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¡VIVIMOS O SOBREVIVIMOS! Dr. Marino Latorre Ariño Universidad Marcelino Champagnat Mayo, 2017 Las nuevas tecnologías de la comunicación (TICs) son poderosas y peligrosas. Estamos inmersos en una revolución socio-teconológica y cultural de la que no entenderemos las cósmicas consecuencias hasta que hayan pasado algunas décadas, o siglos. Se supone a utilizando la tecnología se aprende más y mejor; pero es una tesis aún no demostrada. Se dice que pronto dejaremos de ser Homo Sapiens para ser Homo Super Sapiens… A menos que nos quedemos en el Homo digitalis, Homo utilitarius, Homo economicus, el Homo videns… Y sin embargo no deberíamos dejarnos llevar por un optimismo excesivo. Sin ánimo de parecer el pelmazo de toda fiesta, tal vez las nuevas tecnologías tengan unos efectos secundarios nocivos que las primeras voces no supieron diagnosticar y las voces entusiastas subsiguientes están eclipsando con una falacia lógica imparable: si criticas de cualquier forma un ordenador, Internet o un bit, eres un neoludita o un analfabeto digital. Para clarificar esta afirmación será bueno leer el artículo anterior de este blog titulado “Contra el rebaño digital”. En él se discuten de forma crítica las ventajas e inconvenientes de la tecnología en el desarrollo personal. Y es que no todo es blanco o negro. En la utilización de las nuevas tecnologías hay una infinita gama de grises, valga el tópico. Las tecnologías permiten conectarnos rápidamente con mucha gente, comunicarnos con los demás y acceder a mucha información; es cierto, pero a veces ocurre que “cuanto más comunicados, más incomunicados…” ¿De qué sirve disponer de mucha información si el sujeto que las utiliza no dispone de las herramientas mentales –capacidades y habilidades cognitivas-- y emocionales –autorregulación, actitud y deseo de aprender-- para convertirlas en conocimiento y en el desarrollo de una personalidad madura, social y productiva en la sociedad? Todas estas ventajas de velocidad en la transmisión, accesibilidad a la información ya hecha y enlatada, pueden suponer a la larga una castración de habilidades del homo sapiens. El “copy page” lo estamos viendo todos los días en estudiantes de educación básica regular, en la Universidad --copia en la tesis y trabajos--; en el Congreso de Diputados de cierto país, de cuyo nombre no quiero acordarme, cierto congresista presentó un Proyecto de Ley copia exacta del de otro país, pero se olvidó de sustituir el nombre el país en cuestión y así lo presentó en la comisión encargada de discutirlo, para asombro de todos. La excusa del eximio congresista –nunca mejor dicho-- fue echarles la culpa a sus asesores que se habían olvidado de arreglar el Proyecto. Podemos perder esa capacidad de pensar, tan específica del “homo sapiens” ya que ahora no se ejercita y si, como dicen los evolucionistas, “la función crea el órgano”, la falta de uso del pensamiento nos embrutece y nos impide ser el homo sapiens que tanto ha costado formarse en la especie humana; en tiempos pasados para resolver un problema se utilizaba el cerebro –la inteligencia– hoy se quiere resolver haciendo un clic. Hay un dibujo chistoso en el que se ve a un niño preparando su mochila para ir a la escuela, colocando en ella, antes de ir a clase, los libros, la computadora, el ipad, y todos los demás instrumentos electrónicos… En un momento determinado se gira y ve a su padre leyendo el periódico. Le pregunta:
2 - Oye, papá, y vosotros ¿qué llevabais cuando ibais a la escuela? El padre, sin levantar la cabeza del periódico, le contesta: - Nosotros llevábamos la cabeza. Es un retrato exacto de lo que estamos diciendo, por eso José Saramago, Premio Nobel de Literatura, ha dicho con mucho acierto que en nuestros días “corremos el peligro de tener tecnología cien y pensamiento cero”. La tecnología de las comunicaciones del siglo XXI se parece al eslogan de los juegos Olímpicos que enunciado en latín es: Altius, citius, fortius, (más alto, más rápido, más fuerte). Todo tiene que ser superado en el menor tiempo posible y de ese modo todo queda obsoleto en breve. “Los estudiantes que comenzaban el año 2011 la Universidad en EE. UU., contestaban en una encuesta que “el correo electrónico es demasiado lento”…, acostumbrados, como