UNIDIVERSIDAD REVISTA DE PENSAMIENTO Y CULTURA DE LA
UNIDIVERSIDAD REVISTA DE PENSAMIENTO Y CULTURA DE LA
UNIDIVERSIDAD REVISTA DE PENSAMIENTO Y CULTURA DE LA
BUAP . AÑO 5 . NÚMERO 20 . AGOSTO-OCTUBRE 2015 . $40
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BUAP . AÑO 5 . NÚMERO 20 . AGOSTO-OCTUBRE 2015 . $40
ISSN: 2007-2813
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA José Alfonso Esparza Ortiz Rector René Valdiviezo Sandoval Secretario General José Carlos Bernal Suárez Director de Comunicación Institucional UNIDIVERSIDAD Pedro Ángel Palou Miguel Maldonado Directores Diana Jaramillo Jefa de redacción Gonzalo Hernández Baptista Coordinador de dossier Cinthya Olguín Díaz Benjamín Hernández Rojas Editores José Luis Ruíz Pérez Diseño gráfico Javier Velasco Distribución y comercialización
Consejo editorial Rafael Argullol, Luis García Montero, Fritz Glockner Corte, Michel Maffesoli, John Mraz, José Mejía Lira, Francisco Martín Moreno, Edgar Morin, Ignacio Padilla, Alejandro Palma Castro, Eduardo Antonio Parra, Jorge David Cortés, Jorge Volpi, Herón Pérez Martínez, Francisco Ramírez Santacruz, Miguel Ángel Rodríguez, Vincenzo Susca, Jorge Valdés Díaz-Vélez, René Valdiviezo Sandoval, Javier Vargas de Luna y David Villanueva.
UNIDIVERSIDAD REVISTA DE PENSAMIENTO Y CULTURA DE LA BUAP, año 5, No. 20, agosto-septiembre 2015, es una publicación trimestral editada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con domicilio en 4 sur 104 Centro Histórico, Puebla, Pue., C.P. 72000, y distribuida a través de la Dirección de Comunicación Institucional, con domicilio en Edificio La Palma, 4 sur No. 303, Centro Histórico, Puebla, Pue., C.P. 72000, tel. (01222) 229 55 00 ext. 5270, unirevista@gmail.com. Editor responsable: Dr. Pedro Ángel Palou García, pedropalou@me.com. Reserva de Derechos al uso exclusivo 04-2013-013011430200-102. ISSN: 2007-2813, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Con Número de Certificado de Licitud de Título y Contenido: 15204, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Permiso SEPOMEX No. Impresos im21-006. Impresa en Editorial Lapislázuli S.A. de C.V. Tecama- chalco No.43, Interior A, Col. La Paz, Puebla, Pue. C.P. 72160 Tel. (222) 2 48 94 93. Distribuido por Comercializadora GBN S.A de C.V., Calzada de Tlalpan 572, Desp. C-302, Col. Moderna, Del. Benito Juárez. C.P. 03510, México D.F. Tels/fax: 01 55 56 18 8551. Este número se terminó de imprimir en mayo de 2015 con un tiraje de 3000 ejemplares. Costo del ejemplar $40.00 en México. Administración, comercialización y suscripciones: Francisco Javier Velasco Oliveros, Tel. (222) 5058400, javiervelasco68@hotmail.com. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura de los editores de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Unidiversidad Revista de Pensamiento y Cultura de la BUAP está registrada en el sistema de información de la Universidad Nacional Autónoma de México sobre revistas de investigación científica, técnico-profesionales y de divulgación científica y cultural que se editan en América Latina, el Caribe, España y Portugal (http://www.latindex.unam.mx).
uan Cris贸stomo M茅ndez, cecap.
Edificio Carolino. Fototeca Juan Cris贸stomo M茅ndez, circa 1935, cecap.
PUZZLEA
Esta breve introducción que usted está leyendo tiene por objeto presentar los trabajos del primer monográfico de minificción de Unidiversidad. La idea motriz que anima este ameno volumen es la pluralidad de perspectivas. He intentado en lo posible mantener este criterio y dar muestra de la variada escritura (creativa y crítica) a fin de evitar caer en la (seria) serie homogénea. Aunque así procedo, dividir la presente entre escritores y ensayistas resulta erróneo ya que los papeles —como se aprecia en el diseño— son intercambiables. Hay narradores que son excelentes críticos o antólogos, y académicos que dinamizan florilegios y creaciones propias sin motivo de rubor. Casi todos los narradores aquí recogidos presentan textos inéditos que usted leerá en exclusiva, junto a otros minicuentos caros al autor y a quien esto escribe. La lista de creadores es pura satisfacción de ver reunidas en un mismo espacio calidad y esta categoría textual: Fernando Aínsa, Pía Barros, Lilian Elphick, Rogelio Gue-
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dea, Julia Otxoa, Ednodio Quintero y Juan Romagnoli. Los relatos muestran una variada textura, pues algunos celebran la ironía y el humor, mientras que otros reportan un sentido trágico o nihilista; algunos de tan breves son fugaces y otros tardan más en desaparecer. Sin embargo, parece visible que todos tienen en común el desplazamiento y la transformación: creo que ambos conceptos son buenos vehículos para expresar la minificción. De modo similar, los ensayistas presentan artículos inéditos con marcos y temas fundacionales, por lo que usted (lector curioso o experto en la materia) tendrá motivos para seguir leyendo hasta el final sin cejar en el empeño. Los críticos que aquí colaboran cartografían los pilares historiográficos y ahondan en nuevos modos de expresión y encuentro. También aquí el elenco representa un sistema polilógico de escritura: Darío Hernández, Gonzalo Hernández Baptista, Fran-
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cisca Noguerol, Javier Perucho, Basilio Pujante, Violeta
Rojo y Margaret Stefanski. No hay que olvidar la reseña de Gloria Ramírez Fermín sobre la publicación de una necesaria antología de género que ahora está presentándose en varios países. La casualidad de las efemérides quiere que el próximo año sea una cifra redonda para las revistas especializadas en minificción. Se cumplen treinta años del nacimiento de Puro Cuento, de Mempo Giardinelli (1986), y veinte del monográfico de Revista Interamericana de Bibliografía que coordinó Juan Armando Epple (1996). A esto hay que sumar los cincuenta años recién cumplidos de El Cuento. Revista de Imaginación (1964), del llorado Edmundo Valadés. Sólo el tiempo dirá los ecos que registra esta grata edición. Disfrútela mientras puzzlea.
Gonzalo Hernández Baptista New Haven, CT. Julio de 2015
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CRUZAR EL CHARCO SOBRE EL DINOSAURIO. ACERCA DE LA RECEPCIÓN DE LA MINIFICCIÓN HISPANOMERICANA EN ESPAÑA Basilio Pujante Cascales
Uno de los principales valores que tiene nuestra lengua es que su ámbito alcanza varios continentes, se extiende por miles de kilómetros. Desde el Caribe hasta Tierra del Fuego o bien desde el Pacífico hasta el Mediterráneo, esto significa que millones de personas compartimos un idioma heterogéneo y rico. Los hispanoparlantes tenemos una literatura a la cual algunos hoy en día se empeñan en segmentar, al argumentar absurdos nacionalismos o delimitar fronteras que nuestros pies pueden borrar y que nuestros ojos no ven en las páginas de un libro. La posibilidad de disfrutar igual un libro escrito por un argentino, un mexicano o un español hace que a menudo resulten ridículos los cánones nacionales o los movimientos locales en un siglo como el nuestro, marcado por la globalidad. En el caso del microrrelato, este fenómeno, si cabe, es mucho más palpable por tratarse de un género relativamente reciente (al menos en su formulación teórica y en su difusión) cuya evolución ha sido
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similar en diversos países hispanos. En este contexto, desde el comienzo de mis investigaciones sobre la minificción, que se iniciaron hace una década y que dieron como fruto una tesis doctoral sobre el género (2013), he defendido la necesidad del enfoque panhispánico en los estudios sobre el microrrelato. Es absurdo centrar un estudio teórico sobre el tema en una región concreta, salvo que la razón de ello sea únicamente de carácter instrumental, para lo cual se utiliza en nuestra investigación un corpus concreto y manejable. Además de este motivo, la lectura y el estudio del minicuento nos han demostrado que se trata de un fenómeno panhispánico (por no decir mundial) y que como tal debe estudiarse. A pesar de esa globalidad que gracias al internet caracteriza a nuestro tiempo, existen aún dificultades para que la obra de un autor traspase las fronteras nacionales; si a eso se le suma el espacio físico y co-
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mercial que supone el océano Atlántico, se encuentran
bastantes dificultades para que un autor hispanoamericano logre que su obra se publique en España. En las próximas páginas voy a realizar un acercamiento a la recepción que en España han tenido los autores de minificción americanos de las últimas décadas. Hoy en día, gracias a la venta en librerías virtuales, se puede conseguir un libro desde cualquier punto del planeta. Con todo, la mayoría de los lectores sigue comprando volúmenes en establecimientos cercanos y de editoriales nacionales. El hecho de que un libro de un autor hispanoamericano de minificción haya sido publicado por un sello español lo acerca mucho más al lector de este país. Sin olvidar la posibilidad de que algunos libros editados en Hispanoamericana hayan podido llegar a lectores españoles, me centraré en los que han aparecido directamente en el mercado español. Para este análisis poseemos una herramienta de gran utilidad: el número 26 de la revista mexicana El cuento en red, publicado en 2012 y coordinado
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por Lauro Zavala, volumen que incluye varias bibliografías de los libros de minificción publicados en distintos países hispanoparlantes. El hecho de que este género no haya producido hasta la fecha un número inabarcable de títulos y junto a la solvencia de los textos críticos, expertos todos en el microrrelato en sus respectivos países, permite que estas bibliografías sean exhaustivas. Al analizar el primero de estos trabajos, el dedicado a Argentina, encontramos una significativa cantidad de libros de minicuentos de autores del país austral publicados en España. Según el listado de Martín Gardella, casi una veintena de volúmenes de minificción de escritores argentinos ha aparecido en las últimas décadas en el país europeo. A estos títulos debemos sumar los que, además de ser publicados en Argentina, poseen una edición española. Entre estos últimos encontramos, obviamente, los clásicos del género —como los de Borges, Cortázar o Marco Dene-
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vi— y los de quien quizá sea la autora latinoamericana
contemporánea que más interés ha despertado en España con sus microrrelatos: Ana María Shua. La mayoría de los libros de minificción de la autora bonaerense han conocido una edición española, en 2009 apareció en la editorial madrileña Páginas de Espuma una compilación de sus textos breves titulada Cazadores de letras. Dos años después se publicó simultáneamente en esta editorial y en la argentina Emecé su libro de minicuentos: Fenómenos de circo (2011). La repercusión de estos últimos volúmenes de Shua en la prensa española fue importante, se publicaron varias entrevistas en las que se la calificaba como “la reina del microrrelato” (Corroto 2009). En cuanto al resto de autores argentinos que Gardella cita en su bibliografía, encontramos tanto a autores con una sólida relación con el género como a otros cuya presencia en los corpus de la minificción es puntual. En este segundo grupo podemos incluir libros como El camino de la aventura (1988) de Óscar Peyrou; Cuentecillos
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y otras alteraciones (1997) de Jorge Timossi; y Descortesía del suicida (2001) de Carlos Vitale. Los tres fueron publicados por editoriales españolas y son los únicos títulos de estos autores que aparecen en la bibliografía de Gardella. Otros escritores en los que hallamos una dedicación más continuada y cuyas obras han sido editadas en España son Rosalba Campra, con Ella contaba cuentos chinos (2008); Luisa Valenzuela, con Juego de villanos (2008) y ABC de las microfábulas (2009); y Eduardo Berti, cuyo volumen La vida misma (2014) no aparece en el artículo de Gardella por haber sido publicado posteriormente. Es curioso, dentro de la minificción argentina, el caso de Juan Romagnoli, cuyo libro Universos ínfimos (2009) se publica en España y dos años después en Argentina. Entre la nutrida nómina de autores argentinos con libros publicados en España podemos hacer un nuevo grupo formado por especialistas en el género
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que también escriben microrrelatos. Se trata de una
circunstancia nada extraña en el campo de la minificción que, en el caso que ahora nos ocupa, detentan Raúl Brasca y David Lagmanovich. El primero posee una larga experiencia con el género a través de su labor como antólogo; sus propios microrrelatos han sido editados por el sello granadino Cuadernos del Vigía en los volúmenes A buen entendedor (2010) y Las gemas del falsario (2012). La presencia de Brasca en España incluye una antología publicada por la editorial barcelonesa Thule, De mil amores: antología de microrrelatos amorosos (2005) y además varios talleres sobre el género como los impartidos en abril de 2009 en la Biblioteca Regional de Murcia y en la Universidad Autónoma de Madrid. Por su parte, Lagmanovich, además de ser uno de los especialistas más respetados en el campo teórico, publicó en España un libro que recoge parte de su producción minificcional: Los cuatro elementos (2007). Un último grupo de autores argentinos estaría formado por aquellos que residen desde hace años y de
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manera permanente en España. En este caso, la recepción de su obra en el país europeo es mucho mayor, ya que poseen las mismas oportunidades de difusión que los escritores nativos. El caso más significativo de este grupo sería el de Andrés Neuman, bonaerense de 1977 que reside en Granada desde su adolescencia. Su biografía y el hecho de que participe activamente como crítico o antólogo en la vida literaria española provocan que se haya creado en torno a su figura cierta ambivalencia, la cual él mismo ha ayudado a mantener, al definir su nacionalidad: en su libro Cómo viajar sin ver (2010) responde con un desconcertante “no lo sé” cuando en el aeropuerto de Barajas le preguntan si es español o extranjero (Neuman 18). Libros como El que espera (2000) o Alumbramiento (2006), publicados ambos por la casa barcelonesa Anagrama, lo incluyen entre los autores más destacados de la minificción hispánica. Completan la nómina de escritores argentinos afinca-
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dos en España desde hace décadas, y que publican en
editoriales de este país, las autoras Noni Benegas, La balsa de la medusa (1987) y Cartografía ardiente (1995); Flavia Company, Trastornos literarios (2011); y Clara Obligado, narradora y responsable de la antología Por favor, sea breve (2001). Un caso peculiar, con el que terminaremos este repaso a los autores argentinos, es el de Fabián Vique. Se trata de un narrador argentino que vivió en Europa al comienzo de este siglo. Siguiendo la bibliografía de Gardella, podemos observar que tras publicar un libro en su país natal, Minicuentos (1997), sus dos siguientes volúmenes de minificciones, Con las palabras contadas (2003) y La vida misma (2007) aparecen respectivamente en Madrid y en Belgrado. Se da la curiosa circunstancia de que este último libro fue editado por el Instituto Cervantes, institución gubernamental española en edición bilingüe, en castellano y en serbio. Al volver a Argentina, Vique continúa publicando libros de microrrelatos en editoriales del país, lo que lo convierte en un ejemplo de cómo influye el lugar de
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residencia de un autor respecto a la difusión de su obra en un género minoritario como éste. En las otras tres bibliografías que aparecen en el número 26 de El cuento en red, dedicadas a Perú, Chile y México, el número de libros de minificción de autores de estos tres países editados en España es mucho menor que los del caso argentino. Esto nos lleva a una primera conclusión sobre la superior presencia del país austral en el europeo frente al resto de naciones hispanoamericanas. Podemos asumir que esta circunstancia viene determinada, por un lado, por la importancia del minicuento en Argentina, uno de los países donde este género posee una mayor pujanza; por otro, por la especial relación editorial que tradicionalmente existe con España, seguramente la relación más fluida de toda Latinoamérica con el país ibérico. De entre los tres trabajos antes aludidos, es en el artículo que Rony Vásquez dedica al minicuento pe-
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ruano donde la presencia de libros editados en España
es más exigua: tan sólo tres volúmenes de dos autores peruanos de esta bibliografía fueron publicados en el país europeo: Ajuar funerario (2004) y Helarte de amar (2006) de Fernando Iwasaki; y Un café en la luna (2008) de Carlos Meneses. Ambos tienen un perfil similar al de escritores argentinos como Andrés Neuman o Noni Benegas: tanto Meneses como Iwasaki llevan varias décadas viviendo y publicando en España. Ajuar funerario, publicado por Páginas de Espuma, es uno de los libros de microrrelatos más importantes de la minificción hispánica, tanto por su destacada recepción crítica como por su éxito de ventas: han aparecido siete ediciones y se han vendido más de cincuenta mil ejemplares según la editorial. Tanto Iwasaki como Shua son, seguramente, los dos autores hispanoamericanos actuales cuya obra minificcional ha tenido una mejor acogida en España. Sobre Venezuela, Violeta Rojo encuentra sólo cinco libros publicados originariamente en territorio ibérico,
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aunque uno de ellos, Relatos fascistas (2011) de Alberto Hernández, aparece simultáneamente en una editorial española y en otra venezolana. Este hecho, poco habitual en las bibliografías que estamos rastreando, muestra la colaboración entre sellos de ambos lados del Atlántico, lo que es de gran beneficio para que los autores hispanoamericanos, especialmente los menos conocidos, tengan una mejor acogida en Europa. Otro de los libros citados por Rojo es Los sordos trilingües (2011) de Juan Carlos Chirinos, narrador afincado en España. De José Balza, figura importante en la narrativa venezolana de las últimas décadas, se ha publicado en Salamanca su libro de microrrelatos Un Orinoco fantasma (2000). Los otros dos volúmenes “españoles” que aparecen en la bibliografía de Violeta Rojo son Andanada (2004) de Luis Britto García y El hombre de los pies perdidos (2005) de Gabriel Jiménez Emán. Ambos libros aparecieron con el sello barcelonés Thule, editorial que
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posee una peculiaridad que no queremos pasar por alto.
Desde su fundación en 2004, el editor de Thule, José Díaz, mostró una especial atención por el microrrelato y ha publicado hasta once libros de este género dentro de su colección Micromundos. A pesar de tratarse de una editorial española, ninguno de esos volúmenes es obra de un autor de esta nacionalidad, si exceptuamos Crímenes ejemplares (1957) de Max Aub, publicado originariamente cuando Aub ya estaba exiliado en México. El resto de los autores de esta colección son europeos (Franz Kafka e István Örkény) o hispanoamericanos (Luisa Valenzuela, Juan Armando Epple o Marco Denevi). Al ser interrogado por esta circunstancia en una entrevista de 2012 en la web Internacional microcuentista, Díaz niega que su editorial piense en términos nacionales y argumenta que los autores americanos de minificción que les interesaron no habían sido publicados en España, mientras que los autóctonos sí (Lorenzo 2012). Encontramos aquí el valioso testimonio de un editor, gremio
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de profesionales que normalmente queda en la sombra, éste nos muestra que para los responsables de un sello novel es a veces más sencillo incluir en su catálogo a narradores extranjeros de prestigio que a los nacionales. En la colección Micromundos apareció uno de los libros de microrrelatos de Rogelio Guedea, Del aire al aire (2007), uno de los cuatro autores mexicanos con obra editada en España que cita en su bibliografía Javier Perucho. De este mismo narrador y poeta es Cruce de vías (2010), publicada por la editorial palentina Menoscuarto, uno de los sellos más importantes en la difusión del microrrelato en territorio ibérico junto a Thule y Páginas de Espuma. Además de los volúmenes de Guedea, en el país europeo se han publicado Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador (2005), de Margo Glantz, y Aquí está tu cielo (2007), de Amélie Olaiz, ambas narradoras mexicanas.
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En la misma editorial que el citado libro de Olaiz, la
jienense Alcalá, encontramos una reedición de otro de sus volúmenes de minificciones: Piedras de luna (2007), publicado dos años antes en México. El último de los narradores mexicanos incluidos en el artículo de Perucho es Augusto Monterroso. Según este crítico, Movimiento perpetuo apareció en Barcelona en 1983, editado por Seix Barral; sin embargo, existe una edición anterior, de 1972, editada por Joaquín Mortiz en el Distrito Federal, México. La presencia de los microrrelatos de Monterroso en España es sólida y su figura ha resultado fundamental para el desarrollo del género en este país. Como ocurre en el resto de los estados hispanoparlantes, el nombre del autor guatemalteco se ha convertido en un emblema de la minificción, una especie de encarnación del género, autor reconocido por un número amplísimo de lectores españoles, gracias, especialmente, al éxito de “El dinosaurio”. Este sucinto texto es, en ambas orillas del Atlántico, el epítome de este tipo de textos narrativos,
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el cual ha despertado un interés por el minicuento del que sin duda se han beneficiado otros autores latinoamericanos a fin de llegar al lector español. Hasta aquí el repaso a los libros de minificción hispanoamericana editados en España. Creo que a través de los títulos y autores citados se ha constatado que la presencia del microrrelato del otro lado del Atlántico sigue una serie de pautas en su recepción en España. Entre ellas podemos recordar la importancia de que el autor viva en territorio europeo (Neuman o Iwasaki), la preponderancia de algunos escritores (Monterroso o Shua) frente a los más jóvenes y la labor que para dar difusión han tenido algunas editoriales, especialmente Thule. No queremos terminar este acercamiento al tema sin señalar otras formas mediante las que el lector español puede acceder al microrrelato escrito en América, más allá de los libros que hasta aquí he repasado. Las antologías poseen una importancia suma en el
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desarrollo de este género, tal y como estudió Leticia
Bustamante en su tesis doctoral (Bustamante Valbuena 2012). La brevedad de estos textos se adecúa perfectamente a las colectáneas, lo que hace que en España hayan sido muchas las recopilaciones de minicuentos publicadas en los últimos años. Entre ellas existe un conjunto de antologías centrado exclusivamente en textos de autores españoles. Dos ejemplos relevantes de ello son la Antología del microrrelato español (1906-2011). El cuarto género narrativo (2012), de Irene Andres-Suárez, y Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español (2012), de Fernando Valls. La mayoría de las antologías incluye a autores de ambos lados del Atlántico, convirtiéndose en un nuevo medio para que los lectores españoles conozcan autores hispanoamericanos de minificción. Además, dos de las antologías más destacadas de las muchas publicadas en España en las últimas dos décadas son obra de compiladores argentinos: a la ya citada Por favor, sea breve (2001) de Clara Obligado, podemos añadir la más académica,
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La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico (2006), de David Lagmanovich. En la misma editorial que este último volumen, Menoscuarto, apareció El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo (2007), de Laura Pollastri. Se trata, pues, de un libro compuesto exclusivamente por minicuentos de autores argentinos, recopilados por una teórica de este país. Estamos ante un caso excepcional que confirma la idea antes apuntada de que la minificción del país austral es la que con más pujanza se ha abierto paso en el mercado editorial español. Pero no sólo a través de la labor de las editoriales el público español conoce a autores de minificción hispanoamericana; los críticos, mediante sus artículos teóricos y reseñas, también han favorecido la difusión del género. Además de que los críticos coordinan algunas de las antologías ya citadas, los encontramos publicando numerosos estudios científicos aparecidos en revis-
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tas y libros colectivos editados en España que obvian
los límites nacionales y se acercan al microrrelato como un fenómeno global. Por no ser demasiado prolijos, vamos a citar algunos de estos ensayos en los que desde España se ha puesto el foco en el minicuento del otro lado del charco. La revista Quimera dedicó en 2002 sendos monográficos al género, además de publicar durante años minicuentos de autores de diversas nacionalidades; el primero de estos números, el 211-212, estuvo dedicado en exclusiva al microrrelato hispanoamericano. Además de su presencia habitual en los congresos y libros colectivos sobre el género, debemos recordar que la primera tesis doctoral que se realizó en España sobre minificción se centró en los autores de aquella orilla del Atlántico. Se trata de El micro-relato en Hispanoamérica (1992), de Concepción del Valle Pedrosa; este estudio inauguró, junto a un artículo coetáneo de Francisca Noguerol en la revista Lucanor (Noguerol 1992), el interés de los críticos españoles por el minicuento hispanoamericano,
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el cual de manera lógica, ha continuado hasta nuestros días. Internet es un mar no tan ancho pero igual de proceloso que el océano Atlántico. Sus orillas están separadas por tan sólo un clic, por lo que es fácil y habitual que un escritor hispanoamericano encuentre lectores en España o viceversa. En el caso del microrrelato debemos congratularnos de que la mayoría de las páginas y blogs que difunden el género tengan una perspectiva panhispánica. Webs como Químicamente impuro o Internacional microcuentista, ambas con una larga trayectoria y una importante repercusión entre los usuarios, publican textos de autores de cualquier nacionalidad, aunque la mayoría pertenecen al ámbito hispánico. La red también facilita que los autores hispanoamericanos puedan presentarse a los numerosos concursos de minificción que se celebran cada año en España. En muchos de ellos no existen limitaciones nacionales ni la
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exigencia de presentar por correo postal el original, por
lo que los narradores americanos no encuentran traba alguna para medirse con los españoles. Es otra forma, especialmente utilizada por escritores noveles, para ganar notoriedad y para que sus textos sean conocidos al otro lado del Atlántico. Esta ausencia de prejuicios identitarios ‒más allá de la lengua que todos compartimos‒ que detectamos en la mayoría de webs y concursos debería ser, como estoy defendiendo, una máxima en el mundo del microrrelato. El género vive una situación similar en países como Argentina, México, Perú, Colombia, Chile o España, donde cada vez es más conocido, practicado y leído, pero queda aún mucho por hacer en lo relativo a su concepción. Creemos que sería beneficioso que el minicuento, para ser tratado como un género con las mismas posibilidades que el cuento o la novela, fuera considerado por todos como un fenómeno panhispánico en el que sólo importa la calidad literaria del autor y no su nacionalidad.
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Obra citada Andres-Suárez, Irene (ed.). Antología del microrrelato español (1906-2011). El cuarto género narrativo. Madrid: Cátedra, 2012. Aub, Max. Crímenes ejemplares. México: Finisterre, 1969. Balza, José. Un Orinoco fantasma. Salamanca: Centro de Estudios Ibéricos y Americanos, 2000. Benegas, Noni. La balsa de la Medusa. Orihuela: C.A.M., 1987. ______. Cartografía ardiente. Madrid: Verbum, 1995. Berti, Eduardo. La vida misma. Madrid: Páginas de Espuma, 2014. Brasca, Raúl. A buen entendedor. Granada: Cuadernos del Vigía, 2010. ______. Las gemas del falsario. Granada: Cuadernos del Vigía, 2012. Brasca, Raúl (ed.). De mil amores: antología de microrrelatos amorosos. Barcelona: Thule, 2005. Britto García, Luis. Andanada. Barcelona: Thule, 2004. Bustamante Valbuena, Leticia. Una aproximación al microrrelato hispánico. Antologías publicadas en España (1990-2011). Valladolid: Universidad de Valladolid, 2012. Tesis doctoral. Web. 3 de marzo de 2015. Campra, Rosalba. Ella contaba cuentos chinos. Madrid: Del Centro Editores, 2008. Chirinos, Juan Carlos. Los sordos trilingües. Madrid: Musa a las
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2015.
Romagnoli, Juan. Universos ínfimos. Murcia: Tres Fronteras, 2009. Shua, Ana María. Cazadores de letras. Madrid: Páginas de Espuma, 2009. ______. Fenómenos de circo. Buenos Aires / Madrid: Emecé / Páginas de Espuma, 2011. Timossi, Jorge. Cuentecillos y otras alteraciones. Madrid: Ediciones de la Torre, 1997. Valenzuela, Luisa. Juego de villanos. Barcelona: Thule, 2008. ______. El ABC de las microfábulas. Madrid: Del Centro Ediciones, 2009. Valls, Fernando (ed.). Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español. Palencia: Menoscuarto, 2012. Vásquez Guevara, Rony. “Bibliografía de la creación y crítica literaria sobre la minificción peruana”. El cuento en red 26 (otoño 2012): 58-66. Web. 3 de marzo de 2015. Vique, Fabián. Minicuentos. Morón: autoedición, 1997. ______. Con las palabras contadas. Madrid: autoedición, 2003. ______. La vida misma y otras minificciones. Belgrado: Instituto Cervantes, 2007. Vitale, Carlos. Descortesía del suicida. Barcelona: Debolsillo, 2001.
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ESE IMPACTO FIRMÍSIMO EN NUESTRAS LETRAS: LOS NIÑOS TONTOS DE ANA MARÍA MATUTE Darío Hernández
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Me permito hacerles un ruego: si en algún momento tropiezan con una historia o con alguna de las criaturas que pueblan mis libros, por favor, créanselas. “Discurso de la ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2010” Ana María Matute
Una de las obras de Ana María Matute (Barcelona, 1925-2014) que, ante el desarrollo actual de la micronarrativa en el mundo hispánico, estamos obligados a recuperar y a examinar pormenorizadamente es Los niños tontos, publicada por la editorial madrileña Arión en 1956.1 Así lo han hecho, efectivamente, investigadores como Fernando Valls, Itzíar López Guil o uno mismo, en
1 Algunas ediciones en otras lenguas: Seltsame Kinder. Zurich: Verlag der Arche, 1961; I bambini tonti. Milano: Lerici Editori, 1964; The Stupid Children. Bloomington: Indiana University Press, 1967; Rumalad lapsed. Tallinn (Estonia): Noorus, 1969.
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trabajos anteriores como el presentado en el XIX Congreso de Literatura Española Contemporánea de la Universidad de Málaga. A diferencia de aquél, en el que tratamos Los niños tontos desde un enfoque predominantemente teórico, es decir, atendiendo a las características internas de cada uno de los relatos para su posterior clasificación genérica y descripción temática, en éste, por el contrario, pretendemos analizar la obra desde una perspectiva histórica, con el propósito de situarla en su justo contexto, e incidir en la idea de que hablamos de un libro cuyo estudio ha de tener en cuenta de manera indispensable cualquier ensayo riguroso sobre la evolución del género del microrrelato en la literatura española. Es necesario precisar de antemano que de los veintiún textos contenidos en Los niños tontos no todos son microrrelatos, pues, siguiendo los postulados de las más recientes investigaciones relacionadas con la mi-
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nificción literaria, en este libro de Ana María Matute
hallamos relatos cuyo grado de concisión oscila entre el microrrelato, como “El jorobado”, el texto más breve (con ochenta y tres palabras incluyendo el título), y el del cuento “El niño que encontró un violín en el granero”, el texto de mayor extensión del conjunto (seis páginas). Entre ellos, nos toparemos con microrrelatos de la extensión convencional, esto es, de aproximadamente no más de dos páginas impresas: “La niña fea”, “El niño que era amigo del demonio”, “Polvo de carbón”, “El año que no llegó”, “El incendio”, “El hijo de la lavandera”, “El árbol”, “El escaparate de la pastelería”, “El otro niño”, “La niña que no estaba en ninguna parte”, “El tiovivo”, “El niño que no sabía jugar”, “El niño del cazador”, “El niño al que se le murió el amigo”, “El niño de los hornos” o “Mar”; y otros relatos cuyas dimensiones permitirán, a unos, hablar de cuentos breves (como sucede con “El negrito de los ojos azules”) y a otros de microrrelatos largos (como pasa con “El corderito Pascual” o “La sed y el niño”), pero
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eso sí siempre reconociendo, y esto es lo más importante, “una voluntad expresa encaminada a la búsqueda de la brevedad” (240), como David Lagmanovich señaló al comentar la obra de Matute. A fin de que sirva de ejemplo de lo que venimos diciendo, reproduzco aquí el microrrelato titulado “El jorobado”:
El jorobado El niño del guignol estaba siempre muy triste. Su padre tenía muchas voces, muchos porrazos, muchos gritos distintos, pero el niño estaba triste, con su joroba a cuestas, porque su padre lo escondía dentro de la lona y le traía juguetes y comida cara, en lugar de ponerle una capa roja con cascabeles encima de la corcova, y sacarlo a la boca del teatrito, con una estaca, para que dijera: “¡Toma, Cristobita, toma, toma!”, y que todos se riesen mucho
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viéndole. (Los niños tontos 60)
Los orígenes históricos del microrrelato español se localizan en la introducción del Modernismo, y termina con el final de las vanguardias; límites estéticos que cronológicamente coinciden de manera aproximada con la primera y segunda visitas a España del escritor nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) en 1892 y 1899,2 respectivamente, el inicio de la Guerra Civil en 1936 y la consiguiente caída de la II República en 1939, año además en el que comenzaba la Segunda Guerra Mundial. Salvo alguna que otra excepción, entre ellas la de Edmundo Valadés, quien consideró que fue el mexicano Julio Torri el pionero en el cultivo de la micronarrativa en el ámbito hispanoamericano (con el texto titulado “A Circe”, publicado originalmente en Ensayos 2
La segunda visita tuvo lugar a finales de 1898 y, según otras
referencias, a principios de 1899. No obstante, tal y como explicó Charles D. Watland: “en 1898 muy pocos conocían bien su obra: entre ellos Valera, Salvador Rueda, Menéndez Pelayo, y la condesa de Pardo Bazán.” (357)
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y poemas, de 1917), la mayoría de investigadores de la minificción literaria considera que Rubén Darío inició la escritura de microrrelatos en lengua española con textos como “Naturaleza muerta” perteneciente a “En Chile”, en Azul…, 1888; “La resurrección de la rosa” publicado originalmente en El Heraldo de Costa Rica en 1892; o “El nacimiento de la col” aparecido por primera vez en el diario bonaerense La Tribuna en 1893. Éstos, por su sobresaliente grado de narratividad, se alejan del poema en prosa, incluso del de corte narrativo, y se identifican con el género que aquí tratamos. En España, quien primero ejerció este innovador género fue Juan Ramón Jiménez (1881-1958), cuyos microrrelatos más importantes agrupó principalmente en torno a cuatro libros misceláneos de publicación póstuma, aunque algunos microrrelatos aparecieron antes en ediciones periódicas de la época. Nos referimos a los libros misceláneos Hombro compasivo, Edad de
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oro, Cuentos largos y Crímenes naturales, cuya primera
edición conjunta fue elaborada por Arturo del Villar en 1979 para la editorial barcelonesa Bruguera, que volvió a reeditar la obra en 1983.3 El libro Edad de oro —también conocido como Historias de niños—, sin embargo, el que más nos interesa en esta ocasión, precisamente por la conexión temática que mantiene con Los niños tontos, dado que también aborda literariamente la infancia. No obstante, existen otros textos micronarrativos de Juan Ramón Jiménez que aunque no pertenecen a Edad de oro albergan, sin duda, una íntima relación con los microrrelatos de Matute. Sirvan de ejemplo: “La niña engañada”, de Cuentos largos, o “El niño tonto” y “La arrulladora”, que se corresponden respectivamente con los capítulos XVII y XLIV de Platero y yo (según la edición de la Residencia de Estudiantes de 1926). Este hecho es relevante, pues si bien es lógico 3 Arturo del Villar desestimó estas dos ediciones por su gran número de erratas en beneficio de la edición de Seix Barral en 1994, que llevó por título Historias y cuentos.
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pensar que Ana María Matute no conocía los microrrelatos de los libros de publicación póstuma Edad de oro y Cuentos largos (sólo unos pocos aparecieron antes en publicaciones periódicas de la época), sí que tuvo que conocer los textos pertenecientes a Platero y yo. En 1969, nuestra autora afirmaba lo siguiente: “Yo creo que hasta Delibes no se empieza a ocupar la literatura española de la infancia. Por supuesto que en mi generación sí, porque éramos niños durante la guerra… Es una cosa bastante curiosa: toda mi generación empezó a hablar del niño, y yo creo que el origen está ahí, en que a los diez, a los doce, a los ocho años vivimos esta gran convulsión que fue la guerra de España […]. Claro, fue un choque muy violento y nuestra infancia nos quedó muy grabada. Por eso hemos traído el niño en la literatura española, porque antes no existe” (Las dudas de Ana María Matute 62). Con respecto a la difusión que las vanguardias tu-
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vieron en España, la minificción literaria en general y
el género del microrrelato en particular, hay que señalar la importancia de autores como José Moreno Villa (18871955), con su obra Evoluciones (1918); Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), con muchísimos de sus denominados caprichos y disparates; y entre los más jóvenes, Federico García Lorca (1898-1936)4 o Luis Buñuel (1900-1983); así como otros muchos que, aunque no con la misma sistematicidad, también cultivaron la minificción y la micronarrativa, y aprovecharon para su publicación no sólo sus propios libros misceláneos, sino también la enorme proliferación en la época de periódicos y revistas: Jorge Guillén (1893-1984), Antonio Espina (1894-1972), José Bergamín (1897-1983), Ernesto Giménez Caballero (1899-1988), Enrique Jardiel 4 Curiosamente, pese a que se trata más bien de un cuento breve que de un microrrelato, uno de los textos de Lorca recopilado por la editora Encarna Alonso Valero —en la antología Pez, astro y gafas. Prosa narrativa breve— se titula “La gallina. Cuento para niños tontos”, publicado originalmente en 1934 en el tercer número de la Revista Quincenal de Vitoria.
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Poncela
(1901-1952),
José
María
Hinojosa (1904-1936) o Samuel Ros (1904-1945). Tras el final de la experiencia vanguardista en España, definitivamente acabada en 1939 con la victoria en la Guerra Civil de parte del bando franquista, habrá que esperar hasta los años cincuenta, pese a alguna que otra excepción anterior de relativa trascendencia,5 para que Max Aub (1903-1972), con Crímenes ejemplares (1957),6 y especialmente Ana María Matute, con Los niños tontos, reactiven en España la
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5 Por ejemplo: Samuel Ros, con “Hallazgo”, procedente de Cuentas y cuentos. Antología, 1928-1941 (1942); o Tomás Borrás (1891-1976), con “La misión del héroe”, perteneciente a La cajita de asombros (1946), por él mismo denominados “cuentos gnómicos”, incluidos en Cuentacuentos (1948); “Final de un relato”, integrado en Algo de la espina y algo de la flor (1954). 6 A pesar de que Crímenes ejemplares se publicó en 1957, muchos de los microrrelatos que componían el libro aparecieron publicados inicialmente entre 1948 y 1950 en la sección titulada “Zarzuela” de la revista mexicana Sala de espera, fundada por el propio Max Aub.
práctica del microrrelato. Como ha dicho Fernando Valls: “a la luz de su reciente desarrollo, de las correspondientes formulaciones históricas y teóricas, podemos entender y valorar mejor que nunca Los niños tontos, y junto a los Crímenes ejemplares de Max Aub (1957), debemos considerarlo pionero en España de ese nuevo género que llamamos microrrelato” (26). Si afirmamos que frente al caso de Max Aub el de Ana María Matute es particularmente relevante para nuestra literatura es, entre otras cosas, porque el primero se encontraba exiliado en México, mientras que nuestra autora permanecía en España viviendo en lo que se ha denominado el exilio interior. Ana María Matute fue, por tanto, quien dio inicio al nuevo curso del microrrelato contemporáneo, se convirtió así, con Los niños tontos, en el puente de unión entre los microrrelatistas modernos, los del Modernismo y las vanguardias, y los microrrelatistas actuales, es decir, los que comenzaron a publicar sus microrrelatos
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con posterioridad a 1975, después de la muerte del dictador y el arranque del cambio de régimen político. No es casual que Camilo José Cela definiese en su momento Los niños tontos como: “el libro más importante, en cualquier género, que una mujer haya publicado en España, desde doña Emilia Pardo Bazán. Y una de las más atenazadoras y sintomáticas páginas de nuestra literatura” augura a la obra, además, un prometedor futuro que el tiempo ha venido a confirmar: “Los niños tontos marcará un impacto firmísimo en las letras españolas” (108). Entre la publicación de Los niños tontos en 1956 y el año 1975, continuaron el camino retomado por Ana María Matute en la creación micronarrativa autores como Francisco Ayala (1906-2009), con algunos de los textos contenidos en El jardín de las delicias (1971);7
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7 Varias de las composiciones que luego incorporaría Ayala a El jardín de las delicias aparecieron con anterioridad en diversas publicaciones periódicas de la época y en la primera
Ignacio Aldecoa (1925-1969), con varias de las composiciones pertenecientes a Neutral corner (1962); o Antonio Fernández Molina (1927-2005), con muchas de las piezas integradas en Los cuatro dedos (1968), En Cejunta y Gamud (1969), Dentro de un embudo (1973) y Arando en la madera (1975). Un caso aparte, por su vinculación con el franquismo, es el que representa Álvaro Cunqueiro (1911-1981), destacable también en el ámbito de la minificción gracias a “Los siete cuentos de otoño”, que, pese al título, eran seis microrrelatos incluidos en Flores del año mil y pico de ave (1968). Ana María Matute perteneció a la llamada generación del medio siglo, generación del 50, generación edición de sus Obras completas, 1969. Cabe mencionar también que ya en 1928 Ayala había publicado el microrrelato “Susana saliendo del baño”, concretamente en el segundo número de la revista vanguardista Gallo, fundada por Federico García Lorca. Este microrrelato volvió a ser publicado, con variantes, en El boxeador y un ángel (1929).
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de los niños de la guerra o, como la propia Matute la bautizó: generación de los niños asombrados, generación marcada estéticamente por una clara predilección por el realismo y por el cultivo de la novela. Sin embargo, Los niños tontos fue de esas obras que transgredieron tales tendencias y permitieron la apertura de nuevas vías de expresión literaria, básicamente por seis aspectos: primero, por su innegable aportación en el plano genérico, al recuperar y revitalizar el microrrelato. Segundo, por la adecuada combinación de lo narrativo y lo lírico sin perder la esencia del relato, que no es otra que contar historias. Tercero, por la profundización en la dimensión introspectiva de sus personajes. Cuarto, por la introducción del elemento fantástico en convivencia con el modelo realista de creación literaria. Quinto, por la utilización de un lenguaje de alto valor simbólico para el tratamiento de temas como la muerte y el paso del tiempo así como de
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motivos literarios como la relación entre los personajes y la naturaleza. Y sexto, debido a que fundamenta la crítica social en elementos estructurales de los relatos que van más allá de la mera descripción de unos acontecimientos injustos. De acuerdo con Fernando Valls: “este libro de textos líricos narrativos breves, como se recibió en su momento, debería haber sido valorado de manera más entusiasta, pues supone una novedad absoluta en aquellos años. No hay más que escoger alguna de sus mejores piezas, como ‘El tiovivo’, para darse cuenta de que no sólo estamos en un mundo distinto del que presentaba el realismo social sino que la utilización de la lengua y de las herramientas narrativas tampoco es la habitual” (26). Reproduzco aquí dicho microrrelato en el que pueden observarse algunas de las características que hemos señalado en Ana María Matute:
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El tiovivo8 El niño que no tenía perras gordas9 merodeaba por la feria con las manos en los bolsillos, buscando por el suelo. El niño que no tenía perras gordas no quería mirar al tiro al blanco, ni a la noria, ni, sobre todo, al tiovivo de los caballos amarillos, encarnados y verdes, ensartados en barras de oro. El niño que no tenía perras gordas, cuando miraba con el rabillo del ojo, decía: “Eso es una tontería que no lleva a ninguna parte. Sólo da vueltas y vueltas, y no lleva a ninguna parte”. Un día de lluvia, el niño encontró en el suelo una chapa redonda de hojalata; la mejor chapa de la mejor botella de cerveza que viera nunca. La chapa brillaba tanto que el niño la cogió y se fue corriendo al tiovivo, para comprar todas las vueltas. 8
En España se conoce como “tiovivo” al carrusel.
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En España se llamaban “perras gordas” a las monedas de 10
céntimos acuñadas en 1870, las cuales aludían al extraño león de
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una de sus caras que parecía un perro. Dejaron de circular en los años 40 pero se les continuó llamando así.
Y aunque llovía y el tiovivo estaba tapado con la lona, en silencio y quieto, subió en un caballo de oro, que tenía grandes alas. Y el tiovivo empezó a dar vueltas, vueltas, y la música se puso a dar gritos por entre la gente, como él no vio nunca. Pero aquel tiovivo era tan grande, tan grande, que nunca terminaba su vuelta, y los rostros de la feria, y los tolditos, y la lluvia, se alejaron de él. “Qué hermoso es no ir a ninguna parte”, pensó el niño, que nunca estuvo tan alegre. Cuando el sol secó la tierra mojada, y el hombre levantó la lona, todo el mundo huyó, gritando. Y ningún niño quiso volver a montar en aquel tiovivo.
Itzíar López Guil, en su trabajo titulado “Los niños tontos de Ana María Matute: la brevedad como estrategia de manipulación discursiva”, demuestra cómo no sólo la brevedad, sino también el propio tratamiento de la infancia, operan como mecanismos destinados a poner
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de relieve, de manera más o menos implícita o indirecta, las perversiones y contradicciones de las condiciones políticas, económicas y sociales bajo las que vivían los españoles en la época de la dictadura franquista. Así, por un lado: “la mirada individual del niño sobre la realidad va a funcionar como contrapunto de aquella propia del discurso sociopolítico del momento, sostenido en el texto bien por adultos, bien por un grupo de niños que defiende un saber colectivo” (335). Por otro lado, la reducida extensión de los relatos
[…] constituye una consciente estrategia discursiva que, al tiempo que favorece e intensifica esa bipolaridad característica de los relatos del medio siglo, justifica a ojos del lector la ausencia en ellos de matices intermedios; porque […] los cuentos del medio siglo buscan ofrecer como verdad
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todo aquello que el régimen de Franco atacaba u
ocultaba, tratando de convencer al lector de la validez de la oscuridad frente a la luz o de lo negro frente a lo blanco. […] A diferencia de lo que ocurre en otros más extensos, la falta de matices intermedios en la visión del mundo que ofrecen queda hábilmente disimulada gracias a la condensación propia de su condición de microrrelatos. (344-345)
Cabe decir que tanto por la ausencia de nombres propios como por la imprecisión de los datos espacio-temporales que afectan al conjunto de los relatos que componen Los niños tontos, la obra adquiere desde un punto de vista objetivo: “una condición universalista, pues se aleja de cualquier tipo de situación de carácter local” (Hernández 308). Los microrrelatos en Los niños tontos serían más que suficientes cualitativa y cuantitativamente para justificar la trascendente posición ocupada por Ana
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María Matute en la historia del microrrelato escrito en lengua española; además, su trayectoria micronarrativa fue más allá del año 1956 —sobre esta habría que hacer un estudio aparte—. En una primera aproximación, y sin entrar en la producción posterior a 1975, saldrían a la luz algunos textos del Libro de juegos para los niños de los otros (1961), tales como “El juego del deseo”, “Crucifixión”, “Tenemos el agua”, “El juego agrio de la envidia”, “Coger una naranja”, “El juego de los enemigos” y “Asustar”, así como otros pertenecientes a El río (1963): “El pastor niño”, “Aquel fuego”, “El eco”, “Las ortigas”, “Los murciélagos”, “El hombre del chocolate” o “El niño dormido”; composiciones todas ellas que nos obligan a replantearnos los límites de la micronarrativa. En el primer caso porque es innegable la presencia en los textos de un importante tono lírico, sin desmerecer el carácter esencialmente narrativo de los mismos, lo que los sitúa en la difusa frontera en-
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tre los microrrelatos de mayor lirismo y los poemas en
prosa de mayor narratividad. En un segundo caso porque la extensión de los textos los ubica en los márgenes entre los microrrelatos más largos y los cuentos más cortos. Será en otros estudios donde tendrán que escudriñarse estos y más asuntos relacionados con la producción micronarrativa de Ana María Matute, escritora a la que, tanto en lo personal como en lo literario, echaremos siempre de menos. Nos queda su infinito universo narrativo para perdernos en él y reencontrarnos con ella.
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Obra citada Cela, Camilo José. “Un breve librillo ejemplar”. Papeles de Son Armadans julio 1957: 107-108. Hernández, Darío. “El microrrelato en los años cincuenta. Una autora española: Ana María Matute”. En Narrativas de la Posmodernidad. Del cuento al microrrelato, ed. Salvador Montesa. Málaga: aedile, 2009. 297-312. Lagmanovich, David. El microrrelato. Teoría e historia. Palencia: Menoscuarto, 2006. López Guil, Itzíar. “Los niños tontos de Ana María Matute: la brevedad como estrategia de manipulación discursiva”. En La era de la brevedad. El microrrelato hispánico, eds. Irene Andres-Suárez y Antonio Rivas. Palencia: Menoscuarto, 2008. 331-345. Matute, Ana María. “Las dudas de Ana María Matute”. Destino noviembre 1969: 62. ______. Los niños tontos. Barcelona: Destino, 1971. Valadés, Edmundo. “Ronda por el cuento brevísimo”. Puro cuento 21, 1990: 28- 30. Valls, Fernando. “Los niños tontos, de Ana María Matute, como microrrelatos”. Quimera noviembre 2002: 23-26. Watland, Charles D. “Los primeros encuentros entre Darío y los hombres del 98”. En Estudios sobre Rubén Darío, ed. Ernesto Mejía Sánchez. México: fce, 1968. 354-363.
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Juan Cris贸stomo M茅ndez, cecap.
Edificio Carolino. Fototeca Juan Cris贸stomo M茅ndez, cecap.
MÁSCARAS REVELADORAS Francisca Noguerol
-En todo lo que escribo oculto más de lo que revelo. -Eso crees. Transparencias Augusto Monterroso
El coordinador del presente número de Unidiversidad me ha pedido esbozar una presentación de Augusto Monterroso con motivo del congreso que la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla le dedicará en noviembre de este año. En principio, quiero felicitar a los organizadores por tan feliz idea, que devuelve a primer plano a un autor del que me enamoré hace ya veinticinco años, a quien dediqué íntegra y gozosamente cuatro años de mi vida en forma de investigación predoctoral y que — sólo Tito podía lograrlo— sigue siendo indispensable en mi mesilla de noche. Para cumplir con tal cometido, he titulado esta reflexión “Máscaras reveladoras”. En ella, pretendo imbricar biografía y creación monterroseana destacando los rasgos de su personalidad escondidos
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tras los escudos con los que le gustaba ocultarse. Así comprobaremos cómo, a lo largo de los nueve títulos que conformaron su excepcional trayectoria literaria, pasó de la ausencia voluntaria de cualquier atisbo autobiográfico a las cada vez más frecuentes revelaciones sobre su persona. Pocos autores han sido más conocidos y glosados que Tito a partir de anécdotas biográficas, las que inmediatamente han pasado a circular de boca en boca en cualquier tertulia literaria. Su misma esposa, la escritora Bárbara Jacobs, nos dio a conocer en los tardíos noventa la cotidianidad de la pareja en su delicioso Vida con mi amigo. Por su parte, el escritor demostró siempre un enorme interés por los géneros “de la verdad”, fueran biografías, memorias o diarios. Pero todo ello corre paralelo a su deseo de esconderse, patente ya en las irónicas “Transparencias” con que he iniciado mi reflexión. Su deseo de callar y no escribir más de la
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cuenta se aliaron con la timidez y el humor para evitar
todo confesionalismo. Ya en “Exposición al ambiente” advierte contra los ejercicios de striptease literario: “No te muestres mucho ni permitas demasiadas familiaridades: de tanto conocerte la gente termina por no saber quién eres” (La letra e 87). Del mismo modo, en “Te conozco, mascarita” descubre dos elementos clave de su literatura: “El humor y la timidez generalmente se dan juntos. Tú no eres una excepción. El humor es una máscara y la timidez otra. No dejes que te quiten las dos al mismo tiempo” (La palabra mágica 51). Teniendo en cuenta estas dos advertencias, veamos cómo avanza el proceso de desvelamiento en sus libros. El conjunto de relatos Obras completas (y otros cuentos) (1959), primera publicación de Monterroso, presenta escasas referencias autobiográficas. Aunque el afán neurótico por contar la propia vida se adivina en el argumento de “Uno de cada tres” y los problemas creativos y existenciales del escritor se reflejan en “Vaca”, “Obras completas” y “Leopoldo (sus trabajos)”
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—recreaciones
del
“síndrome
de
Bartleby” tan bien retratado por Enrique Vila-Matas—, la adscripción del título al género cuento impide que se confundan realidad y ficción en sus páginas. El escritor comienza a dar cuenta de sus obsesiones, pero se mantiene alerta para no descubrirlas como propias. En La Oveja negra y demás fábulas (1969) mantiene la máscara a través de una categoría textual tan alegórica y alejada de la mímesis como la fábula. Sin embargo, incidirá con mayor frecuencia en los temas que le preocupan: la ausencia de libertad en la escritura (“El mono que quiso ser escritor satírico”, “El Fabulista y sus críticos”), el escritor incapaz de crear (“El mono piensa en ese tema”), el que se aboca voluntariamente al silencio (“El zorro es más sabio”), o los destinos patéticos de quienes dedican su existencia a la literatura (“Paréntesis”). Por su parte, las vidas no auténticas son puestas en tela de juicio en “La Mosca que soñaba
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que era un Águila”, “La Rana que quería ser una Rana
auténtica” y “El Perro que deseaba ser un ser humano”. Movimiento perpetuo (1972), probablemente el mejor libro de Monterroso, marca un punto de inflexión en su camino hacia los textos de corte autobiográfico. Marcado por el símbolo de la mosca, este volumen misceláneo continúa la exploración de temas recurrentes relacionados con la vida del escritor. Así ocurre en “Homo scriptor”, “Dejar de ser mono”, “Ganar la calle”, “El poeta al aire libre” o “A lo mejor sí”, a los que se añaden ahora textos de resonancias biográficas como sus meditaciones sobre el desamor en “Homenaje a Masoch”, “Bajo otros escombros” o “La vida en común”, y las referencias autodenigratorias sobre su altura en “Estatura y poesía”. Este motivo, abordado siempre con ironía y que cuenta con el temprano antecedente de “El centenario” (Obras completas [y otros cuentos]), se convertirá en tema recurrente de su obra. Así, el texto “Estatura y poesía” de Movimiento perpetuo se abre con un divertido epígrafe atribuido
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a Eduardo Torres: “Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a simple vista” (125). El ensayo da muestras desde la primera línea de la maestría con que Monterroso utiliza el humor para abordar su condición de hombre bajito: “Sin empinarme, mido fácilmente un metro sesenta. Desde pequeño fui pequeño” (125). La cuidadosa elección de adjetivos y adverbios revela su burlona envidia a los altos: “De todos es sabido que los centroamericanos, salvo molestas excepciones, no han sido generalmente favorecidos por una estatura extremadamente alta” (125); “Con regularidad suelo ser víctima de chanzas sobre mi exigua estatura, cosa que casi me divierte y conforta, porque me da la sensación de que sin ningún esfuerzo estoy contribuyendo, por deficiencia, a la pasajera felicidad de mis desolados amigos” (126). El narrador relaciona absurda y humorísticamente la poesía con la escasa estatura: “Cuando en la calle
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o en alguna reunión encuentro a alguien menor de un
metro sesenta, recuerdo a Torres, a Pope o a Alfonso Reyes, y presiento o estoy casi seguro de que me he topado con un poeta” (126-127). El ensayo acaba sustentándose en la paradoja de los tamaños como hilo conductor: “Parece que la musa se encuentra más a sus anchas, valga la paradoja, en cuerpos breves y aun contrahechos, como en los casos del mencionado Pope y de Leopardi [...] ¿Cómo se entiende un poeta de dos metros? Vean a Byron cojo y a Quevedo patizambo; no, la poesía no da saltos” (127). También en Movimiento perpetuo comienza a desvelarnos a sus autores preferidos. Es el caso de Borges en “Beneficios y maleficios de Jorge Luis Borges”, Kafka y de nuevo Borges en “A escoger”, o Balzac en “Fecundidad”, donde alaba la prodigiosa imaginación del novelista francés menoscabando su pasión por la brevedad: “Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea” (61). Ésta será una de las características más significativas de la crítica monterroseana: para
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ensalzar a sus autores preferidos se denigra a sí mismo, en un ejercicio de humildad que enseguida concita la simpatía de los lectores. Lo demás es silencio (la vida y la obra de Eduardo Torres), el cuarto volumen del escritor y publicado en 1978, se incluye con pleno derecho en la categoría de biografía novelada. Aunque no guarde relación con la realidad, supone un juego narrativo que descubre las constantes preocupaciones de Monterroso a través de la figura de Torres, el erudito de provincias que nació veinte años antes de ver la luz en forma de libro. El texto encierra meditaciones en torno a la difícil libertad del escritor, a sus angustiosos periodos de esterilidad creativa y al daño que la fama puede hacer a la literatura. A través de los testimonios de la primera parte conocemos a Torres “en zapatillas”, a la manera de esas biografías que, comenzando con la de Balzac, pusieron en entredicho durante todo el siglo xx a grandes figuras del pen-
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samiento al revelar sus mezquindades cotidianas.
