aunque, lo presiento, pierdo una noción importante, esquiva, y roso el fango con labios para tentar el paso de cualquier andante. (las voces acompañan, me diré, que son ruidos, ruidos que aparecen en vigilia, en soledad y en compañía…)
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6. si te digo una palabra que cae y rueda tu cintura es porque el mundo me sabe en ti... a cuentagotas.
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Luis Felipe Aguilar Buenas noches mi niño Siento en la mejilla la mano de mamá, sus dedos que apartan mi cabello, la caricia de sus ojos que me quieren y su voz que me pide dar las buenas noches a las personas y a las cosas para que éstas, al igual que yo, descansen y sueñen. -
Buenas noches mamá, buenas noches hermano, buenas noches casa, buenas noches pelota, buenas noches almohada, buenas noches luz. Digo clavando mis ojos de niño en sus ojos afligidos.
Creo que mamá es la mujer la mujer más triste del mundo y que cada vez que me arropa deja en el aire de la oscuridad de mi cuarto un olor a lágrimas que se me mete en el cuerpo y que me hace desear que ya amanezca. Esta noche no es distinta a otras, estando solo en mi cuarto acordándome de un cuento que mi hermano mayor me ha leído, comienzo a divagar medio escuchando todavía un balbuceo en el fondo que él y mamá producen con un tono de angustia. De seguro hablan sobre mí. Cierro los ojos y me imagino en una carrera increíble en la que soy el más rápido a través de un bosque, hasta que de la nada surge en mi pecho un sobresalto. Se trata del recuerdo de mi padre con una camisa azul que aparece en mi cabeza. Es el reflejo, que mi hermano dice que
tengo, que evita mis pesadillas. Inmediatamente, gracias a esa protección, comienzo a soñar. Al día siguiente, en el desayuno, pese a todas mis ganas, no cuento que he soñado en la cabaña, en mí y en mi madre. En ella sobre todo, que repetía mientras limpiaba, al igual que ahora mismo “que el día que regrese tu papá iremos al cine y veremos las películas que nos tiene ofrecidas.” Veo entonces a mi hermano que inclina la cabeza, come y masculla sonriendo: –no creo que vuelva. Y sus palabras me asustan tanto que comienzo a lloriquear aterrado. Mi madre lo ve con esos ojos enrojecidos de tantas noches presagiando desde su cama los pasos que se acercan a la puerta de casa y que, con el inconfundible sonido del peso de mi padre deberían entrar por el corredor de la sala y dirigirse a nuestro cuarto para abrazarnos y llamar desde ahí a mamá que, precisamente en esa noche que anhela, se ha quedado dormida. Ya lloro sin freno y con miedo para cuando ella se decide a extender sus brazos incomparables que me envuelven y me acercan al olor de sus pechos, en donde, la cadencia que sólo los dos conocemos, me traga hasta ser parte de ella. No hay nada más bonito en el mundo que sentirme así, tan suyo. Por eso, desde ese rincón en donde no existo, dejo de escuchar la discusión que han iniciado y mis lágrimas retroceden con una calma que se apropia de mí, de forma tal, que olvido la pavura en las palabras de mi hermano. Sin embargo, al separarme, las cosas
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no han cambiado, incluso son peores. Mi madre nos dice que ha resuelto que volvamos a la cabaña. Yo sé que volver significa acordarme y además soportar las guasadas estúpidas de mi hermano, al que quiero, pero a quien no puedo creer nada de lo que me cuenta ni lo que me pregunta. - ¿Acaso no recuerdas que cuando mamá nos fue a recoger de la cabaña, yo miraba al suelo y permanecía callado, como esperando que ella lo descubra todo? Me dijo, ese mismo día, en la cocina mientras me servía la merienda que mamá dejó lista. - Tú le dijiste lo que ella necesitaba oír. Le diste todas las explicaciones de esa noche. Le contaste que él había estado bebiendo y que amenazó con dejarnos y que en la mañana, sin tomar ni siquiera una de sus camisas, se marchó despidiéndose únicamente de ti porque, a diferencia de nosotros, a ti no te tiene asco ni te odia. ¿Recuerdas que ella nos abrazó y que así lloramos los tres en medio de esa noche? Él no puede creer que no me acuerde. Al final, me abrazó pidiéndome que no le cuente a mamá lo que me preguntó. Además, me dijo que tengo mucha suerte por haber olvidado. Al día siguiente, los dos estuvimos en silencio durante el viaje mientras mi madre cantaba al conducir. Al llegar a la cabaña en la noche los tres estábamos muy cansados y sin embargo eso no impidió que ella, con una alegría que no habíamos visto en mucho tiempo, preparase la cena. Yo me esforzaba por escuchar al bosque. Al oírlo recordé que ese día alguien dijo mi nombre. Creo que fue papá, aunque tal vez fue mi hermano, no lo sé. Lo
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que sí recuerdo, sin duda, es que en algún momento los tres gritábamos. En la cena es imposible no notar que mamá se ha puesto muy guapa usando una falda de color verde y una blusa blanca que hacen juego. Es ropa que no conozco. Nos sirve de comer papas fritas, ensalada y una carne deliciosa que devoramos. Ella nos admira en silencio hasta que anuncia que no puede guardar el secreto. Nos avisa que ha hablado con papá por teléfono y que él le ha pedido perdón y que además vendrá a la cabaña el día de mañana al final de la tarde. No sé qué cara pongo pero mi hermano está tan pálido que le traslucen las venas por todo su rostro, mientras poco a poco de su boca parece surgir una arcada que pretende materializarse encima de la mesa. Mamá le da agua y lo abraza, tal como hizo conmigo el día anterior. Solo que él, después de unos segundos se separa de ella gritando que ya no es un niño. Su dedo además en ese momento me señala al tiempo que dice: - Y él tampoco, él ya no necesita que lo arropes. Al final, grita que es mentira el regreso de nuestro padre. Esa noche, mucho después de que susurrara las buenas noches a mi familia y a las cosas, sentí cómo alguien salió de la cabaña. Quise esperar el regreso de esa persona pero debí dormirme. La noche se acabó en un ratito. Enseguida sentí la luz de la mañana y los pasos de mamá en la cocina. Cuando salí a la sala envuelto en una cobija, la vi con la misma cara de felicidad del día anterior y esta vez sí me contagió su alegría porque afuera de la puerta estaban los pasos de papá y la forma
inconfundible de limpiar sus zapatos en el felpudo. Ella se abalanzó hacia la puerta. Su sonrisa esperanzada se borró cuando vio la cara sucia de mi hermano. - He pasado la noche buscando a papá, dijo él, sin esperar el reclamo de mamá. Ella, sin embargo no lo reprendió, se limitó a decir que no era necesario que hiciera eso. - Él llegará, sentenció. Durante todo el día quise preguntarle a mi hermano si lo encontró. Sin embargo no lo hice, porque sabía que su respuesta me asustaría. Mamá se vistió con un vestido escotado con flores rojas estampadas. Alistó, además, unos zapatos de tacón y anunció que se los pondría apenas termináramos el almuerzo, como efectivamente lo hizo. Estaba preciosa. Brillaban además los aretes de perlas que papá le regaló en un viaje que hicieron antes de que yo naciera y del cual mi hermano sólo tenía por recuerdo unas viejas fotos en las que él era casi tan pequeño como lo soy yo ahora. Mi hermano, convencido por mi madre se vistió con una camisa blanca y un pantalón negro que lo hacían ver más serio. -
Ya eres un hombre. Le dijo mi madre. Como queriendo disculparse por su discusión anterior.
A mí, ella me dio para vestirme un suéter azul con un dibujo en el pecho de un elefantito con un balón que no me gustó, porque parecía para un niño menor. Conmigo ella dejó clara su preferencia. -
Tú serás mi niño para siempre.
Horas más tarde, no obstante el peligro de manchar la ropa nueva, mamá nos dejó salir al bosque, advirtiéndonos que volviéramos antes del atardecer para recibir a papá. Al primer paso en el bosque, mi hermano me pidió que fuéramos al sitio donde habíamos dejado a nuestro padre. Yo no recordaba dónde era eso, ni lo que él me decía que yo hice. Creía que sus bromas eran las de un loco. – Acuérdate, tú tenías el hacha – comenzó a decirme cuando me tomó de la mano y me arrastró a través del bosque. Un par de cientos de metros atrás de la cabaña, dos grandes árboles de pino rodeados de acacias marcaban, según mi hermano, el sitio donde estaba papá. - Ayer no pude ver lo que hacía, me dijo, pero al amanecer me fijé en el lugar. Recordé que tú señalaste la hondura en la tierra tras estos árboles y que me hiciste notar que si lo colocábamos ahí trabajaríamos menos. Tomó en ese momento mi hermano la pala que había llevado la noche anterior y comenzó a cavar, pero apenas podía raspar la tierra pues las raíces habían conquistado ese espacio y, a cada golpe, la pala rebotaba en una de ellas. Le exigí nuevamente que no me asustara y lo amenacé con contar a mamá lo que me había dicho. Me volvió a preguntar si no recordaba nada, le respondí que no. - Tranquilo, me dijo. Yo volveré con el hacha para arrancar las raíces.
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Le rogué que no lo hiciera, que nos fuéramos. Afortunadamente, me hizo caso. No hubiera podido soportar ver el hacha. Al llegar a la cabaña encontramos a nuestra madre sentada en el porche vigilando el camino. Ella no le dio importancia a mi cara hinchada de tanto llorar. Tan solo se limitó a pedirnos que nos sentemos a su lado. Vimos desde ahí cómo ella se ponía de pie con cada ruido de motor y cómo a cada segundo era más evidente que pasaría la tarde parada viendo oscurecer el horizonte. Al final, todavía con cierta esperanza contenida, entró gimiendo mientras se maldecía por tonta y por haberle creído a papá. Entró a su cuarto. Fue entonces que mi hermano me advirtió: – ¡Mamá está loca, cree que habló con papá! Yo sólo lo miré en silencio. La oíamos llorar y quejarse tras la puerta. La imaginaba en la cama con el rostro cubierto por la almohada y el vestido encogido entre sus rodillas que debían estar pegadas al pecho. Fue entonces cuando mi hermano dijo que debíamos decirle la verdad. Me negué inmediatamente, pero él insistía. Le dije que era mentira lo que me contó. - -
Yo soy muy chico, nunca he tomado el hacha. Le reclamé. Tú lo hiciste. Tú lo mataste. ¡Acuérdate! además mamá ya lo sospecha.
Él abrió la puerta y entró en el cuarto dejándome afuera. Escuché que giró el seguro y que los gemidos de mi madre se detuvieron al tiempo que la voz incompresible de mi hermano aparecía entre tartamudeos. Entonces corrí con una rapidez solo
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comparable a las carreras en mis sueños y salí de la cabaña para encaramarme en el árbol que está atrás de la ventana del cuarto de mi madre y, desde ahí, con las hojas heladas cubriéndome la cara, el beso del viento y la luna en el cielo, pude verlos, ella con su vestido de flores todo arrugado, él con su camisa blanca muy serio y viejo. Aunque podía verlos me era imposible oír lo que decían. Él tenía las manos en su cintura y de vez en cuando las movía para tocarse la cara o rascarse la cabeza; ella estaba arrodillada sobre la cama y tenía las manos cubriendo su boca. Llegó un momento en que los labios de él dejaron de moverse. Ella puso su cara otra vez contra la almohada. Él se acercó a ella. Le habló al oído. Él caminó hacia la puerta. Estuvo a punto de salir pero antes de que ocurriera, ella se cerco a él y lo abrazó. Él la rodeó con sus brazos. Viéndolos de perfil pude darme cuenta de cuánto él había crecido. Era ya tan alto como mamá. Ella lo abrazaba por el cuello mientras él la sujetaba de la cintura. Estaban además tan cerca uno del otro que podía ver a mi hermano hipnotizado con el brillo de la saliva en los labios de mamá. Entonces mamá deslizó su cabeza hacia su hombro y en ese movimiento descubrió que yo había presenciado todo desde el árbol. Su dedo me apuntó y los ojos desorbitados de mi hermano me congelaron. Enseguida ella debió ordenarle que me bajase de ahí, porque él vino como un rayo para tomarme del cuello y guiarme por la oscuridad que rodea la cabaña hasta llegar donde mamá. Yo ya lloraba desde antes que comenzara a sacudir el árbol y lo
continué haciendo hasta mucho después. - Tranquilo, me dijo riéndose, mamá se ha acordado de todo. Ella no dijo ni una sola palabra mientras me llevó a mi cuarto. Me quitó el suéter de bebé en el que me había enfundado con emoción en la mañana, la camisa de cuadritos que le combinaban y el resto de la ropa, dejándome por un instante desnudo sobre la cama. Abrió como hace años la cintura del pantalón de pijama para que pudiera meter las piernas y también me pidió que alzara los brazos para pasar las mangas de la parte de arriba. Al final, cuando mi cabeza salió por el agujero del cuello, me tomó por las mejillas y me dio un beso en la frente. Apartó las cobijas de la cama y me pidió que entrase. Las sábanas estaban frías. Ella me tranquilizó sosteniéndome en su pecho al igual que el otro día. Después de eso ya no lloré. Sus manos estaban en mis mejillas y sus ojos afligidos más que nunca me envolvieron. –
Da las buenas noches hijo, es hora que dejes que las cosas y las personas descansen.
Mis ojos de niño se agrandaron una vez más para quererla. - - -
Buenas noches mamá, buenas noches hermano, buenas noches cabaña. Dije apurado. Hijo, hay más cosas aquí. Buenas noches luna, buenas noches estrellas, buenas noches juguetes. Buenas noches luna, buenas noches
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estrellas, buenas noches juguetes, respondí. Y buenas noches ropa, buenas noches zapatos. Buenas noches ropa, buenas noches zapatos. Y también buenas noches papá. Buenas noches papá.
Mamá se levantó entonces de la cama y antes de que la puerta terminara con el haz de luz que iluminaba mi cuarto, vi cómo ellos entrelazaban sus manos. ¿Qué más podía hacer sino tratar de acordarme de todo? Antes que dejasen de oírme atiné a llamarla: -¡Mamá, mamá! Pero ella no respondió, fue mi hermano que tras la puerta dijo: – Buenas noches mi niño. Luego de ello, la oscuridad y el silencio me cubrieron. Mi hermano me dijo alguna vez que la luna tirita en los charcos del campo porque teme a los cascos de los caballos que la pisan, ¿o eso lo dijo papá aquel espantoso día en que usó esa camisa azul? Estoy tiritando en mi cama que se siente como un charco. La luna brilla. Si logro ver la imagen de papá tengo la esperanza de que surja el sobresalto que irrumpe en mi pecho, el reflejo que evita las pesadillas y que hará desaparecer los pasos furtivos que siento a mi lado, los susurros ansiosos y horribles; y además a eso que no quiero ver pero que, a través de los puños que aprietan mis ojos, adivino destella también ahora el mismo reflejo de la luna que ellos tienen en sus manos. Susurro entonces: Buenas noches hacha. presente / salud a la esponja No. 6 / proyecto de creación literaria
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Wladimir Zambrano Proemio Diríamos entonces que el océano es los días contemplando una forma que se separa en líneas y luego es nada para caer del cielo… Un delfín que marea los destinos pensándose en los riscos de una cumbre donde el placer es: el arte de no ser agarrado, tocado o detenido por el acto. Diríamos despúes que el océano es los días contemplando una forma que se separa en círculos y luego es nada para volver a serlo. Un delfín que marea los destinos pensándose en los riscos de una cumbre donde el placer Es: el arte de no ser agarrado, tocado o detenido por el acto. Un desliz del aire que como se cobra una cabeza de un rey por su negligencia o miedo obra como una guillotina entre los prados púbicos de un dios con cabeza de animal. Soy esto que escribo ahora planteándose una intención de pregunta disfrazada en academias. Enunciado de un fumador que espera ser tomado en cuenta y sacado del lugar por su falta con los hombres futuros Con esa especie que no alcanza los bolsillos de mi patria paraíso: Locomotora que brilla en las noches de insomnio
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en una repetición que me envuelve hasta transformarme en lo que la gente dice de mí, en todo lo que critican de mí Y en todo lo que mis falsos amigos dicen a mis espaldas… Pero escribo Pensando una fotografía en el deslizarse que bromea con mi presencia que se choca y se funde con la de otros conocidos amados robados míos perdidos niños y niñas mías de la irremovible ciudad de humo entre los parpados hechos un cobertor de un núcleo que al final de cuentas es mi realidad temblando Fundiéndome y pensando que donde se une el cielo con el agua: ____El horizonte____
Pueda significar algo o llenarme o decirme lo que debo…
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Día IV (Daguerrotipo del navegante)
También Por la mañana sería una frase impronunciable, aquel sedicioso recuerdo entre los pilares de un hombre joven con sus sueños de ceniza… Tinta hirviendo… Cauterización de plata sobre la herida del pensamiento… Bifurcaciones del sueño, senderos… que avanzan de la noche a los recuerdos como al lugar donde compraste los libros de ese señor extranjero que viajará entre tus manos como cruzando el océano. Humboldt, mi padre, Diderot, mi tío del suburbio y el abuelo repitiéndose : que se cruzaba el río Guayas una tarde de domingo ,
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cuando todavía los trenes del sol bajaban hasta el puerto y era la memoria una ola sobre las jarcias del día… (tan del aire una patria como deriva el cuerpo en el tiempo… tan del cuerpo una patria como deriva el tiempo en el aire)… ******* Estoy cansado, pero extrañamente joven *******
Caballero de piedra en partituras de memoria después de recorrer el sueño y acomodar las velas entre las manos de los muertos me dirías tú: ¿Cómo se mide el océano?
