LECTURAS FREUDIANAS 2

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Serie Tyché Directora: Damasia Amadeo de Freda Delgado, Osvaldo L. Lecturas freudianas 2 1a edición - San Martín: Universidad Nacional de Gral. San Martín. UNSAM EDITA; Fundación CIPAC, 2014. 176 pp.; 15 x 21 cm. (Tyché / Damasia Amadeo de Freda) ISBN 978-987-1435-72-2 1. Psicoanálisis. 2. Enseñanza Universitaria. I. Título CDD 150.195 071 1

1a edición, abril de 2014 © 2014 Osvaldo L. Delgado © 2014 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de General San Martín © 2014 Pasaje 865 UNSAM EDITA

Campus Miguelete, Edificio Tornavía Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), provincia de Buenos Aires unsamedita@unsam.edu.ar www.unsamedita.unsam.edu.ar Pasaje 865 de la Fundación Centro Internacional para el Pensamiento y el Arte Contemporáneo (CIPAC) (54 11) 4300-0531 Humberto Primo 865 (CABA) pasaje865@gmail.com Diseño de interior y tapa: Ángel Vega Edición digital: María Laura Alori Corrección: Wanda Zoberman Ilustración de tapa: Francisco Hugo Freda, Líneas y curvas (fragmento), 2012 Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723 Editado e impreso en la Argentina Prohibida la reproducción total o parcial, inluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de sus editores.




Prólogo por Damasia Amadeo de Freda

Freud: un pensamiento de actualidad Parte I LA TRANSFERENCIA Clase 1

Transferencia y repetición Clase 2

Transferencia y resistencia Clase 3

Transferencia y sugestión Parte 2 EDIPO-CASTRACIÓN Clase 1

Complejo nuclear de la neurosis. Anudamiento complejo de Edipo-complejo de castración Clase 2

Ödipuskomplex Clase 3

Consideraciones críticas de la concepción freudiana de los complejos de Edipo y de castración Parte 3 PERVERSIÓN Y FANTASMA Clase 1

Fetichismo Clase 2

El fantasma “Pegan a un niño” Clase 3

Algunas consideraciones sobre “Análisis terminable e interminable” Parte 4 MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER Clase 1

Introducción al concepto de pulsión de muerte Clase 2

Introducción al masoquismo

9 13 15 23 31 37 39 47 55

61 63 73 81

93 95 105


Clase 3

Introducción a la segunda tópica Clase 4

Introducción al superyó Clase 5

Sobre la angustia de castración Parte 5 SURGIMIENTO Y ACTUALIDAD DEL PSICOANÁLISIS Clase 1

El surgimiento del psicoanálisis: su contexto cultural. Freud: hijo subversivo de la Ilustración y del ideal de la Razón Clase 2

El psicoanálisis en el debate contemporáneo Clase 3

Cultura, malestar y segregación Clase 4

Fundamento metapsicológico freudiano del llamado “ataque de pánico” Bibliografía

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143 159 165

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Prólogo

FREUD: UN PENSAMIENTO DE ACTUALIDAD

Lecturas freudianas 2 es el segundo volumen de un conjunto de clases que el doctor Osvaldo Delgado dictó en la materia Psicoanálisis: Freud I, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, en el año 2006. Al igual que en Lecturas freudianas 1, se ha mantenido sin modificación alguna el desarrollo conceptual del curso. Las modificaciones que se introdujeron fueron necesarias para conservar las reglas propias de lo escrito, sin por ello perder el espíritu del discurso oral. Se ha modificado cierta terminología; se han agregado conectores gramaticales para lograr la fluidez de la lectura; y se ha trabajado particularmente sobre la puntuación –que en el discurso oral está implícita, pero que en el escrito es imprescindible explicitar para que el texto resulte comprensible–. Antes de hablar del presente volumen, es necesario que me refiera al primero. ¿Por qué? Simplemente, porque encuentro en el conjunto de estas clases una coherencia interna que da cuenta del esfuerzo constante por desentrañar un mismo problema: cómo transmitir el pensamiento freudiano, la obra de Freud, a los estudiantes de Psicología que recién comienzan a introducirse en esa lectura. Pero de alguna manera, cada vez que abrimos sus textos, todos nos iniciamos por primera vez en su lectura: la complejidad del pensamiento de Freud es tan grande que, fundamentalmente, en lo que nos adentramos, una y otra vez, es en un esfuerzo de comprensión. Osvaldo Delgado da sobradas muestras de ese esfuerzo, del cual sale airoso. ¿Y por qué es complejo el pensamiento de Freud? Porque a partir de su invento –el psicoanálisis– todo se trastoca. Para tomar 9


