85 minute read

4.3 La migración profundiza la diversidad: migración y culturas

En los últimos cincuenta años, Conocoto, al igual que todo el Ecuador se ha convertido en un destino migratorio de países vecinos. En porcentajes es difícil saber cuántas personas nacieron en Conocoto y cuántas no.

Conocoto tiene una población compuesta por indígenas, campesinos, mestizos, afro ecuatorianos, migrantes, mujeres, hombres, jóvenes, viejos, niños, niñas, personas con oficio y sin oficio, profesionales y no profesionales; diferenciados en sus estructuras socioculturales y económicas, en sus cosmovisiones, expresiones artísticas, alimenticias, lingüísticas, religiosas y sexuales. Eso constituye la diversidad poblacional.

Advertisement

Somos diversos. Fiestas de Conocoto 2019

A pesar de que esta diversidad ha estado presente en toda la historia de Conocoto y en las luchas ciudadanas, la percepción colectiva considera que el término “diversidad cultural” se refiere solo a la étnica. Pero la diversidad va mucho más allá de aquello y uno de los elementos es la migración. Pero, la valoración de la migración ha traído diferentes reacciones. Hay quienes aceptan a migrantes o los “toleran”, otros son indiferentes y un tercer grupo los rechazan. En Conocoto, en algunos casos las tres formas relacionales se unen.

Los hallazgos encontrados en migrantes entrevistados posibilitan una inicial discusión sobre el tema y definición de grupos diferenciados: 1) migrantes de otros lugares del Ecuador, 2) migrantes de otros países que llegan en condiciones de desventaja y que en general se sienten obligados a enviar divisas a su familia, 3) migrantes de otros países que llegan en condiciones de ventaja y, 4) personas que nacieron y viven en los barrios periféricos de Conocoto, que sienten que Conocoto no es su territorio.

El primer grupo, en general, son personas que escogieron estos espacios para construir su hogar, trabajar o estudiar. Tienen interés y buena disposición de “arrimar el hombro” para lograr mejores condiciones de habitabilidad en su sector, pero participan poco o nada en la vida de la parroquia. Algunos conservan algunas expresiones culturales de sus lugares de origen y se reúnen ocasionalmente con sus paisanos. La gran mayoría de la población hace parte de este grupo humano.

El segundo grupo, al querer entrevistarlo, sostuvo que “ellos no quería ser identificados como migrantes” sin argumentar la razón. Probablemente sea porque la mayoría de ellos no dejaron su país, su lugar natal, por voluntad propia, sino empujados por condiciones económicas y sociales para mejorar sus ingresos o por conflictos políticos o desplazamientos bélicos para resguardar sus vidas. En general, con esta población, el intercambio cultural se torna difícil, al menos cuando se trata de establecer relaciones que no se encuentran en su cotidianidad.

En este grupo, la migración forzada acarrea la pérdida u ocultamiento de rasgos identitarios. El esfuerzo por acoplarse a otra cultura, la falta de aceptación de los habitantes, entre otros, les obliga a enfrentar situaciones dolorosas y traumáticas causadas por el rechazo, el racismo, la xenofobia e intolerancia de las personas que se consideran “dueños de casa” o porque la situación del país por sí misma ya es difícil. A lo largo de la investigación, el estudio del tema permitió oír y recoger frases como “qué le pasa a éste, en nuestro país tienen que comer lo que hay, no decir qué platos les gustan y cuáles no”, “la llegada de éstos incrementó los robos”, “en su país decidirán lo que quieran, en nuestro país, decidimos nosotros” (como si esto fuera real), “de qué arrabales habrán venido y aquí quieren hacerse los muchos”, “nos están quitando el trabajo” entre muchos otros decires, incluidos los insultos.

En el tercer grupo: migrantes que llegan a Conocoto en condiciones favorables, con trabajo calificado, nuevas oportunidades de inversión, estudios, servicios sociales, entre otros. Este grupo llega por voluntad

propia exhibiendo las particularidades y bondades de su cultura.

Pedro David llega desde Colombia a Conocoto en 1975. En sus ojos “… encontró un pueblo muy tranquilo, con gente laboriosa y sin envidias, con gastronomía parecida”. Comenta que cuando llegó a instalar su fábrica “no había los materiales y herramientas necesarios, en cambio ahora no requiere salir a Quito porque el valle cuenta con todos sus requerimientos. Su fábrica se convirtió en un instituto de enseñanza donde aprendieron el oficio muchos de los que ahora tienen empresas de este ramo”, agrega que “… cuando quería divertirse prefería ir a Cali porque era más fácil que llegar a Guayaquil”.

Almuth, alemana, llegó en el año 1979 a Conocoto, al barrio Ontaneda Alta, con un conocimiento previo de la cultura ecuatoriana, pues antes vivió en Quito y en Píntag. Su llegada al país se dio por la contratación de su marido, un ingeniero suizo conocedor de textiles; amén de los conocimientos y afinidades de Almuth, en relación a: turismo, botánica, agricultura y ganadería. Llegaron para quedarse y han participado activamente en la organización barrial.

Estos y otros casos similares de migrantes, al aportar con conocimientos, habilidades y recursos, generaron nuevas oportunidades de progreso e innovación y contribuyeron a la construcción de un mejor Conocoto. Además se convirtieron en sujetos para emular y admirar. Esta condición de migrantes favorecidos les ha otorgado un status distinto al del primer grupo de migrantes.

También hay historias de migrantes que han llegado a establecerse acá, debido a su relación con sus cónyuges, nativos de Conocoto. En estos casos, muchas veces escuchan vocablos u observan costumbres, que no pueden asociarlas a sus diferentes expresiones culturales. Un ejemplo de ello está en la apreciación de esta nueva realidad por parte de Edeusa, migrante boliviana, que al comienzo <<tuvo dificultad para entender algunas palabras y expresiones que se usan de distinta manera, -a pesar de que hablamos el mismo idioma-. Le costó adaptarse a la comida (a los granos y a las sopas) pues viene de una zona ganadera, donde se come mucho los asados. Le admiró del valle la diversidad de las frutas. Allá es muy marcada la afición a la música regional, pero al resto de artes se presta poca atención e importancia. Aquí pudo ver variedad de manifestaciones artísticas: música, danza, pintura y literatura. Aquí la gente lee más y hay más actividad artística>>.

El cuarto caso: migrantes en sus propios territorios. Muchos de los pobladores de los barrios de Conocoto, generalmente llamados “periféricos”, se identifican con su barrio pero reconocen pertenecer a Conocoto, únicamente para el uso de los servicios públicos; dicen: “voy al pueblo solo a pagar el agua y la luz, o, a ver a mi hija en la escuela”. Los demás aspectos de la vida cotidiana como las fiestas, el deporte y las reuniones de amigos se realizan en el propio barrio. Esta desvinculación en relación a la parroquia de Conocoto se acentúa cuando prefieren hacer sus compras semanales en el mercado de Sangolquí, pues “incluso hay más facilidad de buses para allá”. Algunas pobladoras de Ontaneda Alta

dicen que bajan a Conocoto “solo para ir al centro de Salud”, en cuya lucha y gestión por su construcción y funcionamiento no participaron, porque no era “obra para su barrio”.

Patricio Robalino define a Conocoto en toda su diversidad, riqueza y contradicciones como “…tierra rebelde, referente de lucha, donde se descubrió la obsidiana, los asentamientos indígenas; en donde están nuestras raíces y tengo el convencimiento de que lo que da la libertad, no es posible perder” y a su vez, añade: Conocoto es “pacato, responde a una estructura social de ricos y pobres, de seres que discriminan, como los del centro a los barrios de la periferia. Conocoto es todo eso a su vez”. Y, en respuesta, los barrios discriminan al centro. Es necesario superar esta dicotomía, a fin de lograr el desarrollo integral de la población.

Cada caso reproduce respuestas distintas que hacen notar que la percepción sobre migrantes da cuenta del lugar donde se los ubica. La percepción de algunos conocoteños, sobre todo en lo relacionado a migrantes no favorecidos, se reduce a considerarlos como los generadores de conflictos sociales. Hay mucho celo y un tanto de egoísmo e indiferencia para reconocer la situación de los migrantes, sus habilidades y aportes.

La mayoría del comercio informal y de emprendimientos en Conocoto está en manos de migrantes. Aunque no se reconozca, ellos también aportan al desarrollo local y del país. Organizar su actividad en el marco del ordenamiento urbano, hará que su aporte sea positivo.

5. ARTES Y CEREMONIAS

5.1 La Música

Los músicos populares

Pablo Zurita cuenta, según versión de su padre, que allá por los años 40, una tarde de sábado entra corriendo en su antigua casa de la Bolívar un amigo y le dice “¡Oíte Gabriel, vení a ver a unos guambras del Juan Montalvo que cantan unos tonos bonitos!”. Sentados en el poyo del zaguán de la casa, se hallaban dos muchachos, entonando canciones de música nacional, en un perfecto dúo de voces. Eran Luis Alberto y Gonzalo que, tiempo después, serían conocidos como el famoso dúo Benítez y Valencia.

Los conocoteños de más edad, junto a los músicos descollantes a nivel nacional, recuerdan con cariño a músicos que nacieron o vivieron en nuestro pueblo, como: Segundo Alfonso Teófilo Aráuz Vargas, compositor y ejecutante de varios instrumentos, quien compuso, dentro de su nutrida creación musical, un pasacalle que posiblemente sea la primera canción dedicada a Conocoto con letra de Humberto Pasquel. Igualmente se recuerda a José Ignacio Rivadeneira, compositor y director de la banda Simón Bolívar; y a su hijo, Ernesto Rivadeneira, también compositor y director.

En las escuelas o en algún salón de actos, era muy común que se presenten sainetes y obras de teatro, intercalando interpretaciones de músicos de la población. Mientras que en las calles y en las fiestas de casa se podía oír el vozarrón y la guitarra de Pedro Constante, la flauta traversa de Juan Villafuerte, o el bandolín y la guitarra de los hermanos Alomoto.

Otro de los grupos recordados es el Trío Los Andinos, cuyos fundadores son: Ángel Betancourt en guitarra, Lucho Pinto en el requinto y Manuel Albán en la primera voz; luego, en una segunda etapa se une Misael Arteaga en el requinto y Telmo Chango en la primera voz. Le sustituye finalmente Wilson Proaño como primera voz y se integra Gustavo Gómez como segundo Requinto.

También las personas entrevistadas recuerdan grupos y orquestas como: Los Vikys, integrado por Rafael Vargas en el saxofón, los hermanos Isauro y Hugo Maldonado en el acordeón, entre otras. Además, Los 8 del Valle, Los Dandys, Los Chavales, Los Monjes, Los hermanos Talavera del barrio La Luz, Gonzalo Sany cantante y compositor de FADISA.

Tienen presente a los “Huasipungo”, cuya trayectoria de más de 40 años en la música popular ecuatoriana y latinoamericana ha sido constante, además de una larga permanencia en la creación de música y danza. También en la formación de niños y jóvenes, sobre todo del barrio La Loma.

Otro de los grupos que son referentes en la población son los “Arperus”, ex estudiantes del Colegio San Vicente de Paúl, cuyo mérito es su

grado de profesionalización, su permanencia, la creación musical y una importante gira por el festival internacional de las Juventudes en Italia.

Los “Galex”, grupo de música romántica que se ha mantenido en el tiempo y que hoy se renueva con sus descendientes.

Finalmente, los entrevistados tienen presente a Amapola Naranjo, como nuestra representante en la música tradicional ecuatoriana. Al escuchar sus canciones, muchos han señalado la semejanza de la tesitura de su voz con la de la inolvidable Carlota Jaramillo.

La música denominada “Chicha” toma fuerza en los años 80, caracterizada por una alteración popularizada de los ritmos nacionales y latinoamericanos, reduciéndolos a un solo ritmo “especie de paseíto”, con producciones de vídeo de bajísima calidad y propuestas estéticas muy pobres, pero que dejaban grandes ganancias para los empresarios.

Este fenómeno viene acompañado de la subjetividad del empresario que impone gustos y modas, distorsionando, invisibilizando, y muchas veces atacando otras corrientes y producciones artísticas.

Frente a este fenómeno, en Conocoto, Hipatia Balseca va desarrollando una propuesta propia, innovadora, pero sin perder lo popular, generando referencia musical a nivel nacional y protegiendo las prácticas artísticas. Pese a ello, se pierden valiosos e interesantes trabajos de creadores y artistas populares

que no están dentro de estos círculos de la industria cultural y se archivan sus trabajos por falta de financiamiento y promoción. Esta situación es agravada por la tendencia del artista popular a despreciar la formación académica y la profesionalización artística. Es muy común que en la danza, música y otras expresiones artísticas, las personas aficionadas ingresen a un grupo o colectivo, y aprendan el oficio de los integrantes más antiguos, con ausencia de herramientas y conocimiento académico, dando como resultado, propuestas de baja calidad y sin respuesta del público.