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Anclaje temporal (Ingreso a la alquimia)
Transformo el humo de este barco en la memoria y hago objetos de piedra con las imágenes de una memoria heroica, pero trivial. Falseo un telégrafo de aire por los que se ganaron la casa, por los que se quedaron a pie y se miraban en los barcos perderse. Transformo el humo. Lanzo todas las piedras al agua cuando me enfurezco y la voz de la mujer que se mojaba con mis besos de aguacero sombrío se escucha varias veces desde un lugar incierto, pero sagrado; Paz donde la tarde acaba con este vacio de letras, este creerse superior cuando se sufre lo mismo.
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Transformo el humo: E S E N I Ñ O D E L G A D O C O M O F A N T A S M A DE SERPIENTE
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Y todas las palabras caen. Pozos aparecen, recrudece la sed, pero se avanza hacia una tarde imposible donde se espera recuperar la pureza, dormirse una noche como todos los demás o la boca en la fisura donde se confía la simiente de mi paz eterna Transformo el humo. Preparo banquetes personales. Y alguna vez en este mismo sitio, sobre arboles de mangle en mi noche de labios de sed petrificada giré la esfera en el ruido y busca a través de mí … ¡Busca!, puñales en palabra de un cierto apego a la tierra para decirme un nativo, puñales en palabra para no devorarme las piernas por ejercicio de las manos…. Transformo el humo. Sueño las casas, los arboles, los días, intento recomponer su memoria para tirar de sus cadenas. Transformo el humo (ese otra eternidad que te sumerge en el hambre) Transformo el humo. ____Una isla aparece____
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Día V (Lectura)
Los compañeros hablan de su teatro de corazones y en cada uno de sus personajes encuentro los míos deformados. Escenografías que recorren los mismos recuerdos como si fueran mis manos rojas-blanqui-negras en el vestido cortado por las criollas tijeras del Mr. Hyde. Final de la boca releyendo cerveza BRAHMA en la niebla de mis pensamientos. Y ojos de perro azul sirviendo compañía. Y otra vez la boca, mi boca, tu boca al final de las habitaciones que pretendo incendiar. Los compañeros hablan de su teatro de corazones y en cada uno de sus personajes encuentro los míos mutilados, regresando de una guerra sin brazos, sin piernas, vivos en el abrazo de la imposibilidad de separarnos. Relación simbiótica. Enferma. Rastreándote los pasos del motor en mi cabeza. Catalogo de humedades futuras:
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paradas como un niño inquieto ante el amanecer de tus piernas, paradas donde no hay que vendarse los ojos y encontrar un cómo y porque paradas como Madres postizas hijas alumnas confundidas de mi tarde civilizatoria… Los compañeros hablan de su teatro de corazones y en la embriaguez se libera un compartimento de la noche. Se cierra el continente de las pastillas de incertidumbre tomadas a dosis diarias en cartas en emails en comments… Fragmentos del espejo diluyendo la pantalla, ordenadores vibrando en el insomnio de los nombres, en medio de una Noche interior donde un montón de escritos de amor a veces tienen como objetivo destruir otro amor, acercarse, cortarte. (aprendiendo en la capacidad de resolver infinitos rostros sin que nadie lo sepa como una treta como un juego como un juramento que es válido tan solo si se mueven las manos).
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Quinta Ya las piezas cambiaron de poniente. Muda lento el cielo su tablero de costumbres. Para construir un nuevo espacio -me dijeron- es necesario tener las manos ocupadas, encontrar la tarea del recuerdo y superarla. Sacar 20 10 A SOBRESALIENTE el día escribiendo con las uñas curtidas. Montículo de arena que empieza a desnudar la levedad (pleamar bajamar) de sitios que se dirigían a lo mismo bajo un beso exacto donde ya no quiero estar venciéndole a este cuerpo ni a ese homúnculo de miedos y de sangre que juntos construimos que solo es agua que solo es parte pérdida del océano
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Verónica Neira Origen Lejanía en el suelo, en el aire, búsquedas incansables, sueños absurdos que intentan encontrar respuestas: canciones vacías palabras halladas entre los párpados que no alcanzan no comunican no logran decir nada. Saudade atrapada en el viento entre hojas vacías, en días inútiles, en manos que no encuentran y preguntas que rondan el espacio y que entre planetas sueñan con ser parte… Y regresan una vez más y como siempre a nada, al polvo, al barro, al maíz al hombre solo que no encuentra a los otros siete.
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Invierno Hojas en el aire, sueños volátiles regreso a la tierra prometida: ángeles de cabeza alas en los pies. ¿Es todo esto cierto? ¿Vuelvo por fin? Regreso entre el humo rodeada de mariposas o de peces con la boca llena de palabras y las manos de letras.
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Xavier Oquendo Troncoso NACIMIENTO DEL DOLOR …Como nace un deseo sobre torres de espanto… Luis Cernuda
EL DESEO )1(
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En ese rincón donde la luz no se refleja, en ese desván de la casa de todo hombre, ahí te habito, como una hortensia de alameda.
En ese puerto donde guarecen mis memorias en esa ventolera trashumante que permanece abierta a mis caminos,
Ahí, donde se consuma el milagro que reclama el instinto.
allí apareces.
)2( Entre las cercas de tus ágiles piernas el sol oscuro de la vida revienta en infinitas semillas de amor.
)6( Allí, donde Dios pidió perdón a las costillas, solo allí, la vida es un instante más largo. Lo demás es sufrimiento.
)3(
)7(
Porque la única meta de la especie es la alcanzada por Salomón en Los Cantares de la Bella Sulamita.
Allí, donde se logra silenciar toda la filosofía existo, reluciente, como el brillo transparente del manzano, que quiere enseñar a Dios, enredado en su alma.
)4( Solo el viento sexual que producen tus rodillas, y ese punto azul que convierte en mar la fantasía es el amor.
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EL ÚLTIMO VIENTO )1( Ya no hay dónde beber la sed de las aguas. El amor no ha durado para la próxima cosecha ni para el último viento. Ni siquiera para limpiar el rumor de las ventanas otoñales. )2( No soy Prometeo ni estoy encadenado, sin embargo pesa la cadena de mi sombra que persigue mi cuerpo como una pantera sagrada. )3( Todo el tiempo busco las manos de alguien que quiera abrazar mis huesos de eucalipto y solo encuentro esculturas de leña, antiguos mitos de los desposeídos.
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LAS CICATRICES )1(
)2(
Hay un niño enfermo en mí que me corroe que se rompe y se manifiesta en el exabrupto de mis horas secas. De mis llantos secos de mi culpa seca.
Todo lo que existe es un tótem temido por esta figura de sombras que me opaca y me persigue.
Un niño mío que golpea las paredes de mi adultez avergonzada, que sueña con echarle lunas a las piedras y que zarpó de un puerto sin el escándalo de los pañuelos. Hay un porcentaje oculto en mis rodillas, en mis pelos y en los lunares de mis años.
A todo le he hecho el quite, todo es un montón de gasa para envolver el sabor de las heridas. Nada me ha devuelto la vida que no esté hecho de temores. Todo ha sido un mar de limonada para echarle a la pus de las fracturas y terminar esta infección del alma. (Del Poemario “Solos” (Quito, Edit. Eskeletra/ Univ. de Manta, 2011)
Hay que buscarle llanto a este otoño desprovisto de agua. Hay que sacudir el polvo. Ya no hay forma de escapar de estas tristezas. Ya los caminos se han llenado de piedras. Ya nos hemos complicado el día y la noche es una larga manta donde quedan los pasados como espuma.
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Sebastián Lazo *
*
Esta nueva piel es sólo una pista. Corazón adentro la explosión.
El sonar universal, el ritmo humano, la motora vital que aceleras combustible de emoción.
* Los peces del lunes son como el martes de nueva sombra y golondrina. Me miércoles el sorbo encantado de luces, desayuno y te acuesto al jueves que continúa. El viernes si voy, aunque no nunca. El sábado analizo, apuesto, desaparezco y domingo.
* Cuando se abren tus ojos dentro, es decir cuando despiertas en mi sueño, entonces es un festín. Dulces en mí, fina, pastela. Verte entonces, es el postre el delicioso y callado placer.
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Encuentros y salidas. 1 Enséñame, vamos, luces en el ambiente y el olor del baile. Solos en la penumbra, las esporas incandescentes, nuestros cuerpos centro y universo; nuestro espíritu ahora pasea en las verdes montañas del mar. No existe nada más profundo que este sueño, nada más claro, mis nuevos sentidos, predicen tus alas. 2 Cuál es el ritmo que despierta, los pasos suben las únicas praderas en busca de remotos pasados . Son tres las lunas que adornan esta vista, las edades empiezan a creerse andadas.
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3 Voy a descansar, respirar profundamente el aire de las plantas que rodean ésta orgánica máquina que desalojo. 4 Muéstrame el buen tiempo, Las buenas formas de los años. La calma sabida.
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Pedro López NOCTÁMBULO 1 Hay espaldas desnudas y fragantes que no aspiran sangrar o tener alas, hay cinturas tan equilibradas que un gramo de azúcar o una hormiga provocarían un ataque de nervios, hay niños que saben que en las palmas de los mendigos está escrito el porvenir de la revolución, también está Dodó que cree que las estrellas son los flashes de las cámaras de una audiencia para la cual él finje que está loco, hay marineros que saben que un tatuaje no es hornato, es más bien una consuetudinaria reflexión, hay trovadores arrepentidos de haber escrito canciones que prefirieron el verano a la posteridad, también hay ninfómanas que abren sus piernas y expulsan corceles, calamares, piratas y serpientes, hay asesinos en serie camuflados bajo la apariencia de una sombra, hay desterrados que mitigan la nostalgia de la Patria haciendo malabares con el fuego, hay peregrinos astiados del primer mundo que encuentran gracioso nuestro circo, también hay estatuas compungidas porque no aprueban ciertas perversiones y a su vez no dejan de mirarlas.
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2 Hay vigilantes que temen a la artrosis y al fulgor de una bala, hay perros que sienten frío y no saben que es melancolía, hay eclipses que demuestran que incluso el Demiurgo parpadea, también hay ebrios que aseguran que el crepúsculo siempre es un aliado y la luz una lenta agonía, hay yonquis que se hunden porque sienten que el asfalto es arena, hay camioneros agobiados de cómo el horizonte no envejece, hay gatos con insomnio que no saben que están enamorados, también hay bartenders neutrales que se enteran de promesas, proyectos, calumnias, secretos y extorsiones, hay basureros prudentes que coleccionan relojes y pulgares,
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hay estrellas fugaces que alumbran la esperanza de un deseo, hay ambulancias que derrapan y le arrancan al doliente un suspiro, también hay sexoservidoras que de niñas jugaban con muñecas cuyo mayor tesoro eran sus labios, hay ufólogos que dicen que no todo lo que brilla es un lucero, hay espantapájaros que divizan nuevas constelaciones, hay claustrofóbicos tristes que extrañan su nido pero tienen miedo, y también está Dios, que prefiere no hacerse conjeturas y empieza a fabricar otra mañana.
CASEROS 1 Hay viejas marquesas menopaúsicas que se masturban con plumas y hojas secas, hay matrimonios que miran cine porno en busca de recuperar la ternura después del desenfreno, hay colegialas que se miran al espejo desnudas y se preguntan, cuánto cobrarían por tener sexo con un calvo, también está un viejo sacerdote postrado ante un crucifijo, pidiéndole perdón porque él en realidad quiso ser fabricante de campanas, hay un hombre que mira Casablanca y descubre que no siempre el que gana es el valiente, hay viejos que no logran dormir y rememoran amores con rostros pubescentes, también hay obreros dormidos que nunca recuerdan a la mañana siguiente si acaso tuvieron algún sueño, hay poetas en busca del adjetivo exacto que consiga vislumbrar una penumbra, hay superhéroes que lloran su descuido pues su capa y su antifaz no se han secado, hay pederastras exhaustos mirando dibujos animados, también hay lectores abstraídos que no se enterarían de un incendio, si acaso talvez de un terremoto.
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2 Hay enfermos terminales que sienten que ya no son ciudadanos, hay espíritus errantes que asustan a sus deudos con sonidos, hay cibernautas que se buscan con temor de enterarse que no existen, también hay sonámbulos rebeldes que destrozan espejos y retratos que en la vigilia son siervos de Narciso, hay maestros retirados que no saben si sus canas son laureles, hay insultos suspendidos en la ira del eco de un portazo, hay parejas que copulan sobre seda, sobre clavos, sobre libros, también hay filósofos pobres que siguen pensando a pesar del hambre, que siguen viviendo a pesar de todo, hay solitarios felices
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mojando con savia a Marilyn, hay suicidas indecisos deshojando fotos y margaritas, hay reciennacidos cuya psiquis aún es una aurora, también hay falsos profetas esbozando plegarias y favores para un rebaño de almas bobas, hay partidas de ajedrez que a punto están de rozar el infinito, hay rosarios y novenas dirigidas a deidades humanadas, hay alquimistas tratando de develar la flor de la materia, y también está Dios, que prefiere no hacerse conjeturas y empieza a fabricar otra mañana.
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Ana Minga (Sin título) Lo que dicen de mí no es cierto. Comentan que soy insufrible que tengo una inteligencia emocional distorsionada pues no tolero nada ni a nadie aunque de todo he pasado y he dejado pasar… He cruzado la calle sin molestar a mi prójimo he pensado en cursilerías: si después de la muerte existe el amor resulta útil conversar con la víctima. A pesar de lo que digan entiendo a los perros que languidecen a los espíritus que beben siento el silencio del viudo y “el salto en las tinieblas de los gatos de taco fino”. Algunos señalarán que entiendo lo que me conviene. He dejado pasar incoherencias como los diagnósticos clínicos debajo de mi puerta. Cada día cubro mi boca para no ofender a los falsarios de mi trabajo y aguanto al Papa pidiéndole valentía a Dios. También he dejado pasar el recogimiento de mi hígado el desierto que dejan los amigos muertos los aeropuertos y sus sombras este ADN cuyos antecedentes no son buenos.
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Apretando los labios he leído frases lanzas: “Me gusta la intensidad no lo que dura” “La felicidad ha sido siempre perder el paraíso” “Sí, lo malo de la vida es que no es lo que creemos pero tampoco lo contrario”. Frente a mis ojos ha pasado de todo desde cunas vacías de abrazos hasta cuartos llenos de papeles. Desde la muerte de mi padre hasta la vida de sus asesinos. Aunque no parezca he sido tolerante con todos y aunque he tenido severos encuentros con la locura no he matado a nadie. Todo he dejado pasar desde la calumnia hasta la música que la disuelve. Pero hay algo que ha pasado y me culpo de haber perdido: la infancia.
