Villaes romanas

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Las “Villae” Romanas de Quintana de la Serena MANUEL LEÓN CÁCERES MARIA DEL CARMEN CARMONA BENÍTEZ

LAS ”VILLAE” ROMANAS DE QUINTANA DE LA SERENA

MANUEL LEÓN CÁCERES Mª DEL CARMEN CARMONA BENÍTEZ MUSEO DEL GRANITO Y C.I. DE HIJOVEJO, 2006

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INDICE 1.- PRÓLOGO.

4.

2.- INTRODUCCIÓN GENERAL. 3.- LA HISPANIA RURAL. 3.1.- POLITICA AGRARIA ROMANA.

7.

3.2.- LOS CENTROS DE PRODUCCIÓN AGROPECUARIA. “LAS VILLAE”.

11.

3.3.- CRONOLOGIA GENERAL.

14.

4.- ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE QUINTANA DE LA SERENA.

18.

4.1.- PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA.

18.

4.2.- CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN , PRINCIPALMENTE, POR TIERRAS EXTREMEÑAS.

25.

5.- SITUACIÓN Y ORIGEN DE QUINTANA.

30.

6.- LA CUESTIÓN DE “ARTIGI”.

34.

7.- LOCALIZACIÓN DE LAS “VILLAE”.

37.

7.1.- CONSIDERACIONES GEOGRÁFICAS.

37.

7.2.- PRINCIPALES ASENTAMIENTOS RURALES.

39.

7.2.1.- EN ELMARGEN IZQUIERDO DEL ORTIGA-CAGANCHA

41.

• EL ESPAÑAL

43

• LOS ARRAZAUCES

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• EL ARROYO ANGARILLA.

44.

• EL POZO DEL MORO .

45.

• LA PARED VENDIDA.

47.

• LA AGRARIA .

48.

• HIJVEJO-1.

51.

• HIJOVEJO-2 Y ZONA CIRCUNDANTE

55.

7.2.2.- EN EL MRGEN DERECHO DEL RIO. • LA ALBUERA.

58.

• LA REYERTA .

59.

• LAS CUMBRES .

59

• ZONA DE CIRCUNVALACIÓN Y ERMITA DE LOS MARTIRES.

59.

• EL BÓVEDA.

61.

• EL EGIDO DEL GRAVAMEN.

61.

• EL HORNILLO.

63.

• EL CAMINO DE LOS CASTILLEJOS.

63.

• CABAÑABANDERAS.

68.

8.- ACTIVIDADES AGROPECUARIAS.

69.

8.1.- CULTIVO DE CEREALES .

69.

8.2.- PRODUCCIÓN OLEICOLA .

71.

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8.3.- ACTIVIDAD VINÍCOLA.

79.

8.4.- HORTICULTURA.

80.

8.5.- GANADERIA.

82.

8.6.- APICULTURA Y ACTIVIDADES CINEGÉTICAS.

82.

9.- CONCLUSIÓN.

84

10.- DOCUMENTACIÓN Y BIBLIOGRAFÍA.

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1.- PRÓLOGO Este trabajo es el resultado de una ardua pero entusiasta labor de indagación en el pasado remoto de Quintana de la Serena y en su entorno más próximo. Nos hemos centrado, sobre todo, en la etapa romana y hemos retrocedido, e incluso hemos avanzado algo más cronológicamente, hasta encajar los descubrimientos arqueológicos que han tenido lugar en las últimas décadas del siglo pasado y primeros años del actual, tanto en nuestro término municipal como en sus alrededores. Para llevar a cabo esta tarea ha sido preciso combinar la investigación documental con el trabajo de campo, sin despreciar el testimonio oral de todas aquellas personas que podían proporcionarnos información, a las que queremos testimoniar nuestro agradecimiento por su colaboración y muy especialmente a Francisco Manzano Valor, a Raimundo Martín del Pozo, a Eugenio Hidalgo de la Cruz y a los hermanos Francisco y Manuel Murillo Blázquez por la ayuda que de ellos hemos recibido en la búsqueda de vestigios pertinentes para la realización de nuestro trabajo. Igualmente ha facilitado en gran medida nuestra labor todo el material arqueológico e informativo contenido en el Museo del Granito y en el Centro de Interpretación de Hijovejo, así como el libro de D. J. Casco Arias: “Geobiografía e Historia de Quintana de la Serena”. Deseamos que el contenido final pueda satisface a cuantos anhelan conocer el origen de nuestro pueblo y su contexto histórico, con especial interés en las nuevas generaciones, a las que queremos facilitar, principalmente, en su etapa formativa, documentación actualizada al respecto. Finalmente esperamos que esta obra sirva de incentivo para seguir reconstruyendo en un futuro próximo nuestra historia local.

LOS AUTORES

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2.- INTRODUCCIÓN GENERAL Los romanos en sus primeros tiempos fueron campesinos y pastores y si bien se lanzaron a la conquista del mundo conocido, construyendo un gran Imperio, nunca renunciaron de sus orígenes. Por ello, tanto como gustaban de las comodidades de la vida urbana, también supieron aprovechar y disfrutar las ventajas que la vida rural les reportaba. El interés romano en nuestra Península, no solo fue consecuencia de la rivalidad de Roma con los cartagineses por imponer su hegemonía en el Mediterráneo Occidental, sino también, de la necesidad de riquezas que la sociedad romana tenía en esos momentos y que Hispania podía proporcionarles. Diversas fuentes grecorromanas nos suministran información variada acerca de las condiciones medio-ambientales propias de la Península Ibérica. Así, el geógrafo griego Estrabón1 la describe de esta manera : “Iberia, en su mayor parte, es poco habitable, pues casi toda se halla cubierta de montes, bosques y llanuras de suelo pobre y desigualmente regado: la región septentrional es muy fría, por ser accidentada en extremo (....), la meridional casi toda ella es fértil (....)”. Estrabón asegura que la templanza del clima y las numerosas riquezas ibéricas, en especial las minas, fueron una de las causas primordiales que explican la llegada de los romanos. Plinio2 coincide con él, de forma general, en lo tocante a la presentación del medio ambiente y la climatología propia de Hispania; admite la pobreza de algunas regiones, alternado con la extrema riqueza de otras: “.... allí donde es fértil, produce en abundancia cereales, aceite, vino, caballos y metales de todo género (...), casi toda Hispania abunda en yacimientos de plomo, cobre, hierro, plata y oro”. Con respecto a la riqueza minera de nuestra región, desde épocas prerromanas, pero, sobre todo, romana cobró gran importancia la zona minera de Castuera, rica en galena argentífera (plomo y plata). También se encuentran coincidencias descriptivas en la obra de Pomponio Mela3, un gaditano que conoció bien las peculiaridades de la Hispania de su época, especialmente la falta de agua en ciertas regiones que: “....... vuelve al país pobre y estéril, aunque la mayor parte del territorio es fértil”.

1

ESTRABÓN. “Geographia”.Libro III. PLINIO. “Naturalis Historia”. Libros II, III y IV. 3 POMPONIO MELA. “Chorographia”. Libros I, II y III. 2

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La actividad agropecuaria en nuestra Península sólo fue posible una vez estuvo plenamente pacificada, y tras la construcción de una amplia red de calzadas que unían prácticamente todos los puntos del territorio conquistado, con lo que las zonas rurales dejaron de ser el mundo aislado que habitualmente habían sido hasta la llegada de los romanos. La tendencia a la ruralización se hizo más evidente en los tiempos finales del Imperio, cuando los ciudadanos acomodados tuvieron que soportar fuertes cargas fiscales en las ciudades, lo cual les animó a “huir” al campo, intentado de esta manera, eludir el pago de los impuestos.

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3.- LA HISPANIA RURAL

3.1.- POLÍTICA AGRARIA ROMANA La economía de Roma se basaba principalmente en la agricultura, y las características de la Península Ibérica encajaban perfectamente en esta orientación agrícola, por lo que, desde el principio de la conquista, Roma se preocupó de llevar a cabo una planificación agrícola que acompañase a la explotación minera. Al comienzo, la roturación y cultivo de las tierras conquistadas fueron realizados directamente por inmigrantes itálicos, que generalmente eran legionarios licenciados a los que se les otorgaban ciertos terrenos como pago extraordinario por servicios prestados en las legiones. Basándonos en la epigrafía funeraria podemos conocer la procedencia de algunos de estos personajes en nuestra comarca, así como el rango militar que llegaron a ostentar. Por ejemplo en la finca “Las Cumbres” muy próxima a Quintana de la Serena fue encontrada una estela4 de piedra granítica, redondeada por arriba y mutilada en su parte superior derecha, fechada probablemente a finales del siglo I o, bien en el siglo II, que hace referencia a un itálico: Servolus / G(ai) Deci / Italici / ser(vus) ann(orum) / LXXX h(ic) s(itus)/ e(st) s(it) t(ibi) t(erra) / l(evis) “Sérvolo, esclavo de Decio Gaio, Italico, de 80 años (de edad), aquí está enterrado, seáte la tierra leve”.

En Malpartida de la Serena hay constancia de “norbanos” procedentes de “Norba Caesarina” (Cáceres), fundada según proyecto de César con legionarios procedentes del norte de la península Itálica. Se trata de una lápida utilizada como dintel en la portada de una vivienda de la localidad.

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Referencia:CIL.02-07, 00928. Provincia: Baetica.

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En Monterrubio de la Serena se encontró la siguiente inscripción5 perteneciente a un militar: L(ucius) Pontius / L(uci) f(ilius) Pap(iria) / Aquila praetor(ianus) / c(o) hort(is) IIII / hic sit(us) e(st) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis). “Lucio Pontio Aquila, hijo de Lucio, tribu Papiria, pretoriano de la IV Cohorte. Aquí está enterrado, seáte la tierra leve”.

Y en Magacela, la de otro soldado. Esta lápida, actualmente está ubicada en los poyos exteriores de la ermita de los Remedios: (.......) Linius C(ai) / (filius) Gal(eria) Lupus / (mi)les leg(ionis) IIII / (M)ac(edoniae) eques / h(ic) s(itus) e(st) s(it) t(ibi) / t(erra) l(evis). “ (......) Linio Lupo, hijo de Cayo, tribu Galeria, soldado de la IV Legión Macedónica. Caballero. Aquí está enterrado, seáte la tierra leve”. Esta legión fue traída con ocasión de las Guerras Cántabras, con soldados de procedencia itálica y debió salir de la Península Ibérica en época de Calígula o Claudio6 con destino a Germania. Por la proximidad del hallazgo a “Metellinum” (Medellín) se podría pensar en su adscripción al territorio de esta colonia. Este soldado se establecería por aquí con motivo de su licenciamiento. La inscripción se podría fechar, por tanto en algún momento antes de la partida de la legión, pero seguramente con posterioridad al reinado de Tiberio7. Todos estos testimonios epigráficos evidencia la llegada y posterior asentamientos de legionarios, de procedencia fundamentalmente itálica, en la zona de Quintana y sus alrededores; terrenos a cuyo cultivo y explotación se dedicaron hasta su muerte. El sistema de reparto de tierras fue establecido por Mario que, en cierto modo, continuó la política agraria iniciada por los hermanos Graco. Reparto que César continuó practicando y que también se hizo después de él.

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Referencia. FE 00286=HEP-10, 00066= AE2000, 00736. Provincia: Baetica. ROLDAN. J. Mª. “Hispania y el Ejército Romano”. Salamanca. 1974. pp. 194-198. Y LE ROUX, P. “L´Armée Romaine et l´organisation des provinces iberiques d´Auguste a l´invasiion de 409” Paris. 1982. pp. 61-65 7 GAMALLO, J.L. y MADRUGA, J.V. “Nuevos Epígrafes Extremeños” Gerión nº 12, 1994. pp. 298299 6

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Al final de la República, en Hispania como en el resto de los territorios bajo dominio romano, se tendió a concentrar las tierras en manos de unos pocos propietarios, que las tenían como inversión rentable de sus capitales, pero no las cultivaban personalmente. Se desarrolló entonces un sistema de explotación agraria indirecta, que usaba mano de obra servil o bien, braceros libres8. De la utilización del sistema esclavista en las “villae” de nuestra zona de estudio quedan vestigios en las numerosas estelas funerarias encontradas en las proximidades de Quintana9, que por otra parte, también testimonian la consideración de que eran objetos algunos de estos siervos por parte de sus amos, con los que, incluso, llegaron en determinadas casos a compartir lápida10. Es lo que ocurre en la siguiente inscripción encontrada en Zalamea de la Serena: Maura Q(uinti) Valer(i) / serva ann(orum) XXI (¿) / h(ic) s(ita) e(st) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis) /Q(uintus) Valerius / Mode() ann(orum) LXXV / h(ic) s(itus) e(st) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis) / Nigrina Sen(l)/ tia ann(orum) L / h(ic) s(ita) e(st) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis) “Maura, sierva de Quinto Valerio, de 21 o 22¿? años de edad, aquí está enterrada, seáte la tierra leve. Quinto Valerio Mode () de 75 años, aquí está enterrado, seáte la tierra leve. Nigrina Sen(l)tia, de 50 años, aquí está enterrada, seáte la tierra leve.

Otras veces la epigrafía se refiere a personas que dejaron de ser esclavos; es decir, a libertos11, como la que recogemos a continuación: L(ucius) Heren/nius L(uci) l(ibertus)/ (.......... “Lucio Herenio, liberto de Lucio.................” En los casos en los que la explotación agrícola se llevaba a cabo utilizando hombres libres, los terratenientes propietarios de las fincas, las arrendaban para ser trabajadas. Así es como algunas comunidades indígenas que habían sido despojadas de sus tierras, se vieron obligadas, en algunas casos, a tomar en arriendo sus antiguas propiedades.

8

LÓPEZ SACO, J. “Economía rural en la Hispania romana: organización y explotación”. Universidad Central de Venezuela. Artículo en versión digital. pp. 5-8. 9 Referencia antes citada de la estela encontrada en la finca “Las Cumbres”. 10 Referencia CIL. 02-07, 00-915, CIL 02, 02356 Provincia Baetica. Zalamea de la Serena/Iulipa. 11 Referencia: CIL 02-07, 00911. Provincia Baetica. Zalamea de la Serena / Iulipa

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Cuando el propietario era el Emperador, los arrendatarios (“conductores”) contrataban con los procuradores imperiales, que en cada provincia o circunscripción eran los encargados de vigilar la explotación y la gestión de estos dominios y cuyo papel era sobre todo administrativo. De esta manera tomaban en arriendo, mediante un precio convenido, un territorio más o menos considerable. Los conductores a su vez utilizaban a los agricultores (“coloni”), que representaban la mano de obra propiamente dicha para realizar los trabajos agrícolas, y recibían de ellos, como pago, una parte de las cosechas, o bien la labranza de las tierras que los conductores se reservaban para explotación directa. Merece mención una forma particular de ocupación y explotación del suelo: “la enfiteusis”, especie de contrato que en principio tuvo por objeto el cultivo y aprovechamiento de las tierras primitivas, de propiedad privada de los Emperadores, pero más tarde se extendió a los territorios patrimoniales, a las tierras de la Iglesia y también de los particulares. Se trata de un arrendamiento a largo plazo, en el que los propietarios autorizaban a sus colonos la ocupación de las parcelas incultas para roturarlas; como recompensa se les concede el goce exclusivo de los frutos durante cierto número de años, después de los cuales daban un canon módico en especie. Se les otorga sobre esas tierras una especie de derecho real, pero revocable cuando dejan de cultivarlas durante dos años. Por otra parte, todo suelo provincial, aún el poseído por un ciudadano romano, debía pagar el impuesto territorial. El verdadero significado de éste, era recordar y señalar la propiedad o dominio del Estado sobre las tierras conquistadas. Los grandes latifundios, no siempre fueron terrenos unidos, sino que frecuentemente estaban formados por distintas propiedades diseminadas; y tampoco se explotaban de una forma unitaria. Pues como ya hemos podido comprobar por lo anteriormente expuesto, una parte se la reservaba el propietario para trabajarla a través de esclavos o colonos, y el resto, que era la mayoría, se hacía mediante contrato de arrendamiento. En contraste con este fenómeno de concentración agraria en manos de grandes terratenientes, también existían los pequeños propietarios, campesinos independientes, que, en general, no podían hacer frente a los impuestos, siempre en aumento, de un Estado que cada vez veía incrementar más sus gastos militares, por lo que se fueron arruinando y convirtiéndose, poco a poco, en colonos de los latifundistas, a los que estaban obligados a pagar, como ya hemos comentado a propósito de la “enfiteusis” un canon en especies y a realizar los “opera et iugera”, en la parte que el señor se reservaba para explotación directa, además de seguir labrando sus propias tierras12; las cuales como es fácil imaginar pasaban más tarde o más temprano a engrosar las posesiones de los grandes terratenientes.