Según Jaime Betancourt, el actual currículo de las instituciones educativas, en teoría tiene un nuevo enfoque que se centra en la formación integral del ser humano, incluyendo procesos para el aprendizaje del arte plástico, la música y la expresión corporal. “El problema es que se ha subestimado por completo la educación musical, en muchas instituciones”.

En el Conocoto de hoy existen músicos, intérpretes, compositores, grupos, orquestas y bandas, que interpretan innumerables géneros y expresiones.

Las bandas de pueblo

En la primera mitad del siglo pasado, Conocoto era un pequeño pueblo rodeado de haciendas y quintas, a las que los turistas de Quito venían a vacacionar o pasar el fin de semana. Aurelio Alomoto nos cuenta: “Antes había la banda Pichincha que era muy buena

y tenía mucho trabajo, eran contratados para las fiestas en las quintas y haciendas o por familias de la parroquia”.

Luego se formó la Banda del gremio de Albañiles, sabían leer partituras musicales y también tenían un excelente nivel, pero un día decidieron quitarles los instrumentos para entregar a la recién formada Banda Simón Bolívar” (24 de julio de 1.938) que con el tiempo se transformó en la principal institución artística en la población. Tomado como semillero de músicos, con presencia permanente en el quehacer cultural de Conocoto, hasta nuestros días.

Los aprendices comenzaban como utileros, sosteniendo las partituras en la espalda, a decir de Julio Taco y Margarita Pinto, luego venía la educación musical y progresivamente la práctica. El instructor era en ese tiempo, el trompetista Arturo Viera y les enseñaba a leer partituras. Los integrantes de la banda ensayaban junto al antiguo camal de Conocoto (actual Casa Somos Centro), todos tenían su apodo, y se combinaba la práctica musical con el licor, para templar los nervios y para tocar bien.

Algunos de los músicos de la banda, eran Elías Pinto, Aurelio García, Camilo Pinto, Alfonso Yánez, Francisco Paucar, Rafael Vargas, entre otros. Varios de estos músicos tuvieron hijos que también se convirtieron en músicos, estableciéndose así una continuidad en la actividad musical, -aunque fuera de la banda-, pues varios formaron otros grupos y orquestas.

En la actualidad, se puede notar un cambio en el tipo de instrumentos. Se utiliza principalmente teclados, baterías y guitarras eléctricas. Además, los equipos de sonidos móviles han reemplazado, en gran parte a los grupos, orquestas y bandas.

A la tradicional banda de pueblo Simón Bolívar se sumaron la San Pedro de Conocoto y actualmente hay ocho bandas, según informaciones.

El Centro Cultural Conocoto

En el Conocoto de los años 80, el trabajo institucional dedicado a la cultura era disperso y escaso. En ese marco surge un grupo de jóvenes artistas: músicos, pintores, poetas y bailarines, y se forma el Frente Cultural Julio Pico, junto con los integrantes del grupo Huasipungo, que se habían asentado recientemente en el barrio La Loma de nuestra parroquia.

Al poco tiempo se forma el Centro Cultural Conocoto, despertando en los artistas una conciencia y actividad cultural sostenidas, tanto por su planificación cuanto por la continuidad de las actividades, solo limitada por la falta de recursos y de apoyo. Su trabajo continúa y se desarrolla por la confianza y el aporte de la gente de buena voluntad y de los dueños de negocios de la población.

La actividad del Centro Cultural se basa en un trabajo serio y creativo al interior de la organización. Se logra la personería jurídica como Centro Social y Cultural Conocoto en el Ministerio de Bienestar Social, ahora MIES (1988). Este trabajo permitió el desarrollo artístico y humano de sus integrantes, logrando muchos

de ellos niveles altos de profesionalización como Amapola Naranjo, los Arperus, los Galex (Los Almas), Hipatia Balseca, Los Vicentinos, Grupo Ilusión, Grupo Huasipungo.

Se consigue la adhesión de jóvenes integrantes de nuevos grupos como: Liquidados, Kikuyo Bonsay, Zambra, Los Cachibachi, Trova y Son, Renacer, Paulette Torres (requinto), Sinfónica Juvenil de Conocoto. Los cantantes, Franklin Armando, Angeline, Luis Xavier, Vicente Asitimbay, grupos de danza Tunupa y Pacha Huarmi.

En relación a la actividad teatral se conoce la formación del grupo de teatro Carpe Diem, con la colaboración de Jaime Bonelli. También podemos mencionar la actividad de pintores como Ricardo Taco, Jaime Betancourt, Edgar Santamaría, Fredy Velasco, Jorge Manosalvas, Fabricio Vásquez; cantautores como Peta Castellanos, Washo Flores, Patricio Batallas; colaboradores como Susana Reyes y Moti Deren. A través de los años fueron surgiendo otros grupos, centros, academias, colectivos culturales como: Huasipungo, Danza Atahualpa, Un sinónimo de sueño, Academia La Scala, Calicanto, Danza JariTaki, Academia Amadeus. Al mismo tiempo hubo actividad y vinculación esporádica de grupos como: los Ruiseñores, Los Príncipes de América, Los Alamas y Ébano; y de cantantes como Marjorie, Segundo Hidalgo, Edgar Arteaga, entre otros.

5.2 Hitos Artísticos y culturales

La actividad artística y cultural en Conocoto ha ido evolucionando desde las manifestaciones más antiguas y tradicionales como Corpus Christi, vinculadas a lo agrario y religioso, hasta las actuales como los eventos y fiestas, vinculadas a lo comercial y urbano. Dentro de este devenir, vamos a señalar algunos hitos que han marcado a más de una generación de pobladores.

En Conocoto se celebraban en junio las fiestas de Corpus Christi y del patrono San Pedro en el parque central, fiestas en las que destacaban la Yumbada y las Vísperas, en las cuales se quemaba chamizas, (hierba y ramas secas). Había disfrazados que bailaban al son de la banda de pueblo; se prendían castillos (fuegos pirotécnicos) y se repartían canelazos.

Pero también se formaban hogueras o chamizas en las calles de los barrios con los tallos secos del maíz, denominados “ishigshas”. Luego, en fila los niños más grandes y los adolescentes saltaban la chamiza cantando “San Pedro y San Pablo mataron al diablo”. Estas ceremonias fueron permanentes hasta los años 80 en que se pavimentaron las calles del centro de la parroquia.

Gustavo Gómez, director de la publicación periódica El Cronista, señala “los lugares donde se concentraban los artistas se fueron desplazando. Las plazas, calles y espacios comunitarios se redujeron, convirtiéndose en lugares de mercado, pero a cambio no se construyó un espacio propicio,

adecuado para el repaso y presentación de los grupos”. La falta de planificación y el diseño inapropiado del parque de Conocoto terminaron con la Yumbada.

El movimiento latinoamericano de la Nueva Canción, que nace en Cuba y se extiende a los demás países entre ellos Ecuador, se nutre de nuevos ritmos y propuestas poéticas y abre inmensas posibilidades en la creación musical, en la poesía y la estética. En este contexto surge en Conocoto el recital “Caminemos cantando” dirigido por Alonso Robalino que sobrepasa la identidad particular de cada grupo y genera una identidad colectiva para crear, sincronizar y proponer un programa de alta calidad musical, con limitados recursos económicos y muchos problemas logísticos por resolver.

Nuevas expresiones artísticas nacen en Conocoto como la de la solidaridad encarnada en La Tómbola, fiesta de San Pedro cuyo objetivo fue recaudar fondos para el mejoramiento de la iglesia y como resultado generó la unión en Conocoto y fortaleció su quehacer cultural, artístico y gastronómico.

La Verbena conocoteña, creada por Patricio Batallas y la Academia de Música La Scala, con una convocatoria a los grupos de música del pueblo y otros invitados, fue el resultado de la investigación para recuperar la fiesta de “la víspera” de San Pedro y San Pablo y la tradición de las Jochas, así como la designación de priostes, que sean los dueños y organizadores de la fiesta. Tradiciones que ya se habían perdido en la parroquia. Esto fue creciendo hasta convertirse en uno de los actos más importantes

de las fiestas patronales, en el que participan los nuevos talentos, los mejores grupos e invitados especiales. Este año cumplió su XV edición.

Parte importante de la vida nocturna y bohemia de nuestra parroquia hasta los años noventa fueron los Serenos nocturnos. Estos se preparaban en las esquinas donde se reunían a ensayar los músicos con los amigos interesados, y después de templar las voces con la ayuda de unos traguitos, salían por la noche a cantar música romántica frente a la casa de la cumpleañera de turno, o a la guambra que les tenía en ascuas, o a las madres por su día clásico. Labor que terminaba muchas veces entre las 6 o 7 de la mañana del día siguiente.

Otro hito logrado a nivel organizativo fue la participación de los artistas en las políticas culturales de la parroquia. Artistas y gestores, instituciones y autoridades forman el Comité de Fiestas de Conocoto y también el Consejo Cultural de Conocoto, organismo de desarrollo de la parroquia que lamentablemente no consiguió subsistir.

Hace 4 años (2016) se conforma la Extensión de Conocoto del Núcleo de Pichincha de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que asume como reto fomentar el desarrollo cultural de la parroquia, promoviendo la actividad artística, la investigación y gestión cultural. Actualmente participa en la comisión de Cultura, Educación y Salud del GAD parroquial, con el objetivo de concretar como prioridad el apoyo a la actividad cultural. Los actores van cambiando, pero la cultura perdura como expresión de la vida de un pueblo.

5.3 La danza

La danza y el baile como arte, como ceremonia social y como rito es una forma de comunicarse a través de movimientos corporales. También la danza fue y es usada para ritualizar acontecimientos socioculturales importantes como los nacimientos y muertes; así como los bautizos, matrimonios, conmemoraciones históricas, entre otros.

Para las personas entrevistadas, la danza tiene múltiples funciones como la de ser posibilitadora de transformaciones y a la vez, sentimientos de identidad. Margarita Pinto, integrante del Centro Cultural Huasipungo, señala: “la danza es la vida… es poder transformar lo observado en movimiento, es sentir y saber que uno es parte de la tierra, es la raíz que nos sostiene y es la energía que impulsa” y añade “además, la danza es una forma de expresión y de comunicación. De expresar el conflicto”. También la danza evidencia el juego de roles de género; el equipo de investigación toma como ejemplo una de las ceremonias emblemáticas del Valle de los Chillos, la Yumbada, que da cuenta de la invisibilización de las mujeres más no su ausencia en los símbolos. La montaña es parte de los elementos de la Yumbada. Los hombres escenifican la vida y la muerte, y representan a lo femenino al travestirse en figuras de montaña. Es una danza donde las mujeres no pueden encarnar. Así lo testifica Margarita Pinto, “… yo aprendí a bailar, los demás integrantes pensaban que era hombre, solo se daban cuenta cuando yo hablaba y me quitaba el poncho. Me

ponía el poncho y bailaba. Si me hubieran reconocido yo no hubiese podido bailar como ruco”.

Sin duda, las danzas ceremoniales de la yumbada, de los rucos y diablos expresan los roles de género. Las mujeres que asisten a esta ceremonia dotan a los danzantes de comida, bebida o como portadoras de prendas de vestir y como cuidadoras de los niños que hacen parte del baile.

La danza usa heterogéneos escenarios como la plaza, el teatro, la calle, aunque el significado sea el mismo; la tierra, existencia, movimiento, emoción, identidad. Margarita dice: “al danzar siento convencimiento de mis raíces, soy feliz, realizada, siento que no hay improvisación”. Por otro lado, en Conocoto, hay la expresión de la danza como manifestación íntima. Es el reencuentro con las emociones, sentires y una forma de sanación y liberación. La danza se convierte en un elemento terapéutico. Susana Reyes, en algunas interpretaciones artísticas toma las expresiones de la cotidianidad, logrando revalorar la intención que hay detrás del quehacer, del diario vivir.

La danza como arte vivo evoluciona, según la percepción de Patricio Robalino, integrante del Centro Cultural Huasipungo. “La danza, ha ido evolucionando con el tiempo, ahora la danza no es parte de un proceso de construcción sino solo de cambio… la danza ha evolucionado al ritmo del país, el arte representa la vida de la comunidad... el consumo rápido… en Conocoto también hay un consumo rápido... las personas miran la danza como ir al centro comercial San Luis”.