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CINISMO No sé por qué me reclaman por la felicidad yo soy feliz claro a mi manera. Soy feliz cuando me golpeo en las puertas de vidrio cuando me caigo sobre las veredas y me burlo de mis ojos torpes. No tengo nada que perder soy el vencido más feliz de la tierra. Eliminé a los terapeutas no tengo manuales que me den órdenes puedo matar las certezas incluso puedo borrarme de la vida. Mi habitación de extremo a extremo está llena de felicidad tanta que el espejo me dispara.
No sé por qué me señalan con el dedo y aseguran: allí va el doliente el frustrado el que ya ni siquiera tiene lágrimas pero sigue creando algún drama. Señores soy feliz bueno casi a punto de claro no como ustedes.
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(Sin título) Sí agosto es el mes más cruel ya lo dijo nuestro denominador común pero ahora hazte cargo de esta paz de esta extensa libertad que me angustia “devuélveme lo que nunca tuve”. Mira: el sol atraviesa la mente destruye al pájaro que fui las palabras bailan un tango en el viento sin embargo te dejo vivir. La sentencia se cumplió llegué a mi propio exilio dentro de estos zapatos que caminaron por oficios en donde ubiqué inconforme mi nombre. La soledad siempre estuvo de mi parte fui yo frente a los cobardes pero en este agosto no me reconozco me confieso antes de pecar.
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Así no puedo soy un crimen para la lucidez ¿y el destino? estuvo dibujado en tu mano en donde leí que no era nadie. Aparento y duele pero no quiero exponer mis vergüenzas aunque tienen su caja de analgésicos. Me resulta un hallazgo esta operación matemática: si sumo tu ausencia más mis huesos el resultado es que los meses venideros también serán repugnantes como agosto. Bajo esta deducción pronto hallarán un cadáver ebrio en la calle y no pasará nada por tu cabeza sé que es normal que los humanos encuentren despojos en cualquier parte.
(Sin título) Soy el patético del cosmos inteligente pero quebrado el inútil al que le tiemblan las manos luego del cóctel de pastillas el que no puede resolver un sencillo rompecabezas el cristal que supo de su condición cuando se dio contra el suelo. La sangre sigue su curso pero la ternura está perdida camino demasiado soy alguien que se muerde los labios para no aullar en la calle. El tiempo no me sirve “escucho mi corazón en el cuarto de a lado” y solo el amigo del patio trasero tiene imaginación para ser un niño. Soy la respiración ahorcada en el horizonte alguien dígame qué hice es repulsivo ir por el mundo ladrando tristeza Luego de ese amanecer vino el olvido allí me convertí en mortal ahora no sé cómo se vive.
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Luis Monteros Arregui Don’t Wait(s) “Did the devil make the world while god was sleeping someone said you’ll never get a wish from a bone another wrong good-bye and a hundred sailors that deep blue sky is my home… they all have ways to make you pay…” Little drop of poison-Tom Waits Acabo de morir. Creo. No sé, por un momento me pareció irreal, salido de un sueño, de esas fantasías inducidas por Hollywood que uno asume como propias. ¿Será?, ¿a ver?, muerto, parece que sí… fue cuestión de regresar a ver y constatar que sigo abrazado al escusado. Soy un cadáver bastante bonito, pienso, a pesar de la cara de muerto que tengo, los ojos a medio abrir, a medio cerrar, y un hilo de fluido gástrico que permanece coloidal y me une al retrete, es una sonda que conecta mi estómago y su contenido, expulsado a medias, siempre a medias, como todo en mi vida; he dejado mi cuerpo igual a un envase, con una suerte de desdoblamiento que me impulsó, me vomitó del cuerpo y me dejó flotando a un costado. El muerto que he dejado de ser me ha tosido, se ha sacudido de mí y desalojado a un estado etéreo, menos que una voluta o un eructo. Creo que la última arcada con la que quise regurgitar las pastillas fue tan fuerte que me sacó de mí mismo. Siempre me preocupó mucho la desfiguración que provocan las
muertes violentas. Si me hubiera partido la cabeza contra una acera, no tendría la cara de borracho con la que me encontrará un vecino en unos días, y aunque hubiera tenido un eterno segundo de adrenalina al saltar del piso doce, habrían tenido que desentrañarme del piso con una esponja y un balde de agua jabonosa. Lo mismo si hubiera elegido usar la escopeta recortada que compré a escondidas y que guardo en el fondo de un armario; habría tenido que escoger el lugar exacto para que los sesos no escaparan por una ventana rota o se regaran por toda la habitación, con su teñido macabro; los suicidas deberían ser más considerados con quienes luego tendrán que limpiar su desorden. Cortarse las venas resulta también un acto de desconsideración extrema; echar a perder una alfombra, un colchón, quedarse vaciado de color, como un vampiro, debe ser grotesco para un pariente o un casero al que le han bajado, de un tajo, un buen porcentaje de plusvalía. A menos que se lo haga en la tina del baño, claro, y se sepa que no se corta a la altura de las muñecas sino en el envés del codo, para que funcione. Por eso sería mejor ahorcarse, morir por estrangulación o ahogamiento, pero colgado de un lugar no muy alto, a que no hagan falta bomberos o policías para bajar el bulto, ni siquiera vecinos comedidos, una escalerilla que uno mismo puede dejar a un costado, como señal, sería suficiente, y sacaría una sonrisa de alivio a cualquier deudo. Arrojarse, dispararse, cortarse o ahorcarse implican acciones cruentas, de cierta temeridad, impropias
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de un suicida que se sienta refinado. Morir desnudo tampoco es conveniente, porque siempre aparecerá una tía bien-intencionada que querrá vestirlo a uno a su manera, para por fin verlo enchalecado, peinado con raya al lado izquierdo y con la piel lustrosa de una afeitada reciente; además que el pudor sería un obstáculo, irse del mundo y dejar que un hermano o un padre con sentimiento irremediable de culpa tengan que estirar los músculos entumecidos para enderezar una pierna, un brazo o el cuello, y hacerle a uno caber en un pantalón y una camisa. Enterrado sin ropa interior, vestido al apuro, con ese terno que uno lleva esquivando varios años y que ahora, que ni la rigidez mortuoria es un obstáculo, me obligarían a llevar hasta que los gusanos se cansen de la carne dura y se dediquen a roerlo. Acabo de morir, sin duda, soy una sombra, un hálito que reposa suspendido al lado de quien en vida fui. Así me veo, con la barba a medio crecer, una camiseta que recuerda mi condición de paria, un pantalón manchado a propósito y un par de zapatos que nunca llegué a lavar. Soy un intelectual, pienso –era, más bien–, ahora debo entender lo que soy antes de pretender definirme. Tuve la precaución de quedarme solo algunas horas para planearlo bien, tuve la consideración de vestirme como más me gustaba y no elegir una forma grotesca de matarme, es más, ahora que lo pienso bien, ni siquiera estaba seguro de hacerlo, solo fue cuestión de respirar este mismo aire que lleva enrarecido más de un año, encontrarse con una película de Tarkovsky, escuchar la música adecuada, un disco de Tom Waits, el vodka de siempre, un cigarro robado de una fiesta y tener el cargamento adecuado de antidepresivos para no
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hacer lo de otras veces, que alguien me encontró atontado por las pastillas pero vivo y ya sin ganas de morirme, con un cargo de conciencia terrible. Esto de la muerte por consentimiento propio no fue para mí una decisión sostenida, porque igual que el que se envenena y luego sufre en un hospital los estragos del fósforo con las entrañas pulverizadas o el que intenta alcanzar la escalerilla y patea al aire mientras la soga le asfixia, la muerte siempre tiene mala cara, siempre inspira temor y nadie en sus cabales se acerca al precipicio sin sentir un escalofrío. Borracho es otra cosa, pero el que muere por mano propia y se ha bebido una botella entera es un cobarde. Yo también soy un cobarde, y a pesar de que cuando estoy borracho, o estaba, sí me quería morir y a veces hasta me quería matar, hay cosas que deben hacerse por voluntad, con conciencia, y no con las luces del alcohol en la cabeza. Por eso no empecé a beber sino después de haber decidido, quizá también para que las decenas de pastillas que engullí no tuvieran como vehículo el agua, sino algo más poético, a lo Tom Waits mismo, a lo Kerouak. Pero ya no importa. Y para hacer honor a la verdad, también debo decir que me arrepentí, que me levanté de la cama cuando el cuerpo ya se resistía a mover, tenía los pies de plomo y el cerebro de piedra, todo un espécimen –lástima que no lo filmé, aunque fuera para reír después– somnoliento y arrepentido, trastabillando hacia un baño escurridizo, casi inalcanzable, y digo casi, porque llegué, luego de un buen rato de arrastrarme llegué, tuve el comedimiento de destapar el escusado antes de revertir mi estómago en él; ahora que lo pienso, si en verdad hubiera querido sobrevivir, o si la lucidez no me hubiera jugado este error fatal,
habría vomitado en la misma cama, en la alfombra, media hora antes, media hora vital, antes de llegar al baño y depositar tan higiénicamente los restos de pastillas y vodka que terminaron por sacarme del cuerpo. Quizá en realidad solo quería vomitar un exceso de muerte innecesario y por eso no cabía ensuciar el dormitorio ni aguantar las arcadas. Me alejo un poco del cuerpo y noto que he fracasado en mi intento por morir consideradamente. Encuentro una estela de vómito a lo largo de la alfombra que viene de la habitación, percibo su hedor entre la madeja despeinada y caigo en cuenta que puedo oler. Puedo pensar, puedo ver, puedo oler. Me puedo mover, y lo hago, avanzo dejando mi cadáver aterido a la tasa y recojo las huellas del suicida, noto que intenté ponerme de pie contra un armario y lo impregné de mi agonía, una pared, otra, más allá el vaso de vodka ha dejado escapar su contenido, como el muerto que relaja sus esfínteres; parece que no terminé mi trago. Avanzo y veo que la botella repitió mi teatro, cayó del velador, rodó un poco y vomitó a borbotones, formando un charco en la alfombra y salpicando una cortina. ¿Quién habrá muerto primero? Es obvio que ninguno de los dos logró expulsar todo su contenido y se quedó a medias, otra vez, como siempre. En eso me percato de una frase “she was a middle class girl, she was in over her head…” y reconozco esa voz de lija que se lamenta al rasgar de una guitarra, en el golpeteo de un piano, “but now she’s dead, forever dead, forever dead and lovely now…” y me doy cuenta que puedo oír y que el cabrón de Tom Waits sigue vivo, mientras yo no. Imagino que se menea en un claroscuro, a ratos se tambalea, malpuesto
un sombrero, una chaqueta arrugada, vaso en mano, un cigarrillo, mientras al fondo tres músicos cansados le siguen ese murmurar inconfundible. Continúo hacia la cama y veo el cenicero rebosante y el cigarro caído, otro cadáver más en la alfombra despeinada, aunque parece que él pervive, sí, hay un punto que marca su respiración, una pequeñísima luz colorada que asoma entre el pelaje azulado y crece cuando el viento se cuela por la rendija de la puerta. Él nos sobrevivirá un poco más, “what’s more romantic then dying in the moonlight?” La cama también está contaminada de mi muerte, y no recuerdo en qué momento perdí la compostura y comencé a sufrir, a retorcerme, a luchar, y dejé las cobijas revueltas, manchadas de ese ácido que terminó por corroerme la vida y escupirme del cuerpo, ese cascarón que aún abraza el escusado, sí, muerto sobre un gran copón de meados; habría sido preferible lanzarse de una terraza o colgarse de un cable de luz desde la viga de la sala; sería mejor que a uno lo encuentren despedazado que con ese gesto de beodo que besa el inodoro y deja a su paso una estela de mugre para que otro lo limpie, como resumiendo su vida. ¿Habrá manera de insertarme en ese cuerpo de nuevo?, podría imitar su posición y tratar de moverlo, hacerle abrir los ojos, escupir el bocado agrio que le cuelga, jalar la palanca y vaciar el tanque, incorporarse, tomar un par de bocados de agua para recubrir las vísceras irritadas, abrir el estante y sacar un paño, un poco de detergente, un recipiente para hacer espuma. ¿Sería capaz de limpiar la alfombra, las paredes, el armario, de recoger el vaso, la botella y el cigarro, de tender la cama? Parece una rutina extensa y cansina, y más aún para ese cuerpo que
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lleva inerte tanto tiempo. Quién sabe si su cerebro podrá todavía procesar algún pensamiento, sentir algo o resulte que al resucitar solo llegue a ser un autómata, un retrasado en el mejor de los casos. Pero no aspiraría a un revivir permanente, solo lo indispensable para dejar en orden la casa y morir con esa dignidad de poeta pobre que me inviste. No conozco ni un solo poeta rico, ni un solo poeta vivo tampoco, todos están muertos de algún modo. Necesito recobrar mi cuerpo durante diez minutos, después de eso podría terminar la botella, el cigarro, ensayar un suave baile, como un bamboleo, al son de “feel the heat and the burn on your back, the rip and the moan the stretch of the rack…” sentarme en el sillón de brazos altos y esperar a que la muerte vuelva y me arroje al vacío de nuevo… pero, ¿y si no regresa?, ¿si se hartó de mi flojera, de mi arrogancia, de mi orden a ultranza? Habrá que obligarla a volver, buscar más pastillas, rebuscar en los cajones, bajar las escaleras, salir a la calle, arroparse del frío, caminar, buscar, entrar, fingir salud y cordura, maldecir a esa tía por no haberme puesto nunca un chaleco ni peinarme con raya, por nunca haberme inculcado la facha adecuada para ir a una farmacia a pedir somníferos sin receta y ser creído, y no llegar con la cara de muerto recién resucitado que tendría. “All my belongings in a flour sack, will the place I come from take me back” me susurra otra vez, como tentándome, burlándose invicto, siempre indestructible. Hay que levantar ese cadáver, me digo, pero siento pereza, aunque no tenga nada que hacer ni sepa qué hace el alma expelida de un cuerpo si no hay túnel, si no hay luz ni sombra, si al parecer soy el
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único que sabe que ha muerto. Vuelvo al baño y me miro, luzco terriblemente mal, soy todo un cadáver, medio hinchado, verdoso, hediondo. Esto ya no tiene remedio, pienso, no hay manera de volver, ni aunque fuera posible, sería un fiasco volver a vivir en esa carne; no podría sacarme el olor a muerto de encima, el aliento, la sequedad de los ojos no se solucionará con pomadas o colirios y menos aún el recuerdo… la memoria será imposible de borrar y cómo vivir sabiendo que estuve muerto y regresé para asear mi agonía; sería un tipo sombrío, hosco, como salido de un cuento de Bukowski. No hay más. Estoy muerto. Habrá que aceptarlo y sentar este espíritu en el sillón a esperar a que alguien se entere, dé un grito, maldiga o se pregunte. No hay remedio, me repito, y me entretengo con el repicar de un piano, reconozco un verso que me estruja algún rincón de este intangible cuerpo que creo tener… noto que también puedo sentir, “nobody knows they’re lining up to go insane…” es una punzada, la misma tristeza se me ha incrustado como una astilla y no sé en dónde si no tengo carne, no hay piel que traspasar, no hay sangre que derramar o esparcir, “I’m all alone, I smoke my friends down to the filter, but I feel much cleaner after it rains” y entonces vuelvo a tener deseos de beber un sorbo, de inhalar un poco de humo, de abrazarme y lamentar que estoy vivo, pero no puedo, y recuerdo que hace un instante el cigarro todavía respiraba, boqueaba… echado sobre la alfombra de lanas largas, cerca de la botella desangrada de vodka. Quizá haya que esperar a que el fuego lance su rugido y borre los restos de esta muerte tan vulgar. “They all have ways to make you pay, they all have ways to make you pay”.
