ED I C IÓ N N RO . 2 S E P T IE M B RE 2 0 1 5 B I ME N S U AR IO D I G IT A L GR AT U I TO D E ES C R I TO R ES U L TR A VE RS A LES
Homenaje Prosa Reseñas Poesía Artículos Contrapunto Entrevista Fotografías Ilustraciones
Staff
Sumario
EDICIÓN NRO. 2 SEPTIEMBRE 2015
Dirección general Gavrí Akhenazi
pág. 06 In memoriam » Vicente Mayoralas » Por Isabel Reyes Elena
Subdirección Silvio Manuel Rodríguez Carrillo
pág. 14 Prosa » Textos Exclusivos » Por Rosario Alonso
Redacción Arantza Gonzalo Mondragón Eva Lucía Armas Isabel Reyes Elena Luis García Centoira Morgana de Palacios Rosario Alonso Diseño & diagramación Jorge Ángel Aussel Ilustración de tapa Ovidio Moré Autores que aparecen en esta edición Arantza Gonzalo Mondragón Enrique Ramos Eva Lucía Armas Gavrí Akhenazi Gerardo Campani Isabel Reyes Elena Javier Garrido Ramos Jordana Amorós Jorge Ángel Aussel Juliana Mediavilla Leo Zambrano Luis García Centoira Manuel Martínez Barcia Mercedes Carrión Masip Morgana de Palacios Rosario Alonso Rosario Vecino Silvio Manuel Rodríguez Carrillo Sitio web http://revista.ultraversal.com
2015 Revista Ultraversal está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 internacional (CC BYNC-ND 4.0). cc
pág. 16 Reseña » Hojarasca al este de New York: un libro de Alex Augusto Cabrera » Por Arantza Gonzalo Mondragón pág. 18 Poesía » Patio de luces / Gusanitos de luz / En blanco y negro » Por Juli Mediavilla pág. 20 Artículo » Recursos literarios (segunda entrega) » Por Enrique Ramos pág. 22 Poesía » Recuerdos » Por Leo Zambrano pág. 24 Prosa » Mundo biblios / Metamorfosis » Por Eva Lucía Armas pág. 28 Poesía » La vida en blues / Ceguera del agnóstico / Ha pasado un ángel » Por Jordana Amorós pág. 30 Los juegos del hambre » No es lo mismo predicar que dar trigo » Por Morgana de Palacios & Gavrí Akhenazi pág. 32 Poesía » No volveré a ser poeta / Haikúes / A pluma rota / Solus coniuncti, possumus » Por Manuel Martínez Barcia pág. 34 Artículo » Relecturas » Por Gerardo Campani pág. 38 Poesía » Como por Ella entonces / Sumando en armonía / Donde habita el olvido / Tan fértil » Por Mercedes Carrión Masip pág. 42 Entrevista » Rosario Vecino » Por Rosario Alonso pág. 46 Reseña » La mínima rebelión de la crisálida: un libro de Mariví González » Por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo pág. 48 Poesía » De mañana / Viento del norte / Recuerdos del Edén » Por Javier Garrido Ramos pág. 50 Prosa » El “Escalado” » Por Luis García Centoira pág. 56 Poesía » Duelo por piratas / La fuerza oscura de la luz 1 & 2/ De finales sin principios / Sigo » Por Jorge Ángel Aussel pág. 58 Artículo » Comenzar a escribir » Por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo
Por Gavrí Akhenazi
un escritor enfrenta el desarrollo
Un escritor tiene una idea o sea una semilla.
de la idea narrativa y debe comenzar a
Sabe por ejemplo que es una semilla de ce-
plasmar todos los detalles que com-
rezo y tiene más o menos una idea “normal”
pondrán el texto, descubre que el trabajo de
de cómo es un árbol de cerezo. Ese será su
explayar una idea tiene resortes mucho más
marco. Pero luego, cuando comienza a ger-
complejos que no se contemplan dentro de la
minar la semilla, resulta casi imprevisible la
idea original, que es lo mismo que una semi-
cantidad de brotes que surgen a medida que
lla.
se enlazan las acciones entre los planos y sus
UANDO
5
habitantes.
tristón y sin rasgos, abúlico y desteñido.
La narración es algo prácticamente imprevi-
No se trata de imprimir personalidades
sible, incontrolable inclusive hasta para el
ponderosas a los protagonistas y obligarles a
autor que de lo único que es dueño, por volver
mantener el tipo, porque con el transcurrir de
al ejemplo anterior, es de “una semilla de ce-
los capítulos, ellos mismos demuestran sus
rezo” que “teóricamente” por ser una semilla
facetas desconocidas y humanas y van trans-
de cerezo dará un árbol de cerezas, aunque a
formándose, mal que nos pese, en lo que re-
veces, ni ese postulado se cumple y aparecen
almente son.
otras frutas colgando de las ramas. Por ser la narración un trabajo de relativa
El autor bosqueja a sus personajes. No los conoce, realmente.
longitud, es una especie de monstruo autofe-
Abre una caja con varios muñequitos, los
cundante, que se gema a sí mismo en cada
bautiza, los pone en un retablo y ellos, extra-
oportunidad que tiene de concebir un orgas-
ordinariamente, cobran vida a medida que
mo, así que el escritor enfrenta ese imperioso
oyen el tiqui-tiqui-tiqui de las teclas y empie-
afán copulador que tiene el ente con el que
zan a escribirse, prácticamente, solos.
trabaja. Por ejemplo, los roles protagónicos.
El autor que no permite que sus seres ima-
El autor normalmente parte de la trilogía:
ginarios (aunque sean reales, dentro de la
protagonista, agonista, antagonista y seres
cabeza del autor son seres imaginarios) se
anexos que pueden ser diferentes o comunes
desarrollen y trata de luchar e imponerles
a las tres posiciones de rol protagónico.
personalidades a sus ficciones humanas, rara
De repente y a mitad de trama, advierte
vez resulta convincente.
asombrado que el planteado como “antago-
Esa es la magia del trabajo literario narrati-
nista” es tan rico en matices, tan complejo
vo: la espontaneidad de lo que el autor no co-
psicológicamente y tan especial en sus ac-
noce de sí mismo y que se plasma como un
ciones, que comienza a opacar al protagonis-
acto místico en el papel.
ta o por lo menos, a resplandecer a su par de
Un autor que pueda conseguir que la novela
tal manera que el autor —mientras termina
“se escriba sola”, será ampliamente versátil y
de darle forma a esa novela— ya se ve exigido
podrá explorar y explorarse, en todos los tipos
por esa otra personalidad naciente a escribir
de género y con todo tipo de argumentos.
una nueva, en la que ese original antagonista
Los personajes jamás mienten.
se transforme en protagonista.
Son los autores los que, como quien domes-
También sucede con algunos personajes secundarios que no pertenecen a la trilogía, pe-
tica a un tigre, los obligan a mentir a fuerza de rigor, siguiendo un argumento.
ro que, en un punto dado, es tal el clima crea-
El argumento es solamente la tierra del ca-
do a su alrededor o tan oportuna y fascinante
mino. Todo lo demás es la magia que nace del
su intervención, que el autor comienza a bus-
don y que es inexplicable para quien no la
car las causas de ese “desborde” y termina
haya experimentado.
asombrado por las virtudes de un personaje con el que capítulos antes no contaba. Y también sucede el hecho inverso. El protagonista resulta ser un anodino intrascendente del que es prácticamente imposible remontar la personalidad y queda allí,
Todos los hombres estamos llenos de seres que desconocemos. El escritor les permite hablar de sus historias. Es el ghost writter de su propia pluralidad. ◣
Por Isabel Reyes Elena
blecer una comunión con todos los lectores. Una poesía que incluye al yo poético, o que lo excluye explícita y voluntariamente, para pintar escenas, personajes y paisajes con palabras. Como él mismo afirmó, “una poesía en blanco y negro”. Fue “el poeta de la búsqueda”, siempre a la espera de respuestas que no llegan. La primera fue en la tierra, en la existencia física del hombre, de ahí poemas en los que rememora su infancia y sus primeros referentes vitales, y donde sabe captar la árida dureza de los campos manchegos. Al no hallar respuesta, comienza una búsqueda espiritual dentro de sí, una especie de Vía Crucis que le fue elevando del mismo suelo a las alturas. Desde su duda existencial ICENTE
MAYORALAS nace en la Solana,
provincia de Ciudad Real ( España), y
crea su mundo más íntimo, un lugar infranqueable para capear las borrascas.
fallece en Madridejos (Toledo) en 2012
En su Poética de la Agonía vislumbra ya la
tras una larga y penosa enfermedad.
muerte como un tránsito cercano y su sere-
Engrosa ya el elenco de grandes poetas, escri-
nidad se mezcla con la inquietud de resolver
tores y artistas que nos ha dejado en herencia
sus propios enigmas personales. De ahí a de-
La Mancha.
batir con Dios, al que busca y no encuentra, al
De grandes inquietudes, empezó a sentir
que niega pero acepta, en un contrapunto en
atracción por la poesía desde la infancia, da-
blanco y negro tan típico de su personalidad,
da su inclinación natural a la filosofía y la
una persona de contrastes.
esencia de la naturaleza humana.
Al fin, estando ya gravemente enfermo, es-
Tras la muerte prematura de su padre ingre-
cribe sobre la lucha y aceptación de la muer-
sa en la Legión Española que le marca pro-
te, abrazando a Dios en sus últimas instan-
fundamente y forja su carácter, para poste-
cias.
riormente incorporarse a las Fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado.
Murió con la elegancia del Legionario que abraza a la muerte en un acto de valentía, sin
De formación autodidacta y amante de las
hacer ruido ni lamentarse, y dejando en Ul-
formas clásicas, utiliza una retórica sencilla y
traversal sus últimos poemas impregnados de un realismo estremecedor. ◣
fácilmente inteligible con el objetivo de esta-
7
Cómo me gusta el verso del arado cuando labra la tierra estremecida, y cómo de su amor surge la herida, hecha surco: poema cultivado. La rima en su quehacer es el legado secular de sustento, propia vida, donde la mano terca y dolorida de la necesidad, y su dictado, convierten el arado en el apero que utiliza el poeta de la tierra; cada surco es un verso, y cada verso melodía perfecta, voz de arriero, y el hálito del hombre que se aferra, metáfora suprema, al universo.
Vicente fue un chiquillo con tendencia a no dar por sentado cosa alguna; su herencia fue el ingenio de la hambruna y una dosis sobrada de impaciencia. Su mundo era un por qué, una exigencia, buscaba una respuesta sin fortuna, oía explicaciones, mas ninguna otorgaba a su duda transparencia. Quería comprender, pues no entendía, la razón verdadera de este mundo y por qué la presencia de lo humano. Le dijeron que Dios se lo diría, pero un silencio terco y tremebundo acompañó su espera hasta lo arcano.
8
Su caminar es lento, concienzudo, se rige por el tiempo de labranza, de sol a sol, con ritmo de una danza, con el atril del cielo por escudo. Es parco en la palabra, el gesto rudo, la mirada de siembra y enseñanza, que sabe que las prisas son tardanza y el dicho inteligente siempre mudo. Es hombre agradecido, temeroso de Dios, un buen cristiano y fiel esposo, que lleva en el calvario de su frente la señal de la cruz desde que nace; amante de su tierra, donde pace, y dueño de una vida indiferente. Debajo de mis pies, por los rastrojos, la sequía estrangula todo anhelo. Oprime la solana. El sol ahoga. La tierra se bifurca en soledades y en sus raíces drago mis silencios. Suspira la esperanza en el crepúsculo, teñida de sopor, bajo el azul desmedido de un cielo que no entiende de oraciones. Aquí, por la llanura, se crían las verdades primigenias; nace el olvido, áspero y cerril, mientras la vida brota hacia adentro, hasta la muerte, en busca de su origen. Soy un hombre curtido en el secano, con el ayer a cuestas y mi infancia en ristre y la sonrisa del hoy. Alguien que sabe que vivir es algo más que un simple recorrido por el tiempo. A golpe de azadón, con estas manos que adoran y estremecen cuanto tientan, me siembro en la aridez de los eriales y cavo, junto al alma, su alarido.
