Manuel Godoy

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MANUEL GODOY, UNA RECUPERACIÓN HISTÓRICA A mi hermana María José, tan amante de la Historia y de Extremadura.

Retrato de Godoy por Agustín Esteve

Estamos ante la biografía del español que sin sangre real en sus venas, siendo el segundo hijo de una familia de clase media extremeña, consiguió los mayores títulos nobiliarios, honores reales y riquezas de todo tipo, por el mero hecho –según sus detractores– de haberse conquistado la amistad y la confianza ciega en su persona, de los reyes Carlos IV y de su esposa María Luisa de Parma. Pero al mismo tiempo que acumulaba en su persona títulos y honores, aumentaban el número de sus enemigos, sobre todo la temible enemistad del Príncipe de Asturias, más tarde rey Fernando VII, y la de su camarilla, entre la que se encontraba lo más florido de la nobleza española, al considerar éstos que Godoy usurpaba títulos y prebendas que solamente a ellos les pertenecían por tradición familiar (que no por méritos propios) –decimos nosotros. 1


Creemos firmemente que la figura y la obra del personaje que fue durante los años más críticos del siglo XIX el político con más poder y prestigio de la Corte, ha sido afortunadamente recuperada acertadamente por historiadores de toda solvencia, quedando muy claro cuáles fueron las sombras que su poder casi absoluto dejó en la época, pero también los aciertos de un hombre que si bien llegó demasiado joven a labores de responsabilidades en las directrices de un gobierno desorientado y empobrecido por acontecimientos ajenos a sus gobernantes, no por ello, pese a su falta de experiencia, dejó su impronta de hombre comprometido con el destino de su país y con su fiel obediencia a sus reyes. Estas notas no son más que un intento de sacar nuevamente a la luz pública las circunstancias que llevaron a un simple Guardia de Corps llegado de una ciudad de provincias a los más altos cargos de gobierno durante el reinado del rey Carlos IV, y su definitiva e injusta defenestración y olvido, a la llegada del nuevo rey, Fernando VII, seguramente el personaje más odioso, repugnante y traidor de la Casa de los Borbones (y ya es mérito viendo lo que le precede y lo que le sigue hasta nuestras fechas).

Placa conmemorativa en la fachada de la casa donde nació, en Badajoz

Manuel Godoy y Álvarez de Faria nace en la ciudad de Badajoz, calle de Santa Lucía, en una casa que todavía se conserva y en la que 2


podemos leer en su fachada una placa en su memoria, así como su escudo de armas con las cadenas que simbolizan que en aquella casa durmió el rey, un 12 de mayo de 1767, hijo de una familia de la mediana nobleza, oriunda de Castuera, en la qu el padre era militar y su madre, de origen portugués, era camarista en la corte de Carlos III. Como tantos hijos de familias sin muchos recursos económicos, el joven Manuel estudia en el archiconocido por nosotros Seminario de San Atón, único centro con estudios superiores existente por aquellas fechas en Extremadura y lugar de donde van a salir a lo largo de la historia, numerosos personajes extremeños ligados a la literatura, a las ciencias, a las artes y a la milicia, como sucede en este caso. Sin tener muy claro cuál va a ser su futuro en una ciudad sin grandes posibilidades de trabajo y teniendo que ayudar a la familia en el mantenimiento diario, con 17 años recién cumplidos, decide seguir los pasos de su hermano mayor e incorporarse como guardia de Corps en la capital del reino. Mucho se ha hablado –así corre como leyenda más que como realidad–, del conocido episodio de su caída del caballo, en 1788, ante los ojos de asombro de la reina María Luisa, a quien acompañaba como miembro de su escolta, quien queda prendado de la valentía de joven guardia, pero también de su apuesta gallardía. Sea verdad o leyenda, lo cierto es que pronto el joven soldado se gana la confianza de los reyes, siendo el comienzo de su vertiginosa carrera de éxitos y abriéndole las puertas de un horizonte insospechado en aquellos momentos.

Retrato de la reina María Luisa, por Goya, en edad madura 3


¿Qué circunstancias –a nuestro parecer– son las que se dieron para llevar a un humilde personaje a los más altos cargos del poder? Vamos a estudiarlas desde un prisma diferente a lo que siempre se ha escrito, aunque ya fueran señaladas por sesudos historiadores. Para comentar esta nueva etapa en la vida de Manuel Godoy, vamos a recurrir a la ya vieja y trillada historia de su “amistad” con la reina María Luisa, su verdadero apoyo en aquellos primeros momentos, aunque después veremos que su verdadero sostenedor (bien es verdad que desde sus cortas luces y siempre bajo el dominio de su esposa) será el propio rey Carlos IV. Veamos, para mejor entender, la biografía de la reina.

La familia de Carlos IV por Francisco de Goya

María Luisa de Parma (en realidad su verdadero nombre era Luisa María Teresa) era hija del infante don Felipe, hermano de Carlos III de Borbón y de Luisa Isabel, hija de Luis XV de Francia, ambos príncipes de Parma. Había nacido un 9 de diciembre de 1751y se había casado con su primo Carlos Antonio, heredero del trono de España, en 1768, siendo por lo tanto Princesa de Asturias desde ese mismo año hasta la muerte de su suegro el rey Carlos III, en 1788, y reina de España desde ese mismo año hasta 1808, en que el rey, su esposo abdica de la corona española en 4


la triste y vil persona de su hijo Fernando VII. Es decir, veinte años de reina y veintitrés de principado, lo que suman la nada despreciable cifra de cuarenta y tres años de estar en primera línea en el severo escaparate de la Corte española, mucho más crítico con la nueva reina venida de un país muchos más complaciente con las normas morales, cuanto que fue precedida por virtuosísimas princesas y reyes de morigenadas (moderados en su forma de vivir), costumbres que nos diferenciaba de otros muchos países de Europa, donde la corrupción generalizada y la permisibilidad de costumbres chocaba frontalmente con las más rígidas normas españolas, siempre dirigidas por la iglesia católica, cuya máximo representante era el mismo rey.

Cuadro de rey felón Fernando VII

La reina María Luisa nunca supo –ni quiso– adaptarse a las costumbre españolas que limitaban su ansiada y aceptada libertad personal; tampoco los españoles aceptaron durante los largos años de su reinado las costumbres de su reina, quienes nunca le perdonaron –en su estricto criterio– su licenciosa vida, arruinándole su reputación solamente por el hecho de aceptar como seguro lo que no eran más que calumnias e infundios de un pueblo intransigente con la liviandad que demostraba quien veían entronizada en los más altos lugares. María Luisa había llegado al peor de lo sitios para que le fueran disculpadas o toleradas las licencias de un temperamento y de una educación que la llevaban por el fácil y peligroso camino de la sensualidad. El ambiente de las pequeñas Cortes italianas no se caracterizó nunca por su severidad, más por el contrario, la tradición, el clima y el 5


fácil desarrollo de la intriga pequeña y el ansia de la diversión continua que traen consigo los altos cargos sobre los que no pesa una alta responsabilidad, determinaron que María Luisa se educase en Parma de un modo que favorecía sus tendencias y apetitos naturales.

Vista de la ciudad de Parma (Italia)

Tuvo como maestro, como también su hermano, al famoso filósofo sensualista Condillac, muy alejado de las estrictas normas morales de la doctrina cristiana vigente en España. Los gustos de María Luisa se inclinaban desde muy joven a la diversión y a la independencia, circunstancias que en nada favorecían sus relaciones con su adusto suegro el rey Carlos III, ni mucho menos con las damas de su Corte que la veían como una intrusa casquivana sin ningún respeto hacia lo que ellas cínicamente representaban, aunque sólo fuera de puertas de palacio hacia fuera. Por ello, cuando la jovencísima niña de tan solamente catorce años, en consonancia con su edad y con la educación recibida en su patria cometió nada más llegar varias ligerezas, recibió la reprobación de su suegro, quien se ufanaba de la seriedad y rectitud de las princesas españolas: Carlos III era un hombre corto de inteligencia, rectamente intencionado, religioso, honestísimo y severo. María Luisa era, si no inteligente, lista y vivaracha, sin más línea de conducta que su capricho, de una religiosidad superficial y de temperamento ardiente.2 Nada más verla, el rey decidió someterla a una estricta vigilancia, no fiándose en absoluto del carácter de su hijo y esposo de María Luisa, un muchachote fuerte, buenazo y romo, al lado del cual su padre, ya hemos señalado, resultaba ser una lumbrera. Y en aquella Corte española de sigilos, tapujos y aburrimiento, pronto se sentiría la joven princesa de Asturias vigilada, comprendiendo que sus travesuras se verían como 6


deslices y devaneos; sus devaneos como liviandades y sus liviandades como terribles faltas de corrupción. Los usos y costumbres de la Corte española estaban directamente relacionados con las aficiones cinegéticas del rey de la cual participaba muy a su gusto el príncipe Carlos, a los que habrá que añadir la fuerte religiosidad de ambos. Si algo le faltó a María Luisa fue un esposo inteligente. Todos sabemos que de un mal entendimiento entre una pareja pueden nacer muchas desgracias. Y nacieron. Posiblemente no las que se han querido suponer; pero sí aquellas que hicieron que María Luisa reinase e hiciese reinar con ella a las personas de su predilección y muy singularmente al joven y apuesto guardia de Corps, tan alejado por otra parte de las absurdas y enfermas figuras de su marido y de su hijo, a los que nunca amó como esposa y madre, ni le merecieron respeto como hombres, como podemos entresacar de la misma y copiosa correspondencia de la reina.

