El maestro ignorante

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El maestro ignorante (La mayor dificultad para el aprendizaje de los estudiantes es el parloteo incesante del profesor) Dr. Marino Latorre Universidad Marcelino Champagnat Lima, Perú - 2019 1. Introducción Comencemos haciéndonos una simple pregunta: ¿Cuál es la tarea del profesor? La respuesta parece sencilla, pero no lo es. Si la pregunta se formula a los docentes contestarán que su tarea es enseñar a los estudiantes. Siempre ha sido así, dirán. Sin embargo, yo creo que la tarea del profesor no es enseñar; es algo más complejo y difícil. La tarea del docente es “poner a los estudiantes en situaciones en que quieran y puedan aprender”. Recordemos que el verbo enseñar, utilizado en el contexto pedagógico, es un verbo intransitivo (se enseña a alguien) y el verbo aprender es transitivo (se aprende algo). 2. Un hecho histórico Rancière, (2007) ha escrito un libro titulado El maestro ignorante. Cinco lecciones para la emancipación intelectual en el que relata y analiza un hecho histórico ocurrido entre los siglos XVIII y XIX en Francia y Bélgica. El artillero francés Joseph Jacotot, (1770-1840), secretario del Ministerio de Guerra, director de la Escuela Politécnica en París y profesor universitario, fue un revolucionario que cuando se reinstauró la monarquía en Francia, tras la caída de Napoleón, tuvo que emigrar a Bélgica. Trabajó en la Universidad Católica de Lovaina, donde se descubrió a sí mismo como “el maestro ignorante”. Jacotot debía enseñar la lengua francesa a estudiantes de Lovaina. El profesor no sabía flamenco, --lengua utilizada por los belgas de su tiempo--, y los estudiantes no sabían francés. Para poder enseñar debía haber algo en común entre el docente y los estudiantes. Forzado por la situación, y a través de un intérprete, propuso a los estudiantes que aprendieran la lengua francesa leyendo una edición bilingüe de Telémaco, una obra de François Fénelon, basada en la Odisea. Cuando llegaron a la mitad del primer libro les hizo repetir varias veces lo que habían aprendido. Los estudiantes memorizaban frases del francés escritas en una página del libro y las comparaban con el flamenco, escrito en la página opuesta. La ayuda de Jacotot consistía en convocar a los estudiantes día tras día y pedirles que leyeran, escribieran, memorizaran y utilizaran lo que habían aprendido. No había exámenes ni explicaciones de ningún tipo. “Esperaba barbarismos horrorosos…”, pensaba el maestro. La experiencia sobrepasó sus expectativas. ¿Cómo todos