Una mujer se mira en el espejo “… y nos quedamos así sin pruebas de que existió la eternidad un día” El amor desenterrado Jorge Enrique Adoum Lámina de agua petrificada artificio de luz límite del mundo materia de sueños y lágrimas Otra vez la mañana. El sol espía por la cortina; rebota en la superficie diamántica y estalla en sus ojos. Todavía son verdes, se repite, como si el tiempo pudiera borrar el olivo de sus iris o si la tristeza revirtiera el color por el opaco velo de la soledad. La rutina de pararse frente al espejo en las mañanas tiene décadas; ella es una mujer de rituales, será por eso que aún se queda mirando su reflejo, a pesar de que le cause dolor. Se lava la cara con agua fría, a cuyo contacto la piel se tensa, los poros se cierran hasta la neuralgia, las articulaciones de las manos se entumecen, un escalofrío le eriza los vellos, recorre sus brazos, el cuello, la nuca, se le clava en las sienes, en el medio de la frente como un martillazo certero, una cuchilla que penetra limpiamente. Se cubre con la toalla rosada-descolorida que conoció su rostro joven y que ahora se ha empezado a deshilar sobre su piel. Las líneas confluyen en la sombra de sus ojos grietas de piel, ajaduras la flacidez del otoño es filigrana de plata descolor, destiempo, desamor un poema de Adoum, ‘la bella’ polvo sobre polvo La mano tan hábil rellena los vestigios con crema base que pinta su rostro, lo cubre con la rapidez de un mago que oculta su artificio. Lienzo, pergamino más bien. Sí, eso.
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Lividez mortuoria desierto ámbar, dunoso. La pasta esparcida se seca, El pasado se pierde en un presente imposible, Irreal, injerto… El rubor rojo rompe la palidez impuesta dibuja nubes, volutas remolinos en las mejillas los pómulos aparecen… Las facciones se delinean, se asientan con cada roce, los ojos violáceos, las pestañas se espesan con rímel, se tornean con lápiz negro, los labios reciben el grasiento tubo carmesí, brillan como una marquesina, como vidriera que anuncia una oferta, un producto a punto de caducar. Eso es ella, así se ve frente al espejo. Antes, cuando el tiempo se le instaló en el cuerpo, a pesar de que ella detuvo el reloj de la casa, sufría y renegaba al verse. Ahora le da igual. La ropa interior aprieta su costado, marca la carne que cuelga irremediablemente, los brazos, el abdomen de engrudo, las piernas grumosas. Nunca le gustaron sus pies de dedos mínimos y uñas desesperantes, los tobillos inflamados. Eso ya no importa más. La máscara facial se ha completado; el cerquillo de siempre ya no luce pero cubre, pelo ondulado a la fuerza, rulos, invisibles, binchas, lazos que sujetan, flores de fantasía, de días pasados, idos, muertos, enterrados. Enterrados, se repite y suspira, el amor, ‘el puro postamor casi inamor amortajado’, hombre hundido en el hermetismo de un hoyo, húmeda tierra, huesos abandonados en un cajón, mundo de mierda, murmura. Una blusa oscura encaja en sus brazos y una falda larga, muy larga. Los zapatos bajos y lascados. Se sube las medias hasta que transparentan su piel de pelusas negruscas. Un broche de amatista incrustado en plata se prende en el torso, una rosa tosca. Ha olvidado cepillarse los dientes. No tiene caso enojarse, piensa, tiene pereza hasta de sentir ira y prefiere caminar hasta el baño y lavarse de una vez. En el mismo vaso plástico hay dos cepillos de cerdas torcidas. El dentífrico vomita crema blanca, convertida en espuma entre sus dientes astillados de tiempo, de rumiar la vida.
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Vuelve al espejo; otra vez se mira. No atina a sonreír. Su mirada baja, como si se desinflara, se pierde en algún pliegue de la falda, en cualquier detalle del cuarto reflejado; es como si hubiera tenido la esperanza de que su ritual pudiera disimular, al menos, esa lástima que siente de sí misma, alivianar el peso que lleva por dentro, las ojeras que se marcan al otro lado de sus ojos, la boca que se cierra desde la dentadura, desde el interior de los labios. Su rutina de maquillaje es un rezago de la juventud, cuando se pasaba horas jugando con los colores, posando, deleitándose con su figura nítida. Ese entusiasmo se fue apagando con los años, con cada línea de expresión que se quedó en su cara. Y fue justamente su coquetería la que llamó la atención del otro, el triste, el ausente, cuya noche se rompió antes de tiempo y la dejó anclada al pasado con una mortaja de huesos. Amo la tersura de tu cuello su largura elegante el color tan pálido que te cubre el contraste de tus ojos el timbre de tu risa el aliento sutil el mentón. Quiero envolverte quiero transitar por tu piel quiero aprender la forma de tus dedos quiero delinear tus muslos con mis manos Ella sonrió y pensó que los hombres dicen cosas así para conquistar niñas ingenuas; que esas palabras las habría dicho mil veces antes y las repetiría después a mil mujeres más. Pero él le juró que no con taciturna convicción, le mostró el velo de su soledad y ella le regaló una sonrisa y después otra, él se postró a sus pies y se acurrucó en su regazo; ella sonrió de nuevo, lo levantó y se dejó besar, se dejó recorrer, y tomó su mano para caminar por la orilla de la aridez que intuyó en sus ojos; él le cantó al oído ‘una declaración de amor’ como ofrenda íntima, la amargura de la conciencia, el recuerdo de lo que fue, de lo que no quería que fuera, miedo pertinaz, fracaso y llanto. Ella comprendió en sus lágrimas la confesión profunda y lo abrazó con todo el amor que encontró en sus cortos años, con la ingenuidad que sus padres cuidaban celosos, con el cuerpo cambiante que despertaba del letargo infantil y ya intuía la convexidad femínea.
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Vacía tus arcas de frustración emerge del pozo infecto escribe tu nombre sobre el mío engarza tu mano a mi cintura sonríe sana siente surca el viento con tu cabello corre descalzo y habítame pósate en mis caderas sáciate conmigo súbita palpitación ánimas en beso volátil segundo la eternidad en un suspiro Y el dolor se aplacó con una morada cálida y un lecho, con la sonrisa y el beso; la figura gris se adormeció y el sol asomó su rostro efervescente. Un atisbo de felicidad se instaló entre sus sábanas mientras el mar se mecía lerdo. Pero la cotidianidad lo vistió con su uniforme y su calendario, la necesidad se paleó con mientras tantos, con mañanas frías de oficina y tardes de cuadrar números, labores insípidas, días anónimos, un transeúnte cualquiera un maletín cargado la misma corbata el terno cobalto los zapatos el final del camino se repite siempre el sol y su monótona traslación este-oeste este-oeste la aridez y el polvo. Ve la vida volar por la ventana el viento viaja veloz, voraz se va con su juventud y él especta a través del cristal
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pernocta sonámbulo eructa resentimientos la paz condenatoria sepulcro séptico ‘la subalma o la desvida’ siempre Adoum repicando… El presagio se cumplió, el tiempo dio su giro y cayó sobre sí mismo. Lo inevitable llegó al fin, la eternizante sensación del amor se diluyó con el primer grito, la explosión de un vaso, la lumbre del hogar se ahogó y la ilusión se tornó súbito desencuentro. Pero ella no quiso aceptar su distancia y se encerró a recordarlo, ciega, disfrazándose de víctima, deambulando sigilosa, vergonzante, alma en pena, aullando a las puertas de un cementerio, buscando sus ojos con humillante ruego, lastimera y sorda. Él bajaba la mirada y huía, sentía miedo de sus propios pasos, auguraba mares de angustia, embravecidos, hartos de espuma. ‘Después de añísimos de quizases talveces ojalases no quedan sino porqués nuncamases y tampocos’ Él se arrancó del mundo y ella llenó su lecho de lágrimas; él dejó de sentir mientras ella era piel en carne viva, recurrencia, obsesión. La tierra cubrió el cascarón verdoso que fue su cuerpo y ella detuvo su reloj aquel día, construyó una madriguera estéril, un cubil empotrado de palabras caducas y razones falsas. Ahora sus ojos no volverán al espejo por el resto del día. Se ha sustraído como tantas veces en otra rutina tan macabra como la primera, ese agujero interminable que es su memoria. Da vuelta, mira a la cama una cobija rebosa el crucifijo en la cabecera imagen gastada inútil la ventana cerrada cubierta de cortinas mundo inhóspito el exterior… La mujer se acerca a la sillita de mimbre arrinconada a un lado de la puerta. Sin pensar más se sienta y aguarda. Está lista para salir, para salir-a-ninguna-parte, como siempre; los ojos distraídos en sus manos de
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gruesas coyunturas y venas flacas. Ahora levanta la vista, con un suspiro que lleva exhalando desde hace décadas. Ya ha hecho su parte y espera neciamente la respuesta del otro, del triste, del ausente, ése que se fue y que aún no ha llegado, que no llegará a pesar de que ella lo ansíe tanto. Un día más… una lágrima y después otra.
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Juan Fernando Auquilla INVIERNO Fui lluvia leve sobre la herida abierta de tu sexo. Hoy, tú ausente soy agua turbia o clara no importa, fluyo por las calles, por las alcantarillas, por otras mejillas, por otros cabellos. Te veo desde los charcos y desde las llaves públicas que liberan golondrinas.
Ahora soy corriente en medio del océano. Te llevo conmigo, en el silencio, en la memoria, libélula acuática, para visitar las murallas de hierro que circundan las viejas ciudades en el fondo del mar, sus habitantes con rostros rojizos me observan bates tus alas incesantemente sobre los pináculos salinos mientras yo me poso en el vértice de tu sexo.
Hoy soy agua antigua escondida en tus bolsillos, Hoy, soy vapor a merced de tu aliento
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PRIMAVERA El sol de tus manos me abraza me calienta germinas en mí sobre mí desde mí. Las horas de sol se repiten en tu cadera sobre tus talones sobre las nubes que forma tu sexo y me llueven completo.
Los solsticios nos reinventan todo se queda en silencio Dios deja de pronunciar palabras para contemplar nuestros cuerpos desnudos sobre un nota que jamás se había escuchado en las ciudades antiguas. Para contemplar tus pasos lentos sobre los líneas cebras, todo se pinta de rojo, tus labios, tus caricias, tus suspiros.
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VERANO El sol no se va para contemplarte desnuda en la mitad de mis gemidos.
Un búho sobre tu luna gira hacia todos lados para saber quién viene por ti. Desde el norte desde el sur desde todos los lados llegan cientos de pequeñas aves para fertilizarte…
El territorio de las velas se enciende con tu sexo desnudo te llenan de luz de vida de esperanza. Tú disfrutas del aleteo de una bandada de pájaros nocturnos.
Lleno las manos con tus caricias me las llevo conmigo mientras el sol de tu sexo evapora todo hasta mis sentidos.
Las sombrillas llenan de color las ciudades suben una tras otra al cielo para que puedas saltar sobre ellas.
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OTOÑO Con tu ausencia he perdido el secreto de respirar aceleradamente
Avanzo hacia el infierno y sé que no te busco busco mis huellas sin ti las hojas anuncian mi llegada. Cargo conmigo mis temores los recuerdos en blanco y negro, pienso en cuando morimos sin decir nada refugiándonos en las estatuas frías y mudas llenas de tiempo, vacías de palabras… el viento nos mueve los pies.
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No olvido el cántico de las hojas en las noches la caída continua, el despedirse constante. Llega la noche y con ella el viento, el silencio.
Yo elijo el infierno si en él estás tú.
Te ofrezco girasoles doblados en palomas de papel.
Nada se parece más al silencio que una hoja triste sobre el cemento.
Las golondrinas se inventan para darte la bienvenida.
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María de los Ángeles Martínez levantamiento yo no quiero ir a reconocer su cuerpo ver piel descascarada miseria de cuneta pasto de perros sarnosos que hurgan en la basura no quiero analizar un lunar un tatuaje una forma de los dedos un pedazo de lengua de pene de cabello de risa
que podría que piensa que tiene el corazón intranquilo que sabe no sólo porque conoce de memoria ciertos pellejos al fin al cabo carne es carne sino por ésta corazonada cuchillo hundido llena de verdad, de angustia: “no existe otra razón para que haya dejado de buscarme”
y sin embargo soy la única
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peor porque aire descompuesto lleva trae cadáveres
veinte y dos ratas tienen su festín de córneas en las cuencas de un niño y una marea de imbéciles asiente pulgar arriba con suficiente gasolina y suficiente odio tengo un aneurisma me comprime la cabeza (y una luz pequeña gran entubación de oxígeno) hoy he muerto un poco
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un pedazo suficiente las vísceras que bebo no me causan la alegría del vino porque no no puedo no quiero no tengo palabritas que te exciten mentiras suena música pólvora desde las pilas de trabajo hasta los paraísos todo hiede a sangre
extraño a los monstruos que salían de los libros
cada noche destejo la soga que alistas para tu cuello... pospones y pospones fechas caen planes caen lágrimas tu cuerpo sueña las convulsiones se imagina libre y suspendido cada noche destejo la soga que alistas para tu cuello.... a veces me disgusta que no me des las gracias que ignores mis días de insomnio mis manos ajadas no todo plan es perfecto qué importa si siempre gano tu respiración es ganancia tu dolor de cada día tu infelicidad que crece crece crece crece que no acaba cada noche destejo la soga que alistas para tu cuello....
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Ira. Poema. Punto Con seña impúdica dejo que el odio me haga sentir cosas que tú no quieres o no puedes causarme gusto a sal y sangre en la boca impotente ante lo que pierdo sin querer perder dejo la cancha vos te lanzas como siempre te lanzas a un mar que está en otra parte en otro cuerpo en otro mundo o que simplemente no está
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pero esta vez me cansa tanto esfuerzo porque entiendas tonto que cada vez me resulta más ridículo que cada vez te descubro más insignificante abro los brazos cierro las piernas dejo de sostenerte espero que mi nombre se te olvide como ahora cuando necesites gritar que te salve.
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María Paula Martínez bye bye el amor propio, me salpica por primera vez desde que sueño en tus brazos trae, ángel, entre su ropa un final anunciado Sin mirar donde estuve, termino de irme con las botas gastadas de tanto y tanto… cansancio. Me salto el último beso, las despedidas, nada que recoger me voy… desnuda como vine.
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Mercado de duendes Mustia, marchita, acompañada y sola me desvanezco. La carne se transparenta, los ojos se inflaman hasta la no luz. Me intoxica tu alimento, maldito, ¿qué me diste? desaparezco en desánimos tan tristes, que inundarían de lágrimas tus yermas miradas
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Me das pereza, y ahora solo tengo un jardín lejano de babosas, nostalgias que lastiman el cuello. Me cansa el rosa de tu masa encefálica, tu simpática risa con su sonido vacío, ausencia que se desliza estridente, y estalla en mis oídos, lluvia de alfileres tus pestañas bajo mis párpados. Me enferma la nada de tus carnosos labios.
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El sitio de mi recreo Me encuentro con tus ojos de niño, que me miran juguete, tras la vitrina. Un algo distinto delata tu coraza en el cajón… Imprimo, en bicromía, mis labios sobre tu piel blanca
blanda,
Tu lengua re escribe canciones, ajenas en mis oídos, disfruto la calma, de este vértigo, pero las noches, cortas, malvadas… se acaban siempre.
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SINSENTIDO COMUN Las lágrimas contenidas, los ojos trizados, los vidrios rojos, no me dejan creerte... Retumban en mi conciencia cientos y cientos de oídos dispares, que saben del eco genérico, barato, de tus palabras. ¿Qué me haría distinta a la multitud? te amo tan igual a todas...