Un jovencísimo Godoy vestido de uniforme de guardia de Corps

Nunca ha podido probarse fehacientemente que la degradación de María Luisa fuese tan completa y tan temprana como algunos le atribuyen y basta comprobar las relaciones y privanzas concedidas al extremeño para anular muchas de las insidias vertidas sobre ella. Mujer en aquellos momentos de su juventud de grácil tipo, maneras agradables y encantadoras cuando precisaba, de bellos y brillantes ojos aunque de rostro imperfecto, muy pronto ajado con motivo de algunas enfermedades y embarazos, no era mujer para inspirar una pasión irresponsable a un hombre mucho más joven que ella, de buena planta y con mucho éxito entre las mujeres de la Corte. Si alguna relación íntima 7


hubo entre ambos personaje, creemos nosotros, está desde luego muy alejado del simple planteamiento de dos personas que se aman y estaría, por el contrario, sujeta a anhelos todavía más bajos y de inconfesables ambiciones. En el reino de las mujeres todo gira en torno del hombre. 3 Y María Luisa, que vivía en un mundo de hombres pero muy alejada de ellos, necesitaba una complicidad fuertemente masculina para llevar a cabo sus objetivos de reinar en un país con fuerte ataduras morales.

Casa donde nació Manuel Godoy, en la ciudad de Badajoz

Si hemos hecho un breve retrato de la joven princesa María Luisa y hemos reflejado las circunstancias en las que se encontraba cuando llegó a España, vamos ahora a acercarnos a la vida del joven Manuel desde su nacimiento en una humilde ciudad de provincia hasta su llegada a la capital del reino en busca de un futuro económico y social del que carecía en su lugar de origen. Si no de familia acaudalada al uso de aquellos tiempos, Manuel Godoy vivió una infancia y juventud bastante cómoda, hijo como era de don José Godoy, coronel del Ejército, con pujos de pertenecer a una familia de hidalgos y de doña María Álvarez de Faria, cuyos orígenes familiares entroncaban con familias portuguesas dedicadas al comercio de ultramar, y por lo tanto acaudaladas. Lo que sí tenía la familia muy claro eran sus ideas de una buena educación para sus hijos, dándole a este hecho una importancia fundamental. Vivían en una casona española en la calle de Santa Lucía, muy cercana a la entrada natural de Badajoz conocida como Puerta de Palmas (aún existente, aunque reformada en parte y dividida, pero bien conservada), siendo sus vidas las de una familia burguesa de provincias 8


claramente marcadas por las normas y principios cristianos. Nació Manuel el año de 1767, precisamente cuando estos principios empezaban a ser objeto en España de ataques sinuoso y año en el que serían expulsados del país los jesuitas. Lo que sí sabemos es que esta obsesión por la educación de sus hijos hizo que Manuel tuviera buenos profesores, estudiando ciencias y filosofía e instruyéndole con arreglo a los nuevos métodos de enseñanza. Manuel no era, pues, un hombre inculto ni mucho menos semi analfabeto como en más de una ocasión se le ha pretendido presentar y como en él demostró en más de una ocasión con la protección y creación de sociedades culturales que aún perviven con gran fuerza en nuestro tiempo y por su interés personal en el campo de la pintura y de la bibliofilia, llegando a poseer unas de las mejores pinacoteca y biblioteca de su tiempo, que hoy forman parte importante del museo del Prado y de la Biblioteca Nacional, aquello que no fue expoliado o malvendido por sus enemigos.

Vistas de Badajoz en el siglo XIX

De carácter agradable, su buena educación y su afable cortesía le granjeó muchas amistades en los primeros momentos de su llegada a Madrid, pero también la enemistad de aquellos que veían en él a un posible enemigo en el campo de la política. Muy joven, Manuel, siguiendo los pasos de su hermano mayor, marchó a Madrid y se alistó en el ejército como única salida para sobrevivir. Luis Godoy, a quien también la maledicencia une a los amores clandestinos de la por entonces princesa de Asturias, utilizando para ello su porte físico y su destreza con la guitarra para acompañar los largos periodos de soledad de María Luisa, no tuvo mucha suerte en su carrera militar. Carlos III, enterado de lo que se murmuraba en palacio sobre la amistad del soldado y la princesa determinó el alejamiento de Luis, marchándose éste de la Corte. Las ilusiones del joven soldado, frustradas en un primer momento por las malas lenguas de los envidiosos, se verían colmadas muchos años 9


después, cuando ya con su hermano en el poder, éste le nombrara para la capitanía general de Extremadura. Casi dieciseis años menos que María Luisa tenía Manuel Godoy cuando ingresó con diecisiete años, en 1784, en la guardia de Corps, donde ya ejercía su hermano. Muchas son las leyendas que se han contado sobre los primeros años de su estancia en Madrid y de los comienzos de sus privanzas. Precisamente el excesivo número de estas estúpidas leyendas han hecho que la veracidad histórica del personaje quede difuminada y confusa: la leyenda de Godoy permaneciendo en la cama mientras se le secaba su única camisa, la leyenda de un Godoy flautista o guitarrista cuando jamás supo tocar un instrumento musical, nos señalan como ejemplos lo que queremos poner de manifiesto en cuanto a la realidad del personaje.

Retrato ecuestre de Manuel Godoy, Duque de Alcudia, por Goya

Sabedor del daño que estas leyendas le habían hecho durante su vida política, Manuel Godoy intentó en sus Memorias escritas en su largo destierro de París justificar muchas de estas patrañas aunque pase de puntilla sobre las que puedan resultar verdaderas. Recuperemos algunas de estas justificaciones del proscrito: Buscando hacer novelas más que historia, y alojándome en Madrid por cierto tiempo en la postrer desdicha como un juglar o como un bardo, sin más medios que el canto o la guitarra, no han dudado en contar que a mi huésped lo contentaba y lo pagaba con coplas de bolero… ¿Qué persona de juicio dará crédito a tales cuentos? ¡Y sin embargo, eco de ellos, todos los biógrafos franceses y extranjeros han copiado estas consejas! Mi posada en Madrid, desde el día de mi llegada, fue el Cuartel de Guardias de la 10


Real Persona, en compañía de mi hermano el mayor, que me precedió en la carrera en que yo entraba. Mi excelente padre nos acudía con sobrados alimentos para sostener con decoro nuestra clase; y en mi vida, lo repito, ni aun como aficionado entendí de cantar, ni de guitarra, ni de otro algún instrumento. Pero mis enemigos necesitaron deprimirme en todo, se dio boga a estas especies, y se atribuyeron al galanteo y a las tonadas los favores que debía a mis reyes. Yo diré pocas cosas sobre esto, y observaré el decoro que requiere su memoria, como convine entre españoles.4

Oleo de Agustín Esteve

Sin embargo, lo que no explica Godoy en estas sus Memorias es el origen y fundamento de su privanza, que son hoy un hecho indiscutible para la Historia, quedando lo demás, amparándose en una exageración de malsanos propósitos de los buscadores de secretos de alcobas, en simples cotilleos de envidiosos enemigos. La realidad es que a los veinticinco años Manuel Godoy era la persona más importante y con más influencias en una España donde gobernaban, con todos los merecimientos de hombres necesarios para ellos, personajes de la talla de Floridablanca, Aranda o Jovellanos, a quienes nos acercaremos en notas posteriores. Para estos apuntes, lo importante es el uso que Godoy hizo del poder que recibió en tan discutibles circunstancias, que nosotros no creemos que fuera en definitiva estéril, habida cuenta de que dicho poder le fue entregado, principalmente, por la reina María Luisa, debido a la 11


debilidad, bondad e incapacidad de su marido el rey Carlos IV. Ella necesitaba para gobernar de la capacidad intelectual de un hombre fuerte y lo encontró en Godoy, al que se entregó sin ningún tipo de reserva, convirtiéndole en su ídolo y protector, por encima de cualquier murmuración o malos entendidos de la Corte. Carlos III había muerto en 1788, dejándole en herencia la corona española a su hijo Carlos, y sobre todo a su mujer María Luisa, quien al día siguiente del fallecimiento del rey convocó a los ministros, manifestándose de tal manera que dejaba muy claro a todos los presentes quién iba a gobernar el país desde ese mismo momento, idea que corrió como un reguero de pólvora por toda Europa a través de la correspondencia diplomática.

Retrato del rey Carlos III, por Anton Mengs

El hombre sobresaliente de la política española de aquellos años era el conde de Floridablanca, pero lo avanzada de su edad y el deseo por su parte de continuar la misma línea que con el anterior rey se había seguido, lo hacían no apto para enfrentarse con la nueva realidad, mucho más acuciante y difícil de solucionar que en fechas anteriores. La situación de España era crítica, rodeada por todas partes de enemigos que ambicionaban recortarle su poderío. Los barcos españoles que traían sus riquezas desde América eran continuamente atacados por barcos piratas ingleses con la anuencia y consentimiento de la corona de su país. Con Francia, aunque regía el pacto de familia, ésta tenía sus propios y graves problemas que llevarían al patíbulo a los propios monarcas sin que España pudiera interferir en su revolución interna. Para más 12


problemas, en África los piratas marroquíes entorpecían la navegación de nuestros barcos y asaltaban nuestras plazas fuertes.

