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El viento del desastre

Margarita Martín recuerda la Galerna del Sábado de Gloria

Amaia Núñez Yarza

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Las galernas son uno de los fenómenos meteorológicos más temibles para los pescadores. Lo que para los que pasan un día de playa puede ser un cambio de tiempo más que molesto, millas adentro puede suponer un temporal de vida o muerte. Hoy en día, los avances dejan predecir las galernas con suficiente antelación, pero no era lo mismo hasta hace un siglo. Los marineros a los que sorprendía mar adentro, tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Es lo que ocurrió en la Galerna del Sábado de Gloria, del que en abril se han cumplido 145 años.

Las galernas son un cambio repentino del aire. El apacible viento sur cambia a nordeste bruscamente y con mayor intensidad, explica Margarita Martin, meteoróloga y directora de Aemet en Euskadi. Es un fenómeno que se da en algunos puntos del planeta, entre ellos, la costa cantábrica y puede durar de una a cuatro horas.

En el siglo XIX no había partes meteorológicos y las predicciones eran las que cada uno pudiera deducir de su experiencia. «Había un servicio meteorológico creado en 1869, pero se dedicaba a recopilar datos y archivarlos. Las predicciones llegaban del Servicio Meteorológico Internacional de Paris», explica Martín. Así, el 20 de abril de 1878, hacía un buen día, con viento sur, por lo que fueron muchos los marinos que salieron a pescar. «Estaban pescando muy bien sardina», indica Martín, «cosa extraña», ya que abril es todavía temprano para este tipo de pescado. Las sardinas llegan con tiempo más caluroso que lo habitual en abril. Martin investigó algunos datos del archivo de Aemet, con los que se dio cuenta que fue un abril más caluroso de lo habitual. «La media del mes fue de 16,0 grados en Bilbao. Es el segundo mes más cálido del siglo XIX, desde que se empezaron a recopilar datos», explica. El más cálido, con 16,1 fue en 1898. Margarita Martín destaca asimismo que aunque la media anual es normal, el mes de marzo fue muy frío, con una media de 10 grados. «Una subida descomunal de un mes a otro» que a su parecer indica «algún tipo de anomalía climatológica en 1878». Además de cálido, los datos indican que fue «muy seco. No cayeron más que 74 litros en Bilbao cuando su media es 106».

Ese año, la Semana Santa fue muy tardía. El 20 de abril fue Sábado Santo o Sábado de Gloria. «Quiere decir que el plenilunio fue justo antes de la primavera». Esa coincidencia ha ayudado a mantener el recuerdo de la galerna más mortífera de la que hay datos. En total murieron 322 pescadores, 190 vizcaínos y guipuzcoanos y 132 cántabros, «puede que alguno más, seguramente tendrían alguno que no querrían declarar».

La galerna se desató en el Cabo Mayor, frente a Santander. «Algunos buques estaban a cuatro millas. Esos me imagino que podrían salvarse. Pero los que no tuvieron ninguna posibilidad son los que estaban a quince millas, porque tenían que volver a vela», explica, y añade que «las embarcaciones tenían la cubierta abierta, entraba el agua y no había forma de sacarla». Los barcos se hundieron y los náufragos que pudieron llegar a la costa agarrados a trozos de las embarcaciones se ahogaron porque nadie podía salir en su busca. Las crónicas de la época destacan la figura de un sacerdote que desde lo alto de los acantilados daba la absolución y bendecía a los que intentaban mantenerse a flote.

Aquella galerna fue el germen de varias iniciativas. Por una parte, surgió lo que hoy en día se conoce como Salvamento Marítimo. «Se llamaban sociedades de Salvamento en el Mar. Eran iniciativas privadas que se unían en asociaciones. Prometieron un premio de 5 pesetas a cada embarcación que participara un rescate y 25 por cada vida salvada. Pero primero tenían que arries- gar sus vidas. Las ayudas no llegaron. Es más, en la galerna de 1912, 34 años después, no se habían implantado», recuerda.

La muerte de tantos marinos conmovió a la sociedad de la época, entre ellos a un joven Juan Miguel Orkolaga. «Tenía catorce años y decidió que iba a estudiar para predecir las galernas y salvar las vidas de esos pobres marineros», explica. Ya que la única predicción de la época era del Servicio Meteorológico Internacional de Paris. «El día de la tragedia anunciaba grandes borrascas en los mares del norte de Europa. Aunque se notificó a los puertos era tarde, las 14:00, cuando ya no se podía remediar la catástrofe».

Pues, tal y como indi- ca la meteoróloga, varios tripulantes eran niños, de entre 10 y 15 años. «Eran enrolados en las tripulaciones por tíos, abuelos y familiares que habían sobrevivido a otros naufragios, porque había que sacar adelante a la viuda y los hermanos, si no, ya sabían lo que les esperaba». Por eso, Orkolaga eligió el emplazamiento del observatorio de for- ma premeditada. Desde lo alto domina desde el cabo Matxitxako hasta Las Landas. «Desde que aparece en Matxitxako la galerna hay alrededor de una hora hasta que llega aquí», por eso en la de 1912 los pesqueros guipuzcoanos tuvieron más oportunidad de salvarse. El de Igeldo era un observatorio especializado en predecir galernas.

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