Revista Análisis No. 83

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83 Editorial

REVISTA COLOMBIANA DE HUMANIDADES

César Augusto Vásquez García

América: Identidad, Integración e Independencia Álvaro Acevedo Gutiérrez

Entre el Rey y el Papa. La Inquisición: trayectoria de una institución plurisecular Diana Luz Ceballos Gómez

La libertad de los esclavos frente a la legislación y las ideas antiesclavistas en el Nuevo Reino de Granada entre la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del XIX Fabián Leonardo Benavides Silva

La “República de Colombia” del Libertador Simón Bolívar Carlos Uribe Celis

Literatura e Independencia Marta González de Díaz

La aniquilación de la aristocracia en Lirio Negro de José María Vargas Vila Witton Becerra Mayorga

El problema del sujeto en la posmodernidad occidental Mario Magallón Anaya

Reseña Normas para la presentación de artículos y manual de estilo

Historia y cultura en el pensamiento latinoamericano

DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES Y FORMACIÓN INTEGRAL

Certificado SC 4289-1

Análisis

Bogotá, D. C. Colombia

N.º 83

pp. 249-446

Jul. - dic.

2013

ISSN 0120-8454


UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS

ANÁLISIS REVISTA COLOMBIANA DE HUMANIDADES

No. 83 julio - diciembre de 2013

Publindex - Categoría C Latindex Dialnet SIFCO

Bogotá, D.C.

Análisis

Bogotá, D.C. Colombia

No. 83

pp. 249- 446

Jul. - dic.

2013

ISSN 0120-8454


UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS CONSEJO EDITORIAL P. Carlos Mario Alzate Montes, O.P. Rector General P. Eduardo González Gil, O.P. Vicerrector Académico General P. Jaime Monsalve Trujillo, O.P.. Vicerrector Administrativo y Financiero General P. Érico Juan Macchi Céspedes, O.P. Vicerrector General de Universidad Abierta y a Distancia -VUADDr. Henry Borja Orozco Director Unidad de Investigación Daniel Mauricio Blanco Betancourt. Director Ediciones USTA María Carolina Suárez Sandoval Coordinadora Revistas Científicas ISSN: 0120-8454 Hecho el depósito que establece la ley ©

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Diseñador versión electrónica Mg. Didier Arnulfo Santiago Franco Universidad Santo Tomás

Árbitros para este número Dra. Alba Lucía Cruz Castillo, Universidad de La Salle (Doctora en Antropología Social, Universidad de Barcelona). Dr. Sergio De Zubiría, Universidad de Los Andes (Doctor en Filosofía Política, UNED, España). Mg. Alexander Ávila Martínez, Universidad del Tolima (Magíster en Filosofía, Universidad Santo Tomás). Mg. Miguel Moreno Lugo, Universidad Santo Tomás (Magíster en Filosofía, Universidad Santo Tomás).

Publicación dirigida a la comunidad académica nacional e internacional interesada en las humanidades, formación humanística y disciplinas afines.



Contenido Editorial César Augusto Vásquez García

257

América: Identidad, Integración e Independencia Álvaro Acevedo Gutiérrez

269

Entre el Rey y el Papa. La Inquisición: trayectoria de una institución plurisecular Diana Luz Ceballos Gómez

287

La libertad de los esclavos frente a la legislación y las ideas antiesclavistas en el Nuevo Reino de Granada entre la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del XIX Fabián Leonardo Benavides Silva

305

La “República de Colombia” del Libertador Simón Bolívar Carlos Uribe Celis

321

Literatura e Independencia Marta González de Díaz

345

La aniquilación de la aristocracia en Lirio Negro de José María Vargas Vila Witton Becerra Mayorga

359

El problema del sujeto en la posmodernidad occidental Mario Magallón Anaya

381

Reseña

409

Normas para la presentación de artículos y manual de estilo

429


Contents Editorial

261

César Augusto Vásquez García The Americas: Identity, Integration and Independence

270

Álvaro Acevedo Gutiérrez Between the King and the Pope. The Inquisition: The path of a multi-century institution

288

Diana Luz Ceballos Gómez Freedom of slaves in the light of legislation and anti-slavery thoughts in the New Kingdom of Granada between the middle of eighteenth century and at the beginning of nineteenth century

306

Fabián Leonardo Benavides Silva The “Republic of Colombia” of the Liberator Simon Bolivar

322

Carlos Uribe Celis Literature and Independence

346

Marta González de Díaz The annihilation of aristocracy in José María Vargas Vila’s Black Lily

360

Witton Becerra Mayorga The issue of subject in western postmodernity

382

Mario Magallón Anaya Review

409

Rules for the Submission of Articles and Style Handbook

435


Contenu Éditorial César Augusto Vásquez García

265

Amérique: Identité, Intégration et Indépendance Álvaro Acevedo Gutiérrez

271

Entre le Roi et le Pape. L’Inquisition: trajectoire d’une institution pluriséculaire Diana Luz Ceballos Gómez

289

La liberté des esclaves face à la législation et les idées antiesclavagistes dans le Royaume de la Nouvelle-Grenade entre la deuxième moitié du XVIIIe siècle et le début du XIXe siècle Fabián Leonardo Benavides Silva

307

La “République de Colombie” du « Libertador » Simón Bolívar Carlos Uribe Celis

323

Littérature et Indépendance Marta González de Díaz

347

L’anéantissement de l’aristocratie chez Lirio Negro de José María Vargas Vila Witton Becerra Mayorga

361

Le problème de l’homme dans la postmodernité de l’occident Mario Magallón Anaya

383

Revue

409

Normes pour la présentation d’articles et manuel de style

441



ANÁLISIS

ISSN: 0120-8454

No. 83

Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 257-259.

Editorial César Augusto Vásquez García

Gustavo Escobar Valenzuela en el libro La Ilustración en la Filosofía Latinoamericana (1980), reubica el concepto de “emancipadores mentales” propuesto por Leopoldo Zea y retomado por José Carlos Chiaramonte (1979), para referirse a los integrantes de las “comunidades de saberes” en cada una de las colonias hispanas a finales del siglo XVIII, en donde la preocupación era la búsqueda de la autonomía del sujeto frente a la mentalidad colonial caracterizada por asumir la tradición del pensamiento contrarreformista en América. Estas comunidades se inscriben en la tradición ilustrada, heredando por lo tanto, los elementos propios de la “intelectualidad” hispana de las reformas borbónicas propuestas por Carlos III en la segunda parte del siglo XVIII. Ahora, si bien es cierto que existe un anacronismo intencionado al utilizar el concepto de “intelectuales” para designar a todos y a cada uno de los miembros de estas comunidades de saberes en las colonias -v.g. concepto utilizado por Renán Silva-, lo cierto es que la afiliación intelectual de estos personajes permiten entender la existencia de “gentes de saber” (Chocano, 2000). Así, personajes de la talla intelectual de Baquíjano, Moreno, Belgrano, Manuel de Salas, Espejo, Caldas, Nariño entre otros, se consideran para la historiografía “gentes de saber” que intentan incorporarse a la dinámica de los desarrollos científicos y culturales de la Europa de fines del siglo XVIII. Por lo mismo, los emancipadores mentales en muchas de las ocasiones coinciden con la figura de “emancipadores” políticos, de ahí su apelativo, pues: “La influencia de la Ilustración europea en el mundo intelectual americano entrañó una brusca ruptura con la vieja mentalidad, con el mundo del barroco y la escolástica, que esas influencias poseían todas un mismo carácter liberal y tendiente a la emancipación política y que ellas bastarían para explicar el proceso de independencia” (Chiaramonte, 1979, pp. 13-14). Se nos presenta así un panorama complejo en términos de la construcción de categorías como “recepción” y “asimilación”, circunscritas al concepto de “influencia” para referirse al influjo de estas ideas ilustradas provenientes de Europa y llegadas al continente americano vía España y Portugal. Sobre este aspecto recientemente descubierto por la historiografía para el periodo de la colonia y la independencia (1760-1810), existe un candente debate frente a la tesis de la creación o no de un pensamiento propiamente americanista a fines 257


del siglo XVIII a la luz de las ideas ilustradas. En ese sentido del debate, la aparición de la categoría conceptual de “crítica ilustrada de la realidad” es útil pero no suficiente como herramienta epistemológica para abordar la complejidad del funcionamiento de los órdenes políticos e intelectuales en cada uno de los espacios coloniales en la América de ese momento, que permita discernir con claridad sobre si hubo una ruptura o una continuidad con la mentalidad colonial a fines del siglo XVIII, debate que llega hasta finales del siglo XIX en los procesos de configuración de los Estados nacionales en el territorio americano. El panorama anterior lo que evidencia es un “caldo de cultivo” para la investigación no solo histórica sino social, política y filosófica de una posible “historia y hermenéutica de las ideas” sobre el pensamiento americano desde el periodo colonial hasta principios del XXI; investigación que ya se viene abonando en cada uno de los países de la región pero que carece de vasos comunicantes lo suficientemente fuertes que permitan esbozar -sin el miramiento de la exclusión- un panorama genérico y al mismo tiempo profundo sobre las formas de comprensión de la realidad americana. En ese sentido, el presente número de la Revista Análisis está dedicado a presentar unas figuras o modelos arquetípicos del sujeto y del contexto “intelectual” en América Latina que permita desarrollar, desde las categorías de territorio/territorialidad, cultura, identidad y subjetividad, una lectura de la “crítica ilustrada de la realidad americana”, tal como lo proponen Zea y Chiaramonte (1979), entre otros. El ejercicio de “ordenar/ compilar” una serie de trabajos sobre el pensamiento latinoamericano permite a su vez, categorizar una serie de elementos que se ven dispersos en la perspectiva de indagar sobre los modos de abordar la historia de las ideas, de las mentalidades y de las prácticas culturales correspondientes a un periodo de tiempo considerable que va desde los siglos coloniales hasta los inicios del siglo XXI. Por las anteriores razones, el número monográfico sobre “Historia y Cultura en el Pensamiento Latinoamericano” se abre y se cierra con dos artículos que ubican el pensamiento latinoamericano, tanto desde la perspectiva de la historia de las ideas, como desde la filosofía política contemporánea, a saber: el profesor Álvaro Acevedo Gutiérrez en “América: identidad, integración e Independencia”, desarrolla de forma sistemática la tesis nominal sobre la categoría de “lo americano” y su configuración a lo largo de los siglos XVI a XIX, centrando su reflexión en las formas como las “gentes de saber” (Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Hipólito de Unanue, Francisco de Miranda, Andrés bello, Fray Servando Teresa de Mier, Félix Varela y Simón Bolívar, entre otros) comprenden el ser y la esencia de lo americano desde sus visiones de “identidad”, “integración” e “independencia”. Por su parte, el maestro Mario Magallón Anaya en el texto “El problema del sujeto en la posmodernidad occidental”, cuestiona las categorías de “subjetividad” y de “sujeto” moderno al considerar al latinoamericano como un ser que ha devenido en sujeto a través del tiempo y de sus luchas reivindicatorias hasta el día de hoy, desde los marcos de la tradición liberal-democrática, los derechos humanos y los movimientos políticos y sociales. De igual forma, los historiadores Diana Luz Ceballos y Fabián Leonardo Benavides presentan avances y resultados en sus investigaciones sobre los 258

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periodos colonial y republicano en Colombia y México: el artículo de la profesora Diana Luz Ceballos, titulado “Entre el Rey y el Papa. La Inquisición: trayectoria de una institución plurisecular”, asume una postura crítica frente a las formas tradicionales de analizar el papel de la Inquisición Española en la América colonial, sobre todo en lo que corresponde a su papel fiscalizador de las ideas ilustradas a finales del siglo XVIII y principios del XIX, pues “la actuación de la Inquisición, como ya se dijo, se ha vuelto más política y del ámbito de la ideas no religiosas o teológicas”; el artículo “La libertad de los esclavos frente a la legislación y las ideas antiesclavistas en el Nuevo Reino de Granada entre la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del XIX” de Fabián Leonardo Benavides, que hace parte del trabajo de investigación “El fugitivo de la hacienda: Cimarronismo en la ciudad de Cartago y en la Villa de Santa Cruz de Mompox. Finales del siglo XVIII”, presenta la situación jurídica del esclavo neogranadino que evidencia la ambigüedad de la aplicación de la leyes antiesclavistas, lo que confirma la expresión de la época: “entre el dicho al hecho hay mucho trecho”. Finalmente, este número monográfico sobre “Historia y Cultura en el Pensamiento Latinoamericano”, informa sobre tres artículos que plantean propuestas interdisciplinarias para abordar la historia republicana de Colombia en el siglo XIX: el profesor Carlos Uribe Celis en “La República de Colombia” del Libertador Simón Bolívar”, desarrolla la génesis y configuración de la Gran Colombia a partir de los proyectos de naciones autónomas americanas ideados en el siglo XVIII por los precursores independentistas como Francisco de Miranda, y consolidados por Bolívar en el siglo XIX; Marta González de Díaz en “Literatura e Independencia”, analiza el papel de la obra de los ilustrados americanos como Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento en la configuración de la crítica literaria del siglo XIX, y finalmente; Witton Becerra Mayorga en el texto “La aniquilación de la aristocracia en Lirio Negro de José María Vargas Vila”, plantea la tesis sobre la imposibilidad de construcción de nación a partir del principio de la “autoliquidación de la aristocracia” en Colombia a fines del siglo XIX y principios del XX, a la luz de la obra literaria de José María Vargas Vila.

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259



ANÁLISIS

ISSN: 0120-8454

No. 83

Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 261-263.

Editorial César Augusto Vásquez García

Gustavo Escobar Valenzuela in the book Enlightenment in Latin American Philosophy (1980), relocates the concept of “mental emancipators” proposed by Leopoldo Zea and retaken by José Carlos Chiaramonte (1979),] to refer to the members of the “communities of knowledge” in each one of the Spanish colonies in the late eighteenth century, where the concern was the pursuit of the autonomy of the individual before the colonial mentality characterized by assuming the tradition of the counter-reformation thinking in America. There communities are part of the enlightenment tradition, thus inheriting, the elements inherent to the Spanish “intelligentsia” of the Bourbon reforms proposed by Charles III in the second half of the eighteenth century. Now, although it is true there is an intentional anachronism when using the concept “intellectual” to designate each and every one of the members of these communities of knowledge in the colonies – e.g. concept used by Renán Silva-, the truth is that the intellectual affiliation of these characters enable to understand the existence of the “people of knowledge” (Chocano, 2000). Thus, characters of the intellectual level of Baquíjano, Moreno, Belgrano, Manuel de Salas, Espejo, Caldas, Nariño among others, are considered for historiography “people of knowledge” who try to join the dynamics of the scientific and cultural developments in the late eighteenth century Europe. For this reason, mental emancipators in many cases coincide with the figure of political “emancipators”, hence their name, since: “The influence of European Enlightenment in the American intellectual world involved an abrupt rupture with the old mentality, with the Baroque world and scholasticism, that these influences all had a liberal nature and prone to political emancipation and they would suffice to explain the independence process Chiaramonte 1979 pages 13-14. We are thus presented with a complex overview in terms of the construction of categories such as “reception” and “assimilation”, confined to the concept of “influence” to refer to the influence of these enlightened ideas coming from Europe and reaching the American continent via Spain and Portugal. On this aspect recently discovered by historiography for the colonization and independence periods (1760-1810), there is a heated discussion regarding the thesis of the creation or not of a proper Americanist thinking in the late eighteenth century 261


under the Enlightenment ideas. In that sense of the discussion, the appearance of a conceptual category of “enlightened critique of reality” is useful but not sufficient as an epistemological tool for approaching the complexity of the functioning of political and intellectual orders in each one of the colonial spaces in the America of that time, that enables to clearly discern whether there was a rupture or a continuity with colonial mentality in the late eighteenth century, discussion that reaches up to the end of the nineteenth century in the process of shaping national States in the American territory. What the above overview demonstrates is a “breeding ground” for the historical, as well as social, political and philosophical research, of a possible “history and hermeneutics of ideas” on American thinking from the colonial period to the beginning of the twenty-first century; research that is already being supported in each one of the countries of the region but that lacks communication channels strong enough that enable to outline – without considering exclusion – of a generic yet deep overview on the forms of understanding of the American reality. In this regard, this issue of the Análisis (Analysis) Journal is dedicated to present some archetypical figures or models of the individual and “intellectual” context in Latin America which allows to develop, from the categories of territory/territoriality, culture, identity and subjectivity, an “enlightened critique of the American reality”, as proposed by Zea and Chiaramonte (1979), among others. The exercise of “ordering/gathering” a series of papers on Latin American thinking allow in turn, to categorize a series of elements that seem disperse in the perspective of inquiring about the ways of approaching the history of the ideas, mentalities and cultural practices relevant to a considerable period of time ranging from the colonial centuries to the beginning of the twenty-first century. For the foregoing reasons, the monograph issue about “History and Culture in the Latin American Thinking” opens and closes with two articles which place Latin American thinking, from the perspective of history of the ideas, as well as contemporary political philosophy, that is: professor Álvaro Acevedo Gutierrez in “America: identity, integration and independence”, systematically develops the nominal thesis about the category of “the American” and its shaping throughout the sixteenth to nineteenth centuries, focusing his reflection on the ways in which the “people of knowledge” (Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Hipólito de Unanue, Francisco de Miranda, Andrés bello, Fray Servando Teresa de Mier, Félix Varela and Simón Bolívar, among others) understand the being and the essence of the American from their visions on “identity”, “integration” and ”independence”. Meanwhile, teacher Mario Magallón Anaya in the paper “The problem of the individual in the western postmodernity”, questions the categories of modern “subjectivity” and “individual” when considering the Latin American as a being who has become an individual through time and of his vindication struggles up to date, from the framework of the liberal-democratic tradition, human rights and political and social movements. Likewise, historians Diana Luz Ceballos and Fabián Leonardo Benavides present the progress and results of their research on colonial and republican periods 262

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in Colombia and Mexico: the article by professor Diana Luz Ceballos entitled “Between the King and the Pope. The Inquisition: Path of a centuries-old institution”, takes on a critical stance regarding the traditional forms of analyzing the role of Spanish Inquisition in the colonial America, especially regarding its investigating role of enlightened ideas at the end of the eighteenth century and beginning of the nineteenth century, since “the activity of the Inquisition, as already said, has become more political and of the scope of non-religious or theological ideas”; the article “The freedom of slaves regarding antislavery legislation and ideas in the New Kingdom of Granada between the second half of the eighteenth century and beginning of nineteenth century” by Fabián Leonardo Benavides, which is part of the research “The fugitive of the hacienda: Escaped slaves in the city of Cartago and the Villa de Santa Cruz de Mompox. Late Eighteenth century”, presents the legal situation of slaves in the New Kingdom of Granada which shows the ambiguity in the application of antislavery laws, which confirms the expression of the time: “easier said than done”. Finally, this monograph issue on “History and Culture in the Latin America Thinking”, informs about three articles that present interdisciplinary proposals to approach the republican history of Colombia in the nineteenth century: professor Carlos Uribe Celis in “The Republic of Colombia” of Simón Bolívar the Liberator”, develops the genesis and shaping of the Gran Colombia from projects of autonomous American nations devised in the eighteenth century by precursors of independence as Francisco de Miranda and consolidated by Simón Bolívar in the nineteenth century; Marta González de Díaz in “Literature and Independence”, analyzes the role of the work of American enlightened such as Andrés Bello and Domingo Faustino Sarmiento in shaping the literary critique of the nineteenth century, and finally; Witton Becerra Mayorga in the article “The annihilation of aristocracy in Lirio Negro by José María Vargas Vila”, presents the thesis of the impossibility of building a nation from the beginning of the “self-annihilation of aristocracy” in Colombia at the end of the nineteenth and beginning of the twentieth century, under the light of the literary work of José María Vargas Vila.

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263



ANÁLISIS

ISSN: 0120-8454

No. 83

Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 265-267 .

Editorial César Augusto Vásquez García

Gustavo Escobar Valenzuela dans son livre La Ilustración en la Filosofía Latinoamericana (1980), resitue la notion des “émancipateurs de l’esprit” proposé par Leopoldo Zea et repris par José Carlos Chiaramonte (1979) pour faire allusion à ceux qui faisaient partie des “communautés de savants” dans chaque une des colonies espagnoles à la fin du XVIIIème siècle, où le souci était la quête de l’autonomie de l’individu par rapport à la façon de penser coloniale, caractérisée par assumer la tradition des idées contre-réformistes en Amérique. Ces communautés sont inscrites dans la tradition de l’illustration ; elles ont hérité donc les éléments propres des « intellectuels » espagnols, notamment les réformes bourboniennes proposées par Charles III dans la deuxième partie du XVIIIème siècle. Or, s’il est vrai qu’il existe un anachronisme intentionnel quand on utilise la notion d’« intellectuels » pour faire allusion à tous les membres de ces communautés de savants dans les colonies –par exemple, la notion utilisée par Renán Silva-, le fait est que l’affiliation intellectuelle de ces personnages permet de comprendre l’existence de « savants » (Chocano, 2000). Des personnages de la taille intellectuelle de Baquíjano, Moreno, Belgrano, Manuel de Salas, Espejo, Caldas, Nariño, entre autres, sont considérés pour l’historiographie comme des « savants », qui essaient de se rallier à la dynamique des progrès scientifiques e culturelles de l’Europe de la fin du XVIIIème siècle. Pour la même raison, les émancipateurs de l’esprit coïncident plusieurs fois avec la figure des “émancipateurs” politiques, d’où leur nom. En effet, « L’influence de l’Illustration européenne dans le monde intellectuel américain a impliqué une rupture brusque avec l’ancien esprit, avec le monde du Baroque et la scolastique; ces influences avaient toutes un même caractère libéral et orienté à l’émancipation politique ; elles suffiraient donc pour expliquer le processus d’indépendance » (Chiaramonte, 1979. pp. 13-14). Nous sommes donc devant un panorama complexe en matière de construction de catégories telles « réception » et « assimilation », circonscrites à la notion d’ »influence » pour faire référence à l’emprise de ces idées de l’Illustration provenant de l’Europe et arrivées en Amérique à travers l’Espagne et le Portugal. À propos de cet aspect découvert récemment par l’historiographie sur la période de la colonie et de l’indépendance (1760-1810), il y a un débat animé 265


autour de l’existence ou l’inexistence à la fin du XVIIIème siècle d’une pensée américaniste à proprement parler, à la lumière des idées de l’Illustration. Dans ce sens du débat, l’apparition de la catégorie de « critique illustrée de la réalité » est utile, mais elle ne suffit pas en tant qu’outil épistémologique pour aborder la complexité des ordres politiques et intellectuels dans chacun des espaces coloniaux de l’Amérique de l’époque, pour pouvoir discerner avec clarté s’il y a eu une rupture ou une continuité avec l’esprit colonial à la fin du XVIIIème siècle ; ce débat se prolonge jusqu’à la fin du XIXème siècle dans les processus de formation des états nationaux sur le territoire américain. Ce qui ce panorama met en évidence est un « cadre propice » pour une recherche non seulement historique mais sociale, politique et philosophique d’une possible « histoire et herméneutique des idées » de la pensé américaine depuis la période coloniale jusqu’au début du XXIème siècle. Cette recherche a été entamée dans chacun des pays de la région, mais le manque de vases communicantes suffisamment fortes empêche d’ébaucher -sans le scrupule de l’exclusion- un panorama général et profond à la fois sur les formes de compréhension de la réalité américaine. Dans ce sens, cet numéro de la revue Análisis est consacré à la présentation de certaines figures ou modèles archétypiques de l’individu et du contexte “intellectuel” en l’Amérique-Latine afin de permettre de développer, à partir des catégories de territoire/territorialité, culture, identité et subjectivité, une lecture de la « critique illustrée de la réalité américaine », tel qu’il a été proposé par Zea et Chiaramonte (1979), entre autres. L’exercice d’ordonner/ recueillir une série de travaux sur la pensée latino-américaine permet, à son tour, de classer une série d’éléments qui nous voyons épars, dans la perspective de questionner sur les formes d’aborder l’histoire des idées, des esprits et des pratiques culturelles propres d’une longue période qui va depuis les siècles de la colonie jusqu’au début du XXIème siècle. C’est pourquoi ce numéro monographique sur « L’histoire et la culture dans la pensée Latino-américaine » est ouvert et puis fermé avec deux articles qui situent la pensée Latino-américaine, tant du point de vue de l’histoire des idées que de la philosophie politique contemporaine, à savoir : M. le professeur Álvaro ACEVEDO GUTIÉRREZ, dans son article “América: identidad, integración e Independencia”, développe de manière systématique la thèse nominale sur la catégorie de « ce qui est américain » et sa conformation au cours des XVIème au XIXème siècles ; le centre de sa réflexion sont les formes dans lesquelles les « savants » (Juan Pablo VISCARDO Y GUZMAN, Hipólito DE UNANUE, Francisco DE MIRANDA, Andrés BELLO, frère Servando Teresa de MIER, Félix VARELA y Simón BOLIVAR, entre autres) comprennent-ils l’être et l’essence de ce qui est américain à partir de leurs visions de l’identité, l’intégration et l’indépendance. De son côté, Mr. Mario MAGALLÓN ANAYA dans son texte “El problema del sujeto en la posmodernidad occidental”, met en question les catégories de “subjectivité” et d’“individu” moderne, en considérant le latino-américain comme un être qui est devenu « sujet » au fil du temps et à travers ses luttes revendicatives jusqu’aujourd’hui, à partir des cadres de la tradition libéraledémocratique, des Droits de l’Homme et des mouvements politiques et sociaux. 266

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De même, les historiens Diana Luz CEBALLOS et Fabián Leonardo BENAVIDES présentent les progrès et les résultats de leurs recherches sur les périodes coloniale et républicaine en Colombie et au Mexique: l’article de Mme le Professeur CEBALLOS, intitulé “Entre el Rey y el Papa. La Inquisición: trayectoria de una institución plurisecular”, assume une position critique face aux formes traditionnelles d’analyser le rôle de l’inquisition espagnole dans l’Amérique coloniale, surtout en ce qui concerne son rôle d’inspecteur des idées illustrées à la fin du XVIIIème siècle et au début du XIXème siècle, car « les actions de l’inquisition, comme nous l’avons dit, sont devenues plus politiques et elles comprennent les idées non religieuses ou théologiques ». L’article “La libertad de los esclavos frente a la legislación y las ideas antiesclavistas en el Nuevo Reino de Granada entre la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del XIX”, écrit par Fabián Leonardo BENAVIDES, qui fait partie du travail de recherche intitulé “El fugitivo de la hacienda: Cimarronismo en la ciudad de Cartago y en la Villa de Santa Cruz de Mompox. Finales del siglo XVIII”, présente la situation juridique de l’esclave de la Nouvelle-Grenade qui met en évidence l’ambigüité des lois contre l’esclavage, ce qui confirme l’expression de l’époque : « Du dit au fait, il y a grand trait ». Enfin, ce numéro monothématique sur « L’histoire et la culture dans la pensée Latino-américaine » présente trois articles qui font de propositions interdisciplinaires pour aborder l’histoire républicaine de la Colombie dans le XIXème siècle: Mr. le professeur Carlos URIBE CELIS dans “La República de Colombia” del Libertador Simón Bolívar”, développe l’origine et la conformations de la GrandeColombie à partir des projets de nations autonomes américaines pensés dans le XVIIIème siècle par les précurseurs de l’indépendance comme Francisco DE MIRANDA, consolidés par Bolívar dans le XIXème siècle. Marta GONZÁLEZ DE DÍAZ, dans “Literatura e Independencia”, fait une analyse du rôle de l’œuvre des illustrés américains, comme Andrés BELLO et Domingo Faustino SARMIENTO, dans la conformation de la critique littéraire du XIXème siècle. Et enfin; Witton BECERRA MAYORGA, dans son texte “La aniquilación de la aristocracia en Lirio Negro de José María Vargas Vila”, pose la thèse de l’impossibilité de la construction de la nation à partir du principe de « l’élimination de l’aristocratie par ellemême » en Colombie à la fin du XIXème siècle et au début du XXème siècle, a la lumière de l’œuvre littéraire de José María VARGAS VILA.

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ANÁLISIS

ISSN: 0120-8454

No. 83

Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 269-286 .

América: Identidad, Integración e Independencia* 1

Álvaro Acevedo Gutiérrez**

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Recibido: enero 23 de 2013 Aprobado: marzo 22 de 2013

Resumen El nombre que se le ha dado al continente a través de los cinco siglos de miscegenación histórica, ha marcado los niveles de dependencia e integración. En los siglos de dominación de España se enfatizó en llamarlo “Nuevo Orbe” y “Nuevo Mundo” para diferenciarlo del viejo. Eran ante todo nombres impuestos. En la misma sincronía histórica se le otorgó el nombre de “Indias”, que marcaba una profunda discriminación tanto del continente como de todos sus habitantes, incluyendo a los mismos españoles que al regresar a su península natal se les denominaba de manera peyorativa como “Indianos”. El nombre de “América” se originó en una equivocación, como también en una profunda injusticia con el Almirante Colón, sin embargo, los hombres de la independencia lo reivindicarán y con orgullo sus habitantes se autodenominarán como “americanos” o “criollos americanos”, dándole sentido al origen de una identidad histórica de “Patria Grande”. En tal sentido, el ideario de Simón Bolívar buscaba armonizar la identidad de América con el proceso de independencia y a su vez afirmar el proyecto de integración continental. El sueño de Bolívar y de los americanos de principios del siglo XIX, estaba dirigido a sintetizar esos procesos en tres palabras claves: identidad, independencia e integración. Palabras clave: integración, independencia, identidad, criollo, americano, patria grande, bolivariano.

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Este trabajo es el resultado final de la investigación “Historia de la Ideas en América Latina” del Grupo de Investigación Fray Bartolomé de Las Casas, informe que obtuvo a su vez el segundo puesto en el Concurso Nacional de Ensayo Histórico “La independencia en el Nuevo Reino de Granada”, organizado por el Instituto de Estudios Socio-Históricos Fray Alonso de Zamora de la Universidad Santo Tomás - Sede Principal, durante el primer semestre de 2011.

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El autor de este ensayo es Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás - Sede Principal y Magíster en Historia de la Pontificia Universidad Javeriana - Sede Bogotá. Actualmente es investigador del Grupo Fray Bartolomé de Las Casas, inscrito en Colciencias y, a la vez, es docente Investigador de la Maestría en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás, Bogotá (Colombia). E-mail: alvaroacevedo@usantotomas.edu.co.

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The Americas: Identity, Integration and Independence*

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Alvaro Acevedo Gutiérrez**

Abstract The name which has been given to the continent through five centuries of historical miscegenation has marked dependence and integration levels. In the centuries of domination of Spain it was emphasized to call it “New Orb” and “New World”, to differentiate it from the old. They were above all names which were imposed. In the same historical synchronicity it was given the name of “Indias” which marked a deep discrimination of the continent as well of all its inhabitants, including the same Spaniards who upon returning to their native peninsula were referred to, in a derogatory manner, as “Indianos “. The name “America”, originated in a mistake, as well as a profound injustice with Admiral Columbus. However, the men of independence will proudly restore it and its inhabitants will call themselves “Americans” or “American creoles” giving meaning to the origin of a historical identity of “Great Motherland”. In this respect, the ideals of Simon Bolivar, sought to harmonize the identity of America with the independence process and in turn assert the continental integration project. Bolívar’s dream and of the Americans in the early nineteenth century, was aimed at synthesizing these processes in three keywords: identity, independence and integration. Keywords: Integration, independence, identity, creole, american, great motherland, bolivarian.

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This work is the final result of the investigation “History of Ideas in Latin America” by the Research Group Fray Bartolomé de Las Casas. This report obtained second place in the National Contest of Historical Essay “Independence in the Nuevo Reino de Granada “, organized by the Institute of Socio - Historical Studies Fray Alonso de Zamora of the Santo Tomás University Headquarters, during the first half of 2011.

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The author of this essay has a degree in Philosophy and Letters from Santo Tomás University and holds a Master’s Degree in History from Pontificia Universidad Javeriana in Bogotá. He is currently a researcher in the Group Fray Bartolomé de Las Casas registered in Colciencias and is teacing at the Master’s Degree in Latinamerican Philosopphy at Santo Tomás University, Bogotá. E-mail: alvaroacevedo@usantotomas.edu.co.

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Amérique: Identité, Intégration 5 et Indépendance* Alvaro Acevedo Gutiérrez**

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Résumé Le nom qu’on a donné au continent pendant les cinq siècles de métissage historique a marqué les niveaux de dépendance et d’intégration. Durant les siècles de domination Espagnole on a attribué le nom de « Nouveau Orbe » et «Nouveau Monde», pour faire la différence avec le vieux monde. C’était forcément de noms imposés. Dans la même synchronie historique on lui a donné le nom des « Indiennes », qui empreignait une profonde discrimination du continent et de tous ses habitants, de même que les espagnols qui rentraient à la péninsule, on les appelaient de manière péjorative « Indiens » Le nom « d’Amérique’ a surgi d’une erreur, de même avec une grande injustice en vers l’Amiral Colón. Cependant les hommes de l’indépendance le revendiqueront et avec une grande fierté ses habitants se nommeront « américains » ou « créoles américains », en donnant ainsi un sens à l’origine d’une identité historique de la «Grande Patrie». Dans ce sens là, l’idéologie de Simón Bolivar, cherchait à harmoniser l’identité de l’Amérique avec le processus d’indépendance et à la fois en réaffirmant le projet d’intégration continental. Le rêve de Bolivar et des américains du début du XIX siècle, était dirigé à synthétiser ces processus en trois mots clés : identité, indépendance et intégration. Mots clés: Intégration, indépendance, identité, créole, américain, aatrie grande, bolivarien.

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Ce travail est le résultat final de la recherche «Histoire des Idées en Amérique Latine» du groupe de recherche Fray Bartolomé de Las Casas, rapport qui a atteint à la fois la deuxième place dans le Concours National d’Essai Historique «L’Indépendance dans le Nouveau Royaume de Granada», organisé par l’Institut d’Études Socio-historiques Frère Alfonso de Zamora de l’Université Santo Tomás, siège principal, pendant le premier semestre de 2011.

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L’auteur de cet essai est le professeur de Philosophie et Lettres de l’Université Saint Thomas et Master en Histoire de l’Université Pontificia Javeriana - siège Bogotá. Actuellement il est un chercheur du groupe Fray Bartolomé de Las Casas, Inscrit dans Colciencias et, à la fois, il est professeur, chercheur du Master en Philosophie Latino-américaine de l’Université Santo Tomás, Bogotá (Colombie) alvaroacevedo@usantotomas.edu.co.

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Plantear un tema de estudio de y sobre América Latina en lo relacionado con la identidad, la integración y la independencia, implica una profunda reflexión que necesariamente debe partir de la realidad como referente empírico y de su respectiva historia intelectual. El referente empírico, presenta una América Latina con una diversidad de facetas y complejidades enmarcadas en un histórico afán de afirmar su identidad, integración e independencia. La historia intelectual, encuadrada en una constante reflexión sobre el concepto de “Patria Grande”, traducida de acuerdo con los horizontes ideológicos, políticos e históricos como: Indias, Nuevo Mundo, Nuevo Orbe, Tierra Firme, Orbe Cristiano, América, Hispanoamérica, Colombia, Indoamérica, Afroamérica, Iberoamérica, Latinoamérica y América Latina y del Caribe. El presente ensayo va a girar en torno de los dos ejes que forman el engranaje mecánico en la evolución histórica del continente. La construcción de la identidad, la integración y las ideas de independencia, que se entroncan en la reflexión intelectual sobre el mismo nombre que ha recibido a través de los últimos cinco siglos. En América Latina, la historia intelectual marcha paralelamente al proceso mediático de la construcción del proyecto histórico. La filosofía se encuentra extremadamente cercana a la realidad histórica, y esta, lógicamente adherida a la reflexión de sus intelectuales. La historia intelectual del nombre del continente permite comprender los modelos de construcción del proyecto histórico. La historia de la idea núcleo (Lovejoy, 1983), permite un acercamiento a la definición e identidad de su nombre. La definición plantea siempre una doble referencia: la de quien manifiesta y la de lo manifestado (Gantús, 2004, p. 108)1. La historia intelectual del nombre del continente se divide en dos grandes etapas: la impuesta por “otro” durante el periodo colonial y la del proceso de reconocimiento, que se hace a partir de fines del siglo XVIII con la identidad de América y como americanos, sus habitantes. La idea núcleo como lo señala Lovejoy, hace referencia al concepto mismo de la denominación del continente. La identidad es la carta de presentación de los hombres y de los pueblos. Es su cédula de ciudadanía, que indica su espacio, tiempo y nombre. Desde el mismo momento en que se produce el contacto y conflicto interétnico y cultural entre los hombres y los pueblos a partir del siglo XVI y hasta la actualidad, el debate intelectual sobre la idea del nombre del continente sigue estando presente. La identidad, la integración y la independencia, ligado al afán de la construcción del proyecto de nación como “Patria Grande”, se encuentran relacionadas con la dinámica histórica concreta. La idea del nombre y la historia referencial empírica del continente, han estado marcadas transversalmente por su desarrollo endógeno y la constante influencia exógena. Comprender el proceso histórico de la idea y el contexto referencial, 1

Gantús, Fausta. “Justo Sierra: el proyecto de una identidad integradora”. En: Construcción de las identidades latinoamericanas. Granados Aimer y Marichal, Carlos. El Colegio de México (México, 2004, p. 108). La autora hace referencia a uno de los temas de la identidad latinoamericana en lo referente a la relación epistemológica entre sujeto y objeto, como base del proceso de conocimiento de la realidad.

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implica subdividir por periodos la evolución histórica del continente y sus diversas denominaciones.

El bautizo colonial El primer bautizo que recibe el continente se hace a fines del siglo XV por el propio Cristóbal Colón. El nombre de “Indias”, va a marcar el inicio de una cadena de connotaciones semánticas impuestas a partir de los intereses externos. Para diferenciarlas de las descubiertas por los portugueses en oriente, se le va a denominar genéricamente como “Indias Occidentales”. El nombre de “Indias” (Pérez de Oliva, 1965, p. 53), será el de mayor uso desde la metrópoli; “indios” o “indígenas” sus nativos habitantes, e “indianos” los ocupantes españoles. La categoría de “indios” e “indianos”, dejan una profunda huella que va más allá de una diferencia semántica. La categorización tendrá profundas repercusiones ideológicas cargadas de un sentido peyorativo y discriminatorio. Pérez de Oliva, quien escribe una historia de América, describe la empresa colombina como un medio para darle forma a un mundo que aparece amorfo en relación con la tradición histórica medieval cristiano-española. Para Pérez de Oliva, Colón partió de España con cientos de hombres con un único fin: “...mezclar el mundo y a dar a aquellas tierras forma de la nuestra”. El carácter desconocido de sus hombres, de la tierra, la flora, la fauna, etc., dejaron profundas huellas en el europeo, que buscó en su tradición mítico-religiosa el nombre que podía considerar apropiado para dibujar la realidad del territorio descubierto. Con las naves españolas no llegaron únicamente los hombres europeos, con ellos también llegó una nueva toponimia que se impondrá dejando marcadas huellas en las conceptualizaciones sobre la geografía humana y física de los territorios ocupados a partir del siglo XV. Toponimias que responderán a los avances y logros de la Gramática Castellana escrita en la misma época por Antonio de Nebrija. Religión, lengua y toponimia propia2, se radicarán en el contexto continental, como imposición y dominio estructural. Lenguaje toponímico de dominación, que implícitamente contiene la subordinación de hombres, pueblos y territorios. Paralelamente a la denominación de “Indias”, “indios” e “indianos”, con toda la carga semántica discriminatoria, se generalizará el concepto de Nuevo Mundo, para diferenciarlo del viejo. Frente a la realidad histórica de la aparición en escena de un territorio, que cambia la concepción tradicional de la existencia de un mundo conformado por África, Asia y Europa, la cosmovisión eurocéntrica se trastorna en todas las actividades materiales y espirituales. Las posiciones ideológicas en relación al actor que aparece en escena serán variadas. Para el cronista Francisco López de Gómara (López de Gómara, 1952). “La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que 2

Los nombres con advocaciones religiosas van a ser corrientes. De igual manera, va a aparecer una nueva toponimia donde todo es nuevo. En tal sentido aparece la “Nueva España”, “Nueva Granada”, “Nueva Castilla”, etc.

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lo creó, es el descubrimiento de las Indias”. Apreciación que era compartida dos siglos después por Adam Smith, quien afirmaba que el “descubrimiento de América, y el paso hacía las Indias Orientales a través del Cabo de Buena Esperanza son los dos acontecimientos más grandes y más importantes registrados en la historia del género humano” (Elliot, 1996, p. 14). Sin embargo, las posiciones de tipo ideológico no fueron homogéneas frente al Nuevo Mundo. Cornelio de Paw, afirmaba que el hecho más calamitoso en la historia de la humanidad había sido precisamente el descubrimiento de América. Las afirmaciones las hacía el ilustrado de Paw, argumentando que el Nuevo Mundo no representaba ningún aporte al desarrollo de Europa por la debilidad y fragilidad de los hombres, la geografía, la flora y la fauna americana, que en todos los órdenes era inferior a la conocida. Junto al abad alemán, van a desarrollarse teorías similares durante el siglo XVIII. En tal sentido, se puede destacar la de Georges Louis Leclerc, Conde de Bufón, que de manera similar a Cornelio de Paw, colocaba a América como un atraso en el desarrollo del mundo (Gerbi, 1960)3. La reacción de los criollos americanos frente a la posición radical de los pensadores anteriores, generará una corriente de pensamiento arraigadamente nacionalista. El mismo nombre de América tendrá sus connotaciones equívocas. El cartógrafo alemán Martín Waldseemuller en su obra Cosmographiae Introductio, quien dibujó el primer mapamundi ubicando el territorio, le dio el nombre de América en honor a Américo Vespucio, navegante florentino al servicio de España por haber sido el primero en informar que el mundo descubierto era distinto a las “Indias”. Otro nombre que será corriente para denominar al territorio descubierto por Colón para Castilla, es el de Nuevo Orbe, con una profunda carga semántica religiosa. La “República Cristiana” (Fernández de Oviedo, 1990, p. 29), se fundamenta en la misión encomendada a los gobernantes españoles por parte del Papa. Las Bulas Alejandrinas (Weckmann, 1949), se convierten en un compendio de orden normativo que van a orientar durante tres siglos el proceso de dominación en el orden religioso-administrativo, la vida espiritual de los cristianos viejos y nuevos americanos. El debate medieval sobre la autoridad del Papa y/o del Emperador, fue la base fundamental de la teoría política de las “Dos Espadas”. Con el descubrimiento americano, el Papa Alejandro VI y posteriormente Julio II, cederán la administración civil y religiosa del territorio y sus habitantes a los Reyes Católicos. El “Patronato Regio”4, responde teóricamente a los avances teológico-políticos

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Gerbi, desarrolla la polémica que surge en Europa en plena época de la Ilustración, donde los intelectuales europeos contrastan las ideas sobre los beneficios y perjuicios aportados a la historia de Europa lo relacionado con el descubrimiento de América.

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Las teorías de Juan Gerson, Juan de Torquemada y Tomás Vío, servirán para fortalecer el Patronato Regio. La escolástica y teólogos españoles de Salamanca, aplicarán sus supuestos teóricos en el proceso de evangelización del Nuevo Orbe Cristiano.

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alcanzados en plena madurez intelectual del Renacimiento, donde se establecían los límites entre los dos monarcas medievales: el encargado de administrar los bienes espirituales y el de administrar los bienes materiales de los cristianos. Papa y Emperador, no se disputan el poder, sino que alrededor de ellos aparece una teología política que paulatinamente fijará las fronteras entre los poderes civiles y religiosos. El Papa tendrá derecho a decidir en asuntos temporales, pero solo en la medida en que lo exija el bien espiritual o las necesidades de la Iglesia. El “Patronato Regio” determinó la manera en que se articulaba la misión evangelizadora de España con los respectivos derechos y deberes. El patronato implicaba: derecho a la percepción de diezmos, fundación de diócesis, nombramiento de obispos, autorización y mantenimiento de los misioneros, construcción de templos, etc. De esta manera, el propósito de hacer del Imperio Español un Orbe Cristiano que realizara la unidad entre estado y religión y de paso se reconociera el evidente papel político del Papa. La contraposición a las Bulas papales, se encarnaba en la misión de evangelizar a los habitantes del Orbe Cristiano americano. La extirpación de la idolatría, el paganismo y el derecho a la guerra a quien se interponga en la evangelización, marcará las relaciones que a partir del siglo XVI surgirán entre los cristianos y los denominados por ellos gentiles. El Requerimiento se convertirá en el sustento legal de la dominación y sometimiento físico y espiritual de los habitantes del territorio (Todorov, 1998, p. 13). El otro como individuo y como territorio, entrarán en la órbita de dominación espiritual y material. El otro adquirirá una categoría de objeto y cosa el cual se bautiza de acuerdo al nombre impuesto por el sujeto determinante en el proceso de dominación. De igual manera, el continente sufrirá una primera subdivisión que posteriormente continuará cuando aparezcan las nuevas potencias en la competencia colonial. La división entre las islas y la denominada “Tierra Firme”, marcará históricamente a las dos Américas: la insular5 o caribeña y la continental. Indias Occidentales, Nuevo Mundo, América, Orbe Nuevo, Orbe Cristiano, serán las denominaciones que recibirá el continente durante sus primeros siglos. Nombres impuestos que dejarán huella hasta el siglo XVIII. Junto al sometimiento semántico, se sumará el material y físico. El continente y sus habitantes bajo la órbita y dominio español, adquirirán en un proceso de aculturación la lengua, la religión, las tradiciones y costumbres, la historia y la sangre. Pero además del legado espiritual, se sumará el legado material en lo relacionado con su proceso económico.

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Teniendo en cuenta las colonias de Cuba y Puerto Rico que van a seguir bajo el dominio de España hasta 1898. De igual manera, República Dominicana y sus conflictos fronterizos e históricos con Francia y posteriormente entre los dos países con herencias culturales e históricas analógicas que conviven en la isla: Haití y República Dominicana.

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El Nuevo Mundo: integración y desintegración El dominio español sobre el territorio americano, marchará a la par del acelerado crecimiento del capitalismo. Sin embargo, en el continente llegarán diversas formas de asimilación del modelo económico que había empezado a gestarse desde finales del siglo XIII. Para poder entender los procesos políticos y económicos posteriores y sus repercusiones en la formación colonial de origen anglosajón, lusoportugués y español principalmente, es necesario analizar la manera como se anclaron en cada una de las regiones colonizadas y la interpretación que las potencias hicieron del desarrollo económico. En tal sentido, aparecen tres interpretaciones del proceso económico, en primer lugar lo relacionado con Inglaterra y sus colonias, sobre todo a partir de 1607. El hecho de iniciar de una manera más tardía el proceso de conquista y colonización del territorio del norte del continente, le permitió indirectamente consolidar por una parte una burguesía comercial y mercantil de mayor solidez, como también un cuerpo político con instituciones representativas. La colonización inglesa se orientó en tres procesos fundamentales para entender la evolución de la sociedad moderna: una burguesía comercial y empresarial competitiva; una sociedad con criterios de mayor representatividad y autonomía política y rasgos capitalistas. En el caso de Portugal se aplicaron métodos de colonización de mayor flexibilidad, generando espacios de libertad y decisión más pronunciados a sus habitantes de la colonia e incentivando vínculos horizontales entre las provincias, sin las radicales referencias establecidas por la metrópoli española. Los capitanes portugueses a los que se les encomendó la penetración en el interior del continente para llevar a cabo la conquista y colonización, tenían una vocación comercial y empresarial de mayor talante que los virreyes y capitanes de España que eran funcionarios al servicio del Estado Absolutista y centralizador. España por el contrario “vivió el proceso de unificación nacional y de la formación del Estado moderno, sin atravesar por la transformación social y cultural basado en el ascenso de una burguesía comercial. La liberación española de la dominación árabe y la creación de un estado nacional unificado fueron llevados a cabo bajo la dirección de la nobleza militar y del clero, ambos factores de tipo tradicional y medieval” (Boersner, 1990, p. 23). La naciente burguesía mercantil y bancaria española eran ajenas a la integración de la nueva nacionalidad por ser mayoritariamente de origen judía o árabe, y que además fue expulsada en 1492 por los mismos Reyes Católicos. Al traer España un carácter más nobiliario y absolutista, y por su parte Portugal estructuras algo más burguesas, las dos potencias ibéricas establecieron en sus colonias americanas sistemas ligeramente distintos. En España no se presentó una alianza entre el estado y la burguesía nacional, sino la de una nobleza militar y clerical con la monarquía. Esta nobleza giraba 276

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alrededor de intereses capitalistas localizados fuera del territorio español, en las partes de mayor desarrollo económico. Mientras España conquistaba y colonizaba al mundo ultramarino, las burguesías europeas se aprestaron a su vez a “colonizar” en lo económico a las potencias ibéricas (Boersner, 1990, pp. 59-60). Lo anterior no es una explicación absoluta, pero sí presenta rasgos diferenciadores entre los tres modelos de colonización europea en el continente. En tal sentido, en el norte se siembran las futuras bases del progreso económico y social más flexibles y horizontales entre las colonias y su relación con la metrópoli. En el sur, Portugal tuvo mayor flexibilidad que España. En esta última, las estructuras institucionales fueron verticales, jerárquicas y dogmáticas, se convirtieron en obstáculos para los procesos de cambio, progreso e integración de las regiones. En América Latina aparecen dos tendencias de interpretación del subdesarrollo estructural, la que afirma los procesos anteriores, que le dan mayor peso a las tradicionales instituciones impuestas por España. Otros culpabilizan únicamente a la acción del imperialismo angloamericano. Negar una u otra, no permite tener una visión dialéctica de los procesos históricos6. De igual manera, no se puede desconocer que España como potencia imperialista fue superior en los aspectos humanitarios y éticos7. Nada más mencionar a los gigantes defensores de los derechos humanos y la autonomía de los hombres y de los pueblos: Bartolomé de las Casas, Francisco Vitoria y Francisco Suárez, entre esa pléyade de intelectuales de las universidades de Salamanca y Coimbra. Los procesos de colonización inglés, portugués y español, sumados a los establecidos en otros espacios continentales por otras potencias como Francia y Holanda, configuran el mapa americano en su generalidad. Mientras que las colonias españolas organizadas en su gran bloque político administrativo, se van a fracturar después del proceso de independencia en una variedad de entes territoriales individuales y balcanizados, las 13 colonias matrices del imperio inglés se van a conservar unidas. De manera similar, los extensos territorios del Brasil conservarán su unidad. Otro factor que se debe sumar a las huellas del modelo colonial implantado en el continente, es el de las disputas, conflictos y guerras constantes entre las anteriores potencias durante los siglos de su avanzada imperialista sobre el Nuevo Mundo. Las guerras europeas, repercuten en las demarcaciones territoriales no

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Existe históricamente un debate sobre el modo de producción establecido en América Latina. En tal sentido, se pueden destacar tres grandes corrientes: la encabezada por teóricos como André Gunder Frank, que afirma la existencia histórica de un capitalismo latinoamericano vinculado al mercado capitalista exterior; la de Ernesto Laclau, que afirma la anterior, pero incluye la visión de que en América aún subsisten estructuras sociales, económicas, culturales y políticas anacrónicas que son herencia del pasado español, y por último, la de Roberto Puiggros, que afirma la visión dialéctica tradicional de que Latinoamérica atravesó diversas etapas de desarrollo económico que son concomitantes con las actuales.

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El pensamiento paternalista de la monarquía española y de la iglesia se reflejaron en la multiplicidad de leyes de carácter humanitario en la constante búsqueda de la protección del indio y de los esclavos, que contrastan con la legislación británica y holandesa, donde la propiedad privada se sacralizó y con ellas las mercancías que producían sus ganancias: esclavos y nativos.

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solo de la geografía europea, sino también de la americana, dejando profundas huellas de separación y desintegración en el periodo post-independentista. Las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII entre católicos y protestantes, y después los conflictos por los dominios del comercio internacional, el contrabando y los mercados internos, llevarán a que el mapa americano se vista con el color de las banderas de las cinco potencias imperialistas coloniales. El surgimiento de una América Caribeña con ingredientes culturales de las potencias colonizadoras, patrocinada por los intereses mercantilistas8 de las monarquías y burguesías de Inglaterra9, Francia10 y Holanda11. Con la respectiva asimilación de lenguas, religión, tradiciones históricas y culturales, distintas a las de los habitantes del posteriormente denominado sub-continente latinoamericano. A lo anterior debe sumarse la ocupación de territorios que los españoles llamaron a fines del siglo XV, como “tierra firme”, es decir la América continental. De igual manera, la convivencia entre las dos potencias iberas en los alrededores del Río de la Plata, generó conflictos fronterizos durante la colonia, que se prolongaron posteriormente. En tal sentido, España y Portugal celebraron varios tratados para delimitar sus fronteras como el de Madrid en 1750, San Ildefonso en 1777 y el de Badajoz en 1801. La evolución de la geografía histórica y la dinámica ocupacional de los territorios, que originaron la geopolítica americana, se debe entender en el marco de los dos procesos: el de ocupación interna por parte de los comerciantes y aventureros de las potencias que habían quedado al margen del Tratado de Tordesillas12 de 1494, y el causado por las guerras y conflictos entre las potencias

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En tal sentido, se debe tener en cuenta los avances en la ocupación de los espacios territoriales que tienen los constantes ataques de la piratería, los corsarios y bucaneros, apoyados directa e indirectamente por las potencias enemigas de España, que buscan debilitarla territorialmente y por otra parte abrir rutas comerciales con las colonias bajo su dominio.

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En 1623 Inglaterra ocupa la isla caribeña de San Cristóbal. En 1625 ocupa Barbado y en 1655 Jamaica. Según los acuerdos establecidos en el Tratado de Madrid de 1670, Jamaica fue cedida formalmente a la corona británica. Posteriormente por el Tratado de Utrecht, la potencia insular obtuvo el denominado “asiento”, que le permitía el comercio de esclavos y otros bienes con los territorios españoles. A fines del siglo XVIII, extendió sus dominios en las islas de Barlovento y Sotavento y terminando su periplo de ocupación caribeña en 1797 con el dominio de Trinidad. En la parte continental se enfrentó con Holanda por el dominio de la Guayana. En los tratados de 1814 y 1815, con la geografía demarcada durante y después de las guerras napoleónicas, Inglaterra formalizó la posesión de una porción territorial. Después de la independencia de las colonias continentales de España y durante el siglo XIX, tendrá no solo influencias en la ocupación territorial, sino también de manera formal en el comercio con los nuevos países independientes.

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Francia ocupará igualmente territorios insulares y continentales. En 1530 los franceses se radican provisionalmente en Pernambuco y en 1555 en Río de Janeiro. En 1594 ocupan provisionalmente Maranhao. Patrocinados ideológica y políticamente por la teoría de Hugo Grocio sobre el “Mare Liberúm” y la libertad de los mares y el comercio internacional, inician una escalada de dominación de territorios. En 1624 ocupan Guayana, al ser desplazados hacia el norte por los portugueses y en 1635 toman posesión de Martinica y Guadalupe. Por el Tratado de Ryswick en 1697, Haití y las dos anteriores pasan a ser territorio francés.

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Por su parte Holanda, aupada por la teoría política de Grocio señalada anteriormente, ocupa sucesivamente los territorios de Pernambuco en 1631 y las denominadas Antillas Holandesas entre ese año y 1648. En tal sentido, Holanda ocupa los territorios de Aruba, Curazao, Bonaire, San Eustacio, Saba y San Martín. Posteriormente se apoderan de Suriname. Por el Tratado de Munster en 1648, España se vio obligada a reconocer los territorios como posesión formal de Holanda. Es de anotar, que las constantes ocupaciones de los holandeses durante las primeras décadas del siglo XVII, del territorio portugués en Brasil, fue contrarrestada por los habitantes que conjuntamente entre pueblo raso y élites, los desalojaron, desconociendo los tratados y acuerdos del Rey Juan IV, quien había cedido a los holandeses las famosas “posesiones neerlandesas del Brasil”.

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En 1493, fundamentados en las Bulas de Alejandro VI, las dos “Inter Caetera”, “Eximice Devotionis” y “Dudum Siquidem”, se establecieron los límites ultramarinos entre Castilla y Aragón y Portugal. Debido a la manera como fue beneficiada la corona de Castilla y Aragón de las bulas. Para solucionar los conflictos los Reyes Católicos de Castilla y Aragón y

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en Europa. El mosaico geográfico de religiones, idiomas, tradiciones culturales e históricas, etnias, etc., ubicadas durante cinco siglos, se debe entender a partir de los fenómenos históricos que brevemente se han reseñado. Las consecuencias del dominio y ocupación imperialista colonial entre los siglos XV y principios del siglo XIX, repercuten en el diseño del mapa general del continente y sus posteriores procesos de integración, desintegración y formación de proyectos nacionales y continentales.

