Vagón de
OSTRAS
REVISTA DE CUENTO Y POESÍA JULIO DE 2015
- NÚMERO VI -
tapa. Sin título.
La obra forma parte de la gráfica para una pieza teatral basada en "Los pichiciegos", de Rodolfo Fogwill. Técnica: tinta china Dalmiro Zantleifer Ojeda es ilustrador, nacido en la Ciudad de Buenos Aires. Sus inquietudes con el dibujo no tienen una fecha de comienzo (desde el jardín de infantes, podría decirse), pero su paso por la carrera de Diseño Gráfico de la Universidad de Buenos Aires entre los años 2000 y 2004 fueron determinantes para su profesionalización. Ilustró, entre otros libros, Poemas Escritos en Hojas de Té, de Macarena Trigo, libro inédito de poesía para niños, ha participado en diversas muestras y publicaciones del Foro de Ilustradores de la Argentina, además de realizar numerosas gráficas para obras de teatro, bandas de música y eventos culturales de diversa índole. Pueden conocer más de su trabajo visitando su página web _www.dalmiro.com
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ÍNDICE p1. Nota preliminar. p2. Poseidón I y II/ Fabio Martinez. p6. El señor del Boulevard Saint-Martin / Nathalie Man. p7. Los shoppings son peligrosos / Miguel Angel Molfino. p10. Anatoly es perseguido por Genady / Ignacio Xavier Ruibal. p12. Hoja Suelta / Alejandra Migliore. p15. La muerte de un líder / Cecilia Romero Messein. p17. Dice que podría ser un fenómeno común/ Gervasio Monchietti. p23. Vacaciones/ Lorena Isuani. p24. Dakimanova / Cezary Novaek. p28. Una / Rodrigo Lobo Damasceno.
Número VI, julio de 2015.
Vagón de OSTRAS
NOTA PRELIMINAR
vive, una muerta que siente, cazadores perseguidos, hallazgos misteriosos y profunda contemplación. A demorarnos juntos.
Leer es demorarse de la realidad, sumir el cuerpo en quietud y la mente en inquietud. Es entrar en tiempos y espacios distintos de los que acostumbramos habitar, como una experiencia extracorporal o un seuño muy vívido. Y ahora que todo parece estar constantemente tomando carrera una y otra vez, precipitándose, demorarse es una forma de rebeldía. Y cada vez que nos entregamos a esta rebeldía estamos aceptando las reglas que nos propone, uniéndonos a su fluir diferente e irreversible.
Vagón de Ostras
Así que los invitamos a rebelarse con las páginas de este nuevo número de Vagón de Ostras. El menú es como siempre diverso; una doncella poseída, un señor que
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Poseidón I y II _ Fabio Martínez
Poseidón I Teníamos trece años e hicimos una fiesta en la casa de Leonor. Las chicas bailaban solas, nosotros poníamos música. A la medianoche salimos y nos sentamos en el jardín de la entrada. El barrio era realmente oscuro y parecía que más allá de la esquina se acababa el mundo. Apenas un farol iluminaba a mitad de cuadra y varios bichitos revoloteaban alrededor. La madre de Leonor se sentó junto a nosotros, se acomodó en una reposera, prendió un Derbys100 y pasó el atado con el encendedor. Sacamos cigarrillos y antes de hacer la segunda seca la señora empezó a contar historias de terror, historias comunes que la mayoría conocíamos: la llorona, la quemadita, el familiar o el alma mula. Algunos teníamos miedo, otros se reían por lo bajo. Sin embargo, la señora seguía relatando esos sucesos convencida de que eran verdad y a cada rato nos decía: Escuchen, escuchen, son las almas que andan penando. Su rostro arrugado y gordo, bajo la luz difusa, daba escalofríos. A la una llegó Cintia, la hermana de Leonor. Era flaca, alta y tenía unos pechos enormes que exhibía con una remera escotada. Pasó a mi lado y me rozó apenas con su muñeca. Olor a agua colonia quedó flotando en el aire. Nos saludó de manera fría y cuando escuchó a la madre contar esas historias, puso cara de «otra vez lo mismo» y se encerró en la pieza.
