Nueve Musas Arte sin fronteras

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NueveMusas A Arrttee ssiinn ffrroonntteerraass

Breton Los mágicos mundos De Remedios Varo Les femmes Surrealiste

Maldita Anaïs Nin Revista Cultural Año 2013 Numero 008

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Direcci贸n General Valeria Wozniak

Correcci贸n: Victoria M谩rques

Grupo Editorial:

Nueve Musas

ISBN 978-987-33-2476-5

Nueve Musas

nuevemusasrevistacultural@hotmail.com

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Sumario/////////////////// Nota Editorial Narrativa: Serie cuentos de Julio Cortázar- No se culpa a nadieSolo lo maravilloso es Bello: Surrealiste Breton Les Femmes Surrealiste Poeta: de “La hija de la locura” de Valeria Wozniak La historia de O Justine o los infortunios de la virtud Maldita Anais Nin Escribiendo memorias Nueve Musas recomienda: Por esa boca de Mariel Ruggeri Libros de Cabecera: Leviatán de Paul Auster Poeta: de “Tantas lluvias” de Javier del Lastre Hiroshi Nonami Los mágicos mundos de Remedios Varo El surrealismo onírico de Dorothea Tanning Arte Moderno Land Art – Andy Goldsworthy Las chicas malas de Ellen Von Unwerth Galería Nueve Musas: Arturo Elena Los viajes de Naia Fillipa de Valeria Wozniak / Continuación Portada: La llamada de Remedios Varo

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Nota Editorial ///////////////////

Nueve Musas

Nueve Musas es una dama sin tiempo que renace en la tinta de mis manos. Es una mujer de antes, una mujer de ahora, que desparrama luces y hace poesía con cada una de las líneas de su cuerpo etéreo. Aquellos que me conocen saben que dé a ratos levito y me pierdo rastreando a mis musas y a sus mensajes de mundos invisibles; aquellos que no me conocen sabrán, sin duda alguna, de mis noches en vela diagramando sueños que sueño desde siempre. Que tu viaje sea un buen viaje mi bella dama…

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El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse encerrando, alejando. Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo. No es fácil, a lo mejor por culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver, pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul, pero a la luz del atardecer el dedo tiene un aire como de arrugado y metido para adentro, con una uña negra terminada en punta. De un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira la mano como si no fuese suya, pero ahora que está fuera del pulóver se ve que es su mano de siempre y él la deja caer al extremo del brazo flojo y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga a ver si así resulta más sencillo. Parecería que no lo es porque apenas la lana del pulóver se ha pegado otra vez a la tela de la camisa, la falta de costumbre de empezar por la otra manga dificulta todavía más la operación, y aunque se ha puesto a silbar de nuevo para distraerse siente que la mano avanza apenas y que sin alguna maniobra complementaria no conseguirá hacerla llegar nunca a la salida. Mejor todo al mismo tiempo, agachar la cabeza para calzarla a la altura del cuello del pulóver a la vez que mete el brazo libre en la otra manga enderezándola y tirando simultáneamente con los dos brazos y el cuello. En la repentina penumbra azul que lo envuelve parece absurdo seguir silbando, empieza a sentir como un calor en la cara aunque parte de la cabeza ya debería estar afuera, pero la frente y toda la cara siguen cubiertas y las manos andan apenas por la mitad de las mangas. por más que tira nada sale afuera y ahora se le ocurre pensar que a lo mejor se ha equivocado en esa especie de cólera irónica con que reanudó la tarea, y que ha hecho la tontería de meter la cabeza en una de las mangas y una mano en el cuello del pulóver. Si fuese así su mano tendría que salir fácilmente pero aunque tira con todas sus fuerzas no logra hacer avanzar ninguna de las dos manos aunque en cambio parecería que la cabeza está a punto de abrirse paso porque la lana azul le aprieta ahora con una fuerza casi irritante la nariz y la boca, lo sofoca más de lo que hubiera podido imaginarse, obligándolo a respirar profundamente mientras la lana se va humedeciendo contra la boca, probablemente desteñirá y le manchará la cara de azul. Por suerte en ese mismo momento su mano derecha asoma al aire al frío de afuera, por lo menos ya hay una afuera aunque la otra siga apresada en la manga, quizá era cierto que su mano derecha estaba metida en el cuello del pulóver por eso lo que él creía el cuello le está apretando de esa manera la cara sofocándolo cada vez más, y en cambio la mano ha podido salir fácilmente. De todos modos y para estar seguro lo único que puede hacer es seguir abriéndose paso respirando a fondo y dejando escapar el aire poco a poco, aunque sea absurdo porque nada le impide respirar

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perfectamente salvo que el aire que traga está mezclado con pelusas de lana del cuello o de la manga del pulóver, y además hay el gusto del pulóver, ese gusto azul de la lana que le debe estar manchando la cara ahora que la humedad del aliento se mezcla cada vez más con la lana, y aunque no puede verlo porque si abre los ojos las pestañas tropiezan dolorosamente con la lana, está seguro de que el azul le va envolviendo la boca mojada, los agujeros de la nariz, le gana las mejillas, y todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar de ponerse de una vez el pulóver sin contar que debe ser tarde y su mujer estará impacientándose en la puerta de la tienda. Se dice que lo más sensato es concentrar la atención en su mano derecha, porque esa mano por fuera del pulóver está en contacto con el aire frío de la habitación es como un anuncio de que ya falta poco y además puede ayudarlo, ir subiendo por la espalda hasta aferrar el borde inferior del pulóver con ese movimiento clásico que ayuda a ponerse cualquier pulóver tirando enérgicamente hacia abajo. Lo malo es que aunque la mano palpa la espalda buscando el borde de lana, parecería que el pulóver ha quedado completamente arrollado cerca del cuello y lo único que encuentra la mano es la camisa cada vez más arrugada y hasta salida en parte del pantalón, y de poco sirve traer la mano y querer tirar de la delantera del pulóver porque sobre el pecho no se siente más que la camisa, el pulóver debe haber pasado apenas por los hombros y estará ahí arrollado y tenso como si él tuviera los hombros demasiado anchos para ese pulóver lo que en definitiva prueba que realmente se ha equivocado y ha metido una mano en el cuello y la otra en una manga, con lo cual la distancia que va del cuello a una de las mangas es exactamente la mitad de la que va de una manga a otra, y eso explica que él tenga la cabeza un poco ladeada a la izquierda, del lado donde la mano sigue prisionera en la manga, si es la manga, y que en cambio su mano derecha que ya está afuera se mueva con toda libertad en el aire aunque no consiga hacer bajar el pulóver que sigue como arrollado en lo alto de su cuerpo. Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podría descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa y que tiene algo de paso de baile disimulado, que nadie puede reprochar porque responde a una finalidad utilitaria y no a culpables tendencias coreográficas. En el fondo la verdadera solución sería sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello, pero la mano derecha desordenadamente sigue yendo y viniendo como si ya fuera ridículo renunciar a esa altura de las cosas, y en algún momento hasta obedece y sube a la altura de la cabeza y tira hacia arriba sin que él comprenda a tiempo que el pulóver se le ha pegado en la cara con esa gomosidad húmeda del aliento mezclado con el azul de la lana, y cuando la mano tira hacia arriba es un dolor como si le desgarraran las orejas y quisieran arrancarle las pestañas. Entonces más despacio, entonces hay que utilizar la mano metida en la manga izquierda, si es la manga y no el cuello, y para eso con la mano derecha ayudar a la mano izquierda para que pueda avanzar por la manga o retroceder y zafarse, aunque es casi imposible coordinar los movimientos de las dos manos, como si la mano izquierda fuese una rata metida en una jaula y desde afuera otra rata quisiera ayudarla a escaparse, a menos que en vez de ayudarla la esté mordiendo porque de golpe le duele la mano prisionera

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y a la vez la otra mano se hinca con todas sus fuerzas en eso que debe ser su mano y que le duele, le duele a tal punto que renuncia a quitarse el pulóver, prefiere intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y la rata izquierda fuera de la jaula y lo intenta luchando con todo el cuerpo, echándose hacia adelante y hacia atrás, girando en medio de la habitación, si es que está en el medio porque ahora alcanza a pensar que la ventana ha quedado abierta y que es peligroso seguir girando a ciegas, prefiere detenerse aunque su mano derecha siga yendo y viniendo sin ocuparse del pulóver, sin que su mano izquierda le duela cada vez más como si tuviera los dedos mordidos o quemados, y sin embargo esa mano le obedece, contrayendo poco a poco los dedos lacerados alcanza a aferrar a través de la manga el borde del pulóver arrollado en el hombro, tira hacia abajo casi sin fuerza, le duele demasiado y haría falta que la mano derecha ayudara en vez de trepar o bajar inútilmente por las piernas en vez de pellizcarle el muslo como lo está haciendo, arañándolo y pellizcándolo a través de la ropa sin que pueda impedírselo porque toda su voluntad acaba en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas y se siente como colgado de la mano izquierda que tira una vez más del pulóver y de golpe es el frío en las cejas y en la frente, en los ojos, absurdamente no quiere abrir los ojos pero sabe que ha salido fuera, esa materia fría, esa delicia es el aire libre, y no quiere abrir los ojos y espera un segundo, dos segundos, se deja vivir en un tiempo frío y diferente, el tiempo de fuera del pulóver, está de rodillas y es hermoso estar así hasta que poco a poco agradecidamente entreabre los ojos libres de la baba azul de la lana de adentro, entreabre los ojos y ve las cinco uñas negras suspendidas apuntando a sus ojos, vibrando en el aire antes de saltar contra sus ojos, y tiene el tiempo de bajar los párpados y echarse atrás cubriéndose con la mano izquierda que es su mano, que es todo lo que le queda para que lo defienda desde dentro de la manga, para que tire hacia arriba el cuello del pulóver y la baba azul le envuelva otra vez la cara mientras se endereza para huir a otra parte, para llegar por fin a alguna parte sin mano y sin pulóver, donde solamente haya un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos.

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SOLO LO MARAVILLOSO ES BELLO

Surréaliste

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El Surrealismo comienza en 1924 en París con la publicación del "Manifiesto Surrealista" de André Breton, quien estimaba que la situación histórica de posguerra exigía un arte nuevo que indagara en lo más profundo del ser humano para comprender al hombre en su totalidad. Siendo conocedor de Freud pensó en la posibilidad que ofrecía el psicoanálisis como método de creación artística. Para los surrealistas la obra nace del automatismo puro, es decir, cualquier forma de expresión en la que la mente no ejerza ningún tipo de control. Intentan plasmar por medio de formas abstractas o figurativas simbólicas las imágenes de la realidad más profunda del ser humano, el subconsciente y el mundo de los sueños. Para lo que utilizan recursos como: animación de lo inanimado, aislamiento de fragmentos anatómicos, elementos incongruentes, metamorfosis, máquinas fantásticas, relaciones entre desnudos y maquinaria, evocación del caos, representación de autómatas, de espasmos y de perspectivas vacías. El pensamiento oculto y prohibido será una fuente de inspiración, en el erotismo descubren realidades oníricas, y el sexo será tratado de forma impúdica. Se interesaron además por el arte de los pueblos primitivos, el arte de los niños y de los dementes. Preferirán los títulos largos, equívocos, misteriosos, lo que significa que importaba más el asunto que la propia realización

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La palabra surrealismo proviene del francés surréalisme; sur (sobre, por encima) más réalisme (realismo). El surrealismo es considerado un movimiento artístico que tiene su nacimiento en Francia y obtiene su base inicial en el Manifiesto del Surrealismo (1924) de André Breton, definiéndolo como un “Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar el funcionamiento real del pensamiento”, reforzándose en que se trataba de “un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. Apollinaire pronosticó “una serie de manifestaciones del Espíritu Nuevo que se está haciendo sentir hoy”, vaticinando que lograría “cambios profundos en nuestras artes y costumbres a través de la alegría universal, pues es sencillamente natural, después de todo, que éstas lleven el mismo paso que el progreso científico e industrial”. Mediante el “automatismo”, el surrealismo supone una realidad basada en asociaciones desdeñadas de formas que componen una realidad superior, las cuales aparecen únicamente en el libre ejercicio del pensamiento. Destruye absolutamente los mecanismos psíquicos y al sustituirlos, dispone la creación de nuevas imágenes asociadas a la realidad mediante el símbolo. Fue “El Bosco” Hieronymus Bosch, considerado el primer artista surrealista, quien haría galas de expresiones surrealistas en los siglos XV y XVI con sus obras “El jardín de las delicias” o “El carro de heno”, pero no fue hasta el siglo XX que dicho movimiento adquirió mayor envergadura originando una brecha de vanguardia tanto filosófica como artística. El surrealismo literario tiene su origen en la patafísica de Alfred Jarry y el movimiento

dadaísta fundado en Zurich en 1916 por Tzara, Ball y Arp. Incentivado por André Breton, Louis Aragón y Phillippe Soupault en Francia mediante la creación de la revista parisina Littérature(1919); Man Ray, Marcel Duchamp y Francis Picabia en EEUU y Max Ernst y Hugo Ball, en Alemania. La palabra “surrealista” haría su aparición oficial recién en junio de 1917 con el subtítulo de Las tetas de Tiresias (drama surrealista) de Guillaume Apollinaire, aunque todas sus obras anteriores denotaban una amplia influencia del simbolismo. La primera obra con estas tendencias fue Los Campos Magnéticos (1921), escrita por Breton y Soupalt. En 1924, André Bretón daría origen a su obra El Manifiesto Surrealista, donde las definiciones del surrealismo adquirirían mayor expresión en sus ramificaciones artísticas; ese mismo año se fundaría el Bureau de recherches surréalistes y la revista La Révolution Surréaliste. El surrealismo se caracterizaría por su expresión sin límites, imágenes casi oníricas y a veces humor satírico ante el carácter cultural de la burguesía. En 1925, Bretón se uniría a los comunistas tras la Guerra con Marruecos, postura que a finales de los años 20 iría enfatizando las diferencias políticas y provocaría los primeros quiebres en el movimiento. En 1930 Bretón publica su Segundo Manifiesto Surrealista donde expulsa a Joseph Delteil, Antonin Artaud, Philippe Soupault, Robert Desnos, Georges Limbour, André Masson, Roger Vitrac, Georges RibemontDessaignes y Francis Picabia; aparece el surrealismo a servicio de la revolución, a lo que se unen Aragón, Éluard y Péret. A finales de 1933 se incorporarían Salvador Dalí, Luis Buñuel, Yves Tanguy, René Char y Georges Sadoul.