9
Me llago en tu dolor y en tu tristeza, y venero tu imagen dolorosa donde la pena íntima reposa sobre el llanto sublime que te reza. En ti sangra el amor y la pobreza, el sueño de otra vida más gozosa, la fe inquebrantable y generosa que te ayudó a morir con entereza. Te siento tan cercano, tan adentro, que brota en mí la sed de tu creencia y en duelo el corazón al recordarte, pues soy un pecador que va a tu encuentro en busca del perdón y la indulgencia que me procura el hecho de rezarte.
Crezco hacia adentro, boca abajo, con el gesto sombrío y la mirada en balde, mientras escarbo más y más, como si no supiera que cuanto más me aleje de la superficie las lombrices custodias de la duda envolverán mi marcha. Qué hondo que me encuentro de esta vida. Cuántos metros de sombras nos alejan. Y cuánta soledad une y separa al hombre del silencio. Sepultado en la umbría de mis noches habito en las entrañas de la tierra, ceguera de mi alma, mientras anhelo una luz que ilumine mi crepúsculo y pueda verme como soy.
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Oh, Dios, vengo a buscarte entre los vivos,
Ay, Dios, cuánta amargura contenida
en el aliento humano, entre sus dudas,
en este rezo agrio de salmuera.
en esas cotidianas y menudas
Te busco en vano, en vano entre la cera
cosas que el hombre escribe en tus archivos.
de una fe por el tiempo derretida.
Revierte mi ansiedad en sucesivos
Sé bien que no me escuchas y la herida
rezos. Sigues callado y me desnudas
de tu silencio sangra como fiera
palabra por palabra entre las mudas
salvaje acorralada y prisionera
calaveras de hombres pensativos.
que busca libertad en su estampida.
Necesito de Ti. Mas no te encuentro.
Un resquemor, la duda de si existes
La soledad del huérfano me habita
chirría en mi interior hasta atronarme
y en cada cita surge el desencuentro.
y sordo, como Tú, medito y duermo
¡Señor! ¡Señor!, ¿por qué no me respondes?
en ese paraíso de los tristes,
¿No sientes mi dolor que resucita
humanamente dócil, sin hallarme,
cada vez que te busco y Tú te escondes?
con el ansia y la fiebre de un enfermo.
11
Le sobran horas a mis días. Todos son iguales. Hartazgo es lo que siento. Trago a trago con vino me reinvento bebiéndome mi drama por los codos. Hablo de mí con esos malos modos que utiliza la nube contra el viento, y el rayo destructor de su lamento convierte su abundancia en propios lodos. Miro hacia el cielo, pero el cielo calla, y en la noche derivo en plena ausencia rodeado de excesos sin latido. Mi voz tan sólo, que el silencio acalla, me llama por mi nombre en su demencia. Soledad es mi único apellido.
He muerto de repente. Con lo puesto. A solas y encerrado en mi retiro. Me fui tal como vine: en un suspiro de impotencia. El rostro descompuesto. Deshabitado en mí quedé traspuesto. La vida me mordió, como un vampiro, sedienta e insaciable. No respiro. No noto nada. Y a materia apesto. Todo está consumado. Sin adioses ni lágrimas me voy por donde vine. Yo no elegí la vida ni la muerte. Me llevo a mis demonios y mis dioses en espera a que el tiempo me fulmine y en los brazos de nadie me despierte.
12
Se me pone la carne de gallina, dando diente con diente miro el cielo mientras mi corazón se aferra al suelo, depositario de mi propia ruina. En la tierra la losa y la sordina me impedirán que alce alto el vuelo. —ya se sabe que el mundo es un pañuelo— Pequeño se me hace en la retina. La certeza en la muerte por contagio, la duda en otro mundo, mal presagio, y todo al retortero y sigo mudo. Me sobran las palabras y los gestos. Aquí ya sobra todo. Son los restos mortales de mis versos al desnudo.
Por suerte o por desgracia —no se sabe— nací con un difunto aquí, a mi lado. Siempre estuvo conmigo, amortajado, e ignoro si en mi cementerio cabe. Le pido que a mi alma no la trabe. Aquí tiene mi cuerpo desangrado. Y aquí me tiene a mí, medio enterrado gritándole a la vida que se acabe. Su presencia es oscura y alargada. Me sigue a todas partes. Desespero. Y sin una palabra a mí me nombra. Sobre el filo siniestro de su espada camino hacia el final. Mi mal agüero: es el luto reflejo de mi sombra.
13
Si he de morir, que sea ya. Me inquieta el óxido del tiempo en mi memoria, pues mañana, mi muerte será historia, la historia clandestina de un asceta. Seré un difunto más, sin etiqueta, un referente anónimo, sin gloria, un grito, uno más sin trayectoria que sabe que el olvido le interpreta. Si he de morir, ahora es el momento, me siento en paz conmigo, que no es poco, y a la vida he pagado ya con creces. Soy múltiplo de cero y me presento con las manos vacías mientras choco con el vientre alquilado de mis heces.
Un día moriré. Uno cualquiera. Al destino le dejo mi mortaja. La muerte por mi cuerpo se desgaja. Y vivir por vivir, sólo es espera. Morir antes de tiempo no quisiera, y vivir de alquiler, polvo de paja. Este estar por estar se desencaja de este ser o no ser que me exagera. Me finjo hasta la médula y soporto, a fuerza de imitar lo que me callo, la fiebre delirante del enfermo. Transito por las órbitas del orto y entre signos de incógnita me hallo, y entre símbolos fúnebres me duermo.
Por Rosario Alonso
E
gusta el olor que desprenden los
daba por momentos.
libros polvorientos. Estar rodeada
—¡Es lo mejor que he encontrado en mi vida
de ellos me proporciona una inex-
de librero! –me dijo nada más penetrar en el
plicable sensación de calma. A la
local– De hecho, no lo he puesto a la venta
luz de los fluorescentes que iluminan este
porque me lo pienso quedar. Lo siento —su
sótano, convertido en almacén de libros, ojeo
lamentación fue un mal presagio. Yo pensaba
un ejemplar único, del que he tenido noticias
ofrecerle un buen precio si el ejemplar mere-
hoy mismo.
cía la pena.
Juan me telefoneó esta mañana para anun-
A continuación descendimos por unas es-
ciarme su último y más extraordinario des-
trechas escaleras al polvoriento almacén que
cubrimiento: el ejemplar de un libro del siglo
Juan, a lo largo de muchos años, había con-
XVIII, escrito en castellano antiguo pero de
vertido en una biblioteca improvisada, aun-
autor desconocido y contenido aún por des-
que reservando un pequeño hueco para situar
cubrir. “Textos Exclusivos”, se titula.
una mesa y una lamparita y convertir aquel
Tardé poco en vestirme y, de forma precipi-
rincón en un despacho.
tada, me dirigí a la librería de mi amigo. Tuve
Las paredes estaban cubiertas de estanter-
que llamar a la puerta, porque el local estaba
ías y en sus baldas se acumulaban enciclope-
cerrado. Vi a Juan en el interior, visiblemente
dias completas, volúmenes sueltos, manuales
nervioso pero con una alegría que se desbor-
de todas las ciencias y artes, novelas rosa,
15
negras… de todos los colores. En algunos lu-
ra que el autor estuvo presente apenas unos
gares, a falta de estantes, los libros, acumula-
minutos antes, en esta misma habitación.
dos unos encima de otros en altos rimeros, se
Una inquietud creciente me invade. Quizá
convertían en columnas de papel que quisie-
debería dejar la lectura, subir con Juan y olvi-
ran sostener el bajo techo.
darme de todo. Hay momentos en los que la
A la luz de la lamparita sobre la mesa de ro-
mente ha de limpiarse de los aires mefíticos
ble del almacén, Juan me mostró el lujoso
que la enturbian, sobre todo si se ha respirado
ejemplar causa de nuestro precipitado en-
el polvo de muchos años.
cuentro. —Sólo he tenido tiempo de leer la primera
Pero no, sigo. Al continuar desbrozando el camino literario las alarmas se encienden.
página y, curiosamente —me dice—, el libro
¿Casualidades o causalidades?
En el libro,
empieza con una cita entre un librero y una
una novela cae de un estante y provoca un
clienta para hablar de un manuscrito que el
gran ruido al golpear contra el suelo. Escucho.
primero ha encontrado. Es una sorprendente
Sólo tengo tiempo de atisbar, entre las pe-
casualidad —añade tras descubrir en mi ros-
numbras que rodean el halo de luz. Hay un
tro una muestra de asombro.
libro sobre el suelo. Siento mi sobresalto. El
Comienzo a leer y he de darle la razón. Paso
libro, este libro extraño que Juan ha dejado en
la página y las palabras escritas, hace siglos,
mis manos, es más de lo que parece, concluyo
reviven para infundir cierta aprehensión de la
y mi corazón se acelera.
que no sé el origen. Juan, como siempre se
Avanzo en la lectura, cada vez más ofusca-
retira con cualquier excusa y sube. Sabe que
da por descubrir entre aquellas páginas la
me gusta ojear estos libros a solas, porque
clave de tantas casualidades, y cada vez más
hay placeres que sólo se pueden saborear en
nerviosa al releer la historia de todo lo que me
la soledad.
ha acontecido y sigue acaeciendo en cada
Así, bajo la luz amarillenta, no puedo conte-
minuto de esta mañana llena de enigmas.
ner mi impaciencia. Obvio la encuadernación
Mi lógica de las cosas me hace dar un paso
de cuero negro, sus letras doradas, desgasta-
más. Me digo que por qué esperar tanto tiem-
das por el tiempo y el olvido. Y leo. Y en la
po si puedo saber cuál es el final. Así que paso
lectura me sumerjo en un pasado que se hace
todas las páginas de golpe y llego hasta la
presente, como si el autor o autora de este
última. No me atrevo a leer.
libro estuviese a mi lado, observando cada movimiento, cada gesto, cada silencio.
Asustada estoy, pero la curiosidad me obliga a una mirada sobre el último párrafo de la
De pronto, algo salta junto a mí. Me echo a
página: “Y entonces ella escuchó el sonido de
un lado, atemorizada, e imagino que alguna
las pisadas que descendían por las estrechas
rata está allí delante, dispuesta a clavarme
escaleras. Eran pasos lentos, furtivos, como si
sus colmillos. Solo encuentro un gato canela
el que los provocase arrastrara los pies al dar-
que maúlla cansinamente. Tan asustado co-
los. Ella, entonces, levantó la mirada del libro
mo yo, vuelve sobre sus patas y sale por el
que leía y giró la cabeza... "
único ventanuco del almacén. Riéndome de
Acababa la página cuando escuché, con una
mí misma cierro la ventana y vuelvo a la lec-
nitidez aterradora, esos pasos lentos, pausa-
tura inacabada. Para mi sorpresa, en sus lí-
dos, cautelosos que, procedentes de la escalera, se acercaban a mí. ◣
neas encuentro a la mujer y al gato, contados con tal minuciosidad de detalles que parecie-
Por Arantza Gonzalo Mondrag贸n
Un libro de Alex Augusto Cabrera
Adqui茅relo en Amazon
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mario. A veces parece rota pero siempre consigue volver a aparecer en el horizonte.