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El espacio que proponemos se sostiene y quizá lo hará gracias a las nuevas voces que nos acompañan. La idea es que aquellos nuevos artesanos del oficio literario encuentren un lugar para plasmar su vos, o sus primeros temblores sobre la misma…
SHARVELT KATTÁN LÍNEAS A VUELO DE GOLONDRINA
A Nicole Galindo A la muchacha le gusta sumergirse en realidades diarias de trabajo y amigos, de universidad y familia. A menudo, sale a caminar entre la gente para no sentirse sola, y avanza con serenidad en medio del conjunto de flores recién plantadas en el parque, cuyo olor a tierra húmeda, le trae de vuelta al fantasma de la infancia compartida con sus hermanos en el jardín de la casa. Llega hasta una banca donde se sienta a observar a los niños que juegan fútbol con improvisados arcos formados por arbustos y chompas de la escuela; sostiene un ejemplar del periódico del día y ríe imaginando cómo será estar allí, en primera plana. Un anciano, junto a ella, fija mientras tanto la mirada sobre los rostros de las demás personas, que pasan apuradas hacia su trabajo o hacia alguna cita en la que seguramente, piensa, nada muy distinto ocurrirá. Comenta con la joven sobre el clima, el gobierno, la vida, y les arroja un pan más duro que su existencia a las palomas. Ella, luego se levanta con cautela,
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como disculpándose por tener que abandonarlo, afirma sus pies en el asfalto y siente las pulsaciones —ochenta latidos por minuto, presión arterial estable—. Así, no se distrae del mundo que la rodea, que la convierte en alguien normal, sin riesgo a ser devorada por la fantasía absurda de los sueños. No es cierto, si yo quiero volaaaar, volar entre moléculas evaporadas, mil días volar sobre cabezas azules, verdes, magentas. La existencia es seria para ella. Se despide del anciano con excesiva cortesía y corre, sosteniendo con una mano su cabello, hasta la avenida, plagada de vehículos que avanzan, se detienen, avanzan. Allí, espera con tranquilidad que algún autobús la acerque un poco a su destino: se reúne con muchos, piensa en cómo debe ser la vida justa, revisa documentos en papeles blancos blanquísimos, consulta libros derecho, libros cuento, libros memoria y aprende artículos, discute la muchacha. Entonces, cuando la asalta la presencia de las cosas y el tiempo, sale de su habitación rozando con los dedos las paredes cargadas de papeles con notas y recordatorios del porvenir, y se planta bajo el dintel de la puerta, semejante a una estatua salpicada por las lluvias y el olvido, a esperar el momento justo para elaborar la dosis con la que
contrarresta el malhumor de las tardes grises: corre en puntas hasta la cocina, no como si quisiera evitar el ruido de sus pies, sino más bien para sentir que el cuerpo se eleva un poco de la pesadez del tiempo. Prepara un café bien cargado, y avanza hasta el viejo sillón azul donde se melancoliza de la época guardada en viejas fotos en las que sonríe. Quizá prefiera sentir el aire veloz rozar mi rostro, el ruido de la ciudad bajo mis pensamientos, ateridos por el vértigo como avecillas extraviadas en medio del páramo donde las voces chocan con cortinas de niebla, como olas precipitándose sobre acantilados de roca y memoria, como el rasgar de una guitarra española en medio de bailes y palmadas. Aguarda con ansia el momento de entenderse, de revelarle a todos quién es, espera que la descubran maravillosa, se complace de sí misma y mamá que buena soy, sí mijita. Amigos los amo y we love you too. La muchacha va de compras, trabaja duro, es buena chica. Se sujeta al mundo para no caer en el laberinto fantasioso de su mente veloz y traicionera. Anula ideas irreales, no divaga, analiza. Yo quiero ser la joven de mis cuentos, escapar descalza de las miradas ajenas del rostro proyectado en el espejo que no recuerda los secretos que tantas veces le conté. Actuar mi propia historia en stop motion: figuritas de celofán animadas, un whisky, en mares macramé idénticos a los que soñaba la niña de mis sueños, dos whiskys, y cielo purple mil gaviotas detenidas sobre peces
que quizá no existan, tres whiskys. Fotografía final, fotografía tamaño natural de las mismas figuras que modelo: sonrían, digan whisky. Madruga, se desvela, disfruta sus descansos cada vez más esporádicos, y en las noches piensa en documentos blancos, blanquísimos. Anhela aprender de otros, cosas nuevas, cosas artes, cosas vidas. Hoy decide subir a la azotea ataviada tan solo con una sábana beige que deja ver sus tobillos desnudos, y mira a la ciudad despertándose indiferente ante sus ojos. Solo hay aire a mí alrededor, las palabras no me sostienen. La muchacha ahora es viento, es mariposa, es llevar la cuenta de las estrellas en la mente, es pisar arena mojada y esa sensación agradable entre los dedos. Es la muchacha que no resiste estas líneas y vuela, la que se eleva de la página y deja entre verbos y adjetivos la condición de personaje y se personifica. La muchacha es golondrina que se va lejos.
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LA SOLEDAD DE LOS DÍAS I Apenas siento desvanecerse entre mis dedos el frío de la noche. Las luces se cuelan a través de las hendijas de mis párpados, me arrancan de la memoria los últimos recuerdos que no alcancé a inventar, como si me mantuviera insomne frente a la pantalla que muestra el mundo: ventanita en la que se reproducen los rostros de todos los demás, pero también mis rostros. Soy albahaca meciéndose entre articulaciones de vientos, bajo estelas de calor que abocan cosechas placenteras. Dulce aroma picante sobre la lengua, se arrastra hasta mi pecho, como tejido infrarrojo que ausculta mis huesos y mis venas, y lo invade con amargores de gustos exquisitos. Soy escorpión peregrinando en arenas encurtidas de soles, donde la raza humana impuso su huella digital en el escáner que nunca la recuerda, barrido que el viento se empecina en reiniciar.
Soy esmeralda aprisionada al dedo de un hombre cuya mujer tiene
mil ombligos: clones de diferente aspecto y edad. Todas, en una habitación compartida, esperan la noche para bailar frente al mismo esposo, y despertar lejos de las otras. Ante mis ojos, se empieza a disparar la coloración del día: afuera, el olor a madrugada recién llovida, los pájaros desplumándose la pereza, y yo, aprisionado entre las sábanas, sin poder soñar que sueño.
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II He aprendido a digitalizar los colores de la luz. Así reconozco el aire rojizo de la tarde que es guarida, recuerdo de pinturas y libros escritos en el sentido inverso de mis palabras, pieles habitadas por deseos que jamás pude saciar, como nunca sacié la sed de las semanas vividas en montes de arena, sobre la grasa de algún animal eliminado de mis recuerdos. Soy esas páginas en blanco que nunca escribiré, porque es tarde para inventar la historia, para quitarme el sabor a sémola guardada que me produce mencionarla. Ahora registro la calma tempestuosa del sonido y lo reproduzco. Sé entonces, que el viento es compañero de peregrinajes donde atravesé portales y dominios en Mí búsqueda: el destierro de mis huesos cae como seda empujada al viento, danza que solo se acompaña con la mirada de los viejos. Aliviado, saboreo la sangre del pasado ¡y ya no siento! Pero esta carrera solar se empecina en degenerarme, y no habrán fotogramas ni archivos que detengan la pérdida de semejanza entre la historia y mi progreso.
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Jossué Durán Donde las estatuas se perfilan I Sólo sé que he matado a Mojo y que su cadáver, tumbado en el piso ante los pies de Hades, está envuelto en celofán negro. Sé que está muerto y, sin embargo, a veces cuando llueve, escucho que respira; como si su corazón continuara latiendo y del celofán negro aun goteara el sudor putrefacto de su cuerpo. Solo estamos Mojo y yo. En las esquinas las estatuas, siempre silenciosas, nos miran ateridas. Y así, en la noche, los ventanales dejan de incendiarse; y, poco a poco, llega una obscuridad muda y fría, como si el pavimento en las paredes y en el piso nos devolviera algún fantasma del pasado. Ese silencio es como una pálida laxitud, una ceguera lastimosa y polvorienta. Aun, prefiero esta ceguera temporal, a sentir las estatuas que me miran, porque las estatuas nunca dejan de mirarme; porque me desgarra presentir que los dones que ostentan, admirables dones, perfilan la penumbra inquisidora de las noches… de las noches, si, y también de los días que se incendian uno a uno. El amanecer no suele ser tan malo: complacerse con la belleza de Afrodita, en la esquina izquierda; y, siempre que se evada la mirada de Atenea, a la derecha, creer que el mundo es divinidad en su estado puro y olvidar que existe la filosofía. Creer que todo está hecho de luz, como quisiera poder deciros. Pero Atenea siempre te mira, y aunque no lo hiciera; en el fondo, sabrías. Habría preguntas
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¿Por qué he matado a Mojo?¿Por qué ahora estoy encarcelado entre mis propias decisiones? Y ni siquiera en la noche, el pálido esbozo de los recuerdos, como un pálpito constante, escondería todas las dudas. Es que los dioses no perdonan. Ni aman. Por eso nos quitan la luz, y apagan la habitación y devuelven el cuerpo de Mojo de entre las sombras. Y cuando cae el atardecer me encuentro con el Hades, avivado por el encarnado ardor del sol poniente, con el cuerpo de Mojo siempre pulsante y convulso a sus pies, como si viviera. Peor aún, encontrarse con la cuarta estatua encapuchada. Y ver a Mojo que tiembla, aun después de muerto y al Hades que sonríe, que sonríe, sonríe y patea a Mojo, con cuidado, como manteniéndolo vivo para que yo pueda seguirle viendo. No se si estoy loco. Pero si no lo estoy, entonces ¿qué hago aquí? A fin de cuentas, las estatuas no deberían moverse. Un muerto no debería moverse. Un vivo no debería encerrarse en un sótano ensombrecido y turbio. Un muerto no debería asustar a un vivo. Pero Mojo sigue temblando, yo sigo temblando; el Hades patea y ríe, patea y ríe. Patea, me mira y ríe.
II He dejado el mundo libre; ahora solo cargo con el pecado carnal en la espalda, o más precisamente, en una bolsa negra de desechos llena de carne podrida. Es racional, yo se, que los dioses me rechacen, porque he allanado su santuario y porque he traído un cadáver que les recuerda que ellos son también culpables, pues lo son a pesar de su perfección. Es innegable, así supongo, que los dioses fallaron alguna vez y que por ello nos juzgan. Y a pesar de ello, por alguna razón desconocida, los adoramos. ¿Será su porte majestuoso venido del Olimpo? ¿será la postura inquisidora de sus piernas? Porque los dioses tienen fuertes piernas majestuosas ¿o será una providencia interior, una sabiduría, que nos aterroriza? Y sin embargo, en el fondo, también hay algo en ellos que es humano: sus brazos, que abrazan como abrazan los de los hombres, sus miedos que son miedos de hombres, sus culpas que son culpas de hombres. Y es por ello que nos devuelven el pecado (ese es su sentido) y es por ello que envidiamos la paloma en su pecho y es por ello que cuando me miran, fijamente, desde las esquinas, me pesa el corazón putrefacto, siempre un poco más. Al final, es alguien como yo quien me juzga, alguien que no podría comprenderme y solo juzga y juzga soberanamente; al final, los hombres nos ganamos nuestra propia culpa, nosotros creamos nuestros dioses.
mal y lo desconocido. Y bajo la sombra proyectada del recuerdo borroso, se critican las propias culpas al contemplarlas bajo el cariz de un día atroz que no se borra, que no se olvida; pues la memoria es el artefacto de los dioses para atormentarnos. Así, yo me arrastro devastado por el suelo, con la vista gacha, me arrastro para abrazar a Mojo, que sigue retorciéndose, y para pedirle perdón; pues la obscuridad de los dioses es inaguantable, y pedirle perdón por haberlo traído hasta aquí cargado sobre mi lomo animal. Porque la carne es el instrumento de los dioses para atormentarnos. Y pedirle… no! implorarle que se marche y que me olvide. Y llego a Mojo, para halar el celofán negro que se retuerce y, con mueca de resucitado, le pido perdón una y otra vez; le halo y le pido perdón. Le tomo entre los brazos y le destapo, lentamente, para ver que queda de mi muerto. Pero no, no encuentro nada. El pecado envuelto en la negrura del celofán no existe, nunca ha existido. Mojo, a quien yo creí haber matado, el muerto, no está porque nunca ha estado. Por un segundo, callado, veo como toda mi memoria se retuerce; veo la estatua encapuchada que rápidamente se perfila; contemplo mi rostro en ella y el grabado, en el busto y en la piedra, que reluce en letras claras, el nombre de Apolo.
Y pasan días y días y noches calmas y días terribles y tardes y atardeceres terroríficos bajo la sombra de la inteligencia y la belleza, desde donde solo se ve el
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Las brujas de Milgram Todo, a la larga, se reduce a la nada. El no podernada. El no saber-nada. El no olvidar-nada. Un vasto vacío donde todas las voces se proyectan como insoportables tristezas superpuestas; una y otra vez, bajo la nada del todo que se desmorona. Decir-todo, acechar-todo; callar-todo, en el fondo. Una suerte de sombras que se oscurecen y se achatan, que se encuentran y se silencian. Pero, en la negrura, nada se olvida; todo se arrincona polvosamente en la oquedad. Al final, solo la totalidad, que es la nada, nos juzgará. Así, la insoportable vacuidad de esta cueva, de esta cueva de ecos motores que me asechan. Así, sabiendo que nada saldrá de las sombras y que no me espera nada sino el olvido. Porque mi única luz, una única luz leve y liviana que se proyecta desde el poblado de Milgram, es ahora también mi único consuelo. Por que para una bruja no queda sino el silencio. Incluso ahora que ya no somos quemadas y que solo nos destierran; la cueva nos oprime, la cueva solamente nos permite el silencio. Y así, mirar a Milgram desde la cueva es trueno recorriéndote lenta y desgarradoramente desde la sien hasta la punta de los pies; poco a poco mientras la boca se vuelve reseca de palabras. Clausuradas: nos dejan íntimamente ascetas y ya no queda tierra para una bruja. No queda tierra, ni siquiera en el fondo de su propio corazón silenciado. Finalmente, cuando te han desterrado, solo te queda la reseca cueva y la gélida obsesión. Una maldita obsesión fría y reseca; una obsesión que pareciera eterna; una obsesión sorda para con el poblado de Milgram. Así ha
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hablado siempre la leyenda. Y nadie lo ha olvidado Y a la final, a todas nos echan. Nos echan porque las brujas nunca decimos nada. Porque callamos mordaz y adecuadamente. Nos detestan por ello. Y es que el silencio les desespera; por que, normalmente, un mundanal murmullo resuena siempre en Milgram, en donde nadie calla y todos se imponen; donde alguien entra y exclama algo como “yo soy un hombre de palabra” y agita la cabeza en señal degradante e intenta traspasar la fila para llegar a la barra. Porque todos son iguales y nadie es diferente. Excepto las brujas. Y a las brujas nos echan. Por ejemplo, alguien te saludaría en la calle con un pragmático sacudón de manos y aseveraría que existe un dios: existe Dios, Yaveh es mi señorpodría decir, luego callaría; ¿no lo crees? – tal vez podría agregar en seguida. No dejaría de mirarte ni un segundo, hasta que asintieras; pero no aceptaría un no por respuesta, no aceptaría nada más que el consentimiento por respuesta, nada. Porque nadie, sobre todo en Milgram, quiere escuchar lo que piensan los demás. Así, desde tiempos ancestrales hemos renegado de la precisión y el acato. Desde entonces, a las brujas, nos dan la máscara blanca que debemos usar para entrar al pueblo. Nos cortan una pierna y así, por nuestro paso metódico, diferencian a quienes somos brujas. Por que los milgramienses caminan acelerados, como quien tropieza con todo a su alrededor y como quien a todo empuja. Y la bruja camina pausada. Por ello, todos pretenden ser inteligentes y denigrar a la bruja al dejarse caer en el momento preciso, por no lucir esplendorosamente arriesgada y sagaz. Y es que la falsa inteligencia
es el mayor don de un milgramiense; pero la verdadera es el pecado más impío. Porque hace años renegaron la cautela y el respeto. Y nadie lo ha olvidado todavía. Para mi, todo empezó con el Alcaide. Un día cálido que saludaba a mi padre y me miró. Me dijo si no sabía que él era el Alcaide y que debía saludarlo; le respondí que lo sabía. Me dijo si no sabía que esa respuesta era arriesgada y que debía mantener mis palabras puras y sabías; le dije que lo sabía. Me preguntó si acaso yo sabía todo y le dije que no sabía. Me miró y sacó una máscara blanca. Eres efectivamente una bruja- me dijo, entregándome la máscara. Lo sé- le respondí. Llegué entonces a esta cueva donde no había nadie, donde no había ninguna otra bruja. En aquel momento, creo, comprendí todo; me quité la máscara y busqué al Alcaide. Me miró presuntuoso, como siempre me había mirado, y me dijo si acaso entendía; le dije que entendía. Dijo que debía pasear como bruja, a veces, para mantener el mito; le dije que aceptaba. Dijo que la misión de todos quienes éramos brujas era mantener en alto la antigua tradición milgramiense; yo sólo asentí. Finalmente, dijo que todo fuera por el bien de Milgram; le dije que era lo correcto.
mi destino. Caminaba con un paso pausado, más bien metódico. No obstante, poco antes, me volteé, ligeramente y le dije tratando de verle a los ojos: Sabe; ni usted ni yo hemos dicho nunca nada. Y caí por el precipicio.