solamente un ejemplo, pensemos en el vocabulario. Palabras que existían antes de su descubrimiento, como “inconsciente”, “deseo”, “fantasía” o “histeria”, adquieren un sentido completamente nuevo a partir de su obra; o palabras que antes no existían, como por ejemplo “psicoanalista”, a partir de su creación, harán su entrada en el siglo XX con una potencia tal como para transformar la realidad efectiva, hasta el punto de que la idea del hombre, pero sobre todo el hombre mismo, nunca más volverá a ser lo que era. Basta con leer los índices de Lecturas freudianas 1 y 2 para hacerse una idea de tal transformación. El primer volumen comienza planteando a la defensa como lo que constituye a todo aparato psíquico; continúa con el problema de la paradójica satisfacción del cuerpo –ilustrada a partir de los síntomas histéricos de los primeros casos de Freud–; sigue por la temática de la no menos paradójica realización del deseo –cuyo logro más acabado Freud la encuentra en el sueño–; y concluye con el planteamiento acerca de qué puede ser el inconsciente más allá de la idea de represión. Quisiera destacar que todas estas cuestiones son tratadas por el autor a partir de lo que “no hay” y “sí hay” para el psicoanálisis, tal como Freud lo concibió. Podremos leer así que no hay un objeto predeterminado para la satisfacción sexual, que no existe “el” objeto que haría falta para una supuesta complementariedad entre los sexos, pero que tampoco existe una representación que nombre al objeto que haría falta; en cambio, sí hay una fuente constante de desprendimiento de displacer; sí hay un falso enlace entre las representaciones –del cual el psicoanalista es uno más–; sí hay inadecuación de objeto; sí hay sexualidad en la infancia y sí hay satisfacción de la pulsión parcial. Lecturas freudianas 2 no hace más que profundizar estos aspectos. El presente volumen está dividido en cinco partes. En la primera, que trata sobre la transferencia, se pone el acento en su faz de obstáculo para el avance del tratamiento. Para ello, Delgado recurre al concepto freudiano de agieren (el actuar), que sintetiza lo que se repite en acto porque el aparto psíquico no puede asimilar, lo que se actúa porque no se puede recordar y, más aún, lo que no se puede recordar porque nunca fue olvidado –motivo por el cual Freud va a considerarlo como “un fragmento de la vida muy penoso”–. En las siguientes dos clases de esta primera parte, advierte sobre el peligro de utilizar la transferencia en provecho de la sugestión y concluye advirtiendo que una tal tergiversación de la idea de lo que es un psicoanálisis podría transformar el dispositivo analítico en una masa de dos. 10