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A las semanas Leonor faltó varios días al colegio. Nadie sabía qué le pasaba. Daniel, un compañero que vivía en el mismo barrio, llegó con la noticia de que Leonor estaba poseída, que sacerdotes y curanderas entraban y salían de su casa y que la tenían atada a la cama mientras un grupo de señoras rezaban el rosario. Nadie le creyó ni una palabra. Daniel mentía siempre. La primera vez que lo conocimos nos dijo que había entrevistado a los Guns N’ Roses en Río de Janeiro. Y cuando le preguntamos cómo había llegado a ese lugar, explicó, de manera tranquila, que se había colgado del ala de un avión. Al mes y medio Leonor regresó al colegio. Se sentó en el lugar de siempre y permaneció callada gran parte de la mañana. Estaba pálida como si le faltara sangre, aunque se la veía más gorda. En la hora de Historia Leonor levantó la mano y pidió permiso para ir al baño. Se puso de pie, hizo un par de pasos, se llevó por delante unas sillas, las patas crujieron en el piso, se quiso sostener de un respaldo, el brazo se le venció y cayó desplomada cerca de la puerta. Por un momento el aula quedó en completo silencio hasta que mis compañeras gritaron. Con el Culón, el Pájaro, Hugo y la profesora la quisimos levantar y no pudimos. Esa mañana Leonor pesaba el triple o tal vez más. Vinieron dos compañeros, luego tres más y entre nueve ni la movimos. Era como si el cuerpo estuviera pegado al piso. La profesora dijo que era mejor que le diéramos aire. Salimos. Leonor quedó sola hasta que llegó la ambulancia. La directora no se animó a entrar y vigilaba desde la puerta. Los paramédicos pasaron entre los alumnos y dejaron la camilla en el suelo. Leonor abrió los ojos, exhaló aire lleno de tierra y una pequeña nube de polvo quedó en el ambiente. Entre los dos la levantaron como si fuera una pluma y en una ambulancia vieja la trasladaron al hospital. El curso quedó impregnado de olor a flores muertas.
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A veces sueño con ese momento y en ocasiones, cuando menos lo deseo, escuchó el ruido de las sirenas alejándose del colegio. Poseidón II Leonor no volvió. La única información que nos llegó fue que tenía esquizofrenia y la estaban tratando. Con el tiempo nos olvidamos de ella y nos acostumbramos a ese olor a flores muertas que era parte del colegio. Un año después de dejar la escuela por los diarios nos enteramos de que Cintia, la hermana de Leonor, había sido quemada por el novio. En un brote de celos el tipo rompió un perfume y la bañó con ese líquido. Luego le arrojó un zipo que tenía el logo de un león dorado. Lo primero que prendió fue el pelo rubio y lacio. La trasladaron a Salta y a los tres días murió en el hospital provincial. Los enfermeros que trabajan en ese lugar aseguran que en los pasillos todavía se escuchan sus gritos y lamentos. La última vez que volví a Tartagal andaba por el centro y me crucé con Leonor. Salía de la oficina de Tránsito. Llevaba una remera gris, gastada, con el rostro de Axel Rose como si fuera Jesucristo. Tenía un corte a la cubana con el costado de la cabeza rapada. Me miró a los ojos un rato largo hasta que se subió a una bici y se fue despacio por el costado de la calle.
Este fragmento de cuento forma parte del libro “Dioses del fuego y otros relatos”.
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Fabio Martinez (1981) nació en Campamento Vespucio, provincia de Salta, Argentina. Vivió su infancia y adolescencia en la ciudad de Tartagal y desde hace quince años reside en la capital de Córdoba. Es Licenciado en Comunicación Social, graduado de la Universidad Nacional de Córdoba y trabaja como profesor secundario en Colonia Tirolesa. Participó en la Antología de jóvenes narradores de Córdoba Es lo que hay (Editorial Babel 2009). Su primer libro de relatos Despiértenme cuando sea de noche fue editado por Editorial Nudista en 2010 y reeditado en 2012. El mismo recibió en 2010 el tercer premio en el género cuento, en el Concurso del Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editorial, otorgado por el Fondo Nacional de las Artes. El año pasado formó parte del libro Frutos extraños (EDUVIN 2012) junto a Sebastian Pons y Alberto Rodriguez Mayztegui. A mediados del 2013 publicó su primer novela Los pibes suicidas (Editorial Nudista). Obra que fue finalista del Premio en narrativa Eugenio Cambaceres. En el 2014 la editorial universitaria Sofía Cartonera publicó dos libros de su autoría: El Río y El amigo de Franki Porta. Ese mismo año la provincia de Salta lo galardonó en el concurso provincial literario por su libro Dioses del fuego y otros relatos que se publicó a fines de noviembre.
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El señor del Boulevard Saint-Martin _ Nathalie Man Lo vi. Vivir, a este hombre, lo vi vivir. Con su mano recién lavada, Sostenía un peine de plástico de color marrón. Tocó con su mano derecha su cabello Y empezó a peinarlo cuidadosamente. Primero un lado y luego el otro. Dejó el peine sobre su alfombrita, Y acarició su pelo. Se quedó ahí todo el día, sentado en la vereda. Es, se lo juro, el único hombre vivo Del Boulevard Saint-Martin.