Título: Hojarasca al este de New York Autor: Alex Augusto Cabrera Año: 2012 Género: Poesía Editorial: Imagine Cloud Editions, La Florida, EEUU
La esperanza es esa triste idiota que siempre está detrás de las cadenas vade retro varón sal de su jaula Uno de los puntos más fuertes es el poema para el hijo que no ve desde hace catorce años. Es de una belleza demoledora. El padre
Páginas: 158 ISBN-10: 1496061217 ISBN-13: 978-1496061218
se confiesa abiertamente, logrando una empatía con el lector que no deja indiferente a nadie. Poema urgente para Augusto André
LEX
AUGUSTO CABRERA (Lima, 1967) es
un poeta que escribe a golpe de pulsiones, descargando con la palabra todos los fantasmas del hombre. Originario de Perú y residente en Nueva York desde hace catorce años, emigró en busca del sueño americano y el sueño americano se hace esperar. Hojarasca al este de New York consta de ochenta y ocho poemas escritos entre febrero y diciembre de 2012. Es un poemario sobre la espera, la añoranza de la patria, la ausencia del hijo, la historia de amor que no se termina de materializar y el paso del tiempo, implacable, contando cada lustro, año, mes, día e incluso minuto. La numerología temporal está presente en muchos poemas, como si la mente del autor formase sectores horarios para recordar el instante en que la emoción sucede.
yo sé que un año es tan sólo un tiempo pero diez años más es otra vida no soy de allá de aquí de ningún sitio pero camino igual día mes año La esperanza va y viene a lo largo del poe-
(fragmento)
soy tu padre por ser hombre primero aquí allá tú yo y toda esta espera en estas manos no hay razones sólo asuntos pendientes no queda opción André sangre de mi sangre Tan lejos del preciosismo y del adorno superfluo, Hojarasca al este de New York es un libro de buena poesía con incontables versos que golpean por su contundencia y emocionalidad. No es un libro sólo para leer, es un libro escrito para sentir. ◣
Por Juliana Mediavilla
Mi vecina de enfrente
Hago un alto a la sombra del camino
se ha dejado las canas
cada vez más estrecho,
y el gris se abre camino tamizando su luz.
me pesan las alforjas que ha cargado
Su pelo leonado y pelirrojo
sin compasión el tiempo.
ya no enciende en los hombres miradas clandestinas,
Bien puedo en esta pausa
ni repican tenaces en el suelo
hacer breve recuento,
sus tacones de aguja.
decir que ya he cumplido y añadir, por ejemplo,
Tiende sin entusiasmo la colada
que planté más de un árbol
los lunes, en un orden impecable
y que tuve dos hijos y he escrito algunos versos.
teñido de costumbre. La vida cunde poco Tiene el marido en paro. Deambula
—eso lo sabes luego—
como un fantasma triste de ventana en ventana y no sabe qué hacer
En esa galería
con la extensión del día.
esquiva del recuerdo hay esquinas de luz
Mi vecina de enfrente
y tiempos muertos.
—cascabel de otros tiempos— se ha dejado las canas
Caminos de la infancia:
y es mucho más pequeña a medida que crece
luciérnagas al borde del sendero,
en gris y en dignidad.
cuando solo teníamos la libre libertad del campo abierto, y el país arrastraba sus cadenas y los padres rumiaban su silencio… ¡Qué derroche de estrellas en agosto! En la noche preñada de misterio, me perdí en el intento de contarlas recostada en la grama, cara al cielo: el Caminito blanco de Santiago cruzaba el firmamento, con su estela de gasa prendida de luceros. Tan huérfana de mar, me hundía en ese cielo. Estrellas de la infancia, gusanitos de luz en el recuerdo.
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Hay una contención de amaneceres
Ya hace tiempo que enmarqué el retrato,
tras las miradas niñas
lo tengo bien visible,
que pugnan por salir del blanco y negro
es como una ventana del ayer
austero de la foto.
que me habla de la vida y sus caminos.
Detrás está la vida y el instante:
La fuerza en la mirada de las niñas
sobrevuela la sombra de la guerra
parece quebrantar el horizonte.
que no vivimos impresa en el ambiente, en la calle, en la escuela y en las casas. Un río de silencio entre los padres, una herida de ausencias sin retorno, una desmesurada cicatriz. No nos vistieron de domingo, y en el parco escenario el pobre crucifijo que presidió la infancia y una maceta humilde que puso doña Ludi, amante de las plantas y las flores. El fotógrafo daba el dos por uno en un censo abundante en familias numerosas.
Por Enrique Ramos
Segunda entrega del estudio de Enrique Ramos publicado en el taller de Ultraversal
Símil o comparación
1.
Un plano o término real (la realidad que vamos a comparar con otra cosa), al que
La actividad de comparar es inherente al ser humano; comparamos de forma habitual para
podemos llamar A. 2.
Un plano o término imaginario (o varios),
presentar de una manera más plástica, más
también llamado “imagen”, (la realidad
visual, lo que se quiere decir y, en muchas
con la que comparamos el plano real), al
ocasiones, para concretar un pensamiento
que podemos llamar B.
abstracto.
3.
Una o varias partículas comparativas, o
En literatura, decimos que SÍMIL o COMPA-
expresiones que sirvan de enlace y esta-
RACIÓN es una figura estilística del pensa-
blezcan la relación comparativa entre los
miento que sirve para vincular dos o más
dos planos. Entre estos nexos explícitos,
términos para ampliar la significación de uno
el más utilizado es la palabra “como”,
de ellos. No es otra cosa que comparar un
aunque se pueden emplear otros como
término con otro a fin de poner en evidencia
“tan”, “tal”, “cual”, “así como”, además de
su semejanza o su diferencia. La compara-
verbos como “parecer” y algunas formas
ción requiere tres elementos:
perifrásticas.
21
Por ejemplo, si decimos:
De gran plasticidad es la comparación que nos regala Ángel González en este fragmento
Su tez era blanca como la nieve
de “Quinteto enterramiento para cuerda en cementerio y piano rural”:
El término A, el plano real, es “Su tez”. El término B, el plano imaginario, es “la nieve”. La partícula comparativa es “como”.
El primer violín canta en lo alto del llanto igual que un ruiseñor sobre un ciprés
La existencia de la partícula comparativa es importante porque su presencia nos indica
En el que se puede apreciar perfectamente
que nos hallamos ante una comparación, no
el término real “el primer violín” y el término
ante una metáfora. En el símil o comparación
imaginario “un ruiseñor”.
decimos que “A es COMO B”, no que A ES B. Sirva este comentario sólo como pequeño
También de gran hermosura es esta compa-
avance sobre lo que es la metáfora, tropo que
ración continuada obra de José Hierro en un
se analizará más adelante.
fragmento de su “Poema para una nochebue-
La comparación es un recurso estilístico
na"
muy potente (capaz de generar gran extrañeza) siempre y cuando resulte sugestiva, ni extravagante ni desmesurada. Veamos algunos ejemplos: En primer lugar, un fragmento de un poema de Morgana de Palacios dentro del conjunto de poemas insertados en “Días de Marihuana”, en cuyo segundo verso se utiliza este recurso:
Y vuelvo a mí del Sur, vuelvo a mi Norte, lamiéndome la duda como una perra herida, un gesto de salitre me acompaña y la sonrisa torpe, grisácea por el polvo de la batalla inútil que pende de mis labios. O este otro fragmento de un poema de Morgana de Palacios, insertado dentro de “Días de Marihuana”, en el que se puede apreciar un
Te soñé como un ángel que blandiera la espada y tiñera de sangre la tierra pálida; como una lava ardiente; como una catarata celeste, como nieve que todo lo olvidara Por último, dos bellas comparaciones escritas por Miguel Hernández, en uno de sus conocidos Sonetos, cuyos primeros ocho versos reproduzco:
Tengo estos huesos hechos a las penas y a las cavilaciones estas sienes: pena que vas, cavilación que vienes como el mar de la playa a las arenas.
bellísimo símil en el primer verso:
Sólo tus ojos nacen como gemas astrales para inundar los míos de murmullos silentes, sólo tus ojos hablan de ríos siderales y de amores nacidos en diminutas fuentes.
Como el mar de la playa a las arenas, voy en este naufragio de vaivenes por una noche oscura de sartenes redondas, pobres, tristes y morenas. ◣
Por Leo Zambrano
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I Mi llanto en la piel. Como corriente intrusa, tu voz en los barrancos.
XIII No soy soberbio. Apenas soy humilde en esta heredad sin paz.
II Su voz aún con fuerza manó de la luz en las orillas, como un instante eterno.
VIII La atrapo en mis manos por un momento, y la libro del sueño de las murallas, para ser mía, sólo mía.
XIV Cederé mis silencios de rodillas.
III El rescate es otra eufonía y entre ella y yo... ...las piedras suenan.
IX El papel húmedo no tolera lo que mis dedos pintan.
XV Desvestir los silencios con las gotas del sol es gritar al olvido que no existe el tiempo.
IV Deseo encontrar la luz que la llevó al silencio.
X Esta humedad que mis ojos derrama tiene tu nombre.
XVI Tengo sed de tu alma y de tus ojos ecuménicos.
V Y el silencio es tuyo. Entre las paredes, donde duermes descalza.
XI He caído de rodillas para buscar las huellas en su umbral.
XVII Dame luz y sombra en esta calzada para caminar despierto, entre tantas espinas.
VI Las memorias deshilan el pecho para encontrar las grietas del alma.
XII Hay ruinas en las soledades, entre ellas los huertos de esperanzas.
XVIII Dame solo tus labios, para ser un beso.
VII Hay golpes desmedidos entre el tiempo y las letras
XIX Voy a llorar el alma sin ella y caer profundo en la soledad del silencio.
Por Eva Lucía Armas
25
I
mundo siempre tuvo mucho de papel más allá de
su fragilidad. Había muchos libros en mi mundo. Grandes bibliotecas había en mi mundo que tapizaban las paredes y la forma de ser. Alguien que tiene tantos, tantos libros, no es como los otros. Luego, estaban las bibliotecas públicas. Y mi padre con ellas. Era un hombre/ángel diseñado para habitar entre los libros. En Córdoba, también, toda una habitación era una biblioteca. En las dos casas, los estantes no daban abasto para sostener tanta afición por el conocimiento y los libros que no encontraban mundo quedaban apilados en la mesa, en el escritorio, en las sillas o en el suelo. La geografía montañosa de mi vida estuvo hecha de sierras y de libros. ◣
26
OR
entonces sobraba en todas partes,
cas, de una tela dura, rígida, como la abuela.
inclusive al humor de Tomás que tuvo
Yo hice mi cama. Mi mamá se acostó sobre
que prestarme un par de pantalones y
el colchón y se subió el acolchado hasta los
una camisa ancha en la que entraba
ojos.
mi cuerpo varias veces. Arremangaba los pantalones y los metía
Supongo que lloraba debajo. Era lo único que hacía últimamente.
adentro de las medias porque Tomás me lle-
En la habitación, había además una cómoda
vaba más de una cabeza. La camisa la dejaba
con un espejo en medialuna, enorme, y un
suelta y me disfrazaba de fantasma. Total,
ropero de madera tan oscura que parecía ne-
tampoco nadie me veía en esa casa.
gro. También tenía un espejo en la puerta
Nos alojaron en la pieza de atrás que daba sobre el huerto. La abuela dejó dos juegos de sábanas que
central. Yo nos miré ahí, retratadas en ese espejo alto.
olían a mucho sol, pero que estaban duras,
Mi mamá era un bulto, una apariencia, cu-
como almidonadas por el agua de pozo y el
bierta totalmente y aún así, no invisible. Yo,
jabón.
no sé lo que era.
Eran sábanas blancas, poderosamente blan-
Las trenzas mal atadas dejaban escapar pe-
27
los de todos las medidas. Se notaba mucho
Pero mi madre no salió durante mucho
que mi camisa era la parte de arriba de un
tiempo de debajo del cubrecama. Y yo tuve
pijama que no pegaba con el pantalón. Estaba
que andar vestida de Tomás, que tampoco
fea, como un pájaro que no acabó el emplume,
tenía más ropa sobrante que la que me había
todavía con el polvo que entraba por las des-
dado y que le hacía a él tanta falta como a mí.
vencijadas ventanillas del tren, adherido a mis formas. No podía imaginar un lugar más polvoriento que aquel en el que estábamos.
La abuela le dijo varias veces a mi madre: Ocupate de tu hija, que para eso sos la madre. Después, le encargó a Tomás que me cuidara.
