Diatreinta 72

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Titular principal -------------------ELECCIONES EN EL PERÚ

REVISTA EDITADA POR LA CARRERA DE CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD PRIVADA DEL NORTE

La insoportable levedad del AÑO XI Nº 72 TRUJILLO, ABRIL DEL 2011 ser Por Orietta Brusa

----------------------Titulares secundarios ----------------------VENGADOR ANÓNIMO

¿Cómo se lucha contra el delito en la tierra de nadie? Por Kenyi Risco

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HISTORIA PARA ADICTOS

El «porno» del cine «Chimú» Por Ángela Mariñas ---------------------------COMER AL PASO

Los picarones ELECCIONES EN EL PERÚ de «Doña Melva»

La insoportable levedad del ser Por Orietta Brussa

Por Ana Rita Cabeza y Mayra Florián

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Además: Un viaje//alElpaís de ¿Cómo se lucha contra el delito en la tierra de nadie? VENGADOR ANÓNIMO. “porno” Evo Morales. Una crónica del cine “chimú” HISTORIA PARA ADICTOS. // Los picaronesde deRomy “DoñaFrantzen Melva” COMER AL PASO. // además: UN VIAJE AL PAÍS DE EVO MORALES. Una crónica de Romy Frantzen


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AÑO XI nº 72 TRUJILLO, ABRIL DEL 2011

Director Luis Eduardo García Comité Editorial Richard Licetti luis Felipe Alvarado Coordinadora de Edición Ana Rita Cabeza Diseño y Diagramación Richard Moreno Concepto portada Diego Torres columnistas Richard Licetti Alfieri Díaz JAVIER RODAS Redactores Emilie Kesch Ángela Mariñas Boris Baltodano Autores Alberto Alarcón Orietta Brussa Fátima Madi Luck Kenji Risco Mayra Florián Ana Lucía Gómez Colaboradores César Miraval kattia Quintanilla Ana Lucía Morales Jorge Luis Cueva Brayan Vera STEPHANY LI LU

Revista Editada por la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte

Las opiniones vertidas en los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente las opiniones y juicios de díatreinta.


Luis Eduardo García leg@upnorte.edu.pe

Carta del director

Políticos e improvisados

¿

Cuánto se ha devaluado la política peruana para que deportistas, cantantes y vedettes sin ninguna formación ideológica sean requeridos por partidos y movimientos? El diccionario de la RAE llama a la política «Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados». Al arte: «Virtud, disposición y habilidad para hacer algo». A la doctrina: «Enseñanza que se da para instrucción de alguien». Y a la opinión: «Dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable», así como también «Fama o concepto en que se tiene a alguien o algo». La política sería entonces, por extensión, la capacidad para gobernar, enseñar y difundir puntos de vista sobre asuntos que tienen que ver con la vida de los ciudadanos. Esto quiere decir que se trata de un oficio, empleo o profesión de enorme importancia para la sociedad, y por el que es legítimo percibir una retribución económica. En la antigüedad, la política, por su misma naturaleza, requería de ciudadanos preparados, probos y conscientes de que representaban a las mayorías que los elegían —o dejaban que ejercieran de facto su representación— para que garantizaran la vigencia de sus derechos. Al menos esto era así en teoría. Mal que bien, los políticos se preparaban para gobernar, profesaban una ideología, formaban una especie de linaje, hacían una carrera de años, trataban de entender cómo funcionaba el Estado y ponían en práctica las mejores recetas para gobernar. El poder político se basa en la prepotencia, el dominio, el mando, el privilegio, la superioridad y la conspiración contra el débil. La historia de los Estados es la historia de la lucha contra esta forma de poder, así como una cabal demostración de que la política y los políticos —pese a las profundas injusticias que acarrean— resultan necesarios para la vida social. De allí lo conveniente de contar un sistema de partidos y estamentos políticos. Pero como la mayor parte de los oficios, artes y profesiones la política se ha ido devaluando a saltos agigantados. La corrupción —esa peste de los Estados ricos y pobres— ha convertido los fines primigenios de la política en asuntos subalternos que conciernen solo a soñadores y «tontos útiles». Tras ella se agazapa una lógica perversa: dame tu voto y no preguntes quién soy y a qué me dedico. Y el «rebaño desconcertado» —por ignorancia, por moda

y por estupidez—hace lo que piden los oportunistas. En 1980, cuando el Perú volvió al sistema democrático yo tenía 17 años y no pude votar, aunque seguí de cerca la elección del Congreso Constituyente y el debate de ideas que se generó en este contexto. En 1985 ya pude participar en una elección para Presidente y Parlamento. Entonces estudiaba en la Universidad y conocí de cerca la disputa entre doctrinas y propuestas electorales. Los partidos, de izquierda y de derecha, hacían lo imposible por ganar las elecciones y presentaban candidatos experimentados en la praxis política. Había, creo, muy poco espacio para los aventureros y los improvisados. Las de 1990 fueron, creo, las últimas elecciones con contenido ideológico en el Perú. Sin embargo, ya algo anunciaba que el medio político del Perú empezaba a perder profundidad y decencia. Al poco tiempo, las cosas se pusieron patas arriba: había muy poco espacio para los políticos de vocación y mucho para los que buscaban una fórmula de ascenso económico. La prédica de que se había llegado al fin de la historia, los partidos y las ideologías «lumpenizó» el discurso electoral y abrió de par en par las puertas —con la ayuda de los medios de comunicación— a los aventureros y a los improvisados. «Políticos tradicionales» llamó el fujimorismo al que pensara lo contrario. En las elecciones sucesivas del 1992, 1995, 2000, 2001 y 2006 la política peruana sufrió una «espectacularización». Los políticos con ideología y discursos con contenido desparecieron o se arrinconaron en movimientos de última hora. Los empresarios, los periodistas, los militares retirados, los caciques de provincia y algunos ciudadanos de «éxito» se apoderaron de puestos de mando y representación. Hoy, próximos a un nuevo proceso electoral, la política vuelve a bajar un peldaño más abajo. Las listas de candidatos al Congreso de movimientos y partidos han considerado a deportistas, vedettes jubiladas, cantantes, líderes chirles, tránsfugas y cínicos con el falso argumento de que así sintonizan con ciertas demandas populares. Con toda seguridad, el Congreso de los siguientes cinco años estará aireado por el escándalo, las zancadillas, la idiotez y la demagogia. Los ciudadanos somos, una vez más, carne de cañón para los rapaces e improvisados.


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Cuando comer al paso es más que una aventura

Doña Melva y la fábrica de delicias


¿Por qué cientos de comensales buscan ávidos papas rellenas, picarones y cachangas en un local precario en el que se come al paso y se gana un lugar a punta de codazos? Ella, «Doña Melva», la dueña, dice que su éxito se basa en la «yapita» y la buena atención. Los clientes la desmienten: dicen que todo se debe al sabor.

Escriben Ana Rita Cabeza y Mayra Florián Guerrero

A

las cuatro de la mañana ella ya está despierta y lista para empezar a trabajar. Desde esa hora, junto con algunos miembros de su familia, que la apoyan en el negocio, están lavando, picando, sancochando papas, preparando masas, mayonesa, ajíes y un sinfín de cosas más que se requieren para satisfacer los paladares de los clientes. Difícilmente alguien conoce su nombre completo: Melva Cruzado de Rodríguez. Ella es simplemente «Doña Melva» y parece no importarle lo de «doña». al contrario, ha usado ese nombre para bautizar a su negocio, hoy ubicado frente a la avenida Mansiche, a un costado del terminal de Ittsa del sur. Entre ollas y verduras transcurre su mañana y las primeras horas de la tarde. Con tanto trabajo, ni ella ni sus colaboradores se dan cuenta de la hora. Lo único que saben es que las cosas deben estar listas a más tardar a las 4 de la tarde, hora en que empieza el traslado de todo lo preparado en casa de doña Melva al local para, finalmente, abrir las puertas del negocio. Conforme las horas pasan, los clientes vienen y van. «Acá viene de todo, desde la gente que tiene dinero hasta la que tiene muy poco. Todos forman cola, al menos los sábados y domingos, ya sea por una cachanga o una papa rellena», refiere

Doña Melva en alusión a su público. Y es verdad: todos deben hacer el respectivo recorrido. Primero, hacen y pagan el pedido en una pequeña caja improvisada. Luego identifican la cola a la que deben unirse y esperan su turno. Finalmente, son atendidos por el encargado del platillo (papas rellenas, cachangas, picarones, etc.). Unos eligen sentarse en alguna de las mesas del local; otros comen en sus carros y otros hacen pedido para llevar. Cada quien tiene su estilo y doña Melva está lista para atenderlos. Por la cantidad de personas que diariamente acuden, es difícil creer que no exista algún letrero que indique la posición del negocio. Eso sí, todos los ayudantes visten un mandil blanco, en el que se puede leer «DOÑA MELVA». La cochera habilitada, una especie de restaurante recibe a los compradores con las cocinas y cacerolas. A continuación, está la caja y, luego, las mesas. Todo es muy rústico y tal vez esto sea una de las razones de su éxito. La hora de inicio está muy clara, la de salida no. Depende del día. No se puede dejar a los clientes sin su papa rellena o cachanga. Si es día festivo, es obvio que la cantidad de clientes aumenta y por lo tanto la hora de cierre se extiende. En «Doña Melva» sólo se descansa la noche