Complementando lo que dice Patricio, Margarita sostiene: “ahora se ha comercializado todo, la mayoría de personas considera que bailar es danzar y se ha perdido la esencia de la relación entre nuestra cultura viva, nuestra historia, nuestra identidad con la producción en serie de lo comercial”. Mientras que la danza se aprende observando, sintiendo, relacionándose. Margarita continúa: “a mí nadie me enseñó, yo fui aprendiendo. Cuando era pequeña yo le acompañaba a mi papá en las presentaciones de la banda de pueblo, yo le servía de atril para que mi papá lea la partitura, él era músico de la banda de pueblo de Conocoto y sintiendo desde que era muy pequeña mi cuerpo, iba respondiendo a los sonidos”.

En general, la danza requiere estudios, involucra valores estéticos, posee valor ritual, involucra coreografía y un alto grado de organización. Para muchas personas la danza y el baile son equiparables, pero la danza es mucho más estricta y estructurada que el baile.

Queremos destacar algunos de los grupos representativos de danza en Conocoto:

Los Tantari: nace en los ochenta como un grupo de barrio conformado por amas de casa del barrio Toctiuco (calle Ascázubi y Flores), hacía representaciones dancísticas tradicionales en calles y escenarios.

Yarinimi Pumamaki: nace en la década de los 90, con jóvenes entusiastas del barrio La Paz; algunos de ellos más tarde se integraron al grupo Jacchigua. Pacha Huarmi, de más reciente creación,

conformado por mujeres jóvenes de la población que han logrado mantenerse hasta la actualidad y continúan realizando presentaciones, junto con otros grupos musicales. El grupo de danza Atahualpa, de tendencia coreográfica más popular y ritualística. El Grupo Jari Taquina: nace también en los 90 como grupo de danza ecuatoriana tradicional, luego van incorporando elementos de música contemporánea y latinoamericana. Justamente uno de los mecanismos de sobrevivencia de estos grupos es ensayar otros géneros de danza, además del tipo con el cual se originaron. El grupo Huasipungo continúa acompañando las coreografías de Margarita Pinto, que se ha mantenido a través de los años. Igualmente Vientos de Páramo realiza el acompañamiento de la danza de Tatiana Arroba.

5.4 Conocoto fiestero

“Conocoto era fiestero, el clero obligaba a promocionar las fiestas de San Pedro, San Juan, Navidad. Las fiestas duraban un día, dos días hasta una semana. La víspera era atemorizante por la reventazón y las camaretas, también había fuegos pirotécnicos. Las vísperas de la gran fiesta, la banda tocaba y había los disfrazados que eran payasos, chiquillas camisones, gauchos, capariches, silbadores, bodoquera con careta y peluca larga que soplaba y un oso que cueriaba a los niños”. Así recuerda Luis Aurelio Alomoto.

Y continúa “…las vestimentas femeninas estaban en el cuerpo de los hombres. Las mujeres cuidaban a los disfrazados, les proveían de chicha, trago y pan; les daban el cedrón que era para cualquier mal”. En las casas se hacía chapo con máchica de harina de cebada.

Conocoto fiestero. Sus fiestas en general se relacionan con la iglesia. Según el párroco, Santiago Vaca, ahora han disminuido notablemente, solo se conservan la fiestas de Pascua, Semana Santa y la ceremonia de los difuntos. “Se ha perdido la fiesta patronal de San Pedro, las novenas... Ahora los barrios por iniciativa propia tienen sus festejos dedicados a sus patronos como en San Juan, Ontaneda, El Rosario, San Andrés, La Luz, Santa Rosa, Chacha. Esto, que se conserva entre lo popular y lo religioso, se está tratando de recuperar. Señala que los jóvenes ya no tienen recuerdos sino solo las personas viejas y algunas de mediana edad.

Domingo de Ramos

En Conocoto eran muy concurridas las novenas y misas del Niño Jesús con participación de las familias y barrios de la población. El Rosario de la Aurora todos los sábados de mayo; el primer sábado del resto de meses eran procesiones que recorrían las calles del pueblo en honor a la Virgen María y despertaban con voladores y cantos a quienes no se habían levantado a participar en la procesión.

En la memoria de Luis Aurelio Alomoto, una de las grandes fiestas era vivida con “los yumbos que peleaban, se daban a chontazos con el filo del asta de banderas mientras los mayordomos les cuidaban…; entraban por las cuatro esquinas armenios, cornejos, sandovales… Iban con la

tamboleada y el pingullo y se oía putum, putum, putum. Danzaban vivando a las haciendas a las que pertenecían; el tejedor de las cintas se ponía en el centro y empezaban a tejer y demostraba en el tallo el trabajo de ellos”

Como este testimonio hay otros. No cabe duda que la Yumbada es una de las celebraciones importantes en Conocoto.

La Yumbada en Conocoto

El vocablo yumbo tiene su origen en el idioma quichua y significa brujo. En la época colonial, el término Jumbo fue utilizado para identificar a etnias de dos regiones: la primera: ubicada en la Amazonía identificada por Juan de Velasco cuyos descendientes actuales son los quichuas amazónicos asentados en territorios del Napo y Pastaza. El otro grupo procede de los cocaniguas de la región noroccidente de Pichincha cuya actividad de comerciantes los llevaba tanto a la costa como hacia el oriente. Uno de los símbolos de “yumbos” es el ritual de la matanza, acto singular con el que termina cada Yumbada. (Almeida, 2011).

La yumbada se encuentra en el imaginario de las personas. Sobre sus orígenes no se tiene información completa sea por el sesgo cultural etnocentrista que impide valorar la condición cultural de la ceremonia o porque la ausencia de políticas públicas eficientes debilitan su significado y aporte a la cultura nacional.

En las entrevistas realizadas a dirigentes y miembros de la Yumbada de San Francisco y de Chachas, los Rucos y Diablos testimonian que ellos forman parte de la tradición inculcada y heredada de sus ancestros, en palabras de los rucos de Chachas “ahora se llama yumbada porque así nos dijeron para incluirnos en el Municipio en la Lista Representativa del patrimonio cultural del Ecuador”.

En la ceremonia “Yumbada”, se comulga lo simbólico dado a la naturaleza como es: la montaña, la tierra, la lluvia, el sol, las hiervas, el agua, la chicha-trago; con los dones dados a las personas que la personifican; a quienes el espíritu de la ceremonia les unge de poderes sobrenaturales como: la fuerza, el valor, el respeto, la generosidad, el intercambio a través del ropaje, la música, la danza. Por esta razón, Pedro Quinga dice: “dejamos nuestra ropa en el agua para que se serene y al ponernos nos transformamos”.

Es decir, no se trata sólo de ropa nueva o festiva sino de vestimentas cargadas con significación histórica. Al respecto, Balcázar señala que “El vestido actual del yumbo, es claramente una evocación del habitante del bosque tropical amazónico, sobre su camisa blanca de mangas anchas -color que comunica paz y tranquilidad- está el bordado que recuerda a sus deidades ancestrales… (Balcázar, 2017).

La yumbada es una ceremonia tradicional que a pesar de la imposición de la religión sobre las fiestas populares se preserva y al sincretizarse, junta los elementos y símbolos ancestrales del solsticio con los dispositivos de la tradición católica del Corpus Christi. Así cumple una serie de comportamientos individuales

con los valores colectivos. José Pedro Quinga señala que “el yumbo no es cualquier persona, él debe dar ejemplo, obedecer reglas, ser respetuoso con sus ancestros”.

En la vida cotidiana, varios de los danzantes de Conocoto son constructores, obreros, artesanos o técnicos de carreras intermedias que al transformarse en yumbos sus individualidades pasan a ser una confraternidad resistente. El círculo es una constante en la danza, responde a la idea del tiempo cíclico, la vida y la muerte. La yumbada es un ritual defensivo “con varios movimientos rituales de rechazo a un ser maligno (yumbo/a infiel) y a las fuerzas del mal: el engaño, la traición, el adulterio, el abuso de confianza, lo pernicioso, etc.” (Simbaña,2018,p.104). El pingullo y el tambor acompañan cada paso; “el tambor representa el latido del corazón y el pingullo representa el cantar de los ancestros, el suspiro de los abuelos y el renacer de la magia”.

En el caso de Conocoto de ahora, en la yumbada blanca, el “pingullero es un joven de 19 años de San Pedro de Toboada, que aprendió de un viejo de Alangasí y ahora ha perfeccionado su arte, después de haber estudiado en el conservatorio de Música”. Además, continua Pedro Quinga, existe un instructor de una empresa privada denominada Yadrac-Huasi, que enseña a un grupo de jóvenes a danzar.

La representación al personificar a la naturaleza lo hace también en lo femenino con el uso de las faldas amplias encarnando a la montaña como homenaje y respeto a la Pachamama. En lo concreto las mujeres acompañan a los danzantes, les proveen de comida,

bebida, en chicha y trago. No bailan con ellos. De igual forma los priostes de la fiesta les suministran un lugar de descanso, alimentos y trago para recuperar energía. En el centro de Conocoto, tradicionalmente los lugares que servía a este cometido estaban localizados en las calles Luis A. Proaño y Olmedo y al final de la Sucre donde comían pan y sardina según el testimonio de la Mercedes Aráuz.

La toma de la plaza por los yumbos es el momento recordado por las personas entrevistadas como elemento simbólico de poder. Antes, la plaza se constituía en el escenario de confrontaciones entre yumbos que pertenecían a las distintas haciendas quienes por la fuerza demostraban el poder. Ahora, el uso de la plaza es una forma de volver a vivir el tiempo mítico de agradecimiento, y apropiación del territorio.

Recuerda el dirigente de Chachas Rosendo Racines “la yumbada era por agradecer la cosecha. Cada hacienda se ganaba un sitio en la plaza de Conocoto. Cada hacienda tenía su propia yumbada”.

Según Juan Carlos, ruco de Chachas, en la plaza de Conocoto se juntaban los yumbos de todas las haciendas, de chachas los rucos y los diablos; “nos despertábamos tempranito para tomarnos las esquinas de la plaza, el mayoral nos despertaba y salíamos rápido para ganar a las otras haciendas”.

Los rucos de la Yumbada son los cuidadores de las haciendas, hacen sonar los cascabeles que portan en sus tobillos para evitar que se acerquen

los espíritus... Juan Carlos dice “antes éramos bastantes, ahora los hijos no quieren, solo mi hijo chiquito desde que tenía 4 años ahora tiene 28”. El grupo entrevistado no sabe cuál es la diferencia en los significados entre rucos y diablos, así como la diferencia en su vestimenta.

Agrega que ahora algunas personas compran o alquilan en Conocoto a 10 $ el alquiler y con garantía de 20 $. Afirma, “de mi parte confecciona mi mujer”.

Los rucos y diablos de Chachas 2019

Los yumbos blancos de Conocoto, dice Pedro Quinga, “han rescatado y rediseñado una coreografía sobre la muerte y resurrección de Atahualpa, creada y modificada desde hace mucho tiempo, pero destaca el desarrollo de esta coreografía que realiza el conjunto en sus presentaciones: un traidor apuñala a Atahualpa y huye, le persiguen el rucu y otros y lo matan, pues quiso quedarse con el tesoro, los bienes y la esposa de Atahualpa. Luego todos invocan al cerro y al espíritu del trago para que reviva a Atahualpa, lo cual consiguen después de una ceremonia e invocaciones en idioma quichua. Al resucitar Atahualpa agradece también en quichua”

Yumbos blancos con su pingullero

Actualmente, las apariciones de este grupo de danzantes se realizan en vinculación con instituciones públicas. Si bien históricamente danzaban en Corpus Christi, en los últimos años lo hacen en las fiestas de San Pedro de Conocoto, por auspicio de la Junta Parroquial.

Día de los finados o difuntos

La celebración del día de finados o difuntos o de las almas benditas es parte de las manifestaciones culturales de Conocoto; guarda en esencia un sincretismo que une las prácticas de nuestros ancestros indígenas con las de la religión católica, traída por los españoles a América.

Cementerio de Conocoto. Día de los difuntos 2018.

En el día de los difuntos se patentiza la idea de que las familias dolientes encargan a sus muertos sus preocupaciones, dolores y sufrimientos, sienten que existe en el más allá seres queridos que les cuidan y que les obligan a mejorar su comportamiento y con ello, su vida.

Traslado con Banda

Por otro lado, la iglesia católica traída desde España, ayuda a bien morir, vela el cadáver y reza una misa para el descanso de las almas, pidiendo a Dios que les dé el descanso eterno. Cada 2 de noviembre en una celebración pública y comunitaria reúne a las familias en torno al difunto.

Respecto a la tradición prehispánica de conmemorar a los muertos, los cronistas españoles informan que en el calendario incaico, un mes entero estaba previsto para ceremonias mortuorias solemnes. Según la interpretación de algunos autores, este mes llamado en quechua ayamarcai (llevar el cadáver) corresponde al mes de octubre, según otros al de noviembre de nuestro calendario. (Roswith Hartmann, 1973: 193).