Floridablanca pintado por Goya

Cualquiera de estos problemas era lo suficientemente grave como para prestar toda la atención del gobierno, pero el viejo Floridablanca optó, como siempre había hecho, por contemporizar y esperar que los asuntos se solucionaran por sí mismo. Por otra parte, la política general le importaba muy poco a la Reina, que todo lo viera desde su personal prisma dinástico y casero, reservándose el derecho de poder otorgar honores y cargos según sus preferencias. La política interior era una parcela que dejaba exclusivamente en manos del presidente del gobierno. Floridablanca, viejo político con gran experiencia en el manejo de los entresijos del poder vio muy claro lo que se le venía encima, frente al excesivo aumento del poder omnipotente que el joven teniente extremeño venía recibiendo. Godoy, con tan solo veintiún años, era un simple teniente, pero tenían a su favor el ser recibido con el mayor agrado por los reyes, siendo sus palabras y sus consejos escuchados atentamente por ellos. ¿Qué podía hacer Floridablanca frente a tan poderoso contrincante? Primero, y hay que proclamarlo, defender los interese del estado; después, y cuando su situación se hizo insostenible frente al joven opositor, defenderse a sí mismo, lo que determinó irremisiblemente su perdición. Si a estos problemas, ya de por sí suficientemente graves para un político de primera línea, le sumamos que un año después de la muerte 13


del rey Carlos III sobrevino la toma de la Bastilla y el ataque frontal a la monarquía francesa que supuso la máxima alerta en el gobierno de España, cuyos pactos con el país vecino exigían una toma de postura en consonancia con los sentimientos personales, explicables por lazos de sangre, que no era otra que la de ayudar en sus cuitas a los reyes de Francia. Con estos problemas tendremos perfectamente dibujado el panorama en el que nos encontrábamos en aquellos momentos de tanta incertidumbre. ¿Qué solución tomar en tal caso, mandar a los ejércitos españoles a defender los derechos dinásticos del rey francés cuando el mismo Luis XVI aceptaba y rubricaba las importantes reformas que se le imponían?

Retrato del rey francés Luis XVI

Los reyes españoles no vacilaron ni un momento en lo fundamental de la cuestión, que no era otra que la reconquista de los derechos reales de los reyes de Francia. Otra cosa era en la aplicación de estas ayudas por falta de medios materiales y de hombres, aun no estando el rey de España de acuerdo con los pasos seguidos por su familiar, idea a la que se sumaba muy gustosamente Godoy. Porque a estas alturas de la historia, Godoy era ya un personaje importante en la Corte española. Sin cargos de relevancia, pero con gran predicamento en las decisiones que tomaban los reyes. Y Floridablanca lo sabía. No le importaba que el joven soldado obtuviera honores y cargos que ya le empezaban a llegar; lo que realmente le importaba al viejo político era el sentirse acorralado por los amigos del extremeño que poco a poco iba colocando a los suyos en puestos vacantes claves del gobierno, como si de una pequeña corte personal se tratara. El rey le ha nombrado comendador de la Orden de Santiago; su madre ha sido nombrada dama de honor de la Reina; se piensa en su padre para posible ministro; todo está de su parte y los honores son pocos para contentar al muchacho que camina con fuerza hacia la 14


cumbre del Poder, mientras en Francia va progresando la revolución y el rey jura la nueva Constitución, con el consiguiente enfado de su primo Carlos IV, quien lo considera prisionero de las presiones sobre él ejercidas. España no puede romper los lazos que le unen a Francia sin caer prisionera de los interese de Inglaterra y espera el resultado de los tristes acontecimientos que suceden con el intento de huída de los soberanos franceses. Floridablanca es incapaz de buscar soluciones y los reyes escuchan entusiasmados las palabras del joven Godoy, enemigo declarado de los revolucionarios franceses. Los problemas diplomático que la revolución conlleva para España son de tal índole que se necesitan ideas nuevas para un marco político nuevo. ¿Y quién mejor situado para estos menesteres que aquel joven Godoy, tan osado y tan querido por los soberanos para buscar una solución de futuro?

Un joven Manuel Godoy con uniforme de teniente general

En el año 1791, con veinticuatro años y con poco más de seis en la carrera militar alcanza el grado de teniente general. Es ya un hombre importante que espera su oportunidad para alcanzar el poder o cedérselo a sus correligionarios. María Luisa gobierna a Carlos IV y él “gobierna” a María Luisa. Pero Godoy sabe que todavía es pronto para dar el paso definitivo. Escucha las murmuraciones que acompañan a su persona y comprende que tiene muchos y poderosos enemigos de los que protegerse. Por otra parte, el poder es siempre grato para quien lo ejerce, pero mucho más grato, parece pensar el personaje, es mandar desde la sombra, y eso es lo que en estos momentos hace de forma complacida. Él 15


sabía que estaba en bocas de todo el pueblo sorprendiéndolo con sus numerosos nombramientos; cuando aun no se habían terminado las habladurías por el nuevo cargo, un nuevo nombramiento o una nueva prebenda venía a sustituir a dichos comentarios, estando siempre en primera fila de la actualidad. El momento decisivo de la toma del poder por parte del extremeño llega como consecuencia de un grave error de cálculo del asediado primer ministro Floridablanca, quien viéndose ninguneado y vencido por el pretendiente pasa al ataque con toda la artillería que le queda. Sabedor de su inferioridad frente a Godoy planea y decide decirle al rey durante el transcurso de una cacería lo que todo el mundo murmura y él mismo cree a pie juntillas sobre la infidelidad de la reina con su joven adversario político. Naturalmente el rey se siente agraviado y monta en cólera, incapaz de comprender, desde su real persona y sus limitadas entendederas, lo que el primer ministro le insinua. En vez de averiguar la verdad del asunto, se enfrenta enojado a su esposa y le pide responsabilidades sobre su infidelidad, frente al asombro de la reina que se vio calumniada sin pruebas. Mucho más agraviada que quien le pide cuentas de sus devaneos, entre desmayos, indignación y amenazas de volverse con su familia, consigue lo que pretende: el nombre de Floridablanca como el responsable de tan graves como injustas acusaciones.

Retrato de la reina María Luisa por Maella

El rey, que al fin y al cabo se había lanzado a una acusación gratuita, vaciló entre creer al su primer ministro o a su esposa, que además le amenazaba con un espantoso escándalo. Vacilar en estos casos en ceder, mucho más cuando enfrente hay una mujer que grita, llora, se desmaya, proclama que la han injuriado y solicita a su marido pruebas de lo que se le acusa. El triunfo estaba cantado y el rey declara como 16


impostor al denunciante Floridablanca, le destituye, le destierra de la Corte, y suerte tuvo de no ser denunciado por delito de lesa Magestad, lo que le hubiera costado la vida. Esto ocurría un 28 de febrero de 1792. Aquella noche, que según los cálculos del primer ministro debería ser el comienzo del hundimiento de su enemigo Godoy, se encontró con la llegada de un correo del rey. Avisado y sacado de la cama, fue informado de la destitución de todos sus cargos y de su inminente destierro, para lo que tenía que partir en ese mismo momento en un coche de caballos que le estaba esperando en la puerta de su casa.

Retrato del rey Carlos IV, por Goya

El ministro no tuvo más remedio que aceptar su derrota, dejándole libre el camino a Godoy. La jugada, aparentemente desarrollada entre la reina y Floridablanca, giraba sin embargo en torno a Manuel Godoy, como bien lo entendió Aranda, nombrado sustituto del depuesto ministro, quien lo primero que hizo fue visitar la casa del privado para rendirle pleitesía y pedirle consejo, sabedor de que su cargo estaba en manos de éste, más que del deseo del propio rey por mantenerlo. El poder inconcebible de este hombre aumentaba día a día. Asistía a los Consejos como si fuera una personalidad principesca, cosa que no le estaba permitida ni al mismo príncipe de Asturias, siendo criticado por este motivo por aquellos que le envidiaban. Pero su futuro estaba ya asegurado. Necesitaba de un título nobiliario para asentar su poderío y le fue concedido el ducado de Alcudia con su correspondiente posesión de la finca de aquel nombre, terrenos valorados en varios millones y la grandeza de España que el título llevaba aparejado. Poco más tarde fue nombrado miembro del Consejo de Estado, alcanzando fama y honores tan singulares a la edad de veinticinco años. 17


Godoy estaba en lo más alto de su fama: era joven, millonario, duque, consejero de Estado y, lo que creemos más importante, gobernaba el país a través de la reina y de un ministro viejo y sin ningún sentido de la dignidad de su misión.