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de Navidad. La dueña del negocio tiene muy claro que con el trabajo no deben desaprovecharse las oportunidades. No es de extrañar que después de las ventas se siente en su silla a descansar. La clientela es constante las seis horas que el negocio está abierto. A pesar del nombre, doña Melva no es el origen del negocio. La fábrica de delicias nació hace más de 20 años con la abuelita Juana. Esta señora venía de Chepén a Trujillo. Y en este ir y venir, la pequeña Melva siempre estuvo presente. Doña Juana se encargó de dejarle una herencia llena de conocimientos culinarios y una reputación en la preparación de papas rellenas, cachangas y picarones que hasta hoy se mantiene. Doña Juana detectó en los trujillanos aquellas cualidades que le permitirían vender su comida. «En Chepén la gente es diferente, el negocio allá no hubiera funcionado», dice doña Melva al referirse a su pueblo natal. En Trujillo se iniciaron en unas áreas verdes colindantes a la avenida Mansiche. Poco a poco doña Juana y su nieta fueron ganando clientes. La gente las buscaba. Ella está segura que esto se debe a que «les da su yapita y buena atención». Además, los precios son módicos y el cliente puede

ver la preparación de su pedido, así se asegura que todo esté en orden. Tiempo después, doña Juana compró una casa en Trujillo y doña Melva vino con ella. Con los años, ella fue adquiriendo más experiencia. Sin embargo, por algún tiempo la comida no fue su única fuente de ingresos. Durante algunos años se dedicó al comercio de artefactos, pero un accidente le dejó claro que lo suyo eran las papas rellenas y los picarones. Fue así como finalmente decidió dedicarse al negocio iniciado por su abuela. «Es mucho más tranquilo, me evito los trajines de viajar, los accidentes y todo eso». En sus inicios, era doña Melva la que compraba los ingredientes, los lavaba, cocinaba, freía, cobraba y atendía. Hoy cuenta con ocho personas a cargo, muchas de ellas son miembros de su familia. La clientela ha crecido a tal punto que sería imposible que ella sola logre atender eficiente y rápidamente a todos. Su esposo también la ayuda. Hace algunos años, sus hijos igualmente lo hicieron, hoy tienen otras obligaciones profesionales. Fue con la venta de picarones que se costearon sus estudios. Ahora doña Melva ha derivado funciones, cada ayudante parece tener una tarea determinada. A ella a veces se la ve sentada en su caja improvisada

(dos bancos de plástico y una caja de cartón) escribiendo los pedidos en papelitos que, luego, los clientes entregan a alguna de las muchachas. Otras veces, está friendo o atendiendo. Pero siempre está vigilando disimuladamente a todos, para cerciorarse de que cumplan con sus labores y de que los clientes sean bien atendidos. «El dueño del negocio debe administrarlo pero también debe saber cómo se prepara cada cosa», subraya. Hay una frase de Doña Melva que resume las enormes dificultades que ha tenido su negocio: «La gente es envidiosa». Además, afirma que una de las principales razones por las cuales se estableció en un solo local fue una ordenanza municipal que no le permitía vender en la calle. Por un periodo ubicó una especie de sede de «DOÑA

MELVA» en la esquina de la Universidad Privada del Norte y otra cerca a la Universidad Cesar Vallejo. Afirma que le iba bien, mas decidió establecerse en un solo lugar. Melva Cruzado de Rodríguez es consciente que en ese tipo de negocios la constancia es fundamental. No puede darse el «lujo» de descansar. Además, sabe que no puede estancarse. Por ahora las papas rellenas y las cachangas son un buen giro, pero ella ya está viendo nuevas posibilidades. Tal vez se inicie en las parrillas o abra su propio hotel. Sabe que no siempre su cuerpo resistirá ese ritmo de vida y se proyecta. Se ha declarado una «enferma del negocio», y por más malestares que tenga ella siempre va a su local. Sabe que no es fácil, por eso nunca se descuida ni confía en las apariencias.


7 Por Richard Licetti

rlv@upnorte.edu.pe

Causa Perdida 72

La deuda con el modelo

Si algo queda más o menos claro en el momento en que estas líneas se escriben, a ocho días de la cita electoral, es que dos décadas no han bastado para terminar de implantar un modelo económico que nos garantice escenarios menos azarosos cada cinco años, y todavía más importante, la tranquilidad de no volver a experimentar con planes cuyos resultados calamitosos los conocemos bien. Los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García se auto complacieron con la cifras del crecimiento durante los últimos diez años, que ciertamente constituyen una condición necesaria pero no suficiente en el reto enorme de continuar reduciendo el tercio de pobreza existente en el país. Esa deuda generada con los pobres se hace ahora evidente en el electorado que se inclina a votar por quien promete una revisión, con mucha demagogia de por medio, de un modelo económico “que los condena a la miseria”. No hace falta decir que lo hará con los métodos caducos del general Juan Velasco Alvarado, por quien profesa admiración y a quien pretende reivindicar no sabemos en función de qué pergaminos. ¿Se puede concluir a la luz de las tendencias actuales que una economía de libre mercado es incapaz de conducir a un país hacia el desarrollo? Por supuesto que no. Las reformas iniciadas en la década del 90, más allá del gobierno de Fujimori y los delitos que cometió, sentaron las bases para el crecimiento que ha tenido lugar tras la superación de los efectos de la crisis asiática, a comienzos del 2000. Durante los 90 se aplicaron los fundamentos teóricos y de fondo para el desarrollo del libre mercado: procesos de privatización de empresas públicas, independencia del BCR y manejo

técnico de la caja fiscal, primera ampliación de la base tributaria, apertura a las importaciones, primer paquete de cambios a nivel laboral y otros. Es a partir de este escenario que la inversión va gradualmente ganando confianza e ingresa en una dinámica alentadora desde la segunda mitad de la década pasada. García ha podido cosechar los mejores frutos de las reformas de primera generación, pero al igual que Toledo – que dejó todo a la suerte del “chorreo”- olvidó el emprendimiento de las reformas de segunda generación, las que en definitiva consolidarán al Perú como un país de mercados libres y abiertos y una población mayoritaria disfrutando de estas bondades. El gran tema de las reformas de segunda generación es, precisamente, el de la reforma del Estado. Hay que empezar por reducir un aparato estatal que sigue siendo desmesurado e ineficiente. Esto supone la simplificación de procesos pero también una mayor velocidad en su ejecución. Hace falta, asimismo, que se agilicen los mecanismos de asociación público-privada en la línea de mejorar y acelerar la inversión en infraestructura, sin la cual perdemos competitividad y el tren del progreso se nos habrá ido una vez más. Con ello, el Estado deberá afinar sus políticas de subsidio, de manera que incidan eficazmente. Desafortunadamente la regionalización sólo ha dado lugar a una nueva y frondosa burocracia que no hace ni deja hacer, lo que representa un obstáculo para cualquier proceso de reforma. Sería deseable que todas estas tareas empezaran a llevarse a cabo en el próximo quinquenio. De esa forma, quiera Dios, las próximas elecciones podríamos estar a salvo de las aventuras que amenazan la libertad.


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驴Un escuadr贸n de la muerte en Trujillo?

Al filo de la navaja


Trujillo es una ciudad insegura, probablemente la más insegura del Perú. La policía y las autoridades se han visto rebasadas por el accionar del crimen organizado, tanto que algunos creen que han tenido que echar mano de un escuadrón de la muerte para detener su avance. ¿Es la violencia la mejor forma de combatir la violencia?

Escribe Kenji Risco

E

n nuestro país el término “escuadrón de la muerte” se remonta a 1991, a inicios de la dictadura Alberto Fujimori. Por ese entonces, nos encontrábamos acorralados por dos grupos terroristas: Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Ambos provocaban pánico y terror en la población, producto de innumerables asesinatos y la explosión de “coches bomba”. Es así que la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINTE) forma en secreto el “Grupo Colina”, al que se le atribuye la ejecución de más de cincuenta terroristas y personas que estaban en contra del gobierno de turno. Esto se sabrá unos años después, tras un informe revelador de la revista Caretas, quien bautizó a este grupo con el nombre de «Escuadrón de la Muerte». Ubiquémonos ahora en Trujillo, año 2007. El desarrollo empresarial se ha incrementado abruptamente. Los grandes centros comerciales han tomado la ciudad y, por ende, han impulsado su crecimiento económico. Conforme la ciudad ha ido creciendo, la delincuencia se ha apoderado de las calles, provocando miedo y terror en los pobladores, acostumbrados a vivir en una ciudad calmada y sin tanto movimiento comercial. Llegó un momento en que los diarios regionales y la prensa audiovisual volvieron famosas a avezadas bandas delincuenciales como «Los Pulpos», liderada por los hermanos Cruz Arce,

quienes tomaron posesión de la zona de Florencia de Mora; «Los Clavos de Chicag»”, dueños de las zonas de Chicago, El Bosque, Palermo y Centro Histórico; «Los Plataneros», con influencia en las zonas de Santa Inés, Covicorti, San Andrés y zonas aledañas; «Los Malditos del Triunfo», liderada por Samuel Correa (a) «Paco», quien de un momento a otro tomó protagonismo en la movida delincuencial, por sus actos sanguinarios hacia otros delincuentes, esto para apoderarse casi de media ciudad. Esta banda opera en grandes sectores como La Esperanza y Manuel Arévalo. Este es el área geográfica delincuencial donde operaban los grupos más temibles de la ciudad, según informa la División de Investigación Criminal y Apoyo a la Justicia de Trujillo. Prácticamente Trujillo estaba cercado. Tales hechos llevaron a la policía trujillana a tomar cartas en el asunto y hacerle frente a la delincuencia. Se realizaron constantes operativos y detenciones, pero eso no fue todo. A mediados del 2007, se desataría una guerra entre policías y delincuentes, casi a diario, los medios impresos mostraban portadas donde aparecían criminales muertos en enfrentamientos con la policía. Diarios como Satélite y Correo daban cuenta de esta situación. Luego de un mes empezaron a llover noticias sobre la muerte de los principales cabecillas de bandas delincuenciales. Durante el 2007, el 2008 y el 2009 se registraron más de 56 muertes, todas en enfrentamientos con la policía. Esto lo informó el ex director de la Policía Regional, Raúl Becerra, en octubre de 2009, durante

una conferencia de prensa para los medios nacionales. ¿Escuadrón de la muerte en Trujillo? A finales de 2007 se empezó a sospechar la posible existencia de un escuadrón de la muerte en Trujillo. El ambiente delincuencial empezó a temblar por las constantes muertes que ocurrían cada semana. Eran días de persecución, a veces caían dos, tres y hasta cuatro criminales abatidos en enfrentamientos con la policía. Luego que los diarios regionales mostraran esta información, los trujillanos empezaron a tejer la misma hipótesis. Los comentarios en la ciudad eran: «El escuadrón de la muerte está limpiando la ciudad», «de Lima han llegado unos súper policías y están matando a varios delincuentes», «los delincuentes se están matando entre ellos por el poder de la ciudad». Pero la hipótesis que más sonaba conforme pasaban los días era que policías al mando del coronel Elidio Espinoza sacaban de sus casas a los malhechores para luego llevarlos arrestados y horas más tarde liquidarlos con varios disparos. La versión oficial que manifiesta la policía respecto a las muertes es la siguiente: Un patrullero está circulando por determinada zona cuando de pronto, por casualidad o avisado por otra patrulla, se encuentra con un sospechoso y solicita apoyo. Al lugar llega rápidamente el escuadrón y sorprende a los delincuentes. Estos huyen del lugar disparando contra los uniformados y se desata una gran balacera. La policía descarga entonces disparos contra los facinerosos y estos caen muertos. Según Satélite, en


