(Adelanto) No se vuelve loco el que quiere. H. Castanet

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Serie Tyché Directora: Damasia Amadeo de Freda Castanet, Hervé No se vuelve loco el que quiere: para una clínica de las psicosis / Hervé Castanet –1a edición- San Martín: UNSAM EDITA; CABA: Fundación CIPAC, 2016. 148 pp.; 21x15 cm. (Tyché / Amadeo de Freda, Damasia) Traducción de: Stéphane Verley. ISBN 978-987-4027-27-6

1. Psicosis. 2. Psicoanálisis. I. Verley, Stéphane, trad. II. Título. CDD 150.195

1a edición, septiembre de 2016 © 2016 Hervé Castanet © 2016 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de San Martín © 2016 Pasaje 865 © 2016 de la traducción Stéphane Verley UNSAM EDITA

Campus Miguelete, Edificio Tornavía Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), prov. de Buenos Aires unsamedita@unsam.edu.ar www.unsamedita.unsam.edu.ar Pasaje 865 de la Fundación Centro Internacional para el Pensamiento y el Arte Contemporáneo (CIPAC) Humberto Primo 865 (CABA) Teléfono: (54 11) 4300 0531 pasaje865@gmail.com Diseño de interior y tapa: Ángel Vega Edición digital: María Laura Alori Corrección: Wanda Zoberman Traducción de citas de Antonin Artaud: Gerardo Losada Revisión de la traducción: Damasia Amadeo de Freda Ilustración de tapa: Francisco Hugo Freda, Líneas (fragmento), 2013. Se imprimieron 1000 ejemplares de esta obra durante el mes de septiembre de 2016 en Latingráfica SRL, Rocamora 4161, CABA, Argentina. Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723 Prohibida la reproducción total o parcial, inluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de sus editores.




Prólogo por Adrián Scheinkestel

Reconsiderando la locura

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Discontinuo/continuo

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CLÍNICA ORDINARIA DE LAS PSICOSIS

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Luc: la nebulosa Estelle: ¿qué hace una “muchacha”? Alphonse: una vida de cálculos Caroline: “ocurrió en el club Mickey” Fred: la “máquina de personalidad” Kevin: “el placer del sordo” Paul, Estelle: la retirada del mundo Célia: “mi madre murió”

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PSICOSIS EXTRAORDINARIAS. EL PASAJE A LA ESCRITURA

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Jean-Jacques Rousseau: “ciegos natos” Presidente Schreber 1: “subjetivamente seguro” Presidente Schreber 2: el peligro Antonin Artaud: “En realidad, todo está trucado”

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ANEXOS

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Anexo 1. Un punto de lectura Anexo 2. Retomar un caso. ¿Qué recibe Célia del diálogo con un psicoanalista?

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Bibliografía

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Prólogo

RECONSIDERANDO LA LOCURA

La fórmula que da título a este libro es la misma que el joven Lacan deja grabada en la pared de un hospicio parisino donde realizaba sus primeras prácticas, extrayendo de un solo golpe la ironía que descubría en la esquizofrenia. Esta ironía deja ver un horizonte que se transitará en los renovados avatares teóricos del determinismo en las psicosis. Hervé Castanet nos confía de entrada las razones de esta elección: se constituyó para él en una brújula para su propia práctica y las consecuencias extraídas de ella. Esto se verifica en cada uno de los textos aquí desplegados: ocho casos clínicos de su experiencia personal, más otros tres que tienen por centro la vida y obra de personajes extraordinarios. El trayecto de lectura traza las líneas del nuevo paisaje epistémico en el que se diferencia, ya en los finales del siglo recientemente pasado, la clínica discontinuista del primer Lacan y la nueva clínica continuista, cuyo paradigma queda centrado en las psicosis ordinarias. He aquí unos breves comentarios de algunos casos que establecen un cierto hilo conductor. Sin duda, el primer texto, Luc: la nebulosa, pasa a ser uno de los casos emblemáticos, en el que se recorta este nombre –nebulosa– de tantos otros acuñados a partir del abordaje de las psicosis: confusión, perplejidad, errancia… Luc resultó ser, en sus siete años de asistir a sus sesiones como un metrónomo, un paciente molesto. Molesta a su partenaire-analista, pues es la prueba viviente de lo que no cambia, de lo que retorna una y otra vez al mismo lugar, testimonia de ese suspenso, de esa nada a la que arriban todos sus dichos, todas sus acciones. La clínica es lo imposible de soportar, escribía Lacan; ese imposible que hay que probar en cada análisis y que muchas veces toma el color de la impotencia. 9