El orgullo de la tierra José Cecilio del Valle afirmaba, que “el estudio más digno de un americano es la América”. Con tal argumento, muestra el nacimiento de una conciencia política, que empezaba a desplazar en amplios sectores de la sociedad la tradicional conciencia de clase. Entender el desplazamiento ideológico de conciencia de clase, con las características del denominado “español americano” al inicio del nacimiento de una conciencia política de “criollo americano”, implica tener en cuenta los fenómenos históricos que sucedían tanto en Europa como en el continente. Las teorías que se debatían en Europa sobre el continente sustentaban no solamente la aparente debilidad, putrefacción e inmadurez del territorio, de su flora y fauna, sino que también repercutían en el hombre que la habitaba. Los “mancebos de la tierra”, cargaban como un lastre la “mancha de la tierra”. El ser americanos los ubicaba en desigualdad de condiciones frente al español nacido en la península. En términos de sangre, lengua, religión y apellidos eran similares, e inclusive en América, sus habitantes de la elite criolla gozaban de más títulos de nobleza e hidalguía que los nacidos en Europa. Sin embargo, se les aplicó la teoría de la mancha de la tierra como instrumento de dominación y subordinación. La geografía hostil, los climas malsanos, los leones cobardes, el territorio impúber, los hombres decrépitos o el americano “...no es siquiera un animal inmaduro o un niño creciendo: es un degenerado” (Gerbi, 1960, p. 68)13. Las primeras defensas sobre el continente americano y sus habitantes, van a provenir de los jesuitas expulsados14 y radicados en Italia.

el Rey Juan II de Portugal, se reunieron el 7 de junio de 1594 para establecer las delimitaciones. En el planisferio de Cantino de 1502, aparecen las costas del actual Brasil como territorio de Portugal. 13

Las teorías de Buffón, de Paw, Raynal, Voltaire, Hegel, entre otros, estaban dirigidas a analizar las influencias del Nuevo Mundo sobre Europa. La mayoría de ellos negaban las incidencias e inclusive tenían al continente y sus habitantes como degenerados.

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Por medio de la Pragmática Sanción de 1767, el Rey Carlos III expulsa de los territorios dominados por la corona española la Compañía de Jesús. Una de las causas de la expulsión se encuentra relacionada con el poder político y económico que había adquirido la comunidad.

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La discriminación “en una palabra no era ni étnica, ni económica, ni social: era geográfica. Se basaba en un jus Soli15 negativo, que prevalecía sobre el jus Sanguinis16. Quien había nacido en las Indias, por esta sola circunstancia se veía opuesto y subordinado a unos compatriotas con quienes tenía todo lo demás en común: el color de la piel, la religión, la historia, la lengua” (Gerbi, 1960, p. 227). La discriminación se observaba en la ocupación de los cargos administrativos civiles y eclesiásticos, donde los americanos no obtenían sino los de menor jerarquía. Como lo señala Gerbi (1960, p. 228) “…Y no porque fuera de raza inferior. Había una sola posibilidad de justificar su inferioridad: atribuirle sin más al ambiente, el clima, la leche de las nodrizas indias y a otros factores locales análogos”. La tierra que los había engendrado pesaba sobre los criollos como una condena, cancelando todo privilegio conquistado o heredado. El clima era más fuerte que la raza, o, como se dirá posteriormente, la geografía se sobrepone a la historia. Pero si a los criollos se les aplicó la discriminación de la “tierra”, a los otros habitantes del continente se les aplicó otros tipos de discriminaciones que impedían su desarrollo como personas y sociedades. La “mancha de la sangre”, la “mancha del apellido”, la “mancha de la religión”, entre otras se convertirán en barreras para los americanos. El patriotismo de los criollos se origina en un carácter telúrico. El orgullo telúrico americano se levanta en el amor a la tierra más que a las tradiciones. De allí que aparecieran Sociedades de Amigos del País y Expediciones Botánicas que buscaban exaltar las riquezas de los recursos minerales, las peculiaridades del clima, de la fauna y de la flora indígenas. En vísperas de la independencia los criollos se llamaban ya “Americanos”. De los jesuitas expulsados, muchos de ellos pertenecían a la elite criolla. De allí que desde Italia donde se refugiaron se escribían obras como las de Francisco Javier Clavigero17, Juan Ignacio Molina18 y el padre Juan de Velasco;19 o italianos como Filipo Salvatore Gilig, donde se exalta la grandeza de los territorios o “patrias chicas” que forman el continente20. De forma paralela a los jesuitas en el continente americano se debaten las teorías sobre la discriminación de América en su geografía y sus habitantes. En el norte del continente, ocupado por los ingleses y sus descendientes también se presentará la discriminación de los “mancebos de la tierra”. En tal sentido, los intelectuales de la Independencia de las colonias del norte de América, como Benjamín Franklin, Tomás Paine, Alexander Hamilton, Tomás Jefferson, entre 15

Literalmente se traduce como derecho del suelo, derecho del lugar que determina la nacionalidad de una persona.

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Literalmente derecho de sangre. Por filiación una persona adquiere la nacionalidad de sus ascendientes.

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Historia Antigua de México.

18

Historia Natural de Chile.

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Historia general del Reino de Quito.

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El llamado a amar la patria pequeña, se convertirá durante los siglos posteriores en regionalismos que en vez de integrar, serán factores de desunión y patriotismos nacionalistas.

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otros, se dedicarán a defender los territorios y hombres del continente de las condenas efectuadas desde Europa, que también los incluyen bajo la teoría de los ilustrados como de Paw o Buffón. En Hispanoamérica, van a aparecer los primeros intelectuales que llevarán el nombre orgulloso de “americanos” y se dedicarán a escribir sobre la grandeza del territorio y de sus habitantes.

La Patria Grande La segunda etapa de la historia intelectual del nombre del continente se presentará en la primera generación21 de los autodenominados “criollos americanos”. El concepto de Hispanoamérica, Nuestra América, Colombia, estará presente en la reflexión de los principales exponentes de la elite intelectual americana. En ellos se nota lo que denomina Ricaurte Soler (1981), una transición ideológica de conciencia de clase o elite social que estaba unida por la sangre, la lengua, la religión, la tradición y la historia a una conciencia política unida y afirmada por lo telúrico, más que por las tradiciones. De allí el reconocimiento de los otros habitantes del continente, como los nativos americanos y los importados por la fuerza de África. Indirectamente, se empieza a generar la novedosa idea de integración continental. Dentro de la amplia gama de intelectuales, que se van a denominar como americanos y a su referente territorial como Nuestra América, Hispanoamérica o Colombia y se identificarán en el marco de una “Patria Grande”, se deben destacar a Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Hipólito de Unanue, José María Morelos, Francisco de Miranda, Mariano Moreno, Andrés Bello, Fray Servando Teresa de Mier, Juan Fernández de Sotomayor, Bernardo de Monteagudo, Félix Varela, entre otros. Por tiempo y espacio, solamente se reflexionará sobre algunos aportes intelectuales que son comunes a todos. El padre Viscardo, en la “Carta dirigida a los españoles americanos”, publicada entre 1787 y 1792 y con el objetivo del tricentenario del encuentro de los dos mundos, señalará: “El Nuevo Mundo es nuestra patria, su historia es la nuestra, y en ella es que debemos examinar nuestra situación presente, para determinarnos, por ella, a tomar el partido necesario a la conservación de nuestros derechos propios, y de nuestros sucesores”. Más adelante en la carta se va a referir a las relaciones económicas que España impuso a sus colonias a quienes “…el gobierno obliga a comprar lo que necesitamos a los precios más altos y a vender nuestras producciones a los precios más bajos. Para que esta violencia tuviese el suceso más completo, nos han cerrado, como en una ciudad sitiada, todos los caminos por donde las otras naciones pudieran darnos a precios moderados y por cambios equitativos las cosas que nos son necesarias”. La exaltación de Viscardo en su carta más adelante se nota cuando efectúa la propuesta de un mercado internacional en las dos costas de América, y donde 21

Esta generación nace entre 1740 y 1800. Muchos de ellos van a ser protagonistas en la vida intelectual de las Expediciones Botánicas o Sociedades de Amigos del País, e incluso en las campañas militares.

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las potencias vengan a engrandecer con sus avances industriales al continente. El limeño ya denota el afán protagónico de la elite criolla que empieza a tener identidad y sentido de pertenencia con su territorio, y de cierta manera, una conciencia de clase continental. Es importante anotar que los papeles y escritos que pertenecían a Viscardo, se le entregaron a Francisco de Miranda, después de la muerte del jesuita peruano acaecida en Florencia. El sacerdote cubano Félix Varela (Monal, 2007) de manera más radical escribirá en el periódico El Habanero: “…y el gobernar un pueblo contra su voluntad, ¿qué otro nombre tiene que el de tiranía?, ¿y la mitad del Nuevo Mundo, deberá sufrir la tiranía de una manchita europea?”. Más adelante señala que la propensión de los americanos a la independencia se debe al natural deseo que tienen los hombres de gobernarse a sí mismos y de establecer lazos comerciales. El gobierno español aisló a sus colonias entre sí, debilitando los procesos de comunicación a pueblos que históricamente han estado enlazados estrechamente por “la naturaleza, el idioma y las costumbres”. Tanto en sus escritos como en su praxis política, el sacerdote mexicano José María Morelos tendrá una profunda coherencia. Las invitaciones que hace a los americanos encierran las grandes inquietudes conducentes a la independencia de América, de una manera radical. En tal sentido señala: “Ya no hay España porque el francés está apoderado de ella. Ya no hay Fernando VII porque o él se quiso ir a su Casa de Borbón en Francia y entonces no estamos obligados a reconocer por rey, o llevaron por la fuerza y entonces ya no existe” (Lemoine Villacara, 1965, p. 162). De igual manera presenta una afirmación que va ser característica esencial de la identidad mexicana durante los dos últimos siglos, como lo es el de la integración étnica como base de la nacionalidad. Para Morelos “todos los demás habitantes no se denominarán en calidad de indios, mulatos ni otras castas, sino todos generalmente americanos” (Lemoine Villacara, 1965, p. 162). Otra propuesta destacada es donde afirma que “nuestra causa no se dirige a otra cosa, sino a representar la América por nosotros mismos en una junta de personas escogidas de todas las provincias, que en ausencia y cautividad del Sr. D. Fernando VII de Borbón, depositen la soberanía, que dictan leyes suaves y acomodadas para nuestro gobierno, y que protegiendo la religión cristiana en que vivimos, nos conserven los derechos de hombres libres...” (Lemoine Villacara, 1965, p. 191). Sobre el mismo tema del vacío de poder causado por la detención del rey señalaba: “Sabed que la soberanía, cuando faltan los reyes, solo reside en la Nación; sabed también que toda Nación es libre y está autorizada para formar la clase de gobierno que le convenga y no ser esclava de otra” (Lemoine Villacara, 1965, p. 199). En los “Sentimientos de la Nación”, era enfático al afirmar que América era definitivamente libre e independiente de España y de toda nación, gobierno o monarquía. La coherencia que señalábamos anteriormente lo expresa de una manera premonitoria cuando afirma que: “Morir es nada, cuando por la Patria se muere”. 282

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El venezolano y maestro de América Andrés Bello, afirmaba la unidad del continente desde la lengua. La integración idiomática debía convertirse en el arma poderosa de la integración. En tal sentido decía: “...el mayor mal de todos, y el que, si no se ataja va a privarnos de las inapreciables ventajas de un lenguaje común, es la avenida de neologismos de construcción que inunda y enturbia mucha parte de lo que se escribe en América, y alterando la estructura del idioma, tiende a convertirlo en una multitud de dialectos irregulares, licenciosas, bárbaros, embriones de idiomas futuros, que durante una larga elaboración, reproducirán en América lo que fue la Europa en el tenebroso periodo de corrupción del latín” (Bello). De manera más enfática señalaba su sentido de pertenencia continental cuando afirmaba que: “No tengo la pretensión de escribir para los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos los habitantes de Hispanoamérica”. La figura de Miranda sobresale por sus aportes. En sus años de lucha en Europa, se apropia del discurso de Viscardo y llama a los americanos a la unión para enfrentar a España. A él se le debe la idea de la formación de un gran bloque continental llamada “Colombia” o “Colombeia”, que sirvió de influencia al pensamiento de Bolívar. Como intelectual representa el antecedente más importante en el proceso de integración y solidaridad hispanoamericana. América y los americanos representan el núcleo de su reflexión y pensamiento político.

Bolívar frente al mundo Las reflexiones de los primeros intelectuales que se autodenominan americanos, tendrán profundas repercusiones en el pensamiento de Simón Bolívar, el hombre más importante en el proceso de la independencia hispanoamericana. Todos los escritos del Libertador se encuentran cruzados por la idea de la integración y la Americanidad. La frase pronunciada en Pamplona en 1814, presenta una semblanza del pensamiento bolivariano: “Para nosotros la Patria es América; nuestros enemigos los españoles; nuestra enseña la independencia y la libertad” (Bolívar, 1991). La expresión americanista de la época refleja la visión continental de integración que pensaban en una “Patria Grande”, donde no se concebían patria chica regionalista y aislada, ni la construcción de destinos separados. La hazaña de la independencia debía ser americana (Bolívar, 1991, p. 109). El sueño americanista de Bolívar se va a expresar en términos concretos en dos grandes proyectos políticos: La Gran Colombia y el Congreso Anfictiónico de Panamá. En el primer proyecto, El Libertador pretende la formación de confederaciones lo suficientemente sólidas en lo económico, político, demográfico, militar, etc., para poder enfrentar los peligros que por lógica asedian a las pequeñas repúblicas, bien sean por causas externas como la invasión de potencias extranjeras o el perfilamiento de caudillos y dictadores oligárquicos y plutocráticos. En este último aspecto hacía predicciones que la experiencia ANÁLISIS No. 83

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política e histórica americana le daría más tarde la razón. Para Bolívar países como Argentina y Perú estaban llamados a establecer dictaduras22. El ideal bolivariano de la integración a partir del Congreso Anfictiónico de Panamá va a ser frustrado por el temor que siempre acechó el pensamiento de Bolívar: El nacionalismo regionalista. Durante los dos siglos siguientes, el pensamiento de unidad, integración, americanidad del ideario bolivariano quedaría en manos de los intelectuales. La realidad política y el temor del caraqueño se hacían evidentes. América se convertía en un mosaico de “republiquetas”, gobernadas por los patriciados y elites locales y regionalistas conformadas por vetustas aristocracias y nacientes, incipientes y frágiles burguesías. Frente a las propuestas de Bolívar aparecerán fuertes oposiciones en el continente y en Europa. El Congreso Anfictiónico23 de Panamá, se convertirá en términos teóricos y prácticos, el lugar donde van a discutirse los intereses integracionistas, pero también donde florecerán los idearios localistas y regionalistas, patrocinados par las potencias neocoloniales24, que veían en el ideario de Bolívar un serio peligro para sus intereses de “colonizar” el recientemente independizado continente. La Nueva Granada, transformada en Gran Colombia, escenario histórico de la vida militar, política e intelectual de Simón Bolívar, no sobrevivirá a las luchas internas. El sueño de unidad del Libertador se frustrará y durante el siglo XIX la geografía continental se balcanizará dando origen a pequeñas repúblicas con la secuela de gobiernos y dictaduras caudillistas y populistas. El ideal del venezolano quedará en los intelectuales que soñaran con el Bolivarianismo de una América unida. Sin embargo, la fuerza real, manipulada y politizada del Panamericanismo, cubrirá el escenario del fraccionamiento no solamente geográfico sino también político liderado por los Estados Unidos. El temor de Bolívar era evidente y futurista.

Referencias Bello, A. (s.f.). Gramática Castellana. Bertoni, L. A. (2001). Patriotas, cosmopolitas y nacionalista. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 22

Bolívar, Simón. “Carta de Jamaica”.

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El concepto de Anfictiónico hace referencia al término anfictionía que hace referencia a la confederación de las antiguas ciudades griegas, que se reunían para tratar asuntos de interés general. El concepto de Anfictiónico se le aplica a Panamá por ser el espacio territorial seleccionado por Bolívar.

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Durante el siglo XIX, Francia e Inglaterra bloquearán militarmente el Río de la Plata y otras regiones de América. De manera similar, tendrán profundas repercusiones políticas y económicas en las inestables y jóvenes repúblicas. Así mismo, Estados Unidos arrebatará más de la mitad del territorio mexicano, participará activamente en la política interna del continente y patrocinará directa o indirectamente invasiones a los territorios americanos.

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ISSN: 0120-8454

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Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 287-304

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Entre el Rey y el Papa. La Inquisición: trayectoria de una institución plurisecular*

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Diana Luz Ceballos Gómez**

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Recibido: marzo 6 de 2013 Aprobado: abril 19 de 2013

Resumen Esta exposición se centrará en las interacciones entre las autoridades regias y las eclesiásticas en el campo del dominio de la fe, la religiosidad y, en últimas, el control social y de las ideas. Otro aspecto importante es, sin embargo, el del procedimiento penal, las diferentes formas de procesar de las autoridades seculares y de las inquisitoriales, los delitos perseguidos como herejías y las acciones concretas de ambas formas de justicia. Palabras clave: Inquisición Española, Ilustración, Corona Española, Tribunal del Santo Oficio de Cartagena.

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El artículo es el resultado de una investigación que la autora viene desarrollando en artículos como “Heterodoxia e Inquisición”, que reflexiona sobre el surgimiento de la Inquisición y su relación con las autoridades regias y los movimientos heterodoxos. De ello también se ha ocupado en los libros: CEBALLOS GÓMEZ, D. L. (1994). Hechicería, brujería e Inquisición en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios. Bogotá-Medellín: Universidad Nacional de Colombia; y CEBALLOS GÓMEZ, D. L. (2002). “Quyen tal haze que tal pague”. Sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada. Bogotá: Ministerio de Cultura.

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Profesora Asociada, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Doctora en Estudios de la Cultura del LudwigUhland-Institut de la Universidad de Tübingen, Alemania. Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Premio Nacional de Cultura –Historia– 2000. Becas de investigación en el Max-Planck-Institut de Historia del Derecho Europeo en 1997 y 1999. Algunas publicaciones, entre otras, los libros Hechicería, brujería e Inquisición en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios; Hexerei und Zauberei im Neuen Königreich Granada. Eine Untersuchung magischer Praxen, y “Quyen tal haze que tal pague”. Sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada; así como artículos en obras colectivas y revistas nacionales e internacionales. E-mail: dlceball@unal.edu.co.

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Between the King and the Pope. The Inquisition: 3 The path of a multi-century institution* Diana Luz Ceballos Gómez**

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Abstract This exhibition will focus on the interactions between royal and ecclesiastical authorities in the field of the domain of faith, religion and, ultimately, social control and ideas. Another important aspect is, however, the criminal procedure, the different ways of processing by the secular authorities and the Inquisition, the crimes considered as heresies and the concrete actions by both forms of justice. Keywords: spanish Inquisition, enlightenment, Spanish Crown, the Holy Office Court in Cartagena.

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This article is the result of a research that the author has been carrying out in articles like “Heterodoxy and the Inquisition”, which reflects on the emergence of the Inquisition and its relationship with the royal authorities and heterodox movements. She has also mentioned this topic in the books: Ceballos Gómez, DL (1994). Sorcery, witchcraft and the Inquisition in the New Kingdom of Granada. An imaginary duel. Bogotá-Medellín: Universidad Nacional de Colombia; y Ceballos Gómez, DL (2002). “Quyen tal haze que tal pague”. Bogotá-Medellín: Society and magical practices in the New Kingdom of Granada. Bogotá: Ministry of Culture.

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Associate Professor, Universidad Nacional de Colombia, Medellin. PhD in Cultural Studies from Ludwig-Uhland-Institut, University of Tübingen, Germany. Historian of the Universidad Nacional de Colombia, Medellín. National Prize of CultureHistory-2000. Fellowships at the Max-Planck Institute for European Legal History in 1997 and 1999. Some publications, among others, the books Sorcery, witchcraft and the Inquisition in the New Kingdom of Granada. Un duelo de imaginarios ; Hexerei und Zauberei im Neuen Königreich Granada. An imaginary duel; Hexerei und im Neuen Königreich Zauberei Granada. Eine Untersuchung magischer Praxen, y “Quyen tal haze que tal pague”. Eine Untersuchung magischer Praxen, and „Quyen such haze that such pay”. Society and magical practices in the New Kingdom of Granada, as well as articles in national magazines and collective works and internacionales. E-mail: dlceball@unal.edu.co.

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Entre le Roi et le Pape. L’Inquisition: trajectoire 5 d’une institution pluriséculaire* Diana Luz Ceballos Gómez**

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Résumé Cet exposé sera axé sur les interactions entre les autorités royales et ecclésiastiques dans le domaine de la maitrise de la foi, la religiosité et, enfin, le contrôle social et des idées. Un autre aspect important est, néanmoins, celui de la procédure pénale, les différentes formes d’accuser des autorités séculaires et inquisitoriales, les délits poursuivis en tant qu’hérésies et les actions concrètes de deux formes de justice. Mots clés: Inquisition Espagnole, Illustration, Couronne Espagnole, Tribunal du Saint-Office de Carthagène.

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Cet article est le résultat d’une recherche que l’auteur développe dans le cadre des articles tels que “Heterodoxie et Inquisition”, où il est question d’une réflexion sur l’apparition de l’Inquisition et sa relation avec les autorités royales et les mouvements hétérodoxes. C’est aussi le sujet des livres: CEBALLOS GÓMEZ, D. L. (1994). Hechicería, brujería e Inquisición en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios. Bogotá-Medellín: Universidad Nacional de Colombia; et CEBALLOS GÓMEZ, D. L. (2002). “Quyen tal haze que tal pague”. Sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada. Bogotá: Ministerio de Cultura.

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Professeur Associé, Université Nacional de Colombia, siège Medellín. Docteur en Études de la Culture du Ludwig-UhlandInstitut de l’Université de Tübingen, Allemagne. Historienne de l’Université Nacional de Colombia, Siège Medellín. Prix National de Culture –Histoire– 2000. Bourses de recherche auprès du Max-Planck-Institut d’Histoire du Droit Européen en 1997 et 1999. Quelques publications, parmi lesquelles, les ouvrages Hechicería, brujería e Inquisición en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios; Hexerei und Zauberei im Neuen Königreich Granada. Eine Untersuchung magischer Praxen, et “Quyen tal haze que tal pague”. Sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada; ainsi que des articles dans des ouvrages collectifs et magazines nationaux et internationaux. E-mail: dlceball@unal. edu.co.

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El surgimiento, la consolidación y el declive de la Inquisición como una institución plurisecular hacen parte de procesos sociales, políticos y judiciales de más amplio espectro, cuyos actores destacados no se limitan al ámbito eclesiástico. Muy al contrario, la Inquisición, tanto la papal –creada en el siglo XIII–, como la Inquisición moderna –que funcionó entre los siglos XV e inicios del XIX– fue una institución con una larga trayectoria, que estuvo signada por la intervención de las autoridades seculares y que contó, en no pocas ocasiones, con la aprobación de la población. La Inquisición se conformó en el Medioevo con el apoyo decidido de las autoridades regias1, con el fin de controlar, bajo una sola religión, a una población mayormente analfabeta y urgida de consuelo espiritual en unos tiempos recios, en los que surgían movimientos milenaristas, espiritualistas y salvacionistas, que podían capitalizar el descontento de las gentes. Su objeto era perseguir la herejía, las desviaciones a la fe católica, pero detrás de esto estaba el interés de los gobiernos seculares de controlar una población inquieta, que podría amenazar el orden establecido, en su afán de seguir a los nuevos predicadores y sus doctrinas. No hay que olvidar que, en este periodo, eclesiásticos de la nobleza eran propietarios y en ocasiones cumplían funciones de gobierno. La Inquisición recibe su nombre del método de indagación de los delitos que empleaba. La inquisitio era el procedimiento mediante el cual el juez estaba obligado a inquirir por sí mismo los delitos, aun partiendo de indicios, sin que se presentara primero una acusación de parte, como sucedía en el procedimiento acusatorio con el que se tramitaban normalmente las causas criminales. Se basaba en el interrogatorio dirigido o sugestivo y tenía como pieza fundamental de su funcionamiento el mantenimiento del secreto de todas sus actuaciones. En buena parte del proceso, el reo desconocía las razones por las cuales había sido detenido y no contaba con posibilidades reales de defensa, porque no

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Se encuentra en proceso de publicación mi artículo “Heterodoxia e Inquisición”, que reflexiona sobre el surgimiento de la Inquisición y su relación con las autoridades regias y los movimientos heterodoxos. En esta exposición me centraré en las interacciones entre las autoridades regias y las eclesiásticas en el campo del dominio de la fe, la religiosidad y, en últimas, el control social y de las ideas. Otro aspecto importante es, sin embargo, el del procedimiento penal, las diferentes formas de procesar de las autoridades seculares y de las inquisitoriales, los delitos perseguidos como herejías y las acciones concretas de ambas formas de justicia. De ello me he ocupado en los libros: CEBALLOS GÓMEZ, D. L. (1994). Hechicería, brujería e Inquisición en el Nuevo Reino de Granada. Un duelo de imaginarios. Bogotá-Medellín: Universidad Nacional de Colombia; y CEBALLOS GÓMEZ, D. L. (2002). “Quyen tal haze que tal pague”. Sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada. Bogotá: Ministerio de Cultura. Para la Inquisición medieval, véanse, además: BOUREAU, A. & INGERFLOM, C.-S. (1992). La Royauté sacré dans le monde Chrétien (Colloque de Royaumont, mars, 1989). Paris: École en Hautes Études en Sciences Sociales; BRENON, A. (2006). Le choix hérétique. Dissidence chrétienne dans la Europe médiévale. Cahors: La Louve; CARROZI, C. (1999). Apokalypse et salut dans le christianisme ancien et médiéval. Paris: Aubier; CHENU, M.-D. (1987). Ortodoxia y herejía. El punto de vista del teólogo. In LE Goff, Jacques (Comp.), Herejías y sociedades en la Europa preindustrial (siglos XI-XVIII), Comunicaciones y debates del Coloquio de Royaumont (pp. 1-5). Madrid: Siglo Veintiuno; COHN, N. (1972). En pos del Milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media. Barcelona: Barral; COHN, N. (1980). Los demonios familiares de Europa. Madrid: Alianza; EYMERIC, N. de (1982). El manual del inquisidor [ca. 1376] (2a. ed.). Barcelona: Fontamara; FRASSETTO, M. (Ed.). (2006). Heresy and the Persecuting Society in the Middle Ages. Essays on the Work of R.I. Moore. Leiden-Boston: Brill; GINZBURG, C. (1991). Historia nocturna. Un desciframiento del aquelarre. Barcelona: Muchnik; MARVIN, L. W. (2006). The Massacre at Béziers July 22, 1209. In FRASSETTO, M. (Ed.). Heresy and the Persecuting Society in the Middle Ages. Essays on the Work of R.I. Moore. Leiden-Boston: Brill; RAGG, S. (2006). Ketzer und Recht. Die Weltliche Ketzergesetzgebung des Hochsmittelalters unter dem Einfluß des römischen und kanonischen Rechts. Hannover: Hahnsche Buchhandlung; SCHMIDT, J.-C. (2001). Le corps, les rites, les rêves, le temps. Essais d’anthropologie médiévale. Paris: Gallimard; SCHMITT, J.-C. & OEXLE, O. G. (Dir.). (2003). Les tendences actuelles de l’histoire de Moyen Âge en France et en Allemagne. Actes des Colloques de Sèvres (1997) et Göttingen (1998). Organisé par le Centre National de la Recherche Scientifique et le Max-Planck-Institut für Geschichte. Paris: Publications de La Sorbonne.

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Entre el Rey y el Papa. La Inquisición

podía allegar testigos o escoger su defensor. El procedimiento no era nuevo, había sido empleado por el derecho romano y por el germánico en delitos de lesa majestad real y, a partir del siglo XII, comenzó a asimilarse en contra de la herejía en delitos de lesa majestad divina. Desde el siglo IX, como han mostrado Norman Cohn (1972 y 1980) y otros investigadores (Brenon, 2006; Carrozi, 1999, et al.), comenzaron a proliferar movimientos heterodoxos, milenaristas y salvacionistas, que provocaron disposiciones en su contra. Pero, en el siglo XII, apareció un movimiento que preocuparía profundamente a las autoridades seculares y eclesiásticas, porque amenazaba su dominio: el catarismo. Después del Concilio de Tours (1163), hubo consenso en que era necesario que los jueces no esperaran las denuncias en contra de la herejía, ellos debían “inquirir” y tomar medidas para combatirla. Después de la firma de la paz entre el Papa Alejandro III, el Emperador Federico I Barbarroja y la Liga Lombarda en 1177, ambas potestades se comprometieron a combatir la herejía, con lo cual el III Concilio de Letrán (1179) aprobó la confiscación de bienes de los procesados, a favor de las autoridades regias. En los años sucesivos, se tomaron medidas de ambos lados, en diferentes lugares de Europa, en la vía de constituir una estrategia de persecución contra estos movimientos que amenazaban la estabilidad jerárquica de las autoridades y continuaban en expansión. Cabe destacar, entre otras muchas: •

El IV Concilio de Letrán en 1215, que generalizó para toda la Iglesia las medidas de erradicación de la herejía que ya habían sido tomadas para Italia y el Languedoc, por lo que los obispos deberían proceder con la inquisitio de herejes en sus vecindarios.

Federico II en 1120, mediante edicto, dispuso que los herejes perderían sus bienes y podrían ser desterrados o condenados a la hoguera. Así asimiló la herejía a delito de lesa majestad y estableció la hoguera como su castigo, acusaciones que empleó en contra de sus enemigos, los gibelinos, en uno de los tantos usos políticos de la inquisición por parte de las autoridades regias.

En 1226, Luis VIII de Francia ordenó castigar con el rigor debido a los herejes condenados por los obispos y condenar a la infamia a quienes les ayudasen. En 1229, los regentes declararon la condena a la hoguera para los herejes en el reino francés.

El Concilio de Toulouse de 1229 recomendó, entre otras medidas, nombramiento de inquisidores especiales, obligación de denunciar y testificar en contra de los herejes y voto de sigilo en el proceso.

Se considera a 1231 como el año de creación de la Inquisición papal debido a la coincidencia de dos actuaciones, una regia y otra del Papa: ante la autorización de Federico II a los jueces regios para inquirir los casos de herejía, el papa Gregorio IX, tratando de tomar la delantera frente al poder temporal, emitió la constitución Excommunicamus et anathematisamus, que recogía todas ANÁLISIS No. 83

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las disposiciones anteriores tomadas por la Iglesia y que además suprimía los abogados o notarios ajenos al tribunal (esto lesionaba la posibilidad de defensa del reo), y excluía a los hijos de herejes hasta segunda generación de los cargos eclesiásticos. En respuesta, el emperador pronunció un decreto que repetía las disposiciones tomadas por el Papa y endurecía las penas en contra de los recalcitrantes y los relapsos. En 1232, culminó este proceso, que no hubiera sido posible sin la participación de los poderes temporales, con la entrada en vigor de las medidas regias en todo el Sacro Imperio Romano Germánico y con el nombramiento, por parte del Papa, de los dos primeros inquisidores, los dominicos Konrad von Marburg para Alemania y Robert le Bougre para Francia. De manera similar, el surgimiento, el mantenimiento y el fin de la Inquisición moderna están indisolublemente ligados a la acción de las monarquías que la sustentaron. La Inquisición española, el prototipo de la Inquisición moderna y la cabeza más visible de la leyenda negra en contra de España, fue creada a petición de los Reyes Católicos en 1478, gracias a la autorización otorgada por el Papa Sixto IV, mediante bula, para nombrar inquisidores y organizar su administración en sus dominios.2 Tenía como propósito mantener la unidad del Reino en la fe católica. No se puede olvidar que la Inquisición española fue un aparato creado para servir de apoyo a los intereses del reino en el proceso de unificación, bajo el cristianismo, emprendido por los monarcas a partir de lo que se conoce como Reconquista, cuyo culmen sería el año de 1492. En este año los Reyes Católicos vencieron a los moros, con lo que concluyó el dominio árabe en España, con la derrota al último sultán de la dinastía Nasrid de Granada, Mohamed XII, más conocido como Boabdil (caída de Granada) y se emitió el decreto de expulsión para aquellos judíos que no se convirtieran al cristianismo. Pero, a la vez, en ese mismo año arribó la expedición de Colón al Caribe, a la isla La Española, con lo cual se inició otro proceso de conquista espiritual y de evangelización, el de América. En España, la Iglesia, la religión y las instituciones estaban al servicio y bajo la protección del Rey, quien estaba interesado en no menoscabar su poder frente

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Para la Inquisición Española, consúltese Cf. BETHENCOURT, F. (1995). L’Inquisition à l’époque moderne: Espagne, Italie, Portugal, Xve-XIXe siècle. Paris: Fayard; BENASSAR B. et al. (1979). L’Inqusition espagnole: XV-XIX siècle. Paris: Hachette; KAMEN, H. (1985). La Inquisición española, Barcelona: Crítica; DEDIEU, J.-P. (1987). L’Inquisition. Paris: Cerf; CARO BAROJA, J. (1970). El señor Inquisidor y otras vidas por oficio (2a.ed.). Madrid: Alianza; CARO BAROJA, J. (1985). Las formas complejas de la vida religiosa. (Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII), Madrid: Sarpe; CARO BAROJA, J. (1974). Inquisición, brujería y criptojudaísmo (3ª ed.). Barcelona: Ariel; CARO BAROJA, J. (1967). Vidas mágicas e Inquisición. Madrid: Taurus; SCHOLZ, J.-M. (1991). Spanische Inquisition. Zum Stand Historischer Justizforschung. Ius Commune, XVIII, 225-273; LEWIN, B. (1967). La Inquisición en Hispanoamérica; judíos, protestantes y patriotas. Buenos Aires: Paidós; PÉREZ VILLANUEVA, J., & ESCANDELL BONET, B. (Ed.). (1984). Historia de la Inquisición en España y América. I. El conocimiento científico y el proceso histórico de la Institución (1478-1834). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos; HENNINGSEN, G., & TEDESCHI, J. (Ed.). (1986). The Inquisition in Early Modern Europe. Studies of Sources and Methods. Deklab: Northern Illinois University; HENNINGSEN, G. (1983). El abogado de las brujas. Brujería vasca e Inquisición española. Madrid: Alianza; LEA., H. (1922). The Inquisition in the Spanish Dependencies. SicilyNaples-Sardinia-Milan-The Canaries-Mexico-Peru-New Granada. New York-London: The Macmillan Company; LEA, H. (1980). Geschichte der Spanischen Inquisition, 3 Vols. (reimpresión de la edición de Leipzig de 1911). Aalen: Scientia.

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al Papado. Durante toda la edad moderna, hubo tensiones entre ambos poderes por el control de la Inquisición y por evitar la injerencia del Papa en su funcionamiento. El rey mantuvo el control como máxima autoridad de la Inquisición y, a través del Patronato regio (otorgado sobre América en 1508 y sobre Navarra, Castilla y Aragón en 1523), pudo contar con el apoyo del clero en cada punto de la geografía del Imperio; casi podría decirse que donde estaba un cura, se encontraba, en teoría, un principio de orden de la Corona. Gracias al Patronato, el rey controlaba el nombramiento de clérigos, una parte de los ingresos de la Iglesia e intervenía en asuntos del papado, como la publicación de bulas en su reino o la apelación de los miembros de la Iglesia ante Roma. La Inquisición Española era, entonces, un aparato independiente del Papa y en interrelación directa con la Corona que contaba con un organismo de control en Madrid, que controlaba y regulaba la buena actuación de los tribunales de distrito y recibía las quejas y apelaciones, el Consejo de la Suprema y General Inquisición, presidido por el Inquisidor General y conocido popularmente como la Suprema. El Rey nombraba a los inquisidores, recibía un tercio de los bienes confiscados y tenía injerencia en algunos asuntos administrativos del Tribunal. Por su parte, el inquisidor general era miembro del consejo de Castilla. El periodo de apogeo del Tribunal se extendió desde su creación hasta mediados del siglo XVII, cuando estaban en el centro de sus preocupaciones las desviaciones de la fe de los conversos, judíos y moros. Fue la época de mayores confiscaciones de bienes y de reos condenados a morir relajados, a la pena de la hoguera. Para el siglo XVIII, la institución devino, cada vez más, en un instrumentum regni, en un arma política de gobierno, a través de las acciones de inquisidores generales fieles al poder real. La segunda mitad del siglo XVIII es la cúspide de un proceso de lenta transformación cultural, que llevó al reposicionamiento social, político y simbólico de las jerarquías regias y eclesiásticas de Europa y a una revaloración de los pilares de la cultura, entre los cuales estaría también el cristianismo. Esto como consecuencia de otro profundo quiebre, el de la instauración de la idea de progreso indefinido del espíritu humano, con la razón y el raciocinio como guía de su devenir, lo que finalmente condujo a replantear las prácticas jurídicas y judiciales (la tortura judicial, la concepción misma del proceso penal, su lógica, la forma de aportar las pruebas, etc.), que eran propias tanto del sistema regio de justicia como del inquisitorial. Esta crisis se enmarca en otra concomitante y más general: la del Antiguo Régimen y de sus monarquías absolutistas, que concluyó con la adopción de una nueva concepción de la soberanía y del régimen político y la administración del gobierno: la soberanía popular y los regímenes democráticos liberales. Este largo camino había comenzado en el siglo XVI y lo podemos inscribir en lo que se ha conocido como el debate entre los antiguos y los modernos, cuya cúspide en el ámbito penal sería el trabajo del milanés Cesare Beccaria de 1764, De los delitos y las penas (Beccaria, 1991), pero para lo cual encontramos interesantes ANÁLISIS No. 83

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antecedentes, entre los que cabe destacar algunas disposiciones del Consejo de la Santa y General Inquisición y las acciones del inquisidor Alonso Salazar Frías entre 1610 y 1614, que instauraron la obligación de una comprobación positiva de los delitos de brujería (Henningsen, 1983; Ceballos Gómez, 2002). La Inquisición española, como una institución creada por la Corona para servir a los intereses de la buena república, se convirtió en una de sus estrategias de lucha en contra de la Ilustración. Después de la muerte de Carlos III en 1788, para su sucesor Carlos IV, la Inquisición se constituyó en una estructura profundamente ligada al gobierno y a la ideología con la que este se sostenía (Sciuti Russi, 2009). Con Carlos III, la subordinación de la Iglesia al poder secular se hizo más profunda y reforzó los procedimientos de control poblacional que ya tenía en virtud del Patronato regio. La Iglesia y el clero, por su parte, siguieron cumpliendo la misión civilizatoria y educadora que le había sido asignada desde el medioevo y que no desaparecería, por lo menos en el caso de Colombia, en el siglo XIX (AA.VV., 2005). Sin embargo los gobiernos de Carlos III y de Carlos IV tomaron medidas de control e intervención en los procesos de la Iglesia, como la supresión de las órdenes monásticas masculinas y la expropiación de sus bienes, que incrementaron lo que se conoce como el regalismo español, en pugna con la autoridad papal. Este proceso se frenó en 1789, cuando como reacción a la Revolución Francesa el gobierno de Carlos IV respaldó el pensamiento de los sectores conservadores y las actuaciones de la Inquisición y la volvió nuevamente su aliada para el control político. Las guerras internacionales subsiguientes solo lograron agrandar los temores de amenaza al régimen. Los vientos ilustrados volverían después de 1795, concluida la guerra contra Francia, cuando fue evidente que la revolución no se asentaría en tierras españolas (Kamen, 1985, pp. 352-353). Entre 1762 y 1770, se realizaron reformas al funcionamiento del Santo Oficio dentro del marco de las reformas liberales de la Corona –despotismo ilustrado–, como por ejemplo la de limitar su jurisdicción a las causas de fe estrictamente, es decir, a la herejía y la apostasía de la fe, con lo que conductas como la bigamia quedaban fuera de su jurisdicción (Pérez Villanueva, J., & Escandell Bonet, 1984, p. 1.430); de la misma manera, bajó el número de encausados a tal punto que la crisis económica de la institución se hizo evidente3. En el campo de la censura, ocurrió algo similar, quedó en manos del poder regio a partir de 1768, aunque la Inquisición siguió expidiendo paralelamente prohibiciones y censuras –en 1773, se les quitó a los obispos el derecho de conceder el imprimatur (Kamen, 1985, pp. 341-342)–. La existencia del Índice de libros prohibidos y el papel acucioso con que se preocupó por controlar el ingreso de las ideas y los libros ilustrados (Défourneaux, 1973), hizo que se hiciera una institución odiosa entre algunos hombres de letras, tanto en España como en América, y que fuera considerada como un obstáculo para el progreso del Reino, idea tan cara a la Ilustración. A 3

Según KAMEN (1985, p. 355), en los reinados de Carlos III y Carlos IV, solo salieron condenadas en autos de fe diez personas, de las cuales cuatro fueron quemadas, y a 56 se les prescribió penitencia pública. Las demás recibieron su sentencia en privado y en autos particulares.

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esto se sumaban los procesos que emprendió en contra de hombres de letras por asuntos políticos, como el tan sonado de Pablo de Olavide, que había presentado la propuesta de reforma a los planes de las universidades españolas en 1770, con consentimiento real, y fue condenado en 1778 a destierro y confinamiento por ocho años en un monasterio. En la Península, tenía sin embargo todavía cierto aprecio popular y un sector de la intelligentsia defendió su existencia hasta el final. La Ilustración socavó, en muchos sentidos, los cimientos filosóficos que posibilitaban la existencia de la Inquisición y, ante todo, del procedimiento inquisitorial, procedimiento que era a todas luces contrario al espíritu del positivismo que se instaló en el siglo XVIII. Y esto ya no pensado teológicamente, sino desde el plano mismo de la razón, pues este siglo emancipó a las ciencias del espíritu de la tutela de la teología, que las dominaba desde el Medioevo, gracias al ingreso de un nuevo ingrediente: la metódica histórica que surgió en este período. La racionalidad de la duda metódica del cartesianismo, a pesar de su espíritu crítico y “científico”, no había logrado derruir los cimientos de este procedimiento penal, porque había permanecido en el ámbito de la primacía de la conciencia, despreciaba lo fáctico puro y valoraba los “conocimientos claros y distintos de la lógica, de la matemática pura y de las ciencias naturales exactas”. Para la duda de Descartes, cualquier testimonio de la percepción sensible y “cualquier saber que no sea rigurosamente demostrable, que no pueda ser reducido a axiomas evidentes y a certezas, debe ser rechazado” (Cassirer, 1981, pp. 226-227). Por lo que ámbitos como los del derecho y de la historia no serían demostrables y no harían parte del círculo del ideal científico cartesiano. La Ilustración estableció que los hechos se debían adquirir de forma firme y segura (Cassirer, 1981, p. 227), en un equilibrio entre la experiencia y la razón, y, con ello, sentó las bases del positivismo, que traería profundas transformaciones al saber jurídico y al procedimiento penal. La voz del marqués milanés Cesare Beccaria marcó un hito en el pensamiento ilustrado en materia penal. Para él y en el marco de las ideas de pacto social, las leyes “deberían ser pactos de hombres libres”, “pero poquísimos [decía Beccaria] han examinado y combatido la crueldad de las penas y la irregularidad del procedimiento criminal” en Europa; “poquísimos, remontándose a los principios generales, demolieron los errores acumulados de varios siglos”, en los que se encontraba “el gemido de los débiles” por “los bárbaros tormentos [otorgados] con pródiga e inútil severidad multiplicados por delitos o no probados o quiméricos…” (Beccaria, pp. 35-36)4, como serían algunos de los perseguidos por la Inquisición. Los puntos centrales del planteamiento de Beccaria propenden por un derecho fundado en hechos positivos y en la presunción de inocencia del acusado, en el que, en primer lugar, debería haber proporción entre los delitos cometidos y las penas otorgadas como castigo y, además, una pena igual no se podría otorgar 4

La traducción es mía.

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a dos delitos que ofendan desigualmente a la sociedad (Beccaria, p. 46), con lo que rechazaba la aplicación diferenciada socialmente de las penas del Antiguo Régimen, en la que los grupos dirigentes no solían recibir penas corporales. Por ello las leyes eran las que debían circunscribir los delitos. Los testimonios y los indicios debían ser abundantes para convertirse en pruebas de demostración de los delitos (Beccaria, pp. 55-57). Las delaciones secretas y la pena de muerte debían desaparecer, así como la confiscación de los bienes del reo, que deberían pasar a manos de sus descendientes (Beccaria, pp. 74-75), lo que, de llevarse a cabo, dejaría sin piso una parte del funcionamiento de la Inquisición. Sobre el interrogatorio sugestivo, base del procedimiento inquisitorial, pensaba que debía ser reemplazado por el establecimiento de las circunstancias del delito (Beccaria, pp. 104-105). Estas ideas harán parte de los fundamentos del derecho y de los códigos del siglo XIX. Por último, Beccaria se oponía a la aplicación de la tortura judicial como medio de interrogatorio y de establecimiento de los delitos5. La tortura era uno de los medios establecidos para obtener la confesión de los reos y era, contrario a lo que se cree popularmente, aplicada tanto por la justicia regia como por la inquisitorial. De hecho, la aplicación de la tortura, como la de la pena de muerte, debía estar a cargo de un verdugo vinculado a las autoridades seculares. La Inquisición Española era, como el milanés, escéptica en cuanto a la eficacia de este método para obtener la verdad, y sus manuales de procedimiento prohibían algunos métodos brutales empleados por justicias seculares en otros países de Europa6. En este punto, destacan las disposiciones tomadas un siglo antes, en 16147, que establecieron la obligatoriedad de demostrar con hechos positivos y con pruebas la realidad de las acusaciones de brujería, siguiendo un procedimiento empírico deductivo. De ahí que las disposiciones, que al respecto fueron expedidas por el Consejo de la Suprema y General Inquisición durante el siglo XVI y en 1614 (Ceballos Gómez, 2002), propugnarían precisamente por un uso positivo de la indagación, de los indicios y de las pruebas del delito. Los miembros del Consejo eran hombres de leyes, con excelente formación en las disciplinas de la época y en constante intercambio con los círculos de poder de la Corona. El proceso de la primera modernización de España estuvo estrechamente ligado a la crisis dinástica, introducida por la invasión napoleónica, en el contexto de la cual se expidieron las normas, que abolirían, en su primera vez, el Tribunal en la Península. El nuevo rey, José Bonaparte (José I), expidió a su llegada el decreto de abolición de la Inquisición el 4 de diciembre de 1808 y de decomiso de sus 5

Beccaria (p. 115) concluye así su obra: “De cuanto se ha visto hasta ahora puede sacarse un teorema general muy útil, pero poco conforme con el uso legislativo más ordinario de las naciones, esto es: porque cada pena no sea una violencia de uno o de muchos contra un ciudadano particular, debe ser esencialmente pública, pronta, necesaria, la mínima de las posibles dentro de las circunstancias, proporcionada a los delitos, dictada por las leyes”. Subrayado en el original. La traducción es mía.

6

Yo solo he encontrado, en los expedientes de los procesos de fe, el uso del potro y esto de forma esporádica. Entre las autoridades seculares solía usarse también el potro, aunque encontré un proceso de 1565 en el que se usó la garrucha, método mucho más brutal.

7

Biblioteca Nacional de España, Manuscritos, mss. 883, mss. 18714 / N° 46 y mss. 2031, 1614.

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bienes, pero en la práctica el Tribunal siguió funcionando, aunque con medios exiguos. Expulsados los franceses, en las Cortes de Cádiz participaron también algunos obispos e inquisidores. Las Cortes se reunieron a partir de 1810, año en que proclamaron la libertad de prensa, primer paso que derruía el poder que le quedaba al Santo Oficio. Entre 1811 y 1812, discutieron la pertinencia de la permanencia de la Inquisición. Después de la expedición de la constitución en 1812, los liberales declararon que era contraria a la carta; las discusiones continuaron y, finalmente, en febrero de 1813 se promulgó un decreto que la declaraba incompatible con las nuevas disposiciones, sin prohibirla explícitamente. En su “Manifiesto a la nación española” del 22 de febrero de 1813, expusieron sus críticas a la forma en que procedía: a la exigencia de secreto, que dejaba desprovistos a los reos; a su excesiva autonomía, sin control externo sobre sus actuaciones; a la potestad de los inquisidores generales de dictar leyes, sin contar con el Rey ni consultar con el Papa; al confinamiento en las cárceles secretas de los reos, privándolos de cualquier comunicación con el mundo exterior; al desconocimiento que estos tenían de su acusador y de los testigos en su contra; y se pregunta: “¿Querríais, españoles, ser juzgados en vuestras causas civiles y criminales por un método tan obscuro e ilegal?” Y más adelante preguntaba: “La religión católica, que no teme ser conocida, y sí mucho ser ignorada, ¿necesita para sostenerse en España de los medios que en todos los demás tribunales se reconocen por injustos?” No pretendían dejar sin castigo a la herejía: “Los obispos por derecho divino son los jueces de las causas eclesiásticas. […] Como la religión es una ley del Estado, y por lo mismo los juicios eclesiásticos se hayan también revestidos del carácter y fuerza de civiles, los obispos y sus vicarios han guardado hasta ahora, y guardarán en lo sucesivo, las leyes del Reino sobre el modo de juzgar a los españoles”8. El pueblo y los sectores conservadores no compartían esta posición. Cuando el rey retornó en 1814, se disolvieron las Cortes, se desterraron los diputados liberales más destacados y, el 21 de julio, se restablecía el aparato de la Inquisición (Kamen, 1985, pp. 363-364). Pero su autoridad y sus finanzas habían quedado considerablemente menguadas a partir de 1808. Con la revolución de 1820, el rey Fernando VII abolió nuevamente la institución el 9 de marzo. Vino la guerra civil y la intervención francesa de 1823 restauró nuevamente al rey, quien anuló las disposiciones tomadas en 1820, pero no le volvió a insuflar fuerza al Santo Oficio, que continuó existiendo en la sombra, en las cenizas en que se había convertido. Después de la muerte de Fernando VII, bajo la regencia de María Cristina, en nombre de su hija Isabel II, se expidió el decreto de abolición definitiva el 15 de julio de 1834. El Tribunal de Cartagena de Indias no tuvo, durante sus aproximadamente dos siglos de existencia, un funcionamiento ejemplar. Fue creado en 1610, cuando comenzaba el descenso de la institución. Si se revisa la documentación del Santo Oficio en Madrid, los de Cartagena se encuentran llenos de glosas al margen 8

Transcrita por SCIUTI RUSSI (2009, pp. 347-353) en el Apéndice III.

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sobre los malos procedimientos seguidos, las violaciones reiteradas de disposiciones dictadas por la Suprema y las fallas en el seguimiento del proceso penal inquisitorial. Se desgastó en peleas y acusaciones vanas contra funcionarios de la Corona y eclesiásticos, sobre todo obispos, por preeminencias y disputas de poder. A través del siglo XVII, se ocupó en demasía de procesar mujeres, negros y mulatos por resabios de herejía, es decir, por sortilegios, brujería diabólica, adivinación…, cuando en España había claros lineamientos en contra y descuidando la persecución de la herejía, que era su objetivo principal. En el XVIII, tal como sucedió en España, su actuación fue más política, en apoyo de las disputas internas del Reino y en contra de la penetración de las ideas ilustradas y, por tanto, se concentró en la búsqueda de libros prohibidos. Sin embargo, como muchas de las tareas que emprendían los inquisidores de este Tribunal, su persecución se centró en muchas ocasiones en oraciones, libritos piadosos e imágenes, a veces obscenas, que realmente no penetraban las conciencias de la forma en que sí lo hacían las nuevas ideas que circulaban por el Caribe con los comerciantes, sobre todo franceses e ingleses, en la segunda mitad del siglo, y con los hombres letrados en las ciudades de Lima y México. El Nuevo Reino de Granada vino, además, a tener imprenta tardíamente, una en Cartagena, que dejó de funcionar, y otra en Santafé, que solo publicaba folletines y libritos sin mucho calado. Entre los libros decomisados a letrados, que circulaban por el Virreinato del Nuevo Reino de Granada, destacan “De los delitos y las penas” de Cesare Beccaria (1786) y los “Derechos del hombre”, que había sido incluido en el edicto de fe publicado en Cartagena el 13 de diciembre de 17899. El virrey Ezpeleta le solicitó al Tribunal en 1794, que realizara indagaciones sobre quiénes habían puesto a circular este pernicioso escrito y trataran de recoger los ejemplares existentes (Medina, 1952, p. 370)10, no obstante no lograron decomisar ninguno. Después de la reconquista y de ser instalado nuevamente el Santo Oficio en Cartagena, en 1815 se proclamó nuevamente la prohibición de los Derechos del hombre, que se había propagado bajo el dominio patriota de la primera república. El ocaso del Tribunal del Santo Oficio de Cartagena comenzó con el siglo XVIII, cuando disminuyeron considerablemente el número de causas procesadas, que ya no eran, además, asuntos de herejía verdaderamente problemáticos para el mantenimiento de la fe en el Reino, objeto para el cual fue creada la Inquisición. Se procesaron casos por blasfemia, bigamia, proposiciones escandalosas, reniegos de la fe, celebración indebida de la Santa Misa, sortilegios, solicitación y, como antes, marinos y comerciantes extranjeros de los países reformados por calvinismo o luteranismo, en cuyos barcos venían de vez en cuando algunos judíos. Ya no se podía afirmar que esto fuera una amenaza y que la acción de la Inquisición podría proteger al Virreinato de la invasión de la nueva fe cristiana, pues ya no era tan nueva y Europa y América estaban claramente divididas en regiones católicas y protestantes. El mundo ya había cambiado, las guerras de 9

Carta del Tribunal a Madrid.

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Oficio reservado del Virrey Ezpeleta al gobernador de Cartagena, 5 de septiembre de 1794.

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religión habían quedado atrás y lo que restaba del Imperio tenía asegurada la solidez de su fe católica. Por otra parte, estas desviaciones de la fe podían muy bien ser tratadas por la justicia episcopal, como sucedería a partir del siglo XIX. Cartagena, como otras ciudades y puertos del Caribe, era una ciudad con vocación comercial desde su fundación. Fue un puerto importante en la trata negrera y en ella tuvo asiento el Consulado, razón por la cual se tomó la decisión de establecer un Tribunal allí y se pudo dar la oleada de procesos contra portugueses judaizantes en el siglo XVII, que quizás fue la actuación del Tribunal más importante y atenida a los lineamientos de Madrid en su historia. La apertura del comercio a otros reinos había permitido la libre entrada de practicantes de otras religiones, de los cuales los judíos eran quienes levantaban más roncha. Por lo cual se estableció la práctica de que, en caso de arribar un comerciante judío en el siglo XVIII, se le permitía el ingreso para realizar sus negocios, pero debía permanecer en una casa de religión y ser custodiado por un centinela que lo acompañaba a sus encuentros de negocios y vigilaba cuando recibía visitas de otros comerciantes. Esta práctica fue desapareciendo lentamente en la segunda mitad del siglo, cuando les empezaron a dejar establecer casa, como cualquier español, según lo deja ver la queja presentada por el Arzobispo a la Suprema en carta del 4 de julio de 1783 (Medina, 1952, p. 350). La actuación de la Inquisición, como ya se dijo, se había vuelto más política y del ámbito de las ideas no religiosas o teológicas, por lo que los libros prohibidos se situaban en el centro de sus actividades, para el caso del Nuevo Reino, o en personajes ilustrados incómodos, así como en los libros, para la Corona, para el caso de España. Y no faltaban razones para esta preocupación; las nuevas ideas que circulaban entre los criollos letrados y, particularmente, entre aquellos con puestos destacados en la milicia amenazaban la estabilidad política, si no todavía la del gobierno del rey en las décadas de 1880 y 1890, sí la del orden establecido. Un buen ejemplo de ello fue la orden de prisión emitida por proposiciones y por poseer libros prohibidos, en contra del capitán de regimiento don Francisco Miranda en La Habana en 1783, de la cual pudo escapar y unirse a barcos estadounidenses, país ya independiente. Sin embargo, en todos estos casos, el Tribunal dudaba sobre si debía poner en prisión a personas tan importantes, conectadas con las redes de poder, lo que a la larga también socavaba su credibilidad y el temor que generaba entre la población y lo obligaba a consultas permanentes al Consejo en Madrid (Medina, 1952, pp. 351-352). La Inquisición era una institución que basaba su buen funcionamiento en la apropiada circulación de la información, y esto estaba garantizado si se contaba con una apropiada red de informantes y funcionarios: los comisarios del Santo Oficio y los llamados familiares constituían una red que debía cubrir el territorio, y que vigilaba el cumplimiento de la ortodoxia de la fe en distintos lugares del Reino (Ceballos Gómez, 2002). En el Nuevo Reino, propiamente, no se contó con un buen número de estos funcionarios, ni siquiera en el siglo XVII. Otra cosa sucedía en el Caribe insular y en las ciudades costeras continentales. ANÁLISIS No. 83

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Pero, en el siglo XVIII, el declive del prestigio de la institución en el Nuevo Reino y en el Caribe era tal, que el obispo de Cuba, Santiago José Echeverría y Elguezúa, se expresaba así sobre los Comisarios de su diócesis en una carta dirigida al Inquisidor General en 1777,11 en la que se quejaba de cómo habían crecido juntos, confundidos, “la cizaña y el trigo” y por qué razones esto había sucedido. Decía respecto de los comisarios: […] como este encargo carece de sueldo que estimule los sugetos de iluminación a solicitarlo, a excepción de uno solo, que lo sirvió por poco tiempo, todos los demás en quienes he conocido el empleo han sido clérigos sin letras, que buscaron este distintivo para hurtar el cuerpo a las funciones clericales. El que actualmente lo tiene, además de sus escasas luces para desempeñarlo, padece accidentes gravísimos que le impiden mantenerse en la ciudad y muchos meses ha que permanece retirado en el campo. En ningún tiempo ni paraje es bueno un comisario de esta clase, pero si en otro, cuando La Habana apenas había salido de su cuna y aún conservaba las mantillas, podía disimularse por no creerse perjudicial, hoy lo es mucho después que esta ciudad ha traído a su seno pueblos enteros, […] y abierto la entrada al comercio en los términos que otra ninguna de la América.