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varias balaceras se han salvado los delincuentes menos prontuariados y han sobrevivido los más avezados. Al efectuarse los procedimientos de ley, las pericias balísticas arrojan que los delincuentes estaban armados y que sus pistolas fueron disparadas. Por otro lado, el testimonio de los familiares de los delincuentes fallecidos es que sus parientes fueron detenidos vivos y luego trasladados sin rumbo. Más tarde sus cuerpos aparecían acribillados en la morgue. Pero lo misterioso o raro de la mayoría de las muertes es que casi todas son similares y los policías se amparan en el Decreto Legislativo 982 que el gobierno modificó el 22 de Julio del 2007. El Decreto Legislativo 982 modifica el Código Penal, agregando en su artículo 20º un nuevo inciso de inimputabilidad, el cual establece que se encuentra exento de responsabilidad penal al personal de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional que en el cumplimiento de su deber y en uso de sus armas en forma reglamentaria cause lesiones o muerte. Se presume que el escuadrón empezó a operar el 13 de agosto de 2007. Esa fecha murieron tres presuntos delincuentes (padre, hijo y un taxista) identificados como Luis Murrugarra Condormango (40), Jhonny Carlos Murrugarra Chávez (19) y César Augusto Deza Paredes (28). Esto ocurrió luego que los sujetos intentaron robar un concurrido local llamado «La Rueda». El conductor recibió un disparo en el pecho, los otros dos sujetos recibieron disparos en la cabeza y en distintas partes del cuerpo; todos ellos murieron en el acto. En los días siguientes se supo que el conductor simplemente prestaba servicio de taxi y era inocente. Familiares de éste salieron a la Plaza de Armas en protesta y denunciaron a la policía. Este fue el primer saldo de los enfrentamientos entre policías y ladrones. Según el diario Satélite, el Escuadrón Este al mando del coronel Elidio Espinoza estuvo presente en el enfrentamiento dicho día. A partir de octubre de 2007 y mediados de 2008 se contabilizo más de un muerto por semana.

El crimen se expande Los casos más sonados fueron los de Freddy Rodríguez Arce, (a) «Freddy Platanero»; Jhonny Reyes Velásquez, (a) «Loco Jhonny», entre otros. El primero era hermano de Ericka Rodríguez Arce, presidenta de la «Asociación de Víctimas Ejecutadas Extrajudicialmente en La Libertad por la PNP». «Freddy Platanero» falleció de un balazo en la cabeza cuando intentaba robar una casa en la Urbanización El Golf, junto a su cuñado César Velásquez Montoya (a) «Chino Malaco», ex reo del penal El Milagro. Según la policía, los sujetos antes sindicados poseían armas de fuego y se enfrentaron a ellos; la reacción de los efectivos fue instantánea: dispararon una bala contra Freddy Rodríguez Arce, la cual fue a parar a su cabeza. Esto según la publicación del diario Satélite y los efectivos policiales. Por otro lado, la hermana del occiso, que ese día se encontraba fuera de la casa donde ocurrieron los hechos, sostiene otra versión. Ella cuenta que su esposo y su hermano se encontraban haciendo trabajos de demolición dentro del domicilio, versión que es corroborada por Walter Robles López, contratista de ambos sujetos y persona dedicada a la demolición de casas. En los siguientes días, los diarios darían cuenta de las denuncias que empezaron a efectuar los familiares de los delincuentes muertos, algunas impulsados por Ericka Rodríguez. Asociación de Víctimas Ejecutadas Extrajudicialmente en La Libertad por la PNP Esta asociación se formó a mediados del 2008, luego que decenas de delincuentes fallecieran en extrañas situaciones. Los familiares no

aceptaban la pérdida tan fácil de sus familiares, así como tampoco la versión que les manifestaba la policía. Ericka Rodríguez Arce, la presidenta de dicha asociación, sería la persona clave en juntar a los familiares de los fallecidos, incentivándolos a realizar marchas en contra del comandante Elidio Espinoza y del ex general Octavio Salazar. Incluso realizaron una vigilia en la Plaza de Armas. En un principio, esta asociación estuvo integrada por más de treinta personas, ahora se ha reducido el número de integrantes debido a un fuerte rumor que corre por las calles del distrito de El Porvenir. El rumor es que a los familiares de las personas que no tenían antecedentes penales y que habrían sido asesinadas injustamente la policía les habría dado una fuerte suma de dinero para que no prosigan con la denuncia. Este dato fue brindado por una integrante de la “Asociación de Víctimas Ejecutadas Extrajudicialmente en La Libertad por la PNP”, que prefiere mantener su nombre en reserva. Elidio Espinoza Luego de desatarse toda una guerra en contra del coronel Elidio Espinoza, con juicios, marchas para destituirlo del cargo y vigilias por parte de la «Asociación de Víctimas Ejecutadas Extrajudicialmente en La Libertad por la PNP», éste salió libre de toda culpa con el apoyo la colectividad trujillana. Espinoza se defiende. En declaraciones brindadas a la prensa afirmó que él actuó conforme a ley y en defensa de su vida. Por otro lado, ha dicho que en la ciudad el crimen organizado es muy fuerte y hay que repelerlo con mano fuerte para mantener a la población tranquila y segura. Saque usted sus conclusiones.


Del “Chimú” y otros templos del placer

Con el paso de los años, los «cines porno» han quedado como lugares de culto, templos de melancolía o edificios ruinosos como el Chimú, donde todavía se escuchan de vez en cuando gemidos y grititos de placer y se escabullen entre el cortinaje de la entrada las sombras de algunos anónimos adictos al sexo.

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Escribe Ángela Mariñas

ira hacia la derecha, luego a la izquierda. No tropieza con los escalones ni con los libros que ahora se venden afuera. No existen más los puestos de Las Malvinas que camuflan al pornógrafo, quien se acerca a la boletería. Compra una entrada a 4 soles. Sobrepasa el telón azul. Se sumerge en el ambiente. Toma asiento lejos de los demás. Sabe que el olor a húmedo no le molestará, ni los condones, ni las manchas blancas bajo el piso. Tampoco las pocas butacas en buen estado en las que podrá ubicarse. Se enciende una luz, la del ecran: empieza la función. En Trujillo, el cine se convirtió en lo mejor del entretenimiento un 7 de febrero de 1901, fecha en que se proyectaron las primeras imágenes de bailes, corridas de toros y otras vistas cinematográficas, casi documentales, en el Teatro Municipal. La gran acogida produjo que para 1912 las familias de renombre constituyeran una sociedad y formaran la empresa Cinema Teatro de Trujillo. A partir de entonces Trujillo contaría con una cartelera diaria compuesta por 30 de las mejores películas que eran exhibidas en Lima. Ese hecho produjo la proliferación de cines-teatro; es decir, películas exhibidas en espacios que eran teatros, o habían sido teatros.


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Una de las primeras salas de exhibición fue el Cinema Popular inaugurado en 1914, sucursal de la institución del Cinema -teatro de Lima y construido bajo la condición de ser cine y teatro. En Trujillo, por los años 40, este tenía un representante: Don Carlos Smith Lund. Mira a la mujer, o a las 3 o 4 mujeres en toda su dimensión que gimen y exageran orgasmos y a los hombres, con miembros exuberantes, ganar la batalla. Alrededor escucha movimientos de mano batiéndose con cólera, sillas crujientes, algunos gemiditos. Don Carlos Smith Lund, tenía un amigo Don Manuel Mendoza Cheng, dueño de la sastrería Encomenderos, que por esos años había abierto

Carpa Moda, un lugar donde se presentaban shows de artistas trujillanos. Smith, que también tenía una sastrería, le propuso fundar un cine, al que llamarían Cine- Teatro Chimú, ubicado hasta ahora en la Plazuela Orbegoso. Allí se llegaron a presentar grandes actrices y bailarinas del de la época como la «Tongolele», las «Dolly Sisters» el «Indio Mayta» y la «Peña Ferrando». El enorme estrado tampoco ha cambiado, la madera no ha resistido más artistas. En sus inicios contaba solo con ramas de eucalipto interpuestas, lo que les costó a las bailarinas muchas caídas, según expresa Enrique Mendoza, ahora cargo del cine Chimú. Permanecen las columnas que adornadas con huacos retrato y cenefas

con motivos Chan- Chan, que nadie sabe quién las esculpió. «Allí estaban cuando nos mudamos a la Plazuela Orbegoso», afirma Victor Solís Vargas, un empleado del cine. Ni siquiera se atreve a voltear para ver quién le acompaña. Con el tiempo y con la proliferación de cines, los señores Mendoza y Smith que eran socios en el manejo de los cines Perú, Venús y Libertad deshicieron la empresa común. Si la pantalla le produce algún deseo, puede contratar a la chiquilla que camina por los alrededores buscando algún cliente. El cine Chimú quedó para ser el entretenimiento diario de obreros, empleadas del hogar, estudiantes y gente profesional que disfrutaban del cachascán los domingos de vermouth o matiné. La asistencia de clases sociales tan disímiles producía que, de vez en cuando, los de la platea lanzaran sus bolsitas de marciano llenas de pichi a los de la cazuela, recuerda Don Enrique Mendoza, hijo del fundador del cine Chimú. «Eran unos pillos, si no les tiraban pichi, eran cascaras de plátano», añade don Ernesto Tuestas, el que fuera el hombre de la «caseta»; es decir, de la sala de proyección. Ernesto Tuestas descubrió el cine en su adolescencia. Un día mientras trabajaba de mesero, un desconocido