Nathalie Man es una poeta y escritora francesa (1987), de padre chino y madre española. Empezó a escribir desde muy pequeña y ganó varios premios de poesía y de novela. Hoy en día, es lo único que quiere hacer. Empezó un proyecto de poesía urbana en Paris en 2013 “L’urgence du détail” (La emergencia del detalle) que desencadenó varias exposiciones y una nota en un libro académico “Eloge du Dépaysement” (Elogio al XX – idea de cambiar de aires etc. viajando) En 2014 publicó su primer poemario “Impresiones de Pekín” (Ed. Les Xérographes, 2014). En 2016 se editará su segundo poemario “Percepciones”. “El señor del Boulevard Saint-Martin” fue su primer poema de éxito. _www.nathalieman.com
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Los shoppings son peligrosos _ Miguel Angel Molfino
Sí, me encontraron desnuda. Tirada en el suelo sobre la alfombra, muerta y desangrada. La cuchilla de la cocina todavía me abre en dos el corazón. Los forenses ni se ocupan de mí. Buscan evidencias, pelusas, objetos que pueden tener trazas de ADN. Un detective pide a los paramédicos que me trasladen a la morgue. Fíjense si no fue un ataque sexual, dice el policía al que llaman Tero. No, no me violaron, no sé cuál fue la razón por la que me dejaron desnuda. Me mataron a las diez y media de la noche, me estaba lavando los dientes, ya estaba en camisón, me iba a acostar para ver un poco de televisión. Sentí todo, los ruidos previos, una voz, una sombra, la cuchilla en el aire, mis gritos. Me mataron pero no pude ver quién lo hizo. Durante la tarde recibí una rápida visita de Gina; “solamente para saber cómo seguís”. Muy amable. Jamás se interesó en mis cosas y después de la operación, parecía dedicar su vida a visitarme. Se sorprendió de encontrarme tan bien. Una maestra en el arte de fingir. En fin. Al cabo de todo, morí soltera, no tuve hijos, y jamás visité Disneylandia. Cuando se marchó Gina (le quería encontrar una finalidad a mi vida), decidí salir a caminar, tomar un cafecito o llegarme hasta el Alto Palermo. El café de Starbucks parece estar hecho de arvejas: huele a arvejas, sabe a arvejas, lo que no sé es cómo le dan ese color café intenso. Fumé un cigarrillo pensando en Roli Monegáz, mi paciente, en su fobia a las uñas pintadas de las mujeres. ¿Por qué Roli? Ah, claro, odia las arvejas. No debe pisar Starbucks ni que le paguen un millón de dólares. La camperita se veía chulísima. Pero tendría que haber vendido el auto. Ona Saez se va al carajo con los precios. No había mucha gente pasilleando.
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Me encontré con Felicitas y rato después, con Lucila Orueta (se acaba de divorciar, también, con esa cara de culo…), ¿de qué hablaron? De sus hijos y de sus maridos. Nos vemos chicas. El tipo me saludó: estaba mirando la vidriera de Legacy y al verme salir de Sarkany, sus ojos pegaron un saltito. Me sonrió, ¿alguien recuerda la sonrisa de Clive Owen? Unos cuarenta y cinco, cincuenta años, vestido con ropa de entrenamiento Nike (todo azul cobalto, pelo rubio y una bocota como para morir besando). Me metieron al furgón del Tanatorio de la Federal, fue allí donde dejé de oír para siempre. Era lo último que me faltaba que se me muera, el ruido exterior, bah, el ruido. Ay, no me acuerdo cómo se llamaba mi personal training. ¿Damián? ¿Sebastián? (cómo no lo pensé antes: la muerte te da un poquito de amnesia) Tomamos un licuado de frutas tropicales en el primer piso. Qué ojos, virgen mía! Y cómo miraban. Su ropa Nike era nueva, tenía olor a nuevo. ¿A qué se dedicaba? Carajos…¿estos olvidos los tendré por toda la eternidad? Tenía las manos grandes y nudosas. No me gustaron. Grandes y nudosas no me gustan. Me dejé besar. Era un hermoso ejemplar, jamás había tenido uno así ni en una fotografía. Y qué voz. Creo que la voz me besó primero que sus labios. Fueron besos largos, húmedos, si estuviera con Norita le contaría que hacía años no usaba tanto la lengua. Epa, epa, epa! Aquí hay unos momentos confusos, ¿cómo fueron? ¿Qué pasó? Ah, sí, que me acompañó a casa. La cantidad de gente que había en Sánchez de Bustamante era de no creer. El me llevaba suavemente del hombro. Había bajado la temperatura, hacía frío. Y a él le quedaba tan lindo el gorrito de lana de los NY. ¿Cuántas horas habían pasado? La noche llegaba como un baldazo de brea. Nos cruzamos con Roli Monegáz, me saludó, me quiso decir algo y le rehuí. ¿No vio el idiota que venía con galán acoplado? Del furgón me meten a la morgue. También perdí el sentido del olfato: este lugar debe oler a desinfectante, a cadáver…bueno, el muerto se asusta del degollado. Vi que se acercaban dos médicos de batas azules y tres policías de civil. Levantaron la sábana que me cubría. El médico de bigotes, con energía, arrancó la cuchilla ensartada en mi corazón. Uno de los policías murmuró, mirando a todos: ¿Quién será el hijo de puta capaz de hacer esto?
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Milagro. Escuché. Era la voz del policía que le decían Tero, la voz del asesino. Reparé que la voz de mi asesino iba vestida con un equipo Nike. Tenía una pequeña mancha de sangre en el buzo. Su gorrita de lana negra con las iniciales NY seguía siendo encantadora. Me miró, me sonrió y acarició mi cabellera muerta con sus manos grandes y nudosas.