En la víspera, numerosas familias dolientes visitan el cementerio para arreglar las criptas familiares, sepulturas individuales en la tierra o en nichos de cemento. Se reserva la parte central de este camposanto para los rituales de la iglesia. Al parecer no existe separación de clases sociales, pero, junto a los mausoleos, que son edificaciones mortuorias familiares, hay tumbas más modestas que solo tienen una cruz clavada en la tierra.

En la noche del 1 de noviembre se produce la visita masiva de las familias para velar a sus difuntos. Las calles adyacentes al cementerio se cierran al tráfico vehicular, se llenan de gente y se convierten en escenario de una nutrida feria de comidas y ofrendas mortuorias. Miche Aráuz señala que “antes, la velada se hacía toda la noche en Conocoto y Alangasí, ahora solo hasta medianoche”.

Las personas, algunas vestidas de luto y las más jóvenes sin guardarlo, exhiben su dolor, mientras comparten con sus muertos los acontecimientos importantes ocurridos en los últimos meses. Otros comentan las hazañas del difunto y otros le piden ayuda. No cabe duda que esta celebración une a las familias y permite lazos de solidaridad. Sin embargo, hay tumbas menos visitadas, que además de estar descuidadas, son maltratadas por los deudos de otros difuntos. Claro ejemplo: personas sentadas sobre tumbas ajenas sin respetarlas.

Hasta hace unos cincuenta años, algunas familias estilaban convidar al difunto y a los acompañantes el plato típico: la colada morada hecha de harina de maíz negro, acompañada por las guaguas de pan hechas de harina de trigo y adornadas con distintos colores. Las ofrendas florales: coronas elaboradas en papel crepé negro, morado y blanco y con papel aluminizado que se guardaba de las cajetillas de cigarrillos durante el año, se vendían en las puertas de los locales comerciales o en espacios improvisados para ese efecto en las casas de la calle Sucre, que era el camino usual por el que cientos de personas desfilaban hacia el cementerio. Además, según Antonio Llumiquinga, “se hacía bastante pan para compartirlo con los vecinos, amigos y familiares a los cuales se hacía llegar la ollita con colada morada y algunos panes de la temporada. Esto es lo que creaba un clima de salud social entre los pobladores”

Esta ceremonia es una tradición andina. Según Hartmann, mencionando a Karsten, “el carácter zoomorfo no ha perdido su sentido originario entre los indios bolivianos”. “El día de Finados modelan en masa de pan una gran muñeca diciendo que representa a un pariente muerto. Su cuerpo y su alma, que llaman aya, independientemente de si se trate de hombre o mujer. A esta muñeca se la viste y después de haberla colocado en un sitio preferente en la casa se le ofrece comida, chicha y trago como ofrenda. Algunas veces se la pasea solemnemente por la plaza del mercado y de una casa a la otra y se baila con ella”.

“Esta costumbre coincidiría exactamente con lo que Guamán Poma de Ayala describe e ilustra respecto a la antigua tradición andina con motivo del ayamarcai, con la única diferencia de que en el caso arriba mencionado los muertos no son sacados de sus tumbas para llevarlos en procesión sino que sólo a sus efigies se les rinden los mismos honores brindándoles ofrendas. (Karsten 1939:45-46)

Por lo que se refiere a las ofrendas relacionadas con este culto a los muertos resulta ilustrativo un párrafo que usa Hartmann tomado de las “ Constituciones del Primer Sínodo de Quito” de 1570, según el cual se exhorta y manda a los “curas de las doctrinas de los yndios no les consientan ofrecer sobre los muertos sino fuere pan y vino y cera … por las muchas supersticiones que los indios hazen en las ofrendas que ofrecen sobre los muertos encargamos a nuestros curas den a entender a los yndios el valor de las ofrendas que se hazen a Dios limpias de supersticiones y la ofensa y pecado que cometen contra Dios

quando las mesclan con supersticiones de ydolatrias. (Roswith Hartmann, 1973, pp.79-80). (sic)

Hoy llama la atención la presencia de grupos musicales que deambulan entre las tumbas dando serenos a los difuntos y en concepto de pago reciben dinero. Los jóvenes han cambiado la colada morada y la guagua por papas fritas y colas. Aunque el hornado con tortillas y el canelazo se mantienen firmes en los puestos de comida de la feria que rodea el cementerio en estos días.

6. TRADICIÓN ORAL Y JUEGOS

En medio de una luz tenue, hace sesenta años, el trasmitir de boca en boca fue la forma más ágil y cálida de rescatar y revitalizar los saberes, costumbres, creencias, rituales, valores y conocimientos. En las casas, las abuelas y abuelos, tíos, tías, papás y mamás nos contaban cuentos, leyendas. La historia de Conocoto y sus personajes. El cómo se originó, cuándo se fundó... ¿Fue así verdad?

Las raíces de los cuentos son antiquísimas. La investigación encontró que ese patrimonio al parecer está dormido. Que se ha olvidado el hábito de narrar las vivencias de antaño. ¿De qué hablan las mamás y los papás con sus hijos e hijas ahora? Al parecer han desaparecido los cuentos, las leyendas que hacen parte del patrimonio de los pueblos. Como el hecho de que Conocoto era autosuficiente. Las formas de sembrar para cuidar la tierra, las mingas, las fiestas como mecanismos de cohesión, entre otras formas de organización.

6.1 Cuentos y leyendas

Hurgando en la memoria de informantes se encontraron pocas o solo fracciones de leyendas y cuentos de los últimos sesenta años. En algunas narraciones, los velos de la ficción rodean las figuras de animales con comportamiento humano. Tal es el cuento de la joven soltera que no consiguió marido y se enamoró de un ratoncito que se convirtió en su

pareja. El ratón, con astucia y picardía salió de la típica estructura del malo que es malo y el bueno que solo puede ser bueno.

Ana María, una de las integrantes del grupo de “sesenta y piquito” narra la historia del ratoncito enamorado: “el ratoncito se enamoró de una mujer que nunca tuvo marido, ella trabajaba para unos hacendados. El ratoncito robaba a los hacendados para dar de comer a los pobres, ¡él era muy audaz! Y, al casarse con la joven tuvo hijos y mucho bienestar económico. Él seguía robando a los hacendados y una de esas le mataron… Sus hijos vivieron con su madre, pero ya no eran ratones” La narración revela, quizás, la percepción de que el indio de la hacienda es inteligente y valeroso, pero que finalmente es asesinado. Triunfa la concepción general del bien sobre el irreverente mal.

También hay cuentos de espantos y parecidos que son testigos de que las personas de Conocoto, como todas las personas del mundo agrario, generan personajes amparados por la oscuridad, lugares solitarios, casas abandonadas, quebradas poco transitadas. Uno de esos aparecidos, narrado por Pedro Caiza de San Francisco, es sobre el duende que aparece en pozos, “aquí en el barrio, cuentan que hay un duende que se aparece sobre un pozo ubicado en el terreno comunal. Si alguien se acerca le da mal aire. El duende es pequeño, travieso y dicen que no hay que demostrarle miedo porque él vive del susto de las personas… aparece a veces pero creo que solo con ciertas personas… no se sabe por qué”.

Otro es el demonio con figura de niño que llora (el “huahuañahui”), que aparece en noches oscuras en lugares no transitados como las quebradas, cuando todo el mundo se ha ido a descansar. Inspira tanto miedo que nadie se atreve a salir de la casa porque puede encontrarse de manos a boca con ese aparecido. Unos dicen que es el alma de un niño que murió sin haber sido bautizado; otros, que fue una criatura mal habida, abandonada por su madre. Otros dicen que es el mismo diablo. Detrás de estos cuentos está el concepto de que la salvación está en la fuerte creencia en Dios.

En ese tono, Gallardo narra lo sucedido a Salomón Acuña, mayordomo de la hacienda Ontaneda, una noche en que, encontrándose en estado etílico, cabalgaba de regreso a la hacienda desde el poblado vecino.

En medio de la obscuridad de media noche, oyó llorar a un tierno niño. Detuvo su galope y vio en uno de los pozos, envuelto en paños negros, una criatura que lloraba. La tomó en sus brazos y lanzando insultos a las mujeres desnaturalizadas, siguió el tortuoso camino. Al punto notó que el corcel no quería andar y resoplaba. Después de mucho aguijonearlo, llegó al pequeño puente que existía en la hacienda. En ese lugar escuchó la voz del niño que le decía: “papá, yo ca dentes tengo”. Sorprendido al escuchar las palabras del niño, lo observó por la abertura del poncho. Al mirarlo bien, miró que no eran dientes sino dos enormes colmillos que le atravesaban la boca. Asustado lo lanzó al suelo, pero la criatura no cayó, sino que se aferró al anca del caballo. Horrorizado y con los pelos de punta, al ver que el engendro

seguía ahí, sacó del cuello un enorme rosario y con él lo azotó. El diablo se soltó y se despidió diciéndole: “agradece que has tenido ese rosario, que por el contrario hoy te llevaba a los infiernos”, y se fue dejando una horrible pestilencia. (Gallardo, 1994, p.279)

También hay leyendas que aparecen a la luz del día, como aquella de la mujer misteriosa de Chachas que asomaba en las quebradas. En este caso es la quebrada llamada el “Socavón, -ahora en su lugar se encuentran algunas casas-. Según la narración de Juan Carlos Gómez,”ruco” de Chachas: “antes decían que había muchos cuentos. Tenía más o menos diez años y estaba de vacaciones cuando salí con los animales y entré a la quebrada que no estaba obscura y vi como una señora con una túnica estaba subiendo con una cartera cuando era más o menos las 12 del día, no me hizo nada porque no me vio, yo le gané viéndole; si ella me hubiera visto seguro que se adueñaba de mí”.

Romelia Pilataxi, moradora de Chachas cuenta lo que le pasó en la misma quebrada del Socavón: “cuando era guagua, en las vacaciones, con mis hermanos salíamos a dar de comer a los animales y a verles en el potrero. A veces venía a jugar con nosotros un niño, mientras estábamos pastando. Yo pensaba que era un niño de verdad. Nos enojamos porque cuando estábamos comiendo no nos hablaba; le preguntábamos y no contestaba. Mi abuelo decía que podía ser el mal, porque por esos tiempos llovió mucho y se fueron hasta los chanchos”. Los chanchos y los otros animales a decir de Romelia se fueron con la lluvia.

A decir de Víctor Montoya, “Los cuentos de espantos y aparecidos en la tradición oral andina son muestras de que la inventiva popular es capaz de crear, con el golpe de la imaginación, personajes y situaciones que nada tienen que envidiar a los compiladores de la tradición oral europea, donde se destacan los hermanos Grimm en Alemania y Charles Perrault en Francia (Montoya, 2006).

Algunas personas también mencionan la existencia de tesoros enterrados en lugares protegidos, rodeados de ruidos extraños y movimientos de seres que no se les puede ver, pero que se les siente.

El entierro puede ser de plata o de oro, como contó la finada Ubaldina: Tal vez son los entierros que hizo Rumiñahui para tratar de preservar las riquezas del Incario o de personas que tenían oro -como no había bancos enterraban en sus propios terrenos-. Dicen que hay entidades que cuidan esos tesoros, por eso es que uno no les puede encontrar. Están cerca y se corren a otros lados. Las mujeres no pueden desenterrar porque ellas como tienen la menstruación pueden ocasionar que el entierro se vaya a otro lado. Hay que entrar rezando, diciendo palabras gruesas, y en la noche. Los desenterradores de tesoros tienen que guardar el mayor secreto y tomar precauciones: quemar plantas, tirar líquidos, esperar que la luna esté en la estación adecuada, y sobre todo, deben estar provistos de una varilla adivinatoria que les indique el lugar exacto donde está enterrado el tesoro (Testimonio).

Una leyenda contada por el papá de uno de los entrevistados hace referencia a que “los jíbaros cruzaban la cordillera oriental, pasaban a Papallacta y después pasaban por Conocoto a Quito para intercambiar productos, y al regreso llevaban a su llacta perros maltones. Traían chontaduro, yuca, plantas medicinales, etc. Ahora, por emulación, los yumbos de Conocoto salen de las haciendas en grupos de danza

Finalmente, con mucha nostalgia y algo de reclamo, Ramiro Sosa señala que desgraciadamente ahora, los padres no cuentan a sus hijos las leyendas o creencias de antes porque a los hijos no les interesa y porque sus progenitores están muy ocupados. Los testimonios, las historias, cuentos y costumbres trasmitidas verbalmente son fuente de aprendizaje que dan cuenta de la información y de las costumbres de una época y que pueden ser revividas.

Es indudable que la tradición oral tiene un valor histórico, es fuente de valores culturales y memoria de los pueblos, que puede ser utilizada eficientemente en la escuela. La escuela, después de la casa, es la institución en la cual la sociedad ha depositado la responsabilidad de educar y promover los valores, actitudes y comportamientos que la sociedad espera de ellos.