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AA.VV. “Historia Universal”. Tomo 6. Roma. Editorial Salvat. El País. Madrid.2004. pp 497 y ss.

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Durante los primeros siglos de nuestra era, la paz augusta trajo consigo la prosperidad y el desarrollo de las fuentes de riqueza naturales de Hispania. Se pasó de una economía campesina, característica de la primera fase de la República, a la de grandes terratenientes que explotaban sus extensas fincas en la Bética, en el Levante, o en la Cuenca del Tajo, (las zonas más fértiles de la Península Ibérica). Este tipo de economía supuso también un cambio en los cultivos, disminuyendo el de cereales y aumentando el de la vid y el olivo, que eran productos más rentables. A partir del siglo III d. C. comienza la gran crisis agrícola del Bajo Imperio, debida fundamentalmente al abandono progresivo de las tierras como consecuencia de la grave crisis interna que sufría el Imperio.

3.2.- LOS CENTROS DE PRODUCCIÓN AGROPECURIA: LAS “VILLAE” Diferentes estudios de la Antigüedad13 nos han dejado en sus escritos recomendaciones sobre las características que debían reunir las fincas rústicas, para ser consideradas buenas fincas, e igualmente consejos sobre cómo debían estructurarse arquitectónicamente. La “villa” fue una institución implantada por la política agraria de los romanos en todo el Occidente, cuyo principal destino era el de ser un casa de labor; por lo que su construcción requería que las tierras fueran de gran calidad y que los núcleos urbanos próximos demandasen alimentos en cantidad suficiente como para justificar su aparición. Si no había ciudades en sus inmediaciones, debían alzarse en las cercanías de importantes vías de comunicación, para poder comerciar cabalmente sus productos. El concepto de “villa” implica tres nociones importantes: la primera se refiere a la existencia de una estructura de habitación; la segunda a la de un territorio de explotación anejo y siempre de carácter rural y la tercera a la necesidad de la red viaria romana que proporcionaría la infraestructura adecuada para el desarrollo de este tipo de explotación agrícola, facilitándole el acceso de gentes y bienes, al tiempo que también le permitía la salida de los excedentes de producción hacia otros lugares y centros comerciales. Considerada como estructura de habitación, podemos distinguir a su vez en ella tres partes; dos hacen referencias a lo arquitectónico y la tercera a la explotación de la tierra.

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CATÓN. “De Agricultura”.

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La Villa Urbana era la parte arquitectónica esencial, también denominada “Pars Dominica”. Estas dependencias señoriales se articulaba en torno a un gran patio o “Peristilo” que era porticado y que podía tener diversas formas: semicircular, octogonal o rectangular; en él existía normalmente un estanque de agua en su parte central. Las diferentes habitaciones de la casa giraban alrededor de este patio. Entre ellas, las más importantes eran: el “Oecus” (sala de recepción o gran salón); el “Triclinium” (comedor), y los “Cubicula” (dormitorios). Podían tener también termas, sistemas de calefacción e incluso suntuosa decoración a base de mosaicos, estatuas, mármoles, pinturas murales, etc., dependiendo de la riqueza de sus propietarios. En la zona de Quintana de la Serena, cerca del Arroyo de la Albuera han sido encontradas dos hermosas basas de columnas graníticas, así como restos de teselas de mosaicos. Y no muy lejos de este lugar, en la Reyerta, otra basa similar a las anteriores. Todo ello podría pertenecer a la “Pars Dominica” de una villa romana. También junto al Yacimiento Arqueológico de Hijovejo han aparecido numerosos restos arquitectónicos labrados en granito o bien en mármol, entre ellos un prisma de granito “Gris Quintana” con los genitales masculinos gravados en bajo relieve en uno de sus lados.

Genitales masculinos en bajo-relieve

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Asimismo, varias columnas y antiguas cimentaciones aprovechadas por el actual propietario para la edificación de la vivienda, y un gran pozo empedrado, que es conocido en la localidad como “El Pozo del Tesoro”. Todo lo cual denota cierta suntuosidad, que contrasta con la austeridad de las instalaciones del recinto fortificado, por lo que muy bien podría tratarse de la residencia señorial de esta fortificación, cuando se transformó en “villa”.

Columnas procedentes de la “villa” de Hijovejo-1

La Villa Rústica, denominada igualmente “Pars Frumenaria” era la que acogía las arquitecturas propiamente agrarias: cuadras, graneros, almacenes, almazaras, hornos y viviendas de los esclavos y campesinos. Por los vestigios arqueológicos encontrados en gran parte de las antiguas villas hispanorromanas, sabemos que si bien su finalidad era eminentemente agrícola y ganadera, también solían disponer de todo tipo de talleres, dedicados a la fabricación y/o reparación de los útiles más diversos: cerámicos, de fundición de metales, de vidrio, etc. Por lo que muchas de ellas debieron llegar a ser importantes centros de poder, enmarcadas en el medio rural, que tendían a ser autárquicas. La mayoría de los hallazgos encontrados en el término de Quintana de la Serena, a ambos lados del río Ortiga son restos de la “Pars Frumentaria” de algunas villas romanas; al menos es lo que podemos deducir de ellos, dado el actual estado de conservación y conocimiento que de los mismos tenemos.

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En tercer lugar, el Fundus correspondería a la propiedad trabajada; es decir, a la parte explotada: tierras, bosques, aguas, etc. Su extensión podría oscilar entre 5001000 hectáreas en las grandes “villae”; entorno a 30 hectáreas en las de mediano tamaño, o bien no llegar a las 3 hectáreas en las de tipo familiar. El núcleo poblacional de Quintana de la Serena estuvo en la Antigüedad rodeado de extensos “fundi” ocupados por dehesas, de las que, por el lateral izquierdo quedan grandes extensiones de encinares en las zonas de “La Pared” y el “Chaparral”, y por la derecha, a modo de circunvalación del actual término, éstos se localizan en las zonas de “Badija”, “El Chantre”, “El Coto”, y “Las Cumbres”. Finalmente, antes de terminar este apartado, conviene recordar –siguiendo a Varrón - los tres elementos constitutivos o “instrumenta” de toda explotación agraria: 14

1º.- El “instrumentum vocale” que sería el propio trabajador libre o esclavo. Se incluirían también los jornaleros que, aunque fueran pequeños propietarios, podían prestar su trabajo y ganar un jornal en las explotaciones de algún latifundista. Incluso, pertenecían también a esta categoría los deudores respecto al propietario, con el que podían saldar sus deudas mediante el trabajo. En 2º lugar, el “instrumentum semivocale”, que lo constituirían las bestias usadas en la explotación, bien fuera como animales de tiro en las labores agrícolas o como productos ganaderos. Y en tercer lugar, el “instrumentum mutum” que serían los aperos de labranza.

3.3.- CRONOLOGÍA GENERAL DE LAS “VILLAE” Desde finales del siglo I a. C y durante el siglo I d. C. se dan los primeros asentamientos rurales entorno a las ciudades, comenzando por la zona de Levante y Sur de la Península Ibérica, y extendiéndose posteriormente hacia el interior. Estas explotaciones agrícolas estaban en manos de los grupos dirigentes que durante la República y el Alto Imperio, las explotaban, como ya hemo visto, principalmente a través del sistema esclavista, y en las que no solían residir los dueños que preferían estar ocupados en su ascensión política dentro de la ciudad (“cursus honorum”). En estos casos, las “villae” sería más bien granjas, es decir, constarían de “pars frumentaria” y “fundus”, sin tener “pars dominica” o residencia señorial.

14

VARRÓN. “De Re Rustica”. Libro I. pp. 12 y ss.

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A esta época pertenece el asentamiento rural que ocupó, al menos parcialmente el recinto fortificado de “Hijovejo-1” en el siglo I d. C., tras dejar de cumplir su misión defensiva. Esta “villa” llegaría a contar también con la parte señorial, por los hallazgos arquitectónicos –comentado anteriormente- localizados muy próximos al recinto. E incluso es posible que esta parte perdurara habitada más tiempo que la torre fortificada, en cuya entrada fue localizada una pequeña sepultura de una niña fechada en el siglo III d. C., cuando, con toda probabilidad, el recito ya había sido abandonado. Desde mediados del siglo I d. C. pero, principalmente en la centuria siguiente, tuvo lugar un gran desarrollo económico, que propició la construcción de numerosas “villae”. A partir de estas fechas es cuando estos asentamientos agrícolas proliferan por la Lusitania y también por nuestra comarca, cuya parte occidental está incluida en dicha provincia. El siglo III d. C. es de una gran inestabilidad interna en todo el Imperio Romano. Se producen las primeras invasiones bárbaras, hecho que provoca una fuerte crisis económica y el consiguiente empobrecimiento de la sociedad. Hispania sufre en esta época la invasión de los pueblos francos y alemanes que ocasionan una oleada de destrucción en las ciudades, y en el campo, el abandono progresivo de las explotaciones agrarias; ello ocasiona la reducción de los cultivos y el cierre de ciertas rutas comerciales. Ante esta situación, los colonos únicamente producían lo necesario para su propio consumo y el pago al dueño de la tierra. No obstante, en el siglo IV d. C. tiene lugar una revitalización de la actividad rural. En esta época, el endurecimiento del sistema tributario estatal, necesario para asegurar el mantenimiento del aparato burocrático y militar, supuso una carga especialmente dura para los miembros de la Curia o Senado Local, ya que el Estado los hacia responsables de las anomalías que se produjeran en la recaudación de tributos. Ante tal situación, los curiales, lejos de estimar su puesto como un honor, lo consideraban como una pesadísima carga, de la que intentaban huir en la medida de lo posible. Por ello y para evitar el absentismo en los cargos públicos, muchos se convirtieron en obligatorios e incluso hereditarios15 En general, la aristocracia urbana, al refugiarse en sus posesiones campestres, se transformó en latifundista, ocasionando un fuerte proceso de ruralización de la sociedad del momento. Por otra parte, la creación de grandes propiedades produjo diversas clases de latifundios: unos privados, otros imperiales y, a finales del Imperio, también eclesiásticos. Muchos de estos últimos fueron donados por los Emperadores y particulares a la Iglesia, sobre todo a partir de Constantino. En definitiva, este neolatifundismo, típico del Bajo Imperio, sería el preludio de las futuras fórmulas feudales16.

15 16

AA.VV. Opus cit. pp.500-501 AA.VV. Opus cit. “Estructura Política y Administriva de Roma”. pp. 485

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En el siglo V d. C., tras la segunda oleada de invasiones, y una vez desmantelado el Imperio, en el campo no se constata que tuviera lugar un cambio brusco, ni tampoco interrupción alguna de la actividad agrícola. Quizás, esto se deba a que el asentamiento de suevos, vándalos y alanos el año 414 se hizo en las ciudades y no en las “villae”, por lo que los propietarios de las mismas siguieron siendo los hispanorromanos que no tuvieron que abandonar su trabajo17 El momento final de las mismas es un proceso difícil de determinar, puesto que no terminaron bruscamente; unas desaparecieron a lo largo del siglo V d. C., mientras que otras perdurarían durante el siglo VI d. C., en el que aún seguía existiendo una gran actividad agropecuaria. Durante la Antigüedad tardía se van poniendo las bases de la situación económica, social y política de la época hispanovisigoda. Algunas de las “villae” que perduraron sufren una transformación y llegan a convertirse en centros de culto18: iglesias y monasterios. Por esta razón es frecuente encontrar junto a los restos de estas explotaciones rústicas, los cimientos de lo que debieron ser ermitas o pequeñas iglesias romanovisigodas con necrópolis coetáneas, formadas por sepulcros antropomorfos excavados en la roca granítica del lugar, o bien con sarcófagos del mismo material. Concretamente en los alrededores de Quintana de la Serena se localiza un número bastante representativo de estas necrópolis tardorromanas, y algunos sarcófagos.

Sarcófago tardorromano reutilizado como pila

17

ARCE, Javier. “Las Villae en la Hispania Tardorromana”. Contribuciones y discusiones sobre transformación y problemas del territorio en Hispania durante la Antigüedad tardía. A iniciativa del Institut d´Arqueologia i Estudis del Mónc Antic de Tarragona. 1.998. 18 RIPOLL, Gisela. “El final de las Villae Romanas en Occidente”. Idem

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En general en nuestra zona de estudio no tenemos noticias que testimonien la existencia de un abandono definitivo de las explotaciones agrícolas romanas más bien parecen haberse mantenido hasta enlazar con el sistema feudal, en el que confluirían las relaciones de arrendamiento típicas de la “enfiteusis” (colonato), con las del vasallaje, y cuya confluencia sería una de las características de la estructura social del mundo germano.

De todos modos, debido a la ocupación musulmana de la Península Ibérica, en ella el sistema feudal no llegaría a manifestarse nunca con toda su pureza.

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4.- ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE QUINTANA DE LA SERENA 4.1.- ETAPA PRE Y PROTOHISTÓRICA EN NUESTRA ZONA El conocimiento de la Prehistoria en nuestro entorno es escaso y fragmentado. Del Paleolítico, hasta ahora, no hay noticias. Del Neolítico se baraja la hipótesis reciente de fechar en él los menhires; de llegar a verificarse tendríamos de esta época el impresionante menhir, en material granítico, de cerca de dos metros de alto, por casi otros dos de circunferencia en su parte más ancha, localizado hace pocos años en la finca “El Españal”, del término de Quintana. Este menhir, en la actualidad, se encuentra expuesto en el Museo del Granito de esta localidad.

Menhir

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Con respecto al Calcolítico, Ortiz Romero sostiene que por La Serena aparecen pequeños poblados amurallados, como el de la “Sierra de los Pinos” (Castuera), junto a otros que se sitúan en terreno fértil o próximos a minas de cobre, lugares de fácil acceso pero con gran dominio del medio circundante. Este es el caso de la “Malena” (Castuera) o “Valdevíboras”19 (Quintana de la Serena), en este último hay constancia de un asentamiento de esta época por lo restos que allí se han localizado: una azada de cuarcita, un hacha bifaz, y abundantes ripios; pero aún está escasamente investigado. Como muestra del Megalitismo en la zona tenemos los dólmenes de Magacela y el de “Sierra Gorda”20, en Valle de la Serena.

Dolmen de Magacela

19 20

ORTÍZ ROMERO, P. “Carta Arqueológica de la Serena” 1985. Inédita pp. 59-64 y 293-295. Ibidem. pp.73-75.

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De la etapa Calcolítica –Edad del Bronce se conservan en la Serena un nutrido grupo de pinturas rupestres esquematizadas, localizadas en pequeños abrigos de la Sierra de Castuera y Cabeza del Buey, Sierra de San José (Quintana de la Serena), y en Magacela; que en opinión del citado autor podrían relacionarse con elementos culturales del Mediterráneo.

Pinturas calcolíticas, de carácter esquemático, de la Cueva de San José

Muy importante en la zona es el periodo denominado Bronce Final, de clara raigambre tartésica, con muestras como las numerosas estelas decoradas21, fechadas a partir de los siglos X-IX antes de Cristo, y pertenecientes al periodo geométrico del mundo tartésico, el cual estaría comprendido entre el 1.200 y el 750 a. C. aproximadamente. Estas estelas son auténticos monumentos en piedra y suelen llevar grabados, en una de sus caras, una serie de motivos iconográficos sobre la cultura material de la época. Sobre ellas se manejan dos teorías: o bien son hitos en las rutas internas del territorio, o se trata de estelas funerarias. En la zona de “La Reyerta” de Quintana de la Serena, fue localizada una de ellas. Es de granito y presenta como motivo central un escudo formado por tres círculos concéntricos, con escotadura en forma de “V” y jumbo central. Para su realización, el grabador tuvo que llevar a cabo un trabajo previo, rebajando la piedra hasta conseguir que el escudo apareciera en relieve. En la parte superior de la estela se representa una espada con fíbula y un elemento exótico: el carro, llegado desde el Mediterráneo a lo largo de los siglos VIII y VI a. C. Es de forma esquemática con dos líneas en forma de “V” invertida que remata en dos ruedas.

21

CELESTINO PÉREZ, S. “Las Estelas Decoradas del SW Peninsular” en VELÁZQUES, A. et alii “La Cultura Tartésica y Extremadura” Cuadernos Emeritenses, 2 (Museo Nacional de Arte Romano. Mérida). 1990. pp 45.62.