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BRETON

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“Once años antes de conocer a su futura esposa, Jacqueline Lamba, André Breton había escrito un poema con detalles que parecían una premonición de ese encuentro. No fue la única vez que le ocurrió algo semejante. El poeta surrealista se apoyaba en esas coincidencias para abonar sus teorías estéticas. La escena tiene lugar el 29 de mayo de 1934, a las 19 horas, en el "Café de la Place Blanche" donde se reúne el grupo surrealista presidido por André Breton. El creador del movimiento está sentado de espaldas a la puerta cuando, de pronto, las miradas de los parroquianos (no las de sus apóstoles, inútil aclararlo, sino las de la "concurrencia vulgar"), adquieren ese "carácter hostil que, tanto en la vida como en el arte -escribirá más tarde Breton en L amour fou -, siempre me ha indicado la presencia de lo bello". Se da vuelta a mirar y, en efecto, así es. Iluminada "como si se desplazara en pleno día a la luz de una lámpara", una mujer de "cabellos pálidos", "escandalosamente bella", acaba de entrar al sacrosanto café. Lleva en la mano un cuadernito, se instala ante una mesa y, sin mirarlo, se dedica a escribir. Breton tiene la "vaga intuición" de que la vida de esa mujer se unirá con la suya. También intuye que ella le está escribiendo una carta. A él. Nada más cierto. Sin embargo, el mozo no tiene la delicadeza de acercarle el sobre. Esa misma noche, Breton se encuentra en la calle con la muchacha de escandalosa hermosura, ella se asombra de que el mozo no le haya dado la carta y se presenta: Jacqueline Lamba, pintora y bailarina de ballet acuático en una vieja piscina de la rue Rochechouart transformada en music-hall. Breton se maravilla. El que la bella sea pintora lo fascina bastante menos que su condición de nadadora. Porque el arte femenino le inspira una genuina desconfianza; porque le encantan las criaturas fantásticas del music-hall (su ídolo es la cantante Musidora, "hada moderna adorablemente dotada para el mal, y pueril, ¡oh, su voz de niña!"); y porque su

creencia en el "azar objetivo" lo lleva a valorar de manera exclusiva los encuentros signados por la predestinación. Dicho en otras palabras, nadie puede aspirar a sus favores si no se halla en perfecta adecuación con los grandes principios del surrealismo. En el caso de una mujer, ésta deberá encarnar el doble papel de vampiresa y de nena. Imposible presentarse ante él así nomás, porque sí, privados de atributos y señales surrealistamente correctos. Jacqueline cae bien. Días atrás, en un bar, Breton ha conocido a una camarera a la que llaman "la Ondina". Más no necesita el poeta para que la aparición de una sirena rubia forme parte de los "hallazgos fortuitos y necesarios" que fundamentan su teoría. Durante toda la noche Breton y la rubia caminan por París. Casi no se hablan. A Breton le impresiona el modo de caminar de esa chica tan joven (él le lleva catorce años), como si apenas apoyara los pies en tierra. Pasan por Les Halles, por la torre SaintJacques, por el mercado de flores, cruzan el Sena, se besan. Después él la acompaña al Médical Hotel, donde ella vive. Único punto flojo en el conjunto, el nombre de este hotel no pareciera pegar con nada. Pero el enamorado no se inmuta. Cuando alguien desea, con tamaña intensidad, meter la realidad en el corset del sueño, tironea, empuja y, al final, lo consigue. De modo que esa noche, André y Jacqueline se van a dormir, cada uno por su lado, con la sonrisa en los labios. La sonrisa que debe ser, la del "amor admirable" preconizado por el jefe del surrealismo, y sobre el que otro poeta, Paul Eluard, tanto más práctico en amores, suele mascullar entre dientes: "el amor admirable mata". Sólo tiempo después André Breton se da cuenta de que el paseo nocturno ya ha sido escrito, y nada menos que por él mismo. Un poema de 1923, perteneciente a su período de mayor exaltaciónel del reciente descubrimiento de la escritura automática-, intitulado "Tournesol" y que nunca le ha gustado gran cosa, vuelve incansablemente a su memoria. Al buscarlo entre sus libros, la revelación lo

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fulmina. Todo está allí. "La viajera que atravesó Les Halles a la caída del verano/ caminaba en puntas de pie/... En El Perro que fuma/ donde acaban de entrar el pro y el contra/ Sólo podían verla mal y de soslayo/...Las promesas de las noches por fin se realizaban/ Las palomas mensajeras los besos de auxilio/ se unían a los senos de la bella desconocida/... Una granja prosperaba en pleno París/... algunos como esta mujer parecen nadar", etcétera. Poco importa que el verano, a fines de mayo, en Europa no haya siquiera comenzado, ni que el Café de la Place Blanche no se llame Au Chien qui fume . Las cosas son así y no de otra manera: Jacqueline ha llegado hasta él prefigurada por la Ondina, y por ese poema, decretado profético, donde la viajera atraviesa Les Halles, es "mal vista" en un café, envía mensajes, tiene senos, pasa por la "granja" (el mercado de flores) y parece nadar, en evidente alusión a esa profesión de nadadora que a Breton lo encandila. A partir de este momento Jacqueline deja de ser la joven inteligente y ambiciosa que en realidad es, alumna de la Ecole des arts décoratifs, interesada por las posiciones políticas del surrealismo y que, de modo no accesorio, busca trabajo, para volverse la náyade soñada. "Él veía en mí lo que deseaba ver, pero, de hecho, nunca me vio realmente", diría Jacqueline algunos años después, así como, poco antes, la precedente amiga de Breton, Suzanne Muzard, había declarado con tristeza: "Breton incensaba sus amores: modelaba a la mujer amada para que, de acuerdo con sus aspiraciones, se convirtiera a sus ojos en un valor seguro". Todo había comenzado, para Breton, en 1926. Caminaba por la calle cuando se topó de improviso con una chica muy rara que pronunciaba frases "oraculares". Él lo narra en Nadia, donde también reproduce sus paseos callejeros, tal como en L amour fou lo hará con Jacqueline. Nadia se transforma en "genio libre", en "alma errante", en hada Melusina, en sirena, en mujer-niña, en la "mujer surrealista" por excelencia, y en la amante del poeta. Esto último no le impide a Breton huir despavorido

cuando ella se vuelve loca de verdad. "No quiero hacerte perder un tiempo necesario para las cosas superiores -le escribe Nadia desde el Sainte-Anne, ese hospital psiquiátrico donde tantos surrealistas, sobre todo mujeres, se irán dando cita con el correr del tiempo-. Es sabio no demorarse en lo imposible". Aceptando magnánimo la ofrenda de la jovencita (hacerse a un lado para no molestar), Breton cuida su tiempo y omite visitarla. En cambio Paul Eluard, el que descree de lo admirable pero no del cariño, tiene la gentileza de llevarle flores. Para Breton los hallazgos de personas no se diferenciaban de los hallazgos de cosas. Estas, decía, nos ponen en contacto con nuestras zonas desconocidas y, al igual que los sueños, con nuestros actos futuros. Junto al pintor De Chirico y al escultor Giacometti, Breton vagaba por las calles en un estado pasivo y receptivo, idéntico al que dejaba pasar el flujo de la escritura, o al menos él se lo creía, sin intervención de su voluntad. ¿Las palabras "golpean al vidrio de la ventana" sin ser llamadas? Los objetos también. Criaturas inanimadas pero premonitorias, a veces están allí para decirnos algo que nos está dirigido en forma personal. Hermosa imagen, y cierta, ésta del lenguaje que nos hace toctoc en el vidrio. ¿Qué escritor no ha gozado alguna vez de esos inesperados obsequios, una frase o un verso llovidos del cielo, o entrados por la ventana, y que, además de "fortuitos y necesarios", suelen ser lo mejor que ese escritor haya escrito jamás? Lástima que la verdad de la imagen resulte oscurecida por lo mismo que el surrealismo manifestaba desechar: cierta decisión deliberada de concretar el hallazgo; cierto voluntarismo que terminó por encerrar una percepción sutil y un descubrimiento revolucionario dentro de criterios bastante estrechos. Susan Sontag se ha mostrado muy crítica en relación con esos surrealistas errabundos a los que llama "paseantes de clase media", ávidos de estremecimientos pero también de cosas para coleccionar. Lo innegable es que la manía acumulativa típica del

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anticuario no les fue ajena. Frecuentar los mercados de pulgas, tanto como programar sesiones colectivas de escritura "dictada", son formas activas y resueltas de institucionalizar el azar. Pero si las cosas esperan a que el coleccionista se desplace hacia ellas, algunas mujeres saben tomar por su cuenta las riendas del acaso. Mujeres de otra época, se entiende, inseguras de triunfar por sus propios medios, que se apoyaban en una complicidad femenina porque la masculina, por el momento, no se derramaba sobre ellas a manos llenas. Es lo que sucedió con Jacqueline Lamba. Un día, cansada de estar sola y harta de ser pobre, le preguntó en confianza a Dora Maar, su compañera de estudios en la escuela de artes decorativas: "¿Y esos surrealistas de los que tanto se habla, cómo se hace para verlos? ¡Me vendría de bien conocer a alguno!". "No va a ser nada difícil -le contestó Dora-. Breton está todas las tardes en el Café de la Place Blanche". A él también se lo notaba solo. Acababa de divorciarse de su primera mujer, Simone Kahn, y Suzanne Muzard se había casado con otro que no encendía tanto incienso sobre su altar. Así fue como entre las dos amigas planificaron la llegada de la bella desconocida al susodicho café, con sus cabellos decolorados, bastante pajizos, y su cuaderno a la vista. La confabulación, como hemos visto, fue coronada por el éxito. Un año después, en octubre de 1935, la propia Dora habría de montar una puesta en escena que volvería a dejar por los suelos las ocurrencias de lo fortuito. Y aun más surrealista, si cabe: ¿acaso no decía Breton que la belleza "será convulsiva o no será"? Dora Maar, una morena tempestuosa de padre croata y madre francesa, pero criada en Buenos Aires, no era una humilde huerfanita como su compañera, sino la hija de un arquitecto enriquecido en la Argentina, y una fotógrafa surrealista de extraordinario talento. Estaba en la cúspide de su carrera, dentro de los límites que el sexismo, surrealista o no, lo permitía por entonces. Pero si bien ella no necesitaba a un amante poderoso por razones de

supervivencia, lo precisaba por ambición. Y por admiración. En esta ocasión el papel de Celestina le tocó al amigable Eluard, quien le avisó sonriendo con esa tolerancia tan suya: "Esta tarde voy a estar con Picasso en Les Deux Magots”. La escena se la contó diez años después el propio Picasso a Françoise Gilot, la joven pintora por la que acababa de abandonar a Dora. El está con su corte de adulones en el célebre bar de SaintGermain des Près, cuando entra una mujer escandalosamente bella, aunque de pelo azabache. Va vestida del color de su pelo. Tiene una expresión inmutable, un aire de tanguera que avanza por la pista con arrogante sumisión. Picasso pregunta quién es (ya ha visto su fotografía en el estudio del fotógrafo norteamericano Man Ray), Eluard se lo chismea al oído: "Ha sido la amante de Georges Bataille". El dato significa que la morocha se las trae (adorador del Marqués de Sade, el autor de la horripilante Histoire del oeil no tiene fama de ser ningún angelito). Cuando Picasso la taladra con esa mirada que hace temblar las piernas de las mujeres, Dora se la sostiene sin pestañear. Después se quita los guantes, también negros pero con aplicaciones de florcitas rosadas, se sienta, saca de la cartera un cuchillo afilado, planta sobre la mesa la mano izquierda y, a toda velocidad, traza el contorno de sus dedos a punta de puñal. Algún error comete, pese a su precisión, ya que la mano sangra. Picasso, embelesado, se acerca a pedirle el guante manchado de rojo. Hasta el final de su vida conservará ese objeto en la vitrina donde amontona sus tesoros. André y Jacqueline se casaron, tuvieron una hija, Aube, visitaron a Frida Kahlo y a Diego Rivera en la Casa Azul, donde conocieron a Trotzki que se espantó de la frivolidad del poeta francés (Breton interrumpía conversaciones serias para robarse los ex votos de las iglesitas indígenas) y, a su debido tiempo, se divorciaron. Dora y Pablo no se casaron ni tuvieron hijos pero estuvieron juntos durante toda una década; ella le inspiró el Guernica y una fabulosa colección de retratos que van desde la joven inocente hasta la

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prisionera, la loca, la calavera o el perro; y, cuando él la abandonó, se encerró en su casa durante cuarenta años sin ver a nadie. "Después de Picasso, sólo Dios", explicó simplemente. Pero lo que me importa destacar en estas historias no es el final sino el instante del encuentro. Historias universales, en las que una mujer resuelve sacudir el destino como un peral. Cleopatra haciéndose envolver en un tapiz que se coloca a los pies de Julio César, para surgir ante él como un presente. Evita abriéndose camino a codazos para instalarse junto a Perón en el acto del Luna Park. O, para retomar otro cuento que relaté hace poco en estas mismas páginas, la espía África Las Heras seduciendo al escritor Felisberto Hernández por orden de los servicios secretos soviéticos. Y sin embargo, en todos estos comienzos hay una parte azarosa, imposible de proyectar. Breton, Picasso, Perón, Julio César o Felisberto habrían podido no plegarse al designio femenino. Por pícara que sea, la tesis del complot no lo abarca todo. Si esas mujeres lograron su objetivo, fue porque otro titiritero tan malicioso como ellas, llámese química amorosa, sino, estrella o hasta voluntad divina, manejaba los hilos. Lo cual nos lleva de regreso a las fulgurantes intuiciones de André Breton, opacadas por su autoritarismo, su pedantería y su inenarrable ingenuidad, pero de una profundidad tan admirable como el amor que él amaba. Jacqueline Lamba se complotó con Dora Maar para conquistar al jefe poderoso de un movimiento artístico, pero el jefe poderoso supo descubrirla en la realidad y, por qué no, identificarla en un poema y armonizar el augurio con la conjura. No desvariaba en absoluto Breton al afirmarlo: disponerse al hallazgo hace que los regalos del azar, "manifestación

de la necesidad interior que se abre camino en el inconsciente del hombre", se vuelvan perceptibles. Lo mejor de Breton está en haber propiciado, en un país racionalista como el suyo, ese estado de alerta y transparencia al que él llamaba de "distracción superior". Una forma fluida de la concentración, que permite oír los golpecitos en la ventana, dados por el poema, o por la cosa, o por unos nudillos humanos que han decidido despertarnos porque ya es hora".

Fuente: http://apostillasnotas.blogspot.com.ar/2007/03/detalles-sobre-andr-bretn.html

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Les Femmes Surrealiste 16


La concepción de la mujer como Musa, frecuente en la poesía, es una idea antigua pero clave en el Surrealismo. Por ella se adjudica a la mujer la capacidad de provocar y estimular la creatividad del hombre. Los textos teóricos aluden a 1a importancia de la creatividad en el "ser humano"; sin embargo, en la visión poética y en la imagen plástica, la capacidad creativa se entiende y se expresa como una energía esencialmente masculina. Cuando Breton afirma "el problema de la mujer es lo único maravilloso e inquietante que en el mundo existe" está efectuando una doble negación: la del hombre como fuente de inspiración y la de la existencia de problemas distintos a los que el hombre como género, detecta. La simbología de El espía (1928) de Magritte, parece concebida para responder a esta valoración: un hombre, definido y preciso observa a través de una cerradura -pequeña abertura en lo a (1949), aunque es una obra tardía, refleja la misma obsesión del pintor existente en el Retrato de Gala con dos chuletas de cordero en equilibrio sobre el hombro (1933), en el Comienzo automático del retrato de Gala o en Metamorfosis paranoica del rostro de Gala, ambas de 1932. Aunque no sólo

material- el rostro inexpresivo de una mujer que casi parece una aparición fantasmagórica. La ausencia de un cuerpo que sustente la cabeza y la atmósfera de profunda oscuridad de la que emerge el rostro contrastan con la rotundidad formal y lumínica que emplea en el tratamiento de la figura del hombre. Por su irracionalidad, por su ausencia de visión y vivencia lógica, por su sentido trascendente, la mujer ayuda al hombre a sacudirse el yugo del mundo racional, a desembarazarse de sus hábitos mentales y abrirse al mundo de la fantasía y la imaginación. En Man Ray y en Delvaux, en Magritte o Ernst pero sobre todo en Dalí, se halla el eco constante del poder de la mujer como inspiradora, musa o hada benéfica para el hombre. Dalí especialmente sublima ese poder de Gala hasta convertir su presencia en el eje de su vida, en lo que da sentido al mundo y a su obra que simbólicamente recibe la firma unida de los dos. Su Leda atómic Dalí entre los surrealistas podría haber hecho suyas las frases que Breton dedica a Nadja en Arcane: "Cuando la suerte te trajo a mi encuentro, la mayor oscuridad reinaba en mí y puedo decir que en mí se ha abierto esta ventana." Donde mejor se realiza la función de la mujer como musa es a través del amor. La mujer ídolo de pasión y objeto erótico son los dos rostros, las dos facetas de un mismo sentimiento originario, magnificado por los surrealistas. Palabras exaltadas, llenas de devoción, dedica el Surrealismo para ensalzar la idea del amor: "sola capaz de reconciliar a cualquier hombre, momentáneamente o no, con la idea de la vida". La concepción de los surrealistas sobre el amor fue expuesta fundamentalmente por Breton en Pez Soluble (1924), Nadja (1928) y El amor loco (1937), pero aparece en la mayor parte de los textos del grupo definido como la mezcla, la simbiosis, de lo espiritual y lo carnal, que logra por fin conformar el amor sublime máxima aspiración del eros surrealista. La mujer que lo encarna asume la libertad sexual para entregarse de modo exclusivo al otro y alcanzar la unión total.