le preguntó si le gustaba el cine; este le respondió que sí. Repuesta que le cambiaría la vida. Empezó a trabajar en La Carpa Moda como personal de limpieza. Por ese entonces, el proyectista del Chimú era el señor Calderón; de él, Ernesto aprendió las técnicas de proyección de películas. Se quedó cuarenta años reemplazando a Calderón y por algo aún más importante: conoció al amor de su vida, una muchacha que hacía las labores domésticas en su casa, de la cual se enamoró perdidamente. Cuenta que por los años 40 durante el auge del cine mexicano, cuando Pedro Infante, Javier Solís y sus respectivas novias se daban sendos besos, los muchachos y muchachas gritaban y se escandalizaban. La pacatería de la época. No sabían que treinta años después sus hijos podrían ver, en esas mismas butacas, las mejores películas de sus vidas. El pornógrafo ha visto también allí las mejores películas de su vida. El cine Chimú fue el primer cine porno de Trujillo. Empezó a ser el templo de los arrechos a finales de los 70s, cuando el VHS y la baja economía habían invadido la ciudad. Sin censura, puesto que durante el segundo gobierno del arquitecto Belaúnde esta fue abolida. La junta calificadora de películas se limitó a clasificar las cintas por edades sin llegar a su prohibición, auna-


da a la libertad que los trujillanos se permiten de vez en cuando. El Chimú proyectaba películas «especiales» que debían ser exhibidas únicamente en las funciones denominadas trasnoche, es decir, después de las 11 de la noche y para gente de 18 años. Si bien el horario especial fue establecido como espacio para las películas pornográficas duras, también podía ser usado para cualquier otra cinta incómoda. Según Ricardo Bedoya, la abolición de la censura trajo consigo una instantánea apertura y el estreno de películas retenidas hasta 1980 como El último Tango en París, película que se caracterizó por su fuerte erotismo, sobre todo por sus escenas de desnudos frontales de la mujer, la cual causaría un gran impacto en la sociedad de la época, así como el Decámeron, donde Pasolini recrea con su brillante estilo los cuentos eróticos y divertidos de la obra universal de Boccaccio. Ambas películas de arte erótico fueron exhibidas en 35 milímetros. El público de la época, al parecer, no las ha olvidado. El que fuera un joven pornógrafo y que actualmente ocupa uno de los cargos más altos en cuanto a las relaciones exteriores del Perú, Jorge Lázaro, afirma que ir a un cine porno «… era una transgresión permitida por una sociedad cínica como la trujillana. Iban adolescentes y gente mayor humilde. La verdad era un punto de encuentro muy democrático. Recuerdo haber visto que gente de todas las clases sociales asistía, pero no se hablaba. Había como una suerte de sentimiento de culpabilidad. Todos salíamos en silencio, sin mirarnos», nos comenta. Garganta profunda, Emmanuel, Imperio de los sentidos y muchas otras filmes que hicieron transpirar a los jóvenes de antaño forman parte del inventario de los rollos de 35 milímetros inflamables que proyectaban los equipos Ashcraft

Suprex. «Había películas porno de origen griego, otras italianas y otras europeas. Tengo un recuerdo que siempre me ha causado risa. En las primeras escenas de una pelicula, aparecían hombres y mujeres vestidos, en plena mañana, bajo un sol esplendoroso, abrazados, bailando a la usanza griega. Luego tomaban el licor griego; tiraban los vasos al suelo; luego gritaban en su idioma e inmediatamente después empezaba una tirandanga colectiva de padre y señor mío. Lo más gracioso era que los que íbamos, sabíamos que era griega y por supuesto conocíamos la trama, pero igual pagábamos», añade. Los cinéfilos del amor afirman que con el paso del tiempo las películas fueron perdiendo su arte. Empezaron a llegar películas de amateur que se vendían a precios bajísimos, pero, según un asiduo asistente al cine Chimú costaban lo mismo que Ben Hur. «Algunas de las tramas pretendían ser un tanto culturales y te presentaban danza griega, pero luego, sin más ni más, todos los personajes se desnudaban y empezaban a hacer el amor. Estas escenas incluían la orilla del mar; el mar mismo; la sala de la madre de las chicas; y una que otra vez la cocina donde veías aceitunas y salchichas», afirma Lázaro. Eso sí, el club de «arriolas» esperaba esas escenas y tanto más porque vivíamos en una sociedad que hacía de la censura una costumbre que era tolerada por los cínicos de sus ciudadanos. Un profesor y pornero consumado, Alfier Díaz, sostiene: «La pornografía con la que crecí, la que tenía argumento, la que se hacía en celuloide, la que exigía un mínimo de producción y creatividad. El 90% de la producción pornográfica hecha de los noventas en adelante ¡me aburre!». El porno sucio, extravagante y sin argumento se sigue transmitiendo durante las mañanas, tardes, noches y con repetición para quienes deseen compartir un momento a solas con la barbie erótica de la pantalla. El cine porno es la industria audiovisual más importante y barata que existe. Atrás quedaron las historias vistas bajo la única luz del retroproyector en una sala que antes era teatro y que se llenaba de gente para ver las mexicanísimas Nosotros los ricos, ustedes los pobres, Pepe El toro y las más importantes películas eróticas de la historia del cine. Ahora el cine «Chimú» solo transmiten películas porno. «Nadie lo publicita, nadie les pone una pistola para que entren», afirma don Enrique Mendoza. «A veces vienen menores de edad y les digo que vuelvan en un par de años. Se sabe que porque veas una película porno no vas a violar a tu empleada», agrega. Victor Solís coloca un dvd con la portada de una monja enseñando sus voluptuosos senos y piernas. Su clasificación es «contranatura». Cinco o tal vez seis personas esperan con ansia la función. La película es proyectada. Dentro de la cabina, Víctor cambia de canal. La sala oscurece. El pornógrafo acaba de ver las tres películas de la tarde.


14 15 Por Alfieri Díaz

ada@upnorte.edu.pe

Por qué VOTAR ¿Que qué hace un diputado federal? La verdad no tengo ni idea, pero vote por mí y se lo cuento... Ese fue el irrisorio eslogan de Francisco Oliveira Silva, el popular payaso “Tiririca”, que le sirvió para ser electo diputado con 1’353,820 votos, uno de los más votados en Brasil en las elecciones de 2010. La honestidad de Oliveira no tendría cabida en el Perú, donde muchos candidatos al Congreso hacen uso de los manidos eslóganes prometiendo “Trabajo”, “Progreso” y “Educación”, sin tener una idea clara de cómo lo van a lograr. En los comicios generales, la atención de los electores está puesta en los candidatos a la presidencia, no en los candidatos al Congreso. Esto ocasiona que muchas veces se vote sin pensar o por gregarismo eligiendo a sujetos impresentables y dejemos de lado a otros que quizá estaban mejor preparados para el cargo. Para evitar estos fiascos o chascos repetitivos, los partidos políticos deberían esmerarse por presentar mejores listas parlamentarias. No favorecer a quienes tienen “rabo de paja” o a los que pueden comprar un número preferencial. El JNE debería también discernir y vetar a quienes no tengan méritos suficientes. El artículo de la Constitución se debe modificar y proponer que para ser parlamentario, además de tener 25 años y ser peruano de nacimiento, se debe contar con un grado universitario y como mínimo una maestría en Gobernabilidad porque al fin y al cabo, esa va a ser su función al ocupar el cargo. Si al momento de contratar a alguien para un puesto, las empresas exigen maestrías y especializaciones, ¿por qué los peruanos no exigimos lo mismo para quiénes nos van a representar durante cinco años? Ser congresista no es poca cosa. ¿Son estos requisitos suficientes? Claro que no. Falta el más importante: una conducta pública intachable. Los postulantes deben

ser personajes transparentes, prohombres de reconocida trayectoria en el campo en que se desenvuelven. Sobre ellos no deben pesar juicios, acusaciones de corrupción o de abuso de funciones. Deben ser personas honorables, de una honradez comprobada y lealtad a sus principios. En cada elección siempre hay candidatos que postulan con las “manos limpias”. No son tan difíciles de ubicar, sólo hay que tomarse el trabajo de buscarlos. Otro requisito indispensable es analizar cuáles son sus propuestas. ¿Qué es lo que se propone a lograr en estos cinco años por su región y por el país en general? Si los liberteños queremos elegir buenos representantes, no a un “comechado” o a un filibustero que amparado en la inmunidad parlamentaria se verá libre de juicios y continuará con sus corruptelas, siga estos pasos: UNO Investigue su trayectoria. Verifique si tiene título universitario y, mejor aún, Maestría en Gobernabilidad o de Ciencias Políticas. Procure que no pese sobre su reputación escándalos por enriquecimiento ilícito, apoyo del narcotráfico, abuso de autoridad, etc. DOS Interésese en sus propuestas. Todo candidato serio y moderno debe contar con una plataforma web para darse a conocer (si no la tiene, desconfíe). Analice en qué medida sus propuestas son viables o no. TRES Si piensa reelegir a un congresista, infórmese sobre cuál fue su labor congresal en los pasados cinco años, cuántos decretos ley propuso y cuántos fueron aprobados. Investigue qué hizo de positivo por la región que lo puso en el cargo. Elegir un Congreso decente y proactivo no debe ser una utopía. Informarse un poco es demostrar que tu país y tu región te importan. A eso se llama “votar a conciencia”.


La caravana electoral Usos y abusos de la democracia

Lo más encantador de estas elecciones es que parece que la gran caravana del circo electoral que recorre sierra, selva y costa del Perú, camina en algún punto del universo bien alejado de la Tierra. Asesores de imagen: Isaac Asimov y Aldous Huxley.