Con La palabra mágica (1983) Monterroso inicia la costumbre —que ya no abandonará— de incluir en sus textos misceláneos biografías de los autores que admira. Es el caso de personajes tan variopintos como Horacio Quiroga, Ernesto Cardenal, Miguel Ángel Asturias, William Shakespeare, Charles Lamb o, de nuevo, Jorge Luis Borges. Los escritores se encuentran definidos a través de tres o cuatro detalles, anécdotas aparentemente triviales que condensan todo un carácter. Lo que señala respecto a sus autores preferidos puede ser aplicado exactamente a su persona. Así, en “La autobiografía de Charles Lamb” escribe: “Charles Lamb era un hombre bajito, tímido y sarcástico, cosas que, si uno se fija, tienden siempre a juntarse; y el autor de los Ensayos de Elia, a través de los cuales dejó un testimonio de cómo, pase lo que pase, después de todo el mundo puede ser visto con una sonrisa” (39). En cuanto a Watteau, comenta: “Watteau era de talla mediana y constitución débil: hablaba poco, pero bien,
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y así escribía. Casi todo el tiempo meditaba. [...] El continuo trabajo lo había vuelto un tanto melancólico, y al abordársele se mostraba frío y embarazado, lo que producía a veces incomodidad entre sus amigos y con frecuencia consigo mismo. No tenía otros defectos que el de la indiferencia y el de amar el cambio” (La letra e 146). ¿No serían éstas perfectas definiciones del autor de Movimiento perpetuo? Los elementos autobiográficos se hacen presentes tanto en “Llorar orillas del río Mapocho”, donde habla de las dificultades de la traducción y de las miserias de su estancia en Chile, como en “Los libros tienen su propia suerte”, texto que abre el volumen y que refleja su profunda desconfianza hacia la supervivencia de su obra. Especialmente significativa resulta su defensa de las memorias literarias en “Los escritores cuentan su vida”, que comienza con una ilustrativa cita de Kierkegaard —“Sí, es cierto, hay más de un hombre que ha
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escrito los recuerdos de su vida, en los que no había
rastros de recuerdos, y a pesar de ello estos recuerdos constituían sus beneficios para la eternidad” (La palabra mágica 97)— y donde defiende un género que él mismo califica de “vilipendiado y reacio” con frases como la siguiente: “Vivir es común y corriente y monótono. Todos pensamos y sentimos lo mismo: solo la forma de contarlo diferencia a los buenos escritores de los malos. Por último, siempre es interesante ver las máscaras que cada autor se pone y se quita” (101, la cursiva es mía). La letra e (1986) reúne sus reflexiones sobre los más diversos asuntos entre 1983 y 1985. Se adapta por consiguiente al género di(et)ario, tan grato a un escritor que desvela los entresijos de la condición humana a partir de detalles aparentemente triviales. Como señala en el prefacio, Monterroso es consciente de que se trata de uno de sus textos más personales, donde se reúnen sus más diversas identidades: “Lo que ha quedado puede carecer de valor; sin embargo, escribiéndolo
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me encontré con diversas partes de mí mismo que quizá conocía pero que había preferido desconocer: el envidioso, el tímido, el vengativo, el vanidoso y el amargado; pero también el amigo de las cosas simples, de los animales y hasta de algunas personas, entre autores y gente sencilla de carne y hueso. Yo soy ellos, que me ven y a la vez son yo, de este lado de la página o del otro” (7). Las dudas sobre su capacidad para el género se hacen patentes en “Problemas de comunicación”: “Hasta ahora he sido incapaz de hacer de esto un verdadero diario (algo publicable). Demasiado pudor. Demasiado orgullo. Demasiada humildad. Demasiado temor a las risitas de mis amigos, de mis enemigos (...); de mi miedo a escribir y a no escribir; de lo que detesto en mis amigos, que son los que importan; en los restaurantes, en las reuniones, en las cenas formales; en los actos públicos” (59). Así lo reconoce también en “Negación para
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un género”, que comienza con la frase: “Lo sé, el diario
de viaje no es mi fuerte” (160). Aprovecha bastantes momentos para criticarse. Es el caso de “Autoflagelación”, donde se impone un duro código de comportamiento: “La burla de uno mismo, el reconocimiento abierto de los propios defectos como ideales masoquistas” (154). Asimismo, descubre su costumbre de menospreciar el propio trabajo —“Por cierto, que de acuerdo con mi antigua manía le puse [a la Antología personal] un prólogo autodenigratorio que copiaré más abajo” (192)—, transcrito dos páginas más adelante: “Como mis libros son ya antologías de cuanto he escrito, reducirlos a ésta me fue fácil; y si de esta se hace inteligentemente otra; y de esta otra, otra más, hasta convertir aquellos en dos líneas o en ninguna, será siempre por dicha en beneficio de la literatura y del lector” (194). La defensa del silencio se hace cada vez más patente. En “Dualidades” refleja su ideal literario: “Uno es dos: el escritor que escribe (que puede ser malo) y el escritor que corrige (que debe ser bueno). A veces
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de los dos no se hace uno. Y es mejor todavía ser tres, si el tercero es el que tacha sin siquiera corregir” (46). La reflexión se encuentra muy cercana de la divertida “Nulla dies sine linea”, constituida por la máxima “Anula una línea cada día” (46), y que se completa en las inteligentes meditaciones de “Dejar de escribir” (10) o “Eduardo Torres” (11). Por otra parte, hace gala de sus inseguridades personales en “El escritor”:
No hay otra: tengo un sentimiento de inferioridad. El mundo me queda grande, el mundo de la literatura; y cuantos escriben hoy, o se han adelantado a escribir antes, son mejores escritores que yo, por malos que puedan parecer. Ven más, son más listos, perciben cosas que yo no alcanzo a detectar ni a mi alrededor ni en los libros [...]. Si afirmo algo, o lo niego —¿quién me ha dado ese derecho?—, la duda me persigue durante días, mientras me vuelvo a animar. En ese momento quisiera estar lejos,
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desaparecer.
Para ocultar esta inseguridad que a lo largo de mi vida ha sido tomada por modestia, caigo con frecuencia en la ironía, y lo que estaba a punto de ser una virtud se convierte en ese vicio mental, ese virus de la comunicación que los críticos alaban y han terminado por encontrar en cuanto digo o escribo. (160, la cursiva es mía)
El problema de la timidez es tratado como constante angustiosa desde las primeras páginas del dietario. Su miedo a hablar en público, a impartir conferencias, a formular cualquier juicio de valor revelan la inteligencia de un autor que abordaba la literatura con demasiado respeto como para pontificar sobre ella. Así se observa en “Kafka”, el texto que abre el volumen:
Yo mismo me sobresalté la otra tarde cuando en la sala de conferencias de la librería Gandhi [...] me vi finalmente opinando sobre Franz y su vida y su obra, después de,
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en un descuido, haberme comprometido a hacerlo, como siempre con la esperanza de que el día que uno acepta para presentarse en público no llegará nunca si el plazo fijado se va partiendo en mitades, una vez tras otra, hasta el infinito, como en cualquier y vulgar aporía de Zenón. Pero como no falla que los demás saben indefectiblemente más que yo sobre cualquier tema, para salir con cierta cara del paso me concreté a leer dos o tres cosas que años antes había dedicado a Kafka y que llevé en calidad de manto protector. (9-10)
En este sentido, no está de más recordar algunos párrafos de “Agenda del escritor”, enumeración de las tareas inútiles que acosan al “profesional de la literatura” impidiéndole crear:
Lunes 3. Oficina. Preparar conferencia sobre los males del exilio. Almuerzo con Roberto. Tarde, terminar conferencia
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función social del libro.
Martes 4. Oficina. Revisar ponencia Congreso Lingüístico. Comida con Rigoberto. Tarde, presentar libro de Osberto en Librería Tagore. Cena en casa de Osberto. Miércoles 5. Universidad. Participación en mesa redonda sobre literatura y compromiso. Comida con Edelberto [...]. Domingo 9. Redondear conferencia males exilio. Comida con Gilberto. Tarde, escribir y llevar periódico carta aclaratoria. Noche, escribir hai ku, tema luna [...]. Jueves 13. Desayuno de trabajo con Osberto. Oficina. Noche, terminar hai ku. Domingo 16. Terminar conferencia males aquejan escritor: Persecución, ideología, indiferencia, carestía, incomprensión, analfabetismo, sectarismo, canibalismo, oportunismo, influyentismo, mafias, otros. Comida con Osberto. Tarde, revisar hai ku. Noche, pasar en limpio hai ku. (128)
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En este proceso de progresiva vinculación entre vida y literatura, no fue sorprendente la aparición de Los buscadores de oro (1993), reconstrucción de los primeros quince años en la vida de Monterroso justificada por su deseo de entender su situación en el mundo. Así lo explica en un prólogo que reitera a su miedo a hablar en público:
Cuando ese momento llega [el de la lectura], y como ya había supuesto que ocurriría, el pánico se apodera de mí, tengo la boca seca y un intenso dolor en la espalda, y sólo mediante un gran esfuerzo de voluntad consigo comenzar diciendo: Como a pesar de lo dicho por el profesor Melis es muy probable que ustedes no sepan quién les va a hablar, empezaré por reconocer que soy un autor desconocido, o, tal vez con más exactitud, un autor ignorado [...]. A medida que trataba de dar de mí una idea más o menos aceptable, la sospecha de que yo mismo tampoco sabía
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muy bien quién era comenzó a incubarse en mi interior.
[...] Mientras leía, una aguda percepción de mi persona me hacía tomar conciencia, en forma casi dolorosa, de que me encontraba en una aula de la antigua e ilustre Universidad de Siena dando cuenta de mí mismo, de mí mismo treinta años antes tal como aparezco en el texto que leía, es decir, llorando de humillación una fría y luminosa mañana a orillas del río Mapocho durante mi exilio en Chile; leyéndolo con igual temor, inseguridad y sentido de no pertenencia y con la sensación de “qué hago yo aquí” con que hubiera podido hacerlo otros treinta años antes, cuando era apenas un niño que comenzaba a ir solo a la escuela. (9-10)
Su ansiedad ante la propia creación se refleja asimismo en el volumen de ensayos La vaca (1998), donde comenta la angustia que le provoca la publicación de un nuevo libro: “Cuando las reediciones de todos ellos inevitablemente se han sucedido, recuerdo siempre la salida del primero con parecida emoción. Y, por cierto, con la
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misma inseguridad. En aquel tiempo difícilmente podía yo soportar que alguien, en cualquier reunión, o en la calle o en donde fuera, me hablara de mi libro recién aparecido, y si por acaso lo elogiaba, me invadía tal sensación de vergüenza que yo, como podía, cambiaba la conversación o, sencillamente, huía” (122). En La vaca vuelve sobre sus temas favoritos: el silencio del escritor que por “zorro” y sabio se niega a inundar el mundo de literatura sin valor; la importancia de las biografías breves, destacadas ya en el prefacio del libro —“Sólo quiero que me agradezcan las biografías de Erasmo y de Tomás Moro, de John Aubrey, que traduje para ellos” (11)—; los comentarios de autores admirados, “influencias”, y fundamentalmente las reseñas vitales de amigos escritores como Luis Cardoza y Aragón, Juan Rulfo o Juan Carlos Onetti. Así se comprende la aparición en 2001 de Pájaros de Hispanoamérica, conjunto de treinta y siete biogra-
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fías de escritores publicadas en libros anteriores, cuya
reunión en volumen explica del siguiente modo:
Lo que aquí presento no son retratos; ni siquiera bocetos o apuntes, sino tan sólo el trazo de ciertas huellas que algunos pájaros que me interesan han dejado en la tierra, en la arena y el aire, y que yo he recogido y tratado de preservar [...]. Los pájaros que aquí aparecen fueron atrapados por mí en momentos muy diferentes de mi vida y de sus vidas, con mi pluma como único testigo. Teniéndolos enjaulados en diversos libros en los que conviven con especies de otros continentes con las que se entienden bien y a veces mal, quiero ahora ponerlos en un mismo recinto, en el cual, si no libres, estarán por lo menos con los suyos. (11)
La última obra de Monterroso recupera las biografías de amigos latinoamericanos con los que, en mayor o menor medida, compartió ideales literarios y éticos. A través de ella se rastrean las fobias y filias del autor,
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tratándose del último eslabón en una cadena que comenzara en 1959 y que se truncó, desgraciadamente, en 2003. Sin embargo, nos quedan los textos del maestro, a través de los cuales se descubrió a sí mismo y a su original manera de concebir el mundo. De este modo, no existe mejor conclusión a este trabajo que aplicar a Tito Monterroso las palabras con que Jorge Luis Borges se definió en el epílogo de El Hacedor (1960): “Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara” (232).
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Obra citada
Borges, Jorge Luis. Obras completas II. Barcelona: Emecé, 1989. Monterroso, Augusto. La letra e. Madrid: Alianza, 1987.
______.La palabra mágica. México: Era, 1991a. ______.La vaca. México: Alfaguara, 1998. ______.Los buscadores de oro. Barcelona: Anagrama, 1993. ______.Movimiento perpetuo. México: Era, 1991b. ______.Pájaros de Hispanoamérica. México: Alfaguara, 2001.
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BREVE E INCOMPLETO ACERCAMIENTO A UNA POSIBLE HISTORIA DE LA MINIFICCIÓN Violeta Rojo
Durante los últimos treinta años, los estudios de minificción han pasado de fundacionales y escasos a constantes y con enfoques amplios. Sin embargo, una extensa y documentada historia de la minificción sigue siendo materia pendiente. El tema se ha tocado en varios importantes artículos, en capítulos de libros y se evidencia en las antologías sobre la minificción de Argentina, Colombia, Chile, México, Panamá, Perú y Venezuela. El reconocido crítico David Lagmanovich fue constante al trabajar este asunto, al cual dedicó buena parte de su libro El microrrelato. Teoría e historia (2006); donde anexó su “Crono-bibliografía del microrrelato hispánico 1888-2006”, el cual es primordial para acercarse al tema. No quedan atrás los muchos y significativos trabajos que el estudioso chileno Juan Armando Epple ha dedicado a los orígenes y precursores de la minificción. Es posible que la historia de la ficción brevísima todavía no se haya podido establecer porque hay visiones muy
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distintas sobre el género y, por ende, de cómo se ha desarrollado. Estas discrepancias, obviamente, afectan a la datación de los orígenes. En la historiografía hay dos vertientes de pensamiento que, aunque contrapuestas, pueden ser consideradas igualmente válidas, la primera no está completa sin la segunda. Una de estas perspectivas estima que las brevedades son formas ancestrales que se han ejercido desde el comienzo de los tiempos y que la minificción no es más que la expresión moderna de tales expresiones. Para la otra, la minificción es una expresión latinoamericana que nació con el Modernismo y las vanguardias a principios del siglo xx, y que se desarrolló de maneras peculiares en varios países, continentes y lenguas. Esta tendencia juzga que los ejemplos de la primera visión son meros casos arcaicos, pero no minificciones tal como las calificamos ahora. Lo que sí está claro al revisar los estudios sobre el tema es que hay autores que se citan una y otra vez (aquí también los repetiremos para que se vea su
importancia), y otros escritores que son identificados por algunos estudiosos, pero no por otros. Es como si cada uno de los aportes fuera relativizado de acuerdo a cada investigador. En suma, las dos visiones implicarían, para una, la brevedad como un continuo desde las primeras expresiones literarias breves hasta ahora; para otra, una serie de etapas entre las que se cuentan literaturas antiguas brevísimas y ya en el siglo xx brevedades del Modernismo y las vanguardias que configuran un género que llega a constituirse con posterioridad.
Las formas simples como inicio La literatura brevísima, efectivamente, es habitual en la literatura mundial desde el comienzo de los tiempos. En dos artículos (2010; 2014) he analizado a los precursores de lo que hoy llamamos minificción; ambos podrían resumirse diciendo que ya se encontraban textos brevísimos en las Misceláneas griegas y romanas, en los Makura no Sõshi (Libros de la almohada) japoneses y
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en los Commonplace book medievales y renacentistas ingleses; en los Hodgepodge (miscelánea) ingleses, los Gemeinplätze alemanes, los Lieux Communs franceses y los Zibaldone italianos del siglo xix. Francisca Noguerol (2009) vincula la literatura breve a los Dietarios españoles, Laura Pollastri (2007) a las inscripciones en las estelas funerarias de la antigüedad, David Lagmanovich (2006) al Haiku, Paul Dávila (2012) al Koan, y Hugo Francisco Bauzá (2008) coloca como precedentes a las lápidas sepulcrales, las columnas y obeliscos conmemorativos, algunas odas de Píndaro, las laminillas órficas de los romanos, las “bagatelas” de Cátulo y los apotegmas de Julio César en Dicta Collectanea, entre otros. Nana Rodríguez (1996) establece una tradición histórica del relato breve que va desde los mitos precolombinos, el Panchatantra hindú, la Biblia y las Metamorfosis de Ovidio hasta el Conde Lucanor de Don Juan Manuel. Por supuesto, no podemos olvidar toda la literatura llamada de “formas
simples” o “géneros menores”: aforismos, alegorías, apólogos, bestiarios, cuadros, casos, enxiemplos, epigramas, estampas, fábulas, parábolas, proverbios, sentencias, viñetas y el largo etcétera de la literatura mínima. Juan Armando Epple (2006) sostiene que algunas formas literarias de la Edad Media son también predecesoras a las anteriormente nombradas y suma leyendas, mitos y adivinanzas.
Europeos y americanos Después de los autores de minimalia antes citados, comienzan los antecesores inmediatos. Lagmanovich (2006) considera que los Pequeños poemas en prosa de Charles Baudelaire son los precursores más importantes; de igual forma los Cuadernos de Ambrose Bierce y Nathaniel Hawthorne, dice Graciela Tomassini (2008 y 2011); Dolores Koch (2009) agrega a Franz Kafka. Juan Armando Epple (2006) nombra a Aloysius Bertrand, Villiers de L’Isle-Adam, Oscar
Wilde,
Jules
Renard,
Lord
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Dunsany, Franz Kafka, George Loring Frost e I. A. Ireland. Susana Salim (2011) suscribe a Federico García Lorca. Stella Maris Colombo (2011) hace una compilación de los distintos antecedentes de varios estudiosos en los que incluye al ya mencionado Franz Kafka, a Bertolt Brecht y Ernest Hemingway (para Lagmanovich), al ya también nombrado Ambrose Bierce (para Tomassini) y a Giovanni Papini (para Colombo, Roas y Anderson Imbert). Como se explicó anteriormente, una de las diferencias de criterio es que para algunos investigadores estos autores sólo son antecedentes y para otros son ya minicuentistas. La disimilitud entre estas expresiones y la minificción, tal y como la conocemos, se debe a los evidentes cambios que se han producido en el devenir de la literatura. El concepto de minificción es reciente, tanto así que podemos pensar que la forma literaria a la que damos dicho nombre fue creada por los estudiosos del área que al darle una configuración teórica han ido conformando un género literario que antes era sólo
un conjunto de diversas escrituras mínimas creadas sin preocuparse de la taxonomía.
El Modernismo y las vanguardias como arranque Lauro Zavala afirma que el nacimiento de la minificción “ocurrió a principios del siglo xx, en México” (9). Dolores Koch (2009) indica que el autor primigenio fue Julio Torri. Laura Pollastri concuerda y es más específica al indicar que la “primera manifestación constatable en el siglo xx se remonta al texto ‘A Circe’ que abre Ensayos y poemas del mexicano Julio Torri” (13). Para David Lagmanovich (2006) los modernistas y vanguardistas fueron lo que llama “precursores e iniciadores”: el nicaragüense Rubén Darío; los mexicanos Alfonso Reyes, Julio Torri y Ramón López Velarde; los argentinos Leopoldo Lugones, Macedonio Fernández, Antonio Porchia, Ángel de Estrada hijo y Oliverio Girondo; los españoles Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna y el chileno Vicente Huidobro. A esta lista creo
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que deberían añadirse el colombiano Luis Vidales y, sobre todo, el venezolano José Antonio Ramos Sucre. Juan Armando Epple (2014) incluye a Darío, Torri, Lugones, Vidales, Ramos Sucre, Huidobro y a los mexicanos Mariano Silva y Aceves y Carlos Díaz Dufoo. Guillermo Siles (2007) nombra a Torri, Darío, Lugones, Girondo, López Velarde y añade al mexicano José Juan Tablada. Lauro Zavala (2014) repite los nombres de Torri, Reyes, Fernández, Girondo, Vidales y añade al colombiano Jorge Zalamea. Para los antólogos, los iniciadores por país serían Enrique Anderson Imbert en Argentina (Pollastri 2007); Luis Vidales y Jorge Zalamea en Colombia (González 2002); Vicente Huidobro y Braulio Arenas en Chile (Epple 1989); Alfonso Reyes, Genaro Estrada, Mariano Silva y Aceves, Julio Torri, Andrés Henestrosa (Zavala 2002) y Carlos Díaz Dufoo Jr. en México (Perucho 2006). En Panamá, Rogelio Sinán (Jaramillo Levi 2003), en Perú, Ricardo Palma, Abraham Valdelomar, César Vallejo y Héctor Velarde (Minardi 2006) a los
que se agregan Manuel González Prada y Celso Víctor Torres Figueroa (Vásquez 2014), y en Venezuela, José Antonio Ramos Sucre (Rojo 2004 y 2009).
Establecimiento de la narrativa brevísima En los años cuarenta, indica Lagmanovich, hay minificciones en la Antología de la literatura fantástica de Borges, Ocampo y Bioy Casares. A partir de allí comienzan a ser comunes en los libros de Enrique Anderson Imbert, Juan José Arreola, Jorge Luis Borges y Antonio di Benedetto. En 1955 aparece Cuentos breves y extraordinarios de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Ésta es valorada como la primera antología de un género que aún no existía como objeto de estudio, donde se recogen ejemplos de textos brevísimos que ahora son catalogados como minificciones. Después hay textos mínimos en Ana María Matute, Virgilio Piñera y Max Aub. En 1959, aparece el más famoso minicuento de todos los tiempos: “El
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dinosaurio” de Augusto Monterroso, en Obras completas (y otros cuentos). A partir de entonces son varios los autores que comienzan a desarrollar una literatura brevísima: el colombiano Álvaro Cepeda Zamudio, los argentinos Marco Denevi, Julio Cortázar y Luisa Valenzuela, el cubano Guillermo Cabrera Infante, el venezolano Alfredo Armas Alfonzo, el dominicano Manuel del Cabral y muchos más. En 1964, Edmundo Valadés funda en México El Cuento. Revista de Imaginación, en la cual divulga habitualmente minificciones. Los 70 son los años del furor por la literatura mínima, a la que se unen los nombres de René Avilés Fabila, Edmundo Valadés, Gabriel Jiménez Emán, Eduardo Galeano, Armando José Sequera, Jairo Aníbal Niño. Además, José Emilio Pacheco utilizan por primera vez el término “microrrelato”, afirma Javier Perucho (13). En los años 80 aparece la revista colombiana Ekuóreo dedicada únicamente a este género, y se da el comienzo de la actividad crítica en 1981 con el artículo de
Dolores Koch “El micro-relato en México: Torri, Arreola, Monterroso y Avilés Fabila”. En esos años comienzan a conocerse algunos de los escritores consagrados actualmente: Pía Barros, Ana María Shua, Guillermo Samperio, entre otros, y se editan la revista argentina Puro Cuento y las antologías seminales de Juan Armando Epple (1988), Robert Shapard y James Thomas (1989). A partir de los años 90, el género se desarrolla con una multitud de escritores latinoamericanos, españoles, de lengua inglesa, brasileros, coreanos, etc. Aquí otro salto, esta vez cuantitativo, con el nuevo siglo y el auge de las redes sociales, la multitud de concursos, congresos y publicaciones. Las listas anteriores no son más que un resumen ínfimo de los cientos de autores que pueden ser considerados antecesores, antepasados, precedentes y directamente minificcionistas. Son muchos los textos brevísimos que se han publicado desde el siglo xx sin adscripción genérica.
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Como es evidente en esta enmarañada y a veces redundante aproximación, es muy difícil concretar una sistematización histórica del género porque no hay un desarrollo preciso, continuado, sino más bien diversos autores con apariciones puntuales pero por separado, otras veces apariciones grupales con estallidos aparentemente desordenados en los que se mezclan muchos géneros; y hay autores que escriben textos brevísimos en algún momento pero no siempre. Hay modas que pasan, experimentaciones que dan paso a otras búsquedas y las hay con una dedicación exclusiva al género. La multitud de escritores y textos hacen que al tratar de aprehender su secuencia todo quede en un intento y sea muy difícil fijar una línea ininterrumpida entre ellos. Claro está, los eventos históricos no suelen ser continuos y por tanto la historia tampoco lo puede ser. Es común que haya acontecimientos que se solapen, incidentes que coinciden, personajes que aparecen
y desaparecen. En la literatura pasa lo mismo: los antecedentes terminan siendo muchos, las influencias difieren de escritor a escritor y los padres literarios son multitud. Estas dificultades explican lo que consideramos ausencias en los estudios que nos ocupan y hacen que respetemos más a los estudiosos que han intentado caminar esta difícil senda. Queda pendiente, mientras un grupo de valientes no la asuma, la historia completa del nacimiento y desarrollo de la minificción.
Obra citada Perucho, Javier. El cuento jíbaro. Antología del microrrelato mexicano. México: Ficticia/Editorial Universidad Veracruzana, 2006.
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EL MICRORRELATO POR OTRO MEDIO Javier Perucho
El peso exacto de un colibrí es una serie que transmite Radio unam —emisora oficial de la Universidad Nacional Autónoma de México— y en cuya programación cultural se emitía una cápsula radiofónica no mayor a cinco minutos que consistía en la recreación, locución, musicalización y adaptación para la radio de un conjunto de microrrelatos agrupados en diversas temáticas: cuentos chinos, sirenas, dinosaurios, inclasificables, mujeres y varia invención. La serie también produjo un quinteto de monográficos de la microficción regional que ofreció panoramas antológicos de cinco países (Argentina, Chile, Colombia, México y Venezuela), animados por la generosa voz de Violeta Rojo, Henry González, Nana Rodríguez Romero, Martín Gardella, Raúl Brasca, José Luis Fernández, Lauro Zavala y quien firma este informe. Por su parte, la estación ha realizado y transmitido homenajes a los escritores paradigmáticos del género, como Augusto Monterroso, Juan José Arreola y Edmundo Valadés, a cargo de Armando González Torres, Agustín
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Monsreal y este expositor, así como lecturas de obra a cargo de los narradores mexicanos Alberto Chimal y Marcial Fernández, entre otras plumas. En las frecuencias de AM, FM e internet de Radio unam, se transmitía cotidianamente una cápsula radiofónica que ambientaba un microrrelato con la voz de uno de los locutores de la emisora pumita. Esta iniciativa nació hace ya cierto tiempo —en abril de 2010—, por las motivaciones culturales de Baltazar Domínguez, productor de la estación, y Lauro Zavala, perito en el género. Para dotar de contenidos a El peso exacto de un colibrí, fuimos invitados por Baltazar para exponer las menudencias del microrrelato, sus diferencias con otros géneros, linderos y afinidades con las demás musas menores —como diría Alfonso Reyes—, su naturaleza escurridiza y sus principales exponentes. Además se recrearían obras microficcionales de los pioneros, clásicos y voces nuevas de la microficción (término usado aquí como sinónimo de microrrelato).
Para grabar la primera y segunda series temáticas, pasaron por la cabina de audio las personalidades y voces de Lauro Zavala, quien trazó el horizonte del género, y José Vicente Anaya, autor del libro antológico Largueza del cuento corto chino, en su más reciente actualización. En la tercera, las cápsulas ambientaron los relatos mínimos compilados en el sirenario Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el microrrelato mexicano. Así se sucedieron otras tantas más, de modo que sumarían más de trescientas las cápsulas transmitidas en los dos años en que la serie se mantuvo al aire. Se quedó en mero proyecto un panorama del microrrelato en Perú, trazado por Rony Vásquez Guevara, autor de la recientísima antología de la microficción peruana, Circo de pulgas, además de una ponderación de los Crímenes ejemplares, de Max Aub, que serían conversados por Francisca Noguerol y animados con una semblanza a cargo de Federico Álvarez.
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Para el 2013, contemplábamos la recreación de un bestiario, una entrevista con Eduardo Galeano y la animación radiofónica de los microrrelatos inéditos de José Emilio Pacheco, entre otras iniciativas, dirigidas a la audiencia que se comunicaba habitualmente con la emisora para solicitar informes sobre ésta o aquella cápsula —emitida en un horario incierto— donde se recreaba la cuentística microficcional. Su inclusión en la barra programática se explica más adelante. Radio unam fue fundada en los años sesenta por uno de los pioneros del microrrelato en México, Max Aub, el escritor español naturalizado mexicano, quien en ese momento invitó a trabajar con él a Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Augusto Monterroso, Juan José Gurrola y otras celebridades literarias. Una de las aportaciones culturales de don Max fue la colección “Voz Viva de México”, que conserva en audio las lecturas de pasajes selectos de Julio Cortázar, Juan Gelman, Juan Rulfo, Pablo Neruda, Octavio Paz y José Revueltas, entre
un centenar de poetas y narradores más, realizadas por ellos mismos (en “Voz del autor”, así lo consignan los CD) en los estudios de grabación de la emisora. Por cierto, a inicios de la década de los ochenta, Edmundo Valadés —del 8 de agosto de 1981 al 20 de octubre de 1982— alimentó un programa de carácter cultural (Excerpta), cuyas grabaciones fueron sometidas a un proceso de restauración y digitalización en la Fonoteca Nacional de México. Este programa se desprendió de su columna periodística y de su afamada publicación El Cuento. Revista de Imaginación. Para concelebrar el centenario del maestro Valadés (1915-2015), en la pasada Feria Internacional del Palacio de Minería se volvieron a transmitir estas grabaciones. Radio unam dispone de transmisiones en ambas frecuencias (AM y FM) y en su portal de internet. Sus barras radiofónicas intentan cubrir las exigencias de un público atento y disperso en la república mexicana, formado por amas de casa, estudiantes, profesionistas,
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maestros, burócratas, taxistas, peatones y demás conciudadanos en el país y el extranjero. Señalo aquí que la estación no es el complemento mediático de la televisora universitaria (tvunam); no, es una entidad autónoma que se rige por sus propios códigos, nichos, barras programáticas e intensidades culturales. El peso exacto de un colibrí nació, tal como fue mencionado, por la iniciativa de Lauro Zavala y Baltazar Domínguez. Las funciones de este último en la radio universitaria consisten en fungir como asesor literario, además de cubrir las actividades artísticas —en su faceta de periodista cultural— que se gestan tanto en el campus de la Ciudad Universitaria como fuera de él (por ejemplo, las ferias del libro de Guadalajara, Monterrey o Oaxaca) para mantener informada a su audiencia. Mes a mes, Domínguez grabó para la serie diez animaciones, las cuales fueron colocadas en la programación a modo de escaleta cuando se presentaba un hueco en la
barra cultural de la emisora, lo que solía ocurrir porque un programa concluía antes de tiempo, un entrevistado cancelaba su cita, la selección musical no se ajustaba a los tiempos asignados, o bien, porque en la retícula de la agenda habitual se disponía de unos minutos extra en la programación. En consecuencia, para colmar uno de estos vacíos se insertaba una de las cápsulas, previamente elegida por el programador en conjunción con el productor. Para cada serie fue elegido un entrevistador que tenía o había tenido una relación vital o profesional con el tópico abordado. De este modo, se puede entender que para la recreación de las temáticas aludidas se haya solicitado la intervención de Mónica Lavín, Rodríguez Romero, Brasca, Rojo o Gardella, entre otros. Por ello también se entiende que Agustín Monsreal haya amenizado el monográfico dedicado a don Edmundo Valadés, pues trabajó bajo la sombra benévola del maestro en el montaje y maniobra del timonel de El Cuento.
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Revista de Imaginación, y que no hubiera nadie mejor en México que Federico Álvarez, como miembro de la familia de Aub, para reseñar la cuentística aubiana. En cada cápsula intervino un locutor, de los varios que trabajan en la emisora, que dio ánimo con su voz, lectura dramatizada, animación y adaptación a los microrrelatos elegidos por Baltazar y los invitados. Seleccionada la tesitura del locutor y dramatizado el relato en la cabina de grabación, se pasaba al siguiente proceso de producción que consistía en la musicalización, la edición sonora (donde se eliminaban muletillas, cacofonías, ruidos ambientales, tropiezos de lectura, etc.), la compaginación con la entrevista del invitado (con quien se dialogaba en sesión previa a la grabación, ya fuera en el estudio o vía telefónica para los residentes en el extranjero) sobre el perfil biográfico del autor seleccionado, las características de cierto tema, el contexto de la escritura, así como las particularidades y rasgos distintivos del microrrelato.
De igual modo, para la producción de cada serie participó un productor, de los varios que tiene la radiodifusora, para no amalgamar en una sola y única visión el panorama que se estaba ofreciendo de un género añejo en la tradición mexicana e hispanoamericana, desaletargado por las generaciones recientes dado su potencial expresivo. Cuando la cápsula había pasado las pruebas de verificación sonora, se enviaba al programador para que la administrara en su repertorio al momento de organizar el calendario semanal y mensual de la emisora. Donde encontrara un hueco en la barra programática, insertaría una microficción radiofónica de El Peso Exacto de un Colibrí. O la tendría a la mano en caso de un imprevisto (cancelación, ausencia de invitado) usual en una metrópoli inmensa como la Ciudad de México. De este modo, se han adaptado al medio radiofónico las prosas breves de Julio Torri, Edmundo Valadés, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Juan José Arreola,
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Augusto Monterroso, Raúl Renán, José de la Colina, entre otros, y expuesto el horizonte de la microficción que se ha cultivado en Argentina, Chile, Colombia, México y Venezuela. En un futuro inmediato, se consideraba la incursión por los mundos mínimos de España y Panamá, además de paseos con escritores de otras latitudes. Hasta aquí la parte concerniente a los procesos de preprensa radiofónica y los detalles de producción de la serie. En México, aparte de El peso exacto de un colibrí, se han transmitido al menos otros dos programas radiofónicos sobre el género, o que lo circundan. El primero fue realizado en Guadalajara por Silvia Quezada, quien conducía el programa radial Ahuehuete, dedicado a comentar los intríngulis literarios del cuento brevísimo. Esta experiencia mediática fue recogida en El microcuento en lenguaje radiofónico (2012), libro que se dedica íntegramente al análisis literario del microrrelato e incluye una selección antológica —40 textos— con escritores noveles de la región de Los Altos de Jalisco.
El segundo, también producido por Radio unam, fue el programa Dar 2, aunque dedicado exclusivamente al aforismo, a cargo de Emiliano López Rascón, quien en epístola virtual puntualizaba que la serie “forma pares resonantes de aforismos con una construcción sonora, es producida y ambientada por mí, con la colaboración de Santiago Ruiz y Carolina Vera en la búsqueda y selección de aforismos. A partir de tu colaboración [Javier Perucho], Dar 2 se abre a la participación de coleccionistas y apasionados del género”. En este programa intervine para exponer a los radioescuchas porciones inéditas de la investigación “Escrituras privadas, lecturas públicas: el aforismo en México”. Sin embargo, la serie fue cancelada por decisión de la emisora y el cansancio del productor, pero aún se pueden escuchar en su portal de internet las animaciones dedicadas a los proverbios africanos, así como las dedicadas al aforismo mexicano y europeo. Antes de concluir, señalo otro caso de animación radiofónica del
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microrrelato. En Argentina, Martín Gardella dedica el tiempo de su programa, El living sin tiempo, transmitido por la estación argentina La noventa de Devoto, a divulgar el evangelio del microrrelato por las ondas sonoras de la radio. No pondero ni expongo la programación general de la radio unamita, pero las cápsulas, series y programas salen al aire durante su transmisión cotidiana para la información, ocio y solaz de su auditorio. Así que si gustan leer por otros medios, pero con los mismos fines, un cuento brevísimo que recrea el tránsito del hombre por las llanuras de la dicha o su camino por las serranías del dolor, en la educada voz de un locutor, prendan la radio y sintonicen Radio unam, o bien escuchen su programación por internet.
BIBLIOGRAFÍA Anaya, José Vicente, ed. Largueza del cuento corto chino. México: unam, 1999. Aub, Max. Crímenes ejemplares. Barcelona: Lumen, 1972. El Living sin Tiempo. Narr. Martín Gardella. La Noventa de Devoto. FM (90.1). Radio. King Cobos, Josefina. Memorias de Radio unam. México: unam, 2007. Perucho, Javier, ed. Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el microrrelato mexicano. México: Fósforo, 2008. Quezada, Silvia. El microcuento en lenguaje radiofónico. Análisis de sus formas discursivas. Pról. Lauro Zavala. Guadalajara: Seminario de Cultura Mexicana/Ediciones de la Noche, 2012. Radio unam. AM (860); FM (96.1). Radio. Valadés, Edmundo, Dir. El Cuento. Revista de Imaginación. México: GV Editores. 1964-1999. Vásquez Guevara, Rony, comp. Circo de pulgas. Minificción peruana. Estudio y antología (1900-2011). Lima: Micrópolis, 2012.
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LA MINIFICCIÓN DE INTERSTICIO EN EXILIO: UN ENCUENTRO TRANSATLÁNTICO Gonzalo Hernández Baptista
El conjunto de estudios de la minificción contemporánea define esta categoría narrativa con tal profusión que la disparidad de concepciones es la nota predominante. En las páginas que siguen propongo cruzar los bordes definitorios para empezar a entender no tanto el qué sino el cuándo de la minificción; es decir, enfatizar el encuentro entre los agentes culturales de una realidad más allá de los límites físicos de origen. En este sentido, frente a una representación sólida de la historia del microrrelato, un acercamiento transfronterizo pone de relieve el movimiento de los intercambios, las líneas discontinuas y subterráneas con las que esbozar una minificción que más abajo denominaré de intersticio. Hace más de una década, la micronarrativa ha entrado bajo los reflectores de la academia de modo prolijo, coincidiendo aproximadamente con el cambio de siglo pasado. Ya en las décadas de los ochenta y noventa algunos críticos habían empezado a apuntar
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sus primeras matizaciones (Juan Armando Epple, David Lagmanovich, Francisca Noguerol, Violeta Rojo, Graciela Tomassini y Lauro Zavala), siguiendo la brecha abierta por Dolores M. Koch (1981 y 1986). A partir de entonces, se ha producido un fuerte aumento de estudios específicos que han mapeado en su avanzar los resbaladizos límites de esta categoría textual. Dicho interés crítico ha saciado una primera necesidad humana: conocer (léase analizar, etiquetar) de cabo a rabo una narrativa hasta entonces desatendida, y se ha dado en revelar hasta sus datos más íntimos. De ella conocemos su nombre, apellidos, fecha y lugar de nacimiento, madre y padre, estado civil, estatura, gustos y aficiones e incluso cuáles son los vecinos del barrio y con cuáles no se debería hablar para seguir siendo ella misma. A pesar de tal despliegue de expertos, no existe un criterio unánime sobre estos rasgos distintivos. El sesgo teórico se ha ido especializando tanto que sobre la
minificción se han proyectado diferentes visiones. Algunos defienden un pedigrí específico para esta señora de porte distinguido, mientras que otros declaran que en realidad se trata de una desgenerada que transgrede las normas impuestas. Lejos de concluirse el debate definitorio (el qué), una atención sobre el encuentro (el cuándo) pone de relieve una narrativa de significado en movimiento. Saliendo de la tensión de los conflictos nocionales contemporáneos, se aprecia que la escritura mínima proviene de lejos. Ha recorrido las diferentes edades de la literatura y ha ido transformándose (carácter proteico) junto al devenir del individuo, como demuestra Violeta Rojo (2014). Definida por el encuentro, la minificción vendría a ser una entidad polisémica; es decir, no atiende a un punto de vista fijo, sino que aquilata en sí misma la différence de cada desplazamiento para expresar de forma progresiva su relevancia cultural. En este sentido, una literatura móvil y polilógica subraya
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dinámicas de transformación (de significado). Bajo esta luz, la minificción es un cuerpo excéntrico (Koch, 1986), con el que se expresan las narrativas sin residencia fija (Ette, 2012), como expongo más adelante. El carácter relacional de la minificción crea vínculos con cada uno de los agentes culturales de producción, difusión y recepción. El movimiento propone un intercambio de sentido y, por ende, de significado. Por ello, la eclosión del encuentro no es estática, sino que transgrede las fronteras (nocionales y nacionales) del canon histórico. Ante el agotamiento de los modelos críticos dominantes, decía Julio Ortega no hace mucho que “nos falta formular una historia cultural del coloquio, la interlocución y el diálogo” (2007, 17). Como es noto, Ortega se refiere a un modelo de estudios transatlánticos que pongan en contacto realidades culturales a ambos lados del océano, en un marco de literatura comparada donde las culturas africanas, americanas, insulares caribeñas y europeas tengan relevancia.
Bajo este punto de vista, hay muchos modos de vincular el desplazamiento y la integración, ya que la cadena creadora, distribuidora y receptora es amplia, al igual que sus conexiones. La idea totémica —y siempre mantenida en el centro— de un estado-nación queda relegada a un segundo plano cuando se atienden los encuentros escriturales, editoriales o lectores más allá de las fronteras. Son tantas las regiones, las identidades, las hablas, las culturas, las narraciones, que este flujo se reconoce en un escenario polilógico. Se puede estudiar la apertura de una obra en otro país o el desplazamiento de un escritor a otra geografía. En cualquier caso, se recupera un legado de un escenario habitualmente enmudecido o afónico. En este sentido, la lengua describe el cuerpo de los encuentros. Si bien ahora me ocupo de aquéllos que dibujan el español como un foro abierto al intercambio, también refuta la solidez del monólogo aquel vergel de micronarraciones que crece en la literatura de
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los desplazados a Estados Unidos, Alemania o Suecia, por nombrar algunos ejemplos. También en ellas, el fermento lingüístico expresa una realidad expulsada del centro totémico. Tras haber bosquejado un diagrama conceptual, ahora mi exposición se centra en uno de los casos descritos: la producción minificcional más allá de la frontera física (en específico, el exilio político) para atender la creación de vínculos positivos o frustrados. El posible encuentro transforma diversos órdenes: espacio, tiempo, voces expositivas, géneros. Éstas son las coordenadas en las que esbozo la minificción de intersticio. Para no idealizar los términos, todo encuentro implica tanto pérdida como ganancia. Del mismo modo opera la metamorfosis en ellos: destruye y construye a la vez. Comenta Georges Van Den Abbeele que el desplazamiento es un reto. Por una parte, renueva la enciclopedia de saberes sobre el mundo y estimula el ancestral sentido de supervivencia; por otra, pone en peligro lo que supuestamente asegura el valor cultural:
la pertenencia a un centro (oikos). En tal inmanencia, el encuentro amarra una estructura de relaciones, así como el texto que lo refiere. Entonces, el desplazamiento (el viaje, la migración, el exilio) se convierte en una categoría nocional desde el momento en que existe un corpus micronarrativo que plantea lo dejado atrás y expone el vínculo a lo encontrado luego. Probablemente la narrativa minificcional de Max Aub es epítome de ambas representaciones: el duelo por la derrota y el estímulo por el descubrimiento. En un principio sus narraciones hablan de unos refugiados españoles desplazados a México que huyeron de la represalia de Franco, el dictador. Son hombres especialmente detenidos en el tiempo y sus costumbres, en espera del arribo del fin del exilio. Viven en el Distrito Federal pero piensan en Madrid, viven en la década de los cuarenta pero evocan el pasado perdido. Junto a ello, Max Aub dialoga con la realidad allegada del asilo, va a su encuentro: la ciudad, las costumbres, su historia,
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su crónica, el paisaje, el humor y el habla, especialmente ésta, con su profusión de mexicanismos. El alejamiento de un centro mono-local y mono-logal lo representa una obra pluri-local y dialógica como Crímenes ejemplares (1957). Este libello supera la norma nacional y sólo existe en tanto que conjunto diaspórico. Recordará el lector que las famosas confesiones “[r] ecogidas en España, en Francia y en México, a través de más de veinte años” (9) representan sólo tres de las etapas del largo exilio que vivió el escritor. Junto a esto, la pluralidad de voces que confiesan el arrebato o el acto nihilista convierte la obrita en ejemplo de heteroglosia. Por último, esta narrativa híbrida se puede relacionar con la nota roja periodística y con el teatro. Esto hace que el libro se sitúe entre varias realidades de espacio, de tiempo, de voz y de género. Por contra, este libro polilógico no pudo celebrar un verdadero encuentro con España hasta 1972, cuando habían pasado quince años desde su edición princeps y más
de veinte años desde que Aub comenzara a componer los crímenes en Sala de espera (1948-9). Bueno es recordar este (des)encuentro vivencial e histórico como consecuencia de un exilio, pues esta obra mexicana de 1957, defendida como “punto de partida en España de lo que es el microrrelato” (Valls 126), llegó más tarde de lo generalmente dispuesto.1 Como se va viendo, la minificción de intersticio (de pérdida y de ganancia) representa un cuerpo poroso entre dos realidades deícticas; es decir, se encuentra equidistante a los centros totémicos de sentido: no está 1 Aunque Crímenes ejemplares seguirá siendo un hito, resulta confuso hablar de esta obra como parteaguas en un momento en que no llegó. Sin embargo, El Zopilote y otros cuentos mexicanos (Edhasa, 1964), editada curiosamente en la colección El Puente, presenta micronarraciones con distribución española solvente. En ese mismo año salió en la revista Papeles de Son Armadans un popurrí comprimido con unos “Crímenes y epitafios mexicanos, y algo de suicidios y gastronomía” (1964). Ambas publicaciones vendrían a ser en realidad las primeras publicaciones de las minificiones maxaubianas en España.
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plenamente ni en un aquí ni en un allí, ni en el ahora ni en el pasado, ni en el tú ni el nosotros, ni en la realidad ni en la ficción. En un artículo reciente, Francisca Noguerol (2014) aprehende una poética del intersticio en la producción de Andrés Neuman, autor que también tematiza el desplazamiento y el encuentro. Para exponer el intersticio, la estudiosa habla de espacios sin arraigo, de la duda, de la ambigüedad y del rechazo al dogmatismo, como parte de un proyecto literario que revela lo oculto.2 Esta tendencia la han expresado varios escritores desplazados de su oikos. Julio Cortázar hablaba de una escritura intersticial (1968, 32), que más tarde la inscribió entre los poros y las oquedades de su famosa teoría de la esponja (1994).3
2 El estudio de Noguerol, además de lucidez, aporta una interesante bibliografía sobre el pensar-entre. 3 La imagen de la esponja para Cortázar representa un cuerpo orgánico narrativo construido de puros intersticios. Cuando medita sobre su escritura confiesa “se presenta de una manera que podríamos llamar intersticial, que se des-
Fernando Aínsa ha meditado sobre el “espacio disociado que conlleva el exilio” (177), como un escenario desrealizado. Estos autores, junto a otros ejemplos: Elío, De la Colina, Monterroso, Golwarz, Di Benedetto, forman un mural de literaturas que indaga en el sentimiento de estar alejado de los centros monolíticos. En este sentido, son narrativas del estar-entre (inter-stitium). El carácter relacional del intersticio tiene cuidado de aspectos como el destierro y el destiempo. Tanto el destierro como el destiempo son consecuencias del alejamiento del propio oikos (casa, familia, mundo conocido). Tras la distancia, resulta ilusoria la recuperación total del tiempo y del espacio perdidos, especialmente en un mundo cambiante e inacabado como el moderno (Guillén 83). En este marco de intersticio se desarrolla parte de la minificción de María Luisa Elío, híbrida
liza entre dos momentos o actos en el mecanismo binario típico de la razón humana a fin de permitirnos vislumbrar la posibilidad latente de una tercera frontera” (1994, 97-100).
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entre ficción y testimonio, entre el trauma y la espera, entre la vida extática y la estática, entre la ausencia y la reapropiación; en suma, entre la ganancia y la pérdida referidas para cada encuentro. La autora pamplonica exiliada en México, completamente desconocida para los estudios de la minificción —por lo que sirva ésta como su presentación—, plantea micronarraciones de la duda y la orfandad como unidades temáticas de agencia. Al igual que en su novela Tiempo de llorar (1988) y en el guion de la cinta En el balcón vacío (1962), la écriture courte de Elío se bate en la búsqueda de un encuentro con la infancia perdida. Por ello expresa una puja entre los centros deícticos referenciales: no estar ni aquí ni allí, ni en el hoy ni en el ayer, ni en la infancia ni en la etapa adulta. Y termina por plantear la aporía del regreso desde el comienzo de su novela:
Y ahora me doy cuenta de que regresar es irse. Es decir, que volver a Pamplona es irse de
Pamplona. Al fin voy a volver donde las cosas no están ya. He vivido en el mundo de mi propia cabeza, el verdadero mundo quizá, y contando poco con el mundo exterior. Ahora al fin me atrevo a regresar donde la gente ha muerto. Por eso sé que regresar es irse, irme. (1988, 17)
En este cuadro de inestabilidad, el desarraigo cuestiona la relevancia del cronotopo presente y sitúa la identidad en una instancia extraviada, anterior. De hecho, el yo —lo que representa la propia voz— llega a plantearse como una existencia ajena o discontinua. La meditación sobre un ser y un estado perdidos aparece condensada en los siguientes términos:
Ya no soy nada, ¿qué es eso de no ser nada? Sí, yo también me lo he preguntado. No soy nada. ¿Qué es ser algo?, ¿qué es ser? Yo ya no estoy, ¿en dónde estoy ahora? Sólo estoy en no estar, sólo soy en no ser. (1995, 13)
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Esta negación del centro identitario también aparece en la minificción de José De la Colina, otro exiliado como María Luisa Elío, que llegó a México cuando era niño. Sin embargo, el escritor hispanomexicano, en vez de desintegrar la unidad por medio de la autoexclusión —como Elío arriba—, la diluye por medio de una deriva de voces. El libro Portarrelatos (2007) funge de ejemplo de metamorfosis en cadena. En él se encuentran tanto la parodia como la mise en abyme, dos estrategias compositivas con las que desautomatiza la transmisión de los clásicos, como en este “La metamorfosis, según Chuang Zu”:
Gregorio Samsa soñó que era un escarabajo y no sabía al despertar si era Gregorio Samsa que había soñado ser un escarabajo o un escarabajo que había soñado ser Gregorio Samsa. (24)
Aunque no es estrictamente necesario que en estas narraciones de la diáspora aparezca el tema motor del exilio
(especialmente en tan breve espacio), sí hay huella de evocaciones con las que De la Colina retoma la historia compartida y el trauma regenerado. En el microrrelato “Marca La ferrolesa” (2004, 188), un español exiliado corre a su casa para celebrar con su familia por fin la muerte de Franco. Sin embargo, al abrir una lata de sardinas gallegas —de Ferrol, como el dictador— sale un Franco en miniatura que se adentra correteando por la casa y del que parece imposible desprenderse. Como se ve, las micronarrativas transfronterizas establecen un lugar para la memoria, en el que la fabulan. Esta veta se deja ver en Augusto Monterroso,4 Sergio Golwarz, Otto-Raúl González,5 Fernando Aínsa y también
4 El lector curioso puede examinar “El informe Endymion” (1991, 45-50) o “Llorar orillas del río Mapocho” (1983, 1521), entre otros. 5 El crítico Javier Perucho (2009) incluye a Sergio Golwarz, Otto-Raúl González y Alejandro Jodorosky como narradores de la diáspora a México, junto a los ya citados Max Aub, José De la Colina y Augusto Monterroso.
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en Antonio Di Benedetto. Por motivos de espacio, expongo ahora sólo los microrrelatos del autor argentino. Yendo un poco más allá de la atmósfera sombría y la soledad del destierro, los Cuentos del exilio (1983) de Antonio Di Benedetto proponen también transformaciones de intersticio en los tres órdenes fecundos ya citados: espacio, tiempo y persona. La atmósfera de la bretona Rennes se diluye en un lugar “añoso [y] almendrusco” (91). También la guatemalteca Quetzaltenango se convierte en “el lugar más perdido del Universo” (73) y una morada imprecisa: “mi casa (mi cabaña, mi rancho)” (73). Un caso de metamorfosis temporal lo propone “Volver”, relato que rompe la linealidad progresiva con que se miden los días. Así, el absurdo del presente se fragmenta para saltar al pasado y, de ahí, crear planos temporales paralelos. La voz del protagonista informa: “Decido volver al lunes, pero el acto se ha suspendido. Tengo que volver al jueves, el día que hablé con Horacio. Pero al regresar ya no es jueves, sino viernes” (77).
En este sentido, tematiza la desrealización del tiempo. Una tercera transfiguración se concentra en el protagonista de “Bueno como el pan”. Un hombre “que habita país de exilio” (85) considera que el destierro le ha moderado su carácter y que le ha acortado sus desplantes y arrogancias. Siendo bueno como el pan, este hombre de golpe
se está panificando. Se vuelve pan, se dora y se seca, se resquebraja. Luego sopla un poco de viento y como el pan se deshace, el aire carga con él y generosamente distribuye las migas a las palomas (87).
Por último, son varios los cruces de la ficción factual. El narrador homodiegético relata épocas, lugares y personas reconocibles con el devenir diario del exiliado, como también ocurre en otros textos diaspóricos. Stella Maris Colombo se hace eco de esto y destaca la “difuminación de las fronteras que demarcan zonas de lo real
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mutuamente inaccesibles, generadora de una atmósfera de ambigüedad” (6). Dicha ambigüedad se plantea sobre escenarios de fallido empoderamiento y expulsión, por lo que entra a formar parte de la narrativa del intersticio. El lector ya habrá advertido que la transformación por el desplazamiento es un proceso discontinuo, abierto, en devenir. Al no estar en un cronotopo certero, las narrativas de intersticio no disponen de conclusiones férreas. Mayormente, la textura porosa pone en duda la autoridad de lo establecido. En este sentido, la poética del intersticio está cercana a un cuerpo proteico (“amorfo” lo denomina Derrida) similar a la concepción platónica de la chora. Con este concepto, se expresa lo heterogéneo, lo discontinuo, lo excéntrico; es decir, el conjunto de transformaciones sin residencia fija. En conclusión, más allá de la discordancia a la hora de aprehender la minificción (el qué), su estatuto
también adviene a partir del encuentro entre varios agentes culturales (el cuándo). El intercambio supone un movimiento que transgrede fronteras (nocionales y nacionales) y se abre al diálogo en la producción, difusión y recepción. Si bien queda pendiente por analizar la hondura de los estudios transatlánticos en la minificción, su importancia radica en el estímulo de creación de significados transfronterizos. Los desplazamientos así descritos presentan un escenario polilógico, en el que se pone de relieve una realidad identitaria fuera del centro. Varios escritores (Cortázar, Aínsa, Neuman) han expresado esta experiencia escritural como un intersticio. En el presente análisis, propongo considerar el intersticio para un conjunto de micronarraciones que flota entre los grandes centros deícticos de espacio, tiempo y persona (aquí/allí, hoy/ayer, tú/nosotros). La transformación de estos índices refleja un movimiento excéntrico que pone en duda dichas realidades totémicas.
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Una muestra de minificción en exilio de Aub, Elío, De la Colina y Di Benedetto me ha servido para exponer dicha transformación referencial de los deícticos como expresión de un encuentro más allá de las fronteras.
Obra citada Aínsa, Fernando. Del topos al logos. Propuestas de geopolítica. Madrid y Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert. 2006. Aub, Max. Crímenes ejemplares. México: Juan Pablos, 1957. ______. Crímenes ejemplares. Ilustr: Ángel Jové. Barcelona: Editorial Lumen, 1972. ______. “Crímenes y epitafios mexicanos, y algo de suicidios y gastronomía”. Papeles de Son Armadans CI (agosto de 1964): 194-212. ______. El Zopilote y otros cuentos mexicanos. Barcelona/ Buenos Aires: Edhasa, 1964. Colombo, Stella Maris. “Cuentos del exilio, de Antonio di Benedetto: el silencio como protesta”. El Cuento en Red 11 (Primavera 2005): 1-10.
Cortázar, Julio. “El estado actual de la narrativa hispanoamericana”. Obra crítica, v. 3. Madrid: Editorial Alfaguara, 1994. ______. La vuelta al día en ochenta mundos. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 1968. De la Colina, José. Portarrelatos. México: Ficticia, 2007. ______. Traer a cuento (1959-2003). México: Fondo de Cultura Económica, 2004. Di Benedetto, Antonio. Cuentos del exilio. Buenos Aires: Editorial Bruguera, 1984. Ette, Ottmar. “Mobile mappings y las literaturas sin residencia fija. Perspectivas de una poética del movimiento para el hispanismo”. Nuevos hispanismos para una crítica del lenguaje dominante. Madrid y Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert. 2012. 15-33. Elío, María Luisa. Cuaderno de apuntes. México: Ediciones del Equilibrista, 1995. ______. Tiempo de llorar. México: Ediciones del Equilibrista, 1988. Guillén, Claudio. Múltiples moradas. Ensayo de Literatura Comparada. Barcelona: Tusquets Editores, 1998. Koch, Dolores M. “El micro-relato en México: Julio Torri, Juan José Arreola y Augusto Monterroso”. Diss. University of New York, 1986. ______. “El micro-relato en México: Torri, Arreola, Monterroso y Avilés Fabila”. Hispamérica 30 (1981): 123-30.
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Monterroso, Augusto. La palabra mágica. México: Biblioteca Era, 1983. ______. Movimiento perpetuo. México: Biblioteca Era, 1991. Noguerol Jiménez, Francisca. “Los poros del sentido. Andrés Neuman: una poética del intersticio”. Andrés Neuman. Cuadernos de Narrativa. Eds. Irene Andres-Suárez y Antonio Rivas. Madrid: Arco Libros, 2014. 23-58. Ortega, Julio. “El sujeto del exilio”. Exilios y Residencias. Escrituras de España y América. Madrid: Iberoamericana, 2007.13-24. Perucho, Javier. Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México. México: Ficticia-UNAM, 2009. Rojo, Violeta. “La minificción atrapada en la red. La escritura mínima banalizada”. Voz y Escritura. Revista de Estudios Literarios 22 (enero-diciembre de 2014): 13-26. Valls, Fernando. Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español. Madrid: Páginas de espuma, 2008. Van Den Abbeele, Georges. Travel as Metaphor: From Montaigne to Rousseau. Minneapolis: U of Minnesota, 1992.
LA MINIFICCIÓN Y EL ARTE URBANO: HACIA UN ENCUENTRO ENTRE GÉNEROS Margaret Stefanski
Un libro de minicuentos se asemeja a uno de dibujos:es la descripción de un universo mediante trazos breves y precisos. De hecho, un escritor de minicuentos lo que hace es dibujar con un trazo su universo y con este mismo trazo relatar un episodio de la vida de los seres que lo habitan, con la intensidad, la brevedad y la contundencia de un relámpago. A. J. Sequera
You’re standing in the station, everything is gray and gloomy, and all of the sudden one of those graffiti trains slides in and brightens the place like a bouquet from Latin America. Claes Oldenburg
En un intento de interpretar la sensibilidad estética del mundo contemporáneo, el estudio desarrollado en estas páginas se propone identificar los paralelismos y la transgresión mutua entre la minificción y el arte urbano.
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Lo fugaz e híbrido, lo sintético y sorpresivo, a menudo lúdico, permiten trazar una asociación formal entre estos dos modos de expresión artística. En el plano temático, el juego con la tradición y el pasado, la resistencia al sistema sociopolítico y la búsqueda del sentido de la vida, coinciden en un espacio o superficie previamente ocupados por otros géneros, autores o personajes, dándoles nuevas direcciones, desdibujando las fronteras entre lo culto y lo popular. Consideraremos autores tales como Luisa Valenzuela (Argentina, 1938), Alejandro Rossi (Venezuela, 1932-México, 2009) y Marco Denevi (Argentina, 1922-1998), cuyos minicuentos, cumpliendo con los preceptos fundamentales posmodernos, constituyen la quintaesencia de la narrativa hiperbreve contemporánea. Su actitud transgresora frente a la autoridad y el sistema así como su carácter trasformativo y paródico frente a la historia y la tradición, me permitieron establecer vínculos con el mundo del arte urbano, en particular con las intervenciones de dos artistas de
renombre internacional: Miss Van (Vanessa Alice Bensimon), una de las primeras mujeres en la escena del arte grafiti; y Blu, artista de origen italiano cuyo verdadero nombre permanece oculto. La asociación entre la minificción y el arte urbano parte del precepto de que cualquier manifestación artística es producida en un determinado contexto: el de su época. Toda creación es percibida como expresión de nuevos valores y cambios de actitud hacia la realidad y hacia el concepto del papel que desempeñan el artista y su obra. Consecuentemente, se considera el arte no sólo en el contexto de la producción individual del artista, sino como producto de un período específico. Es relevante para este trabajo la teoría formulada por Mario Praz, en Mnemosyne: The parallel between literature and the visual arts, con base en la aproximación histórica. En este estudio sobre las diferentes muestras de arte a través de siglos, se evidencia la concordancia estética y estructural entre las artes y
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su época. ¿De qué manera entonces, el minicuento y el arte urbano coinciden y contribuyen a la comprensión de las últimas décadas? A fin de aclarar las pautas que sigue este trabajo, hay que definir y distinguir al grafiti y al arte urbano. Las diferencias se encuentran no sólo en la técnica y su producto final, sino también en la motivación de sus autores, la función que desempeñan y el público que atienden. El consenso, de acuerdo a Lauro Zavala, Hoyos-Salcedo y Téllez Silva, asume que el grafiti es un fenómeno tipográfico urbano, extraliterario y trasgresor que le sirve de desahogo emocional a su autor. A menudo es un acto de vandalismo, una manifestación de anti-arte, de destrucción como forma de creación. El único público que entiende a fondo el lenguaje de letras o tags son otros grafiteros. A diferencia del grafiti, el arte urbano traspasa la frontera entre la ilegalidad y la legalidad, y triunfa en el mercado del arte. El artista urbano es más conceptual y complejo, más maduro.