Miguel Angel Molfino nació en Capital Federal en 1949. Desde 1957 se radicó en Resistencia. A partir de 1996 vivió en Buenos Aires (10 años), México (11 años). Escritor y periodista, estuvo preso durante seis años bajo la dictadura militar de 1976. Como periodista trabajó en diario Norte desde 1970 hasta 1974. Fue corresponsal del diario El Mundo de Buenos Aires. Actualmente colabora en diario Norte (columna dominical“Versiones y Per-versiones”), en Página/12, en “Miradas al Sur” y la revista Sudestada. Asimismo, colabora en _sigueleyendo.es, portal web español especializado en literatura. Además integró el Consejo Editorial de la revista Puro Cuento, dirigida por Mempo Giardinelli, y encabezó talleres literarios en el Chaco. Ha publicado los libros Versiones y Per-versiones (crónicas, 1986), Nueve Cuentos Nuevos (Cuentos infantiles, 1987), El mismo viejo ruido (cuentos, 1994), Prosas escogidas (cuentos, 2006), Un libro raro (prosas y poemas, 2007), La mágica aldea del crepúsculo (haikú, 2008), Monstruos perfectos (Novela, 2010), Y colorín, colorado, tu vida se ha terminado (Nouvelle, 2012), La Polio (novela, 2014), además de integrar diversas antologías.
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Anatoly es perseguido por Genady _ Ignacio Xavier Ruibal Andás por el bosque como si fuera invierno como si ya no caminaran por ahí los osos, con la comida al nivel de los ojos con la comida trepada a los troncos sin el plástico para que no se trepen los ratones. Pensás que ya es invierno porque tus trampas se cubrieron de nieve. Creés que te estás babeando pero no es escarcha lo que tenés en la barba. Estoy escribiendo esto en tres pétalos que dejo sobre la tumba del único cazador que conocí. Su hijo había muerto hace mucho, pero un día lo volví a ver atacando a sus perros. El cazador lo persiguió en la moto de nieve y el hijo tomó el camino del hielo del río congelado. Faltaba mucho para el invierno, aunque en esta parte del planeta nunca falta mucho para el invierno.
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Ignacio Xavier Ruibal nació en Córdoba, donde actualmente reside. Cursó en la U.N.C la carrera de Filosofía y la de Composición musical. Es guitarrista de “Un día perfecto para el pez banana”, banda cordobesa de pop/rock experimental, con quienes editó dos EP y un LP a través del sello independiente Ringo Discos. A la par de la música comenzó a escribir. Primero en combinación con la música y de a poco, fue cobrando importancia propia la literatura. Posteriormente asistió dos años al taller de escritura de Pablo Natale, parte fundamental en su formación como escritor.
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Hoja suelta _ Alejandra Migliore
Encontré en mi libreta de anotaciones la hoja suelta de un libro. No sé cómo llegó ahí, está ajada y tiene una especie de ombligo que parece reforzar la idea de su vida. Páginas 863 y 864, anverso y reverso. Ningún otro indicio. Por supuesto googlé una frase entrecomillada, esperando que la voz de la sabiduría revelara la identidad de la misteriosa hoja: No se ha encontrado ningún resultado. NADA. Ahora la incógnita es doble, como las páginas. Nunca sabré a qué libro pertenece y mucho menos cómo llegó a mí. Alguien la puso ahí; por lo demás no parece guardar ningún mensaje, portar código alguno. Empieza con un interruptus …”fuese como antes.” Pero después habla del capitalismo, el imperialismo, el sudor, el trabajo y la gratificación. Alguien le habla a alguien más, hay una segunda persona presente. Y acá viene mi parte preferida, la conclusión del parlamento, “De modo que no usemos palabras definitivas”. Recupera la voz el narrador y nos dice que están en Nueva York, ya que” dejaron atrás la Quinta Avenida y bajaron por la calle Cuarenta y Uno del Este”. Si el autor hubiera elegido otra calle por la cual deambularan sus personajes, sería indescifrable dónde transcurren los hechos, pero al menos deja un indicio. Sin embargo, la historia que importa, la que el personaje está narrando, transcurre en otro lado. Comienza en Singapur donde se da una orden, refiere a Batavia como un destino, aunque es imposible saber si es la Batavia de Illinois, Lowa, Nueva York, Ohio, Wisconsin, o la de San Luis. Pero lo más probable es que, por una cuestión geográfica, se trate del antiguo nombre de Yakarta, capital de Indonesia, no tan lejos de Singapur. Y hay algo más, desde 1942 Batavia es Yakarta y por lo que se dice el relato transcurre el 26 de diciembre de… algún año anterior a 1942 pero posterior a 1619, momento en que empieza a denominarse Batavia.