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Las imágenes femeninas representadas por Man Ray en la fotografía y el dibujo expresan esta concepción dual. Su Erotique voilée , aparecida en Minotaure, es una figura ambivalente en la que la serena belleza del cuerpo desnudo de la mujer (Méret Oppenheim) pierde toda connotación erótica detrás de la máquina. Mujer y máquina forman una imagen sublimada y poética escasamente sensual. No ocurre lo mismo con la versión completa del mismo tema que no se publicó entonces, en la que al superponerse al cuerpo femenino la máquina, alude explícitamente a la sexualidad. La situación de la manivela y su forma fálica no es ambigua y conlleva una voluntad de sugerencia eróticavisual que se ve también atenuada por la plácida expresión del rostro femenino y la escasa tensión de su cuerpo. En Les Mains Libres (1937) Man Ray realiza una serie de dibujos que, en su mayor parte, acompañan poemas de Eluard. La imagen femenina se yuxtapone, se mezcla con las construcciones y los objetos -como en Les Tours d Eliane- donde los elementos arquitectónicos se van desprovistos de su función para adoptar una clara simbología sexual desprovista de todo carácter agresivo. Con razón, Breton omnipresente oráculo surrealistaafirmaba que las fotografías (probablemente también los dibujos) de Man Ray sobre mujer eran "la suma de los deseos y los sueños... perfectas encarnaciones... de lo que es más eternamente joven en el arte del amor". También Magritte hace un empleo metamorfoseado del cuerpo de la mujer sirviéndose esencialmente de los atributos específicamente femeninos. Construye con ellos imágenes que son metáforas como La violación (1934), de la que existen varias versiones, en las que el rostro de mujer aparece suplantado por su torso. Tras la inicial lectura cómica y sorprendida la imagen puede llegar a provocar otro tipo de sugerencia, a conectarnos con otra concepción de la mujer como exclusivo objeto erótico. La suplantación de los ojos por los senos, de la nariz por el ombligo y la boca por el

pubis sería una forma encubierta de insinuar lo irracional, lo físico como atributos predominantes del sexo femenino. Pero el sentimiento erótico es contradictorio y complejo. Puede incluir la exaltación y la mortificación del amado, ser fuente de pacífica inquietud y de frustración permanente. El amor como sentimiento de creación coexiste con el amor destructivo, el amor que desea con igual fuerza la desintegración del ser amado. Las frustraciones, los deseos desviados hallan también su cauce de expresión en las representaciones del Surrealismo. La influencia de Sade es patente y ha sido muchas veces reiterada por los surrealistas. Y junto a ella, y más próxima, la de Freud cuyas teorías forman parte esencial de la poética e ideología surrealistas. La impresionante colección de fotografías que Hans Bellmer pública en el número 6 de Minotaure con el nombre de La Muñeca (1934) responden a un mundo interior atormentado que expresa en las duras imágenes su erotismo reprimido. La muñeca encarna la mujer que no se pudo poseer, ofrece la facilidad de su manipulación, puede soportar las desviaciones del instinto. Es un objeto erótico en el más profundo sentido del término al que además, como en venganza, se le despoja de todo sentido de belleza, hasta convertirlo en la personificación del desagrado. Los poderes maléficos de la mujer, su otra cara, los encarna la mujer imagen del Mal, adecuado contrapunto al hada, a la mujer mágica de acción positiva. La fuerza aniquiladora que posee puede llevar al hombre a su propia destrucción espiritual e incluso a la muerte física. Se ligan así en el universo surrealista Eros y Thánatos, amor y muerte, como dos realidades inseparables en el horizonte humano, dos extremos dialécticos de la propia vida. En perfecta correspondencia con esta identificación de la mujer con la muerte, Dalí idea una calavera a partir de cuerpos femeninos desnudos. Con la adecuada disposición y una iluminación efectista, el fotógrafo Halsman logra una imagen de enorme sugestión visual y

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apariencia de realidad. La alegoría se completa con la inclusión en la escena de un Dalí de perfil, vestido de etiqueta, con chistera, como circunspecto espectador de la imagen espectral, todo un presagio del futuro. En El crimen de la mariposa reina (1930), Víctor Brauner representa el ansia devoradora y la capacidad destructiva de la mujer mediante una abeja con cabeza y piernas femeninas y cuerpo de animal. Mujer-abeja-vampiro, probablemente ligada al supuesto afán posesivo de la mujer, que exprime la sangre a sus víctimas y deja a su paso un panorama de muerte y desolación. Una visión también inquietante y compleja es la que se ofrece en El vestido de novia (1939) de Max Ernst, extraña composición de monstruos, fantásticos animales y mujeres. El mensaje atemorizador se construye con la inclusión de unos seres cargados de poder negativo -el pájaro armado, el monstruo de cuerpo informe y ojos penetrantes, la serpiente- y el empleo de un color duro y chocante que refuerza la sensación de incomodidad en el espectador. La identificación de la mujer con la naturaleza constituye una de las imágenes más poderosas en el lenguaje plástico del Surrealismo. La mujer, "piedra angular del mundo material", es el ser por cuyo intermedio el hombre logra romper su coraza racional y tomar conciencia del mundo natural, ya que el surrealista "interpreta la naturaleza, no la vive". Por ello se recrea en paisajes desolados, en las extrañas y sugerentes formaciones rocosas, en perspectivas marinas inmensas y solitarias que observa desde fuera, como un fenómeno del que no interesa su propia realidad sino su capacidad de convertirse en reflejo y estímulo de sensaciones. Entre las múltiples metamorfosis a que someten el cuerpo femenino incluyen un amplio repertorio de formas sacadas del mundo natural. Las mujeres que Delvaux escoge para su cuadro El nacimiento del día. (La aurora) (1937) aparecen transmutadas en seres híbridos que desde la cintura se convierten en árboles. La escena se desarrolla en un espacio

ambiguo en el que se combinan los elementos arquitectónicos con vegetales y rocas, en una fusión arbitraria entre lo cultural y lo natural. La misma reflexión debe presidir otra pintura de Delvaux algo posterior, El hombre de la calle (1940). Aquí, la mayor parte del espacio pictórico está ocupado por dos figuras femeninas desnudas, ligadas a los vegetales y delante de un fondo de paisaje natural. A la izquierda aparece el hombre vestido, inmerso en la lectura de un periódico, a cuya espalda se representa una arquitectura de templo clásico. La superposición del hombre con la arquitectura y de la mujer con la naturaleza parece corresponder a la identificación del primero con la cultura y por tanto el conocimiento racional- y de la segunda con lo inconsciente y natural. La unión del vestido al hombre y la representación contraria del cuerpo femenino desnudo, refuerzan la lectura sugerida, pues el vestido siempre aparece ligado a la idea de civilización, a un estadio superior del desarrollo humano. Desde otra perspectiva, pero perteneciendo a una visión similar, el Surrealismo profundiza en la conexión entre mujer y naturaleza, cuando relaciona los elementos de esta última con el cuerpo de la mujer. Un ejemplo lo suministran las fotografías de Man Ray incluidas en La Edad de la Luz (1934). Las fotografías recogen por un lado el aspecto de un fenómeno natural -monte, estratificación rocosa, etc.- y junto a él, su correspondencia en el cuerpo femenino al que se ha pintado o manipulado para conseguir una apariencia perfecta. Probablemente después de lo expuesto no sea necesario resaltar el tratamiento objetual a que los surrealistas someten el cuerpo de la mujer. Tratamiento que, como se ha dicho, corresponde sin duda a concepciones profundamente arraigadas, incluso inconscientes o quizá subconscientes, que emergen en las obras plásticas con todo su poder. Existen, sin embargo, otros ejemplos de una más acendrada identificación de la mujer con el objeto, pero con el objeto de uso, con el objeto banal e intrascendente que nos rodea. Esta idea explica el

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sentido de obras con un trasfondo cómico como El Violón de Ingres (1924) impresionante espalda de mujer convertida en instrumento musicalO El perchero, maniquí-mujer-objeto convertida en percha, ambas de Man Ray, o los muebles-forma de mujer de Dalí. La poética del Surrealismo sacó de la realidad todo lo existente y sacó a la realidad, a la visión, a la observación, lo informe e informulable. Aceptada esta premisa, sin embargo, resulta contradictorio que al imaginar a la mujer, al recrearla, incorporen tantos

elementos, tantos factores negativos de la civilización y la cultura tradicionales. Que su afán revolucionario de los espíritus no consagrara ninguna energía a subvertir el orden del pasado y que la pretendida liberación de la mujer sólo fuera un modo de hacerla aún más disponible para el hombre. Sus imágenes, tanto como las anteriores, se convierten en un emblema para la mujer de lo que la sociedad espera de ella. Ninguna innovación ofrece en este terreno el Surrealismo.

El violín d`Ingres, Man Ray

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POETA

Se cerró el sol, se cerró el sentido del sol, se iluminó el sentido de cerrarse. Llega un día en que la poesía se hace sin lenguaje, día en que se convocan los grandes y pequeños deseos diseminados en los versos, reunidos de súbito en dos ojos, los mismos que tanto alababa en la frenética ausencia de la página en blanco. Enamorada de las palabras que crean noches pequeñas en lo increado del día y su vacío feroz. Alejandra Pizarnik

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Suspiros del día prescriben ante la fábula que emerge de la musa nocturna. Mi corazón no se deja seducir por el perfume reparador de sábanas blancas, tampoco mi lapicera ebria de tinta. El humo de mi cigarro trazando formas extrañas sin alma entre las paredes de mi habitación reflejando espectros que deambulan sin rumbo pero en calma. Imágenes se atropellan hilarantes sobre la comisura de mis labios buscando existencia sobre mi cuerpo transparente brotando la lujuria de palabras encontradas. Y entre mis labios la noche y su reino de sonámbulos que sueñan....

Viki Ye 22


Amanece en calma; Fue pérfida la sinfonía de la noche y sus sonámbulos sin luz, Macabro el esplendor de la luna y sus sortilegios de amores sin sábanas; Deambulé cabalgando sobre líneas de minutos muertos, pisando la tenue transparencia de espectros sin jaula, sin tinta en los dedos, con la mirada fija en mí para no perder el aura en la bocanada tibia de la oscura dama y sus duendes de ajenjo...

Kemal Kemil

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El aire filtra la música que hacen los huesos de la tierra al resquebrajarse; Llueve tiempo en los rincones del ocaso que se avecina... Suspiro de a ratos la tinta de una melodía inaudible que se hace virgen y santa al rozar su piel con la túnica del silencio que me embriaga, y descubro que se acerca a pasos agigantados la muerte de vos en mí; Entonces aspiro la brisa etérea de semejante agonía, humedezco mis labios resecos y me dedico a desvanecerme en los laberintos de ésta noche sin tu cuerpo...

Josephine Sacabo

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La historia de O GUido Crepax

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En ocho días conoció el miedo, así como también la seguridad, la angustia y también la felicidad. René se lanzó sobre ella como un pirata sobre una cautiva y ella se dejó cautivar con deleite, sintiendo en las muñecas, en los tobillos, en todos sus miembros, en lo más íntimo de su corazón y de su cuerpo unos lazos más invisibles que los más finos cabellos, pero más fuertes que los cables con que los liliputienses ataran a Gulliver, que su amante ataba y desataba con una mirada. ¿Que no era libre? Ah, gracias a Dios, no lo era. Pero se sentía ligera, una diosa sobre las nubes, un pez en el agua, colmada de felicidad. “Historia de O” es uno de los grandes clásicos de la Literatura erótica. La literatura erótica es un género en el cual los textos se relacionan, directa o indirectamente con el sexo y el erotismo. El erotismo y el sexo han estado asociados a la sociedad y la cultura del hombre desde los inicios de los tiempos, y el caso de la literatura no es una excepción, si bien a menudo se ha visto sometida a la censura por considerarse un tema reprobable o pecaminoso. Asimismo, también es frecuente la alusión al sexo o pasajes eróticos englobados dentro de obras mayores, no como tema principal de la obra, sino como capítulos aislados que contribuyen al devenir de la narración o al desarrollo de personajes. Así, por ejemplo, es posible encontrar fragmentos claramente eróticos en obras como el Quijote de Cervantes o el Ulises de James Joyce, sin que por ello se considere a estas obras dentro del género. Esta novela narra la iniciación de una joven llamada O en una peculiar forma de esclavitud sexual que pronto se asoció al sadomasoquismo. Incitada por René, su amante, O se somete a diversas pruebas que la internan poco a poco en un mundo en que se imbrican íntimamente dolor y placer, castigo y alivio. Sus estremecedoras vivencias, mientras

indagan en los límites del alma humana, sentaron las bases de un nuevo erotismo. La novela se publicó por primera vez en 1954 causando un gran escándalo en la sociedad francesa. A éste se sumó el revuelo ocasionado por la desconocida identidad de su autora, ya que fue publicado bajo pseudónimo, especulándose con todo tipo de posibilidades. Fue en 1994 cuando se supo que la novela había sido escrita por la periodista Dominique Aury, quién nació con el nombre de Anne Desclos, ella misma lo reveló en una entrevista cuando contaba ya con 86 años. Dijo que lo escribió no para ser publicado sino para despertar el deseo de su amante, casado, Jean Paulhan. Dominique Aury (Pauline Réage) escribió este relato para divertir a su amante, para que la siguiera encontrando deseable. Su amante, Jean Paulhan, escribe el extenso prólogo de la novela en el que desgrana la novela y habla del trasfondo del relato, más allá de ser un relato erótico, Historia de O habla de esclavitud, de la evolución de ésta y de cómo se presenta en ocasiones de la manera más insólita: "Es extraño, pero la felicidad en la esclavitud pasa hoy en día por ser una idea nueva. Ya no existe el derecho de vida y de muerte en las familias, ni los castigos corporales y las novatadas en los colegios,

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ni correctivos conyugales en los matrimonios y hoy se deja pudrir tristemente en los calabozos a los hombres que en otros siglos morían orgullosamente en las plazas públicas, decapitados. Hoy ya no infligimos más torturas que las anónimas e inmerecidas. Aunque también son mil veces más atroces. Ahora son los habitantes de toda una ciudad los que se asan de una sola vez en un bombardeo." La historia la vemos a través de los ojos de O, de manera que más que hechos reales son los hechos tal y como ella los percibe. Junto a ella hacemos todo el recorrido de principio a fin de como alguien se somete a la esclavitud voluntaria. Lo que más me ha interesado de la novela es ese toque de irrealidad y fantasía que emana, O se va abandonando a medida que avanza la historia, es un barquito que va donde le

lleva el viento, en este caso su amo, sin voluntad, acaba siendo un objeto cuando el dolor ya no le duele. A pesar de que la temática es dura, esclavitud, sadomasoquismo y violaciones, no escandaliza ni resulta atroz. Esta escrita con una prosa elegante y sutil, sin recrearse en las escenas de sexo. No en vano Historia de O está considerada una obra maestra y un clásico del género. Fue el libro en francés más traducido y leído desde El principito, a pesar de que escandalizó a la Francia de postguerra, y no dejará indiferente a ningún lector en la actualidad, porque son temas que no pasan de moda. Imprescindible.

Leer Historia de O: http://amigosbdsmclub.webs.com/Historia%20de%20O.pdf

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La Ilustración, reafirmación de la literatura erótica

Durante la Ilustración, muchos de los librepensadores franceses empezaron a explotar la pornografía como medio de crítica y sátira social. El mercado de estos panfletos baratos producidos en masa pronto pasó a ser la burguesía, haciendo que las clases altas se preocupasen porque la moral de las clases inferiores y los débiles mentales se corrompiera. Las historias e ilustraciones eran a menudo anticlericales, llenas de sacerdotes, monjes y monjas indecorosos, una tradición que en Francia se prolongó hasta el siglo XX. En el periodo que fue hasta la Revolución francesa, la pornografía se usó también como comentario político: María Antonieta era a menudo objeto de fantasías que incluían orgías, actividades lésbicas y la paternidad de sus hijos, y circularon rumores sobre la supuesta insuficiencia sexual de Luis XVI. La respuesta inglesa a esto fueron las MEMOIRS OF A WOMAN OF PLEASURE (más tarde abreviadas y retituladas FANNY HILL) escritas en 1748 por John Cleland.