Sus obras invitan a la participación del viandante. Lo que se repite no es un nombre ilegible, sino un motivo o estilo gráfico reconocible. El arte urbano es más icónico y simbólico, de fuerte tinte irónico, influido por un mensaje político-social o cultural. Sus piezas son de contenido semántico como cualquier otra obra en la historia del arte. En las últimas décadas, una vertiente de esta manifestación artística urbana anónima, ilegal y perseguida ha triunfado en el mercado del arte. Artistas como Banksy, BD* Face, Blek le Rat, Shepard Fairey, Miss Van, Os Gêmeos, Keith Haring y Jean Michel-Basquiat han entrado a formar parte de la cultura institucionalizada: el cine, la moda y varias formas de marketing, pierden ellos así, quizá, ese carácter atrevido, libre de copyright, que les había dado el impulso inicial. Este arte callejero emergente, más abierto, llamado también posgrafiti, lleva lo que se exhibía en las calles a los museos, a las galerías y a las ferias de arte contemporáneo de
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todo el mundo.1 La percepción del público hacia el arte urbano ha dado un giro espectacular. La clave de ello reside en el placer estético que produce una obra de arte. Se comisionan murales para edificios públicos y templos al tiempo que se solicitan también en espectáculos de ópera y cine. Son conceptos realizados por artistas donde la espontaneidad de la calle se combina con cierto compromiso con el entorno. La omnipresencia del grafiti en el mundo urbano de hoy es paralela a las posibilidades de distribución digital del minicuento y su creciente popularidad. Los dos, por un lado, participan de lleno en la democratización del arte y del placer estético y, por otro, funcionan como vías de expresión y libertad personal donde cada ciudadano posee medios mínimos para crear, expresarse y difundir su obra. Un sinnúmero de concursos,
1 Entre otras, destacan Blu en Berlín; Swab en Barcelona; Poliniza en Valencia; Ciudad Emergente en Buenos Aires; y Mulafest en Madrid.
talleres y blogs dedicados a la minificción lo atestigua. Rompen el aislamiento y la soledad, buscan y consiguen hacerse ver y escuchar. No hay precio que pagar o cobrar. El minicuento y el grafiti cumplen con la función del arte actual: comunicación sin límites espaciales en un escenario de libertad. La minificción corresponde en su contenido y forma al carácter heterogéneo, proteico y cínico de la circundante realidad posmoderna. Manipula de forma desenfadada y carnavalesca la tradición literaria y encuentra pleno desahogo en la paradoja, la ironía, el pastiche y la alegoría. Tanto el minicuento como el arte urbano, siendo manifestaciones artísticas nuevas en constante evolución y reinvención, poseen la capacidad de responder de forma inmediata. Cuestionan todo valor artístico, moral, económico y social de generaciones pasadas y contemporáneas. Sobre todo, en la sociedad actual se demoniza el materialismo y se denuncian el consumismo, las apariencias falsas, la agresividad y
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la soledad que conlleva la civilización occidental. Esta etapa de cuestionamiento desemboca en una profunda ansiedad del individuo ante la omnipresencia del “sistema” que emerge de la creación verbal y visual de la época posmoderna. Quizá la expresión más cruda de esta sensación angustiosa la resume bien Muelle, el grafitero más representativo de la Movida madrileña de los años 80: “Cuando pintas te sientes vivo, y por un momento te olvidas de que eres masa. En esta ciudad hay demasiada mierda y demasiada soledad […] de este modo le regalamos a la gente un poco de nosotros mismos” (Suárez 135). Blu, por su parte, epitomiza la dinámica entre el individuo y el sistema en las intervenciones urbanas a gran escala. A menudo crea imágenes de lo enorme, estático y fragmentario (una cabeza, una mano, un pie) en contraste con monigotes despersonificados, sufridos, en un constante movimiento de ansiedad y desesperación que se aglomeran en su entorno. Así es la intervención de Blu en la torre de
agua en Comacchio, en la provincia de Ferrara, Italia (Lewisohn 128), en la cual varias figuras humanas minimizadas y amorfas, aferradas unas a otras sobre unas cabezas enormes, posponen la inevitable caída al vacío. Algo similar aparece en Bolonia, Italia (Hundertmark 68-69) en un mural rectangular de enormes dimensiones: aparecen imágenes de pies en marcha, encadenados, heridos, cortados, sangrantes, mecanizados, proyectándose a lo infinito. El limitado uso de color, los contornos negros de un esbozo, ponen más énfasis en el contenido y la imaginación del autor. En las obras de Blu aparece frecuentemente la dicotomía entre lo descomunal, abrumador e inerte frente a la masa en una conmoción inútil. Las imágenes proyectan la relación entre el sistema y el individuo, inscrita de por sí en todo arte que se apropia del espacio urbano. En el plano literario “Este tipo es una mina”, de Luisa Valenzuela, es una muestra de tal actitud: “No sabemos si fue causa de su corazón de oro, de su salud de
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hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo está explotando. Como a todos nosotros.” (Obligado 150). La ironía que contiene este minicuento proviene de un doble sentido que conllevan los términos descriptivos: por un lado, asociados en la imaginación colectiva con el carácter y apariencia física; por otro, con las materias primas codiciadas por el sistema. El cuento provoca reflexión, pero no contesta preguntas ni concluye nada. La tensión entre el individuo y su circunstancia aumenta la sensación de angustia cuando éste se enfrenta al sistema y a la autoridad en general. Augusto Monterroso, con su ya célebre minicuento de “La oveja negra”, junto con otros autores —como Barbara Jacobs en “Un justo acuerdo” y Luis Britto García en “La naparanoia”—, expresa una protesta individual y, a la vez, una constatación de que no se puede cambiar nada, lo que representa hasta cierto punto una resignación ante los hechos. El humor desempeña aquí
una función fundamental, pero es un humor negro impregnado de ternura y de una profunda comprensión del ser humano: opera como recurso para comprimir el texto y es además la clave del significado de los relatos, la llave maestra hacia la plena adquisición de sentido. Como herramienta de reflexión, el humor es un arma de crítica contra la sociedad, refleja la crisis de identidad del ser humano y protesta contra los males contemporáneos, acerca el microrrelato al arte del grafiti como forma de reivindicación. Una vertiente estética diferente la observamos en la interacción entre la tradición y el pasado. El estatuto posmoderno es paradójico, ambiguo y ambivalente, reflejo de una doble codificación, pues supone tanto una contestación como una complicidad, una crítica como un homenaje a la tradición. El arte urbano cuenta con la participación de los espectadores y su conocimiento de la cultura popular, es decir, cuenta con nuestra habilidad de decodificar lo que vemos. Decodificamos
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imágenes que demuestran una vez más nuestra obsesión con lo visual, un elemento inevitable de la vida contemporánea. El arte urbano crea un mundo nuevo, inesperado, pero al mismo tiempo reconocible. Laura Pollastri anota que “[S]u linaje podría trazarse en torno a un conjunto de filiaciones que se remonten hasta las inscripciones en la tumbas en la Antigüedad, a la escritura lapidaria de la que el microrrelato podría ser nieto, y desembocar en el grafiti contemporáneo, un primo hermano callejero” (11). El arte urbano apela a las masas, indiscriminadamente, que reconocen fenómenos pertenecientes a una cultura popular y accesible, a menudo popularizados en los medios de comunicación. Tiene un carácter efímero: aparece una noche para desaparecer algún día destruido por las autoridades, por otros grafiteros o simplemente por el tiempo. Por su parte, el minicuento es intertextual, pero cuenta con la participación de un lector más sofisticado, capaz de percibir las alusiones, los sobrentendidos y símbolos que
lleva acumulado el bagaje intelectual de la cultura occidental. El pastiche, la sátira, la parodia o la alegoría desvían las direcciones, cambian e invierten su carácter original o sus intenciones. Esta estrategia narrativa se basa en el uso de un cuadro genérico, y en el caso que quisiéramos tratar, el de un cuento de hadas. Veamos en este contexto el cuento de “La bella durmiente del bosque y el príncipe”, de Marco Denevi:
La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al Príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos. (citado en Epple 157)
El uso de elementos preexistentes o conocimientos previos del lector, en este caso, los personajes arquetípicos de
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la Bella Durmiente y el Príncipe, la trama básica del sueño y del despertar mágicos, al igual que lo que se sobrentiende de las circunstancias que han desembocado en la escena producida por Denevi en su cuento, permiten ahorrar espacio, tiempo y energía lectora. Se vence la imagen de siempre, el tópico de la princesa pasiva, abandonada a la voluntad de un príncipe cualquiera, a la espera interminable de ser la elegida, aceptando lo que el destino le entregue. La princesa de Denevi no sólo no duerme, es que está más alerta que nunca fingiendo un sueño profundo para atraer al príncipe. La pasividad se convierte irónicamente en una fuerza poderosa que le permite tener pleno control sobre la situación. Manipula las reglas tradicionales de la sociedad al seguirlas, pero conscientemente y a distancia. El resultado corresponde a una nueva percepción de la mujer, más consonante con el mundo contemporáneo y un cuento más pertinente a lo que Violeta Rojo encuentra en la esencia de la minificción: “Entonces,
las leyendas son un poco burladas, los mitos desmitificados, el enigma o la adivinanza no tienen solución, la sentencia es a veces una perogrullada, al cuento de hadas se le incorporan elementos ultra cotidianos, el chiste se ‘literaturaliza’, la fábula en vez de ser moralizante es ‘amoralizante’ […]” (44). El equivalente visual de una mujer consciente lo construye Miss Van (Vanessa Alice Bensimon), una de las primeras mujeres que ha realizado intervenciones de arte urbano y cuyo trabajo ha sido expuesto en diversas galerías del mundo. Una de las últimas creaciones de Miss Van, realizada en 2013 junto con Dan Quintana, lleva un título en un rojo sangre sugestivo: “I Survived… the Big, Bad Wolf”. Su grafiti lo protagonizan figuras femeninas, poupées en sus diferentes versiones. Evocan ambientes artificiales e irreales de máscaras y disfraces. Son seres ambiguos: por un lado, sensuales y seductivas, con una cabellera/fetiche enorme que lo envuelve todo; por otro lado, infantiles, de bocas diminutas, de cuerpos frágiles
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y tez blanca. Sus figuras aparecen acompañadas de animales provenientes del mundo mágico de los cuentos de hadas, cuyas características de animales silvestres, aves y felinos parecen adoptar. El título, los personajes principales, algún elemento rojo en el vestuario del personaje femenino, un marco/viñeta como de un libro de cuentos antiguo, construyen el hipotexto. Lo que se presta a la nueva interpretación artística y actualiza el cuento es la actitud y la apariencia de Caperucita así como la relación que se establece entre ella y el Lobo. Vemos a una Caperucita desafiante, cuyo pelo, largo y ondulante, se mezcla con el del Lobo. Viste una falda corta de encaje y medias negras; cara oculta bajo un antifaz; un corpiño estrecho, rojo, que deja al descubierto unos pechos diminutos; un sombrerito travieso completa este atuendo sacado del guardarropa de un espectáculo circense.2
2 Miss Van realizó un cartel a petición del Cirque du Soleil para su espectáculo de Corteo en 2011. Otras obras suyas a menudo incluyen látigos, sombreros de copa, aros de fuego
Miss Van constata que la fuerza y la actitud irracional se deben a la química entre la delicadeza femenina y el instinto salvaje, natural y crudo; una dualidad que todos llevamos dentro” (Celdrán). No hay duda de que es ella la que controla la situación —el Lobo está adiestrado—. Alejandro Rossi va incluso más allá, invirtiendo los papeles del perseguido con el del perseguidor: “El bosque era enorme. Unos pinos altísimos y grises. De lejos vi a la niña que perseguía a un lobo aterrado. Lo juro” (Brasca 38). Sigue considerando elementos de un cuento de hadas: el bosque, un lobo, la niña; pero lo que más impacta y evoca el ambiente fantástico es lo onírico, lo irracional dentro de una viñeta monocromática. Es interesante observar que tanto Denevi como Miss Van no sólo construyen hipertextos con base en un cuento de hadas reconocible, sino también comparten elementos metaficticios: la princesa actúa,
y otros atributos típicos de un amaestrador de animales del circo.
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sabiendo de antemano el papel que había desempeñado y que ahora manipula; la paupée es parte de un espectáculo, el de una burlesca o de un circo, una actuación que requiere un antifaz y una buena dosis de exhibicionismo. En estas breves páginas he pretendido llamar la atención al parentesco fenomenológico entre el minicuento y el arte urbano. Por un lado, y a pesar de las diferencias, los dos enfatizan la naturaleza y la historia de cada individuo por separado, la riqueza y contradicción que contienen comunidades humanas; por otro, involucran, provocan y responden al reto de un lector/ espectador contemporáneo que exige constante estímulo intelectual e innovación estilística. Responden a las pautas de una estética nueva, una estética del detalle visual y verbal, que dispone de reflexión, debate crítico y participación social.
Obra citada Brasca, Raúl y Luis Chitarroni, eds. Antología del cuento breve y oculto. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2001. Britto García, Luis. “Un justo acuerdo”. En Por favor, sea breve, ed. Clara Obligado. Madrid: Páginas de espuma, 2001. 143. Celdrán, Helena. “Miss Van, instintos animales y delicadeza femenina”. 20 minutos 9 de agosto de 2012. <http://www.20minutos. es/noticia/1557706/0/miss-van/instintos-animales/pintura/> Denevi, Marco. “La bella durmiente del bosque y el príncipe”. En Para empezar cien micro-cuentos hispanoamericanos, eds. Juan A. Epple y James Heinrich. Concepción, Chile: Ediciones LAR, 1990. 157. Hoyos-Salcedo, Pedro Pablo. “La escritura graffiti: un intertexto recurrente en la literatura hispanoamericana contemporánea.” ETD Collection for University of Nebraska. 1 de enero de 1995. Hundertmark, Christian. The Art of Rebellion 2: World of Urban Art Activism. Mainaschaff: Publicat Verlag, 2006. Jacobs, Barbara. “Un justo acuerdo”. En Por favor, sea breve, ed. Clara Obligado. Madrid: Páginas de espuma, 2001. 41. Lewisohn, Cedar. Street Art: The Graffiti Revolution. New York: Abrams, 2008. Miss Van and Dan Quintana. I Survived the Big, Bad Wolf. 15 agosto 2012. <http://www.missvan. com/archives/2271>
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Monterroso, Augusto. “La oveja negra”. En Por favor, sea breve, ed. Clara Obligado. Madrid: Páginas de espuma, 2001. 142. Pollastri, Laura. “El microrrelato argentino contemporáneo”. En El límite de la palabra. Palencia: Menoscuarto, 2007. 11-26. Praz, Mario. Mnemosyne: The parallel between literature and the visual arts. Washington: Princeton UP, 1967. Rojo, Violeta. “El minicuento, ese (des)generado”. Revista Interamericana de Bibliografía 46. 1 (1996): 39-47. Rossi, Alejandro. “Sorpresas”. En Antología del cuento breve y oculto, ed. R. Brasca y L. Chitarroni. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2001. 38. Súarez, Mario. Los nombres esenciales del arte urbano y del graffiti español. Barcelona: Lunwerg, 2011. Sequera, Armando José. “La narrativa del relámpago: 20 microapuntes para una poética del minicuento y 4 anotaciones históricas apresuradas”. En Escritos disconformes: Nuevos modelos de lectura, ed. Francisca Noguerol Jiménez. Salamanca: Universidad de Salamanca, 2004. 75-82. Téllez Silva, Armando. “Una ciudad imaginada: Graffiti, expresión urbana”. Boletín Cultural y Bibliográfico 12.24. 1987. Valenzuela, Luisa. “Este tipo es una mina”. En Por favor, sea breve, ed. Clara Obligado. Madrid: Páginas de espuma, 2001. 150.
Zavala, Lauro. “Las fronteras de la minificción”. En Escritos disconformes: Nuevos modelos de lectura, ed. Francisca Noguerol Jiménez. Salamanca: Universidad de Salamanca, 2004. 87-92.
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Fernando Aínsa (Palma de Mallorca, 1937)
Escritor y ensayista hispanouruguayo de origen aragonés. Autor de numerosos ensayos sobre literatura latinoamericana. De su obra de creación destacan las novelas El paraíso de la reina María Julia (1994–2006) y Los que han vuelto (2009) y los relatos Naufragios del mar del Sur (2011). Es autor de libros de aforismos y textos breves: Travesías. Juegos a la distancia (2000), Prosas entreveradas (2009) y Desde el otro lado. Prosas concisas (2014) y figura en varias antologías del microrrelato, publicadas en las editoriales Quimera, Universidad de Salamanca, Los cuadernos del vigía, Ediciones Thule, Páginas de Espuma y Universidad de Tucumán. Algunos de sus textos han sido traducidos al francés y al rumano.
Amadou, el Rey
Lleva un par de años barriendo las calles y está contento, pese a todo. Llegó en una patera y ha tenido suerte. Sólo tiene una ambición, quiere ser rey. Rey, aunque sea por un día. Es su sueño, al mirar la televisión o, simplemente, al cerrar los ojos y dormirse mecido por esa esperanza. Sin embargo, cuando se refleja en el espejo sabe que no puede ser otro rey que Baltasar, el rey que saluda y sonríe a los niños desde lo alto de su carroza mientras les arroja caramelos. El rey con capa de armiño y un gran turbante de colores que baja luego y se deja besar en las mejillas; el rey que visita a los que están enfermos en el hospital; el rey que se sienta en la puerta del gran almacén donde venden juguetes y al que los niños acarician: un rey negro. Este año Amadou ha hecho todo lo posible por ser el rey Baltasar. Después de una larga cola en el Ayuntamiento,
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han seleccionado pajes y conductores de camellos para el desfile del 5 de enero y ha rogado ser el rey Baltasar. Y lo ha conseguido. Ahora solo espera que tras el beso de esa niña rubia que sus padres izan hasta su mejilla y los de quienes hacen cola con la misma ilusión, empiece a desteñir su rostro, como el de todos los reyes Baltasar que ha visto desfilar desde que llegó a este país. Desteñir, hasta quedar blanco.
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Cruzándome
Anochece y regreso con la amarga sensación del equívoco y la derrota. Salí esta mañana con la esperanza de reconciliarme con ella, tras esta separación de la que no puedo aceptar sus efectos: esa desidia que me ha invadido, el desorden del que vivo rodeado, el abandono que vengo dando a mi propio aspecto, las obsesionadas visiones de mi rodar insomne en la cama matrimonial, a lo largo de noches interminables y amaneceres tristes. Quería verla para decirle que regresara, que todo volvería a ser como antes, durante esos años en que emprendimos con alegría la reforma de la vieja casa solariega y plantábamos árboles cada invierno con la mirada puesta en la primavera. Oscurece y enciendo las luces largas del automóvil que ilumina la curva y luego la recta interminable que hemos recorrido juntos en tantos viajes de ida y
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vuelta. Acelero, tal vez por la rabia de haber cedido, a poco de haber llegado, al enredo fatal de una discusión donde sus reproches tropezaron con mis buenas intenciones. Viejas rencillas emergiendo de la ciénaga del pasado donde las creía definitivamente hundidas, palabras hirientes que no supe evitar y que debía haber aceptado con calma, para irlas superando y llevarla a mi más íntimo deseo: su regreso, aún a costa de cambiar en todo aquello que tanto la molestaba: cigarrillos encendidos en ayunas, apestando el dormitorio; un de-
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jarse llevar por las botellas de buen vino de la bodega, bebido sentados en la terraza o en el porche, donde ella iba cayendo en una progresiva melancolía, mientras yo eufórico construía castillos en el aire. Ni que hablar del abandono de las faenas de nuestra tierra, la hierba que crecía por doquier y los árboles que se secaban por falta de riego. Debí evitar una palabra que desencadenó su reacción —“resentida”— y luego el modo como nos enzarzamos en
reproches mutuos. Si pudiera volver hacia atrás y regresar a ese momento en que todo discurría todavía con un control razonado; si pudiera entrar de nuevo en su casa, con una sonrisa más amplia y decirle con entusiasmo “me alegro tanto que hayas aceptado verme”; si pudiera recorrer nuevamente esta carretera con la esperanza de rehacer nuestras vidas, como lo hacía al amanecer esta mañana, si pudiera remontar el tiempo, si pudiera… Por la recta por la que voy cada vez más rápidamente —entre 150 y 160 kilómetros por hora— clamando contra ese instante en que lo eché todo a perder, repitiendo con golpes en el volante la palabra maldita —“resentida”— veo venir un automóvil. Lleva también las luces largas y me encandila. Ninguno de los dos las baja y nos acercamos cada vez más el uno al otro. En el momento de cruzarnos veo un auto idéntico al mío, tal vez con la misma matrícula, y creo reconocerme en el perfil satisfecho de su conductor. Un fogonazo estalla
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en mi cerebro, cierro los ojos desconcertado y al abrirlos me veo conduciendo en direcciĂłn contraria. Respiro y sonrĂo. EstĂĄ amaneciendo.
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Paisaje desde el otro lado del estrecho
Desde el barranco que domina el barrio alto de este pueblo costero creíste que el paisaje sería idéntico para todo aquel que lo mirara, como tú lo haces este atardecer de fines de verano. Sin embargo, eres el único turista que ha subido desde la parte baja, donde se alinean los bares junto a la playa, hasta las últimas casas del cerro. Nadie se aventura en un país extraño a dejar las calles seguras e iluminadas del centro, para ir ascendiendo hasta los callejones cortados sobre laderas cubiertas de cactus o matorrales, entre los que se desperdigan basurales que hurgan perros y donde, más allá de azoteas se descubre el mar y se adivina —o se quiere imaginar— entre las brumas del horizonte, la otra orilla del estrecho. Un paisaje —te decías hasta hace un momento— está hecho de lugares desplegados como un diorama ante los ojos
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y ese espectáculo puede fijarse para quedarse idéntico a sí mismo. Basta fotografiarlo, como has hecho ahora. Al volver a mirarlo, como podrías hacer la semana que viene, cuando estés del otro lado del estrecho, verás siempre lo mismo, sin que una palmera o una nube se hayan movido, pese a la brisa que sopla desde el Sur. Las ventanas de las casas seguirán abiertas o cerradas, como las fijaste con tu cámara; la ropa siempre tendida un poco más abajo. Pero no estás solo.
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A tu lado, dos muchachos sentados en el borde del mismo barranco miran y señalan un punto con algo que te parece tristeza o ansiedad, ese mismo horizonte tras el cual creíste adivinar la otra orilla del estrecho. Aunque te acercas no puedes entender lo que dicen, pero lo miran con la misma fijeza con que lo miraste tú. Sospechas entonces que no ven el mismo paisaje que acabas de fotografiar. Hay otro paisaje en sus retinas y tratas de penetrar en él y descubrir el secreto que se te escapa.
Te sientas cerca y sigues el movimiento de sus manos e intentas descifrar la lengua desconocida. Miras, una y otra vez, en la misma dirección y sigues sin comprender hasta que recuerdas que debes volver hacia el hotel, porque te envolverán rápidamente las sombras y mañana sales temprano hacia el puerto vecino. Se terminan tus vacaciones y el ferry parte a las once. Y en este momento, tus ojos azorados pierden la seguridad que fijaste en la fotografía. Has descubierto otro paisaje en la mirada de los muchachos. Te sumerges con desconcierto en su interior, como si resbalaras por un tobogán a un mundo inesperado y descubres un mar que no es sólo azul, sino barrera infranqueable, una orilla remota que no es sólo playa, sino costa vigilada y ciudades desconocidas hacia su interior, que solo puedes evocar en los fragmentos de imágenes atisbadas en la televisión, cuyas antenas se orientan desde las terrazas hacia el Norte.
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Descubres, ahora inmovilizado, que la otra orilla te está vedada, prohibida, aunque sueñes llegar algún día a ella. Y la noche caerá finalmente sobre tus hombros, prisionero para siempre en el paisaje de este lado del estrecho.
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Juan Romagnoli (La Plata, 1962)
Entusiasta investigador e impulsor de la Onirología. Ha cultivado sobre todo el género del cuento y del microrrelato. Algunos de éstos han sido publicados en la revista mexicana El cuento e incluidos en antologías como El límite de la palabra de Laura Pollastri (Menoscuarto, 2007), 4 voces de la microficción argentina de Raúl Brasca (Desde la gente, 2009), Velas al viento de Fernando Valls (Cuadernos del Vigía, 2010) y Minificcionistas de El Cuento de Alfonso Pedraza (Ficticia, 2014). Ha reunido sus microficciones en Universos ínfimos (Tres Fronteras ediciones, 2009), reeditado por Macedonia (2011). El libro #ElSueñodelaMariposa (Macedonia, 2013) reúne tres años de twiteratura de su cuenta Twitter @jromagnoli.
Jardin des plantes
Para el joven axolotl, aquella estrecha pecera del acuario público no es otra cosa que una lúgubre celda de vidrio. Pero no se lo ve triste. Se limita a devolver una mirada fija e inexpresiva a sus visitantes porque ya ha pergeñado su perfecto plan de escape. Sólo debe esperar al escritor adecuado.
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Lectura blanca
Llamadme Ismael. Hace unos años –no importa cuántos exactamente–, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría bien leer un poco, para ver la parte literaria del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lloviznoso, busco
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en la biblioteca la vieja novela de la ballena blanca y el capitán Ahab, y me tiro en el sofá a leer hasta que los ojos se me hacen agua.
Conquistadores
TambiĂŠn tenemos el caso de aquel pueblo de guerreros cuya estrategia, ante la inferioridad de fuerzas, era entregar sus mujeres al enemigo y conquistarlos a la larga, a travĂŠs de la progenie. En ocasiones se simulaba un rapto, tĂĄctica extrema inventada por las astutas sabinas.
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Reconciliación
Mi hijo, a veces, es realmente grosero. Por cualquier motivo empieza a discutir y entonces tres de cada cinco palabras que dice son improperios. Yo le digo que es un animal (es lo único que se me ocurre para defenderme), que es inútil intentar razonar con él. Esto lo enfurece aún más y se pone a ladrar como un desaforado. De inmediato (¡cómo lo conozco!), le agarra un ataque de ansiedad y empieza a comer como un cerdo. Precisa-
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mente, eso es lo que yo le digo: ¡Cerdo, me dejás la cocina hecha un chiquero! Entonces termina y, ofendido, se va al patio del fondo a hacer la digestión, como una gran pitón enroscada a un árbol. No sé en qué momento (porque no lo veo), se pasa a la habitación y se duerme una buena siesta, como un lirón. Ya a la tardecita, cuando se despierta, me viene a ver hecho un perrito faldero. Es mi bebé, y para mostrarle que no le guardo rencor, le pido que me acompañe al
supermercado. Ă&#x2030;l se pone loco de contento y mueve la cola. Entonces lo alzo en brazos, le pongo el collar y salimos con el carrito...
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En ruta
Salir de viaje en automóvil. Salir temprano. Manejar durante largas horas en la ruta cada vez más desierta. Pasado el mediodía, ver espejismos hacia el horizonte. Adormilarse por el sol de frente. Hacia el atardecer, llegar a un pueblo. Entrar en un bar. Beber café, comer algo. Allí preguntamos cómo salir a una ruta equis. Nadie la conoce. Compramos un mapa y un diario. No entendemos lo
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escrito, los signos son indescifrables. Recapitulamos: nadie nos habló, no oímos hablar a nadie. Sólo se nos han devuelto gestos. Cargar combustible. Intentar abonar (el empleado nos mira extrañados; parece no reconocer el dinero). Salir nuevamente a la ruta. No reconocerla. Oscurece.
Corte de servicios
Desde que se quedó sin trabajo, a Pedro le ha ido de mal en peor. Pronto llegó a una situación de indigencia. Su ruina parecía no tener fondo. Había vendido su auto y, tiempo después, hasta su bicicleta. Entre ambas ventas, uno a uno fue desprendiéndose de sus objetos de valor. Largo tiempo atrás le habían cortado el teléfono. Llegó el día en que le cortaron la luz. Entonces comenzó a sentir los cambios en su cuerpo. No tardaron en cortarle el suministro de gas y, poco después, el del agua. Su cuarto de hotel barato era un caos total: todo tirado, suciedad, hedor. Los pocos alimentos que conseguía en los tachos de basura los ingería como venían. Para él eran manjares que devoraba con avidez, comiendo con las manos. Los desechos de desechos se acumulaban en el piso. Al poco tiempo empezó a gruñir mientras comía. Después, su instinto lo llevó a salir de caza durante la noche.
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Cuando el encargado de la pensión vino a echarlo por falta de pago (debía varios meses de alquiler), como una verdadera bestia lo hizo entrar al cuarto, lo ultimó de un zarpazo y lo devoró con deleite. Entonces, ya cebado, huyó hacia el campo.
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Indicios
No es fácil perseguir centauros. Como ya nadie cree en ellos, se debe preguntar con sutileza, en forma indirecta: —¿Ha visto usted pasar por aquí a una hermosa yegua negra con manchas blancas? —o bien: —¿Ha visto usted pasar por aquí a una hermosa muchacha de cabellos dorados y rosados pechos al viento? La respuesta nunca será un sí rotundo y, las más de las veces, será negativa. Sin embargo, muy de tanto en tanto, cuando estábamos a punto de abandonar la búsqueda y, desilusionados, emprender el retorno, el interlocutor ocasional de algún pueblito poco frecuentado se quedará en silencio frente a nosotros, con la mirada iluminada y distante, definitivamente enamorado y dichoso, con una gota de rocío a modo de beso en la mejilla e incapaz de pronunciar palabra alguna.
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Entonces sabremos que vamos por el camino correcto.
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Al teclado
El hombre escribía reconcentrado frente a la pantalla. Si los dos muchachos que irrumpieron en el departamento hicieron algún ruido, no lo advirtió. A tal punto, que dispusieron de varios minutos para hurgar en los muebles de la sala. Estaban armados. Luego ingresaron al escritorio pateando la puerta. El hombre se vio sorprendido e intentó reaccionar. Recibió algunos golpes y se tranquilizó. Los muchachos buscaban cosas de valor e insistían que dijera dónde guardaba el dinero. —Un escritor no tiene dinero... —repetía él—. La hija abrió la puerta con su llave y entró. Los hechos ocurrieron abruptamente. Uno de los muchachos se asustó y le disparó al pecho. Cayó redonda. El otro debió contener a golpes al hombre, pero sólo pudo detenerlo con un culatazo de pistola en la nuca. Dueños de la situación,
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se dedicaron a revisar el cuarto minuciosamente. Destruyeron todo. Finalmente, con las manos vacías, se marcharon. Aturdido y dolorido, con sus últimas fuerzas, el hombre se arrastró hasta la mesa de trabajo, se estiró, tanteó el teclado y oprimió la tecla “deshacer”. La hija abrió la puerta con su llave y entró. —Hola papá, ¿cómo estás...? —preguntó—. —Bien —dijo—; aquí, intentando escribir.
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***
Julia Otxoa (San Sebastián, 1953)
Poeta y narradora, su creación se extiende al campo de la poesía visual, la fotografía y las artes plásticas en general. Su obra, con más de treinta títulos publicados en poesía y narrativa, ha sido traducida a varios idiomas e incluida en diferentes antologías de poesía, poesía visual y microrrelato, en España y América. Algunos de sus títulos más recientes son Taxus baccata (2001), Un extraño envío (2006), La lentitud de la luz (2008), Un lugar en el parque (2010), Escena de familia con fantasma (2013) y Jardín de arena (2014).
Ceremonia
Murata Takarai decidió quitarse la vida, su amante le había abandonado. Así que comenzó los preparativos de su muerte, convocaría a sus amigos más íntimos alrededor del té en el jardín para despedirse. ¿Pero… a qué amigos consideraba íntimos? ¿Qué clase de té sería el adecuado? Conocía más de cien clases diferentes. ¿Y el lugar del jardín? Murata Takarai dedicó el resto de su vida a preparar la ceremonia del té para anunciar su muerte a sus amigos. Murió muy anciano de muerte natural. Hoy se le venera en Japón como uno de sus más grandes estetas.
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El viajero
El viajero no acababa de llegar, sus familiares le esperaban nerviosos, no se explicaban su tardanza, se habĂan gastado una buena suma de dinero en la compra de aquella trampa y en adornarla con aquel pedazo de queso de la mejor calidad.
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Juegos
A veces cuando ella está así, como triste, él al llegar a casa, además del sombrero, se levanta una tapita en la parte superior de su cabeza y le enseña con sumo cariño el interior de su cerebro. Ella se asoma y juega entonces durante un ratito allí dentro, cambiando cosas de lugar, haciendo nudos con esto y con aquello, tejiendo extrañas formas con algunas de sus venas que son finas y suaves como la misma seda. Permanecen así hasta que el ánimo de ella se alegra y entonces él cierra con suma delicadeza la tapita sonriéndole enamorado. Claro está que el paciente marido con estos juegos va cambiando sucesivamente, porque su cerebro dulcemente manipulado por su melancólica esposa le convierte cada vez en un hombre diferente. Hoy, por ejemplo, con los pequeños cambios que ha hecho ella en alguna zona de su cerebelo, al cerrar la tapita de su cabeza,
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ĂŠl ha comenzado a caminar a cuatro patas y toda su piel se ha cubierto de un hermosĂsimo pelaje similar en todo al de un tigre de Bengala.
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El notario de los nuevos tiempos
El notario de los nuevos tiempos buscaba una perla en las entrañas del cerdo y se encontró de pronto con su equivocación: confundir a las ostras con los puercos, pero pese a todo no se dio por enterado y siguió adelante. Muchos de sus seguidores realmente llegaron a pensar que los equivocados eran los que defendían las perlas en el interior de las ostras. El error del notario se llevó a muchos cerdos por delante sin haber encontrado en su interior una sola perla, pero a pesar de todo sus fieles siguen excavando en las entrañas del cerdo posiblemente hasta que la comunidad de los cerdos harta de ser masacrada de forma tan gratuita se organice y comiencen a buscar ellos también perlas en el interior de los humanos.
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Cena de Navidad
El tío Jorge levantándose de un salto de la mesa todavía con una copa en la mano anunció con voz aguardentosa: – ¡Es hora de proseguir el juicio y dictar sentencia! Mis padres dejaron de comer y apartaron un poco sus platos hacia el centro de la mesa, mi hermano pequeño se limpió la boca con la servilleta, únicamente mi abuela quedó indiferente y siguió comiendo el pollo asado.
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La música de la calle entraba con fuerza por los altos ventanales y los villancicos se mezclaron con las voces del reo y el fiscal, era imposible entenderse, finalmente la sentencia apenas fue audible debido al estallido de los cohetes que ya se habían hecho tradición en la ciudad por Navidad.
Sin embargo, no hubo asombro en los ojos de ninguno de los comensales, cuando la cabeza de nuestro hermano pequeño rodó por la mesa salpicando
nuestros platos y copas y fue a quedarse finalmente atrapada entre una botella de champรกn y la fuente de los langostinos.
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Escalador
El escalador asciende sin cuerdas por la pared de roca, está solo, ayudado únicamente por sus manos que arañan cada mínimo punto de apoyo para seguir hacia lo alto. El escalador es joven pero al cabo de una hora de duro esfuerzo la fatiga comienza a presentarse en una debilidad creciente en sus brazos, en los cada vez más frecuentes calambres de sus piernas que le ponen al borde de una caída que podría ser mortal desde esa
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altura y él lo sabe, pero sigue ascendiendo, aunque sus manos se equivoquen y se sujeten a puntos de apoyo que no lo son y las piedras soltándose de pronto le recuerden que está en el límite de sus fuerzas y que no fue buena idea la de venir sin cuerdas. Mira hacia lo alto, le quedan escasos metros para llegar a la cumbre, allí en el borde del despeñadero, asomados, esperando que caiga como antes lo hicieron otros escaladores, expectantes le observan una veintena de buitres,
en sus fijas miradas, la ansiedad, la espera del festín. El escalador sabe que no hay esperanza, el próximo intento puede ser el de la caída, siente que las fuerzas le han abandonado y ahora ni siquiera tiene ánimos para seguir, tan sólo de permanecer así sujeto en la pared vertical, agarrado a la roca hasta que los músculos aguanten. Bajar es imposible, ascender también. Entonces se acuerda de lo que tantas veces su padre le contó sobre la guerra en aquel lugar, de cómo en 1936 falangistas y requetés arrojaban desde lo alto de ese mismo despeñadero, conocido popularmente en Urbasa como el Balcón de Pilatos, a todos aquellos denunciados por “rojos”. Sí, él ha visto mientras ascendía los huesos de todas aquellas pobres personas desperdigados por todas partes, mezclados con las piedras de las torrenteras, enredados entre las ramas de los árboles que surgen de la pared rocosa, cráneos, tibias, manos… huellas blancas como actas notariales de un tiempo atroz.
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Pronto sus huesos se mezclarán con todos ellos ‒piensa el escalador‒ tan sólo un instante antes de despertar convertido en buitre, esperando ansioso junto con sus compañeros que ese diminuto escalador que tiembla junto a la pared caiga al fin de una santa vez.
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*In Memoriam de mi abuelo Balbino García de Albizu Usarbarrena, asesinado por Rojo el 7 de septiembre de 1936 en la Sierra de Urbasa en Navarra, España.
Lámpara suiza
Cada mañana el señor oscuro se ocupa de la disección del lenguaje sobre la gran mesa de madera de la cocina, bajo la potente luz de la lámpara suiza. Desnudo, peinado y perfumado, cubriendo gran parte de su níveo cuerpo con el acostumbrado delantal azul ultramar, embutidas sus manos en guantes de látex hasta la mitad de sus brazos, armado de cuchillos, cinta métrica y báscula, y teniendo muy cerca de su mano derecha la bandeja con el instrumental de disección: bisturí, pinzas, tijeras... da comienzo al diario ritual de la metamorfosis, abriendo en canal los párrafos y las frases, deshuesando con extrema delicadeza, nombres, verbos y adjetivos, desangrando los profundos cauces de su sentido hasta dejar los significados vacíos y pálidos como paisaje de venas tras el paso de un vampiro. Viene luego el tiempo del limado, limpiado y abrillantado de cada
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fonema, con el mismo esmero y mesura con los que se maquilla a un muerto. Las palabras entonces, ya anodina masa inerme, linaje de la morgue, pueden ser troceadas al gusto, sus minúsculas partes se unen luego con otras desconocidas surgiendo así sonidos turbadores, extraños, que nadie entiende pero que engalanan a quien las pronuncia con una suerte de aureola de misterio y sabiduría.
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Lilian Elphick Latorre (Santiago de Chile, 1959)
Escritora, directora de talleres literarios desde 1990, editora del portal web Letras de Chile. Licenciada en Literatura y egresada de Magíster en Literatura Chilena e Hispanoamericana por la Universidad de Chile. Ha publicado La última canción de Maggie Alcázar (cuentos, 1990); El otro afuera (cuentos, 2002); Ojo Travieso (microrrelatos, 2007); Bellas de sangre contraria (microrrelatos, 2009) [Premio Mejores Obras Literarias Editadas, categoría cuento, del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. Santiago, Chile, octubre 2010]; Diálogo de tigres (microrrelatos, 2011), Confesiones de una chica de rojo (microrrelatos, 2013) y K (microrrelatos, 2014). Actualmente, prepara el libro de cuentos Praderas Amarillas. Su obra ha sido incluida en numerosas antologías de cuento y microrrelato, tanto en Chile como en el extranjero. Sus textos han sido traducidos al inglés, alemán, francés, italiano y húngaro. Mantiene el blog Ojo Travieso, desde 2006.
La carta
Preclarísima Reina: Finalmente llegué a las Indias. La Pinta zozobró infestada de ratas y preferí incendiar las otras naos para tomar posesión destas tierras de mucho maravillas. Aquí, en La Española, todos van desnudos, así como Dios los echó al mundo. Tienen una reina que luce una corona de flores y nos ha palpado nuestros raídos trajes y los cuerpos. Y se ha saboreado la muy impía. Mandó a sus súbditos a preparar las “parrillas”. Nos van a homenajear, deso estoy seguro, así como seguro estoy de que la tierra es redonda, como la teta de Beatriz de Bobadilla. Varias gentes atizan el fuego. Cantan y bailan; los niños juegan. El mar es color esmeralda y las arenas son blancas. El cielo no tiene nubes. Yo seré el Elegido, mi Reina. Escríbale al Papa para apurar los papeles de mi canonización; seré el Santo de los
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Viajeros, mientras las parrillas arden y un perro devora esta carta y me llevan del brazo, a mí, el Almirante de la Mar Océana, entremedio de cánticos y risas, desnudándome, untándome con aceites y fragancias, y el calor aumenta, me quema, me inunda de dolor, me exalta, Dios mío, me arruina, me despelleja y ardo en el infierno deste nuevo mundo.
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El pequeño inútil
Yo no sé si podré contar esta historia sin tartamudear o asfixiarme irremisiblemente en este espacio tan blanco. Quise ponerle un título atractivo y sólo logré monosílabos, interjecciones arcaicas, resoplidos de medianoche. Nací en un pueblo y me crié en otro. Me dediqué al robo. Fracasé. Para todos fui el pequeño inútil. Leía en vez de trabajar la tierra dura e ir con los otros a vender cebollas al mercado. Leía novelas, cuentos y diarios de vida. Leía hasta enmudecer. Leía en la letrina bajo el sauce, mientras mamá cantaba Parlami d’amore, Mariú, o cuando llegaba papá borracho y preguntaba dónde está el pequeño inútil. Me mandaron a la ciudad a trabajar en un bufete de abogados. Era el de los mandados. No duré ni una semana. Me echaron. Dormí en plazas que no recuerdo y las putas me daban comida. La policía me corría y
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me enviaba al calabozo. Al poco tiempo me soltaban. No servía ni siquiera para estar preso. Sobreviví en los rincones más oscuros, leyendo libros de lomos quemados o enciclopedias que florecieron como repollos con el agua de las inundaciones. Con el tiempo y cuando las canas ladraban a mis sienes, logré tener quinientos libros en buen estado, dos mil libros en mal estado, y una novelita picaresca donde el protagonista era yo mismo. Nunca me repuse al impacto de leer mi propia historia.
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Me deshice de los libros. Vagué de tierra en tierra y de mar en mar. Tuve amos que nunca me dieron comida y perros que no lamieron mi mano. Fui hipócrita, mezquino, cobarde. Hasta me cambié el nombre. Pero, seguí siendo el pequeño inútil. No he muerto. No moriré nunca. Soy sólo una ficción de la escritora que escribe esto para que tú lo leas y creas que se trata de ti, de tu vida, de tu obstinada manía de clausurar puertas que no tienen cerraduras.
Nicrophorus vespillo
Soy como soy, señores del jurado. Mi familia es la más antigua del planeta. Ya en el año 1300 A.C., momificábamos los cadáveres de los otros, los inocentes que paseaban cerca nuestro, alardeando de sus élitros transparentes. Silphidus era el encargado de engañarlos. Hasta las ratitas caían en sus juegos de tenazas. Es cierto que maté a Gregorio. Se miraba todo el día en el espejo, esperando la transformación. Buenos días, Franz, decía frente a su imagen coleóptera, creyendo ver a un muchacho flaco y ojeroso. No alcanzó a sentir el golpe, lo juro. Escarbé la tierra, lo deposité en su lecho y comencé de inmediato a hacer la bola. Con ella se alimentaron mis larvas, que crecieron y crecieron hasta llegar a ser una multitud de jóvenes tísicos, pálidos y muy melancólicos, todos escritores.
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K en tierra de nadie
Está oscuro. Oigo el chillido de los ratones. Hay excrementos, cadáveres, llantos de hombres solos. Afuera, el humo de los hornos. Barracón número 5, Birkenau. Mi última patria después de muerto. Sé que Ana y Margot Frank tienen tifus y ya no necesitan mantas para cobijar su horror. Mañana moveré piedras de aquí a allá, sin pro-
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pósito alguno. Un kapo gritará su látigo en mi espalda. Una mañana me arrestaron. Todos fuimos a los trenes de la muerte. Josef Mengele movía el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Me preguntó si tenía un hermano gemelo. Le respondí que sí, que su nombre era Gregorio. ¿Y dónde está, entonces?, bramó. Escondido, señor, en un cuaderno. Nunca lo podrá encontrar.
Pía Barros (Melipilla, 1956)
Directora de los Talleres Ergo Sum y de la Editorial Asterión, ha publicado diez libros: dos novelas, cinco de cuentos y tres de microficcion. Su último libro publicado, El Lugar del Otro, fue Premio Altazor al mejor libro de narrativa año 2011.
La vengadora
Abre las piernas y te inclinas a beber de ella como un sediento. Aferrado a sus caderas, lames para perderte de ti mismo, enmaraĂąado en recuerdos de todas las otras. Se aĂşnan olores y mareas que arrasan todo a su paso. Bebes, te empequeĂąeces, bebes hasta ser ese diminuto que ella, la de piernas abiertas, fagocita. Ahora navegas junto a otros en el fondo de sus ojos implacables.
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Derechos de autor
Las letras se despegan del cuaderno donde el autor, con rigurosidad, ha descrito al asesino. Duerme mientras las letras suben la escalera dibujando precisas al hombre robusto con el puĂąal en la mano y la mirada decidida en busca de la garganta que cercena de un tajo limpio aunque para nada discreto. El personaje limpia el cuchillo y lo guarda en su chaqueta. DespuĂŠs, el mal agradecido se marcha a habitar en
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otra novela.
Tatuaje 3
No voy a olvidarte jamás, dijo ella. No lo harás, dijo él, y acercó el cigarrillo a sus pechos.
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Aeropuerto
Las manos toman la mopa con la elegancia del que coge maletas. Su piel es oscura, la palma de las manos blancas, como las de papá, el dorso más claro que la de mamá. Pone los auriculares disimulados bajo su pelo, escucha a Víctor Jara y emprende el trapeado de la entrada del aeropuerto de Jamaica, soñando con un país donde no sea mitad extranjera.
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Las otras armas
Anidan sosteniendo con fuerza las letras entre sus picos. Con ellas, decoran el nido que cobijará a los polluelos hasta sofocarlos. Las tres crías se descuelgan al vacío con diferencia de una semana, ahogadas de palabras. Cuando la última ha caído despeñada nido abajo, vuelven a emprender vuelo, nidos, historias de otras como ellas, las asesinas palabreras.
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Enrielados
Las muchachas tristes son las más codiciadas por los escritores jóvenes. Las buscan en las mesas apartadas de los cafés, en la barra del bar, en los parques de lluvia. A veces las encuentran y se dejan arrastrar por su tristeza. Dura años esa unión, hasta que los poetas compran corbatas, acuden a empleos y pagan créditos. Ellas se quedan para siempre en su papel de tristes, las greñas canosas, deambulando por plazas vacías.
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Estaciones
La vieja escribe poemas sobre la nieve en los amaneceres del invierno. Por las noches, las letras en hilera bajo la puerta, trepan por las escaleras y se le adhieren a la planta de los pies, en orden de escritura. Cada verano, la vieja los camina por las arenas de la playa. Si vas antes del sol y las mareas, leerlos harรก que las palabras te reverberen largo tiempo adentro, antes de que sea tarde. No tiene callos.
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Rogelio Guedea (Colima, 1974)
Académico y escritor. Abogado criminalista y doctor en Letras Hispánicas. Es columnista en SinEmbargoMx y La Jornada Semanal y autor de ocho libros de microrrelato: Viajes en casa (Ediciones del Ermitaño, 2012), La vida en el espejo retrovisor y otro cuentos portátiles (Lectorum, 2012), Pasajero en tránsito (Arlequín, 2010), Cruce de vías (Menoscuarto, 2010), Para/caídas (Ficticia, 2007), Caída libre (Ediciones Colibrí, 2005), Del aire al aire (Thule Ediciones, 2004) y Al vuelo (Mantis Editores, 2003). Actualmente es jefe del Departamento de Español de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda.
Jotquéis
Mi mujer me dice, desde la cocina: los niños van a desayunar jotquéis, ¿qué vas a querer tú? Deberías cambiar aunque sea un día, y comer jotquéis. Tienen todos los nutrientes. Mira: y me enseña el interior del tazón donde revuelve harina, huevo, leche. Nunca quieres jotquéis, siempre huevo, frijoles, tu mentado chile verde, tu queso duro, seguro tus tortillas rancias ya. No sales de lo mismo. Cambia un poco. Mira: me acerco y vuelvo a ver el interior del tazón donde revuelve harina, huevo, leche. Está bien, le digo, dame jotquéis, le doy la espalda y vuelvo, convencido, a mi oficina. Diez segundos después en la oficina, mi mujer: ¿de veras vas a querer jotquéis? Sí. No te creo. De verdad que sí. Pues no te creo, nunca quieres jotquéis. Ahora sí quiero jotquéis. Pues no te creo, Guedea. Deja que termine con los niños y te hago tu mugroso huevo, ándale. Está bien, le digo, pero que conste que esta vez sí quería jotquéis.
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Cuentos a mí, dice mi mujer, y vuelve, refunfuñando, a la cocina.
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Magisterio de Temístocles
Un día, yendo de camino a su casa, el político y general ateniense Temístocles fue detenido por un grupo de amigos, cerca de la plaza, una mañana de sol tierno y cielo despejado. Estuvo con ellos conversando durante un buen rato sobre política y tácticas de guerra y, antes de irse, uno de ellos, que estaba preocupado porque una hija suya estaba de novia de un joven que no le llenaba del todo el ojo, detuvo por el hombro a Temístocles y le preguntó que con quién colocaría de mejor gana a una hija suya, en caso de que tuviera elección o, al menos, posibilidad de consejo: con un hombre de bien pobre, o con un rico de poco crédito, a lo que Temístocles, inteligentemente y sacudiéndose un polvillo que le había caído en el ojo izquierdo, respondió: “Yo más quiero hombre sin dinero, que dinero sin hombre”. Luego, y sin mayores aspavientos, se despidió de sus cofrades, se abrió paso entre
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una multitud que se dirig铆a a un convite y se perdi贸 en la siguiente esquina.
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Vivir es conducir un tráiler
No me había dado cuenta de que vivir es conducir un tráiler. Había, incluso, utilizado el título para la primera de mis novelas, pero nunca reparé en que la vida era conducir un tráiler. No sólo por el viaje que implica, con destino o sin destino, sino porque al viajar uno va dejando (atrás) un pasado, va viviendo (al conducir) un presente y va acercándose (al avanzar) hacia el futuro. La felicidad consiste, pensaba, en vivir cada momento en su justa dimensión, para entonces no terminar, volcados, a la orilla del camino. Por ejemplo: no podemos sólo mirar el espejo retrovisor porque descuidaríamos el camino por venir e, invariablemente, chocaríamos a la menor provocación. Tampoco podemos mirar sólo el camino hacia adelante porque, de otra forma, los automóviles que vienen detrás podrían embestirnos por alcance o, en todo
caso, nosotros mismo podríamos
impactarnos contra ellos al intentar
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rebasar a otro automóvil. Mucho menos podemos sólo disfrutar de la compañía (esa charla con el copiloto o los hijos, ese instante que va sucediéndose dentro del coche y que parece un presente en vilo a mitad del tiempo) porque o nos chocan por detrás o nos estrellamos por delante. La felicidad consiste, entonces, pensaba, en un equilibrio entre mirar por el espejo retrovisor (nuestro pasado), disfrutar lo que sucede dentro del coche (la música, la charla con el copiloto o los hijos, nuestros propios recuerdos, si vamos solos) y
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mirar que no haya obstáculos en el camino hacia adelante (nuestro futuro). Aunque a pesar de todo esto podemos padecer un accidente, lo mejor es siempre no pensar en tal posibilidad, pues no hay cosa peor en la vida que sufrir por adelantado todo aquello que, ya lo sabemos, no podemos evitar.
Leer y comer
Desde hace algunos años dejé de ser un devorador de libros. Rompí, un buen día, con ese hechizo. Sé que lo adquirí cuando me iniciaba como lector, pero no sé ni en qué momento ni dónde. Desde entonces dejé de utilizar la frase hecha: soy un devorador de libros. Y, por supuesto, desde entonces dejé de devorar los libros que caen en mis manos: ¡qué despropósito! Lo comprendí hace algunos años y decidí, como quien dice, darle la vuelta a la tortilla. Es más: ahora me compadezco de aquellos que van por el mundo diciendo que son devoradores de libros. Ya sé que están atrapados en el mismo agujero que yo lo estaba. Todo esto lo supe una noche que leía recostado en la cama, con el rostro en dirección a la ventana, a través de la cual se veía el claro día. Estaba leyendo las memorias de Stephen King y, de súbito, lo supe: leer como se come. Esta frase fue sólo el principio. Debe hacerse despacio, masticando
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bien los alimentos, una y otra vez, treinta o cincuenta veces por bocado, sabiendo que es mejor comer calidad que cantidad, esto es una ramita de br贸coli mejor que una bolsa jumbo de papas fritas, esto es la breve Rebeli贸n en la granja de Orwell que las novelas completas de Paulo Coelho. Desde entonces compro en las librer铆as del mismo modo que en el supermercado: los productos m谩s saludables, frescos de ser posible, y los engullo, al volver a casa, pian pianito, sin devorarlos nunca, con la certeza de que en esto radica toda mi fortaleza.
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Best-seller
Antes se trataba nada más de escribir un buen libro, no importa que no lo publicaras en vida o lo publicaras en una editorial desconocida. Luego fue no sólo escribir un buen libro, sino publicarlo en una editorial de prestigio. Después ya no fue sólo publicar un buen libro –bien escrito, ¡por Dios!- en una editorial de prestigio, sino además que tu libro fuera reseñado una, dos, diez mil veces, de ser posible. Luego ya no bastó publicar un libro bien escrito en una editorial de prestigio, acompañado de reseñas escritas por reseñistas reputados, ahora también tenías tú que modelar en calzones por la orilla de la playa mostrando la portada de tu libro a todos los bañistas. Todo esto para conseguir convertirte en un best-seller. Así está el mundo y qué se le va a hacer. Yo, por lo pronto, sigo con la convicción de que lo que más importa es escribir un buen libro, aunque –acá entre nos- siempre me ha seducido
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la idea de apretar contra mi pecho el mĂĄs reciente de mis ejemplares y luego salir corriendo con ĂŠl por todas las calles de mi barrio. Encuerado.
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Ednodio Quintero (Las Mesitas, 1947)
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Cuentista, ensayista, novelista y guionista venezolano, estudió Ingeniería Forestal en la Universidad de Mérida donde fue profesor de Letras y Medios Audiovisuales. Algunos de sus minicuentos, como “Tatuaje” o “Álbum de familia”, han sido considerados obras maestras del género. Algunos de sus libros de cuentos son La Muerte Viaja a Caballo (1974), Volveré con mis Perros (1975), El Agresor Cotidiano (1978), La Línea de la Vida (1988), Cabeza de cabra y otros relatos (1993), El combate (1995) y El corazón ajeno (2000). Ha sido galardonado en su país con el Primer Premio de Cuentos de El Nacional, de Caracas; el Narrativa Breve del ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana); el Narrativa del CONAC (Consejo Nacional de la Cultura); el “Miguel Otero Silva” de la Editorial Planeta; así como el “Francisco Herrera Luque” de la Editorial Grijalbo-Mondadori.
La muerte viaja a caballo
Al atardecer, sentado en la silla de cuero de becerro, el abuelo creyó ver una extraña figura, oscura, frágil y alada volando en dirección al sol. Aquel presagio le hizo recordar su propia muerte. Se levantó con calma y entró a la sala. Y con un gesto firme, en el que se adivinaba, sin embargo, cierta resignación, descolgó la escopeta. A horcajadas en un caballo negro, por el estrecho camino paralelo al río, avanzaba la muerte en un frenético y casi ciego galopar. El abuelo, desde su mirador, reconoció la silueta del enemigo. Se atrincheró detrás de la ventana, aprontó el arma y clavó la mirada en el corazón de piedra del verdugo. Bestia y jinete cruzaron la línea imaginaria del patio. Y el abuelo, que había aguardado desde siempre este momento, disparó. El caballo se paró en seco, y el jinete, con el pecho agujereado, abrió los brazos, se dobló sobre sí mismo
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y cayó a tierra mordiendo el polvo acumulado en los ladrillos. La detonación interrumpió nuestras tareas cotidianas, resonó en el viento cubriendo de zozobra nuestros corazones. Salimos al patio y, como si hubiéramos establecido un acuerdo previo, en semicírculo rodeamos al caído. Mi tío se desprendió del grupo, se despojó del sombrero, e inclinado sobre el cuerpo aún caliente de aquel desconocido, lo volteó de cara al cielo. Entonces vimos, alumbrado por los reflejos ceniza del atardecer,
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el rostro sereno y sin vida del abuelo.
Tatuaje
Cuando su prometido regresó del mar, se casaron. En su viaje a las islas orientales, el marido había aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la boda, y ante el asombro de su amada, puso en práctica sus habilidades: armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibujó en el vientre de la mujer un hermoso, enigmático y afilado puñal. La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre revivió alguna extraña enfermedad contraída en las islas pantanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la línea vaga del horizonte, el marino emprendió el ansiado viaje a la eternidad. En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ratos, como si en ello encontrase algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado por el precioso puñal. El dolor fue intenso, y también
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breve. El otro, hombre de tierra firme, comenz贸 a rondarla. Ella, al principio esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concertaron una cita; y la noche convenida ella lo aguard贸 desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le qued贸 muerto encima, atravesado por el pu帽al.