A continuación, enumeraba cómo un comisario poco formado perjudicaba al Santo Oficio; a la jurisdicción ordinaria, porque “arma competencias injustas”, turbando la debida armonía; a la religión, […] porque cargando de otras menudencias en que se base su auctoridad poco instruida, y ofende a personas que lo están con citaciones vanas y siempre infamatorias, descuidad de otros ramos de corrupción que infestan la buena doctrina y costumbres, como es, por ejemplo, la introducción de libros extranjeros en todo género de asuntos, no contenidos en los expurgatorios y edictos (Medina, 1952, p. 406).

El obispo sugería, para remediar este defecto de formación de los comisarios, que el Inquisidor General les recomendase a los inquisidores en Cartagena que consultasen con él, cuáles podrían ser personas idóneas, ya que ellos no conocían las posibilidades en la isla. Paso seguido sugería dos presbíteros educados y profesores ambos. Y es que, como muestran Henry Kamen, Gustav Henningsen, Julio Caro Baroja y otros investigadores de la Inquisición Española, mientras la institución contó en sus dos primeros siglos de existencia, con hombres salidos de la intelligenstia del país de lo más granado de la intelectualidad ibérica, el siglo XVIII vio un decaer en la formación de los hombres de Iglesia. Cosa contraria sucedió con los 11

La trascripción de esta carta se puede consultar en MEDINA, J. T. (1952, pp. 406-407). La imprenta en Bogotá y la Inquisición en Cartagena de Indias. Bogotá: Biblioteca Nacional de Colombia.

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funcionarios seculares, quienes no se destacaron por su formación en los siglos XVI y XVII y, por el contrario, hacían gala de su ilustración en el siglo siguiente. Decía el Obispo Echavarría sobre los libros prohibidos: Todos los días entran aquí obras nuevas que vomita Amsterdam, Leyden, Londres y otras bocas semejantes: obras en realidad muy ponzoñosas, y todavía sin nota del Santo Oficio corren impunemente, porque no quiero introducirme con mis facultades a aventurar la paz que amo y observo con el Santo Tribunal, y en el entretanto se arriesgan mis ovejas a beber el veneno y transfundirle por generación (Medina, 1952, p. 406).

Ya iniciando el siglo XIX, con la instalación de la Junta suprema y la inadmisión del nuevo gobernador, don José Dávila, se declaró la independencia de Cartagena y se pidió la supresión del Santo Oficio de la Inquisición en la ciudad por parte del pueblo, quien se dice que quemó instrumentos sacados del Palacio de la Inquisición, edictos pegados en las paredes de las iglesias y tablas con los nombres de los condenados (Gutiérrez de Piñeres, 1926; Ceballos Gómez, 1994); por lo que se les otorgó un plazo de dos semanas a sus funcionarios para que se embarcaran y el control de los asuntos de fe fuera asumido por el obispo. En respuesta a la queja presentada por el obispo a la junta, debido a la expulsión, le contestó el presidente de la misma en oficio del 11 de diciembre: “Uno de los derechos inmanentes del pueblo es la resistencia a la arbitrariedad y opresión, y en uso de él, con estos antecedentes no ha podido pedir él de esta ciudad una cosa más justa y necesaria para su libertad y seguridad personal que la extinción de dicho Tribunal” (Medina, 1952, p. 381). Los inquisidores no habían acatado la expulsión, que fue reiterada el 17 de diciembre. El 31 de diciembre, en carta remitida al Consejo de la Inquisición en Madrid, los funcionarios manifestaban: Como nuestros sentimientos de honor, justo decoro, lealtad y obediencia al trono ya las legítimas potestades que de él emanan no pueden conciliarse con el sistema de independencia adoptado por este Gobierno, acordamos, en auto de 12 de noviembre precedente, trasladar el Tribunal con su archivo a otro punto del distrito, donde los deberes de la religión y del vasallaje no estén obstruidos y donde el orden y la tranquilidad no padezcan…12

El primer día de 1812, se embarcaron con el archivo hacia Santa Marta, ciudad que se había constituido en un bastión realista. Unos meses después, se trasladaron a Portobelo en Panamá por las incursiones de los insurgentes cartageneros al mando del francés Pierre Labatur. Pronto regresaron a Santa Marta,

12

Carta de Orderiz y Castro al Consejo, Cartagena, 31 de diciembre de 1811, citada por Medina (p. 382).

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pero recibieron la noticia del decreto de las Cortes Generales de abolición del Santo Oficio. Con la restitución de la Corona a Fernando VII en 1814, por Real Decreto del 21 de julio, se restableció el funcionamiento de la Inquisición en Santa Marta, lo que fue conmemorado con una misa solemne y un te deum el 5 de julio. La entrada de Morillo a Cartagena el 5 de diciembre 1815 terminó de regularizar la situación. El inquisidor Orderiz había colaborado con la sujeción de la ciudad, promoviendo entre los vecinos, como agente real, su rendición. Entre 1817 y 1819, la situación económica era tan precaria, que la decadencia del Tribunal era evidente: no había presos en las cárceles y, después de un siglo de no hacerlo, se publicó un edicto general de fe con fecha del 18 de enero de 1818, en el que se incluía la francmasonería como delito a ser juzgado por la Inquisición. Con la caída de Santafé en manos de las tropas de Bolívar en agosto de 1819, concluyó la historia de la Inquisición en Cartagena de Indias, tal como había comenzado la historia de la institución, tanto en el medioevo como en la edad moderna: con la intervención de los intereses de los poderes seculares. Sin embargo la separación de poderes sería un fenómeno bastante posterior, así que la complementariedad de ambos poderes, civil y eclesiástico, continuó a lo largo del siglo XIX. Con el final de la Inquisición, la jurisdicción sobre la herejía volvió a manos de los obispos, tal como había sido antes de su creación, y se retornó al empleo del procedimiento acusatorio, el procedimiento ordinario de las justicias seculares, que permitía la aportación de pruebas y la defensa del acusado. El último rastro del Tribunal, en este caso del romano, desapareció en 1965, cuando el Concilio Vaticano II disolvió la Congregación del Santo Oficio, fundada en 1542, y declaró la libertad religiosa.

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ISSN: 0120-8454

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Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 305-320

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La libertad de los esclavos frente a la legislación y las ideas antiesclavistas en el Nuevo Reino de Granada entre la segunda mitad del siglo XVIII y 1 comienzos del XIX* Fabián Leonardo Benavides Silva**

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Recibido: febrero 8 de 2013 Aprobado: marzo 22 de 2013

Resumen El presente artículo indaga sobre las vías jurídicas con los cuales contó el negro esclavo para mejorar su condición de vida o conseguir la libertad en el Nuevo Reino de Granada frente a la legislación española (metropolitana o virreinal), entre la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del XIX. Asimismo, se efectúa un “sondeo” respecto a las ideas antiesclavistas que pudieron enarbolar ciertos sectores de la población neogranadina en el periodo objeto de estudio. Palabras clave: Nuevo Reino de Granada, esclavos, legislación, ideas antiesclavistas, resistencia y fuga.

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Este artículo hace parte de un trabajo de investigación más amplio desarrollado en el año 2004, el cual se tituló: El fugitivo de la hacienda: Cimarronismo en la ciudad de Cartago y en la Villa de Santa Cruz de Mompox. Finales del siglo XVIII. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia-Sede Bogotá/Instituto Colombiano de Antropología e Historia-ICANH.

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Historiador y Magíster en Antropología Social, Universidad Nacional de Colombia-Sede Bogotá. Coordinador del Instituto de Estudios Socio-Históricos “Fray Alonso de Zamora” de la Universidad Santo Tomás, Sede Principal. E-mail: fabianbenavides@usantotomas.edu.co

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Freedom of slaves in the light of legislation and anti-slavery thoughts in the New Kingdom of Granada between the middle of eighteenth century 3 and at the beginning of nineteenth century* Fabián Leonardo Benavides Silva**

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Abstract This article explores the legal resources which black slaves counted on in order to improve his life style or to obtain his freedom in the New Kingdom of Granada in the light of the Spanish legislation ( metropolitan or viceregal) between the middle of eighteenth century and at the beginning of the nineteenth century. Furthermore, a “poll” was carried out in the New Granada people concerning their anti-slavery thoughts during that time. Keywords: New Kingdom of Granada, slaves, legislation, anti-slavery thoughts, resistance and scape.

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This article is part of a research project carried out in 2004, which is: The fugitive of the farm: Maroonism in Cartago and in la Villa de Santa Cruz de Mompox at the end of eighteenth century. Bogotá: Universidad Nacional de ColombiaBogotá branch /Instituto Colombiano de Antropología e Historia-ICANH.

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Historian and Master in Social Anthropology, Universidad Nacional de Colombia Bogotá branch. Coordinator of the Institute of Socio-HIstorical studies “Fray Alonso de Zamora” at Universidad Santo Tomás, Main branch. E-mail: fabian benavides@usantotomas.edu.co.

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La liberté des esclaves face à la législation et les idées antiesclavagistes dans le Royaume de la Nouvelle-Grenade entre la deuxième moitié du 5 XVIIIe siècle et le début du XIXe siècle* Fabián Leonardo Benavides Silva**

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Résumé Cet article explore les voies juridiques avec lesquelles a conté le noir esclave pour améliorer sa qualité de vie ou obtenir la liberté au Royaume de la NouvelleGrenade face à la législation espagnole (métropolitaine ou vice royale), lors de la deuxième moitié du XVIIIe siècle et le début du XIXe siècle. De même, l’on mène à bien un “sondage” par rapport aux idées antiesclavagistes qui ont brandi certains secteurs de la population n néogrenadine lors de la période objet d’étude. Mots clés: Royaume de Nouvelle-Grenade, esclaves, législation, idées antiesclavagistes, resistance et fuite.

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Cet article s’inscrit dans une recherche plus vaste menée à bien lors de l’année 2004, intitulée: El fugitivo de la hacienda: Cimarronismo en la ciudad de Cartago y en la Villa de Santa Cruz de Mompox. Finales del siglo XVIII. Bogotá: Université Nacional de Colombia-Siège Bogota /Institut Colombien d’Anthropologie et d’Histoire-ICANH.

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Historien et Magister en Anthropologie Sociale, Université «Nacional de Colombia» -Siège Bogotá. Coordinateur de l’Institut d’Études Socio-Historiques “Fray Alonso de Zamora” de l’Université Santo Tomás, Siège Principal. E-mail: fabianbenavides@usantotomas.edu.co.

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1. Antecedentes La introducción de esclavos negros comenzó en el Nuevo Mundo desde los primeros años de conquista en el siglo XVI, pero esta no se produjo a escala considerable hasta principios del siglo XVII, al iniciarse la explotación intensiva de minas, plantaciones y haciendas por parte de los colonos. Entre las causas inmediatas que propiciaron dicho proceso se cuenta con la disminución de la población indígena tras su aniquilación directa, sobreexplotación, contagio de las enfermedades traídas por los conquistadores y las propias dinámicas de mestizaje. Esto culminó con una profunda crisis de mano de obra, impulsando a los colonizadores a poner en marcha una serie de medidas orientadas a reemplazar y a preservar la fuerza de trabajo. Este hecho marcó el mayor y más devastador desplazamiento de población en la historia de la humanidad: la deportación de unos 10 a 15 millones de hombres y de mujeres en casi cuatro siglos de colonización (Fogel y Engerman, 1974, p. 15). Sin embargo, a la par que se produjo la introducción de esclavos negros, estos por su parte no dejaron de oponer tenaz resistencia al régimen colonial. Prueba de lo anterior fueron las constantes fugas individuales o colectivas que protagonizaron los negros esclavos, antes o después, del arribo de los barcos negreros al Nuevo Mundo (Inikori, 1982, pp. 12-20)1. Como lo asevera Price, el cimarronismo se constituyó en un fenómeno recurrente y de carácter general para las colonias del Nuevo Mundo, puesto que “parecían brotar nuevas comunidades cimarronas casi tan pronto como eran exterminadas las antiguas, y permanecieron como “la plaga crónica”, “la gangrena” de muchas sociedades de plantación, hasta la emancipación final” (1973, p. 14). Los colonizadores por su parte, se vieron forzados a pedir un armisticio a sus esclavos fugados y “apalencados”. De ahí provienen los tratados efectuados en el Brasil, con el Quilombo de Palmares (Reis y Dos Santos, 1996, pp. 9-12); el de Colombia, con el Palenque de San Basilio (Escalante, 1954, p. 12), y en general, los tratados de Cuba, Ecuador, Jamaica, México y Surinam (Price, 1973, p. 13). En la mayoría de estos tratados las autoridades locales no tuvieron otra alternativa que negociar, ofreciendo la libertad o la autonomía territorial a las comunidades cimarronas. Particularmente para el Nuevo Reino de Granada los movimientos de rebelión esclava y de formación de palenques, se dieron desde los primeros años del siglo XVI, pero estos se agudizaron y multiplicaron a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Según Jaramillo, dicho fenómeno no puede ser considerado como un plan improvisado ni carente de sentido:

1

Con relación a la trata negrera, existe una amplia bibliografía al respecto; sin embargo, para el Continente Americano se destacan los trabajos pioneros de: Brion (1966), El problema de la esclavitud en la cultura occidental; Herbert (1986), La esclavitud africana en América Latina y el Caribe; y para el caso colombiano, véase el libro de Palacios (1973), La trata de negros por Cartagena de Indias.

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La libertad de los esclavos frente a la legislación

En los años comprendidos entre 1750 y 1790, la conflictividad fue tal, que se tiene la impresión de que pudo existir un acuerdo entre los diferentes núcleos de esclavos para llevar a cabo una rebelión general. En efecto en el transcurso, de este periodo hubo palenques en la Costa Atlántica, en Panamá, en Chocó, Antioquia, el Valle del Cauca, Cundinamarca y los Llanos orientales. Los palenques crearon entonces un estado de alarma permanente entre los propietarios y autoridades colombianas (1963, p. 42).

Aunque, Tovar (1992, pp. 10-18) afirma que tal proliferación de palenques hacia finales del siglo XVIII, no significó una crisis política ni social en el sistema colonial neogranadino, sino más bien este fenómeno obedeció a la generalización de un temor de tipo económico por parte de los propietarios de esclavos, ante la posibilidad de perder a sus más preciados bienes en levantamientos o en fugas que los mismos esclavos pudieran emprender. Así, este fenómeno nunca se dio en una escala considerable como sí ocurrió en los Estados Unidos (Brion, 1966), las Antillas inglesas o francesas (Price, 1973), e incluso, en algunas colonias españolas del Caribe (Herbert, 1986).

2. La situación jurídica del esclavo neogranadino En este aparte se establece que la población esclava neogranadina ante la insuficiencia o poca efectividad de las vías jurídicas que posibilitaran la preservación o reconfiguración de sus prácticas culturales2, optaron por la confrontación velada como el hecho de evadirse durante las noches para asumir una vida paralela a la llevada por los esclavos, y abierta en el caso de las rebeliones y fugas individuales o colectivas (Díaz, 2009, p. 403), con el fin de establecer su propio “microcosmos” sociocultural y político. De acuerdo con Tovar (1992, pp. 18-20) el Estado español coadyuvó a restarle poder a los amos respecto a sus esclavos en todas sus colonias de ultramar, al crear y legalizar ciertas “vías jurídicas” mediante las cuales los esclavos pudieron mejorar las condiciones de sus vidas u obtener la libertad. Estas vías jurídicas estaban compuestas a su vez por una serie de disposiciones tanto informales (instituidas por la fuerza de la costumbre) como formales (impuestas por la misma Corona), que inducen a pensar en una población esclava no del todo “desnuda jurídicamente” durante la colonia y sobre todo, hacia finales del siglo XVIII. Las disposiciones jurídicas eran las siguientes: 1. La compra de la libertad por parte del propio esclavo a través de la denominada “Carta de Ahorro” o “de Libertad”. 2

Se empleará también del concepto de cultura como praxis expuesto por Bauman, el cual hace referencia “tanto a la invención como a la preservación [de cualquier cultura y en especial de sus prácticas], a la discontinuidad como a la continuidad, a la novedad como a la tradición, a la rutina como a la ruptura de modelos, al seguimiento de las normas como a su superación, a lo único como a lo corriente, al cambio como a la monotonía de la reproducción, a lo inesperado como a lo predecible” (2002, p. 22).

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2. La manumisión “espontánea” que efectuaron algunos amos hacia sus esclavos. 3. El cambio de amo al que podían recurrir los esclavos, siempre y cuando se comprobaran algunos abusos e irregularidades de los primeros, por ejemplo, malos tratos o el hecho de no proveerlos de ropa y de alimentos. 4. La concesión para la población esclava de no trabajar los días festivos ni domingos, según una real cédula del año de 1772, en cuyo tiempo no solo podían descansar o asistir a los actos religiosos, sino establecer una economía propia o un peculio. 5. La Real Cédula de Aranjuez del 31 de Mayo de 1789, compuesta por catorce capítulos en los cuales se contemplaba el tipo de educación, el trato y las ocupaciones que los esclavos debían recibir por parte de sus amos, en tanto ratificaba la “merced” de poder cambiar de amo. Es necesario anotar que esta serie de disposiciones legales expuestas por Tovar, en realidad no modificaron en forma sustancial la situación jurídica de los esclavos en el Nuevo Reino de Granada y por el contrario, se mantuvo su carácter punitivo o penal (García, 2003, pp. 97-102). Es más, la escasez de canales efectivos para conseguir la libertad no solo fue la nota predominante en la población esclava neogranadina, sino que esta práctica o política coercitiva también imperó y seguramente con mayor fuerza, en las dos principales colonias españolas, Méjico (Davidson, 1973, p. 86) y Perú (Bowser, 1977, pp. 248-253). Por ejemplo, las “Cartas de Ahorro” o de “Libertad”, no fueron fáciles de conseguir al exigir del esclavo toda una vida de ahorro para obtenerla. En el caso de la Provincia de Popayán, Rodríguez (1981, pp. 77-85) ha calculado cuánto debía trabajar un esclavo para obtener su libertad bajo este mecanismo, estableciendo que este recibía un salario de dos reales semanales, en el mejor de los casos, con los cuales al cabo de toda su vida (hasta los 40 o 50 años de edad que era el promedio de vida de un esclavo) lograba acumular los 200 pesos del precio de su “Carta de Ahorro” o de “Libertad”3. En cuanto a los esclavos manumitidos por algunos amos de ideas filantrópicas debe decirse que fueron más la excepción a la regla como se verá más adelante y otra cosa muy distinta, fue la población libre de color cuyo origen obedeció, más que nada, al mismo proceso de mestizaje de los casi tres siglos de colonización precedentes, el cual se encontraba bien avanzado hacia finales del siglo XVIII. Así las cosas, dicha población libre (de todas las castas sin contar el contingente indígena y blanco) en el Nuevo Reino de Granada sumaban 375.477 almas (47 %), mientras que la población esclava apenas alcanzaba a las 62.547 personas (7.83 %) (Tovar, 1992, p. 11). El mismo Díaz (2001, pp. 189-209) estableció que en Santafé hacia la primera mitad del siglo XVIII, las manumisiones fueron toda 3

Véase también del mismo autor el artículo: “Cartas de Libertad” (2000: 49-51).

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La libertad de los esclavos frente a la legislación

una “parodia de la libertad” y en particular las “manumisiones condicionadas”, puesto que la sociedad esclavista santafereña le confirió un significado ambivalente o ambiguo a dicha práctica, al exigir que el esclavo prestara asistencia de forma servil a su antiguo amo o a la familia de este, antes o después de ser manumitido. La tercera vía jurídica con la que contaron los esclavos señalada atrás (cambio de amo por malos tratos), también estuvo condicionada por la misma efectividad del aparato jurídico-administrativo virreinal, el cual obedeció más a la fuerza de la costumbre (provincial o local) que a las instituciones formales impuestas por la Corona española al respecto (García, 2003, pp. 97-102). Es decir, que a pesar del alto índice de demandas efectuadas por los esclavos frente a los abusos de sus amos durante el periodo colonial, la gran mayoría de estas causas no prosperaron ante las autoridades quienes le dieron una interpretación “flexible” o acomodada a las normas (García, 2003, pp. 97-102; Bernand, 2000, p. 83) y terminaron por privilegiar los intereses de los propietarios (Jaramillo, 1963, pp. 3-62). Sin lugar a dudas, un factor determinante en la configuración “flexible” del aparato jurídico-administrativo neogranadino, consistió en que el virreinato era grande y sus habitantes pocos, como lo anota Taussig (1979, p. 370), lo cual impidió un “efectivo control” sobre la población. La debilidad e incapacidad del poder central en el control de las cuatro grandes zonas del virreinato (Caribeña, Andina, Sur occidental y Amazónica), fragmentadas a su vez en 11 provincias y una subprovincia (Riohacha), obligó a las autoridades reales o locales a recurrir a la “buena voluntad” de la población en general4, puesto que el virreinato no contaba con un pie de fuerza considerable5 y el existente se concentraba en: Cartagena, Panamá, Santa Marta y Ríohacha, en espera de una posible agresión extranjera (de piratas o corsarios), o bien para “mermar” en algo la incesante actividad de los contrabandistas6. La debilidad del poder central dejaba inmensas zonas rurales del virreinato sin la presencia simbólica o material del Estado español, estimulando indirectamente una cultura de la ilegalidad, apreciable en los siguientes aspectos: la formación de pueblos arrochelados de todas las castas (mestizos, indios,

4

Uno de los principales factores que acentuó aún más dicha fragmentación territorial en el Nuevo Reino de Granada, fue el lamentable estado de las vías de comunicación. Por ejemplo, un viaje de Cartagena hacia Santafé podía durar, con suerte, 40 días, en tanto que un viaje de Santafé a Popayán duraba aproximadamente de 20 a 30 días, sin cargamento (McFarlane, 1997, pp. 350-355).

5

Por ejemplo, el Regimiento Fijo de Cartagena creció de 621 hombres en 1773 a 3.500 soldados para 1780 (compuesto por el cuerpo de artillería y el cuerpo de veteranos de las milicias de blancos y de pardos), pero este incremento tuvo poca incidencia en las provincias del interior, puesto que no se beneficiaron directamente del respaldo de dicho regimiento, salvo en muy pocas ocasiones (como en el instante que fue necesario sofocar la Revolución Comunera), y por el contrario, veían a Cartagena como una carga fiscal más (Kuethe, 1993).

6

Múnera (1998, pp. 43-50) sostiene que fue tanto y tan escandalosa la actividad del contrabando en el Caribe neogranadino y en especial, hacia la segunda mitad del siglo XVII, pues gran parte de su población se dedicó al jugoso “negocio” sin ningún miramiento de raza o de status social, pese a las “drásticas” políticas del gobierno Borbón al respecto.

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negros y mulatos, entre otros) o de esclavos negros fugados7; el auge y el fortalecimiento del contrabando en la Costa Caribe donde participaba toda la población sin miramientos de raza, de estatus, o de condición social, incluyendo la participación de los mismos funcionarios comisionados para detenerlo8; y la incapacidad de la propia Iglesia católica en proveer del “pasto espiritual” a los diferentes sectores de la sociedad, e incluso, en las principales capitales de provincia (Rodríguez, 1997, pp. 82-83)9. Respecto a la concesión que tuvieron los esclavos de no trabajar los días festivos ni domingos (de acuerdo a una real cédula del año de 1772), con el fin de que aprovechasen el tiempo en actividades religiosas o económicas, también existen pruebas de que pudo beneficiar más a los propietarios y estar sujeta a la voluntad de estos. Por ejemplo, esta medida dio pie para que los amos no asumieran enteramente su responsabilidad económica respecto a los esclavos, al exigirles que acarrearan con el total o parte de los gastos de manutención con los dineros obtenidos durante estos días de “asueto”. En ciudades como Cartagena de Indias hacia la segunda mitad del siglo XVIII, se sabe de algunos esclavos que fueron alquilados por parte de sus amos en el servicio doméstico (en el caso de las mujeres) o en los puertos y haciendas aledañas a la ciudad (con relación a los hombres), naturalmente en beneficio económico de sus propietarios (Bernand, 2000, p. 83). De igual manera, Díaz (2001, pp. 164-174) ha demostrado que en la ciudad de Santafé de Bogotá durante la primera mitad del siglo XVIII, algunos esclavos lograron, con mucho esfuerzo, tiempo y dedicación, hacerse a una “economía propia y a un peculio”, ganando con esto cierta independencia o movilidad social. Sin embargo, la prohibición o el condicionamiento por parte de los amos de dichos mecanismos de ascenso social de los esclavos, también impulsó a varios de estos hacia la insubordinación o la fuga. Este fue el caso de los hacendados de las ciudades de Toro y Cartago, quienes ocultaron el contenido a sus esclavos de la real cédula de 1772. No obstante, unos meses más tarde la población negra tuvo indicios de su promulgación y gradualmente, fueron organizando levantamientos en ambos lugares (durante el mes de enero de 1773), con el fin de que sus amos reconocieran la existencia del documento (Archivo General de la Nación, Bogotá, en adelante AGN, Negros y Esclavos del Cauca, T. III, f. 51r.).

7

Sobre la formación de pueblos de arrochelados y de palenques de negros en la Costa Caribe colombiana durante el periodo colonial, véase por ejemplo, el ya citado libro de Fals (1979 et. aI) y para el suroccidente del virreinato se destaca el artículo de Zuluaga (1986).

8

Las propias autoridades encargadas de sancionar esta actividad eran las primeras en participar en ella, como sucedió con el Prior del Consulado de Comercio quien en 1795 fue sorprendido realizando negocios de esta naturaleza y asimismo, no valió que el virrey Mendinueta le pidiera al obispo de Cartagena que amenazara con la excomunión a cualquiera que osara dedicarse al contrabando (Múnera, 1998; Peñas, 1981).

9

Este autor tomó cuatro ciudades representativas (Cali, Tunja, Cartagena y Medellín) del Nuevo Reino de Granada hacia finales del siglo XVIII y consiguió demostrar, entre otras cosas, que el alto número de madres solteras (en algunas de estos lugares alcanzó hasta un 30 % de mujeres en esta condición) se debió en gran medida a la poca efectividad de la Iglesia católica en la enseñanza de sus preceptos y tareas evangelizadoras. Por otro lado, véase también el libro de carácter autobiográfico del padre Joseph Palacios de la Vega (1955), Diario de viajes del padre Joseph Palacios de la Vega entre los indios y negros de la Provincia de Cartagena en el Nuevo Reino de Granada, 1787-1788, en donde se evidencia la incapacidad (simbólica y material) que tuvo la Iglesia en proveer del “pasto espiritual” a las poblaciones ribereñas del río Magdalena.

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Finalmente, la Real Cédula de Aranjuez de 1789, el estatuto que más pretendió proteger a los esclavos de los abusos de sus amos y el que mayor malestar despertó en los propietarios de esclavos (ante el temor de perder poder frente a aquellos), no tuvo una visión piadosa ni digna respecto a la población esclava, sino más bien se inscribió en el plano de la coerción, al tiempo que terminó confinando a los esclavos en las labores más arduas (como el trabajo en los campos) o menos sedentarias (Friedemann, 1993, p. 62). Así, las autoridades reales y virreinales contemplaron que se debían realizar visitas periódicas en las haciendas, a fin de velar por el cumplimento de la real cédula. Sin embargo, la medida encontró gran oposición entre los propietarios de esclavos y se organizaron en Juntas de hacendados, las cuales neutralizaron u obstaculizaron la disposición real, sobre todo, en provincias como Cartagena y Santafé (Tovar, 1992, pp. 21-22). Por ejemplo, en la causa que se le siguió a los esclavos de la Hacienda de San Bartolomé, aledaña a la Villa de Santa Cruz de Mompós, por formar palenque en el año de 1799, se confirma el grado de abandono y sobreexplotación al que seguían expuestos los esclavos, puesto que uno de los negros implicados en la fuga afirmó: “que en tiempos de su difunto amo pasaban hambres, y de[s]nudeces por estar trabajando hasta de noche por la palabra que les había dado de dejarlos libres” (AGN-Bogotá, Negros y Esclavos de Bolívar, t. III, ff. 788v-789v). La promesa de libertad efectuada por el amo, don Martín de Setuaín, es probable que persiguiera un mayor rendimiento en las labores desempeñadas por sus esclavos y asimismo, fuera un intento del amo por conjurar los posibles brotes de levantamientos o de fugas entre los mismos, práctica común de algunos propietarios no solo en el Nuevo Reino de Granada, sino en toda América” (Benavides, 2004 p. 46). De esta forma, se puede aseverar que las disposiciones o concesiones jurídicas impartidas por la Corona española o el gobierno virreinal, no garantizaron o no posibilitaron que la población esclava neogranadina pudiera preservar, acomodar o reconfigurar su cultura, obligándola a recurrir a una vida paralela y subrepticia (como las celebraciones nocturnas acompañadas de cantos y danzas) respecto a la mirada maniquea o censurante de las autoridades y de los amos (Díaz, 2009, pp. 400-420). Pero, por otro lado, también fue impulsada a llevar a cabo diversas rebeliones y fugas (individuales o colectivas), las cuales pueden contarse entre los actos más importantes de oposición y de resistencia por parte del negro esclavo hacia la sociedad esclavista colonial. Con relación a las fugas de esclavos debe anotarse, que no todas persiguieron la formación de sociedades negras o palenques, al tiempo que la mayoría de estas no alcanzaron o tuvieron poco éxito en su cometido (Bastide, 1969, p. 50). A pesar de lo anterior, la formación de palenques tendió a multiplicarse en todo el virreinato hacia la segunda mitad del siglo XVIII (como se anotó al comienzo de este artículo), momento en el cual se emitieron más disposiciones jurídicas con relación a los siglos pasados destinadas a proteger a los esclavos, en tanto que empezaron a circular ideas de corte antiesclavista o abolicionistas provenientes del extranjero. De este modo, entre los siglos XVI y XVII se dieron 6 y 8 casos, respectivamente, de formación de palenques en territorio neogranadino, ANÁLISIS No. 83

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mientras que en el siglo XVIII encontramos 12 casos y la mayoría de estos se establecieron hacia la segunda mitad de la centuria (Azopardo, 1992, pp. 41-42).

3. Las ideas antiesclavistas en el Nuevo Reino de

Granada

De antemano debe dejarse en claro que durante el siglo XVIII las ideas antiesclavistas de parte de los propietarios de esclavos en el Nuevo Reino de Granada, brillaron más por su ausencia tanto en los círculos de eruditos o de estudiosos, como en los contextos de la población blanca en general. Sin embargo, era factible que cualquier propietario de esclavos en agradecimiento por los servicios recibidos por alguno de estos, decidiera liberarlo espontáneamente como sucedió con doña Javiera Londoño y don Lorenzo Agudelo, quienes manumitieron en Antioquia a 125 y a 85 esclavos, respectivamente, promediando el siglo XVIII. No obstante, ninguno de estos actos filantrópicos logró ser llevado a cabo, pues ambos propietarios fueron tomados por dementes (Azopardo, 1992, p. 70). Contrario a lo que pudiera esperarse de los círculos de eruditos neogranadinos, la historiografía no registra ni un escrito de carácter antiesclavista anterior a la fecha de 1800. Antes bien, encontramos, por ejemplo, que el traductor de los Derechos del Hombre en el Nuevo Reino de Granada, Antonio Nariño, aparte de poseer una esclava, jamás hizo nada por cambiar la condición material o espiritual de los esclavos del virreinato. Es más, Nariño presentó un proyecto al virrey Pedro Mendinueta en el año de 1797, el cual tituló “Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada”. En este se contemplaron medidas tales como: […] Los fondos del pago de los réditos de los vales y de la caja de descuentos para su extinción […] deberían emplearse en la compra de negros para darlos en arrendamiento a los particulares. […] Aunque este pensamiento parezca a primera vista no muy acertado, no obstante es, en mi concepto, de muchísima importancia; con el van asegurados los réditos de los vales y la caja de extinción. En el erario va a formarse un nuevo fondo; la agricultura y las nuevas minas van a tomar un nuevo incremento y el Estado va a criar una milicia sin costo, que en caso urgente puede ser de mucha utilidad, empleándola, cuando no todos en las armas, a lo menos en el transporte de municiones y bagajes y en trabajo de fortificaciones, etc. Veamos si será fácil su despacho. Los hombres que se reciben en arrendamiento, computando los salarios que varían algo en el reino, cuestan al año, sin incluir los días festivos, $73,2 reales; y no en todas partes es fácil conseguirlos, lo que retarda y atrasa el cultivo. Los negros, por los gastos de transporte, etc., los pondremos, unos con otros a $300, que comparándose con el precio de los vales, que deben correr a un 314

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3 %, cuesta al año cada negro nueve pesos. Póngaseles el precio de arrendamiento, unos con otros, a $21 al año; agréguense siete pesos que cuesta su mantenimiento y tres del vestuario y le costarán al arrendatario $31. Quiere que la tercera parte de los que recibe le sea inútiles y que se cargue a los útiles, le vendrán a costar $46,4 reales, que rebajados a $73,2 reales que le cuesta el hombre libre, quedarán a su favor $26,6 reales y la incomparable ventaja de tener todo el año trabajadores prontos […] (Fonnegra, 1982, pp. 13-37)10.

Como se comprueba en los fragmentos citados de este escrito, Nariño olvidó el Artículo 1º de los Derechos del Hombre: “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”, al referirse a los negros como simples bienes inmuebles; sin embargo, es posible que el encierro le produjera cierta “amnesia” al respecto, pues en aquel momento se encontraba prisionero en la Real Cárcel de Santafé. Asimismo, Francisco José de Caldas dejó constancia de su profundo desprecio hacia los africanos en su ensayo “Del influjo del clima sobre los seres organizados” (1808). En este documento Caldas puso en duda las capacidades mentales y la conducta moral de esta población al afirmar que: El africano de la vecindad del ecuador, sano, bien proporcionado, vive desnudo bajo de chozas miserables. Simple, sin talentos, solo se ocupa con los objetos presentes. Las imperiosas necesidades de la naturaleza son seguidas sin moderación y sin freno. Lascivo hasta la brutalidad, se entrega sin reserva al comercio de las mujeres. Estas, tal vez más licenciosas, hacen de rameras sin rubor y sin remordimientos. Ocioso apenas conoce las comodidades de la vida […] (Caldas, 1808, p. 205).

El naturalista Jorge Tadeo Lozano en su estudio sobre la “Fauna cundinamarquesa” (1809), aseveró en consonancia con los anteriores criollos ilustrados que los negros eran moral e intelectualmente inferiores a las demás razas (“europeos” e “indios”): Muchos naturalistas han observado que todas las producciones africanas manifiestan en su hábito y aspecto la aspereza del clima en que han nacido. Los negros son una prueba palpable de esta aserción: su carácter moral se compone de todas aquellas pasiones, que hacen al hombre duro, y poco sociable; en efecto, junto con su extremada robustez, se nota su torpeza en las facultades intelectuales, que los hace tercos para sostener sus caprichos, soberbios para no reconocer su inferioridad y estado miserable, y tontos para resistir a qualquiera instrucción que se les quiera dar (Lozano, 1809, p. 350).

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Cabe anotar que Nariño tradujo los Derechos del Hombre y del Ciudadano en el año de 1793.

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Otros estudiosos de la época como Francisco Antonio Zea y principalmente, Manuel del Socorro Rodríguez o Salvador Rizo de quienes se decía eran mulatos, tampoco encontramos que hayan escrito o hecho algo por cambiar la situación de los esclavos neogranadinos (Ortega, 2002, p. 127). Empero, ni el propio Simón Bolívar hasta su viaje a Haití en 1814, después de haber pasado por Jamaica y Trinidad, había contemplado la idea de incluir a los negros esclavos como ciudadanos en su gran proyecto político (Ocampo, 1999, p. 328). Incluso, podría citarse el caso del francés de Riux (radicado en el Nuevo Reino de Granada) quien se ufanaba de sus ideas ilustradas y filantrópicas, pero que a la sazón fue desenmascarado por el mismo Alejandro de Humboldt, al referir en su diario (1801) con gran disgusto, algunos aspectos de la personalidad de este: […] De Louis Rieux cuenta que compró la hacienda de la Egipciaca, una plantación de cacao de los Jesuitas con 80 negros. […] Me pareció indignante como el inmoral Doctor Rieux (el mismo que fue encarcelado largos años a causa de sus ideas revolucionarias, el mismo que en ese entonces hablaba de libertad para los esclavos, y mientras le fue útil representó el papel de ciudadano francés), a sangre fría hacía caer de rodillas, ante sí, a los negros de la Egipciaca. Miserable canalla humana que os hacéis pasar por filósofos en Europa (Von Humboldt, 1982: VII a y b, 11 y 12)11.

El único criollo que llegó a proponer la creación de una sociedad de pequeños productores libres, que remplazara la esclavitud en aras de optimizar la producción agrícola, fue el payanés José Ignacio Pombo; sin embargo, lo hizo movido por el temor que le despertaba una revolución como la producida en Haití en el año de 1804 y la misma influencia ejercida por los fisiócratas como Adam Smith, pues Pombo al igual que los demás intelectuales neogranadinos, consideraba a las personas de color como seres inferiores y violentos (Múnera, 1998, p. 108). A pesar de que las ideas antiesclavistas provinieron del extranjero hacia finales del siglo XVIII en el Nuevo Reino de Granada, estas no fueron asimiladas por el grupo de “notables” neogranadinos, es decir, no fluyeron de “arriba” hacia “abajo”, sino por la misma presión que ejercieron las llamadas “castas” o “capas bajas” de la sociedad (negros, mulatos, quinterotes, cuarterones, mestizos, entre muchos otros) hacia la élite neogranadina. Prueba de lo anterior fue la Revolución Comunera de 1781, en especial la “segunda fase” (Aguilera, 1985,

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A pesar que la influencia del pensamiento romántico-ilustrado europeo (Locke, Hobbes, Montesquieu, Voltaire, Rousseau, etc.) en el grupo de intelectuales criollos no es detectable sino hasta las primeras décadas del siglo XIX, como lo asevera Jaramillo (1968, pp. 235-269); sin embargo, debe anotarse que existió cierta influencia de ideas en el grupo de eruditos criollos con relación a los pensadores de dicha corriente filosófica occidental para finales del siglo XVIII. El aporte ideológico consistió en que los occidentalizados ilustrados en mención también mantuvieron y justificaron la esclavitud de la población africana al considerarla inferior con relación a la europea, como puede apreciarse en el libro de Montesquieu, El espíritu de las leyes ([1748] 1984, Vol. I, libros XVII y XV). Es más, esa mirada de desprecio o de desdén hacia la cultura africana y también americana, es apreciable en el mismo Rousseau, al referirse a estas como pueblos de “bárbaros” o de “salvajes” quienes a su vez no tienen el derecho de decidir sobre su propia libertad, puesto que esta decisión depende única y exclusivamente de las naciones “civilizadas”; es decir, de la cultura occidental (Rousseau, [1753] 1989, pp. 193-287).

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pp. 52-75-127-160)12, o la toma del poder de Cartagena de Indias por parte de los negros y mulatos del barrio Getsemaní (durante casi tres años), después de haber obligado al cabildo de la ciudad a proclamar su independencia absoluta el 11 de noviembre de 1811, con relación a la Corona española (Múnera, 1998, pp. 180-207)13.

Conclusiones - A través de este artículo se estableció que la situación jurídica de la población esclava neogranadina hacia la segunda mitad del siglo XVIII, no tuvo un cambio significativo en sus vidas pese a las disposiciones reales que buscaron protegerla de los abusos de sus propietarios. Este hecho probablemente obedece a la combinación de dos factores: en primera instancia, la fragmentación territorial que impidió la presencia (simbólica y material) de las autoridades virreinales (centrales) en un espacio mayoritariamente rural, lo cual propició la adopción de las normas locales establecidas por la fuerza de la costumbre y en según lugar, a la propia naturaleza de estas disposiciones emitidas por la Corona española, puesto que mantuvieron su carácter punitivo y coercitivo con relación a los esclavos. - De este modo, los negros esclavos ante la imposibilidad de poder realizar un proyecto vital acorde a sus prácticas y dinámicas culturales, optaron por asumir formas de resistencia (“subrepticias” o “abiertas”) ante la sociedad esclavista. Indudablemente las fugas de esclavos que persiguieron la constitución de palenques (la mayoría de estos casos duró poco tiempo), fueron los actos de oposición más importantes hacia el sistema colonial, en donde pudieron recrear un proyecto sociocultural y político, sin la mirada censurante del amo o las autoridades virreinales. - Con relación a las ideas antiesclavistas que circularon en el Nuevo Reino de Granada provenientes del extranjero hacia finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, debe anotarse que fueron los propios negros esclavos o las llamadas “castas” quienes adoptaron e interiorizaron dichas ideas, las cuales probablemente se habían ido cocinando o sedimentando en el transcurso de los casi tres siglos precedentes de esclavitud y no de “arriba” (como en los círculos de estudiosos o ilustrados criollos) hacia “abajo” como pudiera pensarse. Esta hipótesis podría tomar más fuerza y relevancia si se produjeran trabajos inscritos en el plano de la microhistoria, que den cuenta de las construcción ideológica que inspiraron las rebeliones esclavas o la formación de palenque hacia finales del siglo XVIII. 12

La “segunda fase” de la Revolución Comunera, según este autor, se caracterizó por la inclusión de las capas sociales más bajas (blancos pobres, mestizos, indios y esclavos negros, entre otros), perfilándose cada vez más en una lucha decididamente social y anticolonial, en contraste con la “primera fase” la cual fue de carácter policlasista.

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Este autor sostiene que los negros y mulatos del barrio Getsemaní obligaron a los miembros del cabildo de la ciudad a declarar la independencia de España, porque esta los seguía excluyendo como ciudadanos al ratificarlo así durante las sesiones que se llevaron a cabo entre criollos e ibéricos en la Corte de Cádiz, durante el periodo de expansión napoleónica en España y el vacío de poder que produjo este hecho en sus colonias de ultramar.

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ISSN: 0120-8454

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Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 321-344

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La “República de Colombia” del Libertador Simón Bolívar*

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Carlos Uribe Celis**

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Recibido: febrero 15 de 2013 Aprobado: abril 19 de 2013

Resumen Este ensayo traza el recorrido histórico de la “República de Colombia” como la visualizó, la programó y le dio vida el Libertador Simón Bolívar. La “República de Colombia” de Bolívar era la unión de lo que después constituyeron tres repúblicas distintas, hoy conocidas como Venezuela, Colombia y Ecuador. Bolívar aprovecha parcialmente una idea original de Miranda (la “Colombeia” del sueño continental del Precursor), y este ensayo ilustra la configuración del proyecto bolivariano, desde sus comienzos ajenos hasta la disolución del mismo, lo que prácticamente coincide con la muerte del Libertador. La historia de “Colombia” se ubica aquí en el contexto de la lucha bolivariana por la Independencia del norte y centro de Suramérica. Palabras clave: Nación, Nationbildung, Independencia, Revolución, Congreso de Angostura, Congreso de Cúcuta, Constitución, Páez, Santander.

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Este trabajo es el resultado final de una investigación que obtuvo a su vez el primer puesto en el concurso nacional de ensayo histórico “La independencia en el Nuevo Reino de Granada”, organizado por el Instituto de Estudios SocioHistóricos Fray Alonso de Zamora de la Universidad Santo Tomás-Sede Principal, durante el primer semestre de 2011.

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El autor de este trabajo es profesor de cátedra de la USTA. Es profesor titular (r) de la Universidad Nacional de Colombia. Es MA. en Economía de la Universidad de Ohio, Estados Unidos y M. Phil en Planeación y Desarrollo Económico de la Universidad de Cambridge, Inglaterra y Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia. E-mail: carlosuribe@ usantotomas.edu.co

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The “Republic of Colombia” of the Liberator Simon Bolivar*

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Carlos Uribe Celis**

Abstract This essay traces the historical journey of the “Republic of Colombia” as envisioned, planned and created by Simon Bolivar. Bolivar’s “Republic of Colombia” was the union of which later became three different republics, now known as Venezuela, Colombia and Ecuador. Bolivar, partially uses a Miranda’s idea (the “Colombeia” from the Precursor’s continental dream), and this Essay illustrates the configuration of the Bolivarian project, from its beginning to its dissolution, which practically coincides with the death of the Liberator. The History of “Colombia” is located here within the context of the Bolivarian struggle for independence of Northern and Central South America. Keywords: Country, Nation building, Independence, Revolution, Congress of Angostura, Cúcuta Congress, Constitution, Páez, Santander.

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This work is the outcome of an investigation which in turn obtained the first place in the national historical essay contest “Independence in the New Kingdom of Granada”, organized by the Institute of Socio-Historical Studies Fray Alonso de Zamora Santo Tomas University Headquarters, during the first half of 2011.

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The author of this paper is a part-time Professor at USTA. He is Professor (r) at Universidad Nacional de Colombia. He is MA. in Economics from the University of Ohio, USA and M. Phil in Planning and Economic Development from the University of Cambridge, England and sociologist from the Universidad Nacional de Colombia. E-mail: carlosuribe@ usantotomas.edu.

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La “République de Colombie” du « Libertador » Simón Bolívar*

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Carlos Uribe Celis**

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Résumé Cet essai retrace le parcours historique de la “République de Colombie” tel que l’a visualisée, programmée et lui a donné vie le Libertador Simón Bolívar. La “République de la Colombie” de Bolívar était l’union de ce qu’après ont constitué trois républiques différentes, connues aujourd’hui comme Venezuela, Colombie et Équateur. Bolívar profite partiellement d’une idée originale de Miranda (la “Colombeia” du rêve continental du Précurseur), cet essaie illustre donc la configuration du projet bolivarien, depuis ses commencements jusqu’à sa dissolution, ce qui coïncide presque avec la mort du Libertador. L’histoire de la “Colombie” se place dans le contexte de la lutte bolivarienne pour l’indépendance de l’Amérique du Nord, du Centre et du Sud. Mots clés: Nation, Nationbildung, Indépendance, Révolution, Congrès d’Angostura, Congrès de Cúcuta, Constitution, Páez, Santander.

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Ce travail est le résultat final d’une recherche qui a obtenu le premier prix lors du concours national d’essai historique “L’indépendance au Nouveau Royaume de Grenade”, organisé par l’institut d’études Socio-Historiques Fray Alonso de Zamora de l’Université Santo Tomás. Siège Principal, pendant le premier semestre 2011.

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L’auteur de ce travail est enseignant auprès de la USTA. Professeur titulaire (r) de l’Université Nacional de Colombia. Es Magister en Économie de l’Université de Ohio, États-Unis et M. Phil en Planification et Développement Économique de l’Université de Cambridge, Angleterre. Sociologue de l’Université Nacional de Colombia. E-mail: carlosuribe@ usantotomas.edu.co

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Carlos Uribe Celis

Bolívar sueña con una nación de verdad “Bolívar concebía la revolución como una lucha por la independencia y la independencia como la creación de una nación”. John Lynch En el año 2010 se celebra el bicentenario de las independencias hispanoamericanas. Se supone que los países que existen hoy son los que siempre fueron y los que deben ser. Pero la idea de independencia del Libertador Simón Bolívar, lo llevó no solo a poner su dama sobre escaques predeterminados en el ajedrez continental, sino que comprendió correctamente que esa independencia no era viable sino a partir de naciones de verdad que impusieran respeto en el contexto político mundial. Y así Bolívar no solo se ocupó de independizar repúblicas sino que las fundó. Este ensayo ilustra sobre el desarrollo, breve como por desgracia vino a ser, de una de estas naciones. Lest we forget: “para que no olvidemos”. Era el año de 1813, año feliz y glorioso para Bolívar, año en que casi de la nada habiendo sacado un ejército de la Nueva Granada, entró por Cúcuta a Venezuela en medio de la así llamada “Campaña Admirable”. Allí cobró sus primeras victorias. Allí derrotó, o puso en fuga, el ejército del galonudo general canario y realista Domingo Monteverde. Y así para impensable remate de una cadena de audacias y por favor de la fortuna consiguió Bolívar entrar a Caracas, cubierto de gloria militar y política por primera vez, el 6 de Agosto de 1813. Y en ese preciso año “admirable” también otro “libertador” venezolano, Don Santiago Mariño, logró posesionarse casi tan heroicamente como Bolívar en el Oriente del país, es decir, en la provincia de Cumaná, Tierra Firme, como entonces se decía, allá abajo y al frente, mediando el mar, de los territorios isleños de Margarita y Trinidad. No se había, ni mucho menos, consolidado la presencia, la estatura histórica, el prestigio militar ni político, la fama guerrera, en suma, de Simón Bolívar. Todo empezaba entonces. Todo era inesperado y sorprendente. Bolívar por el Occidente y Mariño por el Oriente eran tan accidentales, tan “emergentes”, tan advenedizos como cualquier pirata de los que infestaban los mares antillanos cuando caían como langostas pestíferas sobre las costas de Tierra Firme1. La gesta de la Independencia del Norte de Suramérica fue en gran medida una empresa de aventureros. Se trataba de asaltar la debilidad de la estructura imperial española tanto en el mar contra los barcos que transportaban el tesoro de las Indias (y en esto Inglaterra era il capo di capi) como en contra de la tierra

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Tierra firme es obviamente el continente para un marino, y para los descubridores o sus sucesores toda la América continental era tierra firme, pero en el siglo XVIII y XIX Tierra Firme, con mayúsculas, era el nombre alterno que se daba a Venezuela, porque tantos territorios isleños del Caribe en manos de europeos diversos como Cuaracao, Trinidad, Granada, Aruba, Barbados, Puerto Rico, etc., se desenvuelven en la medialuna antillana justo encima de Venezuela.

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firme, donde nativos y extranjeros se aventuraban a la vez, pero los primeros tenían más probabilidad de triunfo, pues, al cabo para ellos la tierra era su elemento, al revés de lo que pasaba con los hombres del mar. Por tanto Don Santiago Mariño, un carismático joven aristócrata de adscripción masónica nacido en el archipiélago de Margarita en 1778 y con tanto coraje y utopías como Bolívar, aunque con menos visión que él, aspiraba a convertirse en el dueño de estos territorios liberados. En un sentido importante en 1813 la ventaja de Bolívar sobre Mariño era escasa, aunque Bolívar, admitámoslo, se había hecho a Caracas, la capital y, así, se alzaba con la joya de la corona en el contexto de la carrera independentista venezolana. Mariño, pues, consciente de su indiscutible poder temporal, propuso a Bolívar, en medio de la contra-revolución que siguió a Agosto del 13, que partieran a Venezuela en dos mitades: la Venezuela del Occidente, que sería para Bolívar, y la Venezuela de Oriente, que Mariño se apropiaría. La repuesta de Bolívar en carta “Al ciudadano General en Jefe de Oriente, Santiago Mariño” (16 de Diciembre de 1813) no pudo ser más explícita, firme y contundente: “Si constituimos dos poderes independientes, uno en el Oriente y otro en el Occidente, hacemos dos naciones distintas, que por su impotencia en sostener su representación de tales, y mucho más de figurar entre las otras, aparecerán ridículas. Apenas Venezuela unida con la Nueva Granada podría formar una nación que inspire a las otras la decorosa consideración que le es debida. […] Divididos seremos más débiles y menos respetados por nuestros enemigos y por los países neutrales. La unión bajo un solo gobierno nos fortalecerá y será productiva para todos [resaltado mío]” (Bolívar, Carta a Mariño (Dic.16 de 1813) in Lecuna, 1978, tomo I, p. 77).

Significativamente, en 1822 la película se repetía en un escenario bien distinto. Bolívar tornó a decir entonces ya no con Venezuela sino con su “Colombia”, ahora constituida, en la mira. El tono es sin duda más sombrío y el dejo más cáustico: “Tenemos dos y medio millones de habitantes derramados en un dilatado desierto [se refiere a la Colombia bolivariana]…una parte es salvaje, la otra esclava, los más son enemigos entre sí y todos viciados por la superstición y el despotismo. Hermoso contraste para oponerse a todas las naciones de la tierra! Esta es nuestra situación! Esta es Colombia, y después la quieren dividir” (Bolívar in Lecuna, 1978, tomo II, pp. 114-115).

Y en el centro de esa obsesión por una patria respetable que lo lleva a romper lanzas por la indivisibilidad de Venezuela -y luego la de “Colombia”- se encierra exactamente el motivo que llevó a Bolívar a unir territorios que la administración española o la reciente aventura independentista habían seccionado por razones de burocracia estatal, o que querrán ser destazados por obra de la ambición narcisista de los caudillos nativos. ANÁLISIS No. 83

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¿Cuáles eran esas grandes piezas del rompecabezas del Imperio? Solo unas pocas: El Virreinato del Río de la Plata (o de Buenos Aires), el Virreinato del Perú, el Virreinato de Nueva Granada, el Virreinato de México (o de Nueva España). Tales eran los importantes. Sumábase a esto, de manera ciertamente secundaria y subalterna, las Gobernaciones (o Capitanías) de Cuba, Florida, Guatemala y Chile. Lo que hoy llamamos Centro-América, esa lengua de tierra entre México y Nueva Granada (distinguida entonces como Capitanía de Guatemala) era un espacio que se dejaba al cuidado del Virrey de México y, en parte, más que todo la porción antillana sur (la actual Panamá y Nicaragua), a la atención del Virrey de Nueva Granada, cuya principal plaza no era Santafe sino Cartagena, la fortaleza negrera más apreciada del Imperio. En cuanto a La Florida, cayó en manos de USA, la joven y pujante República del Norte, pronto en el siglo XIX. Por su parte, Puerto Rico y Santo Domingo entraban solo como apéndices en la órbita administrativa de Cuba. En suma, el Imperio estaba compuesto por cuatro grandes países y unos territorios exiguos continentales o isleños de mayor o menor valor estratégico, pero de secundaria entidad administrativa. En ningún caso, pues, se trató de los diecisiete países –más bien ¡paísitos!, digámoslo- de que habría hablado el abate Dominique de Pradt, según cita Bolívar, no sin cierta pretensión erudita y pomposa, en La Carta de Jamaica2. La “República de Colombia” de Bolívar, como se expondrá aquí más adelante, es el producto más elaborado y con mayor arraigo en la visión y el corazón de Bolívar, el efecto real de aquella idea de que, si de construir nación se trata (nation-building, nationbildung, llaman los europeos), esta entidad –la nación- para ser debe ser fuerte e inspirar respeto en el concierto mundial. Para inspirar respeto, consideración efectiva en el concierto mundial, no basta con una bandera, un himno y un nombre sonoro sino que hace falta peso geopolítico, entidad militar, riqueza natural y, sobre todo, capacidad de generar equilibrio (o, más propiamente, “desequilibrio”) cuando de afirmar su identidad y hacer valer la dignidad nacional ante propios y extraños se trata. Doscientos veinticinco años de independentismo nacionalista en el mundo nos han dejado poco más que un puñado de Naciones con mayúscula (USA, Brasil, Canadá, México, Australia, siendo aún generosos) y dos centenares de territorios con vistosos colores en sus laboriosas o abigarradas insignias (banderas) o tonadas oficiales (himnos), como se ve en el panorama geopolítico más bien triste, sino deprimente o desesperado, de África, Latinoamérica y Asia. Aquí conviene no olvidar que algunas de las naciones de verdad –y se 2

“M. de Pradt –escribe Bolívar en La Carta de Jamaica- ha dividido sabiamente la América en quince a diecisiete Estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diecisiete naciones” [Simón Bolívar, Doctrina del Libertador. Los Ruices Sur, Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1976, p. 68]. Estos Estados de que habla aquí Bolívar son extensiones geográficas, que desde el punto de vista de un europeo, como Monsieur de Pradt, podrían albergar naciones, al modo de la división geopolítica europea. Pero mucho va de Europa a América y es claro que Bolívar, en la misma Carta de Jamaica y en el curso de su vida política, piensa de manera muy diferente como se hará patente en este ensayo. M. de Pradt (1759-1805) es el belga Dominique George Frédéric Dufour de Pradt, obispo de Mechelin/Malinas, Bruselas, Bélgica. Fue capellán de Napoleón y escritor reconocido en su tiempo.