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Aunque el texto satirizaba las convenciones literarias y las costumbres de moda en la Inglaterra del siglo XVIII, fue más escandaloso por retratar a una mujer, la narradora, disfrutando e incluso deleitándose con actos sexuales sin consecuencias físicas o morales graves. El texto es apenas explícito, pues Cleland escribió el libro entero usando eufemismos para los actos sexuales y las partes del cuerpo, usando hasta 50 diferentes sólo para aludir al pene. Dos pequeños terremotos fueron atribuidos al libro por el obispo de Londres y Cleland fue arrestado y brevemente encarcelado, pero Fanny Hill siguió publicándose y es uno de los libros más reimpresos en idioma inglés. Sin embargo, no fue legal poseer una copia en los Estados Unidos hasta 1964 y en el Reino Unido hasta 1970. Al igual que sucede con las críticas y las sátiras al gobierno, en ocasiones el erotismo también se funde con la filosofía, como demuestra la obra TERESA, FILÓSOFA, atribuida al Marqués d'Argens, donde se intercalan pasajes cargados de erotismo y provocación con lecciones acerca de filosofía. Un tema recurrente con la llegada del libertinaje ilustrado es el de las orgías. Andréa de Nerciat destacó en este aspecto con las obras relacionadas LAS AFRODITAS y EL DIABLO EN EL CUERPO. La época también fue cuna de numerosos fetiches o desviaciones sexuales. NICOLÁS EDME RESTIF DE LA BRETONNE, por ejemplo, entre sus obras aparece el fetichismo acerca de los pies o los zapatos, y el Conde de Mirabeau volvió a hacer incursión en el

Tema de la iniciación sexual de jovencitas en THE LIFTED CURTAIN OR LAURA'S EDUCATION. Durante y tras la Revolución francesa se imprimieron las famosas obras del Marqués de Sade, quien marcó un hito en la historia de la literatura erótica y es principalmente conocido por sus obras en el género. Abiertamente libertino, su oposición a toda ley y su particular visión del mundo le valieron algunos años en prisión. Precisamente durante su estancia en La Bastilla, comenzó a escribir la que es una de sus obras más importantes, LOS 120 DÍAS DE SODOMA, donde narra cómo cuatro adinerados encerrados en un castillo deciden poner en práctica, abusando de su situación, las historias más depravadas oídas, frecuentemente unidas a una violencia exacerbada. Otra brillante obra del Marqués es JUSTINE, donde narra la vida de dos hermanas huérfanas que escogen dos caminos muy diferentes, una acogida al culto religioso y la otra entregada al vicio y la perversión. Las obras de Sade también contribuyeron en cierto modo a la transformación del género, pasando de la crítica hacia la clase política hacia la crítica de la sociedad en general.

(Fuente: Wikipedia)

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Justine o los infortunios de la virtud El Marqués de Sade Justine ou les Malheurs de la vertu es una novela de Donatien Alphonse François de Sade, más conocido en la historia de la literatura como marqués de Sade. La primera versión de la novela fue escrita en 1787. En 1791 y 1797 se editaron dos versiones diferentes de la novela. Es una de las obras más importantes e influyentes de su autor, junto con Los 120 días de Sodoma y La filosofía en el tocador. Nos encontramos en una época crítica en la que se culpa a la Iglesia de los problemas económicos del Estado. Por otra parte, el Siglo de las Luces fue también una época convulsa en la que, paradójicamente, aumentaron las supersticiones y se desarrolló una "fiebre vampírica" en la que fueron rescatadas las historias de personajes Isabel Báthory, conocida por sus múltiples asesinatos y sus perversiones sexuales. Así, anticlericalismo y violencia serán los pilares del texto. Sus títulos originales fueron, sucesivamente, Les infortunes de la vertu, Justine ou les Malheurs de la vertu, La nouvelle Justine ou les Malheurs de la vertu. La obra fue escrita por el marqués de Sade durante una de sus prolongadas estancias en prisión, en la Bastilla. La primera versión, titulada simplemente Los infortunios de la virtud, se redactó en sólo quince días, y su autor

la dio por terminada el 8 de julio de 1787, permaneciendo inédita hasta que Apollinaire rescatara su manuscrito de "el infierno"1 de la Biblioteca Nacional de Francia a principios del siglo XX. Esta versión inicial es sensiblemente inferior en extensión a las definitivas, aunque en ella ya están presentes el argumento, situaciones y desarrollo. Tras su salida de prisión en 1790 (gracias a un decreto de la Asamblea Nacional Constituyente), Sade da a la imprenta en junio de 1791 una segunda versión más explícita en la que se amplían considerablemente las peripecias narradas. En 1797 se publica una tercera versión de la obra, también atribuida a Sade, con el título de La Nueva Justina o los infortunios de la virtud, seguida de la Historia de Julieta, su hermana, también ampliada con respecto a la edición anterior. La publicación de Justine supuso un enorme escándalo y suscitó las más virulentas críticas. Sade fue calificado de "autor infame de novelas detestables". A pesar de que se publicó clandestinamente y Sade siempre negara su autoría, fue Justine la principal causa para que se le encerrara de por vida en diferentes instituciones sanitarias acusado de "demencia libertina".

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Ya en vida la obra de Sade tuvo una gran difusión, se imprimieron seis ediciones en diez años, y Justine se convirtió en una obra maldita que circuló clandestinamente durante todo el siglo XIX. Se reconoce su influencia en las novelas de Flaubert, Dostoievski y en la poesía de Baudelaire; aunque la lista de escritores del siglo XIX en los que se ha querido ver la influencia de Sade, y más concretamente de su novela Justine, es extensa. A principios del siglo XX Apollinaire publica L'œuvre du Marquis de Sade y los surrealistas rescatan la memoria de Sade; desde entonces, numerosos autores se han interesado por su obra; pero deberá esperarse hasta mediados de siglo XX para que se normalice su publicación. Justine es una adolescente que recurre a todos los estamentos sociales para preservar su virtud, y en todos los casos, en lugar de recibir ayuda, lo que encuentra es incitaciones al vicio. Justine simboliza la virtud que con una escasa inteligencia debe enfrentarse a las añagazas del vicio y, contrariamente a lo que cabría esperar, en lugar de ser recompensada por mantener su virtud, lo que recibe es toda clase de agravios. Por el contrario, los libertinos que abusan de ella se ven recompensados. Sade vierte en esta obra su misantropía, describe cómo en la sociedad en la que le tocó vivir practicar la virtud siempre resulta oneroso, mientras que quien practica el vicio encuentra a una sociedad cómplice y corrompida, lo que le permite adquirir ventaja. « ¿Bajo qué fatal estrella tengo que haber nacido, me dije, para que me resulte imposible concebir un solo sentimiento de virtud que no sea inmediatamente seguido por un diluvio de males, y cómo es posible que esta ilustre providencia, cuya justicia me gozo en adorar, al castigarme por mis virtudes, me haya

ofrecido al mismo tiempo la visión de quienes me aplastaban con sus vicios en la cúspide?» Como en la mayoría de las obras de Sade, pueden observarse dos niveles de contenido. Por un lado, una serie de escenas de violencia sexual; por otro, los sofismas de aquellos personajes que protagonizan esta violencia, justificándola. Ciertos autores han querido ver en las argumentaciones de estos personajes el pensamiento del propio Sade, un sistema filosófico y político basado en el materialismo de la Ilustración francesa, ligeramente opuesto a las ideas de Jean-Jacques Rousseau a quien, sin embargo, admiraba. No obstante, esta obra no puede considerarse atea como sus perseguidores afirmaban. Es en esta obra de Sade donde más claramente puede apreciarse la influencia de Voltaire y sus cuentos filosóficos (concretamente nos recuerda a Cándido). Como suele suceder en las obras del marqués, las peripecias narradas parecen ser una excusa para posibilitar la exposición de diferentes sistemas filosóficos. En Justine, Sade se vale de la protagonista para simbolizar la virtud y manifestar su pesimista tesis según la cual, la virtud es sistemáticamente aplastada por el vicio; mientras que el vicio, libre de valores y principios, cobra ventaja y prospera. Partiendo de esa tesis Sade, en la introducción, se preocupa por aquellos que carentes de una formación moral sólida puedan llegar a la conclusión de que es mejor, más ventajoso, practicar el vicio y no la virtud. « ¿No dirán que la virtud, por hermosa que sea, se vuelve sin embargo el peor partido que pueda tomarse, si resulta demasiado débil para luchar contra el vacío, y que, en un siglo totalmente

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corrompido, lo más seguro es actuar como los demás? Algo más instruidos, si se quiere, y abusando de las luces que han adquirido, ¿no dirán con el ángel Jesrad, de Zadig, que no hay mal que por bien no venga, y que pueden, a partir de ahí, entregarse al mal, ya que de hecho sólo es una de las maneras de producir el bien? ¿No añadirán que es indiferente al plan general que tal o cual sea preferentemente bueno o malo; que si el infortunio persigue a la virtud y la prosperidad acompaña al crimen, siendo ambas cosas iguales para los proyectos de la naturaleza, es infinitamente mejor tomar partido entre los malvados, que prosperan, que entre los virtuosos, que fracasan? Así pues, es importante prevenir esos peligrosos sofismas de una falsa filosofía.» Sade se vale en la obra de la fórmula del narrador omnisciente, que comenta el desarrollo de la trama, extrae conclusiones y exhorta al lector utilizando la segunda persona del plural. Justina trata de la vida desgraciada de Justine, una jovencita a la que la naturaleza ha dotado de un irresistible impulso hacia la virtud, pero al quedar huérfana, se enfrenta a un mundo lleno de libertinos. Ella y su hermana Juliette se ven obligadas a buscarse la vida como pueden, pero mientras que Juliette, inclinada naturalmente al vicio, decide prostituirse, lo que la lleva a alcanzar el éxito y la respetabilidad, la buena de Justine se empeña, contra viento y marea, en querer llevar una vida virtuosa. Casi veinte años después de su separación, las dos hermanas se encuentran, sin reconocerse. Juliette es la esposa de un importante personaje, y Justine se encuentra en un absoluto desvalimiento. La segunda refiere a la primera sus desventuras en primera persona: cómo, por su inclinación a la virtud, fue una y otra vez vejada, sin encontrar nunca la paz. El relato de Justine ocupa la mayor

parte del libro. Al terminar, Justine es reconocida por Juliette, quien decide ayudarla, pero, poco después, Justine es alcanzada por un rayo, sin posibilidad de gozar de la vida tranquila que su hermana está resuelta a proporcionarle. Sade concede al lector un final convencional. La muerte de Justine no debe resultar estéril. «Es esencial demostrar que los ejemplos de virtud infortunada presentados a un alma corrompida, en la que permanecen sin embargo unos cuantos buenos principios, pueden devolver esta alma al bien con tanta seguridad como si se le hubiera mostrado en el camino de la virtud los éxitos más brillantes y las más halagüeñas recompensas.» De acuerdo con ese plan, Juliette, conmovida por los infortunios de su hermana, comprende la grandeza de la virtud y, regenerándose, se compromete a llevar una vida piadosa.2 El narrador concluye en el último párrafo de la novela que, de alguna manera, la virtud de Justine ha de hallar su recompensa en el más allá.

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MALDITA ANAIS NIN 34


“Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré al mundo. Me adapto a mí misma". Anaïs Nin nació en Neuilly, Francia, en 1903. Hija del famoso compositor y pianista cubano-español Joaquín Nin y de Rosa Culmell, hija de un diplomático danés establecido en La Habana. Vivió parte de su infancia y adolescencia entre La Habana, Barcelona y New York. En esta ciudad trabaja como modelo y bailarina de flamenco”. En 1931, se casa con el banquero Hugo Guiler y se marcha a vivir a Louveciennes, un pueblecito cercano a París. Allí escribe su primer libro, un corto ensayo sobre D.H. Lawrence. "En la intensidad poética de su prosa encuentro el aliento de mi pluma", confiesa. Conoce a Antonin Artaud, a Moricand y a Lawrence Durrell, quien luego se haría famoso por su obra "El Cuarteto de Alejandría". Y a Gonzalo More, peruano exiliado en París y revolucionario de izquierda, quien trató de introducirla en la teoría marxista, sin éxito. "Siempre hubo en mí, al menos, dos mujeres una mujer desesperada y perpleja que siente que se está ahogando y otra que salta, como si fuera un escenario, disimulando sus verdaderas emociones porque ellas son la debilidad, la impotencia, la desesperación y presenta al mundo sólo una sonrisa, ímpetu, curiosidad, entusiasmo, interés". Con Henry Miller, todavía un escritor desconocido y a quien más adelante ayudaría a publicar su exitoso libro "Trópico de Cáncer", traba una rara e indisoluble amistad. Se desata, entonces, el famoso triángulo amoroso: AnaïsHenry-June Mansfield, la atormentada esposa de Miller: "He aquí un hombre al que la vida embriaga. Un hombre libre. Como D.H. Lawrence. Un hombre que no teme a nadie ni a nada. Ese hombre se llama Henry Miller." Nin recoge esta esplendorosa época en París llena de amor, poesía y locura y la vierte en "Henry y June". "Cualquier forma de amor que encuentres, vívelo. Libre o no libre, casado o soltero, heterosexual u

homosexual, son aspectos que varían de cada persona. Hay quienes son más expansivos, capaces de varios amores. No creo que exista una única respuesta para todo el mundo" Dos temas serían recurrentes en los diarios de Anaïs: La fijación hacia el padre, ese padre dandy y artista de quien la adolescente cree estar enamorada y a quien atribuía haberla abandonado al casarse con una joven mujer y dejar a su madre y hermanos. Y la desatención que recibía en Norteamérica como escritora. Ningún editor se interesó en la publicación de sus novelas. Ella misma fue la que editó sus libros, para lo cual instala, en un desván de la McDougal Street, en New York, una rústica imprenta en la que imprimía sus propios textos y los de sus amigos, escritores underground. Para el mundillo literario norteamericano, Nin no era más que una escritora extraña que escribía en inglés, pero que había publicado sus obras en Francia. Era, hasta cierto punto, irónico que mientras en Estados Unidos era tomada como una escritora "extranjera", en Francia, donde había nacido, sus novelas aparecían como "romans americains." Nunca perdonó a Truman Capote, Tennessee Williams, Gore Vidal y Djuna Barnes, entonces escritores reconocidos en Norteamérica, no haberla tomado en cuenta como creadora. Así expresaría su malestar en uno de sus diarios: "A mí me pueden encontrar en una fiesta y se me puede ver bailar y reír; pero lo que escribo es muy serio. Sólo cuando muera llegaré a ser visible, y entonces algún editor se inclinará sobre mis manuscritos y hasta quizás pujará por ellos. Pero durante mi vida no hubo ningún escritor ni editor que diera un solo paso para prolongar mi vida o revelar mi obra." En efecto, estas palabras fueron proféticas, pues aunque al aparecer el primer tomo de sus diarios, Anais recibió cierta acogida, sobre todo entre mujeres que veían su yo reflejado en el texto, la escritora alcanzó fama rayana en la histeria después de su muerte, en Los Ángeles, California, en 1 977.

