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Volumen!3, nĂşmero 1, enero-junio de 2011 #PHPUĂˆ % $ $PMPNCJB t *44/
Editor: David A. Acosta S. Editores asociados: Guillermina Baena Paz 'SBODJTDP $PWBSSVCJBT 7JMMB t $BSMPT " 4BCJOP .JHVFM 0MJWB t 7FSĂ˜OJDB 'JMBSEP t .BVSJDJP 1IFMBO +VMJP .FKĂ“B /BWBSSFUF t .BSUĂ“O 3FUBNP[P
!"#"$%&'"( ISSN: 1909-4302 http://publicaciones.unitec.edu.co/ojs/ Volumen 3 NĂşmero 1 enero-junio de 2011
Editor David A. Acosta S., Ed. M. CorporaciĂłn Universitaria Unitec. ComitĂŠ editorial Guillermina Baena Paz, Ph. D. Universidad Nacional AutĂłnoma de MĂŠxico, MĂŠxico. Francisco Covarrubias Villa, Ph. D. Instituto PolitĂŠcnico Nacional, MĂŠxico. VerĂłnica Filardo, Ph. D. Universidad de la RepĂşblica, Uruguay. Julio MejĂa, Ph. D. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, PerĂş. Miguel Oliva, M. Sc. Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina. Mauricio Phelan, Ph. D. Universidad Central de Venezuela, Venezuela. MartĂn Retamozo, Ph. D. Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Carlos Sabino, Ph. D. Universidad Francisco MarroquĂn, Guatemala. ComitĂŠ cientĂfico y de arbitraje CĂŠsar Augusto Bernal Torres, Ph. D., Universidad de La Sabana (Colombia). Pablo Cazau, Lic., Universidad FundaciĂłn Favaloro (Argentina). Vladimir GonzĂĄlez, Ph. D., Centro de Estudios Superiores en Artes Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (MĂŠxico). Rosa MarĂa Lince Campillo, Ph. D., Universidad Nacional AutĂłnoma de MĂŠxico (MĂŠxico). Antonio MejĂa., Esp. Universidad Nacional AutĂłnoma de MĂŠxico (MĂŠxico). JesĂşs Bernardo Miranda, Ph. D., Universidad del Valle de MĂŠxico, campus Hermosillo (MĂŠxico). Felipe Mora Arellano, M. A., Universidad de Sonora (MĂŠxico). Esteban Ocampo, Ed. M., Pontificia Universidad Javeriana (Colombia). Francia Restrepo, Ph. D., Cinde-Universidad de Manizales (Colombia). Blanca Valenzuela, Ph. D., Universidad de Sonora (MĂŠxico). Francisco Velasco HernĂĄndez, Ph. D., Instituto de Estudios de Posgrado del Estado Chiapas (MĂŠxico). 1PSUBEB Got a problem (detalle) por Dalibor LevĂÄ?ek, 2008 Impresa con permiso del autor. "TFTPSĂ“B HSĂˆĂĽDB Marcelo MelĂŠndez PeĂąaranda. %JBHSBNBDJĂ˜O 5BMMFS EF &EJDJĂ˜O t 3PDDB Transversal 6 No. 27-10 Of. 206 Tel.: 243 8591
5SBEVDDJĂ˜O JOHMĂ?T Carolina Carter 5SBEVDDJĂ˜O QPSUVHVĂ?T Luciana Andrade Stanzani $PSSFDDJĂ˜O EF FTUJMP MarĂa Andrea LĂłpez GuzmĂĄn 1SFQSFOTB F JNQSFTJĂ˜O Molher Impresores Ltda. Calle 94ÂŞ No. 58-13 Tel.: 256 8080
!"#"$%&'"(!es miembro de la Red Universitaria de Revistas CientĂficas (Redurc) www.redurc.com Impreso en Colombia Centro de Publicaciones AcadĂŠmicas CorporaciĂłn Universitaria Unitec Calle 76 #12-61, segundo piso BogotĂĄ, D.C. Colombia Correo electrĂłnico: cpa@g.unitec.edu.co
Paradigmas Volumen 3, nĂşmero 1, enero-junio de 2011 BogotĂĄ, D.C., Colombia ISSN: 1909-4302
Objetivos y cobertura temática Paradigmas es una publicación académica arbitrada, cuyo objetivo principal es contribuir a la divulgación, formación y actualización en materia de investigación. Paradigmas se ha enfocado en la investigación, no como un medio para la producción de nuevo conocimiento, sino como un área de estudio y reflexión. En consecuencia, está dirigida a investigadores, docentes, personal administrativo y a todos aquellos interesados en la investigación, más allá de sus disciplinas particulares. Paradigmas publica: reportes de investigaciones científicas, tecnológicas y artísticas inéditas que, además de presentar sus valiosos avances o resultados, se centren fundamentalmente en los procesos metodológicos, epistemológicos, éticos y/o administrativos del proyecto, de forma tal que permitan a otros investigadores obtener nuevas perspectivas frente a su quehacer. Además, publica artículos de reflexión, revisiones temáticas y reseñas relativas a cualquiera de los tópicos del ámbito investigativo que incluyen (pero no están limitados a): • Nuevos métodos y técnicas cualitativas o cuantitativas desarrolladas dentro de proyecto de investigación • Epistemología de la ciencia y la investigación. • Sociología de la ciencia.
• • • •
Metodología de la investigación. Ética de la investigación. Métodos para el análisis de datos Gestión y evaluación de proyectos de investigación. • Filosofía de la ciencia.
Política editorial. Paradigmas es publicada en un volumen por año por el Centro de Publicaciones Académicas de la Corporación Universitaria Unitec. Su política editorial es planteada y revisada semestralmente por su Comité Editorial, de acuerdo con las políticas generales de la Corporación y del Sistema Institucional de Investigación de Unitec. Contribuciones son bienvenidas de dentro y fuera de la universidad, sobre cualquiera de los temas cubiertos. Las instrucciones para los autores se encuentran en la página anterior de la contraportada. Espacios para publicidad en Paradigmas están disponibles, siempre y cuando estén de acuerdo a la naturaleza de la revista y a los intereses de los lectores. Descargo de responsabilidad. Ni el Centro de Publicaciones Académicas ni los editores son responsables por errores o por ninguna consecuencia del uso de la información que puedan contener los artículos publicados en Paradigmas. Las posturas y opiniones expresadas por los autores no reflejan necesariamente las de los editores o las de la Corporación Universitaria Unitec. Propiedad intelectual. Volúmenes 1 y 2: copyright © 2006–2009 Corporación Universitaria Unitec. La reproducción total o parcial de este escrito en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo fotocopia, grabación, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información no autorizada por la Corporación Universitaria Unitec viola los derechos reservados. Solicitudes de permisos de reproducción pueden ser dirigidas directamente al editor o al titular de los derechos; éste aparece en la leyenda de copyright en la primera página de cada artículo. Volúmenes posteriores: copyright © sólo como una obra colectiva; el o los autores mantienen los derechos de autor de los artículos individuales o escogen para ellos licencias de creative commons. Canje. Lucía Benavides. Jefe Sección de Biblioteca. Corporación Universitaria Unitec. Cra. 15 No. 76-40. Bogotá, D. C., Colombia. Correspondencia, copias números anteriores y publicidad. Revista Paradigmas. Centro de Publicaciones Académicas. Corporación Universitaria Unitec. Calle 76 No. 12-61. Bogotá, D. C., Colombia. cpa@g.unitec.edu.co Acceso electrónico. Para consultar la edición electrónica de la revista visite: http://publicaciones.unitec.edu.co/ojs/ http://issuu.com/unitec-cpa http://www.vLex.com
Paradigmas
Volumen 3, número 1, enero-junio de 2011 • Bogotá, D.C., Colombia • ISSN: 1909-4302
Contenido Reportes de investigación 9
De la física cualitativa basada en los sentidos a la matematización de la ciencia
Francisco Covarrubias Villa, Ma. Guadalupe Cruz Navarro y Policarpo Chacón Ángel
Artículos de reflexión y análisis 33
Ética de la responsabilidad en los tiempos contemporáneos: consideraciones centrales
Julio Mejía Navarrete
49
La responsabilidad de la universidad respecto a las conductas éticas inapropiadas en los procesos de investigación
Nicholas H. Steneck
59
El conflicto de interés en el ámbito universitario: lo reconozco cuando lo veo
C. K. Gunsalus y Judith Rowan
77 Colaboradores
Contents Research reports 9
From qualitative physics based on the senses to the mathematization of science
Francisco Covarrubias Villa, Ma. Guadalupe Cruz Navarro y Policarpo Chacón Ángel
Analysis 33
The ethics of responsibility in contemporary times: main considerations Julio Mejía Navarrete
49
59
77
University Responsibility for Misconduct in Research
Julio Mejía Navarrete
Conflict of Interest in the University Setting: I Know It When I See It
C. K. Gunsalus y Judith Rowan
Colaboradores
Conteúdo Relatórios de pesquisa 9
Da física qualitativa baseada nos sentidos à matematização da ciência
Francisco Covarrubias Villa, Ma. Guadalupe Cruz Navarro y Policarpo Chacón Ángel
Análise 33
Ética da responsabilidade nos tempos contemporâneos: considerações centrais Julio Mejía Navarrete
49
A responsabilidade da universidade com respeito às condutas éticas inapropriadas nos processos de pesquisa Nicholas H. Steneck
59
O conflito de interesse no âmbito universitário: o reconheço quando o vejo C. K. Gunsalus y Judith Rowan
77
Colaboradores
Editorial
U
no de los objetivos cardinales de Paradigmas es servir como un foro de discusión de las temáticas que nuestros autores y lectores actualmente consideren como las fundamentales en materia de investigación. Pero para lograrlo, las transformaciones son imprescindibles. Esperamos que las que hemos realizado, y que son visibles desde este volumen de la revista, sean entendidas por nuestros lectores como un paso más hacia ese ideal y hacia el aumento de la calidad. Tal vez la más importante de ellas sea la vinculación de un sobresaliente grupo de académicos de toda nuestra Latinoamérica a los comités editorial y científico. Ellos serán el pilar de Paradigmas de ahora en adelante y, desde luego, merecen de toda nuestra gratitud por creer en ella. El segundo desarrollo es la circulación digital de todos nuestros números a través de la página http://publicaciones.unitec.edu.co/ojs/ manteniendo la gratuidad de la revista, presentándola a texto completo (si los titulares de los derechos así lo han permitido) y empleado la reconocida plataforma del Open Journal Systems. Allí la idea es, desde luego, permitirles a nuestros autores difundir su producción a un número cada vez mayor de lectores y a éstos últimos acceder a los contenidos con una mayor celeridad. El último cambio es la producción editorial de la revista desde el Centro de Publicaciones Académicas de la Corporación Universitaria Unitec. Con ello buscamos que su calidad se magnifique y que sus procesos editoriales se agilicen. Finalmente, quisiera agradecer también a nuestros lectores por sus comentarios, encomios y críticas, ya que nos permiten seguir mejorando y adecuarnos a sus necesidades. El editor
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Reportes de investigaci贸n
Paradigmas
ISSN: 1909-4302 http://publicaciones.unitec.edu.co/ojs/
De la física cualitativa basada en los sentidos a la matematización de la ciencia Francisco Covarrubias Villa, Ph.D.a Ma. Guadalupe Cruz Navarro, Ph.D.b Policarpo Chacón Ángel, Ph.D.c Resumen El artículo busca explicar cómo se dio el tránsito de la física cualitativa de Aristóteles a la física matemática de Galileo, mostrando el sustrato filosófico de los cambios. El método empleado para realizar esta investigación desarrolló las siguientes fases: delimitación del objeto y diseño del esquema de investigación; determinación, análisis y fichado de fuentes de información; codificación de fichas de trabajo; y redacción de los resultados. Se concluyó que los problemas de la ciencia son problemas planteados en una filosofía, que toda teoría científica está sustentada en concepciones ontológicas y epistemológicas afiliadas a Platón o a Aristóteles y que la ciencia ha transitado del conocimiento sensorial aristotélico al conocimiento matemático abstracto. Este artículo es producto de la investigación denominada: La filiación epistemológica de las teorías científicas, Clave: SIP 20100181, financiada por el Instituto Politécnico Nacional, México.
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a-b Instituto Politécnico Nacional, México. Normal de Educación Preescolar de Oaxaca, México.
CORRESPONDENCIA AL AUTOR a pancheco@prodigy.net.mx b lupitacruz63@hotmail.com c polichacon@gmail.com INFORMACIÓN DEL ARTÍCULO Recibido: 28.01.2011 Revisado: 04.03.2011 Aceptado: 14.03.2011 • Para citar este artículo • To cite this article • Para citar este artigo: Covarrubias, F., Cruz, M. G., & Chacón, P. (2011). De la física cualitativa basada en los sentidos a la matematización de la ciencia. Paradigmas, 3, 9-29. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de Creative Commons Reconocimiento-No comercial- Sin obras derivadas 2.5 Colombia, la cual permite su uso, distribución y reproducción de forma libre siempre y cuando el o los autores reciban el respectivo crédito.
Palabras claves: matematización, filiación filosófica, teoría, racionalidad.
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From qualitative physics based on the senses to the mathematization of science
Da física qualitativa baseada nos sentidos à matematização da ciência
Summary This article seeks to explain the shift from the qualitative physics of Aristotle to the mathematical physics of Galileo, demonstrating the philosophical underpinnings of the changes. The method used for conducting this research consists of the following stages: definition of the object and design of the research model; identification, analysis and recording of information sources; codification of research note cards; and drafting of research results. The study concluded that the problems of science are problems posed by a philosophy; that all scientific theory is based on ontological and epistemological concepts related to Plato or Aristotle; and that science has shifted from Aristotelian sensorial knowledge to abstract mathematical knowledge. This article is a result of a research project called The epistemological affiliation of scientific theories, Code: SIP 20100181, funded by the Instituto Politécnico Nacional. México.
Resumo O artigo busca explicar como se deu o trânsito da física qualitativa de Aristóteles à física matemática de Galileu, mostrando o substrato filosófico das mudanças. O método empregado para realizar esta pesquisa desenvolveu as seguintes fases: delimitação do objeto e elaboração do esquema de pesquisa; determinação, análise e fichado de fontes de informação; codificação de fichas de trabalho; e redação dos resultados. Concluiu se que os problemas da ciência são problemas fundamentados em uma filosofia, que toda teoria científica está sustentada em concepções ontológicas e epistemológicas afiliadas a Platão ou a Aristóteles e que a ciência transitou do conhecimento sensorial aristotélico ao conhecimento matemático abstrato. Este artigo é produto da pesquisa denominada: La filiación epistemológica de las teorías científicas, Senha: SIP 20100181, financiada pelo Instituto Politécnico Nacional. México.
Keywords: mathematization, philosophical affiliation, theory, rationality.
Palavras-chaves: matematização, filiação filosófica, teoria, racionalidade.
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De la física cualitativa
Introducción
L
as teorías científicas son constructos categórico-conceptuales que implican concepciones determinadas de lo real y de su conocimiento, es decir, una concepción sobre qué es la realidad y otra sobre cómo se conoce esa realidad, por lo que la ciencia aborda problemas filosóficos implicados en la concepción sobre la que la teoría se sustenta; pero, no necesariamente la concepción ontológica de una teoría proviene de la misma filosofía que su concepción epistemológica. Son dos las concepciones filosóficas matriciales: Platón y Aristóteles. Los corpus teóricos se construyen en andamiajes categórico-conceptuales híbridos, en los que se mezclan concepciones ontológicas y gnoseológicas de origen platónico y aristotélico. En el caso de Galileo, por ejemplo, el enunciado platónico «el alma está escrita en lenguaje matemático» es substituido por «la naturaleza está escrita en lenguaje matemático», lo cual implica el reconocimiento de la existencia de la realidad exterior al sujeto planteada por Aristóteles, la descalificación del planteamiento aristotélico de los sentidos como medio de reproducción de lo real como figura de pensamiento y la aceptación de la cuantificación platónica como medio más objetivo de construcción del conocimiento de la realidad exterior, cuyo carácter verdadero fue negado por el propio Platón. No es lo mismo pensar el tiempo, el espacio y el movimiento como absolutos (Newton-Hegel), que pensarlos como contenido real concreto (AristótelesEinstein), es decir, como ocupación, mutación, rítmica y cadencia del proceso de desenvolvimiento de los objetos reales. Sin embargo, algunas teorías científicas conciben al espacio como agregación (teoría atómico-molecular) y otras como continuum (mecánica cuántica); unas parten del supuesto de la existencia del tiempo absoluto como medida de todas las cosas y otras se basan en una concepción del tiempo relativo despojado de validez universal; Newton piensa en el movimiento como desplazamiento de un objeto en un plano fijo, Einstein, por su parte, niega la posibilidad del fijo y la anulación del movimiento particular en el movimiento de todo, en tanto Aristóteles lo piensa como mutabilidad de los objetos reales.
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El alma y los sentidos En Pitágoras los números son el ser mismo en todas sus categorías; el elemento material y formal, las causas y los principios que se encuentran en todos los seres de la naturaleza a los cuales son existencialmente anteriores. Los números son trascendentes e inmanentes, es decir, son cosas porque las cosas son números, de ahí que estudiar los números es estudiar las cosas y que las cosas han de ser estudiadas como números. Como plantea Brun: El número pitagórico, puesto que es, sobre todo, una figura, posee una individualidad, incluso una personalidad, que expresa las relaciones de la parte y del Todo en el interior de una armonía. Así, el principio primero es el Uno, que encierra en sí todos los números y se eleva por encima de todos los contrarios, es el número de los números. (2002, p. 32).
Esta manera de concebir los números fue asumida por Platón. En él la matemática es el modo de ser y entender del alma; en ella radica el más alto valor cognitivo alcanzable. Por eso, Larroyo (1976) afirma que «las nociones matemáticas no son adquiridas: nacen con el hombre o, por lo menos, están virtualmente innatas, es decir, sólo se desarrollan más tarde, bien que de la propia razón y por virtud de ésta en su desarrollo» (p. 194). El cálculo proviene de la matemática desarrollada por Pitágoras y recuperada por Platón y de la geometría formulada por Euclides. Si la escritura del alma es matemática, la lógica matemática es ontología pues el ser es en el alma, es decir, en la razón, dado que la racionalidad matemática es el ontos de las figuras de pensamiento. Conocer la matemática es conocer la realidad en tanto que ésta es lo matemáticamente pensado, por lo que conocer la matemática es conocer el alma (la razón) y conocer el alma es conocerse a sí mismo. Las figuras geométricas ideales no tienen medida porque son una línea infinita y son unidimensionales. El círculo, el triángulo o el rectángulo pensados son, cada uno, expresión universal y abstracta de una figura libre de medida y de dimensión. Ninguna figura geométrica puede ser trazada realmente tal como aparece en la conciencia, dado que automáticamente adquiere medida y tridimensionalidad. En el interior de la figura geométrica no hay nada, es un vacío y el movimiento no tiene ni tiempo ni velocidad, pues se trata del punto desplazado. La figura geométrica pensada es ejemplar y la medida de la verdad de las figuras
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De la física cualitativa
trazadas. El círculo, el triángulo o el rectángulo pensados jamás podrán ser trazados sobre un pavimento pues, cuando el alma indaga mediante órganos corpóreos, lo que encuentra es variable, mientras que en cambio cuando indaga mediante sí misma, lo que encuentra es estable, claro, límpido y fijo. No pertenece, pues, a la naturaleza de las cosas variables que aferra con el sentido, sino a las de las invariables que encuentra en sí misma (de Cusa, 2008, p. 105).