esos jóvenes, sin ninguna explicación de un docente, podrían dominar y comprender las reglas básicas de una lengua nueva para ellos? Los estudiantes, sorprendentemente, aprendieron a hablar y escribir en francés. Jacotot dice que “podría haber empleado cualquier otro texto y cualquier materia objeto de enseñanza [...] Lo que importó fue mi voluntad de enseñarles que podían aprender. Los consideré como iguales a mí y ellos aprendieron”, citado por Ranciére, (2007, p. 14 y ss.). ¿Qué preparación científica tenía Jacotot al realizar su curso en Lovaina? Este hombre estaba en mejores condiciones que cualquier otro maestro para poder enseñar. Su padre tenía cierta cultura y envió a su hijo al colegio desde niño. Fue un estudiante aventajado y cuando le tocó ir a servir al ejército en 1792, ya era profesor de retórica, conocía las lenguas clásicas –latín y griego-- y lenguas orientales y las ciencias físico-químicas de la época. Por decisión de sus compañeros lo convirtió en capitán de artillería y se comportó como un artillero destacado. En 1793, en la Oficina de la Pólvora, este latinista se había hecho instructor de química para la formación acelerada de esos obreros a los que luego se enviaba a aplicar lo aprendido, a todos los puntos del territorio francés. A la luz de los resultados obtenidos Jacotot en Lovaina se dedicó a variar la experiencia surgida al azar, para repetir, intencionalmente, lo que la casualidad había producido una vez. De este modo, se puso a enseñar dos materias en las cuales su incompetencia era probada: la pintura y el piano. Al mismo tiempo los estudiantes de Derecho querían que les enseñara, pues la cátedra de esa Facultad estaba vacante. La Universidad de Lovaina estaba inquieta por este profesor extravagante que no impartía clases magistrales, y a cuya clase los estudiantes se iban a apretujar por la noche en una sala demasiado pequeña con tan solo la luz de dos velas, para oírle decir: “Es necesario que les enseñe que no tengo nada que enseñarles” (Van de Weyer, Bruselas, 1822, p. 11). Cuando se consultó a la autoridad universitaria sobre la posibilidad de que Jacotot diera el curso de Derecho, dicha autoridad respondió que no había ninguna asignatura en la carrera para impartir esta materia (“enseñar que no hay nada que enseñar”). Precisamente él estaba ocupado por aquel entonces en experimentar la divergencia entre el título de la asignatura y el acto de enseñar sus contenidos. De este modo en lugar de hacer en francés un curso de Derecho, enseñó a los estudiantes a pleitear en flamenco. Los estudiantes pleitearon muy bien, pero él seguía ignorando el flamenco. El hecho estaba ahí: los estudiantes aprendieron solos y sin maestro explicador, pero no sin maestro. Jacotot pensaba que lo sucedido una vez puede repetirse siempre. Si antes los estudiantes no sabían y ahora sabían, es que Jacotot les enseñó algo con su sola presencia. Sin embargo, no les comunicó nada de su ciencia. Por lo tanto no era la ciencia del maestro lo que el estudiante aprendía. Él


había actuado como maestro cuando abrió la inteligencia de los estudiantes y les hizo salir del círculo de dónde no podían salir por sí mismos, para dejar que sus inteligencias se enfrentasen con el contenido de algún libro. De este modo se habían disociado las dos funciones que asume el maestro explicador: la del que sabe y la del que enseña. Al mismo tiempo había liberado en los estudiantes las dos facultades que le permiten aprender: la inteligencia y la voluntad. Otra experiencia le llevó a confirmar su hipótesis. El editor de los libros de Jacotot tenía un hijo débil mental y se desesperaba al no poder hacer nada con él. Jacotot le enseñó el hebreo. Después, el niño se convirtió en un excelente litógrafo. Evidentemente el hebreo no le sirvió nunca para nada, tan sólo para saber lo que ignorarían siempre las inteligencias mejor dotadas y más informadas de su tiempo. Las cosas estaban claras: este era un método para instruir al pueblo, era una buena nueva que debía anunciarse a los pobres; ellos podían hacer y aprender todo lo que puede cualquier otro hombre. La postura de Jacotot es opuesta a lo que estamos acostumbrados en educación. Casi siempre la relación estudiante-docente es una relación de desigualdad. El maestro es quien sabe y el estudiante es el que no sabe. Este es uno de los principios en el que se asienta la pedagogía de todos los tiempos. El conocimiento del docente es necesario en el proceso de enseñanza; sin conocimiento del docente no puede haber aprendizaje del estudiante. Jacotot partiendo de la hipótesis de que la inteligencia en todos los humanos es la misma, pero lo que sucede es que no todos tienen o han tenido las mismas oportunidades para desarrollarla. Si uno se empeña en aprender algo, con el tiempo, lo hará. Solo se necesitan utilizar la inteligencia y la voluntad. Jacotot declaró que se puede enseñar lo que se ignora y que un padre de familia, pobre e ignorante, puede, si está emancipado, realizar la educación de sus hijos, sin la ayuda de ningún maestro explicador (Rancière, 2008, p. 15). 3. Reflexiones sobre lo sucedido a los estudiantes de Lovaina En su experiencia de Lovaina, Jacotot no había transmitido ningún conocimiento y no había utilizado ningún método. El método era el de cada estudiante. La comparación entre aprendizajes no se establecía entre métodos empleados sino entre dos usos de la inteligencia y entre las concepciones del orden intelectual. Al uso de la propia libertad para aprender lo llamó la emancipación; la emancipación es la toma de conciencia de esta igualdad entre los seres humanos. Lo que embrutece al pueblo no es la falta de instrucción, sino la creencia en la inferioridad de su inteligencia. Pero lo que embrutece a los "inferiores" embrutece al mismo tiempo a los "superiores", porque sólo reconoce su inteligencia aquel que se dirige a un semejante capaz de verificar la igualdad de ambas inteligencias.