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ESCRIBIENDO MEMORIAS Cuando quedas atrapado en la destrucción, debes abrir una puerta a la creación. Sólo me importa mi propio juicio. Soy lo que soy. Anaïs Nin

Anaïs Nin dejó instrucciones precisas a Rupert Pole (su último esposo y albacea literario), de no publicar los famosos Diarios en su totalidad sino hasta la muerte de Hugh Guiler, por discreción, puesto que éste fue su esposo, compañero inseparable y protector durante las décadas de los veinte y los treinta en París, época en la cual desarrolló parte fundamental de su trabajo literario. Cuenta la leyenda que la aventura de los Diarios se inició en el vapor Montserrat, en un largo viaje Barcelona-Nueva York, cuando Anaïs sólo tenía once años. En ese año de 1914 su padre, el compositor español Joaquín J. Nin y Castellanos abandonó a su mujer Rosa Culmell, quien con sus tres hijos decidió cruzar el Atlántico mientras su pequeña hija escribía una carta para contar a su padre los detalles del viaje, con la esperanza de que la separación fuese momentánea. Sin embargo, Anaïs volvió a ver a su padre hasta el verano de 1933. Aquí empieza la redacción de esas quince mil páginas, publicadas parcialmente en 1966. Un hecho feliz para la difusión de esta obra fue que en 1988 Emecé publicó completo el diario de 1931 a octubre de 1932, bajo el título Henry Miller, su mujer y yo; en mayo de 1996 apareció Incesto. Diario no expurgado 1932-1934; naturalmente, para estas fechas Hugh Guiler y casi todos los protagonistas de este documento habían muerto. En torno a la vida de Anaïs se ha forjado un gran mito, el de la "protectora del arte y los artistas", principalmente a partir de que conoce a Henry Miller, ya que ejerció para él una especie de mecenazgo, sin menoscabo del afecto que ambos se procuraban, pues su relación siempre estuvo llena de matices que fueron desde el aprecio sincero de la valía del trabajo literario de uno y otra (pues llegaron incluso a colaborar a nivel creativo con gran seriedad); hasta el compartir su vida sexual, la camaradería y una amistad profunda que los unió durante muchos años.

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Cuando sus propios medios económicos fueron insuficientes para apoyar a los jóvenes escritores (que se le acercaban por el mito de su protección incondicional quiso la casualidad que apareciera milagrosamente un coleccionista de libros solicitándole a Henry Miller que escribiera para él cuentos eróticos; Miller empezó a hacerlo por diversión, pero luego, todos los amigos necesitados se reunían y contaban historias verdaderas o falsas y fabricaban con ellas el material requerido por el mecenas, quien pagaría generosamente, a dólar la página, precio mejor que el inicial, pues al hacer la propuesta a Henry Miller habló de estar dispuesto a recibir material por la suma de cien dólares mensuales. Todo el grupo participó en la medida de las posibilidades de su imaginación; sin embargo, y a pesar de haber trabajado muy duramente en este proyecto, Anaïs Nin lamentaba que el coleccionista insistiera en pedirles "menos análisis, menos filosofía, menos poesía" en los cuentos que le hacían llegar; ella hubiera deseado que el inesperado mecenas comprara toda su obra sin distinción de temas, pero éste deseaba una mayor descripción de hechos propiamente físicos. En las páginas de su diario, Anaïs expresa su descontento al reflexionar que la enunciación de relatos estrictamente descriptivos, en lugar de aumentar el placer (estético, se entiende) lo disminuía. Muchas veces, ahogada por las exigencias prácticas de la vida, se puso en contacto con el coleccionista para resolver problemas económicos al parecer interminables. Habían llegado al límite, hastiados de lo que les era solicitado y rayaba ya en la pornografía; les parecía empobrecedor seguir con ese trabajo, que les exigía despojar de su magia al hecho erótico; al parecer, el contratante ignoraba la sutileza de esa magia, quizá incluso ignorara su propia existencia; ellos, los narradores a su servicio, poco a poco sienten que se van alejando del disfrute de una visión sana del erotismo y deciden enviarle una carta, fechada en diciembre de 1941; he aquí un fragmento:

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Querido coleccionista: Le odiamos. La sexualidad pierde su fuerza y su magia cuando se hace explícita, automática, exagerada, cuando se convierte en una obsesión mecánica. Llega a ser aburrida. Usted nos ha enseñado mejor que nadie lo erróneo que es no combinarla con la emoción, la sed, el deseo, la lujuria, los antojos, los caprichos, los lazos personales, las relaciones más profundas, que cambian su color, su sabor, sus ritmos y sus intensidades. No sabe usted lo que se pierde con su análisis microscópico de la actividad sexual y la exclusión de todo lo demás, sin el combustible que la enciende: lo intelectual, lo imaginativo, lo romántico, lo emotivo. Es todo esto lo que da a la sexualidad sus sorprendentes texturas, sus sutiles transformaciones, sus elementos afrodisiacos. Usted reduce el mundo de sus sensaciones. Lo está marchitando, lo hace pasar sed, lo deja sin sangre... No hay dos pieles que tengan la misma textura, nunca hay la misma luz, ni la misma temperatura ni las mismas sombras, ni tampoco el mismo gesto; porque el amante, cuando está encendido por un verdadero amor, puede recorrer la interminable historia de tantos siglos de cuentos de amor. Una enorme gama, enormes cambios de época, variaciones de madurez e inocencia, perversidad y arte, animales graciosos y naturales.

LOS DIARIOS DE ANAIS NIN permiten ver en lo profundo de esta alma enamorada de la belleza y del arte, y nos recuerdan que entender una existencia humana como digna materia prima del arte literario no es un error. De acuerdo con Erica Jong, "Anaïs Nin ha logrado expresar todo lo que los libros de mujeres han dejado de lado durante siglos [...] No sólo rompió el tabú sino que tuvo la audacia de escribirlo [...] Lo que Nin ha creado es nada menos que un espejo de la vida. Las fluctuaciones de estados de ánimo, del odio al amor, que marcan nuestra frágil humanidad son vistas en proceso, como nunca antes. Hacía lo que Proust, Joyce y Miller estaban haciendo, pero desde una conciencia femenina [...] Sea adorada o detestada, lo importante es que sea leída". Al principio del tomo I, Anaïs describe el portón de su casa en Louveciennes, un bucólico lugar muy cerca de Francia, y dice que uno siempre piensa que una puerta cerrada o una persona o una situación suponen obstáculos; sin embargo los obstáculos verdaderos siempre están dentro de uno mismo. Anaïs Nin es el recordatorio constante de que las emociones embellecen la vida, de que si se emprende la búsqueda del significado de cada acto de nuestra vida, con el paso del tiempo saldremos enriquecidos. Siempre que pienso que todo es banal, recuerdo la magia que Anaïs siempre supo crear a su alrededor, reconociendo el talento de quienes le rodeaban, brindándose amorosamente, principalmente a la vida.

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(De "Incesto. Diario amoroso", Editorial Siruela. Madrid, 19) Hay una fisura en mi visión, en mi cuerpo, en mis deseos, una fisura permanente, y la locura la empuja adentro y afuera, adentro y afuera. Los libros están sumergidos, las páginas arrugadas; cada perfección piramidal arde totalmente al impulso de la sangre. El esfuerzo que hago para perfilar, cincelar, demarcar, separar y simplificar es una idiotez. Debo dejarme fluir multilateralmente. Por lo menos, he aprendido algo grande: a pensar, pero no demasiado, de modo que pueda dejarme ir, sin que haya levantado una barrera intelectual que se oponga a los acontecimientos que puedan venir y sin interferir con una preparación crítica en el movimiento de la vida. Pienso sólo lo suficiente para mantener vivo un estrato superior de inteligencia vigilante, igual que cuando me cepillo el cabello, me arreglo la cara, me pinto las uñas o escribo mi diario. Nada más. El resto del tiempo, trabajo, escribo, trabajo. Y me dejo llevar por el impulso. Canturreo; protesto contra los taxistas que se enfrentan a las oleadas del tráfico; escribo una nota a Henry media hora después de haberlo dejado, y atosigo a Hugh a medianoche para que vaya en coche al centro de París y entregue la nota a Fred Perlés para Henry... ¡Una nota de amor para su trabajo! Es este divino deslizamiento el que permite que Henry me tire sobre la cama de June y lance al aire, como un sedal de pesca, la conversación sobre Lawrence y Joyce mientras nos mecemos sobre la Tierra. Hugh me tiene apretadamente entre sus brazos, como una gran pepita de oro, y su horizonte es celestialmente esperanzador porque le he traído un compás. J'ai présagé des cercles. El motivo del círculo en mi novela de John. La fascinación de la astrología El círculo marca la rotación de la Tierra, y todo lo que me importa es el supremo gozo de girar con la Tierra y morir ebria, morir mientras se gira, que no morir retirada, mirando la Tierra que gira sobre mi mesa, como uno de esos globos terráqueos de cartón que venden en los almacenes Printemps por 120 francos. No iluminado. Esos son más caros. Quiero ser la luz dentro del globo y la dinamita que explota sobre la máquina del impresor justo antes de poner el precio sobre la página. Cuando la Tierra gira, mis piernas se, abren a la lava emergente y mi cerebro se congela en el Ártico —o viceversa—, pero debo girar, y mis piernas siempre se abrirán, incluso en la región del sol de medianoche, porque no espero a la noche —no puedo esperar a la noche—, no quiero perder ni un solo ritmo de su curso, ni un solo laudo de su ritmo. Sueño: Hugh y yo caminamos en la niebla nocturna. Juntos. Lo dejo. Entro en la casa y me echo en la cama. Sé que me busca, que se vuelve frenético, que corre como un loco en medio de la niebla, flotando en ella. Estoy inerte. Sé que estoy en casa. No se le ha ocurrido pensar que estoy en la cama. Yazco intocada por su desesperación. Soy al mismo tiempo la niebla. Soy la noche que envuelve a Hugh; mi cuerpo yace sobre la cama. Soy el espacio que rodea a Hugh. Corre en este espacio, y me busca. Por la mañana. Mi amor más tierno es para Hugh, algo inalterable, que no cambia, fijo: el niño. Tiene el lugar más seguro, el más suave. Querría darle a June todo cuanto Henry ama en mí, añadirme a ella. No puedo creer que le haya arrebatado al único hombre que ha amado de verdad. Siento una piedad abrumadora por el sufrimiento histérico y primitivo de June, por la gran confusión de su mente. Pero nunca es un sufrimiento como el mío, nunca el dolor por perder a Henry, sino el dolor por el fracaso. Fue terrible que me diera cuenta de mi fortaleza mientras recordaba mi lealtad siempre que hablo de June a Henry. Pobrecita June, ¡es tan vulnerable! No tengo otra cosa que darle salvo mi amor, que necesita. Invento mi amor por ella, como un regalo. La mantengo viva fingiendo mi amor, que no es sino lástima. Escucho su charla rudimentaria, busco pacientemente relámpagos

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de verdad, esperando que se encuentre a sí misma, que en mí encuentre fuerzas, aunque, al hacer esto, siento que soy la mayor traidora sobre la Tierra. Confía en mí y soy quien la deja sin Henry. Al mismo tiempo, no sabe lo que hago por ella para expiar mi culpa. ¡Me niego a que Henry le cuente, le pida su libertad para casarse conmigo! Ayer, media hora antes de verme con June, estaba sentada en un café con Henry. Me dijo: «Cuando salga el libro, rompemos con todo, se acabaron los compromisos. Arreglaré las cosas con June y me caso contigo». Me eché a reír: «No quiero casarme otra vez». Y luego: «Sería terrible privarla de su última fe en dos seres humanos». June me ha presentado a Dick, el escritor homosexual con ojos de niño desvalido, que habla como escribe Aldous Huxley. Visitamos a Ossip Zadkine, el escultor (un personaje del Trópico de Cáncer de Henry). Dick y yo retrocedimos ante la perspectiva desagradable de un nuevo contacto, cada cual a su manera. El, con su ligereza; yo, con mi silencio. Pero nos agradamos mutuamente. Estaba predispuesto en mi contra porque soy amiga de Henry y él lo aborrece. Henry hizo un monstruo de June porque tiene una mente creadora de monstruos. Es un loco. Ha sufrido con June las torturas que él mismo se ha inventado, porque el amor que June sintió por Henry no fue en absoluto monstruoso, sino, probablemente, tan simple como el que, yo siento por ella. Yo sí que adopté la creencia de Henry en la monstruosidad de June. Ahora veo el sufrimiento del ser humano que es June; y veo el fracaso de los dos en entenderse... aunque June es la más débil, porque los fantasmas de Henry la han vuelto loca. Los fantasmas de Henry no me confunden; me interesan objetivamente. Fascinan mi inteligencia y mi imaginación. Me di cuenta del proceso de deformación cuando Henry explicó mis páginas sobre June y me revistió de grandes misterios y monstruosidades. Su imaginación es incansable y fértil; capta a un ser humano y lo deforma, lo realza, lo magnifica y lo mata. Es un demonio que anda suelto por el mundo, laberíntico, que conduce a la locura. Henry podría volver loca a la gente. Hasta ahora no me he extraviado; he sido más fuerte que June. Sólo me vuelvo loca cuando quiero, como cuando deseo emborracharme, así que puedo trabajar. Igual que Henry se excita con el odio y la crueldad, yo me excito y me estimulo cuando me libero de la presa excesivamente estricta de la lógica implacable. Giro como una peonza para ser menos lúcida y más alucinada, para escuchar mis intuiciones. Me seduce jugar con Henry a este peligroso juego de la deformación imaginativa. Gracias a que Allendy me ha integrado y me ha revelado mi modelo de conducta fundamental, Henry y yo somos dignos adversarios. Despojadme de las exteriorizaciones, de la teatralidad y del masoquismo, y encontraréis la simiente, el núcleo, la artista, la mujer. Pero despojad a June de sus galas y encontraréis a una mujer bella y corriente que cree en ilusiones, sacrificios, ideales y cuentos de hadas... pero sin contenido. Debe seguir siendo el personaje, la curiosidad, la rareza, una forma ilusoria de la personalidad. Pero, cuando llora, siento que merece la felicidad de cualquier ser humano. Después de todo, también mi imaginación ha jugado a su capricho con los dos, con Henry y con June. Con una diferencia: necesito por encima de todo la verdad y sucumbo a la piedad. La verdad me impide distorsionar, porque comprendo. Tan pronto como comprendí a Henry, dejé de hacer un «personaje» de él (el submundo brutal de mi segundo concepto de él, hinchado por sus libros). Mi primer concepto es verdadero siempre: mi primera descripción de Henry en el diario le sigue correspondiendo hoy, y mi primera descripción de June es más verdadera que mi composición literaria. Cuando empiezo a amar como un ser humano el juego cesa. Para un escritor, un personaje es un ser con quien no se siente ligado por el sentimiento. El verdadero amor destruye la «literatura». Por eso, también, Henry no puede escribir sobre mí, y quizá nunca escriba sobre mí —por lo menos, hasta que nuestro amor se acabe y, entonces, yo me convierta en un «personaje», es decir, en una personalidad alejada, no fundida con él.

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Me pongo triste cuando miro la fotografía de Allendy... Estoy siempre entre dos deseos, siempre en conflicto. Pertenezco a Henry, a June y a Allendy. Hay veces que me gustaría descansar, estar en paz, elegir un refugio, un amor, para resguardarme en él... hacer una selección final. No puedo. Algunas noches, como ésta, a la hora del decaimiento, me gustaría sentir la totalidad. La característica de mi lealtad con Hugh es fácilmente definible: consiste en no causarle daño. Incluso en cuestiones relacionadas con Henry (podría obligar a Hugh a ayudar a Henry), sigo siendo leal a Hugh, tanto que ni siquiera le impido que alcance su propia masculinidad, cosa que podría hacer interfiriendo en su nueva agresividad, en su nueva codicia, cautela, celos y posesividad. Es extraño contemplar el amor de otro por una y conservarse intacta. Los bellos sueños de Hugh sobre mí. Los escucho, pero jamás pienso en ellos cuando Henry me acaricia. Es absolutamente cierto que nunca pienso en Hugh cuando estoy con Allendy o con Henry, como tampoco pienso en Henry cuando estoy con Allendy. Una especie de separación tiene lugar en ese momento —una totalidad pasajera—, que impide cualquier duda o parálisis. Es sólo después, cuando se revela la mezcla y el conflicto. No veo nada malo en acostarme con Henry en la cama de Hugh, como tampoco vería nada malo en entregarme a Allendy en la misma cama. No tengo ninguna moralidad. Sé que la gente se horroriza, pero no yo. Ninguna moralidad mientras el daño hecho no se manifieste por sí mismo. Mi moralidad no se reafirma cuando me enfrento con el dolor de un ser humano... Le devolvería Henry a June si ella me lo pidiera. Al mismo tiempo, soy consciente de la estupidez de mi capitulación, porque June puede pasar sin Henry mucho mejor que yo, y ella es dañina para Henry. Del mismo modo que sería infinitamente estúpido que, por mor de Hugh, volviera a mi vida neurótica, vacía y desasosegada de los años anteriores a mi encuentro con Henry. Ahora experimento una continua plenitud que también me permite dar plenitud a Hugh. Deseo que Hugh pudiera creerme, entenderme, perdonarme. Ve mi contento, mi salud, mi productividad. Y estoy aún más preocupada por su felicidad que por la de cualquier otra persona.