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De Batavia vamos a Medan. Investigando encuentro una página de wikipedia dedicada al 26 de septiembre. Recopila acontecimientos, nacimientos, muertes ocurridos en esa fecha. (Me pregunto, ¿cada fecha merece una página de una enciclopedia, donde además se nos explica cuántos días quedan para finalizar el año? ¿cómo resuelven eso los días de enero y febrero con el detalle del día yapa? ¿cada 4 años alguien se toma el trabajo de corregir?). Vuelvo. Casualmente el 26 de septiembre de 1997, dice wikipedia, ocurrió un accidente en el aeropuerto de Medan, exactamente el mismo lugar que el 26 de diciembre sufrió un bombardeo de japoneses en el libro ignoto. Los 26 son malos días para Medan. Hay caucho, control de embarcaciones en el puerto de Belawan. Hay nipones malos asediando Singapur y esperados aviones y buques procedentes de Estados Unidos. Hay órdenes de minar, hacer volar fábricas y todo lo posible y no ser tontos de dejarse apresar vivos por japoneses. O no ser tontos de dejarse apresar por japoneses vivos. O ser vivos y no dejarse apresar por japoneses tontos. Ya pasó enero y llegó febrero, en dos páginas, un mes y medio. Ahora bombardean Batavia o Yakarta, llega un telegrama de Margriet que dice que llegaron “a Bandoeng, donde estaban a salvo y que al nene le está saliendo”… se interrumpe. ¿Qué edad tiene el nene? ¿Le estarán saliendo los dientes? ¿Serán escamas? ¿Barba? ¿Su Yo anti-nipón? Sabemos que el auténtico lugar para estar a salvo es Nueva York, ahí se cuentan los hechos porque se ha sobrevivido. Pero ni una gratificación… así que la conclusión puede ser la última oración del primer párrafo, mi preferida: “DE MODO QUE NO USEMOS PALABRAS DEFINITIVAS”. -En otra ocasión me pasó lo mismo con un recorte de diario japonés en el bolsillo de mi mochila. En ese caso, la investigación se vio obturada rápidamente: ¿cómo buscar un indicio en japonés? Otra vez Japón.-
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Alejandra Migliore (y/o González Migliore) nació en julio de 1985 en la ciudad de Córdoba. Es profesora de Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y tallerista de dramaturgia, escritura poética, dirección y puesta en escena. Ha realizado la dramaturgia de las obras teatrales Gris sobre Gris (2010), Vestigios (2011), A la sombra de las máquinas (2012) y Bautismo secreto (2013). Desde el año 2012 dirige la publicación independiente Fuelle (Fb: Fuelle.postal), con cuatro números publicados. Gestiona un blog literario personal (_alejandramigliore.wordpress.com) y publica “Taxonomía” en Causa Natural Fanzine de la Ciudad de Córdoba, en 2013 y “Reconstruction” en el blog _eldedodeicida.wordpress.com, en 2014. Desde el año 2014 lleva adelante tareas de Producción y Comunicación en el Festival Internacional de Literatura de Córdoba. Por otra parte, en el mismo año participa con lecturas de sus poesías en RELÁMPAGO Nº4: Ciclo de lecturas express en el espacio público en Córdoba; y en el 8vo Aguante Poesía, en el marco de la 10ma Feria del Libro Juan Filloy Río Cuarto. Desde el año 2011 a la fecha se desempeña como docente de Filosofía en el Nivel Medio, Tutorías de Plan FinEs y clases particulares de Humanidades en la ciudad de Córdoba.
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La muerte de un líder _ Cecilia Romero Messein
me saca la noche la niebla las palabras me saca la lengua y otras vísceras me pone un comando un saludo un fuego que yo no conozco me lleva la tienda en que yazgo no muevo mi cuerpo no muerdo alimento no bebo ni pienso arremeto contra la historia y estoy así me saca la lengua y ya no podré nombrar esta batalla este cruce de invierno entre lo desolado de los días enemigos me saca las vísceras y desayuna entre el matorral crecido entre los verdes cabos que desparraman su suerte me saca la noche este despojo que me pertenece hace siglos y estoy así arremeto contra la historia que contarán a los niños la infamia del monumento para silenciar mi cuerpo yazgo y estoy así frente a la muerte de un líder
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Cecilia Romero Messein nació en 1984 en Buenos Aires, pero transcurrió su infancia y adolescencia en Río Cuarto. Actualmente vive en Córdoba. Es docente y poeta. Publicó los libros Antiguo silencio, editorial Cartografías (2005), Detalles de las mocas sobre el alambre, editorial Ciprés (2010) y Monasterio roto, editorial Llantodemudo (2014).