Fotografía del rico valle de Alcudia

Pero a un verdadero hombre de estado, y Manuel Godoy lo era, no le quedaba otro remedio que demostrar que tantos honores concedidos por los reyes no eran otra cosa que fruto de sus merecimientos personales, de su inteligencia y de su obediencia a los monarcas. Y esta demostración tenía que hacerla gobernando. En este punto se puso a gobernar y a gobernar bien. Estaba lleno de ideas nuevas con las que salvar a España, así como provisto de las mejores intenciones para con sus reyes. Queria hacer algo por su país, comprendiendo que tal era el único medio accesible para soportar, sin demasiado esfuerzo, los honores y las riquezas que se le venían a las manos. 5 Y Godoy ya no era teniente general; ahora es capitán general. Después del rey está a la cabeza del ejército español. Le falta una condecoración preciadísima para que el duque de Alcudia, grande de España, esté a la altura de cualquier otro noble. Y se le concede la Orden del Toisón de Oro. Entretanto, los acontecimientos de la Revolución francesa van aconsejando tomar una determinación grave. Los años de mayor fama de Godoy son los mismos en que la monarquía francesa camina hacia el despeñadero. A los pocos días de tomar posesión como miembro del Consejo de Estado, ocurren los hechos del 10 de agosto de 1792: el rey de Francia ha huído con su familia y su autoridad acababa de declararse suspensa. España tenía que hacer algo para cumplir con sus compromisos con el país vecino, pero se encuentra con la Hacienda en ruinas y un ejército sin pertrechar. Godoy no era muy partidario de una intervención armada, sabedor como lo era de las pocas posibilidades de las fuerzas ahora a su mando, aunque decide reunir de forma disuasoria a parte de la tropa frente a la frontera francesa. El viejo Aranda dudaba y 18


era más que otra cosa un estorbo, puesto que quien gobernaba efectivamente era Godoy, de quien los reyes no estan dispuestos a prescindir de sus servicios, sino que le acumulaban cargos y honores en un afán de que asumiese todas las funciones de gobierno. Aranda debía pasar al Consejo de Estado y su vacante ser cubierta por el joven capitán general, como así se hizo en noviembre de aquel mismo año de 1792. Los monarcas franceses habían sido presos en el Temple y ya se veía venir el proceso sobre Luis VXI, en donde un gran compromiso de honor abriría sobre España las negras alas de la guerra. La confianza de los reyes estaba puesta de manera firme en el duque de Alcudia, así como la del pueblo también debía depositarla en él. Godoy fue nombrado ministro, aceptándole a Aranda una dimisión que éste jamás había pensado hacer. Desde ese momento los destinos de España pasaban a depender completamente de él.

Retrato del conde de Aranda, por José María Galván

Nada más llegar al pode Godoy se da verdaderamente cuenta de la obra que le ha tocado en suerte y se apresta con todo su fuerza e inteligencia a la tarea de defender a España y salvarla de los riesgos infinitos y amenazadores que le acechan. Al otro lado de los Pirineos los problemas se han ido ensanchando. Luis XVI va a ser juzgado y declarado culpable de alta traición. Por otra parte, ni España ni Francia desean romper su relación frente al temor de que sea aprovechada por Inglaterra. España, ya lo hemos señalado, no está en condiciones de entrar en un conflicto bélico aunque la opinión pública le empuje a ello. Godoy es consciente de esta debilidad e intenta ofrecer a los responsables de la Revolución francesa asilo en España para Luis XVI. 19


La suerte de aquel rey le conmueve, como le conmueve el dolor de sus soberanos frente a la desgracia de su familiar y la inquietud que la Revolución promueve en sus asustados ánimos. Está sometido a juicio pero espera que le sea respetada la vida. No lo ha consultado con Carlos IV sabedor de su intransigencia con la labor del rey francés, pero quiere evitar a toda costa la guerra, al mismo tiempo que desea salvar la vida del desgraciado rey.

Godoy en sus momentos de máximo esplendor

Para ello se lanza a una proposición completamente inesperada para todos: la neutralidad española en el conflicto de Francia con las potencias centroeuropeas, neutralidad que habría de exteriorizarse mediante una retirada conjunta que las tropas de España y Francia tenían en los Pirineos, renunciando de hecho las dos naciones a todo propósito bélico. A esta propuesta se unía una nueva oferta más concreta al gobierno francés para que España sirviera de refugio a la familia real francesa. No prosperó, no por las buenas intenciones de Godoy sino, seguramente, por su falta de experiencia al exponer la petición a un gobierno revolucionario. Más por el contrario, el gobierno francés consideró una intromisión en sus asuntos internos. Los acontecimientos desde ese momento se precipitaron y Godoy, enemigo declarado de la guerra con la vecina Francia tuvo que reconsiderar su postura y prepararse para lo inevitable si se llegaba a ejecutar al rey. El día 30 de enero de 1793 llegó a la capital de España la 20


triste noticia de que el rey de Francia había sido guillotinado el pasado día 21. Ya no había tiempo para otra cosa que no fuera la guerra, completamente anulado los campos de la negociación, mucho más cuando ésta era deseada por el pueblo y por el mismo rey español. No había mejorado la situación de la Hacienda pero las recaudaciones que se hicieron fueron millonarias y acudieron muchos voluntarios como soldados. La guerra tardó en empezar con algunas intervenciones de nuestros ejércitos de manera desordenada aunque se alcanzaran algunas victorias españolas. Pero muerto el general Ricardos y encargado del mando el conde de la Unión, sobrevino la primera derrota grave y el panorama empezaba a ensombrecerse de forma muy preocupante. A finales del año 1794 tropas francesas habían penetrado por algunos puntos de la frontera española y había cometido algunos desmanes en las poblaciones conquistadas.

El general Ricardos pintado por Goya

Pero la guerra no avanzaba de la forma deseada, tanto por una parte como por la contraria; la guerra duraba demasiado y el cansancio se adueñaba de los soldados que no veían claro el fin de la contienda ni el por qué de la misma. Cuando Godoy buscó nuevamente la solución de unas negociaciones en Basilea se encontró con que el embajador francés se encontraba allí con el mismo fin. La paz era deseada por ambas naciones aunque los tratos comenzaron de una manera muy desfavorable para España. Los deseos de Francia, en su declarada ventaja, no solo era la paz sino conseguir una alianza duradera entre ambas naciones contra el enemigo común, Inglaterra. Por otra parte, Godoy quiso hacerse cargo en dichas negociaciones de la pequeña figura del príncipe heredero Luis XVII, reconocido por los demás monarcas extranjeros, que languidecía tristemente entre los gruesos muros de su prisión del Temple. 21


El asunto era irrenunciable para Godoy y a punto estuvo de llevar las negociaciones a total fracaso. Afortunadamente para la paz, la muerte del pequeño príncipe en circunstancias poco claras resolvió el grave problema que se trataba, ya que la otra hija del soberado ajusticiado no tenía problemas para ser liberada y dejarla marchar a donde quisieran acogerla. El resto de las negociaciones no eran más que resolver asuntos de indemnizaciones y ventajas, claramente favorables a Francia. Perdíamos en el convenio la parte española de la isla de Santo Domingo pero no estábamos en situación de negarnos a aceptarlo. Godoy estaba dispuesto a acabar con la guerra, y acabó con ella, con el consiguiente regocijo de una población no dispuesta a más sacrificios. Las consecuencias de una guerra de la que él no era culpable fueron bastante beneficiosas para el favorito: fue nombrado Príncipe de la Paz, le fue entregada otra importante posesión, además de importantes honores a sumar a los ya recibidos.

Busto en mármol de Carrara del teniente general Godoy

Veamos los fundamentos en que se apoyaba el decreto para la concesión de tan importante título: El bien de mis vasallos y la conservación de mis reinos no podía verificarse sin la paz que acabo de hacer con la Francia; mis cuidados no hubieran llegado al efecto que me prometo para el bien sucesivo de esta Monarquía si le eficacia de mi primer Secretario de Estado, duque de Alcudia, no hubiese cumplido puntualmente cuanto a este fin le he mandado. Esta conducta tan propia de su antigua nobleza, consiguiente al amor con que me sirve, ha empeñado mi soberanía en términos que de no publicar con alguna demostración mi aprecio, pudiera esperar poco en que los sucesores en su empleo siguiesen las huellas de la gratitud. Esta justa consideración y 22


otras de no menos gravedad, que tengo presentes, cuyo bien disfrutarán mis vasallos, me obligan a procurarle un monumento que lleve a la posteridad mi aprecio y su memoria. Por lo tanto, he resuelto darle el título de Príncipe de la Paz con la posesión amplia y absoluta del Soto de Roma, para que pueda conservar el lustre de sus títulos y familia, y mando que arreglándose en todo a este mi decreto se ponga en posesión de la tal finca a la persona que en su nombre comisione el dicho mi primer Secretario de Estado, duque de Alcudia, prohibiéndole el uso de este título con preferencia al de Príncipe de la Paz, y mando que sus herederos y sucesores gocen de este mismo privilegio y posesión de la finca señalada, con el señorío más amplio que ser pudiere y absoluta libertad de cargas sobre sus producciones. Tendréislo entendido y así lo comunicaréis a las personas que sea necesario para su cumplimiento, como también al interesado para su satisfacción. Dado en San Ildefonso a 5 de septiembre de 1795.6 De la lectura de estas líneas lo que queda claro es que la paz con Francia era la liberación de una pesadilla para el rey de España, hecho que agradece a su interlocutor, aun a pesar de las cesiones pertinentes y de la triste paz conseguida en Basilea, con tal de acabar con tan peliagudo problema.