Otras veces habíamos llegado igual, como
Cuidar para Tomás era enseñarme a hacer
una imposición. Pero era la primera que no
lo que él hacía. Ser mandadero, peón de patio,
llevábamos valija ni bolso ni una muda de
andar entreverado con los otros peones, un
algo. Pensé si la gente se habría dado cuenta
poco acá un poco allá, aprendiendo el oficio
en el tren que yo viajaba vestida con pijama.
de los hombres. También la libertad de andar
La abuela lo notó.
tan suelto.
—Usted... vaya a bañarse —me dijo, desde le-
Lo fastidiaba hacerme de niñero pero no se
jos, apareciendo como una sombra estricta en
animaba a traspasar el límite y transformar-
la suave penumbra del corredor que llevaba a
me en su propio peón.
nuestra habitación.
Yo, más que su peón, era su perro. Andaba
Esperó que pasara junto a ella, sin otro gesto
todo el día atrás de él, tratando de no moles-
que su dedo señalando el baño. Después se
tar al único que me dirigía muy de vez en
acercó a la puerta para hablar con mi madre
cuando la palabra o me compartía una galleta,
que seguía debajo del cubrecama.
un pedazo de pan, un mate en el galpón, al-
—Podrías haber traído ropa —dijo, solamente. Yo me encerré en el baño. Pensé en las otras veces de mi tan larga historia de paquete. Siempre terminaba vestida con la ropa de otro, contribuyendo a mi estilo de adefesio. La abuela abrió la puerta y me miró todavía sin desvestir, de pie junto al lavabo. —Báñese rápido, que no se desperdicie nada de agua. Acá tiene. Dejó sobre el banquito de junto al bidet la ropa de Tomás. Me tuve que desnudar delante de ella, para que se llevara la mía y la lavaran. —Su madre tendrá que coserle alguna cosa. No va a andar siempre vestida de varoncito, pidiendo ropa ajena —comentó y volvió a cerrar la puerta mientras yo me metía bajo el agua.
guna broma, además de la única ropa que tenía yo para vestirme. Cuando le preguntaban los jornaleros quién era yo, él se encogía de hombros. No lo tenía claro. Solamente obedecía el encargo de la patrona. “Una parienta”, murmuraba entre dientes sin conseguir asegurarme un rango de parentesco con los patrones. Y los peones farfullaban: “¿pero es hembra?” Así fue que le pedí el cuchillo que llevaba cruzado sobre los riñones, una tarde. Me lo alcanzó sin otro ademán que el de alcanzármelo ni otra recomendación que la de su gesto. Yo me corté el cabello a cuchilladas delante de un pedazo de espejo que él usaba para afeitarse sus principios de bigote. —Ya no soy más mujer —le dije a su mirada. Él, como siempre, se encogió de hombros. ◣
Por Jordana Amorós
Las lágrimas que esperan ser lloradas no han de saciar jamás la sed del diablo. Es más que una penosa anécdota, que una tribulación común y cotidiana. Cuando la piel es dolor, cuando la carne es dolor, cuando la sangre es dolor sin tregua. Cuando es dolor esa amena polilla que carcome tus vísceras, que amedrenta tus huesos y se vuelve presencia omnipresente que modula, tu existencia y su grito. Cuando no quedan ojos que ofrecer a los cuervos ansiosos, cuando no quedan pies que aplaquen el fervor de las ortigas, cuando si quedan manos que se agarren, ya no hay clavos ardiendo. Cuando ya son todas más una las vueltas de las tuercas que te atenazan. Entonces, lo sé, ha llegado la hora de mirar a otro lado y simular que, ya que en lo esencial me desconozco, me soy desconocida. ¿Veis? Soy aquella de allí, la figura imprecisa que en la acuarela triste de la lluvia se funde con las sombras de la noche, y se va diluyendo. Mientras silba despacio entre dientes un blues.
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con rumbo a su destino de diluvio.
Quizás me vio venir. Una vez más. Miraba hacia lo lejos negándose a esperar todo lo que no fuese señales de sirocos, rugidores vendavales. Prohibiendo a su ilusión a su fe, a su retina creer en espejismos de neón que anunciasen horizontes festivos. Él quizás me vio llegar envuelta en humo y en alucinaciones por el campo agostado, yo llevaba la falda alborotada por la brisa, en la boca un revuelo de pájaros rapsodas. Y en las manos toda la compasión con que tejerles sudarios a las flores. Quizás me vio llegar como quien ve en el aire la primera cigüeña y sigue estando triste pues no escucha latir su corazón y no descifra que aquella primavera inevitable incluso a los agnósticos concierne. Quizás quiso decir una palabra y no encontró en su boca los acentos, para pedir la lluvia. Yo pasé, tenía que pasar, sin detenerme como pasan las nubes, embarazadas de agua sin saberlo
Tras de mí solo dejé un rumor de cañas secas tañidas por el viento poco antes de quebrarse, una especie de música sumisa, inusitadamente melancólica. Y una mirada oscura dibujando en silencio la silueta que hacia el Sur se alejaba pisando la hojarasca. En soledad de nuevo.
Está la casa fría. Los cristales atrapan el aliento y lo transforman en caprichos de escarcha. Sobre el aire transita un silencio que existe de espaldas a la música. Un turbador silencio sin latido como aquel que se instala sobre el mundo cuando la nieve cae con lentitud agónica y suaviza, copo a copo, nimbado en mansedumbres, pluma a pluma, el rigor del destierro. Está la casa fría y yo he tomado, y es inamovible, la decisión heroica de quedarme en la cama un rato más. Hasta que se disipe el aleteo del ángel sin sonrisa que pasa en nuestra vida sembrando glaciaciones.
Morgana de Palacios
De poco sirve hablar sin dar ejemplo y aunque yo de ejemplar tengo bien poco, lo mismo si se presta un ente loco, ponemos una pica en este templo. Hace tiempo que, ciega, no contemplo paisaje alguno que me atraiga a orar, ni escucho el salvajismo de algún mar que me hable al oído del presente, con la voz de resaca delincuente que me apetece para conversar.
Morgana de Palacios
Yo sé que existe un título perdido y que del mar al sol, todo es de piedra y que lo incierto en el futuro medra con su gesto de astuto compungido. Yo sé que el tiempo tiembla malherido y los versos están acorralados como estatuas de sal, desintegrados porque no hay escritores en Sodoma. Hasta el último verbo se desploma en la internet de los desangelados.
Gavrí Akhenazi
Gavrí Akhenazi
Yo sé que no hay futuro que nos mire
Acaríciame las dudas
con ojitos de amante compasivo,
que desnudas
pero tanto me da, porque estar vivo
mis palabras te abren puertas.
sin ilusión, no es algo que me inspire.
Te juro que están despiertas
Algo sucederá cuando delire
casi crudas,
que me devuelva el filo de escalpelo
y la razón se amotina,
de tanto verso escrito a contrapelo
alucina.
por mi lengua que fue reina y señora
Por tanto como te admiro
de un Internet feroz, no como ahora
—dulce aire que respiro—
que de cobardes se nos rompe el cielo.
tu corazón me fascina.
Morgana de Palacios
Morgana de Palacios
Llegaron los pancartistas, los magníficos, los regios,
Dulce aire no diría
los que ostentaban coronas de diamantes y medallas
más bien seco
los que estaban en la cima de gloriosas atalayas
como hecho de arena loca
entre terciopelos rojos, floripondios, privilegios.
que se destroza en tu ría
Recuerdo como aquel día, tanta manada de egregios
como un hueco
llegó pensando hacer roncha en nuestro modo de actuar,
que en tu eco se provoca.
en torcer para su ego nuestro honesto caminar
Háblame del maleficio
y arrodillar nuestra frente que no negocia bandera.
de tu mirada de mar
Con el culo de madera
mientras soy ese lugar
se tuvieron que marchar.
donde soñar es propicio.
Gavrí Akhenazi
Hoy es shabat ven conmigo no te tardes que has de estar libre de incordios. No te mires el ombligo mientras ardes,
Gavrí Akhenazi
Si la razón se amotina igual que una serpentina desquiciada y se levanta alunada la pasión
ni toques los clavicordios
prueba amurallar la suerte
que musicalizan versos.
porque no se quede inerte
Búscame en el lado oculto, en medio de este tumulto de decimales perversos.
Morgana de Palacios
a la deriva tan sola y sin perspectiva la boca del corazón.
Gavrí Akhenazi
Por Manuel Martínez Barcia
No importa que me pienses criminal o puedas perdonar el salvajismo cuando todo mi ardor es casi apología de un culpable con nadie en su defensa. Ya no caben en mí los copos de ceniza que fueron el afán de los amaneceres al desnudo que supieron querella desórdenes de luz en cárceles sombrías. Yo solo quiero ser un soñador, acaso un no-poeta, presentir que lo amado no es llave de un encierro en soledad, me juzgue quien me juzgue, sea o no la penuria la voz de sus lamentos.
No es el haiku, es Dios quien enmudece eternidades.
Sucede a veces, se oxida un corazón y el verso calla.
Luego, el poema, busca donde latir lo ensangrentado.
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Porque tú eres la piedra donde yo soy tropiezo metafóricamente, diríase caer, a paso cambiado, sin riesgo a fracasar el límite absoluto, lo que repta el amor sin huella en las alturas. Porque ambos fingimos ser pálpito de luz mientras sueñan los cuervos el tiempo de un poema, porque yo soy guión y te conozco actriz, sobreactuando siempre, veraz a tu manera. Por estas tan inútiles razones hoy pretendo extravíos, la búsqueda de mí sin que sangren palomas los aires de mi vuelo.
Hay quienes son razón de lo apropiado creyéndose destino en certidumbre, perspectiva de ser antigua ofrenda en templos de algún dios sin directrices. Podemos los demás pertenecer a ese mundo tribal de los guerreros donde la gloria es un logro fácil si por ende gobierna la utopía. Podemos emboscar a los políticos con urnas de silencio, decidir qué sacramento es hambre y luego pan, podemos poseer la transparencia del tiempo en un cristal, la servitud y al hombre en una patria sin esclavos.
Por Gerardo Campani
Microensayo Pedro Abelardo: Historia de mis desventuras
universales. Para los absolutamente legos en
Buenos Aires, CEAL, 1967
estas cuestiones baste saber que el término
Trad. José María Cigüela
universal es asimilable a la idea de general, abstracto, en contraposición a lo individual,
ABELARDO (1079-1142) ocupa ape-
concreto. De esta manera, el perro es un uni-
nas dos páginas (de las casi cuatro
versal, y mi perra siberiana, y cada uno de los
EDRO
mil) en el Diccionario
mastines de Aspide, y la Pitu
de Filosofía de José
extraviada en la noche de
Ferrater Mora. Sin embargo,
San Juan, son particulares.
su papel en la historia del
Ahora bien, ¿existen tales
pensamiento occidental es
universales, o son sólo con-
imposible de soslayar. Vea-
ceptos sin consistencia on-
mos por qué.
tológica? ¿Conocemos a di-
Hay cuestiones de la filo-
versos bichos y luego propo-
sofía que no se agotan jamás,
nemos el término perro que
y a cada solución aportada
los contempla (vía inductiva)
por una escuela (un ismo) le
o reconocemos a cada uno de
sucede un renacer de la ante-
esos bichos porque están
rior, sea en su forma original
comprendidos
o en otra menos ingenua,
en el universal perro (vía de-
frecuentemente precedida en
ductiva)? Y en caso de que los
su denominación por el prefi-
universales existan verdade-
jo neo.
ramente, ¿qué tipo de exis-
Es decir, por ejemplo, que la
previamente
tencia tienen?
refutación de Platón llevada a
No pareciera esta una pro-
cabo por Aristóteles, no podía
blemática urgente (casi nada
sino provocar una reacción
en filosofía lo es), y de hecho
llamada neoplatonismo. Justamente en tiempos de Platón y Aristóteles comenzó a tratarse la cuestión de los
estuvo postergada durante siglos, sin embargo aún hoy se la trata entre especialistas, sin llegar a una conclusión unánime.