Escribe Orieta Brussa

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n Libia se desata la violencia cruel y loca de un “presidente” vitalicio, apoyado hasta ayer por multinacionales europeas y norteamericanas, capaz de bombardear a su pueblo y sus pozos petrolíferos. Ahora rebaños de italianos huyen llorando de la fuente de sus ganancias, pero al mismo tiempo rechazan a los prófugos libios que buscan refugio en Italia. Rebeliones en Egipto y Túnez (de donde huyen despavoridos los franceses inversionistas), países en búsqueda de su identidad, de un gobierno y de un futuro. Los pueblos se rebelan solos, sin líderes ni ideologías. Y esto es un hecho muy raro en la historia y bastante alarmante. En Afganistan sigue el ejército del Nobel por la paz, Obama. Será porque sigue el método romano: «Hicieron el desierto y lo nombraron paz», enunciado por Tácito. Irak, Irán y Líbano, otros países del círculo del petróleo, sobreviven con gobiernos fantoches y, como siempre, sus riquezas se quedan bien alejadas de la población, compartidas entre una pequeña clase feudal y las grandes empresas extranjeras. Este sistema, en la mayoría de América Latina, es considerado normal. En fin, también el empresariado peruano, que no ha tenido el desarrollo histórico de la burguesía europea, tiene mucho de provinciano y medioeval. A esta oligarquía, hasta en la política le encantan las dinastías, ya que no tiene una aristocracia autóctona:


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belaundes, acuñas, fujimoris pueblan el congreso con el único mérito de ser hijo de..., hermano de…, esposa de… Lo más moderno que tiene esta clase de oropel, es el barnizado gringo-tecnológico-consumista que se pone encima. Por lo tanto, estos síntomas precursores de una nueva crisis, tal vez más destabilizadora que la del 2009, se quedan bien lejos de los intereses y de las preocupaciones de nuestros optimistas aspirantes presidenciales. Hasta la catástrofe japonesa, para el frívolo viejito de bolas pesadas, es una oportunidad para aumentar la competencia. ¡Qué pena que en Ica el terremoto no fue lo bastante fuerte y, sobre todo, no hubo tsunami! Así hubiéramos tenido muchas más oportunidades de desarrollo. El Perú, país evidentemente ajeno a las leyes de la economía mundial, avanza. La pobreza es solo del 34%, los niños desnutridos son solo el 32,8 % (o sea más de 9 millones), y no hablamos de los dos millones de niños trabajadores, ni de los 397 que murieron por el frío en Puno, en 2010. Y este cuadro alentador de la riqueza peruana es fruto de la imprescindible ayuda de las inversiones privadas y de la sabia administración de un gobierno que, en otros países, alegremente llamados emergentes, provocan pobreza, hambruna, rebeliones y asesinatos masivos. ¿Alguien puede creer que los lobos masacren un rebaño de ovejas y cuiden de otro? Si queremos constatar cuánta responsabilidad social hay en la actuación de políticos y empresarios, veamos los contratos de los trabajadores, paridos por la precavida y xenófila política de Fujimori: hasta ahora no han sido cambiados por ningún presidente y los actuales candidatos enfrentan el problema con mucha cautela para no asustar a los inversores y, al mismo tiempo, para dar esperanzas a los electores. Prometen aumentar, redoblar, triplicar (al mejor postor) sueldos, pero no hablan de derechos laborales. Los “empresarios” (necesitan comillas) están muy interesados en la exportación de vegetales y minerales, no en la creación de industrias. Menos está interesada la inversión extranjera. El Perú exporta productos agroindustriales y materias primas e importa productos industriales. Espárragos contra tractores, oro y tungsteno contra carros. ¿Cuándo y cómo se desarrollará su economía? La avanzada humana y cultural del Perú se ve en la madurez de sus ciudadanos que participan en grotescos

mítines coloradísimos, donde se come, se baila, se chupa y se escuchan (y se toman en serio) programas basados en la nada y en los deseos de los humildes, de los ignorantes y de los oportunistas. A los más pobres e incultos les encanta Keiko y su “mano dura” con la criminalidad. Así salvarán su balón de gas y su televisor. No reflexionan que esta dureza recaerá sobre ellos porque los delincuentes ricos son ricos y los delincuentes pobres son delincuentes. En algunas partes del país hay 184 focos socialmente peligrosos, con cierto parentesco con el baguazo, el moqueguazo, etc. Ya está hecha la promesa: mano dura con la delincuencia (entendiéndose por delincuencia, o terrorismo, los trabajadores que protestan y manifiestan contra la injusticia de sus condiciones laborales). Mientras tanto, políticos corruptos y rateros comunes seguirán sus caminos. Afortunadamente la mayoría se queda tranquila esperando el milagro económico que un presidente tras otro promete. La así llamada democracia, palabra usada y abusada por personajes como García, Toledo, PPK, hasta por Keiko, es el sistema que asegura que la mayoría siempre gane. Por lo tanto, se cría, desde la niñez, una masa de gente conformista, ignorante, sin sentido crítico ni conocimientos, individualista y alienada, formada para el trabajo y entrenada para el consumo, y se obtiene el Presidente que la economía neoliberal necesite. Per saecula et saeculorum, amen. Si la población fuera menos inconsciente, ¿quién iría a estos ridículos y patéticos mítines pagados con plata que los candidatos nunca explican de dónde proviene? ¿Quién iría a escuchar promesas que no se entiende por qué medio se cumplirán si no con el uso de una varita mágica? ¿Quién oiría a gordos, gorditos y gordinflones que explican como harán desaparecer el hambre y la pobreza, estos fenómenos que parecen naturales? ¿Quién daría crédito a esos casi analfabetos tartamudos que proponen resolver el problema de la educación a golpe de plata y computadoras, copiando el modelo pedagógico del país más aculturizado del mundo que necesita de aliados brutos para seguir con su política neocolonial? ¿Quién tomaría en cuenta la posibilidad de votar por alguien que, con la cobertura del poder, ha cruzado impunemente por buena parte del código penal o está comprometido en escándalos de todo tipo? ¿Y, sobre todo, qué persona cuerda y racional soportaría el mismo discurso repetido, con variaciones mínimas, por once voces y cuchucientas veces?.



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Lamento boliviano Viaje apasionado a las alturas

Una cosa es visitar Bolivia en tiempos de sosiego y otra el día en que juramenta Evo Morales, el controvertido presidente izquierdista de ese país. Durante su visita a La Paz, la cronista descubre un mundo insólito y bullente: calles limpias, apoyo popular y una gran esperanza entre los pobres y los indígenas.

Escribe Romy Frantzen


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as agencias de viaje ofrecen dos ventajas de Bolivia: paisajes vastos y treinta y tres largas y acogedoras horas de viaje en un bus que de internacional no tiene más que el nombre. Una sola empresa cubre la ruta Lima-La Paz; sus servicios incluyen asistencia más o menos útil en el chequeo que hacen los policías en la frontera en Desaguadero. Pero, en general, no se trata digamos de un viaje lleno de comodidad. Es febrero en Lima y hace muchísimo calor. La horda infinita de autos, micros, buses y camiones que infectan las principales arterias de la ciudad atrasan el tiempo de salida. Es prácticamente una odisea llegar a la agencia de trasportes. Es domingo y no hay mucha gente esperando el embarque: un par de turistas inglesas con mucho equipaje, dos argentinos de ojos rojos y gorras color rasta, una familia boliviana de cinco miembros y el resto de nosotros: locales, comunes y corrientes. Una voz aterciopelada hace el primer llamado a los pasajeros con rumbo a la ciudad de La Paz, Bolivia, y pide que por favor se acerquen a recibir el cambio de boletos correspondiente. ¿Cambio de boletos correspondiente? —Sucede que la agencia realiza este tipo de trámite todo el tiempo, all the time you know? —Sí, pero…¿Cuzco? ¡Yo no tengo nada que hacer en Cuzco!

—No, no. Lo que deben hacer, y se los pedimos como un gran favor, es que cuando lleguemos al control de policía enseñen nomás este pasaje…No importa que diga Cuzco, ya después se los cambiamos por los reales. —… —al unísono y en desconcierto. La cuestión es que la agencia no tiene permiso para ir más allá de la frontera. Pero de eso nos enteramos mucho después, claro. Quienes hayan tenido la oportunidad de recorrer la Panamericana Sur hasta Arequipa, pueden corroborar que el viaje es bastante monótono y tedioso, con muchas curvas, dunas sobre la carretera y sol. Así de constante e invariable durante un aproximado de 15 horas. Cuando llegamos por fin a Desaguadero y luego de unas cuantas (varias) horas más después de las innumerables curvas antes de la Ciudad Blanca, nos damos con la tediosa y dramática realidad de los permisos, los pasajes, el transbordo y las camionetas repletas. Un traspiés desagradable tomando en cuenta lo cansado del trayecto y el sinsabor de sentirnos ligeramente estafados. Luego de cruzar la frontera peruano-boliviana, el paisaje cambia de una manera cautivante. No estamos más en nuestro país, y se nota. Una sierra casi infértil se extiende color tierra, con casitas de barro y techo de tejas


20 21 esparcidas por doquier. Nos separan solo tres horas de La Paz, lo que significa agua caliente, comida y mate de coca. Todo el que se dirige a La Paz sabe de antemano que llegará a una ciudad extraña y caótica, que debe prepararse, andar con cuidado e intentar no perderse. Cuando desembarcamos en el terminal de buses, toda aquella realidad especulativa cobra vida y confunde. Con calles estrechas, empinadísimas y transitadas, ambulantes de 4 de la tarde, obras públicas, casas en todas partes (aún en las laderas más empinadas de los cerros), calles adoquinadas, turistas de maleta y mochileros, escaleras interminables, pollerías, florerías, lluvia y frío. Mucho frío. La ciudad está viva. Más despierta que en cualquier otra época del año, más expectante y saturada. Turistas de todas partes del mundo se congregan en los días anteriores a la ceremonia de la segunda juramentación de Evo Morales, uno de los líderes más controversiales de América latina. Durante un pequeño recorrido a través de la ciudad antes de la aparición de Evo Morales en el balcón presidencial hablamos con varios bolivianos. Para algunos, se trata de un personaje “pintoresco”, mal visto y criticado por cierto sector de la opinión pública de América Latina. Sin embargo, la mayoría de bolivianos valoran su gestión como presidente y celebran su reelección. Nos cuentan que Bolivia no anda tan mal como