Me miró. Usted es acaso la única bruja verdadera que he conocido- me dijo estremeciéndose. Lo sé - le respondí. Rápidamente, me devolvió la máscara y con una seña me indicó que me marchara. En el momento, empecé a retirarme, aceptando
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La retórica de Edgardo Con Edgardo la cárcel era un lugar inagotable, porque a su lado todo podía parecer un eterno infinito, porque todo lo que él dijo fue siempre inentendible, porque todo lo que escupía, como por castigo divino, se colaba deliciosamente por mis oídos. Y es que estar confinado con un reo como Edgardo era como no estar condenado en absoluto. Su recuerdo se ha mantenido intacto y aunque la última vez le vi caminando hacia el patíbulo, es como si hubiera elegido recordarle el de siempre, sin el cansino rostro de muerto que quedaba de él en la horca, pero con el adecuado silencio que mantuvo hasta el final. Pero no, nunca le conocí de verdad; al menos, eso sospecho. Y es que aunque le tuve en la misma celda cuatro años y aunque mañana a noche y noche a mañana traté de descifrarle eso suyo que parecía un eterno susurro interior, nada de lo que dijo pude haberlo vaticinado jamás. He de decir que a él lo condenaron por descuido. Porque Edgardo mató a un hombre que merecía la muerte, lo mató porque él así lo quería. La nota de suicidio no le incriminaba, pero las huellas en la pistola hablaban de otra forma. Es que los fiscales de balística son astutos, más astutos quizá que Edgardo; pero él era más inteligente que ellos y, aunque le privaron de su cuerpo, nunca encadenaron su voz. Si alguna vez he conocido a un hombre dispuesto a aceptar que se ha equivocado, era Edgardo. Nunca le pregunté si se sentía culpable; por miedo seguramente. Asumo que si. En cambio, en tanto podía, mi arrogancia me obligaba a corregirle. Decirle por ejemplo “te
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equivocas, el autor no es Quevedo, es Góngora”; recuerdo haberle visto sonreír. Para la semana siguiente encontré el tomo que el había atribuido a Quevedo y que yo desmentí diciendo que era de Góngora. Lo encontré bajo la almohada de Edgardo y era efectivamente de Quevedo. Él no había dicho una sola palabra. Cuando le pregunté si acaso no pretendía refutarme jamás por mi arrogancia, me dijo que “todos los libros podrían pertenecer a todos los autores… Góngora podría haber escrito Los entremeses así como Quevedo pudo ser un magnífico exégeta, en las circunstancias apropiadas, por supuesto”. Supuse que él no creía nada de eso, estoy seguro de que lo dijo como consolación, estoy seguro; así como estoy seguro que de haber escrito poemas él los habría firmado con mi nombre. Sin embargo, también diré que, Edgardo nunca habría podido llamar suyo un poema escrito por mi; no por arrogancia, sino por humildad. De lo que sé, Edgardo había sido matemático, se jubiló; había sido un obstinado lector pero una leve ceguera le impedía leer con su antigua dedicación; había sido un hombre bueno, y un hombre desdichado le pidió que le matara. Después de todo, era inevitable que el destino le condujera a amar las paradojas. Siempre fue un seguidor apasionado de Wittgenstein y mencionaba su obra Tractatus logico-philosophicus en casi cada monólogo. Solía decir que su vida era solo una paradoja que no había podido plantear correctamente. Me gustaba escucharle y creer que yo, siempre mi arrogancia; que yo también era una ecuación mal planteada. En el fondo, más allá de toda consolación y paradoja, creo que Edgardo siempre se culpó por su crimen,
yo no lo culpo: él era un hombre bueno y yo no le malquería. Era alemán pero había escapado de Alemania al empezar la guerra. No era, sin embargo, un judío. Dijo que el era un asesino como todos los alemanes, pero que “asesino es sólo una palabra…. no significa nada sin su contexto”. Era alemán como muchos alemanes. Pero había escapado de Alemania porque dentro del Holocausto ser un asesino relucía como una insoportable carga. Él era alemán y no quería serlo. Quizás por eso nunca llegué a conocerle. Creo que siempre estuvo asustado de que le malinterpretase; tenía miedo de los errores lingüísticos; tenía miedo a los rompecabezas. No creo que le hubiera llegado a conocer jamás, aunque él nunca hubiera muerto y yo nunca hubiera sido liberado. No habría alcanzado a comprenderlo; acaso, sin embargo, yo sería un poco más sabio. Siempre fui egoísta. Por ejemplo, nunca le pregunté si tenía hijos. Aunque seguramente los tuvo; seguramente no los tuvo pero, aun antes de nacidos, ellos fueron alemanes y desde entonces, él tuvo miedo; porque siempre le asechó el temor y la vergüenza de ser alemán. Siempre fui arrogante; no quise preguntarle si se casó alguna vez, aunque sospecho que no. Edgardo, o Edgard en su locución original, no era un hombre romántico, era más bien parco, frígido, alemán. Era también un poco apagado, calmado; pero frenético en el interior. A veces sospechaba que su cabeza era en realidad una locomotora. Y es que si algo me legó Edgardo fue el caos, aunque en apariencia él fue un hombre que lo tenía todo resuelto. Porque él no tenía nada resuelto. Y es que Edgardo era un prosista excelso,
pero también uno incapaz de llevar un cuento a la culminación. A la final, siempre le aterrorizaba no ser un hombre bueno. “Yo voy al infierno” dijo, o creo haberle escuchado. Porque todo lo que el dijo se difumina en mis recuerdos; hay cosas que acaso dijo, otras que posiblemente jamás pronunció. Todas, en lo que a mi respecta, son de él. Cuando nos despedíamos me dijo “Adiós”. Lo recuerdo con nitidez; aunque a veces, creo solo haberlo soñado. No se. Creo que me estrechó la mano. No, no lo creo; estoy seguro; Edgardo me estrechó la mano al despedirnos. Como si no hubieran pasado cuatro años- le dije yo o acaso eso quise decirle. Entonces, ambos sabíamos que no volveríamos a vernos hasta su muerte a la cual le había prometido asistir. Y aunque le escribí una carta, acaso varias; él nunca respondió a ninguna. El día de su muerte tampoco dijo mucho. No dijo mucho; o no dijo nada, seguramente. Un hola tal vez, que no pude escucharle y que él no quiso que yo escuchara. Seguramente no dijo hola, ni siquiera; porque así, habría roto el vasto espejismo que fue él para mi. Y es que aun me queda el sabor amargo cuando pienso en su silencio. Cuando pienso que su silencio se debía a que quería que nuestra última palabra fuera “Adiós”, aunque él iba hacia el infierno. “Adiós” sencilla e inolvidable; imposible de tragar, imposible de contestar…
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Soledad Corral Alucinaciones vistas con Lupa “Quiero ser materia y no querube, pompa que se queda y no sube” Sal y Mileto I Estigma de sentimientos Juegas a las vencidas con mis emociones, agravas el virus y creas metástasis en todo mi cuerpo, incluso en mi razón, escribes mi parte mortuorio … mejor me fumo mi locura/cordura/el amor y me entierro (lejos de vos) Sin pedirte la extremaunción.
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II Quiero que tus globos oculares se queden colgados en mis pupilas dilatadas… Abre tu pecho, déjame entrar por tu diafragma, parchar tu músculo productor de sentimientos. En una copa recogeré las gotas de sangre que caen como lágrimas por exceso, haré licor de corazón para sanar las heridas de este doliente amor.
III Mi iluso objeto fabricante de pasiones se va atolondrando, está arrugado/(des)enamorado… llora y no sabe porqué …si todo queda en Soledad. IV Prendo (por fin) el tabaco, confirmo todo de mala gana, me angustió, suspiro, hago drama. Invoco al dios, de vez en cuando te dibujo en mi almohada y al acostarme repito tu nombre (¿de memoria?) pero me alivia escuchar tu voz contra el silencio.
V La Soledad te traga el alma, te estanca, te estruja, te estampa contra su piel pegajosa, podrida por el amor sobrante. La Soledad te va a dejar S-O-L-O va a matarte…va a oscurecerse (vive de tus latidos) cuídate voy a partir en dos tu cerebro mientras las tripas te enredan el corazón.
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Isabella Nervo YO SERÉ DIOSA Padezco la terrible enfermedad de la egolatría, donde recuerdos reúnen gajos olvidados de ser hermosa, y el cielo manda maldiciones e inútiles presagios en un día, que desunen los golpes creando en mi una Diosa. O será la bella manzana que me ofrece Afrodita, o la muerte segura de Ares con la guerra, la que me obliga a creer en una fe maldita, que sin duda ni pecado me destierra. La vaga e inusual coronación de la mentira, crea en el infierno un brioso rayo de ira. y gallardamente mira la sangre maliciosa queriendo que la noche sea la muerte de la Diosa. Y jactándome de gloria alzo las manos en victoria, mientras los infiernos pactan con Morfeo, duermen mis recuerdos despojándome del trofeo, pero la belleza se queda y se va la memoria. El endiablado sentir de las llamas del sueño, consigue que vuele mi Dios, mi dueño, y besando el rocío de mi cáliz bendito, devuelve mi cuerpo al altar erudito.
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Y miro a los demonios arrastrarse manchados, doliendo sus cuerpos y viles candados, gimiendo malditos el dolor de su plaga, y miro sus caras mientras el sol se apaga. Soy invencible e inmortal, grito insolente, y miro que ángeles coronan de espejos mi frente, horrorizada, la realidad se hace presente, y fijo mis ojos en mi reflejo demente. “Mi esencia, mi ser, mi belleza ha caído ante demonios como presa”, prontamente mi alma se empoza, y blasfemando a los cielos grito: “YO SERÉ DIOSA”. Y perdiendo la cordura, me hundo en los brazos de mi Dios, olvidando que mi belleza irremediablemente se ha perdido, desato mi fiereza, y uno nos hacemos los dos, Convirtiendo esa noche en un eclipse prohibido. Neciamente escucho a los demonios, que ofrecen devolverme la belleza, pero ladinamente envuelven a mi fiereza, causando que mi Dios, mi sol, se apague a cualquier costo, Y que mate mi amor por un bello rostro. Juzgo fatal mi obediencia, así que prefiero perecer sin conciencia, y abro mis ojos y con mi Dios me encuentro, en la infinita felicidad de estar muerto.
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Marielisa Carrasco
Cuenca de las cuatro calles, mil adoquines y algunas aguas guarda demasiados recuerdos o presagios: presagios de recuerdos o viceversa No sé cómo puede con ellos, seguramente las termina ahogando por eso se inunda la ciudad. ¿Cómo harán los hijos de Santa Ana para cruzar cuatro ríos con un puente roto? Las calles aun me hablan de ti, carentes de tus pasos se cubren de tu sol. En la noche el extraño brillo de tu recuerdo cobija el río. Las voces le cantan al pasado rememorando aquello que no fluyó.
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El caso
Te quise Fuiste Te esperé Fuiste
fuerte desconcierto fuego abandono
La síntesis La culpa de saberte diferente al que esperé, te hace volver. Problema 1 Una y otra vez trato de descifrar los enigmas de la música, en vano. Maldito tiempo o nube de polvo (como diría Bolaño) viaja a través de tu recuerdo, lo invade, lo conquista, se lo lleva a esos confines de la memoria donde lo más vívido se vuelve ambiguo y sólo me queda la ausencia como certeza: Una musa sin artista y sin amante, una Lolita sin maestro ni mentor. Consecuencia 1 Tengo los pulmones podridos de nostalgia y el insomnio contaminado de asfixia ¿Aun te desdoblas de madrugada para visitar desiertos de adoquín? Hoy sólo me queda tu alma imantada, ávida de discípulos del fantasma mayor. Problema 2 Tan irrelevantes estas letras. Ya ni a mí me convencen, son tuyas, al no estar, le pertenecen al vacío azul, a los pasos ya andados. Inconsecuencia Esta limitación (imposibilidad del mundo en unidad) me lleva allá donde ya no me retiro. Convulsión de sentidos, como si te tuviera, gemir de lágrimas por tus manos que escuchan el grito de la sangre hervida, desparramada. Un impulso visceral, responde al animal que pretende ser humano. Te mimetizas con melodías antiguas como el tiempo.
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Conclusión Tengo un pendiente contigo. Me quedó tu savia: un respiro de tu sangre, una flor del desierto de tu piel, una lágrima de tus caricias. Algo de mí se fue con tu partida … El río arrastrará consigo la sangre que guarda un dolor innecesario las aguas traerán a la ciudad el tan ansiado olvido que se filtró por cada resquicio de los adoquines. Tal vez colapso junto con la mitad del puente.
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Juan Fernando Bermeo Actividad En vela, perdido en cualidades novatas pero novedosas, siempre atento al cambio de estación zafral y radial. Inexplicablemente deseo conocer más sobre la selva, esa selva tentadora y peligrosa que roza las retinas de mis ojos, y la llena de percepciones salivosas y precarias. No debo, sé que no debo. ¿O no lo sé? ¿Quién sabe lo que nos conviene en momentos de transición situacional? Me enfermo, me embriago, me transformo, ¿cómo llamarlo de otra manera si no existe terminología capaz de sincerar y honrar las presencias vicarias que nos comprometen? Y siguiendo la línea jamás trazada, pero consabida, me anego lentamente en la compacta neblina. Y busco sin esperar hallar nada, mas encuentro centellas místicas que tiemblan sudorosas. Y empiezo a entender por qué las noches se desmoronaron, dejaron de ser firmes hace mucho tiempo. Ya no respetan horas ni ambiciones, oscurecen tardes corrientes, y días furtivos. La explicación es lógica, intrínseca, magnánima, violenta y explícita. Es una definición que deja a gusto propio la solución del caso. Pues si en esta sobrada esfera innegable que nos compete y envuelve, dicen existir seres “sexualmente activos”; nosotros amor, indudablemente, somos “sexualmente hiperactivos”.
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Aqueronte Destierro, carne descompuesta en sílabas y versos. Por supuesto, endebles, inextricables, enfermizos e inconsecuentes. Y la luna cayéndose a pedazos, y las lágrimas que lubrican el proceso. Después, se queja el silencio. Se tuerce entre tus sábanas aullando. Y le prestas tu hombro para que llore, esperando ansioso que por fin se calle. En este punto es fácil seguir. Es como andar en bicicleta. Sangras y sangras por la pluma tinta a borbotones Te borras, te rayas, te tachas, te corriges, te arrugas, te desechas. Y las paredes son muy delgadas ya, se vuelven culpables directas. Y los puños buscando acusados, se quiebran a la par con los espectros. Si no has mojado el panorama, entonces falta ignominia todavía. Embajador en tu propia trinchera, cierras la boca con las moscas dentro. Añoras el metal del tubo en tu sien y la corbata de soga que tan bien te queda. Te comiste ya tu propia sal a sorbos, y tus entrañas son una masa que se parece a ti. Empiezas ayer muchos días, pensando siempre que mañana va estar ahí, sin este horrible hoy. Solo entonces te deja y se va, el Spleen marcha a buscarte en otros cuerpos.