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Coleccionistas
Un hombre coleccionaba alacranes y un alacrĂĄn coleccionaba hombres. Un dĂa el azar los condujo a la misma encrucijada, y se conocieron. Hablaron de sus respectivos pasatiempos. Intercambiaron miradas comprensivas, ciertamente cargadas de codicia, pues vislumbraban la importancia de la nueva pieza a cobrar. Y se pusieron de acuerdo: cara o sello.
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Jinete
En mi pueblo viv铆a un loco que montaba un caballo de palo. Una noche, por encima de los tejados alumbrados por la luna, pas贸 una bruja encaramada en una escoba. El loco la vio pasar, y sin pensarlo dos veces clav贸 las espuelas al caballo. Nunca m谩s supimos del jinete.
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Muñecas
Cuando murió mi hermanita la enterramos junto con sus muñecas para que le hicieran compañía. Transcurridos noventa años de aquel triste suceso, he llegado a convencerme que las muertas fueron las muñecas, y enterramos también a mi hermanita para que les hiciera compañía.
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Amputación
Los médicos decidieron amputarle la pierna, pero el paciente se opuso. Dijo que conocía un remedio eficaz que lo sanaría en un par de semanas. Los médicos le advirtieron que la infección podría invadirle otros órganos. El enfermo mantuvo su posición y se aplicó el remedio con esmero... y ceguera, pues mientras la pierna mejoraba, el mal se ramificaba en todas direcciones. La pierna sanó por completo, lo que no dejó de asombrar a
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los médicos. Sin embargo, considerando el triste estado del paciente, decidieron amputarle el resto del cuerpo.
DUANE MICHALS EL FOTÓGRAFO QUE SE ILUSTRA A SÍ MISMO
Cinthya Olguín Díaz
La única verdad que conozco es mi propia experiencia. DM En esencia Duane Michals (Pensilvania, 1932) es un contador de historias y con ellas nos acerca al universo inagotable de su pensamiento. En su "Autorretrato", se muestra a sí mismo de espalda al espectador leyendo un libro cuyo texto es el foco de la imagen: “I think about thinking”. Duane cuenta historias a través de una cámara porque lo relevante “no es el instrumento sino lo que hacemos con él” y “la cámara no es diferente a la máquina de escribir”, dice. Su talante narrativo es una de las características que lo distinguen a primera vista de sus coetáneos: en sus fotos y secuencias (las series fotográficas a través de las cuales relata una historia) es común que escriba en los bordes, con su letra cursiva y casi infantil, aquella idea que lo ha impulsado a crearlas y que guía su sentido: “Mis fotografías están basadas en ideas y sentimientos específicos y son ilustraciones premeditadas
de esos sentimientos. Me ilustro a mí mismo”. Michals piensa en una idea, la escribe, realiza el guion a la manera de un storyboard y en menos de dos horas puede tomar secuencias completas. Por eso “se exhiben mejor en los libros que en las galerías”, confiesa, porque están pensadas para ser vistas como una unidad de sentido y no de manera separada. Y es que Duane no es un artista tradicional de la lente: llegó tarde a la fotografía1 y nunca quiso ser un Cartier-Bresson, lo que significa que nunca quiso seguir el camino de otros. De formación autodidacta, sus primeros trabajos fueron comerciales: en revistas de moda como Squire, Mademoiselle y Vogue hacía retratos de celebridades, pero desde entonces mostrando una diferencia con sus contemporáneos: en lugar de captarlos en un estudio, lo hacía en el propio contexto de los personajes. Esta temprana diferencia es muestra ya de la
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1 A los 26 años decidió que se dedicaría a ella como resultado de un viaje a Rusia, razón por la que dejó su carrera de diseñador gráfico. A los 31 realizó su primera exposición con las fotos que tomó durante ese viaje.
visión capital de Michals: no quiere descubrir la apariencia de las cosas, sino su esencia; no está interesado en mostrar lo que todos ven, sino lo que él experimenta. “Soy un empirista, creo que las propias experiencias conducen al conocimiento”, dice, y por eso se proclama a sí mismo un expresionista. Así, concibe a la fotografía como un medio de expresión, no como un fin, lo cual determina su posición frente a los temas que persigue: no camina la ciudad buscando instantes dignos de ser eternizados (así rompe con Richard Avedon, Ansel Adams, Robert Frank, Robert Doisneau, Irving Penn), lo que él quiere es mostrar lo que nadie puede ver, por eso es el fotógrafo que no cree en los ojos sino en la mente, pues en ella reside la imaginación y con ésta, indica, “se produce algo que de otra manera no existiría”. Por esto, es justo decir que la cualidad de Michals que lo distancia en definitiva de sus coetáneos es que su obra no intenta documentar la realidad sino mostrar el paisaje interior del ser, es decir, las preguntas
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y emociones que lo inquietan: qué ocurre después de la muerte, de qué manera sucedieron los eventos del día anterior, cómo son el deseo, el miedo, las ideas. “Estoy interesado en el misterio de mí mismo y de mi vida”, expresa. Y en este sentido está más cerca de René Magritte –a quien tanto admiró y quien “lo había liberado”– que de cualquier otro artista. Sus creaciones deben ser leídas como preguntas, como misterios que no necesitan ser resueltos sino revelados, porque lo que un verdadero artista debe hacer, dice, “es mostrarnos sus secretos”. Así pues, Duane Michals, un indiscutible transgresor de la lente, nos muestra con su obra que la fragmentariedad es la base de la realidad, la cual no es más que una serie de nociones inconclusas con las que intentamos comprender nuestra breve existencia.
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Duane Michals, Death comes to the old lady, 1969, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 13-17.
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Duane Michals, The young girlâ&#x20AC;&#x2122;s dream, 1969, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 44-45.
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Duane Michals, Paradise regained, 1968, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of â&#x20AC;˘ Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/ DelMonico Books, 2014), 62-63.
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Duane Michals, Things are queer, 1973, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The phoâ&#x20AC;˘ tographs of Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 61-65.
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Duane Michals, Aliceâ&#x20AC;&#x2122;s mirror, 1974, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of â&#x20AC;˘ Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 43.
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Duane Michals, Chance meeting, 1970, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of â&#x20AC;˘ Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/ DelMonico Books, 2014), 58-59.
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MILES DE VOCES, CIEN PERSPECTIVAS Gloria Ramírez Fermín
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La realidad supera la ficción. Estas páginas reflejan, por desgracia, una problemática actual: la violencia hacia la mujer. Por este motivo cien autoras mexicanas colaboran para que el proyecto ¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género —de las escritoras Pía Barros, Gabriela Aguilera V., Susana Sánchez, Silvia Guajardo, Ana Crivelli y Patricia Hidalgo— tenga eco. Chile fue el origen, y pronto se sumaron a la difusión de este compendio Perú, Argentina, Venezuela, Estados Unidos y Alemania. Agresión y violencia no son lo mismo: la primera es necesaria para sobrevivir; la segunda es intencional y dirigida a un sujeto, generalmente vulnerable, con el propósito de hacer un daño emocional o físico, que va en aumento. Los microrrelatos de esta antología son un abanico ejemplar de maltratos y abusos hacia la mujer, desde un inocente comentario sobre la gordura (“Violencia en la cantina”, Ethel Krauze) hasta el atropello y sumisión
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total de las protagonistas (“Sumisión: enseñanza mortal”, Emma Irene L. Martínez). Estas relaciones de abuso de poder y fuerza física no sólo se dan en el matrimonio o noviazgo, también se encuentran en el trato con nuestros respectivos géneros. El ser diferente es lo que basta para violentar al otro. La polifonía de voces narrativas muestra la condición social y actual de la mujer. Éstas utilizan tonos irónicos, solemnes y reflexivos para determinar el sexismo, entendido como la discriminación de género, que se encuentra latente. Algunas historias tienen personajes reales y otras cuentan con protagonistas ficticias, pero en pocos casos se hallan arquetipos femeninos; por ejemplo la madre abnegada y la esposa sumisa, con los que se han emparentado historias de atropello y violencia. Las focalizaciones de los narradores masculinos
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muestran la condición relegada de la mujer: primero
habla la protagonista, de pronto el relato se interrumpe y lo concluye el verdugo. Las temáticas abarcan la desigualdad de género, edad y raza; discriminación de etnias; jerarquías sociales; mutilación del sexo; la violación, donde se posee el cuerpo como si fuese un objeto, el cual se desecha después de haber cumplido su función; así como el castigo por no tener un rostro estético y, viceversa, por contar con una fisonomía atractiva. Un dormitorio universitario (“Bonhomía contra sexto sentido”, Irma Rojas Castell), el automóvil (“Infraganti”, Gabriela Turner Saad) y una residencia médica (“Relato verídico de una R1”, Lucía Palma Narváez) son los lugares cerrados donde se recrean los hechos. Aquí no hay salida, en la intimidad el verdugo puede actuar con soltura. Una oficina (“Recreo escolar” de Elizabeth Hernández Millán), una calle (“Los perros”, Fernanda Monsalvo Basaldúa), un parque (“Curación”, Dina Grijalva
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Monteverde) y una gasolinera (“Disfraz”, Julie Furlong) son los sitios abiertos donde la humillación puede ser pública y el escarmiento del victimario restaura el orden corrompido por la culpable. Las escritoras revelan de forma veraz las vivencias y experiencias que quizá el lector o lectora tuvo alguna vez, no importa el género. Por un lado, los aciertos radican en la recreación del lenguaje oral y la gradación de los hechos. En ellos hay una aproximación a los mexicanismos populares y adjetivos despectivos que hacen de la antología un referente del argot actual. La concatenación de los sucesos coincide con la coherencia del argumento y no defrauda la expectativa del desenlace. Por otra parte, en ocasiones el final se anticipa y no hay sorpresas en la trama. La limitación de estas analectas deriva en que pueden interpretarse como una serie de consuelos mutuos entre
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las mujeres. Sin embargo, estas crónicas deben capturar
al lector para que observe las circunstancias actuales y reflexione sobre su papel en la sociedad. La importancia de la antología reside en observar la condición en la que se encuentra la mujer. El machismo, por desgracia, corresponde a una tradición muy arraigada en la sociedad mexicana. La imagen del hombre de la casa a quien se debe tener devoción está lejos de erradicarse. Hay que reconocerlo: los motivos que originaron estos textos coinciden con las cabezas y balazos de los tabloides de la nota roja de la prensa nacional. Aquí encontramos cien mujeres que gritan, hablan y prestan sus voces a otras miles que no pueden o no tuvieron la oportunidad de romper ese silencio.
De mitos a mitos Angélica Santa Olaya El sacerdocio de las mujeres no puede ser, porque no es divino, señaló el clérigo mientras se rascaba el ombligo.
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Cibeles, desde arriba, reía y arrojaba el cordón umbilical del hombre a los leones.
Desamparo Azucena Franco Asesinaron a la hija. La madre gritó, lloró, aventó, pateó, protestó, señaló, acusó, manoteó, corrió y la mataron, frente al Palacio de Gobierno.
Reversa Camelia Rosío Moreno Tu mutismo me asusta: preferiría escuchar tu voz, tu grito, tu llanto… Perdóname: no quería golpearte; por favor despierta.
VV.AA. ¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género (Edición mexicana). Pról. Elsa Muñiz. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, 2014.
LOS GAJES DEL OFICIO DE MARIO MONTALBETTI Eduardo Zambrano
Su ambición es el lenguaje [del piloto hablándole a los pasajeros en medio de una situación [desesperada: parte engaño, parte esperanza, [parte verdad. Montalbetti
Lejos de mí decirles (Aldvs, 2013) es uno de esos libros que me llegaron por recomendación expresa de una amistad. Y aunque esta persona sólo estuvo de paso por Monterrey, en esos pocos meses su conversación inteligente me dejó algunas lecturas que hasta la fecha me hacen compañía. Está claro: la relación con los libros siempre será más duradera. Poeta peruano del 53, profesor, lingüista, apasionado en la conversación, ducho en los foros literarios y conferencista que denota oficio con el lenguaje, que es
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lo suyo en el sentido estricto de la palabra. Y si comento todo esto es porque también he seguido la trayectoria de Montalbetti a través de YouTube. Recomiendo su ponencia “3 ideas equivocadas en el lenguaje” y, más recientemente, “Escribir contra el signo”, en una mesa de poesía promovida por la Universidad Iberoamericana en abril del 2014. Pero más allá de su elocuencia en el foro o en el aula, encontrar al poeta (al menos en este caso) es lo más gratificante. Este libro es la reunión de ocho proyectos que abarcan publicaciones desde 1978 hasta el 2012. Al consultar ahora el índice, es evidente que he marcado numerosos títulos, lo cual significa que muchos textos me gustaron sobremanera. “Objeto y fin del poema” es uno de esos textos. Entre una de mis manías como lector está la de
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coleccionar versos cuyo tema principal son los versos
mismos, o el poeta en sí, o su lenguaje. En la poesía contemporánea es común este ejercicio de reflexión sobre los gajes del oficio. Recuerdo siempre a Pessoa con aquello de que “el poeta es un fingidor, finge tan completamente, que llega a fingir que es dolor el dolor que realmente siente”. Esta aparente contradicción, esta bellísima paradoja del oficio, es igual planteada (a su modo) en el poema de Montalbetti. De hecho, todo el texto es un símil entre el aterrizaje forzoso de un avión (en medio de la noche) y la escritura. Una vez que el piloto y el poeta son el mismo, resulta genial y perfectamente entendible que el lenguaje del vate sea “parte engaño, parte esperanza, parte verdad”. No sólo estoy de acuerdo con esto, lo firmo, y comulgo con ello.
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DEVOLUCIĂ&#x201C;N
Diana Jaramillo
A Elein
Cada Día de Reyes, Dalila lo sabía bien, debía devolver algo: su muñeca, los zapatos, los vestidos, los peluches, uno que otro mal rato, un pleito con sus vecinitos. Los primeros años fue difícil desprenderse de sus juguetes, de imágenes, de palabras, dejar ir algo los días seis de enero. Se iba vaciando de a poquito de las cosas inútiles que había acumulado en los primeros años de vida. Fue en los últimos dos años, ya tenía casi once, cuando pensó seriamente en devolverlos. Tendría que hacer una carta explicando los motivos, los cuales sobraban. El seis de enero los niños de todo el mundo, creyentes en los Reyes Magos claro está, podían regresar cualquier cosa. Esta tradición surgió del tiempo aquel en que los Reyes Magos desaparecieron la ansiedad de un Niño Rey recién nacido, cuando apartaron de su cuna los muñecos que le quitaban el sueño. Eso contaba la leyenda. En fin, que desde entonces se hacían lar-
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gas filas año con año para devolver toda clase de artefactos vivos de recuerdos. Los niños pasaban 365 días pensando en qué les estorbaba para estar felices. El día indicado, Dalila se forma al final de la fila en una singular bodega, una construcción omnipresente. La mujer del aparador muy seria, muy enojada, muy fastidiada recibe de todo: sueños, hombres, mujeres; recibe nacimientos y muertes al por mayor, recibe amigos, perros, gatos. También lágrimas y risas. Atrás hay un ejército de almas que empaca en cajas o papel celofán, que sube a las personas por unas escaleras y baja a otras por un elevador. Las personas que han devuelto no tienen expresión en su rostro, a lo mucho un dejo de desesperanza. Al fondo de las escaleras se desconoce qué hay, cuál es el destino final. Toda clase de especulaciones se han fraguado alrededor. Dalila lleva en la mano izquierda
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a su padre, de barba poblada y ojos dulces. Hace unos
días lo conoció, tras diez años en que únicamente abonó la esperma para su nacimiento. Su madre la llevó a tomar un helado, le dijo que su padre quería conocerla. Dalila pensó que para qué, ya había pasado lo peor: los cumpleaños esperando un regalo, las navidades, que Santa Claus se lo trajera, los cierres de curso con festivales. Había crecido sin él, ya casi le venía su periodo, no lo necesitaba más. En la mano derecha lleva a su madre, de mirada intimidante. Lo más cerca que estuvo de ella fue en su cumpleaños número ocho, cuando no la obligó a comerse el hígado. Sabía que no había querido que naciera, y que después del abandono de su padre, esa mujer que la había parido nunca volvió a ser feliz. De ella sólo recordaba la amargura, la envidia a las vecinas, la carencia de todo. Había tenido que madurar muy pronto para salvar a su madre de dos intentos de suicidio, para cuidarla en las noches de sonambulismo, para prepararle sodas cuando
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tomaba un anís de más. Los dos adultos se miran entre ellos con curiosidad, no respingan, no se quejan. Ninguno de los dos se atreve a preguntar adónde los llevó su pequeña hija. La señora del aparador les pide a los padres que pasen y se coloquen espalda con espalda. Lee con atención la carta de Dalila donde explica la devolución. Hay varias parejas allí atrás del mostrador, esperando su destino ahora que los han regresado. Hay un hombre y una mujer que parecen conocerse pero no interactúan; uno que otro llora, grita, algunos sólo clavan la mirada en la nada. Nadie pregunta qué hacen allí tantas personas exhibiendo su deplorable humanidad. Dalila apresura a la señora a terminar el proceso. La niña firma con una D y entrega con gesto adusto un convenio. Los gendarmes parados siempre atrás de la señora, le sonríen con naturalidad, al tiempo que se llevan a sus padres. Dalila les devuelve la sonrisa. Los
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padres avanzan tímidos, como por inercia, bajan las
escaleras infinitas. Guiados por los guardianes, sin un ápice de sentimiento, los padres de Dalila se vuelven a mirar y asienten. Se alejan entre la hilera de escalones automáticos. Se hacen imperceptibles. Voltean para ver por última vez a su hijita que ya nos los observa. Dalila se regresa por el pasillo que había recorrido al entrar. Pasa junto a una fila de niños, cada uno trae cosas, personas, recuerdos que devolver. Dalila se despide de nadie agitando su manita y conteniendo un suspiro de alivio que suelta cuando sale del bodegón. Piensa en el próximo año, quizás ya no quiera más Días de Reyes. No cree tener ya nada que le estorbe.
bibliotecas ajenas
COETZEE Y AQUEL CIEGO EN BUENOS AIRES Javier Vargas de Luna
Por desgracia, el vuelo aterrizó a la hora prometida… Frustrado por una puntualidad que me impidió descender sobre Buenos Aires con algo de luz, a la mitad de la madrugada y muy ligero de equipaje —cansado y más que muy cansado— me dispuse a consumir lo que quedaba de noche en las salas de espera, merodear los acentos de aquella hora en el Aeropuerto de Ezeiza y escudriñar las dinámicas de un mundo que siempre ha llegado hasta mí en las calles y en las épocas de una literatura infinita. Sí, aquí las letras se hicieron ciudad universal, pienso, cavilo, voy de aquí para allá mientras otra vez observo lo que me rodea y me detengo y vuelvo a parar lo oreja y en las primeras conversaciones que recojo trato de distinguir los arquetipos en las frases, los usos, esos giros, sus inflexiones, los modismos. Hay mucha gente en esta hora tan indecorosa porque las terminales aéreas son sitios donde los horarios no tienen vergüenza, y concluyo mi divagación de sonámbulo
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pidiendo un café sin ansiedad y sin azúcar para desperezarme un poco en la raíz del otoño más austral que aún no conozco. De repente, entre pasillos y corredores reconozco a Gardel, Gardel en los altavoces, Gardel y lo mejor de su repertorio para que nadie olvide el orgullo musical de la nación. Más tarde, entre las notas de sus tangos repetidos, charlaré con don Lorenzo que regresaba de España y había perdido su conexión a Mendoza, porque tras dieciséis años de trabajar en la construcción Madrid ya no daba para más, y, claro, la llamada del terruño, y, por supuesto, sus hermanos que lo esperaban con asado, como en los viejos tiempos. Poco antes de las seis de la mañana, casi superada aquella madrugada preliminar, abordé un colectivo: indiqué mi destino, Avenida Entre Ríos, allá en el centro, si es tan amable, pagué con suelto el precio de mi trayecto y volví a solicitar ayuda para reconocer la para-
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da, por favor. Gracias al conductor supe que había dos
horas de recorrido, más o menos, y en el amanecer de un sábado, tal vez sin muchos pasajeros, aspiré a un descuento en el lapso, quizás quince o veinte minutos antes de las ocho estaría en la Plaza del Congreso de la Nación, cerca de mi hostal, en el corazón de Buenos Aires. A pesar de todo, el itinerario pasó casi a cuentagotas, con escalas y más avenidas, nuevos destinos, muchos abrigos, estudiantes de tarifa cambiada y la ebriedad de varios jóvenes cuyas canciones se hicieron curiosidad lingüística en el anonimato de mis ojos y también de mis oídos. Fue mejor así, introducirse en la parsimonia de Buenos Aires desde sus perímetros, presentir las difusas fronteras del distrito de la capital que, como cualquier otra gran ciudad latinoamericana, extiende los lindes urbanos mientras retrae sus imprecisiones rurales. Procuro no ver el reloj aunque ya deben ser más de las siete, y repaso las muchas caras, los ascensos y descensos
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del amanecer en Ciudad Evita antes de desembocar, si la memoria y el cansancio de aquella mañana no se me escapan del todo, en San Justo, Liniers y ¡Balvanera!, sí, la Balvanera de aquella milonga, la de Jacinto Chiclana. Después vinieron calles con sabor a novela de Marechal, los nombres históricos que recordaban a Macedonio Fernández y los portones y los almacenes y las confiterías y los bancos y las fachadas al estilo Cortázar en la Avenida Rivadavia, y así hasta doblar en Hipólito Yrigoyen que, no sé por qué, asocié de inmediato a la voz de Sábato antes de descender en Entre Ríos. Qué caótico y qué mágico es todo esto, los edificios de otro siglo y esas banderas nacionales que orlan con elegancia el camino hacia la Avenida 9 de Julio, apenas unas calles más allá. De inmediato reparo, porque el alma siempre reacciona a toda prisa ante los abandonos, en la desolación del Edificio de “El Molino”, a un
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costado del Congreso de la Nación; la suciedad de los
bronces, esos capiteles olvidados, tantos vitrales rotos, las galerías y el techo y los balcones y su estilo art nouveau aún poseen la dignidad de las cosas que fueron pensadas para desafiar lo efímero, y aunque quizás no sea verdad que se buscó darle a la esquina una impresión de eternidad, lo único cierto desde mi llegada es que Buenos Aires es siempre la urgencia de explicaciones a la medida de sus sorpresas. Más tarde he decidido caminar otra vez por aquí mismo, en la Plaza de los dos Congresos, y compruebo las arboledas, paseo por el horizonte de sus monumentos, miro veredas, adivino edificios, allá hay un “tenedor libre” para comer cuanto se quiera, y por supuesto que no he dejado sin registro los bares del otro lado de tantos y tantos autos, a un costado de la Biblioteca del Congreso, que sufrió un incendio y está cerrada sin fecha conocida en la remodelación. Ya, ya estoy seguro de que esta será la intersección de mis rutinas durante las semanas por venir, y está muy
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bien que así sea, porque a todos nos habita la necesidad de un pedazo de ciudad para sentirlo nuestro, un trozo de código postal que acompañe el ejercicio de la primera vez que fuimos la memoria de un viaje. Antes de llegar a Puerto Madero y la Estación del Retiro, conforme uno se acerca a la Casa Rosada, se impone también una rápida visita a la Universidad de Buenos Aires, introducirse en la maravilla de su frontispicio de cantera y reconocer en su interior la atmósfera militante de casi todas las escuelas de humanidades — estuve en la Facultad de Filosofía y Letras, en la calle de Reconquista o en la 25 de Mayo, no lo recuerdo muy bien—. Al volver sobre mis pasos, la Plaza de Mayo recobró su trascendencia en mi memoria: se parece a lo que se informa en el exterior, sí, se acerca mucho al vigor que siempre le supuse a este grupo de madres, hijas, hermanas, abuelas que tanto han caminado en los periódicos
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y las pantallas de todos estos años. Mientras recibo la
inercia emocional de la marcha de cada semana, entre pancartas y pañoletas blancas sobre la cabeza, entiendo por qué en los cuatro vértices de la Plaza de Mayo siempre es jueves, jueves a la misma hora de una tarde que no deja de anunciar la vigencia de épocas que tal vez nunca pasen por completo, ni aquí ni en el resto de América Latina. Sin embargo, en este momento no quiero pensar más, sólo sentir y presentir, confundir lo que ahora veo con lo que intuyo, caminar un poco detrás de todas ellas y después abrirme a la transparencia del discurso que se pronuncia en un pequeño templete donde una mujer insiste en que el siglo xx de todos nosotros no será cancelado hasta desarraigarnos de la intransigencia, hasta disolver los reinos del pensamiento único que proscriben los sueños y, peor aún, que pretenden la extinción de nuestros soñadores. Y aunque se habla de otras cosas con el mismo acento —de la globalización de la intolerancia, de la individualidad emergente
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desde lo numérico, de las formas de olvido promovidas por la cultura de lo inmediato—, a nadie le cabe duda de que aquí la mayor conquista es la palabra misma, ese trebejo hecho de voz que aprovisiona el triunfo semanal sobre el silencio. En los días que han pasado desde mi llegada, por uno de esos azares provechosos que Buenos Aires promueve sin saberlo, mis excursiones al mercado negro del dólar, sobre la Calle Florida, han desarrollado la buena costumbre de regresar por las librerías de Corrientes. He aprovechado cada ocasión para preguntar por títulos de Coetzee, en especial Desgracia, esa novela —al parecer agotada— que me heredaron las conversaciones con Fernando, el responsable de un taller editorial sobre Hipólito Yrigoyen, cerca de la casa donde me hospedo. Como de reojo, a través de las ventanillas de aquel colectivo que me trajo desde el aeropuerto, recuerdo ha-
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ber distinguido el establecimiento; y porque el lugar me
pareció más que insólito, en algún mediodía de mis primeras andanzas me atreví a entrar, intrigado por el mundo de los libros que su letrero anunciaba. Sí, Fernando es una persona invidente y este taller editorial funciona, además, como biblioteca para ciegos. Risueño y muy amable, vestido de una pulcritud exagerada y con camisola de trabajo celeste abrochada hasta el cuello, cada palabra suya fue la raíz de una curiosidad inagotable sobre el arte de traducir un libro al sistema Braille. Poco a poco he descubierto los trabajos de Sísifo que significa transformar la tinta de una página impresa en los relieves de la llamada “lecto-escritura”. Y esa fue, tal vez, la magia inicial que marcó el resto de nuestras conversaciones: entender que para un invidente el empeño físico de leer se concilia con la idea de escribir, y, aunque en cierto sentido también es así en el mundo de los que ven —donde se insiste que
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el lector es (co)artífice del libro que recorre—, lo que Fernando me dice cobra una significación concreta al comprender que la lecto-escritura requiere del mismo esfuerzo humano para concretarse, es decir, que la dualidad de la tarea “leer-escribir” exige que nuestras manos se apliquen, en sentido estricto y sin metáforas de ninguna índole, a la singular aventura de tocar, palpar, acariciar la esencia de lo imaginado. De hecho, la literatura para el tacto es algo más que una clave Morse al servicio del invidente, mucho, muchísimo más que un código que sustituye la experiencia visual de le lectura pues ella genera la inusitada experiencia de transitar por las palabras sin sortear ningún tipo de aduanas entre el papel y el espíritu. Por la tarde recordó en voz alta la historia de Louis Braille, aquel siglo xix, el taller de su padre, la talabartería, el accidente, la ceguera que produjo, la invención
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de la lecto-escritura y algo más… Me habló también
del relieve de los seis puntos fundamentales del sistema que lleva su nombre y de las sesenta y cuatro combinaciones posibles que constituyen el alfabeto, los signos de puntuación, las mayúsculas y otras virgulillas ortográficas. Todo está contenido allí, en ese máximo de seis perforaciones por unidad gráfica cuya distribución produce palabras, frases, párrafos que conforman un libro en hojas acuñadas por una sola cara pues sólo en casos muy especiales, y con equipos muy costosos, se puede imprimir en ambos costados del papel. La operación es compleja debido a que una página en tinta equivale a casi cuatro en el sistema Braille, lo cual, salvo contadísimas excepciones, hace imposible el almacenamiento doméstico de ejemplares. A manera de ejemplo, un libro como Desgracia, de Coetzee —esa fue la primera vez que Fernando lo mencionó—, cuya realidad en la tinta alcanzó las trescientas páginas, se ha convertido en un título Braille de casi mil hojas dado que a cada línea en
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formato legal le caben apenas treinta caracteres, es decir, el equivalente a cinco, quizás seis, no más de siete palabras por renglón. Y como la materialidad de un libro así impide editarlo en un solo tomo, su versión para invidentes ha exigido fracturar la historia en tres o cuatro volúmenes. En este momento, según he llegado a saber, se realiza la nueva edición lecto-escrita de Los miserables, y se proyecta que el texto supere ¡los 35 volúmenes! Y dado que la página en Braille también envejece a causa del desgaste del puntillado en cada lectura, una de las tareas del taller es mantener la vigencia de los clásicos, como es el caso de dicha reimpresión de Víctor Hugo. Al día siguiente de nuestro primer encuentro descubrí un mensaje en un escritorio aledaño, sin duda dirigido a gente como yo: “Si cambiamos la forma de ver las cosas, las cosas cambian de forma”, y de inmedia-
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to tomé nota. Después, en el nuevo vaivén del diálogo,
Fernando me ha informado que los títulos reproducidos en Braille no pagan derechos de autor y, asimismo, que son llevados a la lecto-escritura en tirajes de un solo libro. Cada publicación es la primera en salir a la calle y, asimismo, el último ejemplar de la edición. Cualquier obra estará siempre de paso por las sensibles manos de un ciego antes de regresar al taller de Fernando quien, además, insiste en ese lugar común que desde su voz ya es otra cosa: los libros siempre fueron experiencias individuales, ¿no es cierto? Un poco más tarde ha traído a la mesa una máquina de escribir con un teclado de diez clavijas, introduce una hoja en el carro y perfora mi nombre mientras me informa que, aunque los ciegos siempre llegan un poco tarde a cualquier modernidad, la informática ha facilitado muchas cosas en el taller. De improviso bromeamos ante la posibilidad de que su visión editorial esté empecinada en alcanzar un mundo en vías de extinción, pues él sabe tan bien como yo
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que la lectura a ojos abiertos está cambiando de signo con los libros electrónicos, y reímos, otra vez, él en argentino y yo atragantado de sorpresas al verlo manipular una computadora oral, esa pantalla que habla, informa, explica y guía sus actividades diarias con un acento electrónico que, ironías aparte, también tiene el deje porteño. Al proceder a la revisión de los catálogos, Fernando me pone al día sobre algunos de los tres mil títulos del acervo. Aquí domina la novela histórica, y sí que hay bastantes, quizás por culpa suya pues ya le he descubierto la afición por ese tipo de obras; después encuentro biografías, libros de arte, tratados científicos, casi nada de poesía, muy poco teatro, cuentos infantiles, textos sobre espiritualidad, religión, psicoanálisis, cocina, arquitectura, medicina, erotismo, y reímos, otra vez, cuánto reímos, él siempre con carcajadas de ar-
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gentino y yo asombrado de su capacidad para traer a
colación el Kama Sutra, porque no, de verdad que yo no lo he leído. Poco después recordamos algo de Marguerite Duras y otro tanto de D. H. Lawrence que de seguro también forman parte de sus inventarios, y él, dale que va con esa vena de atrevimientos que le mueve a citar pasajes enteros de La señorita de Tacna, de Vargas Llosa y —otra vez, juro que así fue— los fragmentos más verdes de aquel profesor de letras que habita en la novela Desgracia, de J.M. Coetzee. Y al preguntarle sobre obras a ciegas, esas que narran el gran tema de la invidencia, él ya se ha corregido un poco mientras hablamos del Lazarillo de Tormes, la Marianela de Galdós, ¿Hombres de maíz?, no, creo que Asturias no está en el catálogo aunque aquí no podía faltar el Sobre héroes y tumbas de Sábato, y así hasta que llegamos al Ensayo sobre la ceguera de Saramago sin detenernos a filosofar en El país de los ciegos de Wells ni, mucho menos, en La carta sobre los ciegos de Diderot.
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Un par de días más tarde, casi al final de nuestros encuentros, la plática se introdujo en los castillos de Harry Potter debido a que el taller recién termina la impresión del segundo libro de la saga de J.K. Rowling. Más allá de cualquier dimensión crítica sobre la obra, lo que se busca es que un niño invidente tenga acceso a la actualidad de los imaginarios de su generación, y ello no sólo me parece comprensible, sino bárbaro —en el sentido más argentino de la expresión—. Y es entonces que hablamos de los criterios para llevar un título al Braille, pues en Argentina, como en cualquier otro país, la lecto-escritura es, quizás, la última frontera que debe conquistar un texto antes de convertirse en canónico. Si un libro como el de Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe de Octavio Paz está en la lista de las próximas incorporaciones al catálogo, se debe a que en la otra ribera de su lectura hay una crítica que lo respalda.
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Los alientos que pueden estimular la consagración final
de un libro en el sistema Braille son variados, como el éxito en las ventas, su celebración en tanto que bien simbólico de algún universo cultural y, sobre todo, recibir un premio mayor. Incluso, ser objeto de una buena adaptación cinematográfica funciona como criterio de selección, tal es el caso de Quo vadis? de Sienkiewicz y, algo un poco más cercano, la primera parte de El señor de los anillos de Tolkien, por citar sólo dos novelas que desde la pantalla aseguraron su llegada a la lecto-escritura. Aquella también fue la última vez que Fernando dijo algo de Desgracia, porque J.M. Coetzee reúne todo lo anterior: el éxito comercial estimulado por la entrega del Nobel, las traducciones que generó dicho reconocimiento y, entre varios elementos más que podrían mencionarse para el efecto, su posterior adaptación a la pantalla grande —prometo verla pronto, con John Malkovich en el estelar—. Así, el último salto hacia el canon, sinónimo de su arribo a una edición para invidentes,
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era más que previsible, sin olvidar por ello la intensidad con que en el interior de sus páginas observamos a una Sudáfrica dispuesta a recuperar los grandes signos de la era del post-apartheid. Sin acercarse jamás al discurso sociológico, Coetzee ha desplegado aquí una gran tenacidad al imbricar los hechos históricos de su país en los automatismos de cada personaje. Asimismo, otro de los elementos que participan de este viaje continuo entre lo compartido y lo privado es el tiempo presente de la narración, el aquí y el ahora que el autor institucionaliza como fórmula de aprehensión de una historia que, por lo tanto, está sucediendo entre nosotros en el instante mismo de nuestros verbos más cotidianos. Ahora bien, al transformar en ficción la violencia de una época y al abordar la desesperanza de una edad que cambiaba de piel, Coetzee no sólo le ofrece a la realidad sudafricana nuevos códigos para ensayar su apropiación
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sino que, por añadidura, trasciende todas las fronteras
imaginables: primero las barreras lingüísticas, más tarde las raciales, después las socioculturales y, por si fuera poco, también las padecidas por aquellos que buscan entender sus contenidos del otro lado de los ojos abiertos. Y aunque puede ser muy arriesgado, no por ello debe dejar de decirse que el camino más eficaz hacia el canon es y será siempre escribir como Coetzee; más allá de lo expuesto líneas arriba, lo que aquí debe entenderse es que se debe narrar y narrarse páginas adentro, argumentar cualquier episodio desde la intimidad del barrio natal, concebir historias con el acento más primigenio para que una hoja sudafricana, impresa en cualquier sistema de signos, promueva sus peculiaridades mediante las claves universales de un destino por fin al alcance de nuestras propias señas de identidad. En otras palabras, la novela de Coetzee es literatura que desde lo más local sabe alimentar nuestro paso por el mundo, seamos o no sudafricanos y seamos o no invidentes
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hispanoparlantes. Al abrir el análisis de sus personajes nucleares, entramos a la vida de un profesor de letras por la puerta de sus devaneos amorosos. Habitante de Ciudad del Cabo, el profesor David Lurie, dos veces divorciado y gran explicador de los románticos ingleses —son remarcables sus aproximaciones a Byron y Wordsworth—, llega hasta nosotros en la contradicción de una sensibilidad poética sobre la que no parecen hacer mella sus asiduos encuentros con prostitutas. Con cincuenta y dos años en el cuerpo y en la cúspide de su carrera académica, el inicio de la lectura potencia nuestro albedrío al asistir a la historia de un personaje subordinado siempre al juicio del lector. Sin embargo, perfilar su rostro moral no es sencillo, pues entre las exégesis de un poema y las cavilaciones sobre sus apetitos y preferencias femeninas, Lurie es muy escurridizo y, para colmo de incertidumbres, habita una
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ciudad cuyos principios de convivencia social se están
moviendo de lugar. Además, si acaso su acercamiento hacia el hecho poético en un aula es deslumbrante y conmovedor, es en dicho recinto donde inicia una relación prohibida, tal vez forzada, de seguro abusiva, con una de sus estudiantes. En este punto, es imposible ignorar los guiños que Coetzee le hace a la figura del profesor Humbert Humbert, en la Lolita de Vladimir Nabokov. De hecho, ambos autores han construido la humanidad de sus personajes con todas las de la ley —fair and square, diríase en lengua inglesa—, pues tanto Humbert Humbert como David Lurie son capaces de asistir al paraíso de una idea filosófica y de descender a sus más lúbricas tinieblas en el transcurso de una misma página. Más allá del contacto entre la antigua y la nueva Sudáfrica personificado en esta relación “transgeneracional”, lo cierto es que ella se sitúa en las lindes tanto de lo execrable como de lo heroico, y una vez más corresponde al lector decidir si es lícito sacrificarlo todo
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en aras de un último instante de “fuego verdadero”, o si debe imponerse orden en lo leído, condenar impertérritos el error y, quizás, cerrar el libro. La tarea, insisto, no es sencilla, pues aquí ambas opciones son válidas y ambas se disuelven el día en que las víctimas y los victimarios reemplazan su condición por la de jueces y criminales, y viceversa. En este sentido, mientras el profesor Lurie admite sus culpas, no es del todo absurdo sostener su razón cuando denuncia que la realidad académica, como cualquier otra corporación humana, ha construido sus propios sistemas de hipocresía para protegerse de algo que sucede tan a menudo y que él acepta sin atenuantes. Tal vez su edad, sus pulsaciones, sus fobias o sus instintos no admiten argumentos de utilería, pues negar la intensidad de lo sucedido con su estudiante significa ignorar ese último fogonazo de pasión que lo ha devuelto al mundo de los vivos. Estamos,
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sin duda, ante la exposición de un heroísmo invertido
que, de nueva cuenta, nos exige decidir sin ambages y sin cortapisas. Y mientras rebasamos el capítulo de su expulsión de la vida académica, una sola cosa es segura: Desgracia es un texto diseñado para que nadie salga ileso, es un espejo de reacciones que hace de lo denigrante un espacio de cultivo para una nueva forma de transparencia y que busca proponernos lo aborrecible como punto de partida hacia una Sudáfrica más lúcida, más personal y mucho menos anclada en los absolutos axiológicos. Refugiado en el ritual de una visita a la casa de campo donde vive su hija, sin necesidad de grandes reflexiones descubrimos también el tópico que opone lo urbano a lo rural. Habitante de antiguas comunas y heredera de falansterios abandonados, Lucy es, además, homosexual, y es allí, en el cuerpo de esa hija que se pretendió ajeno a toda presencia masculina, donde la Sudáfrica de Coetzee concentra sus odios más
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históricos. En el instante álgido y sombrío de una triple violación se inicia una Desgracia distinta que nos invita a ser aún más esenciales en los juicios venideros. No, los violadores no sólo han sido tres hombres de raza negra sino toda Sudáfrica, nos dice Lucy en un acto supremo de conciencia y de generosidad hacia su época, esa misma época que ha condenado a su padre por delitos paralelos. Ella es, quizás, el único espíritu histórico del texto, la única capaz de ejercitarse en la comprensión hacia los tiempos que la preceden y aun hacia los que vendrán más tarde. Incluso, Lucy cuenta con esa forma de inteligencia y bondad naturales que le permite aceptar al hijo engendrado, ese nuevo ser al que —según sus propias palabras— aprenderá a querer para que los ciclos sudafricanos comiencen desde hoy a pasar de otra manera. Perdonar la historia del tiempo sudafricano, perdonarla allí mismo, perdonarla en el cuerpo de una
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mujer blanca que nunca quiso ser entre los hombres,
tal es la dimensión de la propuesta que nos hace Coetzee. Sin duda, este autor entretiene muchísimo al elaborar, en los escenarios de la imaginación, las angustias por el futuro de su país. En efecto, Coetzee ameniza la rabia, distrae y acosa, agrada mientras nos aplica los mejores golpes bajos de una certidumbre que tal vez nunca quisimos poseer: saber que en mayor o menor medida todos fallamos en la construcción de una visión trans-histórica de la vida. En el contexto de Desgracia, ello significa comprender que Sudáfrica no ha vivido las últimas transformaciones dispuesta a recuperar sus antesalas y, peor aún, que ha decidido ignorar los pasados que siguen pasando en las cicatrices de sus rutinas. Diríase mejor que la libertad y la igualdad decretadas tras el final del apartheid fueron refutadas por la realidad, esa misma realidad en la que nunca cobran institución los principios promulgados desde la mala memoria. De hecho, con gran perplejidad los personajes del libro nos
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informan que las nuevas dinámicas de lo social han heredado llagas que nadie osa nombrar, heridas que se hacen más visibles en el silencio que las solapa. Quizás rebasados por la sospecha de una culpa mayor, o porque los traumas de la segregación racial están demasiado vigentes todavía, el miedo a las viejas palabras y la urgencia de un nuevo lenguaje para hablar, Sudáfrica es otro de los grandes temas en la obra Coetzee —para el caso, leer también La edad de hierro y En medio de ninguna parte—. En lo que concierne a Desgracia, aquí el narrador se ha confabulado con sus personajes para dar un golpe sobre la mesa cada que algo del viejo idioma, esos retazos de palabras transformadas en abstracciones del dolor, regresa con sus insuficiencias a querer campear en la novela. Como proposición mayor, esto bien vale su llegada a la lecto-escritura: establecer que somos capaces de reinventar la vida a través del lenguaje, de
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regenerarla en la osadía de contradecir los diccionarios
que ya no definen la integridad de nuestro paso por el mundo. Sin huecos romanticismos ni idealizaciones vacías, Coetzee pretende alejarnos de lo que hemos sido. Al hacerlo, busca de una buena vez entender —y hacernos entender— que sólo al integrarnos a la mirada del otro, ese individuo cuya raza es apenas la metáfora más banal de todas las diferencias, se accede a la nitidez de lo que fuimos para discernir incluso lo que nadie debió llegar a ser. Sí, en cada capítulo de Desgracia se deja en claro que todos somos hijos de alguna historia nacional y, asimismo, que es entre las fronteras de lo heredado donde se hace posible integrarnos al paso del tiempo, ser en el tiempo, vivirlo con entidad para estar en condiciones de darle actualidad a las solidaridades exigidas por el presente. Dicho con otras palabras, ser realidad histórica en cada uno de nosotros, ser la Sudáfrica de antes de ayer y la de después de mañana, es indispensable para que lo leído cuente aún
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con la esperanza de la esperanza, dentro y fuera del libro. Y el último día en Buenos Aires ya no regresaré al taller de Fernando. Tampoco pienso volver a San Telmo donde más tarde tengo la promesa de un asado histórico con varios amigos. He venido a instalarme, desde la primera hora de la mañana, en las mesas de la Biblioteca Municipal Miguel Cané, en el tradicional barrio de Boedo, cerca de la estación del subte “La Plata”. Ahora mismo tomo apuntes y ordeno ideas y, claro, cada tanto levanto los ojos y miro los estantes, las paredes, los cuadros, los afiches y esos libreros entre los que creo reconocer algo de Coetzee. Es entonces que vuelvo a pensar en la suma de casualidades que conspiran a favor de un título y que predeterminan el mundo de nuestras lecturas. En un día muy húmedo de mayo, sólo en un lugar así puede uno atreverse a concluir que la lectura de Desgracia exige ser un ciego de otro modo
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en Buenos Aires.
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3
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Fernando Aínsa, Pía Barros, Lilian Elphick, Rogelio Gue-
Durante los últimos treinta años, los estudios de minificción han pasado de fundacionales y escasos a
en un mismo espacio calidad y esta categoría textual:
constantes y con enfoques amplios. Sin embargo, una
La lista de creadores es pura satisfacción de ver reunidas
extensa y documentada historia de la minificción si-
otros minicuentos caros al autor y a quien esto escribe.
gue siendo materia pendiente. El tema se ha tocado
textos inéditos que usted leerá en exclusiva, junto a
en varios importantes artículos, en capítulos de libros
Casi todos los narradores aquí recogidos presentan
y se evidencia en las antologías sobre la minificción
legios y creaciones propias sin motivo de rubor.
de Argentina, Colombia, Chile, México, Panamá, Perú
críticos o antólogos, y académicos que dinamizan flori-
y Venezuela. El reconocido crítico David Lagmanovich
intercambiables. Hay narradores que son excelentes
fue constante al trabajar este asunto, al cual dedicó
ya que los papeles —como se aprecia en el diseño— son
buena parte de su libro El microrrelato. Teoría e historia
la presente entre escritores y ensayistas resulta erróneo
(2006); donde anexó su “Crono-bibliografía del micro-
(seria) serie homogénea. Aunque así procedo, dividir
rrelato hispánico 1888-2006”, el cual es primordial para
critura (creativa y crítica) a fin de evitar caer en la
acercarse al tema. No quedan atrás los muchos y signi-
mantener este criterio y dar muestra de la variada es-
ficativos trabajos que el estudioso chileno Juan Arman-
ralidad de perspectivas. He intentado en lo posible
do Epple ha dedicado a los orígenes y precursores de
motriz que anima este ameno volumen es la plu-
la minificción.
de minificción de Unidiversidad. La idea
Es posible que la historia de la fic-
tar los trabajos del primer monográfico
ción brevísima todavía no se haya podido
está leyendo tiene por objeto presen-
establecer porque hay visiones muy
Esta breve introducción que usted
@Migrerías 140 La única verdad que conozco es mi propia experiencia. DM
una larga cola en el Ayuntamiento, sible por ser el rey Baltasar. Después de
En esencia Duane Michals (Pensilva-
Este año Amadou ha hecho todo lo po-
nia, 1932) es un contador de historias y
que los niños acarician: un rey negro.
con ellas nos acerca al universo inagotable de su
puerta del gran almacén donde venden juguetes y al
pensamiento. En su "Autorretrato", se muestra a sí mismo de espalda al espectador leyendo un libro cuyo
están enfermos en el hospital; el rey que se sienta en la
texto es el foco de la imagen: “I think about thinking”.
se deja besar en las mejillas; el rey que visita a los que
Duane cuenta historias a través de una cámara porque
armiño y un gran turbante de colores que baja luego y
lo relevante “no es el instrumento sino lo que hacemos
rroza mientras les arroja caramelos. El rey con capa de sabe que no puede ser otro rey que Baltasar, el rey Sin embargo, cuando se refleja en el espejo
Su talante narrativo es una de las características que lo distinguen a primera vista de sus coetáneos: en
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escribir”, dice.
que saluda y sonríe a los niños desde lo alto de su ca-
con él” y “la cámara no es diferente a la máquina de
sus fotos y secuencias (las series fotográficas a través
al cerrar los ojos y dormirse mecido por esa esperanza.
de las cuales relata una historia) es común que escriba
Es su sueño, al mirar la televisión o, simplemente, Lleva un par de años barriendo las calles y está contenAmadou, el Rey
timientos específicos y son ilustraciones premeditadas
to, pese a todo. Llegó en una patera y ha tenido suerte.
sentido: “Mis fotografías están basadas en ideas y sen-
Sólo tiene una ambición, quiere ser rey. Rey, aun-
lla idea que lo ha impulsado a crearlas y que guía su
que sea por un día.
en los bordes, con su letra cursiva y casi infantil, aque-
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distintas sobre el género y, por ende, de cómo se ha de-
4
cisca Noguerol, Javier Perucho, Basilio Pujante, Violeta Darío Hernández, Gonzalo Hernández Baptista, Fran-
sarrollado. Estas discrepancias, obviamente, afectan a
el elenco representa un sistema polilógico de escritura:
la datación de los orígenes. En la historiografía hay dos
nuevos modos de expresión y encuentro. También aquí
vertientes de pensamiento que, aunque contrapuestas,
cartografían los pilares historiográficos y ahondan en
pueden ser consideradas igualmente válidas, la primera
cejar en el empeño. Los críticos que aquí colaboran
no está completa sin la segunda. Una de estas perspec-
tendrá motivos para seguir leyendo hasta el final sin
tivas estima que las brevedades son formas ancestrales
lo que usted (lector curioso o experto en la materia)
que se han ejercido desde el comienzo de los tiempos y
los inéditos con marcos y temas fundacionales, por
que la minificción no es más que la expresión moderna
De modo similar, los ensayistas presentan artícu-
de tales expresiones. Para la otra, la minificción es una
expresar la minificción.
expresión latinoamericana que nació con el Modernis-
creo que ambos conceptos son buenos vehículos para
mo y las vanguardias a principios del siglo xx, y que
tienen en común el desplazamiento y la transformación:
se desarrolló de maneras peculiares en varios países,
en desaparecer. Sin embargo, parece visible que todos
continentes y lenguas. Esta tendencia juzga que los
algunos de tan breves son fugaces y otros tardan más
ejemplos de la primera visión son meros casos arcaicos, pero no minificciones tal como las calificamos ahora.
que otros reportan un sentido trágico o nihilista;
Lo que sí está claro al revisar los estudios
celebran la ironía y el humor, mientras tran una variada textura, pues algunos
sobre el tema es que hay autores que
y Juan Romagnoli. Los relatos mues-
se citan una y otra vez (aquí también los repetiremos para que se vea su
dea, Julia Otxoa, Ednodio Quintero
de esos sentimientos. Me ilustro a mí mismo”. Michals piensa en una idea, la escribe, realiza el guion a la manera de un storyboard y en menos de dos horas puede tomar secuencias completas. Por eso “se exhiben mejor en los libros que en las galerías”, confiesa, porque están pensadas para ser vistas como una unidad de sentido y no de manera separada. Y es que Duane no es un artista tradicional de la lente: llegó tarde a la fotografía1 y nunca quiso ser un Cartier-Bresson, lo que significa que nunca quiso seguir el camino de otros. De formación autodidacta, sus pri-
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meros trabajos fueron comerciales: en revistas de moda como Squire, Madeimoselle y Vogue hacía retratos de
Desteñir, hasta quedar blanco.
celebridades, pero desde entonces mostrando una di-
desfilar desde que llegó a este país.
ferencia con sus contemporáneos: en lugar de captarlos
rostro, como el de todos los reyes Baltasar que ha visto
en un estudio, lo hacía en el propio contexto de los per-
hacen cola con la misma ilusión, empiece a desteñir su
sonajes. Esta temprana diferencia es muestra ya de la
que sus padres izan hasta su mejilla y los de quienes
1
Ahora solo espera que tras el beso de esa niña rubia
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A los 26 años decidió que se dedicaría a ella como resultado de un viaje a Rusia, razón por la que dejó su carrera de diseñador gráfico. A los 31 realizó su primera exposición con las fotos que tomó durante ese viaje.
Y lo ha conseguido. el desfile del 5 de enero y ha rogado ser el rey Baltasar. han seleccionado pajes y conductores de camellos para
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5
importancia), y otros escritores que son identificados por algunos estudiosos, pero no por otros. Es como si cada uno de los aportes fuera relativizado de acuerdo
New Haven, CT. Julio de 2015
a cada investigador. En suma, las dos visiones implica-
Gonzalo Hernández Baptista
rían, para una, la brevedad como un continuo desde las primeras expresiones literarias breves hasta ahora; para
registra esta grata edición. Disfrútela mientras puzzlea.
otra, una serie de etapas entre las que se cuentan lite-
do Edmundo Valadés. Sólo el tiempo dirá los ecos que
raturas antiguas brevísimas y ya en el siglo xx breveda-
de El Cuento. Revista de Imaginación (1964), del llora-
des del Modernismo y las vanguardias que configuran
esto hay que sumar los cincuenta años recién cumplidos
un género que llega a constituirse con posterioridad.
Bibliografía que coordinó Juan Armando Epple (1996). A y veinte del monográfico de Revista Interamericana de
Las formas simples como inicio
cimiento de Puro Cuento, de Mempo Giardinelli (1986),
La literatura brevísima, efectivamente, es habitual en la
izadas en minificción. Se cumplen treinta años del na-
literatura mundial desde el comienzo de los tiempos.
mo año sea una cifra redonda para las revistas especial-
En dos artículos (2010; 2014) he analizado a los pre-
La casualidad de las efemérides quiere que el próxi-
cursores de lo que hoy llamamos minificción; ambos
presentándose en varios países.
podrían resumirse diciendo que ya se encontraban
saria antología de género que ahora está
textos brevísimos en las Misceláneas grie-
Fermín sobre la publicación de una nece-
gas y romanas, en los Makura no Sõshi
que olvidar la reseña de Gloria Ramírez
(Libros de la almohada) japoneses y
Rojo y Margaret Stefanski. No hay
@Miguel Maldonado visión capital de Michals: no quiere descubrir la apariencia de las cosas, sino su esencia; no está intere-
do juntos en tantos viajes de ida y
sado en mostrar lo que todos ven, sino
recta interminable que hemos recorri-
lo que él experimenta. “Soy un empirista,
tomóvil que ilumina la curva y luego la
creo que las propias experiencias condu-
Oscurece y enciendo las luces largas del au-
cen al conocimiento”, dice, y por eso se proclama
la primavera.
a sí mismo un expresionista.
tábamos árboles cada invierno con la mirada puesta en
Así, concibe a la fotografía como un medio de ex-
con alegría la reforma de la vieja casa solariega y plan-
presión, no como un fin, lo cual determina su posición frente a los temas que persigue: no camina la ciudad
como antes, durante esos años en que emprendimos
buscando instantes dignos de ser eternizados (así rom-
verla para decirle que regresara, que todo volvería a ser
165
bert Doisneau, Irving Penn), lo que él quiere es mostrar
de mi rodar insomne en la cama matrimonial, a lo largo
lo que nadie puede ver, por eso es el fotógrafo que no
dando a mi propio aspecto, las obsesionadas visiones
cree en los ojos sino en la mente, pues en ella reside la
desorden del que vivo rodeado, el abandono que vengo
imaginación y con ésta, indica, “se produce algo que de
aceptar sus efectos: esa desidia que me ha invadido, el
otra manera no existiría”. Por esto, es justo decir que la cualidad de Michals
me con ella, tras esta separación de la que no puedo
que lo distancia en definitiva de sus coetáneos es que
Salí esta mañana con la esperanza de reconciliar-
su obra no intenta documentar la realidad sino mos-
voco y la derrota. Cruzándome
245
Anochece y regreso con la amarga sensación del equí-
trar el paisaje interior del ser, es decir, las preguntas
de noches interminables y amaneceres tristes. Quería
pe con Richard Avedon, Ansel Adams, Robert Frank, Ro-
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en los Commonplace book medievales y renacentistas ingleses; en los Hodgepodge (miscelánea) ingleses, los Gemeinplätze alemanes, los Lieux Communs franceses y los Zibaldone italianos del siglo xix. Francisca Noguerol (2009) vincula la literatura breve a los Dietarios espa-
Basilio Pujante Cascales
ñoles, Laura Pollastri (2007) a las inscripciones en las estelas funerarias de la antigüedad, David Lagmanovich
CRUZAR EL CHARCO SOBRE EL DINOSAURIO. ACERCA DE LA RECEPCIÓN DE LA MINIFICCIÓN HISPANOMERICANA EN ESPAÑA
(2006) al Haiku, Paul Dávila (2012) al Koan, y Hugo Francisco Bauzá (2008) coloca como precedentes a las lápidas sepulcrales, las columnas y obeliscos conmemorativos, algunas odas de Píndaro, las laminillas órficas de los romanos, las “bagatelas” de Cátulo y los apotegmas de Julio César en Dicta Collectanea, entre otros. Nana Rodríguez (1996) establece una tradición histórica del relato breve que va desde los mitos precolombinos, el Panchatantra hindú, la Biblia y las Metamorfosis de Ovidio hasta el Conde Lucanor de Don Juan Manuel. Por supuesto, no podemos olvidar toda la literatura llamada de “formas *
Así hablarán de la bicicleta paleontólogos del año 3000: “Estos tubos fueron huesos de un transporte que tenía chasis y aire acondicionado”. y emociones que lo inquietan: qué ocurre después de la muerte, de qué manera sucedieron los eventos
el modo como nos enzarzamos en
326
del día anterior, cómo son el deseo, el
denó su reacción —“resentida”— y luego
miedo, las ideas. “Estoy interesado en el
Debí evitar una palabra que desenca-
misterio de mí mismo y de mi vida”, ex-
falta de riego.
presa. Y en este sentido está más cerca de René
crecía por doquier y los árboles que se secaban por
Magritte –a quien tanto admiró y quien “lo había
abandono de las faenas de nuestra tierra, la hierba que
liberado”– que de cualquier otro artista.
eufórico construía castillos en el aire. Ni que hablar del
Sus creaciones deben ser leídas como preguntas,
iba cayendo en una progresiva melancolía, mientras yo
como misterios que no necesitan ser resueltos sino re-
bebido sentados en la terraza o en el porche, donde ella
velados, porque lo que un verdadero artista debe hacer, dice, “es mostrarnos sus secretos”.
166
Así pues, Duane Michals, un indiscutible transgre-
jarse llevar por las botellas de buen vino de la bodega, encendidos en ayunas, apestando el dormitorio; un de-
sor de la lente, nos muestra con su obra que la fragmen-
biar en todo aquello que tanto la molestaba: cigarrillos
tariedad es la base de la realidad, la cual no es más que
mi más íntimo deseo: su regreso, aún a costa de cam-
una serie de nociones inconclusas con las que intenta-
aceptado con calma, para irlas superando y llevarla a
mos comprender nuestra breve existencia.
palabras hirientes que no supe evitar y que debía haber del pasado donde las creía definitivamente hundidas, intenciones. Viejas rencillas emergiendo de la ciénaga
246
Duane Michals, Death comes to the old lady, 1969, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 13-17.
