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cocino siempre pienso
Agurtzane Núñez Yarza
Hasta ahora, casi la única solución a los restos orgánicos que se generan en las casas era compostarlos, para después utilizarlo como abono en huertas o jardines. Pero no todo lo que se crea tiene que terminar como abono; desde hace unos años ya se están creando biomateriales con esos mismos restos. Mirari Errondosoro conoció el tema a través de una charla a la que asistió y hoy en día tiene la mirada puesta en mejorar su receta para llegar algún día a comercializar un producto.
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«Cuando fui a la charla no sabía muy bien a lo que iba», confiesa, «algo me llamó la atención en el cartel y fui. Y lo que conocí me abrió la mente por completo», recuerda. Poco a poco, se fue informando y creando sus propias recetas para hacer biomateriales a partir de las que encontraba en internet, principalmente. «En Bizkaia y Barcelona ya hay iniciativas, pero en Gipuzkoa no conozco a nadie», explica; de momento, ella es la única que trabaja con biomateriales.
«Hay diversos tipos de biomateriales, yo me he centrado en los bioplás- ticos, pero también se pueden hacer biotextiles, biocerámica, incluso hay gente que está trabajando con la capa que queda cuando fermenta la kombucha, que al secarse es parecida a la piel», explica.
Para crear los biomateriales se utilizan los deshechos de los alimentos, y en su caso, utiliza los que tiene más a mano.
«Cuando estoy cocinando la piel de la cebolla va a un recipiente, la de plátano a otro, las cáscaras de huevo a otro… tengo una huerta comunitaria y antes iba todo ahí, ahora ya no va casi nada». Su entorno también le ayuda guardándole los restos: «mis amigas me dicen que sus hijos les preguntan después de comer si tiran los restos al orgánico o lo necesita Mirari. Eso para mí ya es algo, ya he conseguido que la gente cambie la mentalidad».
En octubre del año pasado, además, fue una de las dos residentes en la beca Sormenaren Kabia de Alkiza, que le ayudó a sumergirse aún más en la investigación de materiales. «Sobre todo pude recoger la materia prima, como la ‘patxa’, que es lo que queda después de prensar la manzana para hacer sidra y que normalmente se tira, la piel de las uvas para hacer el txakoli, los posos de café… los sequé y después probé a hacer diferentes materiales. También he hecho algunas pruebas con cáscaras de huevo, piel de naranja y hueso de aguacate». Cuando presentó su trabajo, lo hizo junto a una modelo vestida con ‘telas’ hechas con bioplásticos. «Hice también unas pruebas de biotextiles hechas con cáscara de plátano, y otras con manzana mezclada con lana», indica, dejando claro que «esto para mi es jugar, probar cosas para saber a dónde te pueden llevar».
Mirari Errondosoro destaca que «estos materiales, al estar hechos con productos orgánicos, incluso me los podría comer. Y la ropa no causa alergias, a no ser que justo tengas alergia a ese fruto en concreto». Todos los ingredientes que utiliza en sus recetas se pueden encontrar en cualquier tienda. «Tengo pruebas con diferentes recetas, para conseguir materiales más blandos o más rígidos», explica. En algunos casos les añade hierbas medicinales en polvo, «tienen propiedades fungicidas, para que no salgan hongos a las ‘telas’».
Productos efímeros
Una vez creados los materiales, el siguiente paso es ver en qué producto se pueden convertir y si se pueden comercializar. «Antes incluso de ir a Al- kiza tenía una idea en la cabeza, y el proyecto es intentar comercializarlo. En estos meses he seguido investigando diferentes formatos, para ir mejorando el producto». Eso sí, tiene claro que el siguiente paso es el uso de tecnología. «Es unir la artesanía con la tecnología. Yo trabajo con las manos, pero la tecnología está ahí y tengo que hacer uso de ello. Para mí, siempre es lo mismo: no olvidemos de dónde venimos, pero estamos aquí».
Errondosoro viene del mundo de la costura, en el que tiene la marca Kimuri, con el que hace haoris y gyotakus personalizados.
Por ello, su primer intento en Alkiza fue mostrar que se podía hacer ropa. «Lo que pasa es que igual no le tendríamos que llamar ‘ropa’, es otro concepto. Los bioplásticos si los meto en una cazuela con agua se derriten, y los puedo utilizar una y otra vez para crear diferentes cosas». Así, lo que primero fue un gorro, se podría convertir una semana más tarde en una funda para móvil. De hecho, hoy en día ya hay algunas empresas que venden productos hechos con biomateriales. «Desde hace años yo tengo unas zapatillas hechas con piel de piña, así que el interés por el tema me viene de lejos. Lo que pasa es que para que sean impermeables, y no se rompan tan fácil con las rozaduras y el uso, a ese material le han añadido productos químicos seguramente, algo que yo quiero evitar».