Para Jacotot “el ser humano es una inteligencia al servicio de la voluntad” (Jacotot, 1836-1837, pp. 430-431). Cuando el sujeto se emancipa toma conciencia de los dos elementos que intervienen en el aprendizaje que son la inteligencia y voluntad. De ahí surge el aprendizaje. Para el autor la emancipación comienza cuando maestro y estudiante están en relación de igualdad. Es decir, cuando el maestro no tiene los conocimientos que el estudiante quiere aprender; de esa manera no interrumpirá el aprendizaje de los estudiantes con sus explicaciones. Jacotot llama a su método la enseñanza universal. Pero, ¿cómo entender que la misión de los que tienen luz –tienen ideas y conocimientos-- no es iluminar a los que están en la oscuridad? ¿Qué hombre de ciencia y de vocación aceptaría abandonar su luz y dejar sin sabor la sal de la tierra? Y ¿cómo las jóvenes plantas frágiles, los espíritus infantiles del pueblo, podrían crecer sin el beneficioso rocío de las explicaciones del que sabe? El método de la emancipación universal funciona entre dos, de igual a igual, y ese es el único camino, porque la liberación de la inteligencia es más importante que el conocimiento en sí mismo. ¿Qué ocurre si un estudiante es capaz de aprender por sus propios medios lo que necesita aprender? El estudiante estará emancipado y el docente explicador se volverá innecesario. “Lo que embrutece a la gente común no es la falta de instrucción sino la creencia de que su inteligencia es inferior”, dice Jacotot (citado por Piña, 2014). "Descartes decía: pienso, luego existo, y este bello pensamiento del gran filósofo es uno de los principios de la enseñanza universal. Si invertimos ese pensamiento podemos decir: soy hombre, luego pienso1. La inversión incluye el sujeto hombre en la igualdad al cogito. El pensamiento no es atributo de la sustancia pensante, es un atributo de la humanidad. El hombre, el anthropos, es el ser que examina lo que ve, y que se conoce en la reflexión sobre su acto2 de pensar. Pero, volvamos de nuevo a la pregunta: ¿qué es estar emancipado? Estar emancipado es ser consciente del poder de la inteligencia humana. La emancipación se realiza por contacto de un hombre con otro hombre. Cumplida esta condición un ignorante puede enseñar (Rancière, 2008, p. 14). Quien busca siempre encuentra; a veces encuentra lo que no busca, pero encuentra algo nuevo que se relaciona con la cosa que él ya conoce. El maestro es quien mantiene en su camino a quien busca, en donde él es el único que busca y no deja de buscar.

1 En Sommaire de leçons publiques de Jacotot..., (p. 23). 2 Platón, Cratilo, 399c: "El hombre es el único entre todos los animales que, con justicia ha sido llamado anthropos, porque examina aquello que ha visto".