En la segunda parte trata el complejo de Edipo y el de castración. Allí, pone el acento en la imposibilidad estructural de acceso al objeto por estar perdido para siempre, luego de una primera pero también mítica experiencia de satisfacción; imposibilidad de acceso que luego el Edipo, en cuanto aparato simbólico, en cuanto ficción, va a ocuparse de transformar lo imposible en prohibición. Asimismo, va a destacar en estas clases que la función del falo, como “premisa universal del pene”, es marcar el cuerpo femenino con una ausencia, con una falta, que dará paso en ambos sexos al horror a lo femenino por ser considerado como afectado por la castración. Esta segunda parte concluye con las desviaciones y confusiones a las que se prestaron más tarde, dentro y fuera del psicoanálisis, las ideas que condensan el complejo de Edipo y el de castración descubiertos por Freud. Tres son las clases de la tercera parte, en cuyas dos primeras se puede observar un contrapunto entre lo que es fantasía y lo que es perversión. Aquí, la idea freudiana de que la neurosis es el negativo de la perversión, cobra todo su valor. En la primera clase aborda el problema del fetichismo que, más allá de lo que atañe al cuadro clínico de perversión, señala el extremo al que puede llegar la inadecuación del objeto para la satisfacción sexual. La segunda (El fantasma “Pegan a un niño”) es un anticipo de lo que trabajará en la cuarta parte, ya que pone de relieve la matriz de lo que profundizará a continuación, y que será la pregunta que atravesará las clases siguientes: ¿qué puede querer decir que el ser humano encuentre una satisfacción en el dolor? Esto se enlaza al problema de la finalización del análisis, dado que en la tercera clase nos muestra cómo Freud encuentra en sus pacientes –llegados a ese punto– una poderosísima resistencia a la curación. La cuarta parte es la más extensa y, seguramente, la más compleja, dado que interroga y desarrolla las últimas consideraciones de Freud. Aquí, el panorama se oscurece, porque para Freud el sentido de la vida se ensombrece. Nociones tales como pulsión de muerte, masoquismo erógeno, femenino y moral, reacción terapéutica negativa y compulsión del síntoma anticipan la idea a la que arriba Freud a partir de la clínica, de que el hombre no apunta a su bien sino a un “más allá del principio de placer”. Así, temas tales como el juego del fort-Da, los sueños traumáticos, la compulsión a la repetición, la instancia crítica del superyó, el sentimiento inconsciente de culpabilidad o la necesidad de castigo desfilarán por estas clases. Finalmente, la última parte del curso: un paneo por las condiciones sociopolítico-económicas y artístico-filosóficas que conformaron un 11


tipo de cultura y que permitieron –o al menos fueron el contexto– del surgimiento del psicoanálisis a fines del siglo XIX y principios del XX. Se trata de un elogio a Freud y a su descubrimiento; un verdadero homenaje a aquel que subvirtió el saber y la idea que, hasta el momento, el hombre tenía de sí mismo. Como en el trazado de un arco, Osvaldo Delgado llega hasta la actualidad y reflexiona sobre el malestar actual en la cultura para compararlo con el de la época de Freud. No se amedrenta ante la aparición de nuevos síntomas; sin titubear, fundamenta al cada vez más extendido “ataque de pánico”, a partir de las nociones de angustia trabajadas por Freud en distintos momentos de su obra. La complejidad que dejan entrever estos temas indica que introducir el psicoanálisis –y más específicamente la obra de Freud– no es tarea sencilla. De hecho, lo asombroso de estos cursos es que a medida que avanzamos en su recorrido, nos vamos encontrando con temas cada vez más complejos siempre tratados con mucha claridad. Tarea difícil, porque para lograr una trasmisión precisa y simple es necesario tener una noción esclarecida del conjunto, y para ello se requiere de un profundo conocimiento de los textos. No obstante esto, ese arte no se les da a todos. Para terminar, ¿qué quiere decir interrogar a Freud en el siglo XXI? ¿Qué razón habría para continuar leyéndolo hoy en día? Considero –y en ese sentido Lecturas freudianas alienta mi idea– que el pensamiento de Freud sigue siendo de actualidad y que el estudio de su obra es imprescindible, dentro y fuera de la universidad. Porque el psicoanálisis no es una práctica en desuso, ni Freud es viejo por pertenecer al siglo XX. El psicoanálisis es una práctica de la palabra, una experiencia subjetiva y existencial que no encuentra parangón en la actualidad. Como práctica, el acto analítico es individual y privado, en el sentido íntimo del término. Como teoría, es un arma –de las más poderosas– para leer e interpretar la subjetividad de la época que nos toca vivir. Freud sentó las bases y dejó las herramientas; a los psicoanalistas del siglo XXI nos toca velar para que esos cimientos no se destruyan, y nos corresponde hacer de esas herramientas, las armas para sostener y defender su causa. Una de las formas de lograrlo es manteniendo viva la llama de su transmisión, solo así el psicoanálisis va a asegurarse el lugar que le corresponde en el concierto de los discursos. Dicho esto, es un honor para la Serie Tyché publicar el segundo volumen de Lecturas freudianas. Damasia Amadeo de Freda