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La reflexión sobre el acto poético, presente en toda obra de arte, nos permite comprender y de alguna manera extender aquello que nos habita el pulso. La intención de este espacio es la de abrir el diálogo que comunique y fortalezca la idea de una producción artística como un todo orgánico y conexo (parafraseando a Octavio Paz) en la cual sitiar las “influencias” o confluencias, como se quiera, que alimentan las voces y los imaginarios que saturan estas hojas pobladas y, ahora, dispuestas…
Ernesto Carriøn EL VACÍØ DE MI NOMBRE [La Historia Prohibida de la Poesía] Texto leído en el Encuentro de Literatura Ecuatoriana “Alfonso Carrasco Vintimilla” 2008*
Ernesto Carriøn a mí mismo no me tengo, a mí mismo no me soy… José de Jesús Martínez
1. El origen del mal: una procesión en mi cabeza “Escribir es mantener la lucidez en medio del torbellino; se trata al fin y al cabo –como dijo Perlongher- de una lucha atroz y solitaria por deformarlo todo”[1]. Entonces ese “todo”, que menciona aquí el poeta, abarca justamente todos esos símbolos con sus respectivos significados. Toda esa aglutinación de representaciones desgastadas como arrugas bajo la piel del mundo. Para ser un poeta menor, en la década de los noventa, supe que tenía que distanciarme de
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dos amplias tendencias que recorrían –una mi patria y otra mi ciudad- entre cordilleras de libros, cuadernillos, ediciones de autor, revistas y/o antologías preparadas con honradez y leídas por quizás no más de 100 personas. (Cantidad exagerada que, obviamente, representaría la turba de lectores que tiene la poesía en el Ecuador.) Una de estas tendencias sería, claramente, aquella diseñada como resultado de una asimilación particular del canon andino-céntrico propagada hasta nuestros días donde, me atrevo a decir, aparece resuelto el mecanismo del poema por una regla parecida a esta: Elemento concentrador de la naturaleza + Brevedad + Reflexión metafísica Ecuación que me daba como resultado un divorcio de la voz poética con la energía misma del texto propuesto. Donde encontraba, además, una atrofia muscular en el sentido estricto de la imaginería poética; quiero decir que existía una abulia en el trabajo de imágenes que propusieran, en su engranaje lúdico, llevar el poema hasta identidades y connotaciones otras. (La preparación de las imágenes, y cómo éstas funcionan alineadas a la intención del autor, y a
esa realidad revelada o por revelarse, asegurarán la libertad única del poema. “Asegurarán que el poema, sea siempre esa caja cerrada que ha de llevar la llave únicamente por dentro”). La otra tendencia tenía que ver exclusivamente con una poesía no citadina, sino que más bien utilizaba la ciudad como telón de fondo o como un pretexto que permitiera armar, inteligentemente, un libro de poemas que no sufriera caídas o errores mayores. Se trataba de una poesía donde aparecía la ciudad como una “totalidad intuitiva”, acaso con vida y sensibilidad propias. Donde aparecía, de manera similar, la amada como esa excusa donde el discurso poético lograba asentarse para volver hacia reflexiones de orden filosófico, psicológico y metafísico. Poemarios donde primaba la brevedad en forma y contenido. Queriéndome alejar, entonces, de ambas maneras de construir un libro, los problemas ante los que me encontré fueron los siguientes: ¿cómo identificar mi voz? Y peor aún, si separamos la voz poética del autor del poema, ¿cómo iniciar mi trabajo en la poesía? Acordando entonces que el poemario no debía suceder como una operación matemática o de reflexión pura (menos aún como breves narraciones sobre la cotidianidad de mi vida), sino que éste debía levantarse como una propuesta en debate
con la realidad, comprendí que un poeta menor, evidentemente, sería alguien que elaborara textos divorciados de todo preciosismo (sin alejarse de la estética) y de todo intelectualismo donde no esté implicado su protagonista (sin alejarse de la ética). Wittengstein, de por medio. Y que mi libro debía iniciarse en el sitio donde se han consumido todos los libros posibles y todas las voces posibles. Que debía transformar mi trabajo en un devenir progresivo de mi identidad (recordando que las identidades fueron derribadas desde la modernidad, y que ya nadie es un “todo como tal”, una identidad clara o transparente, sino una extensión de seres, cosas y conocimientos en los cuales deambulamos fragmentariamente. Y que -como dijo Bretón- “la historia de la poesía moderna es únicamente la historia de las libertades que se han tomado los poetas respecto al Yo”). Comprendí entonces que mi máscara –en la primera etapa de este trabajo- se convertiría en miles de máscaras que me ayudarían a reflexionar sobre nuestro tiempo. Sobre el por qué estamos en un sitio que siempre parece más ficticio que la página en blanco. Máscaras que también me ayudarían a distanciar mi trabajo de ese yoísmo excesivo, de los poetas de entonces, que –bajo la propuesta de intimar con el lectorterminaban distanciándose por la carencia de los elementos que mencione hace un momento. Entonces a partir de esta idea aparecería La muerte de Caín donde, en la búsqueda de remorder el
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vacío de mi nombre, abusaría de las libertades de la fragmentación para atravesar las páginas de mis libros como Adán y Eva, como Calígula y Safo, como Marc Chapdman y Billy the Kid, como Yukio Mishima y Rimbaud, etc. Páginas en las que la poesía pierde su “misión ornamental” y se convierte en otra cosa: se me ocurre un tratado rizomático que llegaría quizás a resolverse en su etapa segunda, y ni esto. Surgiría –con el reflexionar de mi trabajo sobre los años- la creación de una obra que llevaría por título: ø (que representa el símbolo del vacío). Trilogía conformada de la siguiente forma: La muerte de Caín (cuarteto integrado por los poemarios: El Libro de la desobediencia, Carni vale, Labor del Extraviado y La Bestia vencida); Los Duelos de una cabeza sin mundo (quinteto formado por los poemarios: Fundación de la niebla, Demonia Factory, Monsieur Monstruo, Los Diarios sumergidos de Calibán y Proyecto de Demolición: Promesa de territorio*); y 18 Scorpii. Alzaría entonces con mi cabeza de gallo miles de aristas que, en mi confesada obsesión, intentarían responder a mi tiempo histórico, a mi realidad social y a mi propio nombre. Entiéndase una cabeza de gallo iluminada por las miles de velas que encienden mis otros yo dentro de mi cráneo. 2. Nuevas formas de tratar los traumas de la guerra moderna Este texto está escrito, si ya han caído en cuenta,
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para aquellos que no creemos en la poesía como mero artificio/ como objeto inanimado que provoca únicamente experiencias estéticas/ para aquellos que nos sentamos a cenar, esta tarde, sobre el cadáver fresco del poema contemporáneo/ para quienes creemos que su vitalidad radica en ese golpe profundo sobre la mejilla de todo este desorden de signos y significados -sobre toda esta pérdida de civilidades que nos deshumanizan en el proceso de abrir los ojos por temor a gritar. Para abordar desde la poesía los traumas de la guerra moderna, imaginé un sistema que se agitara en el mismo núcleo de lo considerado “civilización” por Marcusse hasta hoy. Esto es: SometimientoRebeldía-Sometimiento. Yo trabajaría en cambio: Rebeldía-Sometimiento-Rebeldía. Por eso, la trilogía de la que hablo (que encierra 10 libros) tiene como subtítulo en su primera parte: en el nombre del hijo, en su segunda: en el nombre del padre, y en su última nuevamente: en el nombre del hijo. La muerte de Caín trata – en su tejido complejo- de releer y reescribir nuestra realidad judeocristiana (como bien apuntara el poeta chileno Héctor Hernández Montecinos, en el epílogo que cierra este libro, editado este año por la Casa de la Cultura Ecuatoriana), y de enfrentarnos ante la duda de uno mismo con respecto a los dolores del mundo, que siempre son los mismos. Las incógnitas se presentan en este libro, no únicamente desde la
soledad u orfandad del hombre ante su creador (el libro de la desobediencia), sino también desde la soledad del hombre entre sus semejantes que viven de espaldas a esa búsqueda de verdades que padece la voz (Carni vale). Las máscaras más que máscaras se vuelven soportes técnicos para realizar esas puestas en escena de momentos cruciales de nuestra condición judeocristiana. Donde la única intención es la desintegración de la mentira en la que vivimos, sin llegar a ninguna respuesta. Cito: el mar existe. Y el cielo puro que cruje entre el cemento. Así la lluvia existe, y la débil danza de su aguja que va deshilachando cada sombra, que por eso dura. Y dios existe; pero igual que un gran artista de maravillosas dotes, nada tiene que ver él con su obra. Pero yo, que sólo me contemplo en el cuerpo que se apaga. Entre la multitud que asienta y que acongoja; que beso las criaturas que después no son, también existo. Yo, que he visto a las garzas nevando sobre los manglares, bebiendo la carroña del estero, iluminando las aguas detrás de nuestras casas, donde nuestro grupo humano estudia, palmo a palmo, esa moral y ese excremento que nos hace. Yo, que aún sueño poseer los mil discursos que habrán de derrotarme. Y me digo, por un día siquiera, sería bueno ver las cosas en su origen. Sería bueno que los caminos opuestos fracasaran una vez en calma. Por un día siquiera, sería bueno que el anverso y el reverso no estorbaran. Ver las cosas como hubieran sido. Porque sé que he terminado como todos,
siendo el hombre que jamás deseé (de El Libro de la desobediencia) En La muerte de Caín existe, de igual manera, un planteamiento insoportable, por así decirlo, con respecto a la muerte o a la falta de ésta. A la condena de volver a la existencia, a esa consigna de que “volver es siempre parecido a la derrota/ porque volver es siempre parecido a la derrota” (Labor del Extraviado). El sujeto queda entonces suspendido en la incomprensión entre sus semejantes, olvidado en su orfandad divina, sumergido ante la falta de certezas u absolutos, arrinconado por la demencia terrestre de no poder escapar o morir, definitivamente. La muerte de Caín (CCE, 2007) es fragilidad y exposición del enfado. Más allá de las reescrituras bíblicas y de las historias neo-narradas ahí a través de personajes tan disímiles como Hölderlin, Absalón, el Autor Extraviado, entre todos los hombres que pudo ser Caín y no fue nunca. Llanto, desgano, coraje inconsecuente que no viaja hacia la posibilidad de reconciliación alguna. Hijo que no comprende que hace ahí donde no pidió nacer, o fue hecho sin ganas, y donde se ha ido acelerando su paranoia. Así cumple este libro con su rebeldía (En el nombre del hijo), aunque bien se trate de una rebeldía desorientadora y nada más.
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A pesar de que pueda sospecharse o definirse mi trabajo como un desborde contenido (por la hibridación de géneros y el abuso del lenguaje –pienso más que esto sucede por la aceptación de un mestizaje que apela a un enramado voraz-), Los Duelos de una cabeza sin mundo prosigue con la clarificación de la crisis: esa búsqueda personal y colectiva de lo que es un hombre. Se trata de cinco poemarios que arrancan desde el enfrentamiento ante la página en blanco, ante la gravísima pregunta de: ¿quién es el autor: el que escribe estas líneas o el que reposa segmentado sobre el cuaderno a la espera de algún lector? Peor aún, se cuestiona si acaso el espacio donde surgen el lenguaje, la observación y el hombre son el mismo. Cito: Hay un caballo partido y sin compensaciones en el lugar donde movemos la mirada. La frase vuela hacia abajo y entra por los espejos hasta palpar su tronco. Su trono verdadero. Arriba nace el Lenguaje. Detrás de la mirada que retiro sé que existo. Arriba nace el Lenguaje. Detrás de la mirada que coloco sé quien ya no soy (no soy un hombre honesto). El caballo partido entra a mi casa partida con intención de durar. Trae consigo volcanes y montañas fracturadas que me abrazan expectantes como un mandril enfermo. Trae la cabeza de la luna, cansada de soñar la superficie del mundo. (de Fundación de la niebla)
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Aparece, asimismo, en el primer libro del quinteto, Fundación de la niebla (Cascahuesos, Arequipa, 2010) un espacio creado por la reflexión del proceso creativo, en enfrentamiento constante con la elevación de una personalidad posible, y de un poema posible. Demonia Factory (Zignos, Lima, 2007/ Eskeletra, Quito, 2008/ Limón Partido, México D.F., 2009 y El Conejo, Quito, 2011) sigue esta búsqueda de nombre-cuerpo-territorio, en la reflexión de una voz poética fragmentada que hace uso de recortes de su pasado a manera de slides, o de un zapping arriesgado que se estira en un monólogo interior hasta sus últimas consecuencias: desaparecer. Viaja la voz de la mano de cuatro mujeres con cuatro historias en cuatro tiempos distintos enredándose en una franqueza desalentadora, trocando este libro en una novela poetizada. Brota aquí la Memoria de Uno, gracias a la humana experiencia del amor. Ese Uno que hacemos bien en darle existencia a través del otro, aquí se sueña liberado de sí mismo, pero no lo consigue. Todo lo contrario; ocurre una mutilación o un desmembramiento que arrojará a la voz a revelarse a sí misma (su posibilidad de pasado será su posibilidad de presente) para co-fabricarse. Esto es Monsieur Monstruo o Frankenstein Posmoderno. Una reparación de un hombre cercenado por su propia historia. Monsieur Monstruo (Ed. de Autor, Guayaquil, 2009) emerge
de la necesidad real de asumir las heridas del pasado individual para abismarse hacia las heridas colectivas. Es la reparación de un cuerpo, pero a la vez, se trata de la posibilidad de la construcción de un futuro colectivo, humano y solidario. Quizás sea un libro terrible por lo que aquí se cuenta, ya que se trata de un acto de violencia autobiográfica: seguiste las instrucciones para leer a los árboles -eso hiciste bien- aunque nunca olvidaste la primera de tus erecciones: maría de 5 años muerta de miedo encerrada contigo en un gran ropero como en las películas gringas donde todo se puede Tu debes haber tenido 6 porque recuerdas sin confusión el inicio del juego Luego los golpes que ponías con violencia sobre su cuerpo La poesía, que no sirve para maldita sea la cosa, será después de todo la herramienta mortal con la que cuenta la voz para defenderse. ¿De quién o quiénes? Pues de la obra misma que va transformando al hombre que la construye. Toca entonces a la voz, luego de haber restaurado su propio cuerpo y memoria históricos, restaurar el cuerpo y memoria históricos de los otros, ya que sin los demás no hay existencia propia. La memoria colectiva se hincha aquí y tapona los cordones de las venas llenos de miedo. Crea un enramado. Quiero decir: la herida es siempre una incógnita irresuelta. Tanto como “interprete de sí mismo, o teórico de su mismidad”
[2], la voz claramente expone el malestar al que se dirige: estos son mis 650 músculos de acción involuntaria mis 250.000 plaquetas que taponan las heridas que evitan que sangre este es mi fanatismo equivocado con el que se descomponen los peces debajo de los muelles como perra materia mi monstruo helado arrastrándose en medio de la gente ovulando una ternura primitiva una señal de nacimiento en algún lado olvidado por los hombres este es mi señor mestizo: mi negro mi indio mi judío mi perfil como sable azotando el barro: su prótesis de maldad esto yo soy ahora: un escritor mediocre que ha debido suicidarse si le queda decencia cayo reventado por cadáveres que van adelgazando trago inevitable sembrado de cuchillos a las dos de la tarde ascensos y descensos de una bragueta para no observar cómo se me va escurriendo la vida bajo el pantalón miles de violentos chillidos de un violín multiplicándose en mis oídos cuando humeo en el cemento como un fantasma pierna artificial cautiva el agua sucia arrumbada o nacida de un hombre y una mujer latinoamericanos
Monsieur Monstruo (o Calibán o Cosa Obtusa como nombra Shakespeare al hombre nativo de este continente, en su obra la Tempestad) le ha denunciado a su propia voz que ella no forma parte
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únicamente de un estado mental de crisis, sino que toda su condición latinoamericana es la que se halla en un profundo estado de crisis. Entonces comprende la voz que lo que ha abierto, en su propio clamor, son los precipicios colectivos que deberá primero exponer, reescribir o reparar, para poder darle calma a ese nido de dudas y enfrentamientos, de idiosincrasias y saberes, que es América en su acuario de raíces.
de desparpajo, a veces de ironía y otras de una profunda tristeza. Sexualmente ambiguo, Calibán es todo lo monstruo, travesti, azul, negro, protoplasma y galáctico que nos conforma. Armado con intensas vibraciones: un poema-película en tono salvaje y fantasmagórico [3].