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Dice que podría ser un fenómeno común _ Gervasio Monchietti I Lo brutal es entender que no todos vibramos igual. Dejar que llueva. La mosca al fuego. Cantan las ranas. Cantan los grillos. El hombre lento llega tarde. Lento prende el fuego. Sus manos pequeñas suaves. Se desliza entre las sillas, no se sienta. Se balancea. Un piano. El sonido de un piano. El hombre lento empieza a moverse al compás. La boca gruesa se abre. Como un paréntesis. Se abre. Se empieza a despertar. Sonríe. Para el hombre lento el mundo es una calesita. Lento baila. Cada tanto. Informe. La ciudad donde vive es gigante. Los aviones pasan tan cerca que si estirara la mano podría tocarlos. Lento es grandote, pero no tanto. Tiene piernas fuertes. Con sus brazos finitos y largos podría escalar un rascacielos. Es silencioso, histriónico, capaz. Su amor vive lejos. Espera las cartas, pero no se lo dice. Ella le hace preguntas. El sonríe. Miran las estrellas y hablan de la noche. Ahora están en la lluvia. II Los miércoles Lento va a teatro. El primer ejercicio consiste en estirar el cuerpo. Se empieza por los tobillos, luego las rodillas, luego la cadera. Lento no
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es tan lento. Tiene una velocidad hacia afuera y otra hacia adentro. Tampoco se cree especial. Se conoce. Dice que podría ser un fenómeno común. Lento se crió en un pueblo. Sentarse en la vereda a tomar mate es parte de su rutina. Y ver pasar la gente. Ahora vive en una ciudad que tiene subterráneos. Heladeras sobre rieles. Viajan apiñados y el chirrido del metal aturde. Es un hormiguero lindo igual. Hay mucha cosa cultural. Cada barrio tiene sus huellas propias y en el fondo conservan algo de pueblo. Ella cuida su jardín. Cuatro macetas que él le dejó antes del viaje. III La bicicleta le da la velocidad justa. Ella canta. Prefiere cuando no entiende la letra. Se olvida de las palabras. El movimiento de la voz lo vuelve alegre. Lee a un autor vitalista de origen español. Antes, cuando las balas le rozaban, se volvía bollito. Ahora se vuelve pliegue, su desafío es el orden. Un orden que quizá nunca llegue. Una armonía que suene bien. La primera vez que se vieron estuvieron callados. Él le mostró cómo doblar papel, perforar cuadernillos y enlazar la aguja para coser. Aquella tarde fue coser. La segunda vez que se vieron cortaron cartón. Armaron tapas. Hicieron cuadernos. Luego no se vieron más. Un día Lento se acordó de ella y le escribió. Le propuso encontrarse. Esa noche fueron terraza. Ella lo abrazó. Él se dejó llevar. Se acercó un poco. Se dejó acercar. Los ojos de ella parecían de una melancolía feroz. Los ojos de él no se sabe. Fue un
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beso largo. Ella tomó sus cosas y se fue. Otro día se quitaron lentamente la ropa. Las piernas de ella en la cintura de él. No entendía. No había nada que entender. El brazo de ella le envolvía el cuello. Y los besos lentos. Las manos lentas. Y esos ojos. Luego la respiración se aceleraba. Los dientes en las costillas, suaves, sin morder. Lento escucha la lluvia. V Los grillos de la política entran por las ventanas. Es un año electoral y el país parece partido en dos. De un lado se habla de un proyecto colectivo y nacional. Del otro, un partido amarillo y de derecha. Lento no está con ninguno. Tiene su simpatía con el campo popular: le gusta la música, el vino, la poesía. Las mayorías suelen resultarle autoritarias. Por eso lee al vitalista español. Para entender en qué lugar político ubicarse. O no. Por simple curiosidad. Se siente identificado con alguna de sus ideas. La vibración de lento se parece a la de las plantas. Si tiene agua y tierra puede crecer. Ella riega, él no la ve. Sale el sol. Lento es simple. O al menos está aprendiendo a virar hacia lo pragmático. Está moderando su aparato hipersensible. Con ese grado de convicción. VI Un día le regaló un rollo de pianola. Fue después de un viaje. En una feria de cosas viejas compró dos. Los rollos de pianola se inventaron para que todos aquellos que no saben de música puedan tocar. Algo así como cuando se escribe poesía sin saber. Es decir siempre.
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Ella ahora canta. Él baila, pero no se mueve. El pelo le creció desde la última vez. Cuando ella dice “feliz” a él se le desprende un botón. La sonrisa es el agua de Lento. Cierta variación atmosférica que viene después. Lento está cansado pero es tranquilidad. Trabaja en oscurecer. Elige sin saber muy bien. Por intuición, es azaroso. VII Cuando va a la feria Lento habla con los puesteros. Hay una señora que parece una gitana, un gaucho que vende cosas de cuero, hay dibujantes y malabaristas. El puesto que más le gusta a Lento es raro: objetos mecánicos, partes móviles encastradas en otras partes móviles que generan nuevos objetos. Hay una nave espacial. Un día tuvo un sueño. Primero eran tres puntos en el cielo. Los puntos empezaban a moverse. Era una reunión en un campo. Las luces se fueron acercando. Era una nave. Cuando se quiso dar cuenta la nave cayó de punta al suelo. Salieron actores que empezaron a bailar. VIII Por lo general no recuerda sus sueños. Algún bloqueo. Le interesa más la memoria. Lo que pueda salir de ese cajón. Eso lo aprendió de Enrique. Con Enrique tienen charlas en un bar, los martes. Estudió filosofía pero nunca ejerció. Les gusta hablar de lo feo y de lo bello. Hacen listas y luego las intercambian. Dicen que de esa manera refinan el gusto.