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Parte I LA TRANSFERENCIA



Clase 1

TRANSFERENCIA Y REPETICIÓN Abstención del analista Recuerdo/repetición y Transferencia motor/obstáculo y Presencia del analista y y

Desarrollaremos dos conceptos fundamentales del psicoanálisis: la transferencia y la repetición. Muchas veces, suele haber cierta confusión entre ambos, ya que en algunos momentos Freud se refiere a la transferencia como una repetición, pero en verdad se trata de conceptos diferentes. Tienen relación entre sí, pero el concepto de transferencia no está subsumido al de repetición. Vamos a abordar fundamentalmente dos textos: “Recordar, repetir y reelaborar” y “Sobre la dinámica de la transferencia”. Sabemos que la regla de la asociación libre es la que viene a ocupar el lugar de la sugestión y del artificio de la presión sobre la frente. Se puede pensar el surgimiento mismo del psicoanálisis –a diferencia de los maestros anteriores a Freud– a partir de la formulación de dicha regla, pues es la que da cuenta del inconsciente dinámico y de lo específico de la labor del analista. La comunicación de la regla fundamental de asociación libre marca las condiciones de la apertura del inconsciente: “Diga lo que quiera, sin censurarlo, sin juicio previo, diga todo lo que llegue a su cabeza, sin seleccionarlo previamente”. Es la regla que el analista le comunica al analizante, sancionando de ese modo, el inicio del análisis en el pasaje de las entrevistas preliminares al psicoanálisis propiamente dicho. Esta regla vale tanto para el analizante como para el analista, pues este último no puede hacer ninguna otra cosa más que someterse él también a lo que ahí se produce y, en consecuencia, escuchar e interpretar –desde lo que Freud llama posición de atención flotante– los representantes psíquicos que insisten o que se producen en los tropiezos, en los lapsus. La regla de la asociación libre encuentra, a esta altura, su regla partenaire que es la denominada regla de abstinencia. 15


Lo primero que vamos a despejar es que la regla de abstinencia no tiene un fundamento moral –como vulgarmente se la entiende–, sino ético. No se refiere a que no haya encuentros sexuales entre analista y analizante, desde ya. Va más allá de una cuestión de prohibición. En el mismo momento en que hay una respuesta amorosa o sexual por parte de un analista, deja de haber análisis; cae el dispositivo analítico: o hay análisis o hay encuentro amoroso. Pero la regla de abstinencia va mucho más allá de esto, pues el analista puede satisfacer demandas del analizante de muchas maneras. Sabemos que hay personas que se satisfacen con un trato frío, distante u hostil. El absoluto silencio por parte del analista también puede ser un modo de satisfacción. Hay gente que cree que si un paciente pide un vaso de agua y el analista se lo alcanza, está satisfaciendo una demanda cuando, en verdad, puede estar satisfaciéndola al negárselo. Lo que Freud dice es que no debemos satisfacer los subrogados amorosos. Y se puede satisfacer un subrogado amoroso dando un beso o un abrazo, o se puede satisfacer un subrogado amoroso con un trato hostil. La regla de abstinencia se refiere a que el analista debe abstenerse de satisfacerse subjetivamente y de la satisfacción de sugestionar. Por ejemplo, una manera puede ser colocarse en el lugar de aquel que puede ser director de la vida de alguien, satisfacerse con sus propios ideales y, entonces, dirigir la cura desde allí o desde lo que considera conveniente para una persona. Debe abstenerse de pretender que el analizante logre un modo de armonía amoroso y sexual de acuerdo a los ideales o a la moral propia, y debe abstenerse de satisfacer la demanda del paciente de ser sugestionado, porque el neurótico demanda que se lo sugestione. Pero la abstinencia central del analista; el imperativo ético al cual debe someterse y sobre el cual debe sostener una abstinencia absoluta; la abstinencia más difícil de registrar, más difícil de respetar; la que a los analistas nos hace todas las zancadillas y abre a todas las tentaciones cotidianas habidas y por haber, es la de dar sentido. Su decir interpretativo debe ser enigmático para que el analizante realice, a partir de ese decir enigmático, una interpretación, siempre y cuando pueda preguntarse: ¿Qué me quiso decir con eso, el analista? Y esto es así porque el sentido es el problema central de la neurosis. Podemos definir la neurosis como la aspiración al sentido y el horror al encuentro con el sin sentido. La regla de abstinencia no se pone al servicio del sentido, que tiene que ver con el narcisismo. Por eso, el acto analítico es una herida narcisística, y no solo respecto a los ideales del yo. El analista, sometido a la regla de abstenerse de dar sentido, modifica la aspiración de sentido. Es cierto que el analista debe saber regular 16