ocasionalmente se les acercan unos señores encorbatados ofreciendo gratuitamente llevarlos a una mejor ubicación. Demasiada amabilidad para ser cierta. No todo aquí es como en el Perú, ni menos se le parece. En una posición estratégica y con cámara en mano, es fácil percatarse que la mayor parte de los asistentes a la juramentación son jóvenes. Pero no jóvenes bolivianos, sino argentinos y uruguayos. Todos mochileros, todos colorados por el sol y todos con banderas rojas en las manos, amarradas a la cabeza o en la cintura. El apoyo a Evo es obvio y masivo. Además de los turistas, están los bolivianos más pobres que se han congregado para ver, quizás por primera vez, a ese presidente que alguna vez fue igual a ellos. Ellos lo esperan trepados en los árboles o sentados en las gradas y muros de la plaza. Esto no es un testimonio a favor de un presidente ajeno, es el testimonio de lo que vi. Y eso fue exactamente

todo el mundo comenta, que ha mejorado, que se han hecho obras. Más allá de lo que nuestra improvisada y limitante encuesta pueda arrojar, la realidad salta a la vista. La Paz, más allá de sus calles enredadas y sobrepobladas, es inquietantemente limpia y está llena de gente amable. Por doquier hay centros educativos y comerciales (todos públicos naturalmente). Su gente tiene un potente carácter nacionalista, tan potente que nos engancha. El boliviano ama a su país, se nota y te lo hace saber. Todo el tiempo. La mañana de la juramentación de Evo Morales, la ciudad deliraba y sus pobladores se movilizaban masivamente hacia la Plaza de Armas. Bolivianos y extranjeros, todos con banderolas de colores (la bandera del Tahuantinsuyo), chalinas con el mismo motivo, cintillos para la cabeza, banderas bolivianas y bolsitas de cancha serrana a 2 bolivianos cada una. La plaza es pequeña y hundida. En su centro se yergue un monumento a la paz y a la gloria del país. Un poema labrado en uno de sus costados expresa ese nacionalismo del que hablamos y que no nos sorprende en lo absoluto. Una oda a la libertad contra la opresión colonizadora, claramente la española. La plaza se llena y no hay sitio para nadie más. A los turistas

lo vimos: apoyo y expectativa. Las horas pasan, el sol calienta la plaza y los grupos folclóricos que amenizan la espera terminan de pasar. La cultura, idiosincrasia y carácter de una nación se han mezclado en un espacio pequeño pero significativo. Como si fuese una visita a otro planeta, esperamos cosas distintas a las que vivimos en Bolivia. Da un poco de vergüenza darse cuenta de que conocemos tan poco de un país tan cercano, hermanísimo, que comparte más con nosotros de lo que nos imaginamos. Bolivia no está en otra dimensión y no es el infierno caótico que muchos creímos antes de visitarlo. No todo anda mal en este país. Nos consta, nos da envidia y nos sorprende lo que vemos, especialmente el apoyo que recibe por parte de la juventud extranjera su presidente que, idealista o no, funciona como un desfibrilador para revivir conciencias.


Los nombres de las calles

“En tus calles palpita la historia de la Ibérica espada que vino…” Himno de Trujillo

Cuando Trujillo era casi una aldea conventual, cada cuadra de una calle tenía un nombre y recogía las actividades públicas y privadas que se realizaban allí: Calle de los Herreros, Calle de las Leyes, Calle de la Caja de Agua y así por el estilo. Esos nombres son ahora solo un vago recuerdo escrito en una placa de cerámica en las esquinas que nadie mira, ni menos comprende.

Escribe Ana Lucía Gómez

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rujillo, 2010. La ex ciudad colonial se encuentra en pleno ajetreo. Es un día de semana, las personas van y vienen. El himno de la ciudad suena en un local de las galerías Virrey. Al parecer un señor intenta comprar un CD, pirateado, que contenga los himnos de Trujillo y de la nación. La melodía aún continúa y se escucha una vez meliflua y pegajosa: «Solariega ciudad colonial…». Solariega es un adjetivo que ya no cabe usar, pero el verso que habla sobre España, sí. El himno no engaña. Recorrer las calles de Trujillo es encontrarse con diversos edificios que aún conservan rasgos de la arquitectura colonial: balcones, iglesias, monumentos, ventanas. Sentirse en el pasado sería muy sencillo si no fuera por el impertinente claxon de un taxi cuyo chofer le dice a otro: «Avanza, pe, qué está en verde». El centro conserva aún los restos de la muralla en la avenida España, la cual se puede observar mejor en la maqueta de la Casa de la Emancipación; o los edificios alrededor de la Plaza Mayor. También están aquellas calles que perviven en la memoria de los viejos trujillanos con sus antiguos nombres, pero que ahora llevan los de algún héroe o personaje moderno que ha alcanzado la fama. Hay algo en la arquitectura de la ciudad que puede ser una combinación de lo


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moderno con lo colonial: son aquellos paseos sobre los cuales la gente siempre transita en absoluto silencio. Salvo, claro, para preguntar por alguna dirección por ejemplo, las plazuelas. Hablar sobre la fundaciçon de Trujillo es entrar en una discusión en la que la gente podría sacarse los ojos intentando determinar a ciencia cierta cuándo, quién y cómo ocurrió La historia cuenta que Francisco Pizarro fue quien fundó Trujillo y le colocó dicho nombre en memoria de su tierra natal, Trujillo, en la región de Extremadura, España. Otros dicen que fue su

socio Diego de Almagro, y la fecha de fundación fue el 8 de diciembre. Luego está la historia de la gran muralla que ayuda a dividir la ciudad en el centro y sus alrededores. Lo que se conoce de ella gracias diversos tours a los que los trujillanos acudimos desde niños, es que se fundó con la finalidad de proteger a la ciudad del asalto de los piratas, predecesores de tantas bandas que hoy campean en la ciudad. Doña Margarita Aurazo da testimonio de esto. En los tiempos en que ella vino a Trujillo, allá por los años 70, esta aún conservaba pequeños

pedazos de la Muralla y gran parte de sus espacios se encontraban sin construir. Los alrededores eran grandes zonas de antiguas chacras o zonas verdes sin habitar, y la gente recién comenzaba a poblar otras zonas. Santa María, donde habita actualmente, fue habitada años después del derribamiento de la Muralla. Los nombres de las calles En realidad, los nombres antiguos de las calles se conservan solo en unas pequeñas placas amarillas incrustadas en las paredes de algunas esquinas. El listado de ellas es extenso. Lo singular es cada cuadra llevaba un nombre, lo cual hace ahora más confusa su ubicación. Antes, solo cruzando lo que ahora es la calzada uno podía encontrar que la calle llevaba otro nombre. Claro que en aquella época Trujillo contaba con unos cuantos miles de habitantes y no había ocurrido todavía la migración de los años 40 de la sierra a la Costa que cambió el rostro de las más importantes ciudades. La ironía juega a cada paso. Eso ocurre con los nombres de tres calles ubicadas a lo largo del centro que pueden llegar a ser las más transitadas por su carácter comercial: Francisco Pizarro –Independencia- San Martín.

Hay quienes ensayan una lectura de esta circunstancia: San Martín nos independizó de Francisco Pizarro. San Martín es una calle de alto tránsito en días de trabajo, sobre todo en la intersección con Almagro, donde se encuentra la central del Banco de la Nación. No sorprende el porqué del tráfico. En la época colonial, San Martín jugó un importante papel. Él es considerado en nuestro país, incluso más que Bolívar, como el gran prócer de la independencia. Sin embargo, Trujillo no deja de rendirle honores al segundo con una calle que lleva su nombre. En tiempos coloniales, el actual jirón San Martín variaba de nombre en cada una de sus cuadras igual como el resto de calles. Por ejemplo, la que hoy corresponde a la cuada 3 se llamaba antes Calle de los Callejones. Según el diccionario de la RAE, un callejón es «Paso estrecho y largo entre paredes, casas o elevaciones del terreno». No obstante, en Perú callejón tiene otro significado: «Casa de vecindad con servicio sanitario único y habitaciones generalmente simétricas a lo largo de un corredor descubierto». Santiago Vallejo, en el libro Antología de Trujillo,


cuenta que el nombre de esta calle se debía a los callejones situados en ella por los cuales transitaban gente del bajo pueblo. Con el paso del tiempo los callejones desaparecieron, al igual que el nombre de la calle. Independencia, al igual que San Martín o Francisco Pizarro, con excepción de Ayacucho y Grau, es uno de los vasos comunicantes del tránsito trujillano. En ella se encuentra ubicada una de las puertas principales de la Catedral de la ciudad y, si se sigue subiendo, es una de las calles más próximas a un pedazo de lo que antiguamente era la Muralla. En el pasado, la cuadra 9 de Independencia era conocida como Calle de los Algarrobos o del Algarrobal. El nombre se debía a un algarrobal que se dice existía allí. El actual jirón Pizarro también tenía diversos nombres para sus cuadras. Algunas eran, por ejemplo,Calle de la Caja de Agua, la cual limita con plazuela del Recreo, donde se encontraban los, según Santiago Vallejo, «concurridísimos baños del Recreo». De acuerdo a este autor, la Plazuela sufrió diversas modificaciones y en la actualidad es heredera de la pila de la Plaza de Armas. Las calles de Trujillo fuer-

on bautizadas también con los nombres de labores que se ejercían allí, a saber: la que ahora es conocida como cuadra 8 de Ayacucho, tenía el nombre de Calle de los Herreros debido a la ubicación de algunos talleres en los que se forjaba el hierro. Estaba también la calle de las Leyes, que es la cuadra de Pizarro por la que se accede a la iglesia de La Merced. Su nombre se debía a que el Palacio de Justicia estaba a pocos pasos de allí. Asimismo, algunas arterias deben su nombre a las iglesias y edificios que estaban en sus adyacencias, verbigracia la calle de Santo Domingo, o la calle de Santa Ana —la actual cuadra 5 del jirón Zepita—, denominada así por la iglesia que se levanta allí. Con el paso del tiempo los nombres de las calles de Trujillo cambiaron y algunos de sus edificios emblemáticos desaparecieron; tampoco se realizan en sus inmediaciones las labores que en algún momento les dieron sus nombres. No obstante, la historia permanece viva a través de los rótulos que nos recuerdan sus denominaciones originales. En buena cuenta, las ciudades son sus calles y, sobre todo, la gente que las habita y las nombra.