Según la profesora Martha Sosa, en Ecuador, hace cincuenta años existía poca literatura destinada a los niños, con formatos poco atractivos, “no había material apropiado para el estudio de temas culturales y no existían cuentos de lo nuestro. Existían pocos cuentos en folletos y libros sobre Caperucita

Roja, la Bella Durmiente y algunos otros que contaban los padres a sus hijos, o los leían en textos poco atractivos. Me parece que es ese el por qué no les interesaba la lectura”.

Ahora, el interés se asienta en la creatividad de los estudiantes “se incentiva la lectura mediante creaciones, desarrollo de cuentos y leyendas inventados por los mismos estudiantes. Incluso, las pastas son hechas por ellos mismos”, no se habla de las leyendas, de mitos, de cuentos porque no han sido suficientemente investigados. “Ahora leen varios libros como “El viejo y el mar”, “Mi árbol de naranja lima”, “De la tierra a la luna” y a partir de ello construyen sus propias historias”.

La docente jubilada continúa, “Antes se difundían los mejores trabajos en el periódico mural; ahí se ponían trabajos de redacción, interpretaciones, reglas ortográficas, dibujos, gráficos. El periódico salía cada semana y se rotaba la responsabilidad por grados en orden hasta los más chiquitos”. “Salíamos a hacer reconocimiento de nuestro terruño, con todo el curso. En la escuela, en los grados, se hacían concursos de agilidad mental, de quien sacaba la respuesta verdadera. No había celulares ni calculadoras. Al final de año se mostraba a la población la capacidad de sus estudiantes en las sabatinas”.

6.2 Personajes

Además del parque, la Iglesia, la Moya, la música, la literatura, las tortillas de viento, los empastados, hay seres de carne y hueso como el Yumbo, la Banda, el Heladero, la Aurora Tusa, el Bazar Jorgito, la doña Filuquita, la Rosa Traposa, que, entre muchos otros, plasman la historia de Conocoto, en especial de su centro poblado.

En el rescate de la memoria individual hay un abanico de personajes que hacen parte de la riqueza cultural de los pueblos. Ellos tienen valor simbólico. De alguna manera fueron y son parte de la vida de las personas que habitan este territorio y que no son solo un nombre sino también una historia. Francisco Zurita y Carlos Morales nos recordaron algunos de los nombres de esos personajes de Conocoto.

Están las mujeres, personajes que habitan sus casas, escenarios de su vida cotidiana, que no tienen condiciones para transitar por las calles sea por su edad o por alguna discapacidad física pero, sin embargo, hacen parte de la vida de los otros:

Anita, mujer sordomuda con dificultades para caminar. Vive en una de las calles principales, de rápido crecimiento comercial, llena de ruido, vehículos y movimiento de transeúntes. Con cerca de ochenta años, pertenece al pasado. Produce sonidos guturales para llamar la atención. Con su mano extendida y sonrisa radiante, saluda y vuelve a saludar a todas las personas, conocidas o no, que pasan cerca de ella. En medio de un entorno donde

las personas son rostros anónimos, ella, con su saludo espontáneo les otorga un estatus relevante que rompe el individualismo del mercado; la soledad, el desconocimiento del otro. Anita fue parte del Conocoto de haciendas y de oficios artesanales y ahora es parte del Conocoto que ya no cuenta con la identidad de pueblo.

En este grupo se encuentra también la Goita, mujer popular, fiel representante del mundo mágico de inicios del siglo XX que, en dicotomía con el desarrollo de la modernidad, personificaba al mundo de las historias contadas acerca de seres divinos o fantasmagóricos, de leyendas que hace parte de lo rural. Su vivienda de un solo ambiente, conjuga el Conocoto de ayer y de hoy con paredes de tapial, con piso de tierra apisonada y esteras que le proporcionaban calor al ambiente; con utensilios de barro y cocina de gas.

Fue diestra cuentera, supo mantener en vilo la atención de niñas y niños sin más recursos que las inflexiones de su voz, de sus ojos sin luz, de los gestos de su rostro de boca desdentada y los movimientos de manos y cuerpo en un escenario obscuro y frío. La Goita, integrante de una de las familias tradicionales de Conocoto, vivía sola. María Angula era su leyenda favorita y también la de los niños y niñas que le rodeaban, sintiendo miedo al escucharla.

La calle conocoteña era un espacio de identidad, de interrelación social, de encuentro, de socialización y de alteridad, ahora es también lugar de intercambio comercial. Por las calles transitan vidas innumerables, religiosas o profanas, reales o míticas, anónimas

o conocidas, queridas y admiradas o ignoradas y despreciadas. Vidas que transitan con una finalidad o sin ella.

La Rosa Traposa, imprimió otra relación con la calle. El deambular sin rumbo como un estilo de vida único que se contrapone al significado simbólico de casa y hogar, de lo doméstico y estructurado. Rosa Traposa, mulata alta, de labios grandes y de palabra rápida se hacía acompañar por perros, y su riqueza la llevaba puesta; tarros de lata que le servían para contener la bebida y la comida que le regalaban los vecinos; los tarros también le servían para convidar la comida a sus compañeros de viaje, los perros. Mujer sola, con vestidos anchos, llenos de remiendos de colores. Nadie sabía si era de vocación callejera y si sus comportamientos eran “…actos de resistencia contra el anonimato, el olvido, la segregación, la soledad, o la falta de participación de los pobres.” (Freire Rubio, Espinosa Apolo, 2005, p.17). Por la razón que fuese, para este personaje la calle era su patio, la extensión del zaguán donde dormía.

Ella encarna el Conocoto que tiene manifestaciones de solidaridad, pero que no protege a los seres vulnerabilizados. El párroco de Conocoto, Gustavo Robayo en los años 60, le dedicó una poesía donde sugiere que ella sufrió una decepción amorosa y que desde entonces, entregó su corazón a los perros.

Otro de los ejemplos es el de Aurora Tusa, mujer mendiga y medio demente, que deambulaba por las calles de Conocoto allá por los años 50. Causaba susto en los menores con sus harapos. Su viejo sombrero puntiagudo dejaba ver a medias su cara

y un par de trenzas. Seguramente se llamaba Aurora y algunas personas compararon su aspecto con el de una tusa de choclo. De ahí viene su nombre. A ninguna de las dos se le encontró conversando con alguien.

La difusión de la prensa escrita, especialmente los diarios El Comercio y Ultimas Noticias, trajeron a Conocoto, -como a otros pueblos- los voceadores de prensa quienes llevaban las noticias a las manos del lector o de la lectora. No se tiene registro sobre cuándo aparecieron, ni cuándo se les denominó como voceadores.

Lo cierto es que, en las tardes de los fines de semana se escuchaba por las calles una voz ronca, fuerte, gutural, que voceaba. Era la del Mudo Juancho quien llevaba bajo el brazo el periódico vespertino “Últimas noticias”. El personaje hacía un sonido largo y fuerte que daba cuenta de su capacidad pulmonar; las personas apenas lo oían sabían que estaba pasando por su casa, salían y compraban el periódico recién salido de la prensa que, ya más tarde, sería usado para limpiar vidrios o para darle a la señora tendera para que envuelva lo vendido o lo utilice en otros menesteres.

Este personaje no podía recomendar ningún suceso pues había perdido la voz pero sí entregar el periódico con simpatía, que era bien recibida por los pobladores. El Mudo Juancho cumplía no solo una función comercial, sino también cultural e histórica.

Otro de los representantes del cambio económico fue el Bazar Jorgito, primer bazar de Conocoto. Fiel representante del paso de lo agrario a lo urbano. La agricultura había dejado de ser el eje articulador de las economías familiares en la población, ahora la economía estaba asociada a la globalización y a la habilidad de las personas y los grupos, para readecuar las actividades económicas de acuerdo a las tendencias del mercado.

El Bazar Jorgito fue el primer negocio que tuvo rótulo luminoso, fue el primer reciclador de papel. Era el lugar donde se encontraba de todo un poco: papelería, dulcería, ferretería, material de costura, venta de hierbas, coronas para noviembre y rarezas como las anilinas y el creso. También era el lugar de encuentro y concentración de jóvenes. Fue el primer lugar donde se pudo mirar televisión. A las seis de la tarde iniciaba la función de la televisión con un costo de veinte centavos de sucre para cada televidente. ¿Cuántos conocoteños, asistieron a los que en ese entonces eran espectáculos de televisión?

El resultado de procesos locales en Conocoto también dio cuenta de la complejidad de las diferencias del mercado. La Sambita Beatriz, generó una actividad de pequeña escala por cuenta propia: producía, preparaba y vendía el producto básico de la dieta campesina: el mote con arvejitas y ají de maní con tomate riñón, servido en papel de despacho limpiecito. La Sambita Beatriz recorría todo el pueblo. A veces se quedaba en esquinas prefijadas, a las cuales acudían las personas a comprar, o en las puertas de los establecimientos educativos. Dos reales era el precio.

El Heladero Carlitos, ha acompañado a todas las generaciones de estudiantes en las afueras de los establecimientos educativos, pregonando sus famosos helados y deteniéndose a conversar cuando se le solicitaba. El heladero, a decir de Carlos Morales, seguía con su carrito de helados a la selección de Conocoto a todos los juegos interparroquiales. Más tarde se convirtió en conserje del Colegio Conocoto. Ahora ya jubilado, sigue vendiendo helados.

Los portales, zaguanes, patios, parques y calles eran los lugares de encuentro vivencial. Con el tiempo, se crearon otros lugares de encuentro vecinal considerados sitios más seguros, y uno de los pocos era la tienda de Doña Filuquita. Ahí se encontraba lo que en ningún otro lugar había; sal en grano, piedra pómez, harinas de nombres raros, pedazos de panela, bolitas de caramelos, congelados, entre otros.

Doña Filuquita, mujer peleadora, alta, guapa, de pelo corto, de una de las familias tradicionales de Conocoto, abría las puertas de su negocio, que a su vez era el sitio de reunión para un grupo de mujeres. Todas amigas adultas mayores. La duración de los encuentros no era programada, solo se daban los días ordinarios porque los fines de semana las mujeres visitaban las iglesias, salían de paseo o esperaban la llegada de sus hijos.

Como era de esperar, también hubo personajes relacionados con la participación activa de los pobladores en las luchas comunitarias, en las gestiones, mingas y contribuciones económicas con miras al desarrollo del pueblo. De esas luchas nace la frase Tieso Conocoto, que es uno de los apodos

más emblemáticos del pueblo. Éste surgió en los enfrentamientos que se realizaron entre los dueños de los buses Los Chillos que trajeron gente de Sangolquí para amedrentar a la población de Conocoto, y luego se popularizó en la participación de Conocoto en las Olimpiadas deportivas interparroquiales.

El apodo La Voz del Pueblo surgió también en la lucha ya mencionada de hombres, mujeres, adolescentes, jóvenes, adultos de diferentes condiciones económicas, incluso la iglesia, participando por conseguir el transporte propio y la feria en el mercado; fue cuando un vecino muy involucrado en esta situación se autodefinió como “la voz del pueblo”. La voz del pueblo expresa el poder que tiene o debe tener el pueblo en la democracia, poder para opinar e influir en la solución de controversias y toma de decisiones.

En la gestión por el ordenamiento y desarrollo del pueblo en los años 50 y 60 se destacó la figura de Don Carlos que, de manera voluntaria y sin cobrar sueldo recorría las calles de la población, inspeccionando la correcta ejecución de las obras públicas y persuadiendo o presionando a los vecinos para que respeten las líneas de fábrica, colaboren con la ampliación y eliminación de “dientes” en las calles, adecenten su propiedad y cuiden y respeten los espacios comunes.

La religión fue y es un aspecto esencial en la vida de las personas. La religiosidad popular ha sido parte de la cotidianidad de Conocoto. El catolicismo articuló la devoción a los santos y vírgenes, el milagro y el ritual. Se consideraba inaudito comenzar la semana y el

cumplimiento de las labores diarias sin haber cumplido antes con la misa dominical, -por lo menos-.

Dos mujeres de familias tradicionales de Conocoto vienen a la memoria a la hora de recordar la forma de aceptar y practicar las creencias religiosas. La Señorita María Esther, de trenza larga, estatura media, callada, paciente y la Señorita Juana, de carácter fuerte y risa fácil.

En la conmemoración de la muerte y la resurrección de Cristo, los preparativos eran liderados por la señorita María, quien, con enorme esfuerzo y dedicación, preparaba las túnicas, bordados, imágenes, flores y hasta los caramelos. Así mismo en los preparativos de las ceremonias del Pase del Niño y del Mes de María. En sus últimos años abrió en su casa una capillita para el Hermano Gregorio, médico venezolano que murió en 1919 y a quien el imaginario popular le atribuye varios milagros, de hecho, el Vaticano acaba de aprobar su primer milagro comprobado.