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descuenta, claro está, a Europa, que no tuvo que “independizarse”- que hoy campean conspicuamente en el mundo como Japón, China, e India que eran naciones a buen seguro antes de 1786, que luego, pudieron ser sojuzgadas por Europa (como India o China), pero recuperaron su independencia en procesos, sin duda, muchos menos calamitosos y, sobre todo, menos ambiguos que lo ocurrido en Latinoamérica en el siglo XIX como en África (y la ex Unión Soviética) en el siglo XX. La “República de Colombia” de Bolívar, para evitar tempranamente equívocos, es la reunión en un solo Estado y un solo gobierno de lo que hoy llamamos Colombia, Venezuela y Ecuador (y Panamá), que fue una realidad palpitante, egregia –y también dramática, contenciosa convulsa- entre 1817 y 1830. Aunque Ecuador solo fue incorporado en 1822, la “Colombia” de Bolívar duró cabalísticamente 11 años exactos; entre la 1 de la tarde del 17 de Diciembre de 1819 en Angostura del Orinoco y la 1 de la tarde del 17 de Diciembre de 1830, cuando el Libertador muere en Santa Marta de Nueva Granada o Cundinamarca, como se la denominó en el Congreso de Angostura. Conviene dejar sentado que el nombre de “Gran Colombia”, como algunos textos de historia en estas latitudes han por mucho tiempo repetido, es un nombre espurio. Nunca existió la flamante “Gran Colombia”. Solo “Colombia”, nombre adoptado por Bolívar y tomado del cuño de Don Francisco de Miranda. Así llamó Bolívar esa unión de Venezuela y Nueva Granada, entendiendo que en la visión de Bolívar y de la metrópoli peninsular (España), la Presidencia de Quito, con Guayaquil incluido, pertenecía a la administración del Virreinato de Nueva Granada. Si por cinco años desde 1817, no había sido Quito realmente extraído de las manos de los realistas, esto se puede entender meramente como un azar de la guerra, azar que fue pronta y felizmente subsanado. Y, bien, ¿qué pasa con lo que hoy llamamos Colombia? Esta Colombia recoge su nombre en un más amplio título solo desde 1863. Cuando la anterior Confederación Granadina empezó a llamarse Estados Unidos de Colombia. También, para el caso, Venezuela y Brasil adoptaron los nombres de Estados Unidos de Venezuela (1864-1953) y Estados Unidos de Brasil (1889-1968) respectivamente. Puede recordarse, a propósito, el curioso nombre de Estados Equinocciales de Colombia, que le fue asignado en el papel por Don Antonio Nariño, el Precursor neogranadino, a la “Colombia” bolivariana en un proyecto de constitución que sin ningún éxito presentara al Congreso de Cúcuta de 1821 (Valencia Villa, 1987, p. 59). Colombia se llama Colombia, como la conocemos hoy; como República de Colombia, propiamente solo desde el año de 1886. Colombia es, pues, un territorio con solo124 años de vida. El mismo territorio fue, en cambio, Nueva Granada, antes y después de la Independencia y de la actuación de Bolívar, por un espacio de 135 años, desde 1717 hasta 1819 y desde 1830 hasta 1863. Y había sido Real Audiencia de Santa Fe, al frente de la cual había una Presidencia por 169 años: de 1548 a 1717. Fue Cundinamarca efímeramente entre Diciembre de ANÁLISIS No. 83

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1819 y Octubre de 1821 (fin del Congreso de Cúcuta)3. A partir de 1821 y hasta 1830 como parte de la “Colombia” bolivariana fue solo un conglomerado de cuatro departamentos: Boyacá, Cundinamarca, Cauca y Magdalena4; que corrían parejas con los tres Departamentos venezolanos: Zulia, Orinoco y Venezuela. Recuperará su nombre auténtico, original de Nueva Granada en 1830. Ahora bien, el Virreinato de Nueva Granada fue un virreinato tardío de inspiración borbónica. Los Virreinatos de Nueva España (México) y del Perú fueron los primeros de Hispano-América y proceden de las órdenes prístinas de la monarquía Habsburgo de Don Carlos V, quien les dio vida en la primera mitad del siglo XVI. El Virreinato de Buenos Aires, establecido sobre el país del Río de la Plata, es medio siglo posterior al de Nueva Granada5. Después de 1830, la actual segregada Colombia tornó a ser Nueva Granada, su nombre propio, hasta 1857 cuando dio un ligero sesgo al apelativo para llamarse Confederación Granadina, nombre con el que persistió hasta 1863. La “República de Colombia” de Bolívar, que convoca aquí nuestra atención preferente es, pues, como es evidente, una entidad nacional de mucha mayor significación geopolítica que la actual Colombia, que es solo una porción de la Colombia bolivariana original. Nuestro objetivo es presentar ahora una nota histórica sobre esa excelente realidad política que hizo decir a Bolívar, poco después del Congreso de Angostura (ocurrido en Diciembre de 1819): “Las potencias extranjeras al presentaros constituidos sobre bases sólidas y permanentes de extensión, populación y riqueza os reconocerán como nación […] La intensión de mi vida ha sido una: la formación de la República libre e independiente de Colombia […] Lo he alcanzado. Viva el Dios de Colombia [resaltado mío]” (Bolívar, Proclama (Dic. 29 de 1820) in Lecuna (1978), tomo V, p. 362).

Siendo Simón Bolívar un hombre original –y a más genial y absolutamente entregado a una sola tarea histórica que el fundió con la propia realización de su ser- una parte considerable e importante del ideario de Bolívar está en y procede de Miranda. Esto no ha sido suficientemente resaltado hasta el presente. La relación personal de Bolívar con Miranda rebasa el objetivo particular de este ensayo. Solo conviene a este punto resaltar al menos tres ideas bolivarianas centrales que fueron primero de manera clara expuestas por Miranda, cosa que difícilmente Bolívar ignoraba, solo que el episodio de contradicción profunda en

3

Los tres departamentos de la “República de Colombia” emanada de Angostura del Orinoco fueron Venezuela, Cundinamarca y Quito.

4

Los Departamentos se dividían en Provincias. El Departamento de Boyacá estaba compuesto por las provincias de Tunja, Socorro, Casanare y Pamplona. Cundinamarca por las provincias de Bogotá, Antioquia, Mariquita y Neiva. Cauca por Popayán y Chocó. Magdalena por Cartagena, santa Marta y Riohacha. Más tarde Ecuador se hallará dividido en los Departamentos de Ecuador, Guayaquil y Azuay.

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La historiadora Ana Luz Rodríguez señala los siguientes años para la instauración de los virreinatos coloniales: Nueva España (México): 1535, Perú: 1543, Nueva Granada: 1717, Río de la Plata: 1776. Ver: Luis: E. Rodríguez et. al. 2006, p. 82.

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18126, que marcó el destino de los dos venezolanos más ilustres, impidió quizá el reconocimiento explícito por Bolívar de esa enorme deuda. Bolívar no era rencoroso o anclado al pasado, así que su conflicto con Miranda no era una buena razón para desechar algunas de las ideas inapelables de El Precursor7, aunque nunca lo mencionara en tal sentido, tal vez por la hondura del incidente fatal. Esas tres deudas intelectuales de Bolívar con Miranda son: uno, la liberación de Hispano-América bajo la égida de Inglaterra o, de otro modo, la inclusión central de Inglaterra en el proyecto emancipador. Dos, la estructura del nuevo gobierno a imitación de la Constitución inglesa con Senado de Nobles, Cámara de Comunes y Monarca, aceptado o adaptado (El Inca de Miranda8) o sustituido por un Presidente Vitalicio (Bolívar). Y, finalmente, tres, la imaginería de Colombia –nombre y bandera- y la idea de un país grande y fuerte, antes que un archipiélago de republiquetas. Las historias criollas de este lado suelen mencionar como precursores fácticos de la independencia bolivariana movimientos como los ocurridos en la década del 80 del siglo XVIII: La Revolución de Condorcanqui (José Gabriel Condorcanqui, o Revolución de Túpac Amaru) en El Cuzco, Perú, 1780-1781; la Revolución de los Comuneros en El Socorro, actual Colombia, 1781; La Revolución de Juan Guerrero en México en 1794, la Revolución del Negro Leonardo Chirinos en la Sierra de Coro, Venezuela, 1794; la Revolución de Gual, España y Picornel en Venezuela, 1797. Todos estos movimientos fueron derrotados y sus líderes decapitados, ahorcados o preventivamente apresados. Menos, mucho menos mencionados, son los precursores ideales o intelectuales. Salvador de Madariaga (1945, pp. 829-835), por ejemplo, cita cinco planes de independencia distintos, desde tan temprano como 1743 hasta los años 80 del siglo XVIII: El primero es un plan de conspiradores anónimos de México que es presentado en 1743 (ojo a esa tempranísima fecha, muy anterior a la Revolución USA americana y a la francesa). Este proyecto de independencia de Hispano-América fue presentado a Oglethorpe, alto militar inglés de las Antillas Británicas. El segundo proyecto precursor es de un francés, el Marqués de Aubarède, que en 1776 presenta a representantes del gobierno inglés en Londres un plan de emancipación de las colonias hispanoamericanas. El tercero es de un tal Antonio de Prado, que parece ser el seudónimo de un Duprex, francés, quien también, para variar, acude a Inglaterra como sostén. Un cuarto precursor intelectual es Francisco de Mendiola, de México. Y, finalmente, pero no menos importante, es el plan (o los planes) de Don Sebastián Francisco de Miranda, el Precursor.

6

Cuando Bolívar entregó a Miranda al general realista Francisco Monteverde.

7

El Precursor es el nombre que la historia le dio a Don Francisco de Miranda, como a Bolívar se lo conoce como El Libertador y a San Martín como El Protector.

8

En 1790 y al final de este decenio Miranda se entrevistó con el Primer Ministro inglés William Pitt. A Pitt miranda le presentó un proyecto de Constitución de los países liberados de España con pretendida ayuda británica: esa Constitución hablaba de un Senado de nobles, una Cámara de Comunes y un rey Inca o un soberano nativo llamado Inca cuyo poder era hereditario. Ver Salvador de Mandariaga, 1945, p. 887.

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Obsérvese que todos se dirigen con su plan a Inglaterra, incluido por supuesto Miranda. El propio Miranda confiesa que en 1784 él y otros conspiradores indianos elaboraron en New York9 un plan de emancipación de Hispano-América “con la cooperación de Inglaterra”. La idea de involucrar a Inglaterra, o mejor, de verla como la garante, mecenas y protectora de la revolución que es tan frecuente en Bolívar –pues Bolívar es un verdadero anglófilo y su primer tarea oficial, tras el Grito de 19 de Abril de 1819 en Caracas, es viajar a Londres a pedir reconocimiento político y ayuda económica y militar- es, pues, pan cotidiano y comida de todos a principios del siglo XIX. Obviamente, hay una sola razón para pensar en Inglaterra. Esta razón no tiene nada que ver ni con el idealismo ni con el altruismo inglés, si estos existen. Concierne más bien al interés de Inglaterra en la expansión de su comercio, a su vocación para el colonialismo económico, a su empeño por la globalización del capitalismo, a su ansia voraz de lo que Marx llama la “ganancia del Capital”, o con la vieja frase latina: el auri sacra fames. De tal suerte que, al contrario de lo que se ha sostenido, las primeras ideas revolucionarias en América son anteriores a la Revolución Francesa. Y en esas ideas no hay “revolución en un solo país”, como fue paradigmáticamente la revolución comunista de Stalin, sino que lo que se tiene es comprensión de Hispano-América como una unidad, o como un puñado de robustos países, única forma posible, quizá, de enfrentar al bravo Toro español. Esta referencia espacial de la lucha liberadora y de su producto específico: una colonia libre, es decir, una ex colonia triunfante, es común a los primeros esfuerzos organizativos de Bolívar. Bolívar en su primera misión como representante de una nación independiente, o en trance de serlo, que es “Caracas” o Venezuela (España usó como marbetes administrativos los dos nombres indistintamente). Estando en Londres (de julio 12 a septiembre 21 de 1810) expone la idea de una federación de naciones americanas en un artículo del periódico londinense Morning Chronicle, edición del 5 de septiembre de 1810: “El día […] no está lejos, en que los venezolanos […] alzarán definitivamente la bandera de la independencia y declararán la guerra a España. Tampoco descuidarán invitar a todos los pueblos de América a que se unan en confederación. Dichos pueblos […] seguirán presurosos el ejemplo de Caracas [resaltado mío]”10.

Esta Federación es la forma más “civilizada”, aceptable y plausible de lo que puede arrojar la lucha por la liberación. Ante un solo cuerpo organizado Inglaterra podrá sin escrúpulos de ninguna suerte negociar acuerdos y acordar tareas conjuntas o recíprocas, donde la extensión del territorio y la riqueza natural del suelo, podrán compensar la inexperiencia de un nuevo integrante 9

El Plan de Insurrección independentista fue presentado también al general Americano Henry Fox, y comunicado al Presidente George Washington y a su secretario del tesoro Alexander Hamilton.

10

Citado en http://www.gratisblog.com/rumbo_al_socialismo/111655_las_raices_de_la_gran_colombia.httm (sept. 27 de 2007). [Consultado en diciembre 12 de 2010]. Ver también a propósito Mandariaga, 1985, T. 2, p. 249.

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del concierto mundial de las naciones. Por el contrario, una cabila de imprevisibles interlocutores nacionales o para-nacionales desarticulados prendería las alarmas en el Foreign Office sobre la maturity, la “oppotunity” o la “convenience” de la empresa independentista. Para abundar en el esquema de Federación de las colonias independizadas vale la pena referir la idea de Miranda expuesta al primer ministro inglés William Pitt en 1797. Se había entrevistado antes con Pitt con vistas al mismo objetivo –la independencia de las colonias españolas- en 1790. En 1797 Miranda, según cuenta en su diario, presentó a Pitt un proyecto de estructura gubernativa o Constitución para las colonias libres in toto. Ese gobierno sería, le dijo el indiano al inglés, “muy semejante al de la Gran Bretaña […] pues debe componerse de una Cámara de Comunes, otra de nobles y un Inca o soberano hereditario”. “Leyolo [Pitt] todo con atención –narra Miranda- y llegado al artículo del Inca hereditario, dio un gran asentimiento bajando la cabeza” (Madariaga, 1945, p. 877). Obsérvese, de paso, la similitud de la utopía de Miranda con el proyecto constitucional de Bolívar (la Constitución Boliviana), ya no tanto en lo de la Federación11 sino en la estructura de gobierno como Bolívar la propone para el norte de Suramérica) en Febrero 15 de 1919 (Discurso de Angostura) y en Mayo de 1826 (Constitución Boliviana). Debemos también a Miranda el nombre de Colombia. O “Colombeia” o “Continente Colombiano” o “Continente Américo-Colombiano” como también la llama12. La “Colombeia” de Miranda abarca toda Latinoamérica de México a la Patagonia. Es esta la que el pinta a Pitt como gobernada por un emperador, que Miranda llama Inca (o Ynca), pues el país de Miranda era un Imperio13, un imperio nativo, criollo. Y la capital de ese Imperio sería Colombo y se ubicaría en el Istmo de Panamá. Colombeia o Colombia y Colombo son, como es obvio, un homenaje de este soñador al descubridor Cristóforo Colombo –Cristóbal Colón-. Las utopías “colombianas” de Miranda están plasmadas en el Plan de Gobierno Federal de Miranda 1801 y en otros escritos suyos (Bohórquez, Carmen, 2006). Pero tal vez la primera manifestación pública del nombre de Colombia ocurrió en Londres en 1810 y naturalmente se debió a la pluma de Miranda, quien hizo circular un efímero quincenario: un periódico, entre marzo y mayo de ese año. El periódico se llamaba justamente El Colombiano (Bohórquez, Carmen, 2006, p. 14).

11

Federación, hay que admitirlo, es una idea de Bolívar en 1810. A partir de 1812 Bolívar es un antifederalista acérrimo en lo que respecta a Venezuela (lo ilustra con lujo de detalles en La carta de Jamaica). Es antifederalista también respecto de su “República de Colombia”. Los federalistas son Santander y Páez. Pero en lo que respecta a Hispano-América, frente a Europa y frente a los amenazadores USA o “hermanos del Norte” Bolívar vuelve a creer en la Federación. Es justamente su propósito en torno al malogrado Congreso Anfictiónico de Panamá (1926). La idea de Federación resurge (1826, tras el fracaso del Congreso anfictiónico) en la Federación o Confederación de los Andes o asociación de “Colombia”, Perú y Bolivia.

12

Ver Carmen Bohórquez, 2001, Francisco de Miranda: la construcción política de una patria continental, en http://www. analitica.com/bitblio/carmen_bohorquez/miranda.asp. [consultado en diciembre 10 de 2010].

13

Miranda bosquejó un proyecto del Imperio Hispano-Americano en lo que se conoce como el “Plan de Gobierno de 1801”. Ver http://constitucionweb.blogspot.com/2010/04/planes-de-gobierno-francisco-de-miranda.html [consultado en diciembre 10 de 2010].

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La bandera tricolor: añil-rojigualda (azul roja y amarilla) fue inventada por Miranda (¡Todo utopista es un artista!) y la usó en su primera aventura militar por la emancipación de América hispana en 1806, Fue en Haití donde se izó por primera vez la bandera colombiana. Germán Arciniegas reporta los detalles de la biografía del Tricolor mirandino. Arciniegas (1984) nos dice que: “Thomas Lewis comunica a Miranda el 26 de febrero de 1806 sus gestiones en Port-au-Prince: “He conseguido todo lo necesario para la bandera y también sillas de montar, espadas, charreteras, plumas… seda azul, una pieza de cashimir amarillo, una pieza de tejido azul”. “Llegó por fin el día solemne… era el 12 de marzo de 1806 cuando el tricolor flamante cosido por largos y lindos dedos negros de mulatas haitianas subió lentamente el palo del Leander ante los ojos de un Miranda apoteósico, vistiendo siempre casaca azul y el corazón henchido de gozo, saludando a su bandera, al tricolor de rebeldía amarillo, azul y rojo” (p. 319).

Cuando el día 3 de agosto desembarca El Precursor en La Vela de Coro a bordo del Leander con seis barcos, tres cañoneras y por lo menos setenta cañones, el Leander es el primer barco en la historia con bandera colombiana. Pero entonces será solo el símbolo de una ilusión pasajera, pues Miranda, el héroe de las “gloriosas desgracias” –como dijera alguien (Masur, 1960, p. 69)— tendrá que retornar frustrado a la entraña del Caribe solo diez días más tarde. Este tricolor mirandino, como lo conocemos hoy, al menos en sus colores, si no en el tamaño de sus áreas pintadas, fue desplegado por primera vez triunfalmente y en tierra firme durante la Primera República venezolana el 14 de julio de 1811, estando Miranda en Caracas a punto de ejercer como General en Jefe de los ejércitos patriotas. Obsérvese cómo el tricolor en la mente de Miranda era la insignia de un continente entero y en el de Bolívar de lo que el llamará, copiando de cerca el sueño de Miranda, la “República de Colombia”. “Colombia” como proyecto de Bolívar se anuncia por primera vez en diciembre de 1812 en su famoso Manifiesto de Cartagena, el primer gran documento público de Bolívar, aquel mismo texto que en su quinta línea introductoria nos deja las palpitantes e inolvidables frases: “Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas…”. Es este el texto en que Bolívar critica acremente el federalismo y, en consecuencia, proclama el centralismo (no precisamente “democrático”) como una necesidad de la guerra: “Si Caracas, -escribe allí dramáticamente- en lugar de una confederación lánguida e insubsistente, hubiese establecido un gobierno sencillo […] tu existieras, Oh, Venezuela!”. El Manifiesto de Cartagena no es, pues, más que una petición desgarrada y razonada al tiempo para que los granadinos asuman la caída de la Primera República venezolana como cosa propia y para que conjunten sus fuerzas y sus destinos: un destino que para Bolívar se llama 332

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“Colombia” y puede, por tanto, denominarse legítimamente “colombiano”, que es como el Libertador lo llama precisamente en ese texto memorable: “Su gloria [la de la Nueva Granada] depende de tomar a su cargo la empresa de marchar a Venezuela, a libertar la cuna de la independencia colombiana […] y aquel benemérito pueblo caraqueño, cuyos clamores solo se dirigen a sus amados compatriotas, los granadinos, que ellos aguardan con una mortal impaciencia [resaltado mío]” (Bolívar, 1976, p. 17).

El siguiente hito en la historia de “Colombia” -la Colombia bolivariana, claro está- viene perfilado, ya en completa madurez, en La Carta de Jamaica (1815). Aquí Bolívar se aparta convenientemente de la utopía mirandina continental, que el recogiera vagamente en su artículo del Morning Chronicle de Londres en 1810. Contrariamente dice en La Carta: “Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república. […] Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resorte de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo [en su totalidad] sería necesario que tuviese las Facultades de un Dios, y cuando menos las luces y virtudes de todos los hombres [resaltado mío]” (Bolívar, Carta de Jamaica, 1976, p. 67).

La Carta de Jamaica, a más de una excelente monografía sobre la situación sociopolítica del continente americano hecho con criterios de epistemología positivista, es un baldado de agua fría sobre los encumbrados ideales de la democracia. No están maduros, en efecto, nuestros pueblos, al juicio de Bolívar, para la democracia, no porque no puedan todos participar con su deseo y su aspiración, sino porque el nivel de ese deseo resultaría en un producto contrahecho e inconveniente, proclive a la anarquía y en nada garante de una república a la altura del concierto universal. “Los acontecimientos de la Tierra Firme [Venezuela] –dice Bolívar en La Carta- nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. […] Venezuela ha sido […] el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma democrática y federal para nuestros nacientes estados. […] En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte [USA], los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina” (1976, p. 67).

Bolívar sabe que desbroza terreno farragoso y que sus afirmaciones en este campo del mejor sistema político o el más deseable, que tantos identifican con la “democracia”, suscita inmediatamente la controversia. Por eso es cauto: ANÁLISIS No. 83

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“temo mucho”, es la fórmula que “tímidamente” emplea. Y antes, frente al Latinoamericanismo –permítaseme hablar así, aún con cata-cronismo (quiero decir anacronismo al revés: del futuro hacia el pasado)- Bolívar afirmaba con un circunloquio retórico: “No puedo persuadirme que el Nuevo Mundo” etc. Pero en cuanto viene a su “República de Colombia”, en la primera presentación pública que de ella hace, parece, al contrario, en La Carta, muy seguro, convencido e inamovible: “La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad, que con el nombre de Las Casas […] se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía-Honda [en la Guajira colombiana actual…] nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Goajira (sic) [aún no civilizada]. Esta nación se llamará Colombia […] Su gobierno podrá imitar al inglés, con la diferencia de que en lugar de un rey, habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio y jamás hereditario […] y un cuerpo legislativo, de libre elección” (1976, p. 70).

Pero Bolívar es político y sabe medir perfectamente la temperatura política de los pueblos en cada hora y fecha del calendario de las naciones. La Nueva Granada es en 1815, ha sido y será para él, recurso de subsistencia política. En ella se apoyó para fundar la Segunda República en 1813 tras su toma de Caracas. Luego vino, por encomienda del Congreso de Tunja, a tomar militarmente a Bogotá (Diciembre 8 de 1814), que se resistía a la unidad con el resto de las Provincias Unidas. Después, en seguida, no pudo doblegar a Cartagena, como se lo propuso, otra vez con el apoyo de Tunja, pues en el puerto negrero se atrincheró su enemigo jurado, el Coronel Manuel del Castillo y Rada, hasta que el Leviatán de Morillo se los tragó a todos. Por eso, añade, más diplomática que doctrinariamente en la misma Carta: “Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación [que, como sabemos, para Bolívar era un cáncer político] y entonces formará por si sola un estado que, si subsiste [Bolívar en el fondo no lo cree] podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todo género [un cumplido entonces políticamente necesario]” (1976, p. 71).

Pero es en Angostura del Orinoco, en el extremo oriente de Venezuela, en Diciembre de 1819 donde y cuando Bolívar realiza su sueño dorado de fundar la “República de Colombia”. Con ello –paradojas de la historia-, Miranda (quien había muerto en 1816 preso en la Cárcel de La Carraca en Cádiz) fue póstumamente satisfecho, aunque no lo hubiera podido ver con sus ojos mortales, porque la vida viene así: lo que uno sueña, si tiene sentido, otro habrá de realizarlo y todo será para el disfrute de otros más. Bolívar retornó de Haití por segunda vez (segunda expedición de Los Cayos, Haití) en Diciembre de 1816. Y esta vez vino a ganar. Y lo primero fue “matar 334

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La “República de Colombia” del Libertador Simón Bolívar

la vaca”. La “vaca” de Bolívar era Caracas. Se la ganó en 1813, fue efímeramente feliz con ella y, luego, sostenerla se convirtió en su karma. Debió huir en 1814 de Caracas, arrastrando en su escape a los desgraciados caraqueños –Oh, terrible noche! (la Emigración de 1814)- para acabar en Cartagena y otra vez huir en Mayo del 15 a Jamaica (donde escribe su Carta) y otra vez con rumbo a Cartagena, a donde nunca llega (Morillo lo impide), pero vira hacia Haití, la tierra del ilustre y magnánimo negro Alexandre Petion (Diciembre de 1815). Allí han ido a parar todos: Mariño, Bermúdez, Piar, Zea. Y arma allí Bolívar la primera Expedición de Los Cayos con la asistencia del marino Luis Brion y el concurso del malqueriente Ducoudray-Holstein, desembarca con todos ellos en tierra firme en Julio del 16 para toparse otra vez con el fracaso y regresar a Haití en septiembre y armar incansable la segunda expedición de Los Cayos, que es justamente por donde comenzamos esta última enrevesada bitácora. Desde 1814 Bolívar quiso inútilmente reconquistar Caracas, su “vaca” kármica. Lo que 1817 trae es justamente un cambio de horizonte y de ruta (¡Al fin mató la “vaca”! Se desentiende de Caracas y se dirige al Oriente). Surge así de manera rutilante y premonitoria Angostura del Orinoco, la querencia de Mariño y de sus heroicos lugartenientes: Manuel Carlos Piar y Francisco Bermúdez. Angostura significa mucho, aunque fuera poco: solo una aldea de 600 almas. En Julio de 1817 capitula Angostura como plaza realista al final de un largo asedio patriota. Bolívar establece en ella su cuartel general. Es el inicio de la avenida de la victoria. Un lamentable desarrollo lleva al fusilamiento del gran Piar por orden de Bolívar en la plaza de Angostura el 16 de Octubre de 1817 a las 5 de la tarde. Pasamos la página híbrida, diversa, de 1817. Y el 30 de Enero de 1818 Bolívar se encuentra promisoriamente con el llanero José Antonio Páez, el caudillo patriota del Apure que había recogido para reversar la herencia del feroz Boves, aquel maldito líder diabólico de la “Legión Infernal” que bajo una bandera negra con la enseña de la muerte (calavera y dos tibias) aplastó la Segunda República y puso en fuga a Bolívar, a Mariño a Caracas entera, allanando el camino del pacificador Pablo Morillo. Boves había inventado el terror de la caballería llanera (murió batallando en Diciembre de 1814 en una lucha que ganó, la de Urica, -donde también perdió su siniestra existencia: ¡Para lo que sirve ganar en ciertos casos!); la milicia llanera elemental y guerrillera de Páez, la misma de Santander, singularmente secundada por los galones de la Legión Británica trajo el segundo y definitivo triunfo de Bolívar, significó la perdición de Morillo, completó la ruina de su Majestad Católica y el fin de su imperio de ultramar, viejo de 333 años. La ruta bolivariana del Sur: Angostura, el Orinoco, Casanare, Santafé, Pasto, Quito Junín, Ayacucho, Lima, Potosí, La Paz. Todo lejos del Caribe, lejos de Caracas (la “vaca” kármica de Bolívar, como ya decíamos) es la avenida de la victoria. Marca el camino real de Bolívar, su ruta áurea, donde se mueve como pez en el agua o, mejor, sobre el agua, sobre las aguas del Orinoco, del Apure, del Arauca, del Chicamocha y sobre las aguas pantanosas e inhóspitas de las marismas del Llano en la estación lluviosa. 1918 es el preámbulo esperanzado ANÁLISIS No. 83

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Carlos Uribe Celis

al triunfo del 19. 1918 trae azares menores, pero trae también algo militarmente crucial que ya nombramos: la Legión Británica. Crucial en el Pantano de Vargas, en Boyacá, en la Campaña del Sur.

Bolívar cumple su sueño Como Fitzcarraldo en una colina del Amazonas detengamos este “barco ebrio” de la gesta militar de Bolívar y regresemos a “Colombia”. En febrero de 1919 por sugerencia del viejo y docto caraqueño Juan Germán Roscio, Bolívar añade a su acción militar una tarea político-administrativa que reportará beneficios de todo orden. Hacia el exterior es la muestra de que esta causa no es solo la acción de bandidos o de rebeldes con causa cierta pero sin luces aparentes. Bolívar refunda la República, establece una imprenta, publica un periódico oficial: el Correo del Orinoco, abre industrias de guerra, prepara un ejército y, ante todo, convoca un Congreso con representantes de todas las provincias. Brilla entre estos últimos el granadino Francisco Antonio Zea, buen orador, culto, con prestigio de científico, aunque no siempre buen administrador. No sesionaba congreso en Venezuela desde 1812. Aquí se inaugura solemnemente el famoso Congreso de Angostura. Su discurso inaugural al Congreso de Angostura, por antonomasia el Discurso de Angostura (Febrero 15 de 1819) es, según muchos, la pieza política más equilibrada de Bolívar. Su tema vuelve a ser la Democracia y su inconveniencia para los pueblos que no querían la libertad y que habría de implantárseles por la fuerza. Critica allí tanto la democracia como rechaza la monarquía, pero copia a Inglaterra y propone, igual que Miranda, el Senado hereditario (o de nobles, semejante a la Cámara de los Lores: The House of Lords) y la Asamblea, semejante a la Cámara de los Comunes (The House of Commons), y se despliega sobre la institución de los Censores y sobre el Cuarto Poder, que no estaba en Montesquieu, el Poder Moral. Pero de todo ello lo que aquí más importa es la reiteración de su convicción inamovible sobre su legado a la humanidad: Hablamos de la “República de Colombia”, por su puesto. Dice Bolívar: “La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado ha sido el voto uniforme de los pueblos y gobiernos de estas repúblicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los colombianos; de hecho estamos incorporados. […] Al contemplar la reunión de esta inmensa comarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige la perspectiva colosal que ofrece un cuadro tan asombroso […] me siento arrebatado y me parece que ya lo veo en el corazón del Universo. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana” (Bolívar, Discurso de Angostura, 1976, p. 126).

Es el último párrafo del Discurso antes de la coda final, la despedida, cuya última frase es lapidaria: “Señores [legisladores], empezad vuestras funciones, 336

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La “República de Colombia” del Libertador Simón Bolívar

yo he terminado las mías”. Cuánta emoción destila esta página donde Bolívar se jugaba entero, de la misma manera que lo hizo en los campos belígeros de Taguanes, de Calabozo, de Araure, en la primera batalla de Carabobo, en el cruce de los Andes para desembocar en Boyacá, en el Pantano de Vargas, en el Puente de Boyacá, en Bomboná y en sus otras victorias como en sus muchas, desoladoras derrotas. ¡He ahí a Bolívar el Grande! Agosto de 1819 (¡Solo por no perder el hilo!): Boyacá, entrada triunfal a Santafé, huida del Virrey Sámano disfrazado de paisano por el camino de Honda. Como entonan los versos del poeta de León, Nicaragua en su cadenciosa “Marcha Tiunfal”: “Dejando el picacho que guarda sus nidos, /tendiendo sus alas enormes al viento/los cóndores llegan, llegó la victoria”… Y después de Boyacá, con la Nueva Granada en el puño de su espada, el vencedor de Morillo está listo para abrazar su sueño. En diciembre del glorioso año de 1819 Bolívar regresa a Angostura. Con su sola presencia deshace entuertos, intrigas, insolencias y traiciones. El 14 de diciembre vestido impecablemente, rezumante de agua de colonia, Bolívar se presenta ante el Congreso a rendir el informe de la Campaña de Nueva Granada y de su liberación. Es el segundo discurso de Angostura. Como premio a su triunfo solo pide una cosa: la aprobación de su proyecto de unificación, que a todos los ojos es, además, un requisito de la liberación de Venezuela. “En la sala el único grande era Bolívar”, dirá Don Francisco Antonio Zea, quien ocupa entonces el cargo de Vicepresidente. El discurso de Bolívares interrumpido mil veces para aclamar al orador, quien acaba por sentirse mareado. “Este pueblo afectuoso me rinde”, dice, y cae desmayado. Lo auxilian pero le arruinan el traje. Regresa a la casa a cambiarse, se muda y vuelve a retomar la palabra en la augusta sala. Allí dice: “La unánime determinación de morir libres y de no vivir esclavos ha dado a la Nueva Granada un derecho a nuestra admiración y respeto. Su anhelo por la reunión de sus provincias a las provincias de Venezuela es también unánime. […] La reunión de la Nueva Granada y Venezuela es el objeto único que me he propuesto desde mis primeras armas. […] Legisladores, el tiempo de dar una base fija y eterna a nuestra república ha llegado […] proclamadla a la faz del mundo y mis servicios quedarán recompensados [resaltado mío]” (Bolívar, Discurso de Angostura, 1976, p. 136).

Tres días después, el 17 de Diciembre de 1819, a la una de la tarde el Congreso impartió solemne aprobación a la proposición de Bolívar. El vicepresidente Zea se levantó y pronunció esta frase ritual: “La República de Colombia queda constituida. ¡Viva la República de Colombia!”. Bolívar firmó el decreto y se retiró del recinto. De la Nueva República fue Bolívar nombrado presidente y Zea vicepresidente. Santander fue elegido vicepresidente local para Nueva Granada y el viejo Roscio vicepresidente local para Venezuela. Se cambió el nombre de Nueva Granada por el de Cundinamarca, un nombre indio. Y el nombre de Santafé se trocó por ANÁLISIS No. 83

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el de Bogotá, también un nombre indio. El mestizaje quedaba así sellado en los tres nombres de la nueva entidad: “Colombeia” (o Colombia) para honrar al genovés, como quiso Miranda, y Cundinamarca (de Cundirrumarca) y Bogotá (de Bacatá) para honrar al Ynca de Miranda y a todos los otros indios. En 1820 Fernando VII, engañosamente llamado “el Deseado”, pero a juicio de muchos españoles una persona y un rey detestable, sufrió la insurrección de los Coroneles Rafael del Riego y Antonio Quiroga (la Revolución de Riego, enero de 1820) y fue obligado a adoptar la Constitución liberal del año 12. Eso frustró la reconquista de América por parte de España para suerte de Bolívar y frenó la guerra en Tierra Firme al ordenar a Morillo entrar en negociación con los rebeldes. El resultado de este viraje fue el armisticio del año 20 sellado en el Encuentro de Santa Ana, cuando Morillo y Bolívar durmieron juntos en la misma habitación, se abrazaron muchas veces y brindaron por una paz que aún se resistiría a asentarse por al menos cinco años. “Colombia” se inaugura como entidad política territorial, es decir, como Estado por sí y ante sí el 26 de Noviembre de 1820, fecha en que se firma el Tratado de Armisticio (un armisticio de un escaso semestre) entre los representantes de Bolívar y Morillo en la población de Santa Ana, cerca de Trujillo. La redacción del Tratado estuvo a cargo del, más tarde glorioso, General Antonio José de Sucre, a quien Bolívar cinco años después consideró su legítimo sucesor, pero en 1820 Sucre aún no había nacido a la gloria. El tratado de Armisticio empezaba con estas palabras: “Deseando los gobiernos de Colombia y de España transigir las discordias que existen entre ambos pueblos…”. “Los gobiernos de Colombia y de España”, así la tradicional potencia Europea, el imperio de Carlos V, la imperial España, reconocía a la Colombia bolivariana como un país, como un Estado, como un gobierno. No como independiente aún, pero existente sin dubitaciones. Esto ocurre dos años antes del reconocimiento por Estados Unidos, y cuatro años antes del reconocimiento por Inglaterra, y 15 años antes del reconocimiento por el Vaticano. En esa misma fecha se firmó el Tratado de Regularización de la Guerra. Su primer artículo reza: “La guerra entre Colombia y España se hará como la hacen los pueblos civilizados”. Algunos consideran esta frase como un antecedente significativo del Derecho Internacional Humanitario. La ironía de todo esto es que esos tratados se firman en el mismo lugar, Trujillo, y en la misma casa donde Bolívar expidió su Decreto de la Guerra a Muerte en junio de 1813. Estamos a finales de 1820. Al año siguiente, 1821, se celebró el Congreso de Cúcuta (reunido el 6 de Mayo). Este congreso fue previsto con el objetivo principal de dar una Constitución a la “República de Colombia” establecida en Angostura del Orinoco en diciembre de 1818 y aflorada internacionalmente en noviembre de 1820. La idea por algunos historiadores sostenida de que la República Bolivariana de “Colombia” solo empezó a existir al sancionarse la Constitución de Cúcuta (12 de Julio de 1821) no tiene asidero, pues la creación de Angostura fue legal y legítima y Bolívar, el jefe supremo del norte de Suramérica y presidente entonces legítimo de la Nueva Granada liberada, la apuntalaba. Es este un reclamo típicamente santanderista que pretende que una ley solo vale 338

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si otra ley la refrenda y así hasta el infinito leguleyo. Los hechos de Cúcuta y su Constitución no nos conciernen aquí más allá de este punto. Pero al final del decenio repercutirán en el desorden que afectó la supervivencia de “Colombia”. La victoria militar de Carabobo (24 de Junio de 1821) consolidó a “Colombia” y las de Bomboná y Pichincha (abril y mayo de 1822) integraron plenamente a Quito (Junio de 1822), que entonces pasó a llamarse Ecuador. Pero no se entienda que Ecuador era “otra república por liberar”, cosa que Bolívar hubiera venido a hacer, como los nacionalismos “imaginados” nos hacen creer hoy. Ecuador era simplemente un territorio de donde los españoles realistas no habían sido expulsados, lo mismo que Puerto Cabello en Venezuela o El Callao en Lima, permanecieron realistas después de las batallas de Carabobo, Junín y Ayacucho. Bolívar siempre lo entendió de esa manera. Y por la misma razón se apoderó de Guayaquil (julio de 1822), que San Martín le quiso disputar por algún tiempo. El argumento de Bolívar era legal: Guayaquil era parte de Quito y Quito yacía bajo la jurisdicción del Virreinato de la Nueva Granada. Bolívar se limitó a invocar el uti possidentis ius. Y, por supuesto, acto seguido pasó a la acción como fue siempre su estilo ineluctable: dando un paso al frente y ocupando la plaza disponible. Todo estaba consumado y Bolívar estaba complacido. Cuando en Caracas lo reclamaban propios y amigos en el año de 1822 y lo instaban a que regresara a su tierra para poner orden sobre el caos cotidiano, Bolívar les replicó excusándose: “Entienda esto […] ahora solo pertenezco a la familia colombiana, ni siquiera a la de Bolívar [resaltado mío]” (Bolívar in Masur, 1960, p. 408)

El uti possidentis ius se esgrimió también en Panamá. Se ha entendido correctamente que Panamá hizo parte de “Colombia”. Panamá se independizó de España por un movimiento local en noviembre de 1821. El obispo de Panamá y el jefe militar de los realistas hasta entonces, un criollo panameño, general José de Fábrega, se pasaron al campo independentista y rompieron con España. El movimiento fue pacífico y adhirieron en seguida a la “Colombia” bolivariana, lo que pareció no tener discusión para nadie, ni para los panameños ni para Bolívar. Otra vez el uti possidentis ius. Panamá era de la Nueva Granada. Siguió siéndolo, así de simple. La Batalla de Boyacá no sellaba solo la independencia de la posterior Colombia, sino de cuanto le pertenecía desde la administración española. Panamá siempre fue entendido como un sitio estratégico. Tanto Miranda como Bolívar percibieron su valor geopolítico. Miranda creyó que allí podía estar ubicada Colombo, la imaginada capital de su Imperio colombiano. Bolívar, por su parte, se propuso construir el canal interoceánico y encargó al general José María Córdoba de elaborar un proyecto. Algunas de las designaciones de Bolívar, como esta, no eran las más acertadas. Pues Córdoba (aunque se interesaba en las matemáticas y aun por ello se enredó como alumno con el venezolano Carujo, ANÁLISIS No. 83

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lingüista, matemático y alocado conspirador de la Noche Septembrina contra Bolívar) no era el mejor técnico para la grandiosa tarea. En todo caso, Panamá era un tesoro oculto. Y los tesoros pueden venderse. Y tanto Miranda como Bolívar intentaron negociar a Panamá como parte de pago de la ayuda inglesa a la guerra contra España. Inglaterra siempre actuó doblemente en estos tratos clandestinos. Le fue infiel a España e infiel a Miranda y a Bolívar, a cada uno en su momento. Finalmente Inglaterra no le fue fiel a nadie. Panamá fue el lugar que Bolívar eligió para celebrar el primer congreso panamericano: su famoso Congreso Anfictiónico, que fue un evidente fracaso. Ni Buenos Aires, ni Chile, ni Brasil asistieron. Los tres le temían a Bolívar, como le temió San Martín. Asistió un observador inglés y los delegados gringos invitados por el gringófilo Santander, para disgusto de Bolívar, uno llegó tarde y el otro murió en el camino. ¿Quiénes estaban allí, pues? Cuatro países. Aunque esto, en honor a la verdad, no era poca cosa. Nuestra idea de país en el día de hoy nos hace creer que cuatro países es un área exigua. Asistieron México, “Colombia”, “Perú” y “Guatemala”. “Colombia” era, como sabemos, Nueva Granada, Venezuela, Ecuador y Panamá. “Perú” era Bajo Perú (Perú) y Alto Perú (Bolivia), “Guatemala” era la totalidad de la América Central menos Panamá. Con ello tenemos al menos un tercio del continente hispanoamericano y un área cercana a la de USA de hoy. Si los cuatro países que asistieron al Congreso Anfictiónico de Bolívar permanecieran hoy con su misma área la relación geopolítica entera del Continente sería muy distinta y sin duda más promisoria. Las “patrias grandes” valen más que las pequeñas (Uribe Celis, 2007, p. 5). Pero, como se aclaró a propósito de La Carta de Jamaica, Bolívar no aceptaba el proyecto mirandino de unir toda Hispanoamérica bajo un solo gobierno. A cambio de ello, una Hispanoamérica de seis países: Argentina, México, Chile, Perú, Colombia y Guatemala (como entonces se configuraban) constituían un proyecto digno y capaz de enfrentar los retos de un crecimiento cierto. Por supuesto que hay más territorios en América y cada centímetro cuadrado con su gente importa, pero las grandes naciones incluyentes son más fuertes y dignas que las minúsculas excluyentes. La división solo sirve –y bien que le ha servido- al grande y poderoso. Divide et impera, ¿no se dijo así desde siempre? Tras el fracaso del Congreso Anfictiónico Bolívar trabajó por la Federación o Confederación de los Andes, es decir, la sociedad de “Colombia” y “Perú”, dos naciones. Que no cinco, como se nos dice hoy. Pero esto fue un proyecto del ocaso de Bolívar, ocaso que justamente comienza en 1926.

El sueño se deshace, pero… “Colombia”, agobiada por los caciquismos de Santander y Páez, vio aparecer el deterioro simultáneo de la salud física y política de Bolívar. En enero de 1927 un neogranadino santanderista, el Coronel José Bustamante, al mando de la división neogranadina del ejército de Bolívar en Lima, se insurreccionó contra 340

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los oficiales venezolanos y quebró la unidad de las fuerzas “colombianas” en Perú, que era -y fue- tanto como separar al Perú del dominio de Bolívar. Hubo en efecto un golpe de estado contra Bolívar y Andrés Santa Cruz, el general altoperuano (boliviano), para entonces desafecto a Bolívar, asumió como Presidente, afrentando a este. Bustamante llegó con una tropa a Guayaquil para secesionarla del Ecuador y unirla al Perú con el beneplácito de Santa Cruz. Todo el sur de Colombia entró en conflicto y otro funesto granadino, José María Obando, el asesino de Sucre, se sumó a la rebelión de Bustamante. Peor, sin embargo, que toda esta cauda de tránsfugas, fue la “sinceridad” y la “esponaneidad” con que Santander, el vicepresidente de “Colombia” y segundo de Bolívar, celebró estas insurrecciones. Mandó tocar a vuelo las campanas de la conventual Bogotá y él mismo salió en manifestación carnavalesca a la Plaza de Bolívar para congraciarse con los enemigos de Bolívar. Al final los militares Juan José Flórez, José María Córdoba y el indomable e incorruptible Sucre restablecieron el poder de Bolívar en Perú, en Quito, y en el sur de Nueva Granada, si bien de forma precaria y temporal. Páez en 1826 resolvió romper con Santander, a quien –como la mayoría de los venezolanos- detestaba; y si algunos no apoyaban allá a Páez era por no hacer daño a Bolívar. En enero de 1827 Bolívar vino a Caracas para ver subsanar la rebelión de Páez. Lo logró, pero al mostrarse demasiado generoso (amnistió a Páez de todos los cargos que Santander le imputaba) se malquistó aún más con Santander. En marzo de 1827 Bolívar rompió abruptamente con este: una posdata en carta de Bolívar a Soublette escrita el 16 de marzo de 1827 trae las siguientes increíbles frases: “Ya no pudiendo soportar más la pérfida ingratitud de Santander, le he escrito hoy que no me escriba más porque no quiero responderle ni darle el título de amigo” (In Lecuna, 1978, tomo III, p. 398).

1928 es el año del Decreto Orgánico (Agosto 27) de la Dictadura establecida por Bolívar para subsanar el fracaso del intento de ajustar o cambiar la Constitución de Cúcuta de 1821 mediante una reunión (Convención la llamaron) en Ocaña (la Convención de Ocaña, abril a junio de 1828). El santanderismo defendía a medias la Constitución de Cúcuta, una Constitución que, con la excepción del artículo de Poderes Extraordinarios para el Presidente (es decir, para Bolívar) en tiempo de guerra (“alteración del orden público” dirán después), se suponía una Carta liberal. Pero el santanderismo de todos modos se empeñaba ambiguamente en cambiar la Constitución, sobre todo para recortar los Poderes extraordinarios del Presidente. Los bolivianos (partidarios de Bolívar) aspiraban a reemplazar la norma de Cúcuta por la Constitución Boliviana con su flamante presidente vitalicio, su noble senado hereditario y todo lo demás. Al final la Convención se disolvió sin llegar a ningún resultado como no fuera la inestabilidad y la agitación política que la siguió. Para nosotros hoy, el Proyecto de Bolívar choca con las ideas en boga de “democracia”, una democracia perfilada en la cantera usamericana con ventajas ANÁLISIS No. 83

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formales y desventajas materiales, pero útil al ejercicio de la supremacía internacional de USA sobre el archipiélago de repúblicas, republiquetas o Banana Republics del Hemisferio Sur. Trasladémonos al tiempo de Bolívar y con el telescopio de la historia miremos si lo que temía Bolívar: la disolución de “Colombia” vino a ocurrir o no. Es obvio que sí. El proyecto constitucional de Bolívar estaba hecho para sostener la independencia real y no para exornar la fachada o representar la comedia de independencias formales o simplemente vacuas. Se orientaba dicho proyecto a construir Nación. No se confunda Nación con símbolos imaginados carentes de poder, peso y dignidad. Nación se asume en el sentido kantiano de igualdad universal y de paz perpetua. Una nación dominada es una contradictio in adjecto, una contradicción en los términos. Como apunta Madariaga, el biógrafo español que hace la historia de la epopeya bolivariana desde la orilla española: “Todo este conjunto –dice Madariaga a propósito del proyecto de gobierno que aparece plasmado en el Discurso de Angostura y luego en la Constitución Boliviana- revela un espíritu positivo, libre de la retórica superficial de los más de los políticos que lo rodeaban [a Bolívar]; y si el Congreso de Angostura lo hubiera escuchado, concediéndole la realeza sin corona y el Senado hereditario que solicitaba, el Estado naciente hubiera comenzado su vida de independencia bajo mejores auspicios, pues con todos sus defectos, Bolívar era un gran espíritu” (Madariaga, 1985, tomo II, p. 16).

Las penurias de Bolívar, o mejor, de su obra, no acaban aquí, pues en Bogotá, con la complicidad de Santander, sus enemigos tramaron el magnicidio y lo intentaron el 25 de Septiembre de 1828 (Conspiración Septembrina). Salvaron al Libertador su buena estrella y Manuela Sáenz. A Manuela Bolívar la renombró entonces como “la libertadora del Libertador”. Estragado y agobiado deja Bolívar definitivamente a Bogotá el 8 de mayo de 1830 rumbo a Europa, a donde el destino de su obra lo orientara, pero muere en Santa Marta a la una de la tarde del 17 de Diciembre de 1830, exactamente once años después del alumbramiento de su hijo predilecto: la “República de Colombia”. Y muerto Bolívar, muerta “Colombia”. Bogotá, domingo 12 de diciembre de 2010, año del bicentenario de la Independencia.

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ANÁLISIS

ISSN: 0120-8454

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Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

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Literatura e Independencia*

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Marta González de Díaz**

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Recibido: marzo 5 de 2013 Aprobado: abril 19 de 2013

Resumen Al abordar el tema “Literatura e independencia” como objeto de reflexión en este escrito, es pertinente dar una mirada y hacer un análisis, así sea somero, de la situación de los ‘ilustrados’ en la Nueva Granada, y del papel que desempeñaron en la conformación cultural de la sociedad neogranadina. Esto nos permitirá examinar la idea de una independencia cultural en lo que respecta a las creaciones literarias, y presentar las figuras de dos grandes escritores que encarnan dos maneras diferentes de asumir el reto de esa independencia: Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento. Palabras clave: Virreinato de la Nueva Granada, ilustrados, Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento.

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El texto es un artículo de reflexión que la autora desarrolla en el marco de su trabajo académico sobre la Literatura Latinoamericana del siglo XIX.

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Licenciada en Filología e Idiomas de la Universidad Pedagógica Nacional, Licenciada en Filología Románica de la Universidad de Lovaina (Bélgica), Magíster en Evaluación en Educación de la Universidad Santo Tomás (Bogotá). Docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás (Bogotá). E-mail: marthagonzalez@ usantotomas.edu.co.

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Literature and Independence*

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Marta González de Díaz**

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Abstract When this article deals with “Literature and Independence”, it is worthy analyzing, even superficially, “the enlightened people” in the New Granada, and their role of cultural shaping of their society. This will allow us to seek the idea of a cultural independence of literature, and to present the figure of two great writers who embody two ways of taking the challenge of that independence: Andrés Bello and Domingo Faustino Sarmiento. Keywords: Viceroyalty of New Granada, enlightened people, Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento.

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This text is a reflection article where the author develops her academic work on Latin American Literature in the nineteenth century.

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The author holds a Degree in Languages at Universidad Pedagógica, a degree in Romantic Philology at Lovaina University (Belgium), Master in Evaluation at Universidad Santo Tomás (Bogotá). Professor at the Faculty of Philosopophy at Universidad Santo Tomás (Bogotá). E-mail: marthagonzalez@usantotomas.edu.co.

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Littérature et Indépendance*

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Marta González de Díaz**

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Résumé Lorsqu’on aborde le sujet “Littérature et Indépendance” en tant qu’objet de réflexion lors de ce texte, il est pertinent de jeter un coup d’œil et de faire une analyse, même s’il est sommaire, de la situation des ‘illustrés’ dan la NouvelleGrenade et du rôle qu’ils sont eu dans la conformation culturelle de la société néogrenadine. Cela va nous permettre d’examiner l’idée d’une Independence culturelle en ce qui concerne les créations littéraires, et présenter les figures de deux grands écrivains qui incarnent deux façons différentes d’assumer le défi de cette indépendance: Andrés Bello et Domingo Faustino Sarmiento. Mots clés: Vice-royauté de Nouvelle-Grenade, illustrés, Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento.

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Ce texte est un article de réflexion que l’auteur développe dans le cadre de son travail académique sur la littérature Latino-Américaine du XIXe siècle.

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Licenciée en Philologie et langues de l’Université Pedagógica Nacional, Licenciée en Philologie Romaine de l’Université de Louvaine (Belgique), Magister en Évaluation en Éducation de l’Université Santo Tomás (Bogotá). Enseignante de la Faculté de Philosophie et lettres de l’Université Santo Tomás (Bogotá). E-mail: marthagonzalez@usantotomas.edu.co.

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1. Los ilustrados en la Nueva Granada El clima intelectual que se vivía en el Virreinato al terminar el siglo XVIII y en los albores del siglo XIX propiciará los grandes cambios que llevarán a la independencia y a la creación de las nuevas repúblicas. En palabras de José María Vergara y Vergara: “El espíritu no trae, desde el principio de su desarrollo en Nueva Granada, otra tendencia que la de buscarse vida propia”; la Revolución de 1810 “se empieza a oír desde 1760, al principio sorda y lejana, poco a poco más cercana y resonante” (citado por Silva, 19). Nos situamos en los albores del s. XIX. El año de 1808 constituye un momento crucial en la historia del Virreinato. Es precisamente en este año cuando se produce en España la crisis de la Monarquía. A partir de esa fecha y hasta 1820, se da una evolución en el pensamiento criollo que va adquiriendo el perfil propio del movimiento ilustrado. La idea que hace camino se funda en el hecho de que un grupo de intelectuales, con visiones ‘modernas’ y que van tomando conciencia del papel que deberían desempeñar frente a la Corona, comienzan a surgir y a presentarse como forjadores de una sociedad que se orientará hacia nuevas formas de gobierno. Si bien es cierto que los cambios producidos fueron el resultado de un movimiento independentista de reforma de la sociedad, e incluso, como lo plantea Renán Silva, “un proyecto civilizatorio” (18) destinado a producir una sociedad ‘moderna’ –si acaso este término resulta adecuado– que permitiera salir de los viejos esquemas coloniales de carácter feudal, mantenidos vigorosamente por la monarquía española, también es preciso anotar que estos cambios se dieron en el marco histórico-social de la ‘nobleza’ neogranadina heredera de las ideas de la Ilustración. Ahora bien, la realización de este proyecto debía contar con el apoyo de una clase destacada por sus méritos académicos para llevar adelante la transformación anhelada. Los cambios a los cuales estaba expuesta la nueva visión de la sociedad neogranadina no estuvieron exentos de agudos rechazos por parte de una porción importante del pueblo que, acomodado ya a un status de vida, así fuera precario, prefería mantener esta situación y no exponerse a las novedades. A pesar de que tales cambios anunciaban mejoras en salud y en calidad de vida, así como en las condiciones económicas y educativas, nada permitía asegurar que tales proyectos, apenas hipotéticos, fueran a tener éxito. Cabe aclarar que la población neogranadina, compuesta por una diversidad de razas con actitudes opuestas entre sí, era señaladamente heterogénea, y por ello mismo presa de frecuentes conflictos. De ahí que la dominación española se viera confrontada con crecientes dificultades para su ejercicio, a lo cual se sumaban las precarias formas de comunicación que entrababan la articulación del poder. Sin embargo, frente a la dominación española, pocas estrategias sociales y políticas pudieron utilizar los hombres nacidos en estos territorios para defender sus derechos. Esta población no conformaba un núcleo homogéneo que permitiera hablar de identidad nacional. Por ello las alternativas de gobierno debían tener en cuenta esta amalgama de etnias que en su devenir histórico se habían conformado como un tejido de múltiples colores, y que, por 348

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su heterogeneidad, exigía un tratamiento diferenciado. Esta visión, que se recompone a su vez en variadas visiones de mundo, es el escenario que se nos ofrece al iniciar el s. XIX, y de ahí que, al tiempo que proporciona miradas novedosas y de alcances inesperados, también se vislumbre como una profunda inquietud nostálgica, debido a los desequilibrios sociales mantenidos desde la colonia, y que habrán de profundizarse con el paso de una cultura asentada en el pasado y en formas ancestrales, hacia una cultura nueva, llena de interrogantes, y por ende inestable y misteriosa. El panorama que caracteriza los inicios del siglo XIX está signado por la incertidumbre entre un tiempo que avanza históricamente hacia un futuro impredecible e irremediable, y un pasado que ofrece certezas, pero que se niega a salir de su estancamiento, y sin capacidad de reacción frente a los embates renovadores de los nuevos tiempos. Esta serie de transformaciones, emprendidas ya desde el s. XVIII y promovidas por los Borbones, se va a materializar en las colonias en el ideal de una administración eficiente, científica y centralizada. Los intendentes, categoría heredada del sistema francés, debían reportar directamente al rey, cuyo principal objetivo era aumentar los ingresos de la Corona mediante la recaudación de impuestos. Las tensiones que suscitaron estas medidas inequitativas verán sus consecuencias cuando los movimientos independentistas fragüen sus anhelos libertarios, y se divulguen a la luz pública la serie de tributos a la Corona que no eran conocidos por una gran mayoría del pueblo. Esos gravámenes, así como las restricciones comerciales en perjuicio del desarrollo de la agricultura y la industria, fueron motivos suficientes para acelerar el descontento latente en la población. El tráfico comercial en Hispanoamérica y el contrabando que se ejercía entre las colonias y los mercados europeos, estuvieron acompañados por una corriente de nuevas ideas provenientes de Europa, y sobre todo de Francia. Su aparición tardía en los territorios hispanoamericanos creó una serie de movimientos intelectuales de carácter renovador acerca de la configuración de la sociedad y del Estado, y cuestionó agudamente el sistema colonial. Estas ideas libertarias, que llegaron a América como fruto de las revoluciones norteamericana y francesa, se difundieron vertiginosamente en estas latitudes. La lectura de Voltaire, Montesquieu y Rousseau encendió el espíritu de los ilustrados, y produjo el impacto de la palabra escrita en los líderes americanos. El efecto producido en el Nuevo Reino de Granada por el movimiento ilustrado respecto a las ideologías y a los cambios económicos, experimentará transformaciones significativas en el ámbito cultural. A finales de s. XVIII la vida cultural del Nuevo Reino de Granada se animará con la presencia de los jóvenes que, formados en universidades europeas, tendrán una participación destacada en la creación de centros culturales. En Quito, por ejemplo, aparecen las sociedades de amigos del país en 1792, al igual que en La Habana un año después. Los periódicos que empiezan a publicarse por esta época dan cuenta del enorme intercambio comercial que florecía entre las distintas ciudades americanas y las grandes capitales europeas. Si bien es cierto que el ritmo del comercio era creciente, también el mercado literario se enriquecía con las obras de los pensadores franceses e ingleses que empezaban a circular entre la clase intelectual. ANÁLISIS No. 83

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Así pues, el proyecto ilustrado iba adquiriendo proporciones inimaginables, que ya escapaban al control de la Monarquía. Las élites ilustradas, conscientes del papel que les correspondía en la preparación de las gestas patrióticas que ya se anunciaban, fueron asumiendo una actitud cada vez más dinámica para responder a los retos que les aguardaban. La vida cultural que se respiraba, tanto en el Virreinato de Nueva España, como en los Virreinatos de Nueva Granada y del Perú, se fue nutriendo cada vez más de los ideales libertarios que inspiraron la independencia de Norteamérica y la Revolución francesa. Tanto las artes pictóricas como la escultura se iluminaron con la presencia de connotados artistas, que desarrollaron con gran realismo los temas de carácter religioso característicos del periodo. La pintura del s. XVIII refleja el alto nivel de vida de la clase superior. El aprecio por las manifestaciones pictóricas y la cuidadosa selección de los pintores en sus talleres, formaron un grupo de verdaderos creadores dedicados al cultivo de este arte que empezaba a manifestarse y a dar sus primeros frutos. Los pintores y escultores neogranadinos habían recibido el influjo de las escuelas españolas, manifestado en los temas, en el color y en la presentación de los personajes. La producción, con un marcado acento religioso, traduce las inquietudes provenientes de la Península, que invitaba a los pueblos de ultramar a seguir las huellas de los pintores que se habían dedicado a plasmar con acendrado misticismo el sentido cristiano en sus obras de arte. Respecto a la pintura, es preciso insistir, por otra parte, en la labor cumplida por los científicos de la expedición botánica dirigida por José Celestino Mutis (1732-1808). Estos investigadores se dedicaron con gran esmero a pintar en detalle la flora de la región andina y en general del territorio que hoy es Colombia, cumpliendo así con el propósito de dejar plasmada artísticamente la naturaleza exótica de la región. Ahora bien, si esto ocurría en el ambiente artístico y científico, el escenario cultural y literario, por su parte, se vio animado con la presencia de destacados escritores y periodistas, como el quiteño Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo (1747-95) y el mexicano Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827). En el caso de la Nueva Granada, la figura de José Celestino Mutis logró aunar, a su desempeño como investigador, las dotes de escritor y periodista. La originalidad de estas obras consiste en la observación directa de la realidad y el espíritu crítico de sus autores. El ambiente cultural que se vivió a finales del s. XVIII, en razón del despliegue económico y cultural de procedencia europea, sirvió como telón de fondo para la formulación de lo que Pedro Henríquez Ureña, en Las corrientes literarias en la América Hispánica, ha denominado “La declaración de la independencia intelectual” (98). En su escrito, el autor anota que, “bajo la aparente inmovilidad del sistema colonial, había en la América hispánica una anarquía latente” (Ibd.). Esta

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insatisfacción, producida por las imposiciones de la Corona en materia económica y educativa, se traducirá en la literatura en un ferviente deseo de alentar una forma propia de expresión nacida del anhelo manifiesto de dar a conocer lo auténticamente criollo, y del orgullo por la tierra. Otorgar primacía al paisaje exótico, a la flora y a la fauna, que eran nuestros distintivos más originales, es, para Henríquez Ureña, una de las manifestaciones que permiten reconocer la originalidad de las creaciones literarias del continente. Este propósito se hace explícito por primera vez en la Alocución a la poesía de Andrés Bello, la primera de sus dos silvas americanas. A ello se añade, como forma del llamado ‘criollismo’, la descripción de las figuras humanas propias de nuestro continente. Por una parte los indígenas, con sus costumbres y sus expresiones culturales extrañas a las europeas, y por otra el ‘criollo’ propiamente tal, con sus características y sus formas de vida. “El movimiento criollista –dice Henríquez Ureña– ha existido en toda la América española con intermitencias, y ha aspirado a recoger las manifestaciones de la vida popular, urbana y campestre, con natural preferencia por el campo” (Henríquez, p. 53). Una expresión literaria que fuera capaz de dar a conocer lo propio de estas tierras, de mostrar lo exuberante del paisaje, pero, por encima de todo, de descubrir el alma del hombre americano, expuesto unas veces a la rigurosidad de las pampas argentinas, otras veces confundido en las selvas amazónicas y las más de las veces agobiado por el clima impenitente de las montañas andinas, es lo que va a marcar el matiz de originalidad en las creaciones literarias. Este rasgo propio de la escritura solo puede resultar de un esfuerzo verdadero y de una comunión con el entorno capaz de brindar al hombre americano motivos de inspiración. A estos dos elementos, el de la naturaleza y el del hombre americano, cabe añadir, como lo hace Henríquez Ureña, un tercer elemento que presenta así: “Existe otro americanismo, que evita al indígena, y evita el criollismo pintoresco, y evita el puente intermedio de la era colonial (…): su precepto único es ceñirse siempre al Nuevo Mundo en los temas, así en la poesía como en la novela y el drama, así en la crítica como en la historia” (Id 54). Se trata, entonces, no de la descripción de elementos autóctonos, sino de la elaboración de problemas y de situaciones que caracterizan a nuestros países, a sus costumbres y avatares socio-políticos. Cabe señalar que esta idea de una “independencia intelectual” de América Latina, paralela a su independencia política, ha sido claramente cuestionada por Juan Guillermo Gómez en un artículo reciente titulado Marginalia. La independencia literaria en Hispanoamérica, con argumentos que, si bien no defienden una posición europeizante, señalan que los intentos de liberación literaria con respecto a Europa no parecen haber llegado más allá de los meros propósitos. Esta controversia, por demás interesante, esperamos poder analizarla en otra ocasión. Por el momento, centraremos nuestra atención en dos de las figuras que representan la voluntad de independencia bajo formas claramente diferenciadas.