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Una cosa fea no puede ser totalmente buena, si fuese totalmente buena sería por fuerza bella. Un atardecer. Un atardecer frente al río con los pies. O el mar. El agua cerca. Sueña con una casa en el mar. Y sus herramientas. Y sus libros. Y las plantas. Ella no se sabe. Le gustaría que sí. IX Los primeros tres meses fueron hermosos. Aunque sólo dos veces de la mano Lento entendió. ¿Qué hacía de ella alguien especial? Lento no se lo preguntó hasta que la tuvo lejos. No hay respuesta. Sin embargo, Lento pensó y pensó y pensó. Se dio cuenta, ayudado por sus lecturas y sus charlas con Enrique, que había algo, algo que se generaba cuando estaban juntos, no sabía el nombre, pero era algo que no ocurría siempre, que no se buscaba, algo nuevo. Simpleza en la acción. Ella le ayudaba a sintetizar. Sin miedo. Miedo a qué. X El padre de Lento era celoso. Su primer grabador de periodista fue un grabador que su padre compró para espiar a su madre. Le andaban fantasmas por la cabeza. Decía que ella tenía un amante. Esa invención. Que los hay los hay, pero los llama la inseguridad. Enrique una vez le explicó eso. El exceso de control. Le llevó tiempo aprender. No hay nada que controlar. El cerebro es un órgano de elección.
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Gervasio Monchietti nació en Rosario en 1979. Es periodista, locutor y poeta. Desde hace cinco años trabaja como editor, encuadernador y periodista free lance. Entre 2010 y 2012 llevó adelante “Tropofonia Editorial”, sello con el que editó nueve libros de poesía de autores rosarinos. Desde 2012 dirige “Erizo Editora”. Bajo ese sello compiló la selección de poesía santafesina Yo soñaba con comprarme una combi. Publicó tres libros de poesía: Trincheta (2010), 3 cilindros (2011), Mecánica del escorpión (2015). Participó como narrador oral en el Encuentro Internacional de Narración Oral, en el marco de la Feria del libro de Buenos Aires en el año 2003. En 2011 participó como poeta invitado en el “Encuentro de lenguas portuguesas y españolas”, en Belo Horizonte, Brasil. Colabora con diversos medios gráficos y radiales. En radio trabajó en Radio Nacional Rosario, Planeta Cabezón, FM Fisherton, Radio Universidad Rosario. Algunos de sus artículos han sido publicados en el Diario La Capital, las revistas Dos Tonos y Los asesinos tímidos. Algunas entrevistas y reseñas fueron publicadas en internet en Hablando del asunto y Bazar americano, entre otros sitios. Fue colaborador del Festival Internacional de Poesía de Rosario entre 2009 y 2013.
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Vacaciones _ Lorena Isuani
la sombra de un libro en el pasto el dibujo de un hombre en la tierra p谩jaros en la mente del hombre perro que duerme en su calma viento meciendo las caras los latidos el sol
Lorena Isuani (1986), R铆o Primero, C贸rdoba. _lasfloresyelsilencio.blogspot.com.ar
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Vagón de OSTRAS
Dakimanova _ Cezary Novek
I A los veinte minutos de insistir con el timbre, abrió la puerta. Era gordo, con entradas y el pelo, entrecano, revuelto en algunos sectores y aplastado en otros. La camisa a rayas desprendida revelaba una panza de tamaño mediano. -¿El señor Vauver? -Sí. En las comisuras de los labios tenía unos vestigios de saliva seca, color gris blancuzco. -¿Pablo Vauver? El segundo “sí” salió en forma de gruñido. -Tengo un paquete para usted. El ceño de Vauver se relajó apenas. -Ah, sí, lo estaba esperando. El visitante se levantó la visera de la gorra e hizo señas a los hombres que esperaban en el camión. -Muchachos, bájenlo nomás. Dejaron la caja en el living y se retiraron. Vauver firmó y el de la gorra también se marchó. Vauver despejó el centro de la sala. Había cajas de pizza, servilletas de papel, blisters y tubitos de bri descartables tirados por todo el piso polvoriento. La caja tenía el logo de Trube en todas las caras. Tomó un cortaplumas, cortó los precintos, escaneó los códigos con su anillo y la caja se abrió.
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II En la fiesta de cumpleaños número once de Loe habían jugado diferentes juegos. Uno de los más antiguos consistía en sortear un número y quien lo sacara debía vendarse los ojos y sentarse a esperar. Ponían una canción. Sorteaban una segunda persona en silencio. Esta debía besar a la primera persona en la parte que eligiera antes de que terminara la canción. Luego, la persona vendada debía adivinar la autoría del beso. Sentada en una silla, Dina esperaba completamente inmóvil. Sonaba Aquellos fueron, de Dayvij, muy de moda por aquel entonces. A mitad del tema, Dina sintió una lengua ancha y gomosa entrar en su boca. La canción terminó. Todos ocuparon sus lugares y Dina se quitó la venda con calma. Escupió. Se limpió los labios con el dorso de la mano. Su cara se frunció. -Pablo. Fue el gordo Pablo. Arjj. El aludido sudaba. Mientras el tinte rojizo se adueñaba de su piel, todos se dieron vuelta para mirarlo. Pablo la miró con tristeza. Dina tiró la venda a un costado y propuso dejar de lado el juego y bailar. Bajaron las luces y todos se sumaron al plan. En el patio, Pablo cortaba en tiritas, renglón por renglón, la carta que había escrito para Dina con tanto esmero. Hizo un bollo con cada tira y, una a una, entre lágrimas, se las fue tragando. III Encendió las velas con un lanzador de mano y sonrió. -No sé si te gustan. Es un detalle, ya que no tuve tiempo de limpiar. No suelo tener muchas visitas. Pedí unos días en el trabajo, ¿sabés? En realidad, adelanté unos meses, así lo dejo que se suba automáticamente a la red y podemos tener todo el tiempo del mundo para nosotros. Ella estaba preciosa: la había peinado con paciencia y el maquillaje –sutil pero evidente- realzaba sus rasgos tan particulares.
