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SUEÑOS SARA LADRÓN DE GUEVARA DE TRAPO

Repasando una red social, encuentro la imagen de mi amiga y colega admirada sosteniendo una muñeca de trapo que en algo se le parece y que está vestida como ella. Luego, una imagen muestra a un grupo de mujeres, algunas conocidas, cargando cada una su muñeca símil. Todas aparecen sonrientes, parecen felices cargando muñecas cuyas expresiones bordadas no son siempre alegres. Algunas muestran los dientes, algunas tienen los labios rojos, otras pálidos. Los cabellos de estambre son del color y largo de quienes las sostienen. Cada una está vestida como su alter ego. La muñeca acaso evoca juegos y sueños infantiles de su portadora. Hay ahí académicas, políticas, trabajadoras, mujeres jóvenes y maduras. Visten colores y prendas variadas, algunas portan la vestimenta tradicional de la Sierra de Zongolica. Cada una como su muñeca.

La publicación en la red lleva a la dirección de un taller: El ropero de Frida Kah. Accedo a esa entidad y me encuentro con una mujer costurera que anuncia sus creaciones y denuncia las injusticias. Encuentro su nombre: Liz. Hay en su cuenta numerosas imágenes de los anuncios de mujeres desaparecidas, de esos que informan datos con la esperanza de ubicarlas, de esos que se han hecho cotidianos. Veo a la autora de las muñecas vestida con el espléndido atuendo indígena de las altas montañas. Encuentro también entre sus textos algunos escritos en náhuatl. Liz, en ocasiones, festeja radiante con las mujeres que portan las muñecas por ella confeccionadas y, en otras, participa de manifestaciones que defienden los derechos de las mujeres.

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Las muñecas que confecciona no representan bebés, como solían ser las que nos dieron de niñas para imponer suave y veladamente la maternidad como destino. Tampoco son muñecas que sigan los cánones estereotipados de las muñecas Barbie, tan en boga de nuevo. Las que Liz elabora son muñecas únicas, hechas artesanalmente, cocidas de patrones y bordadas personalizando rasgos que intentan reproducir el alma de cada una de las representadas a las que denomina “mujeres que inspiran”.

Un par de fotos llama particularmente mi atención en su historia en la red social: en éstas aparece una de esas muñecas de trapo en la plaza Lerdo de Xalapa, sola y pequeña, dando la espalda a una fila de mujeres policías con escudos antimotines, armadas hasta los dientes. Es la resistencia de las puntadas que retratan muñecas. Es el retrato de una feminista con el pañuelo verde atado al cuello. Enfrenta la pequeñita a las mujeres policías enviadas cada 8 de marzo para derrumbar a las mujeres en su lucha, cuando que las represoras son objeto de los mismos embates. Qué pequeña parece la resistencia, qué aplastante la fuerza del estado sobre los ideales feministas. Utilizan a mujeres reprimidas para reprimir el grito desesperado de la opresión.

Hace unos meses recibí un mensaje y al instante supe que era ella, Liz. Ahora sé su nombre completo: Araceli Ledezma, de Orizaba. Pedía hablar conmigo sobre unas muñequitas de tela. Por supuesto que hicimos la llamada y ofreció hacer mi muñeca retrato. ¡Qué orgullo, qué emoción! Acudir a la cita que es ya la sexta entrega de muñecas y encontrar allí a mujeres de muchas trincheras. Liz nos regala una imagen que nos plasma y que nos recuerda la infancia, pero, sobre todo, que insiste en la pertenencia y en hacer comunidad, que nos invita a la resistencia y al activismo por lograr nuestros derechos, que nos recuerda que las mujeres inspiramos todas, no una en particular.

El premio de ser distinguida por Liz y su taller no es una medalla ni un pergamino: es un juguete hecho a mano a imagen y semejanza nuestra, con defectos, como cada una. Cada vez son más las muñecas que se acumulan relatando historias a veces gloriosas, a menudo anónimas, pero de lucha todas. Las mujeres inspiramos porque nuestro transitar es siempre de lucha y de resistencia ante los embates de culturas milenarias que nos posicionaron como ciudadanos de segunda. Ya sea en nuestros hogares, o fuera de ellos, las mujeres nos empeñamos por romper cada día los límites impuestos y asumidos, no sólo por varones sino, muy lastimosamente, por nosotras mismas.

Hace unos días, Liz afirmó en su red social: “Ellas son Mujeres que inspiran, todas lo somos y somos un tejido, somos un telar.” Así entiendo su quehacer. De hecho, reconozco el tejido de sororidad que se teje a partir de las muñecas y he visto el afecto que crece entre las retratadas de trapo y el de éstas para nuestra bordadora. Es una forma de reco- nocer el valor de las mujeres como grupo, en estos encuentros que nos proveen de nuestro nahual de trapo. No distingue en estas ceremonias a una sola personalidad, no hacemos una estatua para una. Somos, en grupo, muñecas de trapo cosidas puntada a puntada con el corazón.

En el marco de la presentación de muñecas entre las que se encontraba la que me representa, y que se llevó a cabo en Orizaba, me conmovió saber que las muñecas no sólo representan a mujeres vivas. Hay también, entre estos lúdicos retratos, imágenes de mujeres desaparecidas, así como de víctimas de feminicidio. Aún más real resulta el grupo cuando nos evoca a las que nos faltan, a las que nos convocan a manifestaciones incómodas para quienes no han logrado darnos acceso a una vida sin violencia, a las que son testimonio de la desigualdad voraz. Las muñecas son también una denuncia.

Las reuniones de presentación se convierten en encuentros que conmemoran esas historias que nos duelen, nos conmueven y nos reúnen en un llanto compartido y, por otro lado, resultan en una celebración que nos dota de trofeos de manufactura casera y de celebración de nuestras vidas, nuestras trayectorias, nuestros esfuerzos y nuestras luchas. En eso, nos distinguimos de los varones. Porque ellos se erigen estatuas de bronce mientras nosotras cosemos muñecas de trapo. Ellos se cuelgan insignias al pecho mientras nosotras bordamos arrugas en el rostro y trenzamos canas en nuestras cabelleras. Ellos develan monumentos con detonaciones de cañón mientras nosotras nos reunimos para compartir la alegría de nuestros retratos hechos de hilo, estambre y sueños.

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