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2. Andrés Bello (1781-1865) Al hablar de Andrés Bello, es obligatoria la referencia al movimiento romántico, en cuyas fuentes bebió el escritor venezolano, y en donde encontró motivos suficientes para nutrir su producción poética. Como lo expresa José Luis Martínez, además de las circunstancias históricas de la emancipación, […] debe considerarse, con no menor importancia, el movimiento romántico que hacia estos años se introduce en Hispanoamérica. Emancipación y romanticismo eran, en efecto, corrientes paralelas y parecían alimentarse mutuamente. Ambas participaban de las mismas ideas de libertad y del mismo deseo de incrementar las peculiaridades distintivas de los pueblos (94).

La aparición del romanticismo estuvo precedida por el largo trasegar del s. XVIII, que reclamaba ya, luego de su florecimiento intelectual nacido de los avatares políticos y de los acontecimientos culturales y religiosos, el paso obligado hacia una expresión literaria que fuera capaz de dar cuenta de los cambios ocurridos como consecuencia de la independencia recién adquirida. Estos cambios debían expresar con novedad el espíritu de libertad que estaba llegando, joven, vigoroso y lleno de optimismo. Los augurios prometedores se ofrecían a manos llenas. La patria necesitaba el empuje renovador y, aunque sin el equipaje necesario para emprender la tarea, los aires llegados de Europa animaban a emprender el viaje. Mucha tinta ha corrido a propósito del tema de la ‘independencia cultural’, y mucha más a propósito del movimiento romántico que se introduce en Hispanoamérica. Las tendencias expresadas en los diversos países apuntan casi siempre a manifestar, dentro del modelo romántico, preferencias por los autores franceses. Víctor Hugo (1802-1885) es uno de los más queridos. Su honda raigambre cristiana se pone de presente en su poesía. En ella concurren las figuras vibrantes y de contrastes que caracterizan su producción lírica. La lectura de Víctor Hugo en Hispanoamérica es un referente obligado, y muchos de los grandes poetas del XIX se aplicaron a la traducción e imitación de su poesía. También es frecuente la lectura de Lord Byron (1788-1824). Tanto franceses como ingleses se disputan las preferencias de nuestros escritores, sin olvidar los poetas alemanes Goethe (1749-1832) y Schiller (1759-1805). Los españoles, Espronceda (1808-1842) y Bécquer (1836-1870), encontraron en estas tierras un gran aprecio y aceptación; puesto que la lengua española era una, ella se hizo sentir con fuerza en estas tierras donde encontró una casa poética donde habitar. Tal como lo esbozamos anteriormente, la búsqueda de la independencia literaria, resultado de la independencia política, va a encontrar condiciones favorables en el movimiento romántico al iniciar el s. XIX. La nueva política servirá de refuerzo a los ideales románticos, ya que en estos las ideas liberales encontrarán formas adecuadas para su expresión escrita, haciendo que confluyan sentimientos patrióticos e ideas sociales. 352

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Don Andrés Bello, y más tarde Esteban Echeverría (1805-1851), se declararán partidarios de asumir una postura frente al manejo de la lengua española que, al tiempo que manifieste las novedades ideológicas propias del momento, dé cabida a las formulaciones lingüísticas y estilísticas apropiadas para dicho pensamiento. En su Alocución a la poesía, que formaba parte del proyecto de poema titulado “América”, que nunca llegó a realizarse, el escritor venezolano inicia con la siguiente invocación: Divina Poesía. tú de la soledad habitadora, a consultar tus cantos enseñada con el silencio de la selva umbría, tú a quien la verde gruta fue morada, y el eco de los montes compañía, tiempo es que dejes ya la culta Europa, que tu nativa rustiquez desama, y dirijas el vuelo adonde te abre el mundo de Colón su grande escena (Bello 20; versos 1-10).

La postura académica de estos escritores fue moderada en unos aspectos y radical en otros, y ello tuvo como consecuencia acalorados enfrentamientos entre los partidarios de una manifestación más clásica (Bello y Echeverría) y otros que, como Domingo Faustino Sarmiento, propugnaban por abrir nuevos cauces y manifestar abiertamente la lengua como acerbo popular y expresión de la sociedad, asumiendo incluso el riesgo de su dispersión. Lo cierto es que en su poesía el maestro venezolano, Don Andrés Bello, “contrariando la tradición neo-clasicista, sostuvo que el gusto estético surgía ‘bajo las formas peculiares de cada país y de cada siglo’ –comenta Harold Alvarado en su introducción a la Antología poética del escritor venezolano–. Repudiaba así ‘la autoridad de aquellas leyes convencionales con que se ha querido obligar al ingenio a caminar perpetuamente por los ferrocarriles de la poesía griega y latina’” (Bello, p. 4). El contenido temático de su poesía se ofrece como modelo de la escritura de la época. La naturaleza, las costumbres y el paisaje conforman un todo de belleza y elegancia clásica. Dos líneas directivas se aprecian en sus Silvas americanas, a saber: un gran aprecio por los clásicos latinos, Horacio y Virgilio, y un manejo impecable del idioma que, al tiempo que hace gala de la figura apostrófica en un saludo a la naturaleza – ¡Salve, fecunda zona!, verso inicial de La agricultura de la zona tórrida–, se desgrana en una serie de manifestaciones en las que proclama la belleza sin par del paisaje americano (Bello, p. 40). Este poema, de marcado acento romántico, se propone verso a verso hacer el elogio de los productos ANÁLISIS No. 83

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de la tierra americana, a imitación de las églogas de Virgilio, donde la vida del campo es el motivo de inspiración y el escenario incomparable para sus efusiones líricas. Se ha hecho notar que en esta silva se percibe con mayor claridad el espíritu latino de Horacio y de Virgilio, el ambiente bucólico, las bondades de la naturaleza y las recompensas espirituales de la tierra para quienes saben aprovechar sus beneficios. Al tiempo que exalta la naturaleza, se descubre en el poeta la nostalgia de la patria. Hay que tener en cuenta que esta producción lírica fue elaborada durante su exilio en Londres, de modo que la añoranza del terruño le imprime a la composición el anhelo del reencuentro con la patria lejana. Esta composición poética es un llamado a los hombres americanos a salir del encierro de las ciudades y a confundirse en un abrazo con la madre naturaleza. ¡Oh! los que afortunados poseedores habéis nacido de la tierra hermosa, en que reseña hacer de sus favores, como para ganaros y atraeros, quiso Naturaleza bondadosa! romped el duro encanto que os tiene entre murallas prisioneros. (…) ¿Amáis la libertad? El campo habita… (Bello, pp. 43-44, versos 133-139-148).

Durante el período romántico, los poetas decimonónicos adquirieron una fisonomía propia, y se dedicaron a pulir sus versos, alejándose del canon, al enfatizar y dar prioridad al estilo criollo novedoso. Este exceso de cuidado y dedicación al tema hizo que se descuidara la técnica racional del clasicismo. El producto literario que surgió de estos intentos fue muy novedoso, pues a la innovación del lenguaje, salpicado de giros y vocablos propios del suelo americano, se añadía una estética literaria que resonaba armoniosamente por la variedad de figuras conceptuales y formales. Las metáforas, las comparaciones, los oxímorones y sobre todo las contraposiciones se manejaron con agudeza, otorgando así al verso una intensa carga de significación.

3. Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) Frente al estilo cuidadoso del escritor venezolano, podemos confrontar la prosa vehemente de Sarmiento, destacado literato y maestro argentino, donde resulta frecuente observar cómo su escritura, de hondo calado social, fluye más rápido que su pensamiento, y en muchas ocasiones la pluma no acata lo que su intelecto reflexiona. Su discurso, hecho al calor de los acontecimientos, debe responder al instante la palabra de sus contradictores, o lanzar afirmaciones en torno a la vida y las prácticas de su país que luego debía revisar. 354

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Poesía, teatro y novela acusan con la mayor claridad las líneas principales de nuestro movimiento romántico –comenta Henríquez Ureña–; y, sin embargo, quien mejor lo encarna no es un poeta, sino un prosista que nunca ensayó el drama ni la novela: Domingo Faustino Sarmiento. (…) tenía el ímpetu romántico pleno, la energía de la imaginación y el apasionado torrente de palabras, junto con vivaz percepción de los hechos y rápido fluir de pensamiento (Henríquez1, p. 135).

Formado en las filas románticas, había crecido en los medios en donde la apasionada discusión en torno a los problemas sociales, particularmente educativos, eran el pan de cada día. Este pensamiento rondaba su espíritu. Debió esperar la formación necesaria para poner en práctica su anhelado deseo de servir. Su condición de autodidacta, lejos de apartarlo de los círculos de estudio donde se agitaban los grandes problemas nacionales, lo animó a tener una participación decidida. Su personalidad forjada con disciplina y esfuerzo al lado de su tío, el sacerdote José de Oro, le permitió entrar en contacto con grupos que combinaban su actividad laboral con una formación político social. En su juventud fue un decidido periodista. En El Zonda, sus columnas se destacaban por combatir por la libertad y el progreso. Sus posturas ideológicas le ocasionaron el destierro a Chile, pero, como ocurre con frecuencia, los eventos desafortunados se tornan en destinos provechosos. Su viaje a Chile le proporcionó el encuentro con el estadista Manuel Montt (1809-1880), hombre de una gran visión futurista, que le permitió al joven Sarmiento darse a conocer como educador y maestro. La creación de la primera escuela Normal en Chile, en 1842, le dio la satisfacción de ejercer su actividad pedagógica. En adelante se dedicará con vehemencia a la reflexión sobre la manera de brindarle a la Argentina un programa original, cultural y de civilización. Su ideal iba orientado a proporcionarle al pueblo, pero en particular al indio y al gaucho, nuevas formas de vida que le dieran bases para el futuro. En su obra Facundo, Sarmiento pone de presente los conflictos a los cuales se vio abocado para confrontar la barbarie de Facundo Quiroga, caudillo gaucho, bárbaro, cruel y despiadado, que destruía todo asomo de civilización por donde pasaba, e infundía temor en los pueblos donde ejercía como amo y señor. El control que logró en su comarca preparó la llegada del dictador Rosas. Sarmiento apuntará hacia él todas sus críticas pugnaces, no sin un cierto sentido de admiración, y verá en Rosas el heredero de Facundo: ambos son caudillos y, según el autor y literato argentino, ambos representan la barbarie que deriva de la naturaleza y la falta de civilización presentes en el campo. Como explica Felipe Pigna: Facundo, “a quien (Sarmiento) odia y admira a la vez, es la excusa para hablar del gaucho, del caudillo del desierto interminable, en fin, de todos los elementos que representan para él el atraso y con los que hay que terminar” (Pigna, p. 263). Bástenos recordar las palabras con las cuales da inicio a la Introducción de su obra, que muestran muy bien los rasgos de su marcado romanticismo y las características del personaje que va a analizar: ANÁLISIS No. 83

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¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo! Diez años aún después de tu trágica muerte, el hombre de las ciudades y el gaucho de los llanos argentinos, al tomar diversos senderos en el desierto, decían: ¡No ha muerto! ¡Vive aún! ¡Él vendrá! ¡Cierto! Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política y revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado a este otro molde más acabado, más perfecto; y lo que en él era solo instinto,

iniciación, tendencia, convirtióse en Rosas en sistema, efecto y fin. (Sarmiento, pp. 7-8)

No entraremos a examinar aquí la controversia que confrontó a los dos escritores, Bello y Sarmiento, en torno a la adecuación de la ortografía del español a los usos de los hablantes hispanoamericanos. Mientras que el argentino proponía un cambio significativo en este aspecto, el venezolano, apoyado firmemente por el chileno José Victorino Lastarria (1817-1888), consideraba necesario mantener la unidad de la lengua y aceptar las trasformaciones de manera prudente, para conservar la capacidad comunicativa de la misma. Como Bello mismo lo señaló en el discurso inaugural, al recibir la rectoría de la recién creada Universidad de Chile: […] demos carta de nacionalidad a todos los caprichos de un extravagante neologismo; y nuestra América reproducirá dentro de poco la confusión de idiomas, dialectos y jerigonzas, el caos babilónico de la Edad Media; y diez pueblos perderán uno de los vínculos más poderosos de fraternidad, uno de sus más preciosos instrumentos de correspondencia y comercio (Torrejón, p. 543)

No cabe duda de que el venezolano tenía razón en el cuidado por salvaguardar un instrumento de comunicación tan importante como lo es la lengua, tanto hablada como escrita. Si miramos nuestra historia hasta nuestros días, podríamos decir que ella ha constituido el vínculo más poderoso que se ha mantenido por encima de todos nuestros desencuentros y conflictos de diversa índole. El hecho de que no hayamos sabido aprovechar en toda su magnitud este precioso legado, para profundizar nuestra comunicación y conformar verdaderas comunidades académicas, no disminuye para nada la fuerza de los argumentos de Bello frente a Sarmiento.

Referencias Bello, A. (1979). Obra Literaria. Caracas: Biblioteca Ayacucho, No. 50. Bello, A. (1990). Antología poética. Cali: Fundación para la investigación y la cultura. 356

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Goic, C. (1990). Historia y crítica de la literatura hispanoamericana. II. Del romanticismo al modernismo. Barcelona: Editorial Crítica. Gómez, J. G. “Marginalia. La independencia literaria en Hispanoamérica”. En: Ideas y Valores. Bogotá, LIX, No. 144, diciembre 2010, pp. 5-27. Henríquez Ureña, P. (1994). Las corrientes literarias en la América Hispánica. Bogotá: Fondo de Cultura Económica. Henríquez Ureña, P. “El descontento y la promesa”. En: Goic, pp. 52-58. Martínez, J. L. (1979). Unidad y diversidad de la literatura latinoamericana. México: Editorial Joaquín Mortiz. Pigna, F. (2002). Los mitos de la historia argentina 2. Buenos Aires, Editorial Planeta. Sarmiento, Domingo F. F.. Caracas: Biblioteca Ayacucho, No 12, 1977. Silva, R. (2002). Los ilustrados de Nueva Granada 1760-1808. Genealogía de una comunidad de interpretación. Medellín: Fondo Editorial Universidad Eafit y Banco de la República. Torrejón, A. “Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento y el castellano culto de Chile”. En: THESAURUS, XLIV, 3, 1989, pp. 534-558.

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ISSN: 0120-8454

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Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 359-379

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La aniquilación de la aristocracia en Lirio Negro de José María Vargas Vila*

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Witton Becerra Mayorga**

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Recibido: febrero 27 de 2013 Aprobado: Abril 19 de 2013

Resumen El presente artículo entrega algunos resultados de la investigación La nación y la poesía. Donde se señala uno de los aspectos más destacados de la relación entre la literatura y la vida social y política de finales del siglo XIX en Colombia. A través del estudio de la novela Lirio negro de José María Vargas Vila, se evidencia una de las formas literarias de la imposibilidad de la construcción de una nación en Colombia a partir del principio de lo que aquí llamamos “autoaniquilación de la aristocracia”. Palabras clave: Lirio negro, José María Vargas Vila, literatura colombiana, siglo XIX, Nación, incesto, aristocracia.

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Este artículo es resultado del proyecto de investigación La nación y la poesía radicado en la Dirección de Investigaciones de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), con el código SGI1009, radicado el 1 de marzo de 2012 y aprobado para su ejecución el 2 de abril de 2012.

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Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás (Bogotá), Magister en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo (Bogotá). Docente investigador de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. E-mail: witton@gmail.com.

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The annihilation of aristocracy in José María Vargas Vila’s Black Lily*

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Witton Becerra Mayorga**

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Abstract This article presents some findings of the research project nation and poetry. This article highlights one aspect in the relationship between literature, social and political life at the end of the nineteenth century in Colombia. By studying José María Vargas Vila’s Black Lily, one literary form of impossibility is discovered, which expresses the impossibility of building up a nation in Colombia because of “Aristocracy self-annihilation”. Keywords: Black Lily, José María Vargas Vila, colombian literature, the nineteenth century, Nation, incest, aristocracy.

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This article is a resulting from the research project Nation and poetry submitted in the Research Office at Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) code SGI 1009, March 1 2012 and approved on April 2 2012.

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Degree in Philosophy at Universidad Santo Tomás (Bogotá), Master in Spanish American Literature at Caro y Cuervo Institute (Bogotá). Research professor at UPTC. E-mail: witton@gmail.com.

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L’anéantissement de l’aristocratie chez 5 Lirio Negro de José María Vargas Vila* Witton Becerra Mayorga**

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Résumé Cet article présente quelques-uns des résultats de la recherche “La nation et la poésie». Lors de celui-ci, met en évidence l’un des aspects les plus remarquables de la relation entre la littérature et la vie sociale et politique à la la fin du XIXe siècle en Colombie. À travers l’étude du roman Lirio negro de José María Vargas Vila il est évident une des formes littéraires de l’impossibilité de la construction d’une nation en Colombie à partir du principe de ce que nous appelons “l’anéantissement de l’aristocratie”. Mots clés: Lirio negro, José María Vargas Vila, littérature colombienne, XIXe siècle, Nation, inceste, aristocratie.

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Cet article est le résultat du projet de recherche La nation et la poésie basé à la Direction de Recherche de l’Université “Pedagógica y Tecnológica de Colombia” (UPTC) portant le code SGI1009, déposé le 1 mars 2012 et approuvé pour son exécution le 02 avril 2012.

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Licencié en Philosophie et Lettres de l’Université Santo Tomas (Bogotá), Magister en Littérature Hispano-Américaine de l’ «Instituto Caro y Cuervo» (Bogotá). Enseignant chercheur de l’Université Pedagógica y Tecnológica de Colombia. E-mail: witton@gmail.com.

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Witton Becerra Mayorga

Introducción El país de los poetas, en el siglo de los poetas, vio nacer al irreverente novelista José María Vargas Vila. El país de los gramáticos, en el siglo de los gramáticos, cuando los gramáticos tenían el poder político y lo gobernaban, vio a un hombre enfrentárseles con la pluma que los criticaba. No escribió poesía, no fue gramático y no militó en las filas de los políticos de la época, tan solo enfrentó a Núñez desde los llanos, siendo liberal radical; luego, su exilio para siempre de la patria, de esa patria que enfrentó y que lo enfrentó. Vargas Vila ha dado mucho de qué hablar, no solo desde su época, cuando de acusador pasó a acusado en el Liceo de la Infancia1, hoy también sigue cediendo a las polémicas por su vida o por su obra. Los rumores y las anécdotas sobre la vida del escritor han tomado la forma de lugares comunes como lo señala Juan Carlos González Espitia (1998, p. 7): Frente a la obra de El Divino han surgido tantas y tan disímiles opiniones, que pareciera que se critica el recuerdo del individuo que respondía al nombre de José María Vargas Vila, y no su obra… Por ese camino, ya es lugar común el decir que Vargas Vila ha sido un escritor conocido fuera de Colombia y completamente irreconocible en el país. Como ocurre con todos los lugares comunes, las cosas se han quedado ahí, han creado una opinión generalizada que no se desprende de un análisis personal y exhaustivo, sino de una crítica “a oídas” de la obra de un autor. No es raro escuchar entre jóvenes universitarios claros errores como que Vargas Vila fue excomulgado por escribir obras pornográficas, que fue expatriado o que su literatura es tan mala y de tan baja estofa que no merece la pena ser leída. Vicios y resultados del lugar común.

Por esa misma línea, el historiador Malcom Deas parece iluminarse por los lugares comunes y emite la siguiente anécdota y luego un juicio: En su biografía reciente de Daniel Cosio Villegas, Enrique Kranze cuenta que una vez el maestro encontró en casa de un amigo unos libros de Vargas Vila, y enfurecido los echó por la ventana. Para que un lector, editor, historiador pueda tratar así cualquier libro tiene que ser bien malo: casi no puede tratarse de libros, sino de objetos de otra especie. Físicamente, muchas ediciones modernas de Vargas Vila son miserables, y no merecen por su apariencia más respeto que una fotonovela (Deas, 1984, p. 7). 1

La anécdota del Liceo es relatada con los tintes de provincianismo que rodeaba la vida social de finales del siglo XIX en Bogotá. La vida intelectual, pero también los enfrentamientos de la época, se daban en los periódicos locales y esas eran las formas de asumir la influencia de los escritores en la vida local. Por influencia de don José Joaquín Ortiz, llega como profesor a este lugar regentado por el jesuita Tomás Escobar. En el periódico La Actualidad del Indio Uribe, luego de publicar un poema con motivo de la primera comunión de los niños del Liceo, publica una denuncia contra el padre Escobar acusándolo de abusar de los niños. Vargas Vila pasa de acusador ha acusado, ya que las pruebas que consigue el defensor de Escobar (incluida una carta en favor del cura firmada por algunos ex alumnos de Vargas Vila, incluido José Asunción Silva (Deas, 1984, p. 13), lo acusan de travestismo y otras cosas más.

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Si juzgáramos la obra literaria por el lugar de aparición o por la edición, muchas no nos gustarían. El oficio de la crítica literaria y de la investigación en literatura consiste en ir más allá de las apariencias de la obra e incluso de la vida del autor. La vasta obra de José María Vargas Vila debe revisarse como la obra de un hombre que ejerció el oficio de escritor (González Espitia, 1998, p. 7). A Vargas Vila se le profesaba un desprecio por su personalidad, intencionadamente, irreverente y en eso muchos autores se han quedado sin justificar por qué es malo desde el estudio concreto de sus obras. Para adentrarnos en otra discusión que se separe de los lugares comunes, queremos acudir al estudio concreto de una obra para que ella nos hable; es una alternativa para todo lo dicho sobre la obra de este autor colombiano. Dejemos que la misma obra nos hable y que podamos juzgar desde allí los aciertos y los defectos de la obra de Vargas Vila. Veremos así que más allá de los juicios de si la literatura de Vargas Vila es buena o mala, la construcción literaria de una concepto sobre la nación colombiana y el análisis de este asunto en una obra concreta como Lirio negro, nos podrá llevar a debatir un tema abierto a todos los ámbitos de las ciencias humanas: el concepto de nación .

Vargas Vila y su visión de la nación La nación es una configuración conjunta de diversos factores. Vargas Vila mediante su obra señala la imposibilidad de una construcción de nación, denigrando cualquier proyecto presente en las tierras colombianas, y solo criticando sin proponer una salida, (para él no la hay) y como veremos al final de este artículo, la decadencia será la forma de asunción de la nación. Para el escritor colombiano, exiliado por su propia iniciativa o porque le tocó (Escobar Uribe, 1968, p. 75), la disputa con la época en la que le correspondió vivir se convertirá en un tema evidente, la negación de la nación y su imposibilidad de conformación serán una constante en su obra. Vargas Vila evidenció su posición política, disputó con la Regeneración y con sus articuladores, especialmente enfrentó, desde la escritura, a personajes como Miguel Antonio Caro, Rafael Núñez, José Manuel Marroquín y Rafael Reyes. Por la reputación de Vargas Vila, este último había afirmado que había que “desvargasvilizar a Colombia” (Reyes, citado en Deas, 1984, p. 7) Vargas Vila fue y será un hombre de confrontaciones. Pero sin lugar a dudas, la confrontación más acérrima fue con los políticos de finales del siglo XIX en Colombia. Dentro de su obra contamos con posiciones explícitas a nivel político. En De los Césares de la decadencia (Vargas Vila, 1984, pp. 146-201) encontramos “el más famoso de sus libros de política” (Deas, 1984, p. 145)2.

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En esta edición que hace Malcom Deas, selecciona los apartados que hace relación a Núñez, Caro, Sanclemente, Marroquín y Reyes.

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De Núñez dijo que era de los tiranos filósofos, que a pesar de ser costeño, su alma era aburrida y taciturna. Lo tildó de demagogo; sin embargo alababa su inteligencia pero cuestiona que la utilizó para corromper las cosas que hacía y “tenía toda la lucidez de un político, unida a la extraña placidez de un filósofo” (Vargas Vila, 1984, p. 148). Este personaje tan influyente en la historia política de Colombia chocó con los desdenes de Vargas Vila, dado que nuestro autor emergía de la clase de los liberales radicales y siempre cuestionó el oportunismo de la volteada de Núñez hacia los conservadores y el apartamiento del partido liberal. Con la asunción de Núñez al poder termina el periodo de radicalismo liberal y dado esto, hombres como Vargas Vila fueron perseguidos, así lo relatan Escobar Uribe, Deas3 y González Espitia. Núñez, para Vargas Vila, era un hombre a medias porque al abandonar las ideas liberales no asumió de manera completa las conservadoras. En la época se definía lo que debía ser la nación colombiana, en esto, la influencia de Rafael Núñez ha sido de las más notorias en la vida política de Colombia, luego de la emancipación. Sin embargo, el autor de Flor de fango no ve allí una posibilidad sino toda una manipulación ejercida por algunos en beneficio propio, que da paso a la constitución de una tiranía. Por esta razón, consideramos pertinente destacar el siguiente pasaje de Vargas Vila que describe su posición frente al proyecto de La Regeneración: He ahí la pintura de nuestro Partido Nacional o Regenerador. Traicionando a los liberales, y pronto a traicionar a los conservadores. Despreciado de ambos, y temeroso de juntos; pronto a apoyarlo todo y a venderlo todo; tan listo para hacerse monárquico como republicano; arrodillándose ante ídolos que mañana ayudaría a voltear. El (sic) entregó la cabeza del partido liberal a los conservadores;… Este partido tiene su personificación siniestra en un solo hombre: Rafael Núñez. Altísima y sombría personalidad política, su frente brilla con los resplandores del talento que hacen más visibles las manchas de sangre que la cubren (Vargas Vila, 1886, p. 53).

De Núñez finalmente termina diciendo: “ya no hay patria, pero aún hay tiranía: esa es su obra” (Vargas Vila, 1984, p. 151). Pero así como arremete contra el presidente del 86, también ataca al eminente Miguel Antonio Caro, quien releva a Núñez en la presidencia, de quien dice se cree “poeta por herencia” (Vargas Vila, 1984). Lo definió, junto con Marroquín y Núñez, en la categoría de los “tiranos letrados” (Vargas Vila, 1984, p. 153). Conocidas son algunas notas que caracterizaban a Caro, sobre todo en la plaza 3

Del estudio de Deas se puede extraer una buena contextualización de la época de Vargas Vila, pero el tratamiento concreto del hombre y la obra se evade entre los rumores de la vida y lo polémico que fue el autor.

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pública; su formación clásica irradiaba sus discursos, a lo cual, críticos de eso como Vargas Vila, definían como su mayor virtud política, por eso se dice que “llevó al gobierno, todas las pasiones de la plaza pública y después de ser Catón, en el foro, no fue sino un faccioso en el poder;” (Vargas Vila, 1984, p. 153). En Caro se concentra la primera forma de la política conservadora en nuestro país, amarrada a la visión clásica de la filosofía y al retorno de lo hispánico encarnado en la Regeneración. Este proyecto político se propone eliminar lo que había fundado el estado laico radical, especialmente en el aspecto de la educación, con base en los preceptos antimodernos del catolicismo retrógrado. Esta idea encuentra en Caro uno de sus mayores ideólogos. Lo hispánico requería, por necesidad, una fundamentación en la lengua. Precisamente, uno de los factores de la conformación nacional es la identidad lingüística4, a la identidad con el español quisieron apelar los “regeneradores” como Caro. Ante esta identificación lingüística, cualquier otra forma era segregada. La creación de la Academia Colombiana de la Lengua en 1872, y su famosa denominación de “Decana” de las demás academias de América, ha establecido en nuestro país un imaginario, con la pretendida consolidación de nación a partir de factores como el lingüístico5. Don Miguel Antonio Caro, entre otros tantos ilustres, estuvieron detrás de la fundación del órgano rector de la lengua en nuestro país. Este amante de la gramática recibirá, de parte de José María Vargas Vila, una crítica contumaz, porque el novelista consideraba que los asuntos filológicos, y la dedicación a estos, no se deberían confundir con los de la política y el gobierno, por eso dijo de Caro que: La gramática no era en él una profesión, era una pasión; para él, un adverbio, era más importante que un hombre; en una sentencia de muerte, discutía la puntuación con más encarnizamiento que el delito; durante su gobierno, los liberales tuvieron el triste consuelo, de ser fusilados con todas las leyes gramaticales, a falta de otras leyes… Caro, habría sido un gran ciudadano de su país, si los acontecimientos no hubiesen hecho del él un pequeño déspota (Vargas Vila, 1984, p. 154).

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A finales del siglo XX, presenciamos guerras separatistas en Europa, como la de los Balcanes, en las que una de las razones fundamentales de los ideales de separación era, de la mano de las demás expresiones culturales, la lengua. En el año 2010, transcurridos ya 10 años del siglo XXI, fue noticia mundial, por allá por los días de mayo, el problema separatista en Bélgica. Podríamos citar otros casos como el País Vasco, el Tibet… La cuestión es que en Colombia, la lengua era la misma de los demás países hispanoamericanos. Y no se trataba de una separación, sino de fundar una unidad particular, la que aglutinara la visión de Colombia como república pero heredera de España, es decir, ante un desarrollo que iba creando una lengua que se desviaba de la norma, costumbres que se alejaban de las coloniales, formas de vida que no se asemejaban a las impuestas durante la Colonia, Caro propugna por una continuidad de esa herencia como forma de mantener el contacto con el mundo civilizado.

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Hoy la Academia tiene un lugar especial para el estudio de las lenguas indígenas. Pero solo hoy. Los comienzos de la Academia Colombiana rezagaron cualquier posibilidad de diálogo con lo aborigen, allí se pretendía configurar un proyecto nacional basado en la lengua de Castilla, desconociendo lo fundamental de lo indígena y lo africano. No es tanto ese desconocimiento lo que importa, sino el valor que se le otorga a la norma en contra del habla. Es decir, la lengua valida a los sectores más educados en la norma como más aptos para gobernar, en detrimento de las hablas locales y de otros saberes.

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A la hora de estudiar las ideas políticas de finales del siglo XIX en Colombia, nos encontramos con algo especial que contribuye a entender la época del fenómeno literario que estamos estudiando: Caro erige el conocimiento de la lengua como un aspecto fundamental del buen gobierno, esto fue algo que criticó Vargas Vila frecuentemente. Críticas como estas irán a recibir, por parte de Vargas Vila, los posteriores relevos de la Regeneración como Sanclemente, a quien creía un inepto, Marroquín, considerado un traidor, y Rafael Reyes, un salvaje. La fuerza de las palabras de Vargas Vila contra “los regeneradores”, al revisarse con detenimiento, no es que digan cosas falsas, sino que el desmedido apasionamiento elevan la desestimación, casi personal, de nuestro autor por estos políticos. Ante estos apasionamientos, las críticas fundadas de Vargas Vila han perdido fuerza. Pese a todos los apasionamientos de Vargas Vila, el escritor siempre sentó su crítica y su posición contraria a la política colombiana de finales del siglo XIX, que pretendía la consolidación de un proyecto nacional a partir de algunas desviaciones que el autor de Ibis, denunció. Todas estas ideas no solo tomaron fuerza en sus escritos políticos sino en sus novelas, especialmente en Lirio negro6. Respecto a su obra literaria, la abundancia de sus ediciones floreció lejos de la patria. Vargas Vila fue un bestseller. Arturo Escobar Uribe (1968, p. 135) suma 112 volúmenes, reconociendo que la obra no es uniforme y que la calidad varía. Algunos aducen, (de memoria también y sin haberlo leído) que las novelas de Vargas Vila son sobre temas foráneos, de un erotismo sin límites y de un bajo sensualismo. Pero resulta que no todas son foráneas, ni todas son sensuales, ni todas son eróticas, no todas “ellas están al servicio de un mórbido mal gusto”, como dice el R. P. Ruano. Novelas de tema colombiano y buenas son: “Aura o las violetas7”, sus cuentos “Emma”, “Lo irreparable” y algunos incluidos en su libro “Copos de Espuma”. “Flor de Fango” que tanta polvareda levantó, no es más que la historia de una maestra de escuela de una pueblo cualquiera del departamento de Cundinamarca, tragedia que diariamente se repite, pero que la hipocresía oculta y el fanatismo calla, para no ofender la moral…¡LA MORAL!; “Los Parias” es otra novela de tema colombiano, de la guerra civil del 85; “El camino del Triunfo” es una novela punzante, de temática nacional sobre los internados de los colegios de religiosos. Su continuación “La Conquista de Bizancio”, de la cual dijo su autor que era “la más fuerte, sino la más bella de mis novelas de combate”, también es de tema netamente colombiano. (Escobar Uribe, 1968, p. 137). 6

La parte final de este artículo describirá el tema de la imposibilidad de una nación desde Lirio negro, la decadencia y la autoaniquilación de una clase.

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Aunque el autor tiempo después repudia la obra, por su excesivo romanticismo, y la calidad de estas respecto a otras es bastante menor.

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Vargas Vila fue un escritor poseído por la sensibilidad del que se dedica a crear; la imaginación aflora en los recorridos de su obra y la fuerza extrae el vigor de sus impulsos intelectuales, pero no le alcanza para posarse de manera contundente en el Olimpo de la literatura, ya que no se reconoce que una de sus obras sea lo suficientemente dotada de valor para ser universal. La cuestión se asienta en que además de crear se dedicó a otros oficios que lo llevaron a exagerar la crítica contra lo que no le gustaba, a veces sin más argumento que su disgusto por las cosas. Pero más allá de ello, el autor en su obra expuso los temas que lo inclinaron a pensar en la nación imposible, en la decadencia de una clase y su autoaniquilamiento. La misma Aura o las violetas, impregnada de un provincialismo y de un romanticismo a veces exagerado, posee elementos que describen la situación de ese país dejado a los herederos de los criollos y que reúne la vida en las aldeas campesinas. Esta obra señala ya el camino del ambiente de la aristocracia que se auto aniquila antes de mezclarse. Betty Osorio (1998, p. 20) señala que al final de la novela, cuando el joven amante de Aura, al lado del anciano viudo, contempla el cadáver de su amada y se acerca con un gesto de posesión hacia la muerta (necrofilia), se da un gesto de posesión sexual del hombre sobre Aura. Esta es la manifestación inicial, en la obra de Vargas Vila, de que en la vida social, construida en las aldeas de este país, terminaba imponiéndose la separación de las clases, a cualquier precio, antes de mezclarse, para que las élites siguieran dominando. Esto estaba fortalecido por la vida civil y eclesiástica que tendían a confundirse y unificarse en la época. En la novela, prefieren cerrarse las clases antes de generar nuevas posibilidades; un anciano hace a una joven su esposa, y el joven amante no supera nunca el amor de Aura, que hasta muerta quiere poseerla. Las temáticas de las novelas de Vargas Vila se oponían a las predominantes en el momento; también su estilo se oponía al establecido. En Aura o las violetas o en Flor de fango se describe esa imagen aldeana del país finalizando el siglo XIX, y aunque en este aspecto sentimos cercanía con novelas como María o Manuela, la novedad de las novelas de Vargas Vila consiste en que cuestiona el papel imponente del Estado sobre el individuo, amañado en una sociedad hipócrita que se fundamenta en la tradición cristiana e hispánica, además la obra de Vargas Vila empieza a escribirse décadas después de ese momento de iniciación de la novela colombiana, hecho que permite definir la situación social de manera diferente a como lo hicieron Jorge Isaacs y Eugenio Díaz. Luisa, la protagonista de Flor de fango, es una maestra normalista que va a enseñar a la finca de la familia de la Hoz, donde priman los poderes del terrateniente y de la iglesia. La mujer es acosada por don Juan Crisóstomo, quien en apariencia es un hombre moral y religiosamente recto y la vida de la mujer, sin que ella lo pretenda, se ve enredada por los deseos sexuales del señor de la finca y del cura, quien también la pretende. La atracción de don Juan Crisóstomo hacia Luisa la coloca en un lugar de preferencia que su esposa nota y por lo que entra a complicar la reputación de la joven. Doña Mercedes, quien mantuvo relaciones sexuales con sacerdotes y es manipulada por ellos, se encarga, junto con el párroco que desea a Luisa morbosamente, de estigmatizarla socialmente y ANÁLISIS No. 83

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aquel caserío pierde la posibilidad de educar a los niños ya que ella mantiene su autonomía y prefiere irse del lugar. La doble moral imperante es una de las críticas fundamentales de la novela, pero además de eso se observa la disputa entre las ideologías de la época, según Betty Osorio (1998, p. 27), materializadas en el cuerpo de la joven profesora. El cuerpo de Luisa representa una posibilidad emocional y afectiva para la nueva nación que se forja a finales del siglo XIX. Ese cuerpo nacional desgarrado por las guerras civiles, lucha por crear espacios nuevos desde donde llevar a cabo un proyecto político y estético. El cuerpo de Luisa adornado con todos los atributos de la belleza física se niega a convertirse en objeto de placer y quiere ser sujeto dueño de su sensualidad y de su sexo. Vargas Vila ha semiotizado el cuerpo de su protagonista haciendo de él el centro de significación de su novela.

Respecto al cuerpo de Luisa, nosotros creemos que más que la disputa entre los poderes, lo que representa esta mujer en la novela es algo más concreto; la posibilidad de que la sociedad se abra a formas de la modernidad como la educación y la idea de independencia y autonomía. Esta mujer, educada en una escuela pública y no religiosa, mediante su formación se opone a cualquier ultraje y defiende así su amor por Arturo. En Flor de fango, Vargas Vila presenta la crítica novelada a la sociedad de su época y defiende las libertades del individuo sobre las manipulaciones hipócritas de la sociedad conservadora de la Regeneración. A medida que avanzó nuestro autor en la construcción de su obra, por su exilio, empezó a separarse de la cuestión americana. En ese tramo va a construir un estilo propio de escritura para oponerse también, desde la forma, a la gramática y la norma lingüística imperante.

Formas estéticas y lingüísticas de la nación imposible Una de las cuestiones fundamentales en la obra de Vargas Vila, fue la ruptura con las formas lingüísticas dominantes. Lo que tendríamos que revisar es si él, al proponer un estilo de escritura diferente se opone al imperante, o si simplemente quiere manifestar la imposibilidad de la instrumentalización que le dieron los conservadores a la norma lingüística. Es como si Vargas Vila dijera: “no, no estoy de acuerdo con el modo de uso que le dan a la lengua, como no estoy de acuerdo con ustedes, yo tengo el mío propio”. Tendríamos que decir, entonces, que las dos posibilidades son ciertas y que hay una intención explícita de marcar diferencia de estilo para criticar las imposturas sucedidas por la norma ortográfica de la Academia y el Estado. Pero con su estilo logra más lo segundo que lo primero. Es imposible, para don José María, un proyecto de nación en el que el retorno a lo hispánico signifique conformar normas culturales, sociales, legales y hasta estéticas ancladas en el buen uso del idioma castellano, y que eso, 368

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junto con la religión, irradie las demás esferas de la vida y se instrumentalicen para consolidar un proyecto de nación. Vargas Vila apela a un gusto de una clase social que no tiene los saberes de las élites letradas y su versión de un refinamiento que se basa en lecturas, viajes a Europa y formas específicas de sociabilidad, pero aspira a un cierto “refinamiento”. Vargas Vila no busca un proyecto “popular” o alternativo. Populariza aspectos de lo que las clases altas consideran su privilegio. Lo interesante de Vargas Vila es que revela que tampoco los refinados son tan refinados, con notorias excepciones, Isaacs y Silva las más notables. Por eso, en el país de los poetas, en el siglo de los poetas, Vargas Vila escribe prosa y trata de ingresar en el género de la novela, con dificultades, ya que ninguna de sus piezas es lo suficientemente grandiosa. El genio del escritor proviene de sus hábitos incendiarios y de su diferencia al escribir. Muchos aún se siguen preguntando por qué en Colombia no hubo vanguardia literaria. Nuestro país marca diferencia porque no se construyó la influencia estética de la vanguardia artística. Los críticos e intelectuales han asociado, de manera extraña, la vanguardia y su presencia en ciertos lugares con el grado de modernidad que dichos países pueden tener, es decir, se juzga el aspecto estético, filosófico y social haya o no haya habido vanguardia. Colombia no la tuvo, pero sí tuvo muchas voces diferentes como los que se agrupaban en la revista Voces de Barranquilla, escritores de la segunda década del siglo XIX como José Eustasio Rivera, periodistas como Luis Tejada, por eso creemos que Colombia tuvo su propia forma de analizar la crisis. La imposibilidad del ingreso de la vanguardia a Colombia, en parte, se debió al apego a la norma lingüística y a la estrechez gramatical. Mencionamos esto por la siguiente afirmación que sostiene Juan Carlos González Espitia, luego de criticar a los que asumen “posiciones de oídas” sobre Vargas Vila: “Si nos alejáramos un poco de esa posición e imagináramos una posible salida de la historia, posiblemente no sería descabellado afirmar que el estilo de Vargas Vila lo hubiera designado como el precursor de la vanguardia. Eso hubiera podido suceder si hubiera nacido en Francia o en España. Pero nació en Colombia” (González Espitia, 1998, p. 8). Pero más allá de las posiciones de oídas, la literatura no tiene que desembocar necesariamente en vanguardias, reconocemos que el estilo de Vargas Vila se separó de las formas tradicionales, pero fue un camino único: el de un hombre exageradamente crítico que no sustentó bien su estilo; lo adoptó por irreverencia intencionada. La poesía no fue el interés de Vargas Vila; ella era el género preferido de los político-poetas que administraban la patria. Su estilo se separa de la tradicional forma de escribir. El uso particular de los signos de puntuación es una de las mayores evidencias; el punto aparte no existe sino solo para el final del capítulo ANÁLISIS No. 83

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o del libro, o cuando un personaje termina un diálogo. Sus novelas “no son novelas propiamente dichas, sino largas tiradas líricas, escritas dentro de la misma técnica estilística de los panfletos y de las catilinarias” (Maya, citado en Deas, 1984, p. 287). La materialización estilística en la obra de Vargas Vila surge como una protesta a la imposición reglada de la lengua por los académicos miembros del tribunal de la ortografía. Esto no tenía que conducir necesariamente al éxito universal del artista por los méritos de su obra, pero por lo menos logra la manifestación contra la imposición. “El autor defendió hasta el último momento lo que llamaba su estilo: palabras iniciadas en letra mayúscula, inclusión de gran cantidad de palabras extranjeras, creación de nuevos vocablos, juegos tipográficos como el uso arbitrario de puntos suspensivos, cortes bruscos de texto con líneas o estrellas y uso repetido de comas y puntos y coma” (González Espitia, 1998, p. 10). Es decir, adopta los gestos superficiales del modernismo, pero habría que reflexionar si eso lleva a una producción de similar calidad. El autor muestra separarse de la poesía con una forma asumida de manera extraña. A veces, leyendo a Vargas Vila, fácilmente el lector puede reemplazar el punto y coma o los puntos suspensivos por un punto que inicia otro párrafo u otra idea a continuación de un punto seguido. Lo que creemos es que con esto Vargas Vila se opone a las reglas impuestas por los conservadores puristas del castellano. En este sentido, la poesía nacional era la que legitimaba la academia, de ahí la defensa que hacía el autor de Flor de fango a su estilo: Es por eso, que todos los errores, y, aun los horrores, hallados por el vulgo de éticos y de clásicos, en mis libros, han sido voluntaria, deliberada y conscientemente puestos allí, no solo para enojarlos y aún escandalizarlos por mis flagrantes violaciones a sus cánones, sino para demostrarles con ellos cuan distante estoy yo, de todos esos rebaños letrados o semiletrados que pacen en las dehesas anacrónicas de la Tradición, así como el vulgo inconsciente que aspira cándidamente a dar o quitar reputaciones con la sola autoridad de su insuficiencia8… …sostener incólumes, mis ideas y mi estilo, sobre todo, este estilo tan combatido por los que ignoran, que el estilo es un don personal al cual no es posible renunciar; los que llaman estilo la reproducción gregaria del estilo de los muertos, conservando en esos fonógrafos de la lengua llamados la Tradición y la Academia, se indigna contra los muy raros escritores, que aparecen una vez en ciertos siglos, con estilo suyo, dando obras suyas, al ataque y la admiración a las generaciones que los leen (Vargas Vila, citado en González Espitia, p. 10).

La literatura, como manifestación cultural de una nación para Vargas Vila, no se ancla en la instrumentalización de la lengua que impone un estilo gregario y

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Estos son gestos desafiantes de un miembro de una clase ascendente que se siente despreciado por no manejar la lengua de manera correcta.

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normativo, de ahí su escritura. Lo paradójico es que él instrumentaliza también su uso de la lengua para decir lo que quería decir. El punto es que la lengua no se debe instrumentalizar para ningún fin, pero tanto los escritores de la Regeneración como él, lo hicieron. Lo que hace este autor es asumir un gesto de rebeldía contra la imposición, y en ese gesto hace lo mismo que critica, de otra manera, la contraria, por supuesto.

Decadencia y auto aniquilación en Lirio negro Varios síntomas se presentaban a finales del siglo XIX que indicaban que las cosas cambiaban. A finales del siglo XIX nuestro país estaba iluminado por la ideología de la iglesia. La misma Constitución del 86 define a Colombia como un país católico, y sobre esta mentalidad y la de la gramática rigurosa del español se construye un proyecto nacional, que pretende abrirse a la modernidad en términos económicos, pero que se cierra a ella en lo social. La vida en otras latitudes presentaba síntomas no tan optimistas como los que proponía la ideología predominante en el país. La crisis de la ciencia y de la modernidad estaba enfrentando el momento más álgido, el positivismo filosófico era fuertemente criticado y debía superarse, y la naturaleza humana sentía la desazón. Sin embargo, los viajes entre estas tierras y Europa eran más fáciles para algunos miembros de las élites. Es así que algunos personajes conocieron la decadencia europea de finales del siglo XIX. El artista fue uno de los personajes que lo evidenció. El surgimiento de Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, por hablar de Francia y su no tan optimista mundo, podía replicarse en algunos autores que de estas latitudes experimentaban las formas culturales de la decadencia. Ejemplo de esto son José Asunción Silva y José María Vargas Vila. Hay dos novelas, que en este sentido, manifiestan la visión de la decadencia, dos novelas de artista: De sobremesa y Lirio negro. Éstas son muestras emergentes de una nueva visión de la literatura en nuestro territorio. La poesía era el género que irradiaba la formación de la literatura colombiana a finales del siglo XIX, sin embargo, otras formas estaban cobrando relevancia para superar el romanticismo y el costumbrismo en la prosa. El ensayo literario empezaba a tomar fuerza, y en el campo de la ficción se empezaba a superar formas como el costumbrismo. The costumbrismo was necessarily an ideological manifestation of the transition to modern, bourgeois society, expressing, among other things, the perspective and will of the class whose interest it served. This instrumental aspect of costumbrismo which express certain relatively conscious categories of a class perspective, comes to light, when we examine the ambiguous area between the costumbristas explicit conception of their objectives (Kirkpatrick, 2010).

Lirio negro y De sobremesa, son ejemplos de la superación formal de esta ideología que sustentaba al costumbrismo. Obras como estas son de transición y abren el espectro de la posterior literatura del siglo XX. ANÁLISIS No. 83

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Lirio negro (1930) completa la trilogía iniciada con Lirio blanco (1932) y Lirio rojo (1930), publicadas conjuntamente por primera vez en 1914 con el nombre de El alma de los lirios. La trilogía cuenta la vida y aventuras de Flavio Durán. En Lirio blanco, Flavio es un joven que aventura amoríos con una de sus primas y relata la vida de este hombre antes de viajar a Europa. Lirio rojo relata la vida de Flavio en Europa, sus amantes y su vida como artista, su éxito y su excentricidad. Lirio negro relata el regreso de Flavio a América junto con su hijo, la decadencia, la enfermedad y el regreso a la patria, a esa patria a la que le es imposible ser una nación. Aunque el tema de la nación puede prefigurarse ya en Flor de fango, y sus escritos políticos reiteradamente critican el papel que desempeñó la Regeneración y cómo la política de la época, según Vargas Vila, era adversa para Colombia, es en Lirio negro donde el autor presenta el problema de manera más contundente desde su obra novelística. Lirio negro hace parte de una trilogía donde Vargas Vila explora a profundidad la psiquis de sus protagonistas. Los estados mentales de Flavio Durán, el personaje central de esta novela, rayan con lo patológico y recuerdan los preceptos de la novela de “fin de siècle” con su inclinación a explorar las más profundas y dolorosas situaciones de la mente humana sometida a la enfermedad y a las drogas (Osorio, 1998, p. 41).

Esta novela y la de Silva tienen una estrecha relación y surgen de la influencia que los autores recibieron de la novela de finales del siglo XIX en Europa (MeyerMinnemann, 1984, p. 431 ss). Las dos coinciden en ser novelas de artista y las dos presentan de manera diferente el concepto de nación: la nación como espacio para la creación artística. Flavio Durán, el protagonista de Lirio negro, es un artista muy reconocido en la sociedad y en los salones de la época; París y Roma son los lugares primordiales de sus estadías. Dos mujeres se convierten en el punto de partida para el regreso del autor a Colombia. Eleonora Dalzio, su antigua esposa y personaje de Lirio rojo, llega al estudio del pintor y por celos con la modelo que el artista pinta, Herminia Martolet, riega vitriolo, un ácido que quema a la modelo-amante y quema las manos del artista. El artista pierde el más preciado de sus bienes, sus manos de pintor. Su hijo Manlio, hijo de una campesina italiana violada por él, se convierte en el soporte que no merecía, luego Flavio es recluido en una clínica y después en un hospicio para tratar su narcotismo y su dependencia de la morfina. Después de la desgracia, el regreso a la patria de la mano de su hijo. La tragedia se ve representada por las manos, que ni para escribir sirven, como nos dice Flavio en su diario: “¿cómo escribir los sueños de mi corazón?”. En el buque Britania en el que regresaron presenta diversas situaciones que permiten captar la personalidad del artista, su relación con las mujeres, su posición política, su desprecio por los demás, su dependencia de los narcóticos y su anticlericalismo. 372

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La aniquilación de la aristocracia en L irio Negro

La novela se divide en tres partes, la primera que describe el accidente de Flavio y su estadía en el hospital, su recuperación y su alistamiento para el viaje de regreso del exilio. La segunda describe el viaje por el Atlántico hasta Nueva York y luego hacia Colombia y la última, en la que nos centraremos, la llegada al país, su reencuentro con su prima y su hija, la visión sobre la imposibilidad de la nación, el incesto y asesinato de Manlio a manos de su padre. La parte del regreso empieza así: Heme aquí de nuevo en mis campos nativos, en mi hogar solitario, donde la muerte lo ha devastado todo… y, soy en estos lugares algo como el sobreviviente, la sombra, el recuerdo de aquel naufragio de vidas… Mi soledad, entra en otra soledad, poblada de espectros; mi casa está sola, sola como una tumba, inexorablemente vacía… (Vargas Vila, 1998, p. 95).

Para Flavio el regreso no es un regreso voluntario, es el regreso dado por el fracaso en la vida del artista. La patria, aún detestada, es el obligado regreso para compensar lo sucedido. El artista no es de aquí, es más un personaje que retorna sin la convicción del regreso, regresa porque toca. La estadía en la antigua casa, la que hace mucho tiempo no veía, se convierte en la materialización de lo que representa la patria; un lugar corroído, lleno de polvo, invadido por la maleza, corrompido por el abandono y rodeado de soledad. Dolores y Pantaleón, los ancianos que lo reciben, antiguos sirvientes de la finca, materializan, para la puesta en escena de la patria en la obra, el recorrido corrompido de los años sobre los hombres de aquella aldea. Flavio y Manlio se instalan, hacen llegar sus cosas de Europa y las disponen en el lugar de la herencia. La única forma de recuperación de la casa es con el mobiliario traído desde Europa. No hay en estas tierras la forma de decorar la vida. Sin embargo, esos ajuares traen consigo la vida de Europa; en ruina, decadente y narcótica. Manlio hereda de su padre la neurosis y la forma de la decadencia, pasado el tiempo de la acomodación, caen absortos, uno por la morfina y otro por el éter que la combinan con licor y genera los estragos. Antes de que llegue Aureliana, los personajes muestran la difícil adaptación a ese nuevo lugar que llegan a habitar. Le dice Manlio a su padre, cuando entran a la casa por primera vez (Vargas Vila, 1998, p. 105): “¡Oh, cómo es de triste todo esto!”, Flavio responde: “-Esto es la Patria, hijo mío; esto es el Hogar;…” Recuerdos de la vieja raza se filtran por los aposentos, por los diversos lugares y los ancla en el verdadero lugar al que han llegado, al que la vida devuelve a Flavio. Al despertar la primera noche en la casa paterna dice Flavio: Reconocí bien el lecho en que me hallaba: era la cuna de mi raza, allí habían nacido y dormido, engendrado y muerto mis abuelos; ANÁLISIS No. 83

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allí había sido hecho yo, y allí había nacido… allí habían muerto todos mis antecesores uno a uno, como ramas de una vid cansada de dar frutos… De allí había surgido la vida de una raza, y allí la había agotado la muerte: nacer es empezar a morir (p. 111).