Estelle: ¿qué hace una “muchacha”?, otro caso de la serie, da cuenta del tratamiento posible de la psicosis, en el que el analista, lejos de contradecir el sentimiento de locura del sujeto, lo invita a un trabajo serio y aplicado de axiomatización, que posibilitará un apaciguamiento respecto de sus certezas hipocondríacas delirantes ligadas a su ser de “muchacha”. Alfhonse: una vida de cálculos resulta una prueba irrefutable de las consecuencias clínicas de no consentir rápidamente en un diagnóstico comodín –obsesivo con una grave depresión en este caso–, salida fácil y elegante por el lado de la comorbilidad, que vacía la epistemología del diagnóstico y la clasificación de estos tiempos. Reconocerlo enfermo, y de cierta gravedad, permite a este sujeto ir bordeando el agujero abierto por una frase desafortunada de su hijo psicótico: “¡No hacés lo que un padre tiene que hacer!”; sentencia que evacúa todo sentido, sumiéndolo en la perplejidad. Caroline, una mujer con un cuerpo que no encuentra sus límites y testimonia del infierno subjetivo que padece cuando el deseo sexual lo invade. El analista, que no retrocede frente a la psicosis, posibilita que ella nombre una escena, ocurrida a los diez años, en la que se anudaron tensión nerviosa, sexo y podredumbre. Quizá se pueda situar, en este caso, la construcción fantasmática que concluye en un “ser de a tres”, lejos de la problemática edípica. En Célia: “mi madre murió”, asistimos a la no realización de esta frase. Célia perdió a su madre a los tres años de edad; pero esta muerte no se hizo “efectiva”. Explica su mundo de hoy, con esa muerte acaecida hace treinta y cinco años. Es un duelo que se hace infinito, en el que es ella misma la que ocupa por momentos el lugar del muerto. Hervé Castanet hace aquí un clarísimo desarrollo de la particularidad del duelo en la psicosis. En la segunda parte del libro, nos encontraremos con tres ensayos que dan cuenta de una solución, que es el pasaje a la escritura. Con el primero, Jean-Jacques Rousseau: “ciegos natos”, se nos ofrece una lectura que toma como pie de apoyo el objeto a mirada; sus Confesiones basculan entre la palabra transparente que da a ver a sus contemporáneos y aquella otra que surge en el arrebato ciego del sentimiento. Un primer estudio sobre Schreber retoma el objeto mirada, pero correlacionándolo con el acto y el aserto de certidumbre anticipada. Castanet diferencia allí a esta última de la certidumbre a priori, “solo legitimada por el campo de la constatación y de la evidencia en lo visible”. El segundo estudio más bien se interroga por ese doble peligro al que el psicótico se ve confrontado en la invasión del lenguaje por el 10


goce. Schreber oscila entre la muerte de Dios aniquilado en su propio cuerpo y su propia muerte, al ser dejado plantado por el Otro. Solo el “no” encarnado en el propio analista se propone como una salida de este infierno que no reconoce ninguna dialéctica y donde toda recurrencia a un ordenamiento del goce resulta vana y estúpida. Finalmente, Antonin Artaud: “En realidad, todo está trucado”, el más extenso de los ensayos. Locura y obra se demuestran inseparables. El lenguaje fuga y deja tras de sí una dispersión metonímica que prueba el derrumbe del ser del artista, despedazado. El “Teatro de la crueldad”, verdadera invención conceptual, produce una marca indeleble en la historia de la escena. Allí, el autor hace estallar el mal y testimonia, a su modo, que no es el bien lo que el parlêtre busca fundamentalmente; esa mala noticia de la que Freud fue el mensajero, y que definió como pulsión de muerte. Dejo librado al querido lector a sus propios comentarios, ecos de una lectura que no cesa. Adrián Scheinkestel Buenos Aires, 21 de agosto de 2016

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DISCONTINUO/CONTINUO

En un antiguo texto, escrito en 1946, “Acerca de la causalidad psíquica”, Jacques Lacan escribe estas frases conocidas: Y al ser del hombre no solo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad. Para romper tan severa afirmación con el humor de nuestra juventud, muy cierto es que, como hubimos de escribirlo con una fórmula lapidaria en el muro de nuestra sala de guardia, “No se vuelve loco el que quiere”.1

Esta fórmula, “No se vuelve loco el que quiere”, que le sirve de título a este libro, constituyó siempre, para el autor de estas líneas, una brújula. Por cierto, hay que recordar el contexto: � se inscribe en 1946, en contra de la teoría organicista de la locura de Henry Hey, es decir, el órgano-dinamismo2 de Jackson. Lacan, a contrario, afirma una causalidad psíquica, que ubica en la “discordancia primordial entre el Yo y el ser”. La locura encuentra ahí su “estructura fundamental”;3 � se ordena a partir de una teoría de la instancia imaginaria, de la cual se deduce la locura: hay “efectos psíquicos del modo imaginario”.4 El alienado, en el sentido jurídico psiquiátrico, está tomado en una serie de identificaciones: “(…) el primer efecto de la imago que aparece en el ser humano es un efecto de alienación del sujeto. En el otro se identifica el sujeto (…)”.5 1 Jacques Lacan. “Acerca de la causalidad psíquica”, en: Escritos 1. México, Siglo XXI, 1988, p. 166. 2 Ibíd., p. 143. 3 Ibíd., p. 177. 4 Ibíd., p. 168. 5 Ibíd., p. 171.

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A pesar de estas restricciones, que la continuación de la enseñanza de Lacan permite deducir, la fórmula de humor conserva todo su peso en la clínica. El Seminario 3, Las psicosis, de 1955-1956, al que le sigue el artículo “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, de 1957-1958, produce un desplazamiento en el enfoque lacaniano: los hechos imaginarios, incluso los momentos fecundos del delirio, se deducen de ahí en más del agujero (Verwerfung) en el Otro simbólico, donde falta el significante del Otro de la Ley: el Nombre del Padre. La fórmula “No se vuelve loco el que quiere” ocupa ahí un nuevo lugar en una clínica de las clases relacionadas a la estructura.6 La psicosis –como la neurosis o la perversión– no resulta de una decisión o de un querer consciente cualquiera. Afirmar la psicosis como estructura clínica –irreductible al inventario de los meros síntomas y comportamientos observables– es insistir en la repartición de las posiciones subjetivas como modalidades inconscientes de decir no a la castración –el psicótico la forcluye (Verwerfung), el perverso la desmiente (Verleugnung), el neurótico la reprime (Verdrängung)–. El tesoro clínico psiquiátrico, pensado y articulado de nuevo a partir de esta orientación de la psicosis lacaniana, ofrece orientaciones robustas y probadas para las psicosis psiquiatrizadas. La presencia de fenómenos elementales, los trastornos del lenguaje, el intento de cura del delirio, la errancia que desconecta de los anclajes, la predominancia de lo imaginario y las identificaciones masivas, etc., son todas manifestaciones clínicas de la forclusión que permiten ubicar clásicamente una psicosis. Es la clínica discontinuista: los conceptos estructurales de Lacan –presencia o ausencia del Nombre del Padre– permiten responder en el registro de lo certero. El final de la enseñanza de Lacan –a partir del principio de los años setenta– abre otra perspectiva para la psicosis, con una nueva definición de la estructura libre del formalismo estructuralista: “La estructura es lo real que sale a relucir en el lenguaje”.7 Es el mérito excepcional del trabajo llevado a cabo desde hace cerca de veinticinco años por las Secciones, las Antenas y los Colegios clínicos francófonos, bajo la dirección de Jacques-Alain Miller, el haber extraído de esta enseñanza, orientada por lo real, consecuencias para la clínica. 6 Lacan retoma esta fórmula en su clase del 15 de noviembre de 1955. 7 Jacques Lacan. “El Atolondradicho” (1972), en: Otros escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 500.

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La elección es una elección forzada: o bien nuestra clínica será irónica, es decir fundada sobre la inexistencia del Otro como defensa contra lo real, o bien nuestra clínica no será más que un refrito de la clínica psiquiátrica. (…) Lo que digo ahí no le ahorra nada a la clínica psicoanalítica de la psicosis, cuando esta se limita a medir la psicosis con la vara del discurso establecido del analista –esto quiere decir referirla a la norma edípica–.8

Es la tesis de la clínica universal del delirio: “(…) todos nuestros discursos no son más que defensas contra lo real”.9 La paranoia era la psicosis de referencia en el primer tiempo de la enseñanza de Lacan. La construcción de la metáfora delirante –que cobra para el presidente Schreber la forma de una teodicea– recubre ese agujero en el significado –como consecuencia de la forclusión– con su “cascada de los retoques del significante”.10 En la segunda orientación, lo que mejor permite entender esta defensa contra lo real es la esquizofrenia. Para el esquizofrénico, todo lo simbólico se vuelve real. Esta nueva clínica es continuista. Jacques-Alain Miller la plantea de la siguiente manera: “Ya no se distinguen clases sino modos, que son variaciones. Desde entonces se le da lugar a la aproximación. Si el Otro existe, se puede resolver por sí o por no. (…) Pero cuando el Otro no existe, no se está simplemente en el sí o no, sino en el más o menos”.11 Es una clínica no estructuralista de la gradación. No excluye ni el rigor ni la postulación del matema. En la investigación matemática, existen matemas de lo aproximado, de lo borroso. Una consecuencia clínica para la práctica cotidiana se deduce de esto: la psicosis es un concepto amplio que no agota en absoluto las formas clínicas de las psicosis psiquiátricas. Hay psicóticos sin fenómenos elementales, sin trastornos del lenguaje, sin delirio, sin errancia, etcétera. Por el contrario, presentan a menudo una sobrenormalidad que los hace particularmente adaptados. Sin embargo, consultan. Se los ve en el hospital de vez en cuando, otras veces van a los dispensarios; a menudo, al consultorio, sea de un psicoanalista o no. Es lo que llamamos, siguiendo el aporte de Jacques-Alain Miller, la psicosis ordinaria.12 8 Jacques-Alain Miller. “Clinique ironique”, La Cause freudienne N° 23, L’énigme et la psychose, 1993, p. 8 (en los casos en los que no se dispone de ediciones en español, las traducciones son propias). 9 Ibíd., p. 7. 10 Jacques Lacan. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, en: Escritos 2. México, Siglo XXI, 1987, p. 558. 11 Jacques-Alain Miller y otros. La psicosis ordinaria. Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 202. 12 Título de la Convención de Antibes que se llevó a cabo en Cannes en septiembre de 1998.

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Por no cruzárselos nunca –o casi nunca–, la psiquiatría los ignora o los etiqueta con sintagmas sorprendentes: obsesión depresiva, histeria melancoliforme, casos límites, etcétera. ¿Qué clínica corresponde para estos pacientes? ¿Cuál es el lugar del psicoanalista? Los textos que siguen a continuación están ordenados en dos partes. La primera reúne ocho casos de mi práctica –cinco hombres, tres mujeres–. Dos (Alphonse, Fred) fueron vistos una única vez en el marco de una presentación de enfermos en el hospital. A los otros seis los atendí en mi consultorio –a algunos, durante años–. Ahí se despliega una problemática: ¿cómo hizo cada uno para lograr una solución frente a este real-enigma? La segunda se refiere a tres casos de psicosis extraordinarias: Jean-Jacques Rousseau, el presidente Schreber y Antonin Artaud. Dos puntos en común: los tres son paranoicos –o por lo menos se las arreglan con una paranoización frente a lo real–; su solución opera con un pasaje por la escritura. Rousseau inventa conceptos-símbolos que anticipan la Revolución francesa. Schreber produce un testimonio que construye, sin poesía, un sistema teológico. Artaud es poeta –palabras, dibujos–. Estos textos fueron presentados, a partir de 1997, durante los encuentros anuales de las Secciones, las Antenas y los Colegios clínicos francófonos. Los dos artículos dedicados al presidente Schreber dieron lugar a una presentación en la Sección clínica de Aix-Marseille. Estos textos fueron retomados y ampliamente modificados para esta publicación.

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