•
sión donde sus reproches tropezaron con mis buenas a poco de haber llegado, al enredo fatal de una discuvuelta. Acelero, tal vez por la rabia de haber cedido,
reproches mutuos. Si pudiera volver hacia atrás y regresar a ese momento en que todo discurría todavía con un control razonado; si pudiera entrar de nuevo en
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su casa, con una sonrisa más amplia y decirle con entusiasmo “me alegro tanto que hayas aceptado verme”; si pudiera recorrer nuevamente esta carretera con la esperanza de rehacer nuestras vidas, como lo hacía al amanecer esta mañana, si pudiera remontar el tiempo, si pudiera… Por la recta por la que voy cada vez más rápidamente —entre 150 y 160 kilómetros por hora— claman-
167
do contra ese instante en que lo eché todo a perder, repitiendo con golpes en el volante la palabra maldita —“resentida”— veo venir un automóvil. Lleva también las luces largas y me encandila. Ninguno de los dos las baja y nos acercamos cada vez más el uno al otro. En el momento de cruzarnos veo un auto idéntico al mío, tal vez con la misma matrícula, y creo reconocerme en el perfil satisfecho
Renard,
327
de su conductor. Un fogonazo estalla
Jules
amor a los ciclistas. la bicicleta se conduce con demasiado por una suerte de consuelo el asiento de No se puede hacer el amor en bicicleta, * Uno de los principales valores que
Wilde,
Lord
tiene nuestra lengua es que su ámbito
Oscar
Aloysius Bertrand, Villiers de L’Isle-Adam,
alcanza varios continentes, se extiende
fka. Juan Armando Epple (2006) nombra a
por miles de kilómetros. Desde el Cari-
y 2011); Dolores Koch (2009) agrega a Franz Ka-
be hasta Tierra del Fuego o bien desde el Pacífico
Nathaniel Hawthorne, dice Graciela Tomassini (2008
hasta el Mediterráneo, esto significa que millones de
tes; de igual forma los Cuadernos de Ambrose Bierce y
personas compartimos un idioma heterogéneo y rico.
Charles Baudelaire son los precursores más importan-
Los hispanoparlantes tenemos una literatura a la cual
(2006) considera que los Pequeños poemas en prosa de
algunos hoy en día se empeñan en segmentar, al ar-
comienzan los antecesores inmediatos. Lagmanovich
gumentar absurdos nacionalismos o delimitar fronteras
Después de los autores de minimalia antes citados,
que nuestros pies pueden borrar y que nuestros ojos no
Europeos y americanos
ven en las páginas de un libro. La posibilidad de disfrutar igual un libro escrito por un argentino, un mexicano
leyendas, mitos y adivinanzas.
o un español hace que a menudo resulten ridículos los
predecesoras a las anteriormente nombradas y suma
cánones nacionales o los movimientos locales en un si-
gunas formas literarias de la Edad Media son también
glo como el nuestro, marcado por la globalidad.
mínima. Juan Armando Epple (2006) sostiene que al-
En el caso del microrrelato, este fenómeno, si
sentencias, viñetas y el largo etcétera de la literatura
cabe, es mucho más palpable por tratarse de un gé-
gramas, estampas, fábulas, parábolas, proverbios,
nero relativamente reciente (al menos en su formula-
7
87
ción teórica y en su difusión) cuya evolución ha sido
apólogos, bestiarios, cuadros, casos, enxiemplos, episimples” o “géneros menores”: aforismos, alegorías,
88
Dunsany, Franz Kafka, George Loring Frost e I. A. Ireland.
8
mercial que supone el océano Atlántico, se encuentran nacionales; si a eso se le suma el espacio físico y co-
Susana Salim (2011) suscribe a Federico García Lorca.
para que la obra de un autor traspase las fronteras
Stella Maris Colombo (2011) hace una compilación de los
caracteriza a nuestro tiempo, existen aún dificultades
distintos antecedentes de varios estudiosos en los que
A pesar de esa globalidad que gracias al internet
incluye al ya mencionado Franz Kafka, a Bertolt Brecht
y que como tal debe estudiarse.
y Ernest Hemingway (para Lagmanovich), al ya también
de un fenómeno panhispánico (por no decir mundial)
nombrado Ambrose Bierce (para Tomassini) y a Giovan-
tudio del minicuento nos han demostrado que se trata
ni Papini (para Colombo, Roas y Anderson Imbert).
manejable. Además de este motivo, la lectura y el es-
Como se explicó anteriormente, una de las diferen-
utiliza en nuestra investigación un corpus concreto y
cias de criterio es que para algunos investigadores es-
únicamente de carácter instrumental, para lo cual se
tos autores sólo son antecedentes y para otros son ya
en una región concreta, salvo que la razón de ello sea
minicuentistas. La disimilitud entre estas expresiones y
Es absurdo centrar un estudio teórico sobre el tema
la minificción, tal y como la conocemos, se debe a los
que panhispánico en los estudios sobre el microrrelato.
evidentes cambios que se han producido en el devenir
el género (2013), he defendido la necesidad del enfo-
de la literatura. El concepto de minificción es reciente, tanto así que podemos pensar que la forma literaria
que dieron como fruto una tesis doctoral sobre
a la que damos dicho nombre fue creada por los
ción, que se iniciaron hace una década y de mis investigaciones sobre la minific-
estudiosos del área que al darle una con-
En este contexto, desde el comienzo
figuración teórica han ido conformando un género literario que antes era sólo
similar en diversos países hispanos. * La bicicleta es una radiografía. Aunque se ignora de qué animal es su esqueleto, algunos aseguran que es la radiografía de un toro mecánico.
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Respiro y sonrío. Está amaneciendo. los me veo conduciendo en dirección contraria. en mi cerebro, cierro los ojos desconcertado y al abrir-
Paisaje desde el otro lado del estrecho
Desde el barranco que domina el barrio alto de este
249
pueblo costero creíste que el paisaje sería idéntico para todo aquel que lo mirara, como tú lo haces este atardecer de fines de verano. Sin embargo, eres el único turista que ha subido desde la parte baja, donde se alinean los bares junto a la playa, hasta las últimas casas del cerro. Nadie se aventura en un país extraño a dejar las calles seguras e iluminadas del centro, para ir ascendiendo hasta los
169
callejones cortados sobre laderas cubiertas de cactus o matorrales, entre los que se desperdigan basurales que hurgan perros y donde, más allá de azoteas se descubre el mar y se adivina —o se quiere imaginar— entre las brumas del horizonte, la otra orilla del estrecho. Un paisaje —te decías hasta hace un momento— está hecho de lugares desple-
329
gados como un diorama ante los ojos Miguel Almendramente almendros”. que mi almendrón se almendre en tus hasta una declaración de amor: “Deseo Almendra: palabra que lo dice todo, * bastantes dificultades para que un
Vicente Huidobro. A esta lista creo
autor hispanoamericano logre que su
y Ramón Gómez de la Serna y el chileno
obra se publique en España. En las próxi-
rondo; los españoles Juan Ramón Jiménez
mas páginas voy a realizar un acercamien-
Antonio Porchia, Ángel de Estrada hijo y Oliverio Gi-
to a la recepción que en España han tenido los au-
argentinos Leopoldo Lugones, Macedonio Fernández,
tores de minificción americanos de las últimas décadas.
Alfonso Reyes, Julio Torri y Ramón López Velarde; los
Hoy en día, gracias a la venta en librerías virtua-
ciadores”: el nicaragüense Rubén Darío; los mexicanos
les, se puede conseguir un libro desde cualquier punto
vanguardistas fueron lo que llama “precursores e ini-
del planeta. Con todo, la mayoría de los lectores sigue
Para David Lagmanovich (2006) los modernistas y
comprando volúmenes en establecimientos cercanos
yos y poemas del mexicano Julio Torri” (13).
y de editoriales nacionales. El hecho de que un libro
el siglo xx se remonta al texto ‘A Circe’ que abre Ensa-
de un autor hispanoamericano de minificción haya
al indicar que la “primera manifestación constatable en
sido publicado por un sello español lo acerca mucho
Julio Torri. Laura Pollastri concuerda y es más específica
más al lector de este país. Sin olvidar la posibilidad
lores Koch (2009) indica que el autor primigenio fue
de que algunos libros editados en Hispanoamericana
“ocurrió a principios del siglo xx, en México” (9). Do-
hayan podido llegar a lectores españoles, me centraré
Lauro Zavala afirma que el nacimiento de la minificción
en los que han aparecido directamente en el mercado
El Modernismo y las vanguardias como arranque
español. Para este análisis poseemos una herramienta de gran utilidad: el número 26 de la revista mexica-
9
89
na El cuento en red, publicado en 2012 y coordinado
preocuparse de la taxonomía. un conjunto de diversas escrituras mínimas creadas sin
250
y ese espectáculo puede fijarse para quedarse idéntico a sí mismo. Basta fotografiarlo, como has hecho ahora. Al volver a mirarlo, como podrías hacer la semana que viene, cuando estés del otro lado del estrecho, verás siempre lo mismo, sin que una palmera o una nube se hayan movido, pese a la brisa que sopla desde el Sur. Las ventanas de las casas seguirán abiertas o cerradas, como las fijaste con tu cámara; la ropa siempre tendida un poco más abajo. Pero no estás solo.
170
A tu lado, dos muchachos sentados en el borde del mismo barranco miran y señalan un punto con algo que te parece tristeza o ansiedad, ese mismo horizonte tras el cual creíste adivinar la otra orilla del estrecho. Aunque te acercas no puedes entender lo que dicen, pero lo miran con la misma fijeza con que lo miraste tú. Sospechas entonces que no ven el mismo paisaje que acabas de fotografiar. Hay otro paisaje en sus retinas y tratas de penetrar en él y
330
descubrir el secreto que se te escapa.
saben a mujer y ave canora. el de un ave canora. Las almendras de una bella mujer, o si bien se escucha, Almendra: pudo haber sido el nombre * por Lauro Zavala, volumen que in-
Héctor Velarde (Minardi 2006) a los
de minificción publicados en distintos
millo Levi 2003), en Perú, Ricardo Palma,
cluye varias bibliografías de los libros
Abraham Valdelomar, César Vallejo y
países hispanoparlantes. El hecho de que
(Perucho 2006). En Panamá, Rogelio Sinán (Jara-
este género no haya producido hasta la fecha un
sa (Zavala 2002) y Carlos Díaz Dufoo Jr. en México
nificativa cantidad de libros de minicuentos de autores
Para los antólogos, los iniciadores por país se-
bajos, el dedicado a Argentina, encontramos una sig-
rían Enrique Anderson Imbert en Argentina (Pollas-
sean exhaustivas. Al analizar el primero de estos tra-
tri 2007); Luis Vidales y Jorge Zalamea en Colombia
sus respectivos países, permite que estas bibliografías
(González 2002); Vicente Huidobro y Braulio Arenas
los textos críticos, expertos todos en el microrrelato en
en Chile (Epple 1989); Alfonso Reyes, Genaro Estrada,
número inabarcable de títulos y junto a la solvencia de
Mariano Silva y Aceves, Julio Torri, Andrés Henestro-
género —como los de Borges, Cortázar o Marco Dene-
bre todo, el venezolano José Antonio Ramos Sucre. Juan
tos últimos encontramos, obviamente, los clásicos del
Armando Epple (2014) incluye a Darío, Torri, Lugones,
en Argentina, poseen una edición española. Entre es-
Vidales, Ramos Sucre, Huidobro y a los mexicanos Ma-
los debemos sumar los que, además de ser publicados
riano Silva y Aceves y Carlos Díaz Dufoo. Guillermo Siles
las últimas décadas en el país europeo. A estos títu-
(2007) nombra a Torri, Darío, Lugones, Girondo, López
minificción de escritores argentinos ha aparecido en
Velarde y añade al mexicano José Juan Tablada. Lauro Za-
de Martín Gardella, casi una veintena de volúmenes de
vala (2014) repite los nombres de Torri, Reyes, Fernández,
del país austral publicados en España. Según el listado
Girondo, Vidales y añade al colombiano Jorge Zalamea.
10
90
que deberían añadirse el colombiano Luis Vidales y, so-
vi— y los de quien quizá sea la autora latinoamericana
Te sientas cerca y sigues el movimiento de sus manos e intentas descifrar la lengua desconocida. Mi-
251
ras, una y otra vez, en la misma dirección y sigues
Duane Michals, The young girl’s dream, 1969, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 44-45.
sin comprender hasta que recuerdas que debes vol-
•
ver hacia el hotel, porque te envolverán rápidamente las sombras y mañana sales temprano hacia el puerto vecino. Se terminan tus vacaciones y el ferry parte a las once. Y en este momento, tus ojos azorados pierden la seguridad que fijaste en la fotografía. Has descubierto otro paisaje en la mirada de los muchachos. Te sumer-
171
ges con desconcierto en su interior, como si resbalaras por un tobogán a un mundo inesperado y descubres un mar que no es sólo azul, sino barrera infranqueable, una orilla remota que no es sólo playa, sino costa vigilada y ciudades desconocidas hacia su interior, que solo puedes evocar en los fragmentos de imágenes atisbadas en la televisión, cuyas antenas se orientan desde las te-
331
rrazas hacia el Norte.
Esto es lo que lo ruboriza? durazno es un chupetón en el hombro. ¿Pero qué origina su rubor? También el El durazno es una mejilla sonrojada. *
contemporánea que más interés ha
nicuento de todos los tiempos: “El
despertado en España con sus micro-
En 1959, aparece el más famoso mi-
rrelatos: Ana María Shua. La mayoría de
Max Aub.
los libros de minificción de la autora bo-
mínimos en Ana María Matute, Virgilio Piñera y
naerense han conocido una edición española, en
catalogados como minificciones. Después hay textos
2009 apareció en la editorial madrileña Páginas de Es-
recogen ejemplos de textos brevísimos que ahora son
puma una compilación de sus textos breves titulada
que aún no existía como objeto de estudio, donde se
Cazadores de letras. Dos años después se publicó simul-
es valorada como la primera antología de un género
táneamente en esta editorial y en la argentina Emecé
dinarios de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Ésta
su libro de minicuentos: Fenómenos de circo (2011). La
di Benedetto. En 1955 aparece Cuentos breves y extraor-
repercusión de estos últimos volúmenes de Shua en la
Imbert, Juan José Arreola, Jorge Luis Borges y Antonio
prensa española fue importante, se publicaron varias
zan a ser comunes en los libros de Enrique Anderson
entrevistas en las que se la calificaba como “la reina del
Borges, Ocampo y Bioy Casares. A partir de allí comien-
microrrelato” (Corroto 2009).
ficciones en la Antología de la literatura fantástica de
En cuanto al resto de autores argentinos que Garde-
En los años cuarenta, indica Lagmanovich, hay mini-
lla cita en su bibliografía, encontramos tanto a autores
Establecimiento de la narrativa brevísima
con una sólida relación con el género como a otros cuya presencia en los corpus de la minificción es puntual. En
Antonio Ramos Sucre (Rojo 2004 y 2009).
este segundo grupo podemos incluir libros como El ca-
11
91
mino de la aventura (1988) de Óscar Peyrou; Cuentecillos
Torres Figueroa (Vásquez 2014), y en Venezuela, José que se agregan Manuel González Prada y Celso Víctor
252
Descubres, ahora inmovilizado, que la otra orilla te está vedada, prohibida, aunque sueñes llegar algún día a ella. Y la noche caerá finalmente sobre tus hombros, prisionero para siempre en el paisaje de este lado del estrecho.
172
332 gajos, ah, !y de los escurrimientos! sus redondeces, de los chupetes a los conservador de frutas, se abstiene de Quien pide naranjadas es un * y otras alteraciones (1997) de Jor-
dad crítica en 1981 con el artículo de
(2001) de Carlos Vitale. Los tres fueron
na Ekuóreo dedicada únicamente a este
ge Timossi; y Descortesía del suicida
género, y se da el comienzo de la activi-
publicados por editoriales españolas y son
En los años 80 aparece la revista colombia-
los únicos títulos de estos autores que aparecen en
término “microrrelato”, afirma Javier Perucho (13).
con Juego de villanos (2008) y ABC de las microfábulas
Los 70 son los años del furor por la literatura míni-
Ella contaba cuentos chinos (2008); Luisa Valenzuela,
ma, a la que se unen los nombres de René Avilés Fabila,
han sido editadas en España son Rosalba Campra, con
Edmundo Valadés, Gabriel Jiménez Emán, Eduardo Ga-
hallamos una dedicación más continuada y cuyas obras
leano, Armando José Sequera, Jairo Aníbal Niño. Ade-
la bibliografía de Gardella. Otros escritores en los que
más, José Emilio Pacheco utilizan por primera vez el
dos años después en Argentina.
argentinos Marco Denevi, Julio Cortázar y Luisa Valen-
libro Universos ínfimos (2009) se publica en España y
zuela, el cubano Guillermo Cabrera Infante, el vene-
minificción argentina, el caso de Juan Romagnoli, cuyo
zolano Alfredo Armas Alfonzo, el dominicano Manuel
sido publicado posteriormente. Es curioso, dentro de la
del Cabral y muchos más. En 1964, Edmundo Valadés
(2014) no aparece en el artículo de Gardella por haber
funda en México El Cuento. Revista de Imaginación, en
(2009); y Eduardo Berti, cuyo volumen La vida misma
la cual divulga habitualmente minificciones.
nuevo grupo formado por especialistas en el género
tas (y otros cuentos). A partir de entonces son varios
con libros publicados en España podemos hacer un
los autores que comienzan a desarrollar una literatura
Entre la nutrida nómina de autores argentinos
brevísima: el colombiano Álvaro Cepeda Zamudio, los
12
92
dinosaurio” de Augusto Monterroso, en Obras comple-
que también escriben microrrelatos. Se trata de una
93
13
Monterroso y Avilés Fabila”. En esos años comienzan a
mado por aquellos que residen desde hace años y de
Dolores Koch “El micro-relato en México: Torri, Arreola,
Un último grupo de autores argentinos estaría for-
conocerse algunos de los escritores consagrados actual-
minificcional: Los cuatro elementos (2007).
mente: Pía Barros, Ana María Shua, Guillermo Sampe-
en España un libro que recoge parte de su producción
rio, entre otros, y se editan la revista argentina Puro
cialistas más respetados en el campo teórico, publicó
Cuento y las antologías seminales de Juan Armando
su parte, Lagmanovich, además de ser uno de los espe-
Epple (1988), Robert Shapard y James Thomas (1989).
de Murcia y en la Universidad Autónoma de Madrid. Por
A partir de los años 90, el género se desarrolla con
los impartidos en abril de 2009 en la Biblioteca Regional
una multitud de escritores latinoamericanos, españo-
sos (2005) y además varios talleres sobre el género como
les, de lengua inglesa, brasileros, coreanos, etc. Aquí
Thule, De mil amores: antología de microrrelatos amoro-
otro salto, esta vez cuantitativo, con el nuevo siglo y
ye una antología publicada por la editorial barcelonesa
el auge de las redes sociales, la multitud de concursos,
falsario (2012). La presencia de Brasca en España inclu-
congresos y publicaciones.
los volúmenes A buen entendedor (2010) y Las gemas del
Las listas anteriores no son más que un resumen
editados por el sello granadino Cuadernos del Vigía en
ínfimo de los cientos de autores que pueden ser
labor como antólogo; sus propios microrrelatos han sido
considerados antecesores, antepasados, preceden-
una larga experiencia con el género a través de su
tes y directamente minificcionistas. Son muchos
ca y David Lagmanovich. El primero posee
los textos brevísimos que se han publi-
que ahora nos ocupa, detentan Raúl Bras-
cado desde el siglo xx sin adscripción
campo de la minificción que, en el caso
genérica.
circunstancia nada extraña en el * Si pinchamos con palillo una aceituna, la trozamos con la muela, rasgamos su hueso hasta ser mondo. ¿No abusamos de instrumentos de tortura?
333
253
Juan Romagnoli (La Plata, 1962)
254
Duane Michals, Paradise regained, 1968, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of • Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/ DelMonico Books, 2014), 62-63.
334
Entusiasta investigador e impulsor de la Onirología. Ha cultivado sobre todo el género del cuento y del microrrelato. Algunos de éstos han sido publicados en la revista mexicana El cuento e incluidos en antologías como El límite de la palabra de Laura Pollastri (Menoscuarto, 2007), 4 voces de la microficción argentina de Raúl Brasca (Desde la gente, 2009), Velas al viento de Fernando Valls (Cuadernos del Vigía, 2010) y Minificcionistas de El Cuento de Alfonso Pedraza (Ficticia, 2014). Ha reunido sus microficciones en Universos ínfimos (Tres Fronteras ediciones, 2009), reeditado por Macedonia (2011). El libro #ElSueñodelaMariposa (Macedonia, 2013) reúne tres años de twiteratura de su cuenta Twitter @jromagnoli.
se deja pisar como cuando era uva del vino y la charola. La aceituna ya no madurado, después de los años locos La aceituna es una uva que ha * manera permanente en España. En
coinciden, personajes que aparecen
país europeo es mucho mayor, ya que po-
puede ser. Es común que haya aconteci-
este caso, la recepción de su obra en el
mientos que se solapen, incidentes que
seen las mismas oportunidades de difusión
ser continuos y por tanto la historia tampoco lo
que los escritores nativos. El caso más significativo
Claro está, los eventos históricos no suelen
Completan la nómina de escritores argentinos afinca-
redundante aproximación, es muy difícil concretar una
los autores más destacados de la minificción hispánica.
sistematización histórica del género porque no hay un
bos por la casa barcelonesa Anagrama, lo incluyen entre
desarrollo preciso, continuado, sino más bien diversos
espera (2000) o Alumbramiento (2006), publicados am-
autores con apariciones puntuales pero por separado,
español o extranjero (Neuman 18). Libros como El que
otras veces apariciones grupales con estallidos aparen-
cuando en el aeropuerto de Barajas le preguntan si es
temente desordenados en los que se mezclan muchos
ver (2010) responde con un desconcertante “no lo sé”
géneros; y hay autores que escriben textos brevísimos
al definir su nacionalidad: en su libro Cómo viajar sin
en algún momento pero no siempre. Hay modas que
ambivalencia, la cual él mismo ha ayudado a mantener,
pasan, experimentaciones que dan paso a otras bús-
vocan que se haya creado en torno a su figura cierta
quedas y las hay con una dedicación exclusiva al gé-
como crítico o antólogo en la vida literaria española pro-
nero. La multitud de escritores y textos hacen que al
Su biografía y el hecho de que participe activamente
tratar de aprehender su secuencia todo quede en un
de 1977 que reside en Granada desde su adolescencia.
intento y sea muy difícil fijar una línea ininterrumpida
de este grupo sería el de Andrés Neuman, bonaerense
entre ellos.
14
94
Como es evidente en esta enmarañada y a veces
dos en España desde hace décadas, y que publican en
Jardin des plantes
Para el joven axolotl, aquella estrecha pecera del acuario
255
público no es otra cosa que una lúgubre celda de vidrio. Pero no se lo ve triste. Se limita a devolver una mirada fija e inexpresiva a sus visitantes porque ya ha pergeñado su perfecto plan de escape. Sólo debe esperar al escritor adecuado.
175
335 comerlas con la tapa de los sesos. colocarlas arriba de la cabeza y sería sobajarla mucho. Deberíamos La cereza no debía entrar por la boca, * editoriales de este país, las autoras 2005.
Noni Benegas, La balsa de la medusa
Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional,
(1987) y Cartografía ardiente (1995); Fla-
Zavala, Lauro. La minificción bajo el microscopio.
via Company, Trastornos literarios (2011); y
siglo XXI, ed. Laura Pollastri, Buenos Aires: Katatay, 2010.
Clara Obligado, narradora y responsable de la anto-
clepsidra”. En La huella de la clepsidra. El microrrelato en el
______. “Introducción. Entre el tiempo y la letra: la huella de la
logía Por favor, sea breve (2001). Un caso peculiar, con el
no. México: Ficticia/Editorial Universidad Veracruzana, 2006.
que terminaremos este repaso a los autores argentinos,
Perucho, Javier. El cuento jíbaro. Antología del microrrelato mexica-
es el de Fabián Vique. Se trata de un narrador argentino
Obra citada
que vivió en Europa al comienzo de este siglo. Siguiendo la bibliografía de Gardella, podemos observar que tras publicar un libro en su país natal, Minicuentos (1997), sus dos siguientes volúmenes de minificciones, Con las
del nacimiento y desarrollo de la minificción.
palabras contadas (2003) y La vida misma (2007) apa-
grupo de valientes no la asuma, la historia completa
recen respectivamente en Madrid y en Belgrado. Se da
minar esta difícil senda. Queda pendiente, mientras un
la curiosa circunstancia de que este último libro fue
respetemos más a los estudiosos que han intentado ca-
editado por el Instituto Cervantes, institución guberna-
ausencias en los estudios que nos ocupan y hacen que
mental española en edición bilingüe, en castellano y en
titud. Estas dificultades explican lo que consideramos
serbio. Al volver a Argentina, Vique continúa publicando
ren de escritor a escritor y los padres literarios son mul-
libros de microrrelatos en editoriales del país, lo que
15
95
lo convierte en un ejemplo de cómo influye el lugar de
cedentes terminan siendo muchos, las influencias difiey desaparecen. En la literatura pasa lo mismo: los ante-
256
Lectura blanca
Llamadme Ismael. Hace unos años –no importa cuántos exactamente–, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría bien leer un poco, para ver la parte literaria del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación. Cada vez que me sorprendo poniendo una boca triste; cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lloviznoso, busco
176
en la biblioteca la vieja novela de la ballena blanca y el capitán Ahab, y me tiro en el sofá a leer hasta que los ojos se me hacen agua.
336 frente son unos pezones vendados, y peor si lo que se tiene de pezones, más aún si se tienen los ojos Es fácil confundir las cerezas por los * residencia de un autor respecto a la
logía. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional,
difusión de su obra en un género mino-
González, Henry. La minificción en Colombia. Anto-
ritario como éste.
gua Española, 2014. y L. Pollastri, eds. NY: Academia Norteamericana de la Len-
En las otras tres bibliografías que apa-
tre el ojo y la letra. El relato hispanoamericano actual, C. Paldao
recen en el número 26 de El cuento en red, dedi-
______.“Precursores de la minificción hispanoamericana”. En En-
cadas a Perú, Chile y México, el número de libros de
Andres-Suárez y A. Rivas, eds. Palencia: Menoscuarto, 2006.
minificción de autores de estos tres países editados en
______.“Orígenes de la minificción”. En La era de la brevedad, I. mericano. Santiago: Mosquito, 1990.
España es mucho menor que los del caso argentino.
______.Brevísima relación. Antología del micro-cuento hispanoa-
Esto nos lleva a una primera conclusión sobre la supe-
Santiago: Lar, 1989.
rior presencia del país austral en el europeo frente al
Epple, Juan Armando. Brevísima relación del cuento breve en Chile.
resto de naciones hispanoamericanas. Podemos asumir
Universidad Nacional de Colombia, 2012.
por la importancia del minicuento en Argentina, uno de
rables del siglo XXI. Aproximaciones teóricas contemporáneas
que esta circunstancia viene determinada, por un lado,
en torno a la minificción, H. González Martínez, ed. Bogotá: su aporte a la minificción actual”. En Los comprimidos memo-
los países donde este género posee una mayor pujanza;
Dávila, Paul Ricardo. “Explorando el koan, la prosa antigua del zen y
por otro, por la especial relación editorial que tradicio-
Maris Colombo, comp. Rosario: UNR Editora/ucel, 2011.
más fluida de toda Latinoamérica con el país ibérico.
Colombo, Stella Maris. “Giovanni Papini: un antecedente despresti-
nalmente existe con España, seguramente la relación
giado”. En La minificción en español e inglés, G. Tomassini y S. Buenos Aires: Catálogos, 2008.
De entre los tres trabajos antes aludidos, es en el
La pluma y el bisturí, L. Valenzuela, R. Brasca y S. Bianchi, eds.
artículo que Rony Vásquez dedica al minicuento pe-
Bauzá, Hugo Francisco. “El microrrelato en el mundo antiguo”. En
16
96
Bibliografía
ruano donde la presencia de libros editados en España
libros publicados originariamente en territorio ibérico,
97
17
2002. Jaramillo Levi, Enrique. La minificción en Panamá. Breve antología
Sobre Venezuela, Violeta Rojo encuentra sólo cinco
del cuento breve en Panamá. Bogotá: Universidad Pedagógica
acogida en España.
Nacional, 2003.
actuales cuya obra minificcional ha tenido una mejor
Koch, Dolores. “El micro-relato en México: Torri, Arreola, Monterro-
son, seguramente, los dos autores hispanoamericanos
so y Avilés Fabila”. Hispamérica 30 (1981).
______. “El microrrelato hispanoamericano ¿Nuevo género?”. Hos-
ejemplares según la editorial. Tanto Iwasaki como Shua
tos Review 6 (2009).
siete ediciones y se han vendido más de cincuenta mil
Lagmanovich, David. El microrrelato. Teoría e historia. Palencia: Me-
ción crítica como por su éxito de ventas: han aparecido
noscuarto, 2006.
la minificción hispánica, tanto por su destacada recep-
______. El microrrelato hispanoamericano. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2007.
uno de los libros de microrrelatos más importantes de
Minardi, Giovanna. Breves, brevísimos. Antología de la minificción
Ajuar funerario, publicado por Páginas de Espuma, es
peruana. Surco: Santo Oficio, 2006
llevan varias décadas viviendo y publicando en España.
Noguerol, Francisca, “Líneas de fuga: el triunfo de los dietarios en
Neuman o Noni Benegas: tanto Meneses como Iwasaki
la última narrativa en español”. Ínsula. Revista de Letras y Ciencias Humanas 754. Madrid, 2009.
perfil similar al de escritores argentinos como Andrés
Pollastri (ed.). Entre el ojo y la letra. El relato hispanoamericano ac-
en la luna (2008) de Carlos Meneses. Ambos tienen un
tual. NY: Academia Norteamericana de la Lengua Española,
de amar (2006) de Fernando Iwasaki; y Un café
2014.
europeo: Ajuar funerario (2004) y Helarte
--- El límite de la palabra. Palencia: Menoscuarto, 2007.
______. “Introducción. Entre el tiempo y la letra:
bibliografía fueron publicados en el país
la huella de la clepsidra”. En La huella de la
nes de dos autores peruanos de esta
clepsidra. El microrrelato en el siglo XXI, L.
es más exigua: tan sólo tres volúme-
* La cereza: no podríamos escribir jamás sobre la cereza, lo que se diga de la cereza será siempre por debajo de ella, irá encima de nosotros.
337
177 sabinas. ba un rapto, táctica extrema inventada por las astutas larga, a través de la progenie. En ocasiones se simulaentregar sus mujeres al enemigo y conquistarlos a la ros cuya estrategia, ante la inferioridad de fuerzas, era Conquistadores
257
También tenemos el caso de aquel pueblo de guerre-
Duane Michals, Things are queer, 1973, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The pho• tographs of Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 61-65.
258
Reconciliación
Mi hijo, a veces, es realmente grosero. Por cualquier motivo empieza a discutir y entonces tres de cada cinco palabras que dice son improperios. Yo le digo que es un animal (es lo único que se me ocurre para defenderme), que es inútil intentar razonar con él. Esto lo enfurece aún más y se pone a ladrar como un desaforado. De inmediato (¡cómo lo conozco!), le agarra un ataque de ansiedad y empieza a comer como un cerdo. Precisa-
178
mente, eso es lo que yo le digo: ¡Cerdo, me dejás la cocina hecha un chiquero! Entonces termina y, ofendido, se va al patio del fondo a hacer la digestión, como una gran pitón enroscada a un árbol. No sé en qué momento (porque no lo veo), se pasa a la habitación y se duerme una buena siesta, como un lirón. Ya a la tardecita, cuando se despierta, me viene a ver hecho un perrito faldero. Es mi bebé, y para mostrarle que no le guardo
338
rencor, le pido que me acompañe al
almendra que diario nos sostiene habitan en el centro. Es la imaginaria invisibles, nueces de aire que nos ¿Hay nueces vanas? No. Son nueces * aunque uno de ellos, Relatos fascis-
el microrrelato hispanoamericano”. En La pluma
rece simultáneamente en una editorial
2007.
tas (2011) de Alberto Hernández, apa-
Tomassini, Graciela. “Ambrose Bierce, el Diablo y ción de un género en el siglo
xx.
Buenos Aires: Corregidor,
española y en otra venezolana. Este hecho,
Siles, Guillermo. El microrrelato hispanoamericano. La forma-
poco habitual en las bibliografías que estamos ras-
tatay, 2010.
treando, muestra la colaboración entre sellos de ambos
microrrelato en el siglo
xxi,
L. Pollastri, ed. Buenos Aires: Ka-
que los autores hispanoamericanos, especialmente los
Salim Susana. “La prosa poética de Lorca: desde la renovación van-
lados del Atlántico, lo que es de gran beneficio para
guardista a la ficción mínima”. En La huella de la clepsidra. El llet-Septembre 2014).
menos conocidos, tengan una mejor acogida en Europa.
de la littérature ultra-brève”. Les Langues Néo-Latines 370 (Jui-
Otro de los libros citados por Rojo es Los sordos trilin-
______. “La microfiction n’est plus ce qu’elle était: une approche
gües (2011) de Juan Carlos Chirinos, narrador afincado
Negros, 2010.
tiva venezolana de las últimas décadas, se ha publicado
bros de almohada, cajones de sastre y blogs de minificción”.
en España. De José Balza, figura importante en la narra-
En Minificción: tradición de lo novísimo. Quindío: Cuadernos
______.“La tradición de lo novísimo: libros de sentido común, li-
en Salamanca su libro de microrrelatos Un Orinoco fan-
zuela. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2009.
tasma (2000). Los otros dos volúmenes “españoles” que
______.Mínima expresión. Una muestra de la minificción en Vene-
da (2004) de Luis Britto García y El hombre de los pies
breve en Venezuela. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional,
aparecen en la bibliografía de Violeta Rojo son Andana-
2004. Rojo, Violeta. La minificción en Venezuela. Breve antología del cuento
perdidos (2005) de Gabriel Jiménez Emán. Ambos libros
Tunja: Colibrí, 1996.
aparecieron con el sello barcelonés Thule, editorial que
Rodríguez Romero, Nana. Elementos para una teoría del minicuento.
18
98
Pollastri, ed. Buenos Aires: Katatay, 2010.
posee una peculiaridad que no queremos pasar por alto.
supermercado. Él se pone loco de contento y mueve la cola. Entonces lo alzo en brazos, le pongo el collar y salimos con el carrito...
259 179
339 estéticas y cáscara de botox? es un higo vanidoso con operaciones una familia de peras o bien la pera ¿El higo es la renegada oveja negra de * Desde su fundación en 2004, el editor de Thule, José Díaz, mostró una especial atención por el microrrelato y ha publicado hasta once libros de este género dentro de su colección Micromundos. A pesar de tratarse de una editorial española, ninguno de esos volúmenes es obra de un autor de esta na-
mericana de la Lengua Española, 2014. no actual, C. Paldao y L. Pollastri, eds. NY: Academia Nortea-
cionalidad, si exceptuamos Crímenes ejemplares (1957)
noamérica”. En Entre el ojo y la letra. El relato hispanoamerica-
de Max Aub, publicado originariamente cuando Aub
--- “Algunas hipótesis sobre el boom de la minificción en Hispa-
ya estaba exiliado en México. El resto de los autores
Universidad Pedagógica Nacional, 2002.
de esta colección son europeos (Franz Kafka e István
Zavala, Lauro. La minificción en México. 50 textos breves. Bogotá:
Örkény) o hispanoamericanos (Luisa Valenzuela, Juan
crópolis, 2012. --- Circo de pulgas. Antología de la Minificción peruana. Lima: Mi-
Armando Epple o Marco Denevi). Al ser interrogado
la Lengua Española, 2014.
por esta circunstancia en una entrevista de 2012 en
C. Paldao y L. Pollastri, eds. NY: Academia Norteamericana de
la web Internacional microcuentista, Díaz niega que su
na”. En Entre el ojo y la letra. El relato hispanoamericano actual,
editorial piense en términos nacionales y argumenta
Vásquez Guevara, Rony. “Hitos esenciales de la minificción peruay S. Maris Colombo, comps. Rosario: UNR Editora/ucel, 2011.
que los autores americanos de minificción que les in-
minificción”. En La minificción en español e inglés, G. Tomassini
teresaron no habían sido publicados en España, mien-
______. “Escrituras privadas: un hilo secreto en la trama de la
tras que los autóctonos sí (Lorenzo 2012). Encontra-
19
99
mos aquí el valioso testimonio de un editor, gremio
Aires: Catálogos, 2008. y el bisturí, L. Valenzuela, R. Brasca y S. Bianchi, eds. Buenos
Duane Michals, Alice’s mirror, 1974, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of • Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/DelMonico Books, 2014), 43.
En ruta
Salir de viaje en automóvil. Salir temprano. Manejar durante largas horas en la ruta cada vez más desierta. Pasado el mediodía, ver espejismos hacia el horizonte. Adormilarse por el sol de frente. Hacia el atardecer, llegar a un pueblo. Entrar en un bar. Beber café, comer algo. Allí preguntamos cómo salir a una ruta equis. Nadie la conoce. Compramos un mapa y un diario. No entendemos lo
180
escrito, los signos son indescifrables. Recapitulamos: nadie nos habló, no oímos hablar a nadie. Sólo se nos han devuelto gestos. Cargar combustible. Intentar abonar (el empleado nos mira extrañados; parece no reconocer el dinero). Salir nuevamente a la ruta. No reconocerla. Oscurece.
340 primer intento de hacer una mujer hacerse una cintura y dos curvas, el quiso romper el círculo perfecto y La pera fue la primera manzana que * de profesionales que normalmente queda en la sombra, éste nos muestra que para los responsables de un sello novel es a veces más sencillo incluir en su catálogo a narradores extranjeros de prestigio que a los nacionales. En la colección Micromundos apareció uno de los libros de microrrelatos de Rogelio Guedea, Del aire al aire (2007), uno de los cuatro autores mexicanos con obra editada en España que cita en su bibliografía Javier Perucho. De este mismo narrador y poeta es Cru-
Javier Perucho
ce de vías (2010), publicada por la editorial palentina Menoscuarto, uno de los sellos más importantes en la
EL MICRORRELATO POR OTRO MEDIO
difusión del microrrelato en territorio ibérico junto a Thule y Páginas de Espuma. Además de los volúmenes de Guedea, en el país europeo se han publicado Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador (2005), de Margo Glantz, y Aquí está tu cielo (2007), de Amélie Olaiz, ambas narradoras mexicanas.
20
En la misma editorial que el citado libro de Olaiz, la
Corte de servicios
Desde que se quedó sin trabajo, a Pedro le ha ido de mal
261
en peor. Pronto llegó a una situación de indigencia. Su ruina parecía no tener fondo. Había vendido su auto y, tiempo después, hasta su bicicleta. Entre ambas ventas, uno a uno fue desprendiéndose de sus objetos de valor. Largo tiempo atrás le habían cortado el teléfono. Llegó el día en que le cortaron la luz. Entonces comenzó a sentir los cambios en su cuerpo. No tardaron en cortarle el suministro de gas y, poco
181
después, el del agua. Su cuarto de hotel barato era un caos total: todo tirado, suciedad, hedor. Los pocos alimentos que conseguía en los tachos de basura los ingería como venían. Para él eran manjares que devoraba con avidez, comiendo con las manos. Los desechos de desechos se acumulaban en el piso. Al poco tiempo empezó a gruñir mientras comía. Después, su instinto lo
341
llevó a salir de caza durante la noche.
cadera, y se puso a mover el bote su llaneza esférica, se acinturó, sacó inteligente manzana que, aburrida de La pera es consecuencia de una * jienense Alcalá, encontramos una
Armando González Torres, Agustín
reedición de otro de sus volúmenes
Arreola y Edmundo Valadés, a cargo de
de minificciones: Piedras de luna (2007),
ro, como Augusto Monterroso, Juan José
publicado dos años antes en México. El
menajes a los escritores paradigmáticos del géne-
último de los narradores mexicanos incluidos en
su parte, la estación ha realizado y transmitido ho-
el artículo de Perucho es Augusto Monterroso. Según
Fernández, Lauro Zavala y quien firma este informe. Por
este crítico, Movimiento perpetuo apareció en Barcelo-
dríguez Romero, Martín Gardella, Raúl Brasca, José Luis
na en 1983, editado por Seix Barral; sin embargo, existe
generosa voz de Violeta Rojo, Henry González, Nana Ro-
una edición anterior, de 1972, editada por Joaquín Mor-
Chile, Colombia, México y Venezuela), animados por la
tiz en el Distrito Federal, México.
ció panoramas antológicos de cinco países (Argentina,
La presencia de los microrrelatos de Monterroso en
de monográficos de la microficción regional que ofre-
España es sólida y su figura ha resultado fundamental
varia invención. La serie también produjo un quinteto
para el desarrollo del género en este país. Como ocurre
chinos, sirenas, dinosaurios, inclasificables, mujeres y
en el resto de los estados hispanoparlantes, el nombre
microrrelatos agrupados en diversas temáticas: cuentos
del autor guatemalteco se ha convertido en un emblema
calización y adaptación para la radio de un conjunto de
de la minificción, una especie de encarnación del géne-
minutos que consistía en la recreación, locución, musi-
ro, autor reconocido por un número amplísimo de lec-
ral se emitía una cápsula radiofónica no mayor a cinco
tores españoles, gracias, especialmente, al éxito de “El
Autónoma de México— y en cuya programación cultu-
dinosaurio”. Este sucinto texto es, en ambas orillas del
21
101
Atlántico, el epítome de este tipo de textos narrativos,
Radio unam —emisora oficial de la Universidad Nacional El peso exacto de un colibrí es una serie que transmite
262
Cuando el encargado de la pensión vino a echarlo por falta de pago (debía varios meses de alquiler), como una verdadera bestia lo hizo entrar al cuarto, lo ultimó de un zarpazo y lo devoró con deleite. Entonces, ya cebado, huyó hacia el campo.
182
342 hueso la hermosa pera reina peras de prueba, apareció en carne y que hizo la naturaleza. Después de mil La pera es el primer boceto de mujer * el cual ha despertado un interés por
sinónimo de microrrelato).
beneficiado otros autores latinoamerica-
pioneros, clásicos y voces nuevas de la
el minicuento del que sin duda se han
microficción (término usado aquí como
nos a fin de llegar al lector español.
más se recrearían obras microficcionales de los
Hasta aquí el repaso a los libros de minificción
leza escurridiza y sus principales exponentes. Ade-
ellas podemos recordar la importancia de que el autor
Para dotar de contenidos a El peso exacto de un
gue una serie de pautas en su recepción en España. Entre
colibrí, fuimos invitados por Baltazar para exponer
presencia del microrrelato del otro lado del Atlántico si-
las menudencias del microrrelato, sus diferencias con
de los títulos y autores citados se ha constatado que la
otros géneros, linderos y afinidades con las demás mu-
hispanoamericana editados en España. Creo que a través
sas menores —como diría Alfonso Reyes—, su natura-
puede acceder al microrrelato escrito en América, más
En las frecuencias de AM, FM e internet de Radio
ñalar otras formas mediante las que el lector español
unam, se transmitía cotidianamente una cápsula radio-
queremos terminar este acercamiento al tema sin se-
fónica que ambientaba un microrrelato con la voz de
han tenido algunas editoriales, especialmente Thule. No
uno de los locutores de la emisora pumita. Esta iniciativa
frente a los más jóvenes y la labor que para dar difusión
nació hace ya cierto tiempo —en abril de 2010—, por las
ponderancia de algunos escritores (Monterroso o Shua)
motivaciones culturales de Baltazar Domínguez, produc-
viva en territorio europeo (Neuman o Iwasaki), la pre-
tor de la estación, y Lauro Zavala, perito en el género.
allá de los libros que hasta aquí he repasado.
Marcial Fernández, entre otras plumas.
Las antologías poseen una importancia suma en el
a cargo de los narradores mexicanos Alberto Chimal y
22
102
Monsreal y este expositor, así como lecturas de obra
desarrollo de este género, tal y como estudió Leticia
Indicios
No es fácil perseguir centauros. Como ya nadie cree en
263
ellos, se debe preguntar con sutileza, en forma indirecta: —¿Ha visto usted pasar por aquí a una hermosa yegua negra con manchas blancas? —o bien: —¿Ha visto usted pasar por aquí a una hermosa muchacha de cabellos dorados y rosados pechos al viento? La respuesta nunca será un sí rotundo y, las más de las veces, será negativa.
183
Sin embargo, muy de tanto en tanto, cuando estábamos a punto de abandonar la búsqueda y, desilusionados, emprender el retorno, el interlocutor ocasional de algún pueblito poco frecuentado se quedará en silencio frente a nosotros, con la mirada iluminada y distante, definitivamente enamorado y dichoso, con una gota de rocío a modo de beso en la mejilla e incapaz de pronunciar pala-
343
bra alguna.
primavera, nos faltan moras. Qué falta de moral! dirán. Pues sí, en ¿Quién lo dice? Los alegres inmorales. Moral: Dícese del árbol de moras. * Bustamante en su tesis doctoral
go de Federico Álvarez.
(Bustamante Valbuena 2012). La bre-
rol y animados con una semblanza a car-
vedad de estos textos se adecúa perfecta-
serían conversados por Francisca Nogue-
mente a las colectáneas, lo que hace que
ción de los Crímenes ejemplares, de Max Aub, que
en España hayan sido muchas las recopilaciones de
peruana, Circo de pulgas, además de una pondera-
minicuentos publicadas en los últimos años. Entre ellas
autor de la recientísima antología de la microficción
existe un conjunto de antologías centrado exclusiva-
crorrelato en Perú, trazado por Rony Vásquez Guevara,
mente en textos de autores españoles. Dos ejemplos re-
Se quedó en mero proyecto un panorama del mi-
levantes de ello son la Antología del microrrelato español
se mantuvo al aire.
(1906-2011). El cuarto género narrativo (2012), de Irene
cápsulas transmitidas en los dos años en que la serie
Andres-Suárez, y Mar de pirañas. Nuevas voces del mi-
más, de modo que sumarían más de trescientas las
crorrelato español (2012), de Fernando Valls. La mayoría
microrrelato mexicano. Así se sucedieron otras tantas
de las antologías incluye a autores de ambos lados del
sirenario Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el
Atlántico, convirtiéndose en un nuevo medio para que
ambientaron los relatos mínimos compilados en el
los lectores españoles conozcan autores hispanoame-
reciente actualización. En la tercera, las cápsulas
ricanos de minificción. Además, dos de las antologías
tológico Largueza del cuento corto chino, en su más
más destacadas de las muchas publicadas en España
del género, y José Vicente Anaya, autor del libro an-
en las últimas dos décadas son obra de compiladores
des y voces de Lauro Zavala, quien trazó el horizonte
argentinos: a la ya citada Por favor, sea breve (2001)
23
103
de Clara Obligado, podemos añadir la más académica,
cas, pasaron por la cabina de audio las personalidaPara grabar la primera y segunda series temáti-
104
Para el 2013, contemplábamos la recreación de
24
tas y libros colectivos editados en España que obvian do numerosos estudios científicos aparecidos en revis-
un bestiario, una entrevista con Eduardo Galeano y la
de las antologías ya citadas, los encontramos publican-
animación radiofónica de los microrrelatos inéditos de
género. Además de que los críticos coordinan algunas
José Emilio Pacheco, entre otras iniciativas, dirigidas
ricos y reseñas, también han favorecido la difusión del
a la audiencia que se comunicaba habitualmente con
panoamericana; los críticos, mediante sus artículos teó-
la emisora para solicitar informes sobre ésta o aquella
el público español conoce a autores de minificción his-
cápsula —emitida en un horario incierto— donde se re-
Pero no sólo a través de la labor de las editoriales
creaba la cuentística microficcional. Su inclusión en la barra programática se explica más adelante.
abierto paso en el mercado editorial español. ción del país austral es la que con más pujanza se ha
Radio unam fue fundada en los años sesenta por
que confirma la idea antes apuntada de que la minific-
uno de los pioneros del microrrelato en México, Max
teórica de este país. Estamos ante un caso excepcional
Aub, el escritor español naturalizado mexicano, quien
minicuentos de autores argentinos, recopilados por una
en ese momento invitó a trabajar con él a Gabriel García
trata, pues, de un libro compuesto exclusivamente por
Márquez, Álvaro Mutis, Augusto Monterroso, Juan José
argentino contemporáneo (2007), de Laura Pollastri. Se
Gurrola y otras celebridades literarias. Una de las aportaciones culturales de don Max fue la colección “Voz
El límite de la palabra. Antología del microrrelato
Viva de México”, que conserva en audio las lectu-
último volumen, Menoscuarto, apareció manovich. En la misma editorial que este
ras de pasajes selectos de Julio Cortázar,
rrelato hispánico (2006), de David Lag-
Juan Gelman, Juan Rulfo, Pablo Neruda, Octavio Paz y José Revueltas, entre
La otra mirada. Antología del micro* La uvas moralistas se vuelven aceitunas: estrechan sus caderas y generan en medio un gran hueso, !para no poder meterles el diente completo!
344
184
264 correcto. Entonces sabremos que vamos por el camino
Al teclado
El hombre escribía reconcentrado frente a la panta-
265
lla. Si los dos muchachos que irrumpieron en el de-
Duane Michals, Chance meeting, 1970, en Linda Benedict-Jones, Storyteller: The photographs of • Duane Michals (Pittsburgh: Carnegie Museum of Art/ DelMonico Books, 2014), 58-59.
partamento hicieron algún ruido, no lo advirtió. A tal punto, que dispusieron de varios minutos para hurgar en los muebles de la sala. Estaban armados. Luego ingresaron al escritorio pateando la puerta. El hombre se vio sorprendido e intentó reaccionar. Recibió algunos golpes y se tranquilizó. Los muchachos buscaban cosas de valor e insistían que dijera dónde guardaba
185
el dinero. —Un escritor no tiene dinero... —repetía él—. La hija abrió la puerta con su llave y entró. Los hechos ocurrieron abruptamente. Uno de los muchachos se asustó y le disparó al pecho. Cayó redonda. El otro debió contener a golpes al hombre, pero sólo pudo detenerlo con un culatazo de pistola en la nuca.
345
Dueños de la situación,
no era la uva de sus sueños de jugosa vida, al despertar, supo que tumor de su hueso y se inflamaba toda Soñó la aceituna que desaparecía el * los límites nacionales y se acercan al
de casa, estudiantes, profesionistas,
microrrelato como un fenómeno glo-
la república mexicana, formado por amas
bal. Por no ser demasiado prolijos, vamos
cias de un público atento y disperso en
a citar algunos de estos ensayos en los que
Sus barras radiofónicas intentan cubrir las exigen-
desde España se ha puesto el foco en el minicuento
frecuencias (AM y FM) y en su portal de internet.
del otro lado del charco.
Radio unam dispone de transmisiones en ambas
La revista Quimera dedicó en 2002 sendos mono-
se volvieron a transmitir estas grabaciones.
gráficos al género, además de publicar durante años
en la pasada Feria Internacional del Palacio de Minería
minicuentos de autores de diversas nacionalidades; el
celebrar el centenario del maestro Valadés (1915-2015),
primero de estos números, el 211-212, estuvo dedicado
publicación El Cuento. Revista de Imaginación. Para con-
en exclusiva al microrrelato hispanoamericano. Además
prendió de su columna periodística y de su afamada
de su presencia habitual en los congresos y libros colec-
Fonoteca Nacional de México. Este programa se des-
tivos sobre el género, debemos recordar que la primera
das a un proceso de restauración y digitalización en la
tesis doctoral que se realizó en España sobre minificción
cultural (Excerpta), cuyas grabaciones fueron someti-
se centró en los autores de aquella orilla del Atlántico.
octubre de 1982— alimentó un programa de carácter
Se trata de El micro-relato en Hispanoamérica (1992),
Edmundo Valadés —del 8 de agosto de 1981 al 20 de
de Concepción del Valle Pedrosa; este estudio inaugu-
Por cierto, a inicios de la década de los ochenta,
ró, junto a un artículo coetáneo de Francisca Noguerol
CD) en los estudios de grabación de la emisora.
en la revista Lucanor (Noguerol 1992), el interés de los
25
105
críticos españoles por el minicuento hispanoamericano,
ellos mismos (en “Voz del autor”, así lo consignan los un centenar de poetas y narradores más, realizadas por
266
se dedicaron a revisar el cuarto minuciosamente. Destruyeron todo. Finalmente, con las manos vacías, se marcharon. Aturdido y dolorido, con sus últimas fuerzas, el hombre se arrastró hasta la mesa de trabajo, se estiró, tanteó el teclado y oprimió la tecla “deshacer”. La hija abrió la puerta con su llave y entró. —Hola papá, ¿cómo estás...? —preguntó—. —Bien —dijo—; aquí, intentando escribir.
***
186
346 tenemos una joven pasa de vieja. La uva se seca de coraje. Ya la uva una pasa, se le dice que así será ¿Cómo se hacen pasas? Se le muestra a * el cual de manera lógica, ha conti-
cuando se presentaba un hueco en la
nuado hasta nuestros días.
en la programación a modo de escaleta
Internet es un mar no tan ancho pero
animaciones, las cuales fueron colocadas
igual de proceloso que el océano Atlántico.
Mes a mes, Domínguez grabó para la serie diez
Sus orillas están separadas por tan sólo un clic,
su audiencia.
autores de cualquier nacionalidad, aunque la mayoría
El peso exacto de un colibrí nació, tal como fue
te repercusión entre los usuarios, publican textos de
mencionado, por la iniciativa de Lauro Zavala y Bal-
tista, ambas con una larga trayectoria y una importan-
tazar Domínguez. Las funciones de este último en la
como Químicamente impuro o Internacional microcuen-
radio universitaria consisten en fungir como asesor li-
el género tengan una perspectiva panhispánica. Webs
terario, además de cubrir las actividades artísticas —en
que la mayoría de las páginas y blogs que difunden
su faceta de periodista cultural— que se gestan tanto
En el caso del microrrelato debemos congratularnos de
en el campus de la Ciudad Universitaria como fuera
noamericano encuentre lectores en España o viceversa.
de él (por ejemplo, las ferias del libro de Guadalaja-
por lo que es fácil y habitual que un escritor hispa-
ra, Monterrey o Oaxaca) para mantener informada a
pertenecen al ámbito hispánico.
programáticas e intensidades culturales.
muchos de ellos no existen limitaciones nacionales ni la
ciudadanos en el país y el extranjero. Señalo aquí que la
de minificción que se celebran cada año en España. En
estación no es el complemento mediático de la televiso-
ricanos puedan presentarse a los numerosos concursos
ra universitaria (tvunam); no, es una entidad autóno-
La red también facilita que los autores hispanoame-
ma que se rige por sus propios códigos, nichos, barras
26
106
maestros, burócratas, taxistas, peatones y demás con-
exigencia de presentar por correo postal el original, por
107
27
un programa concluía antes de tiempo, un entrevistado
y no su nacionalidad.
barra cultural de la emisora, lo que solía ocurrir porque
co en el que sólo importa la calidad literaria del autor
cancelaba su cita, la selección musical no se ajustaba
considerado por todos como un fenómeno panhispáni-
a los tiempos asignados, o bien, porque en la retícula
mismas posibilidades que el cuento o la novela, fuera
de la agenda habitual se disponía de unos minutos ex-
minicuento, para ser tratado como un género con las
tra en la programación. En consecuencia, para colmar
a su concepción. Creemos que sería beneficioso que el
uno de estos vacíos se insertaba una de las cápsulas,
leído, pero queda aún mucho por hacer en lo relativo
previamente elegida por el programador en conjunción
España, donde cada vez es más conocido, practicado y
con el productor.
ses como Argentina, México, Perú, Colombia, Chile o
Para cada serie fue elegido un entrevistador que te-
crorrelato. El género vive una situación similar en paí-
nía o había tenido una relación vital o profesional con
estoy defendiendo, una máxima en el mundo del mi-
el tópico abordado. De este modo, se puede entender
en la mayoría de webs y concursos debería ser, como
que para la recreación de las temáticas aludidas se haya
de la lengua que todos compartimos‒ que detectamos
solicitado la intervención de Mónica Lavín, Rodríguez
Esta ausencia de prejuicios identitarios ‒más allá
Romero, Brasca, Rojo o Gardella, entre otros. Por ello
conocidos al otro lado del Atlántico.
también se entiende que Agustín Monsreal haya
para ganar notoriedad y para que sus textos sean
amenizado el monográfico dedicado a don Edmun-
cialmente utilizada por escritores noveles,
do Valadés, pues trabajó bajo la sombra
con los españoles. Es otra forma, espe-
benévola del maestro en el montaje y
encuentran traba alguna para medirse
maniobra del timonel de El Cuento.
lo que los narradores americanos no * Una uva se enamoró de un rozagante ciruelo infiel, lloró su pena hasta secarse en pasa, todas las pasas son producto de una uva traicionada.
347
267
Julia Otxoa (San Sebastián, 1953)
268 Gloria Ramírez Fermín
MILES DE VOCES, CIEN PERSPECTIVAS 348
Poeta y narradora, su creación se extiende al campo de la poesía visual, la fotografía y las artes plásticas en general. Su obra, con más de treinta títulos publicados en poesía y narrativa, ha sido traducida a varios idiomas e incluida en diferentes antologías de poesía, poesía visual y microrrelato, en España y América. Algunos de sus títulos más recientes son Taxus baccata (2001), Un extraño envío (2006), La lentitud de la luz (2008), Un lugar en el parque (2010), Escena de familia con fantasma (2013) y Jardín de arena (2014).
puesto piedras en el camino que nos lo impida; una vez más nos han de una, pero nunca falta una semilla Siempre quiere uno comerse la sandia * Obra citada
microrrelato. particularidades y rasgos distintivos del
Andres-Suárez, Irene (ed.). Antología del mi-
el contexto de la escritura, así como las
crorrelato español (1906-2011). El cuarto género narrativo. Madrid: Cátedra, 2012.
seleccionado, las características de cierto tema,
Aub, Max. Crímenes ejemplares. México: Finisterre, 1969.
en el extranjero) sobre el perfil biográfico del autor
Balza, José. Un Orinoco fantasma. Salamanca: Centro de Estu-
fuera en el estudio o vía telefónica para los residentes
dios Ibéricos y Americanos, 2000. Benegas, Noni. La balsa de la Medusa. Orihuela: C.A.M., 1987.
quien se dialogaba en sesión previa a la grabación, ya
______. Cartografía ardiente. Madrid: Verbum, 1995.
la compaginación con la entrevista del invitado (con
Berti, Eduardo. La vida misma. Madrid: Páginas de Espuma, 2014.
fonías, ruidos ambientales, tropiezos de lectura, etc.),
Brasca, Raúl. A buen entendedor. Granada: Cuadernos del Vigía, 2010.
edición sonora (donde se eliminaban muletillas, caco-
______. Las gemas del falsario. Granada: Cuadernos del Vigía,
so de producción que consistía en la musicalización, la
2012.
en la cabina de grabación, se pasaba al siguiente proce-
Brasca, Raúl (ed.). De mil amores: antología de microrrelatos amorosos. Barcelona: Thule, 2005.
cionada la tesitura del locutor y dramatizado el relato
Britto García, Luis. Andanada. Barcelona: Thule, 2004.
crorrelatos elegidos por Baltazar y los invitados. Selec-
Bustamante Valbuena, Leticia. Una aproximación al microrrelaValladolid: Universidad de Valladolid, 2012. Tesis doctoral.
que trabajan en la emisora, que dio ánimo con su voz,
to hispánico. Antologías publicadas en España (1990-2011).
lectura dramatizada, animación y adaptación a los mi-
Web. 3 de marzo de 2015.