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El punto más interesante de esta polémica
(esta postura es la llamada realismo) y no
es la discusión ocurrida en Francia, en el si-
solamente un nombre (nominalismo) como
glo XII, entre las dos corrientes opuestas que
enseñaba su maestro.
exponían la cuestión. Por un lado los realistas, defendiendo la existencia plena de los
Después de una paliza dialéctica recibida
universales, y por el otro los nominalistas,
por Abelardo, Guillermo rectificó ciertas rigi-
que afirmaban que los universales son sola-
deces de su sistema introduciendo elementos
mente palabras.
que dejaron menos desprolija su proposición.
Hubo un antecedente, editorial, por así lla-
Entiendo que estas cuestiones abstrusas no
marlo: la traducción y comentarios hechos
despierten mayor interés que lo anecdótico, y
por Boecio (480-525) de la Isagoge de Porfirio
sirva esta brevísima reseña como marco para
(233-304), en donde se trata con cierta exten-
entender el clima de debates intelectuales en
sión el concepto de categoría en Aristóteles.
la Edad Media en el seno de la Iglesia, que no
Y seis siglos después, cuando la filosofía seguía siendo pasión, pero bajo la mirada rigurosa de la teología, estalló la controversia.
fueron precisamente monocordes ni alejados de la lógica más seglar. La postura de Abelardo fue ciertamente ra-
Abelardo fue discípulo de los dos máximos
zonable. Los universales no son cosas (res) a
exponentes de ambas corrientes, y con los
la manera de Guillermo, ni voces (vocis) como
dos polemizó.
quería Roscelino; el universal es un nombre (nomen) de una vox significativa. Ni cosa ni
Roscelino de Compiègne (1050-1120) acuñó
voz: concepto. Y de ahí el término conceptua-
el término flatus vocis (pedos de la voz) para
lismo con que se conoce hasta hoy esta inter-
referirse a los universales. Argumentaba este
pretación. Claro que no es cuestión de cam-
canónigo que “un color no es algo distinto del
biar ismos como etiquetas de un frasco, sino
cuerpo coloreado”, negando así la existencia
llegar al concepto por mecanismos de razo-
real de un color, más allá de los particulares
namiento. Los empleados por Abelardo se
coloreados que fueren. Así, cada particular es
basaron en la predicabilidad que se estudia
substancia en sí mismo, sin un universal real
en la Lógica y su aplicación a la ontología. Y
que los comprenda. No estaba del todo mal el
sentaron precedente para el sistema de Santo
encuadre, pero... el díscolo pensador no pudo
Tomás de Aquino (1225-1274) que, agiorna-
dejar de inferir en esta línea que “las tres per-
mientos mediante, sigue vigente para mu-
sonas de la Trinidad deben ser substancias
chos hasta el día de hoy.
distintas”, lo que fue interpretado lógicamente como herejía triteísta en el Concilio de
Hasta aquí, el Abelardo pensador, eximio po-
Soissons de 1092, y Roscelino abjuró de su
lemista y brillante orador, que atraía discípu-
proposición, y todos en paz.
los de todos los rincones de Europa. El Abelardo más conocido es el de la historia de
Guillermo de Champeaux (1070-1121), alum-
amor, a punto tal que es raro que su nombre
no de Roscelino, creía en cambio que “toda
no vaya junto con el de Eloísa. Abelardo y
individualidad es simple accidente de lo
Eloísa, particulares arquetípicos del universal
genérico y específico”, de manera que los par-
amor. Del verdadero, del amor que es tanto
ticulares (individuos) están en esencia en el
pasión como entrega, y que sobrevive a la
universal. Por lo tanto, el universal es real
mutilación y a la muerte, y poco tiene que ver
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con ciertos amores de cabotaje. A mis amigos ultraversales quiero presentarles también al Abelardo escritor. No al técnico ni al teólogo, sino al íntimo, al que nos cuenta sus desdichas de una manera tan llana y persuasiva que no podemos sino creer en él y amarlo. Fragmentos Así comienza. Nótese lo directo de su discurso, sin engolamiento ni falsa modestia.
Soy oriundo de una villa fortificada que fue construida a la entrada de la Bretaña Menor. Tiene por nombre Pallet y según entiendo, dista hacia oriente ocho millas de la ciudad de Nantes. De la índole de mi tierra y de mi estirpe me viene el ser ligero de corazón; pero también el estar dotado de inteligencia superior para las disciplinas literarias. (...) Yo, a medida que más avanzaba y más fácilmente aprendía, más me encendía en el amor por los conocimientos. De forma que fui totalmente seducido por la literatura hasta el punto de abandonar la pompa militar y los derechos de la primogenitura en favor de mis hermanos. Abdiqué de la corte de Marte para ser educado en el regazo de Minerva.
cuando me atreví a refutarle algunas de sus sentencias y opiniones, cuando comencé a razonar contra lo que él sostenía y a manifestarme en el curso de las polémicas, algunas veces, superior a él. (...) Se sumó a esto, el que yo mismo, joven aún, presumiendo de las fuerzas de mi edad y de mi talento más de lo que correspondía, quise tener mis propias escuelas. (...) Mas al poco tiempo, atacado por una enfermedad (...) (...) Algunos años me mantuve alejado de Francia. (...) Yo volví a él, a fin de aprender el arte de la retórica. En esta ocasión, siendo nuestras opiniones tan dispares, se reanudaron los choques entre los dos. Y yo traté de hacer zozobrar o mejor dicho destruir con claras argumentaciones su antigua tesis sobre la comunidad de los universales. Traté de destruirlo a él mismo. (...) Acosado, corrigió esta opinión modificándola. Vino a sostener que la naturaleza no era una y la misma en los individuos desde el punto de vista esencial; pero afirmó que lo seguía siendo desde el punto de vista de la indiferencia. ¿Y cómo pensar que las cosas fueran distintas de como Abelardo las cuenta?
Y en este pasaje, su voz íntima (refrendada por la Historia) relatando hechos y relatándose él mismo, con una descarnada pluma no muy común entre pensadores de la época.
Llegué finalmente a París, ciudad en que ya hacía tiempo que esta disciplina se cultivaba florecientemente. Allí me establecí al lado de Guillermo, el Capellense, mi preceptor, que por aquel entonces era famoso y realmente eminente en ese magisterio. Por algún tiempo permanecí escuchándole. Al principio me tenía simpatía, pero después se puso molestísimo conmigo. Esto aconteció
Vivía en la ciudad de París una jovencita de nombre Eloísa, sobrina de un canónigo llamado Fulberto. Este hombre, que sentía por ella un inmenso amor, había hecho todo lo que estaba de su parte para que ella progresara lo más posible en todas las ramas del saber. Ella, que no estaba mal físicamente, era maravillosa por los conocimientos que poseía. Y como este don imponderable de las ciencias literarias es raro en las mujeres hacía más recomendable a esta niña. Por esto era famo-
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sísima en todo el reino. Vistas todas las circunstancias que suelen excitar a los amantes, fue a esta a la que pensé me sería más fácil de enamorar. Llevarlo a cabo se me antojó lo más sencillo. Era yo tan famoso entonces y sobresalía tanto por mi elegancia que no tenía temor alguno de ser rechazado por ninguna mujer a la que hubiera dignificado con la oferta de mi amor. (...) Como nos encontrábamos separados creí que era conveniente que nos presentáramos por intermedio de cartas. Pensé que muchas cosas las expresaría mejor por escrito, pues es más fácil ser atrevido por escrito que de palabra. (...) Cuando me vi enteramente inflamado por el amor a esta adolescente, busqué la manera de hacérmela más familiar. Pensé que una íntima conversación y un trato diario la llevarían más fácilmente al consentimiento. Traté entonces de que el predicho tío abuelo de la joven me recibiera en su casa, que no estaba lejos del lugar de mis clases, en calidad de huésped. Me ofrecí a pagar por ello cualquier precio. (...) El viejo cedió a la avidez de dinero que lo devoraba, al mismo tiempo que creyó que su sobrina se habría de aprovechar de mis conocimientos. (...) Había, en verdad, dos circunstancias que me hacían aparecer a los ojos del canónigo como totalmente inofensivo: una era el amor que él sentía por su sobrina; y otra la fama de mi continencia. ¿Qué más pasó? Primeramente, convivimos bajo el mismo techo. Llegando después a convivir en una sola alma. Al amparo de la ocasión del estudio, comenzamos a dedicarnos por entero a la ciencia del amor. Los escondrijos que el amor hambrea nos lo
proporcionaba la tarea de la lección. Pero, una vez que los libros se abrían, muchas más palabras de amor que del tema del estudio se proferían. (...) Ningún grado del amor fue omitido por los ardientes amantes. Y si algo desacostumbrado el amor inventa, ése también fue añadido. Y como éramos novatos en estos goces insistíamos con ardor en ellos, sin que nos aburriesen. (...) Transcurridos algunos meses, el tío se enteró de nuestras relaciones. ¡Qué infinito fue el dolor que este conocimiento despertó en el tío! ¡Qué inmensa pena recibimos los amantes por la separación! ¡Cómo me confundí de vergüenza! ¡Con qué opresión se ahogaba mi corazón por la aflicción de la niña! ¡Qué ahogos tan grandes le produjo a ella mi abatimiento! Ninguno de los dos se preocupaba de lo que le pasaba a sí mismo, sino de lo que le estaba pasando al otro. (...) La separación de los cuerpos estrechó aún más los lazos que unían nuestros corazones. Privados de toda satisfacción, más se inflamaba el amor. El pensamiento del escándalo sufrido nos hacía insensibles a todo escándalo. Pequeña nos parecía la pena proveniente del qué dirán ante la dulzura del goce de poseernos. La historia sigue, pero no sé si con mis apostillas y mi selección de fragmentos consigo transmitir lo que me interesa. Tal vez la continúe, no sé. Ojalá haya despertado alguna curiosidad en quienes no la conocían. Hay bastante bibliografía. Consigno tres obras:
Ottaviano, Carmelo: Pietro Abelardo, la vita, le opere, il pensiero (1930)
Casaubon, J. A: El problema de los universales (1984)
Pernoud, R: Eloísa y Abelardo (1973) ◣
Por Mercedes Carri贸n Masip
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qué grandes las ventanas al jardín del centro de la plaza y un poco más allá paraban los tranvías por la noche su deslizar metálico dejaba en sostenido una nota precisa que acunaba nostalgias desatando en nosotras tantos sueños que quedaron atrás por improbables qué risueñas las luces de la calle sobre el cuarto aquel pequeño mundo tan perfecto en su especial desorden y aquel sonido sordo de la lluvia caricia en el sosiego de la casa sobre el silencio inerme de las dos tan quietas tan solas frente al mudo dolor de nuestro padre unidas en el nuestro mis jirones de insomnio se han estremecido un día más y el rezo que creía ya olvidado ahora me reclama por ti como por Ella entonces regreso torpemente a su regazo
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Porque quise detenerme allí, holgazaneando para cantar eso en mis extasiados cantos. Walt Whitman la noche va cubriendo y fagocita la tarde mientras crece sumiendo en trazo oscuro sus perfiles vistiéndola de a poco en soledades que enmudecen el canto de la tierra la noche se alimenta de ese abrazo sobre el mundo sujeto a su apetito y envuelve sin pudor verdades y misterios las dudas de los hombres y su fe el cuerpo y lo intangible el pálpito animal y el canto de la fronda hasta que llega el alba sobre someras luces y desplaza su aliento quizás pudiera aún bajo su auspicio llegar a ser poeta traductora paciente de los pájaros del llanto de los vientos cuando pierden su melena en las ramas de los árboles del diálogo infinito entre el mar y la luna del día y de la noche en alternancia sumando en armonía sus poderes y entre todas sus voces llegar hasta la mía
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No temas, amor mío, si ves que voy cosiendo con sílabas amargas mis dedos lentamente: hilvano pensativa retales de una estrofa que, enhebrada de olvidos, ya no podré escribir. No me preguntes nada si mis ojos se nublan: un aura de silencios me ausenta de tu voz y al observar tu llanto si ves que estoy perdida presiento en tu dolor más grandes las ventanas. Hoy creo que podría entretejer las hojas encarnadas de los arces
Desnuda en lo esencial Manuel Martínez Barcia
perdidas por el tiempo en su camino, la lluvia desde ayer las vuelve tiernas y forman un tapete entre mis manos donde habita el recuerdo por un día.
mi voz es laberinto se enreda y se detiene entre la bruma de una vieja orfandad
En el Día Mundial del Alzheimer, 21 sep. 2013
asolando la flor amanecida que preña a los almendros justo ahora me pierdo en el jardín de las promesas que unidas ya cumplimos donde su paso corto recompone la imagen de las dos sangrando luto infancias aparcadas la vida por vivir torpe desde mis versos lúcida en el dolor ensarto para ella precuelas de esperanza apuestas de futuro y sobre mi tapete un envite a la fe
Por Rosario Alonso
“Yo cuando escribo puedo ser absolutamente quien soy”
uruguaya Rosario Vecino siente fasci-
tana puede aspirar el aire libre del campo. Le
nación por el mar, de hecho es un elemen-
gustan las florecillas silvestres por su belleza
to muy común en su poesía. En este sentido
pura y por el asombro que le causa saber que
nos comenta que dentro de todo el panorama
han nacido sin que nadie las siembre.