El aspecto formal en la novela no es el mismo que en los escritos políticos, aunque el fondo es igual: una crítica sin propuestas a los problemas de la construcción de la nación colombiana. En Lirio negro, quizá por las pretensiones del arte de novelar, el lenguaje es matizado, y no se desprende del protagonista un odio hacia la patria, como sí nos lo hace ver el autor en otros escritos. La patria es la patria obligada pero no despreciada, se desprecia el momento, la vida, los personajes, y como veremos luego, los políticos, pero el lugar reconforta; es la insinuación de un regreso a algo bondadoso en medio de tanta decadencia. Veamos: La luz, una luz auroral, límpida y vibrante, entró a torrentes y en cascadas, acariciándome con sus rayos; Un frío vigorizador y tonificante, reinaba en la atmósfera; el aire puro, oxigenado, lleno de esencias balsámicas, entró llenando de nueva vida mis pulmones, y aligerando la circulación de la sangre; Mi cabeza cargada de malos sueños, se sintió libertada de ellos; mi corazón respiró fuertemente, libre de su tedio mortal, y después de muchos años me pareció que por primera vez veía la vida (Vargas Vila, 1998, p. 114).

La literatura colombiana, inaugura, con María, un sentimiento propio de esta tierra que define la patria como paisaje y sociabilidad (von der Walde, 2008). Para el caso de la obra de Isaacs, los jardines y los prados como espacio de convivencia; para otros casos, tiempo después, como el de Aurelio Arturo, la arcadia. En este caso vemos que la naturaleza sigue siendo el plácido lugar donde pace el artista, la vista al horizonte, donde, así no se tenga esperanza, la vida misma alumbra para verse. La tragedia no radica en la tierra que provee la patria; la tragedia radica en los hombres que la dirigen. Vargas Vila siempre asumió una distancia crítica con los políticos que se imponían en la época. Ni con radicales ni regeneradores quiso fiesta. Sin embargo, en Lirio negro hay un pasaje explícito de su distanciamiento con los políticos de la época. Ni liberales, ni conservadores. Tiempo después de haber llegado Flavio a la finca, y haber sido excomulgado por el cura, por usar la capilla de El silencio para labores del campo9, se da la 9

En la novela se nos describen pasajes de exagerado anticlericalismo, representados en una iconoclastia artificiosa, como la patena y el cáliz que le regalaron en Europa y que Flavio usaba como cenicero y puesto para colocar los

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época electoral. Esta es una evidencia, estéticamente no muy bien elaborada (como otros escritos del autor), de la situación política de la época. Cuando nos referimos a que no es muy bien elaborada, nos referimos a que la obra literaria puede ser mejor mientras lo obvio no sea tan obvio. En este pasaje de la novela Vargas Vila muestra explícitamente su discrepancia con la política de la época. Tanto el cura y los conservadores, por medio de una carta, como un político liberal, compañero de infancia, quien lo visita en la finca, buscan a Flavio para que sume sus votos, los de casi 600 arrendatarios de sus fincas, a sus intenciones políticas. Él se burla de la política local mediante un plan que consiste en hacer creer que va a acompañar en las elecciones al liberal y al mismo tiempo les da esperanzas a los conservadores. Camino a las urnas da instrucción a sus arrendatarios de que voten por dos campesinos de sus fincas, uno de ellos Pantaleón, el mayordomo de El silencio. Las elecciones las ganan dos analfabetas por esta manipulación que logra Flavio y tienen que renunciar a la curul lograda por no saber leer ni escribir. Este pasaje muestra la forma tradicional de hacer política en esta patria. Los citadinos siempre han adoptado esa actitud frente a la política en el campo, pero al mismo tiempo la han usado para sus fines. El gamonal es el que representa esta forma de hacer vida pública, veamos la definición que nos da José María Samper (citado en Melo, 2011): La lengua española da el nombre de gamonal a un terreno que abundaba en plantas asfodilas. Pero entre nosotros se ha ampliado la idea, por una extraña analogía y tomado picarescamente el propietario por la propiedad, y se llama “gamonal” (por no decir capataz o cacique) al hombre rico de un lugar pequeño, dueño o poseedor de las tierras más valiosas, especie de señor feudal de la parroquia republicana, que influye y domina soberanamente el distrito, maneja a sus arrendatarios como a borregos, ata y desata los negocios del terruño como un San Pedro de caricatura y manda sin rival como un gallo entre sus gallinas. El gamonal es, pues, el sátrapa de la parroquia, el gallo del pueblo con todas sus consecuencias.

Como vemos, lo que no hay es una democracia que funcione, ni una institucionalidad clara. Lo que se critica en Lirio negro es la ausencia de las instituciones y se presenta una burla de este fenómeno. El poder surge de la manipulación, y el poder lo ejerce el terrateniente. Por supuesto que Flavio no cabe en el concepto de gamonal, pero Vargas Vila lo disfraza en el momento de las elecciones, para poderse burlar de la carencia de democracia y de instituciones en nuestro país. Ante el tema de la construcción de la nación en Colombia desde Vargas Vila, González Espitia dice:

cigarrillos. Vargas Vila desde el enfrentamiento con el cura del Liceo de la Infancia va a reiterar su discrepancia con lo eclesiástico, hasta ser excomulgado por el papa Gregorio XIII, mientras vivía en Roma con un cargo diplomático del gobierno de Ecuador.

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Los lineamientos decadentistas que subyacen en su obra se entrelazan de tal manera que exhiben una propuesta novedosa para la construcción de la nación, alejada tanto del proyecto romántico como de los ideales realistas. Aunque aboga por una asociación con los procesos de modernización europeos, también defiende la propuesta del anulamiento definitivo de los sectores de la aristocracia criolla, que tradicionalmente se consideraban abanderados de la dirección de las recientes repúblicas, por la vía del debilitamiento de la sangre en procesos de intercambio endogámico. La condición de extrañamiento del proyecto fundacional se hace explícita en Saudades tácitas (1922)10 libro aforístico en el que el dolor del exilio se instituye en identidad para el artista (1998, pp. 3-4).

El decadentismo que adopta Vargas Vila es una postura crítica frente a los fenómenos de la patria. Debe haber una anulación de la aristocracia criolla y esta es su auto aniquilación, el tema del incesto en Lirio negro lo que nos muestra es la auto aniquilación de la clase aristocrática de Colombia. Esa es una propuesta un poco más elaborada del escritor, más que sus escritos políticos, aquí, por fin, nos dice algo; la élite criolla debe acabarse y se va a acabar por ellos mismos, porque han sido tan cerrados a las demás gentes de la sociedad, se han cerrado a relacionarse con ellos. Entonces, viene el tema de la sangre. La sangre de los aristócratas no se mezcla, se mezcla solo entre ellos mismos, se comete el incesto como manera para no mezclar la sangre, pero asimismo se aniquila, como se aniquila en Lirio negro la estirpe de los Durán. Flavio, pasado un tiempo y sometido, junto con Manlio, a la rutina de los alucinógenos combinados con Champange y Cognac, recibe la visita sorpresiva de su prima Aureliana, la de Lirio blanco, su amante de juventud. La acompaña Germania, segundo nombre de la novela, hija de Aureliana. La aparición de estas dos mujeres hacia el final de la novela desencadena la visión alegórica de la nación en Lirio negro, la encarnación del auto aniquilamiento. Vemos una manifestación de dos espacios, el exterior y el interior. El primero es representado por la presencia de Aureliana y Germania, ellas son el contacto con el exterior, y lo interior está determinado por la vida decadente de Flavio y Manlio, en el espacio cerrado de sus alucinaciones. Esta oposición entre el mundo exterior e interior que coincide “con la oposición cultura cosmopolita y cultura autóctona, se ve momentáneamente reconciliada con la aparición de Germania, quien, a pesar de su nombre, es una representante de la naturaleza americana” (Osorio, 1998, p. 48)”. Si en Flor de fango el cuerpo de Luisa, y su defensa para que nadie lo vulnere, representa la libertad y la autonomía, en Lirio negro la posesión del 10

Esta es la cita de Saudades Tácitas a que se refiere el autor en el artículo: Todo renace en el Mundo, todo se prepara a vivir y a triunfar, menos esos pueblos de la antigua Colombia, esas tres satrapías, caídas un día de la espada de Bolívar, como tres gotas de sangre destinadas a deshonrar la Historia; esos pueblos desparecen sin dejar en la atmósfera histórica, ese como olor del Pasado, que dejan las civilizaciones muertas; no lo dejan porque ellos no entraron jamás en la Civilización; el repugnante olor de sus cadáveres, es el mismo que despide el cuerpo insepulto de un esclavo, que se pudre bajo la cadena.

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cuerpo de Germania representa el camino de la nación, acabar con la propia clase, con la aristocracia criolla. Germania es la hija de Flavio, Aureliana se lo contará luego de que se evidencie la atracción entre padre e hija, Flavio no lo sabía, pero a pesar de saberlo después la posee. Cuando se encuentran, una pasión ilimitada los inunda, como herederos de un linaje de desbordamientos; (una monja ninfómana y un tío incestuoso), y nada va impedir la consumación carnal. Con la llegada de Aureliana a El silencio, Flavio y ella inician jornadas de sexo desbordado como en la juventud, pero la atracción pasional entre Flavio y Germania no va a tener contención. Flavio confiesa su amor por la chica y utiliza, con la complicidad de la joven, la mentira de que ya fue poseída por él para que no se opongan a su relación. Manlio está enamorado de Germania y también manifiesta el desacuerdo con el asunto amoroso entre su padre y la joven. Flavio y Germania no han consumado su pasión, Aureliana le confiesa a su primo que Germania es su hija, que ha cometido incesto, que el viejo marido, al que le era infiel con él en la juventud, no servía para tener hijos. Flavio y Germania saben que no han estado juntos, que la presumida consumación de su amor no ha llegado, pero aun así la joven se escapa de la casa de su madre para hacer visitas a su padre-amante. Los límites impuestos por Aureliana y por Manlio no van a impedir el incesto, aun a costa de la muerte del hijo. Este debía morir porque representa la bastardía, la no pertenecía a la aristocracia, era hijo de una mujer aunque italiana, campesina, su muerte representa un mecanismo extremo de la aristocracia para no permitir la inserción de un miembro externo a la casta; preferible el incesto que permitir la ingreso de él a su familia. Manlio sorprende en el recinto de consumación del incesto a su padre con Germania, le dispara a ella para impedirlo, pero su padre descarga un sable y lo mata, a Germania la bala la roza pero no la afecta, y somos testigos de una escena obscena, el padre posee a su hija frente a la sangre de su hijo asesinado por él mismo. Germania en pie me esperaba triunfal y sonriente… La vista de la sangre, aguijoneó terriblemente mi sensualidad, y le tendí mis brazos… Ella me abrazó, me atrajo contra su pecho, se prendió a mis labios, con una ansia voraz, enlazó todos sus miembros a mi cuerpo, como una llama y rodamos abrazados por el lecho…

¡Y, fue mía!... Y, nos amamos así, frenéticos, delirantes, ante los ojos del muerto, que se cerraron lentamente sobre nosotros… (Vargas Vila, 1998, p. 207).

La fuerza de la auto aniquilación llega a su culmen y una clase se acaba a sí misma, allí vemos que: …la novela disipa la posibilidad de construir una idea de Nación como una participación en las estructuras políticas. Hay una ANÁLISIS No. 83

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incapacidad de las estructuras de la sociedad nativa para albergar una sensibilidad a moldes extranjeros. En este sentido, Vargas Vila no hace sino afirmar en forma novelada lo que sus escritos políticos han difundido sin ninguna ambigüedad. Lirio Negro estaría señalando que la Nación donde una artista como Durán no ha podido desplegar su ingenio y encontrar un reconocimiento público, es una burda imitación de los modelos nacionales europeos. De los pactos culturales y políticos que rodean a Flavio y a su hijo está ausente por completo un lenguaje que pueda transmitir la idea de una interioridad y construir un espacio para la relación entre la cultura nacional y la sensibilidad estética (Osorio, 1998, p. 49).

El individuo no tiene la posibilidad de construirse en la patria y lo único que queda es la aceptación y sumisión ante la única salida posible: acabarse a sí mismos. Esta nación es imposible ya que la construcción de sus formas no existen, lo que existen son casos particulares de construcción de un proyecto nacional frente al que discrepa Vargas Vila, pero al que no propone una alternativa. Este escritor usa estas novelas para poner en escena la auto aniquilación de una clase patricia. No muestra con qué reemplazarla. Él mismo no ve una salida a la nación, más que eliminarla. Eso no quiere decir que no exista. Vargas Vila odia a la aristocracia nacional, pero no se imagina ni remotamente reemplazarla por una visión popular de la nación. Las rebeldías de Vargas Vila frente a los asuntos serios de proponer una salida para la construcción de nación, son meras pataletas, nada constructivo.

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La aniquilación de la aristocracia en L irio Negro

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ISSN: 0120-8454

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Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 381-408

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El problema del sujeto en la posmodernidad occidental*

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Mario Magallón Anaya**

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Recibido: febrero 15 de 2013 Aprobado: Abril 19 de 2013

Resumen El artículo cuestiona la tesis histórica de la construcción de sujeto moderno en América Latina en los marcos de la democracia liberal, dado que los procesos de incorporación del hombre americano al mundo occidental se han presentado de forma contradictoria y ambigua en medio de los debates sobre la formación de las categorías de “ciudadanía”, de “democracia” y de “sociedad civil”, lo que lleva a pensar en la naturaleza de los movimientos y representaciones sociales actuales en América Latina, pero también en las prácticas sociales cotidianas que incluyen lo ideológico y lo político institucional. Palabras clave: Sujeto, Modernidad, Posmodernidad, Latinoamérica, Política, Democracia Liberal, Movimientos y Representaciones Sociales.

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Este artículo pertenece a la investigación desarrollada por el autor durante los últimos años en el contexto de las líneas de investigación de Filosofía de la Educación en América Latina, Filosofía Política en América Latina y Filosofía e Historia de las Ideas en América Latina.

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Doctor en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-. Es uno de los filósofos contemporáneos más comprometidos con el pensamiento latinoamericano y mexicano; a lo largo de su vida se ha dedicado a la historia de las ideas filosóficas en el continente, así como a la filosofía de la educación y la filosofía política. Su obra comprende títulos como “Dialéctica de la filosofía latinoamericana. Una filosofía en la historia”, “Filosofía política de la educación en América Latina”, “Filosofía, tradición, cultura y modernidad desde América Latina”, entre otros. Actualmente es Investigador Titular C. del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe -CIALC- de la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-. E-mail: mario@servidor.unam.mx.

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The issue of subject in western postmodernity*

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Mario Magallón Anaya**

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Abstract This article questions the historical idea of constructing a modern subject in Latin America in the liberal democracy, because of the incorporation processes of Latin American man in the western world have shown in an ambiguous way in the middle of the debates of forming categories of “citizenship”, “democracy” and “civil society”. This makes us think in the nature of movements and current social representations in Latin America and also in the usual social practices which include ideological and institutional issues. Keywords: Subject, Modernity, Postmodernity, Latin America, Politics, Liberal Democracy, Movements and Social Representations.

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This article is part of the author’s research project in the last few years in the fields of Philosophy of Education in Latin America, Political Philosophy in Latin America and Philosophy and History of ideas in Latin America.

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PhD in Latin American studies at Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-.He is one of the philosophers who is really involved with Latin American and Mexican thought. All his life he has been devoted to the history of philosophical ideas in the Americas, Philosophy of Education and Political Philosophy. Among his most notable works are “Latin American Philosophy Dialectics. A Philosophy in history”, “Political philosophy in Latin American education”, “Philosophy, tradition, culture and modernity from Latin America”, among others. He is currently a full researcher at Research Center on Latin America and the Caribbean -CIALC- at UNAM-. E-mail: mario@servidor.unam.mx.

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Le problème de l’homme dans la 5 postmodernité de l’occident* Mario Magallón Anaya**

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Résumé L’article questionne la thèse historique de la construction du sujet moderne en Amérique Latine dans le cadre de la démocratie libérale étant donné que les processus d’incorporation de l’homme américain au monde occidental s’est produit de façon contradictoire et ambigüe au milieu des débats sur la formation des catégories de «citoyenneté», de « démocratie » et de « société civile », ce qui nous fait penser à la nature des mouvements et représentations sociales actuelles en Amérique Latine mais aussi dans les pratiques sociales quotidiennes qui comprennent l’idéologique et la politique institutionnelle. Mots clés: Sujet, Modernité, Postmodernité, Latino-Amérique, Politique, Démocratie Libérale, Mouvements et représentations sociales.

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Ce article appartient à la recherche développé par l’auteur pendant les dernières années dans le cadre des lignes de recherche de Philosophie de l’Éducation en Amérique Latine, Philosophie Politique en Amérique Latine et Philosophie et Histoire des idées en Amérique Latine.

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Docteur des Études Latino-américains de L’Université Nationale Autonome de Mexique –UNAM-. Il est un des philosophes contemporain plus engagé avec la pensée latino-américaine et mexicaine. Pendant toute sa vie s’est dévoué à l’histoire des idées philosophiques dans le continent, de même qu’à la philosophie de l’éducation et la philosophie politique. On peut trouver dans sa production: «Dialectique de la philosophie latino-américaine. Une philosophie dans l’histoire», Philosophie politique de l’éducation en Amérique Latine», «Philosophie, tradition, culture et modernité à partir de l’Amérique Latine», entre autres. Actuellement est un chercheur du centre de recherche sur Amérique Latine et le Caraïbe- CIALC- de l’Université Nationale Autonome du Mexique –UNAM-. E-mail: mario@servidor.unam.mx.

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Mario Magallón Anaya

Hablar del sujeto social remite, necesariamente, a introducirnos al tan llevado y traído problema de la modernidad, porque es en ella donde se da el proceso de formación del sujeto, del individuo. Esta relación trae como consecuencia la subjetivación, entendida como la penetración del sujeto en el individuo y, parcialmente, la transformación del individuo en sujeto. La subjetivación es lo contrario del sometimiento del individuo a los valores trascendentes. Por ejemplo, en el pasado el hombre se proyecta en Dios; en cambio, en la modernidad, el hombre es el fundamento de los valores, en la medida en que el principio central de la moral es la libertad, y esta es la que define lo humano. La modernidad triunfa cuando el hombre, en lugar de estar en la naturaleza, reconoce en él a la naturaleza. Solo existe producción de sujeto cuando la vida reside en el individuo. El individuo no es más que la unidad particular donde se mezclan: razón, pensamiento, experiencia y conciencia. Sujeto es el paso para manejar la terminología freudiana, del ello al yo; es el control ejercido sobre la vivencia para que haya un sentido personal y el individuo se convierta en actor y se inserte en las relaciones sociales a las que transforma. El individuo únicamente llega a ser sujeto al separase de sí mismo, oponiéndose a la lógica de dominación social, a través de una lógica de la libertad, de la libre producción de sí mismo, lo cual conduce a afirmar al sujeto y sus derechos en un mundo donde el ser humano ha sido transformado en objeto. La modernidad ha sido definida por algunos especialistas como fragmentación, disociación, por su carácter excluyente. Pero la modernidad no tiene una definición precisa; más aún, no es fácilmente definible. Solo es posible acercarse a ella para su estudio por algunos de sus atributos comunes como: la racionalidad, la libertad, la justicia, la cientificidad, el progreso, la historicidad, la objetividad, la subjetividad, la totalidad y las totalizaciones, lo superior, lo inferior, la temporalidad, la continuidad, el retroceso, la existencia, la vida, la diversidad, la nación, la etnia, el Estado y las instituciones, etc. La aparición de principios como estos, en un tiempo histórico y social, es lo que originó una nueva fase en el desarrollo social; es a todo esto a lo que se le ha dado el nombre de modernidad. Empero, estos rasgos unificadores de las instituciones modernas tan esenciales a la modernidad son y no son, a la vez, elementos disgregadores en la llamada posmodernidad, la que de acuerdo con algunos estudiosos se expresa en la fragmentación discursiva, en la dispersión, en la defensa de las naciones étnicas en donde se potencia el “espíritu de la tribu”, en el dominio del eclecticismo y del “neobarroquismo”, en la oposición al concepto de totalidad, en donde se ha declarado la muerte de la metafísica, de la ontología, del Ser, del sujeto, de Dios y el “fin de la historia”. Estos problemas son algunos de los atributos de la posmodernidad, los cuales, si se les analiza y compara con los de la modernidad, se les descubre como parte del mismo discurso de esta. Si por moderno se entiende, de acuerdo a su definición latina: modernus, aquello que es lo más nuevo, lo más reciente. Entonces el discurso de la modernidad está conformado por “lo más nuevo” en el saber y en la cultura; en tal caso, la posmodernidad es lo más reciente de la modernidad. 384

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El problema del sujeto en la posmodernidad occidental

Empero, puestos en el camino de la diferenciación entre modernidad y posmodernidad, preguntémonos con insistencia: ¿qué quedó después de la modernidad? ¿La posmodernidad? ¿El caos, la fragmentación de los grandes relatos totalizadores, la incertidumbre de todo saber, el desencanto, la simulación? ¿Hasta dónde es suficientemente fundado decir que la posmodernidad forma parte de la modernidad? Ante estas interrogantes, la pregunta sobre la definición de la posmodernidad, al igual que la de la modernidad, hasta ahora no ha sido bien definida; al intentar delimitarla conceptualmente se desvanece, “se escapa de las manos”, se diluye en una diversidad fragmentaria de formas y de expresiones discursivas. Al igual que su matriz teórica: la modernidad solo se la puede caracterizar por sus atributos y por sus características, lo que no es garantía suficiente para realizaruna diferenciación entre lo moderno y lo posmoderno, lo cual ha originado confusiones teóricas y epistemológicas, más que precisiones o claridades. La posmodernidad se asume como aquello que sigue después de la modernidad, pero, ¿acaso la modernidad no es siempre “lo más nuevo”, lo “más moderno”, siempre y en todo tiempo? La posmodernidad se funda en la irracionalidad y el nihilismo, desde la lógica cultural del “capitalismo tardío” (Habermas, 1998), de la crisis del sistema capitalista y de la Razón, de sus posibilidades de supervivencia y de organización. En este ámbito de reflexión Habermas expone argumentos y “contra-argumentos” sobre la inevitabilidad de la crisis del sistema capitalista moderno y las posibilidades de solución en cada uno de los ámbitos pertinentes. Habermas define el “capitalismo tardío” como un régimen en el que el conflicto de clases del capitalismo liberal se ha vuelto latente y las crisis periódicas se han convertido en crisis permanentes. Con una serie de argumentos y de contraargumentos va mostrando una estructura no concluyente, tanto en el subsistema de economía como en el ámbito de la prevención de conflictos por parte del Estado. Lo cual no hace sino anunciar el advenimiento de una crisis sistémica en el marco de las sociedades avanzadas y, lo que es peor, en las no avanzadas. Allí donde el Estado ya no asume su función reguladora del proceso económico ni de las relaciones sociales. Todo esto visto dentro del marco de los procesos propios de la globalización ha llegado a afectar en el sistema-mundo, en el Nuevo Orden Mundial, a las diversas sociedades planetarias, en las que se incluyen las del capitalismo periférico, en una situación de relaciones económico-sociales asimétricas, de desigualdad y de amplia destrucción de las anteriores formas de organización, de producción, de libre mercado y de consumo. De forma paralela al problema de la posmodernidad, se inicia la nueva forma de globalización económica que rebasa a las anteriores, lo que según Ulrich Beck significa, entre otras cosas, la “ausencia de Estado mundial” y “de la sociedad mundial”. Esto es, sin Estado mundial y sin gobierno. Se asiste a la difusión de un capitalismo “globalmente desorganizado, donde no existe ningún poder hegemónico ni ningún régimen internacional” de tipo económico ni político y menos social (Beck, 1998, p. 32). ANÁLISIS No. 83

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Ante este horizonte, en donde se superan todas las expectativas históricas, sociales y económicas precedentes, el fin de los paradigmas teórico-prácticos y sociales de los modelos epistemológicos del capitalismo tardío. Entonces, ¿en dónde nos encontramos? Con la intención de ir más allá del análisis de lo hasta aquí expuesto, vamos a asumir la propuesta de Theodor Adorno, en la que afirma que no siempre en la dialéctica histórica, como la entendió Hegel y Marx, se da la síntesis, la superación y el progreso, sino que, más bien, existen procesos, avances, retrocesos, continuidad, negaciones; empero, no necesariamente se dan la síntesis, la superación, el progreso, porque el estudio de la realidad histórica y de la teoría así lo muestran. La dialéctica, negativa de Adorno (Adorno, 1975) es un esfuerzo por romper con la pervivencia de construcciones filosóficas que son demasiado escolásticas, que, en el análisis crítico y la argumentación dialéctica discursiva sobre la realidad, llevan a demostrar su inconsistencia y validez. La filosofía, lejos de ser una actividad contemplativa, es tránsito, es proceso de construcción discursiva, y por lo mismo, antidogmática. La posmodernidad colocó a la Razón y a las racionalidades regionales que la constituyen en una “lógica ineluctable”, donde la razón aparece, pero sin sujeto (Vattimo, 1986). De este modo, la lógica de la fragmentación es la forma opuesta a la lógica sistemática y coherente. Una razón sin sujeto es una racionalidad que no implica responsabilidad ni compromiso, sino una idea que se diluye en un individualismo extremo, sin ética ni compromiso social, sin política, y, en la medida en que no hay responsable, pierde su razón de ser. Es esta situación práctica e ideológica, y teóricamente fragmentada, lo que en la actualidad parece consolidarse, en donde ni siquiera tienen sentido los valores humanos más queridos (pero tampoco los no queridos como los desvalores, los antivalores); más aún, resulta difícil plantear estrategias para prevenir o prever los peligros que hoy asechan a la Razón, pero sin sujeto. La posmodernidad, vista desde las anteojeras de los países occidentales, permite descubrir que los principios metafísicos de tiempo y espacio se han vaciado de sentido y carecen de contenido, para quedar reducidos e inmersos, como escribe Baudrillard, en un “permanente presente”, “cautivos en la simulación”, en el “simulacro permanente” (Baudrillard, 1998) en mundo de virtualidades, de vacíos, es decir, en formas ficcionales. Si esto es válido, entonces no queda más que aceptar lo que ha dicho el discípulo del sociólogo conservador Samuel E. Huntington, Francis Fukuyama, el “fin de la historia” o, como lo declaró el italiano Gianni Vattimo, se vive el “surgimiento de la poshistoria” (Vattimo, 1986). Sin embargo, habremos de decir que “los sepultureros de la historia” han sido muchos a través del tiempo, no solo en el siglo xx; los hubo también en buen número en el xix, dentro de los que se puede señalar a filósofos como Hegel y Marx, la propuesta teórico-filosófica de ambos desemboca, quizá sin quererlo, en el “acabamiento de la historia”; para el primero, en el “Estado prusiano”, y para el segundo, en el “mundo socialista”. Las preocupaciones por la “cientificidad” de las filosofías en el siglo xx, desde diversas posiciones teóricas e ideológicas, van a colocar al ente, al Dasein, a la 386

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existencia, como un ser que pierde su razón de “ser en el mundo”, para aparecer como un “ente seriado”, masificado, allí donde el sujeto ya no establece relaciones libres con los otros y no realiza esa acción vital a su ser, a su existencia, al mitdasein —al ser con los otros—, ente social que ontológicamente es el fundamento del sujeto y del yo. Después de los años cincuenta del siglo xx, el ser social inicia su desaparición para convertirse, como escribe Althusser, en un elemento más de los procesos sociales e históricos. Lo cual “supera” la vieja tesis marxista y plejanoviana: “Son los hombres los que hacen la historia”; sin embargo, como escribe Marx en el 18 Brumario..., “no siempre en las condiciones escogidas por ellos mismos”. La situación mundial de las dos últimas décadas del siglo xx ya no lleva implícita una lógica sistémica y de producción negociada social y políticamente, como en los anteriores periodos. Esta lógica parece haberse convertido en una “lógica de hierro” vaticinada por Max Weber, que no admite alternativas en la negociación de las relaciones económico-sociales en el nivel planetario. La supuesta “sociedad mundial”, en la cual el sistema internacional sostenía un cierto grado de gobernabilidad sobre las relaciones, ahora está muy lesionada por la nueva articulación en el sistema transnacional. La lógica de la guerra hoy parece enseñorearse, es una guerra mundial no declarada de nueva especie. En la actualidad se asiste a la “carencia de gobierno” en la escala planetaria y ya no existen las antiguas reglas de lógica sistémica del periodo precedente de modernización weberiana. Por lo tanto, el espacio de negociación propio del sistema mundial se ha transfigurado en el espacio de guerra de los negocios, característica del nuevo sistema transnacional. Así, se redujo la política a la economía del neoliberalismo, a pesar de que, por otro lado, se busca, no obstante su base contradictoria, recuperar el papel de la política como el “arte de lo posible”, desde los términos de un supuesto realismo político, o mejor dicho, de la aplicación y el ejercicio de un híperpragmatismo sin fundamento ni principios racionales reguladores de las diferentes relaciones sociales y económicas. La globalización económica ha traído como consecuencia un despliegue de la performatividad de ese diferencial de modernidad, que la mundialización como proceso cultural supone para cada concreto social, que ahora se encuentra atravesado por la globalización económica y tecnológica.

El sujeto social latinoamericano En oposición a la tesis de que la Razón es un atributo exclusivo de un individuo, sujeto, comunidad o de un pueblo, asumimos que esta es un atributo de la cualidad humana y, por lo mismo, común a todo ser social, ese que desde Aristóteles se define como ente racional y político, capaz de construir juicios racionales, ANÁLISIS No. 83

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de estructurar teórica y formalmente saberes diferentes, filosofías, ciencias y tecnologías, e inclusive, en la actualidad, “ecosofías” (Guattari, 1993)1. Empero, el conocimiento filosófico se encuentra atravesado por las ciencias sociales y naturales, permeado por la ideología, por los imaginarios sociales, los símbolos y los mitos viejos y nuevos, pero más que todo esto, es conocimiento racional. De tal modo, la Razón es un atributo de un sujeto social raciocinante libre, es decir, de un ente que piensa, analiza, critica, cuestiona e indaga. De ese que piensa su realidad y busca explicarla filosóficamente, a la vez que enfrenta los problemas que esta le plantea. Desde el siglo xix hasta hoy, los diversos proyectos liberales, conservadores, neoconservadores, de gobiernos republicanos, de dictaduras, de militarismos, “fascismos”, donde en momentos históricos también se hizo presente en algunos de los gobernantes de nuestros países la tentación por constituir gobiernos monárquicos, autoritarios y hasta imperiales. En el acontecer histórico de la conformación de los Estados nacionales, encontramos que la aparición de los conceptos de ciudadano, pueblo, sociedad civil, democracia, libertad, equidad, igualdad, justicia, etc., con antecedentes liberales de diferente raigambre político, son letra escrita en las constituciones político-liberales de los Estados y solo se hacen presentes, muy de cuando en cuando, en las experiencias políticas de gobiernos con inclinaciones o tendencias democráticas. Empero, los principios democrático-liberales no son conocimientos que forman parte de la conciencia social de la vida cotidiana en América Latina que tienen todos los habitantes, sino solo son atributos de unos cuantos, de los propietarios varones que sepan leer y escribir. Las mujeres, los negros, los indígenas y los grupos sociales de origen social inferior, no tienen esos derechos. El sujeto liberal era un atributo exclusivo de unos cuantos, y es excluyente de las mayorías, como lo ha sido el liberalismo en general, desde su origen en el siglo xviii. A pesar de estas limitaciones, exclusiones, prejuicios raciales, culturales, denegaciones, contradicciones y conflictos, en el final del siglo xix latinoamericano, se fueron gestando procesos históricos, producción de ideas filosóficas, sociales, históricas y ensayos que irán conformando las diversas historias sociales, políticas, económicas y culturales de nuestra América. Es allí donde los sujetos individuales como ciudadanos, muy de vez en cuando, tienen una función y participación social relevante. La historia no es un proceso ciego, donde el sujeto social se va haciendo, sino que es aquello que este hace, pero, aquella también lo hace. Más allá de la tradición filosófica occidental, es posible decir que las filosofías y las culturas latinoamericanas se plantearon como una alternativa problematizadora y creativa, defender su derecho al ejercicio libre y responsable de la

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Guattari utiliza el término de “ecosofía”, para anunciar en el trabajo de la investigación filosófica el nacimiento de una nueva filosofía en una íntima relación con el conocimiento ecológico y el equilibrio con la naturaleza (Cf. Guattari, 1993).

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razón; de ser autores y sujetos de la historia, al igual que de sus expresiones culturales diversas, como lo son los propios proyectos, los ideales y las utopías. Por encima de autoritarismos teóricos, fundados en el supuesto poder de la Razón (entiéndase como la razón europea), los historiados y filósofos de la historia buscaron en la historia americana el origen y las causas por los cuales los habitantes de América, primero los indígenas americanos y posteriormente todos los nacidos en ella —así fueran sus padres de origen peninsular o europeo—, son negados como entes lo suficientemente maduros para el ejercicio de la razón; así lo señalaron algunos intelectuales y científicos europeos, cuando apuntan: “Todo lo que nace en América se deteriora”. De tal modo, la forma como entramos a la historia europea trajo como consecuencia la negación de la racionalidad de sus habitantes, la esclavitud, la explotación, la marginación, la pobreza, el subdesarrollo; todo ello al lado de una serie de características y atributos impuestos y autoimpuestos, los que con el tiempo harán difícil el libre ejercicio de la razón. El filosofar en América Latina, en la actualidad, confirma una posición moderna en filosofía y muestra un regreso a la reflexión sobre la realidad socio-histórica latinoamericana y a los grandes problemas de esta, que parecían ya olvidados. El mérito más grande es que el escepticismo de la razón ha despertado, a la filosofía en general, de sus viejas pretensiones desmesuradas y totalizadoras en el conocimiento y en la ontología. La filosofía occidental, de la cual formamos parte, después de la avalancha de la posmodernidad y del “pensamiento débil”, empieza, aunque temerosamente, a mirar en retrospectiva los viejos temas y problemas filosóficos en la búsqueda de respuestas a la realidad en que los sujetos sociales se encuentran inmersos. En estos tiempos donde la tecnología se sobrepone a lo humano, donde la producción, el consumo y las mercancías están por encima de este. Es el fenómeno social y económico inusitado a nivel mundial, que la escritora francesa Vivian Forrester llamó, en un texto con el mismo nombre: “El horror económico”. No obstante que en su investigación analiza la realidad europea y de manera especial a la sociedad francesa, descubre un futuro siniestro para los humanos en capacidad productiva, pues ahora ya no cuentan como seres humanos; descubre que los trabajadores son entidades prescindibles, allí donde el trabajo era la fuente de toda riqueza, como escribió Marx, ahora ya no es, tampoco, la fuente de toda medida. Europa es el lugar donde las generaciones futuras nacerán y morirán sin la oportunidad de realización como entes productivos a través del trabajo, donde ya se presenta el “ocio improductivo”, que suprime aquello que diferenciaba a los seres humanos: el trabajo, pero ahora ya no es nada. Ante este panorama incierto, es urgente buscar las formas que posibilitan revertir estos procesos, para que los seres humanos vuelvan a ocupar su lugar en el Cosmos, ahí donde se recupera el valor de lo humano, donde sus atributos no sean regulados por las mercancías, como entidades consumibles y desechables. ANÁLISIS No. 83

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Solo a través del valor de lo humano es posible recuperar lo común racional y socialmente valioso a toda existencia. Los avances y los cambios en la ciencia y la tecnología de la comunicación en los diversos campos del saber, a través de la propaganda, se suceden de manera tan rápida que no se logran comprender ni asimilar. Y salvo honrosas excepciones muchos de nuestros científicos de la naturaleza, sociales, filósofos e historiadores no logran asimilar las nuevas teorías científicas, el conocimiento se fragmenta cada vez más, lo que impide realizar los procesos de síntesis y generar conocimientos nuevos dentro de la totalidad y aplicarlos al estudio de las diversas teorías científicas, y realizar el proceso de síntesis para generar conocimientos nuevos en el estudio de las diversas realidades: filosóficas, sociales, ideológicas, políticas, culturales, es decir, materiales y científicas. Lo que traería como consecuencia respuestas y posibles soluciones a los problemas que estas realidades nos plantean. Se requiere realizar el ejercicio libre de pensar creativamente, de lanzarse a la aventura del filosofar desde la propia Realidad Histórica, con los riesgos que todo ello implica. La realidad del pensamiento filosófico muestra que en filosofía —como en cualquier otra clase de conocimiento que demanda el ejercicio de pensar con profundidad— no es posible imitar; de otra forma, esto es ideología, inautenticidad, enajenación, etcétera. La filosofía, cualquiera que esta sea, para serlo, tiene que ser auténtica. Esto quiere decir que no se le puede reducir a uniformidad y reiteración, porque es análisis y crítica de los problemas filosóficos y socio-históricos de la realidad. La filosofía latinoamericana es una construcción diferencial y diferenciable por los problemas, los temas, por sus conceptos y por la construcción teórico-formal; es reflexión filosófica donde se realiza metódicamente el proceso de síntesis filosófica. Así pues, lo común de la filosofía latinoamericana como cualquier filosofía es el principio universal del ejercicio de la razón, es el reflexionar críticamente con profundidad, coherencia, sistematicidad, consistencia y rigor. Sin embargo, en la filosofía latinoamericana no existe un método único en su construcción, sino que este es el resultado de la reflexión dialéctica e interdisciplinaria. Curiosamente esta forma de hacer filosofía coincide con la de Habermas (1990), quien considera que se da una relación interdisciplinar entre las humanidades y las ciencias desde diversos lenguajes. En continuidad con nuestra reflexión señalaría que la filosofía latinoamericana, al igual que La Filosofía, se construye en una reciprocidad interdisciplinaria y multidisciplinaria. Lo cual coloca a La Filosofía (a las diversas filosofías), según este filósofo, en un lugar mucho más modesto, como “una disciplina especializada sin pretensiones de privilegio cognitivo”. Habermas señala que en la filosofía occidental se han dado una serie de disputas, unas más relevantes que otras, donde la cuestión de la pluralidad de lenguajes y de marcos teóricos disciplinarios ha permeado a La Filosofía, a las diversas filosofías. Sin embargo, en las filosofías siguen existiendo temas que no envejecen; por lo mismo, y para decirlo en las propias palabras de este autor: 390

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La disputa sigue siendo en torno a temas que no envejecen: la disputa en torno a la unidad de la razón en la pluralidad de sus voces; la disputa acerca de la posesión del pensamiento filosófico en el concierto de las ciencias; disputa acerca del esoterismo y exoterismo, de ciencia especializada e ilustración; la disputa, en fin, en torno a los límites entre filosofía y literatura. La ola de restauración que viene arrollando al mundo occidental desde hace algo más de un decenio (este texto fue escrito en alemán en 1988) incluso ha vuelto a sacar a flote un viejo tema que ha venido acompañando desde siempre a la modernidad: el del remedo de la sustancialidad que representaría la tentativa que hoy se registra de renovar una vez más la metafísica (Habermas, 1990, p. 19).

Habermas se opone a la indeterminación e inconsistencia teórica, a la fragmentación epistemológica, a las formas inacabadas de la modernidad. En la supuesta posmodernidad y al lado del desorden y el caos generados por la globalización económica, es oportuno preguntarnos: ¿dónde nos encontramos en cuanto a teorías e instrumentos conceptuales que expliquen el nuevo nudo teórico y epistemológico de los problemas sociales, políticos e históricos? Empero, lo que aquí nos preocupa fundamentalmente es dónde se encuentran los países que entraron a la modernidad europea y a su historia, como producto de la conquista y la colonización, como la negación de la humanidad de sus habitantes. ¿Cómo periodizar la historia latinoamericana, las culturas, sus filosofías, sus racionalidades, sus imaginarios sociales, sus concepciones del mundo? ¿Qué son, en la actualidad, esos pueblos producto de la conquista y de esclavización europeas? ¿Son acaso modernos, premodernos, posmodernos? Hoy la realidad histórica supera toda concepción formal, uniforme y unilateral, y muestra que los tiempos en la historia de la humanidad no son unilaterales ni uniformes. Las historias de las naciones europeas nunca tuvieron el mismo desarrollo, ni social, ni político, ni económico, ni cultural; no obstante el argumento hegeliano que señala que el desarrollo del Espíritu se radicó en Europa, diríamos que no en toda, sino, más bien, en la Alemania del Estado prusiano. La posmodernidad concebida como la continuidad de la modernidad misma ha generado, de acuerdo con la misma interpretación occidental eurocéntrica excluyente, la fragmentación de la Razón, de los saberes y de las racionalidades. Sin embargo, ya hace más de un siglo que la racionalidad europea había sido puesta en cuestión. El mito del progreso, de la identidad única, de la unidad uniforme de la cultura, así como muchas otras “categorías filosóficas que fueron sagradas por mucho tiempo”, habían sido cuestionadas. Por esto mismo, y más allá de la declaración del fin de la modernidad, de la “muerte del sujeto histórico y social”, del hombre, de la Razón totalitaria europea, excluyente, unilateral y autoritaria; del Ser, de Dios, de los paradigmas sociales y de todos los ontologismos. En nuestra América, desde hace tiempo se inició el despegue, la construcción del sujeto, del individuo, del ciudadano ANÁLISIS No. 83

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desde un ejercicio propio de la razón. Allí, donde el sujeto social desempeña un papel protagónico. Así, la defensa del sujeto es la salvaguarda de la racionalidad social del ente. El sujeto social latinoamericano surge y se constituye en la historia social de América Latina y el Caribe, en un permanente proceso de lucha por su libertad. Este fenómeno histórico es procesual y dialéctico, que va del individuo al sujeto y del individuo a la razón. Desde las revoluciones de independencia hasta el siglo xx se ha dado, además de los caudillismos, de los cesarismos y de los “neocesarismos”, una lucha de movimientos sociales que no pueden ser reducidos a movimientos de “masas”, porque ahora son reconocidos como “sujetos sociales”. El problema del sujeto puede ser abordado desde distintos supuestos, como sujeto individual e independiente, concebido sin ninguna relación con la realidad socio-histórica; como sujeto individual del liberalismo representado por el ciudadano individual que defiende sus intereses particulares y de propiedad, surgido por una supuesta relación contractual entre los miembros de una sociedad y que, de acuerdo con sus intereses políticos, se organiza y participa en la llamada “sociedad civil”; el sujeto social que puede tener, por lo menos, dos maneras de participación: 1) como sujeto libre y racional que participa en las luchas políticas por los derechos sociales y colectivos; 2) y el sujeto social constituido por individuos, sujetos sociales que se constituyen en movimientos sociales que se agrupan en asociaciones de trabajadores: obreros, campesinos; en grupos de mujeres trabajadoras, de género, en sindicatos, en organizaciones, movimientos sociales de indígenas, de ecologistas, de empresarios, de comerciantes. En todos ellos, sus miembros son sujetos individuales socializados, que deciden participar en los movimientos sociales en la lucha política, económica y social de manera colectiva, e inclusive, en muchos de los casos, organizan sus decisiones políticas de forma autogestionaria, corporativizada y comunitariamente . En este sujeto social multidiverso, las decisiones son tomadas de manera colectiva, a través de la confluencia de voluntades y de intereses. Esta forma de organización social colectiva demanda revisar la definición liberal de “sociedad civil” que hasta ahora se ha venido utilizando. De esta manera el sujeto solo existe como movimiento social, como oposición a la lógica del orden, aunque este tenga una razón utilitaria. En consecuencia, cuando se habla en la posmodernidad de “la muerte del sujeto”, la ausencia de sujeto implica la eliminación del sentido de las diferencias y libera al individuo de toda responsabilidad ética comprometida y, por lo tanto, del resultado de sus acciones. Por otro lado, el sujeto productor y generador de saberes de otros tiempos, el constructor de argumentaciones teóricas sobre los diversos problemas filosóficos, ha sido herido de muerte y afectado en su constitución sistémica; al fragmentársele, se desvanece en mil partes imposibles de integrar. Por esto mismo, tampoco existe en todo esto a quién hacer responsable del estricto cumplimiento de las leyes y del derecho, de las instituciones, de las organizaciones sociales, del Estado mismo. 392

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El primer proceso globalizador del capitalismo tardío se inició en 1945. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y después de la explosión de la bomba atómica y las consecuencias catastróficas, este se cierra con el Informe del Club de Roma de 1972, en el cual se planteaba ya como problema los límites del crecimiento. Así, este proceso histórico se da en dos momentos y pone en la mesa de la discusión la responsabilidad de los Estados sobre la vida en el planeta. Las dos explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaki remueven y sensibilizan a los Estados sobre un acontecimiento extraordinariamente destructivo de vidas humanas inocentes. En cambio, los resultados del Informe sobre los límites del crecimiento llevan al problema de la cotidianidad. De esta manera, la exigencia ética y la condición de posibilidad de la vida humana se unieron en una sola exigencia: la unidad de lo ético con lo utilitario, a pesar de que la tradición positivista, por mucho tiempo, los había mantenido separados. A partir de la Segunda Guerra Mundial dos grandes periodos llevaron a la crisis financiera actual. El primero se caracterizó por la fuerte inversión productiva y de crecimiento, sostenido bajo el control estatal, en el que está incluido lo social, y, en ciertas ocasiones, implicó relaciones de negociación con las clases trabajadoras a través de contratos y convenios; el segundo se inició a finales de los años sesenta y principio de los setenta del siglo XX, donde las grandes inversiones van paulatinamente abandonando la esfera productiva, a la vez que adquieren un carácter más transnacional, que se manifiesta en la expansión del capital financiero y especulativo en el nivel planetario. Se daba inicio al desmantelamiento del Estado Social Intervencionista y a la progresiva exclusión y pérdida de las implicaciones negociadas de la clase trabajadora. Avanzado el siglo xx, para ser más preciso, en las tres últimas décadas, la problemática filosófica latinoamericana asume la responsabilidad de reflexionar sobre la realidad socio-histórica y política, sobre los sujetos sociales y sobre la liberación. Y se encuentra con una diversidad de preguntas y de problemas de distinto carácter, los que hasta hoy, no han sido resueltos; se cruzan, entrecruzan y enfrentan unas teorías filosóficas sobre la sociedad con otras; se argumenta y contra-argumenta tratando de explicarlas, hasta que coinciden, en el tiempo histórico, con el fenómeno de la posmodernidad, de la globalización económica y sus implicaciones sociales, humanas, políticas, tecnológicas, científicas, éticas, las cuales han generado los “gloclocalismos” (Beck, 1998), es decir, la defensa de los Estados nacionales, de “naciones-étnicas”, de grupos y de comunidades opuestos y contrapuestos a los mecanismos de absorción de la globalización. Así, la síntesis de la dialéctica histórica hegeliana no se resuelve, ni tampoco hace presencia como factor dominante, sino que, más bien, se hacen aplicables los principios de la dialéctica negativa al análisis del fenómeno procesual y continuo, donde hasta hoy no se da la asimilación ni la superación de las contradicciones, de los antagonismos; menos aún se da el proceso de superación de lo inferior a lo superior y al progreso histórico, todo esto aparece en un sistema mundial cada vez más conflictivo y caótico. ANÁLISIS No. 83

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El filósofo latinoamericanista no está obligado, necesariamente, a reflexionar solo sobre el ser, porque este no se encuentra marginado ni está opreso, ni tampoco ha sido negado, sino son los latinoamericanos de “carne y hueso”, situados en la realidad histórica, los mismos que en el presente desconfían de los partidos políticos, por inviables para representar sus intereses sociales y políticos; son los mismos que han decidido luchar colectivamente por el reconocimiento de sus propios derechos humanos, colectivos y comunitarios, desde una nueva concepción de la democracia más comunitariamente; son los mismos que ponen en cuestión la existencia de una sociedad civil que en nuestros países se diluye, se desvanece, para hacer presencia los sujetos sociales que se organizan a través de sistemas corporativistas o comunitarios, a través de los cuales negocian las organizaciones, y sus grupos, o colectivamente, sobre intereses comunes. Esta es, pues, la lucha por el futuro desde un presente, que tiene sus antecedentes en un pasado histórico que aún no ha sido resuelto con justicia, como el valor regulativo de los demás principios y valores éticos y políticos de la democracia. Esta forma de asumir los problemas coloca a la filosofía y a la filosofía política en particular, en situación de riesgo, porque su preocupación es más “terrenal”, como es la situación de los hombres concretos en la historia y la política. Ir a la historia de América Latina es interrogarse por las causas de la dependencia, de la marginación, de la pobreza. Analizar esta forma de pensamiento es lo que nos pone en el camino para descubrir y explicar al ser humano situado en la historia, para mostrar una forma de racionalidad, la que de ninguna manera se le puede inscribir dentro de una filosofía fundante, en una filosofía perenne. Desde la perspectiva de la filosofía y de la cultura latinoamericana, la modernidad tampoco puede ser definida unilateralmente, porque en su introducción, asimilación y síntesis tuvieron un origen diverso y contradictorio. Por esto mismo, la modernidad debe ser vista como una cultura de riesgo. Concebido este como el modo en que los latinoamericanos han organizado su mundo humano y social. Considero que pensar en términos de riesgo posibilita valorar más hasta dónde es probable que los proyectos difieran de los resultados previstos. La modernidad en América Latina puede ser vista a través de los modos como los individuos sociales producen sus condiciones de vida, en un mundo de subdesarrollo, dependencia y marginación, problemas originados por la ampliación de la modernidad excluyente. Así pues, la visión de la historia de la filosofía y de la cultura, en general, no tiene una esencia metafísica que le dé un arraigo definitivo y permanente, sino que su estructura y conformación solo pueden definirse en términos de la propia historia, de la tradición y del “legado”. Empero, Este último puede constituirse en un lastre que obstruye el punto desde el cual se analiza, critica y desarrolla la historia, la filosofía y la cultura. El “topos”, la realidad socio-histórica, sería el lugar desde el cual los latinoamericanos han de realizar los propios proyectos. Es decir, la reflexión filosófica sobre la cultura no se puede quedar cautiva de las tradiciones y el legado, sino que incorpora al análisis los imaginarios sociales, lo simbólico, los proyectos sociales, políticos, económicos, concebidos dentro de un tiempo y una 394

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espacialidad. La historia de la cultura concebida en constante construcción y reconstrucción, desde un horizonte de sentido histórico-filosófico y social, donde las diversas formas de expresión constituyen o conforman una construcción de sentido diverso. Los filósofos latinoamericanistas están conscientes que la posmodernidad y la globalización han puesto en cuestión a la Razón ilustrada y a la modernidad occidental misma, ya que después de cerca de 200 años, la Razón no cumplió lo que prometió, como es lo referido a la solución de todas las necesidades humanas y el respeto de la justicia, la equidad y la libertad. Así, en el siglo xx se han producido dos grandes guerras mundiales, campos de concentración, “gulags”, aumento del número de pobres y de la miseria. Se han fragmentado, en el nivel mundial, los vínculos sociales de las comunidades urbanas, de las etnias, nacionales y regionales, y se ha potenciado lo privado, el individualismo, por encima de lo público y de todo aquello que daba sentido a la identidad y unidad a la sociedad y la cultura. Empero, los filósofos, los sociólogos, los historiadores de la cultura latinoamericana, están obligados a interrogarse: ¿qué son los latinoamericanos y sus productos? Sobre si realmente en las sociedades latinoamericanas se ha perdido el sujeto individual y social, especialmente este último. La fragmentación de los grandes relatos explicativos, la pulverización de los saberes, la muerte de Dios, la crisis de los grandes paradigmas sociales y culturales lleva a preguntar si los latinoamericanos somos premodernos, modernos o posmodernos. Hipotéticamente es posible sostener que América Latina vive tiempos mixtos tanto en lo social, como en lo político y lo cultural. Porque lo propiamente humano no es, obviamente, tal o cual rasgo de la cultura. Los seres humanos se ven influidos por el contexto dentro del cual vienen al mundo y este varía en el tiempo y el espacio, de contexto en contexto. Lo que todo ser humano tiene en común con los otros es su capacidad de rechazar y oponerse a las determinaciones históricas, allí donde la historia se convierte en la “hazaña por la libertad”, como bien escribe Croce, a la vez que desempeña un papel fundamental como principio que da razones suficientes y desenmascaradoras de las diversas formas opresivas. De esta forma, existe la Razón que es común a todo ser humano; empero, esta se constituye por las diversas racionalidades, las cuales se manifiestan en la manera como los sujetos sociales producen sus condiciones de existencia, lo que de ningún modo es pura racionalidad, sino que incorpora “motivos”, como los sentimientos, la pasión, los sueños, las utopías, los imaginarios sociales, lo simbólico, todo aquello que hace la diferencia entre una cultura y otra. En el discernimiento de la racionalidad europea en proceso de ruptura con el sujeto individual y social se presenta la cara de la estructura destructiva a la de la apertura constructiva, y de esta a la emergencia de la alteridad y de la diferencia de los nuevos sujetos. Proceso que parece objetivarse en una nueva totalización de una racionalidad sin sujeto y pone como centro del escenario teórico la cuestión del sujeto. Elaborar de manera congruente este problema permite encontrar respuestas consistentes y claras que permitan construir ANÁLISIS No. 83

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escenarios previsibles, que comprometan fuertemente a la humanidad en su presente y futuro. La cuestión del sujeto no puede ser reconstruida al margen del antiguo principio marxista de la totalidad, pues este continúa siendo el que distingue el pensamiento crítico de otras formas de pensamiento reduccionistas y fragmentarias. La categoría de totalidad se identifica en su límite último y abstracto con el de la “realidad”. Precisamente, “la realidad social, esa intergénesis de lo humano, es nuestra condición de vida y a la vez la materia de conocimiento social” (Bagú, 1982, p. 11). Todo sujeto debe ser entendido, en principio, como toda realidad concreta capaz de relacionarse intencionalmente, consigo misma o con otras realidades concretas, o con la realidad en su conjunto, determinándolas como objeto. Es precisamente aquí donde los latinoamericanos se deben colocar e interrogarse si los seres humanos son entes que tienen un valor común a todos los seres humanos, ese que por su finitud tiene que ser analizado con sus cualidades y defectos, con sus capacidades e incapacidades, pero perfectible a través del diálogo y la discusión reflexiva sobre su ser y el mundo. Esta es la recuperación del sujeto social, el cual tiene que asumir sus propias responsabilidades y sus propios riesgos. Se deberá buscar en todos los lugares de nuestra América que los individuos se unifiquen, organicen y constituyan movimientos sociales como sujetos colectivos y racionales (Wallerstein, Gunder, et. al., 1990; Calderón, 1995; Mondragón y Echegollen, 1998); como a la vez romper con la antigua concepción liberal de lo público y lo privado, vista desde la visión de los intereses y la defensa de la propiedad privada. Otro tanto debe hacerse con la figura de la “sociedad civil” y la supuesta forma como los sujetos sociales participan en la lucha contra los “nuevos cesarismos políticos” latinoamericanos; realizar una crítica a aquellos teóricos sociales que consideran que en América Latina existen “democracias defectivas” e insuficientes. La demanda de los indígenas chiapanecos a través del Ejército Zapatista de Liberación Nacional: “Nunca más sin nosotros”, al igual que los movimientos indígenas y de trabajadores en el Ecuador, en el Uruguay, en el Perú, en Bolivia, etc., no son movimientos de masas sino de grupos corporativos comunitaristas y autogestionarios, sujetos sociales colectivos con demandas de justicia, de libertad, de un trato equitativo y solidario, en situación de igualdad y de democracia. Empero, es necesario insistir que los movimientos sociales y sus demandas no son de individuos independientes, sino, más bien, comunitarias y, muchas veces, corporativizadas, lo cual requiere repensar este problema desde una forma más vinculada con la historicidad de los mismos movimientos. Por otro lado, la demanda de trabajo es un derecho igualitario para todos los latinoamericanos; ello lleva implícita la defensa de la libertad y la lucha por la superación de la pobreza. Estas son demandas éticas, pero también políticas, 396

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sobre las cuales se tienen que reflexionar para buscar los medios para hacerlas concretas. Insistimos que para que la cuestión del sujeto pueda tener alcance social requiere de la necesidad de explicarlo a través de la forma como este se constituye en la praxis social. Es decir, a través de los grupos sociales, de organizaciones, de agrupaciones de mujeres, de campesinos, de comunidades indígenas, de sindicatos de trabajadores obreros, etc. Empero, para que estos tengan la función de sujetos sociales es muy importante que sean concebidos como sujetos agrupados, o mejor dicho, corporativizados, porque los individuos independientes o miembros individuales de la llamada “sociedad civil”, en América Latina, no realizan sus luchas, sus movimientos sociales, ni defienden sus derechos políticos separadamente, de manera individual, sino que realizan sus negociaciones de modo corporativo y autogestionario. Las “defunciones” que ha generado la posmodernidad en la filosofía, en el ámbito de lo social, de la antropología sociocultural, ha originado una nueva recomposición en las sociedades del mundo. El sujeto cartesiano, el sujeto trascendental kantiano, el sujeto de la historia marxista, esas diversas formas en que el sujeto fue presentado por el Occidente y que trascendió históricamente al resto de las naciones, se encuentra en crisis y, en consecuencia, ha sido puesto a prueba, como también la absolutización de la fe en una razón que se separó del ejercicio responsable de reflexión de todo sujeto, para quedar libre e independiente y sin interferencias a su propia lógica. Esta supuesta fe en la Razón se ha mercantilizado, ya no es otra cosa que la de la racionalidad del mercado predicada por el neoliberalismo, cuyas cualidades mágicas se presumen con la capacidad de transformar los vicios privados en virtudes públicas, la búsqueda del interés en el desarrollo y de un supuesto interés común. Desde la concepción de totalidad, podemos decir que la sobrevivencia de la naturaleza y de la humanidad, entendida esta última como la suma de los sujetos contenidos en el Sujeto, necesariamente tiene que pasar por la recuperación del sujeto en sus diversas manifestaciones, lo cual supone la afirmación de su mismidad y la alteridad de la naturaleza como su condición de posibilidad. Hablar de la humanidad como sujeto implica homogenización dentro de la unidad de lo humano en lo diverso. Es necesario volver al sujeto, romper con la fascinación de “los funerales del sujeto”, para recuperar el sujeto de la historia. Es indispensable que se superen el estupor y el miedo que produce lanzarse en una aventura de la que no se está seguro si se logrará. La nueva articulación del sujeto necesariamente se tiene que construir desde la “fragmentación”; es un esfuerzo por constituir un sujeto que le dé identidad desde una propuesta teórica que maximice sus posibilidades de articulación como la condición de construcción de la identidad misma. El sujeto que se articula desde la fragmentación es un sujeto que al lado de lo político como fuerza negociadora y con pretensiones de fuerza revolucionaria ANÁLISIS No. 83

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se fundamenta en un conjunto de principios éticos y sociales, lo que se traduce en una fuerza de interpelación y resistencia. El sujeto concebido de esta forma implica el desplazamiento de la toma del poder por la del carácter del poder, del poder de unos al contrapoder, es decir, al poder de todos. Este sujeto que opera en el marco de la globalización tiene la tendencia a enfrentar nuevos escenarios en cuanto a su dimensión y su cualidad. El sujeto que se constituye solo puede actuar por la mediación de las instituciones. La expectativa que existe es que el sujeto en su construcción sea capaz de definir instituciones desde las cuales tenga la posibilidad de discernir las totalizaciones y los totalitarismos en curso, que ponen en riesgo su destrucción. Por lo anterior, la defensa del sujeto social latinoamericano, de la subjetivación, está animada por movimientos sociales, en la medida en que las orientaciones culturales de una sociedad no están por encima de esta, sino que son inseparables de la forma social que les da el estado de los conflictos sociales, forma que va de la identificación completa con los intereses con la clase dirigente, hasta la autonomía extrema. Por esto se puede decir que la subjetivación se opone a la identificación de la racionalización con los intereses de la clase dirigente. Si el sujeto es movimiento social, lo es en nombre de las críticas de la subjetividad moderna. Las fuerzas y movimientos sociales en América Latina tienen que ser vistos desde el ángulo de la institucionalización de sus objetivos, de sus formas de acción y organización social. Por otro lado, tienen la capacidad de constituirse en fuerzas anti-sistémicas operando de forma disruptiva en ámbitos globales o sectoriales del sistema. La organización global de los sujetos puede enfrentar problemas que engloban la identidad cultural, con su espontaneidad, fragmentaria y coyuntural, como sus preocupaciones ligadas a la cotidianidad. Es aquí donde los sujetos construyen sus perfiles de identidad y de conflicto, aun cuando no sobrepasen las reglas de reproducción del orden social. La defensa del sujeto tiene que estar fundada en la subordinación a la racionalidad; sin embargo, no se deberá buscar siempre la compatibilidad con ella, porque no siempre es posible. Esta protección del sujeto no busca, de ningún modo, volver al orden natural, ni tampoco aquello que es el motor de todas las instituciones sociales: la sociedad. Los movimientos sociales en América Latina, entendidos como sujetos, están constantemente colmados de protesta, aunque las sociedades latinoamericanas tienden a negar su valor, creatividad y conflictos internos, como a la vez verlos como sistemas autorregulados, que alcanzan a los mismos autores sociales y sus conflictos. Lo que en la actualidad amenaza al sujeto social son las sociedades complejas de masas, donde al individuo se le escapa toda referencia a sí mismo, y donde es un ser de “deseo” que rompe con todo principio de la realidad y va a la búsqueda de una liberación impersonal.