En el acto de enseñar y aprender hay dos voluntades y dos inteligencias, las del maestro y las del discípulo. Jacotot llama a la coincidencia de las dos, atonta-miento del estudiante (embrutecimiento, dice el autor). En la situación experimental creada por Jacotot, el estudiante estaba vinculado a una voluntad, --la del docente que actuaba de mediador-orientador--, y a una inteligencia –la propia del estudiante--, que actuaba sobre el conocimiento que aportaba del libro, y ambas eran distintas e independientes. Jacotot llamará emancipación al acto de toma de conciencia de la inteligencia del estudiante, --que sólo obedece a sí misma--, y de la propia voluntad del estudiante que solo coincide con la del docente, cuando éste actúa como mediador para actualizar la capacidad de aprender del estudiante. Esta es la verdadera libertad, pues quien enseña sin emancipar embrutece a quien enseña. Para que un docente pueda emancipar a un ignorante es necesario estar él mismo emancipado, es decir, debe ser consciente del verdadero poder de la mente humana. De ese modo el ignorante aprenderá por su cuenta lo que el maestro ignora, si el maestro le pone en situación de que pueda aprender y le ayuda a actualizar su capacidad de aprendizaje; estamos en el círculo de la potencia del estudiante emancipado que es homólogo y opuesto al círculo de la impotencia que une al estudiante con el maestro explicador, utilizado en el método de enseñanza tradicional Entonces, ¿cuál es el papel del maestro? El papel del maestro no es transmitir conocimientos, no es quien explica e interpreta los conocimientos a través de sus explicaciones; el maestro es quien mantiene en su ruta a aquel que está aprendiendo; es el que muestra al estudiante, la manera de emanciparse. Es el que enseña al estudiante prescindir del maestro. Si lo pensamos un poco, el "método" que propone Jacotot es el más viejo de todos y es verificado todos los días, en todas las circunstancias en que un individuo necesita apropiarse de un conocimiento y no cuenta con los medios para hacérselo explicar. No hay hombre en la Tierra que no haya aprendido algo por sí mismo y sin maestro explicador. A esta manera natural de aprender Jacotot la llama la enseñanza universal y podemos afirmar que “la enseñanza universal existe desde el comienzo del mundo, paralelamente a todos los métodos explicadores. Esta enseñanza es la que ha formado a todos los grandes hombres”. Este es el principio de una nueva pedagogía, que el fundador llamó educación panecástica, al juntar dos palabras griegas, porque busca el todo (pan) de la inteligencia humana en cada manifestación intelectual (cástico). Todas estas experiencias le parecieron suficientes para confirmar su hipótesis: se puede enseñar lo que se ignora si se emancipa al estudiante, es decir, si se le ayuda a usar, adecuadamente, su inteligencia y su voluntad.


Jacotot quiere educar a sus estudiantes para que sean personas que buscan la verdad; lo importante es que sean sujetos libres, con una inteligencia emancipada, que no se sienta inferior a ninguna otra. No hay un saber mejor que otro; no importa que el maestro no sepa matemática o pintura, sólo es necesaria la voluntad de emancipar a los sujetos para enseñarles a ser libres, para que puedan aprender la matemática, la pintura o la literatura, o cualquier otro saber. Jacotot afirma: “El profesor actual, --defensor del orden, de saberes y poderes--, es un embrutecedor de las inteligencias de los estudiantes, porque sólo busca garantizar su superioridad, subordinando a la suya la inteligencia y capacidades de los otros. El maestro ignorante, al contrario, al no poseer el “saber sabio” del profesor explicador y al suponer a sus estudiantes como iguales a él, puede enseñar a los otros a usar sus propios saberes, esto es, a desarrollar sus capacidades de comparación, de contrastación, de argumentación, etc. (Duxell, 2003, p. 2). 4. Consecuencias pedagógicas Todas estas experiencias azarosas provocaron en el interior de Jacotot una auténtica revolución intelectual, pues en su época, los gurús de la educación creían que la tarea del maestro era transmitir conocimientos a los estudiantes. Jacotot sabía, por propia experiencia, que no se trataba de llenar la cabeza de los estudiantes con conocimientos, ni de hacérselos memorizar, sino de utilizar una metodología y unos materiales e instrumentos para que aprendieran lo que tenían que aprender, y para ello, la tarea del maestro era proporcionarles los instrumentos necesarios e indicarles que los utilizaran. En el caso de los estudiantes de Lovaina fue el libro de Telémaco. La experiencia con los estudiantes de Lovaina parecía confirmar la tesis de que era posible romper con el modelo del maestro explicador y dominador. En reemplazo del maestro explicador, Jacotot descubre un maestro que, en lugar de enseñar su propio saber, convence al estudiante de que es capaz de aprender lo que quiera por sí mismo. Un maestro así, enseña a usar la inteligencia –las herramientas mentales y emocionales del estudiante-- para que el aprendizaje se convierta en auto-aprendizaje. No se trata de proponer un nuevo método pedagógico. Lo que quiere es revalorizar la eficacia del modo natural de aprendizaje, aquel que todos usamos para aprender la lengua materna, que implica recorridos a ciegas plagados de situaciones y azares no previstos, de comparaciones simples, de mucha observación y de repeticiones . De ahí surge la hipótesis más arriesgada de Jacotot: “Se puede aprender sin explicaciones del profesor. Se puede enseñar lo que se ignora. Si algo hay que enseñar es que no hay nada que enseñar, salvo a usar la propia inteligencia”. La conclusión es: el docente no tiene nada que enseñar; el estudiante aprenderá lo que quiera y puede ser que no aprenda nada; todo depende de él.