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Esta estela se encuentra actualmente expuesta en el Centro de Interpretación del Yacimiento Arqueológico de Hijovejo.

Estela funeraria

El principal interés de la misma reside en la importancia que cobra la Comarca de la Serena como territorio estratégico en la Protohistoria del suroeste, en un área de contactos culturales desde el Bronce Final. La existencia de esta estela contribuye a consolidar una propuesta de dispersión de las estelas que traslada los núcleos del Zújar y NW de la provincia de Córdoba hasta la zona del Guadiana por el interior de la Comarca de la Serena. Otras parecidas son las de Cabeza del Buey, Cancho Roano, Magacela, etc., en las que aparece la figura humana en forma esquemática, ocupando un lugar central, rodeada del escudo y otros elementos. La II Edad del Hierro se presenta muy rica en nuestra comarca, con un número importante de núcleos fortificados, localizados en terrenos elevados, relacionados con una economía pastoril y minera, por ejemplo los de la zona de Castuera, que sabemos fueron explotados desde época prerromana; o bien fundamentalmente agropastoril como el situado en el cerro de “La Dehesilla” próximo a Quintana.

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Esta localidad y su entorno comarcal corresponderían a la Beturia Túrdula prerromana, lugar fronterizo entre los celtas del norte y los turdetanos del sur, en la que no fue tan acusado el proceso de celtización22 que sufrió la región extremeña tras la crisis de la cultura tartésica en los siglos VI-V a. C., puesto que a la actual Comarca de la Serena llegaba de un modo claro el influjo del Valle del Guadalquivir; una muestra señera de ello sería el Santuario de Cancho Roano, de estructura arquitectónica emparentada con la zona siria y en el que han aparecido “kilos” griega y otros objetos procedentes de Oriente Próximo y Egipto23. Los yacimientos arqueológicos de “La Mata” (Campanario) y el mencionado de “Cancho Roano” (Zalamea de la Serena) pertenecen al periodo orientalizante del mundo tartésico, así denominado por ser el momento en que esta cultura se impregna de elementos provenientes de los contactos orientales, principalmente fenicios y foceos. Esta época estaría comprendida entre el 750 y el 350 a. C. El yacimiento de “La Mata” parece ser más bien un edificio residencial, perteneciente a algún personaje de élite en la zona. El de Cancho Roano está situado en la orilla izquierda del arroyo Cagancha, muy próximo al término de Quintana de la Serena; está fechado entorno a los siglos VII-IV a. C., y debió tener una gran relevancia en su época. Las excavaciones efectuadas en el mismo han permitido constatar que el complejo monumental que hoy apreciamos se había levantado sobre dos edificios más antiguos. Su función es doble, por un lado residencial y por otro de carácter religioso; de ahí su nombre de Palacio-Santuario de Cancho Roano.

Yacimiento orientalizante de Cancho Roano

22

CASTAÑO FERNANDEZ, A.”Los Nombres de La Serena”. Estudio de Toponimia Extremeña. Editora Regional de Extremadura. Badajoz. 1998. pp. 27 23 CERRILLO y MARTÍN DE CÁCERES, E. “El Tiempo Pre y Protohistórico” en Histora de Extremadura. Tomo I. La Geografía y los Tiempos Antiguos. Badajoz. Universitas. 1985. pp 88 y 92-94

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No cabe duda que, ante el evidente carácter sagrado del complejo, sus excavadores24, no pudieron por menos que preguntarse a que divinidad estaría dedicado, en cuyo culto el agua debió ocupar un lugar primordial por la importancia que en el edificio se le daba. Para ellos se trataba de una diosa funeraria, no curativa del cuerpo, sino más bien acogedora de la muerte y prometedora de una resurrección. Este convencimiento les llevó a inclinarse por ATAECINA que es una de las muchas divinidades prerromanas, de origen celta, y que gozó de una gran devoción por tierras extremeñas; prueba de ello es el gran numero de aras votivas dedicadas a esta diosa que se han encontrado en nuestra región, con inscripciones latinas que nos permiten fecharlas entre los siglos I-III d.C. Este hecho demuestra la coexistencia armónica en la Península Ibérica, tras la romanización, entre la cultura latina y la religiosa indígena. Ataecina tiene las mismas o parecidas funciones que la Perséfone griega o la Proserpina latina, con la que aparece sincretizada como Ataecina-Proserpina. Así aparece en el caso de la inscripción encontrada en el pantano de ese mismo nombre en Mérida, a cuya diosa estaría seguramente consagrado, por la clara vinculación que este tipo de divinidades, como ya hemos señalado, tienen con el agua. También tendrían relación con los ciclos anuales de vida y muerte, con el eterno cambio periódico de las estaciones. Su lugar central de devoción fue Turóbriga o Turibriga, de ubicación incierta: Talavera de la Reina, Cabeza del Buey, Bienvenida etc. Pero donde se han encontrado el mayor número de dedicatorias a esta diosa (15 de las 36 reconocidas) es en la ermita visigoda de Santa Lucía del Trampal, en Alcuéscar (Cáceres), evidentemente levantada sobre un antiguo santuario de Ataecina. Con esta divinidad se relaciona un árbol característico de los cementerios: el ciprés; además suele estar simbolizada por un animal: la cabra, de la que han aparecido numerosos exvotos de bronce25 a ella dedicados. Retomando lo concerniente a Cancho Roano, este santuario debió ser destruido por un gran incendio, posiblemente intencionado, que podría haber tenido motivaciones rituales. Cuando ello ocurrió, sus elementos sacros - que se echaron de menos entre el material puesto al descubierto con las excavaciones- se pasaron a otros lugares de culto. Uno de ellos pudo haber sido la “Cueva del Valle” (Zalamea), también muy próxima a la zona de Hijovejo, en Quintana, que de este modo se convertiría en el segundo lugar de devoción indígena importante de estos contornos.

24

MALUQUER DE MOTES, J. Y PALLARÉS, Ramón. “El Palacio-Santuario de Zalamea de la Serena. Badajoz (Extremadura)”. Barcelona. Nacrem. 1981. pp. 21 25 ABASCAL PALAZÓN, J.M. “Ataecina”. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Alicante. 2005. pp. 53-60.

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De este santuario rupestre se conservan algunos restos. En él se han localizado numerosos exvotos que representan, principalmente, figuras femeninas y algunas masculinas. Están fabricadas en terracota, sumamente toscas pero, a pesar de ello, huecas por dentro, lo que denota una cierta laboriosidad en su realización; una de ellas ha sido localizada en las inmediaciones de Quintana, en una finca rústica, próxima a la carretera que une esta localidad con Valle de la Serena. Dentro de la Cueva también se han encontrado vasos votivos, lucernas etc. El santuario contaba con ciertas escaleras y unas cavidades para el agua lustral, sin embargo no se ha podido conocer con certeza la divinidad a la que estaba dedicado; lo más seguro es que se tratase de un culto indígena, posteriormente romanizado, como lo demuestra la inscripción grabada en la pared de un pequeño abrigo, la cual hace referencia al voto que hizo “Quintus Cornelius Quartio” a “Iuno” o a “Iuppiter”, divinidad , en cualquier caso, relacionada con la mitología romana y perteneciente a la Tríada Clásica, que por tener su templo en el Capitolio, era conocida con el nombre de “Triada Capitolina”, formada por Júpiter, Juno y Minerva. Un tercer elemento relacionado con el culto, en nuestra zona de estudio, lo constituye un ara votiva anepígrafa, de material no granítico, perteneciente a la época romana, que fue localizada en “Los Campillos”, no lejos de otros restos arqueológicos coetáneos, pertenecientes a un asentamiento rural, tipo “villa”. Esta especie de altar para las ofrendas estaba relacionado con el culto doméstico que los romanos practicaban a sus difuntos (“manes”), a los dioses protectores del hogar (“lares”) y del territorio (“penates”). En la actualidad se encuentra en el Centro de Interpretación de Hijovejo, donde puede contemplarse.

Ara Votiva Romana

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4.2.- CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN POR TIERRAS EXTREMEÑAS La Segunda Guerra Púnica fue el motivo directo de la presencia romana en la Península Ibérica. Publio Escipión llegó como general romano en el año 218 a.C. Él y su hermano conquistaron Sagunto en el 212 a. C., pero ambos murieron en combate en el 211 a.C. A los Escipiones se atribuye la fortificación de la primera gran plaza fuerte en Hispania: “Tarraco”, actual Tarragona. En el 211 a. C. Publio Escipión Africano fue elegido por el pueblo procónsul en Hispania, tras la muerte de su padre y su tío. Conquistó la capital militar y económica de los cartagineses: “Carthago Nova”, actual Cartagena. En el 206 a. C. con los veteranos heridos en combate fundó “Itálica”, cerca de “Hispalis”, la actual Sevilla, a la orilla derecha del río Guadalquivir, sobre un asentamiento indígena. En origen fue un “oppidum civium romanorum” que se transformó en colonia en época del Emperador Adriano. En el 202 a. C venció definitivamente a Aníbal en Zama, en el norte de África; este triunfo le valdría el sobrenombre de “El Africano”. Con él concluyó la Segunda Guerra Púnica entre Roma y Cartago, en la que uno de sus principales escenarios había sido la Península Ibérica, que a partir de entonces quedaría abierta al dominio romano. Si bien, en las tierras Béticas de la Hispania Ulterior, la conquista romana se realizó de una forma estable y duradera, con lo que la romanización fue una tarea fácil, al norte de Sierra Morena no ocurrió lo mismo. El contacto militar de nuestras tierras extremeñas con Roma se inicia entre los años 155 al 152 a. C., al levantarse en armas los lusitanos y vetones contra las legiones invasoras. Ambos controlaban la zona entre el Tajo y el Guadiana, y desde allí atacaban esporádicamente los territorios más al sur, ocupados por los romanos. Las campañas de los pretores Sulpicio Galba y Licinio Lúculo, aunque estabilizaron momentáneamente la situación, ocasionaron una sublevación más amplia y mejor dirigida. Al entrar en escena Viriato, nuevo jefe de los lusitanos, extendió sus correrías hasta el sur de la Península, derrotando en el 140 a. C. al cónsul Fabio Máximo Serviliano, y obligándole a firmar un tratado de paz en el que se le reconocía como “amicus populi romani”. Posteriormente, el nuevo cónsul, Servilio Cepión no aceptó el tratado y hostigó a los lusitanos y a sus aliados vetones, fortificando la vía de penetración con una serie de campamentos, entre otros, “Castra Servilia”, en el 139 a. C., muy próximo a la actual ciudad de Cáceres. Viriato entabla negociaciones, enviando tres emisarios: Audax, Ditalcón y Minuros, que son sobornados por el cónsul romano y le asesinan. Estos al volver al campamento romano para reclamar su recompensa, Cepión los recibe con la frase tan famosamente popularizada “Roma no paga traidores”, (pero de la que textualmente como tal no hay constancia documental), y los manda asesinar.

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Al desaparecer la figura de Viriato, los lusitanos terminaron sometiéndose. Sin embargo, la definitiva pacificación de las tierras lusitanas no se produjo hasta el siglo primero antes de nuestra era, con ocasión de las Guerras Sertorianas (83-72 a. C.). Quinto Sertorio, seguidor del partido democrático de Mario, contó con el apoyo de gran parte de los habitantes de Hispania, estableciendo su base de operaciones en la Lusitania, lo que le convirtió en un auténtico monarca, rebelde al poder romano. Sus victorias militares hicieron de él un personaje casi mítico contra el que nada podían hacer los ejércitos enviados desde Roma. Para someter al proscrito Sertorio, el dictador romano Sila envía a la Península a Quinto Cecilio Metello. Éste creó un conjunto de plazas fuertes para dar cobertura a su avance, las cuales constituyeron un efectivo “limen” (frontera) entre los territorios más romanizados al sur del río Anas (Guadiana) y los menos romanizados al norte. Estos enclaves estratégicos los distribuyó Metello en un eje vertebrador de sur a norte, comenzando por la Campiña Sur Pacense, entorno a la actual Azuaga, y fortificando posteriormente la parte central de la Serena, con un número considerable de recintostorres, de los que han sido identificados unos 32. Todos ellos dependientes de un “Oppidum” de rango superior que sería, posiblemente, Magacela. Entre ellos se encuentra el de “Hijovejo-1”, en Quintana de la Serena, cuya primera fase de construcción data del primer cuarto del siglo l a. C. La ubicación de estos recintos y su dispersión por toda la comarca tendrían como finalidad el control de la zona central del territorio, de gran interés por su riqueza en minas, principalmente las de plomo argentífero de Castuera, y también por ser un enclave privilegiado y decisivo por el que se accede al Valle del río Anas , tanto desde la Meseta como desde la Bética. Estas fortificaciones suelen ser de forma cuadrangular o rectangular, de pequeñas dimensiones, localizadas en afloraciones graníticas, como en el caso de “Hijovejo-1”, o en la cima de pequeñas colinas, como “Cañabanderas”. Otros suelen estar próximos a zonas de paso, vías de comunicación y cauces fluviales, como “Hijovejo-2” y el del “Egido del Gravamen”; el primero junto al arroyo Ortiga, el segundo, próximo a la confluencia de pequeños arroyos. Todos comparten una misma técnica constructiva, de tipo ciclópeo, a base de enormes bloques de cuarcita o granito, apenas trabajados y unidos sin argamasa, simplemente, calzados con ripios. Esta línea de construcciones defensivas continúa con el oppidum de “Metellinum” (Medellín), que debe su nombre a Quinto Cecilio Metello, quién la fundó en torno al año 79 a. C. Originariamente constituyó la guarnición militar más importante de todas y posteriormente el Senado la elevó a la categoría de Colonia, apareciendo en los textos clásicos como “Colonia Metellinensis”.

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Las fortificaciones continúan en la provincia de Cáceres, con campamentos avanzados como el de “Castra Caecilia”, localizado a unos dos kilómetros y medio al NE. De la actual Cáceres, y el de “Caelinicco” o “Vicus Caecilius”, cerca del Puerto de Béjar; ambos también fundados por el propio Metello hacia el año 78 a. C. A la muerte de Sila, y para reforzar las acciones de Metello, el Senado romano envió a la Península a Pompeyo, que fundó en el 75 a. C. “Pompaelo” (Pamplona). Al final, Sertorio acabó siendo víctima de una conjuración en la que fue asesinado. Tras su muerte, en el año 72 a. C., las tierras lusitanas quedarían definitivamente incorporadas al dominio romano. César continuó en nuestra región la fundación de colonias, algunas con elementos indígenas, como lo atestiguan ciertos topónimos, por ejemplo “Iulipa”, actual Zalamea de la Serena, cuyo término está compuesto por la raíz “Iuli” que proviene de “Iulius” y del sufijo “-pa” de procedencia prerromana. Estaríamos, por tanto, ante una de las fundaciones de tipo mixto que César llevó a cabo, como compensación al apoyo que algunos pueblos indígenas le prestaron en su lucha contra los partidarios de Pompeyo, los cuales se habían refugiado en nuestra Península. Esta modalidad de colonia contribuyó a mezclar la población autóctona con la romana, favoreciendo con ello el proceso de romanización. También tiene relación con César la fundación de “Norba Caesarina”, actual Cáceres, atribuida a Cayo Norbano Flacco, entorno al año 35 a. C., que fue administrador de las provincias hispánicas del 36-24 a.C. Parece ser que éste, según la opinión de algunos, hizo realidad un proyecto de César, por lo que la colonia se llamó “Caesarina”. Cayo Norbano Flacco era consuegro de Lucio Cornelio Balbo, el cual la destinó a residencia de descanso de sus legionarios. De éste se conserva una inscripción, con todos los honores laureada en el despacho de la alcaldía de la ciudad, conteniendo las siguientes letras y renglones: CORNELIO . P BALBO . IMP NORB . CAESA PATRONO. Cuyo contenido completo podría ser: [L(ucio)] Cornelio. P(ubli) Norb(enses) Caesa[rini]. Patrono.

[f(ilio)]

Balbo.

Imp(eratori).

[col(oni)?]

“A Lucio Cornelio Balbo, hijo de Publio, jefe militar. Los Colonos Norbenses Caesarinos. A su Patrono”.