En cada cápsula intervino un locutor, de los varios
Campra, Rosalba. Ella contaba cuentos chinos. Madrid: Del Cen-
familia de Aub, para reseñar la cuentística aubiana.
tro Editores, 2008. Chirinos, Juan Carlos. Los sordos trilingües. Madrid: Musa a las
en México que Federico Álvarez, como miembro de la
9, 2011.
28
108
Revista de Imaginación, y que no hubiera nadie mejor
109
29
participó un productor, de los varios que tiene la ra-
Web. 11 de marzo de 2015.
De igual modo, para la producción de cada serie
nes”. Internacional microcuentista, 9 de febrero de 2012. Lorenzo, Víctor. “Breve entrevista a José Díaz, de Thule Edicio-
diodifusora, para no amalgamar en una sola y única
rrelato hispánico. Palencia: Menoscuarto, 2006.
visión el panorama que se estaba ofreciendo de un gé-
Lagmanovich, David (ed.). La otra mirada. Antología del micro-
nero añejo en la tradición mexicana e hispanoamerica-
to, 2007. Lagmanovich, David. Los cuatro elementos. Palencia: Menoscuar-
na, desaletargado por las generaciones recientes dado
na: Thule, 2005.
su potencial expresivo.
Jiménez Emán, Gabriel. El hombre de los pies perdidos. Barcelo-
Cuando la cápsula había pasado las pruebas de ve-
______. Helarte de amar. Madrid: Páginas de Espuma, 2006. 2004.
rificación sonora, se enviaba al programador para que la
Iwasaki, Fernando. Ajuar funerario. Madrid: Páginas de Espuma,
administrara en su repertorio al momento de organizar
Madrid: Umbra / Ventanas de Lavapiés, 2011.
el calendario semanal y mensual de la emisora. Donde
Hernández, Alberto. Relatos fascistas. Valencia (Venezuela) / ______. Cruce de vías. Palencia: Menoscuarto, 2010.
encontrara un hueco en la barra programática, inserta-
Guedea, Rogelio. Del aire al aire. Barcelona: Thule, 2007.
ría una microficción radiofónica de El Peso Exacto de un
zapatos de diseñador. Barcelona: Anagrama, 2005.
Colibrí. O la tendría a la mano en caso de un imprevisto
Glantz, Margo. Historias de una mujer que caminó por la vida con Web. 3 de marzo de 2015.
(cancelación, ausencia de invitado) usual en una me-
minificción”. El cuento en red 26 (otoño 2012): 23-33.
trópoli inmensa como la Ciudad de México.
Gardella, Martín. “Bibliografía argentina de creación de
De este modo, se han adaptado al medio
zo de 2009. Web. 10 de marzo de 2015. la literatura en la Red”. Público, 26 de mar-
radiofónico las prosas breves de Julio To-
Corroto, Paula. “La reina del microrrelato apoya
rri, Edmundo Valadés, Julio Cortázar,
Madrid: Páginas de Espuma, 2011.
Jorge Luis Borges, Juan José Arreola,
Company, Flavia. Trastornos literarios.
* Las Bocales: aquellas personas que participan de algún tipo de asociación y tienen derecho a besar y ser besados entre una consonante y otra La realidad supera la ficción. Estas páginas reflejan, por desgracia, una problemática actual: la violen-
349
cia hacia la mujer. Por este motivo cien autoras mexicanas colaboran para que el proyecto ¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género —de las escritoras Pía Barros, Gabriela Aguilera V., Susana Sánchez, Silvia Guajardo, Ana
estetas.
Crivelli y Patricia Hidalgo— tenga eco. Chile fue el origen,
se le venera en Japón como uno de sus más grandes
y pronto se sumaron a la difusión de este compendio
amigos. Murió muy anciano de muerte natural. Hoy
189
Agresión y violencia no son lo mismo: la primera
Murata Takarai dedicó el resto de su vida a prepa-
es necesaria para sobrevivir; la segunda es intencional
entes. ¿Y el lugar del jardín?
y dirigida a un sujeto, generalmente vulnerable, con el
sería el adecuado? Conocía más de cien clases difer-
propósito de hacer un daño emocional o físico, que va
a qué amigos consideraba íntimos? ¿Qué clase de té
en aumento.
alrededor del té en el jardín para despedirse. ¿Pero…
Los microrrelatos de esta antología son un abanico
de su muerte, convocaría a sus amigos más íntimos
ejemplar de maltratos y abusos hacia la mujer, desde
había abandonado. Así que comenzó los preparativos Ceremonia
269
Murata Takarai decidió quitarse la vida, su amante le
un inocente comentario sobre la gordura (“Violencia en la cantina”, Ethel Krauze) hasta el atropello y sumisión
rar la ceremonia del té para anunciar su muerte a sus
Perú, Argentina, Venezuela, Estados Unidos y Alemania.
110
Augusto Monterroso, Raúl Renán, José de la Colina, en-
30
2015. cuento en red 26 (otoño 2012): 67-75. Web. 3 de marzo de
tre otros, y expuesto el horizonte de la microficción que
Rojo, Violeta. “Bibliografía de la minificción venezolana”. El
se ha cultivado en Argentina, Chile, Colombia, México
Murcia, 2013. Tesis doctoral. Web. 3 de marzo de 2015.
y Venezuela. En un futuro inmediato, se consideraba la
neo (1988-2008): teoría y análisis. Murcia: Universidad de
incursión por los mundos mínimos de España y Panamá,
Pujante Cascales, Basilio. El microrrelato hispánico contemporáneo. Palencia: Menoscuarto, 2007.
además de paseos con escritores de otras latitudes. Has-
Pollastri, Laura. Antología del microrrelato argentino contemporá-
ta aquí la parte concerniente a los procesos de prepren-
Peyrou, Óscar. El camino de la aventura. Madrid: Orígenes, 1988.
sa radiofónica y los detalles de producción de la serie.
2012): 39-47. Web. 3 de marzo de 2015. Una bibliografía de creación”. El cuento en red 26 (otoño
En México, aparte de El peso exacto de un colibrí, se
Perucho, Javier. “El microrrelato mexicano de la última centuria.
han transmitido al menos otros dos programas radio-
Espuma, 2001. Obligado, Clara (ed.). Por favor, sea breve. Madrid: Páginas de
fónicos sobre el género, o que lo circundan. El primero
Olaiz, Amélie. Aquí está tu cielo. Jaén: Grupo Alcalá, 2007.
fue realizado en Guadalajara por Silvia Quezada, quien
Lucanor 23.2 (1992): 117-133.
conducía el programa radial Ahuehuete, dedicado a co-
Noguerol, Francisca. “Sobre el micro-relato latinoamericano”. ______. Cómo viajar sin ver. Madrid: Alfaguara, 2010.
mentar los intríngulis literarios del cuento brevísimo.
______. Alumbramiento. Madrid: Páginas de Espuma, 2006.
Esta experiencia mediática fue recogida en El micro-
2000.
cuento en lenguaje radiofónico (2012), libro que se
Neuman, Andrés. El que espera. Barcelona: Anagrama,
dedica íntegramente al análisis literario del micro-
México: Joaquín Mortiz, 1972. Monterroso, Augusto. Movimiento perpetuo.
rrelato e incluye una selección antológica
nistas, 2008.
—40 textos— con escritores noveles de la
cia: Editorial Instituto de Estudios Moder-
región de Los Altos de Jalisco.
Meneses, Carlos. Un café en la luna. Valen-
* Bocación: nacer con una cierta predisposición a los besos, propenso al dominio de las artes labiales, linguales, y en general de besamiento. total de las protagonistas (“Sumisión: enseñanza mortal”, Emma Irene L. Martínez). Estas relaciones
350
de abuso de poder y fuerza física no sólo se dan en el matrimonio o noviazgo, también se encuentran en el trato con nuestros respectivos géneros. El ser diferente es lo que basta para violentar al otro. La polifonía de voces narrativas muestra la condición social y actual de la mujer. Éstas utilizan tonos irónicos, solemnes y reflexivos para determinar el sexis-
190
mo, entendido como la discriminación de género, que se encuentra latente. Algunas historias tienen personajes reales y otras cuentan con protagonistas ficticias, pero en pocos casos
queso de la mejor calidad.
se hallan arquetipos femeninos; por ejemplo la madre
aquella trampa y en adornarla con aquel pedazo de
abnegada y la esposa sumisa, con los que se han empa-
gastado una buena suma de dinero en la compra de
rentado historias de atropello y violencia.
ban nerviosos, no se explicaban su tardanza, se habían
Las focalizaciones de los narradores masculinos
270
muestran la condición relegada de la mujer: primero
El viajero no acababa de llegar, sus familiares le esperaEl viajero
111
31
El segundo, también producido por Radio unam, fue el programa Dar 2, aunque dedicado exclusivamente al aforismo, a cargo de Emiliano López Rascón, quien en epístola virtual puntualizaba que la serie “forma pa-
2001.
res resonantes de aforismos con una construcción so-
Vitale, Carlos. Descortesía del suicida. Barcelona: Debolsillo, Cervantes, 2007.
nora, es producida y ambientada por mí, con la colabo-
______. La vida misma y otras minificciones. Belgrado: Instituto
ración de Santiago Ruiz y Carolina Vera en la búsqueda
______. Con las palabras contadas. Madrid: autoedición, 2003.
y selección de aforismos. A partir de tu colaboración
Vique, Fabián. Minicuentos. Morón: autoedición, 1997. (otoño 2012): 58-66. Web. 3 de marzo de 2015.
[Javier Perucho], Dar 2 se abre a la participación de
teraria sobre la minificción peruana”. El cuento en red 26
coleccionistas y apasionados del género”. En este pro-
Vásquez Guevara, Rony. “Bibliografía de la creación y crítica li-
grama intervine para exponer a los radioescuchas por-
lato español. Palencia: Menoscuarto, 2012. Valls, Fernando (ed.). Mar de pirañas. Nuevas voces del microrre-
ciones inéditas de la investigación “Escrituras privadas,
nes, 2009.
lecturas públicas: el aforismo en México”. Sin embargo,
______. El ABC de las microfábulas. Madrid: Del Centro Edicio-
la serie fue cancelada por decisión de la emisora y el
Valenzuela, Luisa. Juego de villanos. Barcelona: Thule, 2008. ciones de la Torre, 1997.
cansancio del productor, pero aún se pueden escuchar
Timossi, Jorge. Cuentecillos y otras alteraciones. Madrid: Edi-
en su portal de internet las animaciones dedicadas a
drid: Emecé / Páginas de Espuma, 2011.
los proverbios africanos, así como las dedicadas al
______. Fenómenos de circo. Buenos Aires / MaPáginas de Espuma, 2009.
aforismo mexicano y europeo.
Shua, Ana María. Cazadores de letras. Madrid:
Antes de concluir, señalo otro
cia: Tres Fronteras, 2009.
caso de animación radiofónica del
Romagnoli, Juan. Universos ínfimos. Mur-
* ¿Un pájaro posando sobre un cable de luz es de la misma rareza que una rama saliendo de un poste de electrificación o confundo los términos? habla la protagonista, de pronto el relato se interrumpe y lo concluye el verdugo.
351
cerebelo, al cerrar la tapita de su cabeza,
Las temáticas abarcan la desigualdad
que ha hecho ella en alguna zona de su
de género, edad y raza; discriminación de
Hoy, por ejemplo, con los pequeños cambios
etnias; jerarquías sociales; mutilación del
esposa le convierte cada vez en un hombre diferente.
sexo; la violación, donde se posee el cuerpo como
su cerebro dulcemente manipulado por su melancólica
si fuese un objeto, el cual se desecha después de haber
con estos juegos va cambiando sucesivamente, porque
cumplido su función; así como el castigo por no tener
riéndole enamorado. Claro está que el paciente marido
un rostro estético y, viceversa, por contar con una fiso-
y entonces él cierra con suma delicadeza la tapita son-
191
Un dormitorio universitario (“Bonhomía contra sexto
son finas y suaves como la misma seda.
sentido”, Irma Rojas Castell), el automóvil (“Infraganti”,
tejiendo extrañas formas con algunas de sus venas que
Gabriela Turner Saad) y una residencia médica (“Relato
sas de lugar, haciendo nudos con esto y con aquello,
verídico de una R1”, Lucía Palma Narváez) son los lugares
entonces durante un ratito allí dentro, cambiando co-
cerrados donde se recrean los hechos. Aquí no hay salida,
cariño el interior de su cerebro. Ella se asoma y juega
en la intimidad el verdugo puede actuar con soltura.
la parte superior de su cabeza y le enseña con sumo
Una oficina (“Recreo escolar” de Elizabeth Hernán-
casa, además del sombrero, se levanta una tapita en Juegos
271
A veces cuando ella está así, como triste, él al llegar a
dez Millán), una calle (“Los perros”, Fernanda Monsalvo Basaldúa), un parque (“Curación”, Dina Grijalva
Permanecen así hasta que el ánimo de ella se alegra
nomía atractiva.
112
microrrelato. En Argentina, Martín Gardella dedica el
32
tiempo de su programa, El living sin tiempo, transmitido por la estación argentina La noventa de Devoto, a divulgar el evangelio del microrrelato por las ondas sonoras de la radio.
Darío Hernández
No pondero ni expongo la programación general de la radio unamita, pero las cápsulas, series y progra-
ESE IMPACTO FIRMÍSIMO EN NUESTRAS LETRAS: LOS NIÑOS TONTOS DE ANA MARÍA MATUTE
mas salen al aire durante su transmisión cotidiana para la información, ocio y solaz de su auditorio. Así que si gustan leer por otros medios, pero con los mismos fines, un cuento brevísimo que recrea el tránsito del hombre por las llanuras de la dicha o su camino por las serranías del dolor, en la educada voz de un locutor, prendan la radio y sintonicen Radio unam, o bien escuchen su programación por internet.
*
Locordura. Oficio de vivos que también pudo haber comenzado cuando anunciaron al loco a mitad de la soga que había tenido niña, felicidades. Monteverde) y una gasolinera (“Disfraz”, Julie Furlong) son los sitios abiertos donde la humillación pue-
352
de ser pública y el escarmiento del victimario restaura el orden corrompido por la culpable. Las escritoras revelan de forma veraz las vivencias y experiencias que quizá el lector o lectora tuvo alguna vez, no importa el género. Por un lado, los aciertos radican en la recreación del lenguaje oral y la gradación de los hechos. En ellos hay una aproximación a los mexi-
192
canismos populares y adjetivos despectivos que hacen de la antología un referente del argot actual. La concatenación de los sucesos coincide con la coherencia del argumento y no defrauda la expectativa del desenlace. Por otra parte, en ocasiones el final se anticipa y no hay sorpresas en la trama. La limitación de estas analectas deriva en que pueden interpretarse como una serie de consuelos mutuos entre
272
las mujeres. Sin embargo, estas crónicas deben capturar
al de un tigre de Bengala. se ha cubierto de un hermosísimo pelaje similar en todo él ha comenzado a caminar a cuatro patas y toda su piel
33
Anaya, José Vicente, ed. Largueza del cuento corto chino. México: unam, 1999. Aub, Max. Crímenes ejemplares. Barcelona: Lumen, 1972.
1 Algunas ediciones en otras lenguas: Seltsame Kinder. Zurich: Verlag der Arche, 1961; I bambini tonti. Milano: Lerici Editori, 1964; The Stupid Children. Bloomington: Indiana University Press, 1967; Rumalad lapsed. Tallinn (Estonia): Noorus, 1969.
113
BIBLIOGRAFÍA
El Living sin Tiempo. Narr. Martín Gardella. La Noventa de Devoto.
como Fernando Valls, Itzíar López Guil o uno mismo, en
FM (90.1). Radio. King Cobos, Josefina. Memorias de Radio unam. México: unam, 2007.
1956.1 Así lo han hecho, efectivamente, investigadores
Perucho, Javier, ed. Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el micro-
tontos, publicada por la editorial madrileña Arión en
rrelato mexicano. México: Fósforo, 2008.
cuperar y a examinar pormenorizadamente es Los niños
Quezada, Silvia. El microcuento en lenguaje radiofónico. Análisis de
rrativa en el mundo hispánico, estamos obligados a re-
sus formas discursivas. Pról. Lauro Zavala. Guadalajara: Seminario de Cultura Mexicana/Ediciones de la Noche, 2012.
1925-2014) que, ante el desarrollo actual de la microna-
Radio unam. AM (860); FM (96.1). Radio.
Una de las obras de Ana María Matute (Barcelona,
Valadés, Edmundo, Dir. El Cuento. Revista de Imaginación. México: GV Editores. 1964-1999.
Ana María Matute
Vásquez Guevara, Rony, comp. Circo de pulgas. Minificción peruana. Estudio y antología (1900-2011). Lima: Micrópolis, 2012.
del Premio Cervantes 2010” “Discurso de la ceremonia de entrega favor, créanselas. criaturas que pueblan mis libros, por con una historia o con alguna de las si en algún momento tropiezan Me permito hacerles un ruego: *
Locordura. Todo inició aquella tarde de precipicio, cuando le dijeron a punto de saltar, “no te avientes tenemos sed, mejor busca un empleo” al lector para que observe las circunstancias actuales y reflexione sobre su papel en la sociedad.
353
La importancia de la antología reside en observar la condición en la que se encuentra la mujer. El machismo, por des-
el interior de los humanos.
gracia, corresponde a una tradición muy arraigada
organice y comiencen a buscar ellos también perlas en
en la sociedad mexicana. La imagen del hombre de la
dos harta de ser masacrada de forma tan gratuita se
casa a quien se debe tener devoción está lejos de erra-
cerdo posiblemente hasta que la comunidad de los cer-
dicarse. Hay que reconocerlo: los motivos que origina-
de todo sus fieles siguen excavando en las entrañas del
193
los tabloides de la nota roja de la prensa nacional. Aquí
encontrado en su interior una sola perla, pero a pesar
ron estos textos coinciden con las cabezas y balazos de
tario se llevó a muchos cerdos por delante sin haber
encontramos cien mujeres que gritan, hablan y prestan
las perlas en el interior de las ostras. El error del no-
sus voces a otras miles que no pueden o no tuvieron la
a pensar que los equivocados eran los que defendían
oportunidad de romper ese silencio.
elante. Muchos de sus seguidores realmente llegaron pero pese a todo no se dio por enterado y siguió ad-
De mitos a mitos
equivocación: confundir a las ostras con los puercos,
Angélica Santa Olaya
las entrañas del cerdo y se encontró de pronto con su
273
El notario de los nuevos tiempos
divino, señaló el clérigo mientras se rascaba el ombligo.
El notario de los nuevos tiempos buscaba una perla en
El sacerdocio de las mujeres no puede ser, porque no es
Cena de Navidad
sa: – ¡Es hora de proseguir el juicio y dictar sentencia!
VV.AA. ¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género
con una copa en la mano anunció con voz aguardento-
(Edición mexicana). Pról. Elsa Muñiz. México: Universi-
El tío Jorge levantándose de un salto de la mesa todavía
dad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, 2014.
Mis padres dejaron de comer y apartaron un poco sus platos hacia el centro de la mesa, mi hermano
asado.
Tu mutismo me asusta: preferiría escuchar tu voz, tu
mi abuela quedó indiferente y siguió comiendo el pollo
grito, tu llanto… Perdóname: no quería golpearte; por
pequeño se limpió la boca con la servilleta, únicamente
favor despierta. Camelia Rosío Moreno
194 Reversa
La música de la calle entraba con fuerza por los altos ventanales y los villancicos se mezclaron con las voces del reo y el fiscal, era imposible entenderse, final-
lido de los cohetes que ya se habían hecho tradición en
pateó, protestó, señaló, acusó, manoteó, corrió y la ma-
mente la sentencia apenas fue audible debido al estal-
taron, frente al Palacio de Gobierno. Asesinaron a la hija. La madre gritó, lloró, aventó,
la ciudad por Navidad.
Azucena Franco
Sin embargo, no hubo asombro en Desamparo
los ojos de ninguno de los comensales, cuando la cabeza de nuestro hermano
354
a los leones.
pequeño rodó por la mesa salpicando
ba el cordón umbilical del hombre Cibeles, desde arriba, reía y arrojala llama, así de lleno, por lo azul semibuenos. Nunca tomaron de verdad lo son a medias: seminteligentes La mayoría de los que se dicen ser, * trabajos anteriores como el presentado en el XIX Congreso de Literatura Española Contemporánea de la Universidad de Málaga. A diferencia de aquél, en el que tratamos Los niños tontos desde un enfoque predominantemente teórico, es decir, atendiendo a las características internas de cada uno de los relatos para su posterior clasificación genérica y descripción temática, en éste, por el contrario, pretendemos analizar la
Gonzalo Hernández Baptista
obra desde una perspectiva histórica, con el propósito de situarla en su justo contexto, e incidir en la idea de que hablamos de un libro cuyo estudio ha de tener en
LA MINIFICCIÓN DE INTERSTICIO EN EXILIO: UN ENCUENTRO TRANSATLÁNTICO
cuenta de manera indispensable cualquier ensayo riguroso sobre la evolución del género del microrrelato en la literatura española. Es necesario precisar de antemano que de los veintiún textos contenidos en Los niños tontos no todos son microrrelatos, pues, siguiendo los postulados de las más recientes investigaciones relacionadas con la mi-
34
nificción literaria, en este libro de Ana María Matute
nuestros platos y copas y fue a quedarse finalmente atrapada entre una botella de champán y la fuente de los langostinos.
195
355 la incitación de las alurias Justicia, esta seriedad lo distrae de ver alurias en el prado y a su vez pide Locordura: cuando Miguel persigue * hallamos relatos cuyo grado de con-
críticos habían empezado a apuntar
cisión oscila entre el microrrelato,
das de los ochenta y noventa algunos
como “El jorobado”, el texto más breve
cambio de siglo pasado. Ya en las déca-
(con ochenta y tres palabras incluyendo
prolijo, coincidiendo aproximadamente con el
el título), y el del cuento “El niño que encontró
trado bajo los reflectores de la academia de modo
un violín en el granero”, el texto de mayor extensión
Hace más de una década, la micronarrativa ha en-
del conjunto (seis páginas). Entre ellos, nos toparemos
intersticio.
con microrrelatos de la extensión convencional, esto es,
bozar una minificción que más abajo denominaré de
de aproximadamente no más de dos páginas impresas:
las líneas discontinuas y subterráneas con las que es-
“La niña fea”, “El niño que era amigo del demonio”,
rizo pone de relieve el movimiento de los intercambios,
“Polvo de carbón”, “El año que no llegó”, “El incendio”,
historia del microrrelato, un acercamiento transfronte-
“El hijo de la lavandera”, “El árbol”, “El escaparate de
este sentido, frente a una representación sólida de la
la pastelería”, “El otro niño”, “La niña que no estaba
realidad más allá de los límites físicos de origen. En
en ninguna parte”, “El tiovivo”, “El niño que no sabía
tizar el encuentro entre los agentes culturales de una
jugar”, “El niño del cazador”, “El niño al que se le murió
el qué sino el cuándo de la minificción; es decir, enfa-
el amigo”, “El niño de los hornos” o “Mar”; y otros re-
bordes definitorios para empezar a entender no tanto
latos cuyas dimensiones permitirán, a unos, hablar de
nante. En las páginas que siguen propongo cruzar los
cuentos breves (como sucede con “El negrito de los ojos
que la disparidad de concepciones es la nota predomi-
azules”) y a otros de microrrelatos largos (como pasa
35
115
con “El corderito Pascual” o “La sed y el niño”), pero
nea define esta categoría narrativa con tal profusión El conjunto de estudios de la minificción contemporá-
Eduardo Zambrano
Escalador
El escalador asciende sin cuerdas por la pared de roca, está solo, ayudado únicamente por sus manos que arañan cada mínimo punto de apoyo para seguir hacia lo alto. El escalador es joven pero al cabo de una hora de duro esfuerzo la fatiga comienza a presentarse en una debilidad creciente en sus brazos, en los cada vez
LOS GAJES DEL OFICIO DE MARIO MONTALBETTI
196
más frecuentes calambres de sus piernas que le ponen al borde de una caída que podría ser mortal desde esa altura y él lo sabe, pero sigue ascendiendo, aunque sus manos se equivoquen y se sujeten a puntos de apoyo que no lo son y las piedras soltándose de pronto le recuerden que está en el límite de sus fuerzas y que no fue buena idea la de venir sin cuerdas. Mira hacia lo alto, le quedan escasos metros para llegar a la cumbre, allí en el borde del despeñadero, asomados, esperando que caiga como antes lo hicieron otros escaladores, expectantes
356
le observan una veintena de buitres,
de una buena desvelada. en el horizonte. La mañana los deja rojos la mañana. EL MAÑANA pierde los ojos Entre EL MAÑANA y la mañana, prefiero * eso sí siempre reconociendo, y esto
ido especializando tanto que sobre la
expresa encaminada a la búsqueda de la
existe un criterio unánime sobre estos
es lo más importante, “una voluntad
rasgos distintivos. El sesgo teórico se ha
brevedad” (240), como David Lagmano-
A pesar de tal despliegue de expertos, no
vich señaló al comentar la obra de Matute.
siendo ella misma.
jorobado”:
de nacimiento, madre y padre, estado civil, estatura,
diciendo, reproduzco aquí el microrrelato titulado “El
gustos y aficiones e incluso cuáles son los vecinos del
A fin de que sirva de ejemplo de lo que venimos
barrio y con cuáles no se debería hablar para seguir De ella conocemos su nombre, apellidos, fecha y lugar
chos gritos distintos, pero el niño estaba triste, con
Dicho interés crítico ha saciado una primera nece-
padre tenía muchas voces, muchos porrazos, mu-
sidad humana: conocer (léase analizar, etiquetar) de
El niño del guignol estaba siempre muy triste. Su
cabo a rabo una narrativa hasta entonces desatendida,
El jorobado
y se ha dado en revelar hasta sus datos más íntimos.
tobita, toma, toma!”, y que todos se riesen mucho
Lagmanovich, Francisca Noguerol, Violeta Rojo, Graciela
trito, con una estaca, para que dijera: “¡Toma, Cris-
Tomassini y Lauro Zavala), siguiendo la brecha abierta
encima de la corcova, y sacarlo a la boca del tea-
por Dolores M. Koch (1981 y 1986). A partir de entonces,
en lugar de ponerle una capa roja con cascabeles
se ha producido un fuerte aumento de estudios especí-
dentro de la lona y le traía juguetes y comida cara,
ficos que han mapeado en su avanzar los resbaladizos
su joroba a cuestas, porque su padre lo escondía
límites de esta categoría textual.
36
116
sus primeras matizaciones (Juan Armando Epple, David
viéndole. (Los niños tontos 60)
en sus fijas miradas, la ansiedad, la espera del festín. El escalador sabe que no hay esperanza, el próximo intento puede ser el de la caída, siente que las
277
fuerzas le han abandonado y ahora ni siquiera tiene ánimos para seguir, tan sólo de permanecer así sujeto en la pared vertical, agarrado a la roca hasta que los músculos aguanten. Bajar es imposible, ascender también. Entonces se acuerda de lo que tantas veces su padre le contó sobre la guerra en aquel lugar, de cómo en 1936 falangistas y requetés arrojaban desde lo alto de ese mismo despeñadero, conocido popu-
conferencista que denota oficio con el lenguaje, que es nado en la conversación, ducho en los foros literarios y Poeta peruano del 53, profesor, lingüista, apasiomás duradera. Está claro: la relación con los libros siempre será hacen compañía. gente me dejó algunas lecturas que hasta la fecha me Monterrey, en esos pocos meses su conversación inteliamistad. Y aunque esta persona sólo estuvo de paso por
197
que me llegaron por recomendación expresa de una
larmente en Urbasa como el Balcón de Pilatos, a to-
Lejos de mí decirles (Aldvs, 2013) es uno de esos libros
dos aquellos denunciados por “rojos”. Sí, él ha visto mientras ascendía los huesos de todas aquellas pobres
Montalbetti
personas desperdigados por todas partes, mezclados
[parte verdad.
con las piedras de las torrenteras, enredados entre
parte engaño, parte esperanza,
las ramas de los árboles que surgen de la pared
[desesperada:
rocosa, cráneos, tibias, manos… huellas blancas como actas notariales de un ti-
en medio de una situación
357
hablándole a los pasajeros
empo atroz.
[del piloto Su ambición es el lenguaje nuveau cusine molecular? Los que piden guisados espumosos de la mismos que ordenan verduras al vapor. ¿Los que piden un café expreso son los * Los orígenes históricos del microrre-
literatura móvil y polilógica subraya
lato español se localizan en la intro-
relevancia cultural. En este sentido, una
ducción del Modernismo, y termina con el
to para expresar de forma progresiva su
final de las vanguardias; límites estéticos
en sí misma la différence de cada desplazamien-
que cronológicamente coinciden de manera apro-
no atiende a un punto de vista fijo, sino que aquilata
ximada con la primera y segunda visitas a España del
ficción vendría a ser una entidad polisémica; es decir,
escritor nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) en 1892
Violeta Rojo (2014). Definida por el encuentro, la mini-
y 1899,2 respectivamente, el inicio de la Guerra Civil en
teico) junto al devenir del individuo, como demuestra
1936 y la consiguiente caída de la II República en 1939,
la literatura y ha ido transformándose (carácter pro-
año además en el que comenzaba la Segunda Guerra
proviene de lejos. Ha recorrido las diferentes edades de
Mundial.
contemporáneos, se aprecia que la escritura mínima
Salvo alguna que otra excepción, entre ellas la de
Saliendo de la tensión de los conflictos nocionales
Edmundo Valadés, quien consideró que fue el mexi-
movimiento.
cano Julio Torri el pionero en el cultivo de la micro-
cuándo) pone de relieve una narrativa de significado en
narrativa en el ámbito hispanoamericano (con el texto
definitorio (el qué), una atención sobre el encuentro (el
titulado “A Circe”, publicado originalmente en Ensayos 2
de las normas impuestas. Lejos de concluirse el debate en realidad se trata de una desgenerada que transgre-
La segunda visita tuvo lugar a finales de 1898 y, según otras
de porte distinguido, mientras que otros declaran que
referencias, a principios de 1899. No obstante, tal y como explicó Charles D. Watland: “en 1898 muy pocos conocían bien su obra: entre ellos Valera, Salvador Rueda, Menéndez Pelayo, y la condesa
37
117
de Pardo Bazán.” (357)
gunos defienden un pedigrí específico para esta señora minificción se han proyectado diferentes visiones. Al-
118
dinámicas de transformación (de significado). Bajo esta
38
oro, Cuentos largos y Crímenes naturales, cuya primera los libros misceláneos Hombro compasivo, Edad de
luz, la minificción es un cuerpo excéntrico (Koch, 1986),
en ediciones periódicas de la época. Nos referimos a
con el que se expresan las narrativas sin residencia fija
tuma, aunque algunos microrrelatos aparecieron antes
(Ette, 2012), como expongo más adelante.
torno a cuatro libros misceláneos de publicación pós-
El carácter relacional de la minificción crea vínculos
crorrelatos más importantes agrupó principalmente en
con cada uno de los agentes culturales de producción,
género fue Juan Ramón Jiménez (1881-1958), cuyos mi-
difusión y recepción. El movimiento propone un inter-
En España, quien primero ejerció este innovador
cambio de sentido y, por ende, de significado. Por ello,
tivo, y se identifican con el género que aquí tratamos.
la eclosión del encuentro no es estática, sino que trans-
alejan del poema en prosa, incluso del de corte narra-
grede las fronteras (nocionales y nacionales) del canon
Éstos, por su sobresaliente grado de narratividad, se
histórico. Ante el agotamiento de los modelos críticos
primera vez en el diario bonaerense La Tribuna en 1893.
dominantes, decía Julio Ortega no hace mucho que
Rica en 1892; o “El nacimiento de la col” aparecido por
“nos falta formular una historia cultural del coloquio,
rosa” publicado originalmente en El Heraldo de Costa
la interlocución y el diálogo” (2007, 17). Como es noto,
te a “En Chile”, en Azul…, 1888; “La resurrección de la
Ortega se refiere a un modelo de estudios transatlánticos que pongan en contacto realidades culturales a
con textos como “Naturaleza muerta” pertenecien-
ambos lados del océano, en un marco de literatura
tura de microrrelatos en lengua española considera que Rubén Darío inició la escri-
comparada donde las culturas africanas,
vestigadores de la minificción literaria
americanas, insulares caribeñas y europeas tengan relevancia.
y poemas, de 1917), la mayoría de in* Quienes piden un “café negro” pertenecen a la fraternidad de Pellicer: Hay azules que se caen de morados. No distinguen el ser de las cosas.
lo suyo en el sentido estricto de la palabra. Y si comento todo esto es
358
porque también he seguido la trayecto-
España. de 1936 en la Sierra de Urbasa en Navarra,
ria de Montalbetti a través de YouTube.
Usarbarrena, asesinado por Rojo el 7 de septiembre
Recomiendo su ponencia “3 ideas equivoca-
*In Memoriam de mi abuelo Balbino García de Albizu
das en el lenguaje” y, más recientemente, “Escribir contra el signo”, en una mesa de poesía promovida por la Universidad Iberoamericana en abril del 2014. Pero más allá de su elocuencia en el foro o en el aula, encontrar al poeta (al menos en este caso) es lo
198
más gratificante. Este libro es la reunión de ocho proyectos que abarcan publicaciones desde 1978 hasta el 2012. Al consultar ahora el índice, es evidente que he marcado numerosos títulos, lo cual significa que muchos textos me gustaron sobremanera. “Objeto y fin del poema” es uno de esos
tiembla junto a la pared caiga al fin de una santa vez.
textos.
con sus compañeros que ese diminuto escalador que
Entre una de mis manías como lector está la de
278
coleccionar versos cuyo tema principal son los versos
pertar convertido en buitre, esperando ansioso junto ensa el escalador‒ tan sólo un instante antes de desPronto sus huesos se mezclarán con todos ellos ‒pi-
Lámpara suiza
Cada mañana el señor oscuro se ocupa de la disección
279
del lenguaje sobre la gran mesa de madera de la cocina, bajo la potente luz de la lámpara suiza. Desnudo, peinado y perfumado, cubriendo gran parte de su nído con esto, lo firmo, y comulgo con ello.
veo cuerpo con el acostumbrado delantal azul ultra-
parte esperanza, parte verdad”. No sólo estoy de acuer-
mar, embutidas sus manos en guantes de látex has-
entendible que el lenguaje del vate sea “parte engaño,
ta la mitad de sus brazos, armado de cuchillos, cinta
y el poeta son el mismo, resulta genial y perfectamente
métrica y báscula, y teniendo muy cerca de su mano derecha la bandeja con el instrumental de disección:
medio de la noche) y la escritura. Una vez que el piloto
199
es un símil entre el aterrizaje forzoso de un avión (en
bisturí, pinzas, tijeras... da comienzo al diario ritual de
en el poema de Montalbetti. De hecho, todo el texto
la metamorfosis, abriendo en canal los párrafos y las
ma paradoja del oficio, es igual planteada (a su modo)
frases, deshuesando con extrema delicadeza, nombres,
mente siente”. Esta aparente contradicción, esta bellísi-
verbos y adjetivos, desangrando los profundos cauces
que llega a fingir que es dolor el dolor que real-
de su sentido hasta dejar los significados vacíos y
es un fingidor, finge tan completamente,
pálidos como paisaje de venas tras el paso de un
pre a Pessoa con aquello de que “el poeta
vampiro. Viene luego el tiempo del limado, limpiado y abrillantado de cada
sobre los gajes del oficio. Recuerdo siem-
359
es común este ejercicio de reflexión guaje. En la poesía contemporánea mismos, o el poeta en sí, o su len-
hubiesen sido más fácil de conquistar? Nervo y Velarde ¿Lupita o Paty no nombres de las musas imposibles para Damiana y Fuensanta fueron los * edición conjunta fue elaborada por
ciones que crece en la literatura de
Arturo del Villar en 1979 para la edi-
monólogo aquel vergel de micronarra-
torial barcelonesa Bruguera, que volvió a
tercambio, también refuta la solidez del
reeditar la obra en 1983.3 El libro Edad de
que dibujan el español como un foro abierto al in-
oro —también conocido como Historias de niños—,
los encuentros. Si bien ahora me ocupo de aquéllos
sin embargo, el que más nos interesa en esta ocasión,
En este sentido, la lengua describe el cuerpo de
precisamente por la conexión temática que mantiene
habitualmente enmudecido o afónico.
con Los niños tontos, dado que también aborda litera-
cualquier caso, se recupera un legado de un escenario
riamente la infancia. No obstante, existen otros textos
o el desplazamiento de un escritor a otra geografía. En
micronarrativos de Juan Ramón Jiménez que aunque no
Se puede estudiar la apertura de una obra en otro país
pertenecen a Edad de oro albergan, sin duda, una ín-
que este flujo se reconoce en un escenario polilógico.
tima relación con los microrrelatos de Matute. Sirvan
identidades, las hablas, las culturas, las narraciones,
de ejemplo: “La niña engañada”, de Cuentos largos, o
más allá de las fronteras. Son tantas las regiones, las
“El niño tonto” y “La arrulladora”, que se corresponden
den los encuentros escriturales, editoriales o lectores
respectivamente con los capítulos XVII y XLIV de Platero
queda relegada a un segundo plano cuando se atien-
y yo (según la edición de la Residencia de Estudiantes
siempre mantenida en el centro— de un estado-nación
de 1926). Este hecho es relevante, pues si bien es lógico
plia, al igual que sus conexiones. La idea totémica —y la cadena creadora, distribuidora y receptora es am-
39
119
3 Arturo del Villar desestimó estas dos ediciones por su gran número de erratas en beneficio de la edición de Seix Barral en 1994, que llevó por título Historias y cuentos.
vincular el desplazamiento y la integración, ya que Bajo este punto de vista, hay muchos modos de
Diana Jaramillo
fonema, con el mismo esmero y mesura con los que se maquilla a un muerto. Las palabras entonces, ya anodina masa inerme, linaje de la morgue, pueden ser troceadas al gusto, sus minúsculas partes se unen luego con otras desconocidas surgiendo así sonidos turbadores, extraños, que nadie entiende pero que engalanan a quien las pronuncia con una suerte de aureola de misterio y sabiduría.
200
DEVOLUCIÓN 360 curvas de su torbellino. pronostica ahogarme en las vertiginosas convertirse en tormenta tropical. Se Cristina dejó de ser suave viento para * pensar que Ana María Matute no co-
tamente asegura el valor cultural:
publicación póstuma Edad de oro y Cuen-
la el ancestral sentido de supervivencia;
nocía los microrrelatos de los libros de
por otra, pone en peligro lo que supues-
tos largos (sólo unos pocos aparecieron
enciclopedia de saberes sobre el mundo y estimu-
antes en publicaciones periódicas de la época), sí
plazamiento es un reto. Por una parte, renueva la
(Las dudas de Ana María Matute 62).
mento lingüístico expresa una realidad expulsada del
niño en la literatura española, porque antes no existe”
centro totémico. Tras haber bosquejado un diagrama
fancia nos quedó muy grabada. Por eso hemos traído el
conceptual, ahora mi exposición se centra en uno de los
[…]. Claro, fue un choque muy violento y nuestra in-
casos descritos: la producción minificcional más allá de
mos esta gran convulsión que fue la guerra de España
la frontera física (en específico, el exilio político) para
ahí, en que a los diez, a los doce, a los ocho años vivi-
atender la creación de vínculos positivos o frustrados. El
empezó a hablar del niño, y yo creo que el origen está
posible encuentro transforma diversos órdenes: espacio,
rra… Es una cosa bastante curiosa: toda mi generación
tiempo, voces expositivas, géneros. Éstas son las coor-
mi generación sí, porque éramos niños durante la gue-
denadas en las que esbozo la minificción de intersticio.
literatura española de la infancia. Por supuesto que en
Para no idealizar los términos, todo encuentro im-
“Yo creo que hasta Delibes no se empieza a ocupar la
plica tanto pérdida como ganancia. Del mismo modo
ro y yo. En 1969, nuestra autora afirmaba lo siguiente:
opera la metamorfosis en ellos: destruye y construye a
que tuvo que conocer los textos pertenecientes a Plate-
la vez. Comenta Georges Van Den Abbeele que el des-
Con respecto a la difusión que las vanguardias tu-
por nombrar algunos ejemplos. También en ellas, el fer-
40
120
los desplazados a Estados Unidos, Alemania o Suecia,
vieron en España, la minificción literaria en general y
121
41
el encuentro amarra una estructura de relaciones, así como el texto que lo refiere. Entonces, el desplazamiento (el viaje, la migración, el exilio) se convierte en una
4 Curiosamente, pese a que se trata más bien de un cuento breve que de un microrrelato, uno de los textos de Lorca recopilado por la editora Encarna Alonso Valero —en la antología Pez, astro y gafas. Prosa narrativa breve— se titula “La gallina. Cuento para niños tontos”, publicado originalmente en 1934 en el tercer número de la Revista Quincenal de Vitoria.
la pertenencia a un centro (oikos). En tal inmanencia,
categoría nocional desde el momento en que existe un corpus micronarrativo que plantea lo dejado atrás y ex-
Ernesto Giménez Caballero (1899-1988), Enrique Jardiel
pone el vínculo a lo encontrado luego.
Antonio Espina (1894-1972), José Bergamín (1897-1983),
Probablemente la narrativa minificcional de Max
ca de periódicos y revistas: Jorge Guillén (1893-1984),
Aub es epítome de ambas representaciones: el duelo
neos, sino también la enorme proliferación en la épo-
por la derrota y el estímulo por el descubrimiento. En
para su publicación no sólo sus propios libros miscelá-
un principio sus narraciones hablan de unos refugiados
varon la minificción y la micronarrativa, y aprovecharon
españoles desplazados a México que huyeron de la re-
aunque no con la misma sistematicidad, también culti-
presalia de Franco, el dictador. Son hombres especial-
Luis Buñuel (1900-1983); así como otros muchos que,
mente detenidos en el tiempo y sus costumbres, en es-
los más jóvenes, Federico García Lorca (1898-1936)4 o
pera del arribo del fin del exilio. Viven en el Distrito Fe-
mos de sus denominados caprichos y disparates; y entre
deral pero piensan en Madrid, viven en la década de
món Gómez de la Serna (1888-1963), con muchísi-
los cuarenta pero evocan el pasado perdido. Junto
1955), con su obra Evoluciones (1918); Ra-
a ello, Max Aub dialoga con la realidad
de autores como José Moreno Villa (1887-
allegada del asilo, va a su encuentro: la
cular, hay que señalar la importancia
ciudad, las costumbres, su historia,
el género del microrrelato en parti* Mientras camino escribo este twitter, prtrsd, perdón, he tropezado, qué decía, ah sí, que caminar es liberarse de las redes isjklryayaybsxgf
A Elein
Cada Día de Reyes, Dalila lo sabía
361
bien, debía devolver algo: su muñeca, los zapatos, los vestidos, los peluches, uno que otro mal rato, un pleito con sus vecinitos. Los primeros años fue difícil desprenderse de sus juguetes, de imágenes, de palabras, dejar ir algo los días seis de enero. Se iba vaciando de a poquito de las cosas inútiles que había acumulado en los primeros años de vida. Fue en los últimos dos años, ya tenía casi once, cuando pensó seriamente en devolverlos. Tendría que hacer una carta explicando los motivos, los cuales sobraban. El seis de enero los niños de todo el mundo, creyentes en los Reyes Magos claro está, podían regresar cualquier cosa. Esta tradición surgió del tiempo aquel en que los Reyes Magos desaparecieron la ansiedad de un Niño Rey recién nacido, cuando apartaron de su cuna los muñecos que le quitaban el sueño. Eso contaba la leyenda. En fin, que desde entonces se hacían lar-
281
Lilian Elphick Latorre (Santiago de Chile, 1959)
282
a su padre, de barba poblada y ojos dulces. Hace unos fraguado alrededor. Dalila lleva en la mano izquierda es el destino final. Toda clase de especulaciones se han Al fondo de las escaleras se desconoce qué hay, cuál mucho un dejo de desesperanza. que han devuelto no tienen expresión en su rostro, a lo escaleras y baja a otras por un elevador. Las personas cajas o papel celofán, que sube a las personas por unas y risas. Atrás hay un ejército de almas que empaca en mayor, recibe amigos, perros, gatos. También lágrimas hombres, mujeres; recibe nacimientos y muertes al por muy enojada, muy fastidiada recibe de todo: sueños, ción omnipresente. La mujer del aparador muy seria, de la fila en una singular bodega, una construcEl día indicado, Dalila se forma al final estar felices. días pensando en qué les estorbaba para
362
recuerdos. Los niños pasaban 365
Escritora, directora de talleres literarios desde 1990, editora del portal web Letras de Chile. Licenciada en Literatura y egresada de Magíster en Literatura Chilena e Hispanoamericana por la Universidad de Chile. Ha publicado La última canción de Maggie Alcázar (cuentos, 1990); El otro afuera (cuentos, 2002); Ojo Travieso (microrrelatos, 2007); Bellas de sangre contraria (microrrelatos, 2009) [Premio Mejores Obras Literarias Editadas, categoría cuento, del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. Santiago, Chile, octubre 2010]; Diálogo de tigres (microrrelatos, 2011), Confesiones de una chica de rojo (microrrelatos, 2013) y K (microrrelatos, 2014). Actualmente, prepara el libro de cuentos Praderas Amarillas. Su obra ha sido incluida en numerosas antologías de cuento y microrrelato, tanto en Chile como en el extranjero. Sus textos han sido traducidos al inglés, alemán, francés, italiano y húngaro. Mantiene el blog Ojo Travieso, desde 2006.
toda clase de artefactos vivos de gas filas año con año para devolver necesitan un nombre más comercial. lo saben, pero nadie les hace caso, y nos amansa. Los “peripatéticos” Caminar viene bien, aclara la mente * Poncela
años desde su edición princeps y más
(1901-1952),
José
María
Hinojosa (1904-1936) o Samuel Ros
hasta 1972, cuando habían pasado quince
(1904-1945).
brar un verdadero encuentro con España
Tras el final de la experiencia vanguar-
Por contra, este libro polilógico no pudo cele-
dista en España, definitivamente acabada en 1939
espacio, de tiempo, de voz y de género.
Matute, con Los niños tontos, reactiven en España la
las etapas del largo exilio que vivió el escritor. Junto a
menes ejemplares (1957),6 y especialmente Ana María
esto, la pluralidad de voces que confiesan el arrebato
trascendencia,5 para que Max Aub (1903-1972), con Crí-
o el acto nihilista convierte la obrita en ejemplo de he-
pese a alguna que otra excepción anterior de relativa
teroglosia. Por último, esta narrativa híbrida se puede
franquista, habrá que esperar hasta los años cincuenta,
relacionar con la nota roja periodística y con el teatro.
con la victoria en la Guerra Civil de parte del bando
Esto hace que el libro se sitúe entre varias realidades de de más de veinte años” (9) representan sólo tres de ecogidas en España, en Francia y en México, a través co. Recordará el lector que las famosas confesiones “[r] nacional y sólo existe en tanto que conjunto diaspóriCrímenes ejemplares (1957). Este libello supera la norma gal lo representa una obra pluri-local y dialógica como El alejamiento de un centro mono-local y mono-lote ésta, con su profusión de mexicanismos.
42
122
su crónica, el paisaje, el humor y el habla, especialmen-
5 Por ejemplo: Samuel Ros, con “Hallazgo”, procedente de Cuentas y cuentos. Antología, 1928-1941 (1942); o Tomás Borrás (1891-1976), con “La misión del héroe”, perteneciente a La cajita de asombros (1946), por él mismo denominados “cuentos gnómicos”, incluidos en Cuentacuentos (1948); “Final de un relato”, integrado en Algo de la espina y algo de la flor (1954). 6 A pesar de que Crímenes ejemplares se publicó en 1957, muchos de los microrrelatos que componían el libro aparecieron publicados inicialmente entre 1948 y 1950 en la sección titulada “Zarzuela” de la revista mexicana Sala de espera, fundada por el propio Max Aub.
123
43
los crímenes en Sala de espera (1948-9). Bueno es re-
decir, los que comenzaron a publicar sus microrrelatos
de veinte años desde que Aub comenzara a componer
mo y las vanguardias, y los microrrelatistas actuales, es
cordar este (des)encuentro vivencial e histórico como
entre los microrrelatistas modernos, los del Modernis-
consecuencia de un exilio, pues esta obra mexicana de
virtió así, con Los niños tontos, en el puente de unión
1957, defendida como “punto de partida en España de lo
al nuevo curso del microrrelato contemporáneo, se con-
que es el microrrelato” (Valls 126), llegó más tarde de
Ana María Matute fue, por tanto, quien dio inicio
lo generalmente dispuesto.1
denominado el exilio interior.
Como se va viendo, la minificción de intersticio (de
autora permanecía en España viviendo en lo que se ha
pérdida y de ganancia) representa un cuerpo poroso
encontraba exiliado en México, mientras que nuestra
entre dos realidades deícticas; es decir, se encuentra
tra literatura es, entre otras cosas, porque el primero se
equidistante a los centros totémicos de sentido: no está
María Matute es particularmente relevante para nuesafirmamos que frente al caso de Max Aub el de Ana
1 Aunque Crímenes ejemplares seguirá siendo un hito, resulta confuso hablar de esta obra como parteaguas en un momento en que no llegó. Sin embargo, El Zopilote y otros cuentos mexicanos (Edhasa, 1964), editada curiosamente en la colección El Puente, presenta micronarraciones con distribución española solvente. En ese mismo año salió en la revista Papeles de Son Armadans un popurrí comprimido con unos “Crímenes y epitafios mexicanos, y algo de suicidios y gastronomía” (1964). Ambas publicaciones vendrían a ser en realidad las primeras publicaciones de las minificiones maxaubianas en España.
ese nuevo género que llamamos microrrelato” (26). Si Aub (1957), debemos considerarlo pionero en España de niños tontos, y junto a los Crímenes ejemplares de Max podemos entender y valorar mejor que nunca Los tes formulaciones históricas y teóricas, reciente desarrollo, de las correspondiendicho Fernando Valls: “a la luz de su práctica del microrrelato. Como ha *
Cuando veo mis ojos en los tuyos, miro que mis ojos también reflejan a tus ojos que me ven mirar en tus ojos a mis ojos reflejando los tuyos días lo conoció, tras diez años en que únicamente abonó la esperma canonización; seré el Santo de los
para su nacimiento.
363
le al Papa para apurar los papeles de mi
Su madre la llevó a tomar un helado,
Yo seré el Elegido, mi Reina. Escríba-
le dijo que su padre quería conocerla. Da-
son blancas. El cielo no tiene nubes.
lila pensó que para qué, ya había pasado lo
niños juegan. El mar es color esmeralda y las arenas
peor: los cumpleaños esperando un regalo, las navi-
Varias gentes atizan el fuego. Cantan y bailan; los
dades, que Santa Claus se lo trajera, los cierres de curso
Bobadilla.
con festivales. Había crecido sin él, ya casi le venía su
de que la tierra es redonda, como la teta de Beatriz de
periodo, no lo necesitaba más.
homenajear, deso estoy seguro, así como seguro estoy
203
timidante. Lo más cerca que estuvo de ella fue en su
y los cuerpos. Y se ha saboreado la muy impía. Man-
cumpleaños número ocho, cuando no la obligó a comerse
corona de flores y nos ha palpado nuestros raídos trajes
el hígado. Sabía que no había querido que naciera, y que
Dios los echó al mundo. Tienen una reina que luce una
después del abandono de su padre, esa mujer que la ha-
Aquí, en La Española, todos van desnudos, así como
bía parido nunca volvió a ser feliz. De ella sólo recordaba
tomar posesión destas tierras de mucho maravillas.
la amargura, la envidia a las vecinas, la carencia de todo.
festada de ratas y preferí incendiar las otras naos para
Había tenido que madurar muy pronto para salvar a su
Finalmente llegué a las Indias. La Pinta zozobró inLa carta
283
Preclarísima Reina:
madre de dos intentos de suicidio, para cuidarla en las noches de sonambulismo, para prepararle sodas cuando
dó a sus súbditos a preparar las “parrillas”. Nos van a
En la mano derecha lleva a su madre, de mirada in-
124
plenamente ni en un aquí ni en un allí, ni en el ahora ni
44
en el pasado, ni en el tú ni el nosotros, ni en la realidad
7 Varias de las composiciones que luego incorporaría Ayala a El jardín de las delicias aparecieron con anterioridad en diversas publicaciones periódicas de la época y en la primera
ni en la ficción. En un artículo reciente, Francisca Notextos contenidos en El jardín de las delicias (1971);7
guerol (2014) aprehende una poética del intersticio en la
como Francisco Ayala (1906-2009), con algunos de los
producción de Andrés Neuman, autor que también te-
María Matute en la creación micronarrativa autores
matiza el desplazamiento y el encuentro. Para exponer el
el año 1975, continuaron el camino retomado por Ana
intersticio, la estudiosa habla de espacios sin arraigo, de
Entre la publicación de Los niños tontos en 1956 y
la duda, de la ambigüedad y del rechazo al dogmatismo,
letras españolas” (108).
como parte de un proyecto literario que revela lo oculto.2
“Los niños tontos marcará un impacto firmísimo en las
Esta tendencia la han expresado varios escritores
metedor futuro que el tiempo ha venido a confirmar:
desplazados de su oikos. Julio Cortázar hablaba de una
nuestra literatura” augura a la obra, además, un pro-
escritura intersticial (1968, 32), que más tarde la inscri-
una de las más atenazadoras y sintomáticas páginas de
bió entre los poros y las oquedades de su famosa teoría
publicado en España, desde doña Emilia Pardo Bazán. Y
de la esponja (1994).3
importante, en cualquier género, que una mujer haya El estudio de Noguerol, además de lucidez, aporta una interesante bibliografía sobre el pensar-entre. 3 La imagen de la esponja para Cortázar representa un cuerpo orgánico narrativo construido de puros intersticios. Cuando medita sobre su escritura confiesa “se presenta de una manera que podríamos llamar intersticial, que se des2
su momento Los niños tontos como: “el libro más casual que Camilo José Cela definiese en del cambio de régimen político. No es la muerte del dictador y el arranque con posterioridad a 1975, después de *
No lo llames océano, dile mar, acércalo a ti, a tres letras de distancia. Que la inmensidad te sea fácil, de una vocal entre dos consonantes tomaba un anís de más. Los dos adultos se miran entre ellos con curiosidad, no respingan,
364
no se quejan. Ninguno de los dos se atreve a preguntar adónde los llevó su pequeña hija. La señora del aparador les pide a los padres que pasen y se coloquen espalda con espalda. Lee con atención la carta de Dalila donde explica la devolución. Hay varias parejas allí atrás del mostrador, esperando su destino ahora que los han regresado. Hay un hombre y una mujer que parecen conocerse pero no
204
interactúan; uno que otro llora, grita, algunos sólo clavan la mirada en la nada. Nadie pregunta qué hacen allí tantas personas exhibiendo su deplorable humanidad. Dalila apresura a la señora a terminar el proceso.
no deste nuevo mundo.
La niña firma con una D y entrega con gesto adusto
Dios mío, me arruina, me despelleja y ardo en el infier-
un convenio. Los gendarmes parados siempre atrás de
aumenta, me quema, me inunda de dolor, me exalta,
la señora, le sonríen con naturalidad, al tiempo que se
dome, untándome con aceites y fragancias, y el calor
llevan a sus padres. Dalila les devuelve la sonrisa. Los
284
padres avanzan tímidos, como por inercia, bajan las
Mar Océana, entremedio de cánticos y risas, desnudánesta carta y me llevan del brazo, a mí, el Almirante de la Viajeros, mientras las parrillas arden y un perro devora
El pequeño inútil
Yo no sé si podré contar esta historia sin tartamudear o asfixiarme irremisiblemente en este espacio tan blanco. Quise ponerle un título atractivo y sólo logré monosílabos, interjecciones arcaicas, resoplidos de medianoche. Nací en un pueblo y me crié en otro. Me dediqué al robo. Fracasé. el próximo año, quizás ya no quiera más Días de Reyes.
bajar la tierra dura e ir con los otros a vender cebollas
No cree tener ya nada que le estorbe.
Para todos fui el pequeño inútil. Leía en vez de tra-
al mercado. Leía novelas, cuentos y diarios de vida. Leía
205
de alivio que suelta cuando sale del bodegón. Piensa en Dalila se regresa por el pasillo que había recorrido al
queño inútil.
entrar. Pasa junto a una fila de niños, cada uno trae co-
llegaba papá borracho y preguntaba dónde está el pe-
sas, personas, recuerdos que devolver. Dalila se despide
tras mamá cantaba Parlami d’amore, Mariú, o cuando
de nadie agitando su manita y conteniendo un suspiro
hasta enmudecer. Leía en la letrina bajo el sauce, mien-
última vez a su hijita que ya nos los observa.
Me mandaron a la ciudad a trabajar en un bufete
hacen imperceptibles. Voltean para ver por
de abogados. Era el de los mandados. No duré ni
tre la hilera de escalones automáticos. Se
una semana. Me echaron. Dormí en plazas que no recuerdo y las putas me da-
365
ban comida. La policía me corría y
vuelven a mirar y asienten. Se alejan entimiento, los padres de Dalila se guardianes, sin un ápice de senescaleras infinitas. Guiados por los
la vida bailando salsa. llorar sin estilo. Pero son los que sufren comiendo palomitas. Los critican por Conozco en el cine a gente que llora *
liza entre dos momentos o actos en el mecanismo binario típico de la razón humana a fin de permitirnos vislumbrar la posibilidad latente de una tercera frontera” (1994, 97-100).