esto, porque el efecto del encuentro con el sin sentido –que es uno de los nombres de la castración– causa angustia. El analista debe ser muy cuidadoso ya que, por ejemplo, no sería pertinente operar desde el sin sentido ante la llegada de un paciente en un estado de angustia y de un desorden yoico importante. Hay allí una cuestión muy delicada, dado que el analista no solo debe sostener su decir como enigmático, sino que debe estar atento a cómo es escuchado por el analizante; no conformarse con que su decir ha sido enigmático y creer, por lo tanto, que todo seguirá su marcha. Porque si es escuchado como una orden, como un imperativo, la angustia que aparece no es la angustia ante el encuentro del sin sentido, sino que es la angustia por lo que provocó una orden, que no es lo mismo. En este momento de la obra, el rol del analista es el de no satisfacer la demanda de sentido y explicar cosas, porque eso es dar sentido. Sería lo opuesto al esfuerzo pedagógico que estoy haciendo ahora al dar sentido, explicando, aclarando, razonando. Ahora bien, hay momentos en los que un analista necesita hacer cierta construcción de sentido: en una situación de urgencia, en un momento de angustia, de precipitación de un duelo, en un proceso de melancolización. Hay muchos momentos en una cura en los cuales un analista debe aportar algunas palabras para que se reconstruya cierto sentido. No podemos vivir en el sin sentido; no es un lugar habitable. Las ideologías, las religiones, etcétera, son sentidos. A veces hay que hacer una construcción de sentido y otras, hay que proponerle a alguien finalizar la sesión, que vuelva en una hora, al día siguiente o esa misma noche. Y esto no es la caída de la regla de abstinencia. Al contrario; es estar a la altura de la dignidad y de la responsabilidad que implica ofertarse en ese papel. A la gente, en la vida, le pasan cosas duras y, al mismo tiempo, los análisis pueden producir conmociones fuertes. Por eso es importante que un sujeto se despierte, por su propia neurosis, del aplastamiento del sueño en el que está sumergido en su vida, pero hay que regular los modos de ese despertar. Algunas personas tienen recursos para soportar esto: los artistas, por ejemplo. En efecto, el arte es un saber hacer con los efectos del sin sentido. Vayamos al texto “Recordar, repetir y reelaborar”, escrito en 1914, que da el soporte conceptual y metapsicológico al conjunto de los llamados Escritos Técnicos de Freud –entre los cuales también está “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, de fundamental importancia en la formación del analista–. En él, hay dos problemas que trataremos: el primero es que Freud trata de sostener al máximo 17