Nicolás de Cusa es un parteaguas histórico de tránsito del pensamiento aristotélico al platónico en la Edad Media. Su concepción de la geometría y del cálculo es totalmente platónica, mientras que sus concepciones de tiempo, espacio y movimiento pertenecen al pensamiento aristotélico. En Nicolás de Cusa el tiempo es la rítmica y la cadencia con la que deviene el ente; el espacio es su materialidad existencial, el lugar ocupado y el movimiento su mutabilidad y desplazamiento. De este modo, el tiempo, el espacio y el movimiento de un elefante son diferenciales de los de una mosca, un árbol o una galaxia; de ahí que no hay un espacio más allá de los entes existentes, un tiempo aplicable a todos, ni un movimiento más allá de la existencia de un ser concreto. Para Aristóteles, la matemática es una ciencia abstracta distinta a la ciencia de la naturaleza y de la sabiduría, y la conciencia se apropia del mundo exterior haciendo uso de los sentidos; el espacio es un continuum; la Tierra no se mueve y está en el centro del universo y el movimiento, el tiempo y el espacio son cualidad de los objetos concretos. De esta manera, cada objeto es tiempo, es espacio y es movimiento y, si el espacio es el lugar ocupado por un objeto, todos los lugares están ocupados dado que en ellos siempre hay un objeto y no un vacío. El vacío sólo existe en las figuras geométricas y no en los objetos reales, por lo que la geometría no sólo no es útil para la física sino que es inaplicable. Además, no existen en la realidad objetos cuya forma corresponda con la de las figuras geométricas mensurables, por lo que no tiene función cognitiva alguna que los objetos reales sean medidos o pesados. La concepción aristotélica del espacio incluye la idea de que entre el mundo y dios se extiende una zona intermedia que no es ya la del metaxy platónico, es decir, la esfera de los entes matemáticos, sino que consiste en el conjunto de los cuerpos y de las esferas celestes, incorruptibles, eternas, porque están hechas de éter, es decir, de materia estructuralmente diferente de la del mundo sublunar (Reale, 2007, p. 33).
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El mundo celeste es perfecto, preciso y, por lo tanto, objeto de la matemática y de la geometría; el mundo sublunar es imperfecto y distinto a los números y a los entes euclidianos. El mundo sublunar es captado por los sentidos y los objetos que lo constituyen son idénticos a los objetos sentidos (Aristóteles, 2004, p. 142), porque las sensaciones son siempre verdaderas, de ahí que la desaparición de un objeto implique la desaparición de la sensación, mas no la desaparición de una sensación implica la desaparición del objeto (Aristóteles, 2008, p. 44). Aristóteles (2004) diferencia muy bien sensación y ciencia. La sensación es propia de los sentidos y de las cosas particulares, en tanto que la ciencia lo es de lo universal. Lo universal es propio del alma, sólo que, además, necesita de la cosa para provocar la sensación. Así, lo universal se encarna en lo particular, no puede ser sentido, da a conocer la causa y se llega a ello por inducción. La ciencia no se adquiere tampoco por la sensación; porque, no obstante que la sensación se refiere a tal cualidad general y no solamente a tal objeto particular, no por eso es menos necesario sentir una cosa especial en tal lugar y en tal momento. Pero lo que es universal, lo que afecta a todos los objetos, no puede en modo alguno ser sentido, puesto que lo universal no es una cosa especial, ni es de tal momento; porque en tal caso dejaría de ser universal, puesto que llamamos universal lo que existe siempre y en todas partes (Aristóteles, 2008, p. 262).
La estructura matemática de los objetos Descartes y Galileo inician la ciencia moderna recuperando a Platón. Defienden la teoría heliocéntrica de Copérnico en contra de la teoría geocéntrica de Ptolomeo y, más tarde, la nueva ciencia tiene su punto más alto de desarrollo con Newton y su ley de la gravitación universal. Obsérvese como al paso de la historia el tamaño del mundo crece: inicia con el cosmos y acaba convertido en infinito. La infinitud del universo newtoniano implica la construcción de los conceptos absolutos de movimiento, espacio y tiempo, presentes también en la filosofía de Hegel como idea y espíritu. Las concepciones aristotélicas y la teoría geocéntrica de Ptolomeo dominan durante toda la Edad Media. Nicolás de Cusa, Descartes y Galileo recuperan la matemática de Platón que domina hasta Newton. Luego, Einstein recupera
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a Aristóteles y hoy día nos encontramos con múltiples teorías basadas en categorías y conceptos provenientes de diferentes filosofías pero articulados en una sola racionalidad y, por consiguiente, expresados en una sola teoría. La ciencia inaugurada por Galileo está sustentada en dos ideas: (1) la infinitud asociada a la línea recta y (2) la estructura matemática de la naturaleza. Galileo no aceptó la infinitud del universo pero sí la infinitud ideal de la línea recta. Ptolomeo coloca a la Tierra en el centro del cosmos; Copérnico desplaza ese centro al Sol; Bruno hace desaparecer el centro y el cosmos, contraponiéndole la categoría de universo la cual implica infinitud, supresión de los arriba y abajo, derecho, izquierdo, norte, sur, oriente y poniente. No sólo la Tierra es asimilada a los planetas en un «mundo» agrandado y, sin embargo, limitado: el propio Sol, que en Copérnico ocupaba el centro del Universo, pierde su lugar privilegiado. Sin duda conserva la posición central en nuestro mundo; pero en nuestro mundo, el sistema solar no es más que una «máquina» entre una infinidad de «máquinas» que llenan el infinito del universo de Bruno. Por eso el Sol no está en el «centro» del universo, puesto que en este universo infinito, donde una infinidad de astros –de otros soles– se mueven según leyes eternamente determinadas, no hay ni centro ni circunferencia. Nada limita la infinidad del espacio (Koyré, 2005b, pp. 165-166).
Pensar el universo como abierto y regido por leyes eternamente determinadas implica una enorme dificultad intelectiva. Por ejemplo, los objetos de la Tierra están regidos por una ley de aplicación restringida al campo gravitacional del planeta; el conjunto de planetas, satélites y objetos que integran el sistema solar están regidos por leyes de aplicación restringida al sistema planetario solar; el sistema solar conjuntamente con todos los sistemas constituyentes de la Vía Láctea se encuentran sometidos a leyes de operación restringida a la galaxia a la que pertenecen. Así, los objetos que van en un avión guardan una relación semejante a la que guardan el conjunto de planetas del sistema solar y el conjunto de sistemas constitutivos de la galaxia. De este modo, las leyes tendrían que operar de manera obligatoria exclusivamente en uno de los ámbitos y no en ámbitos paralelos ni en otros dimensionalmente inclusivos ni comprensivos. Esto, llevado a otro ámbito de lo real, podría implicar que una célula opera bajo determinadas leyes en su interior, con otras en su articulación constitutiva de un órgano y con otras más en la integración de un individuo. En Descartes, Dios creó el universo operando bajo determinadas leyes que son válidas para la tierra y para el cielo, por lo que la matemática y la geometría
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son útiles tanto para conocer los objetos celestes como los terrenales, tan separados por Aristóteles. Aristóteles propone conocer a los objetos reales por lo que son, por sus cualidades; Galileo por lo que no son, es decir, su cuantificación; y la cuántica, por lo que pueden ser. Si bien en la naturaleza no existe ningún objeto cuyos contornos sean totalmente rectos, tampoco existe ninguno cuyos contornos delineen una curva perfecta, con excepción del cosmos que es sensorialmente evidente y da cuenta del carácter curvo de la bóveda celeste y de sus límites espaciales. La idea de la curvatura es reforzada por la evidencia del movimiento circular de los astros en torno a la Tierra, de ahí que se considere por tanto tiempo, que toda línea aparentemente recta continuada acaba regresando al punto de partida. Sin embargo, la recta es pensable del mismo modo que lo son el círculo, el triángulo, el rectángulo y cualesquiera otras figuras geométricas cerradas o abiertas que no pueden ser trazadas como son pensadas. Pensar la curva es pensar en un espacio contenido en el interior del círculo, una vez que la línea se encuentra con su punto de partida; pensar la curva es, en última instancia, trazar los límites del universo pensándolo dotado de una forma curva. Pensar la recta es pensar en la ausencia de espacio contenido; es pensar al espacio como infinitud e idear al universo sin límites, sin forma y vacío. Platón consideraba que el conocimiento de los objetos como idea (no como objetos sensibles), está contenido en el alma y en lenguaje matemático, por tanto, ahí reside la verdad, lo imperecedero y lo inmutable. Esta escritura del alma es leída con la razón y, dado que la matemática no es más que el discurso de la razón, la razón es matemática. Galileo usa la matemática de la razón para construir el conocimiento de los objetos y fenómenos reales, contraviniendo la epistemología de Aristóteles que considera que la razón puede apropiarse cognoscitivamente de los objetos haciendo uso de los sentidos. La ruptura metodológica de la ciencia galileana se sustenta en la consideración platónica sobre cómo los sentidos pertenecen al sujeto y que, lo percibido por medio de ellos, puede ser tan diverso como diverso sea el número de sujetos percibientes. Desde niños a todos se nos enseña que tal es el color verde. Si se les pregunta a tres individuos qué color es el de un objeto determinado de color verde, los tres responderán «verde», independientemente del color que realmente estén viendo, porque, vean el color que vean, aprendieron que ese es el verde, sin que exista manera alguna de establecer qué color es el que realmente están viendo. Lo
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mismo sucede con los demás sentidos. Sostiene Descartes: «el sentido de la vista no nos garantiza la verdad de sus objetos menos que los del olfato o del oído la de los suyos; en cambio, ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos podrían garantizarnos jamás cosa alguna si nuestro entendimiento no interviniera» (1970, p. 72). Efectivamente, los sentidos pertenecen al cuerpo del sujeto, al igual que lo sentido, lo cual pone en duda la existencia de todo cuanto esté fuera del sujeto y torna completamente subjetivo lo percibido; en cambio, la cuantificación de los objetos exteriores no depende de la subjetividad sensorial y, por lo tanto, permite un conocimiento objetivo, entendido éste como la correspondencia entre la figura de pensamiento construida y el objeto real del cual se construyó esa figura. Contar, medir, pesar, etcétera, dependen del instrumento y de la precisión en él lograda y no de capacidades sensoriales de los sujetos. Lo expresado cuantitativamente por los instrumentos de medición es tratado matemáticamente y, por tanto, sometido a la lógica matemática, que es una lógica ontológica. De este modo, la matemática y la geometría, que entre los aristotélicos sólo eran utilizadas para estudiar el cosmos, bajan ahora a la tierra y son usadas para conocer la física terrestre, es decir, el «mundo sublunar» de Aristóteles. Dice Descartes: todas las cosas que pueden caer en el conocimiento de los hombres se deducen unas de otras de igual modo, y que, a condición solamente de abstenerse de admitir por verdadera ninguna que no lo sea, y de que se guarde siempre el orden debido para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna tan lejana que no se pueda alcanzar ni tan escondida que no pueda descubrirse (1970, p. 48).
El señalamiento de Koyré es contundente: Galileo fue quizá el primero que creyó que las formas matemáticas se realizaban efectivamente en el mundo. Todo lo que está en el mundo está sometido a la forma geométrica; todos los movimientos están sometidos a leyes matemáticas, no sólo los movimientos regulares y las formas regulares, que quizá no se encuentran en absoluto en la naturaleza, sino también las mismas formas irregulares. La forma irregular es tan geométrica como la forma regular, es tan precisa como ésta; solamente es más complicada. La ausencia en la naturaleza de rectas y círculos perfectos no es una objeción al papel preponderante de las matemáticas en la física. (2000, p. 49).
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Existe en Galileo un convencimiento sobre que las leyes de la naturaleza tienen un núcleo matemático y de que las cualidades no son propiedades objetivas de las cosas sino construcciones de nuestros sentidos, por lo que los colores desaparecen junto con los olores, los sabores y las texturas. En su lugar encontramos un mundo real fantasmal integrado por números y figuras geométricas en el que, efectivamente, la blancura o la suavidad no pueden ser ni medidas ni contadas. Pero, trátese del conocimiento basado en los sentidos o del conocimiento matemático de lo real, los materiales con los que la razón construye conocimiento no son los objetos, los fenómenos o los procesos reales, sino las figuras de pensamiento construidas por la razón, pudiendo ser los objetos reales su fuente de inspiración. La célula a la que conceptualmente se refiere una teoría, no es la célula de este árbol o de aquél animal; es cualquiera de ellas; es todas las células existentes actualmente, las que existieron en el pasado y las que existan en el futuro. Todas están allí, en el concepto y, sin embargo, el concepto de célula no es ninguna célula concreta realmente existente. Lo mismo se puede decir de cualquier concepto como átomo, molécula, montaña, pez o vegetal. Pero, el asunto se complica cuando se abstrae una cualidad de lo real y se la convierte en categoría. Por ejemplo, un gato es blanco, una paloma es blanca, una nube es blanca. El gato, la paloma y la nube son conceptos, es decir, son contenidos universales de lo concreto y, por tanto, se puede hacer referencia a ellos aludiendo a seres realmente existentes, sin importar que haya gatos negros o pardos y nubes y palomas que no sean blancas. Pero, ¿blancura? No existe ser alguno que sea «blancura», «negrura», «finitud», «circularidad» o «triangularidad», del mismo modo que tampoco existe ser alguno que se llame «masa», «aceleración», «energía» o «velocidad». Lo que existen son objetos que poseen una «masa» y que pueden desplazarse a una «velocidad» determinada, etcétera. Éstas son categorías, es decir, herramientas construidas por la razón que establecen la racionalidad de la teoría y que son atribuidas por Nicolás de Cusa (2008) a la matematización de lo real, afirmando que «de la capacidad de la multiplicidad resultan las cantidades, las cualidades y las demás categorías que proporcionan el conocimiento de las cosas. Cómo ello acontezca, a duras penas se sabe» (p. 90). Independientemente de si la matemática alude o no a objetos reales, es decir, se trate de un despliegue racional formal o del procesamiento de datos cuantitativos supuestamente tomados de objetos reales, los contenidos están determinados
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por la racionalidad con la que se investiga y los datos son procesados con la lógica de esa racionalidad matemáticamente expresada. Lo cual hace emerger el problema de si la matemática posee una sola lógica o si existen matemáticas construidas con lógicas diferentes; si la matemática contiene también una sola ontología, ninguna o tantas ontologías como lógicas diferenciales. El conocimiento construido con datos matemáticamente expresados y procesados, constituye un despliegue formal de la conciencia, en el que los objetos concretos reales aristotélicos han desaparecido, trabajándose con figuras de pensamiento que sólo tienen sentido en la teoría de la que forman parte o en teorías con la misma filiación ontoepistemológica. Es hasta Galileo que se da el divorcio definitivo entre la ciencia cualitativa y la ciencia cuantitativa porque, como señala Brun «los Pitagóricos no han consumado el divorcio entre la cantidad y la calidad; para ellos hay un elemento espiritual de los números que les da existencia verdadera, que no se puede reducir a simples medidas» (2002, p. 38). Para arribar a la matematización de los objetos reales es necesario diferenciar lo sensorial de lo racional y dar prioridad al segundo. Y esto es percibido claramente por Descartes cuando señala: «Luego, por añadidura, yo tenía ideas de varias cosas sensibles y corporales: pues aun suponiendo que soñara y que fuera falso todo cuanto veía o imaginaba, no podía negar, empero, que las ideas no estuvieran realmente en mi pensamiento…» (1970, p. 69-70). Resulta sorprendente que un pensamiento idealista como el platónico esté en la base del proceso de conversión de la ciencia en fuerza productiva y que la matematización del proceso de construcción de conocimiento siente las bases de la aplicación de la geometría y la precisión matemática a la construcción de herramientas, aparatos e instrumentos. La geometría y la matemática –consideradas por los griegos como útiles sólo para el estudio de los objetos celestes– son usadas ahora para el estudio de los objetos terrenales, antes considerados por los aristotélicos como no matematizables. Ahora, la matemática y la geometría operan «así en la tierra como en el cielo». Del mismo modo que en Platón, en Galileo el conocimiento científico se construye por medio del pensamiento puro, del ejercicio de la razón y no por medio de los sentidos. En la ciencia, por tanto, se formulan experimentos en la pureza de la idea y se construyen instrumentos para percibir, medir o contar contenidos de la razón y no contenidos de lo real empírico que es en donde habita la experiencia. El experimento científico se vuelve contra la experiencia empírica.
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La ciencia moderna galileana nace con el régimen capitalista en su etapa mercantil, en medio del proceso manufacturero. A pesar del pensamiento geométrico-matemático de los presocráticos y de los platónicos orientado al entendimiento de lo divino (alma y cielo), en ellos no sólo no surge la idea de su aplicación al conocimiento de lo real, sino que ni siquiera se plantea su aplicación empírica en el diseño de herramientas. Dicho de otra manera, entre los griegos presocráticos y clásicos no surge la idea de la ciencia como fuerza productiva en forma de herramientas o máquinas, dado que la producción de satisfactores recaía en la fuerza de trabajo humana esclavizada. Si descontamos el uso ocasional, no sistemático del agua en los molinos y del viento en las velas de los barcos, podemos advertir que, en general, la fuente de energía básica que utilizaron griegos y romanos fue la del músculo humano esclavizado. Ni al griego ni al romano interesó jamás la búsqueda de una ciencia aplicada a dominar la naturaleza para aliviar el trabajo humano, premisa que hoy, desde que tal cosa fue formulada por Bacon y retomada por Descartes, nos parece tan «natural» y común (Labastida, 1976, p. 54).
En cambio, en Descartes aparece claramente expresado un nuevo modo de concebir al mundo: la naturaleza como un inmenso arsenal de recursos utilizables para producir satisfactores de las necesidades humanas, la cual se puede controlar y dominar. Como dice Castoriadis: Es el imaginario «racional» capitalista. Y que va a la par de la secularización, de la decadencia de la religión, y de la decadencia de todo sentido cabalmente instrumental, que, claro está, es a la vez profundamente inadecuada en cuanto a la cosa misma –por esta razón se necesita filosofía– y totalmente inapropiada si se trata de cimentar la sociedad, de hacer que tenga cohesión (2004, p. 219).