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Tendríamos en este epígrafe cacereño un conciso elogio erigido en honor de Lucio Norbano Balbo, que fue patrono de la “Colonia Norbensis Caesarina”, y a quien sus colonos se lo dedicarían con motivo, quizás, de su triunfo como vencedor de los Garamantas en África, que fue celebrado en Roma en el año 19 a. C. La romanización de Extremadura se aceleró pocos años antes del inicio de nuestra era, coincidiendo con el sometimiento de toda la Península Ibérica al poder de Roma, tras finalizar las Guerras Cántabras, que tuvieron lugar del 29-19 a. C. Aproximadamente en el año 27 a. C., Augusto dividió la Hispania Ulterior en dos provincias: la Lusitania y la Baetica. La actual Comarca de la Serena ocuparía una posición fronteriza entre ambas, su parte más occidental estaría incluida en la Lusitania y pertenecería al “Conventus Emeritensis”, y la parte oriental quedó en la Bética, perteneciendo al “Conventus Cordubensis”. El término de Quintana y sus alrededores próximos constituirían, a su vez, la parte más septentrional de dicho “Conventus”26. Sus habitantes, a juzgar por la epigrafía romana encontrada en estos lugares, pertenecerían fundamentalmente a las tribus27 “Sergia”, “Papiria” y “Galeria” a efectos administrativos-electorales y de levas (militares). Las tres eran tribus rurales28; las dos primeras llevan el nombre de antiguas gentes poderosas en Roma y la tercera tiene una referencia toponímica. Continuando con la fundación de colonias, Octavio Augusto fundaría “Emerita Augusta” para asentar en ella a los soldados licenciados de dos legiones: la legio V, Alaudae (de la alondra) y la legio X, Gemina (doble), que habían luchado contra astures y cántaros. Con respecto a la fundación de Mérida, Alicia Mª Canto29discrepa de esta versión oficial, apoyándose para ello en un total de 20 argumentos, unos de tipo: histórico,epigráficos y numismáticos; otros arqueológicos y finalmente dos constituidos por el testimonio árabe y la datación del propio Augusto. Argumentos que, según ella, permiten sugerir, al menos como hipótesis verosímil, que Mérida ya existía bastantes o muchos años antes de que Augusto asentara allí dos veces a nuevos veteranos y le diera el rango de colonia junto con la capitalidad de la nueva provincia de Lusitania. Probablemente sería un praesidium militar anterior a César y con él, Mérida pudo ser una verdadera ciudad, un “municipium civium romanorum” con el nombre de “Municipium Iulium Emerita”.

26

ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J.M. “El Tiempo Antiguo”, en Historia de Extremadura. Tomo l. La Geografía y los Tiempos Antiguos. Universitas. Badajoz. 1989. mapa en pg. 115. 27 STYLOW, A.V. “Apuntes sobre las Tribus Romana en Hispania”. Veleia 12, 1995, pp. 115 y 122. 28 Los Comicios por Tribus incluían a patricios y plebeyos, distribuidos en 35 tribus: 4 urbanas y 31 rústicas. 29 CANTO Y DE GREGORIO, A. Mª. Univesidad Autónoma de Madrid. Celtiberia.net.

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La nueva colonia al pasar a ser con Augusto la capital de la Lusitania, se configuró como un importante nudo de comunicaciones, en una encrucijada de caminos de Este a Oeste y de Sur a Norte, en la parte occidental de la Península Ibérica. Su papel fue destacado en el proceso de romanización del interior peninsular , heredando la hegemonía que antes había ejercido “Metellinum”, la cual inició un rápido eclipse coincidiendo con el áuge de “Emerita”. A mediados del siglo l d. C. Vespasiano concedió el derecho latino a todas las ciudades de Hispania; hecho que había comenzado, en cierto modo, en la época de Sertorio y de César en forma de pago a la fidelidad. Con esta concesión desapareció el trato de indígena a las poblaciones originarias de los distintos territorios bajo dominio romano. Por entonces, se inicia, en toda la Lusitania y en particular en el Valle del río Anas, una gran proliferación de “villae” romanas, en una verdadera explosión colonizadora, agrícola y ganadera. Finalmente, el proceso de asimilación se completa con Caracallas que, a principios del siglo lll d. C., concede a todos los habitantes del Imperio la ciudadanía romana, consiguiéndose con ello la fusión plena entre las poblaciones autóctonas y la romana.

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5.- SITUACIÓN Y ORIGEN DE QUINTANA DE LA SERENA Quintana pertenece a la Comarca de la Serena, y está situada en la zona nordeste de la provincia de Badajoz. Esta comarca es un extenso territorio, cuyos límites geográficos son: al Sur la Sierra de los Argallenes, la de Poyos y el río Zújar; al Este y Norte, este mismo río; al NW Magacela y la Coronada y al Oeste el río Guadámez. El término municipal de Quintana tiene una extensión de 115´3 kilómetros cuadrados, y limita al Sur con los términos de Zalamea y Valle de la Serena; al Este con los de Castuera y Malpartida; al Norte con los de Campanario, la Haba y mínimamente con el de Don Benito, y al Oeste con el de Valle de la Serena. Para D. Juan Casco Arias30 “Quintana es de origen romano y su nombre viene del latín QUINTANUS que significa plaza o mercado en el campo. Existe desde la dominación romana y estaba situada en el Camino de Córdoba a Mérida”. “El Iter ab Corduba Emeritam”es la Calzada número Xl de las 34 principales vías de comunicación de la Hispania romana, recogidas en el ITINERARIUM ANTONINI31, la cual fue mandada a construir por orden de Trajano, y de cuyo trazado por nuestra zona de estudio, no quedan vestigios arqueológicos, o, al menos hasta la fecha, no se han podido localizar. Esta circunstancia es comprensible, puesto que la mayoría de los tramos de estas vías romanas han quedado sepultados por la naturaleza o por el fenómeno urbano. Los trozos que se han salvado, generalmente, ha sido porque se han reaprovechado como caminos en épocas posteriores; pero, en la mayoría de los casos, lo que existen son vías paralelas que evitan el incómodo tránsito por las capas inferiores de las calzadas romanas. Esto es con frecuencia lo que persiste de ellas, y suele ser un empedrado de materiales gruesos, sobre el cual iría la desaparecida capa de rodadura o “summa custra”, la cual se hacía a base de guijarros, cantos rodados o losas de piedras, éstas últimas, principalmente, en los tramos urbanos. Pero, además de la mencionada vía principal, Quintana , probablemente, estaría atravesada por otra de tipo secundario, de la que sí quedan vestigios de su trazado en la zona de la “Cuerda Gorda” y en “Hijovejo”.

30

CASCO ARIAS, J. “Geobiografía e Historia de Quintana de la Serena”. Editorial Prensa Española. Madrid. 1961. pg 89. 31 ANTONINO. “Itinerarium Antonini”, redactado en época de Diocleciano, a finales del siglo lll d.C.

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A esta calzada, en época medieval, se superpondría la vía trashumante denominada “Cañada Oriental Leonesa”, más conocida como “Cañá Serrana” o “Cordel”. La cual, en su paso por la localidad, al no dar las calles el ancho fijado por la Institución de la Mesta32, se desviaría por la zona de la “Frascoluña”, circunvalando Quintana.

Restos de calzada romana en Hijovejo

El origen romano de este municipio está avalado también por la epigrafía de esta época encontrada dentro del casco urbano, como la inscripción: ALILIA/ GTCA33, que sirvió de portada durante mucho tiempo a un cercado situado en las proximidades del núcleo poblacional, y que en la actualidad está incluido dentro de él, probablemente entre las calles Olivillos y Lanchas. Un segundo epígrafe fue el encontrado en la antigua calle de la Bota34, actualmente Calle Calderón de la Barca. Hoy se encuentra desaparecido, pero, en su momento, fue recogido en el “Corpus Inscripcionium Latinarum” y fechado a finales del siglo l, o bien en el siglo ll d. C. Su contenido es el siguiente:

32

MESTA, institución fundada en 1273 por Alfonso X “el Sabio”, que reunía a todos los pastores de su reino, y que fijó en 90 varas castellanas (75 metros) el ancho de las calzadas trashumantes. 33 Referencia CIL. O2-O7, OO 925. Provincia Baetica. 34 Referencia CIL O2- O7, OO 926= HEp-O1, OO113. Provincia Baetica.

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…] h(ic) s(itus?) e(st) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis)/ an(norum) XXl/ DAINV/ FABIA/ SERA. an(norum/ [… “… Aquí está enterrado(a). Séate la tierra leve. Dainv(...) Fabia Sera. de ... años...” Finalmente el tercer epígrafe fue encontrado en la C/. Plazuela35, en la actualidad también perdido, pero igualmente recogido en el “C.I.L”. Pertenecería al siglo ll d. C. Y tendría la siguiente inscripción: “D(is) M(anibus) S(acrum)/ Lutetia SAELIENSI/ [...” “Consagrado a los dioses Manes/ Lutetia Saeliense/ [...”

Según Casco Arias36, Quintana tuvo sus primeras edificaciones en la C/. de la Plata, palabra derivada del árabe “Al-balata”, que significa camino empedrado. Esta calle estaba situada entre la “Lagunilla”, actual ensanche de la C/. Rafael G. Coronado, que serviría de abrevadero para el ganado, y el “Pozo Dulce” que sería la fuente de agua potable. La vía principal de Córdoba a Mérida y la secundaria procedente , probablemente, de “Sisapo” (Almadén) y “Mirobriga” (Capilla) se cruzarían en la mencionada C/. de la Plata. La primera de ellas entraría en Quintana por el Camino de Zalamea y saldría por la Ermita, en dirección a Magacela; la segunda lo haría por el Camino de Castuera, ermita de los Mártires y Carrera, en dirección hacia los caminos de Hijovejo. Otra opinión sobre el origen de la palabra Quintana es la de Ángel Montenegro37, que señala como más probable la indicación de distancia en vías romanas, o bien la de plaza o mercado unido al campamento. Con respecto a lo primero. G. Rohlfs38 indica cómo los números de las piedras miliarias39han dado lugar a localidades: Quinto, en la vía Génova-Roma; Quinta al sur de Toulouse, etc.

35

Referencia CIL O2- O7, OO 927= HEp-O l, OO112. Provincia Beetica. CASCO ARIAS, J. Opus cit. pp 233-234. 37 MONTENEGRO LUPE, A. “Toponimia Latina”. Enciclopedia Lingüística Hispánica. Tomo l, pg. 512. 38 ROHLFS, G. “Estudios sobre el Léxico Romántico”. Madrid. Gredos. 1979. pp 42-43. 39 Los miliarios son una especie de hitos cilíndricos de piedra que servían para marcar las distancias desde el punto de partida, en los que también aparecían datos sobre la autoridad responsable de la construcción de la calzada. 36

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Nuestro topónimo, de referirse a distancias, tendría que hacerlo al quinto miliario de una importante vía romana, que lógicamente tendría que ser el mencionado “Iter ab Corduba Emeritam”, recogida en el mencionado itinerario de Antonino, en el que también se hace mención a las “mansiones”, así como a las distancias entre mansio y mansio40. Una mansio era el punto intermedio que se recorría entre jornada y jornada. Designaba el lugar que servía de descanso para viajeros y animales. En concreto, en dicho itinerario se menciona la mansio “Artigi” a media jornada de camino entre “Mellaria” (Cerro de Masatrigo, cerca de Fuenteovejuna) y “Metellinum” (Medellín). La ubicación de la misma es bastante discutida, no obstante, dado que la calzada recorre XXXll “milia passum”41 desde Artigi a Medellín las localidades con más probabilidades para dicha mansio son Zalamea, el Cruce o Castuera. Para Enrique Cerrillo42 la vía descendería desde Medellín por Don Benito, la Haba y la Guarda hasta la “mansio Artigis”, que sitúa en las proximidades de Zalamea. Partiendo de este trazado, desde Medellín a Zalamea hay 49 Km., a Castuera 5O y al Cruce de Zalamea 47 Km. aproximadamente. Basándose en estas distancias Antonio Mª Castaño43 considera que es el Cruce de la carretera que va de Castuera hacia el SW, por la Higuera, con la que va de Quintana a Zalamea, el que tiene más probabilidades de ubicar en él a “Artigi”. Quintana, a partir de esta localización se encuentra a 8 Km., es decir a 5 milia passum de la citada mansio. Y en este sentido podría, por tanto, aludir su nombre al quinto miliario de la vía de Córdoba a Mérida a partir de dicha “mansio” . La otra posibilidad que señalaba Ángel Montenegro para el origen de la palabra Quintana es su relación con una plaza o mercado de un campamento militar. “Quintanus”, en este sentido, se referiría a la quinta calle del mismo, zona logística, donde se aprovisionarían los soldados de útiles y víveres, e interactuarían con la población indígena del lugar.

40

Las “mansiones” se ubicaban entorno a las1O-2O millas (23-3O kms) e incluso 5O millas (74 kms) o más. 41 I.A. “Iter ab Corduba Emerita”: CXLIIII milia passum; Mellaria: LII; Artigi XXXVI; Metellinum XXXII y Emerita XXIIII. 42 CERRILO, E. Opus cit. pp 144-145. 43 CASTAÑO FERNÁNDEZ, A.Mª Opus cit. pg 68.

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6.- LA CUESTIÓN DE ARTIGI Con independencia de su relación con el nombre de Quintana, la localización de “Artigi” es una cuestión muy debatida por lo que a continuación nos parece oportuno exponer las principales posturas. Una de ellas es la sostenida por P. Silliéres44 que defiende la identificación de “Artigi”con “Iulipa” (Zalamea de la Serena) y lleva la calzada de Córdoba a Mérida desde “Mellaria” (Fuenteovejuna) por Peraleda del Zaucejo, Zalamea, Magacela hasta “Metellinum”(Medellín). En esta línea está la postura que sostiene Pablo Ortiz Romero45, para quien el itinerario con mayor fundamento para la mencionada vía romana pasaría por las proximidades de Zalamea de la Serena, con una posible localización de “Artigi” a orillas del río Ortiga, al que ve como testimonio del nombre antiguo, por la similitud fonética de ambos términos. Según él, este trazado cumpliría las distancias mencionadas en el Itinerario de Antonino. Ortiz Romero identifica además esta Artigi con la “Artigi quod Iulienses” (Artigi también Iulenses) mencionada por Plinio46. Con respecto a esta hipótesis, Alicia María Canto47 defiende, en primer lugar que el nombre de Ortiga no viene de Artigi, sino que al igual que “Ortega” y “Ortegal” debe derivar de “Ortica” o de “Ortaeca, orteca” (según Menéndez Pidal), quizás a través de “xordiga-sordiga-ordiga” (según J. Corominas). Y tiene que ver con el gascón hurtiko = “fuerte” en el sentido de “picante”, que es lo que justamente hace terribles a las ortigas. Y en segundo lugar, Iulipa es el antiguo nombre de Zalamea de la Serena, conocido por la inscripción48 homenaje a Trajano del año 101 d.C. por parte del Municipio de Iulipa, la cual se conserva en la parroquia de esta localidad, y en la que se escribe: Imperatori / Caes(ari) divi Nervae f(ilio) /Nervae Traiiano () / Aug(usto) Germ(anico) pont(ifici) max(imo) trib(unicia) pot(estate) IIII / co(n)s(uli) / IIII / munic(ipium) Iulipense / d(ecreto) d(ecurionum) “Al Emperador,César, Nerva Trajano, Augusto Germano, hijo del divino Nerva, pontifice máximo, en la IV potestad tribunicia, en el cuarto consulado, el Municipio de Iulipa por decreto de los decuriones”

44

SILLIÉRES, P. “Les voies de communication de L´Hispanie meridionale”. Publicaction du Centre Pierre. Paris. 20. Paris 1990. pp.453-466. 45 ORTIZ ROMERO, P. Dos artículos publicados en la revisa “Antaño”. Nº 5 abril de 2000 pp.10-11 y nº 6 de septiembre de 2000. pp.8-9. Edita la Universidad Popular de Castuera. 46 PLINIO “El Viejo”. III. 10 47 CANTO, Alicia María. “Nótula sobre Artigi y Artigi quod Iulienses”. El Miliario Extravagante nº 80. Febrero 2002. pp 37. Universidad Autónoma de Madrid 48 Referencia. CIL 02-07, 00903. Zalamea de la Serena/Iulipa.