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-Me hubiera gustado saber a qué te dedicarías… pero ya ves. Sirvió la cena. -Es una receta de familia, no es fácil encontrar un lugar donde lo preparen así. Espero que te guste. En el viejo reproductor sonaban los Dayvij. -¿Puedo besarte? Ella mantuvo la mirada fija, en silencio. La besó. Se apartó de ella. -Voy a subir la música y vamos a la pieza, ¿sí?idente- realzaba sus rasgos tan particulares. IV Los dos hombres rompieron la puerta con una maza. En su interior había un olor insoportable. Sangre, sudor y semen. La alarma de facturas impagas sonaba hacía semanas. Los vecinos insistieron y la empresa los envió. Los gusanos se arrastraban perezosamente por los restos de comida reseca en el piso. Lo encontraron en la pieza, con el vientre a punto de estallar. La chica llevaba un camisón con encaje antiguo, de esos que usaban en las películas bidimensionales de las de antes. Estaba intacta. Uno de los hombres cortó el miembro del cadáver con una tenaza. Lo apartó con cuidado. Revisó la vagina de la chica. Sin daño. El ano necesitaría unos retoques, nada del otro mundo. El otro metió el gancho magnético en el cráneo viscoso del cuerpo. Sacó la tarjeta de memoria y la metió en el reproductor. -Es un asco. -Esperá, retrocedé. -¿Para qué quiero verlo desde el principio? El hombre tosió y se sacó la mascarilla con el logo de Trube. -Es peor el desodorante. Quiero ver una cosa. Escarbó con el reproductor hasta encontrarla. Eran idénticas. -Otro más que encarga lo mismo. -¿La compañerita que lo rechazó?
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Asintió y puso el reproductor que había en la casa. Sonaba una vieja canción pasada de moda. El otro escupió a un costado, prendió un cigarrillo electrónico y la miró de nuevo. Corrió el mechón de pelo de la nuca. El logo de Trube en la versión rosa pastel que distinguía la línea Dakimanova –personalizada- de la Damvojash verde claro, -más comercial y genérica-. -¿Cuánto pensás que nos darán por este bombón?
Cezary Novek. (La Paz, Entre Ríos, Argentina, 1982). Profesor Universitario en Comunicación Social (UNC). Publicó -en coautoría- El vaso ruso. Verdad compromiso y batahola (Postales japonesas, Córdoba, 2010) y Letra muerta. Una novela en la argentina postapocalíptica (Llanto de Mudo/Fan, Córdoba/Buenos Aires, 2012). Es autor de los cuentos autoeditados de Ropa Sucia (2011), Comidos (Sofía Cartonera, UNC, 2014) y el libro de cuentos infantiles Los colores que no vemos (Colección Leer es Futuro, Ministerio de Cultura Nación, 2015) Ilustró el poemario La soga en los pies (Ciprés, Córdoba, 2012), de Angie Ferrero y aportó un collage a las crónicas de Le Poupé (Nocturna, Córdoba, 2014), de la misma autora. Colabora con reseñas y entrevistas en Marcha Noticias (BuenosAires) y publica una serie de crónicas urbanas en Hoy Día Córdoba. _www.elsordidotopico.blogspot.com / _www.facebook.com/cezary.novek.page
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Una _ Rodrigo Lobo Damasceno
Una cosa es cierta:siempre habrá días de mierda; de nieve, nunca; por cierto que habrá noches de lluviay riego:muchas; domingos de nubes y de fin de mundo, de atardeceres atroces y tretas sábados, lunes martes-todo, muchos, y muchas; una cosa es cierta:cometas, siempre habrá
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biromes trazando rumbos
Rodrigo Lobo Damasceno (1985) nació en Feira de Santana, Bahía, Brasil. Actualmente vive en San Pablo. Texto traducido del portugués por Juan Revol, Ignacio Montoya y Luisa Domínguez.
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Vagón de OSTRAS Número VI, julio de 2015. Archivo / vagondeostras.tumblr.com Contacto / vagondeostras@gmail.com En Facebook / facebook.com/lavagondeostras Todos los textos e imágenes aquí reunidos fueron expresamente cedidos por sus autores para esta publicación. No hecho ningún depósito ni registro que exija la ley.
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