El idealismo platónico es recuperado para conocer y para actuar en el dominio de la naturaleza y en la explotación capitalista del trabajo humano. El mecanicismo de la física clásica –galileana, cartesiana, hobbesiana, ciencia activa, operativa, que debe hacer del hombre «el dueño y señor de la naturaleza»– se explicaría, entonces, por ese deseo de dominación, de acción; sería una simple transposición de esta actitud, una aplicación a la naturaleza de las categorías del pensamiento del homo faber; la ciencia cartesiana –y a fortiori, la de Galileo– sería, como se ha dicho, «una ciencia de ingeniero» (Koyré, 2005b, p. 2).
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No se trata ahora del proceso aristotélico de llevar la realidad exterior a la conciencia, construyendo con ello figuras de pensamiento y teorías, sino del proceso inverso, llevar de la teoría pura a la práctica los contenidos de la razón.
El Aristóteles matemático Las comunidades primitivas construyeron múltiples concepciones de la Tierra. Unas concepciones son totalmente sensoriales y otras poseen un carácter mítico o mágico que devinieron posteriormente en ideas religiosas. «Según el pensamiento mítico, la Tierra descansaba sobre una base firme, por ejemplo de raíces que debían hundirse en la nada de lo inexplicable» (Herbig, 1991, p. 102). Su forma era la de un disco plano cubierto por una bóveda celeste, fijo en el espacio y alrededor del cual giraban el Sol y la Luna. La concepción de un mundo regido por leyes no es consubstancial al pensamiento empírico, religioso, artístico o teórico, ni resultó del estudio de la naturaleza. Según Herbig, «no fue la naturaleza quien hizo de modelo para la concepción de Anaximandro de un cosmos a modo de un orden jurídico de las cosas, sino que el modelo fue el orden jurídico de la “polis” griega» (1991, p. 108). Para Anaximandro la Tierra «no es redonda, ya no es el disco plano que la gente se había imaginado hasta entonces. Su forma se asemeja a un segmento de fuste de columna con un diámetro tres veces mayor que su altura. La humanidad vive en uno de los lados planos. Lo que hay en el otro lado permanece desconocido» (Herbig, 1991, pp. 99-100). La Tierra está suspendida en el centro del universo esférico en el cual no existe el arriba ni el abajo. Entre los presocráticos hubo quienes sostuvieran la divisibilidad infinita de la materia, como es el caso de Anaxágoras (Brun, 2002, p. 121) y quienes consideraban la existencia de un límite de la divisibilidad, como fue sostenido por Leucipo y por Demócrito. La concepción de la divisibilidad infinita de la materia no tuvo muchos partidarios, en tanto que el atomismo ha contado con adeptos en toda la historia posterior a su formulación por Leucipo. Evidentemente, Leucipo y Demócrito no podían basar sus concepciones en observaciones experimentales, si se considera que la experimentación científica nace con la ciencia moderna galileana y que los griegos construían teoría con base en el entendimiento y los sentidos. Sin embargo, si se tiene en
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cuenta que los problemas que la ciencia se plantea son problemas filosóficos, no cabe duda que la presencia de referentes filosóficos en los bloques de pensamiento de los científicos implica su activación en la construcción de teorías y en la práctica investigativa en general, sin que ello implique la consciencia de tal participación y aunque jamás el científico concreto haya leído nada sobre un filósofo en particular. La vida cotidiana está repleta de alusiones filosóficas transmitidas e incorporadas a las conciencias sin que quien las recibe esté consciente de lo que está sucediendo. La teoría atómica de Leucipo combina la idea parmenidiana del carácter imperecedero e increado del ente, la de existencia múltiple y mutable, y la del vacío en el que los átomos se mueven (Herbig, 1991, pp. 222, 292-295). La idea del vacío newtoniano se construye recuperando los planteamientos de Leucipo y Demócrito, para quienes el vacío es la zona en la que los átomos se desplazan libremente, pues el vacío no está dentro del átomo sino fuera de él en las partículas que, por agregación de átomos, se constituyen; los átomos se mueven en el vacío y chocan entre ellos o se aglutinan pero sin perder nunca su individualidad (Brun, 2002, pp. 131-135; Herbig, 1991, p. 295). En esta concepción, los átomos y el vacío son lo único real, son la cosa, la substancia y no sus propiedades (color, olor, sabor), las cuales son percibidas por medio de los sentidos. Es frecuente el enfrentamiento entre teorías poseedoras de diferentes racionalidades por conceptos o categorías mal comprendidas. Pero, sucede más frecuentemente entre categorías epistémicas a las que se les interpreta con contenidos propios de categorías ónticas que las coloca muy cerca de los conceptos. Una categoría o un concepto pueden no existir en un constructo teórico, por no pertenecer a su racionalidad, es decir, por no ser parte de su andamiaje categórico-conceptual y, sin embargo, ser víctima de la embestida desde una racionalidad ajena a la suya. Por ejemplo: el concepto de «espacio vacío» puede significar en una teoría «ausencia absoluta» mientras que en otra «contenido imperceptible». Puede usarse el mismo vocablo en dos teorías y suponer que se están refiriendo a lo mismo cuando, en realidad, se está hablando de ontologías completamente distintas. A esto se debe lo planteado por Koyré cuando dice que: Descartes no se contenta con afirmar, como Giordano Bruno y Kepler, que realmente en el mundo no hay espacio vacío y que el espacio del mundo está lleno por todas partes de «éter». Va mucho más lejos y niega que exista en absoluto algo así como el «espacio», una entidad distinta de la «materia» que lo «llena». La materia y el espacio son idénticos y sólo se pueden
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distinguir por abstracción. Los cuerpos no están en el espacio, sino tan sólo entre otros cuerpos; el espacio que «ocupan» no es nada distinto de ellos mismos (2005a, p. 99).
En el caso de la radicalización de la postura cartesiana contra Bruno y Kepler, Descartes está asignándoles un carácter conceptual a las categorías aristotélicas de «espacio» y «materia» sustentadas por Bruno y Kepler. Descartes asume la matemática pitagórico-platónica y la geometrización de lo real conjuntamente con la concepción aristotélica del espacio como continuum que implica la negación del vacío en todas sus acepciones. Véase cómo en la constitución de una teoría se integran categorías de diferentes racionalidades teóricas que posteriormente pueden ser pensadas como antagónicas. Antes que Descartes, Nicolás de Cusa ya lo había hecho y lo mismo sucede con Giordano Bruno y con Kepler: construyen teorías híbridas cuya contradictoriedad racionalidad interna impide su asunción por otros científicos o filósofos. El razonamiento cartesiano que desemboca en la negación del vacío únicamente tiene validez en función de la ontología aristotélica: al no ser el espacio vacío ni sustancia ni accidente, sólo puede ser nada, y la nada, como evidentemente no puede poseer atributos, no puede ser objeto de mediciones; el volumen, la distancia, no pueden medir la nada; las dimensiones deben ser dimensionales de algo, es decir, de una sustancia y no de la nada (Koyré, 2000, p. 309).
En Newton, el vacío leucipiano es convertido en universo y el universo en espacio infinito y vacío absoluto; el mundo es tiempo y espacio constituido por átomos que, en integraciones diferenciales, constituyen los objetos de la sensación. Ese mundo opera bajo leyes que pueden ser descubiertas por experimentación dado que están en lo real con independencia de la conciencia (Pérez, 2005, p. 335). Posiblemente la idea de diferencialidad aristotélica entre la fisicalidad terrenal del mundo sublunar y lo celestial del mundo supralunar proviene de Demócrito quien sostiene que: el alma es corpórea y de naturaleza ígnea, compuesta del mismo fuego que el que se encuentra en los cuerpos celestes. Ella mueve el cuerpo, en el cual reside, de la misma manera como ella se mueve a sí misma. Esta alma es mortal y muere con el cuerpo; los átomos que la componen se separan en ese mismo momento. Los contactos con los cuerpos externos mueven el alma en el cuerpo y así causan las sensaciones (Brun, 2002, p. 138).
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Para Aristóteles, el universo está constituido por dos regiones: la región sublunar y la supralunar. El primero contiene el mundo de lo material y sensible constituido por una pluralidad de seres o sustancias. La naturaleza es móvil y cambiante, y los objetos no corresponden con los esquemas geométricos ni con la exactitud de la matemática; por ello es que éstas no son útiles para conocer lo terrenal y sí lo son para comprender lo celeste que es incorruptible, ordenado y regular. En el mundo supralunar se encuentra una sustancia simple e inmóvil, inmutable e incorruptible, a la que llamó Theós. Esta región empieza en la órbita de la Luna y termina en la esfera de las estrellas, después de la cual no existe nada; los objetos son incorruptibles, están hechos de éter y giran en círculos perfectos; el espacio es un continuum. En el pensamiento aristotélico la matemática y la geometría no tienen cabida en el campo de la física pero sí en el de la astronomía. Asimismo, para Aristóteles, el movimiento es una cualidad de la sustancia que adopta diversos estados: potencia y acto, por tanto, el movimiento consiste en el paso de la potencia al acto, es decir, un cambio de cualidad o cambio de estado y no una de sus formas, es decir, un estado o cambio de posición como en la mecánica de Galileo y de Newton (Kuhn, 1989, pp. 64, 67). El estado natural de los objetos es el reposo que se altera por un movimiento violento que arranca al objeto de su lugar natural. El «lugar» en Aristóteles es el recipiente inmóvil, en tanto que el recipiente es un lugar móvil (Reale, 2007, p. 74). El tiempo es eterno y una determinación del movimiento pues no hay tiempo sin movimiento (Reale, 2007, p. 61). Como el espacio es el lugar que un cuerpo ocupa y como todos los cuerpos son finitos, el infinito no existe en acto sólo en potencia como el número, el éter y el tiempo. En cuanto al mundo supralunar, Aristóteles consideraba que «los astros giraban alrededor de la Tierra en órbitas perfectamente circulares sin impulso exterior y en un movimiento perpetuo…» y que estaban constituidos de un elemento que no existía en la Tierra: el «éter» (Herbig, 1991, p. 24). La física sublunar y la astronomía aristotélicas se convirtieron en la concepción predominante en la Europa medieval. En la Europa medieval se aceptaba por lo general que la tierra se encontraba en el centro de un universo finito y que el sol, los planetas y las estrellas giraban alrededor de ella. La física y la cosmología que proporcionaban el marco conceptual en el que se asentaba la astronomía eran básicamente las
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desarrolladas por Aristóteles en el siglo IV a. C. En el siglo II de nuestra era, Tolomeo ideó un sistema astronómico detallado que especificaba las órbitas de la Luna, el Sol y todos los planetas (Chalmers, 2001, p. 99).
Pero en el siglo xvi, Copérnico da a conocer una teoría en la que se sostiene que la Tierra se mueve alrededor del Sol conjuntamente con un grupo de planetas, en un mundo finito pero inmenso «comprendido en una esfera material u orbe, la esfera de las estrellas fijas, que posee un centro, un centro ocupado por el Sol» (Koyré, 2005a, p. 35). Entre los presocráticos se desarrollaron dos líneas interpretativas del movimiento: una, en la que el movimiento (entendido como cambio o como desplazamiento de un objeto) es efecto de causas independientes a las cosas que se mueven y, otra, en la que el movimiento es concebido como algo dado. En el primer grupo se encuentran Parménides, Empédocles y Anaxágoras; en el segundo, Anaximandro, Anaxímenes y Heráclito (Herbig, 1991, pp. 281-282). La concepción del movimiento como algo dado es asumida por Galileo y Newton, en tanto que Aristóteles y sus seguidores asumen la concepción originalmente asumida por Parménides. Galileo aplica la matemática a la física y la física a la astronomía. No discute la aplicabilidad de la matemática y la geometría a la física, ni si los objetos celestes son objeto o no de estudio de la física. Lo hace. Las observaciones telescópicas de Galileo corrigen y refuerzan la teoría copernicana y es con Newton cuando se unifica el reino del cielo y el de la tierra. Newton es la cumbre de la matematización y geometrización del mundo. La línea recta está asociada a la idea de infinitud del universo desarrollada por Galileo y contrapuesta a Ptolomeo, lo cual confronta la filosofía de Platón con la de Aristóteles. La curva expresa la idea del eterno retorno: tanto del punto físico de partida como del punto histórico social. En la línea curva, el punto de partida es punto de llegada, lo cual implica la idea de circularidad del universo, reforzada por la inexistencia de la línea recta en la naturaleza. El punto de partida, en la teología judeo-cristiana, es Dios; el punto de llegada es el Reino de los Cielos, con Dios. El punto de partida, según Marx, es el comunismo primitivo y el punto de llegada es el comunismo. El punto de partida, en Hegel, es la Idea Absoluta y el punto de llegada el Espíritu Absoluto.
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Nicolás de Cusa declara la infinitud del universo y Giordano Bruno la asume negando explícitamente la existencia de un centro en el universo. Descartes, por cuestiones religiosas, se niega a llamar infinito al universo porque tal calificativo sólo corresponde a Dios y opta por llamarlo «indefinido» (Labastida, 1976, p. 204). Galileo definitivamente se declara partidario de la finitud y Newton formula la teoría del universo como un infinito vacío. «Véase, entonces, todo lo que puede implicar el cambio de acento en un tipo de movimiento: el circular o el rectilíneo: el circular se da en un mundo cerrado, el recto, en cambio, en un mundo abierto y potencialmente infinito: el movimiento en línea recta destruye las fronteras del cosmos» (Labastida, 1976, p. 204). Efectivamente, la línea curva delimita un espacio contenido en su interior; la línea recta es el vacío porque no incluye nada. Las figuras geométricas tienen límites; la línea recta no. La línea de la figura posee un espacio limitado por ella con posibilidades de ser medido, en tanto que la recta no contiene espacio alguno sino que ella se encuentra contenida en él, resultando inmensurable (inmenso) e infinito (interminable) dado que el espacio se continúa con la línea misma. La idea de espacio infinito y su carácter inmensurable en tanto universo, plantea el problema de su medición no en tanto espacio total sino absoluto. El universo es inmensurable como tal pero, pensado como absoluto se reduce a la medida y se diluye en ella. Más allá de que el universo no pueda ser medido, lo existente en él sí puede serlo convirtiéndose «los objetos» o «las sustancias» en centímetros, pulgadas, leguas o micras, tornándose la distancia entre objetos y los lugares ocupados por ellos en la universalidad expresada en la cuantificación de su medida. De este modo, la medida conduce al absoluto en cuanto contenido universal de lo concreto. Del espacio infinito se transita al espacio absoluto y de éste al tiempo absoluto y al movimiento absoluto. El movimiento se mide por el tiempo y no por la distancia, es decir, no por la substancia por la cual se desplazó y el tiempo, el espacio y el movimiento acaban siendo conocidos por lo que no son, por los números resultantes de su matematización. Dice el cardenal de Cusa: puesto que el movimiento del cielo es numerado por la mente, y el tiempo es la medida del movimiento, el tiempo no puede agotar la capacidad de la mente, sino que ésta siempre permanecerá como término, medida y determinación de todas las cosas medibles. Los instrumentos que la mente humana
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posee para medir los movimientos celestes demuestran que no es el movimiento el que mide a la mente, sino que es la mente la que mide el movimiento (2008, pp. 105-106).
El peso, la altura, el volumen o la masa de un «objeto» o de una «sustancia» no son el «objeto» o la «sustancia» y pueden ser subsumidos en los pesos, altura, volúmenes y masas de otros «objetos» o «sustancias» sin importar su identidad ni la de los otros. Los múltiples tiempos y espacios de los concretos reales percibidos por el sentido común son falsos; el tiempo y el espacio verdaderos son los que los contienen a todos; son el tiempo y el espacio abstractos opuestos al tiempo y al espacio sensibles. Es decir, Platón versus Aristóteles. Así, pues, el lugar –locus– es algo que está en los cuerpos y en el cual están a su vez los cuerpos. Y, del mismo modo que el movimiento es un proceso en el que los cuerpos cambian de lugares sin llevárselos con ellos, sino dejándolos para otros, la distinción entre espacios relativos y absolutos implica necesariamente la distinción entre movimiento relativo y absoluto y, vice versa, está implicada por ésta (Koyré, 2005a, p. 154).
Asombrosamente, Nicolás de Cusa había planteado ya una idea muy cercana al absoluto newtoniano. Dice: «En efecto, el concepto absoluto no puede ser otra cosa que la forma ideal de todo aquello que puede ser concebido, la cual es la igualdad de todas las cosas capaces de ser formadas» (2008, p. 46). Y más adelante: «...lo que no es ni más grande ni más pequeño lo llamamos igual. El ejemplar absoluto es, por tanto, igualdad, precisión, medida o justicia, e idénticamente también verdad y bondad, y es la perfección de todos los ejemplares» (p. 49).
Conclusiones Las teorías científicas son propuestas de intelección de problemas filosóficos y se construyen con categorías y conceptos que expresan las concepciones ontológicas o epistemológicas de Platón o Aristóteles, a pesar de que éstas son antagónicas. Para Platón en el alma radica lo verdadero que es inmutable e infinito y está escrito en lenguaje matemático. La ciencia galileo-newtoniana aplica la matemática
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pitagórico-platónica a la física, reconociendo la existencia de lo real con independencia de la conciencia, tal como es planteado por Aristóteles, pero abandonando el estudio de sus cualidades. Para el pensamiento galileo-newtoniano el universo es infinito y la validez de la matemática para construir conocimiento incluye todo, es decir, lo terrenal y lo celestial, que había sido separado por Aristóteles. La física relativa y la mecánica cuántica replantean el concepto de objeto de estudio de la ciencia newtoniana, conciben al tiempo, al espacio y al movimiento como contenido de lo real y proponen la cualidad como objeto de estudio en contraposición al estudio de las sustancias. El objeto de la teoría es una relación entre símbolos y no uno o varios objetos reales. Si seguimos la lógica del planteamiento de Koyré consistente en llamar a Galileo «La venganza de Platón», podría llamarse a Einstein «La venganza de Aristóteles». Galileo recupera la matemática platónica, cuantifica lo real y niega el carácter objetivo del conocimiento cualitativo aristotélico; Einstein recupera la concepción aristotélica del espacio, tiempo y movimiento como contenido de lo real concreto sin abandonar la matemática platónica. La mecánica cuántica de Heisenberg piensa al espacio como continuum y formula el principio de incertidumbre sólo concebible matemáticamente.