Ignacio Aldecoa (1925-1969), con varias de las composiciones pertenecientes a Neutral corner (1962); o Antonio Fernández Molina (1927-2005), con muchas de las piezas integradas en Los cuatro
parte de la minificción de María Luisa Elío, híbrida
dedos (1968), En Cejunta y Gamud (1969), Dentro de
(Guillén 83). En este marco de intersticio se desarrolla
un embudo (1973) y Arando en la madera (1975). Un
en un mundo cambiante e inacabado como el moderno
caso aparte, por su vinculación con el franquismo, es
total del tiempo y del espacio perdidos, especialmente
el que representa Álvaro Cunqueiro (1911-1981), desta-
cido). Tras la distancia, resulta ilusoria la recuperación
cable también en el ámbito de la minificción gracias a
jamiento del propio oikos (casa, familia, mundo cono-
“Los siete cuentos de otoño”, que, pese al título, eran
destierro como el destiempo son consecuencias del ale-
seis microrrelatos incluidos en Flores del año mil y pico
de aspectos como el destierro y el destiempo. Tanto el
de ave (1968).
El carácter relacional del intersticio tiene cuidado
Ana María Matute perteneció a la llamada gene-
son narrativas del estar-entre (inter-stitium).
ración del medio siglo, generación del 50, generación
estar alejado de los centros monolíticos. En este sentido, un mural de literaturas que indaga en el sentimiento de
45
125
edición de sus Obras completas, 1969. Cabe mencionar también que ya en 1928 Ayala había publicado el microrrelato “Susana saliendo del baño”, concretamente en el segundo número de la revista vanguardista Gallo, fundada por Federico García Lorca. Este microrrelato volvió a ser publicado, con variantes, en El boxeador y un ángel (1929).
De la Colina, Monterroso, Golwarz, Di Benedetto, forman desrealizado. Estos autores, junto a otros ejemplos: Elío, sociado que conlleva el exilio” (177), como un escenario Fernando Aínsa ha meditado sobre el “espacio di-
Javier Vargas de Luna
me enviaba al calabozo. Al poco tiempo me soltaban. No servía ni siquiera para estar preso. Sobreviví en los rincones más oscuros, leyendo libros de lomos quemados o enciclopedias que florecieron como repollos con el agua de las inundaciones. Con el tiempo y cuando las canas ladraban a mis sienes, logré tener quinientos libros en buen estado, dos mil libros en mal estado, y una novelita picaresca
COETZEE Y AQUEL CIEGO EN BUENOS AIRES
206
donde el protagonista era yo mismo. Nunca me repuse al impacto de leer mi propia historia. Me deshice de los libros. Vagué de tierra en tierra y de mar en mar. Tuve amos que nunca me dieron comida y perros que no lamieron mi mano. Fui hipócrita,
bibliotecas ajenas
mezquino, cobarde. Hasta me cambié el nombre. Pero, seguí siendo el pequeño inútil. No he muerto. No moriré nunca. Soy sólo una ficción de la escritora que escribe esto para que tú lo leas y creas que se trata de ti, de tu vida, de tu obstinada manía de clausurar
366
puertas que no tienen cerraduras.
tijeran como a ella telas, la del lienzo y la pantalla no las llorando en el pasillo del cine. A las dos Mi mejor cuadro de Hopper: La mujer * de los niños de la guerra o, como
Es decir, que volver a Pamplona es irse de
la propia Matute la bautizó: genera-
Y ahora me doy cuenta de que regresar es irse.
ción de los niños asombrados, generación marcada estéticamente por una clara
comienzo de su novela:
predilección por el realismo y por el cultivo de la
Y termina por plantear la aporía del regreso desde el
to fantástico en convivencia con el modelo realista de
La autora pamplonica exiliada en México, comple-
sus personajes. Cuarto, por la introducción del elemen-
tamente desconocida para los estudios de la minific-
por la profundización en la dimensión introspectiva de
ción —por lo que sirva ésta como su presentación—,
del relato, que no es otra que contar historias. Tercero,
plantea micronarraciones de la duda y la orfandad
nación de lo narrativo y lo lírico sin perder la esencia
como unidades temáticas de agencia. Al igual que en
lizar el microrrelato. Segundo, por la adecuada combi-
su novela Tiempo de llorar (1988) y en el guion de la
aportación en el plano genérico, al recuperar y revita-
cinta En el balcón vacío (1962), la écriture courte de Elío
camente por seis aspectos: primero, por su innegable
se bate en la búsqueda de un encuentro con la infancia
apertura de nuevas vías de expresión literaria, bási-
perdida. Por ello expresa una puja entre los centros
que transgredieron tales tendencias y permitieron la
deícticos referenciales: no estar ni aquí ni allí, ni en el
novela. Sin embargo, Los niños tontos fue de esas obras
hoy ni en el ayer, ni en la infancia ni en la etapa adulta.
mas como la muerte y el paso del tiempo así como de
entre la vida extática y la estática, entre la ausencia y la
guaje de alto valor simbólico para el tratamiento de te-
reapropiación; en suma, entre la ganancia y la pérdida
creación literaria. Quinto, por la utilización de un len-
referidas para cada encuentro.
46
126
entre ficción y testimonio, entre el trauma y la espera,
127
47
Pamplona. Al fin voy a volver donde las cosas no están ya. He vivido en el mundo de mi propia cabeza, el verdadero mundo quizá, y contando poco con el mundo exterior.
Ana María Matute:
Ahora al fin me atrevo a regresar donde la gente ha muer-
algunas de las características que hemos señalado en
to. Por eso sé que regresar es irse, irme. (1988, 17)
co aquí dicho microrrelato en el que pueden observarse tas narrativas tampoco es la habitual” (26). Reproduz-
En este cuadro de inestabilidad, el desarraigo cuestiona
sino que la utilización de la lengua y de las herramien-
la relevancia del cronotopo presente y sitúa la identi-
mundo distinto del que presentaba el realismo social
dad en una instancia extraviada, anterior. De hecho, el
vivo’, para darse cuenta de que no sólo estamos en un
yo —lo que representa la propia voz— llega a plantearse
que escoger alguna de sus mejores piezas, como ‘El tio-
como una existencia ajena o discontinua. La meditación
una novedad absoluta en aquellos años. No hay más
sobre un ser y un estado perdidos aparece condensada
sido valorado de manera más entusiasta, pues supone
en los siguientes términos:
breves, como se recibió en su momento, debería haber Fernando Valls: “este libro de textos líricos narrativos
Ya no soy nada, ¿qué es eso de no ser nada? Sí, yo tam-
ción de unos acontecimientos injustos. De acuerdo con
bién me lo he preguntado. No soy nada. ¿Qué es ser
los relatos que van más allá de la mera descrip-
algo?, ¿qué es ser? Yo ya no estoy, ¿en dónde estoy
tica social en elementos estructurales de
ahora? Sólo estoy en no estar, sólo soy en
sexto, debido a que fundamenta la crí-
no ser. (1995, 13)
entre los personajes y la naturaleza. Y motivos literarios como la relación * Cuando lloran en los cines pienso en consolarlos pero me dirán que no es nada. Mienten: se aprovechan del momento triste para llorar su vida
Por desgracia, el vuelo aterrizó a la hora prometida… Frustrado por una puntualidad
367
que me impidió descender sobre Buenos
dos escritores.
Aires con algo de luz, a la mitad de la ma-
de jóvenes tísicos, pálidos y muy melancólicos, to-
drugada y muy ligero de equipaje —cansado
crecieron y crecieron hasta llegar a ser una multitud
y más que muy cansado— me dispuse a consumir lo
hacer la bola. Con ella se alimentaron mis larvas, que
que quedaba de noche en las salas de espera, merodear
rra, lo deposité en su lecho y comencé de inmediato a
los acentos de aquella hora en el Aeropuerto de Ezeiza
No alcanzó a sentir el golpe, lo juro. Escarbé la tie-
y escudriñar las dinámicas de un mundo que siempre
ver a un muchacho flaco y ojeroso.
207
literatura infinita. Sí, aquí las letras se hicieron ciudad
en el espejo, esperando la transformación. Buenos días,
universal, pienso, cavilo, voy de aquí para allá mientras
Es cierto que maté a Gregorio. Se miraba todo el día
otra vez observo lo que me rodea y me detengo y vuelvo
los. Hasta las ratitas caían en sus juegos de tenazas.
a parar lo oreja y en las primeras conversaciones que
transparentes. Silphidus era el encargado de engañar-
recojo trato de distinguir los arquetipos en las frases,
que paseaban cerca nuestro, alardeando de sus élitros
los usos, esos giros, sus inflexiones, los modismos. Hay
mificábamos los cadáveres de los otros, los inocentes
mucha gente en esta hora tan indecorosa porque las
más antigua del planeta. Ya en el año 1300 A.C., moNicrophorus vespillo
287
Soy como soy, señores del jurado. Mi familia es la
terminales aéreas son sitios donde los horarios no tienen vergüenza, y concluyo mi divagación de sonámbulo
Franz, decía frente a su imagen coleóptera, creyendo
ha llegado hasta mí en las calles y en las épocas de una
128
Esta negación del centro identitario también aparece en
48
la minificción de José De la Colina, otro exiliado como
años 40 pero se les continuó llamando así. una de sus caras que parecía un perro. Dejaron de circular en los céntimos acuñadas en 1870, las cuales aludían al extraño león de
María Luisa Elío, que llegó a México cuando era niño. Sin
En España se llamaban “perras gordas” a las monedas de 10
9
En España se conoce como “tiovivo” al carrusel.
8
embargo, el escritor hispanomexicano, en vez de desin-
rriendo al tiovivo, para comprar todas las vueltas.
tegrar la unidad por medio de la autoexclusión —como
pa brillaba tanto que el niño la cogió y se fue co-
Elío arriba—, la diluye por medio de una deriva de voces.
la mejor botella de cerveza que viera nunca. La cha-
El libro Portarrelatos (2007) funge de ejemplo de meta-
una chapa redonda de hojalata; la mejor chapa de
morfosis en cadena. En él se encuentran tanto la parodia
te”. Un día de lluvia, el niño encontró en el suelo
como la mise en abyme, dos estrategias compositivas
Sólo da vueltas y vueltas, y no lleva a ninguna par-
con las que desautomatiza la transmisión de los clási-
“Eso es una tontería que no lleva a ninguna parte.
cos, como en este “La metamorfosis, según Chuang Zu”:
gordas, cuando miraba con el rabillo del ojo, decía: tados en barras de oro. El niño que no tenía perras
Gregorio Samsa soñó que era un escarabajo y no sabía al
los caballos amarillos, encarnados y verdes, ensar-
despertar si era Gregorio Samsa que había soñado ser un
al blanco, ni a la noria, ni, sobre todo, al tiovivo de
escarabajo o un escarabajo que había soñado ser Gregorio
que no tenía perras gordas no quería mirar al tiro
Samsa. (24)
los bolsillos, buscando por el suelo. El niño merodeaba por la feria con las manos en
Aunque no es estrictamente necesario
El niño que no tenía perras gordas9
que en estas narraciones de la diáspora aparezca el tema motor del exilio
El tiovivo8 * Cuando voy al cine siempre salgo el último. Lo contemplo, por unos segundos, todo vacío. Es la misma tristeza que tiene una cama sin amantes
pidiendo un café sin ansiedad y sin azúcar para desperezarme un poco encontrar.
en la raíz del otoño más austral
368
que aún no conozco. De repente, entre
señor, en un cuaderno. Nunca lo podrá dónde está, entonces?, bramó. Escondido,
pasillos y corredores reconozco a Gardel,
respondí que sí, que su nombre era Gregorio. ¿Y
Gardel en los altavoces, Gardel y lo mejor
Me preguntó si tenía un hermano gemelo. Le
de su repertorio para que nadie olvide el orgullo abajo.
musical de la nación. Más tarde, entre las notas de sus
Josef Mengele movía el pulgar hacia arriba o hacia
tangos repetidos, charlaré con don Lorenzo que regresa-
Todos fuimos a los trenes de la muerte.
ba de España y había perdido su conexión a Mendoza,
Una mañana me arrestaron.
porque tras dieciséis años de trabajar en la construcción
208
Madrid ya no daba para más, y, claro, la llamada del te-
pósito alguno. Un kapo gritará su látigo en mi espalda. Mañana moveré piedras de aquí a allá, sin pro-
rruño, y, por supuesto, sus hermanos que lo esperaban
cesitan mantas para cobijar su horror.
con asado, como en los viejos tiempos.
Sé que Ana y Margot Frank tienen tifus y ya no ne-
Poco antes de las seis de la mañana, casi superada
pués de muerto.
aquella madrugada preliminar, abordé un colectivo: in-
Barracón número 5, Birkenau. Mi última patria des-
diqué mi destino, Avenida Entre Ríos, allá en el centro,
humo de los hornos.
si es tan amable, pagué con suelto el precio de mi tra-
mentos, cadáveres, llantos de hombres solos. Afuera, el
yecto y volví a solicitar ayuda para reconocer la para-
288
da, por favor. Gracias al conductor supe que había dos
Está oscuro. Oigo el chillido de los ratones. Hay excreK en tierra de nadie
129
49
evocaciones con las que De la Colina retoma la historia
infancia, operan como mecanismos destinados a poner
(especialmente en tan breve espacio), sí hay huella de
la brevedad, sino también el propio tratamiento de la
compartida y el trauma regenerado. En el microrrela-
de manipulación discursiva”, demuestra cómo no sólo
to “Marca La ferrolesa” (2004, 188), un español exilia-
tos de Ana María Matute: la brevedad como estrategia
do corre a su casa para celebrar con su familia por fin
Itzíar López Guil, en su trabajo titulado “Los niños ton-
la muerte de Franco. Sin embargo, al abrir una lata de sardinas gallegas —de Ferrol, como el dictador— sale un
volver a montar en aquel tiovivo.
Franco en miniatura que se adentra correteando por la
todo el mundo huyó, gritando. Y ningún niño quiso
casa y del que parece imposible desprenderse.
secó la tierra mojada, y el hombre levantó la lona,
Como se ve, las micronarrativas transfronterizas es-
el niño, que nunca estuvo tan alegre. Cuando el sol
tablecen un lugar para la memoria, en el que la fabulan.
él. “Qué hermoso es no ir a ninguna parte”, pensó
Esta veta se deja ver en Augusto Monterroso,4 Sergio
de la feria, y los tolditos, y la lluvia, se alejaron de
Golwarz, Otto-Raúl González,5 Fernando Aínsa y también
de, que nunca terminaba su vuelta, y los rostros nunca. Pero aquel tiovivo era tan grande, tan granpuso a dar gritos por entre la gente, como él no vio
4 El lector curioso puede examinar “El informe Endymion” (1991, 45-50) o “Llorar orillas del río Mapocho” (1983, 1521), entre otros. 5 El crítico Javier Perucho (2009) incluye a Sergio Golwarz, Otto-Raúl González y Alejandro Jodorosky como narradores de la diáspora a México, junto a los ya citados Max Aub, José De la Colina y Augusto Monterroso.
empezó a dar vueltas, vueltas, y la música se que tenía grandes alas. Y el tiovivo y quieto, subió en un caballo de oro, ba tapado con la lona, en silencio Y aunque llovía y el tiovivo esta*
Me da medio par de zapatos. No vendo medios pares. Véndame un solo zapato. Sí. Pero es lo mismo. No, los medios pares sufren al ser partidos horas de recorrido, más o menos, y en el amanecer de un sábado, tal vez sin muchos pasajeros, aspiré a
369
un descuento en el lapso, quizás quince o veinte minutos antes de las ocho estaría en la Plaza del Congreso de la Nación, cerca de mi hostal, en el corazón de Buenos Aires. A pesar de todo, el itinerario pasó casi a cuentagotas, con escalas y más avenidas, nuevos destinos, muchos abrigos, estudiantes de tarifa cambiada y la ebriedad de varios jóvenes cuyas canciones se hicieron curiosidad lingüística en el anonimato de mis ojos y también de mis oídos. Fue mejor así, introducirse en la parsimonia de Buenos Aires desde sus perímetros, presentir las difusas fronteras del distrito de la capital que, como cualquier otra gran ciudad latinoamericana, extiende los lindes urbanos mientras retrae sus imprecisiones rurales. Procuro no ver el reloj aunque ya deben ser más de las siete, y repaso las muchas caras, los ascensos y descensos
289
130
en Antonio Di Benedetto. Por motivos de espacio, ex-
50
todo aquello que el régimen de Franco atacaba u tos del medio siglo buscan ofrecer como verdad
pongo ahora sólo los microrrelatos del autor argentino.
de matices intermedios; porque […] los cuen-
Yendo un poco más allá de la atmósfera sombría y la
siglo, justifica a ojos del lector la ausencia en ellos
soledad del destierro, los Cuentos del exilio (1983) de An-
bipolaridad característica de los relatos del medio
tonio Di Benedetto proponen también transformaciones
siva que, al tiempo que favorece e intensifica esa
de intersticio en los tres órdenes fecundos ya citados:
[…] constituye una consciente estrategia discur-
espacio, tiempo y persona. La atmósfera de la bretona Rennes se diluye en un lugar “añoso [y] almendrusco”
los relatos
(91). También la guatemalteca Quetzaltenango se con-
lectivo” (335). Por otro lado, la reducida extensión de
vierte en “el lugar más perdido del Universo” (73) y una
bien por un grupo de niños que defiende un saber co-
morada imprecisa: “mi casa (mi cabaña, mi rancho)”
del momento, sostenido en el texto bien por adultos,
(73). Un caso de metamorfosis temporal lo propone
trapunto de aquella propia del discurso sociopolítico
“Volver”, relato que rompe la linealidad progresiva con
del niño sobre la realidad va a funcionar como con-
que se miden los días. Así, el absurdo del presente se
ra franquista. Así, por un lado: “la mirada individual
fragmenta para saltar al pasado y, de ahí, crear planos temporales paralelos. La voz del protagonista informa:
vivían los españoles en la época de la dictadu-
“Decido volver al lunes, pero el acto se ha suspendi-
líticas, económicas y sociales bajo las que y contradicciones de las condiciones po-
do. Tengo que volver al jueves, el día que
implícita o indirecta, las perversiones
hablé con Horacio. Pero al regresar ya no es jueves, sino viernes” (77).
de relieve, de manera más o menos * Es un “especialista en generalidades”, se decía de Alfonso Reyes. El que mucho abarca... Pero al que aprieta mucho se le van ciento volando.
del amanecer en Ciudad Evita antes de desembocar, si la memoria y el cansancio de aquella mañana
370
no se me escapan del todo, en San Jus-
tazor al mejor libro de narrativa año 2011. blicado, El Lugar del Otro, fue Premio Al-
to, Liniers y ¡Balvanera!, sí, la Balvanera
cuentos y tres de microficcion. Su último libro pu-
de aquella milonga, la de Jacinto Chiclana.
terión, ha publicado diez libros: dos novelas, cinco de
Después vinieron calles con sabor a novela de Ma-
Directora de los Talleres Ergo Sum y de la Editorial As-
rechal, los nombres históricos que recordaban a Macedonio Fernández y los portones y los almacenes y las confiterías y los bancos y las fachadas al estilo Cortázar en la Avenida Rivadavia, y así hasta doblar en Hipólito Yrigoyen que, no sé por qué, asocié de inmediato a la voz de Sábato antes de descender en Entre Ríos. Qué caótico y qué mágico es todo esto, los edificios de otro siglo y esas banderas nacionales que orlan con elegancia el camino hacia la Avenida 9 de Julio, apenas unas calles más allá. De inmediato reparo, porque el alma siempre reacciona a toda prisa ante los abandonos, en la desolación del Edificio de “El Molino”, a un
290
costado del Congreso de la Nación; la suciedad de los
(Melipilla, 1956)
Pía Barros
131
51
tiempo. Una tercera transfiguración se concentra en
justificar la trascendente posición ocupada por Ana
En este sentido, tematiza la desrealización del
que suficientes cualitativa y cuantitativamente para
el protagonista de “Bueno como el pan”. Un hombre
Los microrrelatos en Los niños tontos serían más
“que habita país de exilio” (85) considera que el destie-
(Hernández 308).
rro le ha moderado su carácter y que le ha acortado sus
se aleja de cualquier tipo de situación de carácter local”
desplantes y arrogancias. Siendo bueno como el pan,
to de vista objetivo: “una condición universalista, pues
este hombre de golpe
ponen Los niños tontos, la obra adquiere desde un punporales que afectan al conjunto de los relatos que com-
se está panificando. Se vuelve pan, se dora y se seca, se
pios como por la imprecisión de los datos espacio-tem-
resquebraja. Luego sopla un poco de viento y como el pan
Cabe decir que tanto por la ausencia de nombres pro-
se deshace, el aire carga con él y generosamente distribuye las migas a las palomas (87).
de microrrelatos. (344-345) gracias a la condensación propia de su condición
Por último, son varios los cruces de la ficción factual.
mundo que ofrecen queda hábilmente disimulada
El narrador homodiegético relata épocas, lugares y per-
la falta de matices intermedios en la visión del
sonas reconocibles con el devenir diario del exiliado,
cia de lo que ocurre en otros más extensos,
como también ocurre en otros textos diaspóricos.
gro frente a lo blanco. […] A diferen-
Stella Maris Colombo se hace eco de esto
oscuridad frente a la luz o de lo ne-
y destaca la “difuminación de las fron-
cer al lector de la validez de la
teras que demarcan zonas de lo real
ocultaba, tratando de conven* Sé un poco de todo. La gente suele saberlo todo sobre algo. Me cuelgan el sambenito de triste diletante. Es que ellos saben tanto de tantito
bronces, esos capiteles olvidados, tantos vitrales rotos, las galerías y el techo y los balcones y su estilo
371
art nouveau aún poseen la dignidad de las cosas que fueron pensadas para desafiar lo efímero, y aunque quizás no sea verdad que se buscó darle a la esquina una impresión de eternidad, lo único cierto desde mi llegada es que Buenos Aires es siempre la urgencia de explicaciones a la medida de sus sorpresas. Más tarde he decidido caminar otra vez por aquí mismo, en la Plaza de los dos
211
Congresos, y compruebo las arboledas, paseo por el horizonte de sus monumentos, miro veredas, adivino edi-
junto a otros en el fondo de sus ojos implacables.
ficios, allá hay un “tenedor libre” para comer cuanto se
que ella, la de piernas abiertas, fagocita. Ahora navegas
quiera, y por supuesto que no he dejado sin registro los
Bebes, te empequeñeces, bebes hasta ser ese diminuto
bares del otro lado de tantos y tantos autos, a un costa-
Se aúnan olores y mareas que arrasan todo a su paso.
do de la Biblioteca del Congreso, que sufrió un incendio
ti mismo, enmarañado en recuerdos de todas las otras.
y está cerrada sin fecha conocida en la remodelación.
diento. Aferrado a sus caderas, lames para perderte de
291
La vengadora
mis rutinas durante las semanas por venir, y está muy
Abre las piernas y te inclinas a beber de ella como un se-
Ya, ya estoy seguro de que esta será la intersección de
132
mutuamente inaccesibles, generadora de una atmósfe-
52
tre los microrrelatos de mayor lirismo y los poemas en los mismos, lo que los sitúa en la difusa frontera en-
ra de ambigüedad” (6). Dicha ambigüedad se plantea
sin desmerecer el carácter esencialmente narrativo de
sobre escenarios de fallido empoderamiento y expul-
la presencia en los textos de un importante tono lírico,
sión, por lo que entra a formar parte de la narrativa del
micronarrativa. En el primer caso porque es innegable
intersticio.
ellas que nos obligan a replantearnos los límites de la
El lector ya habrá advertido que la transforma-
chocolate” o “El niño dormido”; composiciones todas
ción por el desplazamiento es un proceso discontinuo,
eco”, “Las ortigas”, “Los murciélagos”, “El hombre del
abierto, en devenir. Al no estar en un cronotopo cer-
tes a El río (1963): “El pastor niño”, “Aquel fuego”, “El
tero, las narrativas de intersticio no disponen de con-
los enemigos” y “Asustar”, así como otros pertenecien-
clusiones férreas. Mayormente, la textura porosa pone
agrio de la envidia”, “Coger una naranja”, “El juego de
en duda la autoridad de lo establecido. En este senti-
del deseo”, “Crucifixión”, “Tenemos el agua”, “El juego
do, la poética del intersticio está cercana a un cuerpo
para los niños de los otros (1961), tales como “El juego
proteico (“amorfo” lo denomina Derrida) similar a la
1975, saldrían a la luz algunos textos del Libro de juegos
concepción platónica de la chora. Con este concepto,
aproximación, y sin entrar en la producción posterior a
se expresa lo heterogéneo, lo discontinuo, lo excéntrico; es decir, el conjunto de transformaciones sin
bría que hacer un estudio aparte—. En una primera
residencia fija.
fue más allá del año 1956 —sobre esta ha-
En conclusión, más allá de la dis-
además, su trayectoria micronarrativa
cordancia a la hora de aprehender la
crorrelato escrito en lengua española;
minificción (el qué), su estatuto
María Matute en la historia del mi* Fumar: La mejor manera de no tomar la vida con las dos manos al volante, de no coger nada completamente de saber que agarrarse bien no sirve
bien que así sea, porque a todos nos habita la necesidad de un pedazo de ciudad para sentirlo nuestro, un
372
trozo de código postal que acompañe el ejercicio de la primera vez que fuimos la memoria de un viaje. Antes de llegar a Puerto Madero y la Estación del Retiro, conforme uno se acerca a la Casa Rosada, se impone también una rápida visita a la Universidad de Buenos Aires, introducirse en la maravilla de su frontispicio de cantera y reconocer en su interior la atmósfera
212
militante de casi todas las escuelas de humanidades —
otra novela. Después, el mal agradecido se marcha a habitar en
estuve en la Facultad de Filosofía y Letras, en la calle
el cuchillo y lo guarda en su chaqueta.
de Reconquista o en la 25 de Mayo, no lo recuerdo muy
limpio aunque para nada discreto. El personaje limpia
bien—. Al volver sobre mis pasos, la Plaza de Mayo reco-
idida en busca de la garganta que cercena de un tajo
bró su trascendencia en mi memoria: se parece a lo que
bre robusto con el puñal en la mano y la mirada dec-
se informa en el exterior, sí, se acerca mucho al vigor que
las letras suben la escalera dibujando precisas al hom-
siempre le supuse a este grupo de madres, hijas, herma-
rigurosidad, ha descrito al asesino. Duerme mientras
nas, abuelas que tanto han caminado en los periódicos
292
y las pantallas de todos estos años. Mientras recibo la
Las letras se despegan del cuaderno donde el autor, con Derechos de autor
133
53
también adviene a partir del encuentro entre varios agentes culturales (el cuándo). El intercambio supone un movimiento que transgrede fronteras (nocionales y nacionales) y se abre al diálogo en la producción, difusión y recepción. Si bien queda pendiente por analizar la hondura de los estudios transatlánticos en la minificción, su importancia radica en el estímulo de creación de significados transfronterizos. Los desplazamientos así descritos presentan un escenario polilógico, en el que se pone de relieve una realidad
nos con ella.
identitaria fuera del centro. Varios escritores (Cortá-
universo narrativo para perdernos en él y reencontrar-
zar, Aínsa, Neuman) han expresado esta experiencia
rio, echaremos siempre de menos. Nos queda su infinito
escritural como un intersticio.
critora a la que, tanto en lo personal como en lo litera-
En el presente análisis, propongo considerar el in-
la producción micronarrativa de Ana María Matute, es-
tersticio para un conjunto de micronarraciones que flota
que escudriñarse estos y más asuntos relacionados con
entre los grandes centros deícticos de espacio, tiem-
más cortos. Será en otros estudios donde tendrán
po y persona (aquí/allí, hoy/ayer, tú/nosotros). La
los microrrelatos más largos y los cuentos
transformación de estos índices refleja
los textos los ubica en los márgenes entre
un movimiento excéntrico que pone en
segundo caso porque la extensión de
duda dichas realidades totémicas.
prosa de mayor narratividad. En un * Fumar es hacer nuestra nube de humo, diluir en su bruma nuestros contornos. Apagar el cigarrillo es volver a la falsa claridad de este mundo
inercia emocional de la marcha de cada semana, entre pancartas y pañoletas blancas sobre la cabeza,
373
entiendo por qué en los cuatro vértices de la Plaza de Mayo siempre es jueves, jueves a la misma hora de una tarde que no deja de anunciar la vigencia de épocas que tal vez nunca pasen por completo, ni aquí ni en el resto de América Latina. Sin embargo, en este momento no quiero pensar más, sólo sentir y presentir, confundir lo que ahora veo con lo que intuyo, caminar un poco detrás de
213
todas ellas y después abrirme a la transparencia del discurso que se pronuncia en un pequeño templete donde una mujer insiste en que el siglo xx de todos nosotros no será cancelado hasta desarraigarnos de la intransigencia, hasta disolver los reinos del pensamiento único que proscriben los sueños y, peor aún, que pretenden la extinción de nuestros soñadores. Y aunque se habla
No lo harás, dijo él, y acercó el cigarrillo a sus pechos.
293
Tatuaje 3
ción de la intolerancia, de la individualidad emergente
No voy a olvidarte jamás, dijo ella.
de otras cosas con el mismo acento —de la globaliza-
134
Una muestra de minificción en exilio de Aub, Elío, De
54 to Mejía Sánchez. México: fce, 1968. 354-363.
la Colina y Di Benedetto me ha servido para exponer
hombres del 98”. En Estudios sobre Rubén Darío, ed. Ernes-
dicha transformación referencial de los deícticos como
Watland, Charles D. “Los primeros encuentros entre Darío y los
expresión de un encuentro más allá de las fronteras.
microrrelatos”. Quimera noviembre 2002: 23-26. Valls, Fernando. “Los niños tontos, de Ana María Matute, como cuento 21, 1990: 28- 30. Valadés, Edmundo. “Ronda por el cuento brevísimo”. Puro ______. Los niños tontos. Barcelona: Destino, 1971. noviembre 1969: 62. Matute, Ana María. “Las dudas de Ana María Matute”. Destino
Obra citada
2008. 331-345.
Aínsa, Fernando. Del topos al logos. Propuestas de geopolítica.
Andres-Suárez y Antonio Rivas. Palencia: Menoscuarto,
Madrid y Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert.
La era de la brevedad. El microrrelato hispánico, eds. Irene
2006.
brevedad como estrategia de manipulación discursiva”. En
Aub, Max. Crímenes ejemplares. México: Juan Pablos, 1957.
López Guil, Itzíar. “Los niños tontos de Ana María Matute: la
______. Crímenes ejemplares. Ilustr: Ángel Jové. Barcelona:
Menoscuarto, 2006.
Editorial Lumen, 1972.
Lagmanovich, David. El microrrelato. Teoría e historia. Palencia:
______. “Crímenes y epitafios mexicanos, y algo de suicidios
ed. Salvador Montesa. Málaga: aedile, 2009. 297-312.
y gastronomía”. Papeles de Son Armadans CI (agosto de
Narrativas de la Posmodernidad. Del cuento al microrrelato,
1964): 194-212.
cincuenta. Una autora española: Ana María Matute”. En
______. El Zopilote y otros cuentos mexicanos. Barcelona/
Hernández, Darío. “El microrrelato en los años
Buenos Aires: Edhasa, 1964.
Papeles de Son Armadans julio 1957: 107-108.
Colombo, Stella Maris. “Cuentos del exilio, de An-
Cela, Camilo José. “Un breve librillo ejemplar”.
tonio di Benedetto: el silencio como protesta”. El Cuento en Red 11 (Primavera 2005): 1-10.
Obra citada
* Fumar es partirse. Una mano que toma la taza y resuelve crucigramas, y otra que sueña mejores tazas y resolver los más difíciles crucigramas desde lo numérico, de las formas de olvido promovidas por la cultura de lo inmediato—, a nadie le cabe
374
duda de que aquí la mayor conquista es la palabra misma, ese trebejo hecho de voz que aprovisiona el triunfo semanal sobre el silencio. En los días que han pasado desde mi llegada, por uno de esos azares provechosos que Buenos Aires promueve sin saberlo, mis excursiones al mercado negro del dólar, sobre la Calle Florida, han desarrollado la bue-
214
na costumbre de regresar por las librerías de Corrientes. He aprovechado cada ocasión para preguntar por títulos
donde no sea mitad extranjera.
de Coetzee, en especial Desgracia, esa novela —al pa-
trada del aeropuerto de Jamaica, soñando con un país
recer agotada— que me heredaron las conversaciones
escucha a Víctor Jara y emprende el trapeado de la en-
con Fernando, el responsable de un taller editorial sobre
mamá. Pone los auriculares disimulados bajo su pelo,
Hipólito Yrigoyen, cerca de la casa donde me hospedo.
cas, como las de papá, el dorso más claro que la de
Como de reojo, a través de las ventanillas de aquel co-
maletas. Su piel es oscura, la palma de las manos blan-
lectivo que me trajo desde el aeropuerto, recuerdo ha-
294
ber distinguido el establecimiento; y porque el lugar me
Las manos toman la mopa con la elegancia del que coge Aeropuerto
a Juan Crisóstomo Méndez, cecap.
Edificio Carolino. Fototeca Juan Crisóstomo Méndez, cecap.
Cortázar, Julio. “El estado actual de la narrativa hispanoameri-
135
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* Kyoto: la ciudad inversa adonde se va a vivir la gente de Tokyo cuando ha decidido cambiar el orden de sus sílabas y desordenar su vida toda pareció más que insólito, en algún mediodía de mis primeras andanzas me atreví a entrar, intrigado
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por el mundo de los libros que su letrero anunciaba. Sí, Fernando es una persona invidente y este taller editorial funciona, además, como biblioteca para ciegos. Risueño y muy amable, vestido de una pulcritud exagerada y con camisola de trabajo celeste abrochada hasta el cuello, cada palabra suya fue la raíz de una
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curiosidad inagotable sobre el arte de traducir un libro al sistema Braille. Poco a poco he descubierto los tra-
como ellas, las asesinas palabreras.
bajos de Sísifo que significa transformar la tinta de una
vuelven a emprender vuelo, nidos, historias de otras
página impresa en los relieves de la llamada “lecto-es-
abras. Cuando la última ha caído despeñada nido abajo,
critura”. Y esa fue, tal vez, la magia inicial que marcó
vacío con diferencia de una semana, ahogadas de pal-
el resto de nuestras conversaciones: entender que para
luelos hasta sofocarlos. Las tres crías se descuelgan al
un invidente el empeño físico de leer se concilia con la
cos. Con ellas, decoran el nido que cobijará a los pol-
295
Las otras armas
así en el mundo de los que ven —donde se insiste que
Anidan sosteniendo con fuerza las letras entre sus pi-
idea de escribir, y, aunque en cierto sentido también es
136
Monterroso, Augusto. La palabra mágica. México: Biblioteca Era, 1983. ______. Movimiento perpetuo. México: Biblioteca Era, 1991. Noguerol Jiménez, Francisca. “Los poros del sentido. Andrés Neuman: una poética del intersticio”. Andrés Neuman. Cuadernos de Narrativa. Eds. Irene Andres-Suárez y Antonio Rivas. Madrid: Arco Libros, 2014. 23-58. Ortega, Julio. “El sujeto del exilio”. Exilios y Residencias. Escrituras de España y América. Madrid: Iberoamericana, 2007.13-24. Perucho, Javier. Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México. México: Ficticia-UNAM, 2009. Rojo, Violeta. “La minificción atrapada en la red. La escritura mínima banalizada”. Voz y Escritura. Revista de Estudios Literarios 22 (enero-diciembre de 2014): 13-26. Valls, Fernando. Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español. Madrid: Páginas de espuma, 2008. Van Den Abbeele, Georges. Travel as Metaphor: From Montaigne to Rousseau. Minneapolis: U of Minnesota, 1992.
Francisca Noguerol
MÁSCARAS REVELADORAS
* La maga: se quita el sombrero y me lo muestra, hoy se lo ha comprado. No sabe que es mágico, que ha hecho aparecer su deslumbrante cabellera el lector es (co)artífice del libro que recorre—, lo que Fernando me dice cobra una significación concreta
376
al comprender que la lecto-escritura requiere del mismo esfuerzo humano para concretarse, es decir, que la dualidad de la tarea “leer-escribir” exige que nuestras manos se apliquen, en sentido estricto y sin metáforas de ninguna índole, a la singular aventura de tocar, palpar, acariciar la esencia de lo imaginado. De hecho, la literatura para el tacto es algo más que una clave Morse al servicio del
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invidente, mucho, muchísimo más que un código que
greñas canosas, deambulando por plazas vacías.
sustituye la experiencia visual de le lectura pues ella
Ellas se quedan para siempre en su papel de tristes, las
genera la inusitada experiencia de transitar por las pa-
compran corbatas, acuden a empleos y pagan créditos.
labras sin sortear ningún tipo de aduanas entre el papel
su tristeza. Dura años esa unión, hasta que los poetas
y el espíritu.
lluvia. A veces las encuentran y se dejan arrastrar por
Por la tarde recordó en voz alta la historia de Louis
das de los cafés, en la barra del bar, en los parques de
Braille, aquel siglo xix, el taller de su padre, la talabar-
escritores jóvenes. Las buscan en las mesas aparta-
tería, el accidente, la ceguera que produjo, la invención
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de la lecto-escritura y algo más… Me habló también
Las muchachas tristes son las más codiciadas por los Enrielados
Estaciones
La vieja escribe poemas sobre la nieve en los aman-
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eceres del invierno. Por las noches, las letras en hilera bajo la puerta, trepan por las escaleras y se le adhieren a la planta de los pies, en orden de escritura. Cada verano, la vieja los camina por las arenas de la playa. Si vas antes del sol y las mareas, leerlos hará que las palabras te reverberen largo tiempo adentro, antes de que sea tarde. No tiene callos.
título Braille de casi mil hojas dado que a cada línea en alcanzó las trescientas páginas, se ha convertido en un que Fernando lo mencionó—, cuya realidad en la tinta bro como Desgracia, de Coetzee —esa fue la primera vez doméstico de ejemplares. A manera de ejemplo, un lisimas excepciones, hace imposible el almacenamiento casi cuatro en el sistema Braille, lo cual, salvo contadícompleja debido a que una página en tinta equivale a imprimir en ambos costados del papel. La operación es
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muy especiales, y con equipos muy costosos, se puede en hojas acuñadas por una sola cara pues sólo en casos duce palabras, frases, párrafos que conforman un libro perforaciones por unidad gráfica cuya distribución proTodo está contenido allí, en ese máximo de seis mayúsculas y otras virgulillas ortográficas. el alfabeto, los signos de puntuación, las combinaciones posibles que constituyen
377
nombre y de las sesenta y cuatro mentales del sistema que lleva su del relieve de los seis puntos funda-
soy ese otro desde aquella vez que tú... -No lo sé. Yo mismo lo sabría, pero yo -¿En que yo qué? que tú… -No soy el mismo desde aquella vez en * -En todo lo que escribo oculto más de lo que revelo. -Eso crees. Transparencias Augusto Monterroso
El coordinador del presente número de Unidiversidad me ha pedido esbozar una presentación de Augusto Monterroso con motivo del congreso que la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla le dedicará en noviembre de este año. En principio, quiero felicitar a los organizadores por tan feliz idea, que devuelve a primer plano a un autor del que me enamoré hace ya veinticinco años, a quien dediqué íntegra y gozosamente cuatro años de mi vida en forma de investigación predoctoral y que — sólo Tito podía lograrlo— sigue siendo indispensable en mi mesilla de noche. Para cumplir con tal cometido, he titulado esta reflexión “Máscaras reveladoras”. En ella, pretendo imbricar biografía y creación monterroseana destacando los rasgos de su personalidad escondidos
57
Rogelio Guedea (Colima, 1974)
298
to tomé nota. Después, en el nuevo vaivén del diálogo, las cosas, las cosas cambian de forma”, y de inmediarigido a gente como yo: “Si cambiamos la forma de ver cubrí un mensaje en un escritorio aledaño, sin duda diAl día siguiente de nuestro primer encuentro desVíctor Hugo.
vías (Menoscuarto, 2010), Para/caídas (Ficticia, 2007),
cuatro volúmenes. En este momento, según he llegado
2012), Pasajero en tránsito (Arlequín, 2010), Cruce de
a saber, se realiza la nueva edición lecto-escrita de Los
el espejo retrovisor y otro cuentos portátiles (Lectorum,
miserables, y se proyecta que el texto supere ¡los 35 vo-
Viajes en casa (Ediciones del Ermitaño, 2012), La vida en
lúmenes! Y dado que la página en Braille también enve-
Jornada Semanal y autor de ocho libros de microrrelato:
jece a causa del desgaste del puntillado en cada lectura,
Letras Hispánicas. Es columnista en SinEmbargoMx y La
una de las tareas del taller es mantener la vigencia de
Académico y escritor. Abogado criminalista y doctor en
los clásicos, como es el caso de dicha reimpresión de videntes ha exigido fracturar la historia en tres o
Caída libre (Ediciones Colibrí, 2005), Del aire al aire
tarlo en un solo tomo, su versión para in-
(Thule Ediciones, 2004) y Al vuelo (Mantis Edito-
materialidad de un libro así impide edi-
res, 2003). Actualmente es jefe del De-
de siete palabras por renglón. Y como la
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lente a cinco, quizás seis, no más
partamento de Español de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda.
ta caracteres, es decir, el equivaformato legal le caben apenas treiny cerrar de los baúles ni vaciarla. Siempre soñará con el abrir vida, su dueño no puede guardar cosas El ataúd es una caja que ha perdido la * tras los escudos con los que le gustaba ocultarse. Así comprobaremos cómo, a lo largo de los nueve títulos que conformaron su excepcional trayectoria literaria, pasó de la ausencia voluntaria de cualquier atisbo autobiográfico a las cada vez más frecuentes revelaciones sobre su persona. Pocos autores han sido más conocidos y glosados que Tito a partir de anécdotas biográficas, las que in-
Margaret Stefanski
mediatamente han pasado a circular de boca en boca en cualquier tertulia literaria. Su misma esposa, la escritora Bárbara Jacobs, nos dio a conocer en los tardíos
LA MINIFICCIÓN Y EL ARTE URBANO: HACIA UN ENCUENTRO ENTRE GÉNEROS
noventa la cotidianidad de la pareja en su delicioso Vida con mi amigo. Por su parte, el escritor demostró siempre un enorme interés por los géneros “de la verdad”, fueran biografías, memorias o diarios. Pero todo ello corre paralelo a su deseo de esconderse, patente ya en las irónicas “Transparencias” con que he iniciado mi reflexión. Su deseo de callar y no escribir más de la
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cuenta se aliaron con la timidez y el humor para evitar
Jotquéis
Mi mujer me dice, desde la cocina: los niños van a de-
299
sayunar jotquéis, ¿qué vas a querer tú? Deberías cambiar aunque sea un día, y comer jotquéis. Tienen todos los nutrientes. Mira: y me enseña el interior del tazón donde revuelve harina, huevo, leche. Nunca quieres jotquéis, siempre huevo, frijoles, tu mentado chile verde, tu queso duro, seguro tus tortillas rancias ya. No sales de lo mismo. Cambia un poco. Mira: me acerco y vuelvo a ver el interior del tazón donde revuelve harina, huevo,
en vías de extinción, pues él sabe tan bien como yo visión editorial esté empecinada en alcanzar un mundo De improviso bromeamos ante la posibilidad de que su la informática ha facilitado muchas cosas en el taller. siempre llegan un poco tarde a cualquier modernidad, mi nombre mientras me informa que, aunque los ciegos diez clavijas, introduce una hoja en el carro y perfora a la mesa una máquina de escribir con un teclado de individuales, ¿no es cierto? Un poco más tarde ha traído
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ya es otra cosa: los libros siempre fueron experiencias
leche. Está bien, le digo, dame jotquéis, le doy la espal-
además, insiste en ese lugar común que desde su voz
da y vuelvo, convencido, a mi oficina. Diez segundos
un ciego antes de regresar al taller de Fernando quien,
después en la oficina, mi mujer: ¿de veras vas a que-
obra estará siempre de paso por las sensibles manos de
rer jotquéis? Sí. No te creo. De verdad que sí. Pues no
mismo, el último ejemplar de la edición. Cualquier
te creo, nunca quieres jotquéis. Ahora sí quiero jot-
ción es la primera en salir a la calle y, asi-
quéis. Pues no te creo, Guedea. Deja que termine
en tirajes de un solo libro. Cada publica-
con los niños y te hago tu mugroso huevo, ándale. Está bien, le digo, pero que cons-
mo, que son llevados a la lecto-escritura
379
pagan derechos de autor y, asimis-
te que esta vez sí quería jotquéis.
títulos reproducidos en Braille no Fernando me ha informado que los sufrirán de insomnio a la gacela, pero tú y el búho ya no otras justezas. Quizás no le darán garras El día en que vuelen las rosas sucederán * todo confesionalismo. Ya en “Expo-
entre la minificción y el arte urbano.
sición al ambiente” advierte contra
los paralelismos y la transgresión mutua
los ejercicios de striptease literario: “No
do en estas páginas se propone identificar
te muestres mucho ni permitas demasia-
del mundo contemporáneo, el estudio desarrolla-
das familiaridades: de tanto conocerte la gente
En un intento de interpretar la sensibilidad estética
termina por no saber quién eres” (La letra e 87). Del mismo modo, en “Te conozco, mascarita” descubre dos
Claes Oldenburg
elementos clave de su literatura: “El humor y la timidez
a bouquet from Latin America.
generalmente se dan juntos. Tú no eres una excepción.
graffiti trains slides in and brightens the place like
El humor es una máscara y la timidez otra. No dejes que
and gloomy, and all of the sudden one of those
te quiten las dos al mismo tiempo” (La palabra mágica
You’re standing in the station, everything is gray
51). Teniendo en cuenta estas dos advertencias, veamos cómo avanza el proceso de desvelamiento en sus libros.
A. J. Sequera
El conjunto de relatos Obras completas (y otros
la brevedad y la contundencia de un relámpago.
cuentos) (1959), primera publicación de Monterroso,
la vida de los seres que lo habitan, con la intensidad,
presenta escasas referencias autobiográficas. Aunque
universo y con este mismo trazo relatar un episodio de
el afán neurótico por contar la propia vida se adivina
minicuentos lo que hace es dibujar con un trazo su
en el argumento de “Uno de cada tres” y los proble-
trazos breves y precisos. De hecho, un escritor de
mas creativos y existenciales del escritor se reflejan en
59
139
“Vaca”, “Obras completas” y “Leopoldo (sus trabajos)”
dibujos:es la descripción de un universo mediante Un libro de minicuentos se asemeja a uno de
140
Lo fugaz e híbrido, lo sintético y sorpresivo, a menudo
60
que era un Águila”, “La Rana que quería ser una Rana son puestas en tela de juicio en “La Mosca que soñaba
lúdico, permiten trazar una asociación formal entre es-
ra (“Paréntesis”). Por su parte, las vidas no auténticas
tos dos modos de expresión artística. En el plano temá-
téticos de quienes dedican su existencia a la literatu-
tico, el juego con la tradición y el pasado, la resistencia
al silencio (“El zorro es más sabio”), o los destinos pa-
al sistema sociopolítico y la búsqueda del sentido de la
piensa en ese tema”), el que se aboca voluntariamente
vida, coinciden en un espacio o superficie previamente
sus críticos”), el escritor incapaz de crear (“El mono
ocupados por otros géneros, autores o personajes, dán-
mono que quiso ser escritor satírico”, “El Fabulista y
doles nuevas direcciones, desdibujando las fronteras
preocupan: la ausencia de libertad en la escritura (“El
entre lo culto y lo popular. Consideraremos autores ta-
go, incidirá con mayor frecuencia en los temas que le
les como Luisa Valenzuela (Argentina, 1938), Alejandro
rica y alejada de la mímesis como la fábula. Sin embar-
Rossi (Venezuela, 1932-México, 2009) y Marco Denevi
la máscara a través de una categoría textual tan alegó-
(Argentina, 1922-1998), cuyos minicuentos, cumplien-
En La Oveja negra y demás fábulas (1969) mantiene
do con los preceptos fundamentales posmodernos,
tiene alerta para no descubrirlas como propias.
constituyen la quintaesencia de la narrativa hiperbreve
comienza a dar cuenta de sus obsesiones, pero se man-
contemporánea. Su actitud transgresora frente a la autoridad y el sistema así como su carácter trasforma-
dan realidad y ficción en sus páginas. El escritor
tivo y paródico frente a la historia y la tradición,
lo al género cuento impide que se confunque Vila-Matas—, la adscripción del títu-
me permitieron establecer vínculos con el
Bartleby” tan bien retratado por Enri-
mundo del arte urbano, en particular con las intervenciones de dos artistas de
—recreaciones
del
“síndrome
de
* El día en que las rosas vuelen, también sucederán otras justicias. Recobrarán la vista el topo y el murciélago. Tú y yo por fin caminaremos. que la lectura a ojos abiertos está cambiando de signo con los libros electrónicos, y reímos, otra vez, él
380
en argentino y yo atragantado de sorpresas al verlo manipular una computadora oral, esa pantalla que habla, informa, explica y guía sus actividades diarias con un acento electrónico que, ironías aparte, también tiene el deje porteño. Al proceder a la revisión de los catálogos, Fernando me pone al día sobre algunos de los tres mil títulos del
220
acervo. Aquí domina la novela histórica, y sí que hay bastantes, quizás por culpa suya pues ya le he descubierto la afición por ese tipo de obras; después encuentro biografías, libros de arte, tratados científicos, casi nada de poesía, muy poco teatro, cuentos infantiles, textos sobre espiritualidad, religión, psicoanálisis, cocina, arquitectura, medicina, erotismo, y reímos, otra vez, cuánto reímos, él siempre con carcajadas de ar-
300
gentino y yo asombrado de su capacidad para traer a
a la cocina. Cuentos a mí, dice mi mujer, y vuelve, refunfuñando,
141
61
simon), una de las primeras mujeres en la escena del
perpetuo se abre con un divertido epígrafe atribuido
renombre internacional: Miss Van (Vanessa Alice Ben-
Así, el texto “Estatura y poesía” de Movimiento
arte grafiti; y Blu, artista de origen italiano cuyo verda-
cuentos]), se convertirá en tema recurrente de su obra.
dero nombre permanece oculto.
antecedente de “El centenario” (Obras completas [y otros
La asociación entre la minificción y el arte urbano
dado siempre con ironía y que cuenta con el temprano
parte del precepto de que cualquier manifestación ar-
bre su altura en “Estatura y poesía”. Este motivo, abor-
tística es producida en un determinado contexto: el de
vida en común”, y las referencias autodenigratorias so-
su época. Toda creación es percibida como expresión
en “Homenaje a Masoch”, “Bajo otros escombros” o “La
de nuevos valores y cambios de actitud hacia la rea-
cias biográficas como sus meditaciones sobre el desamor
lidad y hacia el concepto del papel que desempeñan
mejor sí”, a los que se añaden ahora textos de resonan-
el artista y su obra. Consecuentemente, se considera
mono”, “Ganar la calle”, “El poeta al aire libre” o “A lo
el arte no sólo en el contexto de la producción indi-
del escritor. Así ocurre en “Homo scriptor”, “Dejar de ser
vidual del artista, sino como producto de un período
ploración de temas recurrentes relacionados con la vida
específico. Es relevante para este trabajo la teoría for-
de la mosca, este volumen misceláneo continúa la ex-
mulada por Mario Praz, en Mnemosyne: The parallel be-
textos de corte autobiográfico. Marcado por el símbolo
tween literature and the visual arts, con base en la
marca un punto de inflexión en su camino hacia los
aproximación histórica. En este estudio sobre las
blemente el mejor libro de Monterroso,
diferentes muestras de arte a través de
Movimiento perpetuo (1972), proba-
siglos, se evidencia la concordancia es-
ser un ser humano”.
tética y estructural entre las artes y
auténtica” y “El Perro que deseaba * !A volar! Rosas !A volar! Pronto, que allí vienen las tijeras. No, rosas, no están volando, es que ya las cortaron, y las llevan al florero.
colación el Kama Sutra, porque no, de verdad que yo no lo he leído. de sus cofrades, se abrió paso entre
Poco después recordamos algo de
381
y sin mayores aspavientos, se despidió
Marguerite Duras y otro tanto de D. H.
dinero, que dinero sin hombre”. Luego,
Lawrence que de seguro también forman
izquierdo, respondió: “Yo más quiero hombre sin
parte de sus inventarios, y él, dale que va
cudiéndose un polvillo que le había caído en el ojo
con esa vena de atrevimientos que le mueve a citar
crédito, a lo que Temístocles, inteligentemente y sa-
pasajes enteros de La señorita de Tacna, de Vargas Llosa
con un hombre de bien pobre, o con un rico de poco
y —otra vez, juro que así fue— los fragmentos más ver-
tuviera elección o, al menos, posibilidad de consejo:
des de aquel profesor de letras que habita en la novela
locaría de mejor gana a una hija suya, en caso de que
221
a ciegas, esas que narran el gran tema de la invidencia,
joven que no le llenaba del todo el ojo, detuvo por el
él ya se ha corregido un poco mientras hablamos del
ocupado porque una hija suya estaba de novia de un
Lazarillo de Tormes, la Marianela de Galdós, ¿Hombres
guerra y, antes de irse, uno de ellos, que estaba pre-
de maíz?, no, creo que Asturias no está en el catálogo
do durante un buen rato sobre política y tácticas de
aunque aquí no podía faltar el Sobre héroes y tumbas
tierno y cielo despejado. Estuvo con ellos conversan-
de Sábato, y así hasta que llegamos al Ensayo sobre la
po de amigos, cerca de la plaza, una mañana de sol
ceguera de Saramago sin detenernos a filosofar en El
neral ateniense Temístocles fue detenido por un gruMagisterio de Temístocles
301
Un día, yendo de camino a su casa, el político y ge-
país de los ciegos de Wells ni, mucho menos, en La carta sobre los ciegos de Diderot.
hombro a Temístocles y le preguntó que con quién co-
Desgracia, de J.M. Coetzee. Y al preguntarle sobre obras
142
su época. ¿De qué manera entonces, el minicuento y el
62
o en alguna reunión encuentro a alguien menor de un te la poesía con la escasa estatura: “Cuando en la calle
arte urbano coinciden y contribuyen a la comprensión
(126). El narrador relaciona absurda y humorísticamen-
de las últimas décadas?
cia, a la pasajera felicidad de mis desolados amigos”
A fin de aclarar las pautas que sigue este trabajo,
sin ningún esfuerzo estoy contribuyendo, por deficien-
hay que definir y distinguir al grafiti y al arte urbano.
divierte y conforta, porque me da la sensación de que
Las diferencias se encuentran no sólo en la técnica y
de chanzas sobre mi exigua estatura, cosa que casi me
su producto final, sino también en la motivación de
mente alta” (125); “Con regularidad suelo ser víctima
sus autores, la función que desempeñan y el público
generalmente favorecidos por una estatura extremada-
que atienden. El consenso, de acuerdo a Lauro Zavala,
americanos, salvo molestas excepciones, no han sido
Hoyos-Salcedo y Téllez Silva, asume que el grafiti es un
vidia a los altos: “De todos es sabido que los centro-
fenómeno tipográfico urbano, extraliterario y trasgre-
elección de adjetivos y adverbios revela su burlona en-
sor que le sirve de desahogo emocional a su autor. A
senta. Desde pequeño fui pequeño” (125). La cuidadosa
menudo es un acto de vandalismo, una manifestación
bajito: “Sin empinarme, mido fácilmente un metro se-
de anti-arte, de destrucción como forma de creación. El
utiliza el humor para abordar su condición de hombre
único público que entiende a fondo el lenguaje de letras o tags son otros grafiteros. A diferencia del grafiti,
mera línea de la maestría con que Monterroso
el arte urbano traspasa la frontera entre la ilega-
(125). El ensayo da muestras desde la priles permite reconocerse a simple vista”
lidad y la legalidad, y triunfa en el mer-
nen una especie de sexto sentido que
cado del arte. El artista urbano es más conceptual y complejo, más maduro.
a Eduardo Torres: “Los enanos tie* La rosa nunca podrá reponerse que ella no vuele y en cambio vuele su gemela la mariposa. La misma zoología injusta que dio alas a las moscas
Un par de días más tarde, casi al final de nuestros encuentros, la plática se introdujo en los castillos
382
de Harry Potter debido a que el taller recién termina la impresión del segundo libro de la saga de J.K. Rowling. Más allá de cualquier dimensión crítica sobre la obra, lo que se busca es que un niño invidente tenga acceso a la actualidad de los imaginarios de su generación, y ello no sólo me parece comprensible, sino bárbaro —en el sentido más argentino de la expresión—. Y es entonces
222
que hablamos de los criterios para llevar un título al Braille, pues en Argentina, como en cualquier otro país, la lecto-escritura es, quizás, la última frontera que debe conquistar un texto antes de convertirse en canónico. Si un libro como el de Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe de Octavio Paz está en la lista de las próximas incorporaciones al catálogo, se debe a que en la otra ribera de su lectura hay una crítica que lo respalda.
302
Los alientos que pueden estimular la consagración final
la siguiente esquina. una multitud que se dirigía a un convite y se perdió en
143
63
que se repite no es un nombre ilegible, sino un motivo
más significativas de la crítica monterroseana: para
Sus obras invitan a la participación del viandante. Lo
esta línea” (61). Ésta será una de las características
o estilo gráfico reconocible. El arte urbano es más icó-
dad: “Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando
nico y simbólico, de fuerte tinte irónico, influido por
velista francés menoscabando su pasión por la breve-
un mensaje político-social o cultural. Sus piezas son
didad”, donde alaba la prodigiosa imaginación del no-
de contenido semántico como cualquier otra obra en la
y de nuevo Borges en “A escoger”, o Balzac en “Fecun-
historia del arte.
en “Beneficios y maleficios de Jorge Luis Borges”, Kafka
En las últimas décadas, una vertiente de esta ma-
velarnos a sus autores preferidos. Es el caso de Borges
nifestación artística urbana anónima, ilegal y persegui-
También en Movimiento perpetuo comienza a des-
da ha triunfado en el mercado del arte. Artistas como
no, la poesía no da saltos” (127).