Grabado del Príncipe de la Paz

Pero más que sus discutibles éxitos en el campo de las armas, lo verdaderamente importante en la vida cortesana de Godoy es su apoyo y protección incondicional al mundo de las letras y de las artes, así como la propulsión de instituciones científicas. Antes de estos acontecimientos que le encumbran y le llenan de honores, Godoy había fundado la 23


Escuela de Veterinaria y es el organizador del examen de médicos e inspección de farmacéuticos para tratar de frenar la superstición y el curanderismo. Creó la Escuela Superior de Medicina. Protegió a los artistas comprándoles sus obras, entre los que se encuentra Goya al que le encargó le hiciera varios retratos. Sin embargo, los débiles acuerdos con la vecina Francia marcarían definitivamente el futuro del personaje. Nuestra debilidad frente a Inglaterra que desde siempre apetecía nuestras posesiones de ultramar y que boicoteaba nuestras rutas marítimas con el abordaje y saqueo de nuestros barcos, nos ponía sin condiciones en manos de una Francia en la que ya aparecía la relumbrante estrella de Napoleón, quien nos utilizaría como peón en su ambicioso juego de ir conquistando Europa. Napoleón estudió desde el principio y con mucho interés la figura de Godoy. Quiso penetrar en el secreto de aquella personalidad que había sabido imponerse de forma tan aplastante a sus contrincantes e, incluso, le aconsejó dar algunos pasos que el extremeño no aceptó en previsión de su desconfianza hacia un personaje que nada le garantizaba. Ya no era el joven inexperto al que los halagos podían hacer mella. Ahora era un hombre de Estado, que con sus luces y sus sombras, quería alumbrar por sí mismo no dejándose absorber por el brillo del nuevo estadista francés, por lo que pronto sería mal visto por su Directorio, al no plegarse a sus directrices, sintiéndose fuerte al ser arropado por el favor de los reyes. No le quería la aristocracia, sobre la que se había elevado dejándola atrás, quienes le llamaban falsario usurpador; no le querían los políticos, a los que había desplazado y que en su insidia le denunciaban como un inepto causante de las derrotas; no le quería el pueblo, que le llamaba ladrón y que nunca perdona el escándalo público del que él era acusado; no le quería la Iglesia por su tendencia liberal, que le acusaba de ateo. Pero contra todo esos reveses, de momento, estaba la voluntad de los reyes que le había dispensado su amistad y le había cubierto de honores.

Un retrato más del valido 24


Frente a esta posición múltiple se halla la de quienes la interpretan considerándolo que sólo gritaban ateísmo los enemigos de la cultura que Godoy impulsaba; que no tenía derecho a hablar una aristocracia envilecida que iba a casa del favorito a verle vestirse; que no podían hablar de ineptitud los políticos que nos habían llevado hasta la situación en que Godoy no tuvo más remedio que aceptar; que no es un ladrón quien toma lo que le regalan y que es muy discutible la crápula de un hombre joven al que se le dirigen sin cesar invitaciones irresistibles. Naturalmente, no todo el mundo le veía así. Rhode, enviado de Prusia, sintetiza de este modo el juicio que tiene sobre el favorito Godoy: Tiene una inteligencia enormemente clara y justa, y cuando el estado distraído de su ánimo no le permite preocuparse mucho tiempo de una cosa, compensa hasta cierto punto con una gran seguridad de carácter los inconvenientes que pudieran resultar de esto. Esta firmeza de carácter, que le honra, le mantendrá el mayor tiempo posible en su actual carrera política.7

La gallardía del personaje se ve en este retrato

El favor del rey resite los empujes de las numerosas conjuras que contra él se producen, mucho más cuando en 1797, a sus requerimientos, Godoy va a emparentar con la real familia. Fuera posible, en un momento determinado destituirle de sus cargos, pero si contrae matrimonio con una sobrina de Carlos III y por lo tanto prima hermana del Carlos IV, se convertirá de por vida en pariente del Monarca. El 5 de septiembre un decreto real anuncia que María Teresa de Borbón Villabriga, hija del infante don Luis, que había contraido matrimonio morganático, ha elegido por esposo al Príncipe de la Paz. 25


Este casamiento le reviste de los mayores poderes que puedan pensarse y Godoy es muy consciente de ello en sus enfrentamientos con los franceses y prefiere por el momento apartarse del poder para así visualizar los problemas desde una óptica más racional. Solicita al rey que le separe del puesto de ministro y éste se lo concede, después de mucho pensárselo, en marzo de 1798. Pudiera parecer que con esta dimisión se acaba la vida política del extremeño, pero es todo lo contrario. Aparentemente alejado del poder y sin nada que le apremie tendrá tiempo para organizarse y prepararse para un regreso cuando guste o considere oportuno. Mucho se habló de esta inesperada dimisión y muchos los comentarios sobre posibles causas del mismo: desde motivos estrictamente personales relacionados con sus amores con Pepita Tudó hasta la presión de Francia para apartarlo del ministerio. Lo cierto es que siguió jugando el mismo papel de confianza del rey, sabedor de que su opinión seguía pesando mucho en la política española.

María Teresa de Borbón, esposa de Godoy

Creemos que la verdad es muy otra. Godoy sabe que está en el mejor momento de su vida. Que ya no necesita encargarse personalmente del poder y lo que es más importante: que no necesitaba el cargo para ostentar el Poder. Tiene el título de Príncipe de la Paz, está casado con una Borbón estando emparentado directamente con el rey, por lo que le están reservados los mismos honores que a los infantes y príncipes de la Casa Real. El momento más importante será cuando le nazca al nuevo matrimonio una niña, el 15 de octubre de 1800, en Madrid. La noticia del nacimiento de la hija les llega a los reyes cuando están en El Escorial. La reina la recibe como si fuera el mayor acontecimiento que pudiera 26


suceder en el reino y ese mismo día el rey dispone se traslada la Corte a Madrid, con el único fin de poder visitar a la madre y a la recién nacida, con las consiguientes protestas de los que se tienen que desplazar en lo que era un largo viaje, sin entender por qué se le da semejante importancia si no es miembro de la familia real. El caso se cierra cuando la niña es llevada por la marquesa de Monte Alegre a la propia habitación del rey donde se realiza su bautismo. Después, acompañada por una sección de alabarderos, es conducida al Palacio Real donde le espera la reina. Las formalidades cuyos detalles describo –dice Alquier–, por muy aburridas que sean, no se recuerda que se hayan practicado nunca, excepto para los hijos del Rey o los de los príncipes de la familia real.

Retrato de Carlota Luisa Godoy y Borbón

Pero los honores extraordinarios no terminan aquí; los reyes han ido después del bautizo a la casa del Príncipe de la Paz, han comido allí, han condecorado a la recién nacida con la Orden de la Reina y le han hecho regalos espléndidos. Mientras tanto, el poder del Estado, ocupado nominalmente por Urquijo pasa a Cevallos, familiar de Godoy y en buenas relaciones con éste que es quien realmente sigue gobernando el pais. Y es en estos tiempos cuando Napoleón decide enviar a Madrid a su hermano Luciano como embajador con una idea preconcebida. Sabe que Portugal, amiga de Inglaterra es una plaza muy apetitosa para su gran proyecto de dominio de Europa, pero que antes tiene que controlar a la decadente España que no está en los mejores momentos de su historia. Este interés comienza con la desestabilización del gobierno metiendo cizaña en las imposibles relaciones entre la poderosa figura del valido Godoy y la insignificante pero maliciosa persona del príncipe de Asturias que se siente desplazado tanto del amor de sus padres como de los problemas de gobierno que por naturaleza a él le corresponderían. 27


Luciano se percata muy pronto de las debilidades de la Corte española donde el divorcio entre las esferas gubernamentales y el pueblo es cada vez mayor. Pronto hace amistad con Godoy al que juzga favorablemente: Es un hombre de extraordinaria belleza –escribe– y en modo alguno carece de dignidad personal. Tiene inteligencia abierta, en contraste con lo que sus enemigos han pretendido… en suma, en medio de su pode extraordinario, ha manifestado moderación, y no ha hecho más que defenderse contra sus enemigos.8 Otra cosa que le sorprende al nuevo embajador es que en la Corte española se abriga la esperanza de casar a la infanta Isabel con el mismo Napoleón, sabedores de que sus relaciones con Josefina están rotas porque no puede darle hijos. Pero los proyectos de Napoleón sobre España son otros muy diferentes a los que aquí se proyectan.

El futuro rey Fernando VII

Lo primero que Napoleón exige al gobierno español es el cumplimiento del pacto de Basilea por el que España está obligada a prestar su ayuda a Francia en sus querellas contra Portugal, fuel aliada de su enemiga Inglaterra. Pero el regente de la vecina nación es yerno de Carlos IV, quien resiste la presión del francés confiando en la amistad de Inglaterra y en la imposibilidad de que su suegro le ataque. La respuesta por parte española es la invasión de parte de la vecina nación, completamente desguarnecida, en la que Godoy, como general en Jefe de las tropas, recibió como trofeo de la triunfal campaña unos ramos de naranjas, que rápidamente hizo llegar a María Luisa. La llamada guerra de las naranjas había sido su gran triunfo militar, y el dorado fruto era símbolo de una ilusión de victoria, difícilmente creible. La paz se firmó en Badajoz con la pérdida de la ciudad de 28


Olivenza par la nación portuguesa, costándole el puesto a Luciano como embajador, porque a Napoleón no le gustó el que las tropas francesas no hubieran tomado parte del conflicto. Godoy, después de aquella guerra y de las turbulentas gestiones para que Napoleón ratificase el tratado, disfrutó de una época de descanso dedicándose nuevamente a proteger la cultura y dotar a España de unas instituciones modernas. Su afán de ayudar a Goya está por encima de la maledicencia referida a sus relaciones con la reina María Luisa que éste refleja en sus famosos Caprichos. Funda el Instituto de Fomento, que con uno u otro nombre ha llegado hasta nuestros días en forma de Ministerio, teniendo como objeto la propulsión de toda suerte de trabajos en pro de la cultura pública, y que será la simiente para la creación de un ministerio de Instrucción pública.