A
de preferencias, el mar y la poesía son las partes más suyas. Vive rodeada de naturaleza. Desde su ven-
A Rosario, que tiene el mundo por montera, le encanta la gente franca y vivir sin nada que la ate a un lugar. También, y es muy cu-
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rioso, le fascinan los animales de piel rugosa
necesidad que en ese entonces. Parece que
como los sapos y los árboles viejos pues,
hablo de otra persona cuando digo esto, pero
según ella, transmiten sensación de sabidur-
ciertamente no lo recordaba hasta mi entrada
ía.
en el foro. Empezó cuando alguien por casualidad leyó
Después de esta pequeña aproximación al
alguna “pelu” que publiqué sin darle impor-
mundo de Rosario Vecino vamos a saber más
tancia, así, como jugando, y me comentó: “Sa-
cosas de ella a través de la entrevista.
rito, no publiques sin ponerle tu nombre a todo, tenés que venir a un foro donde te van
1. ¿Qué es para ti la literatura?
sacar el desbole, y dale, sabés que yo no te
No puedo contestar con autoridad pero sí
mentiría”.
desde mi perspectiva personal.
Gavrí Akhenazi nada menos me decía esto.
Sin literatura no hubiese tenido el placer de
Me llené de terror y pensaba “este hombre
emocionarme hasta el punto de llegar a leer
está loco”. Me asusté mucho y ahí Morgana,
veinte veces los mismos libros, tanto de prosa
que estaba de acuerdo con él, también me
como de poesía, sencillamente porque estos
insistió. Esto que digo sucedió siempre en
autores cumplieron con las reglas para que
medio de tremendas batallas entre nosotras.
los libros fueran claros y ordenados, y supie-
Ella me invitó a Ultra.
ran transmitir, digamos. Hoy, después de tanto luchar en contra de
4. ¿Cómo definirías tu poesía?
esa idea (yo era totalmente anárquica), me
Como un gran desahogo, como un sitio inter-
doy cuenta que sin un buen orden (odio esta
no donde soy invencible. Yo cuando escribo
palabra pero acepto que es necesaria), donde
puedo ser absolutamente quien soy. Digo
todo esté bien estructurado, lo escrito pierde
puedo, porque no tenés en la diaria, en un
su peso. Después decidir si emociona o no
pueblo chico, mucho con quien hablar de poe-
queda en manos del lector.
sía. Creo que con mi ahijada de 25 años, profesora de literatura, es con la que más, si no
2. ¿Y la poesía?
con la única, que intercambio opinión de te-
La poesía es mi eje, mi alivio, y cuando leo un
mas literarios.
poema y siento la profundidad con que se ha
En mi casa no me leen, le tienen celos a mi
escrito, del impacto he llegado a quedarme
computadora. Esto dicho medio en broma y
sin respiración. Sin embargo, he sonreído con
bastante en serio.
la ironía de otros poemas.
Yo siempre soy yo, sólo que tendría que es-
Resumiendo: “Yo amo la poesía, respiro por
tar dos años para explicar acá por qué motivo
ella”. Eso puse como cita cuando entré en
me coarta el tema de que no me tomen en
Google+. Nunca hubiese soñado que iba a te-
serio. Sólo diré que si lo hicieran creería un
ner que demostrarlo desde mis propios tex-
poco más en mi potencial. De todas maneras
tos.
he logrado valorar lo que escribo por la respuesta de los compañeros que considero sin-
3. ¿Desde cuándo escribes y qué te motiva a
ceros, y hay cada uno que te da hasta rabia
continuar?
que no pueda mantenerse con su arte, porque
Escribí desde niña alguna cosa, pero fue en
tienen muchísimo para dar, pero primero está
Ultra que me cayó la ficha y sentí la misma
el pan. Una pena.
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5. Llamas a tus poemas “pelusas”. ¿A qué se
agarrarle un poquito la mano, me respondió
debe ese nombre?
que él había hecho lo mismo con la poetaza y
Ah jaja, no sé mucho. En realidad tendrían
generosa Isabel Reyes .
que llamarse nitroglicerina, vómitos o algún nombre así, "dulce". Primero fue porque solo
8. Según tu punto de vista ¿qué condiciones
quería sacar mis palabras para que luego vo-
debe cumplir el poeta para ser considerado
laran lejos de mí. Después porque hay tantos
como tal?
monstruos escribiendo que, a día de hoy, me
Hablo por mí, aunque igual de eso va la pre-
siento incómoda si me llaman poeta. Voy a
gunta. Me tiene que emocionar por fuerte, por
aclarar que no tengo complejos de ningún
dulce, por duro, me tiene que emocionar mu-
tipo, ni me tiro abajo, ni me disgusta que me
cho, en cualquier estilo, pero que vaya con
consideren así. Pero el punto es que cuando
marca registrada.
leo algo que me pega me siento más lectora
Condiciones cómo franqueza, talento, valor
que poeta, y es de puro egoísmo, probable-
y hasta un poco de audacia. Decir, escribir
mente, pero alguien que escribe genial me
literalmente o con metáforas claras lo que le
dijo hace poquito en un comentario que mis
pasa o le pasó en la realidad es lo ideal porque
“pelus” eran sanadoras. Lo son para mí, obvio,
si miente o copia no va a ser leído demasiado.
pero que puedan sanar a otro me emocionó
Quizás sea muy inocente pero creo que en
tremendamente.
esto de compartir cosas entre quien escribe y quien lee la verdad es el hilo de Ariadna.
6. ¿Qué significa para ti ser Ultraversal? Resurrección, pues surgió el asombro desde
9. Dentro de todo el panorama, ¿con qué tipo
una parte mía que no recordaba. Es una se-
de poesía te sientes más cómoda?
lección campeona en compañerismo y gene-
Con el verso libre, totalmente. Me he impues-
rosidad. Ser Ultraversal es un sueño que nun-
to civilizar mis arrebatos y no poco trabajo les
ca tuve pero que se ha cumplido.
he dado a los compañeros, primero porque
Ultraversal me ha hecho sentir que estoy
me resistía, después por lo que me costaba.
viva y que soy importante para mí, que puedo
Libre con minúsculas y sin puntuación, ese
quererme sin las culpas provocadas por una
estilo me salvó la vida. Si tuviera que puntuar
gran depresión debida a una escasez de sero-
estaría siempre corrigiendo lo que me indica-
tonina. Todo esto siempre refiriéndome a la
ran.
parte más importante de mi envase, a mí adentro, a mí espejo.
10. ¿Cuál es tu proceso creativo? ¿Te sientas a escribir poesía o esperas que la inspiración
7. ¿Cuáles son tus influencias poéticas?
llegue?
Para escribir en verso libre ninguna. Repito,
Yo siento la necesidad y tengo que escribir lo
me escribo yo. En lo que sí estuve muy, pero
que sea, como sea; escribo como otro le pe-
muy influenciada, fue en animarme a mos-
garía un puñetazo a la pared o compraría un
trarme.
perfume a su pareja, según sea el estado de
Para los sonetos esos con un poco de yeso
ánimo.
que he logrado escribir, Silvio Manuel Rodrí-
Quizás me equivoque y lo que cuento sea el
guez Carrillo, quien a su vez cuando le conté
significado de inspiración, pero no creo. Yo
que me guiaba por sus sonetos, después de
sólo confío en que te inspire un hecho, la pe-
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na, la admiración... y escribas algo sobre eso. No me sentaría a esperar, nunca.
Lo que sí observo es la dificultad de correr un poquito a los endiosados. Personalmente
El día que no tenga la necesidad de lim-
tengo los míos y lo admito, pero habría que
piarme con la ayuda de la reina palabra, segu-
correrlos un poquito para que entre más oxí-
ro no lo haré más.
geno a los muy buenos de ahora, y que las editoriales les den su oportunidad porque
11. ¿A qué público pretendes llegar?
después de todo el que decide es el lector.
Es que yo no pretendo llegar cuando escribo, y ahí está lo sabroso. Muchas veces a mí me
14. ¿Cómo ves la poesía en la sociedad ac-
deja conforme algo que escribí y no le gusta a
tual?
nadie o viceversa. Ahí está la prueba de que la
¿Sabés que no sé demasiado de los autores
poesía tiene vida propia.
jóvenes? Camilo Blajaquis es por ejemplo un
Por otra parte yo sé más o menos a que "ru-
gurí que impresiona por su capacidad y fran-
bro" pertenezco gracias a los comentarios de
queza, por su lucha desde la escritura, por sus
unos y otros.
ideales y por mostrar los mundos del subsue-
La verdadera satisfacción es el desahogo ¿Y
lo de los nadies. No sé, quizás haya muchos
que encima le llegue a alguien? Bueno eso es
más en el mundo. Yo soy una lectora con po-
indescriptible.
cas posibilidades para comprar libros. Ahí es cuando digo “bendita internet”. He leído mu-
12. ¿Piensas que hay mucho egocentrismo en
chos autores por acá que ni sabía que exis-
el mundo poético o que, por el contrario, es
tían.
un mito? En esta paso. No tengo trato con escritores de
15. ¿Qué opinas del formato digital para la
otros países, a no ser argentinos, españoles,
literatura con vistas al futuro?
colombianos, brasileros, mexicanos, cubanos,
Bueno, esto lo respondí arriba. Me parece es-
paraguayos menos, pero con el que tenemos
pectacular tener la posibilidad de leer cosas
en ultra es suficiente. Y con los mencionados
muy buenas y al alcance de todos. Pero claro,
me refiero solamente a leerlos, así pues tam-
esta es una respuesta como lectora. Quizás
poco los conozco tanto.
para los autores que tienen otras expectativas
Conozco un gran escritor testimonial y poé-
económicas no sea tan bueno.
tico. Creo que quien siga su obra con atención llega a conocerlo mejor de lo que pueda
Muchas gracias, Rosario, por concedernos
hacerlo quien lo ve todos los días, y doy fe de
esta entrevista. Ha sido un placer conversar
eso, que es Akhenazi.
contigo.