Para la enseñanza tradicional, el problema está en la comprensión; se da por supuesto que comprender es eso que el niño no puede hacer sin las explicaciones de un maestro. Y este es el descubrimiento de Jacotot: es necesario invertir la lógica del sistema explicador. La explicación no es necesaria para remediar una incapacidad de comprensión. Todo lo contrario, esta incapacidad es la ficción que fundamenta la concepción explicadora del mundo. El explicador es el que necesita del estudiante-ignorante y, cuando actúa sobre él hace al estudiante un incapaz, pues explicar alguna cosa a alguien, es primero que todo decirle que no puede comprenderla por sí mismo. Para Jacotot la explicación, antes de ser el acto pedagógico, es un mito de la pedagogía, es la parábola de un mundo dividido en mentes sabias y mentes ignorantes, mentes maduras e inmaduras, capaces e incapaces, inteligentes y estúpidos. La trampa del maestro explicador consiste en este doble gesto inaugural: por un lado, el docente es quien decreta el comienzo del acto de aprender y por otro, es él también quien lanza el velo de la ignorancia sobre las cosas que deben aprenderse, y que luego se encargará de levantar. Se sobreentiende que hasta que él llegó, el niño tanteó a ciegas, como adivinando. Ahora, que aparece el maestro explicador, es cuando va a aprender realmente. “El estudiante oía las palabras y las repetía. Ahora ya ha quedado preso del maestro explicador; […] ni sus padres podrán hacerle entender, tan sólo puede hacerlo la palabra del maestro. El mito pedagógico, divide el mundo en dos: los que saben y los que no saben. Pero es necesario decir, con mayor precisión, que lo que realmente divide en dos es la inteligencia: una inteligencia inferior y una inteligencia superior” (Rancière, 2008, p. 10).

5. Implicaciones sociales Todas estas experiencias condujeron a Jacotot a reflexionar sobre a los fundamentos pedagógicos de su época, que se basaban en una distinción entre los que saben y explican –los docentes-- y aquellos que no saben y callan –los estudiantes--. Tal situación, proporciona al docente de aula un poder sobre el discente que se traduce en un auténtico ejercicio de dominación. Se aplica este principio: “Yo soy el docente que sabe y Uds., estudiantes, los que no saben y tienen que aprender de mí”. De este principio se deduce la autoridad del que enseña y la sumisión del que aprende. Como se ve Rancière (2007) retoma la historia de este educador de principios de siglo XIX para discutir la cuestión del poder, de la institucionalización de los saberes, del lugar del Estado en la educación y el papel liberador de la educación. Jacotot y Rancière quieren recordarnos que el fin de todo proceso educativo es la emancipación de los otros y de nosotros mismos, que educar es enseñar a volar. Pero sabe que la emancipación es tarea de un hombre con otro hombre (así, en