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Artículos de reflexión y análisis
Paradigmas
ISSN: 1909-4302 http://publicaciones.unitec.edu.co/ojs/
Ética de la responsabilidad en los tiempos contemporáneos: consideraciones centrales* Julio Mejía Navarrete, Ph.D.a
Resumen Este trabajo se propone una revisión conceptual de la ética de la responsabilidad a partir de su desarrollo por la modernidad. Busca destacar los aportes centrales del pensamiento humanístico sobre la naturaleza ética de las acciones del ser humano, primero como individuo, luego como sociedad y, finalmente, como parte del planeta en la infinitud del cosmos. Aunque, un recuento histórico proyecta una falta de compromiso ético responsable del ser humano, el gran proyecto pendiente sigue siendo la cimentación de una ética responsable frente al mundo que nos ha tocado vivir. Palabras clave: ética de la responsabilidad, pensamiento humanístico, acción humana, ética de la ciencia.
a
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú. CORRESPONDENCIA AUTOR jvmena1@hotmail.com INFORMACIÓN DEL ARTÍCULO Recibido: 01.02.2011 Revisado: 04.03.2011 Aceptado: 14.03.2011 • Para citar este artículo • To cite this article • Para citar este artigo: Mejía, J. (2011). Ética de la responsabilidad en los tiempos contemporáneos: consideraciones centrales. Paradigmas, 3, 33-48.
Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de Creative Commons Reconocimiento-No comercial- Sin obras derivadas 2.5 Colombia, la cual permite su uso, distribución y reproducción de forma libre siempre y cuando el o los autores reciban el respectivo crédito.
* Texto leído en la inauguración del año académico 2010 de la Universidad Ricardo Palma, Lima.
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Mejía Navarrete
The ethics of responsibility in contemporary times: main considerations
Ética da responsabilidade nos tempos contemporâneos: considerações centrais
Summary This paper proposes a conceptual revision of the ethics of responsibility from its evolution through the modern era. It highlights the main contributions of humanistic thought on the ethical nature of human actions, first as individuals, then as a society and, finally, as part of a planet in the infinity of the cosmos. Although a look back at our history reveals a lack of commitment by humans to the ethics of responsibility, the grand project continues to be the establishment of ethnical responsibility in this world we live in.
Resumo Este trabalho propõe uma revisão conceitual da ética da responsabilidade a partir de seu desenvolvimento pela modernidade. Busca destacar as contribuições centrais do pensamento humanístico sobre a natureza ética das ações do ser humano, primeiro como indivíduo, depois como sociedade e, finalmente, como parte do planeta no infinito do cosmos. Embora, um reconta histórico projete uma falta de compromisso ético responsável pelo ser humano, o grande projeto pendente segue sendo a cimentação de uma ética responsável frente ao mundo que nós temos que viver.
Keywords: ethics of responsibility, humanistic thinking, human action, ethics in science, and planetary ethics.
Palavras-chaves: ética da responsabilidade, pensamento humanístico, ação humana, ética da ciência e ética planetária.
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Ética de la responsabilidad
Introducción
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l presente trabajo presenta el desarrollo del concepto de ética de la responsabilidad; interesa destacar las vicisitudes del contenido cognoscitivo de la ética en los tiempos contemporáneos. Sin embargo, el examen de la ética de la responsabilidad sólo puede ser comprendido teniendo en cuenta la existencia del hombre concreto, en su moralidad que corresponde a las decisiones y conductas del sujeto en el mundo de la vida real. El concepto de ética de la responsabilidad, por su carácter y evolución, pertenece al campo de las humanidades y, a lo largo de su historia, ha sido desarrollado por los aportes de economistas, sociólogos, filósofos y científicos. En esa dirección, más bien pareciera que el pensamiento humanista se define principalmente por el tema de la ética de la responsabilidad del hombre en los tiempos contemporáneos. Los retos que enfrenta el hombre moderno del siglo xxi son cada vez mayores; la sociedad se ha complejizado en todos los órdenes de su existencia y, por consiguiente, el sentido de responsabilidad que se le reclama por sus acciones es aún más profundo. Este trabajo no pretende analizar una historia exhaustiva del concepto de ética de la responsabilidad; interesa más subrayar el aporte teórico de algunos autores que, a partir de esta temática, han contribuido significativamente a comprender la naturaleza de lo humano.
Los orígenes del concepto responsabilidad. De Adam Smith a Friedrich Nietzsche El concepto responsabilidad tiene muy poca historia; se gesta con el advenimiento de la modernidad. Adam Smith, considerado el fundador de la economía moderna, en su trabajo de 1759 Teoría de los sentimientos morales, introduce implícitamente la idea de responsabilidad, aunque el mismo término todavía no aparezca en la obra. En Smith hay una concepción temprana de responsabilidad
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ética que directamente se infiere de sus argumentos expuestos. El término responsabilidad propiamente recién será establecido a fines del siglo xix por Friedrich Nietzsche. En efecto, el advenimiento de la modernidad significa el desarrollo de la libertad individual frente a las prohibiciones y obligaciones del Medioevo pero, al mismo tiempo, cuando la libertad se va institucionalizando y se hace parte de la vida cotidiana, emerge la responsabilidad frente a la libertad de las acciones del hombre contemporáneo (Bauman, 2010). En esa dirección, la Teoría de los sentimientos morales es una alegoría a la idea de responsabilidad en relación al comportamiento de las personas. Para Adam Smith (2004) lograr la felicidad humana supone un equilibrio entre la conducta individual basada en el egoísmo y la benevolencia: «Y de ahí resulta que sentir mucho por los otros y poco por sí mismo, restringir los impulsos egoístas y dejarse dominar por los efectos benevolentes, constituye la perfección de la humanidad; y sólo así puede darse en la humanidad esa armonía de sentimientos y pasiones» (p. 53). El egoísmo define las pasiones personales; es el interés utilitario individual, dirigido de sí mismo. Mientras que la benevolencia son las pasiones sociales, sentimientos morales positivos dirigidos hacia los demás, de la misma forma el autor considera que también hay pasiones antisociales, sentimientos negativos dirigidos hacia los otros. En esa dirección, el hombre se reconoce como miembro de una comunidad, que lo vincula directamente con los otros miembros de la sociedad; así, la ética aparece cuando el individuo debe hacerse responsable de las implicaciones de su acción egoísta y cuando se identifica como parte de la humanidad, por medio de las pasiones o sentimientos sociales. Adam Smith establece que la naturaleza humana no sólo corresponde a un ser individual egoísta. El ser social necesita de los otros para lograr la felicidad; por lo tanto, propone la ampliación de la condición de sí mismo más allá del individuo egoísta, extendiéndola hacia el resto de la sociedad: «por más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros de tal modo, que la felicidad de éstos le es necesaria» (2004, p. 29). La sociedad como un todo en Adam Smith se delimita por los conceptos de simpatía y de inercial espectador. La sociedad no se debe excesivamente a individuos egoístas como elementos aislados; se trata más bien de un ser social, un
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sujeto que forma parte de un sistema de redes de relaciones sociales. El concepto de simpatía se refiere a la forma como el individuo desde abajo teje su sociedad en la que actúa; para actuar el individuo egoísta necesita hacerlo en relación al otro, la conducta individual siempre se dirige a los otros sujetos. Para ello, Smith recurre al concepto de simpatía, que permite al sujeto la capacidad de ponerse en el lugar del otro por medio de un acto de imaginación. El imparcial espectador es la sociedad en su conjunto, la que juzga nuestros actos y nosotros lo tomamos en cuenta antes y después de actuar. Son las instituciones de la sociedad las que examinan la conducta individual y los intereses personales egoístas; en palabras de Adam Smith: «Dos ocasiones en que examinamos la propia conducta y nos esforzamos por verla a la luz con que el imparcial espectador lo vería. Primero, cuando estamos a punto de actuar; segundo, después de haber actuado» (2004, p. 88). Entonces tenemos que en Adam Smith la sociedad no está exclusivamente formada por sujetos aislados, sino que también tiene una dimensión societal y se encuentra regulada por las instituciones. De lo anterior se desprende que Adam Smith desarrolla la noción implícita de responsabilidad en las sociedades modernas, y es la que corresponde, por un lado, al individuo para actuar y decidir (orientándose por sentimientos morales egoístas) y, por otro, para formar sociedad sólo pueden desarrollarse teniendo en cuenta a los otros y a la sociedad en su conjunto, por medio de los sentimiento morales sociales, condición indispensable para lograr la felicidad humana. Sin embargo, la propuesta de Adam Smith fue dejada de lado y tuvo que esperar a Friedrich Nietzsche para su desarrollo. El término responsabilidad aparece en los siglos xvii y xviii. En su origen tiene un sentido eminentemente jurídico: se trata de una responsabilidad consecuente; es la 1. Por primera vez aparece en la lengua española como consecuencia por no haber cumplido con las normas parte de los relatos a su gobierno que hace en el Viestablecidas y es posteriori al mismo acto que realirrey del Perú el Conde de Superunda en 1745. La zan las personas.1 La definición aparece en el Dicresponsabilidad es un concepto que define el incumcionario de la Real Academia de la Lengua Española plimiento de las normas y de 1803 y en el Diccionario de la Academia Franceleyes; son las consecuencias que asumen los gosa de 1798; ésta se mantiene en todas las ediciones bernantes cuando omitan o no cumplan con las normas del siglo xix, cambiando recién a comienzos del sidel Libro VIII de la Recopilación de las Indias. glo xx. Corresponde a las penas o sanciones que hay
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que asumir cuando no se ha cumplido con las normas establecidas. Hasta el siglo xix la responsabilidad tiene este carácter netamente jurídico. Situación que se modifica radicalmente con Friedrich Nietzsche; este gigante de la filosofía, que cierra todo un periodo histórico y abre uno nuevo, es quién introduce otra noción de responsabilidad cuyo contenido va a perdurar hasta la actualidad, de modo particular en sus libros La genealogía de la moral: un escrito polémico (1887) y El crepúsculo de los ídolos (1888). Friedrich Nietzsche, al señalar que el hombre es libre y autónomo en el mundo moderno, «individuo igual tan sólo a sí mismo», introduce el concepto de responsabilidad como un nuevo imperativo moral. El individuo como ser actuante en el mundo debe hacerse responsable de sus actos y de las decisiones que tome. El hombre tiene que saber lo que debe hacer y debe responder por ello: «la responsabilidad, la conciencia de esta extraña libertad, de este poder sobre sí y sobre el destino, se ha grabado en él hasta su más honda profundidad y se ha convertido en instinto, en instinto dominante» (1997, pp. 78-79). No hay principios jurídicos absolutos y el sujeto es el único responsable de su conducta. Aquí la responsabilidad es antecedente, es anterior al acto mismo y el individuo es responsable de las decisiones del acto social. En ese momento crucial es cuando Nietzsche delimita la responsabilidad como un acto ético, pues regula las actuaciones del individuo en la sociedad. La ética de la responsabilidad significa estar obligado a decidir o elegir en la conducta individual. Es una responsabilidad de carácter ético que se refiere a las decisiones de los comportamientos que tome el hombre. A partir de ese instante ya no será más un concepto jurídico.2 La sociedad moderna trae no solamente la victoria del individualismo sino, principalmente, el desarrollo de la responsabilidad 2. Exceptuando el campo del derecho, cuyo contenido es en las decisiones de los actos llevados por el propio vigente. sujeto. La responsabilidad antecedente viene a ser el significado que adquiere durante el siglo xx y la que define la ética de la responsabilidad contemporánea.
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«Ética de la responsabilidad». Max Weber Friedrich Nietzsche desarrolla el concepto responsabilidad en la forma como se define en la modernidad. Sin embargo, corresponde a Max Weber (quizás el sociólogo más importante de los clásicos del pensamiento social moderno) introducir la expresión ética de la responsabilidad. Continuando con la obra de Nietzsche, Weber (1984) define la responsabilidad desde la teoría de la acción social, entendida ésta última en términos de la conducta individual. En esa dirección, para Weber la responsabilidad solamente puede ser comprendida desde el sujeto como único responsable de sus acciones y decisiones sociales. El concepto de responsabilidad está interrelacionado a la acción individual. Sentido que va tener vigencia hasta la primera mitad del siglo xx, cuando se modifica su contenido y la responsabilidad pasa a ser entendida como responsabilidad social o responsabilidad global. Weber desarrolla la ética de la responsabilidad en sus trabajos La política como vocación y La ciencia como vocación, las cuales fueron dos conferencias pronunciadas en la Asociación Libre de Estudiantes de Múnich en el invierno de 1919. Es importante resaltar que el concepto de ética de la responsabilidad es producto del impacto que causó la Primera Guerra Mundial en la conciencia de Weber y de los intelectuales europeos (la guerra terminó el 11 de noviembre de 1918). En esas conferencias se proponen tres tipos de ética política: a. La ética de la convicción. Las decisiones de la acción se rigen exclusivamente por valores absolutos, pudiendo ser religiosos o políticos y no se toman en cuenta los resultados de las acciones del individuo. Interesa que los valores se realicen, pase lo que pase con las consecuencias de las decisiones de las personas. Los valores a priori, antes de la acción, se imponen al individuo, quién busca implementarlos sin tener en cuenta sus efectos en la sociedad. Se trata de una racionalidad dogmática. La conducta de las personas se encuentra definida únicamente por la obligación moral y la intransigencia absoluta al servicio de los principios. b. La ética del poder por el poder (1997). Aunque en el texto no aparece explícitamente, se desprende de la conducta del individuo que sólo «vive ‘de’ la política» (1997, p. 95). Es lo contrario a la ética de la convicción; así, no
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interesan los valores y las acciones sociales se orientan exclusivamente para lograr resultados. Lo que importa sólo son los intereses de los individuos en las decisiones sociales. Es el acto político sin convicción, sin valores, sólo para satisfacer la ambición de poder, el poder por el poder. Podríamos decir que es una ética pragmática de la conducta social, ya que propiamente es una antiética de la responsabilidad; es la racionalidad instrumental como lo denomina la escuela de Frankfurt. Está movida exclusivamente por el cálculo frío de las decisiones para lograr resultados sociales favorables. c. En el tercer tipo es el concepto de ética de la responsabilidad. Aquí las acciones de los individuos tienen en cuenta los valores y, para que la acción sea responsable, hay que tener en cuenta los resultados sociales a los que se pueda llegar. Es un tipo de ética intermedia: combina convicción con ponderación de los resultados. Se tienen en cuenta principios y resultados en las decisiones de los actos que realizan las personas. La concepción weberiana de la ética de la responsabilidad individual es la que va a tener hegemonía teórica durante la primera mitad del siglo xx.
Ciencia y responsabilidad Desde la Segunda Guerra Mundial, la ética de la responsabilidad adquiere un nuevo contenido conceptual. A partir de entonces, el significado de responsabilidad individual se transforma en responsabilidad social o responsabilidad global (a inicios del siglo xxi). Ahora, la responsabilidad no es únicamente individual, sino que, sobre todo, tiene que ver con las instituciones y la propia humanidad, la sociedad y la naturaleza. Hay un desarrollo del contenido de la responsabilidad que atañe a lo que hacemos y a lo que dejamos de hacer. Así, somos seres responsables frente a las futuras generaciones, el medio ambiente, el planeta, el cosmos; en otras palabras, somos responsables de todo. Este proceso de modificación del concepto de la ética de la responsabilidad se inicia en una de las instituciones más sensibles de la sociedad: la ciencia. Desde 1945 se construye paulatinamente el concepto de ética de la responsabilidad de las ciencias, especialmente de las ciencias físicas y de las ciencias biológicas, que son las que dominaron durante todo el siglo xx.
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Desde del siglo xvi, y de modo particular con el desarrollo del positivismo en los siglos xviii y xix, la ciencia se concebía libre de valores, siendo una actividad puramente cognoscitiva alejada de todo tipo de responsabilidad; se encontraba más allá del bien y del mal. El concepto de neutralidad valorativa era uno de aspectos centrales de la ciencia y Weber lo señalaba como el predominio del desencantamiento del mundo. Eso se modifica como producto de las consecuencias catastróficas de la Segunda Guerra Mundial y, especialmente, con la aparición de las armas atómicas de destrucción masiva, que pueden poner en riesgo la vida humana en la Tierra, hecho que impacta profundamente en la consciencia de los científicos y los lleva a reflexionar sobre las resultados a los que puede llevar la Física Atómica.3 El punto de quiebre es la utilización en 1945 de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki y el desarrollo de la bomba de hidrógeno en 1952 (la cual era potencialmente mucho más poderosa que la anterior). 3. Edmund Husser en su trabaEn particular los físicos más importantes –los prejo La crisis de las ciencias europeas y la fenomenolomios Nobel– ya no se pueden oponer a la responsagía transcendental: una introducción a la filosofía febilidad de la ciencia. Paulatinamente se establece el nomenológica (1991), publicada originalmente en profundo compromiso ético de la ciencia con la hulos años treinta, inicia el cuestionamiento a la neutramanidad, y de esa manera la ciencia adquiere una lidad valorativa de la cienresponsabilidad ética. cia, aunque lo circunscribe exclusivamente a la filosofía Es desgarradora la declaración que se le atribuye como “ciencia universal”. A la filosofía, como fundaa Robert Openhaimer (el físico que dirigió el Proyecmento de todas las ciencias, le corresponde una to Manhattan de la primera bomba atómica llevada ética de responsabilidad frente a la humanidad; en por los EE.UU.), cuando se detonó la primera en el cambio, a las demás ciendesierto de Nuevo México en el verano de de 1945: cias empíricas que se refieren a hechos se les siguen «Con la invención de la bomba atómica he llegado exigiendo una categórica neutralidad axiológica. a ser la muerte, el destructor de mundos». Luego de ello se negó a participar en otros proyectos semejantes. Con su conducta iniciaba el profundo compromiso ético de la ciencia. El 25 de noviembre de 1947 en el MIT hizo las siguientes apreciaciones: «La física que jugó un papel decisivo en el desarrollo de la bomba atómica, salió directamente de nuestros laboratorios de guerra y de nuestras investigaciones científicas (...) el físico ha conocido el pecado; y esto es una experiencia que no se puede olvidar» (citado por Polo & López, 1985).