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Además, continúa diciendo la citada autora que no es fácil ir de “Iulia a Iulipa”, o al revés, porque “Iulipa”, por el sufijo “pa” final es una adaptación indígena del nombre latino. Para la Dra. Canto habría dos “Artigi”. Una en la Bastetania, con el epíteto “Iulia”, que correspondería a la citada por Plinio, el cual la sitúa entre el Guadalquivir y la Costa Mediterránea; existencia corroborada, según ella, por la cita de Ptolomeo49 en la que ubica a “Artigi” entre “Osqua” (Villanueva de la Concepción) y “Callícula” (Daragoleja, Pinos Puente. Granada), y también por la inscripción funeraria encontrada en Loja50 (Granada), cuyo contenido es el siguiente: Q(uinto) Pomponio Artig(iensi) / ordine mun(icipi) Lacib(is) et populo petente/ Luci(us) Domitius Fab(ius) / d(e) s(ua) p(ecunia) f(aciendum) c(uravit) / idemque dedicavit /d(ecreto) d(ecurionum) “ A Quinto Pomponio Artigiense, pedida por el pueblo y orden del municipio de Lacibis. Lucio Domicio Fabio, de su dinero la mandó hacer y también la dedicó por decreto de los decuriones”. La otra Artigi sería túrdula, sin epíteto conocido, situada en la calzada que unía a Córdoba con Mérida; y que o bien correspondería la mansio citada en el Itinerario de Antonino y en el RAVENANTE51, o más bien a un municipio Flavio. Tanto se trate de una como de otra, las localiza en la zona de Castuera, en base a que este lugar ha sido desde siempre un nudo de comunicaciones y también porque de allí procede un epígrafe mencionando a un edil52, lo que en este caso reforzaría su carácter de municipio, y cuya inscripción es la siguiente: M(arcus) Cornelius / Proculus aed(ilis) / d(e) s(ua) p(ecunia) dat. “Marcos Conerlio Proculo, edil, de su dinero la entrega(la hace)” En nuestra opinión, el hecho de haberse encontrado en Castuera el citado epígrafe no es razón contundente para identificarla con “Artigi”, puesto que como sabemos los epígrafes, con el paso del tiempo, son fácilmente transportables y pueden aparecer en lugares, a veces, muy distantes de los originarios.

49

PTOLOMEO. II. 4,9 Referencia. CIL. 02, 00181. Provincia: Baetica 51 ITINERIO RAVENANTE. (315, 9) 52 Referencia CIL. 02-07,00947. Provincia: Baetica. 50

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La anterior inscripción fue hallada por el equipo de trabajo del Marqués de Monsalud53 en 1898. Se trata de una piedra cilíndrica de 0,40 metro de altura. Este hallazgo confirma que Castuera es un asentamiento romano, pero que él no identifica con “Artigi”. A ésta la sitúa en el término de Malpartida de la Serena, concretamente en “Fuente Albalá”, lugar con abundantes restos romanos, donde también encontraron otras dos inscripciones54. Su hipótesis se apoya en todos estos hallazgos, pero sobre todo en el término “albalá”, topónimo de origen árabe, que como ya hemos comentado significa camino empedrado en alusión, según Monsalud, a la famosa calzada Otra postura es la de Casco Arias55, para el que “Artigi” vendría de “Ars=piedra” e “Igis=agua”, designaría, según el autor, un sitio pedregoso cercano al río Ortiga. Coincide con Ortiz Romero en que el nombre de Ortiga procede de “Artigi”.Y un lugar pedregoso cercano al citado río es la parte sur de Hijovejo, por lo que pudo estar emplazada aquí y en ese caso Quintana sería la antigua “mansio Artigi”. De la primera ya hemos comentado, a propósito de su origen, que su primitivo núcleo sería la denominada calle de La Plata, por la que pasaría la importante vía. Esta postura podría estar en relación con la sostenida por el Marqués de Monsalud y en este caso, “El Iter ab Corduba Emeritam” discurriría desde “Fuente Albalá” hasta Quintana, en la que entraría primero por el Camino de Malpartida, y más tarde por el Camino de Zalamea, hasta llegar a la mencionada calle. En opinión de Manuel León56, en el recorrido de esta calzada, analizando el tramo “Mellaria-Artigi-Metellinum”, las distancias entre “Mellaria” y “Metellinum” son similares se ubique “Artigi” en Castuera o Zalamea. No obstante, en su opinión, hay un detalle que puede ser interesante: la ligazón de Zalamea de la Serena y Medellín a través del río Ortiga. Este río se forma principalmente con el aporte de su afluente el arroyo Cagancha, en cuya orilla se encuentra el importante yacimiento tartésico-orientalizante de Cancho Roano. El eje fluvial Ortiga-Cagancha, por otro lado, articula dos destacados núcleos romanos: el municipio de “Iulipa” (Zalamea) y la colonia de Metello (Medellín). En resumen, sobre la cuestión de “Artigi” existe un debate historiográfico abierto, del que hasta la fecha no se han podido obtener resultados definitivos, y del que nosotros, simplemente, nos limitados a informar, a la espera de que algún día podamos contar con hallazgos convincentes que nos permitan localizar con exactitud a “Artigi” y también reconstruir el trazado de este tramo de la calzada en cuestión.

53

SOLANO GALVEZ, Mariano Carlos. IV Marqués de Monsalud. “Nuevas Inscripciones Romanas en Extremadura”. Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo XXXII. 1898. pp.152-153 54 Idem. “Nuevas Lapidas Romanas de Extremadura”. B.R.A.H. Tomo XXXI. 1987. pp.442 55 CASCO ARIAS. J. Opus cit. pp-88-89 56 LEÓN CÁCERES, M. Director del Museo del Granito y C.I. de Hijovejo. Quintana de la Serena (Badajoz)

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7.- LOCALIZACIÓN DE LAS “VILLAE” 7.1.- CONSIDERACIONES GEOGRÁFICAS El término de Quintana de la Serena, desde el punto de vista geomorfológico, presenta la siguiente estructura. La zona Este y Centro es granítica; son terrenos paleozoicos , pertenecientes al período Silúrico de la Era Primaria, de hace unos 438 millones de años. Las zonas Norte y Oeste están formadas por tierras arcillosas, procedentes de la descomposición química de la pizarra precámbrica, de más de 560 millones de años, con abundantes depósitos de rañas cenozoicas o terciarias, de entre 60, y 4 millones de años aproximadamente, procedentes de la descomposición física por termoclástia y gelifracción de las pizarras subyacentes. En la zona Norte del término encontramos una porción de terreno calcáreo, procedente del período Devónico de la Era Primaria, de unos 408 millones de años, y una pequeña parte de formación cuaternaria, del Pleistoceno, época en la que tuvo lugar la última glaciación, fechada entre 4 millones y 10.000 años a. C. Esta última se sitúa en la desembocadura del Arrozao o Arrazauces, y está formada por el material de arrastre de este arroyo. Se trata de una tierra de buena calidad para el cultivo y los pastos, como también lo es toda la zona de confluencia de suelos que recibe el nombre de “La Pared”57. El granito, que ocupa la mayor parte del término municipal, es una realidad inseparable de Quintana. Esta roca está compuesta de minerales cristalizados en las profundidades de la corteza terrestre. En nuestra localidad, su extensión se estima en unos 20 Km. aproximadamente. Su extracción y transformación ha constituido y constituye en la actualidad la ocupación preferente de los quintanenses, que han conseguido para el granito que se extrae de estas ricas canteras, únicas en toda la región, la denominación comercial de “Gris Quintana”, de reconocida fama internacional. Se le ha denominado así por su lugar de extracción y por tratarse de una roca grisácea Es además granulada y compacta, de fractura irregular. Está compuesta principalmente de cuarzo, feldespato potásico, plagioclasa, biotita y otros minerales secundarios: sauseriíta y clorita. Geológicamente se la clasifica como granito adamellítico. Sus principales cualidades son su belleza, dureza y nobleza para la labra. Además del “Gris Quintana” existen el denominado “Negro Fantasía” de la zona de Hijovejo, y también una veta de tonalidades rojizas, de reciente localización en los terrenos de la Dehesa Boyar, de la que aún no se puede precisar la trascendencia que en el futuro pueda tener.

57

CASCO ARIAS, J. Opus cit. pg. 30.

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Otras variedades de la Comarca son el “Gris Campanario”, el “Verde Estrella” o “Verde Gala” de la zona de Zalamea, el “Gris Rosado” de Castuera y el “Blanco Valle” En los alrededores de Quintana, la erosión deja al descubierto grandes masas graníticas, denominadas “batolitos”, con forma de cúpula o domo en la superficie de la tierra. Y en algunos sitios se pueden apreciar piedras aisladas o “localitos” que se han formado como consecuencia de la erosión y el arrastre de los agentes atmosféricos. Algunas piedras presentan una configuración artística; son las llamadas “Piedras Caballeras”, como “Una Piedra sobre Otra”, o la “Piedra de la Gallina”.

“Piedra sobre Otra”

El cauce fluvial del Ortiga-Cagancha divide el término en dos planos de inclinación opuesta58que confluyen hacia él. El de la derecha es moderadamente ondulado, mientras que el de la izquierda es bastante accidentado y está formado por dos cordilleras en la zona pizarrosa y cuarcítica del término: una con dirección EsteOeste, a la que pertenecen las Sierras de la Guarda, Cantalgallo, Cantalcuco, el Recorvo, la Cueva del Ciervo y el Puerto de la Cabra –ambos son los puntos más elevados del término-; la otra cordillera es perpendicular a la anterior, con dirección Norte-Sur, y está formada principalmente por las Sierras de los Vuelos, las Panaderas, los Arrozaos, el Estendijón, la Sierra de San José y la de Agallas.

58

Ibidem. pg 32.

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El clima es continental, de inviernos fríos y veranos cálidos, con lluvias escasas a lo largo de todo el año –entre 450 y 500 litros por metro cuadrado anuales-, si bien el índice pluviométrico adquiere cierta relevancia en la estación otoñal principalmente. En la Antigüedad, este clima debió ser más benigno y lluvioso, a consecuencia de la abundante vegetación que cubría la zona, que actuaba como reguladora del mismo. De los estudios del polen encontrados en el Yacimiento de Hijovejo y en el de la Mata, conocemos la existencia de algunas especies vegetales, como alisos y fresnos – hoy desaparecidas- frecuentes en climas más húmedos que el actual. La configuración vegetal que presenta hoy la zona arranca del clareo de dehesas practicado a raíz del siglo XIII por imperativo de la Mesta, el cual se fue incrementando a lo largo de los siglos siguientes, hasta llegar a la tala masiva de encinas en la década de 1960, como consecuencia de la mecanización del campo, fundamentalmente con la introducción del tractor y de las máquinas cosechadoras. Finalmente la ley de las Dehesas de 1985 consiguió frenar este deterioro vegetal que, entre otras cosas, ha traído consigo el aumento de la aridez de los suelos, la disminución de las lluvias y el incremento, consecuente, de las oscilaciones térmicas diurnas y estaciónales.

7.2.- PRINCIPALES ASENTAMIENTOS RURALES El problema fundamental para el conocimiento de nuestras “villae” es, generalmente, la carencia de excavaciones completas que proporcionen información suficiente acerca de la vivienda principal y del resto de las instalaciones, así como del tipo de actividad agropecuaria llevada a cabo en ella. La mayor parte de estos asentamientos rurales están identificados, pero insuficientemente estudiados, a excepción de “Hijovejo-1”. Además de este recinto fortificado en los alrededores de Quintana han aparecido abundantes vestigios de estas explotaciones agrícolas romanas pero, en la mayoría de los casos, son materiales dispersos y fragmentarios, frecuentemente arquitectónicos: basas, fustes, dinteles, etc, también abundan los restos de cerámica, molinos harineros, prensas olearias, etc, encontrados en la superficie del suelo o semienterrados. Generalmente estos hallazgos han sido clasificados como “villae”, pero precisan de una investigación más profunda, no exenta de dificultades, ya que muchas de ellos, principalmente los de tipo arquitectónico, han sido reutilizadas en épocas posteriores, e incluso, en fechas recientes, algunos han servido como materiales de construcción en la edificación de naves agrícolas o en viviendas de campo.

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Al hablar de la noción de “villae”, decíamos que éstas debían ubicarse en las proximidades de núcleos de población, o al menos en las cercanías de importantes vías de comunicación. Pues bien, el término de Quintana reúne estas condiciones. Está geográficamente cerca de “Emerita” (Mérida), de la “Colonia Metellinensis” (Medellín), de Magacela, del asentamiento romano de Castuera, y del municipio romano de “Iulipa”, así como, lógicamente, del pequeño asentamiento que daría lugar a nuestra actual Quintana. Toda esta zona estuvo atravesada además de por las dos vías anteriormente citadas, por otras secundarias y caminos, de los que quedan vestigios en la zona de Castuera y Valle de la Serena. Estas calzadas no sólo pondrían en contacto las distintas explotaciones agrícolas de la zona entre sí y con los principales núcleos de población de los alrededores, sino también con otros puntos geográficos más distantes y diversos, como zonas mineras; por ejemplo la de Castuera que, por un lado se comunicaría con la de “Sisapo” (Almadén), y por otro lado con el entorno minero de Córdoba. Para el control de esta actividad minera jugaron un papel decisivo los distintos recintos fortificados diseminados por toda la comarca, de los que al menos 5 están ubicados en el término de Quintana. Éstos, con el paso del tiempo dejaron de cumplir estas funciones defensivas y de control y fueron, en cierto modo, ocupados por asentamientos rurales. La mayoría de nuestras “villae” tiene como eje articulador al red fluvial constituida por el río Ortiga-Cagancha y sus arroyos: El Arrozao o Arrazauces, el Angarilla y el Arrolario por el margen izquierdo; el de la Mata que ( a su vez recoge las aguas del de la Dehesa y del Resquicio), el arroyo del Tío Pepe que atraviesa el núcleo poblacional de Quintana, y el de la Albuera, por el derecho. Las dependencias de estos asentamientos agrícolas ocupa las terrazas más elevadas de los mencionados cauces fluviales, lo cual impedía que se inundasen por las frecuentes crecidas, sobre todo del Arrazauces y el Ortiga. Además están situados, principalmente, en la zona de contacto de suelos, en concreto, en el paso del batolito granítico al componente pizarroso; suelos que generalmente son aptos para los cultivos y que, por otra parte, les permitían tener próxima la zona de monte, donde aprovisionarse de leña y caza, junto con el suministro de agua necesaria para la realización de las tareas agrícolas. En los alrededores de Quintana de la Serena tenemos constatada la existencia de los siguientes asentamientos rurales romanos, algunos de ellos originados en etapas anteriores y reutilizados posteriormente incluso hasta época altomedieval:

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7.2.1.- MARGEN IZQUIERDO DEL ORTIGA-CAGANCHA:

• EL ESPAÑAL. • LOS ARRAZAUCES. • EL ARROYO ANGARILLA. • EL POZO DEL MORO. • LA PARED VENDIDA. • LA AGRARIA. •

HIJOVEJO-1.

HIJOVEJO-2 Y ZONAS CIRCUNDANTES.

7.2.2.- MARGEN DERECHO DEL RÍO:

LA ALBUERA.

LA REYERTA.

LAS CUMBRES.

ZONA DE CARRETERA DE CIRCUNVALACIÓN SUR.

EL BÓVEDA.

EL EGIDO DEL GRAVAMEN.

• EL HORNILLO. • EL CAMINO DE LOS CASTILLEJOS. • CAÑABANDERAS.

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Croquis con ubicación de “villae” en Quintana de la Serena

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• EL ESPAÑAL. Este término viene de “espadaña”59 y designa a un tipo de junco semejante o igual a la anea; son plantas relacionadas con el tamujo, muy frecuentes en las orillas de los arroyos. En la palabra “españal”, ha caído la “d” y se ha producido una fusión de vocales. Este lugar está atravesado por varios arroyos, que en épocas pasadas debieron tener abundantes caudales, por lo que es muy probable que crecieran en sus alrededores las mencionadas plantas. Precisamente por esta riqueza de agua, unido a la fertilidad de sus suelos, debió de ser un lugar elegido como hábitat en diferentes períodos históricos a partir del Neolítico, hecho testimoniado por la existencia del menhir, allí encontrado, el cual podría haber sido reutilizado en época romana o altomedieval y formar parte de una almazara con “prelum”, puesto que donde se localizó había algunos vestigios relacionados con la producción de aceite, entre las que destaca una piedra contrapeso de material granítico. Otros hallazgos arqueológicos que aún se encuentran en este lugar son: una pila labrada también en granito, abundante tégula romana, líneas de edificación y ripios acumulados.

Contrapeso de prensa olearia romana. El Españal

59

CASTAÑO FERNÁNDEZ, A.M. Opus. cit. pp. 193 y 300.