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En América Latina y el Caribe, al igual que cualquier otra parte del sistemamundo, el sujeto está hoy amenazado por la sociedad de consumo que lo manipula, por un placer que lo encierra en sus propias pasiones, como lo estuvo en el pasado con la sumisión a Dios. Entonces, permitir o “declarar la muerte del sujeto social” es una exhortación al falso universalismo, a la destrucción de la sociedad y del yo por los sistemas económicos y de consumo internacional, allí donde los movimientos sociales de la región no van a poder entrar nunca.

La cuestión del sujeto en América Latina El problema del sujeto puede ser abordado desde distintos supuestos: a) como sujeto individual e independiente, concebido como una “mónada”, que nada tiene que ver con la realidad; b) como el sujeto individual del liberalismo representado por los ciudadanos individuales que defienden sus intereses de propiedad, surgidos por una supuesta relación contractual entre los miembros de la sociedad y de acuerdo con sus intereses políticos se organizan y participan en la llamada “sociedad civil”. En este sujeto social multidiverso, las decisiones son tomadas de manera colectiva, a través de la confluencia de voluntades y de intereses comunes. Esta forma de organización requiere revisar la definición liberal de “sociedad civil”, que hasta ahora se ha venido utilizando. La cuestión del individuo, del sujeto y del hombre, en las diversas formas de representación teórica que se les quiera entender, ha sido suprimida de los estudios antropológicos, sociales, políticos y filosóficos; no es sino la reiteración y aceptación, sin un análisis crítico, de lo señalado en las ciencias sociales y en la filosofía occidentales donde se declaró “la muerte del sujeto”. América Latina, como parte del “extremo Occidente”, tiene que hacer una introspección a la sociedad, la razón y el sujeto. Se requiere realizar el “juicio al sujeto”, pero no al sujeto en general, sino al sujeto social y colectivo, agrupado o corporativizado. La reflexión sobre el sujeto latinoamericano demanda replantear el hipotético teórico, desde supuestos fundados en la historicidad de los movimientos sociales, grupos, organizaciones, como de su participación en las luchas políticas colectivas. Todos ellos constituidos en sujetos socio-históricos dentro de una unidad de lucha de intereses diversos y conflictivos. Este es un análisis a contracorriente de las concepciones teóricas sociológicas, sobre todo de raíz europea y norteamericana, que cuestionan la existencia de “nuevos” movimientos sociales y, a la vez, del sujeto social del subcontinente. Parten del supuesto de que el sujeto social pasó a formar parte de los procesos sociales y en ellos se ha desvanecido, para ser colocado en una situación de desigualdad, al ya no ser el medio y el fin del proceso del cambio social.

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Más aún, las luchas del sujeto en la realidad política han sido declaradas por algunos teóricos sociales como revueltas, levantamientos y rebeliones anómicos, sin disciplina y sin la fuerza suficiente para alterar el nuevo “orden establecido” por el neoliberalismo, la globalización económica y “la nueva sociedad mundial”. El nuevo sistema-mundo, de la sociedad mundial organizada, es más bien, como escribe Ulrich Beck, “desgobierno”, desorganización y anti-Estado. Por otro lado, aquello que se venía entendiendo, hasta muy recientemente, como sujeto social, en el cual se incluyen los diversos movimientos sociales, a los que se les ha reducido a simples manifestaciones incidentales, sin dirección ni un sentido racional bien determinado. Lo anterior coloca ante la disyuntiva de dar por válidos los supuestos que cancelan al sujeto social, sostenidos por los teóricos sociales de origen norteamericano y europeo, entre los que se deben incluir también algunos latinoamericanos. Estas son expresiones teóricas ideologizadas de grupos que buscan alguna ventaja o beneficio, pero que de ningún modo les interesa rescatar al sujeto de la avalancha de los procesos sociales. Todas ellas concebidas como formas de oposición y confrontación inmediatistas y subjetivas, sin arraigo en las comunidades humanas y colectivas. Se trata, más bien, de luchar por la reivindicación social, económica, política y democrática de América Latina, pero desde el sujeto social colectivo. Desde finales de los años setenta, pero especialmente en la llamada “década perdida” de los ochenta del siglo xx, se dio en la región un gran avance en la investigación social y política. Fue un intento de repensar con profundidad la historicidad del sujeto social de la región, de los autores y actores centrales, lo cual implicó un desplazamiento de los precedentes ejes de interpretación de la constitución de las sociedades latinoamericanas, como de sus fuerzas sociales generadas por las teorías políticas conformadas dentro del mismo conflicto. Esta forma de abordar los problemas sociales y políticos lleva implícito cuestionar el papel de los sujetos como de sus respectivas posibilidades y roles de acción social. Es el enjuiciamiento al sujeto social que de ninguna manera busca anular sus potencialidades, lo cual se descubre en las relaciones con la sociedad civil. Sin embargo, ello debe ser visto como la emergencia de los nuevos sujetos que participan activamente, a través de formas inéditas de movilización y de su capacidad de organización y de lucha. Fernando Calderón ha señalado en una investigación sobre los movimientos sociales en las sociedades de América del Sur la capacidad de respuesta ante la crisis y de constituirse en sujetos sociales fundamentales en el nuevo orden social. En su estudio busca conocer y explicar la capacidad de transformación, de adaptación y de cambio, de dichos sujetos. Por una parte, de potencialidades de renovación y de transformación de los movimientos sociales seculares, como el movimiento campesino y el movimiento obrero, o los movimientos nacionalistas (en sus diferentes orientaciones industrialistas y modernizantes); 400

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por la otra, la emergencia de nuevos movimientos sociales, múltiples y diversos en sus orientaciones y en sus identidades, que se constituyen en verdaderos espacios de reacción y de resistencia a los impactos de la crisis y que en sus diversos gritos y deseos son portadores de nuevos horizontes y sentidos (Calderón, 1986, p. 11).

Es necesario en la reflexión analizar, criticar e, incluso, negar ciertas discursividades o acentos ideológicos reduccionistas y teleológicos. Se buscaba reconocer fuerzas sociales originadas y constituidas en las coyunturas como espacios de formación de una “nueva subjetividad contingente” de actores o sujetos. En este tipo de estudios se da prioridad a la búsqueda, a la implantación y consolidación de ciertas normas y procedimientos que sirven para institucionalizar la acción política a partir de la preocupación centrada en el problema de la gobernabilidad. Por lo mismo, las variaciones políticas son justificadas por esta tendencia, a partir de un esquema que actualiza, de manera parcial y selectiva, el análisis de la democracia en América Latina. Esto permite observar la profundidad de cómo ha variado el discurso sobre el desarrollo social, en el lapso de la teoría de la dependencia a la de las transiciones políticas y a la supuesta “democracia plena”. En el proceso de la transición a la democracia se ha producido una desconexión entre los procesos sociales anteriores, todavía actuantes en la coyuntura, y los que de modo presumible constituyen dicha transición. Esta no puede analizarse separada de las fuerzas de las prácticas políticas y culturales que están configurando el ethosen la dominación político-democrática como tal. La teorización sobre las relaciones de dominación y las contradicciones internas y externas, como las diversas formas de regímenes políticos y sus procesos, han sustantivado contextos de crisis en modelos de industrialización asentados en las perspectivas de “autonomías” nacional-populares, desarrollistas, reformistas o “socialistas”, que a través del tiempo apuntaron hacia ejes definitorios causales en lo estructural, en lo político y lo social. La tradición teórica latinoamericana ha sido puesta en cuestión para entender las tendencias recientes de la acelerada discontinuidad en los procesos histórico-sociales y económicos. Sin embargo, es evidente un cierto desinterés de los filósofos y los teóricos sociales por aproximarse y captar las tendencias “procesuales” totalizadoras de las fuerzas sociales en el contorno de la crisis. El proceso interesa como un referente de contexto y no como variable global de explicación de las interrelaciones relevantes para la comprensión de los fenómenos sociales. El proceso global se convierte en subalterno de la indagación y la aproximación empírica y su carácter restrictivo. Cabe advertir que lo que aquí nos interesa es estudiar lo acotado como sujeto, sobre lo que es posible inventariar los hechos y los movimientos sociales. Por otro lado, es necesario señalar que las tendencias de los procesos de institucionalización política por los que atraviesan en la ANÁLISIS No. 83

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actualidad las sociedades latinoamericanas no descansan en las fuerzas sociales, sino en las nuevas élites burocráticas y políticas con incapacidad para reconocer nuevos horizontes políticos que no sean los del neoliberalismo y de la globalización desde el hipotético supuesto del proceso “pendular” de los regímenes autoritarios a las transiciones democráticas, y de estas a la democracia plena. En la última década del siglo xx hicieron su aparición, en algunos de nuestros países, liderazgos políticos que bien podían ser llamados, como escribe Marcos Kaplan2,“neocesarismos”, tales son los casos del Perú con los gobiernos de Alberto Fujimori —recientemente asilado en el Japón por sus prácticas corruptas— y el de Hugo Chávez, en Venezuela. La globalidad demanda una reconceptualización a partir de dimensiones donde lo histórico ya no representa la totalidad, ni lo general y lo extenso en cuanto a los procesos, tendencias o “leyes” de la constitución social. Esto muestra que la historia y los procesos sociales no tienen un solo sentido ni una sola dirección ni un epicentro que regule el comportamiento de las sociedades en la región. Parece que no hay un sentido unidireccional, tampoco un epicentro que regule el comportamiento de nuestras sociedades. [...] Los movimientos sociales latinoamericanos no solo son heterogéneos en términos de las relaciones sociales que expresan, sino también, en los términos de sus dinámicas de acción. En este sentido, no hemos podido encontrar un único principio que explique el funcionamiento y el cambio de los movimientos sociales y sus conflictos. Más bien hemos encontrado una diversidad de comportamientos que reaccionan, se adaptan, o proponen de distinta manera múltiples opciones sociales, aunque esto no niega que existan tendencias recurrentes [lo cual] enfatiza que los movimientos no tienen ni una sola causa, un solo destino (Calderón, 1986, pp. 75-76).

En esta perspectiva de análisis y de interpretación de los comportamientos de las sociedades latinoamericanas y su criterio de estructuración, como de la construcción de la historicidad y sus contingencias, requieren un estudio de los procesos sociales. Bajo esta tendencia se reproducen los procesos y los márgenes de acción-decisión de los sujetos, los que se encuentran en la capacidad de recusar y reorientar procesual e históricamente el “peso de las estructuras” sistémicas; sin embargo, estas no se sobreponen negando y eliminando el proceso de determinación que la acción humana produce, pero ambos procesos conforman una sola historia de integración en el cambio, en la crisis y en la reproducción estructural o sistémica.

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“El vertiginoso ascenso de Hugo Chávez y su movimiento a la presidencia de Venezuela, su gobierno y la evolución de este hasta hoy, sugieren un posible retorno del cesarismo o bonapartismo en diversos países de la región, aunque con los antecedentes de una historia milenaria diversa. El cesarismo constituye el tipo de dominación y de régimen impuesto por el tirano romano Julio César, por Napoleón Bonaparte y por Bismarck. En el siglo XX, se encuentran gérmenes y rasgos de cesarismo en el fascismo italiano y alemán, el partido bolchevique, el régimen stalinista y el gaullismo en Francia. Al nasserismo egipcio en el Medio Oriente, se agregan en América Latina los gobiernos de Getulio Vargas en Brasil y de Juan Perón en Argentina, el régimen militar-nacional-populista surgido del golpe de 1968 y presidido por el general Velasco Alvarado y, recientemente, el fujimorismo, en el Perú, y Hugo Chávez, su persona, su movimiento en Venezuela. Cesarismo, bonapartismo, bismarckismo, presentados más o menos como sinónimos” (Kaplan, 2001, p. 20).

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Desde este punto de vista de la unidad histórico-social, la “pluralidad de los sujetos” no puede, a su vez, ser explicada por una multiplicidad de determinaciones del sujeto sometido a un motor exclusivo o único. El intento por comprender la sociedad actual como totalidad que emerge como algo no deseado, descalificado por una supuesta presunción de la forma como se ha ido conformando, puede conducir a totalitarismos, dictaduras, tiranías en contra de la heterogeneidad de lo real, lo cual conlleva a la incertidumbre en cuanto al futuro de los sujetos sociales. Hoy en América Latina es necesario redefinir lo político y, por lo mismo, no tiene sentido entender a los sujetos, a los movimientos sociales, desde el hipotético marxista del conflicto de la lucha de clases, ni en las expresiones de los partidos como fórmulas ampliadas de intereses materiales de clases, sino como la reducción de los intereses sociales de los sujetos organizados y en conflicto. El conflicto en la actualidad está asimilado a lo político, o más bien, siempre ha formado parte de este. Empero, es necesario advertir que este cambio no deberá permitir conclusiones apresuradas. Lo político se mueve en escenarios donde resulta muy difícil prescribir rutas o líneas de compresión. Más bien es necesario describir las tendencias empíricas que permitan construir diagnósticos con suficiente validez y alcance. En las décadas recientes, las teorías de la sociedad postindustrial, del fin de las ideologías, de la historia y de la sociedad del trabajo, de las que todavía hoy continúan algunos de estos acentos, los que relativizan o niegan el uso o la pertinencia del hipotético marxista de las clases sociales. Incluso, se ha llegado a la sustitución, a la combinación o a la clara inclusión de otros elementos teóricos con el fin de explicar aproximaciones acerca del cambio, el conflicto y las crisis sociopolíticas contemporáneas. La actual innovación, en relación con la no disimulada forma de descubrir, rechazar o, en definitiva oponerse al análisis de clase, la constituye la explosión discursiva en torno de los denominados “nuevos movimientos sociales”, que algunos de los teóricos sociales no reconocen. Empero, es necesario redefinir el concepto de clase con nuevas perspectivas dialécticas de análisis. Se replantea, de manera infundada teóricamente, la correspondencia entre movimientos sociales y las clases y el carácter antagónico entre ambos; entre la acción policlasista o no clasista de los mismos, a partir de demandas o reivindicaciones que tienen referentes de una clara raigambre dicotómica. La discusión sobre la formación de clases en la región pasa por otros estadios de relación que amplían las dimensiones de la lucha donde se forman y constituyen los actores sociales en general (Przeworski, 1988), identificándose nuevas formas de reproducción en que se localizan los mecanismos centrales para la captación de la estabilidad, el cambio y el conflicto. En la región latinoamericana se han introducido nuevos símbolos, ideologías y presupuestos de la tradición liberal-democrática, así como de la ANÁLISIS No. 83

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social-democracia, que ya antes se habían discutido sobre la argumentación marxista y la pertinencia de su aplicación en otros contextos y coyunturas de realidades diferentes. También aparecen posiciones conservadoras neoliberales, neoconservadoras y reaccionarias del sistema capitalista. Sin embargo, la crítica a la posición marxista realizada por estudiosos e intelectuales de América Latina es muy fuerte y su argumento apunta hacia el concepto de la heterogeneidad social. A ese respecto Laclau y Mouffe señalan: El carácter plural y multifacético que presentan las luchas sociales contemporáneas ha terminado por disolver el fundamento último en el que se basaba este imaginario político, poblado de sujetos “universales” y constituido en torno a una historia concebida en singular: esto es, el supuesto de la “sociedad” como una estructura inteligible, que puede ser abarcada y dominada intelectualmente a partir de ciertas posiciones de clase y reconstituida como orden racional y transparente a partir de un acto fundacional de carácter político (Laclau & Mouffe, 1987, p. 2).

Estas reflexiones se ubican en una posición posmarxista radicalizada, donde la superación del paradigma articulador de las clases sociales se asienta en el reconocimiento de una forma de causalidad distinta al “monismo integrador” del marxismo y abre el espacio para interpretar las sociedades y los sujetos, ya no desde una ortodoxia dada o preconcebida, sino desde los procesos, lo cual permite abrir las posibilidades para reconstruir el análisis y la crítica de las nuevas realidades sociales de América Latina. A partir de este enfoque teórico, si se quiere avanzar en la determinación de los antagonismos sociales, es imprescindible estudiar la pluralidad de posiciones diversas y, en algunos casos, contradictorias; es necesario abandonar la idea de un agente social unificado y homogéneo, como el de la clase obrera del discurso marxista clásico. La proposición de la clase obrera del viejo marxismo es infundada y, por lo mismo, carece de relevancia teórica y política (Laclau & Mouffe, 1987, p. 100). El criterio de la dominación de clase como el eje articulador de lo social ha sido muy cuestionado en la actualidad latinoamericana. De esta forma, se puede decir que las nuevas orientaciones simbólicas que se expresan en la realidad política latinoamericana se hacen presentes a través de las acciones de nuevos sujetos. Son acciones orientadas hacia el refuerzo de la identidad nacional y a la transformación de las relaciones sociales de la vida cotidiana. Entendiendo a aquel como el conjunto de relaciones individuales, afectivas, de la sexualidad y de la reproducción, de producción de la vida del trabajo, de las formas de entender la convivencia humana en las relaciones familiares y sociales, en lo cual están implícitos los diversos roles que las mujeres han tenido que jugar en esta, dentro de una situación de desigualdad y desventaja ante el varón y en la sociedad.

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Lo que ahora está en cuestión son las formas de hacer política y la socialidad; la de relacionar lo político con lo social y lo público con lo privado, allí donde las prácticas sociales cotidianas se incluyen junto y en directa interacción con lo ideológico y lo político institucional. Cuando se estudian los movimientos sociales de mujeres, destacan dos orientaciones no necesariamente excluyentes: una netamente feminista, que se desarrolla en oposición a las todavía dominantes formas de opresión autoritaria de origen patriarcal, que se expresan en los diversos planos de las relaciones sociales; la otra plantea como demanda una mayor participación política. Esta última orientación surge a lo largo de la historia contemporánea de las luchas por adquirir la ciudadanía y el reconocimiento de los mismos derechos y obligaciones en igualdad con los varones. La primera orientación surgida directamente de los conflictos por eliminar la opresión patriarcal busca reforzar la identidad femenina. Por ejemplo, en países como Chile, Perú, Venezuela, México, Paraguay, Uruguay, Brasil, Costa Rica, etc., se da el paso de la cotidianidad femenina opresora y autoritaria, al juego de un doble papel en la participación más activa en la vida política, tanto en lo privado como en lo público. Las luchas por el reconocimiento de los derechos de justicia, de igualdad, de equidad y democracia. En los dos ámbitos han tenido logros, pero no son todavía significativos, requiere introducirse más a fondo en la lucha. En el Perú, además de las dos tendencias apuntadas se favorecen y coexisten dinámicas feministas al lado de las mujeres de los barrios, las que hacen presentes peticiones y exigencias sobre el mejoramiento de la calidad de vida, en un esfuerzo por democratizar las relaciones humanas. En Venezuela los parámetros son muy similares; sin embargo, su especificidad institucional es más amplia y en función de la propuesta de la Reforma del Estado. Hace ya tiempo que se operaron ciertos cambios a través de las “concertaciones” entre la Oficina de la Mujer y la Familia con las organizaciones de mujeres. En Venezuela, en la actualidad existe una coordinadora desde donde se organizan e impulsan nuevas reformas al Código Penal y a la Ley del Trabajo; estas se han fortalecido por la presión y las movilizaciones públicas de mujeres ante el Congreso. En relación con las orientaciones étnicas de los movimientos indios en Bolivia, Ecuador, Perú, México, Guatemala, Colombia y Brasil, las demandas han sido orientadas tradicionalmente en torno a la interrelación clasista, sobre todo de origen campesino, de ciudadanía, de autodeterminación y autonomías étnicas. Cuando el elemento aglutinador fue el de clase, lo étnico apareció como un mecanismo de discriminación ideológica; cuando lo fue el de ciudadanía, especialmente impulsada por movimientos populistas, lo étnico asumió la forma de un paternalismo indigenista.

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Solo recientemente han reaparecido movimientos étnico-culturales, que asientan sus problemas en los mecanismos de discriminación racial y en su cuestionamiento, como de la plena autonomía cultural de las “nacionalidades indígenas”. De tal manera, las demandas ya no son nada más de la ampliación o del ejercicio de los derechos ciudadanos, sino de la transformación del sistema político y de la misma estructura estatal. Tales son las propuestas del ezln en México, que a través de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar demandan al Estado el reconocimiento e inclusión en la Constitución Mexicana de sus derechos y cultura. Empero, en ellos están incluidos los de las 56 etnias, o “pueblos indios u originarios”, como su derecho a ser reconocidos como diferentes, con su autonomía. En Bolivia están los grupos indígenas cataristas, los cuales llegaron incluso a proponer el reconocimiento y la constitución de un Estado pluriétnico. La democracia en América Latina se empieza a convertir en una demanda y en un valor político de gran validez, prácticamente en toda la región. Los principios éticos de la democracia, dentro de los que destacan los de justicia, igualdad, equidad, libertad, solidaridad, tolerancia, entre otros, constituyen el fundamento de los movimientos políticos y sociales. Sin embargo, estos principios de la democracia liberal requieren una interpretación más acorde con las realidades socio-históricas de nuestros países, ir más allá de la democracia liberal excluyente, luchar por una democracia radical que incluya la participación de las mayorías y de las minorías en igualdad de derechos y de oportunidades para todos. Los apremios de los actores sociales orientan su actuación hacia el establecimiento de la ciudadanía política y a la vigencia del Estado de derecho; a la vez plantean el reconocimiento de la alteridad en una relación de libertad y equidad consigo mismos y los otros, dentro del orden institucional. En general, es posible pensar hoy que el conjunto de demandas institucionales con fuerte contenido ético democrático se corresponden con un umbral aún mínimo de ciudadanía, la que todavía se encuentra avasallada. La misma construcción ciudadana no ha sido el resultado de la evolución histórica lineal, sino que ha experimentado involuciones y recuperaciones modificadoras de contenidos simbólicos antes ocultos y que ahora afloran en la historicidad ciudadana, donde resulta de fundamental importancia recuperar los más significativos que permean los contenidos de la acción social. Finalmente, los movimientos sociales en la actualidad latinoamericana producen reclamos innovadores de modificación e institucionalización de la representación social, como en la participación política. Empero, el asunto es demasiado complejo, y por lo mismo requiere ser estudiado con detenimiento. Parece ser que los movimientos sociales con orientaciones más expresivas y simbólicas, como las étnico-culturales, las comunitarias urbanas, de género, éticas, de derechos humanos, pueden tener un mayor potencial para expresar sus demandas para modificar las instituciones y precaver sus repercusiones en 406

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la organización social. Por lo mismo, se debe perseverar en la lucha política de mediano y de largo plazo en contra del injusto y desigual orden socialmente establecido, para que los cambios no sean solo reformas, sino cambios estructurales y estatales. Por lo mismo, se debe perseverar en la lucha política de mediano y de largo plazo en contra del injusto y desigual orden socialmente establecido, para que los cambios no sean solo reformas, sino cambios estructurales y estatales. El repensar la cuestión del sujeto y sus límites arroja las siguientes conclusiones preliminares: por un lado, los movimientos y fuerzas sociales en América Latina deben ser comprendidos no solo desde el ángulo de la institucionalización de sus objetivos, de sus formas de acción y organización social, sino que, además, su caracterización tiene que incorporar la confianza en la capacidad de constituirse como fuerzas antisistémicas que operan de manera disruptiva en espacios globales o sectoriales del sistema para arribar a niveles de negociación que no posponen ni eliminan la diferencia real entre intereses y grupos, sectores o fracciones de clase, bajo un periodo o etapa histórica específica. De ningún modo ello conduce a subjetividades heterogéneas ni a la uniformidad sin centralidad o síntesis estructurales. La organización global de los sujetos puede enfrentar problemas que tienen que ver con la identidad cultural, como con su carácter espontáneo, fragmentario y coyuntural y con sus preocupaciones ligadas a la cotidianidad y a la obtención y expansión de derechos sistémicos. De esta manera, es posible decir que los sujetos construyen sus perfiles de identidad o conflicto, aun cuando no sobrepasan las reglas de reproducción del orden social. El sujeto social puesto a prueba en América Latina muestra que se ha redefinido y revitalizado su papel. Aquellos que declararon su fenecimiento y potenciaron el individualismo liberal y la constitución de una supuesta sociedad civil, que al analizarla entra en conflicto entre los “individuos”, entre sus miembros sociales. Esta forma de abordar el análisis del sujeto hizo difícil reconocer la subjetividad política y social existente, ponderándose aspectos restrictivos no siempre fundamentales. Nuestra reflexión sobre la cuestión del sujeto llevó a descubrir un conjunto de limitaciones que impidieron el reconocimiento de las formas de subjetivación estructurantes, semejantes, contradictorias, particulares y colectivas de la acción social. Conscientes de que nuestra propuesta para el estudio del sujeto social no se puede reducir a una posibilidad de interpretación y, menos aún, de construcción teórica y filosófica, ni a formas de estabilidad, lo que resta es más bien, acostumbrarse a navegar con la contradicción, la crisis y los cambios sociales.

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ISSN: 0120-8454

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Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 409-428

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RESEÑA / REVIEW / REVUE Torres, Eugenio (Coord.) (2011). Los dominicos insurgentes y realistas, de México al Río de la Plata, México, Instituto Dominicano de Investigaciones Históricas, Miguel Ángel Porrúa, Fondo José Antonio García Luque, 638 páginas*. Fray Eugenio Martín Torres Torres, O.P.

Recibido: abril 25 de 2013 Aprobado: mayo 10 de 2013

En México no es usual preparar libros, ya sean compilados o propios, con una mirada a la América española1. Tampoco abundan los trabajos sobre la participación de los religiosos dominicos en la insurgencia, pese a los estudios publicados por la Orden2. Por esas dos razones, este libro parece ser singular. También se distingue por el perfil de los 28 autores, puesto que estudiantes y egresados de la licenciatura, maestría y doctorado comparten créditos con profesionales de la historia y académicos notables dedicados de tiempo completo a la investigación, e historiadores de la Orden de Predicadores. Esa diversidad, fortalecida con la consulta de documentos novedosos en archivos y bibliotecas, enriquece los acercamientos históricos y despliega diversos aspectos de la lucha independentista.

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Los resultados de esta investigación fueron presentados a manera de ponencia en el I Congreso Latinoamericano de Historia: La Iglesia en América durante la Independencia, organizado por el Instituto de Estudios Socio-Históricos Fray Alonso de Zamora, con el apoyo del Departamento de Humanidades y Formación Integral de la USTA, los días 8 y 9 de septiembre de 2001.

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Entre los libros publicados es de citar el coordinado por Rodolfo Aguirre y Lucrecia Enríquez, La Iglesia Hispanoamericana, de la colonia a la república, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Pontificia Universidad Católica de Chile, Plaza y Valdés, Editores, 2008.

2

Los dominicos han publicado varias obras en las que cuentan su historia. Entre ellas: Esteban Arroyo, O.P. Episcopologio Dominicano de México, Querétaro, gobierno del estado de Querétaro, 1998. José Domingo Martínez, O.P. Rafael José Menéndez, O.P., Segundo Fernández, O.P., Cartas y crónicas de América (1895-1899), Salamanca, Editorial San Esteban, 1995. Los dominicos y el nuevo mundo. Siglos XIX-XX. Actas del Vª Congreso Internacional Querétaro, Qro. (México, 4-8 septiembre 1995, Salamanca, Editorial San Esteban, 1997. Anuario Dominicano, varios tomos, México, Instituto Dominicano de Investigaciones Históricas, desde 2006).

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Para no perder el hilo en una obra con 25 capítulos he organizado la exposición de acuerdo con los temas que son abordados en el libro. En algunos casos mi mirada se extiende más allá de lo aportado por los autores, en otras se reduce a presentar el contexto de la guerra y, en general, destaca la singularidad de la lucha en cada región de la América hispana considerada en el libro: Ecuador, Venezuela, Argentina, Nueva Granada, México, Chile, y Guatemala.

La obra pictórica Dos textos analizan obras pictográficas, asumidas como documentos históricos que dan cuenta de una realidad social. En este libro, constatamos que la soberanía y la independencia de las naciones de la América española, así como la defensa del derecho y la legitimidad de la Corona, fueron defendidas con las armas y las palabras, cantadas en versos y narradas en la pintura y la historiografía. La población podía, en una clara definición decimonónica, ilustrarse en la gracia de la libertad, en su costo y en la riqueza de los reinos americanos. No fue al azar que la compilación se iniciara con un canto pictórico a la independencia, la magnanimidad de sus libertadores y la participación de los diferentes grupos sociales en las juntas memorables que se celebraron en defensa de la soberanía ante el rey ausente en 1808. Las pinturas estudiadas por María del Carmen Icaza de Velasco son magníficas. Fueron generadas por la imaginación creadora del artista y sujetas a las reglas pictóricas de la época: principios del siglo XX, en la celebración del primer centenario de la independencia en México y Buenos Aires. La peruana, menos académica y, por ende, más ingenua y antigua, sin perder en fuerza expresiva, representa el triunfo de la libertad sobre la Corona de España y la esperanza en un futuro resplandeciente. El lienzo peruano es un canto a la patria, a la nueva nación. De ellas, sin restar importancia a las otras dos, destaco la pintura mexicana de Natal Pesado que sirve de portada al libro. Esta pintura, “La magnanimidad del general Nicolás Bravo”, en la acción del 18 de agosto de 1812, ordenada por el general presidente Porfirio Díaz, representa con toda nitidez la reflexión de la historiografía oficial mexicana, tan notable en el siglo XIX, pero también la rica diversidad de los actores sociales que participaron en las luchas emancipadores, realistas, insurgentes, generales, hacendados, indígenas, curas y frailes. Ningún obispo es representado. El lienzo es fiel en lo que respecta a la historia. No podían incluirse a los obispos en una pintura sobre la gesta revolucionaria a favor de la independencia de la Nueva España porque todos, de manera unánime, estuvieron a favor del sistema monárquico y el rey, con la misma fuerza y pasión con la que combatían a los insurgentes. En cambio, los obispos sí son considerados en la pintura argentina que registra los individuos participantes en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. El obispo de Buenos Aires, Benito de Lué y Riega, comparte honores con 26 410

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Reseña

sacerdotes, entre ellos el provincial de los frailes predicadores del Río de la Plata, fray Ignacio Grela (criollo)3, patriota “turbulento, audaz, revolucionario”, el prior del convento de Buenos Aires, fray Manuel Albariño (español), y el patriota Tomás Manuel de Anchorena y muchos más intelectuales, políticos y militares criollos. Por su importancia, varios autores del libro dan cuenta de la composición del cabildo abierto del 22 de mayo que propuso la autonomía y la formación de una Junta gubernativa4. Entre ellos, fray Rubén González destaca la participación de los dominicos quienes declararon la caducidad del mandato del virrey y el derecho que se tenía a elegir una junta gubernativa. Habían apostado por una nueva identidad política. Para el caso de Chile, Carmen Gloria Soto Gutiérrez. Analiza la obra titulada Nuestra Señora del Rosario, Madre, Patrona y Protectora de la Orden de Predicadores, incluida en la exposición titulada Chile mestizo, montada en el Centro Cultural Palacio de la Moneda en Santiago de Chile, en 2009. La pintura, estudiada sitúa a la virgen del Rosario en el centro, rodeada de ángeles y acompañada con los principales santos y santas de la Orden. De forma adicional se inserta un retrato del presidente conservador, José Joaquín Prieto, quien gobernara en Chile en dos periodos: de 1831 a 1836 y de 1836 a 18415. La figura del presidente, en un lienzo de orden sagrado, puede expresar el tránsito de lo devocional a lo político. Sin embargo, en el texto no quedan asentadas las razones de esa presencia. Puede pensarse, como una explicación posible, en la necesidad que se tenía de confirmar la vocación republicana de la Orden. El cuadro, desde esa perspectiva, constituye un elemento de gran importancia documental. Contradice la postura historiográfica que sostenía que el clero había sido oficialmente realista. Esta posición fue combatida por una corriente nacida en el seno de la Iglesia, que reivindicó la participación del clero. La Revista católica, cuyo primer número apareció el 1º de abril de 1843, editada por el arzobispado de Santiago, Rafael Valentín Valdivieso, se convirtió, según Lucrecia Enríquez, Paula Jiménez y José Manuel Castro, en una tribuna especial para destacar el patriotismo de las órdenes dominicana y agustina. El texto que cierra la obra, de la autoría de fray Felipe Huaipar Farfán, constituye un aire fresco que toma sus fuentes en la tradición. Nos habla del santuario de

3

Ignoro si era familiar del prior del convento de Santa Fe, fray José Román Grela. Tanto el prior como el provincial fray Isidoro Celestino Guerra eran adeptos a la nueva estructura política y grandes amigos de general Belgrano y de su familia, Tanto así que en sus campañas militares prefería hospedarse en el convento con sus amigos y no en los alojamientos que se le disponían.

4

El obispo Benito de Lué y Riega, sostuvo que el mando solo podría llegar a los hijos del país cuando ya no hubiera un solo español. El doctor Juan Castelli asentó la postura: “Los derechos de la soberanía han revertido al pueblo de Buenos Aires que puede ejercerlos en la instalación de un nuevo gobierno, principalmente no existiendo ya, como se supone no existir, la España en la dominación del señor don Fernando Séptimo”. “Debates en el Cabildo Abierto de 22 de mayo”. Crónica Histórica t. 1, p. 125. Recuperado de: http://hum.unne.edu.arg/academica/departamentos/historia/ catedras/histargen_indp/otros/debates_cabildo_.

5

El presidente Prieto impulsó la publicación de la Constitución de 1833 que otorgó amplios poderes al poder ejecutivo y el derecho del patronato. Enfrentó las rivalidades con la Confederación Perú-Bolivia que derivaría, años más tarde, en la guerra del Pacífico.

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la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, patrona de Colombia y de la ciudad de Caraz, en el departamento de Ancach, Perú. Sus milagros y su intervención a favor de los patriotas le ganaron un lugar en el corazón de muchos fieles colombianos y peruanos.

Conflicto, divergencias y diferencias

en el clero regular

El clero regular en los países que habían pertenecido a la Corona española, estaba profundamente deteriorado, era motivo de escándalo y de preocupación para los nuevos gobiernos. No se trató, en apariencia, de un resultado exclusivo de las luchas independentistas. Las pugnas entre los diferentes bandos profundizaron las problemáticas que se habían gestado a partir de las reformas borbónicas en la segunda mitad del siglo XVIII. En particular aquellas que planteaban reorganizar las órdenes y modificar su influencia subordinándolas a las autoridades diocesanas. Pretendía fortalecer al clero secular. Esta política, en el caso del Río de la Plata, se reforzó con la creación del virreinato en 1776 y la expansión económica que experimentó la región. La tendencia se reforzó por las ventajas materiales que ofrecía a las élites contar con un hijo en el clero secular: sus oportunidades se diversificaban. Como resultado Los regulares disminuían al tiempo que los seculares se incrementaban. A ese deterioro, se sumaban la indisciplina y la falta de moralidad. Los conventos perdieron eficacia. El primer congreso que se autoproclamó soberano y constituyente en las provincias Unidas de Río de la Plata, conocido en la historiografía argentina como Asamblea del XIII, trató de resolver la situación del clero mediante la fundación de la Comisaría General de Regulares (1813-1816). Con ella se trataba de sustituir a las autoridades residentes en la península, desconocidas también en 1813. La labor de la Comisaría no fue fácil. Entre otras dificultades, enfrentó la oposición del obispo de Córdoba, Rodrigo Antonio de Orellana, quien sostuvo que solo podía darse ese paso si se recurría a la Silla Apostólica, la que había conferido la autonomía a los religiosos frente a los diocesanos. No obstante, para superar la acusación de antipatriota concedió las facultades al comisario, solo mientras el Papa estuviera prisionero. La Asamblea del XIII, según Roberto di Stefano e Ignacio Martínez, subordinó las congregaciones y órdenes religiosas a la autoridad del clero secular, quienes estaban, por el derecho del patronato, “bajo la órbita del poder civil”. En ejercicio del patronato, el triunvirato podía presentar obispos y prebendados. La medida era urgente porque algunas diócesis estaban vacantes por la muerte de sus pastores, como la de Buenos Aires, o porque sus titulares habían sido confinados por su oposición abierta a la causa revolucionaria. En ese estado estaban los obispos de Salta y Córdoba, Nicolás Videla del Pino y Rodrigo Antonio de 412

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Reseña

Orellana, respectivamente. Si no se aceptaba el nuevo orden de cosas, la vida pastoral se entorpecía. Además, la adhesión era fundamental en las promociones eclesiásticas que estaban a cargo de los nuevos gobiernos. Otra problemática que debilitó a las corporaciones religiosas fue el enfrentamiento entre criollos y europeos. En toda la América hispana las reformas de Carlos III y Carlos IV fincaron el resentimiento de los criollos contra los europeos. Las disputas propiciaban divisiones internas profundas. Para solucionar las dificultades se propuso la famosa alternativa, que proponía elegir cada cuatro años, de forma alterna, un provincial criollo y uno español. En algunos casos, como en el Antiguo Reino de Guatemala, como señala Fernando Urquizú, los religiosos habían disminuido de manera notable y la composición entre criollos y europeos se había transformado desde 1808. La recomposición de los frailes de acuerdo con su origen, culminó con la división de la provincia. Surgió así la provincia de San José de Chiapas el 29 de enero de 1814, cuyos frailes estaban a favor de los independentistas. En cambio, los situados en la provincia de San Vicente de Guatemala eran favorables a los realistas. En Chile, según Lucrecia Enríquez, Paula Jiménez y José Manuel Castro, en su estudio sobre la provincia dominicana de San Lorenzo Mártir, había pocos frailes repartidos en pocos conventos y, además, predominaba el clero criollo. Tanto así que se tuvo que impulsar la llegada de frailes peninsulares. Pero las plazas, tanto civiles como eclesiásticas, continuaron en manos de los criollos. De esa manera, el conflicto entre criollos y peninsulares estuve ausente. La lucha independentista tuvo efectos severos en el clero regular. La vida religiosa conventual se había relajado, muchos frailes pidieron su secularización, otros andaban de vagos y la riqueza de los viejos conventos había sido expropiada o saqueada. La crisis religiosa de los conventos suele atribuirse a las divisiones que suscitó la lucha entre realistas e independistas, sin olvidar a los indiferentes y a algunos tibios y miedosos. Para Oswaldo Mantilla Perdomo, que estudia la participación de los frailes dominicos en el proceso de emancipación de Venezuela, la crisis religiosa no se había suscitado con la independencia sino que era una herencia del pasado colonial. Sin embargo, la guerra tuvo un fuerte impacto en la provincia. El padre García Padrón, en carta del 5 de mayo de 1828, indicaba que “entre secularizados, fugitivos o emigrados y expulsos, (las provincias) han quedado en desolación”. Varios conventos habían sido demolidos y el de Caracas servía de cuartel a las tropas insurgentes y de cárcel para los fieles al rey. Como en otros lugares, los dominicos verían extinguidos sus conventos en Venezuela en 1837 y no regresarían hasta 1902. En España los acontecimientos desafortunados, que se iniciaron con la muerte del maestro de la Orden, fray Baltasar de Quiñones, el 20 de Julio de 1798, culminarán “dividiendo la Orden de habla hispana del resto”. El desconcierto propició, bajo la petición de Carlos IV, la publicación de la bula Inter graviores curas del papa Pío VII, del 15 de Mayo de 1804. Por las disposiciones de la ANÁLISIS No. 83

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bula, las provincias dominicanas “existentes en los territorios de su Majestad se independizaban de Roma y serían gobernadas desde España por un Vicario General”, con iguales derechos de los que gozaba hasta entonces el maestro de la Orden. La alternativa, que más que una solución, fue un paliativo ineficaz en la América española, también se aplicó a nivel general: un sexenio gobernaría el vicario general y otro el maestro de la Orden6. La disputa de poder entre el vicario general y el maestro afectó a las comunidades dominicas. Además, las naciones independizadas de la Corona española estuvieron incomunicadas con el exterior, particularmente con la Santa Sede. Como registra Jonny France Zozoranga, el provincial de la provincia de Ecuador, fray José Montilla (1828-1832), quien vivió la disolución de la Gran Colombia, reportó al general de la Orden que su mayor problema era la incomunicación con Roma. La Santa Sede, por su parte, tenía serias preocupaciones sobre la situación de las Iglesias en los dominios que habían sido de la Corona española. No obstante, su acción se veía limitada porque el patronato que disfrutaba el rey de España le impedía reconocer la autonomía e independencia de los nuevos países.

Las discusiones sobre el Patronato En todas partes de la América hispana se discutió el derecho de las nuevas naciones al patronato. Además, se enfrentaba la necesidad de obtener el reconocimiento internacional, en especial de la Santa Sede. En este tenor, los gobiernos enviaron representantes ante el pontífice para negociar el reconocimiento a sus naciones. La Santa Sede había recibido a fray Luis Pacheco, franciscano de Argentina, quien fuera el primero en acudir a Roma para gestionar el reconocimiento de la independencia. En Chile, informan Lucrecia Enríquez et. al, que Bernardo O’Higgins, ungido director supremo de Chile el 16 de febrero de 1817, asumió el patronato en la práctica, aun cuando la Constitución de 1818 no lo había incluido como una atribución del soberano. La decisión fue enfrentada por el clero y la élite de Santiago. Al igual que había hecho la Asamblea del XIII en las provincias Unidas de Río de la Plata, y por las mismas razones, O’Higgins nombró un comisario general de regulares en marzo de 1817. El cargo lo ocuparía el dominico fray Pedro Arce, quien también exilió al obispo de Santiago, José Santiago Rodríguez Zorrilla, por su postura realista y nombró como nuevo gobernador al arcediano José Ignacio Cienfuegos. Después, en 1822, José Ignacio Cienfuegos fue comisionado a Roma para negociar la concesión del patronato y obtener la aprobación del reglamento de regulares7.

6

Fr. José Barrado Barquilla, O.P. “Notas sobre la decadencia y el resurgir de la Orden de Predicadores en Iberoamérica. Siglos XVIII-XX”, en Los Dominicos y el nuevo mundo Siglos XIX y XX, Actas del Vº Congreso Internwacional, Querétaro, Qro. (México) 4-8 septiembre 1995, Salamanca, Editorial San Esteban, 1997, p. 70.

7

César Gómez Chávez, Facultad de Ciencias Jurídicas Universidad del Salvador, El patronato, la Iglesia católica en la República Argentina y la Constitución nacional. Recuperado de: http:// www.conhist.org/.

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Reseña

Esa serie de acontecimientos de índole galicana darían lugar a la primera misión apostólica en la América hispana, realizada por monseñor Juan Muzi, como vicario apostólico, y por el canónigo Juan María Ferreti, quien más tarde sería Pío IX. La misión de Muzi tenía como objetivo reanudar el vínculo eclesiástico de la Santa Sede con los países recientemente independizados, en virtud de que la ruptura del patronato “colocaba al catolicismo hispanoamericano en una posición dificilísima por la emancipación”8. A pesar de que la misión pontificia terminó de forma abrupta en 1826, por los conflictos con el supremo director de Chile,9 Muzi proporcionó a la Santa Sede información de primera mano sobre los sucesos y las necesidades eclesiales y espirituales “no solo de las regiones de Argentina, Chile, Uruguay, sino de toda América”10. Fernando VII consideraba que la provisión de los obispados en los países de la América española, en particular si eran designados con el carácter de propios, demolía la última barrera a su propósito de reconquistar el territorio perdido. Por eso se opuso terminantemente al nombramiento de obispos en sus antiguos territorios. Para los gobiernos, el nombramiento de los obispos, ya fueran nombrados por Roma o electos por ellos en uso del patronato, era la confirmación de su soberanía. Ante esa situación, y ante la oposición de España al nombramiento de obispos propios, la Santa Sede se encontró ante un dilema: respetar el derecho adquirido de España por el patronato o evitar las tendencias galicanas que se habían extendido por todo el territorio americano mediante el nombramiento de los pastores sin previa consulta a la santa Sede. En México, los diversos intentos por establecer el patronato sin la autorización de Roma fueron arduamente combatidos por los obispos designados por la Santa Sede en 1831. Ellos, los primeros designados de la época independiente, apoyados por los militares, lograron derrocar al gobierno que lo propuso de forma abierta en 1833. En Venezuela, reporta Osvaldo Montilla Perdomo, el gobierno se apropió del patronato sin la autorización de Roma y Simón Bolívar, en 1826, proveyó los primeros nombramientos para las sedes vacantes de Perú. Como era difícil que estos obispos recibieran la aprobación de Roma, se tenía claro que ejercerían las funciones mientras continuaban las negociaciones en Roma11. Ante las irregularidades, la Santa Sede envió a Pedro Ostini, arzobispo de Tarso, con la responsabilidad de nuncio al Imperio de Brasil. El nuncio tenía facultades para “sanar, legitimar y validar todo lo que en estos últimos tiempos se hubiese

8

Idem.

9

“Extracto del mensaje del supremo director de Chile a las Cámaras. Sesión de 1826, en Concordato de la América con Roma, por Mr. De Pradt, antiguo arzobispo de Malinas, traducido al castellano por Don M.V.M…, Licenciado, París, en la Librería de F. Rosa, Calle de Chartres, No. 12, 1827, pp. 365-366.

10

Francisco Martí Gilabert, “La misión en Chile del futuro papa Pío IX. II. Llegada a Santiago, regreso y desenlace (18241832)”, en Anuario de historia de la Iglesia, Universidad de Navarra, Pamplona, España, Vol. X. Recuperado de: http:// www.conhist.org/.

11

Elizabeth Hernández García, “De vicario eclesiástico a obispo de Trujillo: Tomás Diéguez Florencia y su adecuación al orden republicano en el Perú (1776-1845)”, en Rodolfo Aguirre y Lucrecia Enríquez, coordinadores, La Iglesia Hispanoamericana, de la colonia a la república, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Pontificia Universidad Católica de Chile, Plaza y Valdés Editores, 2008, p. 297.

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hecho ilegítimamente o irregularmente en las diversas diócesis” en los países independizados de España. Bajo esa premisa, el Perú inició negociaciones para “presentar” candidatos idóneos a las sedes diocesanas. En Colombia, el general Francisco de Paula Santander propició el envío de representantes ante la corte de Roma desde 1822. Ni José Tiburcio Echeverría quien muriera en Dieppe, ni el doctor Agustín Gutiérrez Moreno, quien tampoco pudo trasladarse a Roma, pudieron llevar a cabo su cometido. En vista de esto, se nombró al doctor Ignacio Sánchez de Tejada, quien actuaría de acuerdo con las instrucciones que se habían dado al primer enviado, el señor Echeverría (Zubieta, 1924, pp. 575-576). Si bien llegó a Roma en septiembre de 1824 (Las credenciales de Tejada estaban firmadas por el Vicepresidente de la República, general Francisco de Paula Santander), Tejada pudo presentar la lista de los candidatos a ocupar las sedes vacantes de la Gran Colombia y Bolivia hasta octubre de 1826. A pesar de las dificultades con la Corona española, la Santa Sede se apresuró a realizar los nombramientos bajo la fórmula motu propio, para evitar el cisma que parecía surgir en diversos lados tanto por la demora de la Santa Sede en nombrar a los obispos como por los intereses de las repúblicas americanas12. Como el gobierno de Colombia no estaba dispuesto a aceptar obispos in partibus, se nombraron obispos propietarios. Así, el ministro Tejada había logrado un gran triunfo: se nombraron seis obispos para Colombia13, y un auxiliar para Bolivia. El éxito de Tejada, condujo al nombramiento de obispos para otros lugares. El 15 de diciembre de 1828 se hicieron las preconizaciones para Chile, Manuel Vicuña obispo in partibus infidelium de Cerán, y el polémico José Ignacio Cienfuegos obispo titular de Rétimo y vicario apostólico de Concepción14. En el caso de México, en 1831, después de un largo peregrinaje, el enviado mexicano, el canónigo de Puebla, Pedro Pablo Vázquez, obtuvo el nombramiento de obispos propios para seis diócesis mexicanas.

Las divisiones entre criollos y europeos En Ecuador, la problemática, reiteradamente informada por los provinciales, eran la crisis vocacional y la decadencia de las costumbres morales y religiosas. Fray Jonny France Zozoranga, deja constancia de que, al iniciarse el proceso de independencia, los frailes y provinciales criollos siguieron caminos diferentes: los indiferentes, como el provincial fray Julián Naranjo (1807-1816) participaban 12

Así había sucedido en El Salvador, cuyo gobierno había establecido una sede episcopal en su capital sin que hubiera sido sancionada por la Santa Sede. Era una decisión civil que no podía dejar pasar la Santa Sede. Por eso se declaró la excomunión del obispo que había aceptado el nombramiento del gobierno y se exigió la renuncia expresa de Guatemala a su jurisdicción en El Salvador, a fin de que la Santa Sede erigiese la nueva sede diocesana.

13

Fernando Caicedo y Flórez, R. Ignacio Méndez, Félix Calixto Miranda, José María Estévez, Manuel Santos Escobar y Mariano Garnica, fueron preconizados en 1827, así: como arzobispo de Bogotá y Caracas, y obispos de Cuenca, Santa Marta, Quito y Antioquía, respectivamente. Pedro A. Zubieta, Op. Cit. p. 581.

14

Francisco Martí Gilabert, Op. Cit. p. 317.

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Reseña

en las juntas independentistas pero no se comprometían. Hubo priores criollos, como fray Luis Sosa, que fueron realistas y otros, como fray Nicolás Jaramillo, fueron indiferentes. Algunos participaron pasivamente, como dice Osvaldo Montilla Perdomo para el caso de Venezuela. Otros habían sido revolucionarios. Entre ellos, el rector del Real Colegio de San Fernando de Quito, fray Manuel Cisneros, quien permitió que los alumnos tomaran las armas y enfrentaran a las fuerzas realistas. Es difícil dilucidar los sentimientos de hombres como fray Naranjo. Situado en el centro de la tormenta, quien procuró evitar la fragmentación de la provincia ecuatoriana que dirigía. Esa necesidad, prioritaria, posiblemente explica su postura tipificada como indiferente. ¿Sería neutral? O, simplemente, no se declaraba abiertamente por uno u otro bando para defender lo que ya parecía insalvable, la unidad de la provincia. También parece, en su relación al vicario general, del 22 de julio de 1815, que defendía los derechos de Fernando VII y esa opción, que era seguida por otros frailes y algunos obispos, le causaba muchos quebrantos. Pese a ello, es tipificado como indiferente. Frailes indiferentes habían en todos lados. También estaban aquellos que, si bien defendían las causas insurgentes no se atrevían a expresar abiertamente sus ideas por temor a las represalias.

Terror y violencia Las medidas para acabar con los focos de la insurrección fueron similares en los países de la América española. Si en Querétaro, en 1813, se pide al virrey que sacara del lugar a los curas malos y a la corregidora, por infidentes, en Ecuador se decide expulsar a los frailes subversivos. Ellos eran más “seductores y adictos a la libertad e independencia” que los curas y frailes que predicaban a favor de la “buena causa”. Los “malos” en todas partes, tenían más éxito que los buenos. La medida de expulsar a los enemigos, los contrarios, eran tomadas por uno y otro bando. Esa sería la salida más benigna. En Caracas, por ejemplo, después de que se formara la junta cívico-militar, el 19 de abril de 1810, que puso fin al periodo de dominio de la monarquía española, “Los oficiales de la corona fueron embarcados hacia España sin tardanza”15. De igual manera se procedió con los frailes que estaban a favor de la monarquía, como fue el caso de fray Felipe de Espinosa, prior del convento de San Jacinto de Caracas. Pero también hubo prácticas sanguinarias. La violencia, no solo de la guerra sino también la generada por las estrategias seguidas para nulificar la acción de los otros, llevaba el cometido de sembrar el terror. En México, el cura Miguel Hidalgo y el cuerpo selecto de oficiales

15

Oswaldo Montilla Perdomo, “Los dominicos en el proceso de emancipación de Venezuela, p. 56.

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y generales que lo acompañaban fueron hechos prisioneros el 21 de marzo de 1811, en Acatita de Baján. Había sido un logro de las tropas del rey de la provincia de Coahuila. Después del juicio histórico y la degradación del reo, el 30 de julio fue pasado por las armas en la forma ordinaria a las siete de la mañana16. Su cadáver, para escarmiento del pueblo fue exhibido en la plaza. La cabeza fue separada del cuerpo y remitida al intendente de Zacatecas con el propósito de que la pusiera, a disposición del general don Félix Calleja, y “fuese fijada en la población donde ejecutó sus principales crímenes o donde brotó la insurrección”17. Asimismo los insurgentes, en sus representantes más nobles, recurrieron a la violencia de pasar por los armas a los prisioneros. Lo hicieron Hidalgo y José María Morelos y, también, Simón Bolívar. Las argumentaciones eran las mismas: que los castigos sirvieran de escarmiento. Los fusilamientos ponían en evidencia que los insurgentes o los realistas, según quien aplicara la ley, castigarían con dureza a los enemigos quienes, por su parte, pagarían “irremisiblemente por sus atrocidades”18. En otro orden, como dijera Simón Bolívar al arzobispo Narcio Coll y Prat, quien intercediera por la vida de los españoles que iban a ser pasados por las armas, las medidas justicieras se tomaban para contener el torrente de las destrucciones realistas. Según Guillermo Nieva Ocampo, el grupo realista en Córdoba del Tucumán, compuesto por el gobernador Gutiérrez de la Concha, el obispo Rodrigo de Orellana y Rodríguez, el ex virrey Santiago de Liniers, el coronel Santiago Alejo Allende, y Moreno, fueron apresados en el norte de esa región. En este caso, la Junta dispuso el fusilamiento de los líderes de la rebelión en campo abierto. Sin embargo, el obispo Orellana no fue ejecutado con sus otros aliados. Sufrió el destierro y el confinamiento hasta 1817, cuando pudo huir a España. Los realistas tampoco se tocaban el corazón para fusilar a los insurgentes. El temor a las represalias permite poner en duda la adopción al soberano en momentos en que los lugares eran controlados por los realistas o la defensa de la autonomía o la independencia de las naciones cuando los lugares eran controlados por los republicanos o insurgentes. Fray Manuel de Samaniego, por ejemplo, argumentaba que al momento de la independencia de Venezuela en 1810, había permanecido “pasivo” para evitar conflictos. Se trató de una estrategia. Pero no impidió que fuera deportado a España por varios años. De hecho, según Oswaldo Montilla Perdomo, con pocas excepciones, la mayoría

16

En la Villa de Xerez, el 5 de septiembre de 1811, José Manuel de Ochoa transmitió los días en que fueron fusilados los prisioneros, por orden de M.I.S. General del Ejército de Operaciones de Reserva D. José de La Cruz. En esta nota se registra que los insurgentes empezaron a ser pasados por las armas el 10 de mayo. Se continuaron el 11 de mayo y el 6 de junio. El 26 de dicho mes, fueron fusilados Ignacio Allende, Mariano Ximénez, Juan de Aldama, Manuel de Santa María. El 27 de junio fueron fusilados otros. Se asienta que el 27 de julio, fue fusilado el padre Hidalgo.