En los actos religiosos, como asistir a la iglesia los domingos y las “fiestas de guarda”, la señorita Juana estaba muy atenta a llamar la atención a niños, niñas, adolescentes y jóvenes cuando rompían el silencio o incurrían en un comportamiento inadecuado. La señorita Juana, era también solícita para recoger las limosnas y para acompañar con oraciones y plegarias a los deudos en los funerales.

Estos ritos y ceremonias eran acontecimientos que invadían la vida cotidiana de Conocoto, fomentaban la convivencia y la solidaridad de la población

y la posibilidad de reavivar con ellos el mensaje evangelizador de la iglesia y el reconocimiento social del acto de contrición o el buen comportamiento de quienes eran encargados de portar las imágenes sagradas. Las ceremonias mezclaban la devoción a seres sagrados con las necesidades, anhelos, miedos y esperanzas de los feligreses.

Las características del modo de producción hacendatario ligado a la agricultura familiar, dejaron una serie de imaginarios rurales en los pobladores de Conocoto, y en los comportamientos de personas singulares, como es el caso del Tonto Cacho, hombre que caminaba por las calles portando en sus manos unos cuernos de toro, mixturado entre lo agrario y lo taurino.

El Coté, este personaje enamorado de la tauromaquia y de costumbres relacionadas con la faena de los toros circulaba con su capa de toreo. Su sueño consistía en vestirse de luces en la Plaza de las Ventas en España. Asistía y participaba activamente en los toros de pueblo de Conocoto y de otras parroquias, su cuerpo tenía innumerables huellas de esa hazaña. La plaza de toros populares fue el escenario de su muerte.

6.3 Juegos Tradicionales

Los pobladores recuerdan juegos varios como: los billuzos, los trompos, los cachacos, el burro de San Andrés, el sin que te roce, huevos de gato, las tortas (habichuelas de colores vivos) que se colocaban en una “bomba” (circunferencia trazada en el piso) y se ganaban sacándolas de la misma por medio de “fichas” (rodelas metálicas). Los ishpingos (frutos pulidos de un espino) que también se ponían en una “bomba” y se sacaban con bolas (canicas de vidrio); el pique, el sapo, las ollitas, la rayuela. Los zumbambicos hechos con “tillos” o con botones grandes; tejer cocos en las manos, pase el rey, matantirutirulá, el florón. Ramiro Sosa recuerda que se jugaba con los coches de madera en la pendiente de la Moya que actualmente está ocupada por el parque y las canchas.

Oswaldo Mantilla, originario de Tabacundo, en su obra “Juegos populares de antaño” describe detalladamente estos y muchos otros juegos, como los marros, las ruedas de llanta, las cometas de sigse, el territorio, las cebollitas, la soga, chullas y bandidos: todos ellos practicados también en Conocoto. Lo cual nos indica la semejanza de las culturas locales rurales en este aspecto.

Oswaldo plantea que “aquellos maravillosos, simples y divertidos juegos populares, no tenían otra intención que mantener activa la mente y el alma de las personas” y que en la actualidad “las nuevas

formas de ocupar el tiempo libre y el ocio provocan que la gran variedad de juegos que se practicaban en nuestros pueblos se esté perdiendo y con ello el patrimonio cultural”.

Hemos escogido para describirlo detalladamente uno de los juegos tradicionales de Conocoto “el juego de los cocos”, al parecer poco difundido en otros pueblos. A decir de Pepe Utreras y César Morales “el juego de cocos” es un juego de hombres maduros, “blancos de pueblo, no habían mujeres ni indios. Era nuestra única diversión de todos los días, después del trabajo”. La gente joven de la población no se interesó en el juego y éste se perdió.

Los materiales: el piso de tierra donde se trazaba un círculo de al menos 4 a 5 metros de diámetro, rodeado por un recuadro más grande; los cocos chilenos, pequeños y lisos, que luego escasearon, en su lugar se usaron toctes (frutos de una variedad autóctona del nogal) que los pelaban y secaban o cocos criollos grandes que se pulían con esmeril. Los rulimanes, que eran esferas de acero, propiedad de cada uno, se los conseguía de los rodamientos de maquinarias como los barcos y tractores viejos y se los compraba en la Plaza Arenas, en Quito. Había rulimanes de plomo de fabricación nacional que se deformaban rápido y ya no rodaban.

No se conoce exactamente cuáles eran las reglas del juego, pues no hay una constancia escrita. Sin embargo, los recuerdos y las versiones recibidas señalan que el juego consistía en que un grupo de entre 5 y 10 jugadores, trazaban una circunferencia en el suelo de tierra (llamada “la bomba”), donde se

colocaban los cocos. Los jugadores competían por sacar los cocos de la bomba con un “rulimán”.

Estos jugadores podían jugar solos o aliarse con compañeros entre los que no se atacaban, y si ganaban, se repartían las ganancias. También había los aliados “de pepo” que grupalmente no se atacaban, pero si quedaban finalistas, competían individualmente. Los jugadores debían sacar los cocos de la bomba, sin que el “rulimán” se quede adentro, y sin recibir un “pepo” (impacto de otro rulimán) de otro competidor, pues en ese caso, estaba muerto y salía del juego. Cada jugador tenía sus estrategias para evitar ser “pepeado”, para sacar los cocos, y al final, ganar el juego y las respectivas apuestas.

El juego se sazonaba con apodos y dichos que eran festejados ruidosamente por los jugadores y el público. Aún se recuerda nombres y apodos de algunos “coqueros”: Felipe León (Felipillo), Enrique Utreras, Pepe Utreras, N. Martínez (“Marujita”), EloncioRodolfo Gallardo (“Mustafá”), César Aráuz, Miguel Logacho (“Daigoro”), Alfonso Ríos, “Gato” Pérez, José Santamaría, Octavio Puente, José Antonio Pérez. Los dichos eran: “toma por mullo” cuando daban un pepo; “todo indio es enemigo del blanco”, cuando recibían un pepo. Después de terminar el juego de cocos, que duraba desde las 4 o 5 de la tarde hasta que oscurecía, algunos se dedicaban a jugar baraja, los demás se retiraban a sus casas.

No se sabe cómo ni cuándo empezó a practicarse este juego. Sin embargo, una persona menciona que el juego vino de Tambillo. Se sabe que el juego sigue practicándose en Quito en el Parque El Ejido,

pero tiene diferencias, pues ahí entierran los cocos y, como es difícil sacarlos, se dedican a pepearse entre ellos y se esconden tras de cualquier obstáculo (árbol o piedra). En Conocoto, el lugar de juego fue al comienzo en el parque central, después se cambiaron junto al mercado antiguo (hoy Infocentro), luego pasaron junto al CNT y finalmente jugaban junto al Coliseo.

Era un juego bonito, entretenido, que concitaba público. Era un juego pacífico y alegre, que no generaba peleas.

7. DE FOGONES Y REMEDIOS

7.1 Prácticas culinarias

Mientras que la aparición del fuego al servicio de la alimentación fue un hecho que modificó la vida de las personas; la agricultura y la domesticación de animales proporcionó la diversidad de alimentos (Universidad Interamericana para el Desarrollo, s/f) pero, la cocina, como se la practica actualmente, se inició con la confección de instrumentos adecuados que posibilitaron la cocción de los ingredientes. Las transformaciones sufridas en los instrumentos hacen parte de las modificaciones en la cultura, en sus significados y en sus símbolos. En los últimos años, para la preparación de la gastronomía se han dado muchos cambios en la utilización de los instrumentos en Conocoto. Ya casi no se utiliza el fogón de leña, los tiestos y las ollas de barro, tampoco las cucharas de palo o las piedras de moler granos, y si se los usa, podría ser para recordar los años pasados o para recuperar sabores que se han ido perdiendo. Lo cierto es que ahora, en lugar de esos implementos, se utiliza licuadoras, batidoras, ollas de aluminio o acero inoxidable, entre otras; así mismo, en lugar del fogón están las cocinas de gas y las que funcionan con energía eléctrica o de inducción; hornos microondas y utensilios de plástico. Fenómenos del siglo XX y XXI.

Conocoto tiene una tradición culinaria y la mantiene en la ingestión de cereales y leguminosas, siendo el maíz, la cebada, el fréjol, el haba y la papa los principales. La papa es usada en una multiplicidad de platos como locros para todos los gustos. También hacen parte de este grupo algunas verduras.

El único animal doméstico de estos lares es el cuy, puesto que el ganado vacuno, ovino, caprino, porcino, gallináceos, palomas, conejos, caballos, asnos, ovejas, pavos, gallipavos son un aporte de los españoles (Pazos, 2008:175). De estos animales el puerco y las gallinas hacen parte de las ceremonias familiares y sociales como los bautizos, matrimonios, velorios, cumpleaños, entre otros.

El maíz de chillo fue cultivado en los pisos de los valles relativamente húmedos y es muy valorado por sus granos gruesos, de color amarillo intenso; sus mazorcas robustas y largas, su sabor dulce y sus tallos altos y gruesos (Salomón 1980: 98 tomado en Pazos, 2008:44).

En Conocoto existe una variedad de preparaciones de maíz: mote pelado, morocho de dulce y de sal, quimbolitos, tortillas, humitas (choclotandas), tamales, pan, colada morada, chicha de jora, caldo con bolas de maíz, empanadas de viento, mote pillo, tostado, caca de perro. Al parecer, las tortillas de viento son exclusivas de Conocoto, aunque existe una versión similar en Loja.

El chancho es el animal emblemático, se lo consume casi todas sus partes y en diferentes preparaciones como son: fritada, chicharrón, cuero reventado, pernil, salchicha, chorizo, morcilla, patitas cocidas y

se aprecia su manteca. El chancho es acompañado por mote, tortillas de papá y ají de maní. No obstante ser emblemático, el cerdo es el aporte español más significativo a la cultura gastronómica popular (Pazos, 2008:174). Siendo el “hornado” uno de los platos más representativos de la cocina ecuatoriana se ha llegado inclusive a fomentar la preparación de este plato en un concurso denominado “El mejor hornado del mundo”.

El Hornado de Conocoto es diferente a otros porque su preparación es personalizada, debido a que su elaboración no es en cantidades industriales, y también debido al uso de condimentos como el ajo y los dos tipos de cebolla, a la que acompañan las bolas de pimienta de dulce (para evitar que se posen las moscas). Amén del orégano y el comino que le dá su sabor único e incomparable.

Hornado de Rosario Morales

Según la Semiótica de la cocina de Julio Pazos existen cuatro sabores principales para combinar: salado y agrio, salado y dulce, salado y picante, dulce y agrio y, agrio y picante. (Pazos, 2008: 183-185). Siguiendo a Pazos, en el mercado de Conocoto encontramos la clave en comidas preparadas tales como: el condumio de la morcilla es salada y dulce, las salsas de ají son saladas y picantes, la colada morada es dulce y agria, el locro de papas con zambo y paico es salado y amargo, el pescado es salado, agrio y picante.

Otra parte de la semiótica es la combinación de sabores; la fritada con plátano maduro, el mote con arvejas, cebolla blanca y ají, tripa mishqui con mote, empanadas de viento con morocho o colada morada. Por otra parte, se prefiere lo espeso: caldo de patas, papas con cuero, ají de librillo, guatita. También se resalta el color amarillo en las preparaciones; por ejemplo: los quimbolitos y las quesadillas; también se combinan colores como es el caso de las tortillas de viento donde el blanco es usado en contraste con la masa morena, o el queso con dulce de higos.

Refiriéndose a los quiteños, Pazos en su libro “El Sabor de la Memoria, Historia de la cocina quiteña”, señala que la comida que consumen los quiteños cotidianamente se elabora y comercializa siguiendo principios poco relacionados con la idea de “tradición”. En varios aspectos, el consumo diario de alimentos es ahora diferente a los que se manejaba hace unos 20 o 30 años, sea por precio, ingredientes, formas de cocción, tiempo para servirse, etc. Siendo todo esto, parte de la sociedad globalizada.

La comida, como una razón para compartir en familia, ya no es una práctica, hoy se han generado cambios en las costumbres y hábitos. Advierte Pazos que, en esta transformación, han intervenido procesos de alienación, puesto que han desaparecido las connotaciones simbólicas del acto de comer. Las viejas recetas y los platos tradicionales ceden su importancia a las fórmulas industriales.