masculino), y que las instituciones sociales no toleran bien a los hombres libres (Dussell, 2003, p. 3). El mismo Jacotot no lo habría entendido nunca si el azar no le hubiera hecho un “maestro ignorante”. Sólo el azar es lo suficientemente fuerte para invertir la creencia instituida, encarnada, en la desigualdad. La singularidad, la locura de Jacotot, fue percibir esto: se estaba en el momento en el que la joven causa de la emancipación, la de la igualdad de los hombres, estaba transformándose en causa del progreso social. Y el progreso social era, en primer lugar, el progreso en la capacidad de reconocer el orden social como algo que pertenece al orden racional (Roncière, p. 73). Es evidente que Jacotot no partía de una balanza equilibrada: prefería “un ignorante emancipado, --uno solo--, a cien millones de sabios instruidos por la enseñanza tradicional pero no emancipados”3 […] “Se trata de la historia de cada uno de nosotros [...] Cualquiera que sea vuestra especialidad, pastor o rey, podéis expresaros sobre el espíritu humano. La inteligencia se manifiesta en todos los oficios; se ve en todos los grados de la escala social [...] el padre y el hijo, aunque ambos sean ignorantes, pueden hablarse y entenderse”4. Jacotot propone la teoría del “anti-maestro”. Cualquiera puede ser un maestro, basta con concebirse como un “interrogador permanente” (Cerletti, s/f). La pregunta es un ruego que ponemos entre lo que sabemos y lo que no sabemos. Es decir, una inter-rogación. Nadie pregunta si lo sabe todo y nadie formula una pregunta si no sabe algo de lo que ignora y por esa razón pregunta. Ese ruego es, justamente, la petición que representa el deseo de aprender a través de la pregunta (Cullén, 2004, p. 157). Las respuestas del otro impulsarán nuevas preguntas para el maestro quien, en la búsqueda por enseñar emancipando, ya no hablará frente a estudiantes sino frente a hombres y mujeres. Ya no monopolizará los saberes, sino que es un ignorante y un aprendiz como ellos. Se adelantó más de un siglo a lo que diría después Paulo Freire (2011): “La humildad nos ayuda a reconocer esta sentencia obvia: nadie lo sabe todo, nadie lo ignora todo”. En consecuencia, nadie sabe tanto que no pueda aprender algo, y nadie sabe tan poco que no pueda enseñar algo. 6. Consecuencias sociales y políticas Al producirse en Francia la revolución de julio de 1830 Jacotot dejó Lovaina para ir a París a indicar a liberales y progresistas vencedores los medios para realizar sus ideas con respecto a la emancipación del pueblo. El general La Fayette sólo tiene 3 En Journal de L'émancipation Intellectuelle, t. III, 1835-1836, p. 276.

4 En Droit et philosophie panécastique, p. 214.


que difundir la enseñanza universal en la guardia nacional. Casimir Perier, antiguo entusiasta de las ideas de Jacotot y futuro primer ministro, estaba en posición de comunicar ampliamente la buena nueva. Barthe, ministro de Instrucción Pública, acudió en persona a consultar a Jacotot: ¿Qué hay que hacer para organizar la instrucción que el Gobierno debe al pueblo y piensa brindar según los mejores métodos? Jacotot, fiel a sus principios, respondió: No hay que hacer nada. El Gobierno no debe ninguna instrucción al pueblo, por la simple razón de que nada se le debe a una persona que puede tomar por sí mismo lo que quiere. La instrucción es como la libertad: no se da, se toma. El duque de Lévis, académico y par de Francia, se inquietó por las consecuencias sociales y políticas del sistema Jacotot; si se proclama la igualdad de las inteligencias, ¿cómo las mujeres podrían seguir obedeciendo a sus maridos y los administrados a los administradores? "Precisamente porque por naturaleza todos somos iguales, debemos ser desiguales por las circunstancias", contesta Jacotot. La igualdad sigue siendo la única razón de la desigualdad. "La sociedad produce las diferencias –desigualdades-- y la naturaleza sólo presenta igualdades. Es imposible que la igualdad subsista mucho tiempo de hecho; pero, incluso una vez destruida, sigue siendo la única explicación razonable de las distinciones convencionales".