Él no tiene ombligo. No me preocupa que di-
La posibilidad de estar entre maestros y com-
gan que soy "lambeta" porque sólo lo harían
pañeros increíbles es un honor para mí. Yo,
quienes no lo leyeron.
que aún creo en las personas, estoy asombrada a la hermandad que hay en ésta especie de
13. ¿Crees que la poesía vende? No lo justo ni a los merecedores. La calidad de la tapa tiene más importancia que el contenido para muchos, pero aún así creo que quién ama leer sabe lo que compra.
oasis de arte y buena gente. El agradecimiento es mío. ◣
Por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo
Un libro de Mariví González
Adquiérelo en Lulu.com
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En lo particular, el autor se recorre, se aso-
Título: La mínima rebelión de la crisálida Autor: Mariví González Año: 2013 Género: Poesía Edición: Primera Editorial: Lulu Editores Páginas: 52 ISBN: 5800095104233
ma a sí y entonces se asume, en un andar que sentencia como también interroga. En este recorrido intimista no nos encontramos sencillamente con la exposición de lo que el emisor nos deja saber de sí, sino que hallamos la posibilidad de converger con él. Y esto es posible merced a la voz propia, mediante las construcciones únicas que cada autor — siendo único— es capaz de lograr, dado que en esta unicidad es donde gravita lo universal. Así, uno puede si no hacer propia una construcción ajena, empatizar con una arista quizás desconocida.
bien se comienza a recorrer el libro
Por otra parte, y entrando un poco en lo
uno tiene la sensación de una extra-
formal, juega muy a favor del lector el ritmo
ña calma. Extraña en cuanto es en un
con el que son llevados los poemas. Una ca-
estado como de calma que los versos
dencia —que llega a ser sello indiscutible del
se van dejando entender y sentir. Y no estoy
autor— domina todo el libro, haciendo una
diciendo que vaya de poemas tranquilos o
suerte de gala a la hora de contrastar forma
apacibles —más bien lo contrario—, sino que
contra fondo. Cada poema se deja leer —y se
el tratamiento logrado por el autor impone
deja decir— sin sobresaltos ni aceleraciones,
una sensación de serenidad en el lector, aún
sin ninguna acrobacia por demás innecesa-
cuando apenas al llegar al tercer poema ya
ria. Los últimos poemas, vestidos de sonetos,
nos hemos encontrado con el dolor que no se
nos terminan de explicar aquella parte del
dice, con la "libertad inacabada" y con aquel
oficio que se sospecha desde el principio, y
fantasma "solitario en su miedo y en su ham-
que certifica cuánto de talento se hará siem-
bre".
pre necesario.
I
Esta sensación que menciono, entiendo que proviene de la transparencia, de la fidelidad
"La mínima rebelión de la crisálida", es el
que el autor sostiene respecto de sí, de lo que
primer libro que he leído de Mariví González,
siente, piensa, y de lo que finalmente plasma.
y ha sido una experiencia gratificante. Espero
Y esto no pasa simplemente por la sinceridad
que los siguientes sean muchos, sobre todo
y la honestidad, sino por una combinación de
porque sé que la calidad está garantizada y
talento y de oficio que hacen de cada poema
porque me gustan esos libros en los que en
un texto equilibrado, sin fingimientos que
cada página hay algo para subrayar, aunque
amengüen algún juicio ("Cómo vas a entender
esto ya es cosa mía. Por lo demás, que el libro
que soy la estrofa/ que se estira y deleita en
vaya prologado por Valentín Martín, y que la
su verdad/ de absurda incomprendida"), ni
poeta sea parte de la familia de Ultraversal, ya
exageraciones que sobrepixelen una emoción
viene siendo un certificado de un nivel a
exacta ("Si la quieres,/ toma mi ausencia inú-
prueba de fallos. Es animarse y arrimarse a
til/ y abandónala lejos").
esta "mínima rebelión". ◣
Por Javier Garrido Ramos
Una, tan sólo una, nada más, me dijo la persona del espejo. Y salí de mañana absorto, lleno de mundos que cantaban con voz de pergamino: ¡Vive, Javier, tú vive! Tras el velo del uno estaba el cero. ¿Es mi conciencia concurrente con mi cuerpo...? Y la voz del espejo, y la voz del camino disentían: quizás no eres Javier. Es difícil vivir así, la incertidumbre impide, paraliza. Tan solo una, sin sentido, me dice la razón en la calleja oscura ante la encrucijada del rumor de la sangre, de los ojos que buscan la ternura del mundo y aquellos otros que se cierran cuando escudriñan mi interior. Naces, creces, te reproduces y oh, Dios, acaba todo. Nada recordarás, me augura el viento, salvo un regusto de tus células disperso por el mundo, así como el león de diente rojo guarda un secreto sabor de mariposa. Una, tan solo una, nada más. Caen las hojas en el parque camino del trabajo.
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Tu yo más mentiroso se levantaba de tu sombra: quería un trozo de mi carne, un tercio de mi alma. Cambiaste de color. Hubo un momento en que no te reconocí, abandonaste tu lenguaje, el infantil sonido del amor. Ya no eras permeable, no te expandías con olor de rosas moviéndote entre cuerpos con un pensamiento sencillo. Surgieron remolinos a tu espalda, te llenaste de yos sobre tus rizos. Para entonces mi pupila no se posaba como pájaro, quieta, cantando en rama. Me encogí en tu ribera, me pensaste como derecho, como posesión, como materia. Y un frío viento se llevó todo el calor.
Y así pasan los días, reptan, se enroscan como hiedra a mis latidos o boca abajo, raudos, hacia atrás, me arrastran hacia el fondo donde, asustado, me interpreto. Recuerdo que hubo tiempos de amanecer colmado, con sonidos de plata fina entre mis palmas, pero no los retuve. ¿Cómo no recordar lo jóvenes que éramos? Allá entre los barquitos amanecía de otra forma. Me cuesta respirar porque percibo el mundo.
Por Luis García Centoira
Ilustración del autor “Estimado señor Director: Sigo con atención los tres boletines que diariamente emite su cadena y no puedo menos que manifestarle mi indignación al ver cómo tratan en sus informaciones a los que ustedes, al igual que la policía, llaman “jugueros”, esto es participantes en el Juego de las Seis Escalas. Desde que el Gobierno prohibió las realidades duplicadas, hace de esto ya seis años, su emisora nos presenta a los jugadores como si fuéramos toxicómanos o, peor aún, como meros delincuentes juveniles. Puede ser cierto que el “Escalado” sea comparable con una droga, en la medida en que permite evadirse de una realidad hostil, o quizá porque todo es comparable con todo, pero de ahí a la delincuencia media un largo camino que jamás recorremos: por causa del juego ni robamos, ni asesinamos. No sé por qué se nos estigmatiza cuando, en todo caso, si a alguien hacemos daño es a nosotros mismos.
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¿Tal vez sea porque, gracias al juego, poseemos cierta identidad, cierta conciencia de grupo? No es ninguna casualidad que apenas haya jugadores en los barrios ricos de Rutaio, en la bahía almantina. Allí la gente nace en clínicas privadas, se cría en casas con piscinas, acude a universidades de pago donde les enseñan a ser ingenieros, o médicos, o biólogos. ¿Para qué pueden necesitar ellos a Dominio? La realidad virtual que a nosotros nos ofrece el juego, para ellos no es otra cosa que su vida cotidiana. Quizá para ellos así seamos alguna rara especie de delincuentes, pero es fácil entendernos si se sabe lo que supone, como en mi caso, nacer en el cinturón sur de una ciudad como la nuestra. Cuando tienes cuatro años de edad te empiezas a dar cuenta de cómo está ordenado el mundo y, dentro de esa jerarquía, el nivel exacto en el que estás condenado a existir: tu padre vive de la renta del desempleo la mitad de año y la otra mitad sobrevive ocupando un puesto en una cadena de montaje donde el mercurio, el amianto o la ferralla le carcomen el cerebro, los pulmones o el estómago, de modo que acaba por dejar el empleo y regresar a las rentas del paro; tu madre bebe demasiado y no soporta a sus hijos, y un día se muere con la tripa llena de vino y el hígado destrozado, y a tu padre sólo se le ocurre decir “maldita borracha, ni siquiera había fregado los platos del mediodía”; tienes tres hermanos, y uno va a la universidad pública y se licencia en derecho, y tú lo ves como el tío más listo del mundo pero, al acabar la carrera, los ojos asombrados de tus diez años de edad lo ven tomar posesión de su gran empleo: portero de una casa de vecinos en la parte alta de nuestra bienodiada Ullma: ¡todos esos años estudiando para acabar saludando cada mañana al señor Willson, para acabar portando hasta el contenedor cada noche la basura de la señora Almansa! Tu única distracción, en las faltas al colegio, consiste en pasar los novillos sentado en cualquier muro asardinado, esperando a que ocurra algo en el barrio que atraiga la atención de la policía y, créame, siempre hay algún marido que pega a su mujer, algún comerciante que persigue a un ratero, una riña de verduleras, tráfico de drogas, un ajuste de cuentas, un asesinato. De pronto, un día descubres que has desembarcado en la adolescencia y ya vas dos cursos retrasado en la escuela elemental, y alguien te presta un programa de realidad duplicada, algún sencillo juego que puedes probar en tu propio ordenador: una batalla de naves espaciales, un criadero de conejos, un viaje submarino…
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Si a los veinte años todavía sigues vivo, te enteras de que existe una increíble aventura llamada Dominio y que para disfrutarla únicamente necesitas una clave de seguridad, una copia de ti mismo –lo que llamamos un “avatar”, una recreación electrónica de la propia identidad– y una línea abierta de la que colgar tu ordenador. El día que pagas por tu avatar –es relativamente fácil encontrar en el extrarradio a “cerebritos” capaces de esquivar a cambio de unos pocos billetes las restricciones que las agencias de protección de la identidad legal cuelan en las redes– y, tras cargar en tu ordenador la versión no purgada del programa, das la orden de “juego”, el mundo (todo el Mundo, el de los ricos y el de los pobres, el de los trabajos de mierda, las madres alcohólicas y los hermanos fracasados) se transforma: estás en Dominio, el planeta del Escalado, dentro del cual puedes elegir el escenario donde deseas permanecer, el lugar donde eliges vivir; porque debo aclararle, señor Director, que tú eres tu avatar; efectivamente, no es que “veas” lo que tu clon virtual hace, no, tú eres quien estás haciendo lo que él escenifica en la pantalla. Mi avatar se llama Arrebato y, como todos los clones digitales, pasó su primer año de existencia virtual en el paraíso denominado Terraza. Le diré que más de la mitad de los jugadores rara vez salen de Terraza. En ese edén no hay, como en el sur de Ullma, prostitutas enganchadas al cristal azul o niños atiborrados de pegamento; es un pequeño paraíso costero: hay una playa de arena fina, el sol luce sin llegar a quemar, los martinis son de balde, y tú te pasas las horas sentado en la terraza (de ahí el nombre), charlando de cualquier tema banal con los avatares de todos los demás jugadores. Te puedes dar un chapuzón si lo deseas, jugar a la pelota, broncearte o pasear por la orilla del mar, aunque lo verdaderamente atractivo de Terraza es, precisamente, poder estar ahí, sin nada que hacer, sentado frente a tu copa, y charlar con gente que siempre tiene algo interesante que decir. Como puede ver, señor Director, Terraza es un plácido lugar como esos donde usted, seguramente, veraneará cada año. Sólo que nosotros no tenemos dinero para pagarnos un viajecito hasta la costa del Océano Almanto –el desempleo no da para muchos jubileos– y la única forma de obtener siquiera un sucedáneo es la Primera Escala. Muchos jugadores, además, acuden al Bramadero: el segundo nivel del Escalado. Imagíneselo: un local gigantesco donde la música suena, machacona, a todo volumen, luces de colores que giran y giran, tú estás dopado y no puedes dejar de bailar. Eres el rey del estrépito, ligas lo que