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NueveMusas ttee rreeccoommiieennddaa Mariel Ruggeri es el seudónimo de una escritora novel de 42 años nacida en Montevideo, ciudad en la que actualmente reside con su esposo y su hijo. Irrumpe al universo literario de la mano de la novela romántico/erótica. Su aventura comienza con “Por esa boca” un proyecto literario que consta de 40 capítulos escritos en sólo 40 días. La novela nació como un experimento de Blog que fue creciendo hasta convertirse en lo que hoy es; su primera novela, esperada por miles de lectoras y lectores que la fueron acompañando fielmente en todo el proceso creativo. Charlar con Mariel fue muy ameno. No fue muy extensa nuestra conversación por las cuestiones mezquinas del tiempo pero no me resultó difícil intuir que es Mariel una mujer muy plantada que sabe exactamente lo que quiere y hacia dónde se dirige. Desde el principio de su experimento tuvo muy claro que pretendía lograr un producto masivo que satisficiera las necesidades actuales de los millones de lectores, siempre a la búsqueda de algo innovador que los cautive; y Mariel Ruggieri lo hizo. Admiradora de “Las cincuenta sombras de Grey” la saga de E.L. James, trilogía que la inspiró para apuntar a un género que se expande cada vez más ya despojado de anquilosados e injustos tabúes: La literatura erótica. Por essa boca nos introduce al fascinante mundo del erotismo; un duelo de miradas se libra en un concurrido bar de Montevideo. Verde la de él, gris la de ella. Verde contra gris. El verde gana la partida y logra sonrojar por entero el rostro de ella. Y su cuerpo, ya acalorado por el sopor de esa tarde de noviembre, parece prenderse fuego. Con sus inocentes dieciocho años Verónica Sandoval no está lista para la abrumadora presencia de ese hombre que se propone desnudarla con los ojos. Con mucha más experiencia a cuestas, el exitoso arquitecto Alex Vanrell también se siente perturbado por la joven. Por ese cuerpo que pide ser poseído y esa boca que lo tienta a besarla... Aquel encuentro casual entrelaza sus vidas de una manera tan intensa que ya nada volverá a ser igual. Alex iniciará a Verónica en las artes del amor y despertará los instintos más ardientes de la mujer que late por salir a la vida. Pero ¿qué pasara cuando sacien su sed por el otro? ¿Podrá la pasión superar los obstáculos que se interponen entre ellos? ¿Qué sería capaz de hacer Verónica para estar con Alex? Y él, ¿hasta dónde llegaría por esa boca...? No cabe la menor duda que Mariel Ruggieri vino a quedarse y aunque en la actualidad, y después del éxito cosechado con su proyecto está deseosa de un merecido y extenso descanso es innegable que sabremos más de ésta audaz y talentosa ávida lectora que traduce fantasías en letras, las suyas propias y las de su fiel e insaciable público. El lanzamiento de “Por su boca” está previsto para el 3 de Mayo a través de Cute Ediciones. Bienvenida Mariel Ruggieri al maravilloso mundo de la ficción literaria y felicitaciones por este gran logro.

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Libros de cabecera

Paul Auster es un mago y sin duda Leviatán es una de sus mejores novelas. El comienzo es, a la vez, el final de la historia. Lo importante aquí es la trama central, los personajes y las relaciones entre ellos, y cómo esos personajes van evolucionando a lo largo del tiempo. El libro cuenta la vida del escritor Benjamin Sachs, vista a través de la pluma de otro escritor y amigo íntimo de Sachs, Peter Aaron, que es una especie de alter ego del mismo Auster. Peter está casado en segundas nupcias con una mujer llamada Iris, mientras que la segunda esposa de Auster se llama Siri (es además escritora como él). Estos son sólo algunos ejemplos de esos juegos que tanto le gustan a Auster y que divierten a sus lectores, al jugar constantemente con los elementos reales y ficticios en la novela. Los personajes, como en todas las novelas de Auster, son quizás lo mejor de la historia. Son complejos, cambian según las circunstancias, viven, sufren y sienten a cada momento, cuestionándose su vida, y tomando decisiones que marcan a veces un giro de 180 grados en sus trayectorias vitales. Aparte de Aaron y Sachs, es fascinante el personaje de María Turner, inspirado en la artista conceptual Sophie Call, que también aparece reflejada en otras novelas de Auster. María es una mujer atractiva, dedicada a la fotografía y muy inteligente, que tendrá una influencia decisiva en las vidas de los dos protagonistas. El elenco de personajes es muy amplio, y todos están retratados con una extraordinaria viveza, hasta parecer personas reales; esta capacidad es una de las mejores bazas de Auster y uno de los atractivos principales de la novela. Junto a la riqueza de caracteres, el autor nos habla de la importancia de la amistad, de los giros imprevistos del destino, de las casualidades o pequeños acontecimientos que generan una sucesión de hechos imprevisibles, es decir, del hecho de que nuestras vidas están tejidas de sucesos más o menos nimios que van marcando de forma inevitable nuestra trayectoria vital. Vamos tomando decisiones y descartando caminos, pero casi siempre es la suerte -o la desgracia- la que nos lleva a una encrucijada u otra diferente. Frente a esta realidad, nuestros valores, nuestras convicciones, aquello en lo que creemos, constituyen nuestra mejor tabla de salvación. Los personajes de Auster tienen una fuerte personalidad, y ello se refleja en sus decisiones. Son supervivientes, y tratan de buscar, dentro de sus posibilidades, el camino hacia la autorrealización, es decir, el camino de la felicidad. Sin embargo, muchas veces la intervención fatal de los hados puede truncar ese camino y lanzarlos por derroteros imprevisibles. Como la vida misma. Leviatán. Es de esos libros que te atrapan y que cuesta trabajo soltar. Es Paul Auster en estado puro, y sin duda uno de los libros más relevantes de su trayectoria. Imprescindible para los austerianos convencidos, y una buena forma de iniciarse para aquellos que aún no lo conozcan.

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POETA Del poemario “Tantas lluvias” del poeta Javier Del Lastre

INTUICIONES Acaso, llegué a pensar, Que hemos tropezado casualmente A la salida de un sueño. (Como el que sale de algo) Hasta es posible Que hayamos, en un descuido, irremediablemente enloquecido, Como ya sugirió usted en alguna ocasión. Yo hasta diría Que tal vez, por qué no, ya estemos muertos, por fin.

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CARAMBANO Un carámbano es un pedazo de hielo Pero también es otra cosa Es un trozo de ti Y de los otros, y de nadie Es una lupa inmensa a través del sol de mi ciudad Y un sorbo de aire fresco a mediodía Un carámbano es una palabreja enredada Entre tu pelo suave y azul Y un lujo en el que mirarse sin descanso En las tardes aburridas de tu verano Un viaje en bicicleta por altamar Un estallido de lujuria a la salida de misa Una estación de paso Un intercambiador de besos furtivos Una nación universal Un país inventado Un sollozo de ultratumba Un resplandor amarillo Una azotea incierta al borde de los infiernos Una estrategia desmesurada De soldados amañados en la lucha Un carámbano es un misterio a punto de resolver Y un zumbido de insecto burlón Una comedia al viejo estilo apropiado Y una ley directa al corazón Un par de miradas Un roce invisible Y un silencio…

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SERA EL VIENTO Será el viento Quien analice la mirada del venado. Será el viento Quien suavice el cereal de los campos. Será el viento El encargado de romper nuestros cristales menudos, Y de sosegar los pasos borrados de nieve. De descubrir Bosques semi ocultos de penumbra, Y de amordazar a sus ardillas asustadas, De esclarecer misterios de héroes, villanos y filósofos, De enloquecer mentes de poeta Y caderas de enamorada. Será, acaso, el viento El que certifique mi defunción Entre barcos que regresan Y ráfagas de metralla. Será un viento que desconoces Quién, por fin, moldee caprichosamente tu cabello, Abrigue tus silencios, Ciegue tus ojos rebeldes Y afile, con refinado gusto, tu instinto animal. Será ese viento Quien desentierre tanto orgullo, Y tanto amor desperdiciado. Quien elabore tu medicina inmediata, Y quien determine la dosis mortal. Será el viento, ese viento, Que no es tuyo, ni es de nadie Quien ponga nombre A las partes de un beso Quien reduzca a polvo de estrella Ese monte oscuro Que observas desde tu ventana. Será algún viento infame Quien te acurruque cada noche, Quien te cubra, ya dormida, con la sábana recién soñada Quien cierre despacio tu puerta Y casi en un susurro te desee eternamente Las buenas noches, cada noche.

Pinturas de Giuseppe Diangelico

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Hiroshi Nonami Es un artista japonés nacido en 1954 en la prefectura de Shimane en la isla de Honshu. Sus trabajos rebosan delicada belleza y sensualidad; mujeres cubiertas de hojas y plantas en floración, caracolas marinas, ramas, raíces, todo vale. Pero lo más sorprendente de sus trabajos es que Nonami no emplea Photoshop, ni tecnología alguna. Todas sus ilustraciones están creadas a mano gracias a técnicas o trucos tales como halos de humo, blondas, o incluso dejar que el moho crezca en la película durante el verano. Es por eso que en muchas fotografías parece que una capa de moho impregna la imagen como si de un fino velo se tratase. http://www.tumblr.com/tagged/hiroshi%20nonami?before=23

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Surrealiste

LOS MÁGICOS MUNDOS DE REMEDIOS VARO Aunque nacida en Anglés (Girona) en 1908, la pintora Remedios Varo es poco conocida en España —al menos a nivel popular—, mientras que en México y EEUU es uno de los referentes de las artes plásticas del siglo XX, y del surrealismo en particular. Por otra parte —y esto es aún menos sabido—, la obra de Varo estuvo directamente influida por ciertas corrientes esotéricas de moda en su época, lo que ayuda a explicar, en parte, los asombrosos "mundos mágicos" que plasmó en sus lienzos. Remedios creció bajo la influencia directa de sus padres, de personalidades casi opuestas. Su padre era un ingeniero hidráulico, lo que influiría en su obra, pues en sus pinturas aparecen a menudo artefactos mecánicos. Su madre, por el contrario, era una mujer muy religiosa, y aquella devoción hizo que decidiera recluir a su hija en un internado de monjas. Aquella reclusión se prolongaría hasta los 17 años, cuando Remedios pudo trasladarse a Madrid para hacer realidad su vocación artística. Tras su graduación en 1931 se trasladó por un año a París, y más tarde regresó de nuevo a España, pasando por Barcelona y Madrid. En esos años conoció al escritor surrealista Benjamín Péret, con quien se casó en 1937. Péret —de nacionalidad francesa— era un simpatizante de la causa republicana española, pero él y Remedios se vieron obligados a huir a Francia para escapar de la guerra. Una vez en París, Remedios entró en contacto con surrealistas de la talla de Breton, Tanguy, Ernst y la que sería su gran amiga, Leonora Carrington. Allí comenzó a desarrollar su obra surrealista, exponiendo en varias galerías, pero sus cuadros todavía estaban lejos de mostrar las peculiares características que tendrían años más tarde. Con la llegada de los nazis a Francia, Remedios y su marido decidieron huir a México, a donde llegaron en 1941. Allí entraron en contacto con otros artistas europeos también exiliados, como Luis Buñuel, y Remedios pudo fortalecer más su amistad con Carrington. Fue entonces cuando, de la mano de su amiga, aumentó su interés por varias corrientes esotéricas y espirituales, a las que se sumaron las influencias de la cultura mexicana. Entre sus pinturas destacan las protagonizadas por personajes que emprenden "viajes metafísicos a otros mundos”, como en 'Hacia Aquario' (1961), 'Trovador' (1959) o 'Descubrimiento de un geólogo mutante' (1961). Todas estas obras sobre viajeros y científicos fantásticos sugieren, como explica el profesor Lois Parkingson, "la transmigración y los poderes de transfiguración conjurados por la alquimia medieval. Varo conocía bien los principios y la iconografía de esta tradición, cuyas raíces están profundamente arraigadas en el pensamiento español del medievo". Entre las creencias sobrenaturales que influyeron a Varo se encuentran también las prácticas rituales de los indígenas mexicanos y la cultura sincrética del país, que la artista tuvo oportunidad de conocer mientras vivió allí. Sin embargo, más importantes que las anteriores, son las influencias ajenas a México, aunque las recibiera durante su etapa en el país. Al igual que ocurría en Europa, también hasta allí habían llegado las prácticas y doctrinas espiritistas y ocultistas, y Varo se vio profundamente influida por ellas. Así, Varo mostró un gran interés por una extensa lista de disciplinas y autores, como Jung, Blavatsky, el sufismo, las leyendas sobre el Santo Grial, la geometría sagrada, la alquimia, el I-ching chino o las ideas del místico ruso George Gurdjieff. 48


Su pintura estuvo caracterizada por poseer un estilo fundamentalmente narrativo, que plasmaba con enorme fuerza, en donde gracias a su poderosa imaginación creaba atmósferas mágicas y atemporales, regidas por una serie de fuerzas y leyes que escapan al entendimiento terrenal. Asimismo, su creación se hallaba salpicada de un halo de búsqueda por la espiritualidad en la que era frecuente la intervención de elementos cientificistas, mediante los cuales trataba de dar explicación a su entorno. Y es que es notable la forma en que interconectó sus conocimientos e interés por la física cuántica o el psicoanálisis con ciencias ocultas como la cábala, la alquimia e incluso la meditación. En cuanto a su técnica, en ella se aprecia la preferencia por rasgos pequeños, acompañados de una paleta sombría y los tonos mate, así como su manera cuidadosa e intencionada. Guiada por los postulados del "Manifiesto Surrealista" de André Bretón, Remedios Varo se interna en lo más recóndito de sus sueños para plasmar mundos hipotéticos y artificiales entre los que destacan Títeres Vegetales (1938) y la serie Cadavres Exquís y Collages. Es importante comentar que en sus años de estudiante, tuvo como mentor al maestro icónico del surrealismo Eugenio Salvador Dalí."Mujer saliendo del psicoanalista" (1960), es una de sus más prodigiosas obras, en donde pone de manifiesto abiertamente su interés por las investigaciones freudianas acerca de los conceptos oníricos, aderezados con un toque de humor y misterio. Se sabe que constantemente registraba sus ensoñaciones y en compañía de su amiga íntima Leonora Carrington ?a quien conoce en México-, creaba fórmulas y recetas para autoinducirse en el mundo de los sueños eróticos o lograr las empresas más descomunales y fantásticas. Al igual que en el ritmo de progresión dramática de una obra literaria, las pinturas de Remedios Varo muestran una presentación, un clímax y un desenlace; circunstancia que pone de manifiesto su avidez por el mundo literario. Autores como Lovecraft, Huxley o Poe se encontraban dentro de su generosa biblioteca, en las que también figuraban temas como filosofía antigua, ocultismo, la cábala o metafísica, y de las cuales luego de haberlas leído, se pueden hallar interpretaciones de sus pinturas.

