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BIBLIA Y MISIÓN

La tierra es mía

«Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y garantizar la continuidad de su fertilidad para futuras generaciones. Porque, “la tierra es del Señor” (Sal 24,1), a Él pertenece “la tierra y cuanto hay en ella” (Dt 10,14). Por eso, Dios niega toda pretensión de propiedad absoluta: “La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y ustedes son forasteros y huéspedes en mi tierra” (Lv 25,23)» (Laudato si’, 67).

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En la toma de conciencia asumida respecto al cuidado de la creación, vemos que la tierra ha sido siempre muy generosa y ha prodigado lo necesario para que los seres vivos subsistan. Es buena y noble, pues da y jamás exige una recompensa por lo que nos brinda. Por eso muchas veces ha sido tratada ingratamente y explotada, al punto de impedirle seguir cumpliendo con su vocación de madre y protectora de la vida.

En algunas partes del mundo, los seres humanos la hemos convertido en una realidad estéril e inhabitable con una conducta depredadora. Pero no somos propietarios, sólo administradores y beneficiarios. La tierra y toda la creación se nos ha confiado para vivir en ella; para crecer y desarrollar lo mejor de nosotros mismos. Un gran error sería olvidar ese principio esencial y creer que podemos apropiarnos de algo que sólo le pertenece a Dios.

Todo se nos da para que lo disfrutemos y, al final de nuestra vida, en el mejor de los casos, nos tocará heredarlo para que otros puedan disfrutarlo, pues para eso ha sido creado. La persona sabia es la que sabe usar las cosas, las cuida y sabe compartir y disfrutar con los demás. Nada te llevarás cuando te vayas, porque nada te pertenece, aunque trates de acumular, pensando que tener mucho será garantía de tranquilidad.

El libro del Levítico dice que la tierra le pertenece a Dios y en ella sólo somos forasteros. Se nos confía con la condición de que la cuidemos y protejamos, pues garantiza nuestro futuro como humanidad. Seremos capaces de revertir las prácticas y conductas que nos llevan por caminos destructivos, para dar paso a formas de vida más reconciliadas y responsables con la casa que se nos dio. Se trata de una tarea que nos invita a una gran conversión.

Sanar el mundo laboral

–Una reconstrucción laboral tras la crisis, para que, nunca, nadie quede atrás–

A inicios de julio de 2021, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) realizó un llamado mundial para implementar y ejercer acciones que faciliten una recuperación del trabajo centrado en las personas, que hagan hincapié en la creación de empleo digno para todos y aborden la desigualdad evidenciada por la crisis de Covid-19.

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