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EN FAMILIA Monseñor Carlassare consagrado obispo de Rumbek
Mamá catequista
Mis hijas asistían a la catequesis de perseverancia en 2010, dos años antes habían celebrado su primera comunión. En mi parroquia, Santa Bárbara, es común que falten catequistas a pesar de ser una comunidad de mayoría católica. A inicios de ese año, en la eucaristía dominical nos informaron que se necesitaban catequistas o cerrarían la enseñanza de primer nivel, por lo que me preocupé y pensé en los niños. Mis hijas contaron con esa bendición. Lo conversamos en familia y me animé a participar en el curso de formación de catequistas e inicié mi servicio en mi pueblo San Pedro, que es flial de la parroquia de Santa Bárbara.
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Voy para 12 años de ser catequista. Me gusta transmitir las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo a ni-
Suraye Villegas Murillo está casada y tiene dos hijas mayores de edad, vive en la provincia de Heredia, Costa Rica, y ha sido catequista desde hace 12 años.
ños y jóvenes a través de dinámicas. Me inspira y fortalece permanecer en constante encuentro con Dios, y las reuniones con los padres de familia son una gran oportunidad para ayudarles a crecer en la fe.
El último sábado de cada mes recibimos formación y, gracias a Dios, siempre aparecen nuevos aspirantes para servir en la catequesis. La pandemia no fue obstáculo para continuar. Tuvimos que adaptarnos a la virtualidad y dominar la tecnología y programas; fue todo un reto, pero lo logramos.
He aprendido a caminar con Jesús, con amor, humildad y misericordia. En cada encuentro vamos conociendo más las enseñanzas del Evangelio. Los catequizandos nos animan a continuar con la misión, son nuestra razón de ser. Aportan mucho a nuestro crecimiento espiritual, y recibimos más de lo que damos. La catequesis de iniciación cristiana no sólo nos prepara para recibir los sacramentos, sino para crecer en la fe, para llevar la Buena Noticia del Evangelio a donde a veces la Iglesia no puede llegar.
A veces no faltan las pruebas, esfuerzos y trajines que como madre de familia se viven, pero los supero al poner mi confianza en el Señor. Él es mi motor, me impulsa a seguir adelante con esperanza y sin rendirme.