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• EL ARROZAO O ARRAZAUCES. Este arroyo se origina en un conjunto montañoso en el que destacan el Puerto de la Cabra, que es donde se origina, y además una serie de sierras de las que recoge sus aguas, como su homónima, la Sierra del Arrozao, Cantalcuco y Cantalgallo. En un tramo de su cauce existe una cantera de granito que fue trabajada en la antigüedad, a juzgar por las losas labradas de las que aún hoy, se encuentran algunas por allí esparcidas. Los términos “cantalcuco”, “cantalgallo” y “cantera” tienen en común la raíz “cant” que significa “piedra”, “pedregal” o “cascajar”. Es de procedencia prerromana, probablemente ilirio-ligur, según Menéndez Pidal60. Estos toponímicos, por tanto, si bien dejan abierta la posibilidad de que, en concreto, los dos primeros encubran referencias sonoras, en general aluden a terrenos pedregosos, y su origen nos señala que esta zona fue habitada antes de la llegada de los romanos. El término “Arrozao” probablemente proceda de la palabra “rozar” o “desbrozar” el monte, actividad que se practicó y aún se sigue haciendo en esta zona de la sierra. Las “rozas” aparecen definidas en el Diccionario de Voces Españolas Geográficas como “terrenos” que se preparan para el desbroce de la maleza de que están cubiertas para ser sembradas, pudiéndose quemar la leña para fecundar la tierra con sus cenizas y sales61.

Sarcófago junto al Arroyo Arrazauces

60 61

MENÉNDEZ PIDAL, R.”Toponimia Prerromana Hispana”. Madrid. Ed. Gredos. 1968. pp. 76 y ss. CASTAÑO FERNANDEZ. A.M. Opus cit.. pp. 223.

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Son numerosos, variados y pertenecientes a diferentes épocas históricas los vestigios hallados en este lugar. Así tenemos, una pila-sepultura junto a su losa tapadera, que constituiría una especie de sarcófago perteneciente al periodo tardorromano; varias losas más ubicadas dentro de dicho arroyo, muy probablemente todo ello del granito extraído en la mencionada cantera; una piedra labrada en una afloración granítica que se encuentra en el centro del cauce fluvial, que podría tratarse de un contrapeso, o bien del posible apoyo de algún tipo de pontezuela para cruzar el arroyo; algunos molinos barquiformes y otros de tipología romana, junto con algunas basas de columnas, etc.

Soporte tardorromano de pontón o molino en Arroyo Arrazauces

• LA ANGARILLA. El término “angarillas” tiene relación con los aparejos para las bestias. Miguel Becerra62 los describe, con el nombre de “angarillas”, como “un conjunto de dos palos colocados a lomos de la caballería y de los que penden, a cada lado de ésta, sendos recipientes largos en los que se hacía el transporte de la aceituna”.

62

BECERRA PEREZ, M. “Léxico de la Agricultura en Almendralejo(Badajoz)”. Diputación Provincial de Badajoz. 1992 pp.168-169

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Es sinónimo, por tanto, de alforjas, y lo usaban las familias que no disponían de carro. Corominas lo deriva del latín “angariae”, es decir, “prestaciones de transporte”, en su forma diminutiva “angarillae”63. Cerca del arroyo Angarilla está situada la denominada “Laguna del Aceite”. Así pues, a juzgar por la toponimia de ambos, éste debió de ser un lugar de gran importancia en todo lo relacionado con la producción oleícola. En esta zona se localizan montículos con abundantes ripios, vestigios por tanto de antiguos asentamientos, con algunas basas incompletas de columnas graníticas, abundante cerámica esparcida por sus alrededores, un pozo de agua de paredes empedradas muy bien conservado y un posible horno64.

Posible horno tardorromano

También debió existir, según el testimonio de algunas personas, una especie de canalización o conducción de agua, hechas de ladrillo que desaparecieron al practicarse el arado del terreno.

63

COROMINAS, J, y PASCUAL, J.A. “Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico”. Madrid. Ed. Gredos. 1980-1983. 64 CASCO ARIAS, J. Opus cit.

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• EL POZO DEL MORO. El apelativo “moro” alude, generalmente, a restos de construcciones de épocas pasadas, a los que se les denominaba “del tiempo de los moros”. En este sentido, quizás, quepa interpretar lo de “Pozo del Moro”, siguiendo a Castaño Fernández65, como opuesto a “Pozo Nuevo”. Es decir, lugar en el que existe un pozo de cuya construcción no hay memoria. Esta zona, por referencias orales, debió contar con abundantes restos arqueológicos pertenecientes a distintos períodos históricos y culturales, la mayoría de ellos desaparecidos, como una posible alineación de piedras graníticas, ¿menhires?, así mencionados en la citada obra de Casco Arias66, y que fueron aprovechados a mediados del siglo XX para nuevas construcciones; una piedra contrapeso de aproximadamente un metro de altura y material numismático: monedas en bronce de forma aproximadamente circular con una cara labrada y la otra lisa. Hoy, apenas contamos con algún que otro montón de ripios, el pozo que le da nombre al lugar, igualmente empedrado como el de Angarilla y varias piedras de molinos.

Piedras de molino romano

65 66

CASTAÑO FERNANDEZ, A.M. Opus cit.. pp 92 CASCO ARIAS, J. Opus. cit. pp. 72 y 73.

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Además, cerca de este sitio, se encuentran dos tumbas antropomorfas, probablemente altomedievales, excavadas en una afloración granítica del terreno.

Sarcófagos en el Pozo del Moro

• LA PARED VENDIDA. El topónimo “pared” es incluido por Gordon y Ruhstaller67 entre los topónimos que tienen valor arqueológico y Fernández Corrales68 lo concreta afirmando que suele referirse a asentamientos agrícolas y extractivos romanos y tardorromanos.

67

GORDON, M.D. y RUHSTALLER, S. “Estudio léxico semántico de los nombres de lugar onubenses”. Toponimia y Arqueología. Sevilla. Alfar.1991 pp. 147-151 68 FERNANDEZ CORRALES, J.M. “Toponimia y Arqueología de la Provincia de Badajoz”. Norba. Nº 6. Cáceres. 1987. pp. 75

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En este lugar nos encontramos con una evidente reutilización de material arqueológico en construcciones recientes. A pesar de ello, aún podemos apreciar algunos restos de prensas olearias labradas en el granito. Cerca de los cuales existe un manantial, “la fuente” excavada entre las rocas que debió cumplir un importante papel, si bien en la actualidad ha quedado relegada a un segundo plano debido a los nuevos pozos artesanos con que cuenta la finca.

Prensa olearia en La Pared Vendida

En sus proximidades, hace algunas décadas, fue encontrada una especie de sepultura, vacía de contenido, cuyas paredes estaban formadas por dos enormes piedras de aproximadamente dos metros de largo; el lecho de las mismas lo constituían dos losas, una de material cerámico y otra de pizarra. Hoy todo esto ha desaparecido al continuarse las actividades de labranza del terreno que la pusieron de manifiesto, y también al haber sido empleados sus materiales en otros menesteres por el dueño de la finca, cuyo testimonio oral hemos recogidos.

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Actualmente cuenta este lugar con abundantes restos cerámicos y de molinos harineros, por lo que este asentamiento constituye un ejemplo de la combinación frecuente de actividades relacionadas con la producción oleícola y la molienda de cereal.

Molino harinero

● LA AGRARIA. Es la parte de la finca de “la Pared” que no fue vendida. En la actualidad continúa siendo una importante explotación agropecuaria, dedicada fundamentalmente a la cría de ganado lanar. No obstante, a juzgar por los hallazgos arqueológicos, en otros tiempos debió estar también relacionada con la producción de aceite. En este lugar se localiza una plataforma de prensado, labrada en el granito, una piedra contrapeso del mismo material, así como evidentes líneas de cimentación.

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• HIJOVEJO-1. Parece ser que es la existencia de restos antiguos en un lugar elevado lo que ha dado el nombre a este paraje. Según Castaño Fernández69 es probable que nos encontremos ante un derivado de “Guijo Viejo”, nombre con el que se habría descrito el lugar elevado y rocoso (guijo), donde los restos de construcciones habrían motivado el añadido del adjetivo “viejo”. También aparece designado como “Yjo Bejo”70 o “Hijo Vejo”71 Su descubrimiento se debe a D. Juan Casco Arias que dio noticias del mismo en su ya mencionada obra titulada “Geobiografía e Historia de Quintana de la Serena”, publicada en 1961; el cual , con la ayuda de D. Diego Antonio Romero, practicó una pequeña excavación en la zona alta del recinto que pronto fue abandonada, debido a los escasos hallazgos: “... sólo ha podido encontrarse abundantes depósitos de cenizas y algún trozo de vasija de barro cocido”72 . A pesar de la importancia del descubrimiento, Hijovejo pasó inadvertido en la bibliografía arqueológica hasta que en 1985 D. Pablo Ortiz Romero realiza la Carta Arqueológica de la zona central de la Serena. De todos los recintos localizados, se estimó que Hijovejo presentaba las mejores condiciones para la intervención arqueológica. Se han llevado acabo cinco campañas de excavación dirigidas por el mencionado arqueólogo, con las que se ha puesto de manifiesto una importante fortificación romana, de gran interés científico; consecuentemente se decidió su restauración y divulgación al público, cosa que ha sido posible gracias al convenio entre CEDER- la Serena (LEADER II) y la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, con la participación del Ayuntamiento de Quintana y la Mancomunidad de la Serena. “Hijovejo-1” es un recinto fortificado romano de función claramente militar, relacionado con las campañas bélicas de la etapa republicana en Extremadura, en concreto hace referencia a la pugna entre Quinto Cecilio Metello y el disidente Quinto Sertorio. El origen militar de la edificación queda testimoniado en el grabado localizado en una esquina del bastión defensivo de su fachada norte, en el que aparece un relieve con tres escudos, dos de ellos redondos denominados “Caetra”, con “umbo” en el centro, muy usados entre la población indígena de origen íbero-turdetano, y en medio de ellos uno de mayor tamaño, de forma oval, el “Scutum” romano con “spina” central.

69

CASTAÑO FERNÁNDEZ, A.Mª. Opus cit. pg. 295. ARCHIVO DE PROTOCOLO de CASTUERA. Zalamea. Felipe de Malpartida. 1704, f. 38. 71 A.P.C. Higuera. Diego Rodríguez Lozano. 1755; 1763: “al camino de Hijo Vejo”. f .15. 72 CASCO ARIAS, J. Opus. cit. pg. 80. 70

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Estos elementos iconográficos son de gran valor para conocer la historia de la fortificación, no sólo su carácter militar, sino también el protagonismo que debió tener la mano de obra autóctona en su construcción.

Copia de escudos de Hijovejo. “Scutum” romano con spina central y “caetra” turdetatanas con umbo central.

El recinto se levanta sobre cuatro grandes bolos graníticos, y su planta es de forma irregular; todo lo cual nos explica las urgencias del momento, que obligaría a una obra relativamente rápida y segura.

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El edificio está formado por dos hileras de paredes, levantadas a base de bloques ciclópeos, irregulares, de material granítico. El espacio entre ambas está relleno de tierra y ripios, formando un ancho muro que permitiría hacer la ronda de guardia a los soldados.

Vista del yacimiento de Hijovejo-1

Hijovejo sufre diversas modificaciones a lo largo de su historia. En la primera fase de su construcción, que tuvo lugar en el primer cuarto del siglo I a. C., es muy probable que se utilizara la mano de obra indígena bajo el control y la dirección de Roma. En la segunda mitad del siglo I a. C. la fortaleza se reconstruyó tras sufrir un gran incendio, y se practicó el acceso desde el interior hasta un manantial subterráneo por medio de una galería adintelada, para lo cual hubo de labrarse en el granito una complicada escalera. El agua aseguraba el abastecimiento necesario y aumentaba las posibilidades defensivas del recinto. En la fuente no hay luz natural, por lo que se utilizaban lucernas para bajar hasta la arqueta que contiene el agua. Una de ellas se encontró “in situ”, en una hornacina practicada en una de las paredes que da entrada al manantial. En una tercera fase, y tras dejar de cumplir misiones defensivas, este lugar fue ocupado en el siglo I d. C. por un asentamiento rural, tipo “villa”, que utilizó algunas partes del interior, ya derruido, y en el exterior se construyeron nuevas dependencias, relacionadas con un horno cerámico. 53


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El edificio tiene una sola puerta con un doble portón y junto a ella una pequeña torre que reforzaba la defensa de la entrada. Posee cinco estancias de reducido tamaño; la que está junto a la puerta destaca sobre las demás por su amplitud y acabado; las cuatro restantes son alargadas y estrechas. Durante las dos primeras fases de Hijovejo, la vida cotidiana del mismo limitaría a las tareas defensivas y de control del territorio, para lo que contaría con pequeño destacamento militar, dada la capacidad del recinto. De esta fecha documentan actividades de almacenamiento y molienda de alimentos para subsistencia.

se un se la

Al ser abandonado por los soldados se transformaría en un centro de producción agropecuaria, con ocupaciones que no debieron diferir mucho de las que actualmente caracterizan al ecosistema de la dehesa en la Serena; es decir, las relacionadas con la ganadería ovina y el cultivo de cereales. También se constatan actividades vinculadas con la producción vinícola y la elaboración de aceite. En el Centro de Interpretación de este Yacimiento se puede apreciar un importante muestrario del material arqueológico procedente de las excavaciones practicadas en el mismo.

Material cerámico de Hijovejo-1

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• HIJOVEJO- 2 Y ZONA CIRCUNDANTE. En el margen izquierdo del cauce fluvial constituido por el Ortiga-Cagancha encontramos un poblamiento disperso a lo largo de unos dos kilómetros, a ambos lados del Arroyo Ortiga, con una secuencia cronológica bastante dilatada , puesto que se iniciaría, probablemente, en el Calcolítico con el poblado, ya mencionado , de “Valdeviboras”. De una etapa posterior quedan restos de antiguos recintos, posiblemente prerromanos-turdetanos, construidos a base de bloques ciclópeos irregulares, cuyas cubiertas estarían formadas de un material perecedero que podría haber sido madera, lógicamente desaparecido en la actualidad, y en los que hay ausencia de material cerámico. Este tipo de hábitat correspondería cronológicamente a un período de inestabilidad política en la que se carecía de un Estado centralizado y fuerte, por lo que serían frecuentes las rapiñas en esta zona, las cuales estarían en relación con las campañas bélicas de Viriato, caudillo luso, que llegó a extender su radio de acción hasta la actual Azuaga, e incluso se adentró en el Valle del Guadalquivir en su afán de frenar el avance de los romanos. A esta época podría pertenecer el recinto localizado en el monte de la “Dehesilla”. En general, la mayor parte de estos recintos fortificados son romanos o fueron reutilizados por ellos, pero a juzgar por la irregularidad de los bloques empleados en su construcción, es muy probable que en ambos casos la mano de obra fuera autóctona. Se trataría de fortificaciones relacionadas , como ya hemos comentado anteriormente, con el enfrentamiento bélico entre Sertorio y Metello y estarían diseminados por toda la Beturia Túrdula. Pertenecerían a estas fechas los recintos de “Hijovejo-2” y la “villa” ubicada próxima al mismo, con abundante material cerámico, así como el denominado “Castillo del Moro”, en el que también hay vestigios de un asentamiento de esta época.

Recinto Fortificado de Hijovejo-2

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En el margen derecho del cauce fluvial en cuestión, que en este tramo que estamos analizando, recibe el nombre de “arroyo Ortiga”, está situado el reciento de la “Dehesilla” (en el llano), de donde procede el molino romano que actualmente se encuentra expuesto en el Centro de Interpretación de Hijovejo.

Molino romano

Y aproximadamente a un kilómetro y medio de distancia, en la misma línea, los restos de edificaciones ciclópeas ubicadas en la finca de los Sres. Sanabria y Gómez, de donde proceden algunos molinos harineros más, material cerámico en abundancia y un hacha de hierro. En sus proximidades fue localizada una estela funeraria romana, de granito , que actualmente se encuentra en el Museo del Granito de Quintana, perteneciente a la segunda mitad del Siglo I d.C., con la siguiente inscripción:

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Aelia / L(uci) f(ilia) Calla / h(ic) s(ita) e(st) / An(norum) XXX / s(it) t(ibi) t(erra) l(evis) / Cavius Llupus / (u)xori “Aelia Calla, hija de Lucio, de 30 años de edad, aquí yace. Séate la tierra leve. De su esposo Cavio Llupo.

Epígrafe funerario de Aeli

Además de estas fortificaciones, también encontramos numerosos diques de contención, ya mencionados, que fueron practicados en esta zona del Ortiga, unos de manera transversal y otros en los laterales del cauce, y cuya cronología es similar a la que presentan los recintos. En general, tenemos documentación, además de los vestigios arqueológicos, que nos confirman el poblamiento de este paraje. Así, por ejemplo, se relata a las respuestas a la Real Audiencia en 1791 que: “hay tradición de que (en) el sitio de Hijovejo hubo población que pereció al rigor de muchas y grandes y benenosas ormigas mucho de su bezindario y el demás lo abandonó, por lo que no se contempla útil su repoblación”.73 Este hecho también es citado por Casco Arias74: “Quintana tiene que lamentar los estragos que produjeron las hormigas en el poblado de Hijovejo”.