Patio de comidas del mercado de Conocoto

Para las integrantes de la Asamblea Popular de Conocoto, Mariana Paredes y Martha Sosa, la gastronomía de Conocoto es uno de los determinantes de la identidad: “el caldo de gallina con arroz, así espesito; el caldo de huagrasinga, el caldo de cabeza de borrego. El tostado en tiesto con manteca de chancho, el tostado con pepas de sambo; el sambo de dulce con harina de maíz y con leche. Se hacía sambo de sal y sambo de dulce, morocho de sal y morocho de dulce, arroz de cebada de sal y arroz de cebada de dulce, pastel de zanahoria blanca; locro de habas con col, para lo cual se remojaban las habas secas, muy duras, para pelar al día siguiente; no debemos olvidar los tamales de dulce con harina de maíz y los quimbolitos”

Daysi Morales Tituaña en “Conocoto, Memoria Histórica y Colectiva” señala que los platos típicos de Conocoto son los caldos de la vida; junto a la Tripa Misqui, bebidas tales como la chicha y el champús; y entre los bocadillos: los tamales de gallina, la empanada de carne y por último, las mistelas, para mantener el rico sabor después de la comida.

En Conocoto se pretende revitalizar una de las manifestaciones culturales tradicionales por su significado y su riqueza culinaria. En los últimos años, la comida típica ha vuelto a recobrar su importancia: se encuentra en el mercado municipal de Conocoto los días de feria y en el sitio denominado de Comidas típicas entre las calles Luis A. Proaño y Alfaro, a más de algunos restaurantes típicos.

También la parroquia cuenta con innovadores culinarios tales como el Chef del morocho con

chocolate, morocho con coco, bolones de dulce; platos como el tigrillo de camarón o la lasaña de yuca, entre otros. En entrevista realizada a Nathaly Gallardo, ex presidenta de la Junta Parroquial, cuenta que en las festividades de Conocoto se incluyó el Concurso Gastronómico 2017 otorgando el primer premio al señor Lucio Paucar por la preparación de mollejitas; de igual forma se premió a los pristiños de Elvia Cantos y a las empanadas de morocho.

En los últimos años, en el Centro de Conocoto se han producido ofertas de panaderías, heladerías con helados de todos los sabores y aun los que no llevan azúcar. Es una suerte de feria permanente. En las veredas se vende: frutas, hortalizas, quesos, huevos de campo, gallinas peladas y muchos otros productos, ya sea en cajones, tinajas, camiones o camionetas particulares. Estos se ubican junto a cualquier negocio establecido. De esta manera, la venta de alimentos se ha constituido en una estrategia de sobrevivencia.

Algunos de los bocaditos típicos de Conocoto son las tortillas de viento y las tortillas de maíz. Gracias a la generosidad de Martha Sosa Andrade ahora podemos conocer la forma de preparación.

La tortilla de viento es una de las golosinas que se ha preparado y vendido en Conocoto, al menos en los últimos cincuenta años, pero se ha ido perdiendo debido a su laborioso proceso. Es un exquisito bocadillo propio de Conocoto. Aunque existe un bocadito similar en Loja.

Ingredientes:

Para hacer tortillas de viento se requiere: harina de castilla, huevos, limones y manteca de chancho. En la masa no entra sal, ni azúcar.

Materiales:

Azafate de madera, olla de aluminio grueso con mango largo, batidores de madera grandes, cuchara de palo grande, mesa de un metro por dos de largo, rejilla de madera, latas para el horno, paila de bronce, canastas de estera, papel periódico blanco y cargas de leña

Preparación:

Una vez barrido el horno de leña, se le deja con la leña encendida al menos dos horas.

Se separan las claras de las yemas de huevo, se cierne las libras de harina para que entre el aire y, una vez cernida, se la mezcla con las yemas de huevo en un azafate de madera y se revuelve con un batidor manual de madera; cuando está mezclada la masa,

se coloca la manteca en estado de mayor hervor; se sigue batiendo hasta lograr la consistencia de la masa.

Se coloca, con la ayuda de una cuchara de madera, pedazos de masa sobre las hojas de atzera limpias; las hojas con su condumio se ubican en las latas (antes iba directo al suelo del horno). Este proceso de preparación de la masa dura 1 hora al menos.

Una vez que los pedazos de la masa base estén horneados se saca de las hojas de atzera y se los coloca en la rejilla de madera listos para ser enconfitados Hasta tanto se prepara el confite calentando en la paila de bronce los litros de agua con las libras de azúcar hasta que tome el punto de caramelo, luego se mezcla con las claras de huevo batidas a punto de nieve y se revuelve con el extracto de los limones.

Con la ayuda de la cuchara de palo se vierte el confite sobre las tortillas; finalmente, se sacude y se coloca las tortillas sobre las tablas de madera calentadas al sol. Luego se las pone en el horno de leña que, para ese momento ya tiene una temperatura menor, suficiente para secar el confite en la tortilla.

Se saca la tabla con las tortillas y se acomodan las tortillas de lado, una junta a la otra, hasta que se enfríen y termine de endurecerse el confite. Finalmente se las coloca en una canasta de carrizo, cubriéndolas con papel blanco para que no se pasmen. Se las vende en fundas de papel.

Pocas son las personas que han elaborado las tortillas de viento: Olguita Sosa, Martha Sosa, Rogelia Carrera, Dora Brito y que además las vendían en sus negocios. El pájaro Febres Cordero en sus memorias las llama “unas galletas grandes, de una textura casi evanescente coronadas con espumilla (sólida) (Febres Cordero, 2009).

Tortillas de maíz

La tortilla de maíz es un alimento hecho con harina de maíz y tiene forma circular y aplanada. Antes se realizaba con maíz cocido, lo cual podría sugerir que se trata de una versión andina de la tortilla de Mesoamérica donde al parecer se encuentra su origen. Ahora la tortilla se elabora con harina de maíz cruda y se consume con café, chocolate, agua aromática o té de infusión y en ocasiones sola.

Si bien es un bocado que se prepara en muchos lugares de la sierra ecuatoriana, existe una versión propia de Conocoto: la tortilla de maíz con condumio de papa, cuya receta vamos a detallar:

Ingredientes:

Harina de maíz cruda, harina de castilla, papa chola, manteca de chancho, mantequilla, huevos, sal, cebolla blanca, manteca de color (achiote en manteca de chancho), queso de comida y agua.

Azafate, cuchara sopera de madera, fogón de leña y tiesto de barro

Preparación:

La tradicional tortilla de maíz es con condumio de papa, cebolla blanca y queso.

En el agua se coloca la cuchara de sal y se la deja hervir en un recipiente aparte; se mezcla las harinas y se las cierne en un recipiente; en un espacio dejado en medio de la harina se coloca la manteca y la mantequilla derretidas; luego se vierte el agua hervida poco a poco sobre la harina, se la mezcla con la cuchara de palo hasta que se forme una masa homogénea. Finalmente se colocan los huevos, la yema y la clara, y se vuelve a mezclar la masa hasta homogenizarla.

Aparte, se cocina las papas peladas con sal y se hace un refrito con cebolla blanca y achiote. Cuando las papas están cocinadas se aplastan y se mezcla con la cebolla refrita hasta llegar a una masa de puré. En la masa de papa fría se mezcla el queso de comida.

Con la masa de harina se hace bolas para después extenderlas hasta darle la forma redonda y, en el centro se coloca la masa de papa mezclada con el queso. Se forma la tortilla y se coloca en el tiesto de barro.

Se tuesta en el tiesto de barro sobre el fogón de leña, a fuego medio. La tortilla se va virando hasta que tome el color doradito y se la sirve calientita. ¡Es una delicia! (sic)

El Hornado

Uno de los platos más apetecidos en Conocoto es el Hornado que para algunas personas y para el equipo de investigación tiene un sabor distinto a los otros preparados en el Valle de los Chillos. De esta manera estimamos que se puede hablar del Hornado de Conocoto como un plato característico y representativo.

Se conoce la elaboración del Hornado gracias a Rosario Morales, quien elabora esta delicia gastronómica desde hace 30 años, y a Rosario Fernández quien lo hace desde hace 50 años en el mercado antiguo. Desde luego hay varias personas que preparan el Hornado y lo venden en el patio de comidas del actual mercado de Conocoto y se han mostrado muy celosas de sus fórmulas de preparación.

Ingredientes:

El chancho, cebolla blanca, cebolla paiteña, manteca de color, ajo común, ajo macho, comino, orégano y pepitas de pimienta de dulce.

Agrio: Sal, azúcar, hierbas, cebolla y tomate riñón,

Acompañados: Mote, tortillas de papa chola, ají.

Materiales:

Horno de leña, trozos de leña en especial eucalipto, fuente de lata para el chancho.

Preparación:

Para Rosario Morales la preparación del Hornado es la misma en Conocoto y en todo el Valle de Los Chillos. Según Rosario Fernández la elaboración del Hornado se ha modificado. Pese a que actualmente se mantiene la receta original, los condimentos han variado y mejorado, en base a múltiples pruebas realizadas.

Hornado de Rosario Fernández

La Señora Morales cuenta que compra el chancho lavado y pelado en una distribuidora de Sangolquí, mientras que la señora Fernández, lo hace en el camal Metropolitano. El cerdo debe ser blanco, que es de carne más sana y sin enfermedades. Ya en casa se lo lava nuevamente y se aliña con cebolla blanca, cebolla paiteña, ajo común, ajo macho, comino, orégano y pepitas de pimienta de dulce (para ahuyentar las moscas) y se lo cubre completamente, dejando que tome sabor durante un día antes de meterlo al horno. Para la señora Fernández, el aliño es receta propia y secreta “que no se puede compartir”, -nos dice-.

Se prepara el horno, se quema con madera de todo tipo, pero especialmente de eucalipto, que es lo que más abunda. Se hornea el chancho 12 horas y está listo para servirse.

El complemento de sabor del Hornado es el agrio (por mal nombre, pues debería llamarse agridulce) que se prepara con sal, azúcar, hierbas, cebolla y tomate riñón; algunas personas usan chicha de jora para el agrio y otras no lo usan a fin de no causar daño al estómago. El Hornado se sirve acompañado de tortillas de papa, mote y desde luego el ají.

La receta y preparación del Hornado se van aprendiendo y modificando hasta encontrar la sazón precisa. No hay fórmula única, los clientes encontrarán la diferencia y establecerán su preferencia por uno u otro de los Hornados de Conocoto.

7.2 Medicina tradicional y científica en Conocoto

“Si le duele la pancita, agüita de manzanilla; si se olvida, paico para la memoria; hojas de higo para los cólicos de las guaguas y no tan guaguas; y el remedio para que le obedezcan es la ortiga, comadrita” (Dichos populares)

La salud, el bienestar y la enfermedad son hechos biológicos, psicológicos, sociales y culturales que tienen que ver con nuestro cuerpo, afectos, emociones y también con la interacción que hacemos con nuestro entorno natural, social y cultural.

En Conocoto, al reflexionar sobre la atención de la salud encontramos en los últimos cincuenta años tres subsistemas de salud, cada uno con sus propias características, conocimientos, prácticas y creencias. Los tres subsistemas persiguen el cuidado de la salud.

El primer subsistema corresponde al de la medicina tradicional o alternativa basada en el conocimiento y uso de recursos naturales, plantas, animales, minerales, terapias espirituales, y/o técnicas manuales. Este subsistema busca equilibrar el estado de las personas, lo que contribuye a tener buena salud y bienestar. El uso de la medicina tradicional o alternativa es el resultado de una relación y conocimiento profundos de la naturaleza. Su origen se remonta a culturas prehispánicas y ha sido transmitida de generación en generación.

Al parecer en la historia de Conocoto una de las presencias continuas en la salud de sus pobladores

ha sido la figura de las parteras o comadronas. Gracias a la información de Mercedes Aráuz, obstetra conocoteña, se conoce la existencia del último censo de parteras de Conocoto en el que se menciona a Luz María Guamán, del barrio La Paz, María Magdalena Catota, del barrio La Loma, Filomena de Morocho, del barrio Las Peñas, María Matilde Cumanicho, del barrio La Armenia, Lucinda Pachacama, del barrio Miranda Grande y Rufina Paucar, del barrio San Lorenzo.

Además se recuerda a “sobadores” como Pascual Gallardo y su hijo José María Gallardo, carpintero autodidacta que, sin estudios formales, adquirió conocimientos de anatomía y fue visitado en su época por pacientes de distintas provincias del país, que iban difundiendo su fama de sobador eficaz. Otro sobador fue José Ulpiano Lovato, conocido en la actividad deportiva.

El segundo subsistema se refiere a la medicina occidental o científica, considerada oficial en el sistema de salud, la misma que es percibida y cuestionada por ser predominantemente biológica y ligada a intereses de la industria farmacéutica y por desconocer y no valorar las facultades de la medicina natural, al considerarla empírica y sin base de evidencia científica. Sin embargo, la medicina tradicional ha logrado un vasto conocimiento de las plantas medicinales y métodos terapéuticos, en base a los cuales se crearon terapias científicamente orientadas. Por su lado, la medicina científica ha enriquecido el bagaje profesional de la medicina tradicional. En la

actualidad hay una tendencia a complementarse.