Ruedas metafísicas

Mujer saliendo del psicoanalista

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La huída

Exploración en las fuentes de Orinoco

The lover´s

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El SURREALISMO ONÍRICO DE DOROTHEA TANNING Dorothea Tanning nace en 1912 en Galesburg (Illinois, Estados Unidos). Tras emprender sin terminar los estudios artísticos, se instala en Nueva York en 1935. Fue compañera del gran artista alemán Max Ernst con quien mantuvo una relación de 34 años hasta la muerte de este en 1976. Dorothea tuvo una vida verdaderamente destacable, no sólo porque vivió mucho sino porque vivió plenamente. Falleció el 31 de Enero del 2012 habiendo rebasado la frontera del siglo; tenía 101 y moría en paz. El final de su vida lo pasó en Seillans, Francia. Aunque Ernst la introdujo al grupo de los surrealistas-su vínculo con ellos fue muy intenso, la consideraban tan hermosa como fuerte- con el tiempo evolucionaría hacia un estilo impresionista.

Realiza dibujos publicitarios, pero Dorothea tiene una verdadera ‘revelación’ cuando visita la exposición ‘’Arte fantástico, dada y surrealismo’’ en el MOMA en 1936, y queda atrapada por la explosión de sentimientos que le produce, y decide sumergirse por completo en el arte surrealista, realizando magníficas pinturas llenas de símbolos y con una fuerte carga erótica. Se relaciona con los surrealistas exiliados en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial y se vuelve la compañera sentimental de Max Ernst en 1942, y finalmente su esposa en 1946, parece ser que se enamoraron en una partida de ajedrez...afición a la cual eran apasionados los dos. En sus obras surrealistas la artista recrea ‘’un más allá‘’, dibuja signos, cuenta ‘’la historia de sus sueños’’ En los años 40 realiza decorados y vestuarios para el Ballet de Balanchine. En 1955, Dorothea Tanning se lanza en la escultura; ejecuta unas esculturas paralelamente a su obra pictórica; crea humanoides extraños, mitad seres, mitad muebles, extraños fetiches de tela y piel que, según ella, son ‘’simbólicos de la violencia y de la ferocidad de los contactos’’. 51


Un tableau trĂŠs heureux

Voltage

Insomnia

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MODERNO

Durante sus primeras décadas, el arte Moderno fue un fenómeno Exclusivamente europeo. Las primeras semillas de las ideas Artísticas modernas vinieron De artistas que trabajaban En los movimientos romántico Y realista. Más tarde, representantes Del impresionismo y Del postimpresionismo comenzaron A experimentar con nuevos modos De representación.

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La Primera Guerra Mundial trajo consigo el fin de esta fase, pero indicó el inicio de una serie de movimientos antiartísticos, como el dada y el trabajo de Marcel Duchamp y el surrealismo. También grupos como de Stijl y Bauhaus acababan de comenzar a desarrollar nuevas ideas sobre la interrelación de las artes, arquitectura, diseño y educación artística. El arte moderno fue introducido en América durante la Primera Guerra Mundial cuando un número de artistas en los barrios de Montmartre y Montparnasse en París huyeron de la guerra. Francis Picabia (1879-1953), fue el responsable de la llegada del arte moderno a la ciudad de Nueva York. Sin embargo, fue solamente tras la Segunda Guerra Mundial cuando los Estados Unidos se convirtieron en el centro de atención de los nuevos movimientos artísticos. Los años 1950 y 1960 vieron la aparición del expresionismo abstracto, arte pop, op art y minimalismo; a finales de los años 1960 y los años 1970, habían aparecido el Happening, Fluxus, land art, performance art, arte conceptual y fotorrealismo. En esta época, un número de artistas y arquitectos habían comenzado a rechazar la idea de "moderno" y comenzaron a crear obras típicamente posmodernistas. De allí la relevancia de la Crisis de las vanguardias artísticas y el debate modernidad-postmodernidad. Comenzando desde la era de posguerra, menos artistas usaban pintura como medio principal. En su lugar, se generalizaron las grandes instalaciones. Desde los años 1970, el media art se ha convertido en una categoría por sí mismo, con un emergente número de artistas experimentando con las nuevas tecnologías. El videoarte es el ejemplo mejor conocido. 54


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LANd ART 56


Land-Art o arte de la construcción del paisaje,

es una rama del arte de la segunda mitad de los años sesenta. Orientada a trabajar con los elementos del paisaje visual como el color, la textura, las líneas, etc. Su fin es producir emociones plásticas en el espectador que se enfrenta a un paisaje determinado. El principio fundamental del Land-Art es alterar, con un sentido artístico, el paisaje, para producir el máximo de efectos y sensaciones al observador. El arte generado a partir de un lugar, que algunas veces parece un cruce entre escultura y arquitectura, en otras un híbrido entre escultura y arquitectura de paisaje en donde juega un papel cada vez más determinante en el espacio público contemporáneo. Para ello el arte interviene dentro del paisaje, dentro de la estructura misma de éste, modificándolo. Ya sea desde una postura contrastante o mimética, en la cual se realiza una operación extractiva o sumativa, construida con elementos que se encuentran dentro de este mismo entorno (tierra, agua, luz, etc.) El paisaje es parte fundamental de la obra, el que indica muchas veces el que hacer. El arquitecto dialoga primero con el entorno y posteriormente la obra seguirá esta conversación. Así podrá surgir esta transformación que permita esta experiencia artística, recuperar valores ancestrales, comunicar ideas, pensamientos y sensaciones. El Land-Art establece un diálogo, muchas veces de carácter arquitectónico, con la naturaleza. Nos sitúa ante el mundo como un mundo expuesto que requiere de la contemplación, colocándonos en posición de “espectadores”. Para intervenir a esta escala en la cual el hombre pueda apropiarse del territorio, es importante que el arquitecto entienda el lugar en el cual va a trabajar. Tal como lo hace el Land-Art, desde una perspectiva general, dejando una marca o huella del hombre con los elementos a la escala de este, determinando el paisaje a su medida; es ahí la cercanía con la arquitectura y el paisaje. Existe una relación estrecha entre la arquitectura de espacios públicos y el Land-Art. Al igual que el arte de paisaje, la arquitectura de espacios públicos debe ser concebida para el hombre como espectador y expectante, provocando y generando situaciones que alteran la postura del hombre frente al paisaje y la naturaleza (percepción de sensaciones).

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Land Art by [Andy Goldsworthy]

Es un escultor y fotógrafo británico (nacido el 26 de julio de 1956 en Cheshire, Inglaterra, vive y trabaja en Escocia) que produce escultura específica del lugar y arte con la naturaleza situado en lugares naturales y urbanos.

El objetivo de Andy Goldsworthy con su obra es reconectar el arte con la naturaleza. Según Goldsworthy, a menudo olvidamos que nosotros también somos naturaleza, y no es ésta algo separado de nosotros. Así que cuando decimos que hemos perdido nuestra conexión con ella, la hemos perdido con nosotros mismos. Es por eso que sus obras están empapadas de un “feeling” que tal vez nos traslada a cuando, de niños, jugábamos en el jardín o el parque y encontrábamos formas y colores asombrosos entre las piedras, las ramas, las flores y la tierra. Andy Goldsworthy juega con estos elementos y nos traslada a ese punto esencial donde la belleza parte de lo natural, del origen.

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Para ver mรกs del trabajo de Andy Goldsworthy y su catรกlogo digital http://www.goldsworthy.cc.gla.ac.uk

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Las chicas malas de Ellen Von Unwerth Nacida en Frankfurt en 1954 Ellen von Unwerth trabajo como modelo de modas por 10 años antes de moverse detrás de la cámara y convertirse es una de las fotógrafas de la época dorada de la fotografía de moda.

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Las fotografías de Ellen von Unwerth trascienden la mera connotación erótica o pornográfica para convertirse en auténticas piezas de arte, de una calidad excepcional y, sobre todo, una privilegiada mirada de “insider” a las fantasías sexuales (lésbicas, sadomasoquistas, voyeurísticas, orgiásticas, etc.) de sus modelos. “El erotismo es la mezcla de físico y personalidad -explica-. Me gusta la gente que derrocha ambas cosas y que tienen un brillo especial en los ojos”. Y es que sus fotos son retratos de la carne, pero en todas ellas hay también un estudio sobre el misterio de la mirada, casi siempre enredada en el deseo y la lujuria. Imágenes que se abisman a la naturaleza de la sensualidad femenina, reivindicando la evocación sensual del cuerpo bien sea mediante contrastados juegos de luz, posturas acrobáticas (que seguramente ninguna de las modelos hubiera adoptado ante otro fotógrafo), miradas de morbosa candidez (como las de Claudia Schiffer, con cuyos retratos conquistó Von Unwerth la notoriedad) o representaciones pictóricas de fantasías sexuales con una alta connotación de deseo que se antoja particularmente masculino, y que adquieren mayor misterio y fascinación si caben al conocer la condición heterosexual de la fotógrafa. Consciente de que “el estilismo y la decoración influyen enormemente en el aspecto fotográfico”, porque provocan una relación de las modelos con el entorno, Von Unwerth tiene preferencia por fotografiar en espacios crápulas, proclives al espectáculo, genuinos escenarios de representación como music-halls, cabarets o circos. “Todos esos lugares son muy inspiradores para mi trabajo. Si estoy en un cabaret o en un circo, puedo imaginar la historia y mi fantasía viaja en el tiempo de forma inmediata”. Muchas de sus imágenes evocan así la atmósfera de libertinaje moral del periodo de entreguerras berlinés. “Cineastas como Fellini, Visconti, Fritz Lang, Lubitsch y Rossellini han influido mucho en mi trabajo”, asegura Von Unwerth. Y sin duda el cine gravita por toda su obra. No sólo por sus retratos a iconos contemporáneos de la gran pantalla, especialmente por la elaborada “puesta en escena” de sus fotografías, y por el desarrollo de una serie de técnicas fotográficas que evocan el sentimiento lírico del cine mudo. Bien sea en fotografías para revistas de moda o en los retratos personales que ha realizado a lo largo de los años (ambas vertientes están perfectamente representadas en el álbum de Taschen), Von Unwerth se mueve con idéntica comodidad tanto en la composición detallada de posadas como en los retratos espontáneos. Las fotos están tomadas en ocasiones bajo una concepción estética del feísmo, donde conviven lo sucio y lo grotesco con la inocencia y el descaro, de modo que la actitud transgresora de ciertas imágenes -“Tengo un corazón punk”, asegura la artista- se transmite en sus métodos de experimentación con el grano de las imágenes y, sobre todo, el fuera de foco. “Los desenfoques de mis fotografías son el resultado de mi intento por atrapar momentos espontáneos para los que a veces la técnica no es tan rápida como mi mente”.

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Arte es entre otras cosas

Arte

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Galería NueveMusas

Arturo Elena Arturo Elena, nació en 1958 en la provincia de Teruel (Aragón, España). Comenzó su carrera en los años 80´como diseñador de modas. A partir de 1992 abandona su trabajo como diseñador para dedicarse a la ilustración, colaborando con diseñadores españoles como Victorio & Lucchino y con marcas internacionales como Loewe, Chanel España, The extreme, entre otros. Identificar el trabajo de Arturo Elena es sencillo. El español ha forjado un estilo único, capaz de desplazar a las modelos de carne y hueso de las más afamadas portadas y portafolios de moda, por musas de papel hechas de tinta colorida, que desde el principio rompieron con los estereotipos de la mujer perfectamente proporcionada. Además de la condición humana que plasma en sus ilustraciones, cada uno de sus trabajos es una suerte de retrospectiva de la moda, pasando de las tendencias que gobernaban en la década del 80 hasta la actualidad reciclada de conceptos, texturas, colores y temáticas. 66


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http://arturoelena.com/

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El viaje Valeria Wozniak

De Naia Fillipa

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(…) La puerta que nos separaba con el despacho de Mclaggen se había convertido en un verdugo, no podía apartar la vista de ella, ni mucho menos detener la vorágine de mis pensamientos. —Podrías explicarme porque hiciste lo que hiciste, ¿verdad?— le susurré a Nancy, después de casi una hora de silencio. —No sé porque lo hice Naia Fillipa—respondió—dejándome muda con la respuesta, creo que por lo menos esperaba alguna justificación. La puerta se abrió. La expresión de Catalina era de calma por lo que intenté persuadir a mi corazón que redujera sus latidos. Entramos escoltadas por ella. Mclaggen estaba sentado en su gran sillón de madera y cuero negro, con los anteojos colgando en su nariz y una expresión desconcertada en el rostro. Nos indicó que tomáramos asiento con un gesto inclemente, mientras con su dedo índice rechinaba un lento compás en el grueso escritorio que reinaba entre nosotras y suspiraba profundamente apretando los labios. Después de unos minutos que me parecieron una eternidad, por fin habló: —Me he enterado que la señorita Fabre fue víctima de un suceso extraño protagonizado por ustedes dos Señoritas, en la clase de hoy, durante el paseo a la playa, algo relacionado con un ungüento ¿Estoy en lo correcto? Ninguna de las dos nos atrevimos a pronunciar una palabra, solo asentimos con el rostro. —De más está decir—continuó—que me encuentro desconcertado, intentando entender tal vez lo sucedido ¿podría alguna de las dos darme una explicación al respecto por favor? Apreté suavemente la mano de Nancy, era de imperiosa necesidad que mantuviera la boca cerrada ésta vez. —Yo soy la responsable de lo que paso rector— dije, sin preámbulos. —Sin embargo, tengo entendido que fue la señorita Flint quien volcó el contenido del frasco sobre la cabellera de la profesora, Naia. —Así fue, rector—lo interrumpí—y le aseguro que Nancy se arrepiente. Ella jamás hubiera imaginado hacer una cosa así si no hubiera estado previamente influenciada por mí. — ¿A qué te refieres?—me interrumpió Mclaggen acentuando aún más su expresión desconcertada. —Sucede que estoy tratando de repetir algunas recetas que me ha enseñado Elysa—dije—y resulta ser que el bambú es uno de los componente principales para oscurecer el cabello…Yo no lo sabía y me he quedado bastante sorprendida al descubrirlo ¿Quién lo diría? Ayer por la noche, cuando amablemente la Señora Drew le permitió a Nancy quedarse en nuestra casa, estuvimos leyendo casi toda la noche acerca de ésta receta; cuando estábamos en la playa con la tinta de bambú al ver la larga cabellera rubia de la Señorita Fabre supongo que Nancy no pudo evitar hacer lo que hizo… Catalina me observaba a la distancia mientras su rostro se contorsionaba en un abanico de muecas extrañas. —Le pediría por favor —agregué—que no castigue a Nancy, no quisiera que ella tuviera que pagar las consecuencias por algo que yo provoqué. Conrado Mclaggen vaciló unos instantes algo confundido tal vez ante mi evidente rebuscada declaración. Bajó la mirada unos minutos en los que reinó un silencio sepulcral y después dijo: —Lo siento pero no puedo dejar pasar esto por alto, no tengo más opción que comunicarme con Elysa y con tu abuela, Nancy, para informarles que deberé suspenderlas; obviamente comprenderán que los privilegios que habían podido sumar en el esfuerzo durante el transcurso del año para competir por la beca del Queen College se ha perdido. Es lamentable pero no puedo hacer excepciones, de