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Ensayo sobre la ceguera

Del doctor Frankenstein al homo iphone

¿Dónde reside el poder del hombre: en la tecnología, en la imaginación o en la excesiva confianza de sí mismo? Mirado a una escala más acorde con el tamaño del Universo, el homo sapiens nos es más que un insignificante microbio lleno de arrogancia y camino a la autodestrucción.

Escribe Hugo Vergara

E

l hombre sueña en grande y, por eso, cuando procura materializar lo que su poderosa imaginación le dicta, planifica en grande también. El ser humano quiere ser el que más sabe, quiere construir el puente más largo, fabricar el auto más veloz, obtener el mayor grado académico, tener la pareja ideal, criar al hijo modelo, cometer la masacre más sangrienta, lograr el robo perfecto, alcanzar el primer puesto, ganar millones, preparar el ají de gallina más rico, hacer el amor por más tiempo (o más rico también) y demás. No importa la grandeza o mediocridad del individuo, sus aspiraciones, aunque sencillas y buenas, siempre encierran la semilla del ego. Sólo el

hecho de creerse bueno ya esconde cierta vanidad y, en ella, un potencial delirio de grandeza. La megalomanía no sólo es una palabra creada por el hombre sino que, irónicamente, para el hombre mismo. De lo dicho se pueden plantear dos postulados: 1) La humanidad ha desarrollado el apetito por crear y rodearse de ingenios cada vez mayores pues ya no se impresiona ni se satisface fácilmente y 2) La humanidad ha caído en una tozuda egolatría y cree que su ciencia lo puede todo.

Postulado 1:

El iphone como el Frankenstein moderno La ciencia quizá nació el día que al primer homínido cavernario se le ocurrió coger una piedra para quebrar un hueso y llegar al tuétano. Con ese conocimiento y técnica, se podía vislumbrar que el hombre estaba predestinado al éxito, pues ya no tendría hambre jamás. Lamentablemente, 10 mil años de historia sentencian a la inversa. A pesar de tanta ciencia y tecnología, el homo sapiens está lejísimos de satisfacer, siquiera, la necesidad primordial de comer. Esto ocurre cuando en el camino científico se pierde la dirección. A veces se crea por el mero hecho de crear. En la novela «Frankenstein o el moderno Prometeo», Mary Shelley muestra al


doctor Víctor Frankenstein preso de su pasión por la ciencia. Cree que se puede insuflar la vida artificiosamente y como él lo cree, cree también que es él el que debe hacerlo. Lástima que por ahí ninguno le preguntó ¿y para qué quieres un monstruo, Víctor? Posiblemente le hubiera pensado y ahorrado la fatalidad. Pero no. Shelley tenía claro el propósito en su obra. En una época en la que los incipientes descubrimientos y avances científicos hacían volar la imaginación de las personas, ella fue capaz de avizorar el riesgo. Si el hombre crea sin

un propósito simple y noble, entonces se aleja del fin primordial de la ciencia, que es (o se supone) asegurar la subsistencia de la raza humana. Caso contrario, causa más líos de los que resuelve. Así es el desventurado monstruo de Frankenstein, una maravilla tecnológica pero sin un claro propósito. En el 2011, el epítome de todo el conocimiento humano puede representarse en un iphone: 16 gigas de memoria expandible, conectividad a internet de alta velocidad para ver el Facebook, chatear, navegar y descargar cientos de

canciones y videos, además GPS, pantalla táctil, cámara fotográfica, filmadora, juegos, activación por voz, cuchumil timbres y, es cierto, también sirve para hacer llamadas. Ahora hay que imaginar todo eso en manos de miles de adolescentes cuya actividad casi exclusiva es sentarse a estudiar. Más allá del resultado académico, en lo que respecta al mencionado adminículo y sus similares, se debe decir que estos necesitan a su vez de otros de capacidades exponenciales para aguantar las tareas cada vez más comple-

jas que cumplen. Lo mismo ocurre con cuanta novedad salga al mercado. La modernidad es una perpetua cadena de productos y el hombre se la pasa de uno a otro más evolucionado. Será por eso que la humanidad ahora ya no es tan impresionable. Por ejemplo, ya no emociona que aparezca un USB con 100 gigabytes, aunque no se tenga clara la idea de la tremenda continencia de datos que la cifra significa. Entonces, se pone todo a escala y se dice que un giga solamente tiene la capacidad de guardar tanto texto, que de


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ser impreso en hojas A4 por ambos lados se apilaría en una torre que resultaría el doble de alto que el edificio Empire State de Nueva York, que mide 443,2 metros. Recién, entonces, la gente se maravilla y abre la boca. Pero luego se acostumbra y necesita, para volver a impresionarse, que le hablen en terabytes, que son miles de gigas. Lo trágico es cuando esta necesidad consumista se convierte en predatoria de lo demás. Sucede con las ciudades que crecen descriteriadamente y exterminan lo que obstaculiza «ese progreso» (el propio Empire State se construyó donde existía un arroyo). Sería más lógico mejorar pueblos y ciudades pequeñas y disminuir la migración centralista a urbes que de tanta necesidad de espacio encementan bosques; que de tanta hambre acaparan cosechas enteras y que de tanta urgencia energética requieren plantas nucleares. Sin embargo, el hombre cree que su cálculo es tan formidable que nada se le escapará y promete lo que no se puede cumplir. Que todo está controlado, que la población estará bien, que la vida continúa.

Postulado 2:

La tragedia del homo faber Es cierto que el hombre transforma al planeta, sin embargo no es lo mismo asumir que debido a eso es su dueño. Hacerlo es tener una visión antropocéntrica del mundo. Esto es, considerar que lo que hay en el mundo, la naturaleza en sí, vale en la medida que le sirve al hombre. De verlo así, queda implícita la licencia de arrasar lo que no es considerado útil a favor de un interés inmediato. Mas frente a esta concepción, de repente, la naturaleza se muestra con la impertinencia de enrostrarle al hombre su verdadero tamaño y lugar. Periódicamente, terremotos,

tsunamis, erupciones volcánicas y tormentas provocan estragos en los espacios que el hombre cree haber colonizado. Entonces fallan las megaestructuras de última generación y cuanto ingenio se haya construido para poder sentirse a salvo. Al ocurrir, se resquebraja la ilusión del control. La naturaleza no está a merced del hombre, sino todo lo contrario. Catástrofes como la del terremoto y tsunami en Japón sustentan esa idea pues golpean la conciencia mucho más que los terremotos en China, Chile, Indonesia, Haití y el sur del Perú. Esto porque Japón es el país mejor preparado para soportar embates naturales. Sucede que ante un evento de este tipo, se suele escuchar que el grado de mortandad y destrucción se dio por no tomar tales o cuales previsiones, asimilándose implícitamente que, de prepararse de la forma debida, se estará a salvo. Así, el poder está en el hombre y no en la naturaleza. Pero al ocurrir lo de Japón, con su crisis nuclear sumada, la perspectiva cambia. La tragedia ya no es error de cálcu-

lo, es inevitable. Es decir, que la raza humana no es dueña de su destino y que no puede prometer que todo está controlado, que la población estará bien, que la vida continúa. De homo faber a homúnculo Si no es suficientemente poderosa la naturaleza en la Tierra para doblegar la arrogancia humana, entonces hay que considerar el universo inconmensurable y enigmático. La Tierra depende frágilmente de sus caprichos por lo insignificante que es. Tanto que al avión más rápido le tomaría sólo hora y media circunvalarla. Pero para rodear al Sol sería otra cosa, pues si éste fuera un cascarón hueco, se llenaría con millones de tierras. Tan grande y pesado que representa el 90% de la masa de todo nuestro sistema planetario. Ni así, el Sol está cerca de ser una estrella grande en el cosmos. La estrella Canis Majoris tiene aproximadamente 2 600 veces el diámetro solar. Tamaños y distancias que para comprenderlos se deben crear otras unidades de medida como el año luz, que es todo lo que puede recorrer la luz sin descanso en un año yendo a 300 000 kilómetros por segundo. Y sobre distancias, a 20 años luz está el planeta más cercano con condiciones similares a las terrestres, donde se considera que hay altas probabilidades de ser habitable. Pero no tantas como las probabilidades de que la Tierra sea impactada nuevamente por un asteroide del tamaño de Loreto: 100%. Más claro, imposible. El hombre, en una escala más general, es apenas un microbio y ninguna tecnología existente, incluyendo el iphone, salvaría a la humanidad de un armagedón terrestre o cósmico. Si la humanidad busca prevalecer en el tiempo no debería centrar todo su esfuerzo para sostener un sistema de consumo caníbal. Por el contrario, necesita redireccionar su energía. Lograr una distribución más justa de lo que brinda la naturaleza en vez de sólo crear portentos de ingeniería para controlar los recursos. Aprender a cuidar y compartir lo que se tiene permitirá evolucionar como especie. Esa es la única forma en la que el hombre pueda superar cualquier escala. Se puede empezar soñando.


En este pueblo no hay ladrones

Santiago de Cao es, con toda probabilidad, el pueblo más extraño de La Libertad: en sus dominios no hay ladrones. La gente deja las puertas de sus casas abiertas a todas horas, la soledad reina en sus calles y todo parece arrancado de las páginas de un libro de Juan Rulfo.