Napoleón como Primer Cónsul

Godoy, que ostentaba el título de Príncipe de la Paz, por una broma perversa del destino, estaba forzado por éste a decidirse siempre por la guerra. España, encerrada en un círculo de fuego por la enemistad irreconciliable de Francia e Inglaterra no podía mantener la neutralidad más que siendo sumamente fuerte y no era este el caso, aunque sí lo era como para que los dos contendientes buscaran o aspirasen a su colaboración, por mucho que los buenos deseos de Godoy intentaran alejar a España de estos enfrentamientos. Todavía era muy poderosa la flota española mandada por marinos muy expertos y muy necesarias las riquezas que desde sus territorios de ultramar llegaban a su suelo y que incitaba a la codicia de sus adversarios. Godoy, amante de la paz 29


paradójicamente se encontraba en medio de aquel desconcierto lastimoso. La situación tan peligrosa tuvo un respiro con el concierto entre Inglaterra y Francia llamada la paz de Amiens, que era una paz imposible entre las dos naciones de la que salía beneficiada momentáneamente España. Dicho momento de tregua tuvo una consecuencia favorable como fue la boda del Príncipe de Asturias, después reinando con el nombre de Fernando VII, con la princesa María Antonia de Nápoles, que significó un relajamiento y una gran alegría para un pueblo que se sentía en situación de peligro.

Casa palacio comprada por Godoy y María Teresa de Borbón

Fernando era un personaje que atraía la atención tanto dentro como fuera del país. Para los españoles, a disgusto con lo que venían viendo de la familia real gobernada por Godoy, era la gran esperanza. Naturalmente, el heredero no podía ver con buenas ojos la figura y el poder del que disponía el favorito, ni mucho menos podía estar de acuerdo con la forma por la que le suponía había alcanzado dicho poder, pero carecía del valor y de la catadura moral como para enfrentarse directamente con él. Tuvo que sera través del error napoleónico y de la falta de energía española las que rindieran un fruto al que Fernando no había prestado nunca una eficaz colaboración. Tal culpable fue él como su padre, y ambos más que Godoy, de que Napoleón creyera empresa fácil adueñarse del trono de nuestra Patria.9 A estas alturas del año 1803, sigue siendo el extremeño el factor dominante del gobierno. Beurnonville, nuevo embajador francés que 30


observa atentamente cuanto sucede a su alrededor escribe en sus primeras impresiones: Todavía no tengo opinión definida sobre el Príncipe. Tiene la impresión de ser un gran hombre; pero a quien haya hablado con él dos veces, y haya percibido su falta de conocimiento, ha de maravillarse que el príncipe tenga a toda España a sus pies. Él quien lo dirige todo; o tenemos que ligarlo a nuestros interese o derribarlo.10 Es decir que mientras que Godoy esté en el puesto nada tiene que hacer Francia sobre sus planes. Y así se decidió. La guerra entre Francia e Inglaterra vuelve a estallar nuevamente y Francia exige a España que intervenga en su ayuda de acuerdo con los pactos de Basilea, a lo que no está dispuesto Godoy, que espera pacientemente el desarrollo de la misma para así mover ficha, pero recibe la amenaza de ser invadida por un ejército francés de cien mil soldados.

Escudo de Godoy

Godoy sabe que dicha amenaza es por el momento inaplicable toda vez que Napoleón está embarcado en una guerra con media Europa y no tiene fuerzas para hacerlo, pero toma nota del asunto, porque entiende que de cumplirse la amenaza España no podrá hacerle defenderse. Frente a la firmeza de Godoy, Napoleón apuesta por emplear contra él todos los comentarios y vilezas que sobe su persona corren por la Corte. En una carta a Carlos IV le indica todo lo que de verdad y mentiras se han acumulado sobre su persona. Las razones de su privacidad, su ambición… todo. Carlos IV no es rey de su reino. Godoy le suplantado y él se siente enojado por este hecho y desea ayudarlo. Desea que sea feliz y le pide arroje al favorito de lu lado. Godoy sabe de la carta que todavía no ha sido entregada al rey. Como también es sabedor que el efecto que pueda causar la carta no es su marcha sino la entrada de España en la guerra, y decide hacer un sacrificio, renunciando a todo su poder con la condición de que dejen en 31


paz a España. No surge efecto su oferta y la carta es entregada al rey aunque no surte efecto porque Godoy consigue hábilmente que el soberano no la lea. Pero la dilación y los deseos de paz no pueden seguir y se tiene que firmar un nuevo pacto por el que se sustituye la colaboración armada por un subsidio tan crecido que era como si tuviéramos que pagar una guerra que no hacíamos. Era la más clara confesión de nuestra debilidad, al no poder hacer frente a una guerra y pagar por ello una elevadísima cantidad, mereciendo la repulsa de la otra parte contendiente, Inglaterra, que en el otoño de 1804 declara la guerra a España atacando por mar a los barcos españoles, sabedora de su mayor potencia, cortando las comunicaciones con América e infligiéndole una enorme derrota que lastraría para siempre el futuro de nuestra nación.

Palacio de Osuna comprado por Manuel Godoy

Mientras tanto, Napoleón, que no ha podido doblegar la voluntad de Godoy intenta ahora atraérselo. La obsesión está en hacerse con Portugal y para ello necesita de España aunque luego tenga que pasar por encima de ella. El fin de su epopeya es invadir Inglaterra pero necesita una gran victoria por mar y para ello necesita de los barcos españoles, al mismo tiempo que elimina ese gran centinela avanzado de los ingleses que es el suelo luso. Y visto que Godoy es el único que dirige los asuntos trata por todos los medios de atraérselo como amigo, tratando directamente con él como forma de agraciarse. La razón por la que Godoy cede a los requerimientos del Napoleón es la clarísima enemistad que le han declarado el príncipe heredero y su mujer, quienes se jactan públicamente de que si muriese el rey, el primer acto que harían sería encarcelar al privado. Éste sabe que mientras tenga a Carlos IV no habrá problema; pero siente la necesidad de tener una 32


posición de independencia que le garantice el futuro. Y el único que puede ampararle en el futuro es Napoleón, que cuando quiere, para premiar un servicio, fabrica un reino y nombra rey a un amigo o a un pariente. Esta convicción la saca Godoy de una carta que le envía el Emperador y en la que se dirige a él como “querido primo”, que es la fórmula en la que se dirigían unos a otros los miembros de la realeza. Napoleón no tenía nada que ver con las familias reales europeas desde su condición de humilde corso, pero se había erigido a sí mismo a la elevada dignidad de Emperador, por lo que abría la ilusión de nuestro ministro cuando comenzó a leer la misiva.

Retrato de Godoy, por Francisco de Goya

Creemos que estas serían las razones por las que Godoy prestó su apoyo a Napoleón, que daría como resultado nuestra heroica presencia en la triste batalla de Trafalgar, el más importe combate naval de todos los tiempos, en la que la flota franco-española, dirigida por el nefasto vicealmirante francés Pierre Villeneuve, fue aniquilada por la inglesa y en la que murieron Churruca, el teniente general del mar Federico Gravina y el vicealmirante Horatio Nelson, verdadero héroe desde esos momentos para los ingleses. De aquel desastre definitivo para los interese españoles, sin que pretendamos echarle la culpa, Godoy recibió la condecoración francesa de la Legión de Honor. Era también el comienzo de su decadencia. Fernando y su esposa, que saben de la protección que ejerce Napoleón sobre la persona de Godoy y teniendo puntual conocimiento de las ambiciones del Emperador para imponer a su familia en los nuevos territorios conquistados, traman complots en los que la vida de los reyes, no digamos la de Godoy, resultan amenazadas. El Príncipe de la Paz se siente realmente en perigeo y con fecha 20 de febrero de 1806 le escribe una carta a Napoleón en la que textualmente le dice que se entrega al Emperador siempre y cuando que éste le considere como una 33


pieza útil para su sistema: Estoy dispuesto a convertirme en objeto de la bondad y del favor de Su Majestad Imperial, y si esto estuviese conforme con sus intenciones, en elemento del gran sistema político que debe asegurar al mundo la libertad de los mares y la paz de Europa.11 Godoy piensa en Portugal como posible destino de sus ambiciones futuras, sin saber que el Emperador lo empleará a él como un simple peón de sus estrategias, donde España es pieza apetecida a uncir en el carro de sus triunfos. En definitiva, Godoy aspira a ser rey de Portugal.

Batalla de Trafalgar, cuadro de Auguste Mayer

No iba mal encaminado el Príncipe de la Paz en sus fantásticas aspiraciones. Su actitud sumisa ante el Emperador y la ya incomprensible estolidez de Carlos IV decidieron a Napoleón a acciones más atrevidas. Propone que después de la conquista de Portugal, una parte de este territorio se le conceda al fantástico rey de Etruria; otra parte sea regida por Godoy; que el regente de portugal pase al Brasil y que una pequeña zona de la provincia de Guipuzcoa le sea atribuida al emperador de los franceses. Godoy, aun dentro de su alegría por ver conseguido sus deseos, se resiste a entregar una parte de España. Cuando por fin cede, ya Napoleón se ha olvidado del tema, absorbido por problemas más acuciantes y de mayor envergadura. Desde esos momentos Godoy entra en un estado de despecho cercano al odio al saberse engañado, tanto en sus frustrados deseos de reinar en una parte del territorio vecino, como al darse cuenta de que Napoleón le ha utilizado como si él fuese la llave que le abriera las puertas de la invasión del territorio español. El miedo a las intenciones del emperador le intimida por lo que puedan significar en contra de él, del rey y de España. El pánico se apodera de su ánimo y decide hacerle frente con las pocas armas que le quedan, enviándole notas a Napoleón en las que se le señala que las cosas en España han cambiado y que los 34


acuerdos firmados quedan sin contenido. Pero Napoleón, ebrio de éxitos por las victorias que está consiguiendo en Europa, está lleno de seguridad frente a tan débil enemigo. Cuando finalizan y se resuelven con victorias las preocupaciones en Europa, Napoleón decide afrontar definitivamente la cuestión de Portugal. Su plan ya está trazado desde hace tiempo. Sabe que toda posible oposición estará condicionada por el miedo a su triunfal carrera militar. En octubre de 1807 se concierta el acuerdo suscrito entre España y Francia por el que de forma secreta de estipula el traslado de más de 300.000 hombres que atravesarán libremente el territorio español, para marchar sobre Lisboa. Desde el momento del cumplimiento de dicho acuerdo, la suerte estaba echada para Godoy, para los reyes y desgraciadamente para España.