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quieres y con chicas que, créame, tienen que ver más con una fábula erótica que con la física realidad de aquellas a quienes esos clones femeninos representan. En Bramadero todo es como tú deseas verlo; el mundo es una colosal burbuja de cava, la gente, maravillosa, y tú estás feliz por poder participar de esa inmensa comunidad danzante. Si has deseado que en Bramadero surgiese un plan, entonces te trasladas a la tercera escala, Panal. Yo soy un tipo enclenque, todo lo contrario de mi apolíneo Arrebato. Por lo general, de Bramadero a Panal voy con Espora, un avatar femenino cuya belleza, me apuesto la vida, nada tiene que ver con la desconocida mujer de carne y hueso a la que representa; y eso lo sé porque las mujeres como Espora, sencillamente, no existen ¿O ha visto usted alguna vez una mujer de pechos perfectamente idénticos? Pues sepa que Espora los tiene, de igual peso, altura y firmeza el diestro y el siniestro. Panal es otro paraíso virtual: la cama es redonda y está cubierta de cojines de colores, la luz provoca sutiles claroscuros, el aire huele a rosas. Ya ve, mientras en Dominio hubo solamente esos tres paraísos, el Gobierno toleró el juego. Así es, al principio únicamente podía escoger entre mandar a tu clon a holgazanear en Terraza, a bailar o drogarse en Bramadero, o a aparearse en Panal. Al parecer, no había nada de malo en que todos esos jovencitos desocupados creyeran que la vida era una tertulia junto al mar, que cada noche se congregasen para bailar frenéticamente antes de copular electrónicamente sin riesgo de embarazos indeseados. No sólo lo toleró, de esto usted tendrá noticia, recordará que la primera versión del Escalado –que entonces se comercializaba con un cursi “Repertorio Virtual de Clímax” como línea explicativa del producto— lo repartió el Servicio de Asistencia Social de Ullma gratuitamente entre los enfermos terminales de las clínicas estatales a fin de hacerles más llevadera su agonía. Claro que un programa así no puede durar mucho tiempo sin que alguien acceda a su código fuente y lo transforme en un verdadero juego de ordenador, en una auténtica ruta donde escoger entre el bien y el mal, el Edén o el Infierno. Entonces aparecieron, en versiones piratas, las tres nuevas escalas (Utopía, Red y Desafío), y el Ministerio de Orden Público decidió prohibirlo porque aquel aséptico engañabobos se había transformado en un mundo iniciático en el cual podía llegarse a perder la vida o, incluso, la razón. Definitivamente, se les fue de las manos
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cuando la gente, al pretender acceder al sexto nivel, sufría ataques al corazón o se volvían oligofrénicos. Pero, ¿cómo pararlo, si Dominio se había vuelto la vida misma? A cambio, ¿qué ofrecer? ¿otra vez las calles atestadas de desgraciados? ¿otra forma de morir, la toxicidad de una planta incineradora? En otro tiempo la gente acudía al Escalado para huir de la realidad; ahora vamos al él para superarla. No todos lo conseguimos, ese es el problema, aunque desenvolverse en Utopía es bastante sencillo: eres el tirano de un país atestado de miserias; tú eres el Rey y vives en la abundancia; mientras tanto, tus súbditos sobreviven en insalubres chozas de arrabales pestilentes. Tres veces al día te traen a un súbdito al cual tú torturas y devoras, hundiendo la cabeza en sus vísceras, degustando su carne cruda, bebiendo su sangre, caliente todavía. Lo bueno –la grandeza de este nivel; su peligro, obviamente– es que eres tú quien eliges a aquellos que deseas devorar: puede tratarse del Director de un canal de noticias en Internet, cualquier Ministro, un policía, o…a tu familia, a tus hermanos, a ti mismo. Comes aquello que odias, y no es nada extraño que uno se odie a sí mismo más que a cualquier otra persona. De esta forma, hay jugadores que acuden al cuarto nivel exclusivamente para devorarse cada día a sí mismos, y así, destrucción y autodestrucción se convierten en una constante vital que, más allá de la virtualidad del clon, alcanza al hombre de carne y hueso que posee, al fin, el poder de los poderes: comerse, morir y, al concluir la partida, resucitar. Ustedes, los periodistas, tan dados como son a las estadísticas, ¿cuántos jugadores creen que acuden, diariamente, a esta Escala? Si piensa que son miles en Ullma, imagine un número infinitamente abrumador en todo el país, en el planeta entero. Devorar, devorarse. Matar, suicidarse. Y, no obstante, hay otro reino, el del auténtico dolor, que se llama Red ¿Cuántos cree que encaminan allí sus pasos cada vez que se conectan a Internet? Qué quiere que le diga, yo mismo reconozco que Red y Panal son mis dos niveles preferidos; si en ello hay alguna desviación mental, o no, no lo sé. Voy a concederle el privilegio de que sea usted, señor Director, quien lo decida. ¿Qué es Red? Es una trampa obsesiva, como esos sueños donde uno parece estar a punto de morir –porque cae sin cesar, porque sus perseguidores están a un paso de distancia– pero nunca acaba de morirse del todo –no hay suelo donde quedar aplastado, “ellos” no logran darte
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caza–. Esos sueños, como Red, se resumen en la agonía, que es su esencia, su explicación, su corolario. En la quinta Escala estás sujeto a una gran telaraña, rodeado por clones de subespecies humanas –hay quien los prefiere a los colmos de la belleza, como Espora, como yo mismo– que acuden a comer tus entrañas, a defecar en tus vísceras, a revolcarse en tus babas… Es muy desagradable, y sé que no dice nada en mi favor afirmar que acudo al menos tres veces por semana a Red, pero lo hago. Y ahora, ¿qué? ¿eso me ha convertido en un delincuente? Supongo que es el juego mismo de la vida como ustedes la han hecho, señor Director, y aquí no hay nada de delincuencia. Entre ser Rey devorador y víctima devorada algo hace que me quede con el rol de víctima (por eso no tengo esperanzas de abandonar jamás el mísero suburbio en el que me he criado). Pero las verdaderas víctimas, los auténticos jugadores, son aquellos que acuden a Desafío, el sexto nivel. Magnífico: un viaje a tu propia mente, un recorrido por tu corazón tal como es, un tour por tu propio cerebro ¿Le parece poca cosa? No conozco a nadie que, si ha logrado regresar de Desafío, conserve intacto su sano juicio. De todas formas, lo que yo quería hacerle entender era que Dominio no es una escuela de delincuentes, como ustedes sostienen, sino todo lo contrario, un psicólogo barato para los habitantes de este infierno suburbano, caótico y miserable en el que los jugadores crecemos. Creo que esta carta va a quedar coja, de todos modos, si no le hablo un poco más acerca de Desafío ¿no? El caso es que el único modo de averiguar algo más acerca del sexto nivel es entrar en él, y yo nunca lo hice. Espero que todo esto sirva para convencerle de que deje de estigmatizarnos en sus noticiarios: bastante tenemos con vivir en el sur de Ullma ¿no le parece?”
Otro “juguero” muerto. Tenía unos diecinue-
buzón de salida de su correo electrónico. So-
ve años, piel negra, pelo rizado y una barbilla
bre su cabeza, animadas en el monitor, se
como demasiado huída hacia delante. Lo
apagaban y se encendían intermitentemente
halló su padre aquella misma noche y decidió
las palabras que conformaban el fin de la partida. Simplemente: GAME OVER. ◣
enviar, de todos modos, la extraña carta que su hijo había dejado pendiente de envío en el
Por Jorge Ángel Aussel
Izaste a media asta las banderas al dar lo nuestro por finiquitado, y entre la densa bruma y lo abrumado no vi las tibias ni las calaveras. Me costaba creer que concluyeras el cuento sin haberlo comenzado, con un final coprotagonizado por un actor que nunca describieras. Y sin embargo, al filo traicionero del garfio en tu muñeca, lo he sentido justo en mi médula espinal hundido. En ocasiones no es el bucanero sino el pirateado quien va cojo con un parche de tela... en cada ojo. Te falta el pinche tirano que ponga en jaque tu vida, quien te acuchille en la herida para cortar por lo insano. Sin cruz no habría cristiano y sin un Judas, tampoco, ni habría mucho sin poco ni poco sin mucho y nada ni sería la balada, sin un cuerdo, para un loco.
Te falta la indócil fuerza del golpe in-justo en la entraña, la que te estampe su saña, la que te forje o te tuerza. Será preciso que ejerza sobre ti, tu lado opuesto, la presión de lo funesto, y si eres de cesio o cromo, con ese lastre en el lomo se pondrá de manifiesto
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La oscuridad se devoró mi mundo tras el This is the end —y no es ninguna desmedida metáfora oportuna que desenvaino para ser rotundo—. Esa noche con ojos de inframundo que amamantaba en brazos la infortuna, no quiso dar la cara ni la luna en un cielo de humus infecundo. Me cortaron la luz —lo que faltaba para encajarle la cereza al plato de la desolación— y el desconsuelo se apoderó de un hombre que lloraba a la luz de las velas de lo ingrato en el espejo donde hacía el duelo.
¿Estos últimos tiempos? Agonía, muerte, velorio, sepultura, llanto, resurrección, vivir el desencanto y morir nuevamente cada día. Aspereza, esperanza, fantasía, realidad, desilusión, quebranto y querer no poder quererte tanto sabiendo que te quiero todavía. Cinglar de día por ciar de noche hasta rayar la aurora del reproche que como Tom a Jerry me persigue… Y para resumir, ¿cómo te digo? No estuve en Disneylandia, pero sigo porque la vida mata al que no sigue.
Por Silvio Manuel Rodríguez Carrillo
a escribir poesía es como
seo de abandono, o por lo menos el dudar de
aprender a ejecutar un instrumento, al
si servimos para este oficio. Estos son los
menos si la cosa va en serio. Así, lo
momentos en donde uno da o no da la talla.
primero que hay que considerar es el
Es preciso recordar que así como somos tole-
hacerse de un horario, de un tiempo para de-
rantes con los demás, también debemos serlo
dicarse a estudiar y practicar. Sin una rutina
con nosotros mismos para poder avanzar.
PRENDER
fija, muy difícilmente un novato llegará a ni-
Una vez que hemos adquirido los conoci-
vel de experto, salvo, claro, que posea un don
mientos necesarios para poder escribir en
y un talento innatos para la escritura.
cualquier metro y estilo, y una vez que apren-
Por otra parte, al tener una rutina fija, uno
dimos a manejar el proceso de frustra-
puede medir los propios tiempos, cosa fun-
ción/satisfacción, de crisis/crecimiento, es
damental. Es decir, uno va
que llegamos al momento en
tomando conciencia respec-
que se desarrolla la propia
to de cuánto conocimiento
voz, el personalísimo estilo
teórico es capaz de interna-
que cada escritor tiene como
lizar en una unidad de tiem-
marca de fábrica.
po personal. Así, uno va
Alcanzada la propia voz,
aprendiendo a medir cuánto
con Whitman uno compren-
tiempo le lleva escribir un
de que "la obra no tiene fin" y
soneto o un romance.
cada curva y cada recta de
Luego, al ir probando los diferentes metros y estilos, décimas, gaitas, alejandrinos, uno va
cada circuito no son más que pruebas en donde, al menos en parte, uno se realiza.
descubriendo cuál es el estilo en el que se
Como anécdota, dado que esto está dirigido
mueve mejor, el que con más comodidad y
a los que recién comienzan a escribir, dejo
celeridad le sirve para expresarse.
constancia de que mi primer soneto me llevó
Hasta aquí, lo que estoy marcando es que no
unas 14 horas. Hoy día, escribir un soneto, sea
sólo se trata de estudiar, practicar y corregir,
alejandrino, gaita, tridecasílabo u otros me-
sino también de medir los propios tiempos,
tros, me lleva entre 14 y 18 minutos. Pero esto
dado que escribir es un estilo de vida y no un
no es nada, he visto escribir sonetos en 7 mi-
simple entretenimiento.
nutos y justo antes de haber aprendido a es-
Aunque en lo normal el arrebato poético
cribir ese primero.
conlleva un gran toque pasional, y por esto
Finalmente, como me enseñara Morgana de
deviene en frustración el no conseguir de
Palacios, la cosa está en aprender a disfrutar
buenas a primeras un poema correcto en fon-
tanto del proceso como del resultado, cosa
do y forma, es preciso aprender a desapasio-
que yo aprendí a hacerlo conociendo mis
narse al momento de recibir críticas y asumir
propios tiempos. Este es el consejo que puedo
la tarea de corrección. Es muy común el de-
dar desde la vivencia. ◣
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