Los diarios sumergidos de Calibán (plaquette, Conaculta, México D.F., 2009 [fragmentos]/Doble Rostro, Quito, 2011 [Libro I]) representará, dentro de la obra, la recuperación de nuestro pasado, la fabricación de nuestro presente, la mitificación de nuestro futuro, así como la unificación temblorosa de nuestro continente. Este libro empieza un mes antes de la llegada de los españoles a nuestras tierras, con un texto titulado Septiembre de 1492 y concluye en el siglo XXI. Se trata de un nudo hecho de micro historias narradas por Calibán que viajan en tiempos distintos. Donde por momentos quise fundir los tiempos, a pesar de su división por siglos. Quiero decir, dentro del siglo XVI, aparece de pronto una discusión en una clase de historia del siglo XX, interrumpiendo espectralmente el diario de Calibán. Algo de rapidez en constante fragmentación tiene este libro. Además debí planear la construcción de la voz de Calibán, un personaje de ficción que englobe una conciencia nativo-americana llena
[…] Siendo más honesto: creo que mi trabajo poco o nada tiene que ver con la poesía. La poesía íntegra y hermosamente cerrada bajo el puño donde apoyar la cabeza. Creo en la crisis y en la revelación de ésta. En que el poema no es un gato de porcelana sobre la repisa de mi casa, o el trazado fotografiado de la manzana cayendo sobre el incendio de la hierba. Creo que el poema no es un acto político o religioso, pero que sí es un acto de amor y por lo tanto político y religioso. Que no es un instrumento “mesiánico” o de tortura; pero que sí tiene la obligación de rompernos el hígado, de mordernos las costillas, de ponernos dientes donde los perdimos. De llevarnos a palpar el hambre en el hueco de la palma, en esas noches de soledad sostenida que decidimos evadir con suma violencia. Se trata, más que de una literatura menor (Deleuze y Guattari), de una poesía o literatura borderline, alejada de lo estético como dimensión fundamental del pensamiento post-estructuralista. Que rechaza
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3. No existe el Poema: Demolición de las identidades
-citando a Payeras-, desde sus propios orígenes “ser o formar parte de esa llamada Literatura Nacional”[4]. Yo creo en los planteamientos y recursos de los que, hoy por hoy, hace mano la incipiente poesía latinoamericana. Creo firmemente en el levantamiento de libros saboteadores que funcionan como obras totales, en libros sableadores y multiplicadores de la angustia. En esos libros que nos obligan a cuestionarnos la complejidad de sobrevivir al movimiento y a ninguna verdad. Creo en estos libros de múltiples caídas: el verso dentro del poema/ el poema dentro de un cuerpo/ el cuerpo dentro de un libro compacto que encierra su crisis ante un tiempo violento, desintegrador y quemimportista. El libro, entonces, nunca más como el racimo de poemas que narren el tránsito de mi humanidad a través de este cuerpo que se está largando noche adentro como mis ojos; sino que (además de narrar mi tránsito humano), sea un libro que busque –a toda costa- reubicar la bruma o la crisis de no tener ni género, ni nombre, ni cuerpo, ni verdad, ni rasgo específico dentro de la demencia de la posmodernidad. Un libro que demuestre mis contradicciones y que me vaya dando un rostro a medida que se va escribiendo con algo que parezca ser mi mano. Un libro que atosigue al lector y que lo torture hasta que pierda su hipocresía. Que no le de
reposo esta noche, ni la siguiente, ni la otra. lo que más me gustó de ti fue ese deseo de ser salvaje mordiéndote los dedos entre cigarrillos Ahuyentar en la oscuridad a quien te diera la gana bajándote el pantalón o escupiendo lenguas tribales en bares de lujo Más de una vez buscaste pleitos para burlarte de Dios pero no los hallaste Eras el desdichado infundado que dormía en parques helados de ciudades lejanas Fuiste el poeta nocivo con suerte bien aplaudida para tus enemigos de turno El amante inservible como marido para tus amantes El padre cansado antes de la jornada o aparecido milagrosamente El llorón que en lo espeso de su pausa traga un pensamiento como quien traga un molusco a tientas vivo Satanás penetrado por Satanás al final de la fiesta Este antro donde rápidamente las palabras toman asiento (de Monsieur Monstruo)
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* El Vacíø de mi nombre fue un texto elaborado para el Encuentro de Literatura Ecuatoriana Alfonso Carrasco Vintimilla (2008) que tuvo como temática principal las poéticas de los autores. [1] Néstor Perlongher, Prosas Plebeyas. * El título de este libro, que cierra Los Duelos de Una Cabeza sin Mundo, ha sido modificado a la fecha por el autor. [2] Juan José Rodríguez, Sobre Monsieur o la importancia de llamarse Ernesto, prólogo a Monsieur Monstruo, 2009. [3] Yaxkin Melchy, comentario cuarta de forros, Los diarios sumergidos de Calibán, 2010. [4] Javier Payeras, Lecturas Menores.
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Maríaluz Albuja MÁS ALLÁ DE LAS FORMAS Marco Antonio Campos cierra una de sus composiciones, aquella que – en mi opinión – recoge su arte poética, con las siguientes preguntas: “¿cuántos versos te revelaron un mundo / cuántos versos quedaron en tu corazón? / dime, cuántos versos quedaron en tu corazón?” Esto, a propósito de las experimentaciones verbales que tanto han sorprendido a poetas y a críticos, pero que a veces (no siempre, por supuesto) pierden conexión con la vida, donde se encuentra el único ingrediente capaz de universalizar a la poesía: esa capacidad de tocar al lector, de interpelarlo, de cambiar su estado de ánimo, de hacerle vivir aquello que el texto revela. No por ello la poesía tendrá que ser autorreferencial o limitarse exclusivamente a la experiencia de quien la compone, pues esto también perdería de vista una tradición, así como la ruptura de una tradición y la generación de las corrientes o caminos que inevitablemente surgen a raíz de todo rompimiento. De ahí que el problema no reside en el estilo que adopte la poesía – pues ella misma escoge su “envase”, dependiendo de la necesidad expresiva que lleve detrás – sino en la fidelidad del texto
tanto al impulso que le da vida como a los propios giros que éste tomará por sí mismo, una vez que cobre aliento y se independice de la soberanía del autor. Por otra parte, la poesía no puede (ni debe) cimentarse exclusivamente en las emociones que la generan pues, de ser así, el resultado no alcanzaría el nivel estético que una obra de arte supone, horizonte que va “más allá” de lo que los ojos del observador común logran captar. Y es aquí donde, inevitablemente, se llega al tema fundamental: la mirada del poeta. Es ella la que imprime en el texto ese carácter irrepetible que lo diferenciará de aquellos versos que ya dijeron – millones de veces – lo mismo, pero que gozarán de originalidad en la voz del poeta que ha trabajado a pulso su propia manera de ver y de poetizar eso que la voz expresiva quiere transmitir. Visto de tal manera, un poema escrito en métrica puede ser tan vanguardista como uno experimental, así como uno experimental puede volverse clásico si la autenticidad (léase también honestidad) creativa trasciende los estilos para llegar a lo “profundamente humano”, ese terreno donde
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están las inquietudes que, a lo largo del tiempo y las geografías, han afligido o han llenado de gozo a mujeres y a hombres. Ya Octavio Paz y Borges (por no mencionar a muchos otros) reflexionaron sobre este asunto, llegando a la conclusión – cada uno a su manera – de que no toda forma poética contiene poesía dentro de sí. De ahí que, a estas alturas, cuando la poesía ha llegado a ser reconocida en todo su esplendor dentro de una amplia variedad de modos expresivos y de estilos, resulte quizá fuera de foco el creer que solamente la poesía experimental tenga interés para los poetas y críticos actuales. En otras palabras, aunque la forma sea el elemento clave de la poesía (pues no basta con un contenido profundo o excelso para lograr un poema), la forma que adopte dicha forma – valga la redundancia – no puede servir a un propósito comercial (lo que vende, si es que la poesía vendiera) o lo que gusta a los hacedores del canon (si es que existen pues, a la larga, son los lectores quienes dictaminan la supervivencia de una obra). La experimentación tiene sus riesgos maravillosos, sus vértigos y sus fortalezas. Desde mi gusto personal, aprecio el trabajo que muchos poetas contemporáneos realizan en este campo. Sin embargo, hay el peligro – que muchos olvidan – de caer en una especie de gratuidad en el uso de los elementos, como si todo fuese válido en la
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poesía, llegando así a composiciones que suenan interesantes para el oído, quizá, pero que no revelan un mundo, retomando las palabras de Marco Antonio Campos, así como tampoco pueden tocar, remover o interpelar a quien se acerca a sus versos. En resumen, se quedan en el juego y la pirueta, sin ir más allá. Y esto no tiene que ver con la poesía hermética que, si bien parecería impenetrable – como su nombre lo indica –, es capaz de dejar un sólido eco en quien visita su territorio. De hecho, existe poesía de este tipo ya en el Siglo de Oro (ahora bautizado con el nombre de Modernismo Temprano por los académicos); el ejemplo más claro de ello podría ser Góngora pero este es un tema muy amplio, que no abordaremos ahora. Así pues, volviendo al cauce, no se trata de desvirtuar a la poesía que rompe moldes sino, más bien, dejar en claro que el molde no hace a la poesía y que su forma no puede verse supeditada a una moda o a una corriente. Hay que evitar la clonación del arte en todas sus formas. Y, sobre todo, hay que abrir el espectro de lecturas y reconocer a la poesía (siempre y cuando se encuentre presente) en sus infinitas maneras de manifestarse, aunque no coincida con el estilo que promulguemos o al que digamos pertenecer. Por otra parte, la depuración de la propia voz atravesará etapas diversas y el poeta que permanezca atado a la forma que considere más impactante o que busque impresionar a la
crítica, no podrá completar con total honestidad el proceso al cual debería entregarse sin condiciones. La propia voz nacerá solamente cuando haya entrega total al acto creativo. Y la entrega total, lo saben quienes practican la espiritualidad (cuyos principios son aplicables a todos los aspectos de la vida) solo es posible cuando los juicios de la mente, las expectativas y las condiciones son puestas de lado para dejar que emerja “el verdadero ser detrás de las cosas”, recordando a Dávila Andrade. Por otra parte, es preciso mencionar que las vanguardias ya están cumpliendo cien años y que, al igual que las revoluciones, dejan de serlo si no se renuevan constantemente a sí mismas, de modo que no existe una fórmula para hacer poesía vanguardista. Quien diga tenerla, puede caer en el riesgo de copiarse a sí mismo (o a otro) en un círculo interminable. Eloy Sánchez Rosillo, poeta español contemporáneo, habla sobre la nitidez como un elemento necesario para que la poesía goce de vida propia. En otras palabras, claridad que no le quita el misterio a la poesía y que, por supuesto, no impide experimentar con la forma, siempre y cuando el poema exprese lo que la voz poética quiere decir, sin caer en el facilismo del “todo vale” (combinación gratuita de elementos) o en accidentes ocasionados por una falta de lucidez o de rigor. La vaguedad, en poesía, solamente puede resultar en una serie de imágenes
inconexas que quizá impresionen a algunos por la sonoridad de las palabras, pero que morirán indefectiblemente en su propio pantano. Por eso se trata del género más difícil. Y el hecho de que sea difícil no quiere decir que el lector no pueda vincularse con ella, ya que la poesía – ahí está su belleza – no necesita de la lógica para tener sentido, sino de un vínculo que solamente el poeta entregado a su búsqueda puede lograr con el resto de seres humanos al cumplir su labor de sacar el inconsciente colectivo al consciente (utilizando términos del psicoanálisis). Así pues, aunque la poesía enfrente las problemáticas de su propio tiempo o lugar, alcanzará a lectores del presente y del futuro si logra crear un lazo entre dichas problemáticas y el abordaje humano de éstas. Lo mismo si la poesía hace referencias literarias, culturales, religiosas o de cualquier otra naturaleza: será universal solamente si puede “bajarlas a tierra” para insertarlas en el espacio diminuto, íntimo, personal donde se mueve el lector, cualquier lector, en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo; un lector de carne y hueso que va a morir, que teme el dolor, que le busca un sentido a su existencia, que conoce la dicha, que lo ha perdido todo… De ahí que lo local puede universalizarse mejor que ninguna otra cosa, puesto que el escritor que aborda lo que conoce, no es capaz de fingir ni de adoptar pose alguna. Y, si vamos más allá, en el
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caso de la poesía que imagina escenarios ajenos para quien la escribe, habrá autenticidad si dichas atmósferas alcanzan lo que el ser humano esconde, teme o ansía en sus profundidades. Es por ello que cualquier “ismo” me parece limitante, así en la poesía como en la vida y, de la misma manera en que desconfío de las modas respecto del vestir y de otras manifestaciones del mercado de consumo, tampoco creo en las modas para poetizar. Un trabajo fiel a su búsqueda expresiva, a las preocupaciones de su época y a aquellas del ser humano como tal, perdurará en el tiempo. Tres cualidades que, aisladas, no sobrevivirán al olvido pero que se encuentran indefectiblemente juntas en los poetas cuyos versos han podido sacudir al lector y le han revelado, con sus palabras, un mundo.
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La escritura es un espacio cambiante, palabra en el aire o en la página, ceremonia: el poema es un conjunto de signos que buscan un significado, un ideograma que gira sobre sí mismo y alrededor de un sol que todavía no nace… O. Paz
Índice Textos 5. Presentación.
125. Primeras Palabras.
7. Ernesto Carriøn. 15. Carlos Vásconez. 21. Delaura Paz. 29. Josué Baquero. 35. Juan Antonio Serrano. 37. Marialuz Albuja Bayas. 45. Juan Carlos Astudillo S. 53. Luis Felipe Aguilar. 59. Wladimir Zambrano. 71. Verónica Neira. 75. Xavier Oquendo Troncoso. 79. Sebastián Lazo. 83. Pedro López. 89. Ana Minga. 95. Luis Monteros Arregui. 107. Juan Fernando Auquilla. 113. María de los Ángeles Martínez. 119. María Paula Martínez.
Imágenes. 4. 34. 44. 74. 6. 14. 28. 20. 78. 146. 36. 70. 94. 52. 124. 58. 82. 88. 106. 112. 118.
Qk Merchán. Silvia Pesántez. Pamela Abad. Juan Carlos Astudillo S. Priscila Carpio. Pablo Ramos. Melcocha Latex: Rocío Pozo, Vero Pons, Juan Pablo Córdova, Sofía Jaramillo. Gabriela Zumba C. Tomás Carpio.
126. 130. 136. 138. 140. 143.
Sharvelt Kattán. Jossué Durán. Soledad Corral. Isabella Nervo. Mariaelisa Carrasco. Juan Fernando Bermeo.
147. Brevensayos. 148. Ernesto Carrión. 157. Marialuz Albuja Bayas.
PROYECTO DE CREACIÓN LITERARIA SALUD A LA ESPONJA No 6 PRESENTE CRÉDITOS PRESENTE Ernesto Carrión. Carlos Vásconez. Delaura Paz. Josué Baquero. Juan Antonio Serrano. Marialuz Albuja. Juan Carlos Astudillo S. Luis Felipe Aguilar. Wladimir Zambrano. Verónica Neira. Xavier Oquendo. Sebastián Lazo. Pedro López. Ana Minga. Luis Monteros Arregui. Juan Fernando Auquilla. María de los Ángeles Martínez. María Paula Martínez. PRIMERAS PALABRAS Sharvelt Kattán. Jossué Durán. Soledad Corral. Isabella Nervo. Marielisa Carrasco. Juan Fernando Bermeo. BREVENSAYOS Ernesto Carrión. Marialuz Albuja. Diseño y diagramación: Bernardo Zamora A. bezaec@yahoo.com Dirigido por: Juan Carlos Astudillo S. tugastudillo@gmail.com
PRESENTE / Salud a la Esponja No. 6 / Proyecto de Creación Literaria, se terminó de imprimir en los Talleres Gráficos de la Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, Núcleo del Azuay, abril del 2012, siendo su Presidente el Lcdo. Carlos Vásconez.