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Sin embargo, es con el «Manifiesto de Gotinga» (1958), firmado por 18 físicos nucleares (muchos de ellos premios Nobel de Alemania), cuando cobra pleno sentido la relación entre ciencia con la ética de la responsabilidad con la humanidad, al considerar una obligación difundir sus puntos de vista a la sociedad. El texto expresaba lo siguiente: «A nosotros profesionales de la ciencia pura y sus aplicaciones, además de formadores de jóvenes científicos, nos afecta una enorme responsabilidad sobre los posibles efectos de la progresión en el armamento nuclear» (citado por Fernández, 1999). Una situación parecida ocurre con la biología, disciplina que tiene una importancia fundamental en las últimas décadas del siglo xx. Sus descubrimientos sobre las claves últimas de la vida y la muerte, el mapa genético –en particular del hombre– son más asombrosos y podrían ser muchos más peligrosos para la humanidad que los de la física atómica. La ciencia en general, y las ciencias biológicas en particular, no pueden ser neutrales dado que sus descubrimientos pueden tener enormes consecuencias en el desarrollo de la humanidad. Necesariamente tienen que poseer una ética de responsabilidad frente a las decisiones y actos que emprendan. Ello se expresa claramente en la bioética, disciplina iniciada en 1970 por el químico y biólogo norteamericano Van Rensselaer Potter. Este científico (1971) propone el concepto de ética de la responsabilidad para las ciencias biológicas como una forma de controlar el enorme desarrollo científico actual del hombre que le asigna un fabuloso poder para manipular la vida, la sociedad y el medio ambiente, obligando a reorientar este nuevo poder en beneficio del hombre y de su entorno natural; asimismo, señala que su propuesta significa un medio para superar el divorcio entre la ciencia y las humanidades (Gracia, 2008). Por lo tanto, desde 1945 las ciencias asumen la ética de la responsabilidad, sin dejar de ser objetivas y comprometidas, buscando la verdad y la justicia humana. El Premio Nobel de química, Ilya Prigogine llama a esto el predominio del «reencanto del mundo» (2002, p. 293). Estos planteamientos fueron asumidos y desarrollados por la filosofía durante la segunda mitad del siglo xx. Martin Heidegger publica, en 1953, La pregunta por la técnica, obra que aparece inmediatamente después de la explosión de la primera bomba de hidrógeno en 1952. Frente al desarrollo vertiginoso de la ciencia, Heidegger señala que ésta nunca ha debido desarrollar el concepto de neutralidad valorativa y mucho menos en la actualidad; al contrario, la ciencia tiene una
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gran responsabilidad con el planeta. Otro filósofo, Hans Jonas, publica en 1979 El principio de responsabilidad: ensayo de una ética para una civilización tecnológica, donde apunta que el peso de la técnica y la ciencia es fundamental ya que «se ha[n] convertido en una amenaza» (1995, p. 15) para todo el mundo humano y la naturaleza, hecho que ha llevado a una desacralización de la idea de la neutralidad valorativa. Jonas establece que la ciencia, como cualquier actividad humana, se encuentra impregnada por principios éticos y que debe relacionarse ineludiblemente con la responsabilidad humana como valor ético. Durante la segunda mitad del siglo xx los científicos y los filósofos desarrollarán el concepto de ética de la responsabilidad en la ciencia.
Ética de la responsabilidad en el siglo XXI. Gilles Lipovesky y Edgar Morin La transformación de la ética de la responsabilidad individual como lo era hasta 1945 en una ética de la responsabilidad social o responsabilidad planetaria tiene su expresión más acabada en el siglo xxi con Gilles Lipovesky y Edgard Morin, dos sociólogos y filósofos que, ante todo, son pensadores humanistas. Gilles Lipovesky en su texto El crepúsculo del deber: la ética indolora de los nuevos tiempos democráticos (publicado en 1992 en francés) desarrolla el sentido del concepto ética de la responsabilidad social, siguiendo los avances del pensamiento logrado hasta entonces. El autor formula una ética indolora o ambigua para los tiempos presentes, en la que se interrelaciona un mundo que exalta ante todo la realización individualista que sacrifica principios éticos y, a la vez, conlleva el renacimiento de la preocupación por una ética de la responsabilidad; así, ¿cómo explicar lo contradictorio de la ética en el mundo contemporáneo? Ello tiene que ver con el tipo de sociedad actual donde predomina el individualismo; una sociedad que se ha librado de los constreñimientos de las grandes estructuras socializadoras que impedían la emancipación del sujeto: la disminución del peso social del Estado, las grandes ideologías dejan de ser vehículos de proyectos históricos, las creencias utópicas se desacreditan, se genera una
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sensación de era del vacío y se desarrolla el individualismo. Sin embargo, el individualismo crea más bien una situación social de caos organizador, donde se combinan la lógica desorganizadora y, simultáneamente, la lógica de reorganización de la propia sociedad. Por lo tanto, la sociedad individualista es, al mismo tiempo, entrópica y reguladora. En efecto, una tendencia es el individualismo irresponsable que puede llevar a la destrucción de la sociedad y corresponde al tipo del hombre nihilista que genera anarquía e incertidumbre. Aquí se impulsa una ética sin deber, sin responsabilidad frente a sus acciones, situación que genera la emergencia, desarrollo y predominio de su forma contraria, el individualismo responsable; éste impulsa la restauración de la sociedad, trae orden y reequilibrio; esto es, el desarrollo del individualismo «unido a las reglas morales, a la equidad y al futuro» (Lipovesky, 1994, p. 15). Estamos frente a la figura del sujeto con responsabilidad frente a sus acciones. Ser ético quiere decir estar obligado a decidir en un mundo de incertidumbres y amenazas de destrucción. Esta transformación cultural de la sociedad involucra todas las dimensiones del hombre contemporáneo, tanto en su aspecto individual como social. Lipovesky se detiene en extenso a analizar el concepto de ética de la responsabilidad social como una de las claves para comprender la época actual; de modo particular considera que «con la ética de los negocios hace su aparición una figura típica de la posmodernidad» (1994, p. 248). Frente al desarrollo del individualismo egoísta de las empresas que buscan la ganancia a corto plazo y la hipercompetencia materialista (que pueden llevar a un mundo donde predomine el consumismo) se encuentran la pobreza, la destrucción del medio ambiente, las discriminaciones sociales y la de destrucción del hombre y la naturaleza. También Lipovesky señala que desde las propias empresas emerge otro «individualismo moderado y ‘prudente’», surgiendo como tendencia una «personalidad moral de la empresa». (1994, p. 255). Para Lipovesky, la responsabilidad social es un concepto que corresponde a la propia estructura organizativa de la empresa, siendo parte de la gestión institucional: «la autonomía (institucional) ya no se ve como emancipación frente a las reglas morales sino como autoinstitución a la vez voluntarista y modesta» (1994, p. 255). En ese contexto, la ética de la responsabilidad social se caracteriza por la superación de la sola finalidad estrictamente económica de la empresa; ahora, también
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la preocupación se puede dirigir al interés por el bien público y los deberes hacia la comunidad, de lo contrario, un entorno adverso y anárquico puede involucrar y socavar a la misma institución. Esto supone que la empresa debe administrar su capital simpatía frente a la sociedad, es decir, puede generar una imagen de preocupación por el medio ambiente y el entorno social. Por lo tanto, el objetivo institucional es el posicionamiento ético en la sociedad, posibilitando establecer un compromiso de responsabilidad social y ecológica y generando un sentido de reconocimiento y aceptación por parte de la población La ética de la responsabilidad social es el otro aspecto del mundo empresarial que trata de encontrar equilibrio y estabilidad en la sociedad a partir de los negocios. Lipovesky lo expresa de la siguiente forma: «la ética de los negocios se pretende la protectora del futuro, subraya la necesidad de una gestión a largo plazo, la única capaz de asegurar el éxito económico y el potencial de crecimiento de las empresas» (1994, p. 258). En general, Lipovesky recupera el planteamiento de Weber de la ética de la responsabilidad individual y lo transforma en una ética de la responsabilidad social. Como hemos visto, para Weber la ética tiene tres posibilidades: la ética de la convicción, que es definida únicamente por principios morales; la ética de poder por el poder, que es definida por el pragmatismo de los resultados; y la ética de la responsabilidad. En la ética de la responsabilidad Lipovesky, siguiendo a Weber, establece un diálogo entre los principios éticos y los resultados inmediatos de la ganancia empresarial. En suma, en El crepúsculo del deber Lipovesky desarrolla una ética de la responsabilidad social frente a la ética de las convicciones y a la (no) ética del pragmatismo. Dice textualmente: «Más que nunca debemos rechazar la ‘ética de la convicción’ tanto como el amoralismo de la ‘mano invisible’, el beneficio de una ética dialogada de la responsabilidad inclinada a la búsqueda de justos equilibrios entre eficacia y equidad» (1994, p. 18). Por otra parte, Morin en su texto Ética (2004), volumen 6 de la colección que lleva el título El método, desarrolla el concepto de ética de la responsabilidad global. Este gigante del pensamiento contemporáneo y Honoris Causa de la Universidad Ricardo Palma, desarrolla la ética de la responsabilidad como parte de su concepción sobre la complejidad del mundo actual. Para la idea de la ética de la responsabilidad es individual y societal. Esto quiere decir que el individuo tiene una ética de la responsabilidad cuando está provisto
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de autonomía y, a la vez, carece de una ética de la responsabilidad cuando es producto de las fuerzas de la sociedad que lo constriñe. Las implicancias de la ética de la responsabilidad dependen no sólo de las intenciones del individuo, sino también de los condicionantes propios del contexto social en el que tiene lugar. Morín lo expresa de la siguiente manera: «El individuo es irresponsable si se le considera el juguete de las fuerzas anónimas y oscuras (sociológicas, ideológicas, pulsionales) y responsable si se le considera como sujeto dotado de una autonomía relativa» (2006, p. 109). El individuo tiene responsabilidad ética cuando la acción depende de sus intensiones y de las decisiones que toma. El individuo no es responsable cuando la acción escapa a la voluntad del actor a medida que el medio social puede influir en los resultados de la propia acción, lo que llevaría a que ésta pueda fracasar, ser alterada o desviada. Morín denomina a esto último ecología de la acción. Por ejemplo, un individuo con altos sentimientos morales puede alterar su conducta si entra en un medio adverso como la cárcel, un grupo criminal o la guerra. Edgar Morín desarrolla una ética de la responsabilidad compleja entre tres instancias: individuo, especie y sociedad. La ética de la responsabilidad es una relación compleja porque es, a la vez, dialógica, antagónica y concurrente: dialógica, porque son instancias complementarias que interactúan en una unidad; antagónica, porque se oponen entre sí con una especificidad singular cada una de ellas; y, al mismo tiempo, concurrente, porque tienen necesidad de coexistir unas con otras. La ética de la responsabilidad compleja que propone Morín sólo puede ser entendida en lo que denomina la ética planetaria, la cual es una ética universal y humanista. Es una ética universal porque es una ética que apertura e integra en una comunidad mundial las formas particulares; y, por otra parte, es una ética de la comunidad humana como unidad mundial y, a la vez, se reconocen las diferentes éticas nacionales. Esta ética universal supone, en sí misma, una fuerza de interrelación fundada en la fraternidad, responsabilidad y solidaridad, que es necesaria para el destino de la humanidad planetaria. Este tipo de ética de la responsabilidad que formula Morin es a la vez una ética de humanismo planetario porque posibilita elevar el nivel de consciencia en la actuación y el comportamiento humano en la Tierra. Es decir, se trata de una ética humanista porque, por un lado, impone la necesidad de la toma de consciencia en la comprensión de la unidad planetaria y, por otro lado, conlleva una mayor
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toma de consciencia de la solidaridad planetaria. Morín lo expresa de la siguiente forma: «Eleva el nivel ético de la consciencia antropológica que reconoce la unidad de todo lo que es humano en su diversidad y la diversidad en todo lo que es unidad; de ahí la misión de salvaguardar por todas partes la unidad y la diversidad humanas» (2006, p. 176). La ética de la responsabilidad planetaria es una ética de concientización del ser humano para actuar en el planeta: como identidad humana en su diversidad de individualidades, como comunidad de destino planetario, de relaciones ecológicas, de relaciones con el cosmos, con el manejo de lo humano y ecológico a la vez, de solidaridad con nuestros descendientes y como comunidad tierra-patria de destino, origen y caducidad en el cosmos. Desde el pensamiento complejo, entonces, la ética de la responsabilidad es siempre una antropo-ética vinculante del ecosistema en el cual está inmerso el ser humano. Por lo tanto, y según lo presentado, el inicio del siglo xxi trae el desarrollo de una concepción de la ética de la responsabilidad como un compromiso humano con la sociedad, el planeta y el cosmos.
Conclusión La ética de la responsabilidad desarrollada en los siglos xx y xxi resume las preocupaciones del ser humano en su acción social, primero como individuo, luego como sociedad y, finalmente, como componente del planeta. No obstante, un balance de estos siglos muestra un déficit del compromiso ético responsable del ser humano. La gran tarea pendiente sigue siendo la práctica del ejercicio ético responsable frente al mundo que nos ha tocado vivir. En ese sentido, quizás la ética de la responsabilidad exprese el aspecto central del progreso del pensamiento humanista impulsado por economistas, filósofos, sociólogos y científicos. La exposición ha mostrado que la evolución del estudio de la ética de la responsabilidad ha sido abordada en sus múltiples dimensiones y la condición fundamental que se subraya es su carácter humanista. En efecto, ética de la responsabilidad quiere decir que los seres humanos tenemos la capacidad de decidir y elegir las acciones sociales. Precisamente, el desarrollo del pensamiento humanista ha mostrado que para tener una ética de la
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responsabilidad hay que sacrificar parte de los intereses propios con relación a los otros; pero, en la actualidad, estamos en un momento histórico en el que debemos cuidar unos de otros para permanecer como humanidad y, además, debemos proteger el planeta en la infinitud del cosmos. Es aquí donde el pensamiento humanista muestra toda su fuerza ética, al integrar en una unidad diversa hombre, sociedad, tierra y cosmos, resultando así una ética de la responsabilidad que posibilite una mayor consciencia del comportamiento humano en el siglo xxi.
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ISSN: 1909-4302 http://publicaciones.unitec.edu.co/ojs/
La responsabilidad de la universidad respecto a las conductas éticas inapropiadas en los procesos de investigación* Nicholas H. Steneck, Ph.D.a Resumen Cuando los administradores de la investigación universitaria reflexionan sobre los retos que enfrentarán en el futuro, el tema de las conductas éticas inapropiadas en los procesos de investigación sin duda ocupa un lugar preponderante. En muchas universidades las conductas éticas inapropiadas implican una cantidad de tiempo y costos cada vez mayor. Este documento sugiere que existe poca probabilidad de cambio en estas tendencias en un futuro cercano, lo cual impondrá una presión creciente sobre los administradores de la investigación universitaria para que enfrenten, de manera responsable y efectiva, dicho tipo de conductas. Esta sugerencia se basa en las respuestas a cuatro preguntas, seguidas de un listado de las cuatro responsabilidades que toda universidad debería pensar en asumir. Palabras claves: conducta ética inapropiada, ética, administración de la investigación.
a
Universidad de Michigan (Ann Arbor).
CORRESPONDENCIA AUTOR nsteneck@umich.edu INFORMACIÓN DEL ARTÍCULO Autorización traducción: 24.05.2010 Revisado: 09.03.2011 Aceptado:14.04.2011 • Para citar este artículo • To cite this article • Para citar este artigo: Steneck, N. H. (2011). La responsabilidad de la universidad respecto a las conductas éticas inapropiadas en los procesos de investigación. Paradigmas, 3, 49-57. Originalmente publicado en Research Management Review, Vol. 5, No. 2 (otoño de 1991), pp. 41-46. © National Council of University Research Administrators, 1991. Traducido al español con permiso del editor. Toda reproducción adicional está prohibida.
* Tomado de un discurso presentado durante una mesa redonda sobre “Las conductas éticas inapropiadas en la investigación: derechos individuales, responsabilidades institucionales y expectativas de los patrocinadores”, National Council of University Research Administrators, Washington, D.C., 5 de noviembre de 1991.
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University Responsibility for Misconduct in Research
A responsabilidade da universidade com respeito às condutas éticas inapropriadas nos processos de pesquisa
Summary As university research administrators weigh the challenges they will face in the future, misconduct in research undoubtedly looms large. At many universities, misconduct in research has garnered increasing amounts of time and expense. This paper suggests that these trends are unlikely to change in the near future, placing greater and greater pressure on university research administrators to deal responsibly and effectively with misconduct in research. This suggestion is based on the answers to four questions, followed by a listing of four responsibilities that all research universities should consider adopting.
Resumo Quando os administradores de pesquisa universitária refletir em sobre os desafios que enfrentarão no futuro, o tema das condutas éticas inapropriadas nos processos de pesquisas em dúvida ocupará um lugar preponderante. Em muitas universidades, as condutas éticas inapropriadas na pesquisa implicam uma quantidade, cada vez maior, de tempo e custos. Este documento sugere que exista pouca probabilidade de mudanças nestas tendências para o futuro mais próximo, o qual imporá uma pressão crescente sobre os administradores da pesquisa universitária para que enfrentem, de maneira responsável e efetiva, as condutas éticas inapropriadas na pesquisa. Esta sugestão se baseia nas respostas a quatro perguntas, seguidas de uma lista das quatro responsabilidades que toda universidade deveria pensar em assumir.
Keywords: misconduct, ethics, research administration.
Palavras-chaves: conduta ética inapropriada, ética, administração da pesquisa.
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Preguntas sobre las conductas éticas inapropiadas en la investigación universitaria 1. ¿Son un problema las conductas éticas inapropiadas en investigación? Esta pregunta, sencilla y directa, es sin duda la pregunta fundamental más difícil en el tema de las conductas éticas inapropiadas en investigación. ¿Qué son? y ¿qué constituye «un problema»? En términos del número de casos reportados de fraude, falsificación de datos y plagio –las tres principales categorías de las conductas éticas inapropiadas– ciertamente dichas incorrecciones en la investigación no son hechos comunes. Desde que comenzó a funcionar, en marzo de 1989, la Oficina de Revisión de Integridad Científica en el Servicio de la Salud Pública de los Estados Unidos (Office of Scientific Integrity Review in the Public Health Service) sólo ha confirmado 15 casos de mala conducta en la investigación1 (Departamento de Salud y Servicios Humanos, s.f.). Considerando los miles de investigadores en los Estados Unidos dedicados a la investigación, la tasa de conductas éticas inapropiada graves seguramente está muy por debajo de la décima parte de uno por ciento –un investigador en mil– y posiblemente llega hasta el 0,0001 por En los Estados Unidos hasta ciento que sugiere Daniel Koshland en una editorial 1991 (Nota del editor). que publicó sobre este tema hace unos años en la revista Science (1987, p. 141). No obstante, las cifras por sí solas no cuentan toda la historia. Un único caso mal manejado puede minar la confianza pública sobre cualquier universidad. Han bastado unos pocos casos para que el Congreso de los Estados Unidos y los medios estén planteando preguntas serias sobre la responsabilidad de la investigación universitaria. El objetivo de cualquier investigación es buscar la verdad y el conocimiento, pero es muy probable que cualquier cosa que impida el logro de esta meta, como ciertamente lo hacen las conductas éticas inapropiadas, también dificulte el efectivo funcionamiento de las universidades, en particular durante una época de crisis económica. Por lo tanto, las conductas éticas inapropiadas en 1
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la investigación representan un problema para las universidades, independientemente de si la incidencia de éstas se considera estadísticamente o numéricamente significativa.