Conclusión: No sé si es coincidencia, pero Peter Senge (2017), autor del libro La quinta disciplina, (1990) afirma en una entrevista hablando de educación que “el profesor del siglo XXI tiene que enseñar lo que no sabe”, y Piaget sostenía que “enseñar algo a alguien” es impedir que “él lo pueda aprender por sí mismo”. Siguiendo esta propuesta se puede pensar que no hay que enseñar, solo hay que poner al estudiante en situación de aprendizaje y esperar que aprenda por sí mismo. Y, hasta cierto punto, es verdad, pues la labor del docente no es enseñar sino “poner al estudiante en situaciones en las que quiera y pueda aprender”. Vygostsky y Feuerstein, (Tébar, 2010, pp. 54 y ss.) por el contrario, sostienen con su teoría del aprendizaje mediado, que el aprendizaje se produce por la relación con el entorno y mediante la interacción del sujeto que aprende con alguien que sepa más que él, que realiza la labor de mediación, apoyo y guía en el aprendizaje (ZDPróx.). Llegamos a algunas conclusiones finales:  Todo conocimiento se produce cuando se conecta lo que se sabe con el nuevo aprendizaje (Ausubel), si se conecta de la manera más compleja posible.  Todos podemos enseñar, incluso lo que no sabemos.


 Para aprender algo no se necesitan explicaciones del docente, sino poner a la persona en situaciones en las que pueda aprender por sí mismo.  No hay nada que podamos hacer aprender al estudiante; aprenderá lo que él quiera, aun a pesar de sus maestros.  Quien enseña sin emancipar-liberar, atonta y embrutece.  La mayor dificultad para el aprendizaje de los estudiantes es el parloteo incesante del profesor. Jacotot descansa en el cementerio de Père-Lachaise, de París, y sus discípulos hicieron inscribir sobre su tumba el credo de la emancipación intelectual: Creo que Dios creó el alma humana capaz de instruirse sola y sin maestro. Fue el Maestro que no era maestro, y que no quería serlo; un maestro que no quería fundar una escuela. Pero fue maestro y él y sus discípulos nos ayudaron a pensar sobre la educación.

REFERENCIAS Cerletti, A., "Educación e igualdad: A propósito de El maestro ignorante, de Jacques Rancière", en http://edrev.asu.edu/reviews/revs34.htm Cullén, C. (2004). Perfiles ético-políticos de la educación. Buenos Aires: Paidós. Dussell, I. (2003). Jacotot o el desafío de una escuela de iguales, en Revista Educación Social, Campinas, 24, 82, p. 213-219. Freire, P. (2011). Recuperado de https://letrajoven.wordpress.com/2011/08/03/paulo-freire-constructor-desuenos/ Jacotot, F. (1836-37). Journal de L'émancipation Intellectuelle, t. IV, 1836. París. , pp. 430-431. Kant, E. (1803). Pedagogía. Recuperado de https://www.ddooss.org/articulos/textos/kant_pedagogia.pdf Marina (2017). El bosque pedagógico. Barcelona, España: Ariel. Piña, G. (2014). El maestro ignorante. Recuperado de http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/74_75_vi_dic_ene_2014/cas a_del_tiempo_eIV_num_74_75_14_16.pdf


Rancière, J. (2007). El maestro ignorante. Cinco lecciones para la emancipación intelectual. Buenos Aires: Libros del Zorzal. Senge, P. (2017). Recuperado de https://elpais.com/economia/2017/01/15/actualidad/1484514194_176496.html Tébar Belmonte, L. (2010). El profesor mediador del aprendizaje. Santiago, Chile: Conocimiento. Van de Weyer (1822). Sommaire des leçons publiques de Jacotot sur les principes de l'enseignement universel. Bruselas.


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