17

Chihuahua, agosto 5 de 1811. En Zacatecas, Martín Medina confirmó al brigadier comandante general don Nemesio Salcedo, el 20 de agosto de 1811, que había recibido la cabeza de Hidalgo y que la dirigiría al señor mariscal de campo, don Félix Calleja como se lo prevenía. En, Los procesos militar e inquisitorial del padre Hidalgo y de otros caudillos insurgentes. Introducción y suplementos de Luis González Obregón, México, Ediciones Fuente Cultural, 1887, p. 122.

18

Simón Bolívar, al arzobispo Narciso Coll y Prat, desde Valencia, el 8 de febrero de 1814.

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Reseña

de los religiosos dominicos de Venezuela tuvieron una “postura silenciosa y permisiva”. Coincido con este autor cuando se pregunta si el silencio abrumador de algunos frailes se debió al temor a las represalias más que a sus convicciones religiosas o políticas. En Ecuador, el español fray Felipe de Carrasco (provincial de los dominicos 1816-1820), abiertamente pidió a los frailes el reconocimiento del soberano español. ¿Era su postura realista de corazón o se expresa a favor del soberano porque en septiembre de 1816 los realistas tenían el control de la situación?

Las redes solidarias familiares y sociales Fray Rubén González, estudió a los frailes de la provincia de San Agustín en el territorio del virreinato del Río de la Plata, que abarcaba las regiones del Río de la Plata, el Tucumán y el Paraguay, mientras que Cuyo formaba parte de Chile. Asegura que la mayoría de los frailes, eran de origen criollo con fuertes vínculos con las élites locales, de ahí que se adhirieron “ampliamente a los ideales de libertad”. El autor considera que los frailes del convento de Buenos Aires dieron un fuerte apoyo a los generales José de San Martín y Manuel Belgrano, “máximos paladines de la independencia argentina”, porque ambos próceres eran hijos de terciarios o seglares dominicos, y por ello se encontraban estrechamente vinculados con la Orden. También, como lo demuestra Guillermo Nieva Ocampo, los vínculos familiares de los canónigos con la élite económica se reflejaron en las posturas que se fueron tomando a favor de los insurgentes o de los realistas. Lucrecia Jijena estudia a la Venerable Orden Tercera de Santo Domingo, fundada en Buenos Aires en 1726. Al igual que Rubén González ella asienta que los terciarios dominicos formaron un grupo influyente vinculado a las instituciones de la administración monárquica. Mediante la pertenencia a los terciarios y a los cofrades del Santísimo Rosario de Mayores, bajo el manto protector de los dominicos, los individuos reforzaban sus redes familiares y sus vínculos políticos e incrementaban sus negocios mercantiles. Sin embargo, con el inicio de la etapa independiente, empezaron a perder importancia política: había desconfianza porque habían sido cercanos al gobierno español. El proceso revolucionario cambió el modelo político e incidió en la transformación de las formas de sociabilidad. El 9 de junio de 1816, el congreso de Tucumán, inaugurado el 24 de marzo, proclamó la independencia de Argentina. En este congreso se destacó la intervención de fray Justo de Santa María de Oro, quien defendiera con energía la adopción del sistema republicano y no el monárquico deseado por la mayoría. Bajo su moción, se declaró a Santa Rosa de Lima como patrona de la independencia de Argentina. A pesar de las conocidas como reformas rivadavianas, que ordenaron la supresión de varios conventos y el impacto desfavorable de la guerra, los ANÁLISIS No. 83

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frailes dominicos de Argentina sufrieron menos que el resto de sus hermanos. A mediados del siglo XIX se inició la restauración de la vida conventual y desde entonces tuvo un lento pero constante progreso espiritual y material. El devenir histórico de la provincia dominica en Argentina refleja que la unidad de los frailes, por su origen, y los vínculos afectivos con los libertadores, les permitió una transición suave al siglo XX. Guillermo Nieva Ocampo estudia las religiosas dominicas de Córdoba del Tucumán. Este autor, como Rubén González para el caso de los frailes, considera que las monjas del convento de Santa Catalina formaban parte de las élites urbanas de Tucumán y estaban emparentadas con los capitulares de las provincias de Salta, San Miguel de Tucumán y Córdoba, quienes habían prosperado a la sombra de la Corona. Los vínculos económicos e intereses los habían llevado a permanecer leales al rey y a sus representantes. El análisis de los argumentos enarbolados por la priora María Antonia de Jesús, para rechazar la acusación de antipatriotas, lleva al autor a considerar que las catalinas estaban ancladas en el imaginario del antiguo régimen “respetuoso de las jerarquías, de la honorabilidad y de la decencia, conceptos dependientes a su vez, del origen social”. En esa medida estaban distantes de las identidades políticas abiertas por la insurgencia. Cabe preguntarse, sin embargo, ¿hasta cuándo? Para el caso del reino de Guatemala, Fernando Urquizú también da cuenta de la cercanía de la Orden de Predicadores con las élites peninsulares y criollas. El ingreso de frailes provenientes de familias de abolengo, como fray Manuel Fernández de Córdova (1741-1809), tuvo que fortalecer los vínculos con los grupos oligárquicos. Por su origen familiar y social eran, sin duda, leales hijos de la monarquía española. Por otra parte, los tres autores que dan cuenta de la intervención del clero en la independencia chilena, Lucrecia Enríquez, Paula Jiménez y José Manuel Castro, también reflexionan sobre la participación del clero en los cabildos abiertos para formar y luego reconocer la junta del 18 de septiembre de 1810. Pero no atribuyen al clero una particular intervención patriótica. Acudieron por derecho, como vecinos de la ciudad y representantes de las corporaciones del reino. Su intervención más evidente se dio en función de los golpes de Estado de José Miguel Carrera. Ante el fracaso militar de Carrera, para oponerse a la expedición peruana de reconquista, la junta lo removió de su cargo y nombró al general Bernardo O’Higgins, quien se hizo cargo del ejército patriota en 1813. Una nueva expedición peruana, enviada por Gabino Gaínza, tuvo grandes éxitos militares, obligando a que la Junta de gobierno de Santiago se disolviera y un cabildo abierto nombró director supremo a Francisco de la Lastra. Finalmente, por el Tratado de Lircay, firmado entre Gaínza y O’Higgins en mayo de 1814, Chile adquirió autonomía limitada dentro del dominio español, pero debería aceptar la Constitución de Cádiz de 1812 y la soberanía de Fernando VII. En julio de 1814, Carrera regresó a Santiago, destituyó a de la Lastra y se reinstaló como director 420

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Reseña

supremo. Como en otros lados, aplicó el destierro a sus enemigos o los relegó de la política. Entre los desterrados, había 19 dominicos, acusados de realistas. La independencia en Chile, declarada el 18 de febrero de 1818, es abordada por otros dos autores. Ellos consideran que varios individuos del clero tuvieron actuaciones destacadas. Algunos de ellos transformaron sus posiciones políticas con el correr de los años. Cristian Guerrero Lira analiza las posturas sostenidas por fray José María de la Torre. Este dominico había sido simpatizante de la causa revolucionaria, después fue funcionario del gobierno monarquista y nuevamente republicano y diputado en 1826. El autor se pregunta si esos cambios fueron una expresión de oportunismo. La actuación más notable de este fraile fue su labor como editor de la Cazeta del gobierno de Chile, que se publicara de noviembre de 1814 a principios de 1817. Las características del periódico, ya destacadas por Lucrecia Enríquez y colegas, son reafirmadas por Cristián Guerrero Lira, quien considera que, ante la alteración definitiva de las circunstancias imperantes, no “parece que merezca la nota de oportunista”. Francisco Betancourt Castillo, se interesa en las ideas sostenidas por fray Tadeo Silva. Al igual que Lucrecia Enríquez y compañía, considera que la historiografía liberal chilena de finales del siglo XIX, construyó el mito histórico de la no participación de la Iglesia en la lucha por la independencia o de su carácter contrarrevolucionario. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que fue exactamente lo contrario. En esa línea, el autor pretende contribuir a esa nueva interpretación mediante el estudio de las ideas que sustentaron y las posiciones que asumieron. En ese tenor, se interesa por las ideas y aventuras de fray José Tadeo Silva, en particular, su labor editorial. También registra, como Guerrero Lira, el cambio de mentalidad que iban suscitando las actividades a favor de la independencia. El proceso permitió que algunos individuos del clero regular se fueran despojando de sus ataduras legitimistas y empezaran a considerar las virtudes de los gobiernos populares, como más conformes con la doctrina evangélica, como lo hicieron los dominicos fray Pedro Arce y fray Camilo Henríquez en el Monitor Araucano. El papel de los obispos, en concreto del vicario capitular Rodríguez Zorrilla, quien había sido designado obispo de Santiago, puede ser condenado, desde una mirada cargada de ideología. En particular, porque el obispo denunció a varios religiosos como colaboracionistas de la revolución. De 600 religiosos, 64 eran partidarios de los patriotas y de ellos, 9 eran dominicos. Por esa denuncia varios fueron desterrados y algunos se fueron por su cuenta durante la dictadura de Carrera. Entre los desterrados se encontraba fray José Tadeo Silva. Muchos regresaron y varios, entre ellos fray Tadeo, recibieron la encomienda de O’Higgins de instruir a los soldados en “patriotismo americano”. El autor, siguiendo el derrotero de las relaciones de los provinciales con los liberadores, descubre una actitud ambigua. ANÁLISIS No. 83

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La independencia del antiguo reino de

Guatemala

A diferencia de México, Brasil y los países andinos, el actual territorio de Centroamérica (Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Costa Rica) no representó el paraíso terrenal para los conquistadores porque no contaba con yacimientos minerales susceptibles de explotación. Pareciera que la pasión y la desmesurada ambición que despertaban México y el Perú, disminuyeron la importancia de esta región sede de la Intendencia de los Confines. El abandono de la Corona española fue tan radical, que cuando las luchas independentistas se anidaron en la América hispana los cinco países carecían de recursos propios para sustentar sus anhelos libertarios. Fue por eso que volvieron los ojos a México. No obstante, las negociaciones con el imperio que encabezaba Agustín de Iturbide a fin de que la región formara parte del nuevo Estado mexicano se condujeron al desastre. Las divergencias y los conflictos entre México y Guatemala por la región del Soconusco y Chiapas, incidieron en la decisión que tomaron los cinco países, bajo el liderazgo del partido liberal, de unir sus debilidades para adquirir fuerza. Así nació la Federación de las provincias de Centroamérica que sobrevivió hasta 1838, cuando cada uno de los países se erigió en un Estado soberano e independiente. La situación de la República Centroamericana era agobiante al momento de su fragmentación, según registró el presidente del Congreso federal que tomó la decisión: “No hemos podido hasta aquí consolidar un Gobierno estable. (…) No tenemos ningún crédito en el exterior ni en el interior. (…) No existen ni el comercio ni la agricultura en el estado de prosperidad que debieran. (…) No tenemos más hombres de luces que nos ayuden a promover el bien y salvar la patria”19. Con la ruptura se perdió el sueño de Francisco Morazán de lograr la unidad centroamericana para constituir un país de mayor importancia territorial y de población. En ese contexto, el texto de Fernando Urquizú, sobre el antiguo Reino de Guatemala, en su singularidad, se convierte en un espacio sonoro para escuchar la voz de Centro América. En Guatemala, la Orden de Predicadores tuvo un desarrollo espectacular. No solo contaba con varios conventos y doctrinas sino que también alcanzó un gran beneficio económico, porque poseía tres haciendas productoras de azúcar, crianza de ganado y otros productos. Otras congregaciones religiosas también poseían plantaciones de azúcar, café y tabaco tanto en los países sudamericanos como en Centroamérica. En Guatemala, sin embargo, los dominicos tenían la propiedad más grande del país y contaban con 700 esclavos. Esta actividad, como relata Urquizú generó otro negocio para la Orden consistente en la trata de personas”. En 1824, cuando se abolió la esclavitud en las Provincias Unidas de Centro América, los intereses 19

Discurso de Basilio PORRAS en la clausura del Congreso federal del 20 de Julio de 1838,

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Reseña

económicos de los dominicos se vieron fuertemente afectados porque era “uno de sus negocios más importantes”.

Biografías Varias biografías se integran en la obra. Todas ellas dan cuenta de la carrera intelectual de los sujetos que estudian la seriedad de los planes de estudio, sobre todo del Colegio Porta Coeli, en la ciudad de México, y de los textos que eran utilizados en la formación. Los trabajos se distinguen por su seriedad académica. Fray Carlos Mario Alzate Montes destaca la influencia de fray Ignacio Mariño y Torres en la independencia de Nueva Granada y Venezuela. Tres textos abordan la biografía de fray Servando de Santa Teresa de Mier Noriega y Guerra. Una fue elaborada por César Alejandro Salinas Márquez, otra la escribió Cristóbal A. Sánchez Ulloa y la tercera fray Alfonso Esponera Cerdán. Cada uno de los textos da cuenta de diferentes aspectos de la vida de Fray Servando. Salinas Márquez abarca la vida completa. Sánchez Ulloa se concentra en los años de formación, de 1780 a 1795. Es decir, desde su ingreso al Colegio de Porta Coeli hasta su expulsión de la Nueva España en 1795. Esponera Cerdán, por su parte, aborda la época en que fray Servando fue recluso y capellán militar en España de 1808 a 1811. Tanto Salinas Márquez como Sánchez Ulloa relatan las vicisitudes de fray Servando en España, sus escapadas y reaprehensiones, su estancia en España y en Francia y su contacto con los pensadores destacados de la época. En 1813, terminó de escribir su obra más reconocida, La historia de la revolución de la Nueva España, en que justifica la independencia de América por la opresión y la tiranía de la Corona española. Regresa a México con la expedición de Mina en 1816. El Santo Oficio, un año después, lo acusó de herejía, apostasía y autoría de obras subversivas y traición al rey. Estuvo prisionero hasta 1820, cuando fue deportado a España. Experto en la evasión, se escapó y se refugió en Filadelfia. Fray Servando no aceptó el proyecto monárquico del Plan de Iguala. Pero participó en el Congreso Constituyente de 1822. Se opuso terminantemente al proyecto imperial de Iturbide por lo que fue aprehendido de nueva cuenta el 26 de agosto de 1822 con otros diputados. La revuelta en contra de Iturbide le permitió volver a formar parte del congreso que establecería la Constitución de 1824 y el sistema republicano federal. El primer presidente republicano, Guadalupe Victoria, lo invitó a vivir en el palacio federal. El canónigo de Puebla, Miguel Ramos Arizpe, le administraría los santos óleos. Falleció el 3 de diciembre de 1827. Fray Alfonso Esponera Cerdán fundamenta su estudio en las Memorias de fray Servando. Los registros, basados en la memoria del fraile, son tan amenos como pueden ser los escritos de un hombre guardado como “un códice extraviado”. ANÁLISIS No. 83

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De manera independiente a lo anecdótico de su vida, su ideario político y su intervención en el primer congreso mexicano fueron significativos. Sergio Francisco Rosas Salas, analiza las corrientes culturales que se expresan en los sermones de fray Luis Carrasco y Enciso, de 1808 a 1815. Se trata de una fuente de información valiosísima sobre todo después de 1808, porque no solo refieren asuntos de fe, moral y enseñanza, sino que también reportan los aspectos y preocupaciones políticas del momento. La necesidad de difundir o contrarrestar las nuevas ideas, revolucionarias, que trastocaban el orden social y cultural tal y como se conocía, se reflejó en la diversidad de fuentes escritas que circularon en la Nueva España. Además de los periódicos insurgentes y realistas y los sermones, estaban las cartas pastorales que eran un compendio de noticias internacionales, nacionales y locales y, de forma novedosa, los catecismos políticos y cívicos. Los clérigos, regulares o seculares, que se especializaban en los sermones solían ser personas connotadas en medio social cultural de la época. En este caso, fray Luis fungió como calificador y censor teológico en los juicios llevados a cabo en contra del cura Hidalgo en 1811, y de Morelos en 1815. Fue prior del convento imperial de Santo Domingo de México y provincial de la Provincia de Santiago de México. Tenía méritos sobrados para el oficio. Rosas Salas demuestra que el dominico sostuvo, en sus sermones, que el nacionalismo panhispánico se sostenía en tres elementos centrales: el rey, como regente de ambas Españas, la religión, como base y vínculo de la sociedad, y la patria como cuerpo social unido por una sola fe y una sola cabeza, la del monarca. Como lo haría el obispo de Puebla, refrendó el movimiento iniciado por Iturbide en 1820. Eran otros tiempos y otros intereses. En 1833, sucumbió ante el cólera morbus que se extendió por la ciudad. Posiblemente, dos apreciaciones de Sergio tendrían que revisarse, una es la defensa de la libertad de la Iglesia frente al Estado, me parece que esa no es, precisamente, la preocupación central de fray Luis y la otra, indicar que hubo una romanización del clero. La romanización fue un proceso mucho más tardío, hasta principios del siglo XX. Fray Ramón Casaus, el autor de El Anti-Hidalgo, es estudiado por fray Mauricio Beuchot. Era originario de Jaca, España, como el obispo de Oaxaca, Bergosa y Jordán. Obtuvo el grado de licenciado y doctor teólogo en la Real y Pontificia Universidad. Fue nombrado obispo auxiliar de Oaxaca en 1806, consagrado en 1807 y promovido al arzobispado de Guatemala en 1811 por recomendación del obispo Bergosa y Jordán. Como registra Urquizú, Casaus llegó a la Nueva Guatemala de la Asunción, el 30 de julio de 1811, al momento que Miguel Hidalgo era fusilado en Chihuahua. Al igual que Bergosa y Jordán se opuso a la independencia por considerar que estaban muy cercanos al pensamiento francés. En su empeño, contó con los frailes dominicos. Al momento de la independencia, en 1821, el arzobispo Casaus,

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Reseña

no firmó el acta de independencia, pero tuvo especial cuidado en asegurar los bienes y las personas de la Iglesia. En 1829, cuando los liberales tomaron Guatemala, encabezados por Francisco Morazán, tuvo que salir de su diócesis. El 28 de julio de 1829, bajo el liderazgo de Francisco Morazán, las propiedades de los dominicos fueron confiscadas y, en adición, el arzobispo, los dominicos y cerca de 289 clérigos fueron expulsados a Cuba. Fray Ramón Casaus fue filósofo, poeta, maestro de estudiantes en el Colegio de Porta Coeli y catedrático de la Real Universidad de México. Su oposición a Hidalgo, quedó registrada en el Anti-Hidalgo. No considera Casaus ningún elemento positivo en el movimiento de Hidalgo. En su opinión, era un simple “salteador, jefe de bandidos y gente de mala vida”. La diatriba del fray Ramón, está cargada de los mismos sentimientos de que acusa a Hidalgo, resentimiento, frustración y rencor, aun cuando es filosófica e ilustrada. Recurre a cuanto pensador puede para demostrar la impiedad y el libertinaje del líder insurgente así como sus insuficiencias filosóficas y teológicas.

La situación de la guerra en la diócesis de

Antequera, Oaxaca

Varios artículos dan cuenta de la situación de la guerra de independencia en Oaxaca, la región donde era obispo titular Antonio de Bergosa y Jordán, obispo de Antequera, quien fuera una de las figuras más fascinantes de la generación de obispos novohispanos que enfrentó la lucha por la independencia hasta 1815. En los textos referentes a Oaxaca lo mismo se aborda una de las primeras circulares del obispo en 1810, que se revisan la postura del escribano del insurgente Morelos, Tomás José Romero, y los conflictos en la Mixteca por la repartición de tierras en la época en que la intendencia fue gobernada por los insurgentes. José Daniel López Hernández, da cuenta de la circular del obispo el 15 de diciembre de 1810, en donde previene a sus feligreses sobre los papeles sediciosos de los independentistas. Se trataba de la escalada independentista que, desde octubre, intentaba conquistar la costa del Sur y la Mixteca. Antes de analizar la circular, el autor de cuenta, de forma breve, de la vida e historia del obispo que se distinguió por su actividad constante y sistemática por impedir que los independentistas llegaran a su sede diocesana. Solo salió de su diócesis, a pesar de haber sido electo arzobispo de México en 1811, cuando Morelos, en noviembre de 1812, avistó las puertas de la ciudad. En la circular que analiza el autor, Bergosa califica a los independentistas de “miserables hipócritas”, además de ladrones, asesinos y transgresores de los preceptos evangélicos. Pretende el obispo, con la fuerza de su palabra y su denuncia, alejar a sus fieles de la insurgencia.

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Lérida Moya Marcos registra que el ejército que esperaba a Morelos en Oaxaca contaba con 2.000 hombres, formados por españoles y el cuerpo eclesiástico20. Sabiéndolo, Morelos le indicó al obispo, en su comunicación del 25 de noviembre de 1812, que el ejército de los tiranos no podría sojuzgar los deseos y clamores de la nación. También le reclamó el trato que le había dado y la forma como había despreciado y ultrajado a cuantos lo seguían, “prodigando libelos infamatorios para obscurecer nuestra justicia”. Con pasión le aseguró que no era tiempo de “fulminar censuras y dispararlas como rayos, prevaleciéndose de la cristiandad de los pueblos, con ofensa y violencia de los respetos de la Iglesia santa, para aterrorizar y conseguir una obediencia forzada que solo hace hipócritas y disimuladores, pero no vasallos verdaderamente adictos (…)”21. Por el contrario, aseguraba Morelos, los propios impulsos de la naturaleza disponían al hombre para “romper las cadenas a que injustamente se ve atado”. El conflicto entre el obispo y Morelos rebasa el texto de López Hernández. Fueron dos figuras antagónicas, digna uno del otro. Como se sabe, Bergosa y Jordán presenció la derrota de Morelos, su juicio y su degradación eclesiástica. Su fusilamiento y sepultura, a petición del cabildo metropolitano de México, se celebró en Ecatepec. Los canónigos no defendieron la vida de Morelos, quisieron alejar de su vista y de la de sus feligreses el sacrificio de uno de los líderes independentistas que conjuntó gran apoyo social. Varias fueron las estrategias del obispo Bergosa y Jordán, para oponerse a los insurgentes. La guerra no solo se daba en el campo de las armas, que fue bien cumplida por sus curas párrocos. También reforzó las misiones y concentró gran fuerza en el campo de las plegarias públicas a la virgen de la Soledad. La insurgencia novohispana involucró al clero mexicano en todos sus niveles: se sustentaba en los curas párrocos y en el clero regular. Ese es el tema de María Guadalupe Martínez Flores. La autora destaca, con toda razón, que la toma de Oaxaca por Morelos fue una de las acciones estratégicas de la guerra. Siguiendo a Morelos, se descubre la importancia que tuvo la conquista de Oaxaca, ya que desde allí se podía conquistar todo el reino: … ya por ser la primera capital que se toma con macicez, ya por estar defendida con poca gente, y ya en fin por los recursos que encierra de hombres útiles, minas, tabacos, puertos, y granas que convertiremos en fusiles22.

El realista Melchor Álvarez recuperó la intendencia de Oaxaca en la primavera de 1814, después de 15 meses de gobierno insurgente. Para entonces, Morelos ya no estaba en Oaxaca. Había salido con rumbo a Acapulco el 9 de febrero de 20

El obispo de Oaxaca no solo estimuló que sus párrocos y vicarios tomaran las armas sino que los auxilió con recursos para sostener la defensa. Así lo hizo para la defensa de Oaxaca cuando se esperaba la llegada de Morelos. Según el recibo extendido por Fancisco Javier Ramírez, el 25 de mayo de 1812, el obispo Bergosa le había dado 200 pesos.

21

Carta dirigida por Morelos al obispo de la provincia de Oaxaca, D. Antonio Bergosa y Jordán, para que influyera en la rendición de la plaza”. Morelos y la Iglesia católica. Documentos, México, Empresas Editoriales, S.A. 1948, pp. 17-20.

22

Idem.

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Reseña

1813. En Chilpancingo realizó el congreso para resolver las desavenencias que había entre Rayón, Liceaga y Verduzco,23 y escribió los Sentimientos de la Nación. Por otro lado, después de una mirada histórica al cambio productivo que se registró en la Mixteca oaxaqueña, por la iniciativa de los caciques y pueblos indígenas, a finales del siglo XVI, Beatriz Alondra Durán Oñate analiza los conflictos de tierra registrados en la Mixteca, y la relación de los realistas con los frailes dominicos. Esa simpatía fue combatida arduamente por el obispo Bergosa en sus cartas pastorales. Varios hacendados, siguiendo el ejemplo de su obispo, no solo apoyaron las fuerzas realistas sino que formaron sus propias fuerzas a favor del bando real. La información sobre las tierras usurpadas al cacique Mariano Francisco Villagómez, por los naturales de Cuyotepeji, durante el desorden ocasionado por el levantamiento insurgente y bajo las órdenes de Morelos, fueron devueltas a sus dueños una vez que la insurgencia fue derrotada. Ante este hecho, Durán Oñate formula una serie de preguntas, todavía sin respuesta, sobre los motivos de Morelos para propiciar la entrega de tierras a los pueblos indios. También cabe preguntarse por el impacto social que la insurgencia generó en los pueblos estimulando viejas rencillas con los caciques. Lérida Moya Marcos, introduce el cambio político de Tomás José Romero, seleccionado por Morelos como su escribano. Por ese puesto, dio fe pública a los documentos y de las transacciones que se hicieron en el periodo que Morelos gobernó la ciudad. Cuando Morelos salió de Oaxaca para combatir a los realistas por el rumbo de Acapulco, Moreno dejó de ser escribano. Todo indicaba que estaba de acuerdo con los insurgentes. Sin embargo, en 1818, dio cuenta de su inconformidad con Morelos, no porque así fuera sino porque deseaba ser nombrado para una escribanía real. Solo la podría obtener si justificaba su fidelidad al gobierno español. Su estrategia dio resultado pues en 1819 fue designado escribano real. María de la Luz Alvarado Juárez analiza el misterio del funeral de Vicente Guerrero y la exhumación de sus restos en 1833, que yacían sepultados desde el 14 de febrero de 1831 en la iglesia parroquial de Cuilapan, pueblo mixteco. La incógnita es que, después de ser fusilado en Oaxaca con su uniforme de general, el segundo presidente de México fuera enterrado con el hábito de Santo Domingo. La vestimenta resulta más sorprendente cuando los frailes con resistencia aceptaron que se depositaran en la capilla del Rosario del convento de Santo Domingo. Las culpas por la muerte de Guerrero, poco usual en el

23

Los vocales del congreso fueron Verduzco, representante por Michoacán; Quintana, por Yucatán: Herrera por Teypan; Ignacio Rayón por Guadalajara; Crespo por Oaxaca; Bustamante por México; Liceaga por Guanajuato y Morelos por el Nuevo Reino de León. Una vez celebrada la primera reunión trataron de aumentar el número de los vocales. Fue durante la celebración de las sesiones cuando Morelos decidió denominarse “Siervo de la nación”. Como él declarara en el tercer interrogatorio, el 30 de noviembre de 1815, el principal punto del congreso fue la elaboración de una constitución provisional de independencia. Con ese propósito comisionó a Quintana, Bustamante y Herrera, “quienes formaron la que han dado a la luz el día 23 o 24 de octubre de 1814, en el pueblo de Apatzingán”. Tercera declaración de Morelos el 30 de noviembre. En Juan E. Hernández, Colección de documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821, Tomo VI, coordinado por Alfredo Ávila y Virginia Guedea, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2008, Doc. 44.

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México del siglo XIX, atribuidas a Lucas Alamán, ministro del Interior, y al de la Guerra, José Antonio Facio, contribuyeron al desprestigio de la administración de Bustamante y convirtieron a Guerrero en mártir y héroe de la patria. Para concluir, este recorrido que quiso trazar las huellas de patriotas y realistas en algunas regiones de la América española, les agradezco infinitamente a mis hermanos, los frailes de la provincia de Colombia, por su invitación para compartir parte de nuestra historia como Orden y como Iglesia.

Referencias Gómez Ciriza, R. (1997). México ante la diplomacia mexicana. México: Fondo de Cultura Económica. Santana, A. (1992). El pensamiento de Francisco Morazán, 500 años después. México: Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, UNAM. Zubieta, P. A (1924). Apuntaciones sobre las primeras misiones diplomáticas de Colombia. (Primero y segundo períodos, 1809-1819-1830). Bogotá: Imprenta Nacional.

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ISSN: 0120-8454

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Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 429-433

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Artículos de investigación. Presentan de manera detallada proyectos terminados de investigación. La estructura utilizada generalmente contiene cuatro apartes: introducción, metodología, resultados y conclusiones.

2.

Artículos de reflexión. Presentan resultados de investigación terminada, desde una perspectiva analítica, interpretativa o crítica sobre un tema específico, en el que se recurre a fuentes originales.

3.

Artículos de revisión. Analizan, sistematizan e integran los resultados de investigaciones, publicadas o no, sobre un campo del saber, para dar cuenta de los avances y las tendencias prevalecientes. Presentan una cuidadosa revisión bibliográfica de, por lo menos, cincuenta referencias.

4.

Artículos cortos. Presentan los resultados preliminares o parciales de una investigación.

5.

Reportes de caso. Presentan los resultados de un estudio sobre una situación particular, con el fin de dar a conocer las experiencias técnicas y metodológicas consideradas en un caso específico. Incluyen una revisión sistemática comentada de la literatura sobre casos análogos.

6.

Revisión de tema. Presentan la revisión crítica de la literatura sobre un tema particular.

7.

Recensiones y reseñas bibliográficas. Presentan de manera resumida los planteamientos principales de una obra recientemente publicada o una obra que, por interés particular o de una investigación, se reseña.

8.

Traducciones.

Los requisitos formales que debe cumplir el artículo son los siguientes (no incluye recensiones, reseñas y traducciones): 430

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Datos de autor. El nombre del autor se debe incluir en la margen derecha, seguido de la institución a la que pertenece, en fuente Arial 12 puntos, en negrilla, y la institución en cursiva. Sus títulos, cargos desempeñados y correo electrónico se deben poner en nota a pie de página, no con número, sino con símbolo (*).

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Resumen y palabras clave. El artículo debe presentarse con un resumen de máximo 150 palabras y mínimo 100, en el que el autor describe lo que va a desarrollar en su artículo. Se debe también incluir un mínimo de cinco palabras clave y máximo ocho, que den cuenta de las temáticas centrales, autores y demás temas por destacar en el artículo. Tanto el resumen como las palabras clave deben presentarse en español y un idioma diferente que puede ser inglés, francés, alemán o portugués.

3.

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4.

Viñetas. Son una forma tipográfica de especificar o enumerar; sólo se deben emplear en dicho caso. La marca de viñeta es punto.

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9.

Pie de página. Los pies de página se usan exclusivamente para notas aclaratorias y/o ampliaciones que el autor considere que deben ir por fuera del texto. La fuente es Arial 10. Los pies de página de símbolo (*) se utilizan ANÁLISIS No. 83

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para los datos del autor y el tipo de artículo, según catalogación señalada. La serie de estas notas a pie de página se aumenta con un nuevo símbolo (*, **, ***…). Las notas a pie de página del texto del artículo se inician en 1 y se continúa la serie. La norma técnica que adopta la Revista para citar y referenciar bibliografía es APA. En nuestra página web contamos con un tutorial que le indica al público cómo citar y referenciar fuentes desde el procesador Microsoft Office 2007 o superior (http://www.usta.edu.co/otras_pag/revistas/analisis/manual_de_estilo. html): •

Libro. Autor, A. A. (Año de la publicación). Titulo de la obra (edición, si la hay). Ubicación (Ciudad y país, preferiblemente): Editorial. Ejemplo: Buber, M. (1995). ¿Qué es el hombre? (2a. ed.). México: Fondo de Cultura Económica.

Capítulo de libro. Autor, A. A. y Autor, B. B. (Año de la publicación). Título del capítulo. En A. Editor & B. Editor (Eds.). Título del libro (páginas del capítulo). Ubicación (Ciudad y país, preferiblemente): Editorial. Ejemplo: Iser, W. (1997). La ficcionalización: dimensiones antropológicas de las ficciones literarias. En A. Garrido (Ed.). Teorías de la ficción literaria (pp. 42-65). Madrid, España: Arcos.

Libro que ha sido traducido. Autor, A.A. (Año de la traducción). Título. (Nombre del traductor, Trad.). Ubicación (Ciudad y país, preferiblemente): Editorial. (Trabajo original publicado en año, en caso de conocerse). Ejemplo: Bhabha, H. K. (2002). El lugar de la cultura (C. Aira, Trad.). Buenos Aires, Argentina: Manantial.

Revista o periódico. Autor, A. A., Autor, B. B. y Autor, C. C. (Año de la publicación, incluya el mes y día de la publicación para publicaciones diarias, semanales o mensuales). Título del artículo. Título de la revista, del diario o del semanario, volumen (número), páginas. Ejemplo: Green, A. (2007). La lucha de los siete hermanos y su hermana Olowalli en defensa de la Madre Tierra: hacia la pervivencia cultural del pueblo Kuna Tule. Educación y Pedagogía, 19 (49), 227-237.

Internet. Si es posible, deben identificarse los autores. (Año de publicación, si existe). Título o descripción del documento. Ubicación (Ciudad y país, preferiblemente, si lo tiene especificado): Editorial (si es documento impreso convertido a digital). Recuperado el… (introduzca la fecha de cuando se recuperó) del sitio web… (introduzca la dirección URL, “Uniform Resource Locator”). Ejemplo: Guerra, W. y Múnera, J. M. (2001). Los apaalanchi: una visión del mar entre los Wayuu. Riohacha, Colombia: Banco de la República. Recuperado el 13 de octubre de 2008 de http://www.lablaa.org/blaavirtual/ antropologia/apaalanchi/indice.htm

432

ANÁLISIS No. 83


Artículos obtenidos de una base de datos electrónica. Autor, A. A. y Autor, B. B. (Año). Título del artículo. Título de la revista, volumen (número), páginas. Recuperado el… (Introduzca el día, el mes y el año) en… (Introduzca el nombre de la base de datos).

Artículo publicado en revista de Internet. Autor, A. A. y Autor, B. B. (Año, si se encuentra). Título del artículo. Título de la revista, volumen –si se encuentra− (Número, si se encuentra). Recuperado el… (introduzca el día, el mes y el año) de… (introduzca la dirección URL).

Tesis consultada en biblioteca o hemeroteca. Autor, A. A. (Fecha). Título. Universidad, ciudad, país.

Citas textuales. Una cita textual se coloca entre comillas si no excede las 40 palabras; si las excede se reduce a la margen izquierda. En ambos casos se coloca la fuente al final de la cita, entre paréntesis, así: Apellido del autor, año, página(s). Ejemplo: (Ramírez, 1998, pp. 45-49).

Citas contextuales, parafraseadas o comentarios. Para resumir o confrontar una fuente, se coloca dentro del mismo texto la referencia así: Apellido del autor (año) o cita (Apellido del autor, año).

Cabe señalar que, en nuestra publicación, aceptamos como citas válidas la manera usual de citar textos de autores clásicos que tengan su propia forma; por ejemplo, cuando se cita un diálogo de Platón, podría ser: (Platón, Fedón, 74a-83d). Se mantienen estos casos en grandes colecciones como la Husserliana, los trabajos de Dewey, los parágrafos de Ser y Tiempo, la usual manera de referir la Crítica de la Razón Pura, etc. Todas las recomendaciones de estilo quedan sujetas a variaciones de edición; estas se hacen con el fin de estandarizar el proceso de evaluación del artículo y la uniformidad en el diseño y la impresión de la revista.

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ANÁLISIS

ISSN: 0120-8454

No. 83

Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 435-439

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Rules for the Submission of Articles and Style Handbook

Analysis Magazine, whose periodicity is half-yearly, is an organ for the diffusion of research results in the field of Humanities, Social Sciences and Philosophy. It also publishes works that emerge from the dialogue of the humanistic disciplines with other fields of knowledge and science in general. The magazine is coordinated by the Department of Humanities at the headquarters of Universidad Santo Tomás of Bogotá, Colombia. This publication is aimed at national and international academic community, which is interested in current and inter- and transdisciplinary debates in the field of humanities and social sciences. The purpose of our publication is to disseminate the partial or final results of research supported by certified institutions, or articles by authors that demonstrate scientific excellence, both nationally and internationally, through semi-annual calls in which we indicate the main topic of each issue. This does not exclude papers different to the special issue, for in each issue, as assessed by the Editorial Committee, offprint in various subjects are included. Papers submitted for publication are received by a reception format. The author provides, according to the published format on the website of the magazine (http://www.usta.edu.co/otras_pag/revistas/analisis/index.html), a letter certifying the originality of the article and that this is unpublished. Also, that is not presented simultaneously to another publication at the time it is submitted to Análisis. The article, then, undergoes evaluation by internal and external referees, and, finally, is approved or not approved for publication. The Editorial Committee will report in writing to the authors of the approved articles, so they sign the letter of assignment of rights to Análisis.Revista Colombiana de Humanidades(Analysis. Colombian Journal of Humanities). At the time that the authors assign the rights to their articles to Análisis, this has the legal attributes to have the paper at its disposal and to publish it as determined by the Editorial Committee. Neither Universidad Santo Tomas, nor the Department of Humanities, or the Editorial Board will be held liable for the content of the articles. It will be the responsibility of the author. 435


The kind of articles that the magazine receives depends on the cataloging of reflection articles, state of the art and study cases. The article will be sent with a presentation letter to the Editorial Committee at Carrera 9 # 51-11 (Department of Humanities, Gregory XIII Building). It must be submitted with two copies in both printed and magnetic means (CD or DVD). If the author is out of the city of BogotĂĄ, he or she can send his or her paper and request to: revistaanalisis@ usantotomas.edu.co For the classification of articles, we follow the description made by Publindex on the official document of indexing that is as follows: 1.

Research papers. They present in a detailed way completed research projects. The structure that is generally used contains four sections: introduction, methodology, results and conclusions.

2.

Articles for reflections. They present completed research results from an analytical, interpreting or critical perspective on a specific topic, in which original sources are consulted.

3.

Review articles. They analyze, systematize and integrate research findings published or not published on a field of knowledge, to account for the progress and prevailing trends. They have a thorough literature review of at least fifty references.

4.

Short articles. They present the preliminary or partial results of an investigation.

5.

Case Reports. They present the results of a study about a particular situation, in order to disseminate the technical and methodological experiences considered in a specific case. It includes a commented and systematic revision of the literature about similar cases.

6.

Theme Review. It presents a critical revision of the literature about a particular topic.

7.

Recensions and Bibliographic Outlines. They present a summary of the main approaches of a recently published work or a work that is reviewed for a particular interest or a research.

8.

Translations.

The formal requirements that an article should accomplish are the following (no recensions, reviews and translations are included): 1.

436

Author’s data. The name of the author should be included on the right margin followed by the institution name to which he/she belongs, Arial Font 12, in bold letters, and the institution in italics. Titles, jobs and electronic mail should be put as footnotes, not with a number but with a symbol (*). ANà LISIS No. 83


2.

Abstract and keywords. The article should be presented with an abstract of maximum 150 words and a minimum of 100, in which the author describes what he/she is going to develop in his/her article. A minimum of 5 key words and maximum of 8 should also be included summarizing the central themes, authors and other topics highlighted in the article. Both the abstract and key words should be presented in Spanish, French, German or Portuguese.

3.

Titles and sub-titles. No title should be enumerated. In order to rank the information, it should be taken into account that the main title is centered, written all in capital letters and in bold; the type of article to which the work corresponds and in which project it is developed should be put as footnotes with a symbol (*). The first level of sub-title should be on the left margin in small letters and in bold. The second level of sub-title goes on the left margin in small letters, bold, and italics. (The sub-titles should only be included with the first letter of the title in capital letters, except when there is a proper name.

4.

Bullets. They are a typographical way to specify or enumerate which should only be used in such a case. The bullet sign is a dot.

5.

Italics, bold and underline. The way to highlight ideas, words or other parts in the text should be made in italics and without quotation marks. Bold should solely be for the title. The underline should be omitted.

6.

Quotation Marks. Those are used: for textual quotations, the Latin ones (“”); for textual ideas, other sources or to call attention about a word or phrase, the Latin ones (“”); the English ones are not used (« ») and the simple quotation marks (‘’) are used only when a text between quotation marks goes within a broader one.

7.

Spaces. The space in the paragraph of the text is 1.5 points. In textual quotations with more than 3 lines, the space is reduced to 1.0. Between titles 1.5 points is kept and double space.

8.

Font. The letter for the article should be Arial 12. Textual quotations should be with paragraph indentation, a space of 1.0 points and Arial letter 10.

9.

Footnotes. They are used only for clarifying notes and/or widening the author considers that should be out of the text. Font should be Arial 10. Symbol footnotes (*) are used for the author’s data and type of article according to pointed out cataloguing. The series of these footnotes is increased with a new symbol (*, **, **…). Footnotes of the article text start with 1 and the series continues.

The rules that the magazine uses for citation and bibliography are the ones from the APA Style. In our website we count on a tutorial that indicates ANÁLISIS No. 83

437


people how to cite and make references of sources using Microsoft Office 2007 Wordprocessor or higher (http://www.usta.edu.co/otras_pag/revistas/analisis/ manual_de_estilo.html): •

Book. Author, A. A. (Year of publication). Title of work (Edition, if available). Location (It is better: city and country): Publishing Company. Example: Buber, M. (1995). ¿Qué es el hombre? (2a. ed.). México: Fondo de Cultura Económica.

Chapter of book. Author, A. A& Author B. B. (Year of publication). Title of chapter. En A. Editor and B. Editor (Eds.). Title of book (pages of chapter). Location (It is better: city and country): Publishing Company. Example: Iser, W. (1997). La ficcionalización: dimensiones antropológicas de las ficciones literarias. En A. Garrido (Ed.). Teorías de la ficción literaria (pp. 42-65). Madrid, España: Arcos.

Translated book. Author, A. A. (Year of translation). Title. (A. A. Translator, Trad.). Location (It is better: city and country): Publishing Company. (Original work published in year, if it is known). Example: Bhabha, H. K. (2002). El lugar de la cultura (C. Aira, Trad.). Buenos Aires, Argentina: Manantial.

Magazine or newspaper. Author, A. A., Author, B. B. y Author, C. C. (Year of publication, it should appear the day and month of publishing for daily, week and monthly issues). Title of article. Title of magazine or newspaper, volume (number), pages. Example: Green, A. (2007). La lucha de los siete hermanos y su hermana Olowalli en defensa de la Madre Tierra: hacia la pervivencia cultural del pueblo Kuna Tule. Educación y Pedagogía, 19 (49), 227-237.

Internet. Authors (if it is possible). (Year of publication, if it exists). Title or document description. Location (It is better: city and country): Publishing Company (If it is a printed material published on Web). Date of recovery and Internet address. Example: Guerra, W. y Múnera, J. M. (2001). Los apaalanchi: una visión del mar entre los Wayuu. Riohacha, Colombia: Banco de la República. Recuperado el 13 de octubre de 2008 de http://www.lablaa.org/ blaavirtual/antropologia/apaalanchi/indice.htm

Article from an electronic database. Author, A. A. y Author, B. B. (Year). Title of article. Title of magazine, volume (number), pages. Recuperado el... (Introduce day, month and year) en... (Introduce database name).

Article published on an online magazine. Author, A. A. y Author, B. B. (Year, if available). Title of article.Title of magazine, volume (if available), (Issue, if avaiable). Recuperado el... (Introduce day, month and year) en... (Introduce the Internet adress).

Thesis searched on library or newspaper library. Author, A. A. (Date). Title.University, City, Country.

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ANÁLISIS No. 83


In-text citations. An in-text citation is written in quotation marks if itdoes not surpass more than 40 words; if it surpassess more than 40 words, the left margin is reduced. In both cases, the source is written at the end, in brackets, as follows: Author’s surname, year, page (s). Example: (Ramírez, 1998, pp. 45-49).

Contextualized, paraphrased and commented citations. To summarize or confront a source, the reference is writen in the text itself as follows: Author’s surname (year) or Quote (Author’s surname, year).

It is good to mention that in our publication, we accept as authorized citations the usual way of citing clasical authors that have their own way, example, when it is a Plato’s dialogue citated, it may be: (Platón, Fedón, 74a-83d). These cases are kept in big compilations like the Husserlian one, Dewey’s works, Being and Time paragraphs, the usual way to refer to the Critique of Pure Reason, etc. All the style recommendations are subject to editing variations. These are done aiming at standarizing the article evaluation process and design uniformity and magazine printing.

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ANÁLISIS

ISSN: 0120-8454

No. 83

Bogotá, Jul.-Dic. / 2013

pp 441-445

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Normes pour la présentation d’articles et manuel de style

La revue Análisis, dont la périodicité est semestrielle, est un organe de diffusion de résultats de recherches dans le domaine des Sciences humaines et de la Philosophie, ainsi que de travaux qui surgissent du dialogue des disciplines humanistes avec les autres savoirs et la science en général. La revue est coordonnée par le Département des Sciences humaines du siège principal de l’Université Santo Tomás de Bogotá, en Colombie. Cette publication se dirige à la communauté académique nationale et internationale, intéressée aux débats actuels inter et transdisciplinaires dans le domaine des sciences humaines et sociales. L’objectif de notre publication consiste à diffuser les résultats partiels ou finaux de travaux de recherches approuvés par des institutions certifiées ou des articles d’auteurs qui présentent une qualité scientifique à l’intérieur du milieu national et international, au moyen de mises au concours semestrielles dans lesquels on indique le thème central dont traite chaque numéro, sans exclure des travaux différents de ceux du numéro monographique, puisque, dans chaque numéro, selon l’évaluation du Comité Editorial, sont inclues des parties séparées traitant de thèmes variés. Les travaux présentés à la revue sont reçus au moyen d’un formulaire ad hoc. L’auteur remet, selon le formulaire publié sur la page web de la revue (http:// www.usta.edu.co/otras_pag/revistas/analisis/index.html), une lettre dans laquelle il certifie l’originalité de l’article, précisant qu’il est inédit et qu’il n’est pas présenté simultanément à une autre publication au moment où il est remis à Análisis. L’article est ensuite soumis à l’évaluation de jurés externes et internes et, finalement, sa publication est approuvée ou rejetée. Le Comité Editorial informera par écrit les auteurs des raisons pour lesquelles leur article aura été refusé et entrera en communication avec les auteurs des articles acceptés pour qu’ils signent une lettre de cession de leurs droits à Análisis. Revista Colombiana de Humanidades (Analyse. Revue Colombienne de Humanités). Dès lors que l’auteur cède les droits de son article à Análisis, la revue acquiert les attributs légaux afin de disposer de l’article et de sa diffusion d’après les décisions prises par le Comité Editorial de la revue. 441


Ni l’Université Santo Tomás, ni le Département des Sciences humaines, ni le Comité Editorial seront considérés comme responsables du contenu des articles, celui-ci dépendant exclusivement de l’auteur. Le type d’articles reçus par la revue dépend de la classification des articles entre réflexion, état de lieux et études pertinentes. L’article doit être rendu accompagné d’une lettre de motivation au Comité Editorial de la revue à l’adresse suivante: Carrera 9 # 51-11, Département des Sciences humaines, Bâtiment Gregorio XIII. Deux copies de l’article doivent être rendues tant sous format magnétiquequ’ imprimé (CD ou DVD). Si l’auteur est hors de la ville de Bogotá, il peut faire parvenir l’article et sa candidature par mail à l’adresse suivante: revistaanalisis@ usantotomas.edu.co Pour la classification des articles, nous nous en tenons à la description faite par Publindex dans le document officiel d’indexation, à savoir: 1.

Articles de recherche. Ilsprésentent en détail des projets de recherche terminés. La structure utilisée est composée généralement de quatre parties: introduction, méthodologie, résultats et conclusions.

2.

Articles de réflexion. Ils présentent les résultats de recherches terminées, dans une optique analytique, interprétative ou critique d’un sujet spécifique, où l’on fait appel à des sources originales.

3.

Articles de révision. Ilsanalysent, systématisent et intègrent les résultats de recherches publiées ou non sur un domaine du savoir, afin de rendre compte des progrès et des tendances qui l’emportent. Ils présentent une révision bibliographique méticuleuse qui compte au moins cinquante références.

4.

Articles courts. Ils présentent les résultats préliminaires ou partiels d’une recherche.

5.

Rapports de cas. Ils présentent les résultats d’une étude sur une situation particulière dans le but de faire connaître les expériences techniques et méthodologiques considérées dans un cas spécifique. Ils incluent une révision systématique commentée de la littérature sur des cas analogues.

6.

Révision de thèmes. Ils exposent la révision critique de la littérature sur un sujet particulier.

7.

Recensions et comptes rendus bibliographiques. Ils présentent un résumé des positions principales d’un ouvrage récemment paru ou d’un ouvrage ou d’une recherche dont on fait le compte rendu par intérêt individuel.

8.

Traductions.

Voici les critères formels auxquels l’article doit obéir (sans inclure les recensions, comptes rendus et traductions): 442

ANÁLISIS No. 83


1.

Données de l’auteur. Le nom de l’auteur doit figurer dans la marge droite de la page, suivi du nom de l’institution d’appartenance, avec la police Arial 12 en gras, et pour l’institution, en italiques. Indication des titres, postes exercés et du courriel. Les notes en bas de page doivent être signalées par une astérisque (*) et non un numéro.

2.

Résumé et mots clés. L’article doit être accompagné d’un résumé de 150 mots maximum et 100 mots minimum, où l’auteur décrit ce qu’il va développer dans son travail. Au moins 5 mots clés et au plus 8 doivent également être inclus. Ils doivent porter sur les thèmes centraux, les auteurs et d’autres sujets à tenir en compte dans l’article. Le résumé, tout comme les mots clés, doivent être présentés en espagnol ou dans une langue telle que l’anglais, le français, l’allemand ou le portugais.

3.

Titres et sous-titres. Aucun titre ne doit être énuméré. La hiérarchisation des titres et sous-titres doit suivre le modèle suivant: Titre principal (centré), en majuscules fixes et en gras, Note de bas de page marquée par une astérisque (*), Type d’article auquel correspond le travail présenté, et Projet auquel il correspond. Le premier niveau de sous-titre doit être à la marge.

4.

Puces. Les puces sont un moyen typographique de spécifier ou d’énumérer et ne doivent être utilisées qu’à cette fin. La puce utilisée est le point.

5.

Italiques, caractères gras et soulignement. La manière dans laquelle les idées, les mots ou autres parties du texte sont mises en évidence doit se faire par l’utilisation d’italiques et sans guillemets. Les caractères gras servent uniquement au titre. Il faut éviter les mots soulignés.

6.

Guillemets. Les guillemets utilisés sont les guillemets latins (“”), que ce soit pour des citations textuelles, des idées textuelles ou d’autres sources, ou pour attirer l’attention sur un mot ou une phrase. Les guillemets anglais («») ne sont pas utilisés et les guillemets simples (‘’) sont utilisés uniquement pour mettre un élément entre guillemets à l’intérieur d’un autre plus long.

7.

Espaces. L’espace utilisé à l’intérieur du texte est de 1.5 points. Pour les citations textuelles qui ont une longueur de plus de trois lignes, on réduit l’espace à 1 point. Entre les titres, on garde un espace de 1.5 points et on ménage un double espace.

8.

Police. La police de l’article doit être Arial 12 points et Arial 10 pour les citations, avec un retrait de paragraphe et un espace de 1 point. ANÁLISIS No. 83

443


9.

Pied de page. Les pieds de page sont utilisés exclusivement pour les notes explicatives et/ou des ajouts dont l’auteur considère qu’ils doivent figurer hors texte. La police est Arial 10. Les pieds de page indiqués par l’astérisque (*) sont utilisés pour les données relatives à l’auteur et au type d’article, selon le catalogage signalé. La progression de la série de ces notes de pied de page est indiquée à chaque fois par un nouvel astérisque (*, **, ***…). Les notes de pied de page du corps de texte de l’article sont indiquées par des chiffres arabes, en commençant par 1.

La norme technique adoptée par la revue pour citer et référencier de la bibliographie est la norme APA. Sur notre page Web, on trouvera un document indiquant comment citer et faire référence à des sources avec le logiciel Microsoft Office 2007 ou supérieur (http://www.usta.edu.co/otras_pag/revistas/analisis/ manual_de_estilo.html): •

Livre. Auteur, A. A. (Année de publication). Titre de l’ouvrage. (Edition, si elle existe). Lieu d’édition (Ville et pays, si c’est possible): Maison d’édition. Exemple: Buber, M. (1995). ¿Qué es el hombre? (2a. ed.). México: Fondo de Cultura Económica.

Chapitre de livre. Auteur, A. A. y Auteur, B. B. (Année de publication). Titre du chapitre. En Editeur A. y Editeur B. (Eds.). Titre du livre (pages du chapitre). Lieu d’édition (Ville et pays, si c’est possible): Maison d’édition. Exemple: Iser, W. (1997). La ficcionalización: dimensiones antropológicas de las ficciones literarias. En A. Garrido (Ed.). Teorías de la ficción literaria (pp. 42-65). Madrid, España: Arcos.

Livre traduit. Auteur, A. A. (Année de traduction). Titre. (Nom du traducteur, Trad.). Lieu d’édition (Ville et pays, si c’est possible): Maison d’édition. (Trabajo original publicado en año - si elle est connue). Exemple: Bhabha, H. K. (2002). El lugar de la cultura (C. Aira, Trad.). Buenos Aires, Argentina: Manantial.

Revue ou journal. Auteur, A. A., Auteur, B. B. y Auteur, C. C. (Année de publication, en incluant le mois et le jour de la publication pour les publications quotidiennes, hebdomadaires ou mensuelles). Titre de l’article. Titre de la revue ou journal, tome (numéro), pages. Exemple: Green, A. (2007). La lucha de los siete hermanos y su hermana Olowalli en defensa de la Madre Tierra: hacia la pervivencia cultural del pueblo Kuna Tule. Educación y Pedagogía, 19 (49), 227-237.

Internet. Auteur (S’il existe). (Année de publication, si elle existe). Titre ou description du document. Lieu d’édition (Ville et pays, si c’est possible): Maison d’édition (Si le document est imprimé). Recuperado el… (Écrivez le jour, le mois et l’année de récupération du document) del sitio Web… (Écrivez l’adresse URL). Exemple: Guerra, W. y Múnera, J. M.(2001). Los apaalanchi: una visión del mar entre los Wayuu. Riohacha, Colombia: Banco

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de la República. Recuperado el 13 de octubre de 2008 dehttp://www.lablaa. org/blaavirtual/antropologia/apaalanchi/indice.htm •

Articles consultés dans une base de données électronique. Auteur A. A. y Auteur B. B. (Année). Titre de Titre l’article. Titre de la revue, tome (numéro), pages. Recuperado el… (Écrivez le jour, le mois et l’année de récupération du document) del sitio Web… (Écrivez le nom de la base de données).

Article publié dans une revue en ligne. Auteur, A. A. y Auteur, B. B. (Année, si elle est mentionnée). Titre de l’article. Titre de la revue, tome –s’il est mentionné− (numéro, s’il est mentionné). Recuperado el… (Écrivez le jour, le mois et l’année de récupération du document) del sitio Web… (Écrivez l’adresse URL).

Mémoire ou thèse consulté (e) en bibliothèque. Auteur, A. A. (Date). Titre. Université, ville, pays.

Citations textuelles. Une citation textuelle est placée entre guillemets si elle ne dépasse pas 40 mots. Dans le cas contraire, elle est réduite à la marge gauche. Dans les deux cas, on cite la source à la fin de la citation entre parenthèse, ainsi: Nom d’auteur, année, page. Exemple: (Ramírez, 1998, pp. 45-49).

Citations de contexte, paraphases ou commentaires: pour Résumér ou confronter à une autre source on place la référence ainsi, à l’intérieur même du texte: Nom d’auteur (Année) ou Citation (auteur, année). Il importe de signaler que, dans notre publication, nous acceptons comme citations valables la manière habituelle de citer des textes d’auteurs classiques qui possèdent une forme propre. Par exemple, quand on cite un dialogue de Platon, cela peut se faire ainsi: (Platon, Phédon, 74 a-83d). Ces cas perdurent pour les grandes sommes comme les oeuvres complètes de Husserl, les travaux de Dewey, les paragraphes d’Etre et Temps; c’est la manière usuelle de citer la Critique de la raisonpure, etc. Toutes les recommandations de style sont soumis à variations d’édition. Les recommandations ci-dessus sont faites dans le but d’uniformiser le processus d’évaluation de l’article et l’homogénéité du dessin et de l’impression de la revue.

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