2. ¿Deben las universidades desempeñar un papel protagonista en el monitoreo de las conductas éticas inapropiadas en la investigación? De manera predeterminada, la respuesta a esta pregunta también debe ser «sí». «De manera predeterminada» porque es posible que las otras dos instituciones que están en la posición de enfrentar las conductas éticas inapropiadas –las asociaciones profesionales y el gobierno–, no sean socios calificados o deseables en el proceso del monitoreo de la investigación. A las organizaciones profesionales les faltan los recursos y la autoridad para asumir un papel central en el estudio las conductas éticas inapropiadas; además, posiblemente también les falte voluntad para hacerlo. Examinar dichas conductas puede llevar mucho tiempo y, si esto conlleva acciones legales, también es costoso. Pocas asociaciones profesionales tienen el personal o los recursos suficientes para realizar tales indagaciones. Asimismo, dado que la membresía de una asociación profesional es generalmente voluntaria, su autoridad para investigar y su poder para imponer castigos es limitada. Por su parte, el gobierno estatal, como principal patrocinador de la investigación universitaria, tiene tanto los recursos como la autoridad para asumir un papel protagonista en el examen de las conductas éticas inapropiadas. No obstante, depender de mecanismos gubernamentales (engorrosos y necesariamente legalistas) para garantizar la integridad de la investigación universitaria puede socavar la transparencia y el profesionalismo. Además, necesitar al gobierno para garantizar la integridad de la investigación sugiere que las universidades no son capaces de realizar esta tarea por sí mismas; una insinuación que hace poco por reforzar la confianza pública en las universidades y en sus programas de investigación.
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3. ¿Están las universidades de investigación preparadas para manejar casos de conductas éticas inapropiadas? Pareciese que lo están. La mayoría de las universidades tienen políticas para enfrentar las conductas éticas inapropiadas, lo que es «legalmente requerido si reciben financiación estatal» (Registro Federal, 1989). Generalmente estas políticas definen este tipo de conductas, establecen procedimientos para su estudio y ofrecen orientaciones para la toma de medidas disciplinarias. Igualmente, casi todas las universidades tienen políticas para regular el uso de sujetos humanos, animales, químicos y modificaciones genéticas; así como tienen políticas que regulan los conflictos de interés, la confidencialidad y otros aspectos de la investigación. Tomadas en conjunto, dichas políticas ayudan a garantizar la integridad de los programas universitarios de investigación. No obstante, las políticas existentes sobre las conductas éticas inapropiadas, y otras políticas afines, pueden resultar insuficientes cuando se aplican a casos complicados, por ejemplo, aquellos donde la línea divisoria entre el comportamiento aceptable e inaceptable no es clara. Rara vez ofrecen definiciones que puedan ser aplicadas directamente a todos los casos. Es muy fácil confundir el debido proceso y las normas de protección personal cuando una o más de las partes decide impugnar el proceso. Además, pueden aparecer conflictos de interés, dado que los análisis sobre las conductas éticas inapropiadas casi siempre, de una forma u otra, resultan siendo auto-investigaciones. Por lo tanto, la existencia de políticas no significa que las universidades estén preparadas para manejar las investigaciones sobre las conductas éticas inapropiadas, lo que muy a menudo se descubre sólo cuando surge un caso difícil. 4. ¿Cómo deberían las universidades entender sus responsabilidades con respecto a las conductas éticas inapropiadas en investigación? Mi respuesta a esta pregunta es: tan amplia y proactivamente como sea posible. Los siguientes cuatro niveles de responsabilidad se destacan como particularmente importantes.
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Responsabilidad 1. Las universidades deberían investigar las denuncias de fraude en la investigación de manera rápida, justa y honesta. Generalmente el fraude en investigación se define como un intento deliberado de fabricar datos, falsificarlos o plagiar el trabajo de otro. En principio, existe un acuerdo generalizado de no tolerar este tipo de prácticas. Sin embargo, en la práctica puede ser muy difícil descubrir, comprobar y juzgar el fraude en una investigación. Las universidades tienen conflictos de interés inherentes en estos casos de fraude. Cualquier investigación que recibe financiación es revisada de antemano y administrada mientras está en curso por las mismas universidades. Éstas revisan el desempeño de los investigadores y los administradores de manera regular para definir ascensos y ajustes anuales de salario. Son, además, comunidades de individuos que se conocen personalmente, intercambian ideas y se benefician de reputaciones compartidas. Todos estos factores pueden hacer más difícil que se tomen en serio las denuncias de fraude y que éstas se investiguen de manera rápida, justa y honesta. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que las consecuencias de no hacerlo, en términos de pérdida de confianza y apoyo público, superan con creces el costo de una respuesta expedita, justa y honesta a las acusaciones. Responsabilidad 2. Las universidades deberían investigar las denuncias de conductas éticas inapropiadas en investigación de manera rápida, justa y honesta. Las conductas éticas inapropiadas son comportamientos que se desvían, de forma significativa, de la conducta adecuada o normativa e incluyen, por ejemplo: utilizar las ideas de otro (v. g., las de un estudiante) sin dar el crédito correspondiente; no mantener la confidencialidad de la información privada; sesgar una reseña en beneficio propio o en beneficio de otra persona; no compartir ideas de manera oportuna y otros comportamientos igualmente poco profesionales o poco éticos. Este tipo de conductas posiblemente no constituyen abiertamente un fraude en la investigación, pero sí puede estar muy por debajo de los altos estándares éticos que afirman fomentar la mayoría de los investigadores y, seguramente, la mayoría de las universidades. Como en el caso del fraude, en principio es fácil comprometerse con altos estándares éticos; no obstante, en la práctica el fijarlos puede ser más difícil. Por ejemplo, ¿en qué punto se vuelve intolerable una investigación realizada de manera
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descuidada?, ¿hasta qué punto se puede promocionar la competitividad sin que se vuelva poco profesional y ética?, ¿qué tan laxa puede llegar a ser la supervisión (por ejemplo, en los grandes laboratorios) y la responsabilidad (por ejemplo, para el contenido de publicaciones) sin arriesgar de manera inaceptable los «altos estándares éticos»? Las universidades no pueden ignorar estas preguntas sin correr el riesgo de perder su credibilidad y la confianza pública cuando el trabajo mal hecho y los estándares éticos marginales se convierten en temas de escrutinio y debate públicos. Es arrogante e irresponsable sugerir, como se ha hecho en respuesta a las preocupaciones por la posibilidad de intervención gubernamental en casos de «ciencia descuidada», que el público no tiene ningún derecho de preocuparse por la ciencia mal hecha y por las conductas éticas inapropiadas que no alcanzan el umbral de fraude, fabricación y plagio. Responsabilidad 3. Las universidades deberían tanto promover la conducta responsable como monitorear las conductas éticas inapropiadas. En la última década se ha incrementado la demanda por políticas proactivas para combatir las conductas éticas inapropiadas; es decir, por políticas que vayan más allá del monitoreo de tales conductas y que más bien busquen la promoción de conductas responsables en la investigación (Steneck, 1993). Este tipo de políticas tienen sentido por las siguientes razones: cualquier persona que ha pasado por una fiscalización ética sabe que la prevención es sin duda el mejor camino. En otras palabras, el interés propio proporciona la motivación para la formulación de políticas proactivas. Sin embargo, aún más importante es que, en su calidad de principales educadores de los investigadores profesionales, las universidades tienen la responsabilidad profesional (y, yo diría, también ética) de incluir la ética investigativa como materia en sus programas de posgrado, así como en sus normas y reglas para el desarrollo de las investigaciones. Esta responsabilidad también requiere que los programas proactivos relacionados con la ética en la investigación sean efectivos, al ser diseñados para tener un impacto. Si las universidades pretenden que el público crea que se está tomando en serio la integridad, ellas mismas deberán juiciosamente asumir la responsabilidad de promover altos estándares éticos.
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Responsabilidad 4. Las universidades deberían evaluar su propia conducta en la promoción de la investigación. La forma más común de promover los estándares éticos para una conducta apropiada en la investigación es gracias al ejemplo que los tutores les den a sus alumnos. Sin embargo, esta acción puede ir mucho más allá de las relaciones de tutoría uno a uno ya que incluso las mismas universidades también pueden fomentar altos estándares éticos por medio del ejemplo. Las políticas y prácticas de investigación influencian los ambientes de investigación. Por ejemplo, las prácticas de promoción pueden disminuir o aumentar la presión que existe para publicar; el sistema de financiación puede aliviar o agravar la necesidad de conseguir apoyo externo; algunas prácticas sutiles pueden afectar la competitividad o la cooperación, tales como la asignación de espacios de investigación proporcionales a la cantidad de financiación externa que se consigue; los servicios ofrecidos a los estudiantes y los docentes se pueden tomar en serio o ignorarse. Por lo tanto, hay formas obvias y sutiles en que las universidades fijan el tono y las expectativas de sus programas de investigación. Pueden fomentar la integridad asegurando que sus políticas y prácticas sean consistentes con altos estándares de integridad.
Conclusión Si bien es cierto que muy posiblemente los investigadores logran satisfacción personal por hacer su trabajo, hoy en día la investigación es un asunto público y no privado. El público invierte grandes sumas en ella y tiene un interés particular en sus resultados. Las universidades ocupan un lugar privilegiado en los ámbitos de la investigación y gozan de una libertad académica relativamente sin restricciones. Sin embargo, son éstas mismas las que, a cambio de ello, deben asumir de manera agresiva la responsabilidad de garantizar que no se quiebre la confianza pública si toleran las conductas éticas inapropiadas. Pronunciarse de manera agresiva y decidida sobre incorrecciones ocurridas dentro de las investigaciones contribuirá a restaurar la confianza pública en la investigación universitaria. Tomar una posición firme sobre la mala conducta también contribuirá a garantizar que los recursos destinados a la investigación se inviertan realmente en ella y no en
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estudios para verificar la existencia de conductas éticas inapropiadas y campañas para restaurar las empañadas reputaciones de las instituciones.
Referencias Department of Health and Human Services. Public Health Service, Office of Scientific Integrity Review. (s.f.). First Annual Report: Scientific Misconduct Investigations: March 1989-December 1990. (s.d.). Koshland Jr., D. E. (1987, 9 de enero). Fraud in Science. Science, 235(4785), 141. Federal Register. (1989, 8 de agosto). 54, 32446-32451. Steneck, N. H. (1993). Fostering Responsible Conduct in Science and Engineering Research: Current University Policies and Actions. En Panel on Scientific Responsibility and the Conduct of Research, Committee on Science, Engineering, and Public Policy, National Academy of Sciences, National Academy of Engineering, & Institute of Medicine, Responsible Science, Vol. II: Background Papers and Resource Documents (pp. 26-49). Washington: The National Academies Press.
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ISSN: 1909-4302 http://publicaciones.unitec.edu.co/ojs/
El conflicto de interés en el ámbito universitario: lo reconozco cuando lo veo C. K. Gunsalus, J.D.a Judith Rowan, J.D.b
Resumen La posible existencia de conflictos de interés es la dura realidad que deben afrontar las universidades que hacen investigación hoy en día. El presente artículo ofrece orientación sobre cómo manejar dichos conflictos potenciales de manera abierta y directa, lo que les facilita a los administradores universitarios el análisis de los riesgos y beneficios que se pueden crear debido a las relaciones entre su cuerpo docente y agencias o empresas externas. El documento propone definiciones básicas, señala el tipo de actividades que pueden generar posibles conflictos de interés y ofrece pautas para analizar los riesgos para la institución. Además, sugiere cómo desarrollar políticas y procedimientos efectivos para enfrentar los conflictos de interés, los cuales minimicen el riesgo para la universidad y para los individuos. Palabras claves: conflicto de interés, conflicto de compromiso, relaciones universidad-empresa.
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Universidad de Illinois (Urbana, Champaign).
CORRESPONDENCIA AUTOR a gunsalus@illinois.edu b rowan1@uiuc.edu INFORMACIÓN DEL ARTÍCULO Autorización traducción: 24.05.2010 Revisado: 09.03.2011 Aceptado:14.04.2011 • Para citar este artículo • To cite this article • Para citar este artigo: Gunsalus, C. K., & Rowan, J. (2011). El conflicto de interés en el ámbito universitario: lo reconozco cuando lo veo. Paradigmas, 3, 59-76. Originalmente publicado en Research Management Review, Vol. 3, No. 2 (otoño de 1989), pp. 13-26. © National Council of University Research Administrators, 1989. Traducido al español con permiso del editor. Toda reproducción adicional está prohibida.
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Conflict of Interest in the University Setting: I Know It When I See It
O conflito de interesse no âmbito universitário: o reconheço quando o vejo
Summary Potential conflicts of interest are a fact of life at research universities today. This paper offers guidelines for dealing with potential conflicts openly and directly, making it possible for university administrators to balance the institutional risks and benefits of relationships and interests faculty may have with outside agencies or companies. The paper offers basic definitions, flags the kinds of activities that may raise conflict-of-interest questions, and provides guidelines for assessing risks to the institution. It provides advice on developing effective conflict-of-interest policies and procedures that will minimize risk to the university and the individual.
Resumo A possível existência de conflitos de interesse é a dura realidade nas universidades que fazem pesquisa hoje em dia. O presente artigo oferece orientação sobre como manejar os conflitos potenciais de maneira aberta e direta, o que facilita a análise, por parte dos administradores universitários, dos riscos e benefícios institucionais das relações e interesses que pode ter o corpo docente com agências ou empresas externas. O documento propõe definições básicas, assinala o tipo de atividades que podem gerar possíveis conflitos de interesse e oferece pautas para analisar os riscos para a instituição. Além disso, sugere como desenvolver políticas e procedimentos efetivos para os conflitos de interesse, que minimizem o risco para a universidade e para o indivíduo.
Keywords: conflict of interest, conflict of commitment, university-industry collaboration.
Palavras-chaves: conflito de interesse, conflito de compromisso, relação universidade-empresa.
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El conflicto de interés en el ámbito universitario
Introducción
E
l espíritu empresarial ha encontrado su lugar en los campus universitarios alrededor de los Estados Unidos. Los presidentes y rectores le dieron la bienvenida, los docentes innovadores en las facultades lo adoptaron, y los gobiernos –estatal y federal– lo fomentaron, con la expectativa de cosechar los beneficios sociales y económicos de la transferencia de tecnología. Los enfoques innovadores para dicha transferencia han derivado en nuevos tipos de alianzas entre los sectores académicos y privados: se pueden encontrar a los investigadores de las compañías trabajando de manera mancomunada con docentes y estudiantes de posgrado en los laboratorios universitarios; las universidades han otorgado licencias para nuevas tecnologías a las corporaciones; las empresas establecen oficinas satélites en centros de investigación que son propiedad o que son patrocinados por las universidades con el fin de aprovechar la proximidad de los docentes e investigadores y los recursos de los campus; las universidades están construyendo instalaciones «incubadoras» que ofrecen un ambiente propicio para el desarrollo de nuevas tecnologías y otorgan licencias para el uso de éstas a empresas derivadas (spin-off) creadas por sus docentes. Por otro lado, la acogida de tantos sectores de la sociedad a estos avances puede significar que la empresa privada y el bien público no sólo pueden coexistir en la academia, sino que pueden prosperar. Sin embargo, al mismo tiempo los conflictos de interés se han convertido en uno de los aspectos más controversiales de la vida universitaria desde finales de los años ochenta. Los administradores de todo tipo de instituciones educativas –públicas y privadas, grandes y pequeñas– están revisando y analizando, con un nivel de ansiedad no despreciable, las cuestiones que surgen de la gran cantidad de actividad empresarial que se está desarrollando en sus campus a medida que deben enfrentarlas. En gran medida esta actividad es motivada por el temor, bien fundado, de los perjuicios que pueden sufrir las misiones fundamentales de la universidad –la enseñanza, la investigación y la proyección social– si los casos de conflicto de interés no se manejan de manera adecuada. Los errores cometidos en este campo podrían llamar la atención y, muy posiblemente, resultarían en la intervención de las agencias reguladoras externas, de las agencias gubernamentales, de la legislación
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estatal y federal, e incluso de los fiscales. La mala noticia es que no es posible iniciar relaciones relativas a la innovación, y obtener todos los beneficios que éstas conllevan, sin exponerse a estos riesgos. La buena noticia es que al comprenderlos mejor, las instituciones pueden tomar decisiones equilibradas sobre si tiene o no sentido asumirlos en aras de obtener los beneficios que pueden generar. Los potenciales conflictos de interés no desaparecen simplemente porque no se reconozca su existencia. Por otro lado, su descubrimiento no necesariamente debe resultar en la clausura de las actividades empresariales. Por el contrario, con el uso de mecanismos apropiados de protección, se pueden posibilitar acuerdos que de otra manera serían insostenibles. Así, abordar los posibles conflictos de manera abierta y directa puede mejorar el flujo de la tecnología y proteger tanto a los individuos como a las instituciones. Por otra parte, si no se enfrentan y manejan, éstos pueden contaminar hasta los ambientes más puros y convertir, una situación en la que todos los actores se beneficien, en lo contrario. Para poder minimizar los riesgos, las instituciones deberían tener y aplicar una política para el manejo de los conflictos de interés; para que ésta funcione debería incluir un programa minucioso de informes y divulgación pública (disclosure). No obstante, aunque es necesaria, una política no es suficiente. Es difícil encontrar un docente el cual, en términos abstractos, no condene el conflicto de interés, e incluso la mayoría de ellos pueden fácilmente detectar conflictos en otra persona; pero, a la mayor parte de los académicos honestos y rectos le resulta sumamente difícil reconocer sus propios conflictos. En consecuencia, más allá de las políticas, el paso más importante que puede tomar una institución es el de sensibilizar a su cuerpo docente y administrativo en relación a las diversas posibilidades de conflictos y proporcionarles herramientas y ejemplos necesarios para poder reconocerlos y poder sopesar de forma razonable los riesgos.
La torre inclinada de marfil Si todo docente dedicara cada momento del día exclusivamente a su trabajo universitario, estos conflictos no surgirían. Sin embargo, en nuestros días la dura realidad es que la mayoría de los docentes universitarios también se dedican a algún otro tipo de actividades externas. Además, de igual forma es cierto que a menudo
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los docentes controlan los recursos universitarios. Una situación como esta –en donde el mismo individuo que controla los recursos también se dedica a actividades externas– genera la posibilidad de que se presenten conflictos de interés. Ahora, ¿en qué sentido podemos decir que los docentes (quienes pasan la mayoría de su tiempo realizando investigaciones, proveyendo servicios y enseñando) tienen el control sobre los recursos universitarios? Frecuentemente son docentes quienes deciden la dirección que tomarán la totalidad de los programas de investigación, de proyección social y de enseñanza, lo cual puede afectar la distribución de una amplia gama de recursos, tales como el dinero gastado en suministros y equipos, el tiempo de los estudiantes y del personal de apoyo, el tiempo utilizado trabajando en computadores y otros equipos sofisticados, y el uso de salones y laboratorios pertenecientes a la institución. Que el investigador sea quien tome las decisiones relacionadas a estos temas está en el fuero mismo de la universidad, y esto, en sí mismo, no es lo que genera una situación de conflicto. No obstante, cuando estos mismos investigadores y las empresas que trabajan en su área de especialidad tienen algún tipo de relación financiara, sí es posible que surjan los conflictos de interés. Tales relaciones financieras pueden incluir, por ejemplo, consultorías, asesorías, acciones o responsabilidades gerenciales. Otras señales de riesgo son las empresas spin-off pertenecientes a los docentes; en este caso pueden surgir no sólo intereses financieros sino también interrogantes sobre las agendas de investigación y sobre la objetividad científica. Así mismo, es necesario tener especial cuidado en los casos en que estudiantes participan en las actividades empresariales privadas de un docente. El monitoreo y manejo cuidadoso de los conflictos potenciales puede ayudar a prevenir situaciones preocupantes y destructivas, mientras que si se permite que los conflictos evolucionen esto puede derivar en el fraude científico, en el uso de información privilegiada o en la malversación de fondos, entre otros posibles resultados directos. En consecuencia, la objetividad –el desinterés financiero– es clave en gran parte del trabajo que se realiza en las universidades; pero ésta casi siempre se ve comprometida, en apariencia al menos, cuando los intereses financieros del investigador son demasiado altos. Por definición, el desinterés y el interés financiero personal son incompatibles.