La carga de los mamelucos, de Goya

Godoy, al que se le seguía ofreciendo el principado del Algarbe portugués distaba mucho en estos momentos de fiarse de Emperador francés y sufría por ver a las tropas francesas atravesar y apoderarse del territorio español, al mismo tiempo que sufría en carnes propias la agudización de la conjura de la que era eje el príncipe Fernando, que trataba de derribar al mismo rey, tratando de derribarlo a él. La primera parte de esta burda y torpe conjura salida de su camarilla de incondicionales, entre los que estaban el duque del Infantado y su asesor religioso, el cura Escoiquiz, es descubierta cuando Fernando se propone adelantar su advenimiento al trono. No tuvo consecuencias porque el principal culpable era el heredero al trono, aunque él cobardemente descargara la responsabilidad en sus asesores. Este incidente abrió bien los ojos del favorito quien se dio pronto cuenta de que su posición y su propia vida peligraban frente a las ambiciones de un personaje tan poco escrupuloso como lo había demostrado ser el príncipe Fernando y su 35


camarilla, que nunca le perdonarían sus éxitos y honores. La tierra le temblaba bajo los pies y ya ni el propio rey, tan amenazado como lo estaba él, era garantía de salvación. Y el pueblo comenzaba a rumorear sordamente, con ese rumor de tempestad que tienen los movimientos populares y que se anuncian como las tormentas en el cielo. Los hombres que se han elevado con una rapidez vertiginosa, experimentan un terror singular al establecer el contacto con las últimas consecuencias de su actuación. Parece que todo se coordina para el hundimiento que parece cierto y pavoroso. Entonces la brillantez y los honores de antaño parecen indeseables y no se quiere más que el descanso y la vida; un rincón apacible donde vegetar y el olvido de toda responsabilidad de gobierno. La voluntad vacila y la energía decrece. ¡Piedad para el hombre agobiado que ya lo ha gustado todo en la vida menos la vida misma! Es lo que parece desear Godoy: huir, descansar, no caer en la sima abierta… esa parece ser su única obsesión en estos momentos de incertidumbre.

Godoy en un cuadro de Antonio Carnicero

Pero Godoy ya no era dueño de su futuro. Su paso atrás fue necesario, aunque de nada le valiera. En febrero de 1808 el abismo se abrió y él lo contemplaba aterrorizado. El rey, en su bobalicona prepotencia creía a pie juntilla que las usurpaciones de la que estaba siendo objeto por parte de Bonaparte eran imposibles. Pero Napoleón, más realista que el estúpido rey había metido ya más de cien hombres en suelo español. El 22 de diciembre de 1807 entraba en nuestro territorio, sin previo aviso, el segundo cuerpo de observación de la Gironda y el general Dupont establece su cuartel en Valladolid. En enero de 1808 36


Marcey entra con treinta mil hombres más. En febrero llega Murat como general en jefe y representante directo de Napoleón. Sería estúpido pensar que lo que está pasado no es el principio de un final anunciado. Y Godoy, que es consciente de ello propone a los reyes la huída a las posesiones americanas quedando el príncipe Fernando como su representante más directo. El heredero finge aceptar pero ve el momento más oportuno para asentarle al favorito el golpe más directo y definitivo. Difunde la voz de que Godoy quiere que los reyes salgan de España para dejar paso libre a Napoleón. A mediados de marzo se produce la sublevación popular contra Manuel, perfectamente orquestada por la camarilla del príncipe de Asturias. El hecho ocurre en Aranjuez donde en esos momentos se encuentra la Corte. Todo estaba perfectamente preparado por sus enemigos: pasividad absoluta de la fuerza armada, libertad sin freno para aquellos que quieran asaltar y destruir…

Cuadro sobre el Motín de Aranjuez

Hoy sabemos que los enemigos de Godoy perfectamente arropados por la autoridad del heredero son los directores del montaje de Aranjuez, para lo que ha sido necesario pagar grandes cantidades de dinero a los asaltadores directos del palacio del Príncipe de la Paz, han quemado sus pertenencias y arrojado por las ventanas sus enseres en un acto de vandalismo y de odio sabiamente orquestado. Sería estúpido pensar que un simple motín callejero pueda tener éxito en una ciudad como Aranjuez tomada por el ejército y en la que está toda la Corte española. Por el contrario, hay que pensar que la camarilla del príncipe de Asturias hace tiempo que tiene todo en sus manos, perfectamente estudiado. Las turbas se dirigen al asalto de la residencia del Príncipe de la Paz. Vela la 37


guardia de Corps, que nada hace. Velan las demás tropas que patrullan por las calles y deja hacer. Vela la población asustada que se atrinchera en el interior de sus domicilios. Velan los revoltosos que van en busca de Godoy para arrestarlo. Así es como se entiende que pudieran llegar hasta las mismas puertas de su domicilio sin que nada ni nadie les impidiera cometer los desmanes que cometieron. La casa es asaltada y destruidos los enseres. Sólo la princesa de la Paz, que ya nada tiene que ver con el Príncipe, es respetada y puede salir libremente. Godoy no es encontrado y los asaltantes, sabiamente dirigidos, sufren una gran decepción. También los reyes creen que la habilidad del príncipe le ha salvado la vida. Nadie piensa que un pobre hombre, acobardado y temiendo por su vida se ha escondido en el último rincón del desván a la espera de una salvación que no se produce.

Monumento en Badajoz a Manuel Godoy

Nadie pensó que el hambre y la sed obligasen al hombre más poderoso de España a salir de su escondite y entregarse al primer soldado con el que se encontró, asustado, sucio y con las ropas desgarradas. Así pudo la gente darse el gusto de pasearle por el pueblo como si fuera una pieza de caza. No le mataron, como pudieron hacerlo si lo hubieran cogido en el momento del Motín, pero le empujaron, le pegaron, le insultaron y le hirieron tanto física como moralmente mientras le conducían hasta la presencia de su enemigo el príncipe heredero. Para su deshonra, el hombre poderoso de antaño es conducido hasta unas caballerizas y allí queda tendido, humillado sobre un montón de paja. 38


La caída de Godoy era esta vez irremediable y definitiva. La suerte de los reyes estaba en cierta manera unida a la del hombre al que habían protegido contra todo y contra todos. A Godoy se le pedía la vida, pero a Carlos IV se le pedía la corona. Y el rey, acobardado y falto de apoyos tuvo abdicar en su hijo. Pero el problema de España no era en esos momentos la vergonzante abdicación del rey en un personaje abyecto como lo era su hijo Fernando. El problema verdadero eran los planes de invasión del país por parte de Napoleón Bonaparte. Murat acababa de entrar en la capital del reino y pocos días después entraba el príncipe Fernando entre el fervor de la multitud que lo aclamaba como el Deseado.

Grabado del apresamiento de Godoy

A Napoleón, muy atento a los acontecimientos que se desarrollaban en España, no le convenía que nadie ocupase legítimamente un trono que había decidido usurpar. No quiso reconocer la abdicación y en una jugada perfectamente estudiada atrajo a Bayona a la increíblemente torpe familia real, teniendo el pueblo, desde ese mismo momento, que buscar por sí mismo la salvación. Godoy ya no piensa en ser rey, ya no piensa en ser príncipe ni duque. Sólo piensa en sobrevivir. También María Luisa, la reina, quiere que viva y se porta como lo que ha sido siempre con él: su verdadera amiga. Los enemigos del favorito, siguiendo el guión escrito hace tiempo, piensan que éste debe ejecutarse tal y como la habían planificado en el momento del Motín de Aranjuez. Ahora piensan que Godoy debe ser trasladado a Madri el mismo día en que Fernando entra triunfante por la Puerta de Alcalá. Para él significaría una muerte segura. Hubiera sido despedazado por la multitud enfebrecida que nunca le había perdonado sus triunfos. 39


Los ruego de María Luisa coinciden con las instrucciones de Napoleón, quien por humanidad o porque todavía cree que Godoy puede servirle en sus proyectos, ha encargado que se le respete. Interviene Murat y el favorito es rescatado y puesto a salvo en la ciudad de Pinto, para poco más tarde y con escolta militar, recorriendo media España y viajando de noche y de tapadillo, es llevado a Francia. Una vez en territorio francés tiene una entrevista con el Emperador, quien siente verdadera curiosidad por conocerle. Napoleón siente más respeto por quien se ha elevado a costa de su propio esfuerzo que por los príncipes de las casas reales en plena decadencia, seguramente porque veía en el extremeño su propia imagen de ganador, desde sus modestos orígenes, en un mundo de familias reales hereditarias y corruptas. Hundido, desorientado, preso de conveniencia, Godoy llega al fondo de su verdadera ruina política, mucho más que cuando estaba herido y humillado en el pajar de Aranjuez, firmando el convenio por el cual Carlos IV cedía el puesto a Napoleón para que mantuviese el orden en España y designase para sucederle al príncipe que tuviese a bien nombrar el emperador. Debía de ser Godoy quien certificase aquella renuncia de Carlos IV al trono de sus mayores en beneficio del extranjero.