Según la información obtenida, dos de los primeros médicos en Conocoto fueron los doctores Araque y Sarzosa. Entre las primeras enfermeras que prestaron atención en el antiguo dispensario de salud de Conocoto podemos mencionar a Anita Espinosa, Bertha González y Felisa Mera. La primera botica en la población fue la botica Bristol, cuyo propietario, Galo Alarcón, era identificado como “el doctor Galito”. El tercer subsistema del cuidado de la salud es el de la medicina popular o doméstica que, en general, se encuentra históricamente en manos de las mujeres y que cuenta con una serie de prácticas, conocimientos y saberes populares (Escuela de Salud Pública de México, 2010). Se ha ido construyendo un saber femenino sobre la base de recursos disponibles como: plantas medicinales, recomendaciones grupales, y por observación y experiencia propia. La aplicación de la medicina doméstica, es una de las más importantes en el proceso de cuidado de la salud, aun antes de acudir a los curadores o a los profesionales de salud (Bermúdez, Oliveira-Miranda; Velázquez, 2005, p. 453-459).

El doctor Jorge Vargas, médico nacido y radicado en la población, señala que en Conocoto el uso de la medicina natural se hace actualmente por costumbre más que por conocimiento. Según dice, se han perdido las recomendaciones ancestrales y las prescripciones sanitarias; se desconoce la dosificación requerida; cuándo emplear la planta en sus distintos estados (fresco o seco); se desconoce también qué valor de uso tienen las distintas partes de las plantas;

peor aún, los efectos adversos y las precauciones en el uso. En consecuencia, la inexistencia del conocimiento rompe con la cadena de trasmisión del mismo. (Bermúdez, Oliveira-Miranda; Velázquez, 2005, p. 453-459).

El mencionado galeno señala tres causas para la pérdida del conocimiento ancestral: 1) El poco interés en la dinámica de los sistemas de conocimiento local y de la compensación al conocimiento de los saberes. 2) La disminución y casi extinción de los huertos familiares, campos agrícolas y bosques secundarios. Ahora las personas compran en el mercado lo que se tenía en las huertas y, muchas veces, también es en el mercado donde reciben información incompleta de las bondades de las plantas y, 3) El expendio de medicina en forma indiscriminada por las casas calificadas para ofrecer fármacos, y acelerada por la publicidad masiva del rápido alivio.

Agrega que en Conocoto el uso de las plantas es recurrente: “usan plantas que hacen parte de la medicina natural como: taraxaco, romero (como antiinflamatoria), sábila (desinfectante e hidratante), manzanilla (para desórdenes digestivos e inflamaciones), diente de león (para problemas de hígado), ortiga (en varios casos como estimulante circulatorio), ajo (sobre todo para la protección de infecciones), orégano (en presencia de cólicos, diarreas), higo (cólicos menstruales), canela (en casos de resfriado) igual que él eucalipto y la menta; pelo de choclo (como diurético), sangre de drago (para irritaciones) agrega también “que en algunas ocasiones su uso tiene un efecto placebo”.

La obstetra Mercedes Aráuz comenta que algunas mujeres que llegan al Centro de Salud usan la canela para ayudar al parto y para disminuir el frío pero, a decir de ella, el efecto es contrario y a veces se debe practicar cesárea por esta razón.

Canela

Lo cierto es que en el Conocoto de antes, las plantas medicinales eran parte importante de los huertos familiares. Esperanza Gallardo, dueña de uno de los huertos medicinales de Conocoto, y quien proporcionó una rica información, refrenda y engrosa el listado: paico para la memoria, floripondio para curar el espanto, ortiga para mejorar la circulación y también, como planta que endereza a las personas, la verbena amarga para la gripe y dolores de huesos;

también está la canela para perfumar los ambientes. Además de las plantas ya señaladas, cuenta en su huerta con el tilo, el cedrón, el llantén, el bledo y la manzanilla. ¡Cómo es de generosa la madre tierra!

Floripondio

En la huerta de Esperanza hay también plantas alimenticias como choclo, fréjol, habas, acelgas, cebollas, perejil, culantro y plantas frutales como las guabas, uvillas, naranjas agrias y dulces, los capulíes, moras, nísperos, granadas, guayabas y jícamas. Así eran las huertas del Conocoto de antes: todo un universo de plantas. ¿Por qué no revivirlas?

Para las malas energías dice Esperanza que se barría la casa con el guanto, el de flores amarillas. Mercy

Giler suma y señala que para limpiar las energías o ahuyentar los malos espíritus se usa ruda, marco y chilca. Como insecticida natural se usaba el tabaco, el ajo y el ají

La falta de reconocimiento y coordinación de los subsistemas de salud señalados, abre puertas a las prácticas generalizadas de la automedicación. Según el Perfil de consumo de medicamentos en la ciudad de Quito, el médico Marcelo Lalama señala que el 36% de los 455 encuestados se automedicaron, en particular el grupo de ingresos económicos bajos. Del total de la muestra, solo el 43% tuvieron información calificada sobre su tratamiento. De los que se automedicaron, 49% se informaron en medios publicitarios.

A decir de Esperanza Gallardo, en el Conocoto de antes se practicaba la interconsulta entre los portadores de la medicina natural: parteras, curanderos y sobadores. Los curanderos se reunían para intercambiar experiencias, para conversar sobre las curaciones, para socializar conocimientos. En una práctica de constante intercambio de servicios por productos, el dinero no era lo más significativo. Señala que los conocimientos curativos son legado colectivo, acervo cultural y, en algunos casos, memoria escrita como “los libros del abuelo Rafael León que, por desgracia, se han perdido”.

8. QUÉ HACER

¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Fito Páez

Después de este recorrido por las distintas manifestaciones culturales tradicionales de Conocoto y luego de verificar que su uso y percepción está disminuido y desvalorizado en el momento presente, surge la pregunta: ¿Qué hacer para que no todo esté perdido? ¿Qué acciones y cambios desarrollar para lograr el florecimiento de las culturas vivas en Conocoto, desde nuestras raíces? ¿Cómo promover y revalorizar la identidad de sus pobladores?

Las respuestas seguramente son múltiples y complejas. Aquí resumiremos algunas recomendaciones generales recogidas durante la investigación:

Profundizar en investigaciones multidisciplinarias sobre la historia de Conocoto y sobre su patrimonio cultural tangible: espacios, lugares, construcciones. Incluir estos temas en el pensum de estudios de escuelas y colegios de este territorio.

Recuperar el uso social de las construcciones tradicionales y fomentar en la ciudadanía la valoración del patrimonio tangible de la parroquia. Gestionar que el Municipio de Quito y el GAD Parroquial cumplan sus competencias cuidando el

patrimonio arquitectónico, con participación de la ciudadanía.

Dado que actualmente Conocoto es en gran medida dependiente de la economía de la capital, es necesario promover emprendimientos artesanales cuyos productos se puedan vender no sólo para los pobladores de este territorio, sino también para los visitantes. Así los recursos quedarían aquí mismo y decrecería el éxodo masivo y diario de la población hacia Quito.

Promover una feria artesanal dominical, con una imagen atractiva y campañas de difusión que promuevan la venida de visitantes en número cada vez mayor y en donde los productos tengan la marca de “Artesanía de Conocoto” con una calidad reconocida. Así como se posicionó el patio de comidas típicas en la Alfaro y Luis A. Proaño, esta feria podría posicionarse en los exteriores del Infocentro y /o Centro Cultural.

Generar mecanismos de capacitación teóricopráctico en algunos oficios como carpintería, zapatería, plomería, construcción, gastronomía, agricultura urbana, a fin de mejorar la calidad de estos trabajos, que siguen siendo necesarios en la actualidad.

Con el crecimiento urbano de Conocoto, la lucha comunitaria con participación de la mayoría de pobladores se fue convirtiendo en lucha ciudadana, en la cual cada sector o barrio lucha por sus propias reivindicaciones. Sin embargo, aprovechando la experiencia de organizaciones como la Asamblea

Popular de Conocoto, es necesario promover y coordinar la acción de los pobladores por necesidades comunes a toda la población, entre las que se destaca la necesidad de una acción cultural sostenida y la generación de espacios y locales adecuados para las manifestaciones culturales y cívicas.

Una acción concertada del Gobierno Parroquial, la Extensión Conocoto de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y las organizaciones populares permitirá promover la participación activa de barrios, urbanizaciones y condominios en la actividad cultural. Así tendremos un territorio con identidad propia: Conocoto, tierra de arte y cultura.

Conseguir cupos de exportación internacional para productos de excelencia, por parte del respectivo ministerio o ente regulador

Recuperar el sentido de la Yumbada y preservarla como patrimonio cultural e histórico de Conocoto y como parte del patrimonio del Ecuador. Promover el conocimiento de esta manifestación ceremonial en todos los sectores de la población de Conocoto.

Exigir estándares mínimos de seguridad alimentaria en los establecimientos de comida de la población, tomando en cuenta el proceso de compra, elaboración y expendio de comida. Además. promover la marca “Conocoto” para los platos típicos y los platos innovadores en la población.

Fomentar la creación de escuelas de formación artística en todas las disciplinas y retomar la puesta

en escena de las distintas expresiones promoviendo la construcción de un auditorio y un ágora adecuados para la difusión de las distintas expresiones artísticas en la parroquia.

Conseguir para Conocoto un estatus político de cantón o alcaldía menor, lo que fuere factible, a fin de poder planificar e implementar nuestro desarrollo como ciudad intermedia, con áreas residenciales y comerciales, con espacios verdes suficientes, con infraestructura vial y de servicios para todos los sectores.

Entender nuestras raíces y promover identidad cultural, estimular sentido de pertenencia y generar entusiasmo en sus habitantes por aportar al buen vivir en nuestra patria chica son tareas complejas que implican esfuerzos perseverantes, así como concertación de pensamientos, voluntades y acciones. Hay que ofrecer nuestro corazón para esta tarea: Conocoto, ciudad ecológica, territorio de arte y cultura.

Referencias Bibliográficas

Aguilar Paul et, al, (1992), Enfoques y estudios históricos, Quito a través de la Historia, Dirección de Planificación. I. Municipio de Quito.

Almeida Reyes Eduardo (s/f), “La Danza del Yumbo en la Comunidad de Rumicucho” provincia de Pichincha.

Balcázar, Balcázar, Virginia Inés, (2017), Revalorización Turística de la Fiesta de la Yumbada de Cotocollao, Tesis. http://www. dspace.uce.edu.ec/bitstream/25000/10324/1/T-UCE-0009-681. pdf

Bermúdez, Alexis, Oliveira-Miranda, Velázquez, María, (2005), La investigación etnobotánica sobre plantas medicinales: una revisión de sus objetivos u enfoques actuales, vol. 30, número 8, pp. 453-459, Caracas, Venezuela en https://www.redalyc.org/ pdf/339/33910703.pdf.

Carrión Fernando (1984), Evolución de la forma de organización territorial en Quito: sus momentos históricos cruciales, Cultura, Revista del Banco central del Ecuador, Vol. VII Número 20,

Cabezas Champutiz, Natalia Isabel y Lincango Oyervide, María Fernanda (2015), Diseño de una propuesta del plan de ordenamiento territorial urbano de la parroquia de Conocoto. http://repositorio.espe.edu.ec/xmlui/handle/21000/9838

Cerón Bernardo (2015) Memoria Descriptiva del Estudio Conceptual-arquitectónico, “Parque Artístico- Gastronómico de Conocoto” Zona 1: Artes escénicas, Conocoto 2014 – 2015. Mimeografiado

Del Castillo Rodrigo, Carofilis Pericles, Burbano Luis (1992) en Quito, Comunas y Parroquias; varios autores, Dirección de Planificación, I. Municipio de Quito.

Escuela de Salud Pública de México, (2010) Transmisión de conocimiento de medicina doméstica de adultos mayores a escolares de quinto grado de primaria Santa María Ahuacatitlán, México. disponible en http://catalogoinsp.mx/ files/tes/051148.pdf

Fauroux Emmanuel (1986), Cambio Social y utilización diferencial del medio natural: El Ejemplo de Loja, Cultura Volumen VIII Número 24b, Revista del Banco Central del Ecuador.

Flores Ivonne, (1998), Identidad Cultura y el sentimiento de pertenencia a un espacio social, recuperado en, https:// cdigital.uv.mx/bitstream/handle/123456789/345/2005136P41.

Colombres Adolfo (2010 - 2011), Nuevo Manual del Promotor Cultural I y II: primera edición, Buenos Aires.

Champutiz Cabezas N, Lincango Oyervide Ma, Diseño de una propuesta del plan de ordenamiento territorial urbano de la parroquia de Conocoto.

This article is from: