LECTURAS FREUDIANAS 1

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Para Alicia




Colección: Lectura Mundi Director: Mario Greco Serie: Tyché Directora: Damasia Amadeo de Freda Delgado, Osvaldo L. Lecturas freudianas 1

1ª edición - San Martín: Universidad Nacional de Gral. San Martín. UNSAM EDITA; Fundación CIPAC, 2012. 184 pp.; 15 x 21 cm. (Lectura Mundi. Tyché / Mario Greco) ISBN 978-987-1435-54-8

Psiconálisis. I. Título CDD 150.195

1ª edición, agosto de 2012 © 2012 Osvaldo L. Delgado © 2012 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de General San Martín © 2012 Pasaje 865 UNSAM EDITA

Campus Miguelete. Edificio Tornavía Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), Prov. de Buenos Aires unsamedita@unsam.edu.ar www.unsamedita.unsam.edu.ar Pasaje 865 de la Fundación Centro Internacional para el Pensamiento y el Arte Contemporáneo (CIPAC) (54 11) 4300 0531 Humberto Primo 865 (CABA) pasaje865@gmail.com www.pasaje865.com

Diseño de interior y tapa: Ángel Vega Edición digital: María Laura Alori Corrección: Adriana Monzani Ilustración de tapa: Hugo Francisco Freda. 500 líneas azules y negras (fragmento), 2012 Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723 Editado e impreso en la Argentina Prohibida la reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de sus editores.




Le agradezco a Damasia Amadeo de Freda el impulso y la excelente labor para que este volumen y el próximo sean posibles. Le agradezco a Silvia Bermúdez y al equipo que conformó ‒Sandra Rese, Yamila Meli, Greta Strecher, Verónica Llull Casado y Verónica Wainszelbaum‒ por el laborioso trabajo preliminar realizado. Osvaldo L. Delgado



Nota al lector

Este libro es el primer volumen del curso que el doctor Osvaldo L. Delgado dictó en la cátedra “Psicoanálisis: Freud I” de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires en el año 2006. Se ha mantenido sin modificación alguna el desarrollo conceptual del curso. Las modificaciones que se introdujeron fueron necesarias para conservar las reglas propias de lo escrito sin por ello perder el espíritu del discurso oral. Se ha modificado cierta terminología; se han agregado conectores gramaticales para lograr la fluidez de la lectura; se han introducido los esquemas y cuadros propuestos, y se ha trabajado particularmente sobre la puntuación ‒que en el discurso oral está implícita, pero que en el discurso escrito es imprescindible explicitar para que el texto resulte comprensible‒. Este volumen se ordena en cuatro grandes temas cuyos títulos fueron elegidos por el autor. El primer título, Primeros desarrollos freudianos, agrupa cinco clases; el segundo, Fantasía y pulsión, otras cinco; el tercero, De la experiencia de satisfacción hacia los sueños, cuatro; y el último, Represión e inconsciente: dos conceptos partenaire, las últimas tres. Damasia Amadeo de Freda



Prólogo por Mónica Torres

Instante de ver, tiempo de comprender, momento de concluir

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Parte I PRIMEROS DESARROLLOS FREUDIANOS

17

Clase 1

19

La operación de la defensa I Clase 2

La operación de la defensa II Clase 3

La operación de la defensa III Clase 4

La operación de la defensa IV Clase 5

La operación de la defensa V

27 37 47 53

Parte 2 FANTASÍA Y PULSIÓN

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Clase 1

67

Ahí donde el pensamiento falla, el cuerpo se satisface I Clase 2

Ahí donde el pensamiento falla, el cuerpo se satisface II Clase 3

Un modo de hacer con el deseo I Clase 4

Un modo de hacer con el deseo II Clase 5

Un modo de hacer con el deseo III

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Parte 3 DE LA EXPERIENCIA DE SATISFACCIÓN A LOS SUEÑOS

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Clase 1

111

La cuestión de la satisfacción en los orígenes del psicoanálisis


Clase 2

Deseo: resto de experiencia de satisfacción y elemento formador del sueño Clase 3

Sueños I

Clase 4

Sueños II

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Parte 4 REPRESIÓN E INCONSCIENTE: DOS CONCEPTOS PARTENAIRE

149

Clase 1

151

Todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido I Clase 2

Todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido II Clase 3

Todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido III Bibliografía

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Prólogo

Instante de ver, tiempo de comprender, momento de concluir

Este libro se ocupa de los primeros desarrollos freudianos. Como toda lectura lo es desde una posición, la lectura que Osvaldo Delgado hace de Freud es una lectura que podríamos llamar: “Freud con Lacan”. El ingenio del autor de este libro es lograr, al mismo tiempo, ser fiel al texto freudiano y organizarlo desde una mirada que es lacaniana. El modo en que son presentados en los dos primeros capítulos los dos tiempos del trauma, la primera teoría de la angustia, la defensa, y la relación entre histeria y feminidad así lo demuestran. El concepto de après-coup ‒admirablemente trabajado en el primer Freud‒ marca la definición de la sexualidad como traumática y responde a una lectura epistémica de Freud marcada por la huella de Lacan en el autor. Quizás, el lector que se inicia en el deseo de saber puede creer que el tiempo de comprender es el que determina el momento de concluir. Sin embargo, el maestro, el profesor, el psicoanalista que escribe estas páginas sostiene en su enunciación que es solo porque se llega al momento de concluir que se comprende. Osvaldo Delgado, como muchos de nosotros, marcado por la enseñanza de Lacan y de Miller, sabe que solo Lacan podía decir: “para leer no hay que comprender, hay que leer…”. Nosotros tratamos de elucidar a Freud y a Lacan; no de repetirlos, sino de elucidarlos, sin dejar de ser fieles al texto. Estas lecturas del primer Freud serán útiles tanto para el lector avanzado como para los lectores nuevos. Los jóvenes, siempre bienvenidos, 13


encontrarán entusiasmo en estas lecturas. Los más avanzados lo leerán con gusto. Recordarán, con sorpresa, cómo Freud desde sus comienzos provoca la subversión del sujeto que Lacan clarificará años después. J.-A. Miller es citado en relación al cuerpo: cuerpo de la histérica, cuerpo del mercado; actualidad de Freud en el siglo XXI. Más adelante, Delgado devela, sin necesidad de explicarlo del todo, la teoría del fantasma; lo cito: “cada uno de nosotros tiene un único guión y todas las fantasías que pueda tener son sus variaciones”. Que el artista le lleva la delantera al psicólogo, lo vemos a través de la lectura de la creación artística en el texto“El creador literario y el fantaseo”. El único guión, anteriormente citado, puede conducirnos al fantasma (la fantasía) o al síntoma, no sin pasar por la pulsión. Los conceptos de defensa y de satisfacción preanuncian el de objeto. La pulsión es relacionada con el objeto, y el deseo con el sujeto del inconsciente. El lector se adentrará en la teoría del sueño, su estructura y su satisfacción. Y arribará al descubrimiento del ombligo del sueño como antecedente de lo real lacaniano. En ese mismo sentido, lo real en Freud se develará de manera extraordinaria en el sueño de “Padre, no ves que estoy ardiendo…” y la teoría del despertar que Lacan desarrolla en su Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. También se trabajará la relación entre lo reprimido y el inconsciente: “todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo inconsciente es reprimido”, nos dice Freud. Lo que nos lleva a la represión primaria y a cómo opera esta cuestión en cada una de las estructuras clínicas: neurosis (histeria y obsesión) y psicosis (paranoia). Las “soluciones” freudianas a problemas tan complejos son exploradas con propiedad. Así, Delgado irá llevando al lector, al analizante, al futuro analista, al analizado, hasta uno de los textos más difíciles de Freud, “Recordar, repetir y reelaborar”, donde se esboza la teoría del acto analítico. Finalmente, Delgado articulará en Freud los conceptos de narcisismo, transferencia, complejo de Edipo y de castración, identificación y enamoramiento. Y dejará en suspenso lo que a mi entender es el límite del pensamiento freudiano, que ha sido destacado por Lacan: la diferencia entre la mujer y la madre. La “solución” freudiana equipara la feminidad “normal” a la maternidad. Ese es el límite del pensamiento de Freud. Será Lacan quien separe a la mujer de la madre. 14


Sin embargo ‒esboza Delgado y yo acuerdo con él‒ en “El tabú de la virginidad” Freud hace un elogio de la feminidad en el que Delgado subraya algo que yo también he leído en ese Freud: que una mujer pueda ser otra para sí misma, afirmación de Lacan que está sugerida en “El tabú…”. Pero no para cualquier lectura; para una lectura que ha llegado a su momento de concluir. El lector, lo sepa o no, arribará una y otra vez al momento de concluir. Y no será porque alargue el tiempo de comprender, ya que el momento de concluir determina el tiempo de comprender ‒lo que es experimentado en cada sesión de un psicoanálisis‒; pero serán varias las vueltas dichas para llegar al final… Como en una sesión de análisis, como en un psicoanálisis, como en una clase, un libro, un amor, en fin una vida… este texto tiene varios momentos de concluir que ustedes conocerán après coup de que se produzcan. Comienzo, pues, que es también conclusión. Conclusión que es apertura en lugar de clausura. A mi entender, este es el camino que el lector debe recorrer; que recorrerá si acepta el desafío de leer a fondo estas páginas. Yo, que conozco bien a Freud, que lo he enseñado y trasmitido a otros, lo he hecho… y he descubierto, con la alegría del deseo, otra vez, todavía, lo que hay siempre de novedoso en Freud y que Delgado destaca. El lector más incauto y el más experimentado (que debe ser incauto de su inconsciente para no errar, y lo digo tanto en el sentido de error, como en el de errancia) encontrará razones para el deseo del analista, que desde Freud a Lacan mantiene vivo el discurso analítico. Y debe mantenerlo vivo también en la universidad, allí donde el profesor Delgado, con su larga experiencia, realiza el trabajo más arduo: mantener vivo el deseo del analista a pesar de las dificultades del “discurso universitario”. Muchos son, pues, los posibles lectores de este libro. Al concluirlo, todos estarán agradecidos por la precisión de los conceptos y las referencias. Tendrán una extensa bibliografía que sustenta lo afirmado en él. Y si son afortunados descubrirán que se despierta, una vez más o por primera vez, en cada uno de ellos un estilo de vivir la pulsión que era inédito hasta Freud. Mónica Torres Marzo de 2012 15



Parte I

PRIMEROS DESARROLLOS FREUDIANOS



Clase 1

La operación de la defensa I Contrapunto neuropsicosis de defensa y neurosis de angustia Mecanismo psíquico y Contrapunto de los tipos clínicos y Representación inconciliable y Grupo psíquico separado: anticipo del concepto de inconsciente y La defensa y La representación auxiliar –fuente independiente de displacer‒ (FIDD) y El equilibrio homeostático del aparato y Los acontecimientos traumáticos y Primera teoría de la angustia y y

Con su descubrimiento, Freud produce un salto fundamental respecto de sus maestros. Incluso respecto de esa suerte de maestro y par que era Breuer. Va más allá de ellos y hace una construcción absolutamente nueva. Para el abordaje que nos proponemos de los primeros desarrollos freudianos, en primer lugar debemos establecer una diferencia central. Freud arriba al trabajo de las neuropsicosis de defensa al mismo tiempo que va desarrollando lo propio de la neurosis de angustia. Entonces, para establecer un ordenamiento, lo primero que debemos hacer es un contrapunto entre neuropsicosis de defensa y neurosis de angustia. La neurosis de angustia es un modo de padecimiento por ausencia de mecanismo psíquico. Se produce neurosis de angustia cuando lo que Freud llama “la tensión sexual orgánica” no accede a articularse con representantes psíquicos. Hay un fracaso en la articulación de los representantes psíquicos y esa cantidad. Esa cantidad, esa tensión sexual orgánica ‒que Freud llamará de diferentes modos‒ fracasa en su articulación con la cadena de representantes psíquicos. Así, la primera teoría de la angustia en Freud es la de una energía sexual que no se articula con los representantes psíquicos sino que se transforma en angustia. Veremos más adelante la importancia de esto. Freud hace descripciones para poder situarlo, pero hay que ir tomando los contrapuntos que él mismo hace en el desarrollo. Freud incluso llega a comparar el estado de angustia con un acto sexual, debido a la agitación, la transpiración, etcétera; como si el estado de angustia fuera una metáfo19


ra del acto sexual. Pero fundamentalmente no se trata de esto. Se trata de un problema mayor que tiene que ver, para el psicoanálisis, con la constitución misma del sujeto, dado que no todo el monto de afecto, la tensión irreductible, se articula con los representantes psíquicos. Hay algo que permanece sin articulación. Entonces, tenemos el primer contrapunto. Ahora veremos las neuropsicosis de defensa. Tanto las del tipo clínico de la neurosis, como las de la psicosis, se diferencian de la neurosis de angustia. A su vez, Freud va a diferenciar la neurosis de angustia como tal del estado de angustia. El estado de angustia es un momento. Por eso dirá que responde a un golpe en un momento dado. De este modo podemos encontrar un estado de angustia en el marco mismo de las neuropsicosis de defensa. En “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de ‘neurosis de angustia’” (1894/1895: 112) dice: “El afecto [de angustia] es un estado en extremo pasajero, en tanto que la neurosis es crónica; ello se debe a que la excitación exógena actúa como un golpe único y la endógena como una fuerza constante”. Esta referencia es una anticipación de lo que formulará veinte años más tarde en “Pulsiones y destinos de la pulsión” (1915). La angustia como afecto es el resultado de la imposibilidad del pasaje de la excitación sexual somática a la psique para transformarse en libido. Por otra parte, como fenómeno, la angustia es pasajera. Pero la neurosis de angustia revela que no toda la “excitación sexual somática” pasa a la psique y que esta puede coexistir con las neuropsicosis (neurosis) de defensa. Las neurosis de defensa son crónicas, son una respuesta a esa fuerza constante. Esta fuerza constante que Freud presenta como hipótesis auxiliar y que llama fuente independiente de desprendimiento de displacer en “Las neuropsicosis de defensa” es independiente de la tendencia del aparato psíquico a la homeostasis, al equilibrio. En este texto de 1894, en el “Manuscrito K” de 1895 y en “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa” de 1896, Freud estudia las tres respuestas posibles a lo traumático de esa fuerza constante: histeria, neurosis obsesiva, paranoia. Esas tres respuestas nombran la constitución misma del sujeto del psicoanálisis. Las dos primeras nombran el campo de la neurosis, la tercera el campo de la psicosis. Cuando Freud se refiere a las neuropsicosis de defensa, no lo hace exclusivamente para el campo de la psicosis. Es más bien el trabajo respecto de dos tipos clínicos de la neurosis: la neurosis obsesiva y la neurosis histérica, y dos tipos clínicos del campo de la psicosis: la paranoia y la melancolía. En ese momento todavía los agrupa de este modo 20


y bajo el nombre de neuropsicosis de defensa. Pero recuerden que el tipo clínico que llamamos neurosis obsesiva e histeria pertenece al campo de la neurosis y no al de la psicosis. Justamente, vamos a ver la diferencia importantísima que hay entre el ordenamiento del campo de la neurosis y el ordenamiento del campo de la psicosis. Freud se encuentra con un problema al que denomina fuerza constante o fuente independiente de desprendimiento de displacer. Se trata de un elemento que perturba el equilibrio psíquico, de un exceso en el aparato. Es decir, Freud encuentra como fenómeno clínico una cantidad que perturba el equilibrio del aparato a partir de lo cual la respuesta va a ser lo que formula con el concepto de defensa. Aquí Freud llama a esa perturbación del equilibrio fuerza constante o fuente independiente de desprendimiento de displacer. Aún no tiene el concepto de pulsión. Cuando lo formule, en tanto concepto fundamental del psicoanálisis, va a resumir y subsumir en esa fórmula lo que viene trabajando con estos nombres: monto de afecto, fuerza constante, fuente independiente, etcétera. En definitiva, todo el aparato es una respuesta a esa cantidad perturbadora que queda articulada en un principio ‒en la época que estamos trabajando‒ a la sexualidad infantil con sus acontecimientos traumáticos. Ahora bien, no es solo que el aparato psíquico responda al ingreso de la cantidad, a lo perturbador de esa cantidad; hay que decir que se trata ya de la constitución misma del sujeto para el psicoanálisis. En verdad, el aparato psíquico es un resultado que da respuesta de esa cantidad. Estamos afirmando una cuestión muy importante: el inconsciente mismo es un efecto, una respuesta a lo perturbador. Hay una representación que es intolerable para el yo, que entra en contradicción con este; es una representación que entra en conexión asociativa con la marca que dejó el suceso traumático. En el punto en que es inconciliable con los intereses del yo, la defensa realiza la operación de separar el representante psíquico del monto de afecto con el que está cargada esa representación. El punto a tener en cuenta es que la operación de la defensa respecto de una representación que es intolerable produce lo que Freud llama “grupo psíquico separado”, que es el anticipo del concepto de inconsciente. Son representaciones debilitadas en su significancia, porque al operar la defensa y separarlas quedan debilitadas. Lo primero a tener en cuenta entonces es la defensa respecto de la representación inconciliable. El representante psíquico es inconciliable para el yo porque este representante psíquico, junto al monto de afecto, implica una tensión irreductible. El campo de la neurosis, en cualquie21


ra de sus dos formas, se define por la defensa que opera separando al representante psíquico del monto de afecto: en la histeria, el monto de afecto toma al cuerpo ‒es la conversión histérica‒; en la neurosis obsesiva, el monto de afecto se desplaza hacia otro representante psíquico cualquiera, pero siempre en el sentido de ser otro. Freud desplegará este tema en el “Hombre de las Ratas”, especialmente respecto a la neurosis obsesiva y la sexualización de los pensamientos, y sostendrá que el obsesivo se satisface pensando. Entonces, tenemos la diferencia neuropsicosis de defensa / neurosis de angustia, donde se destaca la diferencia entre estas últimas y el estado de angustia. Para decirlo con palabras de la actualidad: el estado de angustia de hoy en día es lo que conocemos como ataque de pánico. Es un momento que puede durar un día, una semana, un año, pero que no es crónico, como los tipos clínicos de las neurosis o de la psicosis. Ubicamos así una primera diferenciación. Hay tres tipos de modalidades clínicas. El de la neurosis ‒con su vertiente obsesivo-compulsiva, histérica y fóbica‒; el tipo clínico de la psicosis ‒esquizofrenia, paranoia, melancolía, psicosis maníaco-depresiva (bipolar), etcétera‒, y el tipo clínico de la perversión ‒con sus vertientes, que tampoco forman un campo unificado: sadismo, masoquismo, voyeurismo, exhibicionismo, etcétera‒. En el campo de estas patologías de la defensa hay una diferenciación interna: neurosis y psicosis. En la neurosis, existe un padecimiento que tiene relación y articulación con los representantes psíquicos. En la neurosis de angustia, el padecimiento es por la ausencia de mecanismo psíquico; la tensión sexual orgánica no se articula con un representante psíquico y no se transforma en libido, dice Freud tempranamente. La libido es esa tensión sexual o fuerza constante articulada con los representantes psíquicos; es un nombre de la sexualidad articulada con los representantes psíquicos. La cuestión de la libido se relaciona con las neuropsicosis de defensa. Para el campo de la psicosis propiamente dicha, la defensa opera expulsando del campo de las representaciones, al mismo tiempo y de manera conjunta, la representación y el monto de afecto. Aquí Freud trabaja fundamentalmente paranoia y melancolía, aunque despliega más la paranoia. Incluso en 1896 encontramos un caso clínico fantástico. Entonces, en la psicosis la defensa opera no separando representación de monto de afecto, sino expulsando tanto la representación como su monto de afecto fuera del campo de los representantes psíquicos. Cuando hay represión de una representación inconciliable, hay retorno de lo reprimido, que retorna como conver22


sión en la histeria o como pensamiento en el campo de la obsesión. En cambio, en la psicosis no hay retorno de lo reprimido porque no hubo represión, sino expulsión. El retorno que se juega en este campo tendrá características distintas. Lacan lo llama retorno en lo real, y es por eso que no aparece el reproche. En la neurosis obsesiva está siempre presente el reproche, pero en la psicosis el sujeto, en lugar de reprocharse por sus modos de satisfacción desviados, los coloca por proyección en otro: no es su propia instancia psíquica la que lo acusa, es el otro el que lo acusa, el que lo culpabiliza por un modo de satisfacción desviado. Es fundamental, para establecer un diagnóstico diferencial, poder ubicar si un sujeto se reprocha, si se siente o no culpable por un modo de satisfacción. En el campo de la paranoia no hay una mortificación por el reproche, sino que es el otro el que lo acusa y alucina voces que le hablan también de manera acusatoria. Con esto delimito el mapa clínico en cuestión. Insisto en que es necesario hacer un contrapunto entre neurosis y psicosis. Dentro de las neurosis: la obsesión y la histeria, la neuropsicosis y la neurosis de angustia. Freud dice al final del texto “Las neuropsicosis de defensa” (1894): Por último, expondré en pocas palabras la representación auxiliar de la que me he servido en esta exposición de las neurosis de defensa. Hela aquí: en las funciones psíquicas cabe distinguir algo (monto de afecto, suma de excitación) que tiene todas las propiedades de una cantidad –aunque no poseamos medio alguno para medirla–; algo que es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, y se difunde por las huellas mnémicas de las representaciones como lo haría una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos. Es posible utilizar esta hipótesis, que por lo demás ya está en la base de nuestra teoría de la “abreacción”, en el mismo sentido en que el físico emplea el supuesto del fluido eléctrico que corre. Provisionalmente está justificada por su utilidad para resumir y explicar múltiples estados psíquicos (p. 61).