la concepción de que el análisis es una teoría del recuerdo y que, por lo tanto, trata de llenar las lagunas del recuerdo. Según esta concepción, la neurosis tiene que ver con los olvidos, y el trabajo del análisis es recuperar los recuerdos olvidados. Si bien Freud trata de sostener esta idea, se le cae a pedazos en el mismo texto. Allí se encuentra con que un análisis no es armar una biografía en la conciencia ni es un estudio antropológico biográfico. El inconsciente no es algo que estaba ahí, esperando ser descubierto, como haría un antropólogo. El inconsciente es algo que se produce en el presente, es algo vivo, actual. El análisis no es una teoría del recuerdo, y esto es así porque existe la repetición –un concepto fundamental del psicoanálisis–: la insistencia repetitiva de representantes psíquicos que, hasta cierto punto, han traumatizado al sujeto. Si hay testimonio verificable de la repetición, se puede ubicar el diagnóstico estructural entre neurosis y psicosis. Les doy un ejemplo sencillo que no agota el tema, pero aclara: cuando se dice que siempre se tropieza con la misma piedra –algo que se suele ver claramente en las cuestiones amorosas–: “Este me parecía diferente al otro, pero es lo mismo, la misma situación, etcétera”. Eso es encontrarse con un modo de la repetición en la vida. Es más, alguien puede ir al análisis angustiado, sin saber qué le pasa, o estar en un vínculo amoroso nuevo y, sin embargo, estar angustiado. El analista pregunta y encuentra que en todos los vínculos amorosos de esa persona hay un mismo elemento que se repite. Encontrar el elemento repetitivo es una operación fundamental del analista y de un análisis. Tenemos un problema entonces: cae el psicoanálisis como teoría del recuerdo. Ni con llenar las lagunas del recuerdo hacemos nada, ni con la reconstitución de la biografía y el recuerdo de lo olvidado. Incluso, hay un cambio en este texto: el sujeto repite porque no recuerda. Freud ubica el agieren como modo de recordar, lo que abona el segundo problema. Recuerden que el primer problema es que el inconsciente se produce, es actual, y si se trata de la repetición, llenar las lagunas del recuerdo no soluciona el problema de la repetición. En un análisis obtenemos, a partir de la represión, los modos de retorno de lo reprimido. Allí tenemos todo lo que es del orden del circuito represión-retorno de lo reprimido que se pone en juego en el análisis. Pero hay algo que excede al inconsciente. Puedo decir que el inconsciente es ese proceso de represión-retorno de lo reprimido gobernado por la repetición. Pero Freud se encuentra con que en un análisis se ponen en juego, en acto, en la transferencia, fragmentos de la vida muy penosos, que no indican un retorno de lo reprimido porque jamás 18


lo han sido. Siempre, y en todos los casos, fueron penosos, insisten, y se presentan en la cura por un andarivel distinto al de la represión-retorno de lo reprimido. Que siempre hayan sido penosos implica que no se trata de algo placentero para una instancia y displacentero para otra –como en el caso en que opera la represión y el retorno de lo reprimido–. No, fueron displacenteros siempre. Esto es un anticipo de la pulsión de muerte y del masoquismo primario que veremos más adelante. Dice Freud, al hablar del circuito represión-retorno de lo reprimido: Los otros grupos de procesos psíquicos que como actos puramente internos uno puede oponer a las impresiones y vivencias (fantasías, procesos de referimiento, mociones de sentimiento, nexos) deben ser considerados separadamente en su relación con el olvidar y el recordar. Aquí sucede, con particular frecuencia, que se “recuerde” [al colocarlo entre comillas, Freud indica que no es el recuerdo que se relaciona con el retorno de lo reprimido, sino que está hablando de otra cosa], algo que nunca pudo ser “olvidado” porque en ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consciente [siempre fue penoso y nunca se lo reprimió, por lo tanto, no puede retornar como retorno de lo reprimido]; además, para el decurso psíquico no parece tener importancia alguna que uno de esos “nexos” fuera consciente y luego se olvidara, o no hubiera llegado nunca a la conciencia (pp. 150-151).

Y continúa más abajo: Para un tipo particular de importantísimas vivencias, sobrevenidas en épocas muy tempranas de la infancia y que en su tiempo no fueron entendidas, pero han hallado inteligencia e interpretación con efecto retardado (nachträglich), la mayoría de las veces es imposible despertar un recuerdo. Se llega a tomar noticia de ellas a través de sueños, y los más probatorios motivos extraídos de la ensambladura de la neurosis lo fuerzan a uno a creer en ella (p. 151).