estaban, a teclear sofisticados mensajes en sus teléfonos celulares que muy pocos de ellos saben escribir en letra corrida. Y es que “vivimos en una época --dice Manguel, A. (2010)– en la que valores como la brevedad, superficialidad, rapidez y simpleza son absolutos. Nunca lo habían sido antes. Los valores que hicieron posible nuestra sociedad fueron los de reflexión y cálculo, la dificultad (para poder sobrellevar los problemas), la lentitud (para reflexionar y no actuar impulsivamente) y la profundidad (para saber adentrarse en los problemas). Si se prescinde de ellos se obtienen reacciones banales fácilmente manipulables” (Alberto Manguel, en La ciudad de las palabras, 2010). A título de ejemplo podemos indicar que Einstein después de publicar su teoría sobre la relatividad especial, (1905) tardó 10 años de continua reflexión para publicar su teoría sobre la teoría general de la relatividad (1915). Por otra parte “información” rima con “manipulación”, dice Cendoya, R. (2013) y estamos creando la generación de “Wikipedia del párrafo uno.” El niño y adolescente lee el párrafo uno de lo que encuentra en Internet; no se preocupa de la calidad del contenido pues basta que esté en Internet para dar “garantía de verdad”. Estamos formando una generación de estudiantes acríticos. Hay quien dice que “Internet es el reino de la libertad” pero se olvidan, los que eso afirman que, para que haya libertad es necesario que exista responsabilidad. En este “reino de la libertad” se puede insultar, calumniar, difamar, etc. desde el anonimato. Estamos creando personalidades falsas, solitarias, insensibles, insociables, etc. En el facebook se llama amigo a quien es un perfecto desconocido y aquel que es un amigo verdadero, --un conocido perfecto--, tiene que pedir permiso para que sea aceptado como tal. Hemos usado la palabra hermosa de “amigo” para convertirla en una ficción. ¿No estaremos perdiendo aquello que nos hace humanos que es la relación cercana con el otro, conociendo sus cualidades y detectando sus defectos, soportándolos cuando sea necesario y comprendiendo la naturaleza humana? (Cendoya, R. 2013). El conocimiento y la relación por Internet con “amigos” lejanos, es un cuento de hadas; todo es bello, maravilloso, romántico, y cuántas cosas se esconden detrás del uso de esa tecnología. ///////////////////////////////////////////////////////////////////////////////
Todo lo dicho antes se refiere al desarrollo personal en la sociedad y a las comunicaciones de la persona. Quiero ahora referirme a la influencia que las tecnologías de la comunicación pueden tener en el desarrollo de la persona, no tanto en sus relaciones con sus semejantes.
3 Emili Turú, (2017) (Hno. Marista) cita en uno de sus últimos escritos algunas ideas que transcribo y comento. Decía Anthony de Mello, S. J., “la gran tragedia de la vida no es tanto lo que sufrimos como lo que nos perdemos. Los seres humanos nacen dormidos, viven dormidos y mueren dormidos… No despertamos jamás. Y eso es justamente lo que pretende la espiritualidad: despertar”. A juzgar por la constante invitación a vivir despiertos a lo largo de la historia de la humanidad, pudiéramos decir que la distracción nos acompaña desde que existimos como personas humanas. Pero creo que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que en este siglo XXI se trata ya de una auténtica epidemia. En septiembre de 2016, Andrew Sullivan publicó un artículo en New York Magazine titulado: “Yo fui un ser humano”, en el que explica su propia experiencia de adicto a Internet. Y cómo, después de 15 años de vida online o virtual, decidió optar por la vida real, afrontando una especie de programa de desintoxicación. Se cumple la intuición: “El ser humano ha diseñado y fabricado la tecnología y la tecnología rediseña al ser humano”. En ese artículo habla de un estudio realizado en 2015 en Estados Unidos con jóvenes adultos. Esos jóvenes usaban sus celulares una media de cinco horas al día, en 85 momentos distintos. Como ocurre con la mayoría de personas adictas, no eran conscientes de que pasaran tanto tiempo con sus celulares. Pero la verdad es que, fueran conscientes de ello o no, una nueva tecnología tomó control de aproximadamente un tercio de las horas en que esos jóvenes estaban despiertos. La llegada de los Smartphone