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El conflicto de interés El conflicto de interés abarca dos conceptos independientes: el conflicto de interés en sí mismo, el cual se refiere a un beneficio financiero privado, y el conflicto de compromiso, que tiene que ver con la administración del tiempo. Así, cuando el interés de un investigador por obtener una ganancia financiera puede llegar a afectar las decisiones que tome en su ámbito laboral, dicho conflicto de interés puede ser un problema. Ahora, dicha ganancia financiera no significa únicamente réditos directos, también implica el uso de las instalaciones de la universidad, del personal o de otros recursos sin costo alguno o a un costo reducido. Por su parte, los conflictos de compromiso surgen cuando un individuo, el cual tiene demasiadas obligaciones simultáneas, no tiene la capacidad o la voluntad de cumplir plenamente con las responsabilidades de su principal trabajo como investigador. Ambas formas de conflicto son generadas por un individuo que tiene múltiples intereses que pueden ser, a la vez, tanto compatibles como antagónicos entre sí. Entre más compleja sea la interacción entre tales intereses, más difícil será proteger a la universidad contra potenciales o reales conflictos de interés. Si un docente o investigador tiene mucho por ganar financieramente (al obtener ganancias personales por medio del uso de recursos públicos) es probable que exista un conflicto. Asimismo, si el tiempo de otros miembros del personal se utiliza para beneficio propio del investigador, de nuevo es probable que esto genere un problema. Por lo tanto, en el momento de evaluar los conflictos se debe considerar no sólo al investigador mismo sino también a sus asociados. Pero no es suficiente saber que todos los que están involucrados obran de buena fe, ya que es incluso posible que serios problemas sean causados tanto por un conflicto apenas supuesto, por el potencial para que surja un conflicto o por un conflicto en pleno desarrollo. Entonces, un conflicto de interés inaceptable ocurre cuando un miembro de la facultad de hecho toma una decisión que no responde a los intereses institucionales, sino que se basa en factores personales; un conflicto potencialmente inaceptable se da cuando existe una situación que podría permitir que un miembro de la facultad tome dicha decisión; y los conflictos aparentes (los cuales también pueden ser problemáticos) suceden cuando un investigador puede haber tomado una decisión de manera apropiada, pero en retrospectiva puede parecer influenciada por o haber sido susceptible a la influencia de factores personales. Por lo tanto,
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una documentación cuidadosa y la existencia de mecanismos de divulgación (disclusure) pueden hacer la diferencia crítica en estos casos. Se deben implementar garantías o, en algunos casos, prohibir ciertas actividades, en aquellos casos en los que sea necesario. Por otro lado, puesto que los conflictos de compromiso se refieren a la administración del tiempo en lugar de a la administración del dinero, pueden surgir tanto de actividades voluntarias como de aquellas que son remuneradas. Por ejemplo, un docente o investigador que está involucrado de lleno en la gerencia de un gremio profesional, es candidato a un puesto político local o hace parte de la junta de una organización caritativa (sin recibir un sueldo a cambio en ningún caso) puede ser tan susceptible de descuidar sus deberes universitarios como aquel que es remunerado por sus esfuerzos. En términos generales, los contratos universitarios presumen que la lealtad de un miembro de la facultad es, ante todo, con la institución. Pero cuando uno de ellos tiene intereses externos contrapuestos, puede ser muy difícil que alguien (incluso el investigador en cuestión) sepa exactamente cómo distribuir su tiempo, su energía y sus ideas entre los dos patronos. Es importante recordar que el simple hecho de multiplicar los compromisos de tiempo no necesariamente significa la existencia de un conflicto. Los académicos gastan regularmente grandes cantidades de tiempo en labores diferentes a sus responsabilidades directas en la universidad, por lo cual frecuentemente son compensados monetariamente; pero, a su vez, estas actividades profesionales están dentro de aquellas que se espera que realicen para poder prosperar en el ambiente académico. Dichas tareas a menudo son consideradas en la toma de decisiones sobre promociones y para el nombramiento de profesores titulares, e incluyen, entre otras, la autoría de libros, las actividades en gremios profesionales, la presentación de conferencias, la edición de revistas científicas y las visitas a otras instituciones. Pero, la más clara señal de un preocupante conflicto de compromiso es que las obligaciones universitarias del docente o investigador no se estén cumpliendo a satisfacción de la institución. Obviamente, la otra cara de la moneda es que, si se está cumpliendo con las obligaciones universitarias, entonces el conflicto de compromiso no será un problema. Por lo tanto, independientemente de si hay intereses financieros de por medio, las instituciones deberán medir los conflictos en términos del daño que pueden causar a la misión y metas básicas de la institución.
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Reconociendo los conflictos Las universidades deberían tener en cuenta los siguientes cuatro posibles peligros al revisar las actividades externas de su personal y cuerpo docente con el fin de evaluar si existe riesgo de conflictos de interés: (1) ¿podrían afectarse negativamente los programas educativos de la universidad (particularmente aquellos con estudiantes de posgrado)?; (2) ¿se podrían subvertir las agendas de investigación?; (3) ¿es posible que se constriña excesivamente el libre flujo de información científica?; y (4) ¿se podrían utilizar los recursos públicos para beneficio privado, posiblemente en detrimento del bien público? Cada uno de estos peligros surge de las misiones tradicionales de la universidad relacionadas con la enseñanza, la investigación y la proyección social; por lo tanto, los beneficios y riesgos potenciales de cualquier situación se pueden evaluar constructivamente recordando dichas misiones: ¿La actividad en cuestión contribuye a las misiones básicas de la universidad?, ¿las perjudica?, ¿mejora una a expensas de otra?, ¿en general, el beneficio sopesa el riesgo? El debate público a comienzos de la década de los noventa sobre las iniciativas de transferencia tecnológica produjo la política universitaria de compartir regalías con los investigadores cuando las tecnologías inventadas por éstos se comercializaban. Como parte de la más reciente ola de preocupaciones sobre el conflicto de interés, han surgido dudas sobre si estas regalías pueden generar conflictos descalificadores. Si se prohibiera una amplia gama de categorías de actividades y relaciones, incluyendo el compartir regalías con los inventores, sería posible eliminar casi todos los conflictos de interés. Sin embargo, el costo de desestimular las actividades investigativas que tienen efectos benéficos es seguramente más alto de lo que sería razonable pagar. Por otra parte, los riesgos no son necesariamente problemáticos. Las instituciones deben comprender que algunas iniciativas arriesgadas fracasan, pero que algunos beneficios no son posibles sin aceptar algún nivel de riesgo. A veces pasa que si existe la posibilidad de un conflicto de interés de hecho éste suceda, lo que trastorna las expectativas de la institución; sin embargo, a menudo los conflictos simplemente no ocurren.
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El conflicto de interés en el ámbito universitario
Programas educativos Los programas educativos de una universidad son susceptibles a una variedad de efectos nocivos como consecuencia de los conflictos de interés del personal de las facultades. Hace parte de la naturaleza humana buscar a personas conocidas cuando se necesita ayuda y, en el ambiente universitario, dichas personas tienden a ser estudiantes y colegas. De tal manera, los estudiantes se pueden beneficiar de participar en las actividades externas de un docente o investigador. Además, la experiencia de trabajar en la vida real con un científico que comparte sus intereses les puede ofrecer conocimientos educativos especiales, particularmente valiosos para ellos, y también puede ayudar a prepararlos para sus futuras carreras dentro y fuera de la academia. No obstante, los estudiantes son particularmente susceptibles a ser explotados, por lo que es importante que las universidades estén alertas, ya que es posible que no se esté obrando su beneficio. Por ejemplo, se podría orientar la selección de un tema de tesis para que encaje más exactamente con los planes de las actividades externas de un investigador. Así mismo, los tutores podrían deliberadamente retrasar el trabajo de sus estudiantes de posgrado para que se queden a ayudarlos en el proyecto privado; o podrían acelerar, sin razón, el proceso de grado de los estudiantes con el fin de que puedan estar disponibles para comenzar de forma anticipada un trabajo de tiempo completo con ellos. Esto puede perjudicar no sólo a los estudiantes que participan de forma voluntaria en las actividades externas de un docente, ya que si se favorece a los estudiantes que trabajan en el proyecto externo, aquellos que no lo hacen también podrían ser afectados negativamente.
Las agendas de investigación Es posible que los intereses externos de los docentes e investigadores les hagan tomar decisiones en relación a las agendas de investigación que no sean las más convenientes para la institución. Por ejemplo, ¿el trabajo se realiza de manera apropiada en el laboratorio universitario, o se está simplemente realizando un trabajo privado en un espacio universitario?, ¿se trata de una investigación básica (pura), en vez del desarrollo de un producto?, ¿es posible que el ánimo de lucro haga dudar de la integridad de los resultados de la investigación?
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Por otra parte, cuando un miembro de la academia trabaja como consultor de una empresa que es a su vez la patrocinadora de una investigación, es muy posible que ocurra una transferencia de tecnología inapropiada, ya que, a menos de que previamente se haya decidido lo contrario, la tecnología que se desarrolla en la universidad pertenece a ésta; lo que sucede es que lo anterior a veces no lo entienden muy bien ni el científico ni la empresa patrocinadora. Si los negociadores de la empresa y de la universidad reconocen los riesgos inherentes a esta situación, pueden discutir de antemano los términos de uso y compensación, las licencias y las regalías, estableciendo procedimientos para determinar cómo repartir los avances tecnológicos entre las partes. Pero también hay otros problemas que pueden surgir en esta situación, y que incluso pueden ser más difíciles de controlar. Cuando a un investigador una empresa le paga por adelantado una suma considerable para que se desempeñe como consultor o asesor científico, se le podría dificultar el permanecer objetivo cuando está en juego el bienestar económico de dicha empresa. En el mejor de los casos, se crea una situación donde existe la apariencia de incorrección. En el peor de los casos, puede conllevar al uso de información secreta, a la falsificación de hallazgos u otras acciones ilegales. Ahora, cuando el investigador también tiene algún porcentaje de participación en la empresa que patrocina la investigación, la situación se vuelve aún más insostenible. Otro peligro es que una investigación que pertenece completamente a una universidad pueda ser desviada a una empresa privada. Esto podría estar motivado por razones económicas o por la competitividad; pero, en cualquier caso, es importante que la institución no permita que esto ocurra.
Divulgación del conocimiento El libre intercambio de información o de teorías científicas es una de las virtudes fundamentales del ámbito académico. Aquí, nuevamente, el afán de lucro constituye una amenaza. Cuando hay intereses privados en juego es posible que quienes toman las decisiones flaqueen en su determinación por mantener la imparcialidad. La prospectiva de lucro o el mero éxito de un proyecto privado, pueden pesar más
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que el bien público si quienes toman las decisiones son además quienes pueden beneficiarse de negar o demorar la divulgación de la información científica. La publicación de una investigación puede ser afectada de distintas maneras. En el peor escenario, los intereses privados pueden hacer que los investigadores supriman o alteren información que podría ser dañina para intereses externos. Un resultado menos notorio, pero igualmente inaceptable, sería la mera demora de la publicación de datos con el fin de obtener una ventaja competitiva. La competencia entre grupos de investigación es un fenómeno bastante común en los campus universitarios. Sumarle el ánimo de lucro personal a las razones por las cuales los investigadores quieren ser los primeros en presentar una idea, puede ser un golpe mortal para la noción de cooperación entre colegas, resultando en investigadores que se vuelven cada vez más herméticos y posesivos de sus hallazgos.
El uso de recursos públicos para beneficio privado La principal preocupación en relación a los conflictos de interés, tanto de los legisladores como de los periodistas, se concentra en el uso inapropiado o no autorizado de los recursos públicos para el beneficio privado. Pero ni siquiera las universidades privadas están inmunes a este tipo de preocupaciones sobre la malversación de los recursos públicos, porque la gran mayoría de fondos para la investigación provienen de agencias públicas financiadas con dineros públicos. Los legisladores y periodistas, quienes se consideran guardianes que actúan en nombre de la sociedad, son conscientes de la fuente de donde provienen estos dineros. Algunos hasta insisten que cualquier recurso utilizado por las instituciones de educación superior, sin importar su fuente, son esencialmente públicos. No debemos olvidar que los recursos incluyen no sólo el dinero y el tiempo del personal, sino también el uso del nombre, de las instalaciones y de los equipos de propiedad de la universidad. El nombre de una universidad es un bien valioso y los intereses privados a menudo pretenden aumentar el valor de sus productos y servicios en el mercado colocando la reputación de una universidad detrás
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de éstos. Por lo tanto, es necesario que las instituciones se cuiden de insinuar, sin querer, su respaldo a un producto o servicio. Por otra parte, varios tipos de gastos son susceptibles al abuso (o a la apariencia de éste): el costo de viajes o adquisiciones, que podrían haber sido gastos universitarios perfectamente adecuados si no involucrasen intereses privados, pueden ser cuestionados en otras circunstancias, a la luz de los nuevos convenios motivados por el lucro. Otro caso de un uso inapropiado de recursos públicos es el empleo no remunerado del espacio de oficinas, de personal o de equipos especializados adquiridos o mantenidos con fondos públicos, a menos que haya sido establecido específicamente por medio de un contrato. Una situación cada vez más común en las principales universidades es el nacimiento de empresas derivadas (spin-off), caso en el cual un investigador crea una empresa privada para desarrollar o comercializar una tecnología previamente desarrollada en la universidad, a menudo con recursos públicos. En algunos casos, el investigador conserva una vinculación formal con la universidad. Las empresas spin-off están plagadas de posibles conflictos, no sólo referidos al investigador sino también a la universidad misma, la cual puede dejar de beneficiarse económicamente de un proyecto exitoso. Pero pesar de estas posibles dificultades, las empresas spin-off son, a menudo, la mejor forma de transferir nuevas tecnologías desde la universidad hacia el mercado. Los aspectos que indican posibles conflictos son los mismos que ya hemos señalado en otras situaciones; sin embargo, la mayor complejidad de este tipo de empresas hace necesaria una vigilancia especialmente meticulosa.
Políticas y procedimientos sobre conflictos de interés Las universidades deberían tener una política para los conflictos de interés que incluya disposiciones para la divulgación obligatoria (disclosure) de actividades externas realizadas por sus docentes, investigadores y personal profesional. Los aspectos básicos de dicha política deberían incluir una divulgación oportuna y completa de dichas actividades y un proceso objetivo de evaluación, con base en estándares.
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La política podría estipular que todos los individuos deben reportar el tiempo que invierten en actividades externas, la remuneración que reciben o ambos elementos. Por ejemplo, la Universidad de Illinois, como muchas otras universidades, exige la divulgación de actividades externas que producen ingresos, pero no el valor de éstos. En situaciones específicas, podría ser necesario pedir mayores detalles, pero este no siempre es el caso. Sin embargo, cuando se lo requiere, la universidad debería estar claramente autorizada para hacerlo. Cualquiera que sea la acción que tome la institución, este procedimiento de divulgación es necesario porque es imposible evaluar los posibles conflictos sin tener la más completa descripción de los detalles que sea posible. Adicionalmente, sin dicha evaluación es imposible tomar decisiones razonables sobre cuáles riesgos vale la pena asumir, y cuáles no. Sin embargo, no importa qué tan sólidas sean las directrices, siempre son susceptibles de ser desobedecidas por alguien. Por fortuna, la mayoría de las personas están más que dispuestas a seguir las reglas mientras que sean racionales, claras, explícitas y estén publicadas. La mayoría de la información que se divulga no es problemática. Nuestra experiencia, hasta al momento, demuestra que únicamente un porcentaje relativamente pequeño de los formatos que se presentan requieren un escrutinio minucioso, y que un porcentaje infinitamente más pequeño es realmente problemático. Es importante tener esto en cuenta al momento de diseñar procedimientos para la divulgación. El proceso debería ser lo más amigable posible, tanto para fomentar su cumplimiento como para aliviar la carga de la mayoría de los docentes, para quienes esto representa un paso burocrático más y una distracción no deseada de sus actividades académicas. Por lo tanto, las universidades deberían requerir la divulgación de la mínima cantidad de información necesaria para tomar decisiones informadas y decidir a cuáles situaciones deben prestarle una mayor atención. Al momento de establecer qué preguntar, deberían tener en cuenta que los conflictos son especialmente riesgosos si afectan alguna de las funciones misionales de la institución. Siempre se debe mantener una mayor vigilancia sobre este tipo de riesgos y rara vez vale la pena tomarlos. Por esta razón, cualquier política debería exigir que se revelen las relaciones con empresas que se especializan en el área de experticia del investigador, con empresas que patrocinan investigaciones o hacen negocios con la universidad, así como cualquier otra actividad externa que involucre a los estudiantes.
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Una vez se hayan revelado todos los posibles conflictos, la institución deberá revisarlos y entrar a tratar cualquier situación problemática. Muchos conflictos –tanto reales como potenciales– pueden ser relativamente innocuos. En consecuencia, hay que tener en cuenta que no es posible enfrentarse al actual ambiente de investigación como lo haría alguien tratando de conseguir el jardín perfecto, y para ello se la pasa eliminando el más mínimo brote de hierba mala. Quienes están encargados de realizar las evaluaciones deben entender que algunos conflictos son aceptables mientras que otros no lo son, y deben ser hábiles para reconocer la diferencia. Así, quienes presentan los formatos –el cuerpo docente y de investigación– y quienes los revisan, deben conocer cuáles son los límites de lo aceptable. Finalmente, cuando se identifican conflictos inaceptables, la institución deberá estar dispuesta y ser capaz de tomar las acciones necesarias. No le sirve de mucho saber que existe un conflicto si va a permitir que continúe.