Hay que tener presente esto junto al párrafo siguiente: El hacer repetir en el curso del tratamiento analítico, según esta técnica más nueva, equivale a convocar un fragmento de vida real, y por eso no en todos los casos puede ser inofensivo y carente de peligro. De aquí arranca todo el problema del a menudo inevitable “empeoramiento durante la cura” (pp. 153-154).

Este segundo problema –el de esos fragmentos penosos que nunca fueron reprimidos– anticipa un cambio fundamental en la teoría pulsional y plantea un problema clínico. El cambio es que lo primario, en el ámbito de las pulsiones, no es el sadismo sino el masoquismo. Y el problema clínico y crucial de todo análisis se llama reacción terapéutica negativa, que tiene que ver con que el sujeto, cuando se acerca hacia el 19


fin de su análisis, busca conservar el padecimiento que lo trajo a la cura y del que parecía querer desembarazarse, defendiéndolo como su bien más preciado. Este punto entra en relación con los fragmentos penosos que jamás fueron olvidados. Freud afirma que el paciente se ve obligado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en lugar de recordarlo en calidad de fragmento del pasado. Esa repetición se juega en el terreno de la transferencia y se relaciona siempre con un fragmento de la vida sexual infantil. Dicho fragmento revivido en el análisis sirve para fundar la convicción del analizante en el inconsciente. Les había dicho que son dos problemas: el primero, que no es una teoría del recuerdo, ya que el inconsciente se produce en acto; y el segundo, que no todo se juega en el circuito represión-retorno de lo reprimido, debido a que hay fragmentos que siempre fueron penosos y no fueron reprimidos. ¿Cuál es la relación entre ellos? Justamente, que el concepto de repetición no coincide con el de transferencia. Si el aparato psíquico solo fuese consciente e inconsciente –o sea, represiónretorno de lo reprimido–, transferencia y repetición coincidirían. Ahora, otra cuestión. El concepto de inconsciente psicoanalítico incluye el papel del analista: sin analista, no hay inconsciente psicoanalítico. Es cierto que todas las personas sueñan, pero una cosa es soñar estando en análisis y otra es soñar no estándolo, porque el sueño, en el primero de los casos, es un sueño dirigido al analista, dado que incluye una demanda de desciframiento. En la psicosis también hay sueños, pero allí el sueño tiene otro valor. Mientras que en la neurosis el analista interpreta los sueños, en la psicosis, en general, los sueños están destinados a orientarlo, a advertirle: “Por acá no te metas, porque me arruinás la vida”. Actúan como el cartel de “Prohibido pasar”. Por lo tanto, el analista debe estar muy atento a los sueños en la psicosis, no para interpretarlos, sino para orientarse y bordear ese camino. ¿Cómo se piensa al analista a nivel de la represión-retorno de lo reprimido? Como un representante psíquico más, al que Freud llamó desde el comienzo falso enlace. Mientras que haya desplazamiento, hay transferencia. Recuerdan la conexión de un representante psíquico con otro: se desplaza el monto de afecto de un representante psíquico a otro. Falso enlace, desplazamiento y transferencia motor son sinónimos. El analista es un representante psíquico más, que el monto de afecto carga. Pero no solo es eso. Si fuese así, el aparato psíquico sería consciente-preconsciente-inconsciente y represión-retorno de lo reprimido. Pero también está el deseo inconsciente al cual se lo reprime, retorna 20