Escultura de Martínez Giraldo en Badajoz bajo la que se pensaba enterrar los restos de Godoy

No vamos a contar aquí nuevamente las graves consecuencias que supusieron para España la invasión francesa, ni la heróica respuesta del 40


pueblo español para recuperar su soberanía. Si no teníamos ejércitos capaces de hacer frente a las aguerridas tropas francesas, sí teníamos un pueblo capaz de sacrificarse en aras de su libertad. Mucha sangre costó, pero España escribió nuevamente una página histórica de valor y entrega a unos ideales. Lástima que tanto sacrificio no fuera respaldado por un rey traidor y perjuro que una vez en el poder adjuró la constitución, masacrando y persiguiendo a aquellos que le habían rescatado el trono. Godoy, después de una forzada residencia en Pésaro, espera estar exiliado definitivamente en Francia. Nunca recobrará su poder político ni los títulos que le fueron arrebatados, más que un reconocimiento legal y tardío. Es un príncipe en el destierro que mantiene la protección de otros reyes destronados, con los que mantiene en su propia casa de Roma tertulias, pero del que nadie se acuerda, pese a sus grandes y reconocidos servicios a su patria, por muchas que sean sus equivocaciones. Cuenta la leyenda que pobre y abandonado, es un pobre viejo que pasea por las plazas de París contando a los muchachos viejas historias de su espléndida juventud, sin que estos le crean. Su dramática separación de su esposa, que le odia y que se ha queda a vivir en Madrid, la condesa de Chinchón y el posterior abandono de su amante y nueva esposa Pepita Tudó junto con los hijos que con ella había tenido, mancan la soledad de un hombre que había sido el más importante y con más poder de España.

Un recuerdo en su ciudad natal de Badajoz

En 1813, con cuarenta y cinco años, viviendo todavía en Roma cerca de los reyes de España que ya han cumplido los sesenta, Godoy es el niño preferido de los viejos monarcas. Lo que hubiera pasado pasó y 41


sólo queda un hálito de familia, de estar juntos, de comentar las cosa en común. Cuando hay que recordar las grandezas pasadas Godoy es el héroe, como así lo hacen saber los reyes de España, sus amigos de siempre y a los que siempre fue fiel servidor, tanto en los momentos de éxito como en los de infortunio. Nunca perdió la esperanza de recuperar su antigua grandeza, frente a la aceptación de sus soberanos que se sienten felices en su nueva situación. Pero los acontecimientos que se producen en Europa le van restando ilusión por un futuro cada vez más incierto. Las derrotas de Napoleón que empiezan en Bailén y siguen con las llamas de Moscú le llenan de incertidumbre. El declive es tan rápido que arrastra con él al único apoyo con el todavía podía contar el valido. Pero aún más penoso que la soledad en que se encuentra es la terrible persecución a la que le somete el nuevo rey de España. Fernando VII había consagrado a Godoy un odio sin tregua y siempre estaba al corriente de lo que éste hacía o deseaba frustrando siempre sus deseos. Su misma estancia en Roma es discutida por el rey felón que desea su expulsión del país. El Príncipe de la Paz ha dejado de existir. Sus títulos no le son reconocidos y sus numerosos bienes confiscados definitivamente por el nuevo rey. Su valor le es negado y es acusado de altas traiciones a su patria. Era un hombre lleno de vigor a sus cincuenta años pero estaba muerto en vida. Sobrevivía de la ayuda que le prestaban sus reyes y bienhechores que nunca le olvidaron pese a sus cortas disponibilidades económicas, y que ahora en la desgracia le querían y le admiraban mucho más que antes.

Grabado del gran Godoy

Era consciente de que con la desaparición de los reyes acabaría esa pobre ayuda que recibía y que a partir de esos momentos su desamparo aumentaría, mucho más cuando Pepita Tudó con la que se había casado después de quedar viudo, le había abandonado, quedándose con lo poco 42


que pudo salvarse en su salida al destierro. Sus conjeturas se cumplieron cuando en pocas fechas de diferencia murieron los reyes. Primero fue María Luisa, que le dejó en testamento todos sus bienes, aunque la férrea mirada de Fernando VII hiciera imposible que esto se cumpliera. Godoy la lloró, como no podía ser por menos, y su muerte le acarreó una grave enfermedad de la que tardó en salir. Poco después fallece el rey y el valido vuelve a enfermar, hasta el punto de que muchos piensan que también él está el borde de la muerte. Pero milagrosamente se repone y sigue en su desvalimiento y pobreza. Rechaza el refugio que le ofrecen en Inglaterra y sin otra cosa de más interés que hacer, ahora que han muerto los reyes y que ha buscado refugio en París tratando de pasar desapercibido entre la muchedumbre de los barrios humildes, se pone mano a la obra de escribir sus Memorias, en las que pretende defenderse de tantas ofensas recibidas, al mismo tiempo que trata de exculparse de sus posibles errores. En París, en el populoso barrio de la Ópera, en un cuarto piso de una casa en la calle Michodíère, vivió muchos años un viejecito de impoluta estampa, buena estatura y amable maneras. En los días de sol salía a pasear y se sentaba en los bancos de un hermoso jardín próximo a su casa donde se entretenía echándole migas de pan a los pajarillos que se acercaban a él sin temor, o se entretenía contemplando o hablando con los niños que se le acercaban, rememorando, tal vez, su niñez en una ciudad de Extremadura, rodeado de amigos y familiares. La gente le apreciaba porque sabían que aquel viejecito era español y vivía desde hacía muchos años en París, pero nadie sabía que aquel “señor Manuel” había sido un hombre importante. Estos últimos apuntes terminan cuando Godoy o el “señor Manuel” para sus vecinos parisienses tenía ya ochenta y tres años, muchos achaques y nadie que pudiera reconocerlo y testimoniar quién era en realidad. Tampoco en España, ahora gobernada por una nieta del rey que le había encumbrado, se acordaban ya de aquel hombre que había sido en otros tiempos el personaje que había regido los destinos de la nación. Todo era muerte a su alrededor: muertos estaban Luis XVI y su hijo al que Godoy quiso salvar de un futuro incierto. Muerto los reyes y muerto su gran enemigo Fernando, al que no le guardaba rencor. Muerto el gran Napoleón, una víctima de sus propias contradiciones y ambiciones desmesuradas. Muertas sus esposas y desaparecidos sus hijos que nunca quisieron saber nada de él. Francia había tenido después otros reyes que también habían muerto, una revolución en 1830 y otra revolución en 1848. Todo era diferente de sus mejores tiempos y nada comprendía ni le interesaba de los actuales. Todavía, antes de morir, tiene tiempo para saber que Isabel II, ahora reina de España, le ha rehabilitado de sus títulos y de su fortuna, pero 43


que no puede reclamarlas porque sus actuales dueños entablan un pleito tras de otro. Sus abogados le dicen que puede usar de nuevo su título de Príncipe de la Paz o el que le venga en gana, pero a sus años, qué le importa a este hombre viejo y cansado semejantes honores. Bastante tiene con vivir los días que le quedan y buscar la paz de conciencia que le ha faltado durante tantos años. Y un 4 de mayo de 1851, cuando acaba de cumplir los ochenta y tres años, aquel hombre que hacía amucho que había muerto para el mundo, deja esta tierra con la sencillez con la que había vivido sus últimos y largos años de expatriación. Es tan pobre, que no tiene dinero para su sepultura, por lo que es enterrado de pobre, hasta que un alma caritativa, sabiendo de la importancia de aquel pobre hombre hoy desconocido, decide pagarle una humilde sepultura en el cementerio de Père Lachaise, en donde para vergüenza de España y de Extremadura, aún se conservan sus restos.

Tumba de Godoy en el cementerio de Père Lachaise, de París.

El periódico Hoy, de Badajoz sin fecha que yo pueda reproducir, en un detallado artículo informa que los restos de Godoy serán repatriados a su ciudad natal para lo que el escultor Martínez Giraldo ha hecho una escultura que será montada en la plaza de Minayo, esquina con la de San Atón, en cuya base se piensan colocar los restos del extremeño de más alto rango que ha tenido Extremadura. Dicha inauguración se espera sea el día 6 de junio de 2008, año en que se conmemora el segundo centenario de la guerra de la Independencia. El proyecto cuenta con el acuerdo del Excmo. Ayuntamiento de Badajoz, la Diputación, Caja 44


Badajoz y el mismo Diario Hoy, quienes pretenden rescatar la figura de su paisano y que éste sea conocido por todos los extremeños. Magnífico deseo que hasta la fecha, 23 de diciembre de 2011, no hemos visto cumplido, alegando en otro posterior artículo que dicho traslado no se ha podido llevar a efectos porque se está buscando al propietario de la tumba, sin cuyo consentimiento nada se puede hacer. Esperemos que sea este el único escollo a salvar y pueda ser traido sus restos a Badajoz, tal y como era él manifestó en numerosas ocasiones. Que así sea. Ricardo Hernández Megías Madrid, 23 de diciembre de 2011

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