Más allá de la divulgación Posiblemente el resultado más importante de un proceso formal de divulgación sea simplemente que a menudo sirve como un catalizador para que tanto los investigadores como los administrativos reflexionen cuidadosamente sobre estos temas. Sin embargo, aquellos que esperan que el proceso logre resultados transparentes y claros, revelando todas las posibles situaciones de conflicto, quedarán decepcionados. De todos los conflictos que han causado dificultades en la Universidad de Illinois, ninguno de ellos fue identificado primeramente como consecuencia de la revisión de los formatos presentados en el campus. Si este es el caso, podría preguntarse, ¿entonces para qué tomarse todo ese trabajo de recolectar información? Por un lado, es posible que a los jefes de departamento se les exija firmar los formatos de divulgación de conflictos de interés de su personal a cargo, lo cual puede ser una fuerte motivación para que éstos entiendan la verdadera naturaleza de las relaciones descritas en tales formatos. Además, si un individuo intencionalmente omite o falsifica información en éstos y, posteriormente, se descubre un problema, será más fácil imponer sanciones. La primera línea de defensa contra estos problemas no son los formatos en sí mismos, sino los departamentos; son éstos los que están más cerca a los procesos y se encuentran en la mejor posición para identificar, evitar o advertir los problemas
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relacionados con los conflictos de interés. Se debe asesorar a los administradores de estas dependencias para que tengan una mayor comprensión sobre estos temas y darles apoyo cuando surjan problemas. A menudo, son los colegas de los investigadores –y que trabajan en un nivel administrativo– quienes más conocen sobre el trabajo académico de éstos y pueden estar mejor posicionados para analizar el efecto para la universidad de las actividades externas sobre la capacidad de cumplir con las obligaciones de los primeros. Por otro lado, también son los más propensos a dejarse llevar por las afinidades personales y los sentimientos. Por lo anterior, aunque las revisiones deberán iniciarse a nivel departamental, no deben terminar allí. Es esencial que existan directrices para orientar una revisión imparcial, a nivel central, de los hallazgos específicos de un departamento. Por ejemplo, si una revisión preliminar descubre una relación económica entre un investigador y el patrocinador de su proyecto, esto deberá automáticamente ser puesto al conocimiento de la administración central. Se deberá nombrar a alguna persona o grupo para servir como el centro de revisión en el caso de posibles conflictos que requieran una mayor atención. Los problemas y los casos individuales rara vez son blancos o negros; generalmente, caen en una amplia gama de grises. Por lo tanto, se requiere mucha experiencia con las diferentes variaciones del conflicto de interés para que la persona encargada sepa diferenciarlas bien, de manera consistente, racional y equitativa.
Mecanismos de protección Una vez que la administración ha conocido de la existencia de un conflicto potencial, ya sea mediante el procedimiento regular de divulgación o por algún otro medio, éste deberá ser analizado con base en las funciones misionales de la institución, como mencionara arriba. Así, para cada conflicto posible, se analiza si algún aspecto de la misión de la universidad está en riesgo. Si la respuesta es positiva, entonces se debe tratar de identificar todas las maneras posibles de protegerla de tal peligro. Se puede hacer una lluvia de ideas con los mejores asesores disponibles, tanto de fuera como de la propia institución. Estas personas son las más idóneas para sugerir mecanismos de protección específicos en situaciones específicas. Este proceso podría incluir consultar a personal de:
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•
Departamento de investigación: ¿es posible que la agenda o la credibilidad de la investigación de la institución se afecten negativamente?, ¿qué medidas se pueden tomar para evitarlo? • Jefes de departamento: ¿es posible que la situación propuesta pudiese afectar el libre flujo de información dentro del departamento o dentro de la disciplina? Si es así, ¿se podría crear un mecanismo para minimizar el problema? • Decano de posgrados: ¿se están protegiendo de manera adecuada los intereses educativos de los estudiantes que trabajan como asistentes de laboratorio?, ¿cómo se podría lograr esto? • Oficina de asuntos legales: ¿están suficientemente protegidos los intereses legales de la universidad?, ¿podrían algunos acuerdos contractuales especiales evitar los problemas? • Oficina de relaciones públicas: ¿cómo reaccionarían los medios si supieran del posible conflicto?, ¿qué acciones se podrían tomar para que la situación fuera más aceptable para ellos? • Oficina de relaciones con el Estado: ¿tienen alguna preocupación específica los legisladores estatales en relación con este tema?, ¿se los debería mantener informados? Es absolutamente crucial que los docentes e investigadores también participen en estas discusiones. Es posible que su reacción inicial a cualquier escrutinio sea defensiva, y podrían creer que a la universidad sólo le interesa protegerse a sí misma. Sin embargo, aunque a veces no es tan evidente, de hecho tanto los docentes como la institución misma se benefician de evitarlos. En cualquier caso, la cooperación de los docentes y de la administración departamental es clave para la resolución exitosa de cualquier problema. Por otro lado, se pueden poner en marcha mecanismos especiales para tratar con situaciones específicas. Por ejemplo, en los casos donde los intereses de los estudiantes están en juego, se podría pedir a un tercero imparcial asumir la responsabilidad de monitorear el progreso académico y de mantener los canales de comunicación abiertos. Dicha persona podría ser otro docente, el asesor de posgrados o el jefe del departamento. Ahora, en el caso de solicitudes para el uso privado de las instalaciones o de los recursos de la universidad, se debe decidir si se permite este uso, bajo qué
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condiciones y con qué tipo de remuneración. Se pueden suscribir contratos en los que se especifiquen estas decisiones, de manera que se proteja tanto a la institución como al investigador. En caso que un individuo anuncie que tiene una relación económica con una empresa que es proveedora de equipos a la universidad, la decisión de si se entabla o no una relación comercial con dicha empresa se puede trasladar a otras personas. Por otra parte, si un miembro de la facultad es dueño o dirige una empresa y quiere apoyar la investigación en la universidad, se puede nombrar a un miembro imparcial de la facultad para que supervise la investigación. En ocasiones, los consultores profesionales externos son una buena opción para la revisión de los proyectos y de sus avances. Un tercero, que sea un experto imparcial, puede ser el más indicado para identificar la alteración de las agendas de investigación y la transferencia inapropiada de tecnología. La lista de posibles mecanismos es interminable y al comienzo puede parecer que las soluciones deben ser ajustadas a cada situación específica de conflicto. Sin embargo, eventualmente quienes trabajan en este tema van a empezar a construir un acervo de conocimientos que les permitirá tomar todas las decisiones –excepto las extraordinarias– sin tener que hacer consultas específicas. También desarrollarán relaciones de trabajo con el personal profesional en todas las otras áreas relevantes, lo cual hará más rápido y fácil obtener asesoría, puesto que todos estarán trabajando a partir de las mismas experiencias.
Conclusión Las personas que pasan mucho tiempo reflexionando sobre los conflictos de interés suelen encajar en uno de dos grupos: los que creen que los problemas son tan serios que paralizarán todo el esfuerzo investigativo y aquellos que creen que son tan irrelevantes que se deben ignorar ya que eventualmente desaparecerán. Los miembros de ambos grupos coinciden en que el conflicto de interés es algo malo, y generalmente creen que lo reconocerán cuando lo vean (la única excepción obvia es que las personas generalmente encuentran formas de racionalizar y justificar sus propias situaciones de conflicto).
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Pero la verdad se encuentra en el medio. Las situaciones que típicamente resultan en conflictos de interés en los ambientes universitarios son tan comunes en la cultura actual, que es inútil esperar que los problemas vayan a desaparecer. Al mismo tiempo, la rama legislativa del Estado, las legislaciones estatales y los medios de comunicación están más interesados que nunca en vigilar la integridad, la productividad y la rendición de cuentas de las universidades. Por otra parte, no es necesario que el miedo al conflicto haga que las universidades dejen de lado las importantes contribuciones que hacen en las áreas de transferencia tecnológica y desarrollo económico. Lo mejor es proceder de manera equilibrada, teniendo en cuenta los principales objetivos y misiones de la universidad, el bienestar de sus empleados y la creciente responsabilidad social en el área de la transferencia de tecnología. Existen riesgos, reales y presentes, pero si se estudian de manera cuidadosa, se determinará que algunos son insignificantes y, en otros casos, que vale la pena asumirlos. Si las instituciones aplican un sistema racional de directrices pueden hacer todo lo posible por asegurar que los conflictos se mantengan dentro de los límites aceptables. De esta manera, podrán participar en el mundo de los negocios sin sacrificar su identidad e integridad institucional.
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Colaboradores Francisco Covarrubias Villa, Ph. D., es Doctor en Ciencia Política de la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores SEPCONACyT. Profesor-investigador del Instituto Politécnico Nacional, México. Autor y coautor de 25 artículos para revistas científicas arbitradas nacionales e internacionales y de 24 libros. Ha dirigido 10 tesis de licenciatura, 17 de maestría y 25 de doctorado. Fue profesor de tiempo completo de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Pedagógica Nacional y profesor visitante de 11 instituciones educativas más. Ma. Guadalupe Cruz Navarro, Lic., es doctorante en Investigaciones Educativas del Instituto de Investigaciones Sociales y Humanas, México y Licenciada en Psicología Educativa por el Instituto Michoacano de Ciencias de la Comunicación “José María Morelos”. Ha participado como ponente en congresos y eventos nacionales e internacionales relacionados con filosofía e historia de la ciencia, epistemología, educación y ciencias para el desarrollo regional. Ha publicado en coautoría 7 artículos en revistas científicas arbitradas nacionales e internacionales. Coautora de un capítulo de libro. Actualmente es Profesora-investigadora del Instituto Politécnico Nacional, México. Policarpo Chacón Ángel, Ph. D., es Doctor en Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, México. Maestro en Desarrollo de la Educación Básica de la Universidad Iberoamericana Golfo-Centro, México. Licenciado en Docencia Tecnológica por el Centro Regional número 19 de Oaxaca, México. Se ha desempeñado como docente de educación primaria, secundaria, bachillero, licenciatura, maestría y doctorado. Actualmente labora como docente en la Escuela Normal de Educación Preescolar de Oaxaca, México, impartiendo las asignaturas de Conocimiento del medio natural y social y Desarrollo físico y psicomotor. Julio Mejía Navarrete, Ph. D., es Doctor en Ciencia Política y Sociología de la Universidad Pontificia de Salamanca. Licenciado en Sociología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Por otra parte, es integrante del Comité Directivo de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Ha sido miembro del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Docente invitado en programas de maestría de universidades como la Universidad de El Salvador, la Universidad de Chile, la Universidad Iberoamericana (México) y la Universidad de León (España). Entre sus últimos libros se destacan Problemas metodológicos de las ciencias sociales en el Perú (2002); Sociedad y conocimiento: los desafíos de la sociología latinoamericana
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(2009); Sociedad, cultura y cambio en América Latina (Editor, 2009) y Realidad Nacional: sociedad, Estado y cultura en el Perú contemporáneo (Editor, 2010). Nicholas H. Steneck, Ph. D., es Doctor en Historia de la University of Wisconsin y magíster en Historia de la ciencia de la misma universidad. Es director del Research Ethics and Integrity Program del Michigan Institute for Clinical and Health Research y es professor emérito de Historia en la University of Michigan. También es consultor para la Federal Office of Research Integrity (EE.UU.). Ha publicado artículos sobre temas tales como la historia de las políticas para el manejo ético de la investigación, el uso de animales en investigación y el rol de los valores en la investigación universitaria. En reconocimiento a su trabajo sobre la integridad investigativa y la historia de la ciencia, en 1992 fue elegido miembro de la American Association for the Advancement of Science. C. K. Gunsalus, J. D., es Doctor en Derecho, graduada Magna Cum Laude de la University of Illinois, College of Law. Bachelor of Arts en Historia de la University of Illinois (Urbana-Champaign). Es directora del National Center for Professional and Research Ethics (EE.UU), profesora emérita del College of Business y profesora investigadora en el Coordinated Sciences Laboratory. Ha sido profesora de las facultades de Administración, Derecho y Medicina de la University of Illinois (Urbana-Champaign). Su más reciente investigación examina la eficacia de los juegos de rol y las simulaciones en la educación profesional. En 2004 fue elegida como miembro de la American Association for the Advancement of Science (AAAS) en reconocimiento a sus “ininterrumpidas contribuciones al debate nacional acerca del mejoramiento del manejo práctico de problemas éticos, legales, profesionales y administrativos que afectan a la investigación científica”. Judith Rowan, J. D., es Doctor en Derecho, graduada Magna Cum Laude de la University of Illinois, College of Law. Magíster en Literatura comparativa de la University of Illinois. Es coordinadora del proyecto de investigación Prisoners’ Rights, dentro del College of Law de la misma universidad.
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De la física cualitativa
Llegamos a cincuenta universidades asociadas en la red editorial académica más importante del país
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Instrucciones para autores Paradigmas es una publicación académica arbitrada cuya área de estudio y reflexión es la investigación. Por lo tanto, publica especialmente reportes de investigaciones científicas, tecnológicas y artísticas que, además de presentar sus avances o resultados, se centren fundamentalmente en los procesos metodológicos, epistemológicos, éticos y/o administrativos del proyecto. Así mismo, publica artículos de reflexión sobre el campo de la investigación y la ciencia. Según lo anterior, los siguientes tipos de artículos son apropiados para la revista: a)
b) c)
d) e)
f) g)
Artículos de reportes de investigación científica, tecnológica y artística: documento que presenta, de manera detallada, los resultados originales de proyectos terminados de investigación, pero enfocándose principalmente en los procesos metodológicos, epistemológicos, éticos y/o administrativos del proyecto. Su extensión será no menor a 10 páginas y no mayor a 25 (4000-10000 palabras). Artículos de avances de investigación científica, tecnológica y artística: documento breve que presenta resultados originales preliminares o parciales de una investigación científica o tecnológica, que por lo general requieren de una pronta difusión. Su extensión será no menor a 4 páginas y no mayor a 15 (2000-6000 palabras). Artículos de reflexión (derivados de investigación): documento que presenta resultados de investigación terminada desde una perspectiva analítica, interpretativa o crítica del autor, centrándose en los procesos metodológicos, epistemológicos, éticos y/o administrativos del proyecto y recurriendo a fuentes originales. Su extensión será no menor a 7 páginas y no mayor a 20 (3000-8000 palabras). Artículos de reflexión y revisión temática (no derivados de investigación): documento resultado de la revisión crítica de la literatura sobre un tema en particular. Su extensión será no menor a 7 páginas y no mayor a 15 (3000-6000 palabras. Artículo de revisión: documento resultado de una investigación terminada donde se analizan, sistematizan e integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas, sobre la investigación como temática, con el fin de dar cuenta de los avances y las tendencias de desarrollo. Se caracteriza por presentar una cuidadosa revisión bibliográfica de por lo menos 50 referencias. Su extensión será no menor a 10 páginas y no mayor a 25 (4000-10000 palabras). Reseñas de libros: Su extensión será no menor a 2 páginas y no mayor a 3 (1000-1500 palabras), presentando los datos bibliográficos completos del libro. Cartas al editor: pueden ser comentarios a artículos, respuestas a tales comentarios y breves discusiones de temas de relevancia general para la comunidad investigativa. Su extensión será de 2 a 3 páginas (1000-1500 palabras).
Preparación del manuscrito Los manuscritos deben ser presentados a espacio y medio (incluso las notas a pie), con un tamaño de letra de 12 puntos y alineación justificada. Se presentarán en tamaño carta, con márgenes de 2 cm en cada lado, sin sangrías ni encabezados. Todas las hojas del documento deben estar numeradas. Asimismo, todos artículos (salvo las reseñas) deberán adjuntar un resumen (abstract) de no más de 150 palabras y tres a seis palabras clave. Dicho resumen debe presentar el propósito, métodos y conclusiones del escrito, siendo una unidad por sí mismo. Por otra parte, se deben explicitar: el tipo de artículo presentado, el nombre del proyecto de investigación del que se derivan y las fuentes de financiación o de apoyo de éste (dado el caso). Manejo del lenguaje. Si bien la profundidad y los alcances del artículo dependen del autor, el lenguaje que se utilice debe ser comprensible para el lector no especializado, dado el carácter multidisciplinar de la audiencia de la revista. Por lo tanto, los términos técnicos o especializados deben ir seguidos de una definición sencilla en paréntesis o en una nota al pie. Ya que el texto es escrito en español, salvo casos excepcionales, toda la presentación, notación y empleo de signos debe apegarse a las normas de la Real Academia y no a las de otros idiomas. En la medida de lo posible, se debe evitar utilizar siglas, incluso si son de uso común. Cuando el autor considere completamente necesario su empleo, la primera mención debe ser aclarada y, dado el caso, traducida. Notas y referencias. Las notas de pié de página deben ser de carácter aclaratorio, indicándoselas con números arábigos y siempre deberán escribirse después del signo de puntuación, si lo hubiere. En el listado de referencias se debe incluir únicamente las fuentes que han sido previamente citadas en el cuerpo del texto, siguiendo para su presentación las normas APA (6ª edición, 2010). Se recomienda incluir en las referencias el Digital Object Identifier (doi) de las fuentes que lo posean. Para determinar lo anterior, se puede visitar el motor de búsqueda de Cross Ref en: http://www.crossref.org/guestquery/
Ejemplos de referencias: Artículo de revista (con doi) Gick, M. L., & Holyoak, K. J. (1983). Schema induction and analogical transfer. Cognitive Psychology, 15(1), 1-38.!doi:10.1016/0010-0285(83)90002-6 Libro García, J., Gonzalez, F., & Rivarossa, A. (2000). Resolución de problemas. Madrid: Síntesis. Capítulo de libro Christina, R. W., & Bjork, R. A. (1991). Optimizing long-term retention and transfer. En D. Druckman & R. A. Bjork (Eds.), In the mind’s eye: Enhancing human performance (pp. 23-55). Washington, D.C.: National Academy Press. Elementos gráficos. Cualquier elemento gráfico (tablas, figuras, fotos, etc.) debe presentarse en archivos adicionales en formato jpg o bmp de alta resolución (nombrándolo sólo con el apellido del autor y un número que corresponda al mismo número del elemento dentro del texto –v. g., pérez1.jpg–). Al preparar sus elementos gráficos tenga en cuenta que el tamaño máximo que éste podría dentro de la revista es de 12 x 18 cm. 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Si el autor considera o encuentra que en la versión publicada de su artículo hay errores graves, debe comunicárselo lo antes posible al Comité Editorial por medio de una breve carta firmada en donde de cuenta del error y del lugar exacto en el texto. Dicha corrección, si es de gravedad, será realizada en el próximo número de la revista.
!"#"$%&'"( 7PMVNFO OĂžNFSP FOFSP KVOJP EF t #PHPUĂˆ % $ $PMPNCJB t *44/
Contenido Reportes de investigaciĂłn 9
De la fĂsica cualitativa basada en los sentidos a la matematizaciĂłn de la ciencia
Francisco Covarrubias Villa, Ma. Guadalupe Cruz Navarro y Policarpo ChacĂłn Ă ngel
ArtĂculos de reflexiĂłn y anĂĄlisis 33
Ética de la responsabilidad en los tiempos contemporåneos: consideraciones centrales
Julio MejĂa Navarrete
49
La responsabilidad de la universidad respecto a las conductas ĂŠticas inapropiadas en los procesos de investigaciĂłn
Nicholas H. Steneck
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El conflicto de interĂŠs en el ĂĄmbito universitario: lo reconozco cuando lo veo
C. K. Gunsalus y Judith Rowan
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Colaboradores
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