73 74

ARCHIVO HISTÓRICO DE CÁCERES. Real Audiencia. Quintana. Leg. 14, f. 13. CASCO ARIAS. Opus. cit. pag. 59

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• LA ALBUERA. Junto al arroyo de este nombre han aparecido importantes vestigios arqueológicos. El topónimo es de origen árabe y significa “charquilla”. De allí proceden dos hermosas basas de columnas graníticas que actualmente se encuentran en las dependencias del Museo del Granito; así como restos de teselas, pertenecientes a un mosaico, lo cual evidencia la existencia en este lugar de una “villa” romana y, en concreto, de su parte “dominica” o “señorial”. Y no muy lejos se encuentra también un recinto fortificado similar a los descritos anteriormente, pero de reducidas proporciones.

Basas de columnas procedentes del Arroyo de la Albuera

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• LA REYERTA. En estos terrenos fue localizada la Estela del Guerrero, descrita en el apartado de Prehistoria, igualmente se han encontrado algunos molinos prerromanos, tipo barquiforme, otros romanos, y otra basa de columna parecida a las dos anteriores; todo estos hallazgos son de granito, aunque pertenecientes a distintas clases de este material, por lo que, si exceptuamos los que son de “Gris Quintana”, evidencian la existencia de su comercio o importación de otras zonas. Este lugar, por tanto, presenta una secuencia de asentamientos constatada, al menos, desde el Bronce Final hasta fechas romanas. La palabra “reyerta” procede del latín vulgar “referitare” que daría “refertarreferta-rehierta”, y ya en el siglo XVIII “reyerta”75 que significa “pelea”. En nuestro caso el lugar testimonia las peleas sostenidas en el siglo XIX entre las localidades de Quintana y Zalamea de la Serena, a fin de delimitar cada una su término municipal en esta zona.

• LAS CUMBRES. En esta finca fue localizada la estela funeraria de “Servolus”, mencionada al hablar de la política agraria romana en Hispánica, así como restos de una “villa”. Este topónimo deriva del latín “culmen” y designa lo más alto del terreno.

• ZONA DE CIRCUNVALACIÓN Y ERMITA DE LOS MÁTIRES. También hay vestigios de asentamientos romanos en la circunvalación de Quintana que une la carretera de Zalamea con la de Castuera. Así como en la zona del polígono industrial, próxima a la Ermita de los Mártires, donde se han encontrado restos de otra “villa” romana, y muy probablemente la misma ermita esté situada sobre un asentamiento romano previo, esquema que se suele repetir en otros santuarios de la comarca.

75

CASTAÑO FERNÁNDEZ, A.M. Opus. cit. pp. 243 y 244.

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Concretamente del paraje conocido como “El Cerro del Águila” proceden: unas 15 piedras de molinos romanos, fabricadas en diferentes clases de rocas, sobre todo graníticas, y una basa de pilastra igualmente de granito:

Piedras de molino

Basa de pilastra

En este lugar se encuentran abundantes ripios acumulados y material cerámico variado. Así como una bella lucerna de cerámica vidriada y coloreada, posiblemente de la época medieval, bajo dominio musulmán:

Lucerna de cerámica vidriada

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• EL BÓVEDA. Este topónimo estrechamente relacionado con el de “Pared”76, señalaría la existencia de explotaciones agrícolas romanas o tardorromanas en espacios abiertos, adecuados para la agricultura77 que es la característica principal, desde el punto de vista geomorfológico de estos terrenos. Aquí debió existir otro asentamiento rural, puesto que entre los vestigios encontrados destaca un molino harinero romano.

Molino romano encontrado en la zona del Bóveda

• EL EGIDO DEL GRAVAMEN. Este nombre tiene relación con el proceso de desamortización llevado a cabo durante lo siglo XVIII y XIX, cuando se vendieron los patrimonios y antiguos bienes de las órdenes ya suprimidas. La total privatización del suelo acarreó problemas, como la pérdida de los antiguos derechos que gozaban los vecinos de los pueblos en los que se asentaban las dehesas; en concreto los vecinos de Quintana tenían derecho a la mitad de los aprovechamientos del Egido una vez levantadas las mieses, pero el propietario que lo adquirió, vendió a su vez el aprovechamiento de las rastrojeras a particulares, lo que provocó el pleito entre ambas partes. 76 77

Ibidem. pp. 211 FERNÁNDEZ CORRALES, J.M. Opus. cit. pp. 67-83

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El topónimo “Gravamen” alude, según Casco Arias,78a las cargas que el propietario tenía que seguir manteniendo al verse obligado a respetar los derechos tradicionales de la población. En este lugar y localizado por el mencionado autor, se encuentra uno de los cinco recintos fortificados ubicados en el término de Quintana. Es de pequeño tamaño, y en sus alrededores aún quedan restos de tégula romana, así como de material de fundición. Probablemente esto último esté en relación con una posible transformación del plomo argentífero procedente de la zona minera de Castuera.

Recinto Fortificado del Egido del Gravamen

Cerca del recinto, junto a los restos de una probable “villa” se hallaron varios recipientes cerámicos enterrados, especie de tinajas o dolías romanas, que se utilizarían para el almacenamiento de ciertos productos agrarios. Este descubrimiento tuvo lugar al practicarse la excavación de un pozo de agua. También, muy próximas a estos lugares, se ubican dos plataformas de prensados.

78

CASCO ARIAS, J. Opus cit. pg. 129.

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• EL HORNILLO. Topónimo de origen claramente orográfico, que en opinión de A.Mª. Castaño79 alude a terrenos montañosos, y no tiene nada que ver con hornos, o cavidades. Este probable asentamiento rural, efectivamente, se encuentra en una pequeña loma o colina, donde fue localizado una piedra contrapeso en material granítico.

• EL CAMINO DE LOS CASTILLEJOS. Llorente Maldonado80 señala los dos posibles valores del topónimo “Castillejos”, que podría referirse: bien a restos de construcciones o a elevaciones de terrenos. Este camino conduce, en efecto, a una zona muy rica en hallazgos arqueológicos. Aquí se ubican vestigios de una “villa”, con evidentes restos de líneas de cimentación y piedras labradas y utilizadas en las edificaciones.

Piedra labrada (restos de edificación)

79

CASTAÑO FERNÁNDEZ, A.M. Opus cit. pp. 134 y 293 LLORENTE MALDONADO, A. “Consideraciones sobre la Comarca de Salvatierra y su Toponimia”. Salamanca,.I.B. Guijuelo. 1987. pp. 19

80

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También encontramos la reutilización de antiguas vigas de granito, posiblemente “arbores” de una almazara con “prelum”, en la techumbre de varios chozos cuadrangulares construidos en piedra:

Chozo-1

Chozo-2

Vigas de chozo-1

Vigas de chozo-2

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Son igualmente muy abundantes y variadas las formas de prensas olearias a lo largo de toda esta zona, desde “El Arroyo de la Mata” hasta “La Hoja”; y también las numerosas piedras-contrapesos diseminadas por todos estos alrededores.

Prensa olearia con plataforma central elevada

Contrapeso cuadrangular

Prensa olearia con pileta de decantación

Contrapeso cilíndrico

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No lejos de esta zona también se encuentra una tumba escavada en la roca y al lado derecho de la carretera con dirección a Campanario, en el lugar denominado “La Hoja” se localiza una gran necrópolis con numerosas tumbas igualmente escavadas en la floración granítica:

Tumba tardorromana excavada en la roca

Tumbas de la necrópolis de “La Hoja”

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Así como bastantes vestigios de líneas de construcción, piedras labradas para tal fin y canalizaciones o recipientes tallados en la roca. Todo ello, probablemente, de época altomedieval:

Líneas de cimentación

Recipiente tallado en la roca

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• CAÑABANDERAS. Este asentamiento está próximo al término de Campanario, fue localizado por D. Pablo Ortiz al realizar la Carta Arqueológica de esta parte de la Comarca. En este lugar se encuentra otro recinto fortificado, cuya línea de cimentación ha sido empleada para la construcción de una nave agrícola, y junto a él, una vez más, restos de una “villa”.

Recinto Fortificado de Cañabanderas. Reutilizado como basamento para nave agropecuaria

Finalmente, próxima a esta zona se halla una necrópolis, con tres tumbas, que como los casos anteriormente mencionados, están excavadas en la afloración granítica del lugar y que posiblemente también sean altomedievales.

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8.- ACTIVIDADES AGROPECUARIAS De entre todas las actividades que se llevan a cabo en las “villae” romanas, destacamos en primer lugar las relacionadas con el cultivo de cereales, la vid y el olivo; es decir, la denominada “Triada Mediterránea”, que se consolida al implantarse la cultura romana en Hispania y producirse, consecuentemente, una profunda revolución agrícola en nuestro suelo.

8.1.- CULTIVO DE CEREALES A la llegada de los romanos, el trigo era el cereal más extendido por buena parte de la Península Ibérica, a excepción de las zonas montañosas de Asturias y Cantabria, en las que fundamentalmente se cultivaba la cebada y el mijo con fines alimenticios tanto para el consumo humano como para el de animales. En general, Hispania era una de las provincias que más cereal producía en el Imperio, únicamente superada por Egipto y el Norte de África. Por ello se convirtió en una de las “Provintiae Frumentariae” (provincias trigueras), que enviaba grano, principalmente a Roma, pero también a otras regiones del Imperio. Puesto que este cereal constituía la dieta básica alimenticia del ejército romano y posibilitaba su resistencia en medios adversos. Cuando, en alguna ocasión llegó a faltarles, como ocurrió a veces en la guerras de la Península Ibérica, las tropas sufrieron indecibles trastornos, con multitud de bajas. De ahí que el ejército exigía tener siempre un remanente de su existencia. A pesar de todo ello, el cultivo del cereal fue cediendo terreno en Hispania y en concreto en la Bética, a la que pertenecíamos, a favor de la vid y en especial del olivo. Relacionados con estos cultivos, en época romana debió ponerse en práctica el uso del barbecho, así como la rotación bienal y el empleo continuado y sistemático de abonos orgánicos. La procedencia del trigo y también de la cebada queda testimoniada en nuestro entorno por la presencia de numerosos molinos harineros encontrados en los distintos asentamientos rurales de la zona, generalmente manuales movidos por la fuerza humana, o por tracción animal cuando la producción era importante.

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Relieve que muestras el funcionamiento de un molino harinero de tracción a

Para uso familiar se utilizaban pequeñas molinetas de las que tenemos, igualmente, bastantes ejemplos.

A la derecha pequeña molineta

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8.2.- LA PRODUCCIÓN OLEÍCOLA El olivo es un árbol milenario, cuyo origen no está todavía muy claro. En África se han encontrado hojas fosilizadas de olivo pertenecientes a la época del Paleolítico Superior. Este árbol siempre ha estado ligado a las civilizaciones mediterráneas. Parece ser que se empezó a cultivar de una forma organizada en Siria, Líbano e Israel, hace aproximadamente 6.000 años. Los documentos escritos más antiguos sobre el cultivo del olivo se datan en el año 2.500 a. C., en la isla de Creta, en la corte del rey Minos. También los egipcios cultivaron este árbol alrededor del 1.600 a. C., siendo la primera civilización que practicó la extracción del aceite por procedimientos mecánicos. El olivo cultivado, la “olea europaea”, variedad sátiva, parece ser que proviene del cruzamiento de varias especies: la olea africana originaria de Egipto y Arabia, la furinginea de Asia y la laperrini de Marruecos. El primer olivo doméstico debió asemejarse bastante al acebuche “olea europaea” variedad oleaster, su antecedente silvestre. El acebuche se distingue del olivo cultivado por su menor tamaño, ramas intrincadas y espinosas, hojas cortas y estrechas y fruto pequeño. Este árbol aún lo podemos encontrar en el entorno del yacimiento arqueológico de Hijovejo. La introducción del cultivo del olivo en España se debe, probablemente a los fenicios, que incluso enseñaron el procedimiento de extracción del aceite, si bien con escasos conocimientos técnicos y produciendo un aceite de mala calidad, que justificaría la importación a nuestro país de otros aceites de mejor gusto, producidos en Oriente y atestiguado arqueológicamente a través de la abundante presencia en nuestra península de ánforas fenicio-cartaginesas y griegas. La época de la ocupación romana fue la edad de oro del olivar en Hispania. En los primeros momentos de la conquista, el aceite se importaba de Italia, probablemente con destino a los colonos itálicos e integrantes de las legiones, lo que de alguna forma acredita que entonces el aceite hispano debió ser escaso o de mala calidad. Sin embargo, y sobre todo a partir del cambio de era, el aceite de oliva pasará a ser el primer producto agrícola que se exporte de Hispania, siendo objeto de continuas alabanzas por parte de los escritores antiguos81. Pronto la Bética y también el Valle del Ebro se consolidarán como importantes centros productores de aceite.

81

ESTRABON. Geographia. Finales Siglo I.a. C.

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De esas fechas existen varias tratados de agricultura, donde se comentan los cuidados del olivo, la recolección de la aceituna, la obtención de aceite y sus utilidades. Así por ejemplo, referente a la plantación y cuidado del olivo en la Península Ibérica, Columela82 nos cuenta que este árbol se adapta muy bien a las pendientes moderadas. Recomienda que se planten a 60 pies por un lado y a 40 pies por otro (17,60 metros x 12,70 metros). El motivo de separarlos de esta manera obedece a que los romanos, en los entreliños de los olivos, sembraban cereal, con lo que mejoraban la rentabilidad de la explotación. Esta práctica está documentada arqueológicamente al encontrarse molinos harineros junto a vestigios de almazaras. En el término de Quintana hemos encontrado numerosas muestras de este hecho, al localizarse restos de molinos y próximos a ellos distintos tipos de plataformas de prensados, piedras contrapesos, etc. Los antiguos agricultores de nuestra región, con esta diversificación de cultivos, conseguían asegurar una renta mínima, gracias al aprovechamiento de los olivos en tiempo de sequía, tan frecuentes por estas y otras zonas de Hispania. Pues, en estos casos, si bien se perdía la cosecha del cereal, no al menos, totalmente, la de aceituna. Los tratadistas de la Antigüedad eran conscientes de que el aceite más exquisito era el procedente de aceitunas que habían sido recogidas en el propio árbol. Aconsejaban que éstas fuesen molturadas en el mismo día del ordeño, ya que en otro caso se produciría alpechín, que de no ser bien escurrido estropearía el sabor del aceite. También se debía tener mucho cuidado al molerla para no aplastar el hueso, porque si esto ocurría, la calidad del aceite sería menor. Para realizar esta actividad se utilizaban varios molinos aceiteros, siendo los más conocidos el denominado “trapetum”, generalmente movido por esclavos , la “molea olearia” de tracción animal y el sistema denominado “canalis et solea”, que es el más frecuente en nuestras “villae”, que consistía en unos recipientes, muchas veces excavados en las afloraciones graníticas del lugar, en los que se pisaban las aceitunas, de forma similar a la uva, quizás, con la ayuda de un calzado especial, similar a los zuecos de madera. El aceite resultante caía a través de unos canales a un pequeño lagar donde era recogido. Terminada esta primera fase de molturación, la pulpa resultante se recogía en capachos de esparto y se volvía a someter a una segunda presión, bien con la ayuda de unos pesados cilindros de piedra, provistos de largas estacas que la machacaban, o bien utilizando una prensa de palanca horizontal , el “prelum”, accionado por un torno sujeto a un enorme cilindro de granito que actuaba de contrapeso, tal y como se puede apreciar en la reconstrucción idealizada83:

82

COLUMELA. “De Agricultura”. Siglo I.a..C. GIL MONTES, J. “Cuadernos de Grado. Estudios e Investigación”. I. B. “El Brocense”. Cáceres. Año 3º, nª 3.