desplazadamente, se lo transfiere, pero eso no es todo. Falta la parte más compleja y complicada, porque el analista, a su vez, viene a ocupar un lugar con relación a esos fragmentos de vida penosos que no fueron reprimidos. Ahí, la transferencia ya no es motor sino obstáculo, dado que allí no hay apertura del inconsciente ni falso enlace, ni desplazamiento, ni asociación libre, ni producción de lapsus, ni actos fallidos. Y allí aparece la otra cara de la transferencia: la transferencia como obstáculo. Pero obstáculo no quiere decir que sea algo a descartar. Todo lo contrario: es ahí donde se juega el partido más importante. El analista ya no es un representante psíquico para el falso enlace. Ya no tiene nada que ver con la represión-retorno de lo reprimido; tiene que ver con un fragmento de vida muy penoso. En todo análisis, el psicoanalista está relacionado con la transferencia motor –como apertura del inconsciente– y la transferencia obstáculo –como cierre del inconsciente–. Quiero que quede claro que “obstáculo”, en este caso, no es un problema o un error, sino que aquí tiene un valor fecundo. Esto habla de dos caras de la repetición: por un lado, como la insistencia de los representantes psíquicos que no terminan de nombrar el trauma y, por lo tanto, inscriben diferencia y, por otro, como eterno retorno de lo igual, como lo que empuja a la repetición de los representantes psíquicos. Es el eterno retorno de un encuentro fallido. En “Sobre la dinámica de la transferencia”, Freud sostiene que la transferencia se produce necesariamente como un cliché que se repite. Este cliché son los objetos en la fantasía, los objetos del narcisismo secundario. Cuando el análisis avanza hacia ciertos complejos psíquicos, la resistencia se sirve de la transferencia ya instalada, la corriente tierna de la apertura del inconsciente da lugar a la transferencia erótica o a la hostil –como cierre del inconsciente–, y se revela la presencia del analista –por ocurrencias relativas a él– que muestra que este no solo ocupaba el lugar de causa del decir, sino del objeto fijado de la pulsión parcial. En el capítulo “La transferencia como motor”, de mi libro La subversión freudiana y sus consecuencias, lo digo del siguiente modo: En el texto “Sobre la psicoterapia de la histeria”, que es anterior a “La interpretación de los sueños”, Freud habla de transferencia. El concepto de transferencia que Freud ubica ahí está sostenido por el concepto de falso enlace; falso enlace habla de un movimiento, del desplazamiento; hay solidaridad entre desplazamiento, transferencia y falso enlace. Se trata del desplazamiento de las representaciones inconscientes hacia el analista; como en ese momento de “Sobre la psicoterapia de la histeria” Freud está trabajando sobre la base

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de la teoría del recuerdo, se trata de hacer recordar para llenar las lagunas mnémicas y de ese modo se solucionan los síntomas, la transferencia como falso enlace se le aparece como obstáculo. Dice: “Tras enterarme yo del obstáculo y removerlo, el trabajo vuelve a progresar y hete aquí, que el deseo que tanto espanta a la paciente, aparece como el recuerdo siguiente: el recuerdo patógeno exigido ahora por el nexo lógico…”. El desplazamiento, dijimos, es solidario de transferencia en ese momento y solidario de falso enlace; el desplazamiento se sostiene en las asociaciones extrínsecas. En este punto el analista es un representante cualquiera, nimio, como un resto diurno, un representante cualquiera que hace posible el falso enlace. En este sentido, el lugar del analista aparece articulado con las formaciones del inconsciente (pp. 145-146).

Las mociones inconscientes no aspiran al recuerdo –como la cura lo demandaría–, sino que buscan reproducirse bajo su capacidad alucinatoria y atemporal. Dice Freud en “Sobre la dinámica de la transferencia”: Esta lucha entre médico y paciente, entre intelecto y vida pulsional, entre discernir y querer “actuar”, se desenvuelve casi exclusivamente en torno de los fenómenos transferenciales. Es en este campo donde debe obtenerse la victoria cuya expresión será sanar duraderamente de la neurosis. Es innegable que domeñar los fenómenos de la transferencia depara al psicoanalista las mayores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos brindan el inapreciable servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes; pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in efigie (p. 105).

La conexión transferencia-resistencia surge solo cuando se está a punto de recordar un fragmento penoso. ¿Por qué esta resistencia a librarse de lo penoso? ¿Qué relación tiene la resistencia con una paradójica satisfacción en lo penoso? ¿Qué debe hacer el analista en este punto? (...) hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados. Es que uno no podría ofrecer otra cosa que subrogados, puesto que la enferma, a consecuencia de su estado y mientras que no hayan sido levantadas sus represiones, será incapaz de lograr una efectiva satisfacción (“Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, p. 168).

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