ha cambiado paulatinamente, casi sin darnos cuenta, la manera de actuar de la mayoría de nosotros. Basta con mirar alrededor para comprobar cuántas personas están inclinadas sobre su celular mientras caminan, conducen sus coches, juegan con sus hijos, o están en una pausa en el restaurante… Tanto es así, que en Bodengraven-Reewijk, un municipio holandés, han tomado una decisión bastante extrema: ya que la gente no va a parar de caminar mirando el teléfono, han insertado una banda de LEDs rojos muy brillantes en el pavimento para indicar a aquellos que miran hacia su teléfono y, por la postura, también hacia el suelo, que tienen delante un semáforo o un paso de peatones. “Esta nueva epidemia de distracción es el punto débil específico de nuestra civilización. Y amenaza no tanto a nuestras mentes, incluso si éstas están cambiando bajo presión. La amenaza es a nuestras almas. Y a este paso, si el ruido no cesa, quizás incluso lleguemos a olvidar que tenemos alma” (Andrew Sullivan). Ya en 2010, Nicholas G. Carr publicó un libro cuya tesis de fondo está expresada en su largo título: Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Pero no sólo nuestras mentes están cambiando. El filósofo Lipovetsky sostiene que estamos en la civilización de lo ligero. De la tendencia creciente a hacer los objetos tecnológicos cada vez más ligeros (yo mismo estoy escribiendo en una tableta-ordenador que pesa menos de 800 gramos), se ha pasado a hacer de lo ligero un valor, un ideal, un imperativo en múltiples esferas: objetos, cuerpo, deporte, alimentación, arquitectura, diseño. Los objetos que usamos son cada día más ligeros… ¿pudiera ser que también las personas nos estemos convirtiendo en más ligeras o superficiales? Es la llamada generación del “hombre light”, un ser superficial, lleno de cosas pero vacío de ideales valiosos, incapaz de asumir compromisos y responsabilidades. Es “vivir en el vacío”, (Lipovetsky, G. 1986). Nuestra sociedad se caracteriza por “la alta definición tecnológica y la baja tensión moral” (Ricci, G. E. 1994); o lo que dice Fernando Rojas “la
4 abundancia de medios y la escasez de fines”. Cuando el hombre se cierra en la finitud de lo útil pierde el sentido de la vida, pues el sentido se ha sustituido por la utilidad. Como decía Nietzsche, F.: “La búsqueda de Ulises ha llegado a su término cuando ha descubierto que no hay nada que buscar”. Evidentemente, no se trata de renunciar a la tecnología, que nos ofrece maravillosos servicios, sino de tomar conciencia de cómo nos relacionamos con esa nueva tecnología y en qué medida nos está afectando y condicionando a vivir permanentemente distraídos. La toma de conciencia es sólo un primer paso; lo más importante, por supuesto, es tomar las medidas necesarias para que podamos llegar a vivir una vida en plenitud. ¿Vivimos o tan sólo sobrevivimos? Una pregunta que me hago también a mí mismo, porque el peligro de vivir dormido o de manera superficial acecha continuamente. Seguramente que muchos recordamos un texto de Thoreau que se hizo famoso gracias a la película El club de los poetas muertos: “Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida; dejar de lado todo lo que no fuera la vida para no descubrir, en el momento de la muerte, que no había vivido”. Una parte del problema, Mitch, es la prisa que tiene todo el mundo, dijo Morrie. Las personas no han encontrado sentido en sus vidas, por eso corren buscándolo. Piensan en el próximo coche, en la próxima casa, en el próximo trabajo. Y después descubren que esas cosas también están vacías, y siguen corriendo… (Mitch Albom: Martes con mi viejo profesor). Sobre los propósitos de las vidas de los estudiantes escribe este diálogo el Prof. Arthur Levine, de la Universidad de Harvard (When Dreams and Heroes Died, 1981). Relata un diálogo entre un investigador (I) y un estudiante (E): (I) “Los UE serán un lugar mejor o peor para vivir en los próximos 10 años?” (E) “Con toda seguridad, los USA serán un lugar peor para vivir”. (I) “Entonces, usted puede estar pesimista en cuanto al futuro”. (E) “No, yo estoy optimista”. (I) (sorprendido) “Porque?” (E) “Porque yo tengo calificaciones altas en la facultad, y yo voy a conseguir un buen empleo, ganar mucho dinero, y vivir en una casa bonita”… Pregunta: ¿Vale la pena vivir para eso?