83

72


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Representación del funcionamiento de Prensa Olearia. Gráfico cortesía de Don Juan Gil Montes

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Se basa esta prensa en el principio de la presión ejercida por un tronco de árbol a través de un cabestrante enrollado a un torno, sólidamente unido a un contrapeso y movido por poleas. Para su construcción se hincan dos pilastras de madera ,“arbores”, en el suelo, en las que se encaja la gruesa viga (prelum), la cual puede comprimir los capachos con la pulpa, colocados sobre una pileta granítica (plataforma de prensado), situada a un nivel superior y de la que sale un canal para la conducción del aceite hasta las tinajas o pila de decantación situadas debajo. En un nivel inferior al de la plataforma se encuentra el contrapeso cilíndrico, destinado a sujetar un torno que hace bajar la extremidad libre del prelum mediante cuerdas y palancas manuales. Las plataformas de prensado suelen estar talladas en la roca granítica, y en ellas se colocan, en un saliente circular, situado en su parte central, los capachos con la pulpa triturada previamente. La presión ejercida por la viga era transmitida a la pila de capachos mediante una pieza vertical de madera, apoyada en un “macho prensador” de granito, con forma discoidal o cilíndrica, que actuaba como repartidor de la presión. El contrapeso es fijo; su función es la de impedir el desprendimiento del torno. Por esta razón la fuerza ejercida sobre los capachos depende del peso del prelum, de la longitud del brazo de palanca y de la fuerza desarrollada por los operarios situados en el torno accionando sus palancas. Todos estos ingenios olearios debieron sufrir abundantes modificaciones y retoques, tanto a lo largo del tiempo como del espacio, lo cual hace que sea laborioso conseguir una sistematización de los mismos. En general, anticipan lo que posteriormente llegará a ser la almazara mediterránea, vigente hasta nuestros días. En nuestro entorno es frecuente encontrar vestigios de antiguas almazaras romanas, sobre todo por la presencia de contrapesos y pies de prensa o plataformas de prensado, labradas en las rocas que se identifican con facilidad debido a las acanaladuras que presentan en su superficie, destinadas a dar salida al aceite.

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Concretamente, en la zona del “Egido del Gravamen”, ya hemos mencionado la localización de dos tipos diferentes de estas plataformas. Distan entre sí unos 50 metros.

Lagaretas de decantación del aceite

Una de ellas con pileta de decantación en un nivel inferior, podría haber estado destinada a la primera fase de la molturación; la segunda, en forma de corazón, presenta en su parte central una elevación en forma circular, donde se colocarían los capachos con la pulpa, por lo que podría corresponder al segundo prensado, utilizando cilindros o bien el prelum.

Plataforma de Prensa Olearia con forma de corazón. Egido del Gravamen

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Entre el Egido del Gravamen y la orilla derecha del río Ortiga se extiende la zona denominada “Lagarejo”, palabra procedente de “lagar”; topónimo que tiene relación con el comercio y el almacenamiento de productos agrícolas, principalmente vino o aceite. En este lugar se ubica la más impresionante plataforma de prensado localizada en el término de Quintana. Está labrada en un bolo granítico de aproximadamente: 1’5 metros de alto, 5 m de largo y 4 m de ancho. Consta de una plataforma delimitada en forma semicircular en la parte más alta del canchal, seguida de una primera pileta de decantación, de forma cuadrangular, de unos 3 metros cuadrados de caja, y unos 15 cm de profundidad. Le sigue una segunda pileta de decantación algo menor y de 50 cm de profundidad aproximadamente. Ambas están unidas por un pequeño orificio de unos 2 cm de diámetro.

Plataforma de prensado con doble pileta de decantación.

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Una vez elaborado el aceite, los tratadistas antiguos recomendaban que se hicieran trasvases de unos depósitos a otros (los “lacus”), dejándolo posteriormente en reposo con el fin de conseguir que el alpechín, de mayor peso específico, fuera al fondo del recipiente. Una vez puro, el aceite era almacenado en grandes vasijas conocidas como “dolias olearias”, o tinajas, de las que también se encontraron varias enterradas en el suelo, como ya hemos comentado anteriormente, al practicar un pozo artesano, en un lugar muy cercano al de las mencionadas plataformas de prensado. Si el aceite se destinaba a su comercialización y transporte se utilizaban unas ánforas de especial tipología. En el Centro de Interpretación del Yacimiento de Hijovejo, se encuentran algunos restos cerámicos variados de estas vasijas, que se solían fabricar en alfares próximos al lugar de producción. Como muestra de ello tenemos el horno cerámico encontrado en las excavaciones de Hijovejo.

Restos de recipientes cerámicos, procedente del yacimiento de Hijovejo

Una parte de la producción de aceite se utilizaba para el consumo local en el propio “fundus”, otra cantidad sería objeto de comercio en la colonia que , en nuestro caso, sería “Metellinun” y su ager; finalmente los excedentes de las grandes explotaciones se exportaban a la Metrópolis.

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La provincia Baetica, en la que estaba incluida la zona de Quintana, suministraba importantes cantidades de aceite a Roma, a la que llegaba regularmente a través del puerto de Ostia (Italia). Este hecho está testimoniado por las numerosas ánforas encontradas en el Monte Testaccio, colina artificial, situada cerca de la orilla derecha del río Tíber, y que serviría de vertedero para depositar allí las vasijas que constituían el tributo de la mencionada provincia, cuyos interiores contenían un sólo producto: el aceite de oliva. El material del Testaccio se fue acumulando entre los siglos I-III d. C. Está formado en un 80%, aproximadamente, por ánforas béticas, que eran unos recipientes particularmente adecuados para el transporte marítimo, resistentes, de grandes dimensiones y con una característica forma globular que las diferencian de cualquier otro tipo de ánfora. Solían pesar cerca de 30 Kg., con una capacidad de unos 70 Kg. Su altura oscilaba entre 70-80 cms. Y su diámetro medía alrededor de 60 cms. El restante 20% de las ánforas procedían del Norte de África, en particular de las actuales Túnez y Libia. Toda esta información se ha obtenido gracias al desciframiento de las inscripciones84que las vasijas contienen; en las que además de su procedencia se hacía constar también otros nombres, como el de los comerciantes y transportistas, el de los productores y hornos donde se fabricaban, la tara, el peso neto etc. Por todo ello, este monte se convierte en el mayor archivo de carácter económico del Imperio romano, con información puntual sobre el comercio de uno de los alimentos fundamentales de la dieta mediterránea. La fama del aceite de oliva procedente de la Bética fue tan grande que, además de exportarse a Roma, también se hacía a otras provincias del dominio romano, como era la Galia (Francia) o Britania (Inglaterra). La importancia de la producción oleícola en nuestro entorno se confirma por la presencia de los numerosos restos de prensas oleárias, ya mencionados, así como de material cerámico encontrado entre los vestigios arqueológicos de las explotaciones agrícolas de esta zona. Además de las ánforas, también se difundió extraordinariamente, durante la ocupación romana, el uso de lámparas de aceite, las clásicas “lucernas”, que aparecen con profusión hasta en los lugares más humildes.

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DRESSEL, Henrich llevó acabo el desciframiento de estas inscripciones. Fue alumno de MOMMSEN que , a su vez, organizó el “Corpus Inscripcionum Latinarum”, y encargó a Dressel el estudio del “Instrumentum Domesticum” de Roma, por lo que éste entró en contacto con el Monte Testaccio.

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El C.I. de Hijovejo cuenta, entre su material arqueológico, con un muestrario representativo, muy variado, de las mismas, que han sido localizadas en las excavaciones del recinto fortificado.

Lucernas procedentes de Hijovejo-1

8.3.- LOS RECURSOS VINÍCOLAS El cultivo de la vid se conoce en Hispania, al menos, desde el tercer milenio antes de Cristo, aunque no adquirió importancia hasta la llegada de los fenicios. Ya en época romana tenemos noticias de la existencia de vides y de la producción de vinos desde los tiempos de Augusto, a los que debemos añadir los numerosos restos arqueológicos de lagaretas y ánforas. La Bética y la zona catalana de la Tarraconense se erigieron como los centros de cultivo de la vid más destacados en el periodo comprendido entre el siglo I a.C. y el siglo III d. C. El cultivo de la vid, como el del olivo, pudo ser motivo de ciertas restricciones por parte del gobierno de Roma, en su afán de proteger los viñedos italianos. Desde el siglo I a. C., y a tal efecto, se prohibiría plantar vides fuera de la Península Itálica; el propio Domiciano ordenaría que la mitad de las extensiones de viñedos de las provincias fueran arrasados. Pero lo cierto es que tales restricciones, hasta la actualidad no confirmadas por la arqueología, no debieron tener, en cualquier caso, una verdadera efectividad. 79


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Generalmente, también se vinculan los alfares u hornos cerámicos así como la producción de ánforas a la viticultura. En la mayoría de nuestros asentamientos rurales se constata la existencia de estas prácticas artesanales relacionadas con las actividades agrícolas: tenemos el caso del mencionado horno de Hijovejo. Por lo que deducimos la presencia en ellos del “intrumentum” necesario para la elaboración y/o almacenamiento de los mencionados productos agrícolas. Con respecto a la fabricación del vino, primero tenía lugar la fase denominada “pisado” en la que la uva recién recogida era echada en piletas labradas en la piedra, o bien en recipientes grandes, donde era pisada. Es posible que, a este respecto, algunos de las identificadas como plataformas olearias, pudieran estar destinadas a esta misión. En un segundo momento tenía lugar el “prensado”. La masa resultante del pisado, se sometía a presión en una prensa muy parecida a la del aceite . Finalmente se llega a la fase de “envasado”. El vino era recogido en ánforas y se guardaba o distribuía. Este producto llegó a formar parte muy importante de la alimentación en la sociedad romana. Y si bien algunos vinos de Hispania, como el de “Gades” (Cádiz) eran muy alabados por los latinos, por lo general no fueron tan apreciados como el aceite de oliva, ya que se decía que eran más ácidos. Por la carencia o ambigüedad de los posibles vestigios arqueológicos relacionados con la producción vinícola en nuestro entorno, creemos que éste no debió alcanzar la importancia que tuvo la oleícola.

8.4.- LOS CULTIVOS HORTÍCOLAS Sabemos que las “villae” se localizaban generalmente cerca de cauces fluviales. El río aportaba el agua necesaria para garantizar el funcionamiento de molinos y otras actividades agrícolas, al tiempo que proporcionaba el riego de las huertas situadas en las vegas bajas, en las que, principalmente, se cultivarían legumbres y árboles frutales. En los trabajos de agricultura romanos se habla de la presencia en Hispania de técnicas como el injerto, la aclimatación y el trasplante, todas ellas muy apropiadas para el cultivo de este tipo de árbol. En el lecho del río era frecuente practicar diques de contención, uno laterales, para evitar posibles inundaciones en las terrazas destinadas al cultivo de secano y encinares, cuyos frutos, las bellotas, se destinaban no sólo a alimenación del ganado, sino también al consumo humano, pero, sobre todo por evitar inundaciones en las instalaciones agrícolas y las viviendas; otros diques eran transversales, a modo de pequeñas presas para un mejor aprovechamiento de las aguas en el riego de las huertas.

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Ejemplos de ellos los encontramos en el tramo del arroyo Ortiga antes de su unión con el Cagancha, a la altura del recinto fortificado de “Hijovejo-2”.

Dique de contención en el Río Ortiga

Algunos de estos muros de contención podría haber tenido su origen en época prerromana, como ocurre con el que se encuentra en el arroyo Cagancha, cuya finalidad era evitar la inundación del Santuario-Palacio de Cancho Roano, y que constituye la primera obra hidráulica de nuestra zona. Otros, sin embargo, podría ser de épocas medievales, pero, nos inclinamos a suponer que, en su mayoría, pertenecen al período romano, con una posible reutilización en épocas posteriores. Contamos también en nuestro entorno con otra obra hidráulica importante, la presa, posiblemente romana, de “El Paredón” en Campanario, sobre el arroyo Molar muy cerca del yacimiento tartesso-orientalizante de “La Mata” y la necrópolis coetánea, próxima al mismo.

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8.5.- LA GANADERÍA Era otra importante actividad practicada en el medio rural en época romana. Sabemos de la existencia de ganado caprino, bovino, ovino y porcino, que aún siguen siendo frecuentes, y de los que se han encontrado algunos restos óseos en las excavaciones de “Hijovejo-1”. El gando porcino y ovino sobre todo, gozó de gran importancia en nuestro entorno, formando parte importante de la dieta alimenticia de entonces. El ganado bovino era reservado principalmente para otros fines (aunque también servía de alimento): como el transporte y las tareas de trilla o arado, especialmente en las zonas del norte peninsular. La dieta cárnica se solía complementar con las aves de corral y sus productos. Con respecto al ganado equino, desde entonces hasta fechas recientes, ha gozado de bastante utilidad, especialmente como animales de tiro y transporte en nuestro medio agrícola.

8.6.- APICULTURA Y CAZA Las instalaciones agrícolas romanas solían tener cerca un monte bajo o dehesa donde aprovisionarse de leña y practicar la apicultura y la caza. Con respecto a esta última actividad, la Beturia Túrdula contaba con lugares idóneos para la instalación de colmenas y consecuentemente la producción de miel y polen. Casco Arias85 cita a Estrabón que dice: “ El Anas cruza secas y ásperas zonas. La Beturia, cuyas secas llanuras bordean al Anas tiene regiones donde hay metales pero en general es áspera y estéril y, a pesar de esta realidad, sus ganados y aceites son famosos teniendo un comercio muy activo, llegando los sidonios, de origen persa con productos manufacturados y caballos, que cambian por aceite , miel y ganado”. El mismo autor86 comenta que en el término de Quintana “las abejas se reproducen bien y tienen abundante comida en la sierra”. Con respecto a la actividad cinegética, probablemente se produjera un ligero descenso de las presas de caza mayor tras las diversas roturaciones llevadas acabo por los romanos al comienzo de la conquista. Pero a pesar de ello se siguió practicando y, a partir del siglo II d. C. se acrecentó la pasión por las cacerías, que llegaron a adquirir , no sólo un significado de entretenimiento, sino también deportivo, sin despreciar su importancia como complemento alimenticio.

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CASCO ARIAS, J. Opus cit. pg. 85. Ibidem. pg. 59.

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Según Estrabón87 : “Iberia produce gran número de rebecos y caballos salvajes, en sus lagunas abundan también las aves como cisnes y otras especies análogas, como avutardas...”. Igualmente, la epigrafía nos proporciona datos al respecto. Así, por ejemplo, en una inscripción dedicada a la diosa Diana88 por “Q. Tullinus Maximus, legatus Augusti, legionis VII Geminae”. “Quinto Tullino Máximo, legado de Augusto de la VII legión Gemina”, fechada entre el 162 y 166, se mencionan como animales específicos de caza en nuestro suelo, al jabalí, las cabras y los caballos. Creemos que las especies que entonces se cazaban en nuestra región no deben haber variado mucho de las actuales, que siguen siendo: jabalís, venados, aves, etc. En “Hijovejo-1” se han encontrado restos óseos de un animal salvaje, prácticamente extinguido hoy día: el lobo, pero que debió perdurar hasta no hace muchas décadas por los campos de estos alrededores.

87 88

ESTRABÓN. “Geographia”. III. pg. 163. C.I.L. II, 2660.

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9.- CONCLUSIÓN Quintana de la Serena sería originariamente un pequeño núcleo urbano de origen romano, situado en la antigua Beturia Túrdula, en cuyo entorno, muy romanizado, jugaron un papel importante los recintos fortificados que en él se ubican, principalmente el de “Hijovejo-1”. Todos ellos muy relacionados con actividades agrícolas y con el tráfico y comercialización de la producción minera de la zona de Castuera, con la que estarían comunicados mediante una calzada secundaria, de la que quedan algunos tramos en su paso por el término de esta localidad. Además, estaría muy próxima al “Iter ab Corduba Emeritam”, y no lejos de la desaparecida y aún no localizada “Artigi”. En sus alrededores se localizan importantes restos arqueológicos relacionados con explotaciones agropecuarias de época romana, distribuidos de manera dispersa, pero, generalmente, próximos al río Ortiga y los arroyos que en él confluyen; localizándose, sobre todo, en zonas de contactos de suelos. Algunos de estos asentamientos rústicos son de claro origen prerromano, que posteriormente se romanizaron, mientras que otros serían altomedievales, en base a las necrópolis que junto a ellos se ubican. Entre las principales actividades agrícolas de estas “villae” destacan, a juzgar por los vestigios arqueológicos encontrados, la producción de aceite de oliva y la molienda de cereales. En cuanto al aprovechamiento del suelo, éste se llevaría a cabo en forma de latifundios, en los que se practicaría la cría de ganado ovino y el cultivo cerealístico principalmente; elementos asociados al ecosistema de las dehesas. Dentro de estas grandes extensiones, los terrenos más arenosos y pedregosos se destinarían al cultivo del olivo. Finalmente, la parte de la sierra serviría fundamentalmente para el aprovisionamiento de leña y para actividades cinegéticas y relacionadas con la apicultura.

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