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LA VOCACIÓN DOCENTE, UNA VERDADERA PRÁCTICA EDUCATIVA
por María Eugenia Escobar Montiel
El trabajo de los profesores es, sin duda, muy importante para el buen desarrollo de nuestras sociedades. Sembrar la capacidad docente en la experiencia vocacional ayudará a nuestros futuros maestros a tener una práctica más completa y satisfactoria.
Los jóvenes de hoy viven momentos de transición, cambios y desconcierto sobre el futuro. En el presente artículo se busca tocar la vocación del docente desde el punto de vista académico con la intención de rescatar el llamado que una persona o estudiante debe tener para ejercer su práctica como profesor, con amor y paciencia, iniciativa, creatividad y disfrute. La vocación es sin duda un acto en el que se refleja el amor hacia la práctica por medio de las actitudes y aptitudes que una persona posee.
Algunos jóvenes buscan el camino más fácil para llegar a ser profesionistas, otros en cambio, lo hacen por influencia de los padres y deciden ser docentes porque suponen que es cómodo y no ven con verdadera iniciativa sus habilidades, intereses y aptitudes. “La educación verdadera es la praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”.1 A partir de esta premisa básica, para encontrar la verdadera vocación se necesita “el autoconocimiento y el reconocimiento de uno mismo, la empatía, la conciencia del cuidado personal y el reconocimiento de las responsabilidades de cada uno hacia los demás”. 2 Esto se denomina “ética del cuidado”, ya que la mayoría de las personas no desarrolla su trabajo con gusto, amor y certeza, pero quien verdaderamente puede ayudar a un alumno a encontrar su vocación son los mismos profesores que inciden en la formación y rescatan lo mejor de cada estudiante. Aquellos que quieran dirigirse hacia el magisterio lo harán con amor y pasión porque tuvieron un buen ejemplo. Como docentes “tenemos que seguir transformándonos a nosotros mismos para seguir siendo relevantes para el futuro”. 3
El docente que posee una verdadera vocación mira a sus alumnos con amor pedagógico, los enriquece con ánimos y palabras de aliento, busca ideas, estrategias, sugerencias y no tiene límites, salvo lo que él mismo quiere ponerse. Para que un maestro descubra su verdadera vocación basta con mirarse en el salón que él quiera estar y visualizar si ese lugar le genera ánimo, motivación, satisfacción y ganas de aprender, porque el docente aprende con sus alumnos.
En la práctica basta conocer al estudiante para ver sus necesidades, es suficiente dialogar para entender los conflictos internos y familiares por los que pasa para crear un vínculo con una actitud o una mirada. “No podemos olvidar la responsabilidad que tiene la educación en la formación integral de los alumnos para una vida ciudadana plena. Debiera pensarse en abandonar la vieja práctica de un currículo único”.4
La vocación es un arte que debe ser rescatada desde el yo profesional. Hay que saber que un docente no tiene limitaciones, que no importan las circunstancias complicadas, como la pandemia actual que aparenta ser una barrera, cuando se tiene vocación y amor al arte, es posible encontrar la mejor alternativa para que sus estudiantes nunca dejen de aprender. No importa si la distancia parece ser un límite, porque aquel docente que tiene compromiso y vocación buscará ofrecer la mejor parte de él y motivar a sus estudiantes, así como apoyarlos y abrazarlos con un cálido amor pedagógico que sólo un docente con vocación puede lograr.