H

Escribe Alberto Alarcón Olaya

ace unos días, Vania y yo estuvimos en Santiago de Cao. A lo largo del camino, ya fuera de la ciudad de Trujillo, sólo se ven tupidos cañaverales. La tierra es ambarina, el cielo quieto y el aire huele a melaza. Llegamos a eso de las diez de la mañana. El día estaba soleado y caluroso. En la recoleta placita del pueblo, nadie, ni siquiera un anciano en duermevela, a la sombra de su rotonda. Los árboles estaban quietos y unas pocas avecillas revoloteaban en sus ramas. La iglesia es grande, muy antigua, con un par de campanas coloniales y un típico mojinete de color mostaza y blanco. En todo el pueblo se respira un aire de gran soledad. Las dos o tres calles a la vista parecían las de un pueblo devastado. Apenas uno que otro viandante. Se presentía, sin embargo, la proximidad del mar. A un lento ciclista que pasaba por allí le preguntamos por él. Señalando hacia el oeste nos dijo: «Si se van por aquí llegan a la Playa El Charco, pueden irse a pie». A Santiago de Cao le calzan perfectamente los versos que Juan Luis Velásquez escribió alguna vez para Piura: «¡Qué soledad sin soledad siquiera!». Soledad


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reverberante y ligera, para nosotros dos, acostumbrados a conversar con los árboles, a huir de la gente y a mirar las variantes de la luna en la inmensidad de la noche. Fuimos a tomar desayuno en una fonda sin nombre. Café pasado y un “misho” frito, con sarsa de cebolla y yuca sancochada, todo muy agradable. El día parecía una naranja inmóvil. Entramos a la Municipalidad para dejar unos documentos. El silencio de las calles se repetía en las oficinas. Los empleados semejaban los personajes de un Macondo redivivo o los espectrales habitantes de una nueva Comala. En el segundo piso, nos atendió don Juan Lavado, un funcionario simpático y locuaz, que nos dio algunos datos del pueblo: en la iglesia están sepultados los tres primeros sacerdotes de la Villa, y puede verse al curioso Cristo de los Cuatro Clavos. Las campanas datan de 1646 y el patrón del pueblo es Santiago el Apóstol, cuya fiesta se celebra en el mes de julio. Los pájaros más conocidos son el tordo, los petirrojos, los canarios y los binchines. Y de las flores, el clavel y los geranios. “Sin embargo, lo más destacable– nos dijo –es que en este pueblo no hay ladrones, usted puede dejar su puerta abierta y salir sin preocupaciones”. Lo habíamos comprobado. Aquí, las casas se ventilan solas, ajenas a los temores de la

ciudad. La honradez y la hospitalidad de sus habitantes son proverbiales. «Quien puede darles mayor información es el profesor César Castillo, director del Colegio Manuel Arévalo, que está a sólo dos cuadras de aquí», nos dijo sonriente mientras nos extendía su tarjeta personal. Allá fuimos. Alguien nos abrió la puerta del colegio y entramos. Un grupo de estudiantes jugueteaba en un descampado. El director no estaba. En su oficina, sólo encontramos a un taciturno profesor arrancando lánguidos acordes a una guitarra. Nos dirigió una mirada neutra y continuó tocando. A los pocos minutos, el director llegó. Nos saludó como si nos conociera de toda la vida y de inmediato se dispuso a brindarnos información sobre el pueblo. Detrás de él, en lo alto de la pared, una vieja fotografía del mártir Manuel Arévalo lo presidía todo. Le preguntamos por éste, y como respuesta sacó de una de las gavetas de su escritorio el opúsculo Vida y obra del luchador social Manuel Arévalo/ Cuentos y leyendas de Santiago de Cao que nos obsequió muy generosamente. «Este librito fue el resultado de un concurso escolar que convocamos en 1986, las ganadoras fueron dos alumnas, Yolanda Gamboa Gabel y Janet Paz Castillo, aquí van a encontrar datos sobre Manuel Arévalo y el pueblo». El profesor Castillo es iqueño, de agradable trato y sonrisa abierta. «Vine muy joven –nos dijo entrecerrando los ojos –, ahora soy un santiaguero más. Sí, así como suena: santiaguero, ese es el gentilicio, para diferenciarnos de los de Santiago de Chuco, que como todo el mundo sabe son santiaguinos». «También nos dicen ‘santiagueros pata salada’, tal vez por la cercanía al mar y nuestra actividad como pescadores», acotó con una sonrisa. Por él supimos que, aparte de El Charco, existe otro balneario llamado Tres Palos, ambos


potencialmente turísticos; y que el suco, el tramboyo, el cherno y el cangrejo son las especies marinas más conocidas del lugar. Volvió a recordarnos, con un timbre de orgullo, la honradez de los santiagueros, y la pujanza de sus muchachos que, una vez terminado el colegio, se profesionalizan en las universidades e institutos de Trujillo. Nos despedimos. De inmediato tomamos un mototaxi rumbo a El Charco. Cuatro soles, ida y vuelta. La soledad del breve sendero la interrumpen sólo el silbo de los tordos y la febril actividad de un pequeño grupo de cañeros llenando la tolva de un camión. Una que otra casuchita de barro y junto a ella un borrico tarascando su porción de alfalfa. Después de unos minutos: el paisaje abierto del mar, el cielo limpio, las ruinas de los viejos ranchos de enea, las bandadas de gaviotas y el aire puro en ráfagas constantes. Sólo encontramos un restaurante abierto. Los otros abren ocasionalmente los fines de semana. Todo lo demás se compone de unas casonas muy antiguas abandonadas y de algunas reconstruidas, pero sin habitantes. Vamos

a una capilla solitaria, ahíta de musgo húmedo y ferroso, y tomamos unas fotos a su campanario inútil y a su cruz tumbada. El Charco se anima en el verano. Ahora ha comenzado el invierno, y uno tiene la sensación de haber resucitado en un lugar fantasma. Avanzamos hacia la playa y entonces se nos revela el nombre del balneario: entre las casas y la orilla, la marea de las noches deposita un largo charco que empantana la arena y hace difícil el acceso. Ciénagas y albuferas. Pajonales salinos. Vadeamos. La playa es de tierra húmeda, pero se puede caminar y echarse sobre ella. Con una pluma de gaviota escribo unos versos míos para ver cómo los borra el oleaje. Los playeritos blancos pescan raudos y la soledad del mar abierto es realmente impresionante. A lo lejos se ve el cerro que da a los totorales de Huanchaco. Por esta zona, se proyecta una futura carretera que ya tiene nombre: la Costanera. Unirá el balneario trujillano con el santiaguero en sólo pocos minutos. De retorno, mientras el aire se suaviza con el sol de la tarde, nos sentamos en una de las mesitas del

restaurante y yantamos un cebiche de buena ley, acompañado de unos vasos de cerveza. Solos, nosotros dos y las dos mujeres que atienden el negocio. El silencio es grandioso. Me acuerdo entonces de los monacales versos de Fray Luis de León «Qué descansada vida/ la que huye del mundanal ruido…». Llega el mototaxi y nos embarcamos de regreso. Antes de llegar a Santiago de Cao, nos detenemos en una casa de barro que anuncia la venta de “chancaquitas”, una golosina deliciosa hecha con caña de azúcar. Mientras compramos, Vania me toma una foto conversando con un borrico que pace tranquilamente cerca de allí. Esta vez viene a mi memoria la tierna imagen de Platero y las gloriosas palabras que lo inventaron. Llegamos al pueblo comiendo chancaquitas. Comiendo chancaquitas nos trepamos al bus de los García que nos trajo de regreso a Trujillo. Saboreando chancaquitas escribo esta crónica nostálgica con ganas de volver todas las veces que pueda a ese Macondo tan placentero y hospitalario que se llama Santiago de Cao.


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Escribe Javier Rodas

Torre de vigía

El hombre y la tierra

S

e habla mucho del negativo impacto de la actividad humana sobre el planeta, pero es muy poco lo que se viene haciendo para revertirlo o al menos frenar ese impacto. Hasta ahora el ciudadano común no ha entendido que salir a la calle no es entrar en tierra de nadie, sino en territorio de todos; y en tanto, entre las compañías transnacionales y nacionales, prima la filosofía de máximas ganancias en medio de una Tierra que “supuestamente” aguanta todo. No habría espacio suficiente para citar todos los productos que la sociedad de consumo está introduciendo en el planeta en forma exponencial; sin embargo, podemos formular algunas preguntas: ¿Cuál es el destino final de las pilas y baterías que desechamos? ¿Cuál es impacto de los plaguicidas que se acumulan en la naturaleza? ¿Qué estamos haciendo con los desechos de las llantas de vehículos que circulan en todo el planeta, para las cuales hasta el momento no se ha descubierto un proceso de reciclaje? ¿Cuáles son las consecuencias de los desechos de este “mundo de plástico” que ha invadido nuestras vidas? ¿Hasta dónde es posible convivir con las amistades peligrosas de productos químicos útiles, que se convierten en residuos muy problemáticos y que terminan poniendo en peligro la naturaleza y alteran incluso el ciclo hormonal y la capacidad de reproducción humana? ¿En dónde se están acumulando los residuos y desechos que generan las centrales nucleares y la industria militar nuclear? ¿Cuántas montañas de basura originadas por

el consumo y la generación de residuos soportará la Tierra? ¿Cuál será el impacto de tanta chatarra en órbita originada por los vuelos espaciales y satélites fuera de servicio? ¿Hasta qué grado estamos envenenando el aire, con una industria que genera nubes de azufre y contamina la atmósfera sin cesar? ¿Hasta dónde es viable hoy un baño de sol si los agujeros de la capa de ozono han hecho de esta un paraguas con goteras por donde ingresa la ionizante radiación ultravioleta? ¿En qué nivel se están contaminando las aguas dulces por los relaves mineros? ¿Hasta qué grado estamos agotando al suelo y al mar y a la atmósfera con nuestro “desarrollo económico”? Si a estas interrogantes que se refieren al desempeño regular de nuestra sociedad le sumamos el impacto de eventos como los accidentes nucleares de Chernobil y Fukushima, los grandes derrames de petróleo en el mar, las consecuencias ecológicas de la guerra del Golfo, la destrucción por la industria maderera de los bosques amazónicos, los grandes incendios, etc., podemos decir realmente que el planeta está muy herido. Este es un momento de extrema necesidad para hablar sobre los derechos la naturaleza y los deberes del hombre hacia ella, considerando que somos parte de ella y cualquier herida que le hagamos al planeta repercutirá sobre nosotros mismos. Para muestra un botón: nuestro clima ¿Hasta dónde nuestras actividades han influido en este cambio climático?


Fragmentos reales Encuentra más fotografías en: http://madiluck.wordpress.com/

Fotografías de Fátima Madi Luck

ATRACCIÓN: Y vamos formando triángulos de pasión.

GRITOS: Voces apagadas por el temor a perder.

MENTIRAS: Se agotaron las palabras falsas.

RECUERDOS: Niños jugando en el universo.


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