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ningún tipo, estamos hablando de una verdadera oportunidad educativa y hay muchas niñas que están tratando de hacer su mejor logro— ¿Nancy tienes algo para agregar? —le preguntó, al verla sollozar apretando los párpados. —No, profesor Mclaggen—respondió con la voz entrecortada. —Bien, estoy seguro que la Señorita Fabre no tendrá inconvenientes en superar el mal momento y no guardará apreciaciones personales contra ustedes después de lo sucedido—concluyó, mientras miraba a Catalina. —Claro que no, Rector— respondió ella, visiblemente acongojada. —Naia — dijo Mclaggen, cuando estábamos por abandonar la oficina—te acompañaré hasta tu casa para reunirme con Elysa y después iré a ver a Amanda Flint….infórmale Nancy y dile que aguarde mi llegada por favor. Con el ánimo por el piso y la mirada fija en el suelo caminamos lentamente fuera de la escuela. —Lo siento mucho—me dijo Nancy apretando mi mano. —No lo sientas hiciste un desvío necesario en nuestro plan y nada más. —Sí pero mira lo que causó… Resoplé ahogada por la situación, rogando internamente que se terminara de una vez por todas; aún faltaba la declaración de Glascow y eso era algo que me inquietaba de sobre manera. —Tu abuela te castigará ¿verdad?—le pregunté a Nancy, conociendo ya de antemano la respuesta, Amanda Drew era bien conocida por su severidad. —Seguro que sí…quizás si mi abuelo interviene…pero es probable que no suceda. — ¿Quieres que le pida a Elysa que después hable con ella? —No, será peor. Ya está hecho, seguro pasará pronto. Ahora me voy. Mclaggen saldrá en cualquier momento. Le avisaré a mi abuela que lo espere…nos vemos por ahí ¿sí? Asentí con el rostro y resoplé ofuscada. Tanto alboroto por nada. Ésta vez Catalina Fabre había encontrado la manera de escabullirse sin darnos tiempo a llevar a cabo el ritual, sin embargo—me dije, suspirando con certeza—no faltará otra oportunidad para que podamos desenmascararla, estaba convencida de eso. El trayecto desde la escuela hasta mi casa acompañada por la imponente silueta de Conrado Mclaggen no fue una travesía de lo más agradable. Llegamos, envueltos en un espeso manto de silencio. Elysa estaba tejiendo sentada en la galería, como siempre aguardando mi regreso, cuando al vernos aparecer por el camino se incorporó sobresaltada. — ¡No te asustes, Elysa!—la tranquilizó Mclaggen—no es tan grave, pero necesito hablar contigo, a solas… Elysa me observó en silencio mientras yo me escabullía rápidamente hacia el interior de la casa. Dejé mi bolsa sobre la mesa y tome un vaso de agua fría, casi sin respirar. Di vueltas compulsivamente alrededor de la mesa intentando vencer las barreras del tiempo para acelerar los minutos y conocer por fin la sentencia , pero nada sucedió; pasaron miles de minutos y de repente se hizo una interminable media hora. Ya no podía continuar resistiendo. Salí al jardín sigilosamente, trepé con destreza el gran sicómoro que decoraba solemne el plantío de flores silvestres debajo del ventanal de mi habitación y salté de un tranco hasta el techo, arrastrándome hacia la galería. —No estoy de acuerdo Elysa —le decía Mclaggen— En aquel momento te dije que semejante decisión podía llegar a traernos consecuencias. Su comportamiento no es como el del resto de los niños, lo que sucedió hoy no es algo para tomarse a la ligera…. —Conrado James Mclaggen— lo interrumpió Elysa con firmeza — ¿Una travesura de niños te resulta un hecho para no ser tomado a la ligera? —Una travesura que es producto de una suma interminable de irrealidades...

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— ¡Naia Fillipa!—Se escuchó la voz imponente de Elysa que me sobresalto de inmediato—el techo de la galería no es el lugar en donde deberías estar mientras hablo con el rector…. Como si hubiera sido impulsada por un rayo, me arrastre nuevamente hasta el borde del techo saltando hasta el sicómoro y llegando a la sala en menos de un segundo. Se pusieron de pie. Mclaggen se asomó dentro de la sala, mirándome con desconfianza, yo solo sonreí con un gesto de pura inocencia. —Cuento contigo—concluyó Mclaggen, manteniendo las pupilas fijas en los enormes ojos grises de Elysa. Ella asintió con el rostro en medio de un suspiro. —Adiós, Naia—replicó con voz severa. —Adiós señor Mclaggen—respondí más por cortesía que por otra cosa. Cuando por fin se perdió en el camino, Elysa entró silenciosa y se sentó en la cabecera de la mesa. —Espero que tengas una explicación, alguna que pueda creerte. Hubiera querido romper en lágrimas, pero ciertas lágrimas mías no funcionaban con Elysa, tampoco podía usar el invento de la tintura para el cabello; no con ella, iba a tener que decirle la verdad, no tenía otra alternativa. Titubeé unos instantes y finalmente comencé. —Me parece que…o mejor dicho estoy convencida que la señorita Fabre es una sirena. Elysa se quedo con el aire contenido mirándome fijamente mientras parpadeaba sin cesar. —Naia… ¿una sirena? ¿De qué estás hablando? — ¡Una sirena Elysa! ¡Estoy convencida que la señorita Fabre es una sirena! mi corazón me dice que es así; ¿Cuántas veces tú me has dicho que son reales, que pueden volverse mujeres normales y tener piernas para poder estar en tierra firme? Tu libro también lo dice… Elysa suspiró profundamente — ¿De allí sacaron el famoso ritual en cuestión? —Sí—respondí tímidamente— lo tomamos de tu biblioteca. —Me parece muy mal que hayas involucrado a Nancy en esto, ya sabes cómo es su abuela. En ese momento no puede evitar algunas lágrimas, la abuela de Nancy indudablemente iba a castigarla y todo era por mi culpa. —No llores, pequeña— me consoló Elysa, mientras me arrimaba hacia su regazo—Si hay alguien responsable en todo este asunto esa soy yo…siempre he alimentado esa imaginación que tienes… —Pero, ¿es verdad? —La interrumpí, con mis ojos a punto de explotar en llanto— las sirenas existen, mi Madre es una de ellas, tú me dijiste que lo era… A Elysa también se le humedecieron los ojos sin que yo, en ese momento, pudiera comprender el porqué. Bajo la mirada varios minutos, mientras impacientemente yo aguardaba su pronta respuesta, de repente suspiró muy hondo, como si en su interior, durante esos minutos, se hubiera estado llevando a cabo una lucha en la cual, ya se había definido al vencedor. —Claro que sí, mi niña—respondió, ahogada en un suspiro— pero eso es un secreto entre tú y yo, nadie más debe saberlo, la gente no lo entiende ni lo entendería, algún día vas a poder comprende lo que verdaderamente quiero decir… sucede que para algunas personas es mucho menos complicado creer que no existen las sirenas. La envolví en mis brazos y me quedé acurrucada en su regazo mientras me tarareaba una dulce melodía, en ese pequeño gran momento sentí, que no necesitaba otra cosa en el mundo.

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Bitácora del Capitán Pablo Irmaio El mar está pariendo tu melodía. Se divisa un trozo de tierra agreste dibujada en el horizonte. ¿Termina allí nuestro encuentro? ¿Debo anclar en el regazo de esa alfombra dorada? Si lo hago... ¿vas de salir a mi encuentro? Intuyo que justo frente a mis ojos está la Atlántida en dónde vives dulce mujer... Efectivamente, Nancy recibió su anunciado castigo pasando las dos semanas de suspensión encerrada y a mí me tocó la tediosa actividad de pelar cardos bajo el sicómoro del jardín. Encarecidamente, Elysa me pidió que dejara de lado mis ideas acerca de la identidad de Catalina para evitar problemas con el rector, por lo que me propuse desistir momentáneamente del objetivo, seguramente Mclaggen habría de reconsiderar mi futuro escolar después de lo sucedido. Era un hombre algo testarudo debajo de su bondadoso corazón, yo lo sabía porque en más de una oportunidad, Elysa me había comentado en medio de una carcajada, que era más fácil pelar un coco con los dientes que convencer de lo contrario a Conrado Mclaggen una vez que había tomado una decisión y aunque en ese momento no se cruzaba por mi mente la posibilidad de abandonar Les sirenes para irme a estudiar, como me lo sugería Elysa, decidí que lo mejor para todos era tratar de dedicarme a otra cosa. Ya reincorporarme y ponerme al día a mi regreso iba a ser demasiado arduo. Estaba el sol a punto de comenzar a descansar en el horizonte aquella tarde cuando a lo lejos vi a Catalina Fabre caminando hacia la costa Norte, lugar en dónde la rectoría poseía algunas casonas para los profesores que ocupaban cargos temporales en la escuela. Hubiera querido vencer mi tremenda curiosidad pero simplemente fue imposible. Dejé los cardos a un costado. Elysa había salido en busca de algunas provisiones para su cocina, rutina que le demandaba casi dos horas. Todavía faltaban aproximadamente unos 45 minutos para verla regresar por calle principal, así que inmediatamente resolví que tenía tiempo y de sobra. Entré velozmente a mi habitación, busque un abrigo y me escabullí sigilosamente para no ser vista por la Señora Neza, nuestra vecina de 85 años a la que sólo la entretenía estar al tanto de todo el caserío. Catalina caminaba muy despacio, como si quisiera empaparse hasta de la última brisa marítima que viajaba desde el lejano horizonte hasta la costa y balanceaba su bolsa de lado a lado, como si la envolviera una paz indescriptible. Se deslizaba serena. Parecía una ola de madrugada. Después de 20 minutos llegó hasta su casona. A lo lejos, pude observar como encendía varios candelabros dejando escapar destellos de luces que transformaron la construcción en un plácido navío. Me acerqué sigilosamente, casi hasta la galería pero aún así no podía verla, tenía que acercarme más. Subí los dos escalones que conducían a la puerta principal y me asomé por un ventanal. El interior de su sala parecía un cuento de hadas, lleno de corales y pinturas de muchos colores, en dónde en cada una de ellas el mar era el tema principal. Continué mi recorrido llegando hasta otro ventanal; ella estaba allí, sentada frente a un gran espejo cepillando su larga cabellera. Inmediatamente recordé

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que en uno de los libros de Elysa había leído acerca de la costumbre que tienen las sirenas en mantener su cabello prolijamente hermoso y entonces el corazón se me detuvo, era la imagen más bella de una sirena que jamás hubiera imaginado ver. Estaba tan profundamente abstraída en esa imagen que no me percaté de la silueta que se acercaba a la puerta. — ¿¡Que haces ahí niña!? Era la voz de la Señora Flint, la severa abuela de mi amiga Nancy. Giré sobresaltada y me encontré con su mirada fulminante. A toda velocidad pasé casi por debajo de la campana de su gran pollerón azul y me dirigí hacia el camino de regreso, en ese momento, solo podía pensar en que aún no habían terminado los problemas para a mí. Regresé a tiempo, minutos después que atravesé el umbral, Elysa se hizo llegó cargada de bolsas y varias plantas. Respiré aliviada al observar su calma de siempre, sin embargo yo sabía que mi alivio era momentáneo, la Señora Drew no iba a dejar escapar la oportunidad de comentar el suceso y mostrarse afligida por mi mal comportamiento y mis extrañas costumbres, como lo hacía cada vez que tenía la posibilidad de hablar con Elysa. En realidad, el acontecimiento de la playa y el reciente, sólo justificaban las teorías de la señora Drew acerca de que era yo una muy mala compañía para cualquier niño o niña de la isla, siempre alegaba que desconocer mi procedencia no era un dato menor. Yo trataba de entenderla porque era una mujer muy severa y disciplinada, procedía de una familia Inglesa ultra conservadora y con ideas religiosas muy arraigadas, en más de una ocasión la escuche a Elysa apenada por Nancy, diciendo que Amanda Drew era una mujer dura para criar a un niño. Sin embargo, aunque esas dos mujeres no tuvieran nada en común, su vínculo de vecinas estaba primero y sentían una por la otra un gran respeto. De más está señalar que la actividad de Elysa era catalogada como blasfemia y brujería por parte de la Señora Flint, aunque era notable su evidente esfuerzo por tratar de comprender. Creo que fue ese esfuerzo, la que la llevo a permitir en un primer momento mi vínculo con su nieta y sus estadías en nuestra casa, pero lo sucedido, no favorecía en lo más mínimo los adelantos que pudiera haber logrado la señora Flint en su manera de pensar y al instante de encontrarme con su mirada en el portal de la señorita Fabre supe que mi amistad con Nancy definitivamente estaba en peligro. Llegó la mañana y aunque en ningún momento aparté la mirada del camino, la Señora Flint no se presentó, situación que me preocupó aún más. Esa mujer tramaba algo, podía intuirlo. A medida que pasaban los días en mi interior crecía un interrogante: ¿Debía contarle a Elysa lo que había sucedido antes que Amanda Flint lo desparramara por todos lados? No podía dejar de pensar que ella me había pedido abandonara mis ideas acerca de la Señorita Fabré y al recordar esas palabras no podía evitar llenarme de tristeza por haber desobedecido una vez más. Me encontraba sumergida en esa tortura cuando a media mañana, Elysa me pidió que fuera a buscar conchas a la playa. Asentí con agrado, suponiendo que el aire fresco del mar iba a llevarse mis pesares de pensamientos acelerados. Demoré la llegada logrando durante el trayecto el efecto deseado; sólo podía sentir la brisa de verano que llegaba desde la línea azul del horizonte quemando mis hombros desnudos y la fina arena tibia escabulléndose por mis dedos descalzos. Me detuve y respiré profundamente el colorido aroma de mi hogar agradeciéndole su antídoto. Estaba entretenida con mi labor cuando de repente me sobresalto la voz de Nancy, que agazapada detrás de una palmera, susurraba mi nombre.

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— ¡Nancy! ¿Qué haces ahí?- le pregunté sobresaltada. —Me escapé un momento, ¡te vengo siguiendo desde tu casa! tengo que contarte algo. Anoche escuche a mi abuela hablar con mi abuelo acerca de ti. — ¿De mi?—pregunté intrigada —Así es. Supuestamente yo debía estar dormida pero no lo estaba, me levanté a buscar una bebida fresca y escuché a mi abuela contándole a mi abuelo lo que paso en la casa de la Señorita Fabre ¿Es cierto que la espiabas? —No espiaba, la vi por el camino y la seguí para ver como era su casa, pero me sorprendió tu abuela, en fin, ¿Que decían? ¡Cuéntame! —Mi abuela dice que seguramente tienes problemas en la cabeza. — ¿Problemas en la cabeza? —Algo así. Como que tarde o temprano ibas a perder los estribos...esas fueron sus palabras y que Elysa era una mujer muy terca al seguir aceptando tu comportamiento extraño. Mi abuelo te defendió un poco, le dijo: “deja en paz a la niña, demasiado ha tenido que pasar. — ¿A qué se refería? —No lo sé. Pero la parte más interesante fue cuando dijo: “Conrado Mclaggen nunca pensó en las consecuencias”. Y no pude escuchar más porque en ese momento hizo silencio y cuando mi abuela hace silencio es porque sabe que estoy despierta, entonces me fui rápidamente. No sé si es importante pero tenía que contártelo. — Si que lo es— le respondí mientras en mi mente empezaba otra vez a colmarse de interrogantes— ¿Conrado Mclaggen?—dije, pensando en voz alta. —Eso fue lo que dijo. Realmente siento mucho que no podamos seguir viéndonosconcluyó Nancy-pero mi abuela dijo que me enviará de vueltas con mis padres si me ve contigo… —No importa amiga lo que ella haga— le dije comprensiva— tú y yo siempre seremos amigas, pase lo que pase; agradezco que me hayas buscado para decirme esto. —No me agradezcas, quise hacerlo, sentí que era importante. Ahora me voy...seguramente mi abuela ya debe haber notado mi ausencia. Contemplé a mi amiga perderse en el camino, con los ojos a punto de estallarme en lágrimas, la extrañaba con todo mi corazón. Apreté los labios y sacudí el rostro sabiendo que pronto todo iba a volver a la normalidad. ¿Conrado Mclaggen nunca pensó en las consecuencias?—susurré en voz baja— ¿acaso él sabía algo de mi procedencia marítima? Eso significaba que entonces Elysa no era la única que sabía la verdad de mi nacimiento como ella decía...intuí repentinamente que había muchos más secretos en torno a mi vida, más de los que yo creía. Me quedé pensando, sentada en la playa, no podía delatar a Nancy interrogando a Elysa y mucho menos a Conrado Mclaggen. Suspiré profundamente ahogándome en un suspiro, de alguna manera iba a tener que encontrar la manera para develar el misterio que me rodeaba, lo antes posible.

Continúa en el próximo Número

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NueveMusas A Arrttee ssiinn ffrroonntteerraass

Revista Cultural A単o 2013 Numero 008

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