Es la misma formulación en relación con lo que Freud denomina una fuerza constante. Cuando hablamos de una fuerza constante y llamamos a eso sexualidad, no nos referimos a la genitalidad. Es una definición distinta de la sexualidad y un antecedente del concepto de pulsión, concepto que define el campo propio del psicoanálisis. Si quitamos el concepto de pulsión, el psicoanálisis se desarma como construcción teórica. Este es un concepto fundamental que está en los fundamentos mismos de la invención del psicoanálisis. Sin el concepto de pulsión se desarma todo; sin el concepto de pulsión no podemos hablar de síntomas, de actos fallidos, de sueños, de vida amorosa, de efectos de masa, de neurosis, de psicosis. La fuente constante o fuente 23


independiente de desprendimiento de displacer anticipa este concepto fundamental del psicoanálisis. Hay una fuente independiente de desprendimiento de displacer, pero, ¿independiente de qué? Es un lugar de perturbación independiente del principio de constancia y del principio del placer, de la tendencia al equilibrio homeostático del aparato, de las representaciones psíquicas, de los acontecimientos traumáticos acontecidos. Es la hipótesis auxiliar ‒dice Freud‒, y auxiliar no quiere decir que sea secundaria, sino todo lo contrario. Sin esa hipótesis, él no hubiera podido construir nada de lo que construyó en estos textos porque es el núcleo mismo de toda la cuestión. A partir del fracaso de la defensa se originan los síntomas primarios y secundarios, es decir los modos de retorno de eso que ha sido reprimido por la defensa, y en la medida en que esta no es totalmente exitosa retorna como síntoma. En el caso paradigmático de la neurosis obsesiva, opera la defensa, se separa representación de monto de afecto, el monto de afecto carga otra representación, hay síntoma primario (el reproche junto con el recuerdo), retorna lo reprimido, hay producción de síntomas secundarios (ceremoniales, rituales, etcétera.), no se termina de tramitar ese exceso de cantidad en el aparato psíquico, eso insiste, la defensa fracasa. La defensa y todo lo que se continúa ‒que enumerábamos recién‒ son respuestas a la dimensión perturbadora de esa fuerza constante; son respuestas a esa fuente independiente de desprendimiento de displacer. ¿Qué quiere decir respuesta? Es un intento, vía los representantes psíquicos, para tratar lo perturbador de esa fuerza. Como pueden ver en los textos, la represión de ese representante psíquico que entra en contradicción forma lo que Freud llama grupo psíquico separado. Pero ¿separado de qué?: de la conciencia. Esa representación inconciliable, en la neurosis es reprimida bajo el modo de separar representante y monto de afecto, y produce ese grupo psíquico separado que es el anticipo mismo del concepto de inconsciente. El inconsciente mismo, en el campo de la neurosis, es una respuesta. En relación con la psicosis, abordaremos lo que Freud toma como modelo, que es la paranoia con su equivalente: la construcción delirante. El delirio en un psicótico es un intento particular de articulación de esa fuerza constante con los representantes psíquicos. Cuando Freud trabaje más adelante neurosis y psicosis, va a situar para la psicosis un primer momento de irrupción absoluta de esta fuente independiente de desprendimiento de displacer y un segundo momento que llamará intento de curación, de auto curación por parte del sujeto psicótico y que es la construcción delirante. 24


El psicótico se “auto cura” vía el delirio, porque el delirio es una articulación entre lo que aquí estamos llamando fuente independiente de desprendimiento de displacer y la cadena de representantes psíquicos. En los neuróticos, el síntoma ‒entre otras formas‒ es una articulación de los representantes y la fuente pulsional. Su equivalente en la psicosis es la construcción delirante, pero quizá sea dicha construcción lo más logrado como “auto curación”. El delirio del psicótico es una articulación diferente a la solución de la neurosis, construye el segundo representante del cual carece mediante el delirio.

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