MAQUIAVELO: EL REALISMO POLÍTICO COMO LA MODERNA RELACIÓN ÉTICA/POLÍTICA
Maquiavelo nace en Florencia en la segunda mitad del Siglo XV. Mientras en esa época gobernantes como Fernando de Aragón y Carlos I se caracterizaron por una acción de gobierno inspirada en su moral cristiana, Maquiavelo se interesó fundamentalmente por presentar la mecánica del gobierno, prescindiendo de las cuestiones morales, y formulando los medios por los cuales el poder político puede ser establecido y mantenido. Así en su obra más importante, “El príncipe”. De acuerdo con el pensamiento de Maquiavelo, en la medida en que el fin del Estado es garantizar la seguridad y el bienestar, el gobernante tiene derecho a valerse de medios inmorales para la consolidación y conservación del poder. El pensamiento de Maquiavelo está dominado por el realismo político: se ha de analizar el acto político puro, sin connotaciones trascendentes o morales. Así pues, el gobernante debe saber manejar todos los resortes del poder de cara a conseguir unos determinados fines: el acto del político es válido si resulta eficaz. Maquiavelo no describe formas ideales de gobierno como habían hecho los clásicos, o como hacían algunos de sus contemporáneos (Erasmo, Tomás Moro), sino que describe cómo actúan los gobernantes que quieren acceder al poder y cómo actúan para, una vez que lo han conseguido, alcanzar sus objetivos. En uno y en otro caso, las armas de la política son totalmente distintas de las de la moral. En el contexto de su realismo político, a Maquiavelo le resulta especialmente interesante el análisis de la personalidad del político. El político ha de ser una persona hábil, capaz de manipular situaciones valiéndose de cualquier medio; ha de poseer destreza, y una equilibrada combinación de fuerza y tesón, además de intuición para sortear los obstáculos que se le presente y una carencia total de escrúpulos. Ha de ser además capaz de actuar según los cambios momentáneos, buscando apoyos o forzando traiciones según las circunstancias. En consecuencia, el político no debe poseer virtud alguna, pero ha de estar en condiciones de simular poseerlas todas, lo que supone actuar con absoluta indiferencia ante el bien y el mal (la actuación político es, en este sentido, amoral). Con Maquiavelo y su concepción encontramos un absoluto divorcio entre las esferas de la ética y la política, tradicionalmente unidas en la filosofía política pre-moderna. Respecto a las formas de gobierno, Maquiavelo idealiza la república romana como la mejor forma de gobierno posible. Como otros muchos renacentistas italianos, Maquiavelo añora la estabilidad y la firmeza de la república romana, y ve en ella una estabilidad, grandeza y poderío militar que no se da en la política de su tiempo. Pero si la política ideal vendría representada por aquella república romana, Maquiavelo ha pasado a la historia por analizar la política real: su realismo político inicia la relación moderna ética/política. En esta política real el gobernante es bueno, es decir, justificable, por su eficacia, no por sus connotaciones éticoreligiosas. En El Príncipe no trata de describir estados ideales, sino de ofrecer técnicas de gobierno para estados reales. En definitiva, la "modernidad" de Maquiavelo parece radicar en el énfasis que puso en el Estado como un cuerpo soberano que mantiene su vigor y unidad mediante una política de fuerza.