Banksy, BD* Face, Blek le Rat, Shepard Fairey, Miss Van,
dos metros? Vean a Byron cojo y a Quevedo patizambo;
Os Gêmeos, Keith Haring y Jean Michel-Basquiat han
Pope y de Leopardi [...] ¿Cómo se entiende un poeta de
entrado a formar parte de la cultura institucionalizada:
aun contrahechos, como en los casos del mencionado
el cine, la moda y varias formas de marketing, pierden
a sus anchas, valga la paradoja, en cuerpos breves y
ellos así, quizá, ese carácter atrevido, libre de copyri-
hilo conductor: “Parece que la musa se encuentra más
ght, que les había dado el impulso inicial. Este arte
sustentándose en la paradoja de los tamaños como
callejero emergente, más abierto, llamado tam-
con un poeta” (126-127). El ensayo acaba
bién posgrafiti, lleva lo que se exhibía en
estoy casi seguro de que me he topado
las calles a los museos, a las galerías y a
Pope o a Alfonso Reyes, y presiento o
las ferias de arte contemporáneo de
metro sesenta, recuerdo a Torres, a * Vamos, rosas, traten de batir sus pétalos y tomar el vuelo. Cuando lo logren, no olviden que lejos de la tierra, uno se marchita más pronto.
de un libro en el sistema Braille son variados, como el éxito en las venimpactarnos contra ellos al intentar
tas, su celebración en tanto que
383
todo caso, nosotros mismo podríamos
bien simbólico de algún universo cultural
podrían embestirnos por alcance o, en
y, sobre todo, recibir un premio mayor.
de otra forma, los automóviles que vienen detrás
Incluso, ser objeto de una buena adaptación
demos mirar sólo el camino hacia adelante porque,
cinematográfica funciona como criterio de selec-
te, chocaríamos a la menor provocación. Tampoco po-
ción, tal es el caso de Quo vadis? de Sienkiewicz y, algo
descuidaríamos el camino por venir e, invariablemen-
un poco más cercano, la primera parte de El señor de los
plo: no podemos sólo mirar el espejo retrovisor porque
anillos de Tolkien, por citar sólo dos novelas que desde
no terminar, volcados, a la orilla del camino. Por ejem-
223
Aquella también fue la última vez que Fernando
hacia el futuro. La felicidad consiste, pensaba, en vivir
dijo algo de Desgracia, porque J.M. Coetzee reúne todo
conducir) un presente y va acercándose (al avanzar)
lo anterior: el éxito comercial estimulado por la entre-
jar uno va dejando (atrás) un pasado, va viviendo (al
ga del Nobel, las traducciones que generó dicho reco-
plica, con destino o sin destino, sino porque al via-
nocimiento y, entre varios elementos más que podrían
era conducir un tráiler. No sólo por el viaje que im-
mencionarse para el efecto, su posterior adaptación a la
mera de mis novelas, pero nunca reparé en que la vida
pantalla grande —prometo verla pronto, con John Malko-
tráiler. Había, incluso, utilizado el título para la priVivir es conducir un tráiler
303
No me había dado cuenta de que vivir es conducir un
vich en el estelar—. Así, el último salto hacia el canon, sinónimo de su arribo a una edición para invidentes,
cada momento en su justa dimensión, para entonces
la pantalla aseguraron su llegada a la lecto-escritura.
144
todo el mundo.1 La percepción del público hacia el arte
64
samiento al revelar sus mezquindades cotidianas. cho durante todo el siglo xx a grandes figuras del pen-
urbano ha dado un giro espectacular. La clave de ello
que, comenzando con la de Balzac, pusieron en entredi-
reside en el placer estético que produce una obra de
a Torres “en zapatillas”, a la manera de esas biografías
arte. Se comisionan murales para edificios públicos y
través de los testimonios de la primera parte conocemos
templos al tiempo que se solicitan también en espec-
tiva y al daño que la fama puede hacer a la literatura. A
táculos de ópera y cine. Son conceptos realizados por
escritor, a sus angustiosos periodos de esterilidad crea-
artistas donde la espontaneidad de la calle se combina
encierra meditaciones en torno a la difícil libertad del
con cierto compromiso con el entorno.
veinte años antes de ver la luz en forma de libro. El texto
La omnipresencia del grafiti en el mundo urbano
la figura de Torres, el erudito de provincias que nació
de hoy es paralela a las posibilidades de distribución
constantes preocupaciones de Monterroso a través de
digital del minicuento y su creciente popularidad. Los
la realidad, supone un juego narrativo que descubre las
dos, por un lado, participan de lleno en la democratiza-
de biografía novelada. Aunque no guarde relación con
ción del arte y del placer estético y, por otro, funcionan
en 1978, se incluye con pleno derecho en la categoría
como vías de expresión y libertad personal donde cada
do Torres), el cuarto volumen del escritor y publicado
ciudadano posee medios mínimos para crear, expresarse y difundir su obra. Un sinnúmero de concursos,
Lo demás es silencio (la vida y la obra de Eduarpatía de los lectores. humildad que enseguida concita la sim-
1 Entre otras, destacan Blu en Berlín; Swab en Barcelona; Poliniza en Valencia; Ciudad Emergente en Buenos Aires; y Mulafest en Madrid.
denigra a sí mismo, en un ejercicio de ensalzar a sus autores preferidos se * No vuelen, rosas, necesito de su polen en el aire, de ustedes en las mesas. No vuelen, rosas, las necesito a la hora de nuestra muerte, amén
era más que previsible, sin olvidar por ello la intensidad con que en el interior de sus páginas observamos
384
a una Sudáfrica dispuesta a recuperar los grandes signos de la era del post-apartheid. Sin acercarse jamás al discurso socio-
sabemos, no podemos evitar.
lógico, Coetzee ha desplegado aquí una gran tena-
vida que sufrir por adelantado todo aquello que, ya lo
cidad al imbricar los hechos históricos de su país en los
pensar en tal posibilidad, pues no hay cosa peor en la
automatismos de cada personaje. Asimismo, otro de los
podemos padecer un accidente, lo mejor es siempre no
elementos que participan de este viaje continuo entre lo
lante (nuestro futuro). Aunque a pesar de todo esto
compartido y lo privado es el tiempo presente de la na-
224
rración, el aquí y el ahora que el autor institucionaliza
mirar que no haya obstáculos en el camino hacia adelos hijos, nuestros propios recuerdos, si vamos solos) y
como fórmula de aprehensión de una historia que, por
dentro del coche (la música, la charla con el copiloto o
lo tanto, está sucediendo entre nosotros en el instante
retrovisor (nuestro pasado), disfrutar lo que sucede
mismo de nuestros verbos más cotidianos.
pensaba, en un equilibrio entre mirar por el espejo
Ahora bien, al transformar en ficción la violencia de
trellamos por delante. La felicidad consiste, entonces,
una época y al abordar la desesperanza de una edad que
del tiempo) porque o nos chocan por detrás o nos es-
cambiaba de piel, Coetzee no sólo le ofrece a la realidad
del coche y que parece un presente en vilo a mitad
sudafricana nuevos códigos para ensayar su apropiación
304
sino que, por añadidura, trasciende todas las fronteras
o los hijos, ese instante que va sucediéndose dentro disfrutar de la compañía (esa charla con el copiloto rebasar a otro automóvil. Mucho menos podemos sólo
145
65
Rompen el aislamiento y la soledad, buscan y consi-
mediana y constitución débil: hablaba poco, pero bien,
talleres y blogs dedicados a la minificción lo atestigua.
En cuanto a Watteau, comenta: “Watteau era de talla
guen hacerse ver y escuchar. No hay precio que pagar
todo el mundo puede ser visto con una sonrisa” (39).
o cobrar. El minicuento y el grafiti cumplen con la fun-
un testimonio de cómo, pase lo que pase, después de
ción del arte actual: comunicación sin límites espacia-
tor de los Ensayos de Elia, a través de los cuales dejó
les en un escenario de libertad.
que, si uno se fija, tienden siempre a juntarse; y el au-
La minificción corresponde en su contenido y forma
Lamb era un hombre bajito, tímido y sarcástico, cosas
al carácter heterogéneo, proteico y cínico de la circun-
en “La autobiografía de Charles Lamb” escribe: “Charles
dante realidad posmoderna. Manipula de forma desen-
dos puede ser aplicado exactamente a su persona. Así,
fadada y carnavalesca la tradición literaria y encuentra
carácter. Lo que señala respecto a sus autores preferi-
pleno desahogo en la paradoja, la ironía, el pastiche
dotas aparentemente triviales que condensan todo un
y la alegoría. Tanto el minicuento como el arte urba-
tran definidos a través de tres o cuatro detalles, anéc-
no, siendo manifestaciones artísticas nuevas en cons-
de nuevo, Jorge Luis Borges. Los escritores se encuen-
tante evolución y reinvención, poseen la capacidad de
Ángel Asturias, William Shakespeare, Charles Lamb o,
responder de forma inmediata. Cuestionan todo valor
pintos como Horacio Quiroga, Ernesto Cardenal, Miguel
artístico, moral, económico y social de generaciones
que admira. Es el caso de personajes tan vario-
pasadas y contemporáneas. Sobre todo, en la so-
tos misceláneos biografías de los autores
ciedad actual se demoniza el materialis-
ya no abandonará— de incluir en sus tex-
mo y se denuncian el consumismo, las
Monterroso inicia la costumbre —que
apariencias falsas, la agresividad y
Con La palabra mágica (1983) * Qué importa, rosas, que no vuelen, olvídenlo, que el mundo de por sí no es justo, siempre les da alas a los alacranes y espinas a las rosas.
imaginables: primero las barreras lingüísticas, más tarde las raciales, Debe hacerse despacio, masticando
después las socioculturales y, por
385
come. Esta frase fue sólo el principio.
si fuera poco, también las padecidas por
King y, de súbito, lo supe: leer como se
aquellos que buscan entender sus conte-
claro día. Estaba leyendo las memorias de Stephen
nidos del otro lado de los ojos abiertos. Y
dirección a la ventana, a través de la cual se veía el
aunque puede ser muy arriesgado, no por ello debe
noche que leía recostado en la cama, con el rostro en
dejar de decirse que el camino más eficaz hacia el canon
mismo agujero que yo lo estaba. Todo esto lo supe una
es y será siempre escribir como Coetzee; más allá de lo
voradores de libros. Ya sé que están atrapados en el
expuesto líneas arriba, lo que aquí debe entenderse es
aquellos que van por el mundo diciendo que son de-
225
mentar cualquier episodio desde la intimidad del barrio
hace algunos años y decidí, como quien dice, darle la
natal, concebir historias con el acento más primigenio
caen en mis manos: ¡qué despropósito! Lo comprendí
para que una hoja sudafricana, impresa en cualquier
supuesto, desde entonces dejé de devorar los libros que
sistema de signos, promueva sus peculiaridades me-
lizar la frase hecha: soy un devorador de libros. Y, por
diante las claves universales de un destino por fin al
en qué momento ni dónde. Desde entonces dejé de uti-
alcance de nuestras propias señas de identidad. En otras
adquirí cuando me iniciaba como lector, pero no sé ni
palabras, la novela de Coetzee es literatura que desde
libros. Rompí, un buen día, con ese hechizo. Sé que lo Leer y comer
305
Desde hace algunos años dejé de ser un devorador de
lo más local sabe alimentar nuestro paso por el mundo, seamos o no sudafricanos y seamos o no invidentes
vuelta a la tortilla. Es más: ahora me compadezco de
que se debe narrar y narrarse páginas adentro, argu-
146
la soledad que conlleva la civilización occidental. Esta
66
escrito los recuerdos de su vida, en los que no había kegaard —“Sí, es cierto, hay más de un hombre que ha
etapa de cuestionamiento desemboca en una profun-
vida”, que comienza con una ilustrativa cita de Kier-
da ansiedad del individuo ante la omnipresencia del
las memorias literarias en “Los escritores cuentan su
“sistema” que emerge de la creación verbal y visual de
obra. Especialmente significativa resulta su defensa de
la época posmoderna. Quizá la expresión más cruda
su profunda desconfianza hacia la supervivencia de su
de esta sensación angustiosa la resume bien Muelle,
propia suerte”, texto que abre el volumen y que refleja
el grafitero más representativo de la Movida madrileña
de su estancia en Chile, como en “Los libros tienen su
de los años 80: “Cuando pintas te sientes vivo, y por
de las dificultades de la traducción y de las miserias
un momento te olvidas de que eres masa. En esta ciu-
tanto en “Llorar orillas del río Mapocho”, donde habla
dad hay demasiada mierda y demasiada soledad […]
Los elementos autobiográficos se hacen presentes
de este modo le regalamos a la gente un poco de no-
ciones del autor de Movimiento perpetuo?
sotros mismos” (Suárez 135). Blu, por su parte, epito-
bio” (La letra e 146). ¿No serían éstas perfectas defini-
miza la dinámica entre el individuo y el sistema en las
defectos que el de la indiferencia y el de amar el cam-
intervenciones urbanas a gran escala. A menudo crea
amigos y con frecuencia consigo mismo. No tenía otros
imágenes de lo enorme, estático y fragmentario (una cabeza, una mano, un pie) en contraste con moni-
do, lo que producía a veces incomodidad entre sus
gotes despersonificados, sufridos, en un constante
abordársele se mostraba frío y embarazahabía vuelto un tanto melancólico, y al
movimiento de ansiedad y desesperación
meditaba. [...] El continuo trabajo lo
que se aglomeran en su entorno. Así es la intervención de Blu en la torre de
y así escribía. Casi todo el tiempo * No vuelen, rosas. Sigan así, penetradas de insectos, a la buena del viento. No vuelen, rosas, necesitamos su perla entre nuestros rastrojos.
hispanoparlantes. Al abrir el análisis de sus personajes nucleares, entramos a la
386
vida de un profesor de letras por la puerta de sus devaneos amorosos. Habitante de Ciudad del Cabo, el profesor David Lurie, dos veces divorciado y gran explicador de los románticos ingleses —son remarcables sus aproximaciones a Byron y Wordsworth—, llega hasta nosotros en la contradicción de una sensibilidad poética sobre la que no parecen hacer mella sus asiduos encuentros con
226
prostitutas. Con cincuenta y dos años en el cuerpo y en
la certeza de que en esto radica toda mi fortaleza.
la cúspide de su carrera académica, el inicio de la lectu-
al volver a casa, pian pianito, sin devorarlos nunca, con
ra potencia nuestro albedrío al asistir a la historia de un
tos más saludables, frescos de ser posible, y los engullo,
personaje subordinado siempre al juicio del lector. Sin
del mismo modo que en el supermercado: los produc-
embargo, perfilar su rostro moral no es sencillo, pues
Paulo Coelho. Desde entonces compro en las librerías
entre las exégesis de un poema y las cavilaciones sobre
lión en la granja de Orwell que las novelas completas de
sus apetitos y preferencias femeninas, Lurie es muy es-
una bolsa jumbo de papas fritas, esto es la breve Rebe-
curridizo y, para colmo de incertidumbres, habita una
306
ciudad cuyos principios de convivencia social se están
que cantidad, esto es una ramita de brócoli mejor que veces por bocado, sabiendo que es mejor comer calidad bien los alimentos, una y otra vez, treinta o cincuenta
147
67
(Lewisohn 128), en la cual varias figuras humanas mi-
do puede carecer de valor; sin embargo, escribiéndolo
agua en Comacchio, en la provincia de Ferrara, Italia
nen sus más diversas identidades: “Lo que ha queda-
nimizadas y amorfas, aferradas unas a otras sobre unas
de uno de sus textos más personales, donde se reú-
cabezas enormes, posponen la inevitable caída al vacío.
en el prefacio, Monterroso es consciente de que se trata
Algo similar aparece en Bolonia, Italia (Hundertmark
partir de detalles aparentemente triviales. Como señala
68-69) en un mural rectangular de enormes dimen-
que desvela los entresijos de la condición humana a
siones: aparecen imágenes de pies en marcha, enca-
siguiente al género di(et)ario, tan grato a un escritor
denados, heridos, cortados, sangrantes, mecanizados,
diversos asuntos entre 1983 y 1985. Se adapta por con-
proyectándose a lo infinito. El limitado uso de color, los
La letra e (1986) reúne sus reflexiones sobre los más
contornos negros de un esbozo, ponen más énfasis en
la cursiva es mía).
el contenido y la imaginación del autor. En las obras de
ver las máscaras que cada autor se pone y se quita” (101,
Blu aparece frecuentemente la dicotomía entre lo des-
tores de los malos. Por último, siempre es interesante
comunal, abrumador e inerte frente a la masa en una
solo la forma de contarlo diferencia a los buenos escri-
conmoción inútil. Las imágenes proyectan la relación
te y monótono. Todos pensamos y sentimos lo mismo:
entre el sistema y el individuo, inscrita de por sí en
con frases como la siguiente: “Vivir es común y corrien-
todo arte que se apropia del espacio urbano.
que él mismo califica de “vilipendiado y reacio”
En el plano literario “Este tipo es una mina”,
mágica 97)— y donde defiende un género
de Luisa Valenzuela, es una muestra de
beneficios para la eternidad” (La palabra
tal actitud: “No sabemos si fue causa de
ello estos recuerdos constituían sus
su corazón de oro, de su salud de
rastros de recuerdos, y a pesar de * El día en que vuelen las rosas, tú dirás que le han quitado su lugar a las mariposas, y te diré, amor, que lo mismo has hecho tú a las rosas
moviendo de lugar. Además, si acaso su acercamiento hacia el hecho entre nos- siempre me ha seducido
poético en un aula es deslumbran-
387
es escribir un buen libro, aunque –acá
te y conmovedor, es en dicho recinto
la convicción de que lo que más importa
donde inicia una relación prohibida, tal
y qué se le va a hacer. Yo, por lo pronto, sigo con
vez forzada, de seguro abusiva, con una de
guir convertirte en un best-seller. Así está el mundo
sus estudiantes. En este punto, es imposible ignorar
de tu libro a todos los bañistas. Todo esto para conse-
los guiños que Coetzee le hace a la figura del profesor
calzones por la orilla de la playa mostrando la portada
Humbert Humbert, en la Lolita de Vladimir Nabokov. De
tas reputados, ahora también tenías tú que modelar en
hecho, ambos autores han construido la humanidad de
prestigio, acompañado de reseñas escritas por reseñis-
227
diríase en lengua inglesa—, pues tanto Humbert Hum-
una, dos, diez mil veces, de ser posible. Luego ya no
bert como David Lurie son capaces de asistir al paraíso
de prestigio, sino además que tu libro fuera reseñado
de una idea filosófica y de descender a sus más lúbricas
buen libro –bien escrito, ¡por Dios!- en una editorial
tinieblas en el transcurso de una misma página.
rial de prestigio. Después ya no fue sólo publicar un
Más allá del contacto entre la antigua y la nueva
escribir un buen libro, sino publicarlo en una edito-
Sudáfrica personificado en esta relación “transgenera-
caras en una editorial desconocida. Luego fue no sólo
cional”, lo cierto es que ella se sitúa en las lindes tanto
no importa que no lo publicaras en vida o lo publiBest-seller
307
Antes se trataba nada más de escribir un buen libro,
de lo execrable como de lo heroico, y una vez más corresponde al lector decidir si es lícito sacrificarlo todo
bastó publicar un libro bien escrito en una editorial de
sus personajes con todas las de la ley —fair and square,
148
hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de pla-
68
un género”, que comienza con la frase: “Lo sé, el diario blicos” (59). Así lo reconoce también en “Negación para
ta. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno
en las reuniones, en las cenas formales; en los actos pú-
y lo está explotando. Como a todos nosotros.” (Obliga-
amigos, que son los que importan; en los restaurantes,
do 150). La ironía que contiene este minicuento pro-
do a escribir y a no escribir; de lo que detesto en mis
viene de un doble sentido que conllevan los términos
risitas de mis amigos, de mis enemigos (...); de mi mie-
descriptivos: por un lado, asociados en la imaginación
orgullo. Demasiada humildad. Demasiado temor a las
colectiva con el carácter y apariencia física; por otro,
diario (algo publicable). Demasiado pudor. Demasiado
con las materias primas codiciadas por el sistema. El
ahora he sido incapaz de hacer de esto un verdadero
cuento provoca reflexión, pero no contesta preguntas
cen patentes en “Problemas de comunicación”: “Hasta
ni concluye nada. La tensión entre el individuo y su
Las dudas sobre su capacidad para el género se ha-
circunstancia aumenta la sensación de angustia cuando
página o del otro” (7).
éste se enfrenta al sistema y a la autoridad en general.
ellos, que me ven y a la vez son yo, de este lado de la
Augusto Monterroso, con su ya célebre minicuento de
entre autores y gente sencilla de carne y hueso. Yo soy
“La oveja negra”, junto con otros autores —como Barba-
simples, de los animales y hasta de algunas personas,
ra Jacobs en “Un justo acuerdo” y Luis Britto García en “La naparanoia”—, expresa una protesta individual
el amargado; pero también el amigo de las cosas
y, a la vez, una constatación de que no se pue-
so, el tímido, el vengativo, el vanidoso y había preferido desconocer: el envidio-
de cambiar nada, lo que representa has-
mí mismo que quizá conocía pero que
ta cierto punto una resignación ante los hechos. El humor desempeña aquí
me encontré con diversas partes de * Siempre estaremos inconformes porque las rosas no vuelan. En un mundo más justo, habría parvadas de rosas atravesando el cielo. Adiós, rosas
en aras de un último instante de “fuego verdadero”, o si debe imponerse orden en lo leído, condenar
388
impertérritos el error y, quizás, cerrar el libro. La tarea, insisto, no es sencilla, pues aquí ambas opciones son válidas y ambas se disuelven el día en que las víctimas y los victimarios reemplazan su condición por la de jueces y criminales, y viceversa. En este sentido, mientras el profesor Lurie admite sus culpas, no es del todo absurdo sostener su razón cuando denuncia que la realidad
228
académica, como cualquier otra corporación humana, ha construido sus propios sistemas de hipocresía para protegerse de algo que sucede tan a menudo y que él acepta sin atenuantes. Tal vez su edad, sus pulsaciones, sus fobias o sus instintos no admiten argumentos de utilería, pues negar la intensidad de lo sucedido con su estudiante significa ignorar ese último fogonazo de pasión que lo ha devuelto al mundo de los vivos. Estamos,
308
sin duda, ante la exposición de un heroísmo invertido
las calles de mi barrio. Encuerado. mis ejemplares y luego salir corriendo con él por todas la idea de apretar contra mi pecho el más reciente de
149
69
pregnado de ternura y de una profunda comprensión
el escritor que corrige (que debe ser bueno). A veces
una función fundamental, pero es un humor negro im-
es dos: el escritor que escribe (que puede ser malo) y
del ser humano: opera como recurso para comprimir el
tente. En “Dualidades” refleja su ideal literario: “Uno
texto y es además la clave del significado de los relatos,
La defensa del silencio se hace cada vez más pa-
la llave maestra hacia la plena adquisición de sentido.
por dicha en beneficio de la literatura y del lector” (194).
Como herramienta de reflexión, el humor es un arma de
vertir aquellos en dos líneas o en ninguna, será siempre
crítica contra la sociedad, refleja la crisis de identidad
ligentemente otra; y de esta otra, otra más, hasta con-
del ser humano y protesta contra los males contempo-
reducirlos a ésta me fue fácil; y si de esta se hace inte-
ráneos, acerca el microrrelato al arte del grafiti como
“Como mis libros son ya antologías de cuanto he escrito,
forma de reivindicación.
abajo” (192)—, transcrito dos páginas más adelante:
Una vertiente estética diferente la observamos en
personal] un prólogo autodenigratorio que copiaré más
la interacción entre la tradición y el pasado. El estatuto
acuerdo con mi antigua manía le puse [a la Antología
posmoderno es paradójico, ambiguo y ambivalente, re-
de menospreciar el propio trabajo —“Por cierto, que de
flejo de una doble codificación, pues supone tanto una
masoquistas” (154). Asimismo, descubre su costumbre
contestación como una complicidad, una crítica como
nocimiento abierto de los propios defectos como ideales
un homenaje a la tradición. El arte urbano cuenta
comportamiento: “La burla de uno mismo, el reco-
con la participación de los espectadores y su cono-
ción”, donde se impone un duro código de
cimiento de la cultura popular, es decir,
para criticarse. Es el caso de “Autoflagela-
cuenta con nuestra habilidad de decodi-
Aprovecha bastantes momentos
ficar lo que vemos. Decodificamos
de viaje no es mi fuerte” (160). * Si la rosa volara, qué triste: la regalaríamos en una jaula, o atada a una piedra, y lloraría en la casa de las novias su cárcel de floreros
que, de nueva cuenta, nos exige decidir sin ambages y sin cortapisas. Y mientras rebasamos el capítulo
389
de su expulsión de la vida académica, una sola cosa es segura: Desgracia es un texto diseñado para que nadie salga ileso, es un espejo de reacciones que hace de lo denigrante un espacio de cultivo para una nueva forma de transparencia y que busca proponernos lo aborrecible como punto de partida hacia una Sudáfrica más lúcida, más personal y mucho menos anclada en los absolutos axiológicos. Refugiado en el ritual de una visita a la casa de campo donde vive su hija, sin necesidad de grandes reflexiones descubrimos también el tópico que opone lo urbano a lo rural. Habitante de antiguas comunas y heredera de falansterios abandonados, Lucy es, además, homosexual, y es allí, en el cuerpo de esa hija que se pretendió ajeno a toda presencia masculina, donde la Sudáfrica de Coetzee concentra sus odios más
309
150
imágenes que demuestran una vez más nuestra obse-
70
desaparecer. me vuelvo a animar. En ese momento quisiera estar lejos,
sión con lo visual, un elemento inevitable de la vida
derecho?—, la duda me persigue durante días, mientras
contemporánea. El arte urbano crea un mundo nuevo,
Si afirmo algo, o lo niego —¿quién me ha dado ese
inesperado, pero al mismo tiempo reconocible. Laura
alcanzo a detectar ni a mi alrededor ni en los libros [...].
Pollastri anota que “[S]u linaje podría trazarse en torno
parecer. Ven más, son más listos, perciben cosas que yo no
a un conjunto de filiaciones que se remonten hasta las
tes, son mejores escritores que yo, por malos que puedan
inscripciones en la tumbas en la Antigüedad, a la escri-
cuantos escriben hoy, o se han adelantado a escribir an-
tura lapidaria de la que el microrrelato podría ser nieto,
mundo me queda grande, el mundo de la literatura; y
y desembocar en el grafiti contemporáneo, un primo
No hay otra: tengo un sentimiento de inferioridad. El
hermano callejero” (11). El arte urbano apela a las masas, indiscriminadamente, que reconocen fenómenos
gala de sus inseguridades personales en “El escritor”:
pertenecientes a una cultura popular y accesible, a
cribir” (10) o “Eduardo Torres” (11). Por otra parte, hace
menudo popularizados en los medios de comunicación.
pleta en las inteligentes meditaciones de “Dejar de es-
Tiene un carácter efímero: aparece una noche para des-
máxima “Anula una línea cada día” (46), y que se com-
aparecer algún día destruido por las autoridades, por otros grafiteros o simplemente por el tiempo. Por su
divertida “Nulla dies sine linea”, constituida por la
parte, el minicuento es intertextual, pero cuenta
reflexión se encuentra muy cercana de la que tacha sin siquiera corregir” (46). La
con la participación de un lector más so-
jor todavía ser tres, si el tercero es el
fisticado, capaz de percibir las alusiones, los sobrentendidos y símbolos que
de los dos no se hace uno. Y es me* Las Rosas con alas no existen aunque se las merecen. Sólo vuelan cuando los enamorados las deshojan en el aire, vuelan mucho, poquito, nada.
históricos. En el instante álgido y sombrío de una triple violación se inicia una Desgracia distinta que
390
nos invita a ser aún más esenciales en los juicios venideros. No, los violadores no sólo han sido tres hombres de raza negra sino toda Sudáfrica, nos dice Lucy en un acto supremo de conciencia y de generosidad hacia su época, esa misma época que ha condenado a su padre por delitos paralelos. Ella es, quizás, el único espíritu histórico del texto, la única capaz de ejercitarse en la compren-
230
sión hacia los tiempos que la preceden y aun hacia los que vendrán más tarde. Incluso, Lucy cuenta con esa
Cuentista, ensayista, novelista y guionista venezolano, estudió Ingeniería Forestal en la Universidad de Mérida donde fue profesor de Letras y Medios Audiovisuales. Algunos de sus minicuentos, como “Tatuaje” o “Álbum de familia”, han sido considerados obras maestras del género. Algunos de sus libros de cuentos son La Muerte Viaja a Caballo (1974), Volveré con mis Perros (1975), El Agresor Cotidiano (1978), La Línea de la Vida (1988), Cabeza de cabra y otros relatos (1993), El combate (1995) y El corazón ajeno (2000). Ha sido galardonado en su país con el Primer Premio de Cuentos de El Nacional, de Caracas; el Narrativa Breve del ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana); el Narrativa del CONAC (Consejo Nacional de la Cultura); el “Miguel Otero Silva” de la Editorial Planeta; así como el “Francisco Herrera Luque” de la Editorial Grijalbo-Mondadori.
forma de inteligencia y bondad naturales que le permite aceptar al hijo engendrado, ese nuevo ser al que —según sus propias palabras— aprenderá a querer para que los ciclos sudafricanos comiencen desde hoy a pasar de otra manera. Perdonar la historia del tiempo sudafricano, perdonarla allí mismo, perdonarla en el cuerpo de una
310
mujer blanca que nunca quiso ser entre los hombres,
(Las Mesitas, 1947)
Ednodio Quintero
151
71
cidental. El pastiche, la sátira, la parodia o la alegoría
opinando sobre Franz y su vida y su obra, después de,
lleva acumulado el bagaje intelectual de la cultura oc-
de conferencias de la librería Gandhi [...] me vi finalmente
desvían las direcciones, cambian e invierten su carácter
Yo mismo me sobresalté la otra tarde cuando en la sala
original o sus intenciones. Esta estrategia narrativa se basa en el uso de un
observa en “Kafka”, el texto que abre el volumen:
cuadro genérico, y en el caso que quisiéramos tratar,
siado respeto como para pontificar sobre ella. Así se
el de un cuento de hadas. Veamos en este contexto el
cia de un autor que abordaba la literatura con dema-
cuento de “La bella durmiente del bosque y el prínci-
formular cualquier juicio de valor revelan la inteligen-
pe”, de Marco Denevi:
miedo a hablar en público, a impartir conferencias, a angustiosa desde las primeras páginas del dietario. Su
La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duer-
El problema de la timidez es tratado como constante
me. Está esperando al Príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño todavía más profundo.
es mía)
Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe. Sabe que
do por encontrar en cuanto digo o escribo. (160, la cursiva
ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga
de la comunicación que los críticos alaban y han termina-
los ojos bien abiertos. (citado en Epple 157)
una virtud se convierte en ese vicio mental, ese virus en la ironía, y lo que estaba a punto de ser
El uso de elementos preexistentes o co-
mada por modestia, caigo con frecuencia
nocimientos previos del lector, en este
que a lo largo de mi vida ha sido to-
caso, los personajes arquetípicos de
Para ocultar esta inseguridad
* Si volaran las rosas, el tucán y el colibrí y algunas aves de ornato perderían el sentido único de la vida, quizá se dejarían caer al vuelo. tal es la dimensión de la propuesta que nos hace Coetzee. los brazos, se dobló sobre sí mismo
Sin duda, este autor entretiene
391
el jinete, con el pecho agujereado, abrió
muchísimo al elaborar, en los escenarios
to, disparó. El caballo se paró en seco, y
de la imaginación, las angustias por el fu-
que había aguardado desde siempre este momen-
turo de su país. En efecto, Coetzee ameniza
cruzaron la línea imaginaria del patio. Y el abuelo,
la rabia, distrae y acosa, agrada mientras nos aplica
da en el corazón de piedra del verdugo. Bestia y jinete
los mejores golpes bajos de una certidumbre que tal vez
detrás de la ventana, aprontó el arma y clavó la mira-
nunca quisimos poseer: saber que en mayor o menor
rador, reconoció la silueta del enemigo. Se atrincheró
medida todos fallamos en la construcción de una visión
frenético y casi ciego galopar. El abuelo, desde su mi-
231
ello significa comprender que Sudáfrica no ha vivido las
A horcajadas en un caballo negro, por el estre-
últimas transformaciones dispuesta a recuperar sus an-
escopeta.
tesalas y, peor aún, que ha decidido ignorar los pasados
adivinaba, sin embargo, cierta resignación, descolgó la
que siguen pasando en las cicatrices de sus rutinas. Di-
y entró a la sala. Y con un gesto firme, en el que se
ríase mejor que la libertad y la igualdad decretadas tras
hizo recordar su propia muerte. Se levantó con calma
el final del apartheid fueron refutadas por la realidad,
y alada volando en dirección al sol. Aquel presagio le
esa misma realidad en la que nunca cobran institución
el abuelo creyó ver una extraña figura, oscura, frágil La muerte viaja a caballo
311
Al atardecer, sentado en la silla de cuero de becerro,
los principios promulgados desde la mala memoria. De hecho, con gran perplejidad los personajes del libro nos
cho camino paralelo al río, avanzaba la muerte en un
trans-histórica de la vida. En el contexto de Desgracia,
152
la Bella Durmiente y el Príncipe, la trama básica del
72
función social del libro. exilio. Almuerzo con Roberto. Tarde, terminar conferencia
sueño y del despertar mágicos, al igual que lo que se
Lunes 3. Oficina. Preparar conferencia sobre los males del
sobrentiende de las circunstancias que han desembocado en la escena producida por Denevi en su cuen-
pidiéndole crear:
to, permiten ahorrar espacio, tiempo y energía lectora.
inútiles que acosan al “profesional de la literatura” im-
Se vence la imagen de siempre, el tópico de la prin-
fos de “Agenda del escritor”, enumeración de las tareas
cesa pasiva, abandonada a la voluntad de un príncipe
En este sentido, no está de más recordar algunos párra-
cualquiera, a la espera interminable de ser la elegida, aceptando lo que el destino le entregue. La princesa
protector. (9-10)
de Denevi no sólo no duerme, es que está más alerta
había dedicado a Kafka y que llevé en calidad de manto
que nunca fingiendo un sueño profundo para atraer al
paso me concreté a leer dos o tres cosas que años antes
príncipe. La pasividad se convierte irónicamente en una
que yo sobre cualquier tema, para salir con cierta cara del
fuerza poderosa que le permite tener pleno control so-
como no falla que los demás saben indefectiblemente más
bre la situación. Manipula las reglas tradicionales de la
infinito, como en cualquier y vulgar aporía de Zenón. Pero
sociedad al seguirlas, pero conscientemente y a distancia. El resultado corresponde a una nueva percepción
se va partiendo en mitades, una vez tras otra, hasta el
de la mujer, más consonante con el mundo con-
en público no llegará nunca si el plazo fijado de que el día que uno acepta para presentarse
temporáneo y un cuento más pertinen-
a hacerlo, como siempre con la esperanza
te a lo que Violeta Rojo encuentra en la esencia de la minificción: “Entonces,
en un descuido, haberme comprometido
* Lágrima: Si resbala por la sien, seguramente se trata de una gota de sudor, no se alarme, aunque saben exactamente igual, usted no está triste. informan que las nuevas dinámicas de lo social han heredado llagas que nadie osa nombrar, heridas que se
392
hacen más visibles en el silencio que las solapa. Quizás rebasados por la sospecha de una culpa mayor, o porque los traumas de la segregación racial están demasiado vigentes todavía, el miedo a las viejas palabras y la urgencia de un nuevo lenguaje para hablar, Sudáfrica es otro de los grandes temas en la obra Coetzee —para el caso, leer también La edad de hierro y En medio de ninguna par-
232
te—. En lo que concierne a Desgracia, aquí el narrador
el rostro sereno y sin vida del abuelo. vimos, alumbrado por los reflejos ceniza del atardecer,
se ha confabulado con sus personajes para dar un golpe
aquel desconocido, lo volteó de cara al cielo. Entonces
sobre la mesa cada que algo del viejo idioma, esos re-
sombrero, e inclinado sobre el cuerpo aún caliente de
tazos de palabras transformadas en abstracciones del
al caído. Mi tío se desprendió del grupo, se despojó del
dolor, regresa con sus insuficiencias a querer campear
tablecido un acuerdo previo, en semicírculo rodeamos
en la novela. Como proposición mayor, esto bien vale su
corazones. Salimos al patio y, como si hubiéramos es-
llegada a la lecto-escritura: establecer que somos ca-
anas, resonó en el viento cubriendo de zozobra nuestros
paces de reinventar la vida a través del lenguaje, de
312
regenerarla en la osadía de contradecir los diccionarios
La detonación interrumpió nuestras tareas cotidiladrillos. y cayó a tierra mordiendo el polvo acumulado en los
153
73
las leyendas son un poco burladas, los mitos desmitificados, el enigma o la adivinanza no tienen solución,
hai ku. (128)
la sentencia es a veces una perogrullada, al cuento de
Osberto. Tarde, revisar hai ku. Noche, pasar en limpio
hadas se le incorporan elementos ultra cotidianos, el
oportunismo, influyentismo, mafias, otros. Comida con
chiste se ‘literaturaliza’, la fábula en vez de ser morali-
incomprensión, analfabetismo, sectarismo, canibalismo,
zante es ‘amoralizante’ […]” (44).
escritor: Persecución, ideología, indiferencia, carestía,
El equivalente visual de una mujer consciente lo
Domingo 16. Terminar conferencia males aquejan
construye Miss Van (Vanessa Alice Bensimon), una de las
Noche, terminar hai ku.
primeras mujeres que ha realizado intervenciones de arte
Jueves 13. Desayuno de trabajo con Osberto. Oficina.
urbano y cuyo trabajo ha sido expuesto en diversas ga-
aclaratoria. Noche, escribir hai ku, tema luna [...].
lerías del mundo. Una de las últimas creaciones de Miss
mida con Gilberto. Tarde, escribir y llevar periódico carta
Van, realizada en 2013 junto con Dan Quintana, lleva un
Domingo 9. Redondear conferencia males exilio. Co-
título en un rojo sangre sugestivo: “I Survived… the Big,
berto [...].
Bad Wolf”. Su grafiti lo protagonizan figuras femeninas,
donda sobre literatura y compromiso. Comida con Edel-
poupées en sus diferentes versiones. Evocan ambientes
Miércoles 5. Universidad. Participación en mesa re-
artificiales e irreales de máscaras y disfraces. Son se-
de Osberto.
res ambiguos: por un lado, sensuales y seductivas,
Osberto en Librería Tagore. Cena en casa
con una cabellera/fetiche enorme que lo
con Rigoberto. Tarde, presentar libro de
envuelve todo; por otro lado, infantiles, de
nencia Congreso Lingüístico. Comida
bocas diminutas, de cuerpos frágiles
Martes 4. Oficina. Revisar po-
* Paraíso perdido: que nos den una mala noticia a mitad del baile. Paraíso “recuperado”: que la música tan alta no nos haya dejado escucharla. que ya no definen la integridad de nuestro paso por el mundo. El dolor fue intenso, y también
Sin huecos romanticismos ni
393
vientre adornado por el precioso puñal.
idealizaciones vacías, Coetzee pretende
contrase algún consuelo, se acariciaba el
alejarnos de lo que hemos sido. Al ha-
da suelta a su llanto, y a ratos, como si en ello en-
cerlo, busca de una buena vez entender —y
En la soledad de su aposento, la mujer daba rien-
hacernos entender— que sólo al integrarnos a la
emprendió el ansiado viaje a la eternidad.
mirada del otro, ese individuo cuya raza es apenas la
rada perdida en la línea vaga del horizonte, el marino
metáfora más banal de todas las diferencias, se accede
tanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mi-
a la nitidez de lo que fuimos para discernir incluso lo
alguna extraña enfermedad contraída en las islas pan-
233
gracia se deja en claro que todos somos hijos de alguna
La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre
historia nacional y, asimismo, que es entre las fronte-
hermoso, enigmático y afilado puñal.
ras de lo heredado donde se hace posible integrarnos
orantes vegetales dibujó en el vientre de la mujer un
al paso del tiempo, ser en el tiempo, vivirlo con enti-
sus habilidades: armado de agujas, tinta china y col-
dad para estar en condiciones de darle actualidad a las
boda, y ante el asombro de su amada, puso en práctica
solidaridades exigidas por el presente. Dicho con otras
con esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la
palabras, ser realidad histórica en cada uno de nosotros,
viaje a las islas orientales, el marido había aprendido Tatuaje
313
Cuando su prometido regresó del mar, se casaron. En su
ser la Sudáfrica de antes de ayer y la de después de mañana, es indispensable para que lo leído cuente aún
en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre revivió
que nadie debió llegar a ser. Sí, en cada capítulo de Des-
154
y tez blanca. Sus figuras aparecen acompañadas de ani-
74
muy bien quién era comenzó a incubarse en mi interior. nos aceptable, la sospecha de que yo mismo tampoco sabía
males provenientes del mundo mágico de los cuentos de
A medida que trataba de dar de mí una idea más o me-
hadas, cuyas características de animales silvestres, aves
tal vez con más exactitud, un autor ignorado [...].
y felinos parecen adoptar. El título, los personajes princi-
empezaré por reconocer que soy un autor desconocido, o,
pales, algún elemento rojo en el vestuario del personaje
muy probable que ustedes no sepan quién les va a hablar,
femenino, un marco/viñeta como de un libro de cuentos
diciendo: Como a pesar de lo dicho por el profesor Melis es
antiguo, construyen el hipotexto. Lo que se presta a la
mediante un gran esfuerzo de voluntad consigo comenzar
nueva interpretación artística y actualiza el cuento es la
tengo la boca seca y un intenso dolor en la espalda, y sólo
actitud y la apariencia de Caperucita así como la rela-
había supuesto que ocurriría, el pánico se apodera de mí,
ción que se establece entre ella y el Lobo. Vemos a una
Cuando ese momento llega [el de la lectura], y como ya
Caperucita desafiante, cuyo pelo, largo y ondulante, se mezcla con el del Lobo. Viste una falda corta de encaje
miedo a hablar en público:
y medias negras; cara oculta bajo un antifaz; un corpiño
el mundo. Así lo explica en un prólogo que reitera a su
estrecho, rojo, que deja al descubierto unos pechos di-
justificada por su deseo de entender su situación en
minutos; un sombrerito travieso completa este atuendo sacado del guardarropa de un espectáculo circense.2
primeros quince años en la vida de Monterroso dores de oro (1993), reconstrucción de los sorprendente la aparición de Los busca-
2 Miss Van realizó un cartel a petición del Cirque du Soleil para su espectáculo de Corteo en 2011. Otras obras suyas a menudo incluyen látigos, sombreros de copa, aros de fuego
culación entre vida y literatura, no fue En este proceso de progresiva vin* Paraíso perdido: cuando cierras la puerta y yo quedo de este lado. Recuperado: cuando cierras la puerta y estamos del mismo lado, encimados
con la esperanza de la esperanza, dentro y fuera del libro. Y el último día en Buenos Aires
394
ya no regresaré al taller de Fernando. Tampoco pienso volver a San Telmo donde más tarde tengo la promesa de un asado histórico con varios amigos. He venido a instalarme, desde la primera hora de la mañana, en las mesas de la Biblioteca Municipal Miguel Cané, en el tradicional barrio de Boedo, cerca de la estación del subte “La Plata”. Ahora mismo tomo apuntes y ordeno ideas
234
y, claro, cada tanto levanto los ojos y miro los estantes,
Coleccionistas
las paredes, los cuadros, los afiches y esos libreros entre los que creo reconocer algo de Coetzee. Es entonces que vuelvo a pensar en la suma de casualidades que conspiran a favor de un título y que predeterminan el mundo quedó muerto encima, atravesado por el puñal.
de nuestras lecturas. En un día muy húmedo de mayo,
fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le
sólo en un lugar así puede uno atreverse a concluir que
lo aguardó desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el
la lectura de Desgracia exige ser un ciego de otro modo
314
en Buenos Aires.
terreno. Concertaron una cita; y la noche convenida ella arla. Ella, al principio esquiva y recatada, fue cediendo breve. El otro, hombre de tierra firme, comenzó a rond-
Un hombre coleccionaba alacranes y un alacrán coleccionaba hombres. Un día el azar los condujo a la misma
315
encrucijada, y se conocieron. Hablaron de sus respectivos pasatiempos. Intercambiaron miradas comprensivas, ciertamente cargadas de codicia, pues vislumbraban la importancia de la nueva pieza a cobrar. Y se pusieron de acuerdo: cara o sello.
Jinete
235
395 orilla de la carretera? besos, nos cabe en treinta minutos, a la mide cien mil horas y pesa millones de ¿Por qué el paraíso, que seguramente * y otros atributos típicos de un amaestrador de animales del circo.
[...] Mientras leía, una aguda percepción de mi persona me hacía tomar conciencia, en forma casi dolorosa, de que me encontraba en una aula de la antigua
parten elementos metaficticios: la princesa actúa,
e ilustre Universidad de Siena dando cuenta de mí
un cuento de hadas reconocible, sino también com-
mismo, de mí mismo treinta años antes tal como aparezco
Miss Van no sólo construyen hipertextos con base en
en el texto que leía, es decir, llorando de humillación una
Es interesante observar que tanto Denevi como
fría y luminosa mañana a orillas del río Mapocho durante
dentro de una viñeta monocromática.
mi exilio en Chile; leyéndolo con igual temor, inseguridad
y evoca el ambiente fantástico es lo onírico, lo irracional
y sentido de no pertenencia y con la sensación de “qué
das: el bosque, un lobo, la niña; pero lo que más impacta
hago yo aquí” con que hubiera podido hacerlo otros trein-
38). Sigue considerando elementos de un cuento de ha-
ta años antes, cuando era apenas un niño que comenzaba
niña que perseguía a un lobo aterrado. Lo juro” (Brasca
a ir solo a la escuela. (9-10)
era enorme. Unos pinos altísimos y grises. De lejos vi a la peles del perseguido con el del perseguidor: “El bosque
Su ansiedad ante la propia creación se refleja asimismo
Alejandro Rossi va incluso más allá, invirtiendo los pa-
en el volumen de ensayos La vaca (1998), donde comen-
la que controla la situación —el Lobo está adiestrado—.
ta la angustia que le provoca la publicación de un nue-
llevamos dentro” (Celdrán). No hay duda de que es ella
vo libro: “Cuando las reediciones de todos ellos inevita-
instinto salvaje, natural y crudo; una dualidad que todos
blemente se han sucedido, recuerdo siempre la salida
75
155
del primero con parecida emoción. Y, por cierto, con la
se deben a la química entre la delicadeza femenina y el Miss Van constata que la fuerza y la actitud irracional
156
sabiendo de antemano el papel que había desempe-
76
fías de escritores publicadas en libros anteriores, cuya de Hispanoamérica, conjunto de treinta y siete biogra-
ñado y que ahora manipula; la paupée es parte de un
Así se comprende la aparición en 2001 de Pájaros
espectáculo, el de una burlesca o de un circo, una actuación que requiere un antifaz y una buena dosis de
Juan Rulfo o Juan Carlos Onetti.
exhibicionismo.
tales de amigos escritores como Luis Cardoza y Aragón, dos, “influencias”, y fundamentalmente las reseñas vi-
En estas breves páginas he pretendido llamar la
para ellos” (11)—; los comentarios de autores admira-
atención al parentesco fenomenológico entre el mini-
Erasmo y de Tomás Moro, de John Aubrey, que traduje
cuento y el arte urbano. Por un lado, y a pesar de las
bro —“Sólo quiero que me agradezcan las biografías de
diferencias, los dos enfatizan la naturaleza y la historia
biografías breves, destacadas ya en el prefacio del li-
de cada individuo por separado, la riqueza y contradic-
el mundo de literatura sin valor; la importancia de las
ción que contienen comunidades humanas; por otro,
del escritor que por “zorro” y sabio se niega a inundar
involucran, provocan y responden al reto de un lector/
En La vaca vuelve sobre sus temas favoritos: el silencio
espectador contemporáneo que exige constante estí-
cambiaba la conversación o, sencillamente, huía” (122).
mulo intelectual e innovación estilística. Responden a
vadía tal sensación de vergüenza que yo, como podía,
las pautas de una estética nueva, una estética del detalle visual y verbal, que dispone de reflexión, debate
recién aparecido, y si por acaso lo elogiaba, me in-
crítico y participación social.
o en donde fuera, me hablara de mi libro guien, en cualquier reunión, o en la calle difícilmente podía yo soportar que almisma inseguridad. En aquel tiempo *
Un cabello suelto sólo se deja acariciar por los guantes sin par, habla con los peines sin dientes y sólo se besa con las cosas sin boquilla BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
396
José Alfonso Esparza Ortiz Rector René Valdiviezo Sandoval Secretario General José Carlos Bernal Suárez Director de Comunicación Institucional UNIDIVERSIDAD Pedro Ángel Palou Miguel Maldonado Directores Diana Jaramillo Jefa de redacción Gonzalo Hernández Baptista Coordinador de dossier Cinthya Olguín Díaz Benjamín Hernández Rojas Editores José Luis Ruíz Pérez Diseño gráfico Javier Velasco Distribución y comercialización
236 Muñecas espuelas al caballo. Nunca más supimos del jinete. El loco la vio pasar, y sin pensarlo dos veces clavó las por la luna, pasó una bruja encaramada en una escoba. palo. Una noche, por encima de los tejados alumbrados En mi pueblo vivía un loco que montaba un caballo de
77
Brasca, Raúl y Luis Chitarroni, eds. Antología del cuento breve y
través de ella se rastrean las fobias y filias del autor,
157
Obra citada
menor medida, compartió ideales literarios y éticos. A
oculto. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2001.
de amigos latinoamericanos con los que, en mayor o
Britto García, Luis. “Un justo acuerdo”. En Por favor, sea breve, ed.
La última obra de Monterroso recupera las biografías
Clara Obligado. Madrid: Páginas de espuma, 2001. 143. Celdrán, Helena. “Miss Van, instintos animales y delicadeza femenina”. 20 minutos 9 de agosto de 2012. <http://www.20minutos.
por lo menos con los suyos. (11)
es/noticia/1557706/0/miss-van/instintos-animales/pintura/>
los en un mismo recinto, en el cual, si no libres, estarán
Denevi, Marco. “La bella durmiente del bosque y el príncipe”. En
que se entienden bien y a veces mal, quiero ahora poner-
Para empezar cien micro-cuentos hispanoamericanos, eds. Juan
los que conviven con especies de otros continentes con las
A. Epple y James Heinrich. Concepción, Chile: Ediciones LAR, 1990. 157.
único testigo. Teniéndolos enjaulados en diversos libros en
Hoyos-Salcedo, Pedro Pablo. “La escritura graffiti: un intertexto re-
diferentes de mi vida y de sus vidas, con mi pluma como
currente en la literatura hispanoamericana contemporánea.”
aquí aparecen fueron atrapados por mí en momentos muy
ETD Collection for University of Nebraska. 1 de enero de 1995.
he recogido y tratado de preservar [...]. Los pájaros que
Hundertmark, Christian. The Art of Rebellion 2: World of Urban Art Activism. Mainaschaff: Publicat Verlag, 2006.
han dejado en la tierra, en la arena y el aire, y que yo
Jacobs, Barbara. “Un justo acuerdo”. En Por favor, sea breve, ed.
de ciertas huellas que algunos pájaros que me interesan
Clara Obligado. Madrid: Páginas de espuma, 2001. 41.
siquiera bocetos o apuntes, sino tan sólo el trazo
Lewisohn, Cedar. Street Art: The Graffiti Revolution. New York:
Lo que aquí presento no son retratos; ni
Abrams, 2008. Miss Van and Dan Quintana. I Survived the Big, Bad Wolf. 15 agosto 2012. <http://www.missvan.
guiente modo:
com/archives/2271>
reunión en volumen explica del si* Un cabello suelto nunca se queda quieto, quizás desea condolernos y exhibe su soledad en platos o repisas. No hay duda, ha perdido la cabeza
397
237 Amputación Consejo editorial Rafael Argullol, Luis García Montero, Fritz Glockner Corte, Michel
iera compañía.
Maffesoli, John Mraz, José Mejía Lira, Francisco Martín Moreno, Ed-
enterramos también a mi hermanita para que les hic-
gar Morin, Ignacio Padilla, Alejandro Palma Castro, Eduardo Antonio
a convencerme que las muertas fueron las muñecas, y
Parra, Jorge David Cortés, Jorge Volpi, Herón Pérez Martínez, Francisco Ramírez Santacruz, Miguel Ángel Rodríguez, Vincenzo Susca,
ridos noventa años de aquel triste suceso, he llegado
317
Cuando murió mi hermanita la enterramos junto con
Javier Vargas de Luna y David Villanueva.
sus muñecas para que le hicieran compañía. Transcur-
Jorge Valdés Díaz-Vélez, René Valdiviezo Sandoval,
158
Monterroso, Augusto. “La oveja negra”. En Por favor, sea breve, ed.
78
Clara Obligado. Madrid: Páginas de espuma, 2001. 142. Pollastri, Laura. “El microrrelato argentino contemporáneo”. En El límite de la palabra. Palencia: Menoscuarto, 2007. 11-26. Praz, Mario. Mnemosyne: The parallel between literature and the vi-
rinto de líneas traza la imagen de su cara” (232).
sual arts. Washington: Princeton UP, 1967. Rojo, Violeta. “El minicuento, ese (des)generado”. Revista Interame-
Poco antes de morir, descubre que ese paciente labe-
ricana de Bibliografía 46. 1 (1996): 39-47.
de instrumentos, de astros, de caballos y de personas.
Rossi, Alejandro. “Sorpresas”. En Antología del cuento breve y ocul-
bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones,
to, ed. R. Brasca y L. Chitarroni. Buenos Aires: Editorial Suda-
imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de
mericana, 2001. 38. Súarez, Mario. Los nombres esenciales del arte urbano y del graffiti
mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con
español. Barcelona: Lunwerg, 2011.
(1960): “Un hombre se propone la tarea de dibujar el
Sequera, Armando José. “La narrativa del relámpago: 20 mi-
Jorge Luis Borges se definió en el epílogo de El Hacedor
croapuntes para una poética del minicuento y 4 anotaciones
jo que aplicar a Tito Monterroso las palabras con que
históricas apresuradas”. En Escritos disconformes: Nuevos mo-
De este modo, no existe mejor conclusión a este traba-
delos de lectura, ed. Francisca Noguerol Jiménez. Salamanca: Universidad de Salamanca, 2004. 75-82.
sí mismo y a su original manera de concebir el mundo.
Téllez Silva, Armando. “Una ciudad imaginada: Graffiti, expresión
del maestro, a través de los cuales se descubrió a
urbana”. Boletín Cultural y Bibliográfico 12.24. 1987.
2003. Sin embargo, nos quedan los textos
Valenzuela, Luisa. “Este tipo es una mina”. En Por favor, sea
y que se truncó, desgraciadamente, en
breve, ed. Clara Obligado. Madrid: Páginas de es-
una cadena que comenzara en 1959
puma, 2001. 150.
tratándose del último eslabón en * Un cabello suelto en el piso se arrastra afanosamente para meterse en la sopa, busca
el escándalo, no se acostumbra a que ya nadie lo pele. UNIDIVERSIDAD REVISTA DE PENSAMIENTO Y CULTURA DE LA BUAP, año 5, No. 20, agosto-septiembre 2015, es una publicación trimestral editada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
398
con domicilio en 4 sur 104 Centro Histórico, Puebla, Pue., C.P. 72000, y distribuida a través de la Dirección de Comunicación Institucional, con domicilio en Edificio La Palma, 4 sur No. 303, Centro Histórico, Puebla, Pue., C.P. 72000, tel. (01222) 229 55 00 ext. 5270, unirevista@gmail.com. Editor responsable: Dr. Pedro Ángel Palou García, pedropalou@me.com. Reserva de Derechos al uso exclusivo 04-2013-013011430200-102. ISSN: 2007-2813, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Con Número de Certificado de Licitud de Título y Contenido: 15204, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Permiso SEPOMEX No. Impresos im21-006. Impresa en Editorial Lapislázuli S.A. de C.V. Tecama- chalco No.43, Interior A, Col. La Paz, Puebla, Pue. C.P. 72160 Tel. (222) 2 48 94 93. Distribuido por Comercializadora GBN S.A de C.V., Calzada de Tlal-
238
pan 572, Desp. C-302, Col. Moderna, Del. Benito Juárez. C.P. 03510, México D.F.
del paciente, decidieron amputarle el resto del cuerpo. los médicos. Sin embargo, considerando el triste estado
julio de 2015 Tels/fax: 01 55 56 18 8551. Este número se terminó de imprimir en mayo
pierna sanó por completo, lo que no dejó de asombrar a
nistración, comercialización y suscripciones: Francisco Javier Velasco Oliveros,
con un tiraje de 3000 ejemplares. Costo del ejemplar $40.00 en México. AdmiTel. (222) 5058400, javiervelasco68@hotmail.com. Las opiniones expresadas
mejoraba, el mal se ramificaba en todas direcciones. La
por los autores no necesariamente reflejan la postura de los editores de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de
medio con esmero... y ceguera, pues mientras la pierna
los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Bene-
nos. El enfermo mantuvo su posición y se aplicó el re-
mérita Universidad Autónoma de Puebla. Unidiversidad Revista de Pensamiento
advirtieron que la infección podría invadirle otros órga-
y Cultura de la BUAP está registrada en el sistema de información de la Univer-
que lo sanaría en un par de semanas. Los médicos le
técnico-profesionales y de divulgación científica y cultural que se editan en
sidad Nacional Autónoma de México sobre revistas de investigación científica,
318
América Latina, el Caribe, España y Portugal (http://www.latindex.unam.mx).
paciente se opuso. Dijo que conocía un remedio eficaz Los médicos decidieron amputarle la pierna, pero el
159
79
Zavala, Lauro. “Las fronteras de la minificción”. En Escritos disconformes: Nuevos modelos de lectura, ed. Francisca Noguerol Jiménez. Salamanca: Universidad de Salamanca, 2004. 87-92.
______.Pájaros de Hispanoamérica. México: Alfaguara, 2001. ______.Movimiento perpetuo. México: Era, 1991b. ______.Los buscadores de oro. Barcelona: Anagrama, 1993. ______.La vaca. México: Alfaguara, 1998. ______.La palabra mágica. México: Era, 1991a. Monterroso, Augusto. La letra e. Madrid: Alianza, 1987. Emecé, 1989. Borges, Jorge Luis. Obras completas II. Barcelona: Obra citada
* Por cada hoja de árbol que en este mismo instante va cayendo hay alguien en algún lugar que también es desprendido de un bello acoplamiento.
399
ototeca Juan Crisóstomo Méndez, cecap.
Edificio Carolino. Fototeca Juan Crisóstomo Méndez, cecap.
UNIDIVERSIDAD REVISTA DE PENSAMIENTO Y CULTURA DE LA
UNIDIVERSIDAD REVISTA DE PENSAMIENTO Y CULTURA DE LA
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BUAP . AÑO 5 . NÚMERO 20 . AGOSTO-OCTUBRE 2